Pradera Arte

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 1 Septiembre 2013.

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    Hygge

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    Pero Tauros se vio frenado una vez más, bruscamente (Nikolah casi sale disparado de nuevo) por otro obstáculo en su camino. Sus ojos inyectados en sangre se encontraron con una caricaturesca escena que jamás creyó ver: un desfile de pokémon. Uno a uno, los pokémon de la pradera parecía pasear sin romper la fila delante del pokémon embravecido, en una laaarga cola que no parecía tener fin. Obviamente, dicha cola fue formada por la enorme multitud de Linoones que se encontraban por allí, sin ninguna idea mejor en mente.

    Tauros bufó, esperando a que la congregación terminase de pasar para seguir intentando cargarse al extraño que se había subido a su lomo, lo normal, pero esta nunca acababa. ¿De verdad eran taaantos Linoones? De lejos no lo parecía, quizás es que no les estaba prestando demasiada atención por culpa de su sed de sangre y de cornazos y esas cosas.

    Pero la verdadera razón venía de la mano del Linoone con gorra, que coordinaba la fila de tal forma que formase un círculo a las espaldas del toro, sin que se fijase en que estaban regresando a la cola debido a que eran todos idénticos. Así, el chico tendría tiempo de bajar del lomo, o en su defecto, aquella chica y su mochila podrían darles alcance.

    En una de esas, Nikolah pudo distinguir un sujeto que destacaba entre aquel desfile de idénticos Linoones. Aparte de que su cuerpo era morado y bastante más ancho que el de los roedores, tenía alas. No parecía entender qué pasaba, pero seguía a los pokémon tan tranquilo. Cuando el Golbat pasó por delante del Tauros y del entrenador, se fijó en este último y rompió la fila para ir a clavársele en la cara de nuevo.

    Vaya hombre, qué oportuno, Parcheao...
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Nikolah Cruz

    La aparición de Parcheao había sido tan imprevista e impetuosa que fue suficiente para tumbarme del lomo del Tauros. Caí encima de una almohada hecha de Linoone, aunque el descanso duró poco, pues rápidamente el pokémon toro se dio vuelta, con mirada asesina. Al parecer, había decidido que mi castigo debía ser bastante cruento por haberle arruinado el descanso.

    Raudos, los Linoone comenzaron a correr, conmigo encima, mientras tenía a Parcheao enganchado en mi cara. Después de bastante pelea, logré sacarme al molesto chupasangre de mi cabeza, lo que me hizo ver en definición alta al Tauros corriendo hacia nosotros, con furia en los ojos, resoplando fuerte. Me giré hacia el frente, mientras me incorporaba e intentaba mantener el equilibrio sobre mis improvisados salvadores.

    Me encontré surfeando en la Pradera encima de una manada de Linoone, mientras un Tauros furioso nos perseguía. La situación se mantuvo bien durante unos minutos (aunque el equilibrio era difícil de mantener), ya que íbamos en línea recta. Sin embargo, todo cambió cuando un árbol apareció al frente de nosotros. Pude captar que una rama sobresalía por encima del camino. Inspiré con algo de miedo. Lo que iba a hacer era bastante estúpido.

    Levanté los brazos y me así a la rama. La inercia que había quedado de los Linoone me hizo dar una vuelta completa a la rama, y cuando quise darme cuenta, estaba encima de nuevo sobre el Tauros. Maldije mi suerte, mientras el Tauros se volteaba para mirarme, bastante enojado. De improviso, se me ocurrió una idea bastante idiota. Le tapé los ojos al pokémon mientras seguía corriendo, lo cual lo enloqueció todavía más, al punto de acelerar su carrera. Sin embargo, en un momento y con seguridad para intentar deshacerse de mí, clavó los pezuñas, frenando nuevamente.

    No tenía ningún agarre, así que salí propulsado para adelante, y comencé a rebotar en el suelo. Debí haber rebotado unas tres veces hasta que algo frenó mis botes por el suelo. Ese algo era otra persona, que me había llevado por delante. Quedamos hechos con Liza un amasijo de piernas y brazos, con mi cara enterrada en el suelo.
     
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    Abrazaba mi mochila mientras avanzaba lentamente por la pradera, con la mirada fija en la distancia, ansiosa. Hacía bastantes minutos que la manada de Linoones se había distanciado en busca de Nikolah, y me preocupaba que las cosas no hubiesen salido bien. Maldije entre dientes el hecho de no tener conmigo a Togekiss para sobrevolar la pradera en su búsqueda, pero ya solo me quedaba seguir avanzando con la única esperanza de que los chicos no se hubieran desviado de la linea recta que seguía.

    De un momento a otro, sin embargo, el suelo comenzó a vibrar de nuevo. Entrecerré los ojos para poder distinguir la figura que se acercaba a lo lejos, a toda velocidad, y cuando me fijé bien noté que era una persona, y que no estaba usando sus piernas en ningún momento. ¿Cómo corría tan rápido entonces?

    Hasta que la manada de Linoones se dejó ver, subiendo una pequeña inclinación que los escondía de mi vista, y me detuve con una gran sonrisa, aliviada. ¡Lo habían conseguido, habían salvado a Nikolah! Dejé la mochila en el suelo y comencé a agitar los brazos, intentando captar su atención, hasta que un personaje más entró en escena: Tauros.

    ¿¡Les estaba siguiendo todavía!?

    El resto pasó a cámara lenta. Los Linoones frenando en seco, sintiendo que les faltaba peso sobre ellos. Nikolah dando vueltas en una rama. Tauros frenando también en seco. Nikolah rebotando en el suelo a toda velocidad, hacia mí. Y acto seguido, un fuerte golpe me hizo caer con él.

    —Auch, mi cabeza... —un quejido lastimero salió de mis labios, mientras intentaba abrir los ojos y comprobar que no me había roto nada en el proceso. Para mi sorpresa, Nikolah estaba junto a mí, pero con la cara enterrada en el suelo. Me senté rápidamente, asustada, y le ayudé a reincorporarse tomándolo por los hombros con cuidado—. ¡Nikolah! ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?

    Pero mientras sostenía el cuerpo rasguñado del chico, noté cómo detrás de él Tauros se acercaba lentamente, mirándome con una furia incalculable. Resopló, pasando su pezuña por el suelo varias veces, y no pude si no tragar en seco, sujetando al chico con evidente temor. ¿Qué le habría hecho para que estuviese así de furioso?

    Mas cuando todo parecía estar perdido para nosotros...



    Una sombra saltó de quién sabe donde al lomo de aquel Tauros embravecido. Agarrándolo por los cuernos tiró hacia atrás, como un jinete controlando su montura, y el pokémon bufó intentando sobreponerse a aquella presencia. Pero aquel jinete inesperado logró controlar a la bestia, logrando que dejase de resistirse y se resignase.

    Un Tyrogue nos miraba con seriedad, subido en el Tauros en una escena de lo más pintoresca. Asintió con la cabeza en un gesto solemne, y le indicó al toro que era hora de partir. Ambos, Tyrogue y Tauros, se perdieron en el horizonte, allá donde se ponía el sol, mientras una mueca de extrañeza era lo único que podía formar en mi rostro. Y Nikolah... Creo que seguía K.O.

    ¿Qué acababa de...?

    —Al fin se fue ese bicho... —suspiré, mientras el chico se recomponía de lo sucedido. Al notarlo no pude evitar abrazarle, preocupada y aliviada a partes iguales—. ¡No me vuelvas a dar un susto así! ¿Qué ha sido todo eso, Nikolah?
     
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    Nikolah Cruz

    ¡Eso ha sido bárbaro! ¡Otra vez!— dije, levantado los brazos, mientras veía como el Tyrogue se alejaba con el Tauros.

    Sin embargo, notaba una sensación rara alrededor mío. Era...extraño. Miré hacia abajo. ¡Oh, alguien me estaba abrazando! Había pasado demasiado tiempo desde que alguien había hecho algo así. La única que lo había hecho era mi hermanita, y ella solía abrazarme el cuello, no el cuerpo. ¿Quién me estaba abrazando? Ah, Liza.

    "¡No me vuelvas a dar un susto así! ¿Qué ha sido todo eso, Nikolah?"

    No tengo idea de que fue todo esto, pero fue genial.— dije, mirando al Linoone con la gorra, que se acercaba. Apenas estuvo cerca, tomé la gorra rápidamente de su cabeza.— Esto no es tuyo amigo. Pero no te preocupes, tengo algo para ti.

    Revolví en mi mochila y le di un manojo de cigarrillos de chocolate, atados con un hilo, para que sea más fácil de llevar. Luego de eso, le acomodé la gorra a Liza en la cabeza, mientras una parte de su frase resonaba todavía en mi cabeza. ¡No me vuelvas a dar un susto así! La tomé por los hombros, separándola del abrazo, mientras le sonreía.

    — Hey, tranquila, no pasó nada, ¿sí? Estoy bien, mírame.— mi cara era una tremenda contradicción. Mi sonrisa decía que estaba perfecto, pero los cortes, el ojo morado y la nariz sangrante podrían decir otra cosa. Luego, otra realización me cayó encima.— Un segundo...¡Liza, has vuelto! ¡Genial!

    La abracé de nuevo, para luego separarme y mirarla sonriente.

    — ¿Cómo te fue en eso que tenías que hacer? ¿Pudiste ayudar a la gente que tenías que ayudar? ¿Trajiste mi sánguche? ¿Nos quieres ayudar ahora a nosotros? Estamos buscando un Machoke. Estamos con Talía, Effy, Elisa y Orgen. Y Pupper y Fay están buscando, junto con Parcheao. ¿Todo bien?
     
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    El Linoone con gorra que ya no tenía gorra al principio me fulminó con la mirada. "¡Eso no era parte del trato", estaría pensando, mientras yo me limitaba a alzar las manos y mirar al chico con una sonrisa nerviosa. ¿Q-qué estaba haciendo...? Pero por suerte, el Linoone pareció calmarse ante aquel extraño intercambio, si bien al principio no tenía idea de para qué servía aquello. Mordisqueó un lado del cigarrillo de chocolate con recelo, mientras nos miraba atentamente, y pareció relajarse cuando el sabor del chocolate se manifestó en su paladar. Satisfecho, echó a correr hacia sus amigos (Arceus, ¿cuántos Linoone se habían arremolinado aquí?), dejándonos finalmente respirar con tranquilidad.

    Me giré hacia el chico mientras me hablaba, asegurándome que se encontraba perfectamente, pero yo no podía si no alzar una ceja algo incrédula. No podía decirme que aquel ojo morado, los rasguños por toda la cara y esa nariz sangrando no le estaban doliendo nada. Comencé a rebuscar en mi mochila (algo vacía después del intercambio con los bichejos), y saqué un paquete de pañuelos que siempre llevaba conmigo, pasándole uno a Nikolah para su nariz. Lástima que no llevase un kit de emergencias para su ojo morado.

    —Ten, al menos intenta detener la hemorragia —le sonreí una vez nos separamos, mientras escuchaba abrazando mis rodillas todas las preguntas que el rubio me estaba haciendo. ¿Estaban buscando un Machoke? ¿Para qué? ¿Y cómo es que había tantos holders aquí reunidos? ¡No sabía que Nikolah conocía a Effy! Sin embargo, desvié la mirada mientras rascaba mi mejilla con una risita nerviosa, iniciando con su primera pregunta—. Pues verás... Los chicos y yo nos encaminamos a la guarida de unos tipos que experimentaban con pokémon, y conseguimos sacarles de allí y encontrar a su jefe, un científico loco. Mientras cubrían la puerta de los guardias conseguí entrar a la sala donde se encontraba y tras enfrentarnos en un combate pokémon, casi me... C-casi no la contamos, qué decir —apoyé mi barbilla en las rodillas, con la mirada gacha, sin borrar la débil sonrisa—. Aún no hemos acabado con la amenaza, y ahora se viene lo más peligroso, pero después de ese encuentro decidí venir a despejarme un poco a la pradera, para volver con fuerzas... ¡Y aquí estoy!

    Levanté la cabeza entonces, recuperando la expresión tranquila en mi rostro, y le di paso a él para que resolviese mis preguntas.

    —Claro, os ayudaré pero... ¿Para qué queréis uno? ¿Queréis entrenarlo? ¿Y qué me he perdido para que todos anden por aquí? ¿Es un picnic? —entonces, mientras le dejaba que contestase a mis preguntas tranquilamente, recordé algo. ¡El sánguche!—. Respecto al sánguche... N-no esperaba regresar aún, ni siquiera fui a recoger a mis pokémon de Galeia, así que no traigo nada, lo siento... ¡Pero te traeré dos en compensación, te lo prometo!

    Cuando quisimos darnos cuenta, un Linoone más picó con su hocico la espalda de Nikolah, llamando su atención. Al girarse, pudo ver a una fila de Linoones esperando para que le diesen cigarrillos de chocolate, y al final de la fila el líder se alzó de patas, con el último resto de cigarrillo desapareciendo entre sus colmillos.
     
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    Nikolah Cruz

    ¿Qué? Oh, gracias.— dije, tomándo el pañuelo y soplándome la nariz con él.— Espera, ¿estuviste a punto de morir? ¿Y por qué quisieras regresar allí entonces? No...no estaría bueno que te mueras, la verdad.— dije, mirando para otro lado.

    "Claro, os ayudaré pero... ¿Para qué queréis uno? ¿Queréis entrenarlo? ¿Y qué me he perdido para que todos anden por aquí? ¿Es un picnic?. Respecto al sánguche... N-no esperaba regresar aún, ni siquiera fui a recoger a mis pokémon de Galeia, así que no traigo nada, lo siento... ¡Pero te traeré dos en compensación, te lo prometo!"

    Oh, eh...Queremos uno porque hay un cliente que nos pidió un Machoke para ver como evoluciona, y nos pagará y nos lo podemos quedar después, así que estaría bueno tener otro pokémon fuerte para cuando nos llamen los otros que dijeron que nos iban a llamar cuando les hiciera falta.— dije, diciendo toda la frase de un tirón.— Oh, y en cuanto a los otros, simplemente me los encontré cuando había salido de la Torre Desafío. Les pregunté si querían venir y dijeron que sí. Aunque a Elisa me la encontré aquí en la Pradera. No sé que hacía.

    En ese momento, sentí que algo me tocaba la espalda. Pude ver a toda una fila de Linoone detrás mío, con el que parecía el líder al final. Parecían querer exigir más cigarrillos de chocolate. Yo me los quedé mirando unos segundos, sin saber que hacer. De pronto, los ojos se me iluminaron con una idea. Le indiqué a Liza que me espere unos segundos allí, y me dirigí junto con los Linoone a tener una reunión de negocios. Formamos un círculo alejado, y estuvimos debatiendo unos segundos que hacer, intercambiando ideas y estrategias de mercado para un resultado que fuera beneficioso para ambas partes.



    Al final, volví hacia dónde Liza se encontraba. Pero no lo hacía solo, y mis piernas no eran las que me impulsaban. Iba parado sobre la manada de Linoones, que actuaban como una especie de vehículo. Le tendí una mano a Liza para que subiera, mientras decía:

    — ¡Soy Nikolah, el Señor de los Linoone, el Jinete de la Pradera, y esta es mi gente!— abarqué a la manada con mi otra mano.— Prepárate para un viaje que te sorprenderá como nunca nada lo ha hecho antes.

    Cuando Liza hubiera sido, anuncié:

    — Agárrate fuerte, pues estos pequeños pueden llegar a los 100 km/h en línea recta. O sea, que irémos rápido.— con un dedo extendido al frente, les indiqué mi siguiente comando a mis súbditos.— ¡En marcha, mis amados y peludos vasallos! ¡Hacia el horizonte, hacia la aventura, hacia los Machoke!

    Los Linoone emprendieron una marcha formal, siguiendo un ritmo completamente coordinado entre ellos, somo si estuviéramos en un desfile. De a poco, comenzaron a ganar velocidad, hasta que el viento nos azotaba la cara a ambos. Yo no hacía más que sonreír. Esto era vida.
     
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    "Espera, ¿estuviste a punto de morir? ¿Y por qué quisieras regresar allí entonces? No...no estaría bueno que te mueras, la verdad".


    Separé los labios con la intención de hablar, pero permanecí unos instantes así, con el silencio en la boca. Esa... esa era una pregunta complicada, a decir verdad. Opté por sonreírle con amabilidad, sin intención de confundirle con toda la historia detrás del lugar al que debía regresar, y decidí ponerle un ejemplo que captaría bien.

    —Cuando tienes algo muy importante para ti, harías lo que fuera por protegerlo a toda costa, ¿no es así? Imagina que ese algo fuera tu hermanita. Creo que no te resultaría descabellada la idea de regresar si es por ella —decidí levantarme entonces, aprovechando para revolver su cabello en el proceso al notar que desviaba la vista algo preocupado—. ¡Y no te preocupes por mí! Estaré bien. Después de todo lo que me ha pasado, no creo que caiga ahora.

    Nikolah procedió entonces a explicarme que todo se trataba de un encargo, para volverse más fuerte y para estar listo cuando le llamasen los otros. ¿Qué otros? ¿Llamarles para qué? ¡Udan me tenía realmente perdida del resto del mundo! Pero la duda más importante de todas, la que aún permanecía ahí incluso cuando Nikolah se fue a su reunión de empresa con el resto de Linoones era...

    ¿...Quién narices era Elisa y por qué no la conocía?



    Cuando dejé de darle vueltas al asunto, Nikolah me tendía una mano, subido en la manada de Linoones que ahora eran su... vehículo, o algo así. Hice una mueca curiosa, extendiendo mi mano para tomar la suya aún con duda en la mirada, y me subí poniendo especial cuidado en no hacer daño a ninguno de los bichejos que se encontraban debajo. Me sujeté en el chico mientras los pequeñajos empezaban a tomar velocidad, y al cabo de unos minutos nos encontrábamos viendo pasar la pradera ante nuestros ojos a toda velocidad. Los pokémon que por allí pastaban nos miraban curiosos y extrañados, teniendo cuidado en apartarse de la estampida si no querían ser arrollados por aquel desfile. Decidí coger con dificultad mi pokédex de la mochila, poniéndolo en el número de Machoke, y alcé un brazo con la imagen de este para que los que pasasen por nuestro lado pudiesen ver de quién se trataba.

    —¡Heeeey, atención! ¡Estamos buscando a un Machoke! ¡Repito, estamos buscando a un Machoke! ¡Cualquiera que haya visto a uno por ahí, que nos lo haga saber de inmediato! —pero por más que gritase, sujetándome con el brazo libre en la espalda del chico para evitar caer, los pokémon como mucho levantaban la cabeza y poco más. Entonces, se me ocurrió—. ¡Ofrecemos una recompensa especial para el primer pokémon que nos lo haga saber! ¡Oferta limitada! ¡Repito: oferta limitada!

    Ni siquiera sabía cuántos cigarrillos de chocolate le quedaban al chico, pero mientras pudiésemos seguir comprando ayudantes para aquella búsqueda tan peculiar, mejor que mejor.
     
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    Nikolah Cruz

    A pesar de la velocidad con la que íbamos y la insistencia de Liza para pedirles el resto de los pokémon de que nos ayudaran, la búsqueda había sido poco fructífera. Incluso en un momento parecieron indicarnos en el camino correcto, un grupo de Wormadan que habíamos encontrado al pasar por debajo de un árbol, pero la presa resultó ser un Gurdurr. No era lo que estábamos buscando. Así que nos quedamos encima de los Linoone, recorriendo la Pradera de forma un poco más tranquila (los pobres se estában cansando).

    Me senté sobre el colchón peludo en movimiento, con los brazos rodeando mis piernas, mientras meditaba las palabras que Liza había dicho antes y que no había tenido tiempo de contestar. La tarde estaba cayendo ya, y el sol teñía a la Pradera de un hermoso color naranja.

    — Yo...si Talía estuviera en peligro, obviamente que regresaría. Regresaría y daría hasta la vida para protegerla. Porque ella es mi hermana, y no quiero perder a más gente.— hice una pausa, y la miré.— Y yo no quiero que tú des la vida, como lo haría yo. Por la misma razón. Estoy harto de perder más gente. Más gente que...— miré hacia otro lado, hacia los Linoone.—...gente que quiero.

    Saqué un par de cigarrillos de mi mochila y se los di a un par de mis soldados que los reclamaban. Fue bastante buena idea haberme aprovisionado en abundancia antes de salir de Ciudad Témpera. Me quedé con aire ausente un rato más, disfrutando de la paz del lugar. Sentía calor en el rostro, al decir la última frase. Que extraño, si corría un vientito fresco. Me saqué la chaqueta. Tal vez si hacía bastante calor, y no me había dado cuenta. Suspiré y me quedé mirando al horizonte, pensando. Metí la mano en la mochila, con el mismo aire ausente de hace unos minutos, para darle a mis súbditos más cigarrillos de chocolate, cuando mis dedos tocaron algo extraño. Un objeto con forma de frasco.

    Extrañado, lo tomé en mis manos y lo saqué fuera de la mochila. Parecía miel. ¿Cuándo Giratinas había comprado eso? Me rasqué la barbilla, pensando que diablos hacer. De pronto, una idea cruzó por mi mente. Si con los cigarrillos de chocolate pude atraer a toda una manada de Linoone, ¿qué podría hacer con cigarrillos de chocolate BAÑADOS EN MIEL? Eran como cigarrillos de chocolate en esteroides. Así que comencé a bañar a las golosinas en el tarro, mientras las lanzaba al aire. Seguramente, algún pokémon se sentiría atraído por el olor. El tema es que varios cayeron sobre el pelo de Liza.

    [Uso una miel]
     
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    Liza White

    Mientras cabalgábamos tumbados sobre el lomo de decenas de Linoones, viendo el atardecer en primera fila y con un destino incierto, Nikolah pareció reflexionar acerca de lo anterior. Sin dirigirle la mirada, simplemente observando el cielo imitando su postura, cerré los ojos, relajándome un poco. No podía evitar enternecerme por una parte, porque alguien se preocupase por mí, pero por otra... ¡No podía evitarlo! Tenía la obligación de ayudar en Udan, ya no podía echarme atrás. Después de todo, estaba demasiado cerca del final.

    —Créeme que te entiendo. Pero a veces, por más que intentamos evitar que las personas que queremos no se vean influenciadas en lo que ocurre... Simplemente ocurre. Y agh, ¡es muy frustrante! —exclamé, sintiendo cómo las imágenes de los anteriores enfrentamientos junto a mis amigos venían a mi mente—. Así que simplemente confío. Confío en todos ellos y en que saben cuidarse solos, y siempre que pueda estaré ahí para ayudar. Pero sé que si intento protegerles a todos acabaría volviéndome loca, ¡no se están quietos!

    Solté una pequeña risa, para aliviar el ambiente. Hasta que algo cayó sobre mi cabeza. Menos mal, meeeenos mal que llevaba la gorra, y algunos rebotaron a tiempo para poder quitármelos del medio. Cuando me reincorporé, tomé uno de aquellos... ¿Cigarrillos con miel? Miré a Nikolah, admirando aquella brillante idea, y tomé varios de los hilillos que había usado para atar los cigarrillos del líder. Los até a un extremo fuertemente, y los lancé fuera de la manada de Linoones, procurando no tocar a ninguno, a modo de caña de pescar.

    —Ah... Nada mejor que una buena tarde de pesca en la pradera, ¿no crees? —suspiré, inclinándome para sujetar bien el hilo, que a su vez estaba amarrado en un palito que tomé del suelo—. ¡A ver quién pesca más!
     
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    Nikolah Cruz


    Sonreí ante las palabras de Liza. Una sonrisa para mí mismo, más que nada. Una de esas sonrisas que se hacen para adentro, para calmarse uno. Disfrute del calorcito que los rayos del sol, un poco débiles ya, repartían entre todos los habitantes de la Pradera. Me giré para mirar a mi acompañante, mientras ella se entretenía en atar varios de los cigarrillos enmielados con algunos hilillos, para luego atarlos a un palo y utilizarlos como carnada de una caña de pescar improvisada.

    Suspiré contento, e hice lo propio con algunos otros cigarrillos untados en la miel que iba quedando en el frasco. Miré por encima del hombro, mientras Liza anunciaba nuestra competencia amistosa de pesca terrestre en la pradera, y sonreí ansioso, mientras asentía contento. Me puse del lado contrario, y observé como el atardecer iba tomando cada vez más forma, tiñendo el cielo de naranja para pasar al violeta. Miré por el rabillo del ojo a mi acompañante, y acaricié el pelaje del Linoone en el cual estaba sentado. Sí, uno podía acostumbrarse a vivir así.

    Me dediqué a ir saludando a los pokémon que se nos acercaban, curiosos. Pude contar un Kirlia (que dio una grácil vuelta al recibir el saludo y un cigarrillo), un Garbodor (que se fue muy contento luego de que lo bombardeara de golosinas para que se alejara), dos Lairon (que olisquearon los anzuelos y se fueron sin probar nada), un Gurdurr (que se contento con seguir caminando un par de metros al lado nuestro, para luego mostrarse aburrido e irse), una pareja de Golbat (a las cuales ahuyenté por previas experiencias con uno en específico), y otro Lampent (que mantuve alejado con un palo con golosinas en la punta; no quería que volvieran a intentar chuparme el alma). Sin embargo, de improviso, los Linoone se frenaron. Yo los miré, extrañado, hasta que seguí sus ojos hacia el frente. Y de pronto, lo vi.


    Allí estaba, en frente nuestro, recortándose con el sol, como una orgullosa estatua. Resoplando y relinchando, raspando el suelo con sus pezuñas. El Tauros. Por un momento, me congelé, y pensé en hacer que los Linoone dieran media vuelta y salieran corriendo en la dirección contraria. No, no podía hacer eso. Tenía que demostrarle a ese Tauros quien era el verdadero amo de la pradera. Un simple bovino no demostraría su superioridad contra el Señor de los Linoone. Así que me bajé de mi ejército y me dispuse a enfrentar a la bestia.

    Tomé mi chaqueta, y la embadurne con miel, a la vez que le pegaba cigarrillos de chocolate, utilizando la melaza como adhesivo. Extendí la chaqueta hacia un costado, mientras la agitaba de forma provocativa, mirando a los ojos al pokémon.

    — Venga Tauros.— dije, con una mirada desafiante, el labio torcido, los pies firmes en el suelo, dando a entender que no iba a retroceder.

    El pokémon siguió bufando y raspando la superficie. Yo seguí agitando la capa, digo chaqueta, con brío. De repente, el Tauros se puso en posición, la cabeza gacha. Sus ojos inyectados en sangre, clavados en mí. La nariz resoplando vapor hirviendo. Yo le sostuve la mirada, diciendo que no cedería un centímetro, bufando también, para demostrar mi poderío. Pasaron segundos de tensión en la cual podía escucharse el zumbido de cualquier pokémon bicho que anduviera por allí, la respiración de las decenas de Linoone que eran mis súbditos leales, mis exhalaciones calmadas.

    El Tauros cargó, la tierra temblando bajo su terrible paso. Pequeñas piedras saltaban para todos lados, impulsadas por el odio que la criatura desprendía. Yo mantuve mi terreno, sin ceder un milímetro, con un frío sudor de expectación recorriendo mi espalda, mientras veía a la bestia acercarse a toda velocidad. El Tauros bramó enfurecido, y preparó su filosa cornamenta para asestar un golpe que seguramente sería letal. Mis manos temblaban, mi respiración era entrecortada, los ojos me ardían por no haber pestañeado en ningún momento. Los segundos se hicieron horas en cuanto el Tauros se acercó hacia mí, y yo inspiré y exhalé. El momento de la verdad se había acercado.

    Corrí la capa en un rápido movimiento, poniéndola en mi espalda, tal como había visto hacer en la televisión a muchos domadores, en un movimiento extravagante y con una floritura de manos, mientras movía mi cuerpo ligeramente hacia un costado. El Tauros pasó a mi lado como una exhalación, haciendo que el viento que había creado me moviera los cabellos. Mi mirada se mantenía al frente, mientras mi cara demostraba una sonrisa triunfal. Había ganado.

    Sin embargo, algo me quitó la sonrisa del rostro. Volví mi vista hacia atrás, para poder ver que el Tauros había derrapado y pegado la vuelta, y regresaba con mucha más furia que antes. Maldición, ¿¡esto era un ida y vuelta!? El riesgo había sido calculado, pero se notaba que era muy malo en matemáticas. Toda la confianza que había reunido hasta ese momento se desvaneció como sal en el agua. Mi expresión pasó a ser una aterrada, mientras me daba vuelta rápidamente para enfrentarme de nuevo a la bestia. Sin embargo, no fui lo suficientemente rápido. El Tauros ya estaba sobre mí. Salté hacia un costado, en un intento de salvarme. No funcionó.


    Un tirón me arrancó de dónde estaba, y mis pies se soltaron del suelo, mientras era arrastrado por los aires por el ímpetu del pokémon, que había vuelto a enganchar sus cuernos en mi chaqueta. Estuve unos segundos a la deriva, pero decidí que la situación no se iba a repetir. Así que con esfuerzo, logré treparme de nuevo a las ancas de la bestia, en donde me posicioné para estar lo más cómodo posible. Apreté mis piernas alrededor de la panza del Tauros, y utilicé mi chaqueta, a la que até a ambos cuernos, como una especie de bridas improvisadas. El Tauros corcoveaba enfurecido, intentando liberarse de mí, pero yo no lo iba a dejar.

    Al final, desistió, y optó por otra loca carrera por la Pradera. Intentaba guiarlo como podía, pero el pokémon todavía tenía mucha fuerza y brío dentro suyo. Me llevó por una pequeña arboleda, en la cual mi piel fue sujeta a cortes y laceraciones por las ramas y espinas de los arbustos y árboles bajos. No contento con eso, se dirigió hacia un grupo de árboles más grandes, con sus ramas llegándome a la altura de la cabeza. Pero yo estaba más preparado. Me incorporé lentamente en la grupa del pokémon, y salté hacia la rama más cercana, aprovechando el impulso para pasar a otra, y a otra. Así, fui balancéandome hasta que no quedaron ramas altas, y caí en otra bastante larga, aunque algo angosta, en la cual comencé a hacer equilibrio mientras realizaba un paso rápido, con el Tauros debajo bufando y yo diciendo la palabra "maldición" muchas veces seguidas.

    Al final, cuando la rama se acabó, volví a saltar sobre la bestia, cayendo lo más suave que pude (que no fue para nada suave). Sin embargo, algo estaba mal. ¿Dónde estaba su cabeza? Esto era...oh, no. Sus colas se erizaron y fueron por mi cara de nuevo, y me entretuve batallando con ellas, tironeando para intentar hacer virar al Tauros. Como no dio más resultado que enfurecer más a mi montura, me di la vuelta y volví a tomarlo por las bridas improvisadas. Hice un esfuerzo sobrehumano para cambiar su dirección y volver hacia habíamos dejado a los Linoone y a Liza. El Tauros, sin dejar de correr, cambió su rumbo, y comenzamos a acercanos.

    Después de otro rato peleando, pude vislumbrar en la lejanía a mis súbditos y a Liza. Quise comenzar a frenar la marcha, pero el Tauros no cedía. Maldición, a esta velocidad, íbamos a impactar de forma bastante cruenta. Tiré hacia atrás, el Tauros simplemente rasgó la chaqueta con un fuerte movimiento de su poderoso cuello. Yo me quedé con una chaqueta hecha trizas en las manos y un gesto de estupefacción en el rostro. Nos acercábamos cada vez más y más. Ya estábamos a solo unos metros. No quedaba otra opción.

    Agarrado como estaba con mis piernas, rebusqué en mi mochila rápidamente. Vamos, vamos. ¡Aquí está! Tomé una pokéball y la apreté contra la cabeza del pokémon. No me importaba si se quedaba o no, sino el efecto que vendría en estos momentos. El Tauros fue absorbido por el esférico, y desapareció de debajo de mi cuerpo. Lamentablemente, la inercia no lo había hecho. Así que me encontré volando como por tercera vez en el día de hoy, impactando nuevamente contra Liza, aunque al menos, los Linoone amortiguaron un poco la caída.

    — Al parecer, cada vez que me enfrento a ese Tauros, tu eres la que sale herida, ¿eh?—dije bromeando, entre quejidos, mientras me frotaba las costillas. Tenía todos los músculos del cuerpo adoloridos.

    Contemplé la pokéball en la mano. No emitía luz ni había ningún movimiento allí. El Tauros se había quedado adentro. Yo ya no sabía que hacer, así que simplemente la metí en mi mochila, silencioso, mientras pensaba: "No eras tan difícil de domar al final, ¿eh?"

    Perdón por este testamento xD Es que justo vi que había aparecido un Tauros y bueno, tenía que hacerlo épico (?
     
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    *Sucesos ocurridos durante la partida de Nikolah*

    Y volvimos a quedarnos solos. Yo, con mi caña improvisada, y los Linoone caminando rápido, disfrutando de aquel paseo bajo el atardecer. Nikolah se había ido a resolver asuntos con aquel tipo, lo cual me parecía bien a decir verdad. Había que resolver los problemas civilizadamente.

    Entonces, miré a los Linoone. Los Linoone me miraron a mí. Parpadeé, cayendo en la cuenta de que ya no había nadie que liderase el "barco". Los Linoone tragaron en seco, tensos. Y entonces, sonreí de lado.

    ¡Ahora estaba al mando!



    —¡Muy bien, muchachos! Esto es un motín; Liza, la segunda al mando, tomará las riendas de esta extraña embarcación, rumbo hacia el paradero del Machoke desaparecido —me levanté entonces, con una mano en la cintura y mi otro brazo extendido, apuntando hacia el horizonte—. Y mi primera orden será partir a toda velocidad hacia otra zona que no hayamos explorado. ¡Nos estamos dejando mucha pradera a los costados, con la manía de ir solo en linea recta! Así que venga, ¡giremos rumbo hacia El Dorado!

    >>Digo... ¡Hacia el Machoke!

    Los Linoone no pudieron evitar resoplar, no muy contentos con la idea. Pero tenía cigarrillos de chocolate, y no podía decirle que no a los cigarrillos de chocolate. Así pues, empezó la maniobra de giro.

    Tuve que bajar para hacer de señalización, indicando hacia dónde tenían que girar de fila en fila para evitar romper la formación.

    —No no no, así no. Linoone, gira hacia la derecha, ¡la derecha! No, mi derecha no, mi izquierda. ¡Ay! —me llevé la mano a la frente cuando varios chocaron al girar hacia lados equivocados. ¿Desde cuándo los Linoones tenían dislexia? Cuando giré la mirada hacia el frente, me sorprendió ver que Nikolah estaba llegando—. ¿Eeeh? ¿Tan pronto? ¡Aah, mi motín! ¡Corre, corre, girad hacia la derecha! ¡No, no, tu izquierda, no la suya! ¿Sabéis qué? ¡Da igual!

    Y una vez más, Nikolah salió disparado hacia mí. Por suerte, en el proceso los Linoones se arremolinaron por instinto, y ahora giraban en una nueva dirección. Qué horrible era dirigir masas, esperaba que cambiar de zona ayudase en la búsqueda.

    —Duele... —me quejé, tumbada sobre aquella almohadilla mientras intentaba recuperarme de la paliza. El descanso estaba bien, siempre y cuando no saliese más dolorida de él, claro—. ¿Has encontrado al... Ay, Machoke?
     
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    — No, no he encontrado al Machoke. Pero ahora agregué a mis títulos el de Domador de Tauros.— dije, mientras me incorporaba de encima de Liza y la ayudaba a pararse también.— La búsqueda al menos me trajo a otro compañero. ¿Tú tuviste algo más de suerte?


    Sin embargo, pude sentir como algo me tocaba la mano. Al darme vuelta, pude ver que era uno de los Linoone, queriendo llamar mi atención. Me agaché hasta llegar a su altura, a lo que me confió algo en el oído. Me quedé paralizado. No podía ser cierto. No era verdad. ¡No lo era! Agité mi cabeza, intentando ahuyentar esos pensamientos de mí. Pero era verdad. Podía ver las señales allí. Los Linoone golpeados entre sí por querer girar en su carrera, el espíritu de desastre general que podía respirarse en el ambiente, el caos que se había generado. No quería creerlo, pero las pruebas estaban presentes.

    Me incorporé lentamente, y me giré con parsimonia hacia Liza. Había dolor en mi mirada, mientras el atardecer proyectaba una sombra sobre mis ojos y mi rostro. El corazón me dolía. La traición había sido demasiado fuerte. Mis puños estaban cerrados fuertemente, y mi respiración era entrecortada.

    — Liza...es...¿es verdad qué organizaste un motín en mi ausencia? Yo...yo ya no sé en que creer.— mi voz era entrecortada. El dolor que sentía en mi pecho era muy grande.— No...yo no puedo creer...que me traicionaras.

    Le di la espalda, con el rostro hacia el cielo, el suave viento acariciendo mi cara, los ojos cerrados. Esto era demasiado. Voltée mi rostro hacia la que fuera mi compañera hace algunos segundos. Mi mirada se encontraba vacía, sin ningún sentimiento, tal como yo estaba por dentro en esos momentos. Una sola lágrima cayó por mis mejillas.

    — No puedo dejar pasar esta traición. Debo mostrar con el ejemplo lo que ocurre a los que le dan la espalda a Lord Nikolah, el Señor de los Linoone, Domador de Tauros, Jinete de la Pradera. Debo darles una lección.

    Chasquée los dedos, y una bandada de Linoone rodeó a Liza, evitando que huyera para cualquier lado. La tumbaron al suelo, haciendo que se tropezara, y tomaron sus brazos y sus piernas. Me acerqué con un rostro solemne, la mirada vacía, lentamente hacia ella. En mis manos se hallaba el pote de miel, con los últimos restos. Uno de los Linoone le sacó la gorra, dejando su larga y negra cabellera libre.

    — Lo lamento, de verdad lo maneto. No quiero hacer esto. No quería, Liza. Pero no me dejaste opción. No lo hiciste.— dije, con un tono monótono, y lentamente voltée el tarro, mientras veía como la espesa miel iba cayendo, lentamente, hacia su objetivo. Mi mirada se mantuvo impasible, yo era un ser sin alma en esos momentos, tremendamente dolido por la traición.

    *****

    Cualquiera que pudiera ver la escena en la Pradera en esos momentos se frotaría los ojos y se pellizcaría para darse cuenta si estaba o no en un sueño. Contra el horizonte del atardecer se recortaba una congregación de Linoone rodeaba a un Tauros, que era montado por un muchacho con la mirada al frente, solemne, que llevaba su chaqueta como una capa ajada, ondeando al viento. La procesión era rematada por una chica, con miel en el pelo, sentada sobre los Linoone, atados sus brazos y cuerpo, amarrada a la grupa del Tauros. Cualquiera que la viera podía notar que era una traidora amotinadora.
     
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    Talía Wells~


    La Pradera Arte resultaba ser un lugar realmente inmenso. ¡Enorme! Había tanto por donde explorar que ya no sabía hacia qué lugar dirigirme. Me había alejado mucho de los demás, arrastrando a Elisa conmigo, esperando que me hiciese compañía en la búsqueda y así charlar un rato con ella. Pero no nos dirigimos mucho la palabra, realmente. ¡Estaba centrada en encontrar al Machoke, deseaba que Nikolah me felicitase por hacer un buen trabajo!

    Pero… ¿sería capaz yo de capturarlo? Hmmm… ¡venga, Talía, es tu oportunidad!

    Seguí caminando por los alrededores, con los ojos bien abiertos, negándome ante la idea de perder de vista a un Machoke. Pero, contrario a lo que quería, apareció un pokémon bastante distinto. Un pokémon volador. Un Pidgeotto.

    Me agaché, observándolo con gran curiosidad. Se había posado en el suelo con elegancia y parecía buscar algo que comer entre la hierba. Apoyé mi codo en las rodillas, posando mi mano en la barbilla, e inflé las mejillas arrugando mi cejo. ¿Hacerlo o no hacerlo?

    ¡Hacerlo!

    Tratando de ser cuidadosa cogí una pokéball vacía, sin perder al Pidgeotto de vista. Quería lanzarla ya, mientras estaba distraído, ¿pero estaría eso bien? ¿Estaba yo quizá demasiado lejos? ¿Debería esperar un poco más? Impaciente eché mi mano hacia atrás, buscando impulso para que alcanzase la suficiente distancia, pero calculé fatal mis movimientos, cosa que hizo que perdiese el equilibrio (¿por qué hacía semejante cosa en cuclillas en primer caso?) y cayese estrepitosamente de cara al pasto. Levanté rápidamente la cabeza, adolorida ante el impacto, y vi con tristeza cómo el Pidgeotto levantaba el vuelo de nuevo, probablemente asustado por mi culpa.

    [​IMG]

    Sentada, observando cómo el cielo se estaba volviendo de tonos anaranjados, vi la silueta del pokémon alejarse y suspiré. Pero algo captó mi atención a lo lejos, haciendo que me levantase inmediatamente movida por una ola de curiosidad. Al fijarme mejor, distinguí a Nikolah subido a un curioso pokémon, delante de una congregación muy peculiar, junto a una muchacha que me resultaba muy pero que muy familiar. Parecían divertirse, así que llena de curiosidad llamé a mis pokémon para que me siguiesen y me llevé a Eli-chan conmigo, ya que de todas formas se empezaba a hacer tarde.

    Pero al estar cerca de ellos empecé a escuchar gritos de frustración de aquella muchacha, que viéndolo mejor, estaba maniatada y siendo arrastrada por el innumerable ejército de Linoones. Y no parecía disfrutarlo en absoluto. ¡Y lo peor era que Nikolah no estaba haciendo caso de sus quejas! ¡Eso estaba realmente feo! ¿Qué tan mal debía sentirse la pobre?

    Oh… ¿oh, pero esa no era Liza? ¡Sí, era Liza! ¡Volvió! Y Nikolah no la estaba tratando nada, pero que nada bien.

    Molesta, con mi ceño arrugado y mis mejillas infladas, me acerqué corriendo delante de Nikolah.

    —¡Chicos, haced una barrera, que no pasen!— Les ordené a mis pokémon tras situarme delante de Nikolah. Pero un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al ver la mirada del Tauros en el que estaba montado, y empecé a temblar con miedo. Mucho miedo.

    [​IMG]

    Pero confiaba en Nikolah, confiaba en que ante su presencia nada me ocurriría. A pesar de lo mal que estaba actuando y lo molesta que estaba… confiaba en él.

    —¡Nikolah, ba-basta ya! ¿No ves que a ella no le gusta esto? ¡Esto ya no es considerado jugar, lo está pasando mal!

    [​IMG]

    Nada más decir eso eché a correr hacia donde estaba la chica (y no porque el Tauros me diese un miedo bestial con esa mirada que tenía) y me acerqué como pude entre el montón de Linoones, desatándola y cogiéndole de la mano la saqué de aquella conglomeración. Observé con horror el desastre que era su pelo, y cómo una sustancia pegajosa se esparcía en él. Algunos mechones estaban pegados a su rostro, y pude sentir en mi propia piel la incomodidad y frustración que eso debía de provocarle. ¿Cómo había sucedido eso? ¡Y encima fue arrastrada cruelmente por la Pradera, y atada!

    —Vámonos Lizzie, busquemos un lugar donde limpiarte.

    Y cogiendo de una mano a Liza y de la otra a Eli, empecé a alejarme de Nikolah, no sin antes dirigirle una mirada de circunstancias y apartarla todavía más molesta.

    [​IMG]


    is this el privilegio de cogermela de un anime? yesssss (?)
     
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    Hygge

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    Todo ocurrió demasiado rápido, tanto que no pude asimilarlo en su momento. Antes de que pudiese contarle a Nikolah la que había liado en su ausencia este se alejó para hablar con los Linoone, y yo simplemente me quedé ahí, observando en silencio. Le saqué la lengua al Linoone que me miró durante la conversación, a sabiendas por el gesto de Nikolah que le estaba contando todo por su cuenta. "Chivato", mascullé entre dientes. Una sonrisilla se dibujó en mis labios cuando el chico volvió a acercarse, y alcé las palmas de mis manos en son de paz, intentando relajar la situación. No parecía demasiado feliz, ay.

    —P-puedo explicarlo, Nikolah, verás...

    Pero no pude hacer nada por dejarme oír.




    Con un chasquido, un grupo de Linoones me rodeó, con cara de pocos amigos, y me impidieron moverme atando mis manos y mis pies sin que pudiese oponer resistencia. Mi sonrisa se torció, visiblemente incómoda. Aquellas cuerdas... d-dolían un poco. Y la expresión vacía en el rostro de Nikolah solo me hacía sentir cierto temor. Sentí por un instante cómo el "poder" se le había subido a la cabeza. Que ya no era el mismo Nikolah de hacía unos minutos. Pero continué con aquella farsa, paciente.

    Hasta que un objeto entre sus manos acabó con el ambiente en cuestión de segundos.

    —Nikolah, ¿qué...? —murmuré, entrecerrando los ojos para ver a través del reflejo de los últimos rayos de sol el objeto que llevaba. Mis ojos se abrieron de golpe al saber que se trataba del bote de miel, y que lo destapa frente a mí. Comencé a forcejear, con evidente incomodidad. Aquello había dejado de ser divertido—. Ni se te ocurra acercarme eso, Nikolah. ¿Qué estás pensando? ¿Me escuchas? ¡Nikolah, para!

    "Lo lamento, de verdad lo lamento. No quiero hacer esto. No quería, Liza. Pero no me dejaste opción. No lo hiciste".

    Un Linoone me quitó la gorra de un movimiento, y arqueé mi cuerpo intentando evitar la dirección que estaba tomando el bote de miel. Pero era inútil, por más que tiraba de las cuerdas, más daño me hacía, y más impotente me sentía al respecto.

    No podía estar pasando. No, aquello no...

    —Nikolah, ¡basta! ¡Esto ya no es un juego, me estás haciendo daño! ¡¡Nikolah!!

    Pero mis gritos fueron en vano. No importaba si me desgarraba la voz en aquel momento, aquella sustancia viscosa y pringosa acabó llenándome por completo el cabello, recorriéndolo lentamente mientras una sensación de frustración e impotencia me recorría el cuerpo.


    ***

    No sabía cuántos minutos habían pasado, pero había dejado de gritar, de intentar salir de ahí. Sentada sobre la manada de Linoones, con la mirada gacha y una sombra recubriendo mis ojos, simplemente me dejé hacer, con la molestia creciendo dentro de mí. En aquellos instantes si me soltaban, era muy probable que le cruzase la cara a Nikolah, fuera de mí. Pero por suerte alguien más entró en escena, alguien a quien le estaría eternamente agradecida.

    "¡Nikolah, ba-basta ya! ¿No ves que a ella no le gusta esto? ¡Esto ya no es considerado jugar, lo está pasando mal!"

    No alcé la mirada. Me mantuve quieta, en un extraño estado de shock, temblando ligeramente quizás por el frío, quizás por la ira. Sentí segundos después que era liberada de mis ataduras, y que tomaban mi mano con delicadeza para conducirme fuera de la congregación.

    "Vámonos Lizzie, busquemos un lugar donde limpiarte".

    No pude hacer más que dejarme hacer. Pero antes de partir, sin embargo, frené el camino de Talía para alzar la mirada por primera vez, con la miel recorriendo mi rostro lentamente. Creo que nunca le había dirigido una mirada tan dura como la de aquel mismo instante.

    —¿Y bien? ¿Fue suficiente humillación para usted, "Lord Nikolah"? —inquirí con sorna, ladeando la cabeza en el proceso. Tras unos segundos, simplemente di la vuelta para marcharme de allí lo más rápido que pudiese.

    En aquellos instantes, deseaba no haber regresado de Udan jamás.

    Al cabo de unos minutos, Talía me encaminó hacia el lago de la pradera Arte, producto de las constantes lluvias que se habían dado cuando aún recibía el nombre de "llanura relámpago". Me dejé caer en la orilla, sin fuerzas, y lentamente incliné mi cabello para introducirlo en el agua, frotando poco a poco para intentar librarme de aquella asquerosa sustancia.

    Probablemente me enfermase aquella noche, sin nada con lo que secarme. ¿Acaso las cosas podían ir mejor?

    —Gracias, Tali —murmuré entonces, enfocada en mi tarea pero sin olvidar la presencia de mi salvadora. Estaba demasiado molesta en aquel momento como para entablar una conversación, pero me reconfortaba ciertamente su presencia—. Lamento... Lamento que nos hayamos encontrado de nuevo en estas circunstancias. Parece que el mundo no quiere que nos veamos tranquilamente~.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Nikolah Cruz

    Una fila de pokémon había aparecido de repente, al frente mío, impidiéndome continuar. Sus caras me sonaban conocidas, pero la voz que las procedió si me era familiar.

    ¡Nikolah, ba-basta ya! ¿No ves que a ella no le gusta esto? ¡Esto ya no es considerado jugar, lo está pasando mal!

    Me frené en seco, como si no supiera dónde estaba, con mi mirada confundida. ¿Daño? ¿A quién le estaba haciendo daño? ¿Sobre que estaba montado? Esto era...¿un Tauros? ¿Desde cuando tenía un Tauros? Giré mi cabeza hacia atrás. Liza estaba atada, con el pelo cubierto de miel. ¿Qué había ocurrido? Talía la estaba desatando, y se llevaba lejos, al parecer para limpiarse.

    ¿Y bien? ¿Fue suficiente humillación para usted, "Lord Nikolah"?

    Las palabras llenas de sorna de Liza me confundieron. ¿Yo...yo había hecho eso? ¿Yo la había amarrado y le había volcado miel en el pelo? ¿Había sido yo el que...? No, no podía ser. Yo no podía haber hecho eso. No podía. Yo quería que la gente fuera feliz. No que sufriera. No que fuera lastimada. Yo no quería eso. No podía haber hecho eso. ¡No podía! Mis ojos fueron hacia un bote de miel vacío, que los Linoone acarreaban. No, no era cierto. No...



    Era cierto. Yo lo había hecho. Yo había atado a Liza y le había volcado miel encima, la había hecho una especie de prisionera. La había lastimado. Mis manos comenzaron a temblar, mientras la realización de lo que había hecho lentamente comenzaba a asentarse en mi cuerpo.

    Me bajé del Tauros de un salto y lo devolví a su pokéball, temblando.

    — Liza, yo...yo no...Liza...no yo...yo...— tan solo balbuceaba de forma incoherente, incapaz de formar incluso una frase simple. Sin embargo, la única respuesta que tuve fue la mirada de ambas chicas, que me atravesaron como si fuera un cuchillo.

    Comencé a dar vueltas en círculos, agarrándome la cabeza, golpeándome la frente, balbuceando, intentado comprender que había pasado. Que había hecho. Estaba en completa negación, pero las pruebas estaban allí. Comencé a gritar, de forma desesperada. Quería ir hacia Liza, quería decirle que lo sentía, quería decirle...pero no podía. Si me acercaba, seguro le haría daño de nuevo. Decidí alejarme de allí, salir corriendo lo más rápido que pudiera. Odiaba este lugar. Lo odiaba. Lo odiaba. Los Linoone comenzaron a seguirme, pero me di vuelta y los confronté, diciendo que me dejen solo. Pero ellos insistían. Y yo les seguía exigiendo. Hasta que me harté.

    — ¡ALÉJENSE DE MÍ, MALDITA SEA! ¡NO LOS QUIERO CERCA! ¡ALÉJENSE!— abrí mi mochila y saqué todos los paquetes de cigarrillos con chocolate que tenía. Ya no los quería.— ¿QUIÉREN ESTO, EH? ¡QUÉDENSELO, ENTONCES! ¡ME IMPORTA UNA MIERDA! ¡NO QUIERO SER SU AMO! ¡NO QUIERO SER EL AMO DE NADIE!

    Arrojé los paquetes hacia ellos, con furia. Estaba hiperventilándome, y me alejé corriendo de allí, hacia el bosquecillo que me había llevado Tauros en su loca carrera. Seguía agarrándome la cabeza, preguntándome que había pasado, porqué había hecho eso. No lo comprendía. No lo hacía. Busqué en mi mochila y agarré el pote de miel que me quedaba. Lo contemplé con odio, y lo arrojé contra un árbol, haciéndolo restallar. Comencé a gritar de nuevo, frases totalmente incoherentes, mientras me internaba más en el bosquecillo.

    Comencé a trepar un árbol, sin saber por qué. Ya no sabía por qué hacía las cosas, ya no me importaba. Me acurruqué en una horcajada que hacían un par de ramas, hecho un ovillo. Ya no me importaba esa misión idiota del Machoke. Ya no me importaba que Alpha me necesitara. Ya no me importaba si me caía del árbol en ese momento. Le había hecho daño a alguien que quería, la había lastimado y humillado. Yo, que decía que quería que todo el mundo fuera feliz. Oculté mi cabeza entre mis rodillas. Era un inútil. Un tremendo inútil. Ni siquiera podía hacer feliz a una sola persona. No podía hacer feliz al que había solicitado al Machoke. No podía hacer feliz a Talía. No podía hacer feliz a Liza. No podía a aquella chica pelirroja. No podía hacer feliz a nadie. Era un fracaso, un fraude. Lo único que hacía era traer malestar a la gente. Era obvio, ¿cómo no me había dado cuenta antes? Desde hace cinco años que me decían eso, cada vez que me veían en la calle. Que molestaba, que estorbaba. Tal vez por eso mis padres se habían ido, al igual que Dan. Porque solo traía miseria.

    Observé mi mochila, con todas mis pokéball dentro. No podía dejar que mis pokémon estuvieran con alguien como yo. Al menos, podía hacer algo por ellos. Arrojé la mochila al suelo, lejos de mí. Ahora, al menos alguien mejor los podría encontrar, alguien que no fuera yo. Lo último que recuerdo fue cerrar los ojos, y rendirme al llanto.

    Ufff, cuando tus dos personajes se tienen que disculpar el mismo día, te comienzas a preguntar si no es un problema del Reual real, ¿eh? (?

    Voy a tomar también que uso una Miel.
     
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    Liza White

    Y el tiempo pasó. Talía, su acompañante y yo decidimos encender una fogata cerca de la orilla, para mantener el calor ahora que había caído la noche, y evitar así que pillase un buen resfriado. A pesar de mi estado, agradecía infinitamente el cuidado que ambas me dieron. Tuve suerte, una de las dos llevaba una toalla en la mochila y así pude evitar permanecer más tiempo con el cabello chorreando.

    Al cabo de al menos media hora, quizás más, sentí que ya no quedaba rastro de aquella sustancia pegajosa, después de frotar demasiadas veces, y de remojarlo muchas más. Me reuní así con las chicas frente a la fogata, en silencio, mientras secaba mi cabello con la mirada perdida en el fuego. Ahora mismo echaba demasiado de menos el calor que me brindaban mis pokémon cuando dormíamos a la interperie.

    Las chicas me invitaron a pasar la noche allí, y yo no pude negarme. Me sentía devastada tanto física como mentalmente, y solo quería cerrar los ojos y olvidar todo lo ocurrido. No teníamos sacos de dormir para todas, por la que decidí dormir apoyada en el tronco del árbol más cercano, intentando no alejarme del fuego por mi propio bien. Les deseé buenas noches con una leve sonrisa, intentando ser amable después de su ayuda, y nos fuimos a dormir.

    Sin embargo, antes de cerrar los ojos, pude ver a un grupo de Linoones pasar cerca de mí. Les silbé, llamando su atención, y les pasé mi manta, pidiéndoles que por favor se la llevasen a Nikolah. Yo tenía la fogata, pero él quizás no tendría nada. Y por muy molesta que estuviese con él, seguía siendo Nikolah.

    Una vez ambos asintieron y se marcharon, cerré mis ojos y finalmente me quedé dormida.

    ***​

    Cuando desperté al día siguiente, las chicas aún seguían durmiendo. Me sentía mas tranquila y con las energías renovadas, pero no tenía las ganas suficientes como para continuar mucho tiempo en la pradera. Al menos, no por el momento. Tenía mucho que hacer en Udan, y ellos lo sabían bien. Esperaba no molestarles con mi repentina huida.

    Verlas dormir ajenas a mi partida me hizo sentir mal, pero no quería interrumpir su sueño. Acaricié la rubia cabellera de Talía con una sonrisa, viéndola dormir con ternura, y finalmente me levanté, creando un portal frente a mí.

    Era hora de partir, por desgracia. Y aunque no me hiciese ilusión irme así, no me quedaba otra.
     
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    Etihw

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    Talía Wells~

    Lentamente abrí los ojos, abrumada momentáneamente por la luz del sol, que daba de lleno sobre mi rostro. Con cuidado me levanté, sintiendo adolorida mi espalda al haber tenido que dormir esta vez sobre la finísima tela que había dejado sobre la hierba. Por lo menos mis Pokemon me abrigaron con su calor al haberse acurrucado en mí. Bueno, menos Beldum. Beldum era frío, y le gustaba el frío.

    Observé con cierta tristeza cómo el cálido sol alumbraba toda la Pradera Arte, recordando lo sucedido el día anterior.

    Habíamos venido en búsqueda de un Machoke. Nikolah, Effy, Orgen y yo. Nos habíamos encontrado a Elisa, y más tarde a Liza. Effy y Orgen a saber dónde estaban. Nos habíamos separado todos.

    —Buff...

    Me sentía mal, no me gustaba la situación actual. Nikolah actuó mal, asustó a Liza. Pero... yo sabía que Nikolah no era una mala persona. ¡Era de las mejores que conocí jamás! Entonces, ¿qué sucedió exactamente?


    —¡Bien, es hora de arreglar las cosas!

    Me volteé y corrí hacia donde recordaba que Liza se había recostado, pero no la vi allí. Me acerqué hacia el lago, y tampoco. Miré extrañada por todos los lugares cercanos, y no la encontraba.

    Algo de temor se instaló en mí, pero había allí una pequeña llamita de esperanza. Una llamita que me decía que a lo mejor había ido a buscar a Nikolah. Que... quizá ellos ya estaban arreglando lo sucedido. ¡Que todo iba bien y la búsqueda del Machoke seguiría!

    —¡Vamos, Eli, vayamos a buscarlos!

    Cogí de la mano a mi acompañante, como era ya costumbre, y nos encaminamos por la pradera tratando de encontrarlos a ambos. Parecía algo tan difícil como encontrar un Machoke.

    ...

    Bueno, siguiendo por donde iba, encontré al pie de un árbol una mochila que creí reconocer, y por reflejo subí mi mirada por el tronco, encontrándome arriba una figura familiar.

    —¡Nikolah!— Le llamé, para que se diese cuenta que me encontraba allí abajo, sonriéndole. Sí, habían sido solo unas horas... pero lo extrañé—. ¡Buenos días! ¿Qué haces ahí arriba? ¿Dónde está Lizzie?

    pls nikolah don't break down or this is going to turn so sad i will cry a lot
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Nikolah Cruz

    Había pasado toda la noche encima del árbol, aunque no sabía cuando había caído dormido. De un momento a otro, las luces se habían apagado, y caí rendido ante el cansancio. Aunque no pude dormir bien. Las imágenes del último día todavía me asaltaban la mente, y yo seguía sin creerlas. Todo debía haber sido una pesadilla, seguramente. Sí, no había otra explicación. Sin embargo, mis sospechas resultaron infundadas, al ver como dos Linoone se habían acercado para tenderme una manta. No, no había sido un sueño. Había sido real. Le grité a los Linoone que se alejaran, que no quería que se me acercaran. Sin embargo, los peludos eran testarudos, y treparon el árbol, para dejarme la manta a los pies. Yo simplemente los ignoré.

    Me mantuve con la cabeza enterrada en mis piernas durante vaya a saber uno cuanto tiempo, cuando escuché una voz familiar, que mencionaba mi nombre. Levanté un poco la mirada y me asomé, para ver quien era la persona que me llamaba. Talía se encontraba allí, con Elisa tomada de la mano. "¿Qué haces ahí arriba? ¿Dónde está Lizzie?" ¿Qué? ¿Liza ya no...estaba? ¿Se había ido? Se...había ido. A ese lugar en dónde peligraba su vida. Y...y...yo la había tratado...muy mal. Le había embadurnado el pelo con miel, la había atado, la había lastimado. Y se había ido. Y era seguramente por mi culpa. Mire hacia abajo, hacia la niña que se encontraba sonriéndome. No, tenía que irse. Ya había lastimado a suficientes personas que quería. Y no quería lastimar a más gente. Ni que me abandonaran todavía más personas.

    — ¡No, váyanse!— grité, intentado ahuyentarlas con la mano.— ¡No quiero lastimarlas! Ya lastime a mucha gente. ¡No quiero hacerlo con más gente que quiero! No quiero lastimarlas y...que se vayan. No quiero que eso pase. ¡Váyanse, váyanse!

    Estaba desesperado. Con cada palabra me agitaba más. Colgado de mi cinto tenía un repelente, que me había encontrado hacía un tiempo. Sin saber por qué, me lo eché todo encima, seguramente en un intento vano de ahuyentar a todo el que se me acercara. Porque si lo hacían... Tan descontrolado estaba, y tan fuera de mí mismo, que no me di cuenta que me estaba balanceando de forma peligrosa en la horquilla del árbol. De improviso, perdí el equilibrio y comencé a caer. Manoteé lo que pude, con tan mala suerte que lo único que logré atrapar fue la manta que los Linoone me habían dejado.

    Mi caída se detuvo de un tirón. Miré hacia arriba, y pude ver que la manta se había quedado enganchada en unas ramas. Sin embargo, se pudo escuchar un rasguido, mientras la tela iba cediendo. No alcancé a reaccionar que la manta se había desgarrado, dejando una parte colgando allí arriba, un pedazo de tela roto, ondeando al viento. Caí de espaldas contra el duro suelo, con el golpe dejándome sin aliento. Lo que quedaba de la manta cayó sobre mi rostro, ocultándo toda mi visión. Y apenas pude recuperar el aliento, comencé a llorar. Arceus, que era un maldito inútil.

    Utilizo un repelente en conjunción con la miel. Reduzco la lista así:

    -13: Nada (1)
    -14: Lairon (2)
    -15: Tyrogue (3)
    -16: Machoke (4)
    -17: Gurdurr (5)
    -18: Lampent (6)
    -19: Nada (7)
    -20: Arcanine (8)
    -21: Ninetales (9)
    -22: Nada (10)
    -23: Liepard (11)
    -24: Gardobor (12)
    -25: Golbat (13)
     
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    Última edición: 20 Marzo 2019
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    Etihw

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    Me gustan muchas ost así que seguiré aprovechándome de este recurso hermoso dont punch me :'c

    ay qué bonita es


    Talía Wells~

    Nikolah se veía horrible, no parecía estar bien ni de lejos. Algo le pasaba, y quizá debí preguntarle qué estaba mal con él el día anterior, y no solo marcharme de aquella forma. ¡Pero me molestó muchísimo lo que le había hecho pasar a Lizzie!

    Y ahora… estaba claro que no se encontraron aquella mañana, como ingenuamente había creído. Que no arreglaron las cosas. Entonces… ¿d-dónde estaba Lizzie?

    ¡No, váyanse! ¡No quiero lastimarlas! Ya lastime a mucha gente. ¡No quiero hacerlo con más gente que quiero! No quiero lastimarlas y...que se vayan. No quiero que eso pase. ¡Váyanse, váyanse!

    —Ni-Nikolah…—Alcé mis dos brazos, como si quisiera alcanzarlo, preocupada y triste por toda la situación actual. Lizzie había desaparecido y Nikolah… se veía destrozado. Me asustaba. No sabía qué hacer—. ¡Nikolah, tranquilo! ¡No nos iremos! Así que-

    No pude seguir hablando. Jadeé asustada viendo cómo batallaba para no caerse, sin éxito alguno. Me acerqué corriendo a él en cuanto tocó el suelo con un fuerte golpe acompañándolo, y mi corazón se rompió al escuchar su llanto.

    Nikolah… el fuerte y alegre Nikolah estaba llorando.

    ¿Por la caída… o por todo el embrollo que desencadenó nuestra búsqueda?

    Me agaché a su lado, sintiendo cómo mis propias lágrimas anegaban mis ojos. Traté de mantener la compostura, no quería que pensase que él me había hecho llorar. No quería que Nikolah se sintiese así.

    Aparté aquella tela rasgada que cubría sus ojos, y con el mayor cuidado acuné su rostro con mis manos, sonriendo como pude.

    —Nikolah… ¿cómo puedes siquiera pensar en que me alejaré de ti? ¿Tienes idea de cuánto me has ayudado todo este tiempo? Me sentí… tan asustada en la Prisión Boceto. Pude ver cosas horribles, que me dejaron tan helada que ni habría sido capaz de moverme de no haber sido por ti, Nikolah—. Cerré los ojos, dejando esta vez que mis lágrimas fluyeran—. Me sentí protegida a tu lado, y sigo sintiéndolo. Esa sensación cálida… ¿recuerdas? Ayer mismo te dije que sigo teniendo la flor celeste que me hiciste en Isla Artistas, después de nuestra primera visita a la Prisión Boceto.

    Alejé mis manos de su rostro, buscando en alguno de mis bolsillos dicha flor, y traté de que no estuviese tan arrugada.

    —Sí, lo de ayer me molestó… y a Liza también. Pero… ¡sé que todo se va a solucionar! ¡Son cosas que a veces pasan!

    Aviso que Liza White (arigato mociña owo <3) me ha dado su repelente, así que lo usaré como Reual esperanzada (?)

    -13: Nada (1)
    -14: Lairon (2)
    -15: Tyrogue (3)
    -16: Machoke (4)
    -17: Gurdurr (5)
    -18: Lampent (6)
    -19: Nada (7)
    -20: Arcanine (8)
    -21: Ninetales (9)
    -22: Nada (10)
    -23: Liepard (11)
    -24: Gardobor (12)
    -25: Golbat (13)
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Le robo la OST a Mary because queda muy bien (?


    Nikolah Cruz

    Me sentía en un vacío oscuro. No sabía si había perdido la conciencia por el golpe o simplemente era la manta que me cubría el rostro lo que me oscurecía el mundo alrededor. Pero tampoco sentía nada a mis alrededores, ningún sonido, nada bajo mi espalda, absoluto vacío a mi alrededor. Lo único que escuchaba eran mis llantos. Y eran horribles y patéticos. Lo único que hacían era enfurecerme más conmigo mismo.

    Pero luego la oscuridad desapareció, y fue reemplazada por una fuerte luz que se filtraba por las hojas del cielo, y un rostro que me sonaba familiar, de grandes ojos azules vidriosos. Y a pesar de tener muchos ánimos de llorar, estaba sonriendo. Como podía, pero estaba sonriendo, al menos. Sus palabras hicieron que más lágrimas se agolparan en mis ojos de nuevo. ¿Era cierto todo eso que estaba diciendo? ¿Era verdad? ¿La persona que la había hecho sentir todo eso...fui yo? Tomé la flor en mis manos, contemplándola en silencio. Y apreté fuerte el puño.

    ¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Qué hacía allí tirado, lamentándome por mí mismo? Yo quería hacer feliz a la gente, ¿no era así? Y no iba a hacer feliz a nadie acostado en el suelo, llorando. No, si iba a hacer feliz a la gente, tenía que actuar como lo había hecho en la Prisión. Tenía que regalar flores de papel a la gente, tenía que estar con ellas. Tenía que...tenía que disculparme. Y no podía hacer eso tal cual estaba ahora. Así que suspiré y me incorporé, lentamente. Un par de quejidos por el golpe se escaparon, pero no era nada nuevo. No era la primera vez que me iba a dar un porrazo de ese estilo, tampoco iba a ser la última.

    Levanté a Talía por las axilas, y la miré con una sonrisa ancha y los ojos húmedos.

    — Gracias, de verdad. Gracias por todo, Tali.— dije, y la abracé, diciendo en un susurro, cuando la tuve en mis brazos.— Eres la mejor hermana que un hermano mayor podría pedir.

    Me separé después de unos momentos, y la dejé en el suelo.

    — Bueno, no podemos pasar todo el día tirados llorando, ¿eh? Tenemos cosas que hacer. Todavía hay mucha gente a la que ayudar. Y hablando de eso...— dije, tomando el pedazo de manta del suelo, y mirando hacia el árbol. Metí el pedazo en mi mochila, y comencé a trepar el árbol de nuevo.

    Subí hasta la rama en la cual ondeaba el rasguido de tela como una bandera al viento. Me senté en la rama y comencé a acercarme lentamente, aunque prontamente escuché un "crack". Solo alcancé a decir: "Uh oh", cuando la rama bajo mío cedió, y volví a caer al suelo en un golpe seco. Levanté el brazo y miré el pedazo de tela que había podido recuperar, y comencé a reírme. Me incorporé, mientras seguía riendo, y guardé lo que había quedado de la manta en la mochila.

    — Muy bien Tali, todavía tenemos que encontrar nuestro Machoke. Y yo tengo que buscar a Liza, para pedirle perdón. Y cuando la vuelva a ver, al menos quiero devolverle su manta arreglada. ¿Te imaginas que se la de toda rota? Empeoraría las cosas. Pero tendremos que ir a comprar agujas e hilo, y un poco más de tela. ¡Oh! ¿Y si le tejemos una manta nuevo? Podríamos ponerle un patrón o un diseño. Aunque no sé que le gustará. ¿Tú sabes que puede llegar a gustarle? ¿Algún pokémon, color, flor, esas cosas? Bueno, supongo que tendremos que preguntarle a más gente que si la conoció. ¡Oh, tal vez Effy! Ahora tenemos que encontrar a Effy también. Tenemos muchas cosas que hacer.

    Todo esto lo iba diciendo a medida que me iba alejando del bosquecito, hablando mientras caminaba distraído. Giré mi cabeza para atrás, mirando hacia Talía, mientras me agachaba para que pudiera subirse a mi espalda.

    — ¡Vamos! Tenemos que hacer feliz a mucha gente, y no podemos hacer eso si nos quedamos tirados en ese bosquecito. ¡Hay que seguir con nuestra aventura!

    Sonreí para mis adentros, mientras miraba hacia adelante, esperando que Talía llegara. No sé dónde te habías ido, Liza, pero puedes apostar que te encontraré, y te pediré perdón por lo que hice. Y que haré todo lo posible para que vuelvas a estar feliz.
     
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    Última edición: 21 Marzo 2019
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