Pradera Arte

En aquel momento empezó a sonar un mensaje de la Pokédex. El responsable de la masacre de la prisión. Esbocé media mueca sin terminar de hacerla. No solo pedía nuestra colaboración sino que tenía a una chica secuestrada.

— Noivern, vámonos.

Había que hacer algo cuanto antes y la única opción parecía ser hacer caso de momento a Justice. Aunque olvidé el pequeño detalle de que Noivern iba a ser incapaz de llevarme de vuelta hasta la prisión, cosa de la que me di cuenta cuando se negó a despegar.

— ¿Alguien me ayudaría a llegar?

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Imagino que aquí Devan deberá ser desmayado así que llevadlo a la Prisión Boceto (?)

 

Dante Miles

Con el combate terminado y las felicitaciones a Talía dadas, prefirió quedarse un rato con sus pokémon, en especial con su pequeña molesta Typhlosion que seguía un poco ofendida que le hubiera privado de ese pequeño combate que se le había presentado. Después de un tiempo, unas ganas de querer visitar su lugar favorito para despejarse un rato antes de continuar con el destino que los demás holders tuvieran.

Pero pensando en despejarse, miró a sus nuevos compañeros, Talía estaba hablando con Alpha entonces tan solo le prestó atención a Elisa, quizás a ella tambien le gustaría ver algo para cambiar de vistas y quizás ver lo pacifico de la nieve.

—Hey, Elisa , voy a ir un momento a un lugar que me gusta mucho para intentar despejarme un poco y pensar en unas cosas, pero antes de llegar allí está el lago helado, es bastante pacífico y quizás tambien puede ayudarte a relajarte un poco después de lo sucedido, ¿te gustaría acompañarme?

 

Nikolah Cruz

Pude sentir como algo en mi bolsillo estaba vibrando. Comencé a golpear la lengua de Alicia, para que me soltara de una vez. Cuando eso no pareció funcionar, me estiré lo suficiente como para comenzar a acariciarle la campanilla. Fue un trabajo arduo, pero al final lo logré. Fui escupido al suelo, lleno de saliva, rodando un par de metros. Me incorporé y me agité como un Stoutland, para sacarme toda la baba de encima. Limpié un poco mi Dex con mi manga, y observé el mensaje que tenía alojado en ella. Vaya, no eran buenas noticias. No tenía idea de quien era la tal Emily, pero si estaba secuestrada, había que ayudarla. Eso hacían los detectives, ¿no? Resolvían casos y salvaban personas. Y yo era un detective.

Me acerqué hacia dónde se encontraban Alpha y Talía conversando. Al parecer, mi hermano (porque no se molestaría si lo llamaba así, ¿no?) le estaba ofreciendo una pokéball a la niña. Cosa extraña, pero yo no me iba a meter en las costumbres de su hogar, sea de donde sea.

— Creo que tendremos que cortar el entrenamiento de forma prematura.— prematura, ahí había otra palabra profesional. Que orgulloso estaba de mí mismo.— Al parecer, esto todavía no termina.

Le dejé la Dex llena de saliva a Alpha, con el mensaje reproduciéndose, mientras me agachaba, para estar a la misma altura que mi socia.

— Escucha, ha pasado algo malo, y al parecer, tendremos que volver a aquel lugar horrible. No voy a pedirte que vayas, porque bueno, es horrible y feo, y lo que pasó allí es horrible y feo. Pero solo quiero que sepas que si vas, eso no solo te haría una persona super valiente, sino que estaré siempre a tu lado, no como la otra vez.— dije, con una sonrisa, agitándole los cabellos y guiñando un ojo tanto para darle confianza como para evitar que baba cayera dentro de él.— Además, si el hermano Alpha viene, tendrás a otra persona super fuerte para cuidarte, no como yo, que soy devorado por mis pokémons.

Solté una risa, y dirigí mi mirada hacia Alpha.

>> ¿Qué dices? ¿Podemos partir?

 

— Tsk. Vámonos, Noivern.

Noivern me miraba extrañado, pero poco después entendió a qué venía eso. Al no obtener respuesta, decidí llegar por mis propios medios o buscar a Orgen, lo que ocurriera antes. Quizás si hacía alguno de los encargos que habían llegado a la Pokédex antes pudiera dar con él...

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Y yo me marcho a ganar puntos porque paso de esperar (?)

 

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im really really really sorry por tardar but thanks anyway~

Talía Wells~

Observé sorprendida a Alpha, que me estaba regalando como premio una pokéball, aún preguntándome cómo le había ganado tan rápidamente a Dante. Fue una batalla de práctica, sí, pero al principio ni siquiera estaba segura de cómo manejarlo. Le sonreí algo avergonzada cuando me felicitó, sin poder realmente decir nada más, y luego se alejó hasta donde estaba Elisa.

Miré con ilusión el esférico, y después de unos instantes me decidí abrirla, llena de curiosidad por lo que se encontraba en su interior. Aprecié anonada al pokémon que apareció delante de mí, completamente desconocido, y cogiendo con cuidado la pokédex observé cómo se colocaba de puntillas y daba algunas vueltas, para luego acercarse un poco más.

“Dicen que, al recibir los sentimientos positivos de su entrenador, Kirlia crece con gran belleza. Este Pokémon controla poderes psicoquinéticos gracias al desarrollado cerebro que tiene.”

—Así que eres un Kirlia…— Murmuré acariciándole el pelo enternecida, y me giré al entrenador con una gran sonrisa, cogiéndole de la mano agradedecida—. Muchas gracias, Alpha, ¡lo cuidaré muy bien, ya verás!

Antes de poder hacer nada más se nos acercó Nikolah con un rostro muy serio, y después de dejarle su pokédex a Alpha, se agachó delante de mí. Mi sonrisa se borró al instante en el que se empezó a reproducir el mensaje, y me mordí mis labios, arrugando el ceño bastante preocupada y asustada. Escuché lo más atenta que pude las palabras que Nikolah me decían, recordando con algo de miedo lo que había sucedido allí antes de marcharnos. ¿Cómo sería la situación? ¿Estaría… todo igual?

Mantuve mi mirada al suelo, sintiendo todavía su mano en mi cabello. Quería ser tan valiente como él y resolver el caso en su compañía. Habíamos formado, de un momento a otro, La Compañía de Detectives Talía, Nikolah y Mimo. ¿Qué sería de ello si por mi gran miedo no lo acompañaba? ¡Por no decir que daba todavía más miedo no ir! Estar sola en un lugar desconocido, sin saber si mis amigos se encontraban bien, temiendo que estuviesen lastimados, sobre todo la pobre Emily a la que capturaron. ¡Yo también podía proteger!

—I-iré, la vida de alguien está en riesgo…— balbuceé respirando hondo, temblando llena de nervios por mi decisión, y me coloqué a su lado para mirar a Alpha esperando su respuesta.

 

Dante Miles

El constante zumbido y vibración de algo dentro de su mochila terminó obligandolo a dejar de prestar atención a Elisa para buscar un aparato que, a decir verdad, siempre había descuidado e ignorado de una manera un poco bastante intencional. Suspiró y lo sacó de la mochila para ver cuál era el mensaje que estaba vez había llegado pero, al contrario de otras ocaciones donde escuchaba a alguien "familiar" y terminaba bloqueando el dispositivo de nuevo, esta vez, al sonar una voz completamente robótica, mantuvo su atención en este, un tanto más preocupado de lo normal.

¿Justice? ¿P.A.M? ¿Buscar un cuartel?

Intuía que era algo que los demás habían estado haciendo conforme los casos de los detectives avanzaban, también estaba seguro que todas esas palabras podían significar mucho más para ellos y no los dejaban con un sentimiento extraño que agravaba un poco más su forma de recibir aquella noticia. Cuando creyó que el mensaje estaba terminado y estuvo a punto de volver a guardar su dispositivo, escuchó un grito y su piel se erizó de forma inmediata.

Si creía que la situación en sí no era normal, eso todavía lo hacía mucho peor.

"Tengo un buen motivo para "instigaros" a investigar, ¡para que lo hagáis con entusiasmo! ¿Verdad que sí, Emily?"
​

Escuchar aquello hizo que se le detuviera el corazón por unos segundos, sintió como su rostro palideció y vio como la mano que sostenía la pokedex tembló un poco, no... no podía tener a Emily allí, ¿no? Alpha le había dicho a penas el día anterior que estaba con Mimi, que estaba prácticamente sana y salva y ahora... Ahora tenía a un posible maniaco diciendo que se la había llevado.

Mordió su labio comenzando a entrar en pánico mientras el mensaje seguía reproduciendose y escuchaba, lo que parecía ser la última amenaza que le revolvió el estomago y solo hizo que su temor aumentara.

Ella no debía estar con un maldito maniaco que aparentemente tenía problemas con que le investigaran, si quería amenazar a alguien, ¡que lo hubiera hecho con ellos directamente! ¿Por qué los había tenido que meter en eso? ¿Por qué tenía que ponerla en peligro? A ella que solo buscaba lo mejor para todos...

Ni siquiera se volvió a ver a Elisa o a los demás cuando había llamado a Staraptor con un silbido y de nueva cuenta aterrizaba frente a él para desaparecer a ese destino, no tenía mucha idea de realmente donde podría encontrarse pero sabía que Staraptor encontraría su camino.

No tenía tampoco mucha idea de como entraría esas respuestas pero, sabía que debía estar allí.

 

Alpha Xenodis.

Justo cuando estábamos en medio de la entrega de la pokéball el hermano Nikolah vino a intervenir con su pokédex en mano, mostrándonos un mensaje el cual era proveniente del tal "Justice".

Tragué saliva cuando acabó y simplemente pude tocar el silbato que colgaba de mi cuello con intención de que el gigante de los cielos bajase.

—Nos vamos ya mismo.

Y así montamos los tres de manera inmediata sobre Rayquaza, iniciando un vuelo a velocidades extremas como siempre solía hacerlo.

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Lo siento, no ando muy inspirado ^^U

 

El viaje hasta la Pradera Arte fue corto, y el aterrizaje fue en el medio de la extensión de limpio césped verde. Skarmory clavó sus garras en el suelo y descendí con tranquilidad de su lomo. Orgen, quien había montado detrás mío, imitó mi acción y puso nuevamente los pies sobre la tierra.

No debían haber pasado ni dos minutos y otro pokémon descendió en el mismo lugar que nosotros. Flygon aterrizó junto a Skarmory, y así Talía y Nikolah se unieron a nosotros. Acaricié con suavidad la cabeza de Skarmory, felicitándolo por el rápido viaje que había completado.

—Bien hecho, Skarmory, descansa un poco ahora —dije, sacando su pokebola y regresándolo a la misma para que se tomara un merecido descanso. Hecho esto, me volví hacia los otros tres entrenadores—. Bien, aquí estamos, la Pradera Arte. ¿A qué veníamos aquí? ¿Mencionaron algo de un Machamp?

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SweetSorrow Reual Nathan Onyrian Nyxbel

 

Orgen

Trás surcar el cielo azulado con Skarmory llegamos a la Pradera Arte, en donde había logrado conseguir a Tauro y Arc. En dicho lugar, el Skarmory aterrizó mucho mejor de lo que lo hacía mi Pidove, que por lo común, terminaba lanzandome contra el suelo de cara.
—Bien, hemos llegado —comenté para luego darle las gracias a Effy.
—¿De aquí a donde vamos? —pregunté.

 

Nikolah Cruz

Por sorprendente que pudiera haber sido, no había aterrizado de cara en la Pradera Arte. Estábamos volando con Flygon junto a Talía, la pequeña montada sobre el pokémon, y yo siendo agarrado por la chaqueta, mientras colgaba en el aire. La verdad es que eso ofrecía una excelente vista de las enormes planicies de abajo. Y era harto peligroso. Pero la vista lo valía.

Cuando nos acercamos a las inmediaciones de la Pradera, me preparé para descender. Flygon lo hizo raudo, a una velocidad increíble, tal que me sacó lágrimas de los ojos, mientras gritaba de emoción. Al final, frenó súbitamente, haciendo que diera un latigazo con mi cuerpo, pero la chaqueta aguantó de forma milagrosa. Aterrizamos ambos sin ningún problema, y volví a meter al pokémon prestado a su pokéball. No quería que le pasara nada. Hay que cuidar las cosas prestadas.

"Bien, aquí estamos, la Pradera Arte. ¿A qué veníamos aquí? ¿Mencionaron algo de un Machamp?"

— Exáctamente, buena Effy. Al parecer, alguien en...una ciudad, quiere estudiar la evolución y yala yala. Es por eso que tenemos que llevarle un Machoke. Así lo evoluciona. Y nos lo devuelve. Y nos paga. Bueno, ¡andiamo!

Apunté hacia el frente, y comencé a andar, sin ningún rumbo fijo. Mi plan consistía en caminar hasta que algo pasara. Era un buen plan. Me había servido hasta recién. Sin embargo, la Pradera no había acabado conmigo. Tropecé, seguramente por pisar mis cordones y no mirar por donde iba, y mi cara se plantó en el suelo. Seguía apuntando hacia delante, sin embargo. Las metas siempre hay que tenerlas presentes.

 

¿Estudiar la evolución? Me sonaba algo familiar… creía haber escuchado antes de algún sujeto que estudiaba la evolución… ¿o era la megaevolución nada más? No podía recordar bien. Tapando mi boca con la palma de mi mano, tosí un poco más; aparté la mirada y saqué de mi bolso una pokebola.

—¡Alakazam, yo te elijo! —vociferé, lanzando a la pokebola por los aires.

Del interior del esférico salió una brillante luz blanca que tomó la forma de mi Alakazam. Una vez liberado, el pokémon tipo psíquico se cruzó de piernas y comenzó a meditar. Debió de haber captado la misión que tenía para él.

—Alakazam nos ayudará a buscar con sus poderes psíquicos —comenté a los otros holders. No tenía muchas más ideas… esta pradera era muy extensa, quizás podíamos tardar días en ver a un Machoke siquiera…

 

Nikolah Cruz

Me levanté del suelo, limpiándome un poco de sangre de la nariz, mientras mantenía mi dedo al frente. Un Pidgeotto había salido volando, asustado por el ruido seco que había dado al impactar contra el suelo. Effy había sacado a su Alakazam para que nos ayudara, y si bien la idea de poner a Talía sobre mis hombros para que tuviéramos otro par de ojos en las alturas era bueno, lo mejor en estos momentos era buscar por lados distintos. Un segundo, ¿ojos en la altura?

Saqué una pokéball de mi mochila, de la cual salió Parcheao, agitando sus alas en el aire, y de inmediato se asió a mi cara, clavando los colmillos e intentando chupar sangre.

— ¡Maldito pedazo de cuero chupavidas! ¡Salte...de...mi...rostro!— con un esfuerzo, logré sacar al pokémon, haciendo un sonido similar a un ¡pop! Las marcas de los colmillos me quedaron en el rostro.— Muy bien, ya que recuperaste fuerza absorbiendo la mía, utilízala para ayudarnos a buscar a un Machoke. Que la Pradera es enorme y podríamos tardar días.

Parcheao salió volando, mientras yo tenía la esperanza de que me hubiera comprendido y no decidiera ir a chuparle la sangre a alguien más. Suspiré y continué con la búsqueda, mi dedo siempre al frente.

 

Elisa Daroch.

Al final la idea de salir de la pradera se había atascado en algún lugar lejano, las pokédex sonaron, era volver a la prisión, no termine de escuchar el mensaje, sabiendo que si lo hacía me comprometería con la misión, el sentimiento de responsabilidad era mayor, pero necesitaba un tiempo para mi, para relajarme, para ignorar a las personas que aparecian y desaparecían, para acostumbrarme a los pokémon que correteaban por la pradera y luego simplemente se perdían de mi vista, como si nunca hubiesen estado allí. Me quede sola.

Solo era yo y mis pensamientos, había acampado entre los arboles, Ponyta proporcionándome una fogata estable y Altaria ofreciendo su mullido plumaje para que durmiésemos juntas, Drifloon nunca me abandonó, pero Mimikyu regreso a la pokébola tras unos minutos, molesto por la mugre que poco a poco se pegaba a su traje, le prometí lavarlo cuando estuviésemos en alguna ciudad, pero quería seguir en la pradera, hasta que la noticia de que todo iba bien volviese a mi.

--

Habían sido días tranquilos. sin preocupaciones. Estar en la naturaleza era algo que siempre me ponía en calma, me sentía con fuerzas para mirar directamente a las luces que viajaban por los rededores, para mirar a los fantasmas que iban y venían. Aún no les hablaba, pero había aprendido a lidiar con esta habilidad, no es solo ignorarlos, es aceptar que rondan por allí y saber que si no les molestas, ellos no te molestan de vuelta. Descubrí que los pokémon fantasmas también notaban las presencias ajenas. Me hizo sentido, todas las veces que había visto a Gengar reír solo o a Drifloon volar preocupada lejos de mi tenían una razón. Ahora sentía que, de alguna forma, entendía un poco más a mis compañeros de equipo.

"¡Maldito pedazo de cuero chupavidas! ¡Salte...de...mi...rostro!"

Salté en mi lugar al escuchar el grito, trague saliva, era una voz familiar, pero las palabras que soltaba no eran para nada conocidas. Hasta que un recuerdo me llego a la cabeza. Hace poco había conocido a un chico que solía meterse en problemas curiosos, con los pokémon. De alguna forma pensé en Chad, que siempre se metía en peleas con Fósforo, siempre le ponía apodos graciosos y recibía golpes del imponente tipo fuego/lucha. Una ligera risa escapó de mis labios, en esos tiempos todo se veía sencillo, ahora, tengo que lidiar con un don inesperado.

Me levanté del suelo y sacudí el polvo de mi vestido, apagué los restos de fogata que quedaban y tras empacar el saco de Dante en mi bolsa, había olvidado devolverlo la última vez, pero no era algo malo, era una excusa para volver a encontrar al chico, así que encantada lo cuidaría hasta nuevo aviso.

—Bien, Drifloon, creo que es tiempo de seguir el camino —avisé colocando la bolsa en mi hombro derecho —. Andando.

Y con eso dicho comencé a caminar en busca del chico rubio, no es que tuviese alguna idea sobre lo que podríamos hacer, pero Nikolah parecía siempre tener una aventura en mente y esa idea no me molestaba para nada.

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Ñam, ñam. Bueno, aquí vamos xD

 

Nikolah Cruz

Estaba noqueado en el suelo. Había visto un movimiento en unos arbustos y había saltado hacia ellos, pensando que sería el pokémon que buscaba. Obviamente me confundí, porque lo que me recibió no fue un Machoke, sino una pila de basura andante. Lo que nunca supe fue que si me noqueó el golpe que recibí, o el olor que invadió mis fosas nasales. Como sea, estaba tirado en el pasto, con Parcheao aprovechándose de la situación, para pasear por mi cuerpo inconsciente.

Estuve así unos minutos hasta que volví a recuperar la conciencia. Cuando abrí los ojos, pude ver una figura cerca mío. Una joven, de cabellos rubios y un sombrero del mismo color que su vestido, púrpura todo. Al igual que el Drifloon que tenía detrás. Era...¿Effy? No, a Effy la acababa de conocer y seguía buscando con su Alakazam al Machoke. ¿Mimi? No, esa era la peligrosa. Emm...otra rubia...¿Talí...? No, idiota, esa es tu hermana. Maldita sea, ¿por qué eran todas rubias? Al menos Liza no lo era y eso la hacía fácil de identificar. Un segundo, ¿rubia? No, esta no era rubia. Se ve que el olor se me había metido a los ojos. Piensa...piensa...Castaña, sombrero, vestido...Eli...¡sa!

— ¡Hey, Elisa! ¡Tanto tiempo!— dije, mientras seguía tirado en el suelo.— ¿Has estado aquí desde que nos fuimos? De haberlo sabido, te hubiera enviado un mensaje, diciendo que veníamos. Pero bueno, ya estás aquí, que genial.

Le sonreí de manera amplia, mientras peleaba para sacar a mi Golbat de mi cuello. El maldito era bastante grande, encima. Tanto alimentarse de mí le había hecho crecer un par de centímetros. De pronto, recordé algo.

— Hey, todavía tienes la flor que te había hecho, ¿no? Allá en la playa, aquella vez. Ah, y eso. Estamos buscando un Machoke, ¿nos ayudas?

 

Talía Wells~

Ya en la Pradera, después de asegurarme de que Nikolah se encontraba bien tras viajar de aquella forma tan curiosa, empezamos la exploración buscando al Machoke que necesitábamos. Me había separado un poco de ellos, buscando por otro lado con ayuda de mis pokémon, mirando detrás de arbustos o cualquier obstáculo del camino. ¡A lo mejor podría encontrar algún otro pokémon desconocido y aprender más! ¡O tener un nuevo amigo!

Mientras caminaba observé por un momento con ternura a Krilia, sonriendo ensimismada recordando cómo Alpha me lo había dado tras mi batalla con Dante. Todavía no había podido entablar una buena relación con el pokémon, ¡así que era una buena oportunidad!

Me acerqué y lo miré sonriente, queriendo buscar por los mismos rincones que él mismo buscaba, encontrando flores y viendo cómo se ponía a dar vueltas de vez en cuando oliéndolas. No hacían falta palabras, con pasar tiempo juntos y con simples miradas bastaba, ¿a que sí?

Con sorpresa y alegría escuché cómo Elisa se acercaba a Nikolah a lo lejos, y me acerqué corriendo a ella dándole un gran abrazo. La había extrañado.

—¡Hola, Eli-chan!— La saludé sin separarme de ella, mirándola desde abajo sin borrar la sonrisa de mi rostro, escuchando las palabras de Nikolah. El recuerdo de la flor hizo que metiese una de mis manos en mi bolsillo, y de ahí saqué la flor que Nikolah me había dado a mí, algo arrugada—. ¡Mira, yo la tengo aquí! Debería de guardarla en otra parte para que no se me chafe más pero… ay.

Suspiré guardando la flor con cuidado de nuevo en mi bolsillo, quizá más adelante podría buscar de plastificarla o meterla en una libretita. ¡Tenía que cuidar esa flor tan importante y especial!

Cogí de la mano a Eli y tiré de ella, hacia adelante, volviendo por el camino en el que me había adentrado antes de su llegada.

>>¡Vamos a buscar a ese Machoke juntos, Eli-chan!

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Uff no recuerdo el color de la flor

 

Nikolah Cruz

Antes de que la pobre Elisa pudiera responder, Talía ya se la había llevado de la mano, para que nos ayudara, le gustara o no. Simplemente me limité a sonreír, pegándole un cachetazo a Parcheao para que se saliera de encima de una vez por todas. Me incorporé de un salto, y continué en la búsqueda del afamado pokémon. Uno pensaría que un Machoke era dentro de todo fácil de conseguir, pero experimentos recientes habían demostrado que no.

Decidí que otro par de ojos ayudaría más, así que saqué a Fay de su pokéball. La pequeña Fennekin me saludó alegre, y de inmediato se puso a buscar entre la hierba. Aunque me di cuenta que la pobre era bastante pequeña como para observar alrededor. Así que decidí darle algo de ayuda. Saqué a Pupper de su pokéball, y tomando a Fay en brazos, la subí a su cabeza.

— Muy bien, ahora tienen cuatro ojos y tú conoces esta pradera mejor que nadie, Pupper. Les va a resultar mucho más sencillo encontrar un Machoke así.— dije, sonriendo.

Pupper me miró y puso los ojos en blanco, para luego observar a Fay sobre su cabeza. Esta parecía emocionada por la travesía, y estaba dele agitar sus patitas en el pelaje de Pupper. Este suspiró, con una pequeña sonrisa, y se dispuso a viajar por la Pradera.

 

Liza White

Cuando el portal se desmaterializó a mi espalda y la suave brisa de la pradera enfrió mi rostro, me dejé caer sobre el pasto, sintiéndome desfallecer. No estaba entre mis planes encontrarme aquí ahora, regresar a Galeia cuando aún tenía tanto por hacer en Udan. ¡Vamos, le había asegurado a los chicos que iría a recaudar información al cementerio de Zamani, no a tirarme en medio de un pasto a echar la siesta! Aunque no creía que pudiese pegar ojo en un buen rato.

Al entrecerrar los ojos, la mirada de mi equipo apareció en mi cabeza. A pesar de que les había asegurado que regresaría en seguida, que solo había sido un percance que tenía que atender en unos minutos, ellos sabían que estaba mintiendo. Umiko lo sabía mejor que nadie. Y aún así asintió, comprensiva, maternal, dándome vía libre para separarme de ellos durante un rato. Porque sabía que necesitaba poner en orden mis pensamientos.

Hacía meses que no hacía esto. Simplemente tumbarme a observar las nubes, viendo cómo los pokémon salvajes correteaban por la pradera, y de vez en cuando se acercaban a olisquearme con curiosidad. Llevar mi mano a mi cinturón de balls y no sentir nada era una sensación extraña. Dado que mi intención no era venir aquí, no me había pasado por el laboratorio donde dejé a mis pokémon a buen recaudo. Podía venir perfectamente un Tauros embravecido y saldría disparada sin nada que hacer. ¡Pero al menos tenía el portal, podría volver cuando quisiese!

Cuando quisiese...

—Este sitio ha cambiado mucho desde la primera vez que lo recorrí, ¿sabes? —murmuré, con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa nostálgica, hacia el Linoone que se había acercado a jugar a mi alrededor—. Antes no podía disfrutar de un solo día con el cielo despejado, porque unos nubarrones cubrían la pradera día y noche. Más de una vez pillé un resfriado.

El Linoone se levantó sobre sus patitas, curioso por lo que decía. Abrí un ojo, buscándole con la mirada, cuando sentí que se llevaba mi gorra. Me erguí hasta quedar sentada, frunciendo el ceño desde mi sitio pero sin echar a correr tras él. Después de que un científico loco estuviese a punto de matarme, mucha energía no me quedaba realmente.

—¡Oye, vuelve aquí! ¡Esa es mi gorra! —pero por mucho que gritase, el bichejo ya había salido corriendo de allí, a enseñarle su botín a sus amigos. Me dejé caer sobre el césped de nuevo, con mi antebrazo sobre mis ojos, y chasqueé la lengua con disgusto—. Agh, otra gorra menos. ¿Cuántas van ya? Me voy a dejar todos mis ahorros en esto al final.

Sí, pasar unas horas en la pradera era la mejor elección. Sin contar a los ladronzuelos que rondaban por allí, claro.

 

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Sugiero leer esto con este precioso soundtrack:

Nikolah Cruz

Comencé a explorar los matorrales altos, con la esperanza de encontrar un Machoke por allí. ¿Tal vez eran todos tímidos y por eso se escondían en los pastos altos? O tal vez les gustaba jugar a los escondidas. O tal vez simplemente les gustaba joderme la vida y ocultarse de mí para molestar. Supongo que tendrán sus motivos.

De quien nunca me enteré los motivos fue del Lampent que apareció de repente al frente mío, y con un movimiento rápido, se asió a mi cara. Podía sentir como algo comenzaba a salirse de mi cuerpo, e iba perdiendo cada vez más fuerzas, así que comencé a manotear para quitarmelo. Tropecé y comencé a rodar por la loma a la cual había subido, hasta que caí sobre algo suavecito. Algo suavecito que de improviso, comenzó a moverse muy rápido. Me quité al Lampent de encima y lo arrojé lejos, para mirar extrañado como la colina en la cual había estado recién se alejaba rauda de mí. Miré hacia abajo y me extrañé todavía más al ver que tenía tres colas meciéndose al viento, que de repente comenzaron a darme en la cara, al mismo tiempo que golpeaban lo que sea que estaba abajo mío.

Los golpes fueron lo suficiéntemente fuertes como para que me hicieran perder el precario equilibrio que tenía sobre mi montura improvisada, e hicieron que me resbalara hacia un costado. Sin embargo, logré asirme al cuello de lo que resultó ser un Tauros bastante furioso, que me miró con ojos inyectados en sangre y resoplando, mientras yo colgaba del costado como un muñeco de trapos, a la merced de sus movimientos. Miré hacia el frente, mis dientes castañeando por los movimientos del pokémon y la fuerza del viento, y pude ver a una persona tirada en el pasto, con la cara tapada por el antebrazo. Íbamos a impactar contra esa persona, y estaba más que seguro que le dolería bastante. Y a mí también. Así que con esfuerzo, logré incorporarme de nuevo encima del Tauros, lo agarré por sus cuernos, y tiré hacia un costado, para intentar direccionar el camino de la bestia enfurecida.

En el último segundo, logré virar al pokémon, mientras pasaba al lado de aquella persona, que me resultaba conocida. Un segundo, si la conocía. ¡Era ella!

— ¡Hola Liza!— grité en la fracción de segundo que pasamos a su lado, con una enorme sonrisa, para luego seguir siendo conducido por el furioso Tauros.

Simplemente lo tenía agarrado por los cuernos, pero ya había perdido control del pokémon hacía mucho. Ni siquiera iba montado de la manera normal, sino que simplemente parecía un barrilete ondeando al viento, mi único agarre siendo los mencionados cuernos. El Tauros se fue alejando hacia la lejanía, y yo me iría con él. Tal vez quería mostrarme un lugar único. Tal vez me llevara hacia dónde hubiera Machokes. Era un viaje que no me perdería.

 

Contenido oculto

xDDDD Me encanta lo que va a salir de esto. Voy a ir animando esta peculiar escena con soundtracks yo también, y si es de una carrera...

...¿cómo no usar a Sonic? >:D

Liza White

Ya había asimilado la pérdida de mi gorra, y había vuelto a la tranquilidad que necesitaba... cuando el suelo había comenzado a temblar ligeramente debajo de mí. Al principio pensé que simplemente se debía a la multitud de pokémon que recorrían la pradera haciendo carreras entre ellos, que hacían vibrar un poco el suelo al pasar por mi lado. Pero el sonido comenzaba a asemejarse peligrosamente al de una estampida, o al de un trote muy fuerte... y cada vez más cerca de mí. Confusa, aparté el brazo de mi rostro acostumbrándome a la luz de nuevo, cuando abrí los ojos de par en par al ver a un furioso Tauros trotar justo hacia donde yo estaba. Y parecía llevar algo en su lomo, ahí colgado, agitándose con la carrera.

Me quedé paralizada. Intenté levantarme, pero estaba demasiado cansada y aturdida como para poder evadir la velocidad de aquel Tauros. Por segunda vez en el día mi corazón casi se me salió del pecho, pensando que se vendría lo peor...

...hasta que inesperadamente, el Tauros cambió de dirección segundos antes de arrollarme, tan inofensiva y vulnerable como me encontraba. Y al seguir con la mirada aquella enorme figura, sin comprender qué demonios había pasado y porqué no estaba aplastada en el suelo en aquel momento, vi una cabellera rubia asomarse por sobre el lomo de aquella bestia, sonriéndome de oreja a oreja mientras se alejaba a toda velocidad colgado de su cuello.

Espera un momento...

—¿¡Nikolah!? —exclamé, sorprendida y preocupada a partes iguales al verle allí. Me levanté como pude, con las piernas aún temblándome de la impresión, y coloqué ambas manos alrededor de mi boca como un amplificador antes de gritar en la distancia. ¡Se estaba alejando demasiado!—. ¡H-Hey! ¿¡A dónde vas!? ¡Espera, Nikolah...!

Pero el chico y la bestia se alejaban peligrosamente hacia un destino incierto.

Llevé las manos a la cabeza, intentando procesar lo sucedido, y pensar qué demonios hacer en una situación así. Ahora que no tenía pokémon conmigo todo se volvía mucho más complicado, ¿¡cómo podía ayudarle a bajar yo sola de una mole así!? Pero mientras daba vueltas sobre mí misma, angustiada, un Linoone más se asomó, olisqueando mi mochila tirada en el suelo. Y junto a él, otro Linoone más. Y así varios, rebuscando entre mis pertenencias gracias a su habilidad recogida cualquier objeto que les viniese bien.

Dejé de dar vueltas, y les miré atentamente. Luego, volví la mirada hacia el punto en la distancia que se suponía que era Nikolah, y una vez más, les miré.

"Cuando Linoone caza, va directo hacia su presa a toda velocidad. Si por un lado puede alcanzar 100 kilómetros por hora, por otro tiene que frenar en seco para poder cambiar de sentido."​

Y Tauros estaba corriendo en linea recta. Bingo.

—¡Hey, chicos! —exclamé, silbando mientras llamaba la atención de aquellos ladronzuelos, tomando la mochila en el proceso. Sus ojillos me miraron con insistencia, mientras balanceaba la mochila ante sus ojos—. Creo que tengo una propuesta de intercambio que no podréis rechazar...

***​

Cuando Nikolah pudo girar su cabeza, más allá de las tres colas que intentaban golpearle pudo ver cómo un pequeño punto castaño corría a toda velocidad hacia ellos, con lo que parecía ser una gorra rosa en su cabeza. Segundos después, una fila de varios puntos idénticos fueron apareciendo a sus costados, y cuando quiso darse cuenta una manada de Linoones corrían a toda velocidad hacia ellos, con el de la gorra rosa liderando la marcha. Todos parecían con la intención de darles caza y frenar la marcha, y con la velocidad que estaban alcanzando, no tardarían en hacerlo.

Al cabo de unos minutos, varios de aquellos Linoone se arremolinaron a los costados del Tauros, molestándole en su carrera e impidiendo que pudiese girar, para que pudiesen aprovecharse de aquella carrera en linea recta que nadie podía ganarles. Cuando el número de Linoones a su alrededor parecía sobrepasar la furia de aquel Tauros, haciendo que tuviese que frenar muy lentamente si no quería tropezar con aquellos bichejos alargados, varios le hicieron un gesto al chico para que saltase, mientras se arremolinaban para hacerle de almohadilla. El Linoone de la gorra rosa dio un salto y subió al lomo de la bestia, instigándole en seguirles mientras señalaba con su cabeza hacia atrás, en la distancia.

Sin duda, aquella escena no podía resultar más épica. ¿O quizás sí?

 

Nikolah Cruz

Esto ya era demasiado bizarro. No solo estaba revoloteando como un barrilete montado en un Tauros enfurecido, sino que ahora una manada de Linoone con una gorra sospechosamente conocida había comenzado a rodearnos con un enjambre, impidiéndole poder virar en cualquier momento. Los Linoone comenzaron a juntarse para formar una especie de colchón felpudito, mientras con sus cabezas indicaban que debía saltar hacia dónde se encontraban ellos. El de la gorra, que parecía el líder, incluso saltó encima del lomo del Tauros y me indicó que debía bajar. Lo miré con una mueca de extrañeza y curiosidad, pero luego me encogí de hombros.

Me dispuse a saltar hacia la almohada de Linoone, cuando de improviso el Tauros decidió clavar las pezuñas en el suelo y frenar, levantando una nube de polvo. Lo imprevisto de la maniobra me tomó tan de sorpresa que perdí el equilibrio y caí al costado. Sin embargo, no caí del todo, aunque mis pies tocaban el suelo. Algo me había agarrado de la chaqueta. Miré hacia detrás, y pude ver que uno de los cuernos de la criatura había atravesado el cuello de la prenda. El Tauros me miraba directamente a los ojos. Yo solo atiné a sonreírle y mover la mano, saludándolo. Los ojos del pokémon se llenaron de furia, y comenzó a moverse encabritado, zarandéandome por todos lados. Los Linoone se había frenado y se movían para todos lados, intentando predecir dónde caería, con el de la gorra mirando curioso toda la escena.

Escuché un rasguido, y me encontré volando por los aires, con el cuello de la camisa rota. Di un par de volteretas aéreas, y caí sentado, en algo bien duro, tanto, que tuve que reprimir un grito de dolor por la zona que había sido afectada. Miré hacia abajo, para ver en dónde había quedado. Esas colas se veían conocidas.

— Oh, no...— dije, y giré la cabeza, para ver el rostro enfurecido del Tauros.— Emmm....¿hola?

El Tauros volvió a emprender su loca carrera, con sus colas golpéandome el rostro, y la manada de Linoone detrás. Creo que pude ver al Linoone de la gorra frotarse el rostro de forma frustrada.

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Esta locura no podía terminar tan rápido (?