Harry Potter Por siempre Malfoy.

Los años habían pasado, ya no eran los típicos niños de escuela, eran mujeres y hombres, con trabajos, responsabilidades, pero aún así seguían siendo amigos. Y esa tarde, como al menos una vez al mes hacían, estaban caminando por los pasillos de un centro comercial muggle con sus pequeños primogénitos de la mano, Ginny no había venido porque estaba aún en el hospital mágico, así que James caminaba empujando de vez en cuando a Rose de la mano de Hermione.

Se sentaron a tomar un café, mientras dejaban a los niños jugar en el parque de plástico con toboganes y columpios. Se pusieron al día, el trabajo, la familia, las discusiones, los hermosos momentos... pero fueron interrumpidos por el llanto pronunciado de Rose. Hermione literalmente corrió hasta donde habían dejado a los niños, en el momento que ellos cruzaron el umbral, el rubio de ojos plata también lo hacía.

—¿Malfoy? —cuestionó Ron con recelo. Este le ignoró, arrodillándose para estar a la altura de una pequeña copia de él, vestido pulcramente y que sostenía a la pelirroja bañada en lágrimas de la mano.

—¿Estás bien, Scorpius?

—¡Dile que suelte a mi hija! —gruñó Ron. Hermione lo calmó, susurrándole al oído que sólo era un niño, un niño testarudo que se negó a obedecer.

—Scorpius, te estoy hablando. Suéltala —ordenó con caracter, estirándose cuan largo era. Pero el pequeño rubio permaneció en calma y sin inmutarse.

—No. Papi, ella no quiere disculparse, y ella rompió mi escoba. —Se defendió, mientras sus ojos grises brillaban con ganas de llorar, pero no lo haría.

—Rosie, ¿le rompiste su escoba? —La reprendió Hermione, hablando con la niña que forcejeaba contra el pequeño rubio mientras Harry buscaba a James que había desaparecido.

—¡Dile que me suelte, que me suelte mami! ¡Tengo miedo! —Lloraba—. Él.. él estaba en el medio, y James me empujó.

Ron hizo un paso como para desatar a los niños a la fuerza pero Draco se interpuso.

—Haz que tu hijo la suelte, Malfoy —gruñó amenazador.

—¡Sólo quiere una disculpa, bendita comadreja! —Le amenazó de vuelta, omitiendo el insulto por la presencia de los menores.

Hermione suspiró, susurrándole algo al oído a su pequeña hija, que hijo un puchero orgullosa y se negaba.

—Por favor, Rosie... por mamá —pidió.

—Yo...yo... lo sien... —Su disculpa se vio interrumpida cuando el pequeño James tenía en sus manos una manguera y estaba empapando por completo al pequeño rubio y pro ende también a su prima.

—¡James! —Le reprendió pálido Harry, pero no pudo evitar reírse.

La tez pálida de Draco Malfoy enrojeció ligeramente, tomando a su hijo en brazos que temblaba llorando en silencio, mezclando las gruesas lágrimas con el agua que escurría de su cabello.

—Al final, basura es basura —resopló con desprecio—, supongo que se trasmite en los genes. Esto no se va a quedar así, ésta humillación la van a pagar de una forma u otra.

Pasó por su lado chocando el hombro del pelirrojo que no dejaba de reír con descortesía.