Por el amor, cualquier cosa. [InuxKag]

Hola a todaaas! Gracias a todas por sus comentarios como siempre. Sin ustedes no podría tener la motivación para seguir con mi historia. :)

rin chan: con "se cuidaron" me refiero a que se trataron con cuidado, no creo que Kagome vaya tan preparada jajaja

Bueno aqui les dejo conti...

Capitulo 10: Todos juntos.


Los árboles la rodeaban, siendo testigos de su lento andar. Su mirada vacía y calculadora la hacía destacar, la hacía distinta. Sin embargo, a pesar de que su cuerpo estuviese hecho de barro y huesos, albergaba sentimientos. Furia, rencor hacia ese ser que planeó su dolorosa muerte, pero también amor y esperanza. Amor hacia aquel hanyou que le robó el corazón en sus tiempos de vida, y esperanza de poder acabar con su enemigo y poder conseguir el descanso eterno. Para ello debía jugar las cartas adecuadas en el momento adecuado.

Era consciente de lo que sucedía siempre con su amado hanyou. Sabía que él se había decidido por su reencarnación. Sabía que aquello era lo correcto.

Sus almas habían reencarnado en el cuerpo de Kagome con el destino de volver al lado del ser amado, Inuyasha. Es por eso que ellas eran muy distintas y a la vez una sola. Compartían más que apariencia. Compartían aquel sentimiento que albergan las almas que tenían en común, ese amor que atravesaba cualquier barrera, y era ella la que debía encargarse de que aquel amor pudiese dar frutos sin peligro mientras siguiera con vida.

Por esta razón, había estado todo este tiempo en la busca de un espejo. Sonará simple, pero aquel espejo era capaz de mostrarle lo que ella quisiera donde sea que esté. Le sería muy útil poder vigilar los pasos de Kagome y los de Naraku, así sabría cuando actuar. Partió después de tener una visión, en la que Inuyasha y Kagome se confesaban su amor. Supo que después de eso no tendría mucho tiempo. Ahora, después de un mes de búsqueda, lo había encontrado en las ruinas del Monte de las Ánimas. Teniendo este objeto en sus manos, podría ver el momento en que Kagome descubriera el significado del mensaje que ella le había enviado a través de sus sueños. Sólo entonces podría actuar, por lo que por el momento sólo debía esperar.

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—Cuidado, ya no eres una sola.

Se levantó agitada, bañada en sudor. Miró a ambos lados, pero sólo encontró la negrura de la noche. Otra vez aquel sueño. Aún no tenía ni idea de lo que podría ser, y aquello comenzaba a desesperarla, ya que cada noche tenía el mismo sueño y cada noche despertaba sin tener aún idea de a qué se refería Kikyo. Ya hasta comenzaba a pensar que aquello no era ningún mensaje en específico y que simplemente se estaba obsesionando con un sueño que podría haber tenido por casualidad.

Su vista comenzó a adaptarse mejor a la oscuridad. Ya estaba acostumbrándose a dormir poco, ya que el sueño siempre la despertaba de madrugada y no podía volver a conciliar el sueño. No veía perfectamente, pero lograba distinguir más o menos con claridad el lugar donde acampaban. Se habían ido hace tres días de la aldea, cuando llegaron Miroku y Sango con el maestro Mushin, Hachi y Kohaku. Al saber que debían partir y que debían aplazar todo, enviaron al maestro Mushin y a Hachi de vuelta para no arriesgarlos, mientras que Kohaku había insistido en acompañarlos. Ahora se encontraban a varios kilómetros de la aldea, en el bosque, junto a una cascada de desembocaba en un riachuelo que les proveía toda el agua que necesitaban. Sesshomaru dormía del otro lado del pequeño riachuelo, ya que quería mantener todas las distancias posibles. El monje Miroku y Sango dormían profundamente y abrazados, apoyados junto con Kohaku en el lomo de Kirara, que se encontraba trasformada para brindarles comodidad. Miró a su lado en el saco de dormir… Extrañaba a Shippo. Lo habían dejado junto con Rin y Jaken en la aldea con la anciana Kaede a pesar de el llanto del niño, que pedía desesperadamente que lo llevaran con ellos, pero sabían que lo que se les venía encima era algo mucho más fuerte que todo lo que pudiesen haber enfrentado en el pasado, y Shippo era tan solo un niño con toda una vida por delante. Ninguno de ellos se lo perdonaría si le pasaba algo.

Miró el cielo y se asombró al ver que no había luna. "¡Kami, hoy hay luna nueva!", pensó. Lo había olvidado. Este pensamiento la llevó automáticamente a ver el lugar en que su hermoso Inuyasha dormía. Naturalmente, no se encontraba en la rama de un árbol ya que como humano caería, estaba recostado contra la base de un árbol, durmiendo como pocas veces. Sus cabellos, al ser ahora negros, se confundían con la oscuridad del bosque, pero seguía siendo tan guapo como siempre.

Decidió que, ya que no se podría volver a dormir, se mojaría un poco la cara para estar alerta a cualquier cosa. Se levantó y se agachó a la orilla del riachuelo, podía ver levemente su reflejo sobre el agua. Tomó un poco de agua con sus manos para mojarse la cara y de paso beber un poco. Al levantar la vista un poco, vio que también había otro reflejo en la otra orilla del río. Al levantar por completo la cabeza, pudo ver a Sesshomaru de pie del otro lado, mirándola fijamente. Se sobresaltó un poco, ya que esperaba que todos estuviesen durmiendo, pero claro, era imposible engañar a los agudos sentidos de un demonio.

—Se-sshomaru… ¿no duermes? —preguntó Kagome, pasado el susto, pero lo que en realidad quería era distraerlo un poco para que dejara de mirarla tan fijamente.

—Yo no soy débil como ustedes, los humanos. No necesito dormir mucho —respondió con sequedad— Pero tú no estás bien.

Ahora que lo mencionaba, tenía razón. Se sentía un poco enferma desde hace unos días. Supuso que era algo que había comido y que le había caído mal, pero ese malestar de estaba prolongando demasiado como para ser eso. Lo más probable es que hubiese pescado alguna gripe o algo.

—Debe ser algo sin importancia —dijo la miko, quitándole importancia al asunto—Se me pasará en unos días.

—Como digas —respondió simplemente, volviendo hacia el lugar donde se encontraba reposando hace unos minutos, dando por terminada la pequeña conversación.

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A la mañana siguiente se habían levantado y habían salido de inmediato. Debía ser alrededor de mediodía ya. Inuyasha ya había recuperado su apariencia de hanyou y ya debían llevar un par de horas caminando. Se dirigían hacia la tribu de los hombres lobo, para pedir la ayuda de Kouga, ya que él también sería un buen aliado. Estaban bastante cerca, ya estaban bordeando el camino de la montaña donde antes vivían las Aves de Paraíso, por lo que la guarida de los hombres lobo estaba a mas o menos una hora de donde estaban.

Sesshomaru siempre se mantenían en un aparte para no involucrarse en las conversaciones o peleas de el grupo, yendo al final. Sango y Miroku iban al frente tomados de la mano. Entre ellos iban Inuyasha y Kagome, quienes iban tomados del brazo. Conversaban alegremente sobre cualquier cosa o simplemente guardaban silencio.

De pronto, Kagome se paró en seco. Haciendo que Inuyasha y Sesshomaru se detuvieran, ya que Sango y Miroku no se dieron cuenta. La chica estaba viendo un poco borroso y se había mareado, por lo que decidió dejar de caminar por un momento para recuperarse, afirmándose al brazo de su hanyou.

"Parece que las pocas horas de sueño me están pasando factura", pensó.

—¿Te encuentras bien, Kagome? —le preguntó Inuyasha preocupado por la inesperada acción de su mujer. Hacía unos días que la veía un poco más pálida, pero ella no había dado muestras de sentirse mal hasta el momento. En cuanto habló, Sango y Miroku se dieron cuenta de lo que pasaba y regresaron rápidamente a ver lo que pasaba.

—S-si —respondió, aunque era obvio que no. Aún no dejaba de ver borroso y se debilitaba más. Cayó de rodillas, sentía que el mundo le daba vueltas y entonces, se desmayó.

—¡Kagome! —gritaron Inuyasha y Sango a la vez, al ver que por poco la chica se desmorona contra el piso, y lo hubiese hecho de no haber sido por que Inuyasha la tenía sujeta

—¡Kagome, reacciona! —gritaba Inuyasha desesperado. Estaba asustado por lo inesperado del desmayo… ¿qué podría haberle pasado?

Sango se arrodilló junto a Kagome, pensando en algo que hacer. Inuyasha miraba desesperado a su mujer, sin saber qué hacer.

—¡Ya se! —exclamó Sango en el momento en que buscaba en la mochila de Kagome, donde encontró aquel pequeño contenedor de poseía aquel líquido que Kagome llamaba "perfume"— El olor de esto debería hacerla reaccionar —explicó. Le sacó la tapa al frasco y lo puso bajo la nariz de la joven.

Acto seguido, la nariz de Kagome se arrugó levemente, antes de emitir un leve gemido. Frunció un poco el ceño, y entonces, tras pestañear un par de veces, volvió a la consciencia. Lo primero que enfocó fueron un par de ojos dorados, pero no eran los de su amado hanyou, sino los de Sesshomaru, que la miraban como si ocultara un secreto, algo que él sabía y ella no. Quizás era su imaginación, después de todo ¿cuándo han reflejado algo que no sea frialdad los ojos de Sesshomaru? Pero estaba casi segura… de que no era del todo su imaginación.

—Kagome… —susurró Inuyasha aliviado, atrayendo la atención de la chica— ¿estás bien?

Ella lo miró, aún confundida por su repentino desmayo, y le sonrió un poco.

—Creo que sí, no se que fue lo que me pasó —susurró, tratando de apoyarse en el hanyou para poder pararse, pero él la detuvo.

—Nada de eso —dijo mirándola severo— Te llevaré en mi espalda.

Ella sólo asintió. Ya sabía cómo acababan estos casos: ella se negaba, pero él usaba su fuerza para llevarla de todos modos. Sería mejor ser buena para evitar una pelea que ya estaba perdida antes de comenzarla.

Después de aquel susto, siguieron con su camino. Kagome no tardó en quedarse dormida en la espalda de Inuyasha, vencida por los esfuerzos que estaba haciendo. Inuyasha sólo miraba al frente, deleitándose de vez en cuando con los pequeños suspiros de su amada en su cuello. Después del episodio, el ambiente entre ellos había cambiado. Todos pensaban cosas distintas, por lo que reinaba el silencio. Después de un buen rato, lograron divisar la cueva junto a la cascada donde vivían los hombres lobo.

Inuyasha removió un poco a Kagome para despertarla, ya que en unos minutos ya estarían allá y la necesitarían bien despierta, ya que era la única que podría convencer a Kouga de hacer algo.

—Kagome, amor, ya casi llegamos —le avisó con dulzura, en un tono de voz tan bajo que nadie (o quizás Sesshomaru) podría oír. La chica inmediatamente se despabiló, dándole un beso en el cuello a Inuyasha en respuesta de que ya estaba despierta.

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—Les traje esto —dijo autoritariamente el joven jefe de los hombres lobo mientras depositaba un enorme jabalí en el suelo de la cueva. Casi que podía alimentar a un país pequeño con aquel cerdo superdotado.

En ese momento Ginta y Hakkaku, sus siempre fieles compañeros, entraron corriendo a la cueva.

—¡Jefe Kouga! —gritó Ginta, el que llevaba el pelo más largo y de un color grisáceo.

—¡Lo busca la señora Kagome! —avisó Hakkaku, el que llevaba un gran mechón de pelo blanco parado.

Al escuchar estas palabras, el joven lobo salió corriendo en busca de su amada. Quizás ya no soportaba a aquella bestia y venía a quedarse con él… La sola idea lo esperanzaba. Salió de la cueva, esperando ver a su linda Kagome con los brazos abiertos, preparados para recibirlo, pero lo que se encontró no tenía nada que ver con aquello.

Ahí, afuera de la cueva, se encontraba todo el grupo de Inuyasha. El monje y la exterminadora estaban tomados de la mano, también pudo reconocer al medio-hermano demonio de la bestia y al de la exterminadora, y después lo que más le chocó: Inuyasha y Kagome tomados de la mano. Estaba que hervía de furia, pero algo en ese momento lo descolocó completamente. Una pequeña brisa sopló en su dirección y lo que olió lo dejó completamente estupefacto: la esencia de esa maldita bestia estaba mezclada en el aroma de su amada Kagome… lo que significaba… que… Inuyasha la había marcado.

Apretó el puño con fuerza para controlarse, después de todo, por algo venían hasta aquí, pero quería matar a esa maldita bestia con sus propias manos. Entonces, la gota que colmó el vaso… Una pequeña sonrisa de suficiencia en la cara del hanyou. Estaba a punto de arremeter, lo iba a hacer, después de todo, hasta Inuyasha lo estaba provocando con la mirada, pero algo lo distrajo.

—Joven Kouga —susurró Kagome, al ver que este al parecer se había dado cuenta de todo. No quería que hubiese una pelea.

El escuchar la voz de Kagome fue como una anestesia a toda su furia. La rabia se desvaneció por completo, dando paso simplemente a la rendición. La bestia ganó. Era su momento de tirar la toalla, porque ya no había remedio.

—Hablemos adentro —dijo, aparentando normalidad. Pero, a pesar de sentirse muy mal en ese momento, sabía que se repondría, siempre lo hacía.

Entraron todos a la cueva, repentinamente aliviados por la pacífica reacción del joven lobo. Inuyasha por su parte se sentía en parte triunfante y en parte desilusionado. Triunfante porque la cara que puso el lobucho cuando olió el aire no tenía precio, y desilusionado porque esperaba al menos poder divertirse con una pelea… pero para su mala suerte, ese sarnoso había elegido justamente ese día para aprender a controlar su carácter.

Dentro de la cueva, varios hombres lobo los miraban curiosos. Kouga los llevó a un mullido "colchón" de paja que había en el fondo de la cueva, donde se sentó, esperando a que los demás hicieran lo mismo.

—Bien, ahora, ¿qué quieren? —espetó, como si estuviera apurado. La verdad quería salir corriendo de allí y matar alguna cosa para desahogarse. Pero no debía darle ese gusto a esa bestia.

—Verá, joven Kouga —inició Kagome— Descubrimos que Naraku se está aliando a demonios muy poderosos, y esto sólo puede significar que está completamente desesperado por tener las armas suficientes para poder vencernos. Por esto, nos hemos unido a Sesshomaru, por que queremos hacer algo que Naraku no esperaría: aliarnos todos juntos… Y queremos que nos ayudes…

El joven lobo meditó estas palabras un minuto… Con que Naraku estaba debilitándose… Definitivamente ansiaba la cabeza de Naraku más que cualquier otra cosa, y sólo no podría. Era un plan bien pensado, ya que tomaría completamente por sorpresa a Naraku.

—Y bien, ¿aceptas? —preguntó Sango, esperando todos la respuesta de el joven lobo.

Él los miró a todos, dejando última a Kagome, la más importante para él. Cuando vio la seguridad en sus ojos, no pudo decir otra cosa mas que:

—Acepto. Los ayudaré...


Continuará...

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Bueeeeeeeeno, ahi puse a nuestro querido Kouga jaja. Espero que les haya gustado :) Saludooos!

 

Holaaaa amigaaaas! Lamento mucho la tardanza, es que he estado muy ocupada con el colegio ultimamente... bueno, gracias por sus comentarios y aquí les dejo un nuevo capitulo...


Capitulo 11: Mi mundo se endereza.


Se sentía extremadamente mal. Desde la noche anterior sentía unas náuseas que a duras penas lograba controlar, acompañadas por un terrible cansancio. ¿Es que nunca podía durar su bienestar? Si no era algún monstruo, ella misma se enfermaba. Trataba de disimular su malestar, caminando atrás del grupo, pero adelante de Sesshomaru. De esta manera estaba completamente fuera del campo de visión de cualquiera de sus amigos. Bueno, los que quedaban, ya que Miroku, Sango y Kohaku acababan de irse hacia la aldea de exterminadores por unos días para pulir y renovar al Hiraikotsu de Sango, además de conseguir venenos y equipos de trabajo nuevos. Inuyasha iba caminando con Shippo al hombro, mientras que Kagome se mantenía unos pasos más atrás, caminando lentamente y con fuertes ganas de vomitar. Sesshomaru solo la observaba, serio, como siempre.

"Humanos…", pensó con indiferencia el demonio, "¿Es que acaso esta mujer quiere terminar mal? Los humanos pretenden ser fuertes… pero son tan débiles".

No aguantó más. Kagome corrió hasta el árbol más cercano y vomitó violentamente. Rápidamente Inuyasha la siguió, parándose detrás de ella, apartándole con cuidado el pelo de la cara. Los demás miraban confundidos la escena. ¿Acaso Kagome estaba enferma?

—¡Kagome! ¿Estás bien? —preguntó Inuyasha preocupado, sin saber qué hacer para ayudar.

—Estoy bien —respondió Kagome limpiándose los labios con el dorso de la mano— Pero creo que debería ir a descansar unos días a mi época, ¿puedo, Inuyasha? —preguntó débilmente, volteándose levemente a verlo.

—Creo que eso es lo mejor —respondió, pasándole un brazo por la cintura para servirle de apoyo— Te llevaré hasta el pozo —entonces miró a Kouga— ¡Sarnoso! Te encargo proteger a todos, acampen por aquí, estaré de vuelta para el atardecer.

—De acuerdo, Inuyasha —contestó Kouga serio.

Y así, Kagome subió a la espalda del hanyou y se fueron prácticamente volando hacia el pozo. Al llegar, Inuyasha deposita a Kagome en el suelo.

—¿Puedes llegar sola? —le preguntó, preocupado por su mujer. Si fuera por él la acompañaría, pero tenía que volver con los demás para no quedarse en un lugar fijo y que los encontraran.

—Sí, no te preocupes —respondió ella son una de esas sonrisas que Inuyasha amaba y le dio un beso rápido en los labios— Ven por mí mañana ¡Adiós!

Y saltó por el pozo.

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Kikyo se encontraba exactamente en el mismo lugar de antes, sentada recostada contra un árbol, viendo a través de el espejo que había conseguido a Kagome saltar por el pozo. El espejo era un artefacto legendario llamado "Espejo Yurai". No era originario de Japón, de hecho, su origen era desconocido y sólo las personas con poderes sobrenaturales muy fuertes, como Kikyo, podían sostenerlo. Gracias a este conseguía ver a quien quisiera cuando quisiera.

Esperaba a que Kagome descubriera el significado del mensaje que ella le envió a través de un sueño, para entonces, ella debería ir a hacerle una pequeña visita y advertirle unas cosas.

—Bien. Estoy segura de que Kagome ha vuelto porque tiene sus sospechas… Bueno, creo que es hora de partir —masculló parándose, guardando el espejo dentro de su kosode de sacerdotisa y comenzó su lento andar hacia la aldea.

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Kagome subió las escaleras del pozo sigilosamente. Abrió con cuidado un refilón de una de las puertas corredizas del templo.

"No hay moros en la costa", pensó, al ver que no había nadie, por lo que se decidió a salir.

No quería que su familia la viera así de enferma, ya que sino la harían quedar más tiempo y debía volver lo antes posible al Sengoku. Decidió que lo mejor sería pasar a la farmacia, tomarse algún analgésico o lo que necesitara, y en cuanto le surtiera efecto, volvería a su casa para pasar la noche.

Se escabulló del templo y bajó las largas escaleras de la entrada. Había una farmacia a unas cuadras de allí, por lo que no tendría que caminar tanto. A pesar de tener tiempo de sobra, se sentía apurada… Quería volver con Inuyasha lo antes posible, ya que por alguna razón ahora sin él se sentía más desprotegida que nunca.

A las tres cuadras encontró la farmacia que andaba buscando. Las puertas de vidrio de abrieron automáticamente cuando se acercó, abriéndole paso. El alma de le cayó a los pies en cuanto vio la fila que había para el mostrador. Al menos debían ser una veinte personas, ya que sólo había una caja funcionando… ¡Kami, no terminaría nunca! Decidió ponerse a ver los productos de venta libre mientras se vaciaba la fila… Comenzó por el pasillo de perfumes y cremas, oliendo cada uno, degustando los ricos aromas. Siguió avanzando por los pasillos hasta que encontró algo que le heló la sangre. De pronto, todo lo que había estado sucediéndole cobró sentido, ¿podría ser que…? No dudó ni un segundo. Tomó la alargada cajita y se puso en la fila. Los nervios la mataban, necesitaba saber si sus suposiciones eran ciertas. Para su suerte, otra empleada llegó y abrió una segunda caja en el mostrador. Corrió para ser atendida enseguida "¡Gracias, Kami!", pensó en el momento en que era atendida.

—¿En qué puedo ayudarla, jovencita? —le preguntó la farmacéutica, una mujer de mediana edad, con el pelo ligeramente canoso, con unos lentes de lectura bastante anticuados y sus labios pintados de un fuerte color rojo.

—Llevaré esto —contestó Kagome nerviosa, poniendo la cajita en el mostrador para que la mujer le cobrara. Al ver lo que era el producto, la mujer miró a Kagome con una cara extraña, escudriñándola de arriba a abajo con los ojos. También notó cómo la mujer que se encontraba pagando en la caja continua la miraba con suspicacia.

"Gente chismosa…", pensó, pero no les dio importancia, tenía asuntos más importantes.

Pagó en la caja y se fue casi volando.

"Un baño… Un baño…", pensaba mirando hacia ambos lados de la calle, pensando a donde podría ir. A su casa lógicamente no, ¿a dónde, entonces? Su cara se iluminó cuando recordó que a una cuadra de allí había un centro comercial nuevo, que habían inaugurado hace poco. Allí encontraría más de un baño.

Se encaminó hacia ese lugar, con la duda más grande que una mujer puede tener picándole el cerebro. Entró rápidamente al centro comercial, sin siquiera echar un vistazo a las tiendas. Por el pasillo vio un letrero que señalaba que allí, por una pasillo a la izquierda, habían baños. Dobló en esa esquina como un bólido, con varias personas que la miraban con extrañeza. No le importaba, su corazón latía fuertemente con la esperanza de que lo que sospechaba fuera cierto, ¡quería que fuera cierto!

Entró a uno de los baños, abriendo la cajita con torpeza, casi hasta se le cae por el inodoro, pero logró tranquilizarse. Leyó las instrucciones…

"Bien, dos rayitas: positivo, una rayita: negativo… Vamos, Kagome, no seas cobarde", pensaba. Hizo todo lo que decía en las instrucciones y se puso a esperar los minutos que decía la caja para que se viera el resultado.

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Inuyasha estaba a punto de llegar a donde le dijo a los demás que lo esperaran. Corría a toda velocidad, apresurándose. A su parecer, mientras antes llegara, antes se iría a buscar a Kagome. Justo antes de llegar, notó una silueta unos metros más adelante, que se alzaba soberbia ante él: Sesshomaru. Antes de reconocerlo con la vista, notó su olor. Avanzó hasta él, se notaba que lo estaba esperando. Quedaron uno en frente del otro, Sesshomaru miraba a Inuyasha fijamente, hasta que dijo:

—Dejaste a la humana sola —no era una pregunta, obviamente era una afirmación, pero lo dijo con una connotación extraña en la voz, casi como si lo estuviese reprendiendo.

—Si, su época no es como ésta, allá ella estará segura sin mi —respondió Inuyasha, extrañado por el tema que abordaba su medio-hermano.

Sesshomaru emitió una leve y corta risa de suficiencia dándose media vuelta, cosa por la que Inuyasha lo miró enojado.

—¡¿Qué demonios te pasa, Sesshomaru?! —inquirió Inuyasha, con su carácter explosivo como siempre- ¡¿Por qué preguntas todo eso?!

El demonio no le respondió, simplemente permaneció parado dándole la espalda, permaneciendo siempre sereno. Esto terminó de sacar de sus casillas a cierto atolondrado hanyou, que lo primero que hizo fue arremeter con sus garras contra el gran demonio.

—¡Contestame, maldita sea! —gritó mientras corría hacia él.

Sesshomaru en un rápido movimiento, volteó y frenó con facilidad el brazo de Inuyasha, agarrándolo con fuerza por la muñeca.

—Eres un idiota —murmuró el daiyoukai, con indiferencia, como si le estuviera diciendo de qué color es el cielo.

—¡¿Qué dices?! —masculló Inuyasha haciendo fuerza contra su agarre.

—No sirves para nada —le espetó soltándolo— Ni siquiera fuiste capaz de notar el estado de tu mujer y, además, la dejas sola… Deberías ser más cuidadoso con la mujer que lleva el fruto de tus entrañas —en esa última parte, Sesshomaru dejó denotar levemente su enojo, le enojaba esa situación, ya que no podía aceptar que el nieto de su padre fuese tratado con tal descuido.

Inuyasha se quedó de piedra… ¿acaso Sesshomaru estaba diciendo que…?

—Se-sesshomaru… estás diciendo que Kagome…—no pudo terminar, estaba muy sorprendido.

—Si, ella esta…

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—¡Positivo! —susurró Kagome con asombro, sorpresa, miedo pero más que nada… inmensa felicidad.

¡Estaba embarazada! ¡Embarazada de un bello hijo de su Inuyasha! Ahora lo comprendía todo… el sueño, los mareos, su gran apetito… ¡todo tenía sentido! Kikyo tenía tanta razón… ¿cómo no lo vio antes…? ¡Ahora le parecía tan obvio lo que "ya no eres una sola" significaba! Le aliviaba tanto saberlo, pero su alivio no se comparaba con su alegría. No lo podía creer… ella, embarazada… ¿cómo fue que pasó? Bueno, sabía exactamente cómo pasó, pero… ¿en qué momento se convirtió en una mujer? No podía creer que fuese a tener un hijo, ¡el fruto de su amor con Inuyasha! Pero… e Inuyasha… ¿cómo lo tomaría? ¡Debía decirle! ¡No podía esperar! Pero debía esperar hasta mañana… Ya no se sentía enferma, al contrario, se sentía más sana y con fuerza que nunca, sentía cómo rápidamente el amor y fuerza de madre recorría sus venas y ya quería poder compartirlo con Inuyasha.

Pero, por el momento, debía esperar a mañana. Entonces, cuando Inuyasha lo supiera, y si lo aceptara… Su mundo se habría enderezado completamente.


Continuará...

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Bueno amigas, el secreto al fin se ha rebelado... aunque bueno, supongo que ya muchas lo suponían y no era tan secreto jaja Bueno, espero que les haya gustado!
Saludoooooos!