Por el amor, cualquier cosa. [InuxKag]

Hola amigaaaaas! Denuevo yo por aquí dejandoles conti :) Gracias por sus comentarios de siempre, de verdad, me dan gran apoyo.

Capítulo 8: ¿Sueños mensajeros?

Kagome se encontraba en un lugar oscuro. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado hasta allí, solo sabía que debía salir de ahí cuanto antes. Buscaba desesperada una vía de escape, pero sólo encontraba más oscuridad. No era capaz ni de verse las palmas de las manos. Se sentía ciega, perdida y sola… Sola… ¿Dónde estaba Inuyasha? ¿Porqué no podía recordar la última vez que lo vio? Era como si el tiempo en aquel lugar se hubiese detenido completamente. De pronto, una luz alumbró algo enfrente de ella como un reflector: era un espejo. Un espejo largo, parecía bastante antiguo con su marco de madera poco cuidado, astillado y con grietas en algunos lugares, pero lo más sorprendente era que, a pesar de estar ubicado justo enfrente de ella, este no reflejaba nada. ¿Qué estaba sucediendo? Se acercó al haz de luz que alumbraba el espejo, logrando al fin poder verse las manos, aunque su espalda aún quedaba sumida en las sombras. Pero, a pesar de esto, el espejo seguía sin reflejar nada… nada más que la oscuridad. "Quizás esté averiado", pensó la azabache, tocando el reflectante cristal del bello y maltratado espejo. En el momento en que sus dedos rozaron el fino cristal, comenzó a divisar una difusa silueta. "¡Esa debo ser yo!", pensó, "Quizás sólo estaba en un mal ángulo". Pero a medida que la silueta se veía más nítida, demostraba más que no era ella la que mostraba el espejo. La bella silueta era muy similar a ella, tanto que cualquiera podría confundirse, pero ella sabía muy bien que esa mujer de ropajes de otra época, vestida de sacerdotisa no era ella. Kikyo.

—Cuidado, ya no eres una sola —susurró fríamente aquella mujer, ni una palabra más, ni una palabra menos, antes de que el espejo se rompiera. Los pedazos de cristal caían al vacío, como si no hubiese un suelo que los sujetara. Kagome trató de gritar, pero la voz no le salía, al ver que ella también comenzaba a dejar de sentir el apoyo bajo sus pies, y comenzaba a caer… Sólo escuchaba su nombre una y otra vez… "Kagome… Kagome… Kagome…"

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—¡Kagome, despierta! —la llamaba desesperado Inuyasha tomándola por los hombros, mientras su mujer se removía en la cama, sudando y completamente intranquila. La chica lograba escucharlo poco a poco… estaba volviendo a la consciencia— ¡Kagome, amor!

¡Era la voz de su querido Inuyasha! Luchó contra aquella nebulosa de su inconsciencia que le impedía abrir los ojos en aquel mismo instante. Al final, ganó, abriendo sus hermosos ojos chocolate de sopetón, logrando divisar sólo la oscuridad de la habitación, mientras que la vista se le iba adaptando a este poco nivel de luminosidad. El hanyou suspiró con evidente alivio al ver que ella ya estaba consciente, llevaba unos diez minutos llamándola y ella no daba señales de ir a despertarse. Los ojos de la chica rápidamente enfocaron el angustiado rostro varonil que se encontraba junto a ella en la cama, con su fornido pecho al desnudo y únicamente vistiendo su hakama.

Al ver que se encontraba a salvo en su habitación, suspiró. "Sólo fue un mal y muy, muy extraño sueño", pensó, tratando de convencerse a sí misma de esto, pero sentía que no había sido sólo eso… Había algo detrás del mensaje de Kikyo, lo presentía. Eso le preocupaba… pensaba en lo que Kikyo le dijo, tratando de darle alguna interpretación a sus palabras, pero podían haber tantas…

—¿Kagome, te encuentras bien? —le preguntó el hanyou al ver que la chica no decía absolutamente nada— ¿Tuviste un mal sueño?

Ella parpadeó un par de veces, aún adormilada, para ver a los ojos a su amado. No sabía porqué, pero presentía que por el momento era mejor guardar en secreto su sueño.

—Eh, no, no… lo recuerdo —mintió, con la esperanza de que el hanyou no estuviese hoy en uno de sus días suspicaces o que al menos estuviese lo suficientemente dormido como para darse cuenta del sonrojo que se apoderó de sus mejillas, tal como siempre que mentía.

"¿Acaso cree que soy tonto?", pensó Inuyasha, sin creerle ni una palabra.

—¿Segura? —le preguntó, quizás si ella no le contaba era por algo, pero se moría de curiosidad.

Ella no se atrevió a afirmarlo con palabras. Simplemente asintió, esperando dar así por terminada la conversación. Por suerte, así fue.

Kagome vio la hora. Eran las dos de la mañana. Refunfuñó en su mente… lo más probable era que ahora no pudiese dormir denuevo y aún le quedaba mucho para el amanecer. Quiso matar a Kikyo en ese momento por tener que aparecer en sus sueños a tales horas. Se quedaron unos minutos en silencio, abrazados.

"Esto es una tontería", pensó Inuyasha, "No he estado con Kagome desde hace mucho, y ahora estamos en una cama, solos y sin hacer nada". De pronto de sonrojó, "¿Yo pensé eso? Aish, estoy pasando demasiado tiempo con Miroku… Pero eso no quiere decir que no sea verdad". Se acurrucó más hacia ella, rodeándola con sus fuertes brazos.

—¿Sabes, Kagome? Se me ocurren unas cuantas cosas que podríamos hacer para pasar el rato… ¿a ti no? —susurró con voz ronca en el oído de la miko, causándole un escalofrío a lo largo del cuerpo a la chica.

Ella sonrió pícaramente. Sabía perfectamente a lo que se refería su amado hanyou, a quien le era imposible ocultar el deseo en su voz. Pero a Kagome se le ocurrió un pequeño juego… Algo así como una provocación.

—Mmmm, no, creo que no —le contestó la azabache con fingida indiferencia, dándose vuelta, dándole la espalda a un desconcertado Inuyasha, que sentía que sus planes fracasaban.

—Pe-pero Ka-gome… —susurró desconcertado por el desinterés de la chica… hasta que la escuchó soltar una risilla. No pudo evitarlo, el desconcierto en la voz del hanyou había logrado desaparecer su máscara de desinterés— ¡Eso no te lo perdonaré! ¡Tendrás que pagar muy caro, jovencita! —afirmó con fingida severidad.

—Oh, creo que tengo muchas formas de pagarle, señor —le siguió Kagome el juego, imitando su tono, pero no sin dejar entrever una que otra risa por su parte.

—Y yo ansío conocerlas… —susurró el hanyou, ocupando los labios de la miko para luego dejarse llevar…

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Su fría mirada dorada sólo miraba al frente, con su largo cabello plateado ondeando ligeramente tras él. Caminaba en busca del estúpido ser que se atrevió a desafiarlo: Naraku. Nadie, absolutamente nadie, lograba vivir después de tal osadía y menos metiéndose con cosas de su interés. El amanecer se veía en el horizonte, dándole una tonalidad amarillenta al cielo. Los fríos bosques que lo rodeaban estaban completamente vacíos, sin ningún ser viviente que osara interponerse en su camino. Aunque, bueno, el silencio no era una de las características de aquella mañana.

—¡Ya basta, Rin! —exclamó Jaken, el pequeño demonio verde que había acompañado al gran daiyoukai desde hacía mucho tiempo. Trataba se sacarse a la adolescente de encima, que intentaba quitarle su báculo de dos cabezas.

—¡Por favor, señor Jaken! ¡Nunca me ha dejado verlo! —le suplicaba la bella y buena joven. A diferencia de su compañía, ella era humana, y sí había crecido bastante desde que la encontraron hace tres años, cuando tan sólo tenía diez años. Aún no era ni de lejos una mujer, pero su cuerpo delgado ya comenzaba a tomar leves curvas y a desarrollarse. Aún así, su mentalidad era casi la misma, es cierto que había madurado un poco, pero seguía teniendo esa ingenuidad que la caracterizaba.

—¡Aléjate, niña! —gritaba el pobre demonio verde al tiempo en que casi se le era arrebatada su arma— ¡Amito Sesshomaru, ayúdeme porfavor! —suplicó al gran demonio.

Sesshomaru paró su elegante andar, y, sin mirarlos, simplemente les dijo:

—Jaken, Rin, basta —lo dijo sin expresión, así de simple, seco y frío. Para los que conocen ese dicho que dice "No se debe juzgar a un libro por su portada", bueno, eso no se aplicaba al caso de Sesshomaru, él era exactamente por dentro lo mismo que por fuera.

Todos caminaban rumbo a la aldea de la anciana Kaede. Sesshomaru necesitaba hablar unas cosas con su medio-hermano. Al parecer aquel demonio ya se había olvidado de aquella obsesión por obtener a Tessaiga, la espada de Inuyasha, claro que esto no significaba que lo soportara, ya que se odiaban a muerte. Pero en esta ocasión… debían unir fuerzas.

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Llegaron al Sengoku tranquilos, como si todos los peligros de hubiesen desvanecido. Pero Kagome estaba preocupada. Cuando salieron de su casa, descubrieron que su madre había dormido en el mismo sofá donde se encontraba anoche, con la misma ropa. No era normal que su madre se quedara dormida porque sí, ni tampoco que estuviese despierta hasta tarde. Además, con la cara que tenía la noche anterior, no podía ser que todo estuviera bien, como le dijo el abuelo.

Una vez en la aldea, se sorprendieron al ver algo que no esperaban: Miroku y Sango se encontraban sentados junto al río que está al lado de la aldea, besándose. Inuyasha y Kagome se miraron con los ojos como platos… ¡cómo era que esto había pasado en tan sólo un día que se ausentaron! No fue hasta que escucharon a Shippo correr a saludar a Kagome, que el monje y la exterminadora se separaron, sobresaltados al saber que habían sido descubiertos.

Miraron a Inuyasha y Kagome un poco avergonzados, pero no les molestaba que lo supieran. Ellos no eran tan recatados como el hanyou y la miko. Kagome, después de abrazar a Shippo, soltó la mano, que hasta el momento mantenía sostenida, de Inuyasha, para correr, agarrando a Sango de un brazo y llevándosela a la cabaña de la anciana Kaede, mientras que Inuyasha miraba malévolamente a Miroku… Lo que se les venía encima…

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La cabaña estaba vacía cuando entraron. Sango le explicó que la anciana Kaede, a pesar de que aún no se recuperaba por completo de su herida en la batalla, había ido a una aldea cercana para realizar unas curaciones a una niña enferma. Sin embargo, esas fueron las únicas palabras que dijo. Kagome esperaba a que Sango hablara, pero esta estaba roja como un tomate y miraba el piso. Al final, al ver que no hablaría, fue Kagome la que comenzó…

—¡¿Cómo pasó esto?! —le preguntó directamente, sin rodeos. Sango era su mejor amiga, ella sabía lo impaciente que era la azabache respecto a estas cosas.

Sango se sonrojó más aún. Abría la boca una y otra vez para hablar, pero no salía ni una palabra de sus labios.

—Me pidió matrimonio —susurró al final, avergonzada, pero dejando denotar toda la felicidad que sentía en su voz.

Kagome comenzó a saltar como una niña pequeña, dando gritos de júbilo.

—¡Eso es fantástico, Sango! ¡Dios, qué buena noticia! —la azabache estaba casi tan feliz como la exterminadora, como si de ella fuera la boda.

De pronto a Sango se le ocurrió algo… Miró a Kagome con mirada malévola, como un mafioso apunto de extorsionar a su víctima, acercándose unos pasos más a la miko.

—Bueno, Kagome, si quieres saber los detalles… ¡debes contarme cómo se te declaró Inuyasha! —le soltó, haciendo un pequeño puchero— No me has querido decir en este tiempo, y la verdad es que me muero de curiosidad…

Kagome cayó de espaldas al escuchar el pedido de su amiga. Claro que se lo contaría, a Sango podía contarle cualquier cosa. Enseguida comenzaron a intercambiar sus historias, riendo y enterneciéndose juntas. Mientras, al lado del río, en el lugar donde Inuyasha y Kagome habían descubierto a Miroku y a Sango, dos hombres hablaban casi de lo mismo que sus mujeres…

—Miroku, hasta que al fin te decidiste, mujeriego, ya era hora de que sentaras cabeza —le comentó Inuyasha, un tanto burlón como siempre.

—Bueno, ya sabes, amigo, cuando encuentras a la indicada… —le dijo, feliz como siempre, ese monje siempre estaba de buen humor…— Aún así, no me puedes decir nada. Tú necesitaste tres años para decidirte entre la señorita Kagome y Kikyo, si no mal recuerdo.

El hanyou refunfuñó, decidiendo no responder a ese punto. Sabía que eso lo pondría entre la espada y la pared. Miroku rió en respuesta, sabiendo lo que ese sonido por parte de su amigo significaba, era un "ya lo sé", pero le daba vergüenza admitirlo con palabras.

—Bueno, querido Inuyasha, ya que por fin puedo hablar sólo contigo de hombre a hombre… —hizo una pausa— ¿cómo lograste que la señorita Kagome fuera al fin tu mujer?

El hanyou volvió a refunfuñar. Sabía que ese momento en que le preguntaría llegaría. Le contó en general lo que pasó, sin dar muchos detalles, ya que podía imaginarse la cara pervertida del monje ante los detalles, y nadie podría detenerlo para golpearlo.

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Aquella noche, todos se fueron a dormir felices. Durmieron en la cabaña de la anciana Kaede, ya que esta se encontraba ausente. Sólo hubo una persona que no durmió bien: Kagome. Tenía de nuevo aquel sueño o quizás pesadilla… no podía saberlo, aunque no miraba todo aquello como algo malo. Es más, le parecía que aquel mensaje era algo cálido y bueno, a pesar de no saber qué era. Sólo sabía que aquel sueño tenía un significado y tenía que averiguar qué era… para ello, debía hablar con la persona que se aparecía en su ensoñasión: Kikyo.


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Bueeeeeeeeeno, ahi les dejo un pie para lo que sigue... llevo unas horas escribiendo este capitulo, asi que espero les haya gustado! saludooos!

 

Hola amigaaaas! Estoy completamente agradecida por sus comentarios :) En este capi les voy a resolver algunas dudas e incógnitas. No es un capítulo tan largo, pero tampoco corto. Espero que les guste :)...


Capitulo 9: Nuevos aliados.


¿Cómo encontraría a la sacerdotisa muerta? Hacía mucho tiempo que no daban con ella y, sabiendo las actitudes que esta adoptaba, era posible que estuviera oculta en cualquier aldea. Había pasado una semana en que la chica seguía preguntándose esto. Kikyo era tan impredecible… Aún Kagome tenía la esperanza de que la sacerdotisa hiciera una de sus típicas apariciones nocturnas para verse con Inuyasha, claro que no por esto último, sino por que de ser así, ella se adelantaría apenas sintiera su presencia para poder hablar con ella sin interrupciones. La chica disfrutaba la compañía de sus amigos y su hanyou, pero desde la visita a sus familiares, no dejaba de estar preocupada. Tenía una extraña necesidad de ir a su casa para verificar que todo estaba bien, pero no quería parecer una tonta yendo innecesariamente, después de todo… quizás todo lo que vio fueron imaginaciones suyas, ¿o no?

Ese día seguían en la aldea, a pesar de los planes que tenían de seguir en búsqueda de los fragmentos lo antes posible, ya que con el tema de que Sango y Miroku se casarían necesitarían un tiempo para organizar todo. Inuyasha ayudaba a Kagome con un balde de agua que habían ido a buscar al río, mientras que Sango y Miroku habían viajado a buscar a Kohaku, el maestro Mushin y a Hachi, que eran sus más cercanos amigos y familiares, para traerlos para la boda.

—¿No crees que han tardado demasiado? —le preguntó Kagome a Inuyasha, cada uno con un balde de agua.

Dejaron los baldes al lado de la entrada de la cabaña de la anciana Kaede. Inuyasha se sacudió el polvo de las manos con rudeza, mientras le decía:

—Apenas partieron ayer, Kagome, debes tranquilizarte.

Era verdad. Aquella semana había estado muy tensa… debía relajarse.

—Supongo que tienes razón —susurró la chica.

En ese momento, sienten una presencia muy conocida para ellos, pero que no creyeron nunca ir a sentir en la aldea. Miraron al cielo, hacia el oeste, confirmando sus sentidos. Sesshomaru venía volando en dirección a la aldea, seguido por Ha-Hun, el ser de dos cabezas, que llevaba a Rin y a Jaken. Enseguida la pareja fue a su encuentro, sentían extrema curiosidad por saber qué era lo que traía a Sesshomaru por estos lados. Inuyasha a la vez estaba tenso, a él tampoco le agradaba su medio-hermano, pero sabía que no intentaría atacarlo. Ya habían superado esa fase.

El gran Lord de las tierras del oeste aterrizó justo en frente de ellos, con su típica cara de frialdad, sin ninguna reacción ante en reencuentro. Su largo cabello plateado ondeaba al viento, sin despeinarse ni un poco, era la viva imagen de la intimidante grandeza.

—¡Sesshomaru! ¿Qué haces aquí? —inquirió el hanyou dudoso, sin saber cómo reaccionar ante esta inesperada visita.

Se veía que al daiyoukai le era molesto tener que hablar directamente con su hermano, pero aún así respondió:

—Tengo que hablar con ustedes. ¿Dónde están el monje y aquella exterminadora? —preguntó sin moverse ni un ápice de su lugar.

—No se encuentran en este momento, han salido de viaje —fue Kagome la que respondió a su pregunta— ¿Qué necesitas hablar con nosotros Sesshomaru?

El gran demonio no la miró directamente, simplemente hizo un gesto con la cabeza, asintiendo.

—Debemos ir a un lugar más privado —anunció, mirando alrededor, ya que algunos aldeanos pasaban y miraban con asombro al demonio, un tanto asustados y a la vez curiosos. Incluso los niños se le quedaban mirando con asombro y admiración algunos, otros con miedo y ganas de llorar y correr con su mamá.

Kagome miró a Inuyasha y dijo:

—Bien, vamos al pozo.

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Las flores adornaban el pasto que rodeaba el pozo, que a su vez era rodeado por los bosques. Tendrían completa privacidad en aquel lugar para hablar de lo que sea que tuviesen que hablar. Se sentaron al lado del pozo, a pesar del malestar del youkai al tener que fraternizar tanto con aquellos "seres inferiores". Dejaron a Rin y a Jaken en la aldea, aunque el pequeño demonio verde insistió para ir con su amo, un simple mirada fría de Sesshomaru bastó para callarlo.

—Habla de una vez —le espetó Inuyasha, haciendo que el demonio tuviese que contenerse para no atravesarlo con una de sus garras, sólo cerró sus ojos por un pequeño momento para después abrirlos y mirar al hanyou fijamente.

—He estado en la búsqueda de Naraku, y descubrí que hay un olor en específico que se junta con el de él muy de vez en cuando —comenzó.

—¿Y qué hay con eso? —preguntó el impaciente hanyou, al escuchar que esto se trataba de Naraku.

—Guarda silencio —le ordenó Sesshomaru, dejando ver un destello de furia bajo su aparente tranquilidad— Resulta que esta esencia pertenece a un demonio llamado Sukumo.

"Sukumo" pensaron Inuyasha y Kagome a la vez. Ése había sido el nombre que había mencionado Miten cuando huyó.

Flash Back.

Miten en un milésima de segundo, rodó sobre su cuerpo y con sus alas alzó vuelo, tomando altura.

—Fui enviado por el demonio más poderoso —gritó con voz profunda desde las alturas, provocando eco de sus palabras— Muy pronto conocerán al amo de todo, el gran Sukumo —anunció— Cuidate, sacerdotisa —advirtió apuntando a Kagome—muy pronto serás requerida…

Fin Flash Back.

¿Acaso Naraku estaba involucrado en aquel tema? ¿Ese Sukumo trabajaba para Naraku? De pronto todo tenía sentido… ¿pero porqué quería a Kagome específicamente? ¿En qué beneficiaba eso a Naraku? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

—¡Sesshomaru! ¡Porfavor, dinos quien es ese Sukumo! —pidió Kagome alterada, si aquel demonio tenía algo que ver con Naraku, nada bueno podía salir de eso—¡Debemos saberlo cuanto antes!

El aludido la miró inmutable y continuó con su relato como si la chica no hubiese dicho nada.

—Me he estado topando con Sukumo desde hace muchos años. Es un demonio con la habilidad de robar los poderes sobrenaturales de la gente matándolos para poder acceder a su sangre —explicaba. Kagome e Inuyasha escuchaban muy seriamente el relato— Naraku tiene que haberle ofrecido algo de su completo interés como para que este cooperando con él. Sukumo es peligroso, tiene muchas habilidades que ha logrado obtener matando a muchos seres durante las últimas décadas. Naraku se está aliando con otros demonios, y eso sólo es muestra de su desesperación. Es por eso que debemos hacer algo que el no esperarse —vaciló un momento, con la misma frialdad— Debemos unir fuerzas —dijo al final.

"¡¿Había escuchado bien?!", pensó el hanyou con los ojos como platos, "¿Sesshomaru les estaba proponiendo unir fuerzas? Pues eso parecía…"

Kagome se mantuvo callada un momento. Mientras más fueran, más eran sus posibilidades de vencer a Naraku de una vez por todas. Además, Sesshomaru era un demonio sumamente poderoso, les daría muchísima ventaja poder contar con él.

—Aceptamos —dijo decidida. Segura de que hacía lo correcto, mientras Inuyasha la miraba seriamente— Nos sería de gran ayuda tenerte de nuestro lado.

—Bien —dijo secamente el demonio, mientras se retiraba hacia la aldea, seguramente para ir a ver a Rin.

Una vez solos, Inuyasha le dijo a Kagome:

—Parece que ciertos tortolitos deberán posponer la boda…

Era cierto. Sabiendo ahora el tamaño de la amenaza, no sabían en qué momento estarían seguros y debían partir lo antes posible para no poner en peligro a la gente de la aldea, por lo que deberían posponer la boda para luego de la batalla.

—Eso creo, pero se que estamos haciendo lo correcto… —entonces vaciló, se le había ocurrido una idea, pero sabía que al hanyou no le gustaría para nada—Inuyasha…

Él la miró, esperando a que continuara, pero sus palabras nunca llegaron.

—¿Qué pasa? —le preguntó, animándola a hablar.

Ella lo miró entre nerviosa y dudosa, con miedo de la reacción del hanyou

—Creo que… creo que deberíamos pedirle ayuda también a Kouga —esperó el estallido por parte del hanyou, pero este no hizo nada— Como él también está en busca de Naraku… podría ser una ayuda muy buena… —vacilaba esperando una reacción explosiva por parte del hanyou, pero este en cambio… ¿sonrió?

—Bien, que venga —decía con una extraña sonrisa de lado.

"Muero por ver la reacción de ese lobucho cuando vea que Kagome es mi mujer", pensó el hanyou, riendo internamente.

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—Amo, Naraku está aquí —avisó Miten a su amo, Sukumo, desde la entrada de la misma cueva donde se encontraban la vez anterior. El demonio estaba sentado en la oscuridad de la cueva meditando, mientras que se veía la silueta de su sirviente con un brazo faltante desde la entrada con Naraku a sus espaldas.

—Que pase —dijo sin inmutarse el gran demonio, esperando a que aquella figura vestida de mandril ingresara a la cueva.

Naraku, a pesar de que ya no acostumbraba usar aquel traje de mandril, estaba en un proceso de mutación, por lo que escondía su apariencia bajo la tosca piel.

—Buenas tardes, Sukumo —saludó Naraku con la típica cortesía que tenía con sus aliados.

—¿A qué has venido, Naraku? —inquirió Sukumo con voz ronca, calma y de manera frívola.

—Sólo vine a advertirte que estás tardando demasiado con nuestro trato… —dijo Naraku de manera levemente amenazante— Tú quieres la sangre de Kagome para poder tener la capacidad de viajar en el tiempo… y yo quiero su cuerpo y a un Inuyasha destrozado… Y los necesito ahora.

Sukumo lo miró. ¿Cómo se atrevía aquel inútil hanyou a hablarle de tal manera? El era el gran Sukumo, nadie lo desafiaría de esa manera. Miró a Naraku, sus ojos brillaron y acto seguido, Naraku estaba el el aire, casi tocando el techo de la cueva. Sukumo había utilizado uno de sus poderes para levantarlo sin tocarlo.

—Mucho cuidado, hanyou, o te haré pedazos —lo amenazó el demonio.

Naraku simplemente soltó una malvada carcajada. Alargó una extensión de su cuerpo, atrapando a Sukumo por el cuello, con veneno brotando de este agarre.

—Debes ser tú el que debe tener mucho cuidado, Sukumo. O no dudaré en acabar con tu vida —murmuró a media risa Naraku, soltando a Sukumo y saliendo del lugar.

"Maldito", pensó Sukumo con odio, "Después de acabar con la sacerdotisa, acabaré contigo"


Continuará...

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Chaaaaan chaaaaaaaaaan :) dudas aclaradas? eso espero. jaja. Aún así aun quedan muchas cosas por saber que seguirán averiguando más adelante :)
Saludooooooos