Me he basado en la canción de Hatsune Miku llamada "Himitsu Keisatsu", planeo que sea más de este primer capítulo. Realmente es la primera historia que escribo de este estilo semipoliciaco ;o; así que perdonen si tiene falla, espero se perfeccione con el tiempo n.n Tampoco soy muy común escribiendo fanfics, pero poco a poco trato de hacerlos. Y bueno, espero lo disfruten... ----------------------------------------------------------------------------------------- Primera bala La ciudad está en completa calma, están por dar las seis de la tarde. La mayoría de la gente ya ha dejado el trabajo y algunos aún van de camino a su hogar, los niños han terminado de jugar y es tiempo de terminar deberes o de cenar pues pronto será la hora de irse a dormir. Las luces en las calles comienzan a encenderse, ya que la luz del día se está terminando y pronto la oscuridad será quien reine sobre todo, excepto de aquellos sitios donde la luna alcance a iluminar. A vista de los ciudadanos normales todo es paz y tranquilidad. Sin embargo siempre ocurren cosas en las sombras. Una chica de cabello rubio va a casa tarde después de la escuela pues se le atravesó un trabajo importante, lleva la vista en su celular mientras camina aprisa. Ha entrado a una de las calles más solitarias, pero no tiene otra opción porque es la ruta más rápida para llegar a su casa y si se tarda más el enojo de sus padres incrementará. Aún con toda la atención puesta en su aparato pudo escuchar perfectamente los pasos, estaba segura que no había visto a nadie caminar por las calles después de ella, pero el ruido era verdadero. Trató de seguir como si no fuera de importancia, sólo una persona más que se le había hecho tarde. Avanzó un poco más rápido y los pasos la imitaron; guardó su móvil, apretó sus manos a la correa de su mochila y rogó porque todo fuera imaginación suya... A la mañana siguiente el día se desarrolló tan normal como siempre, sólo a la policía le cambió la rutina. Desde temprano estuvieron recibiendo llamadas de padres asustados de que sus hijas no habían regresado. Todos los uniformados disponibles fueron de visita a las casas de los preocupados adultos a reunir información sobre los hechos y tomar el caso como algo serio puesto que la desaparición de 10 chicas en una sola tarde no era algo común, menos en esa ciudad que siempre había sido pacífica. Hasta la tarde se reunieron todas las parejas de trabajo para dar informes de lo que les habían reunido. Todas eran estudiantes responsables, sin apariencia de ser parte de alguna mala banda o similares, las últimas desaparecidas habían sido al anochecer y las primeras al termino general de las clases. Pasaron el resto de su hora laboral tratando de determinar un factor que los ayudara a descubrir algo acerca de la posible razón de los hechos, alguna relación entre las chicas aparte de su edad porque según lo recabado la primera desaparecida había sido una niña de diez años y la última de 20. Investigaron algunas de las rutas que las chicas usaban para regresar a su casa por posibles pistas, pero todo era como si nada hubiese sucedido. Durante la noche fueron pocos los que se quedaron aún tratando de unir las piezas, sin mucho éxito. Y al siguiente despertar... los teléfonos de la oficina estuvieron ocupados, esta vez habían sido diez chicos los desaparecidos. Las investigaciones se iniciaron sin demora, en esta ocasión muy pocos fueron los que se quedaron a cargo de los demás asuntos; interrogaron vecinos, amigos, maestros, transeúntes y comerciantes comunes de las rutas, casi a toda la ciudad quisieron interrogar mas no debían hacerlo para evitar el pánico que poco a poco comenzaba a alzarse entre los inocentes ciudadanos. Estaba por anochecer cuando hubo un alboroto en una de las oficinas de la estación de policía, los que se habían quedado a hacer horas extras por el grave caso de los desaparecidos, se asomaron con las manos listas sobre sus armas, avanzaron con precaución y al llegar sólo se encontraron con uno de los escritorios derribado con todo lo que tenía encima regado en el suelo; recorrieron la zona en busca del culpable, sin embargo nada faltaba de lo que había estado en el mueble. Sólo tres se quedaron a arreglar y vigilar un momento más mientras el resto regresaba a la sala donde tenían junta la investigación... todos ellos se detuvieron en seco en la entrada. Los mapas marcados, los expedientes, las fotografías, las grabaciones de los testimonios, absolutamente toda su investigación había desaparecido de la sala y sólo una nota quedó en la mesa central debajo de una rosa blanca con una 'X' pintada en negro en la mitad de esta. El de mayor rango entre los uniformados se acercó al papel, hizo la flor a un lado y leyó para sí la nota, después se las repitió a sus colegas: "Este caso es serio, hay más de lo que nuestro grupo especial podrá hacer así que se les pide que dejen el caso y sigan con sus actividades diarias. Recibirán avances de la búsqueda cada seis horas para que apacigüen a las familias de los desaparecidos; perdonen el desorden provocado." La nota estaba firmada por uno de los altos mandos del gobierno con las marcas correspondientes que indicaban la autenticidad del escrito. Las dudas no dejaron de rondar las mentes confundidas de los policías a los que habían hecho a un lado en su trabajo, no tenían idea de quienes serían los nuevos que se encargarían del trabajo ni porque ellos eran más calificados que los que se hallaban en esas oficinas. Regresaron a sus casas entre agotados y decepcionados, el jefe había decidido seguir las órdenes y hacer a un lado el caso, aunque acordó que si alguno de los familiares acudía a ellos con información extra volverían a la investigación. El nuevo día dio inicio, sobre el escritorio del jefe había sido colocado un sobre sin que nadie se hubiera percatado, el sobre estaba rodeado en la mitad por un venda tachada en el centro similar a la flor. Esta vez era un rápido informe de lo encontrado: "Las víctimas no sólo están relacionadas en las edades que van ascendentes, también hay un lapso de media hora durante cada desaparición, siendo lugares lejanos en los que cada desaparecido se encontraba. No hemos divisado algún resto delator por parte del o de los culpables." Los oficiales no pudieron evitar sentirse intimidados por el descubrimiento de los nuevos encargados del caso, aun cuando su jefe los hizo tranquilizarse diciéndoles que seguramente eran detectives con experiencia contratados por el gobierno, nada podía calmarlos. Las horas siguieron corriendo, se encargaron de casos no tan serios y cuando algún curioso se pasaba a preguntar sobre el avance de caso mayor le respondían lo que la hoja les había dado. Seis horas más pasaron y un nuevo sobre apareció, esta vez una pequeña cadena era el distintivo y cierre del sobre. "Por medio de investigación sobre posibles testigos y algunas minúsculas pistas dejadas en los lugares se ha revelado el sitio donde los chicos desaparecieron, así como la posibilidad de que se trate de dos culpables: un hombre y una mujer, uno de los dos de cabello blanco. Se ha comenzado la búsqueda e investigación de los sospechosos." Una vez más eran noticias sorprendentes, sea quien fuera el que llevara el caso, eran profesionales con habilidades más allá de las que se les enseñaba en la escuela de policías. Nada más terminar de pasar el nuevo reporte a sus compañeros, el jefe decidió deshacerse de la silenciosa y molesta duda y acudió a las oficinas gubernamentales donde el autor de la primera nota lo recibió al instante. —Quiero saber quién ha sido los que nos quitaron el trabajo, no puedo permitir que nos vean como algo menor que sólo debe de encargarse de ladrones ocasionales —exigió notablemente irritado al hombre en traje sentado detrás de su gran escritorio que durante la rabieta sólo había juntado las manos sobre su abdomen y lo había observado. —Es un equipo especial que he formado, serán ellos los que de ahora en adelante se encargarán de casos de esa magnitud. No es porque dude de sus oficiales, sé que podrían resolverlo pero lo que quiero evitar es que la paz que esta ciudad ha ganado sea arrebatada por la lentitud que podrían tener ustedes —al jefe de policía se le encendió el rostro en ira y cuando estaba por lanzar su protesta, el de puesto más alto alzó su mano para detenerlo— No los estoy llamando incompetentes, no me malentiendas. Es sólo que este nuevo grupo es mucho más veloz en estos asuntos, como estoy seguro de que ya lo has notado. —... —el oficial tuvo que esperar unos momentos a que la ira disminuyera y pudiera hablar con claridad— Si así serán las cosas, nos gustaría conocer a este grupo —Lo harán, al final de este caso, sin embargo sólo aquellos policías de confianza que conozca y que no revelarán la identidad de este nuevo grupo, serán los que los vean. —el jefe de policías los pensó unos momentos pasando su mano sobre su abundante bigote y al final asintió a favor de la propuesta; agradeció la atención y regresó a sus oficinas. Sólo entrar de nuevo con sus compañeros, recibió una llamada importante que les decía de un gran alboroto en uno de los almacenes de la ciudad. Organizó los grupos y de inmediato se dirigió a la escena. En no menos de diez minutos se hallaron en el lugar, lo rodearon con las armas listas y se acercó el jefe con unos de sus hombres. La puerta estaba entre abierta, ya no se oía más que unas suaves respiraciones y algunas voces lejanas; se adentró con cautela y sigilo, el sitio estaba oscuro pero nunca eso lo había detenido. Había avanzado unos pasos con diez hombres a sus espaldas cuando una voz, distorsionada por algún artefacto, lo detuvo. —Es aquí donde hemos encontrado a los veinte chicos, ninguno se encuentra herido, los culpables están en el cuarto de acá, sígannos con algunos de sus hombres como ya le han dicho —el dueño de la voz no se había dejado ver, pero su movimiento delató el sitio que había ocupado. Como había prometido hacia unos minutos, seleccionó a quienes consideraba más profesionales y discretos y se dirigió al sitio que le indicaron mientras mandó al resto a terminar la investigación del lugar y a sacar a los desaparecidos si realmente se encontraban ahí. Llevó consigo cinco hombres al cuarto indicado, la luz se encendió cuando el último cerró la puerta y frente a ellos encontraron a cinco chicos, los dos mayores entre ellos estaban recargados sobre la pared, dos más jóvenes se encontraban sentados sobre el empolvado escritorio del lugar y la última estaba frente a ellos con los brazos cruzados sobre su pecho. —Somos la policía secreta que el gobierno ha reunido para encargarse de los casos graves que requieren de rapidez para su investigación. Ahora sólo somos cinco, pero mientras los peligros aumenten, nosotros haremos igual; serán ustedes la imagen, nosotros nos quedaremos en las sombras así que no se preocupen por su reputación y credibilidad —explicó sin rodeos la chica que usaba un cubrebocas con un gran tache sobre de este. Su peinado eran dos coletas enroscadas que recogían su cabello aguamarina. —Nuestra apariencia y todo lo dicho aquí debe quedar en silencio, si rompen esa regla su castigo lo impondremos nosotros y no volverán a ser policías —amenazó el chico de cabello azul que portaba una rosa blanca en la bolsa superior de su saco y un parche en el ojo derecho. —Esperamos trabajar juntos en paz — terminó la chica de tamaño y apariencia infantil que usaba un listón blanco cuyas puntas se alzaban sobre su cabello rubio, casi como dos orejas de conejo. A su lado, el chico se veía similar a ella, tenía el cabello alborotado y una delgada coleta sobre su hombro izquierdo, ambos sonreían de una forma un tanto maliciosa. —Eso es todo, gracias por todo al lado de la puerta están ambos culpables —la última en hablar fue la chica de cabello castaño que bajo el saco usaba unos pedazos de tela similares a vendas que cubrían el resto de su piel; apagó su cigarrillo en el olvidado cenicero y junto a sus compañeros salieron por la puerta trasera de la oficina. Sólo tardaron unos minutos es seguirlos, pero los cinco habían desaparecido como fantasmas lo que a los oficiales les causó un escalofrío. Esos cinco chicos de vestimentas oscuras y entrañas eran algo realmente fuera de lo común, sin embargo estaban consientes de que esa no sería la última vez que los vieran y rogaban que su número no incrementara más. Los culpables eran una mujer de alrededor de veinte años de cabello blanco y largo atado en una coleta con un moño de líneas azules y violetas; y un hombre de cabello rojo y largo, unos años mayor que ella, de lentes. El par estaba inconsciente y esposados. El caso estaba resuelto.
Muy interesante para ser el primer intento en el genero policiaco. Debo decir que apesar de su brevedad, es muy emocionante tu escrito y en verdad lo he disfrutado. Me parece que describes bien los hechos y detalles importantes, tal vez faltó un poco al modus operandi de estos dos criminales, pero aun así se crea una intriga en la trama, en especial por la policia secreta. Muy bueno, en verdad espero que continues con esta historia.
Desde la primera vez que escuché y vi el video de Secret Police, pensé que era una trama genial para una película o un anime. Me alegra mucho haberme encontrado con tu fanfic :33 Creo que vas muy bien. Me da la sensación de que esto puede convertirse en un gran fanfic, lleno de drama, misterio, hasta romance; será genial. Sí, concuerdo con Al Dolmayan, acerca del modus operandi. Me habría gustado saber por qué hicieron eso Haku y Ted, también. Aunque creo que esto sirve más bien de introducción, y ya en el primer capítulo te enfocarás más en la Secret Police y sus vidas (? O al menos eso es lo que imagino yo x'D Tengo muchas ganas de leer el siguiente capítulo~~ Ah, eso sí, comenzaste narrando en presente y luego pasaste a pasado. Ten cuidado con mezclar los tiempo, a mi me pasa a menudo cuando escribo en presente ;w; Podrías separar un poco los diálogos, también. Me gustó mucho~~ Espero que lo sigas, estaré al pendiente <33 Hyori te manda un besoooo~
Segunda bala. El escenario era perturbador, de nuevo la paz de esa pequeña ciudad se veía interrumpida por una serie de sucesos extraños que sobrepasaban cualquier otro crimen que hubieran tenido antes. Las paredes que alguna vez habían tenido un tapiz floreado de colores crema, ahora se encontraba manchado en gran parte por sangre mas no eran manchas que al observarlas detenidamente dijeran el tipo de asesinato que se había llevado a cabo en el lugar, las manchas estaban hechas como si alguien hubiera arrojado pintura roja desde un bote y en algunas partes parecía haber sido esparcida con la mano; incluso los muebles habían sido ensuciados de las mismas formas. La casa no había sido grande, por esos lugares los departamentos eran pequeños y un tanto viejos; según los vecinos en el lugar habían vivido una familia compuesta por ambos padres, una hija mayor y dos hijos menores, eran personas sencillas y calmadas que no parecían tener enemigos ni mucho menos algo que les pudiera ser robado. Los vecinos aseguraban que la noche anterior los habían visto llegar a sus horas normales y no habían escuchado discusiones o algo más desde afuera; esa mañana todos en el edificio se habían ido como siempre y los que salían al mismo tiempo que alguno de los miembros de esa familia se extrañaron al no verlos pero las suposiciones acerca de haberse ido más temprano o más tarde no habían faltado. Lo que finalmente había provocado la llamada de la policía había sido la sangre que se escapó desde debajo de la puerta principal y el gran silencio que le siguió cuando quisieron llamarlos. El jefe del cuerpo policiaco de la pequeña ciudad de Yameruchi salió del edificio y vio a algunos de los más jóvenes de su trabajo vomitando por la impresión tan fuerte de la escena. Encendió uno de sus cigarrillos y aspiró el tabaco quemado mientras observaba la distancia que había desde donde él estaba hasta la ventana de la familia buscando rutas de ascenso y alguna pista de que así hubiera sido; su concentración se vio interrumpida cuando un remover de tierra por parte de unos pasos se escuchó en la pared trasera del edificio, el pensamiento de que uno de sus hombres se hubiera desmayado o hubiera encontrado algo le pasó por la mente así que se dirigió al lugar para verificar, para su sorpresa a quien se encontró ahí fue a uno de los miembros de la policía secreta. El chico de cabello azul y saco largo estaba acuclillado cerca de la pared observando el suelo, el jefe policía se le acercó pensando que podría no haberlo escuchado pero cuando estuvo a escasos tres pasos de él, estiró el brazo entregándole un sobre amarillo. —Ya hemos estudiado la escena del crimen, lo que recolectamos acerca del tipo de muerte que tuvieron está en esas hojas, también acerca de un asesinato similar que hubo a las afueras de esta ciudad —explicó sin levantarse ni siquiera cuando el policía tardó en quitarle el sobre ni cuando lo abrió para dar una rápida leída. —¿Cómo es que no estoy enterado sobre el otro asesinato? —interrogó notablemente irritado. La presencia por si sola de cualquiera de los misteriosos chicos ya lo enfurecía y aumentaba cuando los veía comportarse tan serenos y confiados, aparte de hablar de los asesinatos como simples chismes. —Porque fue de una familia con sólo dos miembros, aparte de que en las afueras es donde los crímenes son comunes por la pobreza del lugar —explicó tranquilamente al levantarse y sacudirse las partes de su traje que habían tocado el suelo.— El resto de la investigación correrá por nuestras manos, en caso de que encuentren algo más que no esté en nuestros reportes, escríbalo y lo recogeremos. —¿Dónde debo dejarlo? —el hombre estaba resistiendo sus impulsos de ser grosero con el chico quien lo percibió y sonrió. —Lo recogeremos en su escritorio —el del parche hizo una leve reverencia ante el adulto y después caminó hacia el callejón que llevaba a la avenida más cercana, el policía vio el coche negro de cristales polarizados que seguramente esperaba al chico. Después de cuatro horas de interrogatorios, observaciones y demás procedimientos policiacos, el equipo de trabajo regresó a sus cuarteles a contemplar lo que habían encontrado. Se encontraban en su edificio normal de trabajo, el jefe estaba reunido con la mayoría de lo que estaban en servicio en ese momento, tenían un mapa sobre la mesa central y habían marcado los lugares de los dos asesinatos, en el pizarrón estaban garabateadas las anomalías que habían encontrado en la escena como era lo de la sangre sobre las paredes junto a las cortadas en vertical que tenían los integrantes de la familia en su rostro del lado izquierdo que iba desde la parte superior de la oreja hasta la barbilla; lo que no estaba escrito eran las múltiples heridas en forma de cortes que presentaban todos y algunas puñaladas, que habían sido la causa de muerte. Tres de los subordinados del jefe estaban terminando de leer los expedientes de los cinco miembros de la familia: el padre de cuarenta años era empleado de una fábrica de botellas, la madre de treinta y nueve años trabajaba como cajera en una cafetería pequeña, la hija de quince años cursaba una carrera técnica de secretaria y estaba empezando a buscar trabajo y los dos hermanos, uno de trece y el otro de diez, asistían a la escuela llevados por la madre y recogidos por el padre. En la información que la policía secreta les había dado, el asesinato anterior había sido de una pareja que llevaban un año de casados, ambos de la misma edad y desempleados. —Entre las personas no hay relación de ningún tipo —exclamó el segundo al mando quien por fin rompía la pesada atmósfera que se había formado.— Los lugares son diferentes y alejados, lo que más parecido tienen sería la cantidad de gente que vive a su alrededor, pero eso sólo nos podría demostrar lo hábiles que son para no ser detectados hasta que es tarde. Aparte sólo hay dos días de diferencia entre los asesinatos. —Y sólo podemos saber que tienen relación por la cortada en el rostro —agregó uno más— no logramos encontrar ningún cabello extra, manchas de zapatos, fibra de tela, nada. —... Y pensar que fue hace una semana el crimen anterior, la gente comenzará a inquietarse si esto se pone más grande —habló un tercero provocando que el silencio fúnebre se levantara de nuevo sobre la oficina entera. —Debo admitir que crecerá, dudo que nosotros o la policía secreta seamos lo suficientemente rápidos para descubrir el culpable antes de un tercer asesinato —el comentario del comandante cambió el silencio por uno incómodo notable por las miradas que se pasaron los unos a los otros, el de mayor rango no pudo estar seguro si eso era debido a la crueldad de sus palabras o... —Sobre esa Policía Secreta... —el valiente, de entre los policías que no conocían la apariencia de los mencionados, miró a su jefe a los ojos primero con una mirada tímida y después decidida.— Muchos no confiamos en ellos o no podemos confiar... no sabemos nada de ellos, bien podrían ser los culpables de los crímenes y sólo atrapan personas que creen que ajustarán en el papel de los culpables o bien podrían estar aliados a los asesinos... —Ya se los he dicho, el gobierno fue quien los reunió, tampoco puedo decir que confío en ellos y tampoco sé qué podríamos hacer en caso de alguna traición —el hombre llevó su mano a su rostro y la detuvo para presionar con su pulgar y su dedo medio, sus ojos en un gesto de cansancio— Lo único que podemos hacer es vigilarlos, analizar cada carta que nos manden y comparar con lo que nosotros logremos descubrir aun cuando lo que ellos encuentren sea más. Ningún otro hombre se atrevió a agregar algo más, todos tenían plena confianza en él y por eso sabían que su jefe se haría responsable de cualquier problema que se presentara. Una vez más la vigilancia por toda la ciudad se intensificó a discreción ya que la noticia sobre los asesinatos anteriores aún se mantenía como secreto, lo más secreto que podía ser considerando el tamaño de Yameruchi. El jefe de la policía no tenía nada extra que reportarles pues las minuciosas investigaciones a la escena apenas estaban terminando y los resultados de laboratorio aún estaban por ser entregados, razón por la que sus subordinados mandaron a su jefe a descansar a su hogar, él había tratado de resistirse pero le ganaron al decirle que lo más ajetreado empezaría cuando el tercero fuera cometido. Llegó a su hogar a las once en punto, su hijo ya estaba dormido y su esposa debía estar preparándose para lo mismo. Al entrar a su casa lo primero que notó fue el sobre amarillo con la característica marca encima, lo levantó y cerró tras de sí la puerta; al dar unos pasos al interior, su esposa lo recibió con una cálida sonrisa desde las escaleras, él le devolvió el gesto y le indicó que en unos momentos la acompañaría así que ella subió de nuevo. El cansado policía se sentó sobre su sillón preferido y abrió el sobre casi con un suspiro. "En los hogares de las víctimas se ha encontrado un pista que, sospechamos, ha sido dejada por el culpable o los culpables. Se trata de dos grupos de tres letras escritas en las cocinas de las familias, en la primera familia estaban las letras "zmy" y en la segunda se encontró "oiv". La razón por la que ustedes aún no lo han encontrado es porque fueron escritas en la pared antes de que se les cubriera con más sangre. Las dos fotografías que encontrará son la prueba de la existencia de las seis letras. El mensaje aún no ha sido descifrado." Observó las fotografías, se veía como habían limpiado cuidadosamente la capa externa de sangre, dañando ligeramente la capa interna que le pertenecía a las letras y aun así estas eran completamente legibles. Guardó lo entregado y se fue a dormir aunque el pensamiento de que el grupo misterioso observaba todos sus movimientos y, tal vez, los de su familia lo preocupó a tal grado de que cerrar los ojos por más de una hora le fue imposible. Al siguiente día se dirigió a su trabajo temprano, no sin antes pedirle a su familia que tuviera extremo cuidado en todo y que si se sentían perseguidos o vigilados no dudaran en llamarlo. En su oficina evitó hablarles del hecho a sus subordinados para no generar un caos que impidiera que se pudieran concentrar lo suficiente en el caso que tenían en ese momento. Las primeras horas de trabajo sucedieron con tranquilidad, con algunas llamadas con las pequeñeces que habían aquejado a su pacífica ciudad antes de la semana pasada. Y justo cuando las doce cinco marcaron en el reloj de muñeca del comandante, una llamada llegó a su teléfono principal. —Jefe, ha sucedido el tercer asesinato... Se escuchaba agitado su subordinado de confianza, sabía que no podían perder ni un minuto así que al colgar empezó a dar órdenes para que la mayor cantidad de policías se dirigieran al lugar, los más cercanos que habían estado patrullando ya habían sido alertados por el dueño de la llamada, así que tenía esperanzas de que el culpable no estuviera lejos de la zona. En esa ocasión las víctimas vivían en una casa propia, era una familia de tres con ambos padres y una niña. El escenario fue tan perturbador como el primero, con la sangre pintando todas las paredes de la morada que no era muy grande. El calor de los cuerpos les indicó que el asesinato había sido cometido hace más de dos horas, más o menos, y una vez más no habían escuchado nada los vecinos. El comandante estaba en la habitación de la niña, lugar que la pequeña había visto por última vez, notaba que había derramado lágrimas que supuso habían sido de miedo; la cama estaba movida de la que parecía su posición común dándole a entender que ella se había intentado ocultar. Ver a la pequeña víctima le oprimió el corazón por el hecho de que debía tener una edad cercana a la de su propio hijo. La inquietud de esa mañana regresó a su mente provocando que el sudor perlara su frente al instante y sintiera su estómago revuelto, sus pensamientos giraban en esa dirección cuando su celular lo distrajo. —¿Diga? —Hay un cuarto asesinato, señor... Con ese única frase sintió que todo el mundo a su alrededor se le congelaba, la voz de detrás del altavoz lo regresó a la tercera llamada; pidió que llamara a los más cercanos mientras él hacía lo propio con los que se habían quedado en la oficina. Mientras los llamaba se llevó a la mitad de los que habían llegado a esa casa para investigar; llevó al límite su patrulla y en diez minutos, que le parecieron una eternidad, por fin llegó a la casa dentro de una calle privada, en la que el pronto asesinato se había suscitado. De nuevo el escenario se repitió, el calor en los cuerpos aún era bastante reciente aunque no lo suficiente para que los culpables se hallaran en la siguiente cuadra. La familia atacada había estado compuesta por una madre, tres hijos, dos abuelos y un tío, según la información de los vecinos. Unido al miedo por la rapidez y sutilidad de los asesinos, la frustración y la impotencia lo llenó de ira, salió hacia el patio trasero de la casa y golpeó la pared con fuerza en un notable intento por deshacerse de esos pesados sentimientos. —Dos de los nuestros han alcanzado a seguirle el paso a los culpables, aún no los identifican ni los han atrapado —la voz femenina que sonó desde arriba de la barda del patio lo sobresaltó, al girarse vio a la chica de cabello castaño que fumaba como si nada malo estuviera sucediendo.— Las letras en la casa anterior fueron "laa" y en esta "eor". Hemos encontrado también que elige a sus víctimas por estrato social. —la última parte del comentario de la chica le despejó la mente por completo. —Los primeros de la baja, los segundos de la media baja, los terceros de la media y los cuartos de la media alta... creí que los estratos así separados no estaban bien vistos. —No lo están, sólo tenga en cuenta cuál es el siguiente —al final de su frase, brincó al otro lado del muro. El jefe de los policías dejó en las manos de los policías presentes la investigación del lugar mientras que él volvía a las oficinas. Una vez en estas, desplegó el mapa de nuevo y marcó los nuevos sitios, el cuarteto de círculos no demostraba ninguna figura, ni siquiera habían estado muy distanciados los dos últimos, pero le ayudó a ver cuál era la zona donde los de clase alta se reunían. No estaba seguro si se centraría en sólo clase alta o la dividiría como la media, así que empezó a organizar grupos de policías en las distintas zonas de la sección rica de la ciudad; llamó a los que estaban de descanso y mandó a uno por cada casa de clase alta que había fuera de ese distrito. Dispersos de esa forma quedó solo en las oficinas con la radio lista para mandar a más hombres donde el peligro se presentara, también pidió que por la radio local se le avisara a toda la gente de dichas zonas a alertar en caso de que estuvieran en algún peligro o lo presintieran. La tensión era más densa que nunca, cada policía en las calles estaba lo más atentos que podían y con cualquier sonido se giraban con la mano lista para desenfundar su arma. Las manos del comandante temblaban tanto como sus piernas, el sudor le mojaba el cuello de su pulcra camisa, el segundero del reloj de pared de su oficina no dejaba de taladrarle el cerebro. Las horas fueron pasando, ya hacían más de tres desde que los primeros policías se habían movilizado y aún no percibían nada; el comandante tenía la cabeza entre las manos, recargado en la superficie de su escritorio, estaba tratando de analizar todo lo descubierto, repasaba una y otra vez el mapa de su ciudad para asegurarse de que no había dejado algún lugar sin vigilancia. Entonces una puerta se azotó en el piso de abajo, se levantó de un salto y rápidamente fue a investigar sabiendo que no había nadie más en la oficina. Al bajar, con la mano en el cinturón que portaba su arma, se encontró con el quinteto de la policía secreta, y detrás de ellos una chica vestida mayormente de azul claro y negro, en cada uno de sus zapatos de plataforma tenía una extraña calavera cubriendo sus agujetas y, en su cara, estaba una cicatriz completamente igual a las cortadas en las víctimas. Estaba esposada y con signos de que había tratado de pelear pero el que sea que la había capturado había sido de golpes más rápidos. —¿Quién...? ¿es la culpable? —preguntó por fin al acercarse más. —Una de ellas, las otras dos la dejaron atrás —explicó la líder del grupo— ¿las celdas temporales? —Por acá —el comandante guió al grupo al lugar donde encerraron a la chica sin quitarle las esposas. Al cerrar la celda, la chica empezó a cantar. —Yo sirvo a la señora de rojo, la señora de rojo ha mandado a pintar de rojo, ha mandado a pintar de rojo la ciudad, pueden quedarse a la azul, pero nunca me volverán a quitar mi rojo, ella ha dicho. La venganza de la señora de rojo sólo ha empezado. Los seis presentes escucharon sus palabras hasta que empezó a repetirlas sin dejar de sonreír, el chico de cabello azul extrajo de sus bolsillos una pequeña computadora y empezó a teclear rápidamente, después tomó un pedazo de papel y escribió lo que el comandante distinguió como el grupo de letras que habían dejado y al final leyó lo escrito. —El mensaje que no permitimos que terminara de dar era: Yui Mikazuki, sirvo a la señora... de rojo —¿Las otras dos seguirán matando por la supuesta señora roja? —interrogó el comandante aun cuando intuía una respuesta. —No lo creo, puede retirar a sus hombres, nosotros empezaremos a investigar sobre la que menciona. Sin esperar protesta, como siempre, el grupo se fue por donde había llegado. El jefe de la policía dejó a sus hombres por los alrededores más tiempo y los fue retirando poco a poco hasta después de cinco horas. El caso no estaba completamente resuelto.
Culpables atrapados del primer crimen: Ted Kasane y Haku Yowane Culpable atrapado del segundo crimen: Yui Mikazuki En el siguiente capítulo: La Policía Secreta ha estado ocupada rastreando a la Señora de Rojo, sus investigaciones en el bajo mundo les ha llevado a la ciudad vecina, Kazegafuku, a donde se trasladarán dejando a tres miembros en Yamaruchi para su cuidado. Sin embargo la investigación que los otros dos miembros se ve interrumpida cuando se le pide ayuda para detener al máximo ladron que ha tomado por objetivo dicha ciudad ¿Tendrá relación con la Señora de Rojo? ¿Los guiará a ella?