Long-fic de Pokémon - Pokémon Rainbow: Johto.

Tema en 'Hall de la fama' iniciado por Paralelo, 4 Noviembre 2012.

  1.  
    Ryuheist

    Ryuheist Comet Crusader

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    Bueno, recuerdo que jamás he comentado en la región Johto y sí en Kanto, así que espero hacerlo con todas las regiones en las qué esté Rainbow.

    Lo que ya sospecho, es que creo saber cuál es la organización esa que ahora Rainbow trata de detener... espero estár en lo cierto.
    Algo que me desconcierta, es que cuándo Rainbow atrapó a Ledyba (quién ya espero con ansia que sea Ledian) dijo que no le gustaba tener algún pokémon que no tuviera evolución cuando vio un Heracross (a excepción de su Aerodactyl)... bueno, que yo sepa Sudowoodo no tiene evolución , pero sí preevolución...
    Bueno, en éste cap no ví faltas ortográficas, excepto que te volastes unas palabras antes de otras que son una priolidad en la oración, pero no importa mucho, eso se entiende.

    Espero con ansias la conti.
     
  2.  
    Paralelo

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    Pokémon Rainbow: Johto.
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    61
     
    Palabras:
    2735
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    Capítulo 34: La farmacia de Ciudad Orquídea.
    “¿se le ofrece algo más, alteza?"
    Rainbow



    Después del incidente en las cuevas de las islas Remolino, nada mucho más interesante ocurrió el resto del día. Rainbow regresó a buscar su mochila en el lugar donde la había dejado, asegurándose de que todo estuviera en orden, en especial la pokedex, la cual se encontraba cuidadosamente guardada en una bolsa de plástico, como solía hacerlo cuando viajaban por el mar.

    Pasaron un día más entrenando en aquella isla, sin mucho cambio con respecto al día anterior. Cuando cayó la noche, volvieron a acomodarse para observar el hermoso anochecer que les brindaba aquel lugar.

    Sentado en una roca, se puso a meditar a la orilla del mar contemplando la oscuridad y sintiendo el viento en su cara, pero había algo diferente en su rostro al de la noche anterior, esta vez parecía algo inquieto.

    —Me pregunto qué misterio se esconde en esos criminales —dijo seriamente a sus pokémon—… quiero decir, me gustaría saber cuáles son sus intenciones.

    Ursaring le interrumpió, recriminándolo porque según él, ya les habían dicho que lo que querían era buscar a esos dos legendarios y buscar la manera de acelerar la evolución.

    —Pero no me refiero solo a eso —objetó Rainbow con seriedad—, me refiero a qué es lo que planean hacer con ellos… y hasta donde están dispuestos a llegar para lograrlo.

    Recordó en ese momento las palabras que le había dicho ese soldado cuando estaba en la guardería de la ruta 34: “mientras más jóvenes son, es más fácil”.

    Este pensamiento rondó por su mente, y lo hizo incorporarse un poco más sobre su asiento.

    —Me temo que no he aprovechado mis encuentros con ellos lo que debería —se regañó a sí mismo—, debí haberlos obligado a darme más información.

    A Xatu le pareció que si se metiera demasiado con ellos, podría terminar descuidando su entrenamiento especial.

    —Eso no pasará —contestó sin dejar de mirar el oscuro mar—, porque mientras más fuertes nos hagamos… pero será la humillación que les demos cuando los acabemos —añadió mostrando una leve sonrisa arrogante.

    Continuaron así un rato más, hasta que uno a uno sus pokémon se fueron durmiendo. En ese momento, mientras seguía pensando en todo eso, Rainbow notó algo peculiar de lo que no se había dado cuenta antes, era muy extraño que tanto Keane como Chermaine, así como algunos de sus soldados, tenían una apariencia inusualmente joven, al menos para el puesto de líderes criminales que ocupaban. Pero el sueño se apoderaba en él demasiado como para razonar bien esa cuestión.

    —“Mientras más jóvenes son, es más fácil” —repitió con voz somnolienta recostándose para dormir— ¿Dónde escuché eso antes? Estoy seguro de que lo oí… hace mucho tiempo…

    En ese momento, el sueño lo venció. La noche continuó tranquila sin que nada más la alterara.


    Cuando los rayos del sol salieron por el horizonte al día siguiente, la vida en ciudad Orquídea también comenzó de nuevo. La vida en aquella ciudad era en general tranquila tomando en cuenta a otras ciudades de la región, aunque la presencia de entrenadores ahí era inusualmente alta, en parte debido a su gimnasio pokémon, y el terreno duro de algunas de sus zonas hacían a aquella isla perfecta para entrenar. Sin embargo, la zona de los puertos muchas veces llegaba a rebosar de actividad, cosas relacionadas con los pokémon o la pesca; es por eso que no era extraño encontrar muchas casas construidas lejos del pueblo, bordeando las costas o sobre los acantilados, proporcionando a la gente una vida tranquila a la orilla del mar.

    A esa ciudad llegó Rainbow entrada la mañana, volando sobre Xatu. Los Pescadores y Nadadores vieron como el joven entrenador aterrizaba ruidosamente sobre la playa, el cual cuando hubo aterrizado regresó a su pokémon junto con los demás en el cinturón de su pecho, y luego avanzó hacia la ciudad con una actitud completamente desinteresada por todos los demás.

    —No hay tiempo que perder —les dijo a sus pokémon con tono decidido—, vamos a conseguir esa “Poción secreta”, o como se llame, tal vez luego podamos ir al gimnasio hoy mismo.

    Debido al gran entrenamiento que habían tenido en las islas Remolino, sus pokémon se mostraron ansiosos de demostrar sus nuevas habilidades. Algunos se dieron cuenta de que poco a poco empezaban a sentirse igual a su entrenador, la única que parecía todavía muy insegura era Ledyba, a quién todavía le asustaba luchar.


    Bastante rato después, Rainbow y su grupo lograron encontrar aquella farmacia, pero Rainbow se sorprendió de que dicha farmacia parecía más una casa vieja, y ciertamente bastante descuidada, bastante contrastante con el centro pokémon que se encontraba cerca de ahí y en general con toda la ciudad. Sin dejarse guiar por las apariencias, entró en ella para cumplir con su misión.

    Al entrar pudo ver que no solamente estaba descuidada, sino que se veía incluso mucho más primitiva. Por todos lados habían cientos de frascos con cosas extrañas dentro, se podía oler el incienso por todo el lugar, y el aspecto parecía más el de la casa de un médico brujo que el de una farmacia.

    —¿Aquí es donde se supone que crean esa poción? —se preguntó incrédulo—, parece que ni siquiera pueden sacudir un poco el polvo —dijo acercándose a uno de los mostradores y pasando su manos sobre él.

    —¡¿Quién demonios eres tú?! —exclamó enojado un anciano que salió repentinamente del otro lado del mostrador.

    Eso fue tan repentino, que Rainbow no pudo evitar dar un leve grito de susto, y cayó hacia atrás. El anciano se acercó a Rainbow con cautela.

    —No es común que vengas niños por aquí —le dijo severamente mirándolo desde arriba—, dime de una vez qué es lo que quieres.

    —¿Así es cómo trata a sus clientes, viejo? —preguntó Rainbow bastante enojado mientras se ponía de pie— Yo solo venía porque necesito una poción.

    —¡Ja! Yo no veo que alguno de tus pokémon se encuentre mal —contestó con una actitud muy pesada.

    A Rainbow le sorprendió la excéntrica actitud del anciano, y no le pareció que con ese carácter tuviera muchos clientes.

    —La poción no es para mí —le contestó algo alterado—, se la quiero llevar al pokémon que hace que funcione el faro de ciudad Olivo.

    Esto hizo interesarse al anciano.

    —¿Qué es lo que le ha pasado a ese pokémon? —preguntó con algo de seriedad.

    —Está muy enfermo, y la líder Jasmine me dijo que la única medicina que puede curarlo es su poción secreta —dijo con un poco más de calma.

    El anciano se llevó la mano a la barbilla con una sonrisa un tanto maliciosa.

    —Así que necesitan mi poción secreta —comentó con algo de orgullo—… pero hay un problema, ¿tú me la vas a pagar?

    Esta pregunta sobresaltó a Rainbow, pues no había previsto que los gastos de la medicina corrieran por cuenta suya. Sin embargo recordó al pobre Ampharos, y en lo mucho que debería estar sufriendo, pues de seguro los leves efectos de su Viridian mind que le dio cuando estuvo con él ya debían haber pasado.

    —Está bien —dijo resignado—, yo la pagaré.

    —Muy bien —contestó el anciano mucho más feliz poniéndose del otro lado de su mostrador, sacando una libreta para anotar—, en ese caso, serán cincuenta mil pokécuartos.

    Rainbow se sobresaltó mucho más al oír el precio.

    —¡Óigame! ¡Eso es demasiado caro! —exclamó furioso aporreando las manos sobre el mostrador— ¿No puede hacer un descuento tratándose de un pokémon muy enfermo?

    El anciano se mostró imperturbable.

    —Lo siento niño, pero nada en esta vida es gratis —contestó cínicamente—, si quieres conseguir algo tendrás que pagar por ello.

    Rainbow recordó en aquel momento todas las veces en las que había presumido a la gente, muchas veces descaradamente, que él era el entrenador definitivo, y él más que nadie sabía que eso no lo había conseguido gratis, sino que se había esforzado por conseguirlo con sangre y sudor. Este pensamiento lo calmó un poco.

    —¿Hay algo que pueda hacer para que me dé esa medicina sin pagar dinero? —preguntó a regañadientes.

    El anciano sonrió maliciosamente.

    —Pues verás, desde hace mucho tiempo que nadie me ayuda en la farmacia —comenzó a decir queriendo dar lástima de un modo un tanto exagerado—, mis huesos están débiles, mi espalda también, cada día tengo que ir yo mismo por los ingredientes y llevar los encargos a la gentes que a veces vive muy lejos, y además tengo que mantener la farmacia limpia… —siguió diciendo cada vez más cínico, pues a leguas se veía que a pesar de ser un anciano estaba en una excelente forma.

    —Ya entendí, ya entendí —lo interrumpió Rainbow ya muy fastidiado, pero comprensivo—, quiere que le ayude trabajando para usted hasta que se complete lo que vale la poción…

    No había terminado de hablar cuando ya tenía en sus manos una escoba y un trapeador, los cuales habían sido lanzados hacia él por el viejo.

    —Puedes empezar barriendo la recepción —dijo mientras pesadamente se disponía a entrar en otra habitación—, cuando termines desempolva y trapea hasta que quede todo muy limpio… yo voy a hacer otras cosas más importantes que requieren de absoluta concentración y un espíritu calmado…

    Antes de que se diera cuenta, el viejo se había ido a otra habitación, dejando a Rainbow algo perplejo e irritado por eso.


    Un rato después, Rainbow ya había terminado de limpiar la recepción con ayuda de algunos de sus pokémon, hasta dejarla toda limpia y reluciente. Aún se veía algo irritado, pero también se sentía contento de que no fuera algo tan malo o difícil. Tranquilamente, se dirigió hacia la habitación donde estaba el anciano.

    — ¡Viejo! —gritó tocando la puerta— Ya está todo limpio, pero parece que no hubieran limpiado en años... ¿me escucha? —preguntó al ver que no respondía, y se dispuso a entrar— ¿Pero qué es lo que está haciendo?... ¡Pero qué!

    Al entrar en la habitación se sorprendió de encontrar al anciano durmiendo muy plácidamente a pierna suelta, en la habitación se encontraban restos y envolturas de comida chatarra, así como muchas revistas, una de las cuales se encontraba justo sobre el rostro del durmiente anciano.

    —¿Pero qué demonios es esto? —dijo perplejo mientras se acercaba al viejo para despertarlo.

    Al levantar la revista de su rostro, se dio cuenta de que era una revista para adultos, por lo cual se sobresaltó.

    —Así que “hacer otras cosas más importantes que requieren de absoluta concentración y un espíritu calmado” —dijo completamente irritado con una mirada maniática, apretando el puño por la rabia y contrariedad.


    El anciano se despertó violentamente al sentir el tremendo ataque de Pistola agua proveniente del Croconaw de Rainbow, cayéndose de su cama.

    —¡¿Pero qué es lo que haces?! —preguntó el anciano enojado.

    —¿Estas son las cosas serias que estaba haciendo? —le reclamó Rainbow mostrándole una de sus revistas en la cara.

    —¡Ah! Bueno… es que estaba recuperando fuerzas para lo que en verdad debo hacer —se disculpó muy cínicamente—, entonces, si ya terminaste de limpiar, estás listo para tu siguiente trabajo.

    —¿Cuál es? —preguntó Rainbow tratando de contener su irritación ante el cinismo del anciano.

    —Necesito que vayas a la cima de uno de los riscos que hay cerca de la playa —contestó con una actitud bastante más seria—, en la cima crecen unas plantas con flores amarillas que tienen un aroma muy suave, necesito que me traigas unas cuantas ya que las necesito para hacer algo muy importante.

    Viendo Rainbow que al parecer esa vez sí se trataba de algo relacionado a fabricar medicinas, no objetó nada, y solo salió hacia el lugar conteniendo su coraje.


    Rato después ya estaba de vuelta con las flores, y se encontró al anciano preparando lo que parecía ser un tipo de poción en un caldero.

    —¡Ah! Ya estás de regreso —exclamó feliz al ver a Rainbow con las flores en la mano.

    —Fueron algo difíciles de conseguir —contestó con algo de cansancio—, el viento era tan fuerte que salieron volando por todas partes, luego unas personas trataron de quitármelas a la fuerza por alguna razón, luego al regresar una anciana trató de comprármelas y no me la podía quitar de encima…

    —Pues me alegra que todo haya salido bien —contestó el anciano alegremente agarrando las flores y echándolas al caldero.

    Rainbow miró como lo revolvía todo con una gran cuchara de madera.

    —¿Es algún tipo de poción lo que hace? —preguntó con interés.

    —No —contestó el viejo sacando un poco con el cucharón y vertiéndolo en un cuenco de madera.

    —¿Entonces qué es? —preguntó Rainbow bastante intrigado.

    Entonces el viejo sacó una cuchara, y con ella empezó a comer el contenido del cuenco.

    —¡Qué delicia! —exclamó extasiado— Mi sopa siempre sabe mejor con un poco de esas flores.

    Rainbow se contrarió tanto que estuvo a punto de caerse.

    —¿Así que solo era una especia para su sopa? —preguntó enojado.

    —Sí, ésta flor es muy apreciada en toda la ciudad por eso mismo —contestó el anciano con cara feliz.

    Rainbow se tranquilizó poco a poco, pues al fin y al cabo, no era para tanto, pero aún así no estaba nada contento.

    —Está bien, ¿se le ofrece algo más, alteza? —preguntó sarcásticamente.

    —Pues sí —contestó el viejo lanzándole a sus manos una bolsa llena de ropa—, hace mucho tiempo que no lavo mi ropa, así que pon a trabajar a ese Croconaw tuyo —ordenó exigentemente, y siguió comiendo su sopa indiferentemente.


    Rainbow y sus pokémon pasaron tres días más trabajando con el viejo, ayudándolo diligentemente mientras éste descansaba cínicamente, tratándolo como si fuera un sirviente. Rainbow no podía hacer más que aguantarse, pues a pesar de que el viejo fuera un cínico aprovechado, recordaba que de esa manera estaba pagando la medicina para el Ampharos.
     
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    Paralelo

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    Capítulo 35: Vs. Chuck.
    “aprende mucho de tu maestro, así algún día podrás derrotarlo tú mismo"
    Rainbow





    Al cuarto día de estar trabajando para el dueño de la farmacia, le fue encargado a Rainbow llevar algunos recados a algunas personas que habían encargado unas medicinas. A pesar de que Rainbow estaba harto de trabajar para ese anciano, se alegró de que al menos ese fuera un trabajo más razonable.

    Pronto caería la tarde, y Rainbow se dirigía hacia la última entrega, la cual había sido pedida para un lugar bastante alejado de la ciudad, al norte de la isla. Entonces llegaron a una casa solitaria cerca del mar. Al llegar, Rainbow se bajó de Crobat, y tocó la puerta.

    —Hola ¿hay alguien? —gritó al ver que nadie abría— Traigo unas medicinas para el señor… ¿pokevidente? —leyó extrañado en una libretita que le había dado el viejo.

    En ese momento, abrió bruscamente la puerta un anciano, el cual lo miró amigablemente.

    —¡Ah, qué bien! —exclamó aliviado— Ya no podía aguantar este dolor de espalda —se quejó.

    —Sí, sí, sí, como sea —continuó Rainbow aburrido entregándole la bolsa con las medicinas—, son cuatrocientos pokecuartos.

    —Hmmm… creo que podré darte algo mejor —contestó el viejo cínicamente—, ¿sabías que soy un vidente?

    —No me diga —contestó Rainbow sarcástico.

    —Así es —respondió el anciano orgulloso—, soy capaz de adivinar donde capturaste a cualquiera de tus pokémon.

    —Lo siento, viejo —se apresuró a decir Rainbow ya bastante irritado—, no tengo todo el día…

    —Como por ejemplo, tu Crobat —le interrumpió el viejo—, déjame verlo un poco más de cerca…

    Entonces, el viejo se acercó a Crobat, y empezó a analizarlo incómodamente cerca a su rostro. Crobat lo miró con algo de vergüenza, y Rainbow lo observaba todo muy irritado.

    —¿Y bien…? —interrumpió Rainbow impaciente, al ver que se tardaba tanto.

    —No tengo idea —contestó el viejo repentinamente, apenado.

    Rainbow se contrarío tremendamente.

    —¿No andaba presumiendo que sabía decir donde había capturado a cualquier pokémon? —preguntó enojado.

    —Bueno, lo que pasa es que mis poderes no funcionan si los pokémon son capturados fuera de Johto —se justificó ridículamente.




    Poco rato después, Rainbow se encontraba de regreso a la farmacia después de que el pokevidente se resignara a pagar. Obviamente Rainbow aún seguía irritado por toda esa situación.

    —Ya tenía suficiente con un viejo payaso —se quedó mientras volaba sobre Crobat—, espero que esa clase de gente no sea abundante en esta isla… pero bueno —se calmó un poco—, supongo que no tengo alternativa, pero lo que lamento es que así no tengo tiempo para ir a enfrentar al líder de la ciudad.

    Mientras seguían volando hacia la ciudad, Rainbow no pudo evitar mirar hacia abajo para contemplar la vegetación de la isla, pues a pesar de que en general no le gustaba perder el tiempo contemplando paisajes, debía admitir que el terreno rudo de aquella isla le resultaba llamativo, pensaba que, cuando terminaran de pagar por la medicina, pasarían por ahí un tiempo entrenando.

    Sin embargo, esas reflexiones se vieron interrumpidas cuando divisó una figura extraña caminando entre los árboles y las enormes rocas del suelo. Antes de que pasaran volando, Rainbow tuvo la oportunidad de ver mejor lo que era, y eso le llamó la atención: se trataba de un niño, el cual parecía estar entrenando junto a otros pokémon. Debido a la velocidad a la que iban, no pudo ver más detalles, pero algo en eso le llamó bastante la atención.

    —Espera, Crobat —le dijo deteniéndolo en el aire, éste se preguntó lo que sucedía—, antes de volver, hay algo que quisiera ver.


    Un momento después, se encontraban en tierra, dirigiéndose hacia dónde había visto el curioso espectáculo. Todos sus pokémon se preguntaban qué cosa podría estar llamando tanto la atención de su entrenador, pero éste por el momento no parecía tener intenciones de decir nada. Cuando llegaron al lugar se escondieron detrás de unos árboles, asegurándose de poder ver todo lo que pasaba.

    En aquel lugar, rodeado de árboles y bastantes rocas enormes, se encontraban un niñito, de cabellos puntiagudos y mirada seria, con él se encontraba un hombre grande, musculoso y de apariencia fiera, aparentemente su maestro. Ambos se encontraban sin camisa ni zapatos, metidos en lo que era claramente un entrenamiento muy duro.

    —¡Esfuérzate más! —ordenó rudamente el hombre al muchacho, el cual se encontraba intentando mantener una enorme piedra sobre su espalda, en compañía de un Mankey que hacía lo mismo.

    El niño mostraba síntomas de cansancio y dolor, debido al peso de la piedra, pero no parecía tener intenciones de rendirse.

    —Si quieres ser un buen entrenador pokémon, tendrás que sentir lo mismo que ellos —continuó el maestro—, tendrás que sufrir con ellos, y de esa manera tú mismo te fortalecerás con ellos.

    Rainbow observó todo eso con verdadero interés, pues en cierta medida, le recordaba a su propio entrenamiento.

    Un momento después, el muchacho no pudo seguir soportando el peso de la roca, y el peso de ésta lo venció, así como al Mankey a su lado. El maestro se acercó a él fieramente, y retiró la piedra de encima de él.

    —¡Descanso! —ordenó de nuevo.

    El niño, en ese momento, se sentó sobre una roca, cruzando sus piernas y cerrando los ojos en una pose de meditación, su maestro hizo lo mismo.

    —Hoy lograste durar un poco más —comentó sin abrir los ojos—, pero aún te falta establecer conexión con tus pokémon.

    El niño escuchaba todo sin decir nada, ni abrir los ojos.

    —Si no puedes establecer conexión con tus propios pokémon, no podrás sentir tampoco al rival, y por consiguiente no vencerás —continuó cada vez más serio.

    En ese momento, Rainbow no lo pudo resistir más.

    —Bien, bien, muy bien —exclamó aplaudiendo levemente, mientras salía de su escondite.

    Fue algo sorpresivo para sus pokémon, pues Rainbow no era de meterse en los asuntos de los demás solo porque sí.

    —Fue un discurso cautivador —continuó diciendo Rainbow con un tono un tanto irreverente y sarcástico—, bastante convincente y acertado… aunque ciertamente algo incompleto.

    Hasta ese momento, ambos, maestro y alumno, no prestaron caso de la irreverente intromisión de Rainbow.

    —Si no te importa, muchacho —le contestó el maestro calmadamente—, estamos a mitad de nuestro entrenamiento, seré bueno esta vez y te pediré amablemente que nos dejes en paz.

    Rainbow lo observó con arrogancia.

    —Lamento decepcionarlos, pero desafortunadamente sí es un asunto de mi incumbencia —contestó desafiante—, después de todo… supongo que eres el líder del gimnasio de ciudad Orquídea, ¿o me equivoco?

    En ese momento, tanto el maestro como el alumno abrieron los ojos, y miraron a Rainbow seriamente. El maestro se puso de pie, y se acercó a él con una actitud imponente.

    —No te equivocas —contestó cruzando los brazos—, yo soy Chuck*, el líder de gimnasio de Orquídea, y mi especialidad son los pokémon de tipo lucha...

    —Espérate, espérate, espérate —interrumpió Rainbow groseramente—, no te pedí que me contaras la historia de tu vida… solamente quiero despedazarte sin piedad en una derrota humillantemente humillante enfrente de tu alumno.

    El joven se sobresaltó un poco al oír eso, y miró a su maestro con seriedad.

    —¿Te parece que puedes venir con un líder de gimnasio, y hablarle de esa manera? —preguntó Chuck con tono de reproche.

    —No lo haría si no estuviera seguro de que te voy a ganar —contestó Rainbow sin dejarse intimidar en lo absoluto—, tal vez incluso salgas tú aprendiendo algunas cositas de mí.

    Chuck miró a Rainbow fieramente al oír eso, éste estaba mirándolo con una arrogancia que no le cabía en el pecho, y eso lo molestó mucho más.

    —Necesitas aprender unos modales, niño —dijo Chuck mientras sacaba una pokeball amenazantemente—, vienes hasta aquí a interrumpir nuestro entrenamiento, y te burlas de mí, yo soy un hombre paciente pero tengo un límite…

    —¡Ay sí, ay sí! —se burló Rainbow— Mira como tiemblo de miedo —continuó sarcásticamente mientras sacaba una pokeball, y encaraba a Chuck con ella por delante—, vamos a hacer una cosa, como soy muy generoso, si me ganas me convertiré en tu alumno, y obedeceré todo lo que me digas sin rechistar.

    Chuck sonrió ante esa idea.

    —Entonces que así sea —contestó con gran seguridad, pues no veía posible que un niño cómo él pudiera hacerle gran cosa a él, quién se había entrenado duramente durante tantos años.

    Era una situación un tanto extraña, las cosas estaban yendo sin duda demasiado rápido en comparación con los otros gimnasios. La razón era que Chuck, al parecer, era el menos tolerante de los líderes con los que se había enfrentado. Rainbow recordó la emoción que le provocaba hacer enojar a un líder hasta ese punto, pero no se imaginó que eso fuera tan sencillo con Chuck.

    —Todavía hay unas cositas más —continuó Rainbow maliciosamente sacando su libreta especial de líderes y su cronómetro—, en esta libreta voy a apuntar el tiempo que me lleve vencerte.

    Eso irritó un poco más a Chuck, pues Rainbow tenía el atrevimiento de dar su victoria como segura.

    —Y lo más importante —prosiguió sin dejar de sonreír con malicia—, si puedes derrotar a uno solo de mis pokémon, consideraré que he perdido, aunque yo sí tendré que derrotar a todos los tuyos.

    Al ver el nivel al que llegaba la arrogancia de ese entrenador, sonrió con seguridad, pues vio en eso una ventaja para poder bajarle los humos, y enseñarle un poco. El joven aprendiz observaba todo muy quieto y con la mirada seria puesta en Rainbow, aunque en el fondo estaba impresionado por su actitud tan segura y decidida, sin embargo confiaba en que no podría hacer nada contra su maestro.

    —Entonces dejemos de hablar, ¡Ve Machamp! —exclamó con voz potente.

    Entonces apareció en medio del terreno un imponente Machamp, listo para atacar. Muy tranquilamente, Rainbow sacó a Umbreon, lo cual desconcertó un poco a Chuck.

    —Así que estás tan confiado como para usar un tipo siniestro contra un tipo lucha —inquirió con extrañeza.

    —No sería una gran humillación si te derrotara con ventaja —contestó Rainbow aún más arrogante.

    Chuck se sentía mucho más confiado por todo eso, así que solo decidió darle una lección lo antes posible para poder seguir entrenando.

    —En ese caso… ¡Comencemos! —exclamó con voz potente.

    Rainbow inició el cronómetro.



    Sin embargo, ninguno comenzó a atacar, sino que ambos pokémon se quedaron encarando el uno al otro. Chuck no parecía querer dar el primer golpe.

    Como siempre solía hacer, Rainbow analizó a su rival seriamente.

    —Se ve fiero y rudo —pensaba seriamente, aunque su rostro expresara la más grande arrogancia—, sin embargo es un entrenador paciente y que de seguro es buen estratega… debo estar siempre un paso delante de él…

    Chuck también lo observaba detenidamente, también trataba de analizarlo en su mente.

    —Este niño es todo un hablador… sin embargo no parece atacar —pensó algo intrigado—, tal vez está planeando algo diferente…

    —¡Muy bien, Umbreon! ¡Usa Ataque rápido! —ordenó Rainbow de repente.

    Chuck sonrió al oír eso, pues sabía perfectamente qué hacer.

    En el momento en el que Umbreon logró alcanzar a su oponente, éste lo sujetó fuertemente con sus cuatro brazos.

    —¡Sumisión! —ordenó Chuck, confiado en que la ventaja de tipo y el nivel de su pokémon serían suficientes para terminar esa batalla rápidamente.

    El Machamp efectuó el ataque sobre Umbreon, el cual se resintió los efectos del potente ataque físico. Sin embargo, inesperadamente usó Contador, haciendo que el Machamp sufriera el doble del daño que le había ocasionado. Eso sorprendió a Chuck.

    —¿Pero qué? —exclamó incrédulo— ¿Un Umbreon usando ese ataque de tipo lucha?

    Rainbow sonrió maliciosamente.

    —¿Y todavía te preguntas por qué creo que tu sistema es incompleto? —presumió riendo levemente— Pero todavía no has visto nada.

    Apenas hubo dicho eso, Umbreon remató a Machamp con un potente Psíquico. El tipo de ataque sumado al gran nivel de ataque especial natural de Umbreon hicieron que se debilitara.

    Chuck se dio cuenta de que había subestimado mucho a Rainbow, miró de nuevo su rostro arrogante y engreído, y decidió que no podía dejarse ganar tan fácilmente. Ahora iba a luchar en serio. El cronómetro iba en 1:05.

    Regresó entonces a Machamp y sacó a un Primeape, mientras que Rainbow sacó a Sudowoodo. Esta vez Chuck se veía más calmado y serio

    —Movimiento sísmico —ordenó sin alterarse.

    Primeape atacó, lanzando fuertemente a Sudowoodo hacia arriba.

    —Ahora A bocajarro —ordenó Chuck de nuevo mientras ambos pokémon aún seguían en el aire.

    A pesar de que recibió mucho daño, Sudowoodo pudo soportar tanto ataque, y tomando fuerzas durante esa lluvia de golpes, asestó un potente Mazazo a su rival justamente antes de caer, provocando que una gran polvareda se levantara.

    —La defensa de ese Sudowoodo es enorme —pensaba Chuck cubriéndose los ojos del polvo—, tuvo suficiente energía para contraatacar.

    —Recibió demasiado daño —pensaba Rainbow algo preocupado—, pero por suerte reaccionamos a tiempo.

    Cuando la polvareda se dispersó, vieron que ambos pokémon se encontraban algo cansados, pero aún con energía, y se miraban desafiantes.

    —Usa Foco energía —ordenó Chuck con calma, viendo que aún tenía oportunidad.

    El Primeape se relajó, y se concentró para aumentar sus probabilidades de un ataque crítico. Eso preocupó algo a Rainbow, pues eso podría darle problemas. Entonces se dio cuenta de que una parte del suelo en el que se encontraban estaba algo húmeda.

    —Ahora usa Tajo cruzado —ordenó Chuck aún con calma.

    El ataque Tejo cruzado de por sí tenía grandes probabilidades de resultar en ataque crítico, aumentado al hecho de que antes había usado Foco energía hicieron el asunto preocupante para Rainbow.

    Antes de que el Primeape pudiera tocarlo, Sudowoodo lo esquivó, y de inmediato usó Bofetón lodo, aprovechando lo húmedo del suelo. Pero Rainbow no se conformaba con eso, así que usaron muchos ataques de Bofetón lodo hasta que Primeape quedó prácticamente sin precisión. Esto preocupó a Chuck, pero no se desesperó. Se concentró para poder tener una conexión con su pokémon y así tal vez lograr ganar.

    —Inténtalo de nuevo, ¡Tajo cruzado! —ordenó con más exigencia.

    Sin embargo, a causa de tener tan poca precisión en ese momento, fue fácil para Sudowoodo esquivar sus ataques, y sin esperar nada más atacó al Primeape con varios ataques seguidos de Doble filo, debilitándose el contrincante. Al tener Sudowoodo la habilidad, el Doble filo no le regresó ningún daño. El cronómetro iba en 3:35.

    —Después de todo no eres tan buen maestro —dijo Rainbow regresando a Sudowoodo—, aún viendo que tu pokémon tenía poca precisión decidiste seguir atacando, porque confiabas en el vínculo con tu pokémon.

    El pequeño aprendiz estaba asombrado por lo que estaba pasando, el mismo Chuck no podía creer que ese niñito tan arrogante lo estuviera superando.

    —Pero no te preocupes —continuó Rainbow sacando su siguiente pokeball—, no tiene nada de malo que tengas buenos vínculos con tus pokémon, simplemente que los míos son más fuertes.

    Chuck no se dejó intimidar, después de todo aún tenía una oportunidad de derrotar a solo uno de sus pokémon, y calmadamente sacó a un Poliwrath, su pokémon más fuerte. Para sorpresa de todos, el pokémon que eligió Rainbow fue a Ledyba.

    Ambos pokémon se encararon en el centro, y la diferencia era abismal; por un lado, el enorme Poliwrath se veía fiero y decidido, pero Ledyba se mostraba temerosa y muy intimidada ante su oponente, a tal punto que tenía miedo solo con verlo.

    —Tranquila, Ledyba —escuchó la reconfortante voz de su entrenador en su cabeza, por medio del Viridian mind—, te has estado entrenando para esto desde que nos conocimos, hoy será tu día de gloria, el día que venzas tus miedos, solo confía en mí.

    Esas palabras la calmaron un poco. A pesar de todo, en el exterior Rainbow se mostraba tan irreverente e imperturbable como desde que llegó.

    A Chuck y al aprendiz también les impresionó que eligiera a esa pokémon para el último combate, pero Chuck decidió no confiarse de las apariencias, y se decidió a atacar con todo.

    —¡Hidrobomba! —ordenó de inmediato.

    Con algo de trabajo, Ledyba esquivó el potente chorro de agua, y empezó a volar hacia su oponente.

    —Usa Golpe cabeza —ordenó Rainbow tranquilamente.

    El ataque de Ledyba fue directo, sin embargo no hizo el daño suficiente a Poliwrath, y de inmediato éste se aferró de ella.

    —¡Tiro vital! —ordenó Chuck.

    Ledyba sufrió el poderoso ataque, y Rainbow, al estar conectada a ella por el Viridian mind, surfió el mismo dolor, pero su exterior permanecía imperturbable por completo, de manera que Chuck y su alumno se sorprendieron de que pareciera no importarle en absoluto el daño que sufrían sus pokémon.

    —Tranquila, Ledyba —le dijo mientras ésta se levantaba con trabajo del suelo—, estás haciéndolo muy bien, solo hay que aguantar un poco más y todo estará bien.

    —¡Mega patada! —ordenó Chuck sin querer darle la oportunidad a Rainbow de recuperarse.

    Ese ataque no lo tenía previsto Rainbow, era demasiado poderoso, y a pesar de que habían fortalecido enormemente su defensa con el entrenamiento, decidió no arriesgar a su Ledyba.

    —¡Muévete de ahí! —exclamó casi con desesperación, todavía en su mente.

    Sin esperar nada más, Ledyba comenzó a volar, eludiendo desesperadamente los ataques de su oponente.

    —Aumenta tu evasión con Doble equipo —ordenó aún inquieto.

    Al subir la evasión de Ledyba, pudieron resistir lo suficiente para el siguiente ataque.

    —Sitúate detrás de Poliwrath, y luego ataca de nuevo con Golpe cabeza —ordenó Rainbow cuando vio que era el momento justo.

    Un momento después, Ledyba intentaba cumplir con esa orden. A Chuck le pareció sospechoso que no tratara de hacer un ataque más directo.

    —¡Telépata! —ordenó seriamente.

    El Poliwrath efectuó el ataque, pudiendo ver el movimiento que Ledyba estaba a punto de hacer, y antes de que ésta lo lograra, el Poliwrath se aferró a ella una vez más.

    —¡Otra vez Movimiento sísmico! —ordenó Chuck con optimismo.

    Una vez más, Ledyba y Rainbow tuvieron que sufrir el ataque juntos, pero no importa lo que pasara, Rainbow no dejaba de sonreír maliciosamente y mirar a Chuck con aires de superioridad.

    Viendo que estaba prácticamente a punto de perder, Chuck y su alumno no entendía cómo Rainbow podía estar tan calmado.

    —Bien, Ledyba —dijo Rainbow finalmente—, ha llegado el momento, ¿estás lista? —Ledyba se levantó de nuevo, con mucha más dificultad, pero teniendo una gran confianza en su entrenador, encaró a su enorme oponente, pero esta vez ya no se veía el miedo en sus ojos, ahora se mostraba confiada y decidida.

    —Oye, Chuck —interrumpió de repente Rainbow la pelea, éste y su alumno lo miraron extañados—, hace rato decías que la conexión con tus pokémon era primordial… y me alegra que entrenes a tu alumno para que entienda eso… pero… todavía no has visto a qué nivel puede haber conexión entre un entrenador y su pokémon —añadió con un tono muy serio, sin arrogancia alguna.

    Ambos, maestro y alumno, no hacían sino mirar a ese extraño entrenador. Sin embargo, Chuck no podía darse el lujo de esperar pacientemente a que hiciera algo más.

    —Debo admitir que te subestimé al principio —dijo Chuck con cierta humildad—, pero eso no significa nada ahora, no voy a dejar que me ganes… ¡Ventisca! —ordenó con voz potente, pues el ataque sería lo suficiente como para terminar la batalla.

    El Poliwrath efectuó el ataque, y una vez más, Ledyba empezó a volar para esquivarlo.

    —Ahora es el momento —le dijo Rainbow en su mente, y comenzó a concentrarse junto a su Ledyba, cerrando los ojos—, tanto tiempo estuve cancelando tu evolución —continuó serenamente, sin dejar de concentrar todo su Viridian mind—… pero ahora, ha llegado tu momento… Ledyba…

    Y habiendo dicho eso, la energía de su Viridian mind se liberó, y Ledyba evolucionó en Ledian, mientras aún se encontraba volando en el aire.

    —¿Qué? —exclamó Chuck sorprendido. El joven alumno tampoco pudo evitar sorprenderse por eso.

    —No perdamos más tiempo —continuó Rainbow cada vez más cansado por el esfuerzo—, ¡Usa lo que has aprendido! ¡Aquello que te convertirá en el mejor de tu especie! —exclamó potentemente en su mente.

    En ese momento, Ledian efectuó una de las combinaciones más complejas que Rainbow hubiera usado contra un líder de gimnasio, un ataque que combinaba Puñodinámico, Puño trueno, Puño hielo, y Puño fuego, uno por cada uno de sus cuatro brazos, todos esos a la velocidad de un Giga impacto.

    La poderosa combinatoria de ataques dio de lleno a Poliwrath, saliendo éste afectado por todos los Puños que sobre él se efectuaron, y por consiguiente, debilitándose irremediablemente. El cronómetro se detuvo.


    Todo eso había sucedido verdaderamente rápido, Chuck no había tenido la oportunidad de hacer nada. Ambos, maestro y alumno, miraban a Rainbow incrédulos. Para Chuck específicamente fueron sentimientos contradictorios, pues el joven entrenador seguía ahí, sonriéndole irreverentemente, con esa actitud tan arrogante y molesta, solo que ahora no podía decirle nada.

    —¿Has aprendido algo entonces? —preguntó Rainbow irreverentemente.

    Chuck regresó a su pokémon, y caminó seriamente hasta Rainbow, el cual no se intimidó en absoluto.

    Chuck se detuvo frente a él, mirándolo seriamente. A pesar de haber perdido limpiamente, era casi imposible para él sentirse bien por haber tenido contra un entrenador así, y Rainbow estaba consciente de eso, por lo que sintió de nuevo esa alegría que le daba poder demostrarle a los demás que se equivocaban al juzgar solo su reprochable personalidad, generando que lo odiaran por la contradicción que había creado en sus mentes.

    —Toma tu medalla —dijo Chuck de mala gana extendiéndole la medalla Tormenta en su mano.

    —Ah, qué triste —exclamó patéticamente Rainbow mientras la tomaba—, quería exigir que me la dieras.

    Chuck solo le dio la espalda y regresó a donde estaba.

    —Oye, por cierto —se apresuró a decir Rainbow—, tu tiempo fue de 4:37, no estás nada mal, en serio.

    —Ya ganaste tu medalla —dijo Chuck mirándolo de reojo—, ahora quisiera regresar al entrenamiento con mi alumno.

    —¡Ah! Es verdad —exclamó Rainbow acercándose al joven—… Quiero hablar contigo un momento.

    El alumno se inquietó un poco al ver a Rainbow tan cerca de él.

    —Estuviste muy callado todo el tiempo —le dijo con cierto tono amigable—, eso me gusta, odio cuando estás combatiendo y la gente alrededor no deja de decirlo todo en voz alta.

    El niño empezaba a irritarse, y se levantó bruscamente.

    —Tengo que volver a mi entrenamiento —dijo muy seriamente.

    —Vamos, no seas así —replicó Rainbow alegremente—, yo me llamo Rainbow, y soy el entrenador definitivo… ahora, ¿por qué no me dices cómo te llamas?

    El chico lo vio a los ojos con mucho fastidio, y pensó que si le seguía la corriente tal vez así se iría pronto.

    —Green —contestó en voz baja.

    —Hmmm… y dime, Green, ¿es el profesor Oak tu abuelo? —preguntó con tono de sospecha.

    Eso sobresaltó un poco a Green, y lo miró con algo de desprecio.

    —No quiero que nadie me asocie con mi abuelo solo por eso —replicó enojado—, yo vine aquí para tener mi propio camino.

    —Tranquilo, Green —lo calmó Rainbow amigablemente—, no te estoy comparando con él en lo absoluto.

    Green se extrañó de eso.

    —Es más, cuando yo fui a su laboratorio él ya se había olvidado de tu nombre —continuó bromeando animosamente—, incluso me preguntó tu nombre… y ahora cree que te llamas Imbécil…

    Luego de eso, comenzó a reírse a carcajadas, mientras que los otros dos, ya no lo soportaban más.

    —¿Tienes alguna otra tontería más que decir? —preguntó Green ya muy enojado.

    En ese momento, Rainbow se calmó poco a poco, hasta tomar una actitud mucho más calmada.

    —Sí, tengo algo más que decir —respondió ya más calmado—, hazle caso a tu maestro, pero no lo hagas tanto o podrías perder tu individualidad.

    Esto sorprendió un poco a ambos, por el cambio tan drástico de su actitud. En ese momento Rainbow sacó a Crobar, y se subió en su espalda.

    —Espero que hayan aprendido algo de mí hoy —dijo mientras alzaban el vuelo—, y no lo olvides, Green, aprende mucho de tu maestro, así algún día podrás derrotarlo tú mismo.

    Y diciendo eso, salió volando hacia la ciudad, dejando al maestro y alumno algo confundidos, pero también sorprendidos por tan increíble batalla.

    Rainbow se dirigió de nuevo hacia la ciudad con su nueva medalla y su nueva y optimista Ledian en su pokeball, y lo que más deseaba hacer era descansar, después de tanto agotamiento mental.



    *En los videojuegos Chuck se llama Anibal.
     
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    Pokémon Rainbow: Johto.
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    Capítulo 36: Los acantilados de la ruta 47.
    “Tiene razón, no fue en absoluto una pérdida de tiempo"
    Rainbow




    Los días siguientes no fueron precisamente los mejores para Rainbow y su equipo bajo las órdenes del dueño de la farmacia. Su cínico comportamiento y órdenes ridículas más relacionadas para un sirviente a veces lo sacaban de quicio, afortunadamente esa situación no iba a durar para siempre.

    —Muy bien, Rainbow —dijo el anciano de repente la mañana del sexto día—, creo que ya has trabajado suficiente como para saldar el precio de la medicina.

    Rainbow se sorprendió al oír eso, y de inmediato bajó del techo de la farmacia, pues la noche anterior el viejo le había dicho que pintara la loza del tejado de color azul, para que se viera bonito, trabajo que le llevó a Rainbow casi toda la noche.

    —¿Está hablando en serio? —preguntó Rainbow con algo de entusiasmo.

    El viejo contempló desde abajo su nuevo techo azul, y sonrió satisfecho.

    —Estoy hablando en serio —contestó amigablemente—, has trabajado muy duro, y me has ayudado muy bien, en cuanto la medicina esté lista podrás irte.

    Rainbow dio un salto de júbilo, pues ya había cumplido con su objetivo de conseguir la medicina, a pesar del tiempo que eso le hizo perder, y ya deseaba volver a entrenar con normalidad.

    —Pero espera un momento —interrumpió el viejo su celebración—, todavía falta una cosa más.

    Rainbow se detuvo algo desilusionado.

    —No me diga ahora que quiere que le pinte toda la casa de amarillo —dijo con rudeza.

    —No, no es nada de eso —contestó el anciano con tranquilidad—, simplemente que para terminar la medicina, me hace falta un último ingrediente, el ingrediente más importante del preparado, y sin el cual la medicina no funcionará.

    —Entendido, entendido —contestó Rainbow con calma—, solo tengo que ir a buscarlo, ¿no es así?

    —Sí, así es —respondió el viejo—, pero este ingrediente no es uno común y corriente, se trata de una planta muy rara y escasa, de color morado con amarillo y espinas, que solo crece en los acantilados de la ruta 47.

    — ¡Ja! Acantilados —dijo Rainbow sin sorprenderse—, eso no será un problema para mí.

    —Pero el problema no es ese —interrumpió el anciano—, el auténtico problema se deriva en la dificultad de encontrar esas plantas en la cantidad suficiente, puedes pasarte días enteros solo para encontrar apenas tres, y la cantidad que se requieren para una medicina es de cinco. Además, aún si logras conseguirlas debes tener mucho cuidado de que no se caigan al mar, si esto pasara, quedarían inservibles, sumado al hecho de que en ese lado del acantilado suele haber mucho viento y oleaje.

    —No me parece gran dificultad —presumió Rainbow cruzándose de brazos—, además, mis pokémon son definitivos, no tendremos muchos problemas.

    Entonces, sacó a Crobat y se subió en él.

    —Antes de que te vayas, una cosa más —se apresuró a decir el viejo—, hagas lo que hagas, será mejor que no te pinches con las espinas.

    —¿Por qué? —preguntó Rainbow extrañado.

    El viejo sonrió maliciosamente.

    —Digamos que, si te pinchas con ellas, no tendrás un rato muy agradable —contestó riendo levemente.

    Esa advertencia le dio mala espina a Rainbow, pero no se dejaría intimidar por algo tan insignificante y que es fácilmente evitable, así que, sin esperar más tiempo, salió volando hacia el este, hacia los acantilados de la ruta 47.



    No mucho tiempo después, Rainbow se encontraba frente a los imponentes peñascos que bordeaban la ruta 47, los acantilados de decenas de metros de altura terminaban en el mar, donde puntiagudas y afiladas rocas sobresalían por la superficie, además los violentos vientos amenazaban la estabilidad de cualquiera que se aventurara a permanecer volando mucho tiempo, convirtiendo toda esa ruta en un auténtico reto para los amantes del peligro, un paso en falso y podría significar la muerte, si no te mataba la caída, las descontroladas corrientes se encargarían de ahogarte o estrellarte contra las rocas inevitablemente.

    Parado a la orilla de uno de los peñascos, Rainbow observaba con fascinación aquel espectáculo de la naturaleza, tan aterrador y al mismo tiempo tan atrayente para todo aquel que gustara del peligro.

    —Bueno, amigos, tenemos trabajo que hacer —dijo a sus compañeros en su cinturón sin desalentarse—, para encontrar cinco de esas plantas es necesario que tengamos muchos ojos.

    Diciendo eso, sacó a todos sus pokémon que pudieran volar.

    —Necesito que bordeen los peñascos —les pidió en voz alta, debido a que la fuerza del viento era tanta que tenía que hablar con voz fuerte—, abran bien los ojos para encontrar esas plantas, y tengan mucho cuidado con el viento —añadió con seriedad—, cuando encuentren las plantas no las vayan a tocar, arránquenla con Confusión.

    Asintiendo firmemente, los pokémon se fueron volando bordeando y observando los riscos con cuidado. La mayoría de ellos ya tenía buen manejo de las habilidades psíquicas a causa del entrenamiento, así que no suponía ningún problema para Crobat y Ledian.

    —Bueno, nosotros tampoco vamos a perder el tiempo —dijo Rainbow mientras continuaban avanzando bordeando los riscos por encima, tratando de encontrar alguna planta que se encontrara en la orilla de los acantilados, con extremo cuidado para no caer hacia su muerte.


    Las horas pasaban, y la búsqueda de aquellas plantas no iba del todo bien, solo Ledian había podido encontrar una. Rainbow había sacado a casi todos sus pokémon para poder agilizar la búsqueda, y de ese modo encontraron otra al borde de una parte del acantilado, la cual fue recogida por Ursaring. Las horas pasaban, y poco a poco se hacía de noche. Un frío viento proveniente del mar llamó la atención de Rainbow.

    —Creo que debemos parar por esta noche —ordenó viendo que el mal tiempo amenazaba con volverse tormenta—, hay que buscar un refugio.

    Las dos plantas que habían conseguido las tenían en una bolsa de tela, para no arriesgarse a hacer contacto con sus espinas, y cuidando eso como si fuera un tesoro, Rainbow y sus pokémon se dispusieron a pasar la noche en una de las cuevas que habían por ahí.

    En efecto, aquella noche una fuerte tormenta embistió toda la ruta con violencia, el agua que caía violentamente mojaba los peligrosos riscos, y estruendosos rayos caían por doquier, haciendo un suicidio el salir en esas condiciones. Pero en el interior de una cueva, Rainbow y sus pokémon estaban seguros, y una fogata les ayudaba a entrar en calor.

    —Estamos tardando demasiado —reflexionó Rainbow contemplando el fuego—, no podemos darnos el lujo de perder mucho tiempo, y solo hemos reunido dos.

    Sus pokémon también se mostraron insatisfechos con lo que habían conseguido ese día, pero desafortunadamente, no podían hacer nada hasta que la tormenta pasara.

    Sin embargo, un momento después Xatu pareció percibir algo, y eso lo inquietó. Con el entrenamiento que había recibido de parte de Rainbow, había desarrollado mucho su alcance psíquico, y ahora algo llamaba su atención en el exterior. Noctowl también empezó a sentirlo, y poco a poco todos los pokémon que habían desarrollado habilidades psíquicas aunque no fueran de su naturaleza. Estos comenzaron a acercarse a la salida de la cueva.

    —¿Qué es lo que perciben? —preguntó Rainbow con interés, viendo que sus pokémon estaban algo inquietos.

    Se acercó entonces a Xatu, y colocando su mano sobre su cabeza, se concentró.

    —Muéstrame lo que escuches —le dijo tranquilamente.

    En ese momento, entre todo el ruido y violencia de la tormenta, distinguió el casi inaudible grito de un pokémon, el cual se encontraba en algún lugar del inmenso acantilado.

    Alertado por eso, refugió su mochila dentro de la cueva y regresó a sus pokémon a sus pokeballs, excepto a Xatu, Noctowl y Crobat, los más capacitados para volar contra la tormenta, y a Flaffy para que iluminara un poco con Destello, así como servir de pararrayos.

    —¡Busquen a ese pokémon! —les ordenó.

    Ellos salieron volando inmediatamente, soportando los vientos huracanados que los azotaban. Mientras tanto, Rainbow también recorría con mucho cuidado el borde del risco, buscando de dónde provenía el grito del pokémon.

    La lluvia y el viento no dejaban de azotar violentamente, el camino se hacía cada vez más peligroso, y cada paso podría ser el último de Rainbow si seguía caminando tan imprudentemente al filo del risco como lo hacía, pero a él parecía no importarle, pues lo único que tenía en mente era encontrar a aquel pokémon.

    Finalmente, Crobat lo encontró a los pies del acantilado, era un pequeño Delibird, el cual desesperadamente trataba de aferrarse a alguna roca para no ser arrastrado por la corriente.

    —¡Ten cuidado, Crobat, que no se lastime! —le ordenó Rainbow desde arriba al ver que se trataba de un Delibird.

    Crobat se acercó suavemente al pokémon de hielo, y este tuvo miedo de su presencia al principio, sin embargo, dada su situación no podía rechazar ningún tipo ayuda. En el momento en que subió a la espalda de Crobat, éste se dio cuenta de que había una de las plantas que buscaban incrustada en una roca justo detrás del Delibird.

    —¿Encontraste otra, Crobat? —preguntó Rainbow asomándose imprudentemente al risco— ¡Qué bien! Entonces tráela también…

    Por su actitud imprudente, pasó lo que era inevitable, la orilla estaba tan resbalosa que Rainbow ni siquiera se dio cuenta y ya se encontraba cayendo al precipicio. Afortunadamente sus reflejos fueron rápidos, y logró asirse con ambas manos a la raíz de un árbol que asomaba a través de la pared del barranco. Flaffy se acercó más al precipicio con cuidado, para tratar de iluminar un poco mejor a su entrenador.

    Para ese momento, sus demás pokémon se habían dado cuenta de la situación de su entrenador, y juntos volaron a salvarlo.

    Debido a la luz que Flaffy emitía por el Destello, Rainbow se dio cuenta de que una de las plantas se encontraba asomando de la pared del precipicio, a pocos metros de él. Los rayos que caían en Flaffy aportaban breves momentos de más intensidad en su Destello, lo cual a lo lejos ofrecía un curioso espectáculo.

    Un momento después, Rainbow sintió las garras de Noctowl sujetándolo, y comenzó a elevarlo.

    —Espera —le dijo antes de que alzaran vuelo—, no te olvides de aquella planta —continuó señalándola.

    Entonces, Noctowl la sacó con sus poderes psíquicos, quedando esta flotando en el aire cerca de ellos, así como la tenía Crobat. Todo pudo haber terminado bien ahí, si no fuera porque justo en el momento en el que subían, Flaffy no pudo seguir reteniendo los rayos, debido a que estos la habían sobrecargado, lo que ocasionó que todo volviera a la oscuridad.

    —Flaffy, ¿te encuentras bien? —preguntó Rainbow mientras poco a poco subían.

    Desafortunadamente, en ese momento un rayo cayó muy cerca de donde ellos estaban, con tal violencia, que Noctowl no pudo evitar soltar a su entrenador y a la planta por la sorpresa.

    Inesperadamente Rainbow comenzó a caer de nuevo, esta vez sin oportunidad de agarrarse a algo, ya que de inmediato vio cómo la planta caía junto con él, y pensó en lo que dijo el viejo, de que aquella planta perdía su utilidad si se mojaba con el agua del mar. Sin pensarlo dos veces, Rainbow extendió su mano para alcanzarla, a pesar de que no iba a servir de mucho, dado que ambos caerían al agua, quería hacer el intento por salvarla. Cuando logró alcanzarla, en su desesperación, olvidó la advertencia del viejo acerca de no dejarse pinchar por sus espinas, y al apretar fuertemente el tallo éstas se clavaron en su mano. En ese momento, sintió un dolor punzante que se extendió por todo su cuerpo, y trató a duras penas de no gritar de dolor, mientras la mano con la que sujetaba la planta se llenaba poco a poco de su sangre.

    Pero antes de caer al mar, Noctowl logró sujetarlo de nuevo con sus poderes psíquicos, levitándolo a solo unos metros de las violentas olas. Rainbow sentía que la cabeza le daba vueltas, y su visión comenzó a nublarse, un momento después, había perdido la conciencia, quedando colgando sobre el mar con la planta fuertemente sujetada en su mano.

    Al ver esto, Noctowl fue hacia él para subirlo con más seguridad, mientras que Flaffy, sintiéndose culpable por lo que había sucedido, volvió a encender su Destello y a recibir rápidamente más rayos.

    El Delibird, ya a salvo en la cima, observó como los pokémon de Rainbow volaban hacia él para ayudar a Noctowl a cargar mejor a su entrenador, mientras que Flaffy valientemente aún trataba de alejar los rayos de ellos.

    Sin embargo, el pequeño cuerpo de Flaffy no podía soportar tanta electricidad, y entre los rayos y la tormenta que la golpeaban en el rostro, sacó fuerzas de flaqueza, y evolucionó en un Ampharos entre grandes resplandores que pudieron verse a un kilómetro a la redonda. Con su nueva forma, ya no tenía problemas en recibir todos los rayos.

    Mientras tanto, los pokémon voladores protegían el cuerpo de su entrenador mientras lo subían por el acantilado, y con mucha dificultad lograron subirlo, a causa de que los increíbles vientos hacían sumamente difícil mantenerse estable volando.

    Mientras subían, Rainbow recuperó la conciencia momentáneamente, el suficiente tiempo para darse cuenta de que aún tenía la planta en la mano, que su Flaffy había evolucionado, y lo más importante, que el Delibird se encontraba bien. Sacando pocas fuerzas, sonrió alegremente por un momento, antes de volver a desmayarse.



    A la mañana siguiente, la tormenta ya había amainado, y el sol brillaba de nuevo en todo el acantilado, ofreciendo una vista hermosa de la mañana.

    Rainbow se despertó de su letargo varias horas después de que el sol hubo salido, y con algo de dificultad se levantó, dándose cuenta de que se encontraba en el interior de la cueva en la que habían estado la noche anterior, pero no vio a sus pokémon ahí.

    Salió entonces al exterior, y se calmó de ver que todos sus pokémon se encontraban bien, de hecho, se encontraban haciendo sus entrenamientos, tal y como él se los había enseñado. Al verlo, sus pokémon se arremolinaron cariñosamente alrededor de él, alegrándose de que se encontrara bien.

    —Sí, sí, ya no exageren —dijo Rainbow algo avergonzado—, no fue para tanto… —comentó mirando su mano izquierda, la cual se encontraba muy roja y llena de pequeñas cicatrices, producto de las espinas que se habían clavado en su carne.

    Serenamente, observó la fresca mañana que bañaba el peñasco.

    —Así que a esto te referías, viejo —dijo tranquilamente apretando la mano, sintiendo aún los residuos del dolor.

    Entonces Ampharos le entregó la bolsa donde guardaban aquellas plantas.

    —Te ves bien, Ampharos —le dijo al verlo de cerca en su nueva forma, éste se sintió orgulloso—, deberíamos construir nuestro propio faro y cobrar por iluminar el mar —bromeó tomando la bolsa.

    Al abrirla, vio aquellas plantas que a duras penas habían logrado conseguir la noche anterior, incluyendo la que había traído Crobat cuando rescató al Delibird.

    —Por cierto, ¿dónde está el Delibird? —preguntó al recordar de repente al pokémon.

    Entonces, Sudowoodo se le acercó lentamente, y le entregó una pokeball. Rainbow la tomó, y vio sorprendido que ahí se encontraba el Delibird.

    Sucedió que, mientras Rainbow se encontraba inconsciente, sus pokémon le contaron al Delibird de su viaje, y conociendo su método de entrenamiento, sabían que iban a requerir a un tipo Hielo primario en algún momento. Delibird sintió entonces deseos de ir con ellos, sobre todo al ver cómo aquellos pokémon podían resistir tan bien la tormenta, mientras que él no pudo ni mantener el vuelo a causa del viento.

    —Así que tomaron la decisión sin mí —comentó con un tono un poco de reproche.

    Sus pokémon se disculparon por si habían hecho algo que su entrenador no quería.

    —No, no es eso —contestó Rainbow—, decidieron bien, parece ser un Delibird apto para mi entrenamiento, solo que… falta algo.

    En ese momento sacó al Delibird de la pokeball.

    —Delibird, ¿estás seguro de que quieres venir con nosotros? —dijo con una firmeza bastante fingida—, te advierto que te convertirás en el mejor de tu especie, no habrá nadie que pueda vencerte…

    Su típico discurso tenía más que hartos a todos sus pokémon, en especial a Crobat, Onix y Umbreon, los más veteranos. Sin embargo, a Delibird le pareció una actitud interesante, y asintió con entusiasmo.

    —¡Muy bien! —exclamó Rainbow después— En ese caso, no hay tiempo que perder, hay que ir a buscar todavía una de las plantas antes de volver…

    En ese momento, Delibird pareció recordar algo, y escarbando en su saco sacó una de las plantas que andaban buscando, lo que sorprendió mucho a todos.

    Rainbow se dio cuenta de que las gruesas plumas de Delibird impedían que las espinas se le clavaran.

    —Así que tú también venías buscando esas plantas —comentó alegremente—, pero ya no te preocupes, conmigo ya no necesitarás medicinas para curarte.

    Y ya que no tenían nada más que hacer en aquella zona de peligrosos acantilados, emprendieron el viaje de vuelta hacia Orquídea, con las cinco plantas a salvo con ellos.



    —¡Ah! ¡Así que ya has vuelto! —exclamó el viejo al ver entrar a Rainbow, todo sucio y desarreglado.

    —Así es viejo —contestó con rudeza—, casi pierdo la vida, pero lo conseguí.

    Y le arrojó la bolsa con las cinco plantas, el anciano miró el interior.

    —¡Increíble! —exclamó sonriendo— En serio lo lograste, y en una sola noche, y encima con una terrible tormenta azotando la isla.

    —Sí, sí, sí, no fue nada que el entrenador definitivo no pudiera superar —continuó cínicamente—, ahora cumpla su parte del trato y haga la medicina para que pueda irme.

    —Ya tengo la medicina —dijo sorpresivamente el viejo mostrándole un frasco con un extraño líquido en su interior.

    Esto desconcertó a Rainbow y sus pokémon terriblemente.

    —P…Pero, si… yo acabo de llegar —dijo tartamudeando—, y… ni siquiera ha sacado las plantas de la bolsa.

    El viejo sonrió, y se dirigió hacia otra habitación.

    —Sería muy desconsiderado de nuestra parte si tomáramos todas las plantas de su habitad, ¿o no? —siguió hablando sonrientemente.

    —Pues sí —contestó Rainbow—, supongo que de esa manera sólo se extinguirían.

    —Pues es precisamente por eso que tengo esto —dijo mientras abría la puerta de la habitación.

    En ese momento, apareció ante ellos un enorme invernadero, en el cual abundaban aquellas plantas que con tanto trabajo había conseguido en el peñasco. Rainbow miró todo eso con una mezcla de incredulidad y rabia.

    —Maldito viejo —masculló Rainbow—, ¡¿para qué me envía a buscar esas plantas si usted tiene cientos aquí?! —exclamó enojado.

    —Tranquilo, tranquilo —le contestó el anciano—, quería ver hasta donde llegabas con tal de obtener la medicina… y la verdad me has sorprendido sinceramente.

    —S…sí, pero esa no es excusa para hacerme perder el tiempo en eso —contestó Rainbow sólo un poco más calmado.

    —¿Pérdida de tiempo? —preguntó asombrado el viejo— No creo que haber estado en medio de una tormenta buscando las plantas no te haya dejado nada, ¿o me equivoco?

    En ese momento, Rainbow miró a su evolucionado Ampharos, el cual lo hizo gracias a la tormenta eléctrica, y sobre todo, a su nuevo compañero Delibird, el cual no hubiera conocido de no haber ido ahí.

    —Tiene razón, no fue en absoluto una pérdida de tiempo —contestó ya completamente calmado.

    —¡Ya ves como todo salió bien después de todo! —exclamó el anciano jovial— Así que ahora toma la medicina, y llévasela al pokémon del faro Olivo, ya has saldado la deuda conmigo.

    Rainbow tomó la medicina lentamente, y se dirigió a la salida de la farmacia. En la entrada se detuvo un momento, y volteó a ver al anciano.

    —Hasta otra, viejo pervertido —se despidió arrogantemente.

    —Hasta otra, entrenador definitivo —se despidió el anciano sonriente.

    Al oír eso, Rainbow le sonrió amigablemente, y sin esperar nada más, salió de la farmacia, y se subió en Crobat para salir volando inmediatamente hacia Olivo.



    Mientras volaban sobre las islas remolino, Rainbow observaba la medicina en el frasco.

    —Todo eso para conseguir esto —meditó con el frasco entre sus manos—, me pregunto cómo le habrá hecho para que el veneno de la planta no afecte sus propiedades medicinales —dijo mirando su mano y sus cicatrices, las cuales había ocultado al viejo intencionalmente.

    Mientras seguían volando, observó el agua cristalina debajo de ellos, y le dieron ganas de darse un chapuzón.

    —Espera un momento, Crobat —dijo mientras se quitaba su cinturón y la mochila, así como la ropa—, tengo algo de calor.

    Y diciendo eso, se lanzó desde lo alto hacia el mar, quedándose flotando sobre las aguas, muy relajadamente.


    Continuará...
     
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    Capítulo 37: Vs. Jasmine.
    “debes sentir aunque sea un poco de enojo o al menos un poco de perplejidad"
    Rainbow




    En el faro de ciudad Olivo, desafortunadamente las cosas no parecían ir del todo bien para el Ampharos.

    —No te preocupes, Akari —le dijo tratando de calmarlo mientras el pobre pokémon seguía resintiéndose el dolor de la enfermedad—, estoy segura de que ese chico volverá muy pronto.

    Sin embargo, en el fondo estaba muy preocupada, pues ya habían pasado muchos días, y Rainbow no había regresado. Comenzaba a creer lo peor, cuando escuchó unos pasos subiendo la escalera.

    Un momento después, Rainbow aparecía de nuevo, se veía algo agotado, a causa de haber subido el faro a toda prisa.

    —Este lugar debería tener un elevador —dijo algo jadeante—, pude haber llegado volando, pero así no tendría chiste —añadió sacando la medicina.

    Al verla, el rostro de Jasmine se iluminó.

    —¡En serio lo hiciste! —exclamó feliz, y de inmediato agarró el frasco.

    —El entrenador definitivo nunca falta a su palabra —contestó Rainbow arrogante.

    Sin esperar nada más, Jasmina le dio la medicina al Ampharos, y todos esperaron a que hiciera efecto con ansias. Rainbow se preguntaba si era posible que aquella planta que le había pinchado en la mano pudiera curar la enfermedad del pokémon, pero inesperadamente, el Ampharos comenzó sentirse mejor, abrió los ojos, y poco a poco se incorporó.

    —¡Akari! —exclamó Jasmina abrazándolo fuertemente— Ya te encuentras mejor.

    El pokémon también abrazó a su entrenadora, mientras Rainbow los observaba con cierta indiferencia.

    —Vamos, no es para tanto —contestó rudamente—, pasé por muchas cosas solo para poder tener mi batalla contigo, y ahora que tu pokémon está bien, supongo que no tienes más objeción.

    Al oír eso, Jasmine se incorporó suavemente, y lo miró con agradecimiento en sus ojos.

    —Muchas gracias por todo lo que hiciste —agradeció sinceramente—, será para mí un honor luchar contra ti.

    Aquella actitud tan amable, agradecida y calmada, conmocionó un poco a Rainbow por dentro, sin embargo, no dejó que eso interfiriera.

    —Te advierto que voy a barrer el suelo contigo —dijo Rainbow arrogantemente, pero extrañamente, evitando contacto visual con ella, mirando el suelo—, soy el entrenador definitivo, y nunca he perdido una sola batalla. Es más —continuó apretando fuertemente el puño, y con un tono más severo—, no solo te voy a derrotar… ¡voy a humillarte horriblemente! —exclamó con voz fuerte, haciendo un intento de mirarla macabramente.

    Jasmine se sorprendió por aquel cambio tan repentino, pues hasta ese momento ella lo veía como un chico bueno y servicial, que hizo todo para conseguir la medicina para su pokémon, y no se esperaba aquella actitud.

    —Soy Rainbow, el entrenador definitivo —continuó más macabro—, y no importa lo que haya hecho para que se curara tu Ampharos… vas a salir llorando después de la paliza que te voy a dar.

    Diciendo eso, comenzó a dirigirse a las escaleras para bajar.

    —Iré en un rato a tu gimnasio —dijo antes de bajar, sin mirarla a los ojos—, tengo que hacer algo antes.

    Jasmine lo vio irse, estaba bastante consternada, incluso con algo de miedo, sin embargo no podía olvidar tan fácilmente lo que había hecho por su Ampharos, así que intentó no preocuparse por aquella extraña actitud.



    Un rato después, Jasmine se encontraba en su gimnasio, esperando a Rainbow. A pesar de ser una chica calmada y serena, no podía evitar sentirse algo consternada por aquel chico. Pero un momento después, se escuchó las puertas del gimnasio abrirse con violencia, y del otro lado, apareció la figura de Rainbow, con una expresión sombría, aunque también con un gran aire de arrogancia. A Jasmine le costó creer que aquel fuera ese chico tan amable que había ido hasta Orquídea solo para curar a su Ampharos.

    —Disculpa el retraso —se disculpó Rainbow con tono cínico—, me tomó más tiempo del que esperaba, pero ya estoy listo para barrer el suelo contigo.

    A pesar de su actitud tan irreverente, Jasmina no cejó, sino que se mostró más seria.

    —No creas que por haber curado a mi Ampharos seré suave contigo —le contestó sujetando una pokeball.

    —Y tú no creas que yo lo seré contigo sólo porque te ayudé antes —contestó Rainbow sujetando también una pokeball.

    Por un momento, ambos se encararon sin decir nada; ambos se preocupaban por analizarse un poco antes de comenzar.

    —¿Por qué no comienzas tú? —preguntó Jasmine calmadamente.

    Rainbow bajó la mirada, con un semblante más misterioso.

    —Antes de eso, tengo que decirte algo —contestó con voz distante, sacando su cuaderno y su cronómetro—, para aumentar tu humillación, voy a apuntar el tiempo que tarde en derrotarte aquí, y aún más, consideraré que habré perdido si derrotas a uno solo de mis pokémon.

    Como todos los líderes de gimnasio a los cuales Rainbow se había enfrentado, Jasmine se sorprendió por eso, pero viendo la actitud tan decidida que mostraba, vio que no había objeto en rebatirle nada.

    —Hazlo como quieras —dijo calmadamente mientras sacaba a una Magnetón.

    Rainbow vio al pokémon, y sonriendo maliciosamente, sacó a Croconaw.

    —Así que piensas usar a un tipo Agua contra un tipo Acero Eléctrico —observó Jasmine intrigada.

    —¿Por qué a todo el mundo le sorprende tanto que luche en desventaja? —preguntó Rainbow con algo de fastidio mientras iniciaba el cronómetro.

    Inesperadamente, Croconaw intentó atacar al Magneton con Pistola agua.

    —¡Esquívalo! —se apresuró a ordenar Jasmine.

    El pokémon lo eludió fácilmente, y se apresuró a dar el siguiente ataque.

    —Ahora Bomba imán —ordenó antes de darle a Rainbow la oportunidad de contraatacar.

    El ataque, al parecer, logró darle a Croconaw de frente, pero entonces Jasmine se dio cuenta de que había usado Excavar para ocultarse bajo la tierra muy rápidamente, lo cual la preocupó. Pero antes de que pudiera hacer nada, Croconaw salió violentamente de la tierra, justo debajo de su Magneton, y lo atacó con Puño hielo, lo cual lo dejó congelado.

    —¡Magneton! —exclamó Jasmine preocupada— ¿Puedes liberarte? —preguntó preocupada.

    El pokémon eléctrico intentó moverse con todas sus fuerzas, pero el congelamiento era muy fuerte. Rainbow comenzó a reír levemente, lo cual les llamó la atención.

    —No te preocupes, nosotros lo liberaremos —dijo maliciosamente.

    En ese momento, Croconaw atacó con Escaldar. La corriente de agua hirviendo descongeló al Magneton, pero en su lugar lo dejó quemado, además de que el cambio tan drástico de frío a calor no le vino nada bien a su cuerpo de metal, aunque en sí mismo no era tan grave, en ese estado no duraría mucho más tiempo.

    —Resiste un poco más —ordenó Jasmine manteniendo la calma—, usa Bola voltio.

    Juntando fuerzas, el Magneton atacó a Croconaw, recibiendo éste bastante daño. Sin embargo, no sirvió de mucho, pues el efecto de la Quemadura iba a debilitar al Magneton.

    —Refréscalo un poco, Croconaw —ordenó Rainbow cínicamente.

    De ese modo, Croconaw lo remató con Surf, quedando el Magneton debilitado. El cronómetro indicaba 1:30.

    Jasmine estaba sorprendida, pero trataba de verse calmada, como siempre.

    —Bien hecho, Mangeton —le dijo tiernamente mientras lo regresaba.

    Rainbow también regresó a Croconaw.

    —Lo haces mejor de lo que creía —comentó Jasmine sujetando otra pokeball—, al principio creí que ibas a ser un poco más fácil.

    —¿Por qué? —preguntó Rainbow indiferentemente, sujetando otra pokeball.

    —Porque te veías tan amable cuando te ofreciste a ir por la medicina para mi Ampharos —contestó Jasmine sonriendo levemente—, no me esperaba este espíritu tan violento.

    En ese momento, sacó de su pokeball al mismo Ampharos del faro, lo cual sorprendió un poco a Rainbow.

    —Debí haber supuesto que lo usarías —comentó con un semblante sombrío.

    —¿Tendrás las agallas para enfrentarte al pokémon que acabas de curar? —preguntó Jasmine con un tono desafiante.

    Rainbow no dijo nada, sino que se limitó a sacar a Crobat de su pokeball. Era obvio que, si le importaba algo o no, no lo expresaba en su actitud ni en su rostro.

    Sin esperar nada más, Crobat atacó repentinamente con Veneno X, el golpe no sólo resultó crítico, sino que también envenenó al Ampharos. Fue tan rápido que Jasmina no tuvo tiempo de reaccionar. Rainbow todavía no miraba a nadie a los ojos.

    —¡Chispazo! —ordenó Jasmine.

    El Ampharos comenzó a atacar, pero sus ataques eran fácilmente esquivados por la gran velocidad de Crobat. Viendo que de esa manera el veneno iba a terminar con ella antes, decidió efectuar un plan.

    —No te preocupes, Akari —la tranquilizó—, usa Carga para potenciar tus ataques eléctricos.

    Viendo que el pokémon efectuaba el movimiento, Crobat atacó rápidamente con Ataque ala, y a causa del contacto directo con el Ampharos, quedó paralizado.

    —Usa Carga de nuevo —ordenó otra vez Jasmine.

    Ampharos volvió a efectuar el movimiento, de manera que el siguiente ataque eléctrico que efectuara, iba a ser muy poderoso. Pero Rainbow no parecía preocupado, y si lo estaba, no lo manifestaba.

    —¡Ahora usa Rayo! —exclamó la líder.

    El pokémon eléctrico efectuó el poderoso ataque, extrañamente, Crobat no se liberó de la parálisis, como Rainbow solía ordenar a sus pokémon en momentos críticos, sino que se dejó atacar, confiando en que su defensa especial sería suficiente para resistir.

    Afortunadamente para Rainbow, la defensa especial de Crobat ante ataques eléctricos había sido muy bien entrenada, de manera que continuó todavía con fuerzas. Pero para el Ampharos de Jasmine, el veneno continuó haciendo su efecto, y un momento después, éste estaba debilitado. El cronómetro marcaba 2:45.

    Jasmine se intrigó un poco por la actitud relativamente pasiva que Rainbow había desempeñado para ese encuentro, a tal grado de confiarle todo al veneno y a su resistencia, e incluso le pareció extraño que usara un Ataque ala de ese modo, y no sorprenderse de que se paralizara su Crobat, como si lo hubiera hecho a propósito.

    —Creo que te subestimé —dijo Jasmine tranquilamente regresando a su Ampharos—, o más bien, creo que en realidad no sabía qué esperar para este encuentro.

    —¿A qué te refieres? —preguntó Rainbow fríamente, regresando también a Crobat.

    Jasmine lo miró con más seriedad.

    —Lo común es que los entrenadores se especialicen en algún tipo de estratégia —contestó—, cuando te vi por primera vez, asumí algo completamente diferente de ti, pues como sabes, uno debe analizar a su oponente para poder derrotarlo.

    Rainbow la escuchaba con atención, a pesar de que se mostraba con fastidio y desinterés.

    —Durante el primer encuentro de esta batalla, tuviste una actitud muy activa —continuó Jasmine con más seriedad—, por lo cual tomé una actitud más bien defensiva. Pensé que iba a ser parecido en el segundo combate, cuando tu Crobat atacó de primero, pero me sorprendió en verdad que, después de eso, prácticamente solo te limitaste a resistir los ataques, e incluso a paralizarte a propósito, para que el veneno trabajara por sí mismo… la pregunta es: ¿por qué?

    Rainbow retomó su actitud fría y distante mientras ella hablaba, aunque en el fondo escuchara atentamente.

    —Soy el entrenador definitivo —contestó arrogantemente—, es mi deber dominar todo tipo de técnicas y estilos de combate, eso es lo que me hace superior a todos los líderes que solo se especializan en un solo tipo, o método o técnica o estrategia para vencer.

    Sean cuales fueran sus verdaderas razones para usar una técnica tan arriesgada, era obvio que prefería comportarse arrogantemente ante su cuestionamiento. Pero viendo que aún tenía una oportunidad, Jasmine se tranquilizó, y tomó su última pokeball.

    —Seguramente sabes que en esta ciudad me conocen como “La chica de la defensa de hierro” ¿o no? —comentó serenamente.

    —Sí, escuché algo de eso —contestó Rainbow fríamente—, lo que no entiendo aún es el por qué; digamos que tus defensas hasta ahora no han sido muy eficientes que digamos.

    Jasmine sonrió suavemente.

    —Por si no lo recuerdas… todavía me queda un pokémon —contestó más animada.

    Y diciendo eso, sacó de su última pokeball a un grande e imponente Stelix, el cual se levantó soberbiamente sobre la figura de Rainbow. Sin embargo, éste no se veía intimidado, sino que sonreía maliciosamente. Jasmine se mostraba orgullosa de su pokémon.

    —Así que la razón es que tienes un pokémon de tipo acero —observó Rainbow mientras discretamente, también tomaba una pokeball—, pero no creas que eso te hará tan especial… después de todo, yo también tengo uno.

    Y diciendo eso, sacó de su pokeball a otro enorme e imponente Stelix, el cual encaró arrogantemente a su rival.

    Jasmine se sorprendió mucho al ver que Rainbow tenía otro Stelix.

    —Así que también lograste conseguir un Stelix —observó aún sin creérselo.

    —¿Por qué tan sorprendida, Jasmine? —preguntó Rainbow fríamente— ¿Creías que era tan difícil de conseguir?... Hace ya un tiempo, cuando estuve en Kanto, un joven me dio un Revestimiento metálico, el cual dijo que iba a usar con su Onix… y también, cuando estuve en Sinnoh cuando era más joven, también había gente que sabía cómo evolucionar a un Onix, lo único que hice yo fue ir a la casa de intercambio pokémon, hasta ciudad Trigal…

    —¿Por eso tardaste en venir? —observó Jasmine.

    —Exacto —contestó Rainbow—, todo está en intercambiar a los Onix con un Revestimiento metálico… bueno, eso o esperar decenas y decenas de años para que su acumulación natural de hierro bajo la tierra los haga evolucionar… pero esa es otra historia. Dejemos de perder el tiempo…

    Y diciendo eso, su Stelix se abalanzó violentamente contra el rival, comenzando una autentica batalla de titanes. La conmoción comenzó a sacudir los cimientos del gimnasio, el cual no parecía estar diseñado para soportar a dos pokémon tan grandes.

    —¡Fortaleza! —ordenó Jasmine.

    —Aligerar —ordenó Rainbow sorprendentemente con su propia voz.

    Fortaleza aumentó la defensa del Stelix de Jasmine, mientras que el Aligerar aumentó la velocidad del de Rainbow.

    —Interesante estrategia —comentó Jasmine—, ¿exactamente cómo piensas usarla?

    Rainbow sonrió maliciosamente.

    —Según tu propia observación, en el primer encuentro fui muy activo, y en el segundo muy pasivo —contestó con un semblante frío—, ¿entonces qué crees que voy a usar ahora?

    Jasmine lo miró con algo de preocupación, pues algo en su semblante era perturbador.

    —Chirrido y Aligerar de nuevo—ordenó Rainbow.

    Al efectuar el doble ataque, la defensa del Stelix enemigo bajó, y la velocidad del Stelix de Rainbow volvió a subir.

    —Otra vez —volvió a ordenar.

    Stelix volvió a hacer lo mismo. Jasmine se dio cuenta de que tenía que hacer algo pronto, antes de que la defensa de su Stelix bajara demasiado, y la velocidad del otro subiera.

    —¡Cola férrea! —ordenó inmediatamente.

    El Stelix enemigo intentó atacar, pero debido al Aligerar, el Stelix de Rainbow se movía bastante más rápido, de manera que no conseguía darle. Jasmine ideó una estrategia.

    —Dos podemos jugar el mismo juego —dijo con seguridad—, Stelix, usa Chirrido…

    El Stelix enemigo estuvo a punto de usar el ataque, pero antes de eso, el Stelix de Rainbow lo envolvió con Atadura, de manera que quedó metal contra metal directamente.

    —Usa fortaleza —ordenó Jasmine temiendo que su defensa no fuera suficiente debido a los Chirridos que el Stelix de Rainbow había usado en el suyo.

    La fortaleza hizo que pudiera aguantar mejor la atadura, de manera que fue más difícil para el Stelix de Rainbow apretarlo.

    —Usa Chirrido de nuevo —ordenó la líder.

    Al usar el ataque, la defensa del Stelix de Rainbow bajó mucho, por lo que Jasmine vio ahí su oportunidad.

    —Ahora usa Triturar —ordenó Jasmine como un intento para liberarse.

    Normalmente, el ataque Triturar no daría problemas para un Stelix, sin embargo, al recibir ese mismo ataque de otro Stelix, sumado a los efectos del Chirrido, la mordida fue mucho más poderosa. El Stelix de Jasmine se quedó mordiendo al de Rainbow, el cual también empezaba a resentir el ataque.

    —Ahora también usa atadura en él —ordenó la líder para tratar de invertir la situación.

    De ese modo, ambos pokémon gigantes trataron de usarse Atadura el uno al otro, y el de Jasmine parecía tener la ventaja en ese momento.

    Jasmine se dio cuenta de que Rainbow parecía muy concentrado, con los ojos cerrados, parecía no prestar atención a la batalla, a pesar de que si no hacía algo, su Stelix iba a ser atrapado por la atadura, dándole la vuelta a la batalla.

    En ese momento, algo sucedió. Jasmine se dio cuenta de que su Stelix se encontraba confundido, inexplicablemente, de modo que no pudo ir contra el Stelix de Rainbow.

    —¿Pero qué pasó aquí? —preguntó Jasmine intrigada.

    Su inquietud aumentó cuando se dio cuenta de que también se encontraba paralizado, y ahora era incapaz de obedecer ninguna orden.

    Mientras tanto, Rainbow continuaba concentrado, con los ojos cerrados.

    —¡Bote! —ordenó abriendo los ojos repentinamente.

    En ese momento, con una increíble fuerza y para sorpresa de Jasmine, el Stelix de Rainbow salió disparado hacia el cielo, rompiendo el techo del gimnasio y haciendo caer los escombros.

    —Si yo fuera tú, me alejaría de aquí —dijo Rainbow mientras salía del gimnasio indiferentemente.

    Intrigada por eso, Jasmine se dio cuenta de que ambos pokémon gigantes estaban a punto de caer de nuevo al suelo, por lo cual, salió corriendo rápidamente de ahí.

    Mientras tanto, ambos pokémon se preparaban para caer, el Stelix de Rainbow sujetaba fuertemente al de Jasmine, sabiendo lo que tenía que hacer. Antes de caer, usó una especie de Sumisión en el aire, poniendo al oponente debajo de él, de manera que cuando tocaron el suelo, el peso del Stelix de Rainbow lo aplastó con violencia, mientras el gimnasio se derrumbaba sobre ellos, levantando una enorme cortina de humo que se vio por toda la ciudad.

    A cierta distancia del gimnasio, Rainbow y Jasmine esperaban a que el polvo se dispersara, y el evento había llamado la atención de toda la gente, así como de las autoridades.

    Jasmine se veía algo preocupada, pues nunca antes se había enfrentado con una estrategia tan inusual y tan destructiva, y dudaba si su Stelix hubiera sido capaz de resistirlo. En cambio, Rainbow permanecía frío, ni siquiera se mostraba muy arrogante, si se encontraba preocupado por el resultado, no lo mostraba.

    Poco después, el polvo comenzó a dispersarse, y la figura del Stelix de Rainbow se alzaba triunfante sobre la del de Jasmine. Rainbow detuvo el cronómetro.

    —6:00… nada mal, nada mal —dijo Rainbow mientras lo apuntaba indiferentemente en su libreta—, pudiste haber hecho mejor las cosas, pero yo siempre tengo una alternativa cuando parezca que las cosas no irán bien.

    Jasmine no podía creerlo, no solo había perdido, sino que ahora su gimnasio estaba completamente destruido, y con preocupación, se acercó a su Stelix debilitado, acariciándolo cariñosamente.

    —Bien hecho, amigo —le dijo cariñosamente—, hace mucho que nadie nos daba una batalla así, ¿verdad? —bromeó alegremente.

    Rainbow se extrañó de que no estuviera tan enojada como se supondría, pero hasta cierto punto, le alegró que se tomara tan bien la pérdida de su gimnasio. Un momento después, Jasmine regresó con él, y sonriéndole alegremente, le entregó la medalla Mineral.

    —Toma, me venciste —se la ofreció amablemente.

    La gente congregada no podía creer que alguien hubiera podido superar a la chica de acero, pero obviamente tampoco estaban muy contentos de que hubiera destruido el gimnasio.

    Indiferentemente, Rainbow tomó la medalla y la guardó en su caja. Y aún sin verla a los ojos, regresó a su Stelix y comenzó a marcharse, pero un momento después se detuvo en seco.

    —¿Por qué no te enojas conmigo? —preguntó dándose la vuelta.

    —¿A qué te refieres? —preguntó Jasmine extrañada.

    —No te hagas la tonta —contestó rudamente—, te trato como basura, juego con tu percepción, te derroto en tu propia especialidad sin piedad, destruyo tu gimnasio, debes sentir aunque sea un poco de enojo o al menos un poco de perplejidad.

    Jasmine se le acercó lentamente, y se detuvo en frente de él.

    —Salvaste a mi Ampharos —le contestó amigablemente—, eso es lo que más me importa… además, justo en el momento en el que te fuiste la primera vez que nos vimos, noté que Akari pareció sentirse un poco mejor, no me explicó por qué.

    Rainbow recordó el breve efecto que le había dado con su Viridian mind antes de irse, para no sentirse tan culpable.

    —Y no me importa cómo te comportes —continuó hablando—, cumpliste tu promesa a pesar de que no era tu deber, eres un buen chico que se preocupa por los pokémon, y eso es algo que este mundo necesita.

    Rainbow se sentía algo extraño por oír eso, tal vez hasta avergonzado, sin embargo no se quedó mucho más tiempo para analizar todo eso.

    —Va a anochecer dentro de poco —dijo indiferentemente mientras sacaba a Noctowl y preparándose para volar—, será mejor que cures a tu Ampharos y lo lleves al faro, o de nada habrá servido que lo hayas curado.

    Jasmine le sonrió amablemente, y asintió.

    De ese modo, Rainbow voló hacia el sur, hacia el centro pokémon.



    —¿Por qué no me has hablado en mucho tiempo? —preguntó Elm del otro lado de la línea.

    —No se enoje tanto —contestó Rainbow arrogantemente—, le dije bien claro que no le llamaría si surgía algo o si se me olvidaba, y desafortunadamente había otras cosas que requerían mi atención.

    —Bueno —respondió Elm resignado—, tienes algo más que decir que solo presumir tus medallas.

    Rainbow adoptó una postura un poco más calmada.

    —No, nada más importante —contestó secamente.

    —¿Estás seguro? —preguntó sospechando Elm.

    Rainbow recordó las cosas que habían pasado durante las últimas semanas, y a pesar de que aún las tenía muy presentes, no vio el objetivo en contarle esas cosas a Elm.

    —Al menos nada que le pueda interesar —contestó Rainbow con seguridad.

    Elm empezaba a creer que con ese chico no iba a lograr mejores resultados, pero decidió no impacientarse.

    —Está bien, entonces ¿ahora hacia dónde irás? —preguntó calmándose.

    —El siguiente gimnasio está hasta pueblo Caoba —contestó distraídamente—, así tal vez no nos veamos en un tiempo.

    —Está bien —contestó Elm—, y por cierto ¿has sabido algo de los criminales?

    Rainbow recordó que se había propuesto a exterminar esa organización solo, sin alarmar a más gente de la que ya lo estaba.

    —¿Cuáles criminales? —preguntó cínicamente.

    El profesor no podía creerlo.

    —Los criminales con los que me dijiste que te has encontrado —exclamó enojado ante su indiferencia—, tú mismo me dijiste de ellos y que podían ser peligrosos.

    —Serán sus alucinaciones —contestó Rainbow aún indiferente—, lo siento, pero tengo que irme ya…

    Y diciendo eso, colgó antes de que Elm pudiera responder.


    Continuará...




     
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    Paso para dejar lo que hare a partir de ahora con lo del Salón de la Fama :)

    Enhorabuena, este fic al igual que su predecesor ha entrado en el fabuloso Salón de la Fama!! Un lugar reservado para aquellos fics que son considerado ''dignos'' de pasar a la historia de FFL. FELICIDADES!!
     
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    Capítulo 38: El monte Mortero.


    Muchos se quedan al pie del monte, pudiendo llegar a la cumbre"
    Rainbow





    El monte mortero, ubicado entre ciudad Iris y pueblo Caoba, uno de los montes más majestuosos de Johto, su árida y rocosa cima ofrecía un excelente lugar para los más duros entrenadores. En su interior albergaba una enorme cueva laberíntica, la cual también proporcionaba un espacio duro para los que buscaran aventuras. No mucha gente se aventuraba a adentrarse en sus entrañas, pues su nombre le quedaba a la perfección; los laberintos interiores eran lo suficientemente grandes y complejos como para poder convertirse en la tumba de cualquiera que intentara llegar a lo más profundo.

    Sin embargo, Rainbow, el autoproclamado entrenador definitivo, llevaba ya una semana en aquella cueva, concentrado sobre todo, en poner al día a su nuevo Delibird.

    —¡Descanso! —ordenó tomando aire con dificultad.

    Delibird, en ese momento, se encontraba viviendo el mismo entrenamiento que sus compañeros habían vivido, usando su Viridian mind, Rainbow lograba mejorar sus habilidades en un tiempo bastante más corto, pero usarlo tanto terminaba agotándolo mucho.

    —Bien hecho, Delibird —lo felicitó sentándose pesadamente sobre una roca, dándole una Limonada para refrescarse—, hoy duramos mucho más tiempo… si seguimos así, dentro de poco podrás superar tu debilidad.

    El pokémon se puso feliz por lo que había logrado hasta entonces, habían estado fortaleciendo la debilidad natural hacia el fuego, haciendo que Quilava usara Lanzallamas sobre él, mientras que Rainbow, con su Viridian mind, le transfería las características del tipo agua de Croconaw, siguiendo el mismo método que le había dado buenos resultados siempre. Eventualmente, Delibird podría hacerlo por cuenta propia, como todos sus demás compañeros.


    Relajándose un poco, el entrenador y sus pokémon se sentaron a la luz de la fogata a descansar. Habían estado muy tranquilos desde que salieron de ciudad Olivo, después de la llamada que le hicieron a Elm, y se habían apresurado a regresar a ciudad Iris para seguir el viaje hacia pueblo Caoba.

    Durante todo ese tiempo, Rainbow pareció alegrarse de liberarse del trato con la gente, pues todo el asunto del Ampharos de Jasmine, con todo lo que eso implicó, había terminado, y ya podría continuar con todo con normalidad sin presiones.

    —¿No sienten la paz y la tranquilidad? —preguntó mientras se estiraba con pereza— Qué bueno es poder estar un tiempo así, solo paz y tranquilidad, sin gente que moleste con sus problemas…

    Togepi se sentó en sus piernas, aún sintiéndose un poco inconforme de no estar participando activamente en el gimnasio.

    —Tranquilo, Togepi —lo tranquilizó su entrenador—, dale tiempo al tiempo, sigue aprendiendo todo lo que veas, de ese modo, cuando llegue tu turno, serás mi pokémon principal, serás tú el que le enseñe a los otros, y te harás como su segundo maestro detrás de mí.

    Esto alegró el arrogante espíritu del pokémon, actitud adquirida al haber sido criado desde huevo por él, por lo que, para Togepi, Rainbow era casi como un padre.

    Tyrogue también se les unió, así como Umbreon, comenzaron a platicar de sus planes futuros, sobre cómo seguir entrenando, y muchas otras cosas más típicas de situaciones como aquella, que solo era un momento de relajamiento antes de que hubiera que volver a ponerse serio.

    Mientras conversaban amenamente, en un momento Rainbow sacó la pokedex, la cual eventualmente sacaba durante todo su viaje para no dejar de cumplir lo que le prometió al profesor Oak, pero le parecía una tarea demasiado banal como para tomarla en serio. Excepto, claro, cuando convenientemente la usaba para detener las evoluciones de sus pokémon.



    Una de las más grandes desventajas de pasar tantos días en una cueva, es que eventualmente empiezas a perder la noción del tiempo, dejas de ser consciente de cuándo empieza el día y comienza la noche. Probablemente por eso, Rainbow decidió que ya habían pasado demasiado tiempo dentro de la cueva, por lo que poco tiempo después, se pusieron en marcha para salir y dirigirse hacia la cima.

    Para el equipo de Rainbow no era muy difícil encontrar la salida, Xatu, Noctowl y Crobat eran los que más fácilmente podían moverse en la cueva a causa de las habilidades psíquicas que habían desarrollado Xatu y Noctowl, y la habilidad natural de Crobat. De ese modo, guiando al resto, pudieron salir de ahí en poco tiempo.

    Después de tantos días de entrenamiento en las profundidades de la cueva, Rainbow y su grupo pudieron volver a sentir el calor del sol y la fresca brisa del viento, contemplando de ese modo, y el cielo azul que hace muchos días que no veían.

    Al frente de la salida de la cueva, se encontraba una pequeña porción de tierra rodeada de agua por ambos lados, y justo en frente, varios árboles con bayas, las cuales recogieron y se pusieron a comerlas, mientras relajadamente remojaban los pies en el río, contemplando el cielo.

    En ese otro momento de relajamiento, en un ambiente mucho más agradable que el de la cueva, comenzó a recordar al profesor Oak, y en hace cuanto que no sabía nada de él, y se preguntaba si había progresado con su pokedex, e incluso, medio en broma, si le había preguntado por su género a alguien más. Recordó a Bill, y en que debería estar aplicando el sistema de almacenamiento pokémon en Johto, algo que Rainbow todavía no planeaba utilizar hasta el final. También recordó a los líderes de gimnasio, recordó sus rostros cuando se enfrentó a ellos, lo cual le hizo sonreír de arrogancia. Recordó al señor Fuji, al presidente del club de fans de Carmín, al director del museo de Plateada, al capitán del S.S Anne, y a muchas otras personas que había conocido en Kanto.

    Recordó la vez en la que Bill le había preguntado por qué quería ser el entrenador definitivo, cuándo se dirigían al archipiélago Sete, y en aquel momento había respondido que la causa era egoísta en aquel entonces. Se cuestionó seriamente si la razón había cambiado, aunque aquello aún parecía lejos de hacerlo.


    Ya que a Rainbow no le gustaba perder mucho el tiempo sin hacer nada, en poco rato se encontraban subiendo el monte Mortero.

    Las elevadas rocas producían un bonito efecto al ser iluminadas por el sol de la tarde, el cual iba bajando poco a poco por el oeste; habían pequeñas zonas hundidas que se encontraban rodeadas de enormes peñascos alrededor, algunas de las cuales incluso albergaban vegetación y árboles. Mientras subían poco a poco, Rainbow seguía sumido en sus meditaciones mientras observaba las estructuras de roca bañadas por los rayos del sol, de tanto en tanto se detenía para observar cuánto había subido, y de manera análoga, lo relacionaba pensando en todo lo que había recorrido hasta entonces en su viaje, luego volteaba a mirar para ver cuánto faltaba para llegar a la cima, y del mismo modo lo relacionaba sobre cuánto le faltaría para terminar su propio viaje. Reflexionó un rato sobre aquella curiosa analogía de subir un monte con su viaje personal, y la pregunta surgió ahí de nuevo.

    —¿Para qué quiero subir este monte? —pensó con seriedad— ¿Qué voy a hacer cuando llegue a la cima?...

    Obviamente, no pasaba en absoluto por su cabeza la idea de abandonar su viaje, simplemente que, mientras seguía avanzando, empezaba a sentir que la cima se volvía un lugar muy pequeño y abandonado, pero aún así, se empeñaba por llegar a lo más alto, y no podía dar una buena respuesta al por qué.

    Cuando casi hubieron llegado a la cima, de nuevo miraron hacia abajo todo el camino recorrido, y en su mente surgió de nuevo la imagen mental de todos los entrenadores pokémon subiendo la montaña; miles permanecían abajo, y mientras más subían, menos entrenadores habían, y en la cima se encontraba solo él, como el mejor de todos ellos.

    —Muchos se quedan al pie del monte, pudiendo llegar a la cumbre… —reflexionó más calmado— y yo me encuentro en la cumbre, o al menos, me dirijo hacia ella —añadió con bastante arrogancia.

    Este razonamiento, a pesar de no resolver su problema principal, le bastó por el momento para no seguir pensando en él.


    Se dirigieron hacia una de las partes más elevadas, donde se encontraba un árbol de grandes ramas, sobre una de las cuales Rainbow se acomodó para contemplar la puesta del sol. El fresco viento los abanicaba suavemente, refrescándolos del calor que habían sentido durante el día.

    —Mañana seguiremos entrenando —le dijo a sus pokémon, mientras despreocupadamente se relajaba mirando el atardecer.

    Sus pokémon también se acomodaron en torno a él, y observaron todos juntos la puesta del sol. Rainbow se imaginaba cuán hermoso debería ser el amanecer desde ese lugar, y no podía esperar para que fuera el día siguiente. Sintiéndose en paz por el momento, decidió dormirse temprano, para de ese modo asegurarse de despertarse para ver la salida del sol.



    Todavía estaba muy oscuro cuando Rainbow se despertó, después de haber tenido un sueño bastante profundo; al mirar su reloj, vio que aún faltaba aproximadamente una hora para que el sol saliera. Despabilándose, se bajó de la rama del árbol sobre la cual se había dormido; sus pokémon aún seguían durmiendo plácidamente, abanicados por el viento de la montaña. El entrenador los vio dormir y sonrió, pensando que el descanso les haría bien para poder seguir el entrenamiento.

    Tranquilamente, se sentó al borde del risco, colgando las piernas infantilmente, se quitó la gorra y observó el oscuro paisaje; el suave viento sacudía de un lado al otro su negro cabello, el cual iba creciendo poco a poco conforme el tiempo pasaba, haciéndolo parecer hasta cierto punto, mayor de lo que era. Observó el paisaje oscuro de todo el monte, el cual durante el día era todo brillante y cálido, en ese momento era fresco y tranquilo; los sonidos de algunos pokémon nocturnos se escuchaban en la lejanía, y el rumor del viento en los árboles se oía como una sinfonía natural. Comparó aquel paisaje con el que había visto cuando estuvo en las islas Remolino, y no pudo decidir cuál le parecía más bello.

    Aproximadamente una hora después, el sol comenzó a salir por el horizonte. Rainbow se encontraba con la cabeza baja, pues la vista del paisaje lo había adormilado bastante, pero al sentir el calor del sol que suavemente acariciaba su cabello y su piel, levantó suavemente la cabeza, y contento observó al sol que comenzaba a salir.

    Conforme el sol salía, sus pokémon también se iban despertando poco a poco, y suavemente se ponían a su lado para unírsele a su ritual contemplación del sol. Con los ojos cerrados, se dejaron bañar por la calidez del sol, para quitarles el frío adquirido durante la noche.

    Mientras Rainbow disfrutaba aquel momento, el único en el cual su arrogante espíritu estaba libre de preocupaciones, remordimientos, problemas o deseos, un extraño ruido osó disturbar aquel instante sagrado.

    Si hubiera sido un sonido producido por algo natural, no le habrían prestado mayor atención, pero en aquel rumor se oía inconfundiblemente una voz humana, un pequeño alboroto que se oía justo debajo del abismo sobre el cual Rainbow se encontraba sentado.

    —¡Sigue corriendo, Arcapeon! —comenzó a gritar la voz, la cual era indudablemente de una niña.

    Aquella interrupción sorprendió a Rainbow tanto como lo molestó. Abrió los ojos con una expresión de enojo en su rostro, y echó una ojeada al abismo ante el cual se encontraba. Hace un rato hubiera estado tan oscuro que no hubiera podido ver el fondo, pero en ese momento el sol había salido lo suficiente como para poder divisar lo que ahí sucedía.

    Ahí, al fondo, donde se encontraba un pequeño cañón donde el suelo permanecía llano, divisó a una niñita realizando alguna actividad con varios de sus pokémon.

    Desde la posición en la que se encontraba, tanto por lo alto, como por la luz del sol que empezaba a darle en los ojos, no pudo divisar con gran exactitud lo que pasaba. Pero extrañado por el hecho de encontrar a una niñita sola en un lugar como ese, decidió bajar un poco para observar lo que hacía, después de todo, recordó también a todos los demás niños con los que se había encontrado, y en el fondo no pudo evitar relacionarla con aquellos.


    Mientras descendía poco a poco, evitando hacer ruido para evitar ser descubierto, continuó escuchando la voz de la niña, la cual resonaba por todo el cañón, como si estuviera ocupada en una actividad demasiado importante para ella, reflejando verdadera dedicación y energía a lo que hacía.

    Cuando hubo descendido lo suficiente, pudo ver mejor la extraña actividad que desempeñaba aquella niña.

    La niña en cuestión, tenía los brazos atados, no el uno al otro, sino individualmente, como si estuvieran rotos y les hubieran puesto un tipo de férula improvisada con huesos, pero de esta manera sus brazos se encontraban completamente inmóviles. Pero lo que llamó poderosamente la atención de Rainbow, era que con sus pies, intentaba patear unas pokéballs para intentar atinarle a su Arcanine, el cual se encontraba corriendo en círculos alrededor de ella, con una diana dibujada en un pedazo de cartón atado a su cuerpo. Con ellos se encontraban otros pokémon, un Hitmonchan, un Natu, una Smoochum y un Cubone.

    La niña intentaba hacer que las pokéballs que pateaba atinaran al centro de la diana, consiguiéndolo con dificultad. Ella continuó con esa actividad mientras Rainbow la observaba con verdadero interés, pues él mismo era alguien que también se había entrenado para utilizar sus pies para lanzar pokeballs, y no sabía si alegrarse o decepcionarse de que alguien más estuviera haciendo lo mismo que él.

    Un rato después, la niña de cabello azul se cansó, y respiró con dificultad. Pero no parecía dispuesta a descansar mucho tiempo.

    —Ahora tú, Tupeon —le ordenó a su Natu con mucha decisión, como si no tuviera ganas de descansar hasta que le saliera bien.

    El pokémon volador, también con una diana en su cuerpo, voló alto sobre su entrenadora, la cual comenzó con gran habilidad a patear la pokéball hacia arriba, tratando de atinarle al blanco.

    De ese modo, la niña cada vez más decidida, aumentó la dificultad, hasta que todos sus pokémon estuvieron implicados en la práctica, poniéndose todos una diana similar, y la niña, cada vez más sumergida en su entrenamiento, pateaba las pokéballs a gran velocidad, atinándoles en el centro cada vez.

    Después de aquel entrenamiento, la niña finalmente decidió tomar un descanso.

    —Bien hecho, todos —los felicitó sentándose en el suelo, sintiéndose muy satisfecha por el arduo trabajo.

    Rainbow vio que aquella niña se tomaba lo que hacía con mucha seriedad, lo que le recordó a la dedicación con la que él mismo se dedicaba a su propio entrenamiento para ser el entrenador definitivo, y al recordar eso, decidió dejar a la niña sola, después de todo, él también tenía su propio entrenamiento al cual dedicarse.

    Estaba a punto de retirarse, cuando algo llamó su atención, del otro lado de aquel cañón, se encontraba un pequeño Larvitar que caminaba a lo largo de la pared de piedra, sin duda buscando algunas rocas y minerales para comer.

    El pokémon llamó la atención de Rainbow, pues se dio cuenta de que aún le faltaba un dragón en su equipo, y pensando en eso decidió ver si debería capturarlo. El único problema fue que la niña también se dio cuenta del pokémon, y al verlo, también pareció deseosa de atraparlo.

    —Creo que es hora de poner en práctica todo lo que hemos aprendido —dijo a sus pokémon decididamente, cuando lo vio.

    En ese momento, se puso de pie, y se dirigió hacia donde se encontraba el pokémon, rodando una pokéball sobre el suelo con los pies. El pokémon se dio cuenta de ella, y se mostró desconfiado.

    —Voy a capturarte —le dijo firmemente la niña al encararlo—, porque voy a ser la más grande experta en capturas, y es tiempo de que comience a hacerlo…

    Diciendo eso, pateó fuertemente la pokéball hacia el pokémon, pero éste la esquivó ágilmente, y sin tardar más, comenzó a atacar con Arañazo, pero la niña fue defendida por su Cubone, el cual recibió los Arañazos. La niña pareció entender que debía usar otra estrategia.

    —Dame una Nivel ball —le ordenó a su Hitmonchan.

    El pokémon luchador sacó de una bolsa la ball que le pedía su entrenadora, y se la rodó por el suelo hasta que el pie de la niña la detuvo, y se preparó seriamente para lanzarla.

    Rainbow se dio cuenta de que, a causa de que ese Larvitar sólo atacaba con Arañazo, se trataba de un pokémon de nivel muy bajo, y las Nivel ball eran más efectivas contra esos pokémon. Dándose cuenta de que si lograba atinarle la captura estaría prácticamente asegurada, inmediatamente sacó a Bayleef, quien inmediatamente lanzó una Hoja afilada justo cuando la niña había pateado potentemente la Nivel ball. La hoja de Byleef detuvo la ball en el aire, partiéndola en dos antes de que lograra atinarle al Larvitar.

    Ese repentino ataque sorprendió a la niña y a sus pokémon, quienes vieron las dos mitades de la ball en el suelo.

    —¿Pero qué fue eso? —preguntó algo asustada volteando a ver hacia dónde vino la hoja, sorprendiéndose de ver a una Bayleef a cierta distancia.

    Viendo que era inútil seguir escondido, Rainbow salió de su escondite de rocas, y se colocó a lado de su pokémon, mirando a la niña con seriedad.

    —Lamento la interrupción, niña —le dijo con voz arrogante, acomodándose la gorra para verse más presumido—, pero creo que mejor yo voy a capturar a aquel Larvitar…

    Diciendo eso, sacó una de sus pokéball normales, y la puso en el suelo, pisándola suavemente con la punta del pie. Eso sorprendió a la niña.

    —Hola, pequeño Larvitar —comenzó a hablar con voz bastante fuerte, a causa de la relativa larga distancia a la que se encontraba—, es extraño encontrar a uno de tu especie lejos de su madre… o más bien… no tienes, ¿verdad?

    Esa pregunta sorprendió a la niña, quién volteó a ver al pequeño pokémon preocupada. Entonces, Rainbow empezó a caminar hacia ellos, rodando la pokéball con sus pies como si se tratara de un balón.

    —Tranquila, niña, no tienes que preocuparte —continuó hablando con un tono despreocupado—, podría ser también que su madre lo haya abandonado… lo cual es mucho más improbable… y triste —un momento después llegó hasta ellos, y poniéndose a lado de la niña, miró al Larvitar sonrientemente—. Pero yo personalmente no creo que se trate de nada de eso —continuó más amigablemente—, más bien… decidiste irte para sobrevivir por ti mismo, quieres fortalecerte, te fuiste porque quieres ser el mejor… eso es algo muy respetable, a pesar de que tu nivel aún sea demasiado bajo.

    La niña se extrañó de que aquel chico le hablara de esa manera tan familiar al pokémon, casi como si leyera su mente. El Larvitar se mostró bastante arrogante con él, pero no negó lo que decía.

    —¿Por qué no te unes a nosotros? —le ofreció con algo de arrogancia— Todos mis pokémon también están buscando lo mismo que tú, si vienes conmigo serás el mejor de tu especie, nadie te logrará vencer nunca, serás tan fuerte que serás capaz de hacer cosas prodigiosas…

    Continuó hablando en ese tono exageradamente presumido durante un rato, haciendo a sus pokémon avergonzarse un poco por lo exagerado del tono de su discurso, incluso la niña se sintió nerviosa por aquel entrenador tan extraño que le hablaba a los pokémon de un modo ridículo y presumido.

    Cuando su discursito hubo terminado, el Larvitar se mostró extrañamente interesado, pero no iba a dejarse convencer tan fácilmente. Sin esperar nada, atacó a Rainbow con Arañazó, mas éste lo esquivó hábilmente, retrocediendo. Antes de que se dieran cuenta, Bayleef encaró de repente al Larvitar, el cual no tenía nada que hacer ante un pokémon ya muy entrenado por Rainbow. Pero el pequeño pokémon no se dejó intimidar, y atacó a Bayleef de nuevo con arañazo; sin embargo el ataque no le hizo ningún daño debido a la diferencia de nivel y entrenamiento; entonces Bayleef le atacó con un leve Placaje, el cual mandó al Larvitar varios metros hacia atrás con violencia.

    —Tranquila, Bayleef —la detuvo Rainbow amablemente—, yo me encargo ahora de esto.

    Diciendo eso, con un rápido movimiento de su pie, comenzó a pasarla de una de sus piernas a la otra en el aire, de nuevo emulando a un balón que uno domina con las piernas, y lo miró desafiante. El pequeño Larvitar también le devolvió la mirada de desafío. Un momento después, Rainbow pateó la pokéball fuertemente hacia él, mas ésta fue eludida con rapidez.

    Esa estrategia volvió a tomar por sorpresa a la niña, quien miró con asombro a Rainbow haciendo lo mismo que ella, pero también había fallado.

    Sin inmutarse, Rainbow sacó otra pokéball y la puso en el suelo, exactamente igual que la anterior.

    —Oye niña —se dirigió Rainbow a ella sin dejar de mirar al Larvitar—, veo que eres buena observadora… dedujiste bien lo del nivel del pokémon, por lo que decidiste usar una ball conveniente…

    La niña se sorprendió de que se dirigiera hacia ella de esa manera, pero eso no pareció molestarle.

    —Pero supongo que no es lo único de lo que te puedes dar cuenta, ¿verdad? —continuó hablándole con interés.

    La niña se inquietó un poco por esa pregunta, pues en ese momento se había puesto a pensar en eso.

    —¿A qué te refieres? —preguntó mirando al Larvitar con seriedad— ¿Hay algo más que sea importante para atraparlo?

    —Sí lo hay para un pokémon con gran velocidad como él —contestó Rainbow seriamente—, podemos seguir pateándole balls todo el día, si le atacamos directamente no dudo que las podrá seguir esquivando.

    —¿Entonces qué vas a hacer? —preguntó la niña con interés.

    Rainbow dio un vistazo al medio que los rodeaba, analizando una manera más efectiva de poder capturarlo. El Larvitar esperaba pacientemente a que hiciera algún otro movimiento, pues mientras Rainboow tuviera la pokéball cerca de él no se atrevía a atacarlo, la distancia que los separaba era su ventaja, pues Rainbow no tenía intenciones de debilitarlo con Bayleef, sino que quería capturarlo así como estaba.

    Unos segundos más tarde, Rainbow vislumbró la solución.

    —Hace un rato dijiste que querías ser una experta en capturas, ¿verdad? —le preguntó mirándola a los ojos, con una sonrisa malévola.

    La niña se inquietó un poco, pero no le pareció que fuera peligroso aquel entrenador, así que no se mostró cerrada a él.

    —Es verdad, yo quiero ser la mejor especialista en capturas —le contestó firmemente—… hace un tiempo, me rompí los brazos debido a un accidente con Arcápeon —dijo mirando a su Arcanine suavemente—, y desde entonces he estado entrenándome para poder tener una gran habilidad con mis piernas para capturar pokémon… sin importar que mis brazos sean inútiles por ahora, no me rendí.

    Rainbow entonces la miró más amablemente, sinceramente le parecía algo muy respetable su dedicación, y sintió que él también podía ser más abierto con ella.

    —¿Tú también te rompiste los brazos alguna vez? ¿Y por eso te entrenaste para hacer lo mismo que yo? —preguntó la niña, interesada.

    Rainbow le sonrió levemente, y bajó la cabeza.

    —No —contestó tajantemente—, mis brazos nunca se rompieron… pero de todas maneras, parece que a ambos se nos ocurrió la misma idea… —se rió levemente al decir eso—, que pequeño es el mundo, ¿qué encontraré en el futuro? ¿A alguien que también pueda predecir los movimientos de los pokémon con solo ver su postura? Ya quisiera ver eso… pero no, la razón por la que comencé a usar mis piernas, fue porque simplemente era algo nuevo, algo extraño, algo que me haría ver mucho mejor y más genial, era algo que nadie más hacía… y eso es precisamente lo que hago… yo logro cosas que nadie hace, cosas que nadie más puede lograr con los pokémon —comenzó a decir con más entusiasmo—, tal vez me haya encontrado con alguien que puede hacer algo de lo que yo hago, pero aun así, me he propuesto a una meta que sólo yo conseguiré… ¡Ser el entrenador definitivo!... tal vez todavía no sepa por qué, tal vez todavía no sepa qué haré cuando llegue a la cumbre…

    Habló con más seriedad, aludiendo inconscientemente al problema que tenía desde hace tiempo; la niña se extrañó de que mencionara esas cosas, pero mejor no le dijo nada.

    —Pero no importa —continuó mucho más animado—, todavía hay mucho camino que recorrer, tengo tiempo de sobra para averiguarlo… pero por el momento —dijo mirando seriamente al Larvitar—, lo que debo hacer es atraparte.

    Entonces, se quedó silencioso un momento, con la mirada baja, sus ojos cubiertos parcialmente por su cabello. La niña y el Larvitar sintieron la tensión en el ambiente, y esperaron a ver qué haría Rainbow.

    En otras circunstancias, Rainbow simplemente habría debilitado a su objetivo con otro pokémon, pero en esa ocasión, al ver a la niñita entrenándose para poder hacer lo mismo que él, se sintió con ganas de lucirse ante ella, por lo cual esbozó una malvada sonrisa.

    De repente, de un rápido movimiento, pateó la pokéballl fuertemente hacia el Larvitar. El golpe hizo que la pokéball saliera disparada casi al ras del suelo, por lo que el pokémon, reaccionando rápidamente, dio un salto un tanto exageradamente alto, por mera reacción instantánea ante la pokéball yendo casi al nivel del suelo. Pero la pokéball no se detuvo ahí, sino que, a causa de la fuerza con la que fue pateada, rebotó en una pequeña saliente de piedra que había en la pared detrás del pokémon, de manera que rebotó en una parábola justo por encima de él, casi rozándole la cabeza por detrás.

    El pokémon se sintió aliviado de haberse liberado de aquel rebote por detrás, pero sorpresivamente, Rainbow corrió unos metros más adelante y dio un fuerte salto. Para sorpresa de la niña, en medio del salto, Rainbow pasó sus piernas justo por detrás de él en el aire, emulando la forma de un Drapion, cuyas piernas serían como la cola.

    Con las plantas de los pies, elevadas a un nivel superior a su cabeza, remató la pokéball que acababa de rebotar en la pared y había sido eludida por los pelos por el pokémon. De ese modo, el sorprendido Larvitar recibió de lleno la pokéball de frente, esta vez sin poder evitarlo al encontrarse ambos en una caída.

    Menos de un segundo después, Rainbow ya había caído pesadamente al suelo sobre su pecho, aunque el golpe fue un poco amortiguado al colocar sus manos por delante, y casi al mismo tiempo, cayó Larvitar, el cual ya estaba dentro de la pokéball.

    Rainbow se quedó en el suelo unos segundos, sonriendo alegremente con la cabeza baja. Entonces levantó la mirada, y vio al Larvitar atrapado en la pokéball, el cual sonreía con algo de vergüenza por haber caído en aquella trampa.

    —Bienvenido al equipo, Larvitar —le dijo Rainbow alegremente.

    La niña se quedó sorprendida y emocionada por aquel movimiento tan extraño, y por la velocidad con la que todo había pasado.

    —¡Eso fue genial! —exclamó la niña corriendo hacia él, junto con sus pokémon.

    Rainbow se había olvidado por un momento de ella, y al oír su voz de nuevo, no pudo evitar sentirse fastidiado, en parte porque era su reacción natural cuando la gente lo felicitaba. Con esa actitud se levantó del suelo, sujetando a su nuevo compañero.

    —Eso fue en verdad increíble, aprovechaste el hecho de que ese Larvitar fuera bueno esquivando para tenderle una trampa —observó alegremente.

    —Sí, claro, como sea —respondió Rainbow con indiferencia.

    Entonces Rainbow comenzó a sentir un dolor en el pecho, lo cual le hizo quejarse un poco y llevarse las manos al pecho.

    —¿Te encuentras bien? —preguntó la niña preocupada.

    Rainbow se incorporó tratando de aguantarse el dolor.

    —No es nada —contestó controlándose—, sólo que ese es un movimiento que no hago desde hace mucho tiempo… nunca había necesitado hacerlo para capturar…

    A pesar de todo, Rainbow había logrado su objetivo, había logrado capturar al último pokémon de su equipo, de una manera perfecta y asombrosa, lo cual le hizo sonreír arrogantemente mientras comenzaba a caminar.

    —Bueno, sea como sea, fue una excelente estrategia —continuó la niña siguiéndolo molestamente—, si el tiro directo no lo atrapaba, lo haría el rebote, y si éste fallaba, ese salto sería el golpe definitivo.

    —Eso es cierto, porque yo soy Rainbow, el entrenador definitivo —contestó con enorme arrogancia, sin detenerse.

    —¿Entrenador definitivo? —preguntó la niña extrañada.

    Rainbow se detuvo entonces, y la miró con cara de fastidio.

    —Ya hice lo que quería hacer —contestó con algo de rudeza—, ahora puedes seguir tu entrenamiento sola…

    —Me llamo Crystal —interrumpió jovialmente la niña—, mucho gusto en conocerte, Rainbow.

    Rainbow la miró aún con fastidio, al ver su temperamento jovial, pero firme y disciplinado, no quiso ser tan duro con ella, pero recordando que ya tenía un nuevo pokémon que entrenar, decidió mejor terminar rápido.

    —Cómo sea —contestó sécamente—, cuídate los brazos, y cuando patees una pokéball con fuerza asegúrate de que no sea tan fuerte, o podría romperse.

    Y sin esperar nada más, se alejó de ahí completamente indiferente de ella.

    Obviamente a Crystal le pareció un chico muy raro, le extrañó, sobre todo, ese cambio de temperamento, teniendo en cuenta que cuando llegó se mostró con bastante interés en lo que estaba haciendo, pero en ese momento como por arte de magia se había desinteresado por completo por ella, y le pareció que lo único que le interesó siempre fue solo el pokémon.

    Aunque algo desconcertada, eso no la desanimó, y siguió entrenando con sus pokémon como si nada.


    Rainbow siguió caminando a través del monte Mortero, con su nuevo compañero caminando a su lado.

    —Esa chica, Crystal —comenzó a decir tranquilamente—, entrena mucho para una tarea relativamente inútil… quiero decir, si sigue entrenando tanto va a ser mucho mejor que yo en capturas… pero no me importa, al fin y al cabo, yo solo capturo a los pokémon que necesito, ¿cuál es el objetivo de capturar pokémon sin entrenarlos a todos?... al menos a mí no me interesa…

    Siguió hablando así un rato mientras se alejaban de la zona en donde Crystal se entrenaba. En el camino, sus pokémon fueron presentándose con el nuevo miembro, y hablándole del entrenamiento definitivo de Rainbow, el cual Larvitar ya estaba ansioso por intentar.

    Con esos nuevos ánimos, Rainbow y su grupo se quedaron una semana entrenando en la cima del monte mortero, dándole especial importancia a Larvitar, para que alcanzara rápido a los demás.

    Sólo que algunas veces, sobre todo de noche, Rainbow volvía a pensar en sus problemas bajo las estrellas, y se ponía a meditar sobre lo que había vivido. Algunas noches, pensaba en la niña, Crystal, y en su deseo de ser la mejor en capturas. A causa de eso, Rainbow no pudo evitar visualizarla al pie de su metafórica montaña, sobre la cima de la cual él se encontraba, y de hecho, visualizó ahí a todos los otros niños con los que se había encontrado antes. Reflexionó seriamente si, entre todos aquellos, saldría alguien dispuesto a subir por la ladera, hacia donde él se encontraba.

    —Muchos se quedan al pie del monte, pudiendo llegar a la cumbre —repitió mientras pensaba en eso.

    Probablemente Rainbow comenzaba a sentirse solo, quizá empezaba a querer que hubieran otros como él, o tal vez sólo era por un aburrimiento egoísta para satisfacer su propio egocentrismo, pero sea como sea, en su interior comenzaba a sentir levemente el deseo de enseñarle a alguien lo que él podía hacer; aunque, desde luego, ese deseo todavía era una pequeña semilla, a la que aún le faltaba mucho tiempo para germinar.

    Continuará...



     
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    Paralelo

    Paralelo Viajero dimensional

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    Pokémon Rainbow: Johto.
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    Aventura
    Total de capítulos:
    61
     
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    ...Continuando

    Capítulo 39: Pueblo Caoba, y ruta 43.


    “la mejor manera de superar alguna debilidad, es si logran divertirse con ella”
    Rainbow




    Al cabo de varios días de entrenamiento en el monte Mortero, el grupo finalmente llegó a pueblo Caoba. Éste era con diferencia el pueblo más tranquilo de todos en Johto, no muy grande, con gente tranquila y no muy ajetreado, puesto que la mayor parte de la gente que visitaba el pueblo en realidad era para visitar el Lago de la furia, ubicado más al norte del pueblo, por lo que el pueblo en sí no era tan interesante.

    Rainbow caminaba tranquilamente por el pueblo, teniendo en mente únicamente encontrar el siguiente gimnasio, pues llevaba demasiado tiempo sin humillar a alguien, lo cual lo ponía de mal humor si pasaba mucho tiempo, cosas de su personalidad.

    Algo cansado de caminar, se sentó en el banco de un parque a planear bien las cosas.

    —Me pregunto si sería bueno averiguar primero quién es el líder del gimnasio —dijo seriamente mientras observaba el agua de la fuente que se encontraba en frente de él.

    Recordaba que una de las cosas que más inseguridad le daban a la hora de combatir era que no sabía nada de los líderes antes de enfrentarlos, por lo que debía confiar en su rápido análisis previo a la batalla y durante ésta; eso en general no era un problema ya que siempre lograba salir bien, pero Rainbow sabía que no era buena idea ser siempre tan confiado en eso, sobre todo por las condiciones que ponía al luchar, o sea, la de vencer sin que ninguno de sus pokémon se debilite. Sin embargo, también sintió, arrogantemente, que tener información sobre el líder sería una ventaja demasiado grande para él, por lo que de momento, aquella idea volvió a olvidarse.

    Sin embargo, otro pensamiento pasó por su mente, y al hacerlo, miró a sus pokémon en su cinturón. La costumbre de Rainbow era siempre utilizar a todos sus pokémon en los gimnasios al menos una vez, recordó que en Kanto le había quedado exacto para todos los pokémon que tenía entonces, así que se preguntó si podría volver a pasar aquí lo mismo, y era difícil de saber, ya que no tenía manera de saber cuántos pokémon iban a tener los dos líderes que le faltaba.

    —Veamos… tú ya combatiste, tú también, tú también —los contó uno a uno.

    Recordó sus combates de gimnasio, y al final, se dio cuenta de que aún no combatían Bayleef, Quilava, Tyrogue, Delibird y Larvitar, los cuales tenía que dividir para los dos últimos gimnasios. Pero había un problema, a pesar de que Bayleef y Quilava ya estaban muy fuertes, todavía no se sentía del todo seguro con los otros tres, a pesar de todo lo que ya habían entrenado hasta entonces, su lado prudente le decía que todavía no estaban listos para algún gimnasio.

    Pensando en eso, miró de nuevo la fuente, y al agua de ella caer.

    —Creo que necesitamos un nuevo ambiente para entrenar —dijo seriamente sin dejar de mirar el agua—… de hecho, necesitamos un lugar con agua…

    Ya que habían pasado demasiado tiempo entrenando en el monte mortero, un lugar árido y seco, era buena idea que sus pokémon más suevos tuvieran más contacto con un ambiente acuático, como parte del entrenamiento. El mar estaba demasiado lejos, así que Rainbow se le ocurrió otra idea.

    —Deberíamos ir al Lago de la furia primero —exclamó poniéndose de pie—, de ese modo podemos seguir entrenando un poco más, y aprovecharé de hacerlos más fuertes.

    Entonces sacó a Tyrogue, Delibird y Larvitar, los cuales miraron extrañados a su entrenador.

    —Ya sé que están ansiosos por luchar, pero necesito que aguanten una semana más de entrenamiento —les dijo seriamente.

    Esa decisión desanimó a los tres, los cuales daban por hecho que el entrenamiento en el monte Mortero había sido suficiente.

    —Vamos, no se preocupen —les calmó su entrenador—, siempre digo lo mismo, más entrenamiento quiere decir que la humillación será peor después —dijo muy arrogante mientras comenzaba a caminar, seguido de sus pokémon—, además, no sé en qué tipo se especializa el siguiente líder, y todavía no han superado por completo sus debilidades, eso no sería bueno si el siguiente líder se especializara en un tipo fuerte contra ustedes…

    Hablando de esa manera, se dirigió hacia el norte, a la ruta 43.


    La ruta 43 era una de las rutas más bellas de Johto, con cientos y cientos de árboles y pequeños lagos que ofrecían un buen paisaje, sin embargo, ninguno de aquellos laguitos interesaba a nadie. Muchos entrenadores, al igual que Rainbow, se dirigían hacia el Lago de la furia, pues era sabido que el lago era famoso por sus Gyarados, los cuales se decía que eran más fuertes de lo usual, y todos iban con la esperanza de poder atrapar uno.

    La ruta se dividía en dos caminos, uno rápido por el cual había que pagar, ya que tenía muy pocos obstáculos y uno podía llegar al lago en muy poco tiempo, mientras que el otro camino era mucho más espeso y con mucha hierba alta y árboles, por lo cual el camino se hacía más pesado. Sin embargo, la mayoría de los entrenadores preferían pasar por el camino rápido para llegar lo antes posible al lago.

    Mientras los veía, Rainbow se rió de ellos en su interior.

    —Miren a esos perdedores —se mofaba—, yendo por el camino fácil, ¡qué patético!

    Y diciendo eso, se adentró por el otro camino, cuya hierba era tan alta que casi lograba cubrirlo por completo, mientras lo seguían sus tres pokémon.


    Esa elección de camino fue ventajosa, esa parte estaba llena de árboles con Bayas, y habían muchos pokémon salvajes con los cuales entrenar. Se quedaron bastante rato entrenando con esos pokémon antes de seguir su camino.

    Todo parecía tan normal que hasta se sentía algo aburrido para Rainbow, mas de repente, al llegar a una sección del camino que era un campo abierto, sintió una gota de agua caer sobre su cabeza, al voltear a ver, se dio cuenta de que el cielo estaba bastante nublado, lo cual le hizo sonreír.

    No mucho después, comenzó a caer un aguacero sobre toda la ruta, el agua empapaba a Rainbow de la cabeza a los pies, pero él no se preocupaba, sino todo lo contrario, antes había sentido tanto calor en el monte Mortero que esa lluvia le pareció muy refrescante. Infantilmente, abrió sus brazos en forma de cruz para sentir el agua por todo su cuerpo, y se quedó así un rato ante la mirada de extrañeza de sus pokémon.

    —Vamos, anímense un poco todos —dijo mientras despreocupadamente dejaba su mochila bajo un árbol.

    Entonces sacó al resto de sus pokémon, dejando su cinturón junto a la mochila a salvo de la lluvia, los cuales se quedaron bastante intrigados con su entrenador, pues éste comenzó a quitarse la ropa hasta quedar sólo en ropa interior, y en seguida se tumbó sobre el suelo para sentir la lluvia de lleno en la cara, sonriendo infantilmente.

    —Hay que disfrutar todo lo que nos pueda ofrecer la naturaleza —les dijo sin dejar de sonreír—, hace mucho tiempo que no me divierto bajo la lluvia…

    En efecto, a Rainbow le encantaba la lluvia desde chico, y a pesar de que aquella no era la primera vez que llovía desde que comenzó su viaje, en Kanto estuvo mucho más preocupado por entrenar que nunca se divirtió de ese modo.

    Poco a poco, sus demás pokémon empezaron a unírsele bajo la lluvia, lo cual no era un problema ni siquiera para Quilava, ya que había superado su debilidad hacía tiempo; pero para otros como Sudowoodo o Larvitar aún se sentían algo incómodos con eso.

    —Vamos, no se preocupen —dijo Rainbow poniéndose de pie, al darse cuenta de lo que sentían, y se acercó a ellos mientras juntaba las manos como si fuera un plato, de manera que el agua comenzó a llenarlas—, escuchen, la mejor manera de superar alguna debilidad, es si logran divertirse con ella —diciendo eso, les arrojó juguetonamente el agua que se había acumulado en sus manos, justo en la cara.

    Entonces comenzó reírse amigablemente, mientras los dos pokémon lo miraron algo desconcertados, pero al final también se rieron. Entonces, un ligero Pistola agua impactó contra Rainbow, quién cayó al suelo. Se dio cuenta de que Croconaw se la había lanzado intentando jugar alegremente, imitando lo que él había hecho con sus manos.

    —Oye, eso es trampa —se quejó Rainbow poniéndose de pie—, eres un tipo agua, así que no…

    Lo interrumpió otro pequeño Pistola agua, esta vez lanzado por su Ursaring, quién se rió alegremente de eso, al igual que Rainbow.

    —Así que tomando ventaja contra tu entrenador —dijo Rainbow poniéndose de pie nuevamente, con un semblante un tanto retador.

    Sin embargo, de nuevo fue interrumpido por otro ligero Pistola agua, esta vez de parte de Donphan. Lentamente, Rainbow se puso de pie de nuevo, y los miró a todos desafiantemente.

    —Entonces, ¡esto es la guerra! —exclamó potentemente.

    Entonces, volviendo a juntar las dos manos para juntar agua, comenzó a mojarlos de nuevo. De esa manera comenzó su juego entre todos, tratando de atacarse alegremente con ataques de agua; algunos incluso llenaron el ambiente con burbujas, haciendo más divertido el juego, de modo que incluso Sudowoodo y Larivtar se animaron a entrar al juego.

    Obviamente esto no era más que un juego tonto, pero en su pequeño éxtasis de diversión Rainbow no sentía vergüenza alguna. Hay que tener en cuenta que, a pesar de todo lo que había vivido, y todo lo que habría de vivir, Rainbow todavía era prácticamente un niño, el cual había perdido casi toda su infancia durante todos los viajes que había hecho, Rainbow nunca tuvo la oportunidad de divertirse de esa manera antes, así que, en gran parte, esa diversión absurda que sentía era más bien algo inconsciente.

    Mientras el aguacero se hacía cada vez más fuerte, aquella absurda fiesta también se hacía cada vez más divertida para todos. Era impensable que aquel niño que tan infantilmente jugaba en la lluvia había derrotado a tantos líderes, y aquellos pokémon que lo seguían eran tan poderosos, un cuadro verdaderamente desconcertante, pero a su manera, también algo tierno. Pero en la vida no todo puede durar para siempre.

    Sólo un rato después, el aguacero comenzó a amainar, y con él, el juego de aquellos. Poco a poco, el sol comenzó a brillar de nuevo, mientras los demás observaban con calma y serenidad sentados en el suelo, como si se tratara de un amanecer.

    Mientras se iba pasando el éxtasis del juego, y el calor del sol comenzaba a secar su rostro, Rainbow se fue calmando también, y pensando en todo lo que habían hecho no pudo evitar sentir algo de vergüenza, o más bien mucha, para sus adentros.

    —¿Pero qué estupidez acabamos de hacer? —se preguntó irónicamente.

    Sus pokémon también estaban muy sorprendidos por todo eso, pero que no se habían divertido tanto en mucho tiempo. Rainbow sonrió por eso, pero no dejó de sentirse algo avergonzado, pues no era la actitud que se esperaba del entrenador definitivo.

    Un rato después, la lluvia hubo pasado, y en el cielo salió un arcoíris. Al verlo, Rainbow se puso de pie y lo observó con detenimiento, y sonrió para sus adentros.

    —Ya no importa lo que haya pasado —dijo después de un rato—, algún día estaremos ahí —continuó señalando el arcoíris—, ¡llegaremos así de alto, como lo está el arcoíris en el cielo! —exclamó efusivamente con arrogancia.

    Tal vez su vergüenza reprimida lo orilló a tener que decir algo que sonara un poco más como su yo arrogante, el que derrotaba líderes y entrenaba pokémon definitivos, no el que jugaba ridículamente bajo la lluvia.

    —Suficientes tonterías aburridas y sin sentido por hoy —siguió hablando bruscamente mientras se dirigía hacia su mochila, de la cual sacó una muda de ropa seca—, no más juegos absurdos y banales —continuó mientras se vestía—, hay que seguir el camino, y no hay que perder el tiempo…

    Sus pokémon no se extrañaron mucho por ese cambio, pues ya se estaban acostumbrando a esa manera de ser suya que hasta cierto punto les parecía a todos divertida, así que asintieron firmemente antes de ser regresados a sus pokéballs, todos excepto Delibird, Tyrogue y Larvitar, los que más había que entrenar.

    —¡Ja! Jugar bajo la lluvia —comenzó a hablar con rudeza mientras se alejaban— ¿Quién hace una niñería como esa? Les diré quién no, el entrenador definitivo, o sea yo…

    Hablando de esa manera algo fastidiosa, continuaron su camino hacia el Lago de la furia. Aunque en el fondo, Rainbow sabía que había sido divertido, a pesar de lo poco serio e infantil que había sido.


    Continuará...


     
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    Capítulo 40: El miércoles, Lago de la furia.


    “deja que él lo haga solo”
    Rainbow




    El lago de la furia, según decían, había sido creado a partir de una furiosa lucha entre Gyarados hace cientos de años, la cual daría origen al cráter que, con el tiempo, se llenó de agua a causa de la lluvia hasta formar el lago que existe hoy en día, y a causa de eso, el lago es uno de los pocos lugares del mundo donde es relativamente fácil encontrar salvajes Gyarados, siendo esta precisamente la principal causa de su fama entre los entrenadores de la región.

    Precisamente, la zona en la que el lago se encontraba tenía fama de ser muy lluviosa, y con razón, eran pocos los días donde el sol lograra iluminar con todo su esplendor, pues el cielo nublado siempre amenazaba con llover, aunque generalmente no eran lluvias demasiado fuertes, pero a veces, los aguaceros podían ser tan fuertes que muchas zonas cercanas al lago se inundaban.

    Cuándo el agua del lago sobrepasaba sus límites y llegaba hasta el bosque, era común que se viera el curioso espectáculo de árboles semi-sumergidos en el agua, generando una especie de laberinto acuático que era un pequeño atractivo extra. Sin embargo, la mayoría de los entrenadores preferían centrarse en la parte grande del lago, dónde era más fácil encontrar Gyarados, y además a veces se organizaba concursos para capturar Magikarp, entre otras cosas relacionadas a la pesca. Pero eso no era algo que le interesara a Rainbow.


    Tal y como lo había planeado, Rainbow permaneció en aquel lugar durante una semana, prefiriendo permanecer en la parte más al norte y apartada de todos, pues como seguramente recordarán, era muy celoso de su entrenamiento, y no le gustaba que lo vieran entrenar. Curiosamente, los días que Rainbow permaneció en el Lago de la furia no dejaron de caer aguaceros; había veces que llovía hasta por tres días sin parar, seguidos de una breve calma de agradable llovizna, pero eventualmente la lluvia se agudizaba. Tal clima hacía bastante pesado permanecer en el lago durante mucho tiempo, por lo que muchos entrenadores comenzaron a retirarse planeando regresar cuando el clima no fuera tan extremo. Sólo los más decididos eran los que se aventuraban al centro del lago, y podían verse combatir contra algunos Gyarados. Paro para Rainbow eso no era un problema, sino todo lo contrario, ese ambiente tan lluvioso fue perfecto para que todo su equipo pudiera superar toda la debilidad al agua que tuviera, lo cual fue especialmente beneficioso para aquellos que tenían debilidad natural por ella. De esa manera, continuaron su entrenamiento por varios días, ya sea luchando contra Gyarados, o entrenando en las zonas inundadas del bosque.


    No fue sino hasta el último día de entrenamiento, un miércoles, que la lluvia por fin se detuvo por completo, y el sol volvió a brillar por todo el lago. Tal acontecimiento les dio un leve respiro a todos para volver a sentir el calor del sol, sólo que había un problema, y es que es evidente que después de permanecer toda una semana prácticamente a la intemperie con lluvia no es algo bueno para la salud, pero Rainbow estaba tan centrado en su entrenamiento que no le tomó importancia.

    Mientras observaban extasiados el sol de la mañana, relajándose muy tranquilamente después de una semana de trabajo, de repente Rainbow comenzó a estornudar con violencia, por lo cual sus pokémon lo miraron con algo de preocupación.

    —No es nada —contestó respirando con dificultad, sólo para estornudar de nuevo con más violencia.

    Como por instinto, Quilava se acercó a él para calentarlo con el fuego de su espalda.

    —Gracias, Quilava, pero les digo que no me pasa nada —dijo mientras lentamente se ponía de pie.

    Sin embargo, evidentemente no estaba bien, pues apenas se puso en pie, se sintió mareado, y las fuerzas le faltaron, por lo cual habría caído al suelo si no fuera porque Sudowoodo detuvo su caída.

    Había sido sorprendente que Rainbow hubiera soportado tantos días sin sentirse enfermo, pero toda la humedad adquirida finalmente habían pasado factura, y ahora Rainbow se encontraba débil y con fiebre, incapaz de mantenerse en pie, sudando frío, tosiendo violentamente y temblando. En esas condiciones no podía hacer nada.

    Viéndolo de esa manera, sus pokémon decidieron que tenían que llevarlo al hospital, pero había un inconveniente, el leve momento de calma estaba pasando, y el cielo rápidamente volvió a mostrarse amenazante, pero no como las otras veces, sino que en verdad amenazaba con caer una tormenta, y era muy arriesgado llevarlo volando hasta Caoba, pero a pie el viaje era demasiado largo.

    Mientras todo se oscurecía a causa de las gruesas nubes, Sudowoodo lo llevó debajo de un gran árbol para protegerlo del viento frío.

    —No se preocupen, en serio —dijo Rainbow con dificultad al verlos tan preocupados—, de hecho, será mejor que ustedes también se cuiden un poco…

    Diciendo eso, regresó a sus pokeball a casi todos sus pokémon, a excepción de Sudowoodo, Quilava y Tyrogue, éste último estaba tan preocupado que se negó a regresar a su pokeball, y decidió quedarse con él. En ese momento, la lluvia comenzó a caer, y el viento movió los árboles con fuerza.

    —Ya les dije que no se preocupen —contestó Rainbow tosiendo fuertemente—, sólo debemos esperar a que pase la tormenta y nos iremos después.

    Pero las cosas no siempre salen como uno quiere. El árbol bajo el que se encontraban no brindaba suficiente protección, y al no haber cuevas cerca ni alguna otra casa en la cual refugiarse la enfermedad de Rainbow corría peligro de empeorar, y para colmo, la tormenta era tan fuerte que el nivel del agua siguió subiendo, por lo cual no tuvieron más remedio que moverse de ahí.

    Bajo la violenta tormenta, podía verse a un Sudowoodo cargando a un joven entrenador enfermo en sus brazos, seguido de un Quilava y un Tyrogue, buscando desesperadamente algún refugio para su entrenador, que con cada segundo expuesto a la tormenta mermaba su salud, pero por desgracia no había ningún lugar cerca que pudiera ofrecerles esa protección.

    Quedándose sin más remedio, pensaron en dirigirse lo más rápido que pudieran hacia el sur del lago, donde había una cabaña que servía de albergue a los entrenadores. Pero por desgracia, habían elegido la zona más apartada del lago para entrenar, y la manera más rápida de llegar a la cabaña era cruzando directamente el lago por su parte más profunda, y más expuesta a la tormenta también, pero Rainbow no tenía fuerzas suficientes para aferrarse a ningún pokémon para cruzar el lago.

    Como si no tuvieran suficientes problemas, el mal tiempo como ese también alteraba la conducta de los Gyarados, haciéndolos mucho más violentos y fieros, por lo cual, al ver al indeciso grupo a la orilla del lago, pensando en qué hacer, lo tomaron como una amenaza, y antes de que se dieran cuenta, ya tenían a un grupo de Gyarados atacándolos.


    Sudowoodo, quien cargaba a Rainbow, se limitó a esquivar sus ataques por temor a que su entrenador resultara herido, dejándole el trabajo de encargarse de los Gyarados a Quilava, quien le dijo a Sudowoodo que no perdiera el tiempo y que siguiera hacia la cabaña, y que los alcanzaría después. De ese modo, siguieron con su carrera hacia el sur, siguiendo el camino con más árboles para que estuvieran al menos un poco más protegidos, esperando que no fuera demasiado tarde para Rainbow.

    Pero para su desgracia, otro grupo de Gyarados se dio cuenta de ellos, por lo que, una vez más, se vieron atacados con violentos ataques de aquellos pokémon.

    Valientemente, Tyrogue los encaró para distraerlos mientras Sudowoodo seguía su camino, pero éste se mostraba indeciso, pues Tyrogue nunca había enfrentado tantos enemigos tan fuertes a la vez. Volteó a ver hacia la zona del lago donde Quilava seguía con el otro grupo de Gyarados, y al ver que no iban a recibir su ayuda en un rato decidió sacar a otro de sus compañeros del cinturón de su entrenador para ayudar a Tyrogue, pero la mano de Rainbow lo detuvo con dificultad antes de que pudiera hacerlo.

    —No, Sudowoodo —ordenó respirando con dificultad, casi sin poder abrir los ojos—, deja que él lo haga solo…

    Sudowoodo se sorprendió de que, aún en su estado, lo que más le importara fuera su entrenamiento, y en fortalecer a Tyrogue, el cual se mostró valiente ante los Gyarados.

    De repente uno de los Gyarados lanzó una Hidrobomba hacia Sudowoodo, el cual rápidamente la esquivó. Entonces Tyrogue comenzó a atacar a todo el grupo de Gyarados con gran agilidad, de manera que se volvió su centro de atención.

    Sin esperar nada más, Sudowoodo siguió su camino, y Rainbow, antes de caer completamente inconsciente por la fiebre, observó de reojo a su Tyrogue, enfrentándose a los violentos Gyarados.


    Cuando Rainbow regresó de su inconsciencia, tiempo después, abrió los ojos lentamente, y se dio cuenta de que se encontraba en una cálida cama, dentro de una casa. Pensó que Sudowoodo lo había llevado a la cabaña al sur del lago, lo cual lo tranquilizó. También notó que se sentía extrañamente mejor, pareciéndole que su enfermedad había durado muy poco para lo grave que se sentía; pero lejos de preocuparle le alegró, y comenzó a incorporarse lentamente, se tocó el pecho, y notó que no tenía ni su cinturón X ni su ropa, sino que se la habían cambiado por una pijama. Lo de sus pokeballs fue lo que más le preocupó, así que se apresuró a levantarse. En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, y del otro lado, apareció un joven risueño que traía unos trapos en sus manos.

    —¡Ah! Ya despertaste —se alegró al verlo despierto—, ya era hora.

    Rainbow lo miró aún con algo de cansancio en sus ojos.

    —¿Dónde están mis pokémon? —preguntó con cierta preocupación.

    —Ah, no te preocupes por ellos —le contestó sonriendo—, están en el piso de abajo, han estado preocupados durante estos tres días…

    —¿Tres días? —preguntó Rainbow sorprendido.

    Entonces se levantó con algo de dificultad, y se dispuso a bajar las escaleras rápidamente. Ahí lo estaban esperando sus pokémon, como lo había dicho el joven. Al verlo, sus pokémon se acercaron a él, abrazándolo y alegrándose de que estuviera bien.

    —Ya, tranquilos, les dije que no se preocuparan por nada —les contestó con algo de cinismo, pero también alegre de verlos de nuevo.

    Entonces, enfrente de él apareció un nuevo pokémon, que lo miró sonrientemente, un Hitmontop. Rainbow se alegró a darse cuenta de que era su Tyrogue, que sin duda había evolucionado en la batalla contra los Gyarados.

    —Bien hecho —le dijo mientras lo abrazaba contento—, todo salió bien, lograste mantener tu nivel de ataque al mismo nivel que tu defensa para evolucionar, ¡qué bien!

    Hitmontop también se alegró de que su entrenador se encontrara bien, y se mostró orgulloso de su nueva forma.

    Entonces, separándose de Hitmontop, Rainbow miró a su alrededor, y se sorprendió de que la cabaña le parecía mucho más pequeña de lo que se imaginaba, y ni siquiera se veía a nadie más.

    —Pensé que iba a haber más gente en este lugar —comentó con extrañeza—, pero se ve como una casa común.

    —Es que ésta es mi casa —interrumpió el joven, que venía bajando las escaleras lentamente—, bueno, más bien es una de las casas de mi familia, pero debido al mal clima del lugar no solemos quedarnos mucho aquí… aunque a mí me gusta venir cada miércoles…

    —¿Cada miércoles? —preguntó Rainbow sintiendo un déjà vu.

    —Así es —contestó mientras, tranquilamente, preparaba un poco de té en una mesa—, supongo que ya has oído algo parecido muchas veces… ¿o no? Entrenador Rainbow —añadió sonriéndole con familiaridad.

    En ese momento, a Rainbow no le quedó duda de que estaba ante otro de esos hermanos tan raros, pero supuso que, en ese caso, no podía quejarse de haberse encontrado con uno.

    —Sí, sí, ya lo he odio antes —contestó con algo de indiferencia, sentándose en el sillón acariciando a Togepi—, pero dime, ¿cómo es que llegamos aquí si nos dirigíamos hacia la cabaña al sur del lago?

    —Pues verás —contestó alegremente—, como te dije, vengo aquí todos los miércoles, sin embargo, debido a la tormenta, tuve que tomar un camino más seguro, así que vine por la zona donde hay muchos árboles, los cuales poco a poco se hundían al subir el nivel del agua, y entonces vi a tu Sudowoodo cargándote en sus brazos, se detuvo frente a mí pidiéndome ayuda, entonces vi que llevabas ese extraño cinturón sobre tu pecho, y reconocí que eras aquel entrenador que había ayudado a mis hermanos antes, por lo que decidí traerte rápidamente a mi casa, dónde te cuidé por tres días hasta ahora.

    Rainbow se sintió con algo de vergüenza al saber que, esta vez, uno de los hermanos lo había salvado a él, cuando lo usual era que fuera al revés.

    —¿En serio? —dijo con algo de vergüenza.

    —No tienes por qué avergonzarte —le contestó—, después de todo, tú hiciste mucho por mis hermanos, es lo menos que puedo hacer… ¡ah! Por cierto, mi nombre es Miguel.

    Rainbow se puso de pie, y se le acercó amablemente.

    —Bueno, pues… muchas gracias, Miguel —le respondió gentilmente—, te debo la vida, en serio.

    —Bueno… como ya te dije, nosotros de la debemos a ti —contestó con algo de pena—… en especial mi hermana, Luna… oye, se ve que la impresionaste mucho en la ruta 40, ¿verdad? —continuó con un tono incómodamente suspicaz—, no deja de hablar de ti, y se muere de ganas por verte de nuevo…

    Esas palabras incomodaron y avergonzaron mucho a Rainbow, quien recordó lo que sucedió, y estuvo a punto de suceder en aquella ocasión.

    —Sí, sí, sí, cómo sea —interrumpió nervioso y rojo—, quiero decir, todavía estamos jóvenes para interesarnos en esas cosas, ¿o no? ¿Qué les pasa a los jóvenes de hoy en día que tan pronto se interesan en esas cursilerías románticas?

    —Bueno —reflexionó Miguel—, tú ya estás en un viaje para convertirte en el entrenador definitivo, lo cual es mucho más ambicioso y complicado… y además eres incluso menor que yo.

    Ese era un buen punto, pero en las circunstancias en las que se encontraban Rainbow no estaba de humor para analizar eso más detenidamente.

    —Bueno, bueno, sea como sea —se apresuró a decir nerviosamente mientras, muy despistadamente, se dirigía hacia la puerta—, gracias por todo, y salúdame a tus hermanos… pero yo por ahora me voy.

    —Espera, ¿no quieres cambiarte de ropa primero? —preguntó Miguel inocentemente antes de que saliera.

    Eso detuvo en seco a Rainbow, quien se dio cuenta de que, en efecto, estaba a punto de irse de ahí en pijama.

    Mientras tanto, en el exterior, la tormenta había pasado completamente, el sol brillaba radiantemente y la calma se apoderó de todo el lugar. Y el Lago de la furia, por primera vez en muchos días, parecía todo menos furioso.

    Continuará...
     
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    Capítulo 41: Vs. Pryce.


    “sería una lástima que algo malo le pasara a tus bellas esculturas”
    Rainbow




    El gimnasio del pueblo Caoba era un tanto particular, se localizaba en un valle cercano al pueblo, al fondo de un angosto cañón, que seguramente había surgido a partir de un terremoto en el pasado. Ahí, en la parte más baja, había sido construido el gimnasio, totalmente de hielo, de manera que el frío emanaba de la enorme grieta enfriando una considerable extensión de terreno.

    Rainbow había llegado hasta ahí gracias a las indicaciones de Miguel, y en ese momento se encontraba justo a la orilla del precipicio, observando el helado gimnasio en lo bajo del cañón. Aquello gritaba sin lugar a dudas que sea quien sea que fuera el líder, se especializaba en el tipo hielo.

    —Sí que tengo suerte —comentó sarcástico—, acabo de recuperarme de una enfermedad y me toca entrar a un lugar tan helado…

    Sin embargo, todos sus pokémon sabían que aquello no iba a detenerlo. Sin decir nada más, Rainbow sacó a Xatu, y con él, descendió suavemente hasta el fondo.
    Al llegar ahí, sintió cómo el frío se intensificaba conforme más cerca se encontraban del edificio, por lo que no pudo evitar temblar de frío, pero sin dejarse intimidar por eso simplemente sacó a Quilava, cuya llama fue un pequeño alivio en aquel lugar frío como un congelador.


    Entonces entró violentamente al gimnasio.

    —¡Ya estoy aquí! —gritó con fuerza y arrogancia, como lo solía hacer— ¡Será mejor que te prepares, líder…!

    Pero se detuvo bruscamente al darse cuenta de cómo era el gimnasio por dentro. Extrañamente el interior no era tan frío como el exterior, sino que estaba a una temperatura bastante agradable, eso sorprendió un poco a Rainbow, pero lo más curioso era que, a sólo unos pasos de la puerta, el suelo era completamente de hielo como si fuera más bien una pista de patinaje que una arena de batalla, y sobre este suelo, se encontraban diversas estatuas de pokémon esculpidas magníficamente en hielo. Esa combinación de esculturas, piso y paredes hechos de hielo le daba un aspecto un tanto monótono al gimnasio, aunque tampoco podía negarse que hasta cierto punto se veía bonito, como si en lugar de un gimnasio se tratara de una exposición en un museo.

    Ese era, hasta entonces, el gimnasio más curioso en el que Rainbow había estado, y sintiéndose algo cautivado por aquellas esculturas, se acercó a ellas patinando suavemente sobre el suelo de hielo.

    Comenzó a examinar en silencio las estatuas una por una, mirándolas con bastante interés. Sus pokémon no sabían que Rainbow sintiera aquel gusto por las esculturas de hielo, así que les sorprendió un poco que se olvidara de a lo que había ido hasta ahí.

    —Casi parecen reales, ¿no creen? —preguntó tranquilamente sin dejar de contemplar aquellas frías figuras.

    Entonces se dio cuenta de dos estatuas que hasta el momento no había visto, eran de dos pájaros pokémon, muy grandes y majestuosos, a penas las vio, Rainbow se acercó a ellos. Supo que se trataban de dos pokémon legendarios, pero no sólo pudo reconocer a uno, Ho-oh, pues cuando había estado en la torre Hojalata había visto relieves con su forma en las paredes, pero el otro no podía reconocerlo. Buscando en su memoria, trató de acordarse si había visto a un pokémon como ese en algún libro alguna vez.

    —Ah, así que tengo una visita —dijo tranquilamente una voz por detrás.

    Esa repentina interrupción desconcertó a Rainbow, quien al voltear a ver, vio a un anciano en silla de ruedas acompañado de dos Seel. Su rostro tenía una expresión de abobamiento, cansancio, pero también de esa serenidad común en la gente que ha vivido mucho, y por consiguiente, ha obtenido gran experiencia a lo largo de su vida, hasta el punto en el que parecía uno de esos Pensadores sabios que Rainbow ya se había encontrado antes.

    —Por lo visto un retador —continuó diciendo mientras se dirigía hacia una de las estatuas con forma de Tyranitar—, bienvenido, yo soy Pryce*, el líder de este gimnasio, lo siento, me quedé sin espacio en la otra habitación, así que tuve que poner todas estas estatuas aquí.

    Llegando hacia aquella estatua, tomó un cincel y un martillo, y continuó esculpiendo aquella figura.

    —Por favor, Sólo dame un segundo para terminar esto… —dijo sin dejar de trabajar.

    Ver a aquel anciano esculpiendo el hielo de ese modo tan dedicado resultaba un tanto inspirador, y hasta conmovedor, pero Rainbow, siendo como era, no le importó en absoluto la condición de aquel anciano, y adoptó su actitud acostumbrada.

    —¿Pero qué es lo que te pasa, viejo? —contestó Rainbow con rudeza— ¿Qué es eso de dejar a alguien que viene a retarte esperando mientras le das golpecitos a un pedazo de hielo? —continuó muy cínicamente.

    Al oír esa respuesta, el anciano dejó de trabajar y lo miró con una leve sonrisa.

    —¿Qué ocurre? ¿Acaso no te gustan mis estatuas? —preguntó.

    —El asunto no es que me gusten o no —respondió Rainbow un poco titubeante—, sino que vine a ganar tu medalla, y no me gusta perder el tiempo.

    El anciano sonrió al ver la actitud enérgica de aquel muchacho.

    —Tomate las cosas con un poco más de calma —aconsejó volviendo a trabajar en su estatua—, ¿por qué no contemplas mis creaciones mientras esperas? De seguro habrá alguna que te guste.

    Rainbow se irritó un poco por aquella respuesta, pues evidentemente el anciano no se veía enojado o contrariado por su actitud, pero un momento después recordó la estatua del pokémon legendario que no pudo identificar antes de ser interrumpido, y la contempló un rato de nuevo, aún con intriga por no poder identificar a ese pokémon.

    —Aquella estatua —comenzó a hablar más calmado—, junto a la del Ho-oh… ¿qué pokémon es ese?

    Al oír esa pregunta, Pryce dejó de esculpir la estatua, y miró a Rainbow con seriedad.

    —¿Cuál? ¿La del pokémon de alas amplias, plumas como dedos y cola larga? —preguntó.

    —Sí, no recuerdo haber visto a ese pokémon antes —contestó Rainbow—, me parece muy interesante…

    El anciano se pareció calmarse un poco por esa respuesta.

    —Ese pokémon se llama Lugia —contestó volviendo a su trabajo—, es una de mis mejores figuras además.

    —¿Lugia? —exclamó Rainbow con algo de sorpresa— ¿El pokémon que vivía en la torre Quemada antes del incendio?

    —¡Vaya! Sabes la historia —contestó el anciano.

    Rainbow se aproximó un poco más a ella, y la examinó de cerca.

    —Se nota que usted es un gran escultor —lo elogió Rainbow con un tono bastante fingido—, miren esos detalles… no sólo en Lugia, sino también en Ho-oh… casi parece como si ellos mismos hubieran posado para estas esculturas…

    Mientras hablaba, Pryce seguía ocupado en su trabajo, y casi parecía no prestar atención a lo que decía Rainbow.

    —Es curioso —continuó Rainbow—, he leído decenas de libros sobre los pokémon legendarios, pero nunca encontré una imagen que representara alguno con suficiente detalle como para poder inspirar una escultura tan perfecta… porque… se inspiró en alguna imagen, ¿verdad? —preguntó con tono de sospecha.

    Ante esa pregunta, el anciano dejó de trabajar de nuevo, y esa vez, su semblante se veía más serio.

    —O también podría ser que se ya se ha encontrado con esos pokémon en persona también —añadió Rainbow con una actitud muy crítica.

    Pryce se sintió algo desconfiado con aquel chico que preguntaba sobre esos pokémon.

    —No, nunca me los he encontrado —contestó volviendo a su trabajo—, vi las imágenes en algún libro que tengo por ahí.

    Evidentemente estaba algo nervioso, pues comenzó a dar estocadas más duras y rápidas, y Rainbow sonrió al darse cuenta de que estaba logrando inquietarlo un poco.

    —Bueno, no pasa nada —continuó Rainbow con arrogancia—, después de todo, no vine como crítico de arte, sino como un entrenador que viene a por una medalla.

    Diciendo eso, sacó a Bayleef de su pokéball, la cual logró mantener el equilibrio sobre el hielo, pero su cuerpo amenazaba las frágiles esculturas de hielo.

    Al ver a aquel pokémon, Pryce dejó de trabajar de nuevo, mientras Rainbow reía en un tono malvado en voz baja.

    —Eres muy buen escultor, Pryce, sería una lástima que algo malo le pasara a tus bellas esculturas —amenazó Rainbow mientras Bayleef también se mostraba amenazante.

    El anciano bajó entonces su martillo y su cincel, y encaró a Rainbow con más seriedad, comprendiendo que sería imposible hacerlo cambiar de opinión.

    —Está bien, si tanto quieres luchar, pues vamos a luchar —contestó Pryce con un tono desafiante—, sólo deja que mis Seel aparten las estatuas para que tengamos más espacio.

    Diciendo eso, los dos Seel comenzaron a retirar las estatuas pegándolas hacia las paredes, de manera que la pista de hielo quedó despejada y adornada con las figuras de hielo alrededor.

    —No te preocupes, viejo, trataré de no dañar tus esculturas —dijo Rainbow con arrogancia patinando hacia fuera de la pista de hielo—, pero no te prometo nada.

    Entonces Pryce sacó a un Swinub de su pokeball, encarando éste al Bayleef de Rainbow.

    —Eres muy valiente por querer enfrentar un gimnasio de hielo con un pokémon de tipo planta —comentó el anciano.

    —Me sentiría muy en ventaja si usara a mi Quilava —respondió Rainbow—, pero eso no es todo —continuó con mucha más arrogancia—, tal y como es mi costumbre, aceptaré mi derrota si logras derrotar a uno solo de mis pokémon, sin embargo, yo sí tendré que derrotar a todos los pokémon que me presentes.

    Esa proposición sorprendió a Pryce, como a la gran mayoría de todos los demás líderes que Rainbow había enfrentado. Pero tal vez por su edad y experiencia, se le hizo muy sospechoso.

    —No tengo ningún problema con eso —le contestó mirándolo con una mirada analítica.

    Rainbow le devolvió la mirada analítica, y sonrió malvadamente.

    —Pues en ese caso, ¡comencemos! —exclamó poniendo en marcha su cronómetro.


    Era evidente que Rainbow estaba en desventaja, no sólo por el tipo de su pokémon, sino también por el propio escenario, el cual haría difícil que Bayleef pudiera aprovechar toda su velocidad, pues apenas podía mantenerse firme en su lugar sin resbalarse.

    —¡Hoja afilada! —ordenó Rainbow con voz potente.

    —¡Esquívalo! —ordenó Pryce al ver al pokémon ejecutar su ataque.

    El Swinub esquivó el ataque pero Bayleef continuó lanzando Hoja afilada, de manera que éstas se clavaban en el suelo de hielo mientras el Swinub las esquivaba.

    —Continúa así —ordenó Rainbow de nuevo.

    De ese modo, al lanzar tantos ataques tan rápidamente, el Swinub se vio obligado a irlos esquivando patinando rápidamente sobre el hielo, y antes de que se dieran cuenta, se había formado un enorme círculo dentro de la arena formado por las hojas clavadas en el hielo. Pryce no entendía que estaba planeando Rainbow con eso, pero decidió no darle la oportunidad de intentarlo.

    —¡Swinub, Ventisca! —ordenó entonces.

    El pokémon de hielo ejecutó el ataque, pero Bayleef no logró esquivarlo por completo, recibiendo bastante daño. Afortunadamente, el ataque logró moverla lo suficiente como para acercarse a las hojas clavadas en el suelo, y con cuidado, apoyó sus patas contra ellas, preparándose para el siguiente ataque.

    —¡Ahora comienza la diversión! —exclamó Rainbow con muy animado— ¡Golpe cuerpo! —ordenó.

    Entonces, Bayleef se impulsó de las hojas firmemente clavadas en el hielo, y salió disparada para atacar al Swinub, el cual recibió el impacto de lleno. Esa estrategia sorprendió a Pryce al no esperarse tal uso de las hojas.

    —¿Qué te pareció eso, viejo? —se mofó Rainbow— A que soy brillante, verdad.

    Pryce no se dejó intimidar.

    —Esa fue una buena jugada —respondió desafiante—, pero aún te falta mucha experiencia para poder ganarme.

    Diciendo eso, golpeó el hielo con el bastón que llevaba en la mano, y de inmediato, el hielo debajo de los pies de Bayleef comenzó a crecer, absorbiendo sus patas e inmovilizándolo. Eso sorprendió a Rainbow, quien presintiendo lo que sucedía, volteó a mirar al Swinub, y vio que desde su posición parecía estar controlando el hielo del gimnasio.

    —Ya veo, así que sacando una ventaja extra del hielo de tu gimnasio —analizó Rainbow con seriedad.

    —Así es —contestó Pryce desafiante—, mis pokémon pueden controlar todo el hielo alrededor, de manera que prácticamente todo el gimnasio es parte de mi estrategia…

    Diciendo eso, volvió a golpear el suelo, y de inmediato el Swinub hizo que el hielo del suelo del gimnasio comenzara a subir por el cuerpo de Bayleef, congelándola poco a poco. Eso comenzó a preocupar a Rainbow, y Bayleef comenzaba a sentir miedo al no poder zafarse por más que lo intentara.

    —¿Aún no te rindes? —preguntó Pryce— No hay manera de salir de mi trampa de hielo, será mejor que admitas tu derrota.

    Y mientras hablaba, el hielo terminó de cubrir a Bayleef por completo, quedando completamente inmovilizada y expuesta a los ataques de Swinub, el cual esperaba órdenes.

    Pero Rainbow no se desesperó, pues aún tenía un as bajo la manga. Esa actitud tan despreocupada desconcertó bastante a Pryce.

    —¡Rayo solar! —ordenó Rainbow potentemente.

    A pesar de dar la orden, el cuerpo congelado de Bayleef no se movía en absoluto. Eso hizo gracia a Pryce.

    —Debes estar muy desesperado, ¿verdad? —dijo con un tono un tanto malvado— Estamos dentro de un gimnasio en lo profundo de un cañón, ¿cómo se te ocurre que pueda tomar energía del sol en estas condiciones?

    Rainbow no respondió, sino que permaneció inalterable como siempre. Pero en ese momento algo comenzó a pasar con Bayleef, de su boca comenzó a brillar un rayo de luz que se hacía cada vez más grande. Pryce se sorprendió al comprender que, de algún modo, se trataba de un rayo solar generándose.

    Un segundo después, Bayleef soltó un potente Rayo solar, rompiendo el hielo que rodeaba su cabeza, e impactando contra el Swinub sin que éste pudiera moverse, quedando debilitado.

    El cronómetro indicaba 4:00.

    —Interesante —comentó Pryce con seriedad al ver a su Swinub debilitado—, ¿pero cómo puede ser posible?

    —Asombrado, ¿verdad? —respondió Rainbow arrogante mientras regresaba a Bayleef— En realidad, ese es uno de mis trucos más viejos, pues siempre tengo a mis pokémon de tipo planta con una reserva de luz solar que toman previamente, ya sabes, para casos como éste… fue, de hecho, el primer truco que usé cuando comencé mi viaje.

    Recordó de ese modo cuando había hecho lo mismo con su Bulbasaur, hacía tanto tiempo atrás cuando comenzó en Kanto.

    Pryce comenzó a tomar más en serio a su rival; regresó a su Swinub, y preparó su siguiente pokémon.

    —No creas que esto ha terminado ya —contestó desafiante—, ahora le toca a mi pokémon más confiable.

    Entonces sacó a un Delibird a la arena, listo para luchar. Al ver eso, Rainbow no tuvo dudas con respecto a qué pokémon usar.

    —Si así lo quieres, ¡lucharemos fuego contra fuego! —exclamó sacando a su propio Delibird, el cual también se preparó para atacar—… O más bien, hielo contra hielo… —añadió.

    Ambos pokémon de hielo se miraron desafiantes el uno al otro. El Delibird de Rainbow confiaba en su entrenamiento y se sentía bastante seguro, pero el otro Delibird tenía una mirada un tanto malvada, casi tanto como su entrenador en ese momento.

    —¡Rayo hielo! —ordenó Pryce.

    El pokémon efectuó el ataque, pero Delibird lo esquivó rápidamente, e impulsándose con las hojas que aún seguían clavadas en el hielo, contraatacó con Golpe cabeza, pero al haber usado el Delibird enemigo Detección, éste logró evitarlo.

    —Dos podemos jugar ese juego —dijo Pryce con seriedad.

    Entonces, el otro Delibird también se valió de las hojas para moverse más rápido, persiguiendo al Delibird de Rainbow con más Rayo hielo. Sin embargo, Pryce se dio cuenta de que el Delibird de Rainbow comenzó a dejar Presentes por toda la pista mientras escapaba, y estos, al explotar tras él, desequilibraban a su Delibird.

    —¡Vuelo! —ordenó Pryce al ver que si lograban tirarlo al suelo Rainbow podría aprovechar rápidamente.

    Entonces el pokémon alzó el vuelo, y se preparó para atacar a su rival desde el aire, bajando en picada hacia él.

    —¡Tóxico! —ordenó Rainbow antes de que pudiera tocarlo.

    El Delibird rival entonces recibió ese inesperado ataque, fallando el suyo propio, cayendo al hielo estrepitosamente. El Delibird de Rainbow se detuvo apoyándose en las hojas, atento a su rival.

    —Te tuve justo dónde quería —se jactó Rainbow—, y caíste justo en mi trampa.

    Ante tal acción, Pryce se puso mucho más serio y analítico, ya había esperado demasiado, y era momento de demostrar de lo que era capaz. Entonces, sin decir nada, sólo golpeó el suelo con su bastón unas cuantas veces.

    De repente, el Delibird enemigo comenzó a generar una neblina muy espesa, tan espesa que era imposible ver el campo de batalla, y a los dos pokémon en él. Rainbow miró a Pryce justamente antes de que la neblina lo tapara por completo.

    La temperatura también comenzó a bajar poco a poco, y en la arena, las hojas clavadas en el hielo comenzaron a cuartearse, hasta que muchas se rompieron por sí mismas, y ni Delibird ni su entrenador pordía ver a sus rivales.

    En vano, Rainbow esperó a ver si escuchaba la orden de Pryce para que su pokémon atacara, pero en su lugar sólo escuchó los golpes que daba con su bastón en el hielo.

    En ese momento, un Presente salió disparado hacia el Delibird de Rainbow, el cual a duras penas logró esquivarlo debido a la poca visibilidad, pero el Presente no vino normalmente, sino que se encontraba congelado, de manera que al explotar los fragmentos de hielo comenzaron a herir a Delibird.

    Pryce continuó dando golpes en el hielo con su bastón, y al hacerlo, su Delibird continuaba lanzándole sus Presentes explosivos congelados, y aunque Delibird lograba esquivarlos, no podía contraatacar al no poder ver nada. Entonces, Rainbow se puso en contacto con él con su Viridian mind, y sintió lo que él sentía.

    —Tranquilo, amigo —le dijo con tranquilidad—, usemos la cabeza, de algún modo ellos sí pueden saber dónde estamos para atacarnos… hay que pensar en algo…



    Mientras tanto, en su lado de la arena, Pryce continuaba dándole ordenes a su Delibird por medio de los golpes en el hielo, y ocurría que, al ser un especialista en hielo, podía sentir la posición de ambos pokémon, sólo sintiendo las vibraciones en el hielo a través de su bastón. De ese modo le indicaba a su Delibird por dónde atacar.

    Por un rato todo fue bien para él, pues sentía perfectamente la posición del rival, y no dejaba de lanzarle sus Presentes especiales hasta acabar con él. Pero de repente, dejó de sentirlo en el hielo, pudiendo sentir únicamente a su propio Delibird en la arena. Esto lo desconcertó bastante, y pensó que quizás se encontraba volando, así que observó la niebla fijamente por unos segundos esperando ver si ésta se movía a causa del movimiento que produciría un pokémon volando en ella. Pero no percibió nada.

    Estaba a punto de ordenarle a su Delibird que se saliera de la niebla por seguridad, cuando repentinamente sintió en el hielo al Delibird de Rainbow moviéndose rápidamente por toda la pista de un lado al otro, deslizándose sobre el hielo. De ese modo, volvió a ordenarle a su Delibird que lanzara Presentes hacia él, pero al estarse moviendo tan rápido era incluso más difícil que antes. Pero un momento después, sintió que éste se había detenido en un punto cercano al centro de la arena, y sin esperar a que escapara de nuevo, ordenó otro ataque inmediatamente. El Delibird, guiado por su entrenador, lanzó la bomba hacia dónde le decía que lo hiciera, y esta vez, Pryce sintió con satisfacción cómo la bomba lograba darle completamente a su objetivo, pero luego se dio cuenta de que no sentía el cuerpo del Delibird de Rainbow sobre el hielo por alguna razón en el lugar de la explosión, y ya no lo sintió más. El Delibird de Pryce se acercó al lugar donde había lanzado la bomba, y vio con sorpresa varios pedazos de hielo en aquel lugar en vez del Delibird de Rainbow, pero no tuvo mucho tiempo para sorprenderse, pues repentinamente un Presente le fue arrojado directamente, generando una explosión mucho mayor a las anteriores.

    Esa explosión desconcertó a Pryce, pues él no la había ordenado, y se preocupó más al sentir el cuerpo de un Delibird sobre el hielo entonces. En vano, intentó darle alguna orden a su Delibird, pero éste no respondía.

    Entonces la niebla comenzó a despejarse, a causa de un ataque Despejar que salía del centro de la arena, y al darse cuenta, en el centro se encontraba el Delibird de Pryce debilitado, y al de Rainbow de pie junto a él con una actitud orgullosa. Junto a ellos, varios pedazos de hielo se encontraban desperdigados por todos lados, la que había sido una de las estatuas de hielo con la forma de un Delibird se encontraba ahora destruida en la arena.

    El cronómetro se detuvo.

    —¡Uff! Esta vez sí que fue algo difícil —exclamó Rainbow con satisfacción—, lo siento, viejo, te prometí que no le haría daño a tus estatuas, pero dadas las circunstancias no pude evitarlo

    Pryce estaba confundido por lo que había pasado, no se explicaba cómo lo había podido engañar así.

    —¿Qué es lo que hiciste? —preguntó intrigado, y con cierto enojo— Te tenía en mi mira, ¿cómo te liberaste?

    —Tranquilo, anciano —contestó Rainbow irreverente—, o tu débil corazón podría sufrir un paro.

    Luego, relajadamente, regresó a Delibird a su pokeball.

    —El truco está en que te hice sentir la sensación de tener el control —contestó con seriedad—, al usar esa niebla uno supondría que ambos bandos estaría igual de ciegos para saber lo que hace el otro, y por un rato funcionó, y sabía que debía haber un modo por el cual pudieras saber dónde nos encontrábamos… y la clave me la dio los golpes de tu bastón.

    Pryce se sorprendió por esa afirmación.

    —Durante nuestra lucha anterior demostraste que tenías el control sobre el hielo sobre el cual nos encontramos —prosiguió más arrogante—, así que se me pasó por la cabeza que, tal vez, pudieras saber nuestra posición por el hielo, es por eso que ordené a Delibird que permaneciera volando por un momento, con mucho cuidado, para no agitar mucho la neblina y revelar nuestra posición, y efectivamente, no atacaste mientras estaba en el aire, indicando que de ese modo no podías saber dónde estábamos, así que lo siguiente fue sencillo: le ordené a Delibird que fuera de un lado al otro de la pista, deslizándose rápidamente, de ese modo, fue más fácil engañarte, pues muy rápidamente tomamos una estatua de un Delibird que se encontraba contra la pared —dijo señalando un espacio vacío entre las estatuas alrededor de la arena—, y sólo tuvo que empujarla volando hacia el centro para que diera la ilusión de que aquella estatua era él, entonces Delibird se quedó volando como la vez anterior para que no lo detectaras, sólo había que esperar a que tu Delibird se acercara, sentir con sumo cuidado su posición, y ¡Zaz!… y caíste en mi trampa.

    Pryce ya entendía todo, pero por alguna razón, su semblante cambió de repente a uno mucho más sereno y alegre, volviendo prácticamente a como estaba cuando Rainbow llegó.

    —¡Vaya! ¡Muy bien hecho, muchacho! —le felicitó contento.

    Ese cambio sorprendió mucho a Rainbow, tomando en cuenta que durante toda la batalla se mostró mucho más desafiante y hasta enojado.

    —Usaste mis propias ventajas contra mí mismo, y es verdad, caí —dijo apenándose de un modo un tanto aniñado—, ten, de mereces esto.

    Diciendo eso, lanzó la medalla Glaciar de manera que ésta resbaló en el piso de hielo hasta Rainbow, el cual la recogió bastante confundido por el cambio repentino de Pryce, y lo miró con sospechas.

    —¿No estás enojado, viejo? —preguntó— Tu batalla duró… 7:32.

    —¿Por qué lo estaría? —contestó Pryce golpeando el suelo de nuevo, y al instante, sus Seel aparecieron trayéndole un gran pedazo nuevo de hielo— Después de todo, fue una gran batalla la que diste.

    Entonces, con la misma actitud tranquila con la que apareció, comenzó a trabajar en su nueva escultura. Pero Rainbow aún no se sentía satisfecho.

    —¿Sabes que te hubiera podido ganar mucho más rápido si desde el principio hubiera usado Despejar para apartar la niebla, viejo? —preguntó en un último intento por enojarlo aunque sea un poco— o También si hubiera usado ataques más poderosos habrías durado mucho menos.

    —Tal vez —contestó Pryce alegremente sin dejar de trabajar—, quizás algún día nos enfrentemos de nuevo, y entonces podrás mostrarme eso.

    Al ver que no iba a lograr nada más, Rainbow decidió mejor irse de ahí.

    —¡Ja! Pues yo no creo que nos volvamos a encontrar nunca más, adiós, viejo —se despidió rudamente saliendo del gimnasio.

    El sonido de las puertas cerrándose al salir resonó por todo el gimnasio, pero Pryce seguía trabajando en su escultura.

    —Yo creo que sí, un día volveremos a vernos —dijo en voz baja, con una expresión macabra en el rostro.

    Y aquel anciano era tan buen escultor, que con apenas haber empezado a trabajar ya había comenzado a formar un rostro en aquel nuevo pedazo de hielo, el rostro de ese entrenador que hacía unos minutos acababa de ganarle la medalla.


    *Pryce en los videojuegos se llama Fredo.

    Continuará...


     
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    Pokémon Rainbow: Johto.
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    Aventura
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    ...Continuando

    Capítulo 42: El escondite secreto.


    “a veces una organización criminal no muere, ni siquiera cuando el líder lo hace”
    Rainbow



    Recordando Rainbow lo que había ocurrido en ciudad Olivo, decidió por primera vez no ponerse en contacto con el profesor Elm de manera voluntaria, y pensaba no hacerlo hasta que resolviera el asunto de los criminales, de lo cual no se había olvidado a pesar de todo el tiempo que había pasado. Pero por desgracia para él, no había vuelto a haber manifestación alguna de ellos en ningún lugar desde lo de las islas Remolino, pero no creyó que se debiera a que hubiera logrado intimidarlos. Eso le hizo pensar en pausar durante un tiempo su viaje de entrenamiento para darse a la tarea de encontrarlos.

    Habiendo regresado a pueblo Caoba para vender algunas cosas, se sentó relajadamente en un parque para reflexionar sobre lo que debería hacer entonces.

    —Hace ya mucho rato que no sabemos de esos criminales —dijo a sus compañeros—… ¿creen que sería buena idea, no sé, dedicarnos por un tiempo a buscarlos en lugar de ir por el siguiente gimnasio? —preguntó analizándolo seriamente.

    Si bien la mayoría de sus pokémon estaban al tanto de lo interesado que se encontraba su entrenador con aquellos criminales, a más de uno le sorprendió su idea de detener su viaje por ellos. Sus compañeros más veteranos recordaban que ni siquiera en Kanto se le había ocurrido hacer eso con el Team Rocket, algo muy importante debían significar esos criminales para Rainbow para pensar en eso, y a algunos les preocupaba un poco.

    —No se preocupen —les contestó Rainbow con calma—, tengo una muy buena razón para querer buscarlos… más allá del hecho de todo lo que han hecho, o planean hacer.

    Las razones exactas de Rainbow todavía eran, hasta cierto punto, un misterio para sus pokémon, y a él le hacía sentirse un poco mal el no decirles todo a ellos, pero todavía no se animaba a decir todo hasta estar completamente seguro de sus sospechas.


    No mucho rato después, se dirigieron a la salida del pueblo, hacia la ruta 44. Pues había Rainbow decidido pasar un tiempo entrenando en esa ruta antes de dedicarse a buscar a los criminales, para estar absolutamente seguro de ganar. Mas a la salida del pueblo se encontraba una casa de fachada antigua, que no parecía tener nada en particular, pero al acercarse a ella los pokémon de Rainbow sintieron una presencia familiar, sobre todo Xatu, por su naturaleza psíquica.

    —¿Qué ocurre, amigos? —preguntó Rainbow.

    Escucharon entonces unos pasos acercándose, y escuchando a su Xatu, Rainbow vio prudente esconderse tras unos arbustos y observar lo que pasaba.
    Es entonces cuando vieron, desde su escondite, a dos de esos jóvenes criminales que hace tanto tiempo que no veían, con sus típicas ropas azules y semblante arrogante, entrar en aquella casa como si nada. El encontrarlos hizo que Rainbow sonriera maliciosamente, y si bien al ser sólo dos reclutas, esa vez planeaba conseguir toda la información posible de ellos.

    —Parece que vamos a tener fiesta —murmuró Rainbow poniéndose de pie.

    Y en seguida se dirigió hacia aquella casa para ir tras ellos. Planeaba hacerlo rápido y sin demoras, un Chispazo con Ampharos y sería todo. Pero al entrar abruptamente al interior no encontró más que a un sonriente ancianito tras un mostrador, pues para su sorpresa, aquel lugar parecía una farmacia de remedios naturales, como la de ciudad Orquídea.

    —¡Vaya, un entrenador! —dijo el anciano alegremente al verlo— ¿De seguro has oído hablar de nuestros remedios naturales para curar pokémon, verdad?

    Pero Rainbow estaba bastante desconcertado, pues no había rastros de aquellos criminales que con certeza había visto entrar.

    —¿No vio de casualidad a dos personas? —preguntó seriamente, mientras se paseaba por el interior observando el lugar con cuidado.

    —¿Dos personas? —preguntó el anciano, con un tono evidentemente nervioso— Lo siento, aquí no ha entrado nadie.

    Rainbow lo miró sospechando, lo cual puso más nervioso al anciano. Comenzó entonces a acercársele a él, con un semblante algo amenazante, y sacó la pokéball de Ampharos, la cual comenzó a chispear en su interior, esto asustó al anciano.

    —Oye, tranquilo muchacho —dijo alejándose de él lentamente—, no… no me hagas daño.

    —Sé bien que sabe de quienes estoy hablando —le habló más maliciosamente—, será mejor que me diga dónde se ocultan…

    Diciendo eso, lo amenazaba con su Ampharos, lista para soltar sobre él su descarga.

    —¡No, espera! —exclamó el anciano mucho más asustado— No puedo decirte dónde están, matarán a mi familia…

    —¿Qué? —preguntó Rainbow desconcertado, retirando la pokéball.

    El anciano comenzó a llorar ligeramente.

    —Esos criminales secuestraron a mi hija y a mi nieta —dijo con voz triste—, me obligaron a dejarles construir su escondite bajo mi farmacia, y si dejo que alguien pase las matarán.

    Eso sorprendió mucho a Rainbow, quien hizo a Ampharos a un lado, mi miró al viejo con lástima.

    —Yo las liberaré —dijo un momento después.

    El anciano lo miró sorprendido.

    —Soy Rainbow, el entrenador definitivo, yo puedo quitarle a esos criminales de encima, sólo dígame dónde se esconden —continuó diciendo con seriedad.

    El anciano no estaba todavía seguro si confiar en él, pero dada la circunstancia de que ya había descubierto todo, decidió mostrarle. Presionando un botón que se encontraba tras un cuadro de la pared, una parte del suelo se abrió, y quedaron al descubierto unas escaleras. Rainbow se acercó a ellas, listo para bajar.

    —Ten cuidado, hijo —le dijo el viejo antes de que bajara—, no tengo idea de que clase de cosas hagan ahí, puede ser peligroso.

    Rainbow volteó a verlo, y le sonrió con arrogancia.

    —¿Qué parte de que soy el entrenador definitivo no entendió? Viejo sordo —contestó rudamente— Sólo espere ahí mientras yo me encargo de rescatar a su familia.

    Diciendo eso, bajó las escaleras lentamente. El viejo se consternó en su interior del cambio de aquel chico, y empezó a dudar en confiar la vida de su familia a él.


    Al haber bajado hasta el fondo, las escaleras se cerraron automáticamente, y Rainbow se encontró en frente de un largo pasillo, adornado a los costados por estatuas de Persian. Ciertamente no era lo que Rainbow esperaba encontrarse, así que empuñó la pokéball de Ampharos en una mano, y la de Hitmontop en la otra, atento a todo lo que surgiera inesperadamente.

    Sin embargo, al pasar delante de una de las estatuas de Persian un agudo sonido de alarma comenzó a sonar vivamente. Esto alarmó también a Rainbow, quien muy tarde se dio cuenta de que los ojos de aquellos Persian eran cámaras, y al ser descubierto por los que la supervisaban, habían alertado a toda la base.

    —¿Qué? ¿Ya tan rápido? —se preguntó desconcertado por haber sido descubierto cuando apenas había entrado.

    Y sin esperar más, comenzó a correr lo que quedaba del pasillo, haciendo sonar más y más alarmas a su paso.

    Mientras tanto, los criminales observaban todo por las cámaras.

    —Parece que el viejo dejó entrar a alguien —dijo uno de los capitanes viendo a Rainbow correr.

    —Ya luego nos encargaremos de él —contestó otro—, pero primero… envíen a todos los soldados —ordenó por el micrófono a toda la base—… no debemos permitir que alguien eche a perder nuestra operación.

    Y aproximándose a la ventana que había desde su puesto de observación en el cuarto de control, miró con malicia la gran máquina que se encontraba en funcionamiento, alimentada eléctricamente por Electrode.


    No mucho tiempo después, Rainbow se encontró con los primeros soldados que venían a tratar de detenerlo, pero siendo consciente de que ya había sido descubierto, decidió apresurarse y seguir hasta el final lo más rápido posible. Entonces sacó a su Ampharos y a Hotmontop, quienes rápidamente iban abatiendo a los reclutas mientras avanzaban.

    Cuando todo estuvo despejado de enemigos, Rainbow sacó entonces a Crobat.

    —Busca a la hija y la nieta del viejo —le ordenó—, libéralas pero no las muevas de su lugar hasta que todo termine.

    Habiendo dicho eso, Crobat salió volando para buscarlas con su radar. Mientras que Rainbow siguió su camino, abatiendo a los soldados.

    Viendo los capitanes que Rainbow se acercaba peligrosamente, mandaron más soldados, pero no podían nada contra el nivel de los pokémon de Rainbow.

    —Esto se está saliendo de control —dijo uno de ellos con preocupación—, tenemos que avisarle al jefe.

    —¿Para que cancele la operación? —replicó el otro— El jefe no nos perdonaría si no pudiéramos detener a un simple niño.

    —Ese no es un simple niño —contestó el primero—, ese es el niño que arruinó todo en la cueva Slowpoke, el centro comercial de Trigal y las islas Remolino.

    El otro capitán miró a aquel chico abatir a sus soldados incrédulo de que ese fuera el niño con el que sus líderes se habían topado y habían perdido.

    —Mejor detener todo ahora que cuando el plan esté en pleno progreso, avisaré a Keane y a Chermaine —dijo tomando su radio.

    —¡No, espera Petrel! —lo detuvo el otro— Mientras no pueda abrir la puerta del reactor no podrá estropear nada, debemos intentarlo un poco más.


    Mientras tanto, Rainbow llegó a una sala enorme en la cual había una enorme puerta, del otro lado podían oírse ruidos de electricidad, y dedujo que algo importante debía ser lo que hubiera del otro lado. Sacó entonces a Quilava, Ursaring y Ledian.

    —¡Traten de derribar la puerta! —les ordenó— Si no me equivoco, ese lugar es su fuente de energía, hay que cortarla antes que todo.

    Sin embargo, en ese momento Rainbow no sospechaba la verdadera función de lo que había del otro lado de aquella puerta.


    Tal y como se lo había dicho su entrenador, Crobat buscó por toda la base con su Supersónico a las familiares del viejo, encontrándolas no mucho después en una habitación custodiada por varios guardias, a los cuales abatió con Ataque ala, y rompiendo la puerta entró con ellas.

    —¡Un Crobat! —exclamó la mujer al verlo.

    La niña, asustada, abrazó a su madre temiendo que les hiciera algo malo, pero Crobat sólo se les acercó lentamente, en señal de que estaba ahí para protegerlas. Mas entonces se escucharon los pasos de muchos más soldados, que alertados por la intromisión comenzaron a atacar a Crobat con decenas de Pokémon.


    Sabiendo Rainbow que en toda base hay un centro de control, decidió buscarla para enfrentarse al líder, quien creía que se encontraba ahí, así que siguió las escaleras y buscó por todas las habitaciones que habían en la base, encontrando científicos y soldados por todas partes, a los cuales rápidamente dejaba inconscientes.


    Los capitanes observaron entonces atónitos, como los pokémon que Rainbow había dejado ante la puerta intentaban abrirla a base de Lanzallamas, incluso Ledian y Ursaring.

    —Esto se está poniendo peligroso —dijo uno de ellos—, debemos avisarle al jefe de este asunto.

    El otro estaba comenzando a temer lo mismo, pero aún se mantenía reacio.

    —Será imposible para esos pokémon lograr atravesar la puerta —contestó—, recuerda que está hecha con un acero resistente al fuego, y sólo se abre con una contraseña de reconocimiento de voz.

    —No subestimes a los pokémon del entrenador definitivo —interrumpió una voz desde atrás.

    Sorprendidos, los dos capitanes se dieron vuelta, y vieron a aquel muchacho que los miraba maliciosamente. Los pocos soldados que había en el lugar le atacaron, pero rápidamente fueron puestos a dormir por Ampharos.


    Mientras tanto, Crobat seguía luchando contra los soldados que trataban de detenerlo, y debido a su entrenamiento estaba ganando, pero de todos modos eran demasiados para él solo.

    —¿Te encuentras bien? —preguntó la mujer preocupada al verlo recibir un potente Psíquico, y caer al suelo.

    Crobat no desistió, sino que se cargó a su Abra agresor con un Psiquico aún más potente, para después noquear a los soldados con su Supersónico.

    Tras la dura batalla, Crobat quedó exhausto, y la niña se acercó a él y lo abrazó dulcemente.


    Quilava, Ledian y Ursaring seguían intentando derretir la puerta de acero, que poco a poco comenzaba a ceder ante el fuego que recibía, y desde la sala de control, los capitanes observaron eso con preocupación, y habrían hecho algo si no fuera porque Rainbow los encaraba amenazantemente.

    —Escúchenme bien, no quiero perder el tiempo con ustedes —comenzó a hablar Rainbow con seriedad—, sólo quiero saber dónde se encuentra su jefe.

    Los capitanes estaban algo nerviosos por la actitud del entrenador, pero no estaban dispuestos a traicionar a su jefe.

    —¿Crees que vencerás tan fácilmente? —replicó uno con arrogancia, sosteniendo una pokéball con un Murkrow— ¡Tinieblas! —ordenó liberándolo.

    Pero Hitmontop, con Velocidad extrema, atacó primero, debilitando al oponente. Pero antes de que pudieran reaccionar, atacó con el mismo ataque al capitán, el cual salió volando por la ventana de la sala de control, cayendo en la barrera eléctrica que protegía la sala de los Electrode y electrocutándose hasta la muerte.

    Al ver eso, el otro capitán miró a Rainbow con desprecio.

    —Si no me respondes, acabarás igual —amenazó Rainbow al otro.

    El capitán sabía que era inútil tratar de luchar contra él, viendo sobre todo que los pokémon de Rainbow estaba a punto de lograr derretir la puerta por el monitor. Pero aún así, decidió hacer algo más.

    —Keane y Chermaine nos han hablado mucho de ti —le dijo con cierta malicia—, de cómo te has interpuesto en nuestro camino todas aquellas veces… sin embargo, nunca has logrado detenernos en realidad, sino sólo postergas el tiempo que nos tomará conseguirlo.

    —Prefiero pensar que, de ese modo, me hago más fuerte, y por consecuencia podré humillarlos peor —contestó Rainbow con arrogancia.

    El capitán sonrió maliciosamente.

    —¿Pero por qué? Si al parecer ni siquiera sabes lo que estamos planeando —dijo el capitán, mientras disimuladamente se disponía a apretar un botón en el tablero detrás de él.

    Al apretarlo, la máquina que alimentaban los Electrode comenzó a trabajar mucho más rápido, y la base entera comenzó a retumbar por la gran potencia que emitía la máquina. Crobat y Xatu, entonces, comenzaron a percibir poderosas ondas de radio que provenían de esa máquina, y Rainbow lo sintió también.

    —¿Qué es lo que hiciste? —preguntó Rainbow desconcertado.

    —Lo que tenía que hacer —contestó sonriendo el capitán—, lo siento, jefe.

    Entonces, a gran velocidad, sacó a uno de sus Koffing y usó Pantalla humo. Rainbow sacó de inmediato a Noctowl para que usara Despejar, pero entonces se dio cuenta de que el capitán se había ido. No le prestó demasiada atención a eso, pues la potencia de la máquina cada vez era más y más potente, así que se puso de inmediato en contacto con sus pokémon por medio del Viridian mind.

    —Quilava, Ursarin, Ledian —les dijo apresuradamente—, destruyan la máquina de inmediato.

    Sin embargo, los tres pokémon vieron muy peligroso atacar de manera directa una máquina que parecía que podría explotar.

    —Está bien, entonces corten sus fuentes de energía, los Electrode —ordenó entonces.

    Crobat también recibió un mensaje de su entrenador.

    —Sácalas de inmediato de ahí —le ordenó—, y cuando salgas aleja a todos de la casa, hay peligro de una gran explosión.

    De inmediato, Crobat se puso en marcha con ellas siguiéndolo.


    Mientras tanto, el preocupado anciano también sentía lo que ocurría abajo, y comenzó a temer lo peor; pero entonces, la puerta secreta se abrió, y de ella decenas de reclutas comenzaron a salir desesperadamente, asustados por lo que ocurría con el reactor de ondas de radio. Pero para su alegría, no mucho rato después, salieron de ahí también su hija y su nieta.

    —¡Abuelito! —exclamó la niña al verlo, lanzándose a sus brazos.

    —¡Están a salvo! —exclamó éste abrazándola.

    Pero Crobat, siguiendo las instrucciones de su entrenador, no los dejó festejar mucho, pues rápidamente los alejó de esa casa sin dar explicaciones.


    Mientras eso ocurría, los pokémon de Rainbow comenzaron a luchar contra los Electrode con mucho cuidado, pues tanta energía recibida por la máquina hacía que fuera muy peligroso acercárseles. Y mientras Rainbow bajaba, vio en uno de los laboratorios una máquina con un Magikarp dentro, y reconoció esa máquina como una versión mejorada de la que había visto en las islas Remolino, cuando los criminales intentaron evolucionar un pokémon a la fuerza, y viendo que aquel pobre Magikarp estaba sufriendo los mismos efectos de una evolución forzada, decidió ayudarlo.

    —Aguanta, amigo —le dijo acercándose—, en un momento te sacaré de ahí.

    Pero al tocar la máquina, recibió tremenda descarga eléctrica a causa del exceso de energía que fluía por todos los aparatos de la base, y salió disparado unos metros atrás. Ampharos intentó absorber entonces la electricidad de la máquina para que su entrenador pudiera desactivarla, pero ya era tarde. Tirado en el suelo, Rainbow vio como aquel Magikarp evolucionaba forzadamente en un Gyarados, pero en un último intento por impedirlo, Hitmontop rompió la máquina de una Patada salto, provocando una pequeña explosión que llenó de escombro el lugar.

    Fue entonces cuando se dieron cuenta de que aquel Magikarp había evolucionado, pero a causa de no haber completado todo el proceso conservó su color rojo de Magikarp, y de la ira comenzó a destruir todo lo que encontraba a su paso.

    Rainbow se fue de ese lugar con dificultad, pues recordó que lo más importante por el momento era la potencial explosión del reactor.

    Los tres pokémon de Rainbow batallaron con valentía contra la inconmensurable carga eléctrica que rodeaba a la máquina, pero afortunadamente habían sido bien entrenados para soportar ataques eléctricos muy fuertes, y fue lo suficiente como para lograr derrotar a los Electrode. Cuando el último fue debilitado, la máquina comenzó a perder energía poco a poco. Rainbow apresuró el paso para llegar a ellos, y cuando lo hizo la máquina ya se había detenido casi por completo. Pequeñas explosiones comenzaron a oírse dentro de la máquina, sin duda a causa de la sobreexplotación a la que fue sometida, pero no era peligroso por el momento. Rainbow se acercó lentamente a sus pokémon, y a inspeccionar el lugar.

    —Buen trabajo, chicos —les felicitó—, lo hicieron más rápido de lo que creí.

    De ese modo, sus pokémon se ganaron un descanso en sus pokéballs.

    El resultado fue una base secreta inservible, aparatos eléctricos quemados, y desorden por todas partes. El jefe de los criminales no se encontraba ahí, pero al menos Rainbow había logrado parte de su cometido. Rainbow continuó examinando aquella extraña sala, cuya máquina hasta hace unos minutos generaba ondas de radio, y se preguntó para qué cometido habrían hecho eso, y también reflexionó en la extraña manera de actuar de ese capitán, apretando un botón que lo único que sobrecargó la máquina hasta el punto de quedar inutilizable.

    —El Gyarados —recordó de repente.

    Entonces volvió rápidamente a la sala donde había estado el Gyarados, pues planeaba tranquilizarlo con su Viridian mind a causa de su violenta evolución que tanto le había enfadado, y al acercarse, Xatu volvió a sentir unas ondas de radio provenientes de ese lugar. Cuando llegaron al lugar, el Gyarados ya no estaba, sino que había un enorme agujero en el techo. Inspeccionaron un poco más, y la señal de radio se fue haciendo cada vez más tenue hasta desaparecer.

    —De seguro escapó por ahí —dijo Rainbow observando el agujero—, que lástima…aunque haya sido un Magikarp, y evolucionar hubiera sido lo mejor para él, una evolución tan forzada resulta muy dolorosa.

    Xatu sugirió ir tras él, pues había detectado que, quizás por haber estado en aquella máquina en aquel momento, ahora su cuerpo desprendía ondas de radio.

    —No, dejémoslo en paz —contestó Rainbow—, lo más seguro es que se dirija al lago de la furia… aunque espantará un poco a la gente encontrarse con un Gyarados rojo… pero estará bien.


    Un momento después, Rainbow había salido de aquella base destruida, y fue recibido por su Crobat y los otros.

    —Muchas gracias, muchacho —le dijo el anciano profundamente agradecido—, por un momento imaginé lo peor.

    —Sí, muchas gracias —continuó la hija—, llevábamos ahí mucho tiempo.

    La nieta, de unos cinco años, quedó tan encantada con Crobat que lo abrazaba cariñosamente.

    —Y gracias a ti también, Crobat —le dijo infantilmente.

    Ante todo eso, Rainbow permanecía serio, no se veía muy ilusionado por lo que había hecho.

    —Será mejor que se muden a otro lugar —les aconsejó regresando a Crobat a su pokéball, quitándolo de los brazos de la niña—, me temo que aún no se ha acabado.

    —¿Pero qué dices? —contestó el anciano —su base ha sido destruida, y todos han salido huyendo.

    —Pero el líder no estaba entre ellos —dijo Rainbow mirándolo con seriedad—, y a veces una organización criminal no muere, ni siquiera cuando el líder lo hace… así que por su seguridad, mejor váyanse a otro lado —finalizó dando media vuelta y siguiendo su camino.

    El anciano, su hija y su nieta, vieron al joven entrenador irse fríamente, pero aún así, se despidieron alegremente con la mano.


    —Todavía me pregunto —comentó Rainbow sin dejar de caminar—, ¿Para qué planeaban usar esa máquina? ¿Por qué era tan importante lo de las ondas de radio? Y lo más importante, ¿dónde se encuentra el líder?

    Sin embargo, un sonido de repente interrumpió sus pensamientos: su teléfono comenzó a sonar; era un sonido que hacía muchísimo tiempo que no escuchaba, y al hacerlo, sintió que se le dio un vuelco el corazón, porque en el fondo, sabía quién iba a estar del otro lado.

    —¿Aurora? —contestó con cierto entusiasmo.

    —Rainbow, no hay tiempo de explicar —contestó ella rápidamente, y su voz se oía preocupada y exaltada—, debes venir a Trigal lo antes posible.

    El tono de Aurora desconcertó a Rainbow tanto como le preocupó.

    —¿Por qué? ¿Qué sucede? —preguntó exaltándose también, temiendo que le pasara algo malo.

    —Han atacado la torre de radio —contestó Aurora—, todos en el interior han sido tomados como rehenes, y la antena explotó hace un momento… la policía no puede entrar porque los pokémon bloquean la entrada…

    Entonces, repentinamente se escuchó otra explosión, proveniente del interior de la torre.

    Aurora no tuvo que decir nada más. Apagando el teléfono, Rainbow sacó a Noctowl, y de inmediato salió volando hacia ciudad Trigal.

    —¡Ya voy, Aurora! —exclamó preocupado.


    Continuará...
     
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    Capítulo 43: Ataque a la torre de radio.

    “te lo suplico, no entres a la torre de radio, por favor”
    Rainbow




    Montado en su Noctowl, Rainbow se dirigió rápidamente a ciudad Trigal, sintiendo en el fondo que aquello tenía alguna relación con lo que acababa de pasar en el escondite secreto, temió que Aurora estuviera en problemas, pues si esos criminales la reconocían podrían vengarse con ella. Apresuró la velocidad lo más que pudo Noctowl entonces.

    No mucho rato después llegó a Trigal, a lo lejos podía verse la torre de radio, cuya antena se veía rota, y alrededor del edificio la policía batallaba contra los pokémon de los criminales que impedían la entrada, los cuales eran muchos y no podían contra ellos.

    Apenas llegó, sus ojos buscaron con preocupación a Aurora entre la multitud de gente asustada. Un momento después la encontró a cierta distancia de la torre, acompañada de su Clefable, y sin tardar un segundo descendió rápidamente hasta ella.

    —¡Rainbow! —exclamó Aurora al verlo descender.

    —¡Aurora! —exclamó éste bajando de Noctowl.

    Entonces ambos se abrazaron con fuerza durante unos segundos. Rainbow en especial estaba feliz de que estuviera bien, e inconscientemente parecía abrazarla como un padre protector.

    —¿No te pasó nada, verdad? —preguntó preocupado sin soltarlo.

    Aurora se dio cuenta de su actitud protectora, un tanto exagerada y cursi, pero en ese momento eso era lo de menos.

    —No hay tiempo, Rainbow —exclamó Aurora apartándolo de sí—, hay que entrar en la torre y salvar a los rehenes.

    Rainbow observó la torre entonces, y viendo a los entrenadores que impedían el paso de la policía sus sospechas fueron confirmadas.

    —Son los mismos, ¿verdad? —preguntó Aurora observándolos también— Los del pozo Slowpoke.

    —Así es —contestó Rainbow con seriedad, regresando a Noctowl—, pero ahora será peor, tengo la convicción de que el jefe se encuentra ahí.

    —¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Aurora con interés.

    —Acabo de destruir su base secreta en el pueblo Caoba —contestó—, es una larga historia, pero estoy seguro de que lo que planeaban hacer ahí tiene conexión con la torre de radio —diciendo eso, comenzó a caminar hacia la torre, decidido a entrar—… pero no te preocupes, ya me encargaré —añadió con arrogancia.

    —Muy bien, entonces vamos —exclamó Aurora entusiasmada, siguiéndole el paso.

    Ante esta respuesta, Rainbow se detuvo de golpe y la encaró con seriedad.

    —No, Aurora, tú quédate acá —le dijo con preocupación en la voz.

    Esas palabras desconcertaron a Aurora.

    —¿Eh? ¿Pero por qué? —preguntó sorprendida.

    —No quiero que nada te pase —contestó Rainbow apartando la mirada de ella—, si es verdad que el líder está dentro, podría ser peligroso, por favor, no entres conmigo.

    —¿Pero cuál demonios es tu problema? —preguntó Aurora enojada— ¿Acaso ya olvidaste Kanto, has olvidado todas las situaciones peligrosas que hemos vivido?

    Rainbow se mortificó un poco al recordar todas aquellas experiencias previas, donde la vida de ambos estuvo en peligro.

    —Recuerda el monte Moon, y el ataque a Silph S.A —continuó Aurora aún muy irritada—, ¿no recuerdas que fuiste tú mismo el que me confió liberar a la policía de los Rocket? Y creo que lo hice bien.

    Pero a pesar de que en el pasado Aurora había mostrado valentía y competitividad a la hora de enfrentar criminales, en la mente de Rainbow dominaba el recuerdo de lo ocurrido en el pozo Slowpoke, y la manera en que ella arriesgó su vida.

    —No debí habértelo pedido —dijo en voz baja, cabizbajo sin atreverse a mirarla a los ojos.

    —¿Eh? —exclamó Aurora incrédula a lo que escuchó.

    —Tuviste suerte solamente —continuó Rainbow, con un tono más seguro—, pero de todos modos arriesgué tu vida… siempre lo hago —añadió con una voz ligeramente temblorosa.

    Entonces, Aurora se acercó suavemente a él, y tomándolo de la cabeza lo obligó a mirarla a los ojos.

    —Rainbow, no soy una debilucha, puedo defenderme a mí misma —le dijo con una voz ligeramente más calmada, pero aún con enojo en sus ojos.

    Rainbow entonces, posó su mano derecha tiernamente en su mejilla, aquella que había sido golpeada hacía tiempo.

    —Lo sé, Aurora —respondió—, pero aún así, te lo suplico, no entres a la torre de radio, por favor.

    Viendo que era inútil tratar de convencerlo de lo contrario, Aurora bajó la mirada.

    —Está bien, te lo prometo —contestó apartándole la mirada con un gesto de enojo.

    Verla de esa manera, tan enojada contra él, no hacía feliz a Rainbow, pero por el momento suspiró un poco tranquilizado, y luego se apartó de ella observando la torre.

    —Volveré pronto —dijo antes de encaminarse energéticamente hacia ahí.

    Aurora lo vio irse sin dejar de sentirse enojada con él, aunque en su interior no dejó de preocuparse por él.



    Luchando con sus pokémon, la policía no conseguía vencer a los criminales que impedían el paso al interior, y preocupándose por los rehenes, comenzaron a pedir refuerzos, mas en el último minuto, Rainbow apareció de repente poniéndose en frente de ellos.

    —¡Oye, muchacho! —gritó uno de los oficiales— ¡Quítate de en medio! ¿No ves que es peligroso?

    Sin siquiera escuchar, Rainbow sacó a sus tres pokémon principales, Bayleef, Croconaw y Quilava, encarando a los villanos.

    —Usen los tres Votos —les ordenó seriamente, en voz baja.

    Entonces, los tres pokémon efectuaron en un ataque combinado Voto planta, Voto agua, y Voto fuego. Fortalecidos por el entrenamiento, debilitaron a los pokémon y sus entrenadores y el camino al interior quedó despejado en un momento.

    Los policías observaron atónitos el potente ataque combinado, pero no perdieron el tiempo y comenzaron a movilizarse al interior, excepto porque Rainbow, sacando a Stelix, se los impidió.

    —¿Pero qué es lo que te sucede? —preguntó intrigado el oficial al ver al tremendo pokémon de acero bloqueándoles el paso.

    —Esto es algo que quiero hacer solo —contestó Rainbow fríamente—, Stelix, no dejes que nadie más entre.

    Dicho eso, entró al edificio acompañado de sus tres principales, quedándose Stelix encarando a los oficiales, los cuales se intimidaron ante la determinación del pokémon por no dejarles pasar.



    —Que tonto —murmuró Aurora viéndolo entrar—, me deja aquí sin hacer nada…

    Entonces se sentó en el suelo enojada, y su Clefable intentó animarla. Aurora recordó muchas de las aventuras que habían vivido juntos, y en se irritó porque había estado trabajando mucho para fortalecerse, pero de todos modos, Rainbow la veía como alguien incapaz de defenderse. Recordó su antiguo dilema, el de considerarse alguien que sólo retrasa a Rainbow e interfiere con su viaje, y era precisamente por eso que había tomado la iniciativa de alejarse de él, para hacerse más independiente. Pero le molestó que Rainbow no le diera la oportunidad de demostrárselo.

    Mientras pensaba en eso, su Clefable percibió en una de las callejuelas de la ciudad a uno de los criminales de ropa azul, el cual observaba preocupado lo que pasaba en la torre, y advirtió a su entrenadora de eso. Aurora alcanzó a ver cómo ese criminal se iba del lugar, seguramente para avisarle a alguien más de lo que pasaba, pues era evidente que la situación no era buena para ellos, y al verlo, se le iluminó el rostro.

    —Vamos por él, Clefable —dijo valientemente, levantándose del suelo.

    Comenzó a caminar hacia donde se había ido el criminal, pero su Clefable aún parecía insegura por lo que le había prometido a Rainbow.

    —Le prometí que no entraría en la torre —le contestó—, y no voy a hacerlo.

    Entonces comenzó a seguir al criminal por las calles de la ciudad, cuidándose de no ser descubierta. Lo siguió hasta la entrada del subterráneo, el lugar famoso por sus tiendas al que Rainbow ya hace tiempo había ido. El lugar estaba prácticamente vacío, y Aurora vio cómo se metía por una puerta en uno de los lugares más ocultos del subterráneo.

    —¿Pero qué estarán planeando hacer ahí? —se preguntó Aurora extrañada— ¿Por qué habría de haber algo importante aquí si el ataque es en la torre?

    Ahora también movida por su curiosidad de investigadora, se dirigió a la puerta y la abrió, era una puerta que parecía llevar a un sótano aún más profundo, y tomando valor entró en él.


    La torre pokémon era más chica que Silph S.A. Y además de eso los pokémon de Rainbow estaban más entrenados en comparación a sus colegas de Kanto en aquel entonces. Por eso Rainbow avanzó mucho más rápido en aquella torre, y sin detenerse siquiera a hacer preguntas, avanzaba acabando de un solo golpe a aquellos que se interponían en su camino. Algunos de los criminales, de hecho, lo reconocían de otros lugares, y con miedo se apartaban de su camino. Se lo estaba tomando con calma, después de todo, estaba seguro de que sería la batalla final contra el jefe, así que se dirigía hacia la oficina principal en lo alto de la torre. Sin embargo, a pesar de su concentración en su objetivo, no pudo dejar de extrañarse por no ver por ningún lado a Mary, al director o a nadie que pareciera un rehén, mientras que sí había muchos soldados, pero pensó que, quizás, se encontraban custodiados en la oficina del jefe.


    Con paso lento pero seguro, Rainbow se abrió paso a través de la torre hasta el último piso, y al llegar ahí, inmediatamente hizo que sus pokémon derribaran la puerta, y al hacerlo, sonrió maliciosamente al ver de nuevo a dos viejos conocidos, los cuales al entrar lo miraron con desprecio: Keane y Chermaine, con sus máscaras plateadas cubriéndole media cara.

    —¿Pero qué? ¿Otra vez eres tú? —exclamó Keane al verlo.

    —Parecen sorprendidos —respondió Rainbow arrogante—, ya deberían estar acostumbrados ¿no creen?... pero me gana la curiosidad, ¿qué es lo que estaban tramando?

    —¡Eso no es de tu incumbencia! —contestó Keane enojado.

    —¿Ah, no? —dijo Rainbow acercándose a ellos amenazantemente— Me temo que sí lo es… hace un rato me cargué toda su base en pueblo Caoba.

    Ambos se sorprendieron por esa afirmación.

    —Y fíjense que coincidencia que después se haya producido esto —continuó diciendo—… ¿pero saben qué fue lo más extraño? Que la máquina que tenían en su base desprendía ondas de radio… y por pura coincidencia ahora atacan la torre de radio de Trigal, es mucha coincidencia para mí.

    Keane estaba que mataba a Rainbow con la mirada, aunque Chermaine se mostraba sólo un poco más calmada.

    —Contrólate, Keane —le dijo ésta sacando sus pokéball—, ya no hay nada que hacer, me temo que el plan fracasó.

    —¿Pero qué estás diciendo? —exclamó Keane incrédulo— ¿Vas a rendirte tan rápido?

    —No hay manera de proseguir —contestó ella—, necesitábamos la energía que provenía de la máquina de la base, sin ella no podemos continuar.

    Keane volvió a mirar a Rainbow con rencor, y también sacó sus pokeballs.

    —Así que, al parecer, la máquina de su base se conectaba a esta torre por las ondas de radio —dijo Rainbow mientras sus tres pokémon se ponían en frente de él—, interesante.


    Sin cejar por un momento, Aurora descendió por las escaleras del subterráneo, y después de un rato, en efecto llegó a un sótano que parecía ser usado como una bodega, las cajas se amontonaban por todos lados, bordeando las laberínticas paredes. Para ser un almacén no tenía un sistema de seguridad muy bueno.

    No había caminado mucho cuando comenzó a escuchar voces hablando con preocupación, y ocultándose entre las cajas observó lo que ocurría.

    —Te digo que tenemos que irnos de aquí lo antes posible —comenzó a decir uno desesperado—, es imposible que esta operación tenga éxito.

    —Debes estar exagerando —contestó otro—, debes tener fe en que nuestros jefes sabrán manejar la situación.

    —Eso no servirá de nada —respondió—, ese maldito chico acaba de entrar ahí.

    —¿Ese chico? —preguntó el otro intrigado.

    —Ese que lo estropeó todo en las islas remolino y la torre hojalata —contestó.

    —Es verdad, también en el pozo Slowpoke y el centro comercial —añadió otro soldado.

    Mientras discutían, Aurora observó que estaban custodiando a unas personas atadas con cuerdas, eran Mary, el director y otros miembros del equipo de la torre.

    —¿Los rehenes están aquí? —se preguntó Aurora extrañada.

    Sin embargo no había mucho tiempo que perder, por el tono de la situación parecía poco probable que ellos voluntariamente los dejaran libres, y recordando lo enojada que se sentía con Rainbow, Aurora tomó valor, y les encaró valientemente.

    —¡Oigan ustedes! —exclamó con enojo— Ya los descubrí, será mejor que suelten a esas personas.

    La intromisión sorprendió a los soldados, los cuales se pusieron en guardia rápidamente.

    —¿Y tú quién eres? —preguntó uno.

    —Espera un momento —interrumpió otro—, yo sí me acuerdo de ella… es la chica que estaba con ese entrenador en el pozo Slowpoke —dijo con malicia.

    —¿En serio? —preguntó el otro soldado—… Eso quiere decir que… ese entrenador está por aquí —dijo con miedo.

    —Te equivocas —se apresuró a contestar Aurora—, él todavía está en la torre, estoy sola aquí.

    Esa afirmación tranquilizó a los soldados, y también les hizo sonreía con malicia.

    —¿Ah, sí? —dijo uno sorprendido, y comenzó a reírse levemente— Ya vieron, muchachos, ésta es la chica por la que casi nos ahogamos en el pozo Slowpoke, ¿recuerdan?

    El resto de los soldados también la reconoció, y recordando lo que tuvieron que pasar, se le acercaron amenazantemente, sacando a sus pokémon. Mary y los demás, atados en un rincón, observaban con preocupación lo que sucedía.

    —En ese caso, creo que es hora de la venganza —dijo otro soldado sacando un Raticate—, y esta vez no está aquí tu novio para rescatarte.

    En seguida, Aurora se vio rodeada de pokémon enemigos, listos para atacarla sin piedad. Comenzó a sentir miedo por dentro, pues nunca antes había tenido que enfrentar tantos pokémon ella sola, ni siquiera cuando liberó a la policía de ciudad Azafrán. Pero esa era precisamente la situación que quería demostrarle a Rainbow que era capaz de dominar, y que no lo necesitaba para rescatarla, como lo ocurrido en el pozo Slowpoke. También recordó la promesa que le había hecho en pueblo Azalea, una promesa que se había determinado a cumplir.

    —Todos creen que soy muy débil, pero yo les demostraré lo contrario —murmuró valientemente mientras sacaba una pokéball—… este pokémon, hace tiempo que le había prometido a Rainbow que lo entrenaría, y ahora he cumplido mi promesa… ¡Ya les enseñaré a no subestimarme! —exclamó lanzando la pokeball.

    Entonces, encarando a todos los enemigos, apareció un majestuoso Meganium, furiosamente amenazante, que intimidó un poco a los soldados.


    Mientras todo eso sucedía, los policías intentaban sin éxito pasar al Stelix de Rainbow, mas éste no retrocedía un momento, cumpliendo con su entrenador.


    Continuará...
     
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    Capítulo 44: No más criminales.

    “Espero a su jefe después de la liga, y que si no es un cobarde aparecerá”
    Rainbow





    —¿Pero por qué están tardando tanto contra ese Stelix? —preguntó el jefe de la policía enojado con los oficiales.

    —Jefe Looker, el entrenador de ese Stelix le ordenó no dejar pasar a nadie —contestó el teniente.

    El Steelix de Rainbow todavía continuaba en guardia, en casi de que alguien más quisiera obligarlo a hacerse a un lado. Mas de repente los soldados comenzaron a salir apresuradamente del edificio, y al verse acorralados por los policías y por Steelix, algunos comenzaron a huir usando Vuelo, pero otros lograron ser rápidamente detenidos por los oficiales antes de que pudieran escapar. A pesar de eso, Steelix no descuidaba su guardia.

    —Es extraño —analizó el jefe viendo lo que había ocurrido—, ¿qué habrá pasado allá adentro para que salieran de esa manera? —preguntó observando al último piso.


    En ese momento la torre de radio se encontraba prácticamente vacía, pues los soldados al haberse topado con Rainbow en su camino, lo reconocieron y supieron que estaba todo acabado, siendo esa la razón de su huida tan precipitada. Ahora sólo quedaban Rainbow y los líderes en el último piso, encarándolo éstos con desprecio.

    —¡Lanzallamas! —ordenó Keane liberando a su Magcargo.

    —¡Hidropulso! —ordenó Chermaine sacando a su Slowking.

    Ambos ataques golpearon a Bayleef, Croconaw y Quilava, Rainbow bien podría haber podido hacerlos esquivar todo, mas en ese momento quería lucirse ante ellos como hacía mucho tiempo que no hacía.

    Los tres pokémon de Rainbow lograron aguantar los ataques casi sin ningún efecto gracias a haber usado Barrera previamente al ataque, y al haber pasado, miraron a sus atacantes con malicia. Keane y Chermaine se asombraron por esa gran resistencia de sus pokémon, y temieron haber subestimado a Rainbow.

    —Puedo acabar con ustedes muy rápidamente —dijo Rainbow con voz macabra—, así que pueden hacerlo por las buenas o por las malas, díganme qué es lo que se proponían a hacer exactamente, y por qué.

    Ambos estaban acorralados, en efecto comenzaban a tener miedo de Rainbow, pero aún tenían más miedo de su jefe, y de decepcionarlo como las veces anteriores, y pensando en eso, juntaron ambos el coraje para continuar hasta el final.

    —No vamos a defraudar al jefe —respondió Chermaine amenazante—, si vamos a fracasar, al menos lo haremos luchando.

    —Así se habla, Chermaine —dijo Keane también armado de valor.

    De inmediato sacaron al resto de su arsenal, Keane a tres Houndoom y un Piloswine, y Chermaine a tres Persian, todos esos contra los tres de Rainbow.

    —¡Atáquenlo! —ordenaron ambos.

    De inmediato, todos esos pokémon se abalanzaron contra Rainbow.



    Mientras tanto, Aurora no quiso perder tiempo y darles a los criminales la oportunidad de atacar.

    —¡Hoja mágica! —ordenó vivazmente.

    Comenzó así la batalla, en la cual el Meganium de Aurora era un autentico tanque imparable, sin que los pokémon enemigos le hicieran apenas daño.

    —¡Ascuas! —ordenó un soldado a su Houndour, esperando que la ventaja de tipo lograra hacerle efecto.

    —¡Pantalla luz, y luego Golpe cuerpo! —ordenó Aurora rápidamente.

    Gracias al Pantallalla luz, el ataque del Houndour fue muy atenuado, por lo que no fue muy grave para Meganium, y luego con el Golpe cuerpo lo dejó fuera de combate.

    Aurora nunca había luchado tan ferozmente usando a un solo pokémon, y es que a éste le había puesto especial atención desde lo de Azalea, y al luchar sonreía maliciosamente al sentir la adrenalina de estar ganando a tantos enemigos.

    —¿Pero cómo es que esta chica se volvió tan fuerte? —preguntó un soldado atónito por la fuerza de aquel Meganium.

    —¿Pues qué esperabas? Es la novia de ese otro entrenador, de seguro que él le enseñó todo —respondió otro soldado.

    En ese momento la rabia comenzó a invadir a Aurora, porque aún en ese momento esos soldados no dejaban de pensar en Rainbow y en lo fuerte que era, irritándole que no la reconocieran por ella misma.

    —¡Eso no es verdad! —exclamó enojada— Voy a demostrarles que no necesito a ese idiota para nada, ¡Rayo solar! —ordenó con malicia.

    Entonces, casi al instante, Meganium lanzó un tremendo Rayo solar contra todos, lo suficientemente fuerte para acabar con los pocos pokémon que quedaban de pie, y también a sus entrenadores.

    Al terminar todo, los soldados se encontraban tirados en el suelo sin fuerzas, y sonriendo arrogantemente, Aurora se acercó a uno de ellos.

    —¿Cómo hiciste eso? —preguntó a duras penas el soldado— Aquí ni siquiera llega la luz del sol para poder hacer ese ataque.

    Aurora se agachó frente a él, encarándolo con superioridad.

    —Ese es un truco muy útil que he desarrollado —comenzó a decir con voz presumida—, siempre hago que Meganium tenga una carga de luz solar almacenada en su interior para estos momentos, es algo que nadie más ha hecho antes.

    Obviamente Aurora mentía en ese momento, pero en su éxtasis de arrogancia y cierto rencor contra Rainbow no le importó.

    Durante todo ese tiempo, Mary y el director, así como los otros rehenes, la vieron luchar valerosamente, mas al final no pudieron evitar sentir algo de temor por el comportamiento tan violento de aquella chica.




    En la torre de radio la batalla continuaba, los pokémon de Rainbow y los de Keane y Chermaine se batían duramente por todo el lugar, destrozando las ventanas y los muebles, generando expectación entre los oficiales que observaban todo desde afuera.

    —¡Ventisca! —ordenó Keane a su Piloswine.

    Mas este ataque fue nulificado por la llamarada de Quilava.

    —¡Tajo umbrío! —ordenó Chermaine a sus Persian.

    Pero Bayleef con una gran resistencia les contraatacó con Doble filo.
    Y de inmediato, Croconaw creó una gran ola con Surf, haciendo que todos cayeran por una de las ventanas rotas, donde se encontraba el lugar donde se había construido la antena al aire libre.

    Al bajar Rainbow, movido psíquicamente por Xatu en su pecho, notó otra extraña máquina conectada a la gran antena a sus pies, y la miró con interés. Ésta se veía casi inservible, sin duda por la gran energía que había recibido desde la base secreta en Caoba. Con un Lanzallamas Quilava terminó de destruirla, ocasionando una explosión ligeramente más fuerte que las anteriores.


    —¡Miren arriba! —exclamó uno de los oficiales señalando al techo.

    El jefe vio cómo la antena de la torre de radio se tambaleaba en sus cimientos a causa de la explosión, y un momento después ésta comenzó a colapsar.

    —¡Muévanse todos! —ordenó el jefe viendo que la antena comenzaba a caer.

    En el techo de la torre, Rainbow también se había hecho a un lado, y dejó caer la antena como si nada, pero no sin antes ordenarle a Steelix vía Viridian mind que la sujetara antes de que cayera por completo, para evitar la mayor cantidad posible de daño abajo. Y así lo hizo Steelix, con su gran fuerza recibió el peso de la antena, y la asentó en el suelo lo más suavemente que pudo.

    —Creo que no calculé bien eso —dijo Rainbow al ver que la antena ya se encontraba en el suelo.

    Entonces miró a Keane y Chermaine, quienes se encontraban débiles debido al Surf que había recibido hacía un momento, pero a pesar de eso aún no se rendían.

    —Todavía no hemos terminado —dijo Chermaine poniéndose de pie.

    —Creo que debí haber preguntado esto antes, pero… ¿qué hacía esa máquina que acabo de destruir? —preguntó Rainbow.

    —¿Qué te hace pensar que te diremos? —contestó Keane levantándose con dificultad— Todavía no nos rendimos.

    Rainbow los miró con impaciencia, y decidió que ya había jugado mucho. Miró entonces a sus tres pokémon, y los tres le sonrieron con decisión.

    —Entonces ya terminemos de una vez —contestó desafiante.

    Keane y Chermaine se prepararon para combatir de nuevo.

    —¡Atáquenlo todos! —exclamaron ambos.

    Los pokémon de Rainbow también corrieron hacia ellos, y Rainbow cerró los ojos, concentrándose fuertemente. Entonces, sólo unos momentos antes de llegar a sus oponentes, los tres pokémon de Rainbow evolucionaron por fin a sus terceras fases, Meganium, Typhlosion, y Feraligatr respectivamente. Esto fue tan rápido que ni los pokémon ni los entrenadores tuvieron tiempo a reaccionar, y antes de que se dieran cuenta, todos habían sido debilitados por los nuevos y fuertes pokémon.

    Completamente derrotados, Keane y Chermaine cayeron al suelo exhaustos, sin dejar de mirarlo con desprecio. Rainbow se acercó a ellos lentamente.

    —Bien hecho, chicos —felicitó a sus pokémon—, después de tanto tiempo por fin les he permitido evolucionar, les decía que había que esperar el mejor momento para lucirse, y el mejor momento para lucirse es cuando estás a punto de despedazar a alguien.

    Los tres pokémon se miraron mutuamente con orgullo por su nuevo poder, y los que en algún tiempo se habían considerado enemigos, en ese momento no podían sentirse más felices de estar ahí juntos, después de todo, su éxito era el fruto de su mutua cooperación.

    —Y con respecto a ustedes —se refirió a Keane y Chermaine—… todavía tienen algo más que aclararme, ¿no?

    A pesar de haber perdido, su lealtad aún estaba con su jefe, y no planeaban traicionarlo.

    —No importa nada —contestó Keane sin verlo a los ojos—, aunque hayas arruinado nuestros planes por ahora no vamos a traicionar a nuestro jefe.

    —¿Pero qué están diciendo? —interrumpió Rainbow— ¡Miren a su alrededor! ¡Se acabó todo! Su organización de delincuentes está acabada, su base destruida, sus soldados están huyendo ¡ya no tienen nada!

    A pesar de sus palabras, ninguno de los dos parecía cejar en ningún momento, y al ver que sería inútil tratar de convencerlos, decidió otra cosa mejor.

    —Bien, si no quieren ayudarme no es problema —les dijo sacando a Xatu—, saben que puedo hacer que mi Xatu simplemente lea sus mentes para enterarme de todo, es lo que cualquier otra persona haría… pero yo no soy cualquier persona.

    Entonces, Xatu se posicionó detrás de Keane y Chermaine, tocando sus cabezas con sus alas.

    —Voy a dejarles ir una vez más —les dijo Rainbow—, Xatu los teletransportará fuera de la ciudad, y luego harán lo que siempre les he dicho que hagan —entonces se acachó para estar a la altura de sus rostros, y los miró severamente—, díganle a su jefe todo lo que han visto, díganle todo sobre mí, díganle que he destruido sus planes y que ya me cansé de esperarlo por tanto tiempo… díganle que estaré en la próxima liga pokémon, y seré el que la gane.

    Diciendo eso, se apartó ligeramente de ellos, y estos no dejaban de mirarlo con desprecio, sintiendo vergüenza de sí mismos por todo lo que había pasado.

    —Espero a su jefe después de la liga, y que si no es un cobarde aparecerá —finalizó con arrogancia.

    Un momento después, Xatu los había teletransportado fuera de la ciudad, y un segundo después ya había vuelto con su entrenador.

    Habiendo pasado todo, Rainbow observó el desastre que habían hecho en la torre, y se alegró de que no se encontraran Mary y los demás para ver todo eso, sobre todo después de aquella entrevista que le habían hecho ahí hacía tiempo.

    —¡Ja! Al fin y al cabo que me habría gustado destruir este lugar —dijo caminando hacia el borde del edificio.

    Pero de repente se dio cuenta de algo que había en el suelo, dos cosas que plateadas que brillaban bajo el sol y por el agua. Al acercarse a ellas vio que eran las dos máscaras de Keane y Chermaine, esas que sólo cubrían medio rostro; sintiendo curiosidad las tomó y las examinó, al tocarlas notó que estaban muy frías.

    —Están hechas de hielo —dijo algo intrigado al sentir que parecían derretirse levemente por el calor de sus manos.

    Agarrando las dos partes entonces, las juntó de manera que ambas formaron una máscara completa, formando un solo rostro macabro que hizo sonreír levemente a Rainbow.



    —¿Qué estará pasando allá arriba? —preguntó uno de los oficiales después de un rato de que nada sucedía.

    —Es difícil de decir —contestó el jefe—, quizás lo de la antena fue obra del chico del Steelix, o quizás de los criminales, no hay manera de saber qué planea ese chico.

    —De todos modos si lo importante es rescatar a los rehenes —dijo el oficial.

    —Creo que eso ya no será necesario —dijo de repente una voz que todos ellos conocían muy bien.

    Al voltearse vieron con sorpresa a Mary, quien les sonreía con algo de vergüenza. Acompañada de ella se encontraba el director y los demás rehenes, ya libres.

    —¡Señorita Mary! —exclamó el jefe— ¿Se encuentran bien? ¿Pero si no están allá… dónde estaban entonces?

    —Me temo que los criminales fueron un poco más astutos —contestó Mary—, cuando irrumpieron en la torre comenzaron a instalar una especie de máquina a la antena principal… o sea, la que se cayó —añadió viendo la enorme antena en el suelo—… pero bueno, nos llevaron entonces hacia los almacenes del centro comercial y ahí nos tenían cautivos.

    —Un momento —interrumpió el jefe—, ¿cómo es que los llevaron hasta ahí sin que nadie se diera cuenta.

    —Yo le explicaré —dijo el director acercándose—, verá, usaron un pasadizo que conecta a la torre con el subterráneo, que fue creado para emergencias como los terremotos… pero es extraño que ellos supieran de su existencia, como si conocieran la torre desde antes.

    —Bueno, eso tiene sentido —continuó el jefe—, ¿pero entonces cómo es que escaparon?

    —Esa es la parte extraña —contestó Mary—, una chica con un Meganium nos liberó.

    —¿Una chica? —preguntó el jefe— ¿Quién era ella?

    —No sabemos, cuando derrotó a los criminales se puso a hablar algo con uno de ellos sin que pudiéramos oírlo —contestó el director—, luego de eso nos liberó a todos sin decir nada y se fue.

    —Eso es extraño —analizó el jefe.

    —¡Jefe Looker! —exclamó un oficial— Mire ahí arriba.

    Todos entonces observaron la torre, y en el borde de lo más alto, vieron la figura del joven entrenador que hacía rato había entrado. Rainbow observó todo desde arriba, y se alegró de que estuvieran bien Mary y los demás, aunque no le interesaba quedarse a la fiesta.

    Un momento después, repentinamente, Steelix dio un enorme salto en el aire, lo que sorprendió a todos en el suelo, y temieron que su caída pudiera lastimarlos, por lo que se apartaron rápidamente; mas mientras se encontraba en el aire, Rainbow lo regresó a su pokéball antes de caer.

    Entonces el jefe de la policía lo miró otra vez, estaba demasiado alto para poder verlo bien, pero logró verlo un poco aunque sea. Un momento después, Rainbow también desapareció de ahí, con una Teletransportación.

    —Esto sí que es extraño —dijo el jefe analizando todo—, ¿quién es ese chico que hizo huir a todos de la torre, y esa chica que salvó a los rehenes?

    Siguieron las preguntas, los lamentos por la destrucción de la antena, y también los ánimos para salir adelante; en fin, lo que suele ocurrir después de ese tipo de desastres.


    Continuará...


     
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    ...Continuando

    Capítulo 45: Un pequeño encuentro.


    “¡ja! Ese nombre es de niña”
    Rainbow





    Mientras tanto, Rainbow volvió a donde había dejado a Aurora, pero no la encontró. Ahora que ya todo había acabado se sintió mal por la manera en la que se habían encontrado, y con desesperación, comenzó a buscarla por toda la ciudad, usando a todos sus pokémon para que la detectaran si pudieran.

    Pasó así mucho rato, pero Aurora no aparecía por ningún lado, y sus pokémon no la sentían tampoco, así hasta que se hizo de noche, y la culpa de Rainbow subía y subía, se mortificó, se sintió intrigado, triste, sólo, e incluso traicionado, pero sobre todo como profundamente culpable, deprimido y abandonado, y sentía que era su culpa, sintió que su miedo se volvía realidad, su miedo a que Aurora finalmente se hubiera hartado de él, después de que prácticamente la trató como si fuera un estorbo, ¿por qué otra razón se marcharía de ese modo sin siquiera despedirse o decir nada? Esa no era la Aurora que conocía; la Aurora alegre y jovial, infantil y dulce, Rainbow había logrado sacar lo peor de ella, una Aurora arrogante y llena de rencor contra él. Una vez más le había borrado su sonrisa de su boca. Respirando agitadamente, sujetó frente a él la pokeball de Togepi, el cual también sentía lo que su entrenador sentía, y Rainbow miró a su pokémon con culpa, después de todo, Aurora era una parte de ese pokémon que tan tiernamente cuidó cuando era un huevo. Mirándolo fijamente comenzó a llorar.

    —Perdóname, Aurora —dijo tratando de contener el llanto—, no pudiste conocer a tu… hijo.

    Togepi, dentro de su pokéball, no pudo evitar sentir completamente los sentimientos de su entrenador, y comenzó a llorar, lanzando un llanto que encogió el corazón de Rainbow. Pero ese llanto, era en realidad el llanto de Rainbow que no salía, se negaba a pasar de nuevo por ese momento ridículo y dramático, sobre todo en medio de una ciudad a la vista de todos. Pero no podía evitarlo, su Togepi lloraba todo lo que Rainbow no hacía, y en su interior maldijo su propio Viridian mind.

    La gente que pasaba miraba con algo de intriga a aquel triste y patético muchacho, sujetando una pokéball con un Togepi llorando a todo pulmón, y todos sintieron lástima por el pobre Togepi. Esa era la imagen de un chico patético, no del entrenador definitivo.

    —¡Lo siento, Aurora! —exclamó Rainbow finalmente rompiendo en llanto.

    Y en ese momento no era ya el entrenador definitivo, el genial entrenador que humillaba líderes de gimnasio o derrotaba criminales, sino un chico patético llorando ridículamente por un asunto estúpido.



    Al día siguiente ciudad Trigal volvió a la vida normalmente, la gente volvió a sus propios asuntos personales como todos los días; el centro comercial se llenó de gente lista para gastar su dinero, el subterráneo también tuvo una inusual cantidad de gente; lo único que era diferente era que nadie se había despertado con la voz de Mary por la radio, obviamente por la pérdida de la antena el día anterior, pero rápidamente ya habían comenzado los planes para reparar la torre y hacerla funcionar lo antes posible.

    Entre tanta normalidad cotidiana, nadie se dio cuenta de un chico dormido a los pies de un árbol en un parque cualquiera, todo desarreglado y con los ojos rojos por tanto llorar, el cual poco a poco comenzó a despertarse y a preguntarse dónde estaba. Resulta que Rainbow había llorado la noche anterior hasta quedarse dormido, y Xatu lo había teletransportado hasta un lugar más cómodo y sin tanto público.

    —¿Qué ha pasado? —preguntó Rainbow sentándose.

    Su cabeza dolía, y recordó todo lo que había sucedido el día anterior.

    —Aurora —murmuró tristemente.


    Si Rainbow no volvió al estado de depresión de la noche anterior se debió a que escuchó una voz un tanto familiar para él, una pequeña voz que había oído hacía ya tiempo y sólo por un momento.

    —Vamos, Nana, inténtalo otra vez —dijo la voz de un niño.

    —¿Nana? —se preguntó Rainbow creyendo saber quién era el que hablaba.

    Entonces, saliendo de los matorrales, vio asombrado a aquel niñito que había visto en la ruta 35, el mismo que se había enfrentado valientemente contra el Salamance, con su Ralts, Poochyena y Skitty. Apenas se hubo acordado por completo de él, cuando se sintió sorprendentemente intrigado por lo que estaba haciendo aquel niñito, no estaba entrenando con sus pokémon, sino que parecía estar jugando con ellos haciéndolos caminar por una pasarela imaginaria, como la de los concursos pokémon.

    —¿Qué demonios? —dijo Rainbow al ver eso.

    Ese no era el niñito rudo y valiente que recordaba, sino era un niñito tierno y delicado que trataba a sus pokémon como muñecas de porcelana.

    Siguió observándolo un rato más, incrédulo de que fuera el mismo chico de aquel entonces. Un rato después, el niño se puso a descansar en uno de los bancos, y Rainbow, movido por una enorme curiosidad por ese enorme cambio, salió de su escondite y se dirigió hacia él con tranquilidad.

    —Oye, niño… tienes un bonito Skity —dijo sin saber muy bien qué decir para romper el hielo.

    —¡Ah, gracias! —contestó el niño— Le he cepillado y cuidado su pelaje con esmero todos los días, no hay Skity más bonita en el mundo —continuó abrazando a su pokémon infantilmente.

    Rainbow no sabía cómo sentirse ante esa actitud tan ridícula, impropia de alguien que antes se enfrentaría a un Salamance, y no sabía qué decir.

    —Bueno, esté… ¿cuánto tiempo llevas cuidando tan bien a tus pokémon? —preguntó entonces.

    —Desde hace unos meses —contestó el niño sin cambiar su actitud—, y hemos ido mejorando nuestras presentaciones para los concursos pokémon.

    Rainbow ignoró de momento el hecho de que parecía estar sintiéndose muy confiado con un extraño, pero de momento no le tomó importancia.

    —¿Y antes de eso qué hacías? —preguntó.

    Entonces, repentinamente, el rostro del chico se tornó sombrío y triste. Ese cambio llamó poderosamente la atención de Rainbow.

    —Eso no es de tu incumbencia —contestó rudamente.

    Sorprendido por esa actitud, de repente tan reservada, Rainbow se dio cuenta de que probablemente algo había pasado el día que lo vio en la ruta 35, tal y como había supuesto en su momento, y aún más motivado por saber, decidió abrirse con él para que le tuviera confianza.

    —Sí es de mi incumbencia —dijo regresando a una actitud más segura y arrogante—, todo lo que tenga que ver con entrenar pokémon es de mi incumbencia.

    El niño lo miró recelosamente.

    —¿Y tú quién te crees que eres para meterte en mis asuntos? —preguntó apartando la mirada.

    Rainbow sonrió arrogante.

    —Soy Rainbow, el entrenador definitivo —contestó—, he viajado por el mundo recopilando información para ser el mejor de todos, he recorrido Kanto y Johto, ganando medallas sin perder ni una sola vez.

    El niño no pareció inmutarse por esa respuesta, pues hacía tiempo que le había dejado de importar todo lo relacionado con el entrenamiento pokémon.

    —Pero eso no es lo importante ahora —continuó, y entonces se le acercó lentamente—… yo vi tu pelea contra aquel Salamance, cuando defendiste a tu amiguita.

    Los ojos del niño se abrieron con sorpresa al oír eso, pero sólo lo deprimió aún más, haciéndolo mirar el suelo tristemente. Rainbow lo notó, y le interesó aún más.

    —¿Qué pasó ese día? —preguntó con tranquilidad— Puedes confiar en mí, te lo prometo.

    El niño por un momento se reusó a hablar, pero una parte de él sentía que debía expresar los sentimientos que tenía reprimidos, y que habían sido la causa de su cambio.

    —Después de que el Salamance se fue —comenzó a contar con tristeza—, al principio me sentí feliz por haberla salvado… pero luego, cuando volteé a verla… ella no estaba feliz, estaba llorando.

    Rainbow oía atentamente su historia, intentando sentir empatía con el chico.

    —Me di cuenta en ese momento —continuó el niño—, me di cuenta de que lo que la asustaba era yo… mi actitud violenta durante la batalla la había aterrado, y… se podría decir que yo… le borré la sonrisa de su rostro.

    Esta última afirmación sobresaltó a Rainbow por dentro.

    —Ella se quedó completamente aterrada por mí —continuó—, me tuvo más miedo que al Salamance, y no pudo volver a sonreírme.

    En su interior, Rainbow relacionó todo eso con su propia historia con Aurora, con algunos cambios claro, pero era en esencia lo mismo. Su culpa volvió a él entonces, pero no quería demostrar nada frente a ese niño, su orgullo se lo impedía.

    —Pero bueno, eso fue hace tiempo —continuó el niño volviendo a una actitud más alegre—, desde entonces, he decidido dejar las batallas, y concentrarme en cosas más pacíficas, sin violencia, como los concursos.

    Diciendo eso, seguía acariciando a sus pokémon infantilmente, mientras Rainbow aún se quedaba meditativo.

    —¿Qué pasó con tu amiga? —preguntó Rainbow entonces.

    —Ella volvió a Hoenn un tiempo después —contestó el niño.

    Rainbow desvió la mirada por un momento, aparentando distancia emocional con el asunto, pero sus ojos revelaban su preocupación.

    —¿La has vuelto a ver? —preguntó después de un momento de silencio.

    El niño dejó de acariciar a sus pokémon un momento.

    —No, y es poco probable que ella quiera volver a verme de nuevo —contestó con seriedad, también algo resignado.

    Después de esa pequeña plática, Rainbow no se sentía mejor del todo, pues sin querer se había vuelto a encontrar con su problema, y quedándose sin ganas de seguir recordándolo, decidió que era momento de irse.

    —Hasta luego, niño —se despidió poniéndose en pie.

    —¿Eh? ¿Ya te vas? —preguntó el niño.

    —Sí, ya sabes, soy el entrenador definitivo y tengo mucho entrenamiento que hacer —contestó con toda la arrogancia que podía en un momento como ese—, así que hasta la vista…

    —Me llamo Ruby —interrumpió el niño—…bueno… gusto en conocerte, Rainbow.

    Rainbow sólo quería irse de ahí lo antes posible, pero antes de hacerlo, quería recordarse a sí mismo quién era.

    —¿Ruby? Hmmm… que extraño —meditó con sarcasmo un momento—, ¡ja! Ese nombre es de niña —contestó de repente y con dureza, luego le dio la espalda y comenzó a alejarse con indiferencia—, pero ya que te interesan los concursos esos, supongo que te queda bien.

    Y mientras se alejaba se reía en voz alta, dejando al pobre Ruby confundido e intrigado.

    Mas Rainbow no podía sacarse su problema de Aurora de la cabeza, y era un problema tan fuerte para él que sólo sabía hacer una cosa en esos casos, ignorarlo todo y seguir con su entrenamiento definitivo, aunque eso no resolviera el problema, sólo lo postergaría como siempre.


    Continuará...


    Saben que yo no acostumbro decir nada más a parte del capítulo, pero en serio, me gustaría tener comentarios, aunque sea para decirme mis errores. Ya saben lo que dicen, si nadie te critica es que nadie te toma en serio.
     
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    Ah bien, entonces vengo a comentar .__. :B
    Primero, me han gustado los capítulos, ando siguiendo las travesías de Rainbow y su arrogancia y orgullo desde que comenzó en Kanto ^^
    No ví ningún error, enserio, los capítulos están bien y concordados. Sólo un problema obviamente pequeño, los cuáles fueron tres:

    Que yo sepa, no se escribe Poochiena sino Poochyena y creo que "Skitty" lleva dos T y tú escribistes con una sola y que en unos capítulos más atrás, pusistes Magicarp y es Magikarp pero creo que ése ya te lo habían marcado, pero quise recalcarlo. Eso fue todo xD
    Seguiré al pendiente de las aventuras que tiene Rainbow. ^^
     
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    Paralelo

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    Capítulo 46: La ruta Helada.

    “Hasta el mejor puede resbalar, pero lo importante es levantarse de nuevo”
    Rainbow




    Habían ya pasado varios días desde que Rainbow saliera de ciudad Trigal después del incidente en la torre de radio. Tal y como era su costumbre de no dejar ruta en la región sin recorrer, se había dirigido hacia la ruta 44, a la cuál planeaba ir justo antes de que la llamada de Aurora le hiciera cambiar de planes.

    Como si no recordara nada de lo que había sucedido, se dedicó largos días a continuar con su entrenamiento a lo largo de la ruta, y entre los resultados que había obtenido se encontraba la evolución de Larvitar a Pupitar, y el perfeccionamiento de Delibird que ya casi podía ponerlo al nivel de los demás.

    Pero en ese momento se encontraban haciendo otra cosa igualmente importante. Ubicados en medio de una pequeña isla que había en un lago de la ruta se encontraba Rainbow junto a Meganium, Feraligatr y Typhlosion, todos se encontraban muy concentrados con los ojos cerrados a la orilla del lago. El entrenador tenía en sus manos los tres brazaletes que había creado en isla Secunda, en Kanto, y los cuales había conservado hasta ese momento para enseñarle a sus pokémon los tres ataques definitivos de planta, agua y fuego respectivamente.

    Casi del otro lado del lago, en la otra orilla, una enorme roca salía del agua y se alzaba varios metros de ésta. Rainbow se concentró aún más para poder tener toda la precisión que los movimientos requerían.

    Visualizó mentalmente su objetivo hasta sentirse completamente seguro.

    —Ahora —murmuró muy suavemente.

    Los tres pokémon efectuaron inmediatamente Planta feroz, Hidrocañón y Anillo ígneo respectivamente. Con la potencia de los tres ataques combinados la enorme roca fue completamente destruida, y los fragmentos cayeron por todas partes.

    Hecho eso, Rainbow y sus pokémon se sentaron más relajadamente.

    —Bien hecho, amigos —les dijo animadamente—, ¿vieron como los ataques definitivos no eran tan difíciles?

    Los tres pokémon se sintieron contentos de haberlo logrado de una sola vez, pero Rainbow recordó cuando estuvo en Kanto, y le pareció curioso que en ese momento hubiera hecho una demostración de precisión sin destruir nada, haciendo que los ataques pasaran lo más cerca posible de una pequeña isla sin destruirla.

    —Tenemos que practicar algo como eso —dijo después de pensarlo un poco, observando el lugar donde antes había estado la enorme roca—, después de todo, el objetivo no será siempre el de destruir.


    Habiendo pasado ahí varios días, Rainbow decidió que ya era hora de seguir hacia ciudad Endrino, la última ciudad de la región y el lugar del último gimnasio, y para llegar ahí decidió tomar la ruta Helada, para aprovechar algo de entrenamiento en un ambiente frío.

    La ruta Helada era muy similar a la cueva Glaciada en Kanto, sólo que mucho más larga e intricada, enormes lagos de agua congelada se encontraban por todo el lugar, estalactitas amenazando con caer adornaban el techo en algunas partes, y en general era tan fría que Rainbow no se sorprendió de no encontrar otros entrenadores ahí. Pero él estaba bien acompañado por su Typhlosion, cuya potente llama calentaba todo a varios metros de distancia, así como por Ursaring, el cual también lograba irradiar cierto calor de su pelaje, de manera que el frío no fue casi problema para Rainbow.

    El camino en general fue pacífico y sin muchos contratiempos durante bastante rato, Rainbow y sus pokémon contemplaron un poco la belleza natural de la cueva, y llegaron a un punto donde la luz del sol, que entraba por un agujero del techo, iluminaba una zona justo delante de un lago congelado, del cual salían varias heladas rocas, y donde el camino parecía terminar.

    Rainbow observó por todos lados, pero no parecía haber otro camino a parte de esa zona congelada.

    —Pues ya ni modos —dijo con fastidio—, si no hay otro camino no hay problema… después de todo, yo soy el entrenador definitivo, y un tonto lago de hielo no me va a detener —exageró lo que decía de manera arrogante, quizás para sentirse más vivo en aquel lugar tan abandonado.

    Diciendo eso, arrogantemente puso un pie sobre el hielo, y de manera inmediata resbaló violentamente; en vano trató de evitar su caída agitando las manos con esmero, mas nada evitó que se estrellara de lleno contra una de las rocas y cayendo al hielo después, de tal manera, que sus pokémon comenzaron a reír levemente de eso.

    —Así que así va a ser la cosa, ¿eh? —dijo aún tirado en el hielo, tratando de retener el coraje que le daba aquella contradicción.

    Comenzó a levantarse lentamente, apoyándose pesadamente con la mano sobre la roca con un semblante desafiante.

    —No me vas a ganar, estúpida cueva —dijo con arrogancia, y cada vez más desafiante.

    Un momento después, impulsándose fuertemente de la roca, salió deslizándose directamente hacia otra roca, la cual se encontraba a varios metros hacia la derecha, y se detuvo apoyando su mano en ella. Desde su nueva posición pudo ver en donde terminaba el lago de hielo y seguía el camino, pero el hielo le impedía simplemente caminar hasta ahí, pero en lugar de hacer algo más eficaz, como volar con alguno de sus pokémon para ir hasta ahí directamente, su orgullo le obligaba a jugar limpio contra aquella cueva.

    —Typhlosion, Ursaring —gritó a sus compañeros con gran seguridad—, sigan mis pasos, saldremos de aquí en un momento.

    Dicho eso, volvió a impulsarse hacia otra roca, mas al patinar, sus pies pasaron por un pequeño lugar en el hielo que no estaba completamente resbaloso, lo cual dio como natural consecuencia que su cuerpo siguió avanzando por el impulso cuando sus pies se habían detenido, y como resultado, cayó al suelo estrepitosamente de cara, y llegó hasta la otra roca resbalando boca abajo para golpearse levemente la cabeza contra ésta.

    Aquello fue más absurdo que la caída anterior, tanto así que sus pokémon no pudieron evitar reírse de eso en voz alta, incluso los que se encontraban en su cinturón. Rainbow entonces se puso pesadamente boca arriba aún recostado sobre el hielo, mirando el techo con la mirada algo incrédula.

    —Tarde o temprano, hasta los mejores resbalan —dijo con cierta humildad.


    Continuó bastante rato tratando de salir de ese pequeño laberinto de rocas, entre las cuales comenzó a deslizarse torpemente, cayéndose varias veces, equivocándose en sus cálculos y teniendo que repetir todo; fue bastante agobiante tener que estar haciendo ese juego, pero finalmente logró llegar hasta el otro lado después de bastante rato, y sintiéndose arrogante de nuevo, volteó a ver el camino de hielo que había superado y rió fuertemente.

    —Sabía que un simple camino de hielo no sería nada para el entrenador definitivo —exclamó cínicamente, en el momento en el que sus pokémon alcanzaban la orilla también.

    Pensando de ese modo, continuó caminando riéndose, jactándose de lo fácil que había sido, mas poco le duró la celebración, pues unos minutos después se encontró en una enorme sala también cubierta de hielo, en el centro de la cual se encontraba una pequeña isla de tierra con un pequeño cerro, en cuya cima había una escalera que llevaba hacia la última parte de la cueva. En aquella sala parecían haber indicios de que se había construido un puente de madera que conectaba el camino con la escalera, mas el poco mantenimiento ocasionado por la falta de gente interesada en explorar la cueva acabó por dejarlo inservible, de manera que estaban completamente separados por otro piso de hielo, y esa vez no habían rocas para impulsarse.

    Mas Rainbow, en su orgullo, decidió no utilizar Vuelo para salir rápidamente, sino que, aguantándose la contrariedad, caminó por los alrededores para ver si había otro camino. Sus pokémon se preguntaban por qué no hacía algo más fácil, como usar a Steelix como puente para llegar más fácilmente al otro lado.

    —Esta cueva no me va a vencer —se decía al caminar.

    Un momento después, se dio cuenta de una escalera que llevaba hacia un nivel superior en la cueva, y pensando que ya sería el final se apresuró a subirla, pero se decepcionó al ver que sólo llevaba a una sala que no conducía a ninguna otra parte, parecía haber empezado a ser excavada, pero por alguna razón lo habían dejado de hacer, quizás por la misma razón de que no siguieran dándole mantenimiento al viejo puente.

    Explorando por aquella sala para ver si había algo útil, por poco se cae al no darse cuenta de que había un enorme agujero en el suelo, pero Ursaring logró atraparlo antes de caer. Examinando mejor el hueco, se dio cuenta de que se podía ver parte del piso inferior, el que estaba cubierto de hielo, y por toda la sala se encontraban también varios agujeros a través de los cuales dicha sala era visible.

    Sus pokémon dedujeron que si se encontraban al mismo nivel que el piso al que les conduciría la escalera del piso de abajo, entonces sólo era cuestión de romper una de las paredes de la sala en la que estaban para llegar a donde querían ir, pero su entrenador se opuso.

    —¿Qué les pasa, chicos? —preguntó con arrogancia— ¿Ya les aburrió esta cueva?... No sean así.

    Dicho eso, tuvo la idea de hacer que sus pokémon lanzaran enormes rocas a través de esos agujeros, la sala se encontraba llena de ellas, así que no era ningún problema. Cuando lo hubieron hecho bajaron al piso de abajo, y ahora sí el suelo de hielo estaba lleno de rocas de las cuales impulsarse.

    Sonriendo con arrogancia, Rainbow se impulsó de nuevo hasta la primera roca, y luego a la segunda y a la tercera, así hasta llegar al centro.

    —¿Se dieron cuenta, chicos, de que no es necesario hacer trampa? —se ufanó cínicamente, pues era del todo evidente que lanzar esas rocas era hacer trampa, pero una mucho más ineficiente que la idea de romper la pared cuando se encontraban en la sala de arriba.

    De ese modo lograron subir hasta el piso superior, y a partir de ahí todo fue más fácil. Se sentaron a descansar un rato, junto a un pequeño lago congelado que ya no impedía el camino. Rainbow observaba tranquilamente la cueva, ufanándose de lo bien que le estaba yendo en todo.

    En su interior intentaba no pensar en lo que había pasado hacía varios días en ciudad Trigal, o más bien, nada de lo que había pasado después de salvar la torre de radio, pues todo eso lo llenaba de una gran melancolía. Quizás por eso su actitud arrogante y cínica se había disparado en los días posteriores, y quizás también por eso, inconscientemente, intentaba mantenerse dentro de la cueva el máximo tiempo posible, tal vez un autocastigo inconsciente, alejarse de nuevo del mundo en una cueva helada, mirando el hielo a su alrededor sintió que, de nuevo, intentaba adentrarse en su lado frío e indiferente hacia el resto del mundo. Pensando en esas cosas, se acomodó junto a sus cálidos pokémon, y se quedaron dormidos profundamente, sin que el intenso frío fuera una gran molestia a causa del calor de la flama de Typhlosion, la cual comenzaba a derretir levemente el hielo del pequeño lago ante el cual se encontraban.


    El sueño les duró por bastante rato, mas repentinamente un ligero temblor los hizo despertarse, Rainbow abrió los ojos al sentirlo, pero por un momento pensó que sólo eran unos pokémon en algún lado de la cueva usando Terremoto, tal vez en alguna confrontación. Mas ese terremoto no disminuyó, sino que comenzó a hacerse más y más fuerte; al notar eso, se dieron cuenta de que se trataba de un temblor real, y se pusieron de pie.

    —Hmm, será mejor que salgamos de aquí —dijo Rainbow con algo de indiferencia—, será un fastidio tener que salir si la cueva se derrumba sobre nosotros.

    A pesar de que el temblor se hacía más fuerte, Rainbow y su grupo caminaban muy despreocupadamente, sólo de tanto en tanto apoyándose en las paredes de la cueva para no caer, pero Rainbow estaba tan confiado en sí mismo que creía que no sería nada si la cueva cayera sobre ellos. Pero de repente escucharon un grito en la cueva, lo cual alertó a Rainbow y los demás. Xatu y otros pokémon que habían adquirido habilidades psíquicas, a causa del entrenamiento especial, comenzaron a detectar a los pokémon en las cercanías, los cuales huían de la cueva a causa del terremoto, pero sentían que había uno en problemas. Dándose cuenta Rainbow de eso, apresuró el paso hacia donde le decían sus pokémon.

    Más adelante encontraron el problema, en una de las últimas salas de la cueva las rocas que habían caído por el terremoto habían roto el hielo del suelo en pedazos, y en del otro lado del pequeño lago helado se encontraba un pequeño Sneasel que luchaba por que unas puntiagudas estalactitas que caían desde arriba no le mataran.

    Viendo al pequeño pokémon luchando por su vida, Rainbow inmediatamente envió a Crobat a rescatarlo, el pokémon veneno llegó hasta él y lo tomó con sus garras para sacarlo de ahí, mas antes de poder volver una de las estalactitas le cayó directamente en un ala, atravesándosela e incapacitándolo para volar. A causa de la conexión con el Viridian mind, Rainbow sintió el dolor de su pokémon, y comenzó a dolerle terriblemente el brazo. Pese al dolor, liberó a Feraligatr para que fuera a socorrer a ambos pokémon, éste logró sujetar a Crobat antes de que se hundiera en el agua fría, pero antes de poder sujetar al pequeño Sneasel la fuerza del terremoto desprendió un enorme pedazo del techo de la cueva, si Rainbow no hubiera sacado a Steelix rápidamente los tres habrían estado en problemas. Soportando la baja temperatura del agua, Steelix logró soportar el peso de la cueva que caía hacia ellos, lo suficiente como para que pudieran poner al pequeño Sneasel a salvo en la orilla.

    Todo habría acabado bien ahí si no fuera porque la cueva no dejaba de temblar, y aún había cientos de estalactitas pegadas al techo, que se reusaban a caer, pero daban indicios de comenzar a ceder poco a poco.

    —Vámonos de aquí —ordenó regresando a todos sus pokémon, excepto a Typhlosion, sobre el cual se montó para salir de ahí más rápidamente.

    Con dificultad, Typhlosion comenzó a correr de ahí con su entrenador y el pequeño Sneasel sobre su espalda, justo en el momento en el que las estalactitas comenzaban a caer violentamente a su paso, clavándose fuertemente en el suelo. Ya casi estaban cerca de la salida cuando una de las estalactitas cayó muy cerca del Typhlosion, y de hecho llegó a rozarle el brazo, lo cual desconcentró al pokémon tanto como al entrenador, y en ese descuido el Sneasel cayó al suelo justo en el momento en que estaban a punto de salir, quedando indefenso ante las estalactitas que caían hacia él.

    Percatándose inmediatamente Rainbow, su instinto le hizo lanzarle de inmediato una pokéball, la cual logró capturar al Sneasel justo antes de que una estalactita estuviera a punto de matarlo. La pokéball rebotó entre las demás estalactitas enterradas en el suelo, y se perdió entre ellas. Un segundo después, Rainbow y Typhlosion salieron de la cueva violentamente, apenas escapando de las últimas estalactitas.


    Los habitantes de ciudad Endrino habían sentido el temblor que azotó la ruta Helada, el cual poco a poco iba pasando, pero a pesar de lo intenso que fue, no se preocuparon mucho, pues desde hacía mucho tiempo que nadie visitaba aquella cueva.

    Poco después, el terremoto se había detenido por completo, y Rainbow con preocupación sacó a Xatu para buscar la pokéball con el Sneasel entre todo el desastre de estalactitas y rocas del interior de la cueva, y ahora era prácticamente imposible caminar en ella.

    Con dificultad, comenzó a trepar sobre los escombros, sacó a todos sus pokémon para que buscaran con cuidado al pokémon. Comenzaba a preocuparse de que la pokéball se hubiera roto y el Sneasel estuviera herido o peor, y a causa de eso comenzó a concentrar su Viridian mind para tratar de encontrarlo.

    Por bastante rato, sólo escuchó el silencio de la asolada cueva, y comenzó a temer lo peor, pero afortunadamente comenzó a sentir los respiros del pokémon.

    —¡Por allá! —ordenó a Xatu señalando una de las partes más alejadas, donde los escombros cubrían todo y era muy difícil poder encontrar algo.

    Cerca del lugar que le había dicho su entrenador, Xatu encontró rápidamente la pokéball, y al pequeño Sneasel que, debido al susto, se había desmayado dentro de la pokéball. Inmediatamente le entregó Xatu la pokéball a su entrenador, y éste se alegró de ver al pokémon adentro, algo shockeado, pero a salvo.

    Sus pokémon se preguntaban qué haría su entrenador con él. Ya había un tipo siniestro en el equipo, Umbreon, y no veían qué lugar podría tener en el equipo. Mas Rainbow observó al pequeño por un momento, y sonrió al venirle a la mente una idea. Entonces lo sacó de su pokéball.

    —Hola, amiguito —le dijo amigablemente—, ¿quieres unirte a mi equipo?

    Esa pregunta sorprendió a los demás, e hizo sentir a Umbreon un tanto incómodo.

    —Te prometo que te volveré el mejor de tu especie, ya que yo soy el entrenador definitivo —dijo ufanándose un poco—, y por eso te volveré invencible junto a tus compañeros… no importa que seas un poco débil de carácter, yo podré hacer de ti un pokémon definitivo.

    El Sneasel aún se recuperaba del susto anterior, y escuchó la oferta con mucho interés. Pero Umbreon aún no estaba seguro, y con algo de enojo se quejó ante su entrenador, alegando que él ya era el de tipo siniestro del equipo.

    —¡Ah! Claro, no te preocupes —le contestó Rainbow con algo de pena—, lamento no haberlo dado a entender mejor antes… Sneasel —le dijo suavemente, incándose frente a él y observándolo con amabilidad—, quiero que seas parte de mi equipo… pero no ahora.

    Esto desconcertó a Sneasel, y también un poco a otros miembros del equipo, excepto a Crobat y Steelix, quienes ya tenían idea de lo que iba a decir; inclusive Umbreon parecía saber de qué se trataba todo.

    —Quiero que seas parte de mi equipo cuando esté en Sinnoh —continuó diciendo—, de hecho, es lo mismo que quiero para Togepi —dijo mirándolo con una sonrisa—, sé que aún falta mucho tiempo para que eso suceda, lo siento en verdad, pero en serio me sería de gran ayuda si pudieran esperar hasta entonces… no se preocupen, piensen que de ese modo ustedes podrán ayudar a instruir a sus nuevos compañeros de esa región, lo cual los hará a ustedes algo así como mi mano derecha… tal y como ya ha pasado —dijo mirando a Steelix, Crobat y Umbreon, los cuales recordaron lo mismo que les había dicho cuando fueron obtenidos en Kanto.

    Todavía no muy convencido, el Sneasel observó a Togepi, el cual le sonrió alegremente, dándole a entender que la promesa de ser un pokémon definitivo valía la pena la espera. Los demás pokémon siguieron animándolo para que aceptara, contándole brevemente parte de las cosas que habían vivido. Obviamente, un rato después Sneasel aceptó unírseles, sintiéndose bastante más animado.


    Poco tiempo después, Rainbow y su grupo ya habían salido de la cueva, ya era de noche, y a cierta distancia se veía ciudad Endrino, la última ciudad de Johto. Se detuvieron a un lado del camino para dormir antes de ir ahí, y como de costumbre, se acostaron a observar las estrellas bajo el cielo nocturno. Junto a Rainbow, descansaba su nuevo compañero.

    —Hasta el mejor puede resbalar, pero lo importante es levantarse de nuevo —dijo Rainbow con solemnidad sin dejar de mirar el cielo.

    Quizás en su intento por quedar mejor con su nuevo pokémon, Rainbow tuvo la idea de soltar alguna frase motivacional, aunque para él aún sonaba fuera de lugar y hasta algo ridícula.


    Continuará...
     
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    He regresado del averno :D
    Bueno por ahora este capítulo fue pesado, difícil de tragar y con una narrativa absurda y repetitiva. Hay partes tan intragables y fáciles de cortar cómo Naruto (ok no es tan bajo) ya qué muchos se saben la ruta, qué pasará, intentas darle un toque "cómico" que no llega a ser eso.
    A pesar de todo el capítulo es necesario y sí el final está bien.
    Dejando en fuera el capítulo en lo que no he leído es bastante bueno, has mejorado en los sentimientos y ahora los personajes no parecen tanto cómo marionetas qué manipulas sí no cómo verdaderos seres humanos (a excepción de Aurora qué se nota en ser una copia de Rainbow con más sentimientos) y se les da una forma integra cómo se ve a los líderes de gimnasio.
    La parte de Rainbow con Aurora fue magnífica, igual de la chica del Rancho Moo-Moo me encantaron simplemente. Esa parte humana de Rainbow es bastante buena en cómo la describes, excepto cuándo se puso a llorar, ese momento te faltó "la tragedia" por que era algo un poco "pequeño" pero a pesar de todo Rainbow es un niño y también me gustó que lo resaltaras en lo del lago Furia, qué también me gustó ese capítulo.
    No me gusta que los enemigos sean tan bufones :/ los únicos qué han sido un reto son Morty, el trío de hidrobomba y Pryce, se necesita más intensidad. Pero en buena medida ya qué este fic atrae por la complejidad de dios que tiene rainbow, tampoco se va a tener al típico llorón debilucho (cough cough Ash)
    Ya tienes una narrativa disfrutable, personajes con buena forma, sólo me gustaría el ambiente, en el gimnasio de hielo fue muy bueno, pero en los riscos pedía mucho más, había partes en las qué me perdía si era una tormenta o no, en cualquier caso tu fic es muy bueno y siguie, querías recomendaciones y tu las tienes
    Solo recuerda, sí se va a hacer algo bien, hazlo tu. La ayuda y recomendaciones no siempre estarán de la mano
    Y PD: Te lo puse aquí también por sí no lo veías en la otra pag
    PPD: Perdón por no comentar últimamente pero a veces dejo olvidados los libros por otras cosas
    PPPD: ¿Qué harías sí le ponen evolución a Delivird en la sexta?
     
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    Pokémon Rainbow: Johto.
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    ...Continuando

    Capítulo 47: El sábado, ciudad Endrino y la Cueva oscura.


    “Así es la vida, no todo tiene siempre un final feliz”
    Rainbow



    Ciudad Endrino se localizaba sobre un terreno muy alto e irregular, rodeado de altas montañas por todas partes; originalmente construida como un pequeño refugio para los aventureros que exploraban las montañas, creció hasta ser un centro de población con cierta importancia en Johto al punto de tener su propio gimnasio; sin compararse con otras ciudades como Trigal u Olivo, la popularidad de la ciudad recaía en su atractiva localización, además de las leyendas sobre los dragones que se cuentan por la zona. Esa zona también era el hogar de los domadragones, un antiguo clan que se había instalado en la región hacía cientos de años, y cuya habilidad prodigiosa para entrenar pokémon de tipo dragón aumentaba la popularidad y el misterio de la ciudad.

    Temprano en la mañana, Rainbow caminaba por la tranquila ciudad, respirando profundamente el limpio aire de la montaña. Crobat ya estaba totalmente recuperado de la herida que se había hecho en la ruta Helada, gracias al Viridian mind de su entrenador.

    —¿Qué día estamos hoy?... Ah, sí Sábado —dijo aún con algo de sueño—… no es que sea algo importante… sólo es algo curioso.

    Recordó que cuando estuvo en el lago de la furia, en la casa de Miguel, éste le había contado algo acerca del último hermano antes de salir.

    —¿Qué fue lo que dijo? —trató de recordar sin muchas ganas—… creo que dijo en ciudad Endrino, o no sé qué, como si me interesara toparme con otro más de esos.

    Mas al caminar recordó que el anterior hermano le había ayudado cuando estuvo muy enfermo, y esa idea no se apartó de su mente. Inconscientemente comenzó a observar a su alrededor, con una mirada muy desinteresada, sólo para ver si de casualidad aparecía.

    —Me pregunto cómo será éste hermano —dijo en voz baja—, casi todos han sido mayores que yo… excepto la segunda… espero que al menos no tenga que salvarle la vida o algo por el estilo… ¿pero de qué demonios estoy hablando? —exclamó de repente— Ahora no tengo tiempo para tonterías, debo ir de una vez al gimnasio para irme ya de esta aburrida ciudad —continuó con rudeza.

    De ese modo apretó el paso y siguió caminando por la ciudad.

    —¡Oye muchacho, espera un momento! —le interrumpió de repente un vendedor que atendía un puesto de comida.

    Rainbow se volteó con fastidio y vio al corpulento vendedor que lo llamaba.

    —¿Me llama a mí? —preguntó acercándose desganadamente.

    —Sí, ¿eres un entrenador verdad? —preguntó con una sonrisa— Si ese es el caso, creo que tengo algo que te puede interesar…

    Diciendo eso, sacó de debajo del mostrador una caja, y de ella comenzó a sacar varios objetos raros.

    —Este es un Pico afilado —dijo mostrando el extraño objeto—, sirve para hacer más fuertes los ataques de tipo volador.

    —¿Tanto escándalo sólo para eso? —preguntó Rainbow con rudeza— No necesito de esas cosas para poder…

    —Espera, que aún hay más —interrumpió el vendedor—, aquí tengo un Lazo rosa, que potencia los ataques normales… o si no, también tengo un Cinturón negro, para los de tipo lucha… y además un Iman para el tipo eléctrico… y así para potenciar ataques de todos los tipos. Aprovecha, no se venden en ningún otro lugar de Johto.

    —Nunca me ha gustado esos objetos para potenciar ataques —contestó Rainbow apartándoles la mirada—, para mí es absurdo, prefiero lograrlo todo por mí mismo…

    Estaba a punto de irse de ahí, enojado por la inútil interrupción, cuando un niñito llegó corriendo hacia ellos junto a un pequeño Elekid.

    —¡Por favor, tío, necesito que me ayudes! —exclamó asustado.

    Aquel niño no aparentaba más de seis o siete años, pero a Rainbow le llamó la atención la suciedad de su ropa, como si hubiera caído por un barranco y se hubiera ensuciado todo.

    —¿Eh? ¿Sabino? —contestó el vendedor— Esperaba que vinieras hoy pero… ¿Qué es lo que pasó, y por qué estás tan sucio?

    El niño miró hacia el suelo, intentando contener las lágrimas.

    —Estaba explorando la Cueva oscura —contestó.

    —Ya te había dicho que no es buena idea que un niño tan chico como tú se pusiera a jugar en esa cueva —contestó el vendedor con algo de severidad—, por cierto, ¿dónde está tu Sentret?

    —Ese es el problema —contestó mirándolo lastimosamente—, estaba explorando la Cueva oscura cuando… un pokémon nos atacó por sorpresa, entonces me di cuenta de que Sentret no estaba, había caído por una de las cataratas de la cueva y estaba tan oscuro que ni siquiera pude verlo con el Destello de mi Elekid. Pasé mucho tiempo buscándolo pero no lo encontré…

    Viéndolo todo Rainbow, no pudo evitar sentir pena por el niño y su pokémon. Y había algo en ese niño que le recordaba a él mismo, tal vez por eso de meterse a explorar lugares peligrosos por sí mismo a tan corta edad.

    —No te preocupes, Sabino —le tranquilizó su tío saliendo de su puesto—, ahora mismo iremos a la cueva y no descansaremos hasta que lo encontremos.

    —Yo iré con él —interrumpió Rainbow.

    Ambos miraron al joven entrenador sorprendidos por el ofrecimiento. El pequeño no pudo evitar sentirse algo intimidado por su sombría figura.

    —Soy un gran entrenador, así que yo esto será algo muy fácil para mí —presumió.

    El vendedor se rió levemente por eso.

    —Gracias por ofrecerte, hijo —dijo poniéndole la mano suavemente sobre la cabeza—, pero ese lugar es muy oscuro y peligroso, no es lugar para que unos niños estén ahí solos.

    Para Rainbow que le dijeran algo así era insultante, tomando en cuenta que ya había estado en situaciones peligrosas. Pero su orgullo sólo le hizo sonreía macabramente, y sujetó discretamente la pokéball de Xatu.

    Antes de que se diera cuenta, Rainbow había sacado a Xatu, y éste usó rápidamente Hipnosis contra el vendedor, cayendo éste al suelo profundamente dormido.

    —¿Pero qué hiciste? —Preguntó Sabino exaltado.

    Sin contestar nada, Rainbow tomó su mano y comenzó a caminar arrastrándolo.

    —Tú no te preocupes, él va a estar bien —contestó sin detenerse—, vamos a buscar a tu Sentret lo más rápido que podamos.

    El niño comenzó a oponer resistencia, algo aterrado por el comportamiento de ese chico, hasta el punto en que se soltó. Al ya no sentirlo, Rainbow lo miró con severidad, observando su asustado rostro ante su actitud tan violenta. Entonces se relajó un poco, tomó aire y se le acercó lentamente.

    —Lo siento por asustarte —se disculpó—, creo que me dejé llevar… pero te aseguro que puedes confiar en mí para esto, soy el entrenador definitivo, y tengo experiencia en eso de ir a lugares peligrosos…

    El pequeño Sabino, al mirarlo de más cerca y escucharlo hablar, se le iluminaron los ojos por un momento, y lo reconoció entonces.

    —Es verdad, ¡eres Rainbow, del que me han hablado mis hermanos! —exclamó alegremente.

    Al oír eso, Rainbow dejó de hablar de repente y suspiró con fastidio.

    —Déjame adivinar, eres al que le gusta venir aquí los sábados, ¿verdad? —preguntó.

    —Así es —contestó Sabino—, pero no tenemos tiempo que perder, mis hermanos me dijeron que si te encontraba podía confiar en ti, así que vamos de una vez.

    Diciendo eso, fue él el que tomó su mano y comenzó a correr con él. La reacción sorprendió a Rainbow, pero prefirió no ponerse a replicar en ese momento. De ese modo, Sabino lo condujo hasta la entrada a la Cueva oscura al sur de la ciudad.


    La Cueva oscura le hacía mucho honor a su nombre, a diferencia de otras cuevas en las que ya había estado, esa cueva no tenía salidas cercanas o entradas superiores ni agujeros por los cuales entrara un poco la luz del sol. Era además una de las cuevas más grandes e intricadas, pues su extensión cubría una gran área del centro de Johto, desde ciudad Endrino, hasta la ruta 31, cerca de ciudad Malva.

    Rainbow y Sabino se encontraban entonces en el interior de la cueva, iluminada por el Destello del Elekid de Sabino, y sin esperar más, lo dirigió hacia el lugar donde se había separado de su Sentret.

    Rainbow silenciosamente miraba cómo la actitud del niño había cambiado, ahora se mostraba extrañamente más valiente y decidido que antes.

    —Qué extraño que hace un rato estabas prácticamente llorando por ayuda —interrumpió Rainbow el silencio—, y ahora parece como si esto no fuera nada, ¿alguna razón en particular?

    —Pues es que me está acompañando el entrenador definitivo —contestó el niño sonriéndole sin dejar de caminar.

    —¿Qué? —preguntó Rainbow— ¿Sólo por lo que te han contado tus hermanos?

    —No tengo razón para dudar de ellos —respondió Sabino—, de hecho me dijeron que ibas a ser mucho más pesado y antipático.

    A Rainbow le molestaba que esos hermanos supieran tanto de él y se lo contaran entre ellos.

    —Sin embargo, también me dijeron que eras una muy buena persona —continuó Sabino para sorpresa de Rainbow—, me dijeron que, a pesar de tu frío carácter por fuera, acabas haciendo lo correcto sin importar nada, y siempre te sale todo bien… por eso estoy feliz de conocer a un gran entrenador como tú.

    En ese momento, no supo si sentirse conmovido o enojado de que ese niño y sus hermanos tuviera tanta fe en él, y esa idea lo acongojó un poco.

    Sólo un momento después, llegaron a una sección de la cueva donde había una catarata que caía hasta el fondo del abismo, y en ese punto, como había dicho Sabino antes, la luz del Elekid era insuficiente para atisbar el fondo. Y entonces Rainbow sacó a Ampharos, cuyo Destello fue mucho más potente, y pudieron observar el fondo del abismo donde se formaba un lago. Afiladas rocas sobresalían del agua, y en el lugar donde caía el agua ésta se movía violentamente, generando una corriente que se dirigía hacia las rocas afiladas con fuerza.

    —¿Puedes encontrar a Sentret? —preguntó el niño con esperanza en sus ojos.

    Rainbow lo miró sin saber bien qué sentir, pero estaba claro que él era el entrenador definitivo, y como tal, no podía fallar en algo tan simple.

    —Xatu, búscalo —le ordenó a su pokémon.

    Entonces, el pokémon psíquico emprendió el vuelo hacia el fondo, buscando con sus habilidades psíquicas el rastro del pokémon, mas sólo percibió a los otros pokémon nativos de la cueva. Al ver que no resultaba, Rainbow liberó a Ledian, Noctowl y a Crobat para que lo ayudaran.

    Concentrando su Viridian mind, pudo ver lo que sus tres pokémon veían al volar, y comenzó a inquietarse de no percibir a ningún Sentret.

    —¿Todavía? —preguntó Sabino preocupado.

    Rainbow no contestó, sólo siguió concentrándose, intentando desesperadamente que sus pokémon lo encontraran.

    —No hay algún otro río subterráneo por el cual se pudiera haber ido —dijo sin abrir los ojos, puesto que sus pokémon observaban cada detalle del lugar con detenimiento—, habría intentado salir de ahí trepando por el muro…

    Rainbow comenzó a preocuparse en serio de no percibir nada, y en un intento por ampliar las probabilidades de encontrarlo, liberó al resto de su equipo y le hizo buscar en el resto de la cueva, por si acaso hubiera podido salir y se hubiera perdido, únicamente quedándose con él Togepi, Sneasel y Ampharos.

    Pasaron ahí varias horas, en las cuales Rainbow intentó a como diera lugar encontrar al Sentret usando a sus pokémon para percibir lo que ellos sintieran, y de ese modo recorrieron toda la cueva mientras Sabino esperaba impacientemente, algunos de sus pokémon incluso tuvieron que luchar contra uno que otro pokémon salvaje, mas sin dejar de buscar meticulosamente por toda la cueva, y afortunadamente eran suficientes como para cubrirla toda. El concentrar tanto su Viridian mind comenzaba a cansarlo, mas Rainbow no desistía.

    —¿Por qué no aparece? —se preguntó Rainbow sorprendido, sin dejar de visualizar lo que sus pokémon lograban percibir en la cueva— ¿Cómo es posible que mis pokémon no lo perciban aún con el entrenamiento que les he dado?... No se nos puede escapar nada, estoy seguro que percibiría su energía… a menos que… —pensó abriendo los ojos con temor.

    En ese momento, un terrible pensamiento asaltó su mente, se puso de pie con lentitud y atisbó el lago mortal del fondo. Entonces llamó a los pokémon que se habían ido a buscar por toda la cueva, los cuales regresaron en poco tiempo.

    —¿Qué sucede? ¿Lo encontraron? —preguntó Sabino con algo de esperanza en sus ojos, al ver a los pokémon regresando.

    Rainbow no contestó, y evitó mirarlo, sin embargo la tristeza y el temor comenzaban a percibirse en su rostro. Los pokémon voladores que investigaban en el abismo también se detuvieron, esperando a ver qué ordenaba su entrenador.

    —Feraligatr, revisa debajo del agua —ordenó con temor.

    El pokémon acuático inmediatamente saltó del acantilado, y cayó justamente en el agua sin lastimarse, entonces Rainbow se concentró para ver lo que él veía, con un gran temor en su expresión. El pokémon comenzó a nadar a lo más profundo del lago, encontrándose con algunos Magikarp que rápidamente huyeron de él.

    —Por favor, que no sea eso —murmuraba Rainbow desesperadamente.

    Un momento después, Feraligatr divisó algo en el fondo del lago; al acercarse, tanto él como su entrenador, vieron el cuerpo de un pequeño Sentret, que yacía sobre el lecho del lago, con una gran herida en la cabeza. Tenía los ojos todavía abiertos, y en su expresión aún se notaba el miedo por estar cayendo hacia un abismo oscuro y frío, el cual por desgracia se había convertido en su tumba.

    La impresión de esa visión fue tal, que Rainbow se desconcentró y cayó hacia atrás, ocultando su rostro con una mano, e intentando controlarse.

    —¿Qué pasa? —preguntó Sabino preocupado— ¿No deberíamos seguir buscando a mi Sentret?

    Rainbow observó al niño a través de los dedos de su mano, tratando de ocultar su tristeza y temor al tener que decirle las malas noticias. No respondió nada, sólo se puso lentamente de pie, y tratando de mantener la serenidad, negó lentamente con la cabeza sin mirarlo.

    —Lo siento —dijo en voz baja, manteniéndose tan serio como fuera posible, y caminó un poco hacia por donde habían llegado.

    Ante aquella respuesta, Sabino no pudo evitar caer de rodillas por el shock, observando hacia el abismo con incredulidad, comenzó lloriquear, intentando con todas sus fuerzas de retenerse.

    —No llegamos a tiempo —dijo con voz llorosa, a punto de estallar en lágrimas.

    —Lo siento —repitió Rainbow—, pero no fue tu culpa, lo más seguro es que fuera casi instantáneo.

    —¡Sí fue mi culpa! —exclamó Sabino con violencia— Si no hubiera venido en primer lugar…

    Comenzó entonces a llorar desconsoladamente, y su llanto inundó todo el abismo, e incluso podía oírse hasta el agua donde el Sentret descansaba en paz.

    Rainbow tampoco pudo evitar sentirse culpable, a pesar de que hubiera podido hacer algo aún llegando antes, pero al llamarse así mismo el entrenador definitivo, y el orgullo con el que lo decía, se sintió incompetente por no poder hacer nada más. El Viridian mind no podía regresar algo de la muerte, y sólo pudo observar con tristeza a Sabino llorar durante bastante rato.



    Había pasado ya un rato desde que ocurrió el lamentable hecho, Rainbow y Sabino ya habían salido de la Cueva oscura, y penosamente se dirigían a Endrino. El niño ya estaba algo más calmado, aunque con los ojos aún rojos por el llanto, mientras que Rainbow lo observaba con tristeza.

    —¿Seguro que no quieres que te traiga su cuerpo? Digo, por si quieres enterrarlo —preguntó tímidamente.

    —No, gracias —contestó—, no podría verlo así.

    Mientras caminaban, Rainbow pensaba en lo mal que debería sentirse el ser tan joven y que uno de tus pokémon haya muerto, en especial por un accidente de ese tipo. Con vergüenza recordó que él nunca había perdido un pokémon, mas sin embargo sí había llorado antes tanto o más que él, pero por razones más egoístas y menos trágicas, lo cual le hizo sentirse como un verdadero idiota.

    —Debí haber podido hacer algo —dijo en voz baja, deteniéndose un momento.

    Sabino se detuvo y lo miró desconcertado, mientras al fondo el sol se ponía detrás de las montañas, generando un hermoso cielo naranja, un verdadero contraste a la tumba desolada que era la cueva Oscura.

    —Lo siento, Sabino —continuó sin mirarlo—, tenías mucha confianza en mí, y no pude hacer nada…

    —No digas esas cosas —contestó intentando sonreírle—, te esforzaste mucho tratando de encontrarlo, aprecio mucho eso.

    Diciendo eso, el niño continuó caminando hacia el pueblo.

    —Todo está bien, Rainbow —continuó hablando—, es algo con lo que tendré que vivir… hasta luego.

    Rainbow lo vio mientras caminaba hacia la ciudad, con su Elekid a su lado.

    —¡Ah! Por cierto —exclamó Sabino volteándose por un momento—, mi hermana, Luna, no deja de pensar en ti, deberías irnos a visitar algún día, tenemos una cabaña en la ruta 26 de Kanto, tendrás que pasar por ahí para ir a la liga pokémon —finalizó con una sonrisa amigable.

    Entonces continuó con su camino, hasta que Rainbow no lo vio más.


    Con algo de pena por volver, Rainbow pasó el resto de la tarde en las afueras de la ciudad, se instaló en una gran roca que había por ahí, y se quedó observando meditativamente al sol ponerse tras las montañas y el cielo naranja, que poco a poco abría paso al cielo nocturno.

    Pensó en lo mal que se debería sentir Sabino por lo ocurrido, y en lo mal que se sentiría si alguno de sus pokémon sufriera el mismo destino. Al sentir eso, Togepi se le acercó y lo abrazó suavemente.

    —Así es la vida, no todo tiene siempre un final feliz —dijo acariciando al pokémon bebé cariñosamente.


    Pasaron el resto de la noche en ese lugar, esperando que el calor del sol del próximo día les animara el espíritu, y les preparara para su siguiente y última batalla de gimnasio en Johto.


    Continuará...


     
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    xpokemaster

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    Sin el nunca se podría saber qué parte es importante. Sin embargo este capítulo fue extremadamente genial, me encantó. Me encanta cuándo se encuentra con la espada y la pared por los sentimientos Rainbow, pero la parte de lo de de sentret, me pareció magnífica, nada más qué comentar
     
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