Pokémon Rainbow: Hoenn.

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por Paralelo, 31 Agosto 2013.

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  1.  
    Kyoya Trujillo

    Kyoya Trujillo Un Blayder perdido en el Universo de Pokémon

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    ¿Eh? No encuentro el botón de me gusta D: Hola Paralelo n_n/ hacia ya tiempo que no te comentaba. Sabes bien que sigo a Rainbow y estoy al pendiente de sus capítulos, y desde que empezó Hoenn había querido decirte que me gusto eso de que Rainbow perdiera habilidad del Viridian Mind (no en mal sentido) a lo que me refiero es que me gusto esa anomalía, un toque que hizo la historia mas interesante a mi parecer... sigo esperando información de Aurora pero bueno solo te la recuerdo por si la habías olvidado (?

    Cuando Rainbow esta atento a los otros Holders por alguna razón siento que acabando tu historia debo empezar a leer el manga, me refiero a que lograste hacer un fic parte de la historia del manga Special.

    Ahora unos consejos, bueno yo no soy el mejor para que mires tus errores ortográficos, sabemos muy bien que son casi nulos, vi errores como el que menciono juanjomaster pero no hay nada de que preocuparse, solo intenta hacer lo mismo que yo, relee los capitulo antes de publicar... yo también debería seguir mi consejo LOL y lo que alguna vez te mencione, recuerdo que vi uno que otro error en los nombres de los pokémon así que espero e investigues bien para que no vuelva a suceder.

    Nada mas que agregar, solo te mando un saludo y espero y te encuentres excelente, tu historia es única y no sientas que no hay interesados porque te puedo asegurar que a mi si me gusta mucho. Nos leemos en tu conti, saludos c:
     
  2.  
    Paralelo

    Paralelo Viajero dimensional

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    Pokémon Rainbow: Hoenn.
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    ...Continuando

    Capítulo 15: El laberinto.


    “El maestro Treta es genial"


    Rainbow




    Un mes después de haber comenzado el entrenamiento del presidente del club de fans, Rainbow decidió que era hora de dejarlo mejorar por su propia cuenta.

    Al principio no pensó en lo complicado que podría ser enseñarle al Fearow y al Rapidash el Día de pago sin utilizar mucho su viridian mind, y lo largo del entrenamiento le hizo sentir irritado por el tiempo perdido, pero al mismo tiempo contento por saber que él por sí mismo podría hacerlo todo a un ritmo mucho más acelerado.

    El método de entrenamiento fue relativamente simple, un Meowth se subía en las espaldas de los dos pokémon y desde ahí usaba Día de pago hacia el frente, según Rainbow, la perspectiva del pokémon debe acostumbrarse al nuevo ataque, debe sentirlo primero que era parte de él. Ese ejercicio fue repetido innumerables veces de las formas más variadas: saltando, volando, corriendo, haciendo equilibrio sobre rocas y hasta inmóviles. Poco a poco los pokémon se habituaron a ver que el ataque salía de ellos. Cuando fue el momento de utilizar las monedas llegó la parte difícil, Fearow tuvo que acostumbrarse a esconderlas bajo su plumaje, y a volar sin que se cayeran, luego tenía que lanzarlas del mismo modo que daría un Ataque ala; con Rapidash fue más difícil, pues se necesitó primero que pudiera correr con las monedas en su espalda sin que se le cayeran, y luego impulsarlas con su gran velocidad hacia adelante, y eventualmente tendría que lanzarlas habiendo corrido una distancia cada vez menor, hasta que la tensión en su cuerpo le permitiera lanzarlas con fuerza estando lo más inmóvil posible.

    A veces, Rainbow se ponía a pensar en todo el trabajo que le tendría que dar a todos los demás entrenadores lograr lo que él podía hacer con relativa facilidad, y mientras veía al anciano aprender un movimiento tan simple tuvo una extraña sensación, una mezcla de empatía y lástima que nunca llegaba a generarle el sentimiento de respeto o admiración, sino que cada vez esa situación le llenaba de gracia, y en su interior se burlaba del anciano, y se sentía cada vez más importante por poseer el viridian mind.

    Cuando lo único que le faltaba al anciano era perfeccionarlo todo con práctica, Rainbow se despidió de él con una falsa sonrisa, y los dejó por su propia cuenta.


    Al adentrarse en la ruta 110, y dejar atrás ciudad Portual, comenzó a sentirse más alegre y entusiasmado. Pasaron frente a un lugar por el que entraba gente con bicicletas, y al pasar de largo indiferentemente se dio cuenta de que por encima de la ruta se extendía un enorme camino de bicis que se extendía hasta la siguiente ciudad, y viendo a la gente pedalear en lo alto pensó que la vista debía ser muy buena, y que, tal vez, luego subirían cuando no tuviera nada más importante que hacer. Con Shuppet acompañándolo, comenzó a hablar del siguiente objetivo del entrenamiento: practicar el cambio de tipo de manera voluntaria. Pero apenas hubo hablado de eso todo el ambiente se hizo de noche bruscamente, y se encontró apoyado en un árbol rodeado de sus pokémon, adormecidos, y él mismo también se sintió con sueño. Como si todavía no se diera cuenta de su situación, miró al cielo y vio gruesas nubes de color violeta opaco, y un viento frío comenzó a soplar. Pensó que debía haber sacado su tienda de la P.C. Pero ciudad Portual estaba lejos para regresar, así como la caseta del camino de bicis. Presionando el botón del centro de su cinturón, todos sus pokémon regresaron, y caminó en busca de algún refugio.

    No mucho rato después encontraron una casa donde el camino se bifurcaba, la lluvia estaba comenzando a caer, y tras tocar por un rato sin que nadie contestara, vio que la puerta estaba abierta.

    —¿Hola?

    Todo estaba silencioso adentro. Entró despacio, sin hacer ruido. Creyendo que no había nadie, encendió la luz y buscó un P.C.

    —Puedo verte —dijo una voz grave y profunda, que surgió de algún lugar.

    Perplejo, Rainbow empuñó la pokéball de Makuhita, y apuntó por todos lados por no poder distinguir de dónde venía la voz.

    —Así que has tenido el valor de entrar en la gran casa treta…

    Rainbow escuchó una leve risa junto con esas palabras.

    —…Pero antes de poder desafiar a mi gran ingenio, tu primera misión es encontrarme…

    Un sonido provino de una mesa con un enorme mantel mientras la voz hablaba, y al darse cuenta de eso, Rainbow se apresuró a retirar el mantel.

    Un hombre larguirucho y de cabeza pelada apareció bajo la mesa con un aparato a la altura de la boca, y al verse descubierto se lo quitó.

    —¡Diablos! ¿Cómo me has encontrado? —salió entonces de la mesa arrastrándose— Después de todo, tal vez seas un chico digno de competir contra mí, el maestro Treta, y mi gran ingenio…

    —Sólo necesito sacar una cosa del P.C. —dijo Rainbow, con algo de vergüenza ajena.

    El maestro Treta se quedó perplejo.

    —¿Acaso no has venido hasta acá para retar mis complejos e intricados acertijos, cuya fama es reconocida por todo Hoenn?

    —No, sólo necesito…

    —¡Ah! La juventud de hoy —se sentó pesadamente sobre un sofá, y comenzó a hablar con exagerada pesadumbre:— todo el tiempo con prisa de un lugar a otro, no tienen tiempo para ejercitar un poco su mente, y cuando tienen tiempo no tienen ganas, sólo quieren entrenar pokémon, pero no se dan cuenta de que para ser un gran entrenador la mente hay que ejercitar de vez en cuando.

    Sintiéndose algo ofendido, Rainbow replicó:

    —¿Y qué ha de saber usted sobre entrenar la mente? —se cruzó de brazos— Yo poseo un extraño don que me permite hacer prodigios con los pokémon, y cada entrenamiento físico es también un entrenamiento mental a causa de eso.

    —Entonces no has de tener problemas para superar mis retos —sonrió suspicazmente el maestro Treta —, lo que yo hago no es solamente un montón de adivinanzas, mis laberintos son en realidad una conexión con tu propio subconsciente.

    Eso intrigó a Rainbow, y al volverse hacia él con el rostro serio, el maestro creyó que ya lo había convencido.

    —Pero qué situación tan tonta —dijo Rainbow con voz resignada—, un tipo que vive solo en una casa, que además se esconde ante cada visita para retar a los que lleguen a un acertijo… estoy cansado de estas situaciones extrañas a cada lugar al que voy…

    A pesar de que la lluvia caía con fuerza, Rainbow se acercó a la puerta para salir, prefería mojarse a quedarse con ese loco.

    —¡Espera! —dijo el maestro Treta— ¿Estás seguro de que eres feliz?

    Rainbow se detuvo en la puerta.

    —¿Qué me dices de esa angustia que te parece dominarte?

    Rainbow lo miró sorprendido.

    —¿Pero de qué está hablando?

    —Te dije que era un genio, es muy evidente cuando un joven se siente angustiado, ya sea por problemas con la familia, falta de autoestima, o incluso amor.

    —No tengo nada de eso.

    —Entonces no tendrás problemas en superar uno de mis laberintos, sólo las mentes más resistentes pueden superarlos. No soy sólo genio ideando laberintos con acertijos, sino también soy un gran conocedor de la mente humana.

    Sin saber qué decir, Rainbow observó la lluvia y el frío que le esperaban si salía, y por otro lado, las palabras del maestro Treta fueron como un reto que su ego no podía rechazar. Suspiró y cerró la puerta.

    —Cuando gane su juego, ¿me dejará usar su P.C?

    El maestro Treta se levantó de un saltó con una sonrisa maliciosa.

    —¿Cuál es tu nombre?

    —Rainbow, el entrenador definitivo.

    El maestro alzó un poco la ceja al oír ese epíteto, y lo apuntó todo en un papel.

    —Muy bien, Rainbow, es muy simple, ¿ves ese cartel de ahí? Sólo tienes que entrar por el agujero que hay del otro lado.

    Rainbow volteó para ver el cartel que decía, y en ese momento las luces se fueron por un segundo. Al voltearse, se dio cuenta de que el maestro Treta ya no estaba.

    Teniendo un mal presentimiento, Rainbow se acercó al cartel que mostraba la imagen de una montaña, y al removerlo quedó al descubierto un enorme nicho recubierto de metal, tan grande que podía estar de pie y tan largo que podía acostarse. Por un momento dudó si entrar o no, miró a sus pokémon, y vio que se mostraban dispuestos para cualquier cosa; sin embargo, el suelo era falso, y estaba diseñado de manera que cuando avanzó en el interior, el peso de su cuerpo lo movió hacia abajo, haciéndolo resbalarse directamente hacia un tobogán oscuro que lo tiró en una sala subterránea. Al levantarse, el tobogán por el que había caído se cerró.

    Había caído en un gran laberinto, cuyas paredes parecían de un plástico muy resistente, y brillaba una luz anaranjada sosegante, además le pareció escuchar rumores de viento y pisadas que provenían de algún lugar del laberinto.

    —Bienvenido a tu desafío —dijo la misma voz distorsionada, que salía de un altavoz—, el objetivo es simple: del otro lado del laberinto hay una puerta que lleva a la salida, la puerta está programada para abrirse con una contraseña de voz, la contraseña está escondida en algún lugar del laberinto, buena suerte.

    Sacando a los tres iniciales, comenzaron su marcha. En algunos lugares había rocas y árboles obstruyendo el paso, y hubieron de moverlas con Fuerza, y cortarlos con Corte, a pesar de que muchos de ellos llevaran a callejones sin salida. Mientras avanzaban, parecía como si el aire se hiciera cada vez más denso, y la luz tenue los adormecía levemente; quizás por eso, los leves murmullos que llegaban hasta sus oídos parecían hacerse más intensos en los momentos en los que, cabeceando, luchaban por no dormirse, pero al darse cuenta de su cansancio, y levantar la cabeza agitadamente, los murmullos desaparecían, y todo quedaba tan silencioso que no escuchaban ni sus propios pasos.

    Llegaron a una puerta azul, al lado de la cual había un botón; al presionarlo, la puerta se abrió, pero un momento después les llegó el rumor de que otra puerta se había abierto en algún lugar. Al avanzar, encontraron otra puerta azul, y al presionar el botón, ésta se abrió, pero después hubo el rumor de una puerta que se cerraba en algún lugar. Con algo de curiosidad, pensó en regresar a la puerta anterior, pero entonces se encontró con una niña escolar mirándolo con inocencia.

    —Me gustan mucho los pokémon, ¿y a ti?

    Sacó entonces un Charizard, y, casi sin pensar, Rainbow envió a Treecko y usó pistola agua. Se dieron cuenta de que tanto el Charizard como la niña no eran sino robots, y por un momento Rainbow sintió un escalofrío cuando, al quedar los robots tirados e inservibles por el agua, escuchó pasos y una risa del otro lado de una pared, pero al despabilarse los sonidos se volvieron a desvanecer.

    —Muy gracioso, maestro Treta —dijo, y luego rió con un poco de histeria—, nos está observando, ¿verdad? ¿Le parece gracioso?

    Pero sólo escuchó silencio, y tanto silencio le pareció irritante y desesperante.

    Sacó a Ralts y se agachó junto a ella. Le dijo que necesitaba sus poderes psíquicos, y colocó sus manos sobre su cabeza, de ese modo se hizo un mapa mental del laberinto, e intentó sentir alguna otra presencia en él, pero el pokémon no captó nada más. Ralts soltó a su entrenador con demasiada fuerza de su mente, por lo que a éste le dolió bastante la cabeza. Se disculpó con frialdad, y él la regresó sin decirle nada.

    Siguieron caminando, dieron vueltas a la derecha, a la izquierda, abrieron puertas y rompieron más rocas, guiados por la imagen mental que Rainbow se había hecho, pero se sorprendió cuando se encontró con un callejón sin salida. Volvieron sobre sus pasos, pero el camino parecía haber cambiado.

    —¡Oiga, eso es trampa! —gritó Rainbow sin saber hacia dónde mirar.

    Pensó en enviar a Shuppet y Sableye para que, atravesando las paredes, les pudieran indicar el camino y encontrar la clave; su razón le indicaba que enviara al que llevaba más tiempo con él, y, por consiguiente, más acostumbrado a su viridian mind, pero sin saber por qué, se vio de repente enviando a Shuppet, y cuando éste hubo desaparecido tras la pared unos sonidos comenzaron a llegar a sus oídos, y lo extraño era que no se iban aun después de darse cuenta. Se conectó con Shuppet, y éste le indicó el camino que seguía y las puertas que debía abrir, pero después de cada puerta aparecía otro entrenador y un pokémon robóticos que se estropeaban después del primer ataque. A pesar de estar siguiendo el camino de Shuppet, éste no parecía encontrar nunca la contraseña o la puerta de salida, y en muchas ocasiones parecía que Rainbow seguía sus indicaciones hasta otros callejones sin salida, y pensó que el maestro iba cambiando el laberinto conforme avanzaba sin saber cómo.

    Llamó a Shuppet de regreso. No valía la pena hacerlo si al fin y al cabo todo iba a estar cambiando, y se detuvo bruscamente al pensar en eso, sin saber por qué. Entre los momentos de leves rumores y absoluto silencio, la luz adormecedora y aburrida, los espontáneos entrenadores robóticos, y sonidos de puertas que se abrían y cerraban ya no sabía nada de nada. Finalmente, cansado, se sentó a descansar y cerró los ojos un momento. Fue entonces cuando se dio cuenta del extraño aroma que había en el laberinto, un aroma suave y cálido, como una manta en invierno, y sin poderlo evitar comenzó a reír en voz baja. Había comenzado a recordar el tiempo perdido al volver a sentir a Shuppet tan cerca, en el momento en que había salido de ciudad Portual, hasta el momento en que se despertó en medio de la noche.

    —Oh, no puede ser —dijo incrédulo—, no fue un día, ¡fue una semana!

    —Una semana y tres días, exactamente —escuchó decir a una voz familiar.

    Abriendo los ojos incrédulo, se levantó y apuntó con Ninjask a la figura del chico que hacía mucho tiempo le había regalado un Eevee, todavía con el mismo traje con corbata con que lo vio la primera vez.

    —Pareces un poco perdido, Rainbow, ¿cómo vas a salir de este laberinto?

    Por un momento Rainbow se quedó sin habla, pero después se relajó, y comenzó a reírse con entusiasmo.

    —¡Impresionante, maestro Treta! Me he quedado sin palabras —comenzó a hablarle a las paredes, al techo, e incluso al suelo, convencido de que en alguna habitación llena de cámaras el maestro lo veía y controlaba todo—, ¿Cómo lo supo? ¿Eh? Lo admito, es mejor de lo que creí.

    —¿Con quién hablas? —dijo la figura, con tono preocupado.

    —No me engañan, no eres más que un truco de ese viejo…

    —¿En serio crees que haya sido capaz de leer tu mente hasta el punto de poder hacerse una imagen completa de mí?

    —Eso es lo impresionante, ¿qué será? ¿Me hipnotizó sin que me diera cuenta? —palpó una pared donde pensaba que había una cámara.

    —Vamos, Rainbow, deja de decir absurdeces, sabes que soy tan real como los otros.

    —¿Los otros?

    —Sí, los que viste en la cueva granito, y la nao —dijo con mirada maliciosa.

    Tomando aire, Rainbow caminó intentando tranquilizarse, y recobró su actitud arrogante.

    —¿Sabes algo? Estaba comenzando a extrañarlos, en serio, es apasionante que mi propia mente trate de atormentarme usando personas que he conocido. Ahora dime, ¿cuál es el objetivo de tu visita? No creo que sea ayudarme a salir.

    —Pues te equivocas, amigo —dijo sonriendo—, en realidad estoy aquí para darte un consejo que te podría ayudar a salir del laberinto en que te has metido.

    —¿Ah, sí? ¿Y qué es?

    —Deja de usar tu viridian mind.

    Rainbow desvió la mirada riendo.

    —¿Por qué haría eso?

    —Sé que los otros te han dicho que no lo abandones, pero créeme, no saben lo que dicen.

    —Y supongo que tú sí…

    —Amigo, sé sincero contigo mismo, ¿recuerdas cuando te pregunté la razón por la que querías ser el entrenador definitivo?

    Rainbow recordó ese día cuando fue en barco al archipiélago Sete, y que le había dicho que no tenía una razón satisfactoria todavía.

    —¿Qué tiene que ver eso?

    —¿Crees que vas a encontrar una respuesta estando encerrado en un laberinto? Primero tienes que liberarte, y luego busca en ti mismo.

    —Pero el viridian mind es lo que me hace el entrenador definitivo —dijo dándose la vuelta—, si renuncio a él ya no tendrá sentido buscar esa respuesta.

    —¿Que ya no tendrá sentido? —preguntó incrédulo— No seas idiota, si en verdad eres el entrenador definitivo lo podrás ser con o sin viridian mind, pero te da miedo intentarlo.

    Rainbow iba a contestarle, pero la figura había desaparecido. De repente se dio cuenta de que sus pokémon ya no estaban con él, ni tenía su cinturón; pero antes de desesperarse escuchó una risa jovial, la cual había escuchado tantas veces que se había incrustado en su memoria, y, sin poder controlar lo que hacía, salió corriendo siguiendo su sonido. Le pareció que el laberinto se volvía más estrecho, corría con dificultad, y varios pokémon comenzaron a salirle al paso pacíficamente; pero más que corría nunca llegaba al final de ese laberinto, y la risa se fue desvaneciendo poco a poco. Entonces, deteniéndose bruscamente, recordó sus experiencias con ese tipo de apariciones, y comprendió que estaba soñando.

    Cuando despertó, estaba de pié frente a una pared, y sus pokémon llegaron tras él. Debió dormirse en el momento que cerró los ojos para descansar, y ahora el laberinto estaba silencioso como antes. Torchic le dijo que había encontrado algo en una de las paredes que su maestro, en su carrera, había pasado por alto; era un cartel que tenía escrita la contraseña.

    Pasaron por varias puertas más, pero el rumor de la puerta fantasma que se abría y cerraba cesó. Se enfrentaron con unos cuantos más entrenadores robóticos, y finalmente encontraron la puerta automática. Rainbow presionó el botón, y la voz femenina pidió la contraseña.

    —El maestro Treta es genial —dijo con profunda irritación.

    La puerta se abrió y los llevó a una sala donde se encontraba el maestro Treta. Tal como lo había predicho Rainbow, estaba llena de cámaras con las que observaba el laberinto.

    —¡Muy bien hecho, muchacho! Pudiste con mi laberinto, eso significa que eres casi tan bueno como yo. Por un momento pensé que ibas a rendir comenzaste a dormirte…

    —Sí, como sea… ¿cómo es que movía los pasillos para que me perdiera?

    El maestro sonrió extrañado.

    —No tengo ningún mecanismo para hacer eso… Pero es una muy buena idea…

    Rainbow cambió de tema y pidió el P.C.

    —Está bien, pero antes de eso, dime qué fue lo que sentiste mientras estabas dentro—dijo con arrogancia.

    Rainbow se encogió los hombros con pena.

    —Aburrimiento, mucho aburrimiento y sueño.

    —¿Alucinaciones? —preguntó algo emocionado.

    —Este… escuchaba sonidos…

    —No, esos los hacía yo.

    —¿Los robots?

    —Yo los controlaba. ¿No viste o escuchaste a alguien familiar?

    —Tal vez sí…

    Afortunadamente para Rainbow, en las cintas no se le veía hablando solo, solamente durmiendo, y luego levantándose.

    —¿Cuál es el objetivo de todo este laberinto? —preguntó Rainbow con curiosidad.

    —Cuando uno es sometido a un ambiente similar al del laberinto, de manera que uno comienza a dudar de lo que es real, la mente comienza a abrirse, y es más fácil entrar en contacto con tus ideas subconscientes, muchas de las cuales tenemos reprimidas por considerarlas imposibles o incorrectas. El laberinto lo diseñé para simular un estado entre el sueño y la vigilia.

    —Entiendo…

    —Por ejemplo, mientras menos lógico sea un sueño es más fácil que en él te encuentres con tus deseos más profundos o que menos podrías hacer en la realidad…

    —Dije que entendía…

    —Así que ya sabes, si algún día tienes un sueño muy absurdo, piensa inmediatamente en la chica que te guste, y así tal vez podrían acabar…

    —Adiós, maestro Treta.

    Salió de la casa con su tienda de campaña justamente cuando ya había dejado de llover. Se dirigieron hacia el bosque y durmieron entre los árboles. Esa noche, soñó que era el presidente del club de fans, y tenía que entrenar a sus pokémon sin usar el viridian mind.


    Continuará...
     
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  3.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

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    Vaya, ésta sí que no me la esperaba...

    Con este capítulo le acabas de dar un giro a la trama que nunca hubiera imaginado. Es casi seguro que Rainbow va a entrar en otro conflicto interno más feo y que, posiblemente, deje de usar el Viridiand mind, o al menos lo usará mucho menos.

    Sinceramente tenía mis sospechas con tanto cambio en el laberinto; por más que el Maestro Treta fuera tan "genial" como el decía, ¡Algo tenía que ser imaginación de Rainbow! Aunque tampoco se me ocurrió hasta que no lo vi escrito...

    Por otra parte ¡Pobre Maestro Treta, nadie le hace caso! xD Mira que construir una casa completamente dedicada a ponerle desafíos a los demás y que nadie se pase por allí; enserio debe ser deprimente ^^U Aunque aún así nunca me agradaron mucho sus desafíos la verdad ._.

    Cómo sea, el punto es que de ahora en adelante veremos a un Rainbow bastantito distinto al que nos acostumbramos en Kanto y Jotho, o al menos así lo veo yo.

    Po último, me sorprendió bastante que para usar Día de Pago se tuvieran que guardar monedas en el cuerpo; aunque en retrospectiva tiene más sentido eso a que las generaran de la nada, por que de ser así todo el mundo tendría un Meowth xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
     
    Última edición: 1 Febrero 2014
  4.  
    Paralelo

    Paralelo Viajero dimensional

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    Capítulo 16: Bajo el puente.


    “tu entrenador, además de ser el definitivo, también está un poco loco"


    Rainbow



    La tranquilidad de la noche en la ruta 103 se vio sacudida cuando un gran Zangoose divisó un pequeño Seviper, y, dada la naturaleza de inmensa rivalidad entre ambas especies, se lanzó en su ataque. El Seviper era muy pequeño para hacerle frente, pero tampoco era lo suficientemente veloz para huir de él, así que rápidamente se vio acorralado, y no pudo hacer más que mostrarle los colmillos con la esperanza de intimidarlo. El Zangoose comenzó a atacarlo como si de un juego se tratara, dándole arañazos lo suficientemente débiles para no matarlo, pero sí provocándole un gran dolor al pokémon veneno, que en su desesperación intentaba morder a su adversario, pero al hacerlo sólo exponía su cabeza y el Zangoose rápidamente le atacaba de vuelta. Después de un rato, las fuerzas abandonaron al Seviper, la naturaleza iba a seguir su curso y no había nada que hacer. Tirado en el suelo, respirando y abriendo los ojos con dificultad, vio cómo su oponente se preparaba para darle el golpe de gracia con una cruel sonrisa.

    Slakoth evitó el triste destino del Seviper con Finta, mirándolo luego Zangoose enojado. Luego furiosos ataques con las afiladas garras, Slakoth atrapó sus brazos y forcejearon con miradas retadoras. Rainbow observando a la distancia, echó un vistazo al Seviper moribundo y ordenó a Slakoth terminar de una vez. Un golpe con Fuerza, potenciado por su entrenamiento con Makuhita, el Zangoose se estrelló violentamente contra un árbol, pero antes de levantarse para contraatacar recibió un potente A bocajarro, y de ahí no se levantó hasta el día siguiente.


    Herido, sin esperanza, el pobre Seviper yació pronto en brazos del entrenador definitivo, y el calor volvió a él poco a poco, el contacto con el chico apartaba el dolor, le regresaba la tranquilidad, lo devolvía a la vida.

    Curado, fue puesto de nuevo en el suelo, su cuerpo se retorció como acordeón, y miró al sonriente entrenador.

    —Ya puedes irte si quieres —dijo apartándose un poco.

    Seviper lo siguió, vio a los pokémon que lo acompañaban, y sintió una gran seguridad. Habló con él. Los padres Seviper no cuidaban a los bebés cuando nacían, abandonados a su suerte y fuerzas, abrirse paso en un mundo de peligros, con una especie rival amenazando todo el tiempo.

    Rainbow necesitaba un tipo veneno, Ninjask solo no era suficiente para que el resto del equipo adquiriera toda la inmunidad. Pensaba en buscar un Seviper más grande, pero pensó que, siendo el definitivo, no importaba lo joven y débil del pokémon, todos podrían ser definitivos.

    La pokéball lo tocó suavemente, sintió en su interior una mayor protección, ya no viviría una vida solitaria teniendo miedo de los otros pokémon, y con un entrenador que prometía hacerlo el mejor de su especie.


    Sol brillante, pero opacado por el largo puente que se extendía sobre ellos. Les quedaba un largo camino bordeando el río. Sacó Rainbow a Seviper, y comenzaron la siguiente parte del entrenamiento.

    —Muy bien, Seviper, necesito que me muerdas en el brazo.

    Confundido, se apartó tímidamente. Era todavía muy chico; pero el veneno que podía producir era suficientemente potente para dañar a un humano.

    —No tengas miedo, no es la primera vez que recibo veneno en mis venas —lo tomó de su largo cuerpo con suavidad, dirigió sus colmillos a sus venas, y los clavó rápidamente. —Ya no me sucede nada, ¿lo ves? Es porque desde que inicié mi viaje, y me hice acompañar de pokémon tipo veneno, cada día he recibido pequeñísimas dosis de la ponzoña en mi cuerpo, cada día desde hace años. Pero no solamente yo, esto va para todos ustedes también —habló a sus compañeros que estaban junto a él a orillas del río—, a partir de hoy recibirán diariamente un poco de veneno, dejarán que su nuevo amigo los muerda, y yo me aseguraré de que nada les pase en caso de que no pueda controlar la cantidad de veneno que inyecte por accidente. Es de esta manera en que he logrado que todos mis pokémon se hagan inmunes al veneno. La primera vez con mi entonces Nidoran, gracias a él mi entonces Pikachu logró resistir un potente ataque de veneno de un Raichu, y más aún, absorber el veneno para usarlo en su contra, pero eso será para otro día.


    Seviper pasó más de un mes entrenando con el grupo en aquel pedazo de tierra bajo el puente. Su entrenador le ponía una gran atención a cada instante, y se acostumbró al viridian mind, aunque se sentía algo mal de que después el chico terminara cansado y con dolores de cabeza, pero siempre les contestaba con una sonrisa. Escuchó las historias de sus compañeros, aprendió los extraños problemas de su maestro, su manera tan arrogante y distante para con los demás humanos y su gran soberbia, sus razonamientos y sus momentos en los que parecía estar a punto de perder la cabeza. Le llamó la atención su compañera Ralts, la que se mostraba más distante y fría con él. Notaba que nunca se miraban a la cara cuando era la hora de descansar, ella se alejaba y comía y dormía sola.

    En una ocasión, Ralts estuvo a punto de evolucionar durante el entrenamiento. Vio que Rainbow sacaba una cosa de plástico y apretaba un botón de ahí, y de inmediato la evolución se detuvo. Dijo el entrenador que todavía no era el tiempo, que debían todos aprovechar todas las posibilidades de su cuerpo antes de cambiarlo.

    —Si no se dominan lo máximo posible en sus formas iniciales, ¿por qué creen que podrán hacerlo más fácilmente cuando sus cuerpos sean más desarrollados?

    Pero Seviper sabía que él no iba a evolucionar, como la mayoría de los demás. Sableye le dijo que no era algo de lo cual estar triste, pues si la naturaleza los había hecho nacer sin evolución, era señal de que ya eran perfectos así, y sólo hacía falta sacar esa perfección en lugar de cambiar para encontrarla.

    A pesar de que no faltaba día que no entrenaran, a su entrenador le gustaba pasar la mayor parte del tiempo relajándose junto al agua, escuchando un aparato del que salía sonidos y mirando al vacío como en un ensueño. Su mirada era triste y preocupada, temerosa y confundida, a veces se llevaba las manos al rostro y luego las alejaba violentamente, discutiendo consigo mismo. Pero en el momento en que alguno de sus pokémon se acercaba recuperaba su sonrisa amistosa, y les hablaba como si nada pasara.

    Varias ocasiones se encontraron con otros humanos, algunos de ellos retaron a su entrenador. Solamente aceptaban batallas contra tipos cuyos pokémon parecieran difíciles; pero de todos modos las batallas no solían durar mucho, y se alejaba con una mirada de orgullo y fastidio.

    Seviper todavía no había sido utilizado para una batalla, y eso le molestaba un poco; pero Rainbow le decía que todos iban a tener su momento de lucirse, que la paciencia era una de las cosas que también había que desarrollar para llegar a ser definitivos. La obsesión de Rainbow por lo definitivo le pareció curiosa, y un poco fastidiosa después de un tiempo, pero era en esos momentos en los que se mostraba más lleno de energía, más brillante y decidido que en cualquier otro momento.

    Tres semanas después de haberse unido, una mañana lo despertó una conmoción. Su entrenador estaba enfrentando a un Electrike que había intentado robarse unas bayas por el hambre. Rainbow le decía que se uniera a él, y, tal y como lo había hecho con él mismo, le prometía que sería el mejor de su especie. El pokémon atacó con ataques eléctricos, pero su entrenador envió a Ralts. Desde la pokéball en el cinturón, vio cómo su compañera tenía algunos problemas a causa de la parálisis que le ocasionaban los ataques del contrincante, mas luego sintió de nuevo levemente el viridian mind de Rainbow proyectándose hacia ella, y con algo de esfuerzo logró desparalizarse. Contraatacó luego con un Psíquico, y a causa de que el Electrike parecía no tener buena defensa especial, rápidamente quedó debilitado. La pokéball se lanzó hacia él y lo capturó.

    Seviper ya no era el nuevo, ahora él podía ser el que ayudara a otro compañero a adaptarse al grupo, y eso le hizo sentirse más seguro, más experimentado y capaz. Su entrenador también lo curó, y lo presentó a todos.

    —Ahora podremos hacer lo mismo que hicimos cuando llegó Seviper —dijo acariciando su pelaje—, del mismo modo que aprendimos a tolerar el veneno, ahora podremos aprender a soportar la parálisis, y para ello usaremos el mismo sistema.

    Durante la siguiente semana, Electrike paralizó a todos los demás, y ellos tenían que aprender a moverse, esquivar ataques, y atacar en ese estado, hasta que poco a poco el efecto de la parálisis fue nulo, y el propio Electrike se sometió al mismo entrenamiento de resistencia del veneno, así como todo lo demás.

    El último día que permanecieron bajo el puente, ya muy cerca de la siguiente ciudad, para su sorpresa su entrenador despertó sorprendido, con un fuerte dolor de cabeza, y mirando a todos lados confundido. No lo reconoció ni a él ni a Electrike, ni todo el tiempo que habían entrenado el veneno y la parálisis en ese lugar. Ese día, Rainbow se quedó acostado a la sombra de un árbol, y sus recuerdos regresaron a él poco a poco, muy lentamente, para su alegría, pero también con tristeza, pues sus recuerdos volvían solamente como imágenes, sonidos, y pensamientos; pero nunca venían vívidos, nunca eran como si los hubiera vivido, era como si todo aquel tiempo hubiera sido un sueño. Pero finalmente regresó a su actitud normal, por la tarde, cuando caminaron fuera del área del puente y se dirigieron hacia el norte.

    Seviper le preguntó que le había pasado todo el día, algo preocupado.

    —Bueno, no sé si te habrás dado cuenta, pero tu entrenador, además de ser el definitivo, también está un poco loco —contestó sonriendo.

    Siguió después una larga y animada plática sobre ganar la siguiente medalla de gimnasio, en la que se vio de nuevo tan arrogante y lleno de energía, como si todas sus preocupaciones hubieran sido borradas de su mente una vez más.


    Continuará...
     
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    Capítulo 17: Vs. Wattson.


    “Mi viridian mind me está matando"


    Rainbow



    La gente se divertía en ciudad Malvalona; sea por el casino que diariamente atraía decenas de visitantes, o por tener la tienda de bicicletas más famosa de la región, así como por las competencias de ciclismo que se organizaban sobre el puente de la ruta 110 y 117, haciéndola el lugar de hospedaje de decenas de deportistas al año.

    Ajeno a todo eso, el líder Wattson prefería alejarse a las afueras para entrenar a sus pokémon, y ser retado por otros. Recibía a los entrenadores con buen humor; lo que era un poco incómodo dada su costumbre a los malos chistes.

    Se encontraba en ese momento con un grupo de niños que ni siquiera lograron atinarle un ataque efectivo cuando sus pokémon fueron derrotados. El pequeño entrenador del Skitty se desanimó por haber perdido tan rápido; pero Wattson, riendo jocosamente, le entregó la medalla de todas formas.

    —Te la doy porque tu pokémon se veía muy bien entrenado —fue lo que argumentó.

    El niño primero se sorprendió; pero luego tomó la medalla con alegría y se fue de ahí dándole las gracias.

    Rainbow se encontraba ya muy cerca de la ciudad cuando un niño de gorra azul pasó corriendo a su lado, y entonces vio que se le había caído algo. Al acercarse vio extrañado que se trataba de una medalla de gimnasio, y, corriendo tras el niño, le preguntó dónde estaba el gimnasio, dando por hecho que acababa de venir de ahí, pero él no lo había visto por el camino. El niño le explicó que al líder le gustaba luchar al aire libre, y le indicó con el dedo el pastizal por el que se encontraba.

    —Ah, por cierto —dijo el niño antes de irse—, si te gana no te preocupes, igual te dará la medalla.

    Rainbow pensó que el niño le estaba tomando el pelo, tal vez pensando que intentaba darle algún consuelo por perder, lo que le hizo sentirse ofendido.


    Vio el grupo de niños en medio del pastizal, y al anciano gordo riendo animosamente mientras le entregaba una medalla a una niña que había combatido con un Wingull y había perdido. Rainbow se acercó rápidamente, e irrumpió entre la multitud de niños.

    —Así que era verdad que entregas medallas aunque no te ganen —dijo con voz incrédula—, ¿pero qué clase de líder eres?

    —¿También quieres retarme? —preguntó Wattson— ¿Te importaría esperar un poco? Le prometí al niño del Rattata que lucharía contra él.

    Sin dejar al otro niño acercarse, Rainbow liberó a Taillow, y se plantó cara a cara contra él con el cronómetro en la mano.

    —Tienes miedo de luchar contra un entrenador de verdad, prefieres luchar contra niñitos que no pueden ni subir un nivel a sus pokémon… Si logras derrotar a uno solo de mis pokémon aceptaré mi derrota; pero yo hoy seré el primero en derrotar a todos los tuyos.

    Wattson rió estruendosamente.

    —Sí que eres un chico muy valiente, pero testarudo como un Poochyena, ¿entiendes? Poochyena —solamente él se rió—. Me gusta mucho tu actitud, sólo por eso te voy a dar la medalla…

    —No, viejo, nada de eso —interrumpió con voz enfadada—, esta es una batalla real, así que no seas cobarde y pelea.

    Sin dejar de sonreír, el líder envió a su Magnemite, y cruzó los brazos.

    —Está bien, muchacho… pero si quieres derrotarme vas a necesitar mucha… energía… ¿entiendes? Porque yo uso pokémon eléctricos…

    Mientras se reía una vez más, Rainbow inició el cronómetro.

    Wattson ordenó a Magnemite usar Eco metálico, y la defensa especial de Taillow bajó. Contraatacaron con un Golpe aéreo, confiados en su potencia. El ataque acertó, pero Taillow quedó paralizado.

    —No valió mucho la pena ese ataque, ¿no crees? —dijo Wattson.

    Pero de inmediato vieron todos, con asombro, que Taillow levantó vuelo, y volvió a atacar sin problemas con el mismo ataque. Rainbow los miró presumido.

    —Lo que me hace el entrenador definitivo es el hecho de usar las debilidades como ventaja, la habilidad de Agallas de Taillow lo hacen más fuerte en los cambios de estado; pero con mi gran entrenamiento puede desparalizarse mientras todavía mantiene el efecto ventajoso de haber sido paralizado.

    Wattson se lo tomó más en serio entonces.

    —Eco metálico y luego Fijar blanco —ordenó.

    Taillow volvió a atacar, pero esta vez el ataque fue esquivado. Volvió a volar alto y se volvió para arremeter con Pájaro Osado.

    —Ahora Trueno.

    La fuerte corriente eléctrica lo alcanzó en el aire; pero lo que entró en la descarga siendo un Taillow salió siendo un Swellow que impactó contra Magnemite. Al impactar, a Wattson le pareció que el chico se tocó la cabeza por un momento, y luego vio a su pokémon eléctrico debilitado mientras Rainbow y Swellow alzaban la mirada con soberbia.

    Felicitó a su pokémon y lo regresó.

    —¿Te sucede algo? —le preguntó.

    —Me pareció ver que te dolía la cabeza, ¿te ha hecho daño algo de la electricidad de mis ataques?

    Ofendido, Rainbow regresó a Swellow y sacó a Mudkip, quien se lanzó saltando alegremente hasta el centro. Se escuchó una exclamación entre los niños, diciendo que iba a perder si utilizaba un pokémon de agua.

    —Yo soy Rainbow, el entrenador definitivo, y como tal esto no será ningún problema —exclamó apretando el puño.

    —Esa gran seguridad que tienes es admirable —dijo Wattson tras reírse—, ¿estás seguro de que no quieres la medalla ahora?

    Sacó entonces a su Elecktrike, que gruñó hacia Mudkip chispeando. Rainbow sonrió malvado, y dijo:

    —Hoy me siento tan inspirado, y también tan enojado por tan idiota costumbre de entregar medallas que tienes, que me siento tentado a terminar contigo muy rápidamente.

    Wattson le dijo que le encantaría verlo, y ordenó a su pokémon usar Chispa. Rainbow cerró los ojos fuertemente mientras Mudkip esquivaba los ataques y corría dándole vueltas alrededor. Ordenó usar Ataque rápido, y al impactar contra Mudkip, Rainbow se tambaleó como si lo hubiera recibido también en su carne, y cayó al suelo sin abrir los ojos.

    A pesar de intrigarse por eso, Wattson siguió ordenando a su pokémon atacar; pero inexplicablemente Mudkip parecía absorber la electricidad que le lanzaban, y entre más llena de energía y altanera se veía ella, más caía y temblaba su entrenador en el suelo. Estaba a punto de detenerse y preguntarle si se sentía bien cuando Mudkip utilizó una Hidrobomba cargada con electricidad, no fue suficiente para debilitar al Electrike; pero lo dejó paralizado. Sin perder un segundo, Mudkip usó una combinación de Ataque rápido con Excavar, ocultándose en la tierra y atacando desde debajo de manera repetida, tan rápidamente que casi resultaba invisible para la vista. Cayó Mudkip sonriendo y respirando agitadamente, al ritmo de la respiración de su entrenador, quien detuvo el cronómetro cuando el pokémon eléctrico hubo tocado el suelo inconsciente.

    —Cuatro minutos —dijo Rainbow riendo, y se levantó—, parece que te quedaste sin energía… —volvió a reír, y cayó al suelo como si le hubiera alcanzado un rayo, siendo opacado el sonido de la caída por el césped.


    Cuando abrió los ojos se encontraba en la cama de un hospital. Sus ropas habían sido cambiadas, y no había rastro de sus pokémon. Intentó incorporarse; pero un doctor, al entrar y verlo querer levantarse, lo detuvo de inmediato.

    —Déjeme ir —le replicó—, ¿dónde están mis pokémon?

    —Tranquilo, ellos están bien —contestó el doctor—. No puedes irte todavía, llegaste en una situación delicada y necesitas descansar. ¿Qué fue lo último que recuerdas?

    Rainbow miró al vacío un momento. Sabía que si había perdido la memoria había sido por usar su viridian mind demasiado, y que eventualmente su memoria regresaría; pero en esa ocasión se sorprendió de no tener leves visualizaciones de lo que había sucedido desde que salió del puente.

    —¿No recuerdas lo que estabas haciendo antes?

    Rainbow negó con la cabeza.

    —El líder de gimnasio de la ciudad, Wattson, te trajo inmediatamente cuando te desmayaste después de combatir con él. Pero no te preocupes, por ahora descansa… Ah, por cierto, pidió que cuando despertaras te diéramos esto.

    Le entregó entonces la medalla dínamo, y Rainbow la agarró esperando que de algún modo aquello le devolviera sus recuerdos; pero nada sucedió, sino que su cabeza estaba en blanco sin ningún atisbo de recuerdos recientes.

    Inmóvil y preocupado, esperó toda la tarde a que sus recuerdos volvieran, y pensó que al volver a ver a sus pokémon se reactivarían, tal y como siempre habían sucedido. Pasadas unas horas le devolvieron a sus pokémon, que habían sido llevados al centro pokémon para ser revisados, sin que nada grave se les encontrara. Desafortunadamente, todo lo que sucedió le hubo de ser relatado sin que la memoria le reviniera, y no recordó esa batalla a pesar de que le contaran cada detalle de lo que había sucedido.

    Cuando fue dado de alta al día siguiente se dirigió al centro pokémon y se puso en contacto con Birch.

    —Cuánto tiempo sin saber nada de ti, ¿cuánto ha pasado… más de dos meses, quizás?

    Rainbow se estremeció al escuchar eso, y no pudo mantenerse frío.

    —Para mí ha sido mucho menos tiempo.

    —Te veo algo deprimido, ¿qué es lo que te sucede? —preguntó Birch preocupado.

    Rainbow alzó la mirada, y por primera vez en su vida vio a otra persona con ojos suplicantes.

    —Mi viridian mind me está matando.

    Continuará...
     
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    Cuando Rainbow dice que el viridian mind lo está matando...¿lo dice literalmente? O.O sería un intrigante giro a la historia. ¡Sigue impresionando de esa manera! :D
     
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    Capítulo 18: Terapia pokémon.

    “no hay alegría más grande que ver a un pokémon salir de su huevo y mirarte por primera vez"

    El anciano



    Hacia la ruta 117 se dirigió. Sabía que al final era un callejón sin salida que no lo conduciría a su próximo destino; mas lo hizo en su afán de querer pasar por cada camino de la región mientras permaneciera ahí. Si bien le gustaba andar con los pokémon acompañándolo, se comenzó a dar cuenta de que en multitud comenzaban a convertirse. Pensaba en eso cuando vio al comienzo del camino una casa, al lado de la cual había un enorme jardín lleno de pokémon bebés, y en acercándose para verlos mejor su memoria afloró con el recuerdo de su Togepi, guardado en la P.C. Siendo todavía un bebé, y sintió insoportables deseos de volver a verlo, sonriéndole con la jovialidad que tanto le llenaba de humanidad, ahora más que nunca, en un momento en que se comenzaba a sentir al borde de un abismo.

    El anciano dueño de la guardería reparó en el joven entrenador que contemplaba melancólico a los bebés que le habían dejado a su cuidado, y en acercándose le preguntó:

    —¿Puedo ayudarte, joven? ¿Vienes a que cuide a alguno de tus pokémon?

    Rainbow reaccionó como si le hubieren despertado de un sueño profundo, y confundido miró al anciano.

    —No, señor… sólo veía…

    —Ah, ya sé, eres el chico que enviaron del hospital de pueblo Verdegal, ¿verdad?

    Rainbow iba a titubear cuando el anciano llamó a su mujer, diciéndole que el chico que iba a ayudarlos a llevar a los pokémon bebés ya había llegado.

    Salió la anciana con dos grandes cajas llenas de pokéballs con bebés, y en entregándole una a Rainbow le dijo:

    —Es muy amable que ayudes un poco a los niños enfermos de Verdegal, esos pobres necesitan el cariño de un pokémon bebé.

    Entendiendo Rainbow lo que sucedía, no se sintió con la capacidad de rehusarse, y de hecho, el estar con esos pokémon en sus brazos de algún modo le hizo sentirse tranquilo.

    —Vamos, pues —dijo sonriendo.

    Dejó que el señor fuera delante de él, su esposa se había quedado a cuidar al resto de los bebés de la guardería, y en el trayecto, varios deportistas entrenaban para la carrera que anualmente se llevaba a cabo en los alrededores de Malvalona.

    —¿Sabes algo, muchacho? Antes yo era un gran deportista —dijo el anciano—; pero un día tuve un accidente mientras entrenaba y me zafé dos discos de la columna, tuvo que pasar mucho tiempo antes de poder volver a incorporarme, y los doctores pensaron que no podría volver a ponerme de pie; pero entonces conocí a una chica que cuidaba pokémon bebé, mi esposa. Ella era enfermera en el hospital, y durante toda mi estancia, me llevaba cada día un pokémon bebé para que me hiciera compañía.

    En otras circunstancias, Rainbow se habría quejado por hacerlo escuchar una historia que no le importaba; pero en ese momento sólo escuchó sin hablar.

    —No sé qué es exactamente lo que tienen los pokémon bebés, debe ser quizás su gran ternura e inocencia, el amor incondicional que demuestran a las personas, la alegría que desprenden al ser acariciados y mimados, su vitalidad y energía. Pero es algo que ayuda a los que tienen problemas, no sólo físicos, sino también emocionales. Mi espalda comenzó a reaccionar mejor al tratamiento después de un tiempo, y siempre he creído que fue gracias a que siempre tuve una inocente y radiante sonrisa de pokémon bebé a mi lado.

    —Es probable.

    —Nunca pude volver a correr desde entonces; pero estoy feliz de que a causa de eso ahora los cuido como si fueran mis hijos.

    —¿Hijos?

    —Para alguien que, como mi esposa y yo, nunca pudo tener hijos, no hay alegría más grande que ver a un pokémon salir de su huevo y mirarte por primera vez. Ese es el momento en el que sabes que, aunque seamos de diferentes especies, siempre habrá un vínculo especial.

    Recordó Rainbow el nacimiento de Togepi y Tyrogue, y lo poco usuales que fueron al haber nacido en circunstancias nada tranquilas, y pensó durante largo rato que, si los hubiera visto nacer sin el influjo combativo de su entrenamiento definitivo, quizás no habría tenido el corazón para dejarlos guardados en una máquina.

    En pueblo Verdegal se encontraba un famoso hospital infantil, construido en un ambiente tranquilo y propicio, con aire limpio para el bienestar de los niños. Fue ahí donde Rainbow y el anciano liberaron a los pokémon bebés, y fueron entregados a los niños que ahí se encontraban.

    Cabe mencionar que cuando los encargados del hospital se dieron cuenta de que él no era el chico que habían enviado, el anciano se sorprendió; pero también se sintió impresionado de que ese chico lo ayudara aunque no fuera su obligación hacerlo.

    Muchos de los pequeños estaban confinados en camas, en grandes habitaciones con juguetes; pero la llegada de los bebés les supuso una alegría especial. Los que no podían por nada del mundo abandonar sus camas eran acompañados por los bebés, y el solo hecho de tenerlos acorrucados a su lado les hacía sentirse con una gran felicidad, y sonreían por primera vez desde sus últimos tratamientos, durante la recuperación de alguna cirugía. Otros que no se encontraban tan delicados jugaban con ellos en el jardín, y la vitalidad de los pokémon bebé les alentaba a hacer el ejercicio que tanto necesitaban hacer.

    —Los pokémon bebés son muy sensibles a las personas —dijo el anciano, sentado en un banco junto a Rainbow—, por más traviesos y revoltosos que puedan ser en circunstancias normales, cuando están frente a un enfermo siempre detectan lo que más necesita, así el pokémon más revoltoso de todos se vuelve manso y tierno ante un enfermo que necesita tranquilidad, y el pokémon más tranquilo juega enérgicamente con el que necesita esa distracción.

    Rainbow pensó en lo que haría Togepi si lo viera en ese momento. ¿Se acurrucaría tiernamente junto a él, o lo obligaría a levantarse para ponerlo a entrenar?

    Toda la tarde estuvieron en aquel hospital, y Rainbow se limitaba a observar todo con ojos melancólicos, y recordó todas las veces que en su infancia había tenido la oportunidad de estar junto a pokémon bebés; pero en lugar de disfrutar plenamente de ellos con la inocencia de un niño, prefería indagar en ellos, en sus comportamientos, en sus capacidades innatas de combate, con el fin de crear su sistema de entrenamiento definitivo. Pensó que si se hubiera enfermado tan gravemente en algún momento de su niñez, y hubiera habido un pokémon bebé para reconfortarlo, hubiera olvidado aunque fuera por un momento su ambición de ser el entrenador definitivo.

    En ese momento pensó en Bill, y su sistema de almacenamiento pokémon, el cual todavía no existía en Hoenn, y pensó que si existiera, indudablemente correría a un centro pokémon para sacar a Togepi, al menos para abrazarlo una vez más. Entonces su consciencia reaccionó, y en sintiéndose idiota, recordó que ya con él tenía un bebé, que había tenido una vida muy dura sobreviviendo por sí mismo.

    El pequeño Seviper era el que más se preocupaba por su entrenador; pero desde lo ocurrido con la batalla contra Erico, no se había atrevido a abrir comunicación con ellos vía viridian mind. Rainbow lo sacó y le pidió disculpas por haberlo olvidado, y entonces, sin avisar, Seviper se enrolló alrededor de su muñeca, mirándolo fijamente.

    Cuando el sol se estaba poniendo, el anciano y Rainbow regresaron a los pokémon bebés a sus pokéballs, y los niños se entristecieron al verlos irse. El anciano dijo que regresarían la próxima semana, y cada semana a partir de entonces.

    Rainbow le dijo que no le sería posible volver a ayudarle la siguiente vez, ya que tenía que seguir su camino.

    Cuando llegaron a la guardería, el amable anciano quiso pagarle por su ayuda; pero Rainbow lo rechazó apenado.

    —Bueno, en ese caso te deseamos buen viaje —dijo la anciana—, y cuida mucho a tus pokémon, quiérelos como si fueran tu familia.

    Rainbow se fue de ahí tras hacerles una reverencia, y caminó, sin saber muy bien por qué, de vuelta a la ruta 113, instalándose cerca de un lago. Durante unos días entrenó en ese lugar, sin atreverse a usar su viridian mind para acelerar el proceso.

    Una mañana lo despertó un fuerte ruido metálico, y sus pokémon, asustados se pusieron alerta en sus pokéballs. Al salir de la tienda vieron no muy lejos de ahí a una persona de baja estatura trabajando en algo que no alcanzaban a ver. Cuando Rainbow lo vio se alegró, y caminando hacia él lo llamó:

    —Señor engranaje, soy yo, Rainbow.

    El extraño hombrecillo dejó lo que hacía, y lo miró con sus extraños anteojos opacos, y sonrió al verlo.

    —Rainbow, ¿en verdad eres tú? —se acercó hacia él— ¿Cuánto tiempo ha pasado? Has crecido mucho desde la última vez.

    —Tú sigues exactamente igual.

    —Si ya estás aquí, eso quiere decir que ya pasaste por Kanto y Johto, ¿verdad?

    —No te equivocas, ya soy oficialmente el campeón de dos regiones, y ahora vengo a conquistar Hoenn… ¿En qué estás trabajando? Veo que no has perdido tu costumbre de trabajar al aire libre cuando el clima está soleado.

    —Ah, es un nuevo aparato que me pareció muy interesante —se veía sobre la mesa un montón de cosas metálicas, como partes de máquinas—, es un nuevo robot que me ayudará a encontrar cosas enterradas en el suelo.

    Los pokémon de Rainbow estaban bastante confundidos de que se comunicara tan abiertamente con esa extraña persona, y su entrenador se dio cuenta.

    —Ah, claro, perdónenme. Chicos, él es el señor engranaje, el más grande experto en robótica del mundo. Él fue el que creó mi cinturón X hace muchos años.

    Continuará...
     
    Última edición: 12 Abril 2014
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    Capítulo 19: El cinturón X.

    “La pasión por crear cosas nuevas es suficiente para mí"

    El señor engranaje



    Solía apartarme de mi grupo de Rangers cuando no había misiones de campo, cuidando siempre de que no vieran hacia dónde me dirigía. Continué así por mucho tiempo; buscaba especialmente lugares apartados y ahí usaba mi viridian mind para comunicarme con los pokémon y probar algunas de las cosas que había ido anotando, también a veces encontraba gente que amablemente me dejaba acercarme a sus pokémon (quizás debido a mi uniforme de Ranger); pero en secreto lo que hacía era infiltrarme en sus mentes mientras suavemente los acariciaba. De esa manera llegué a reunir mucha información sobre cada pokémon con el que me encontraba y cada vez me sentía más seguro sobre abandonar a los rangers y ser oficialmente un entrenador. Noches enteras estuve desvelado en todas las regiones en las que estuve, escribiendo y analizando todo lo que mi creatividad me permitiera para sacarle el máximo potencial a mi don, y no escatimé en metas a corto o largo plazo. Fue precisamente al pensar en el largo plazo que me di cuenta de que había un problema, o más que un problema era una situación que me pareció insoportablemente molesta. Había planeado que mi equipo constituiría de un pokémon de cada tipo; pero el problema del espacio en los que llevarlos me llegó algo tarde; habría sido muy molesto tener muy pocas pokéball a la mano cuando los necesitara, la mayoría de los entrenadores con muchos pokémon suelen llevar pocos consigo en sus viajes y el resto los dejaba en sus casas y cuando querían entrenarlos regresaban por ellos y los cambiaban. Yo no podría hacer eso en absoluto, también deseché al instante la idea de tenerlos guardados en una mochila durante todo mi viaje. Si iba a ser el entrenador definitivo, debía idear una manera de tenerlos todos a mi alcance rápidamente, y no sólo para eso, sino también para que fuera mi sello personal, una manera de que todos parecieran ser una parte más de mí.

    Pensaba en todo ello un día que me escapé y fui a recorrer la ruta 113, paseándome a la orilla del lago intentando idear una manera. Se había ocurrido que podría unir varios cinturones de entrenador en uno solo muy grande, así que había llevado 3 que compré en secreto. Primero intenté colocarlos como cinturones normales alrededor de mi cintura, uno por encima del otro; pero de ese modo me llegaban casi hasta el pecho y resultaban muy incómodos y disminuían mi movilidad. Intenté ajustarlos de diversas maneras alrededor de mi cuerpo entonces: tenía uno normal en mi cintura; otro rodeándome el tórax; y el último echado al hombro, por ejemplo. Desafortunadamente todas las combinaciones resultaban ser demasiado incómodas, y tenía que sumarle el hecho de que en el futuro iban a estar desbalanceándose a causa del peso de las pokéball.

    No fue sino hasta varios días después cuando en las cercanías se llevó a cabo una actividad para niños a causa de no sé qué celebración, y muchos de mis compañeros Rangers estuvieron participando. Yo obviamente me rehusé a participar. El juego consistía en localizar un tesoro escondido en alguna parte del bosque, el cual estaba marcado por una equis. Para mí tal juego me pareció tan insignificante que me fui lejos de ahí sin siquiera molestarme en saber quién ganaba o dónde se localizaba o en qué constituía el premio, y los vi a lo lejos riéndome entre dientes de la infantilidad de los que participaban, pues pensaba que de seguro el premio iba a ser algo insignificante y que solamente supusiera una felicidad efímera. Ese pensamiento me llevó a pensar en mi propio viridian mind; el mayor de todos mis tesoros, pues era lo que me hacía especial y único, y nunca me abandonaría, un tesoro con el que lograría prodigios que me engrandecerían en el futuro, prodigios que nunca nadie logró ni logrará nunca, no sólo era pues un tesoro para mí, lo era para todo el mundo, me consideré un tesoro a mí mismo, un tesoro viviente. Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que debía hacer, después de todo los tesoros se marcan con una letra equis, y mi vanidad de considerarme un tesoro me gritó que de algún modo debía dejárselo en claro, al menos de manera indirecta, a todo aquel que me viera. Agarré dos de los cinturones y me los pasé por los hombros, formando una cruz que se juntaba en mi abdomen, y miré en el lago mi figura marcada con una cruz, que era al mismo tiempo literal y simbólica, y pensé que había encontrado la forma perfecta de llevar a mis pokémon. Por supuesto mi plan tenía una falla, y era que esa combinación seguía siendo muy inestable, pues los cinturones seguían resbalándose a cada paso que daba, por lo que no me quedaba más alternativa que unirlos de alguna manera; pero también me di cuenta de que, aunque lograra hacerlo, en dos cinturones no había espacio suficiente para poder llevar a tantos pokémon al mismo tiempo; pero no me desanimé, sino que estaba dispuesto a que la equis fuera la forma de mi cinturón, e idearía cualquier cosa para lograrlo.

    Me vino de repente una idea a la cabeza, y no teniendo papel y lápiz a la mano, no me quedó más alternativa que recurrir a la suave arena de la orilla del lago y un palo grueso. Pensé que los cinturones debían ser un poco más gruesos, unidos en el centro, de manera que se abrocharan desde atrás, y para que hubiera suficiente espacio debía usar cada parte de la banda frontal para agregar los receptáculos de las pokéball, desde los hombros hasta el hueso de la cadera, con la mínima separación posible entre ellos pero sin que se estorbaran el uno al otro. En la arena quedó mi garabato improvisado, intentando imitar el tamaño y forma exacta de mi torso y las pokéball, y en un primer instante quedé satisfecho con el resultado. Escuché entonces una animosa voz que elogió mi diseño en la arena, volteé a ver y ahí estaba un hombre chaparro, en una máquina que parecía cacerola y con lentes extraños, que de seguro llevaba mirando un rato; pero en mi concentración imaginativa no me di cuenta de él.

    —Ese es un muy buen diseño —dijo acercándose sin permiso.

    ¿Cómo podía decir eso de un dibujo tan mal hecho a la primera? Pensé por un momento en ignorarlo e irme de ahí cuando de repente dijo:

    —Sin lugar a dudas es un diseño de cinturón para entrenadores muy original… me encantaría ser yo el que lo fabricara.

    Me detuve en seco, sin poder creerme mi suerte. Me preguntó mi nombre y le respondí que era Rainbow, el futuro entrenador definitivo, y supongo que dicho epitafio le dio a entender la razón por la que había diseñado tal cinturón, y observó el dibujo más detalladamente.

    —Podríamos cambiar eso… y mejorar eso… y añadir esto también…

    Garabateó algunas cosas a mi dibujo hasta cambiarlo estéticamente, de manera que añadió una sección que unía las patas de la equis entre ellas, pasando sobre el abdomen, e hizo un modelo de cómo se vería por detrás, dejando ver broche con el que se unían en la espalda.

    Hablamos largo tiempo sobre cómo se vería mejor y más práctico, parecía él incluso más emocionado que yo, y en ese desenvolvimiento nos llegamos a conocer mejor los días subsecuentes, en lo que me tomó medidas y comenzó a fabricarlo. Me preguntaba por qué un experto en robótica se había emocionado tanto por un simple cinturón; pero poco después me di cuenta de que había pensado añadirle un último toque tecnológico, y fue más allá de hacerlo a prueba de agua y fuego, sino que también añadió un circuito interno que salía de las bases de las pokéballs y se conectaban en un botón en el centro.

    —Vamos, pruébalo.

    Las bases de las pokéballs, que eran como pequeñas hendiduras recubiertas de un metal, y que tenían un sistema para enganchar las pokéballs de manera que no se salieran, hicieron un pequeño ruido. El señor Engranaje (como se llamaba el inventor), satisfecho, colocó entonces varias pokéballs vacías en los nichos vacíos, y al volver a presionar el botón todas de repente se abrieron.

    Me sentí poderoso al sentir esa sensación. Ahora tenía el cinturón de entrenador perfecto, y lo único que faltaba era llenarlo, y entrenar a los pokémon que en él habitaran.


    Se sentó Rainbow y habló larga y animosamente con el señor Engranaje sobre lo que había hecho a lo largo de su viaje. Se alegró el inventor de que el cinturón hubiera funcionado bien y que el mecanismo que había añadido le sirviera.

    —¿Cuánto tiempo llevas en Hoenn? —preguntó casualmente.

    Ante esa pregunta, Rainbow perdió la alegría con la que había platicado.

    —Dentro de poco será un año —contestó.

    —Es extraño, pensé que habías dicho que cada región la completabas antes de un año, y por lo que me cuentas todavía te faltan muchas medallas.

    —Digamos que he decidido tomarme las cosas con calma en esta región. Después de estar dos regiones apurándome, es bueno relajarse un poco.

    No quería admitir que una de las razones de su retraso era el problema con su viridian mind, e intentó no pensar más en eso.

    —Por cierto, Rainbow, si eventualmente vas a pasar por todas las regiones, eso quiere decir que en algún momento vas a tener muchísimos pokémon, y de seguro que vas a querer tenerlos todos al mismo tiempo, ¿o me equivoco?

    —Es verdad, aproximadamente llegaré a tener 100 pokémon en total; pero aún falta mucho para eso.

    —Sin embargo ya deberías ir pensando en planear cómo vas a llevar a todos contigo… ¿y sabes algo? Desde aquella vez he estado pensando sobre eso —sacó entonces un plano, y lo extendió sobre la mesa.

    Se aproximó Rainbow y lo que vio lo dejó profundamente sorprendido. Todavía parecía un modelo de su cinturón X; pero éste ahora tenía secciones que se extendían por todas partes de su torso en las cuales poner las pokéballs, extendiéndose incluso hacia la espalda, pasando por los hombros y llegando hasta los antebrazos, dejando apenas espacios libres en su torso.

    —Todavía está en planes —dijo el inventor—; pero estoy muy seguro de que será posible llevar tantos pokémon, claro, si es que no te importa estar rodeado por todas partes, lo he diseñado para que no sea incómodo y puedas conservar tu movilidad.

    —Se ve… interesante —dijo Rainbow, algo asustado.

    —De esa manera podrás tenerlos a todos juntos; pero para alguien como tú, con viridian mind, no pienso que sea un problema, ¿verdad?

    Rainbow forzó una sonrisa y afirmó con la cabeza.

    —De verdad que me encantaría verlo terminado; pero me temo que debo seguir con mi viaje.

    —Quédate tranquilo, sé que aún tienes mucho que recorrer. Pero te prometo que algún día estará listo, y entonces te lo entregaré.

    —No sabría cómo agradecerte.

    —La pasión por crear cosas nuevas es suficiente para mí.

    Cuando Rainbow se alejaba de ahí, caminando de vuelta a ciudad Malvalona para continuar su camino hacia el norte, y pensó en la dificultad con la que había estado manejando últimamente su viridian mind, le pareció que tener a tantos pokémon al mismo tiempo, quizás, sólo quizás, podría ser un peso demasiado grande hasta para él.


    Continuará...
     
    Última edición: 19 Abril 2014
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    Capítulo 20: Reportaje.


    “¿creen que no querría gritar a los cuatro vientos que el entrenador definitivo está en Hoenn?"


    Rainbow


    Habían estado esperando los dos periodistas toda la mañana en la ruta 111, al norte de Malvalona, con la intención de encontrar a algún entrenador que pasara por el camino. La idea había sido de la reportera, Maryann, como una estrategia para aumentar ratings para Hoenn TV, empresa para la cual trabajaban juntos desde hacía poco tiempo; mas el cámara, Tyler, se quejaba de que nadie pasara por ahí a esas horas dado el gran calor que hacía estando tan cerca del desierto.

    —¡Ahí viene alguien! —señaló la joven mujer a un chico que venía caminando la pedregosa ruta— Vamos, enciende la cámara.

    En poco tiempo el entrenador con el cinturón que le cruzaba el cuerpo llegó a ellos, con una Kirlia caminando a su lado, los cuales se hallaron inesperadamente con una gran cámara de televisión apuntándoles.

    —Buenos días, joven entrenador, somos reporteros para la Hoenn TV, ¿te molestaría si te hiciéramos unas preguntas?

    —No tengo tiempo para eso —dijo Rainbow apartándose lentamente, con la intención de continuar caminando.

    —Por favor, llevamos mucho tiempo esperando a que algún entrenador pasara por aquí, no te quitaremos mucho tiempo, te lo prometo.

    —Mejor vayan a las ciudades con gimnasios si quieren entrevistar a alguien —dijo de mala gana.

    —Lo sé, pero esta es una nueva idea, el entrevistar entrenadores de manera eventual a lo largo de las rutas de Hoenn. De ese modo más gente verá nuestro espacio.

    Estaba Maryann tan convencida de su idea que no le daba vergüenza tener que justificarse. A pesar de no verle el sentido, Rainbow sintió algo de lástima por la gran convicción de la mujer; mas inmediatamente esa lástima se volvió en un profundo deseo de querer ver fracasar tal idea, por lo que accedió a contestar sus preguntas; no sin antes poner su cara de fastidio.

    —Maravilloso, bien. Primera pregunta: ¿desde hace cuánto tiempo te dedicas a entrenar pokémon?

    —Desde hace más de tres años —contestó de manera automática.

    —Bien, ¿cuántas medallas has ganado hasta ahora?

    —Diecinu… esté… quiero decir tres —reaccionó a tiempo—, la de ciudad Férrica, ciudad Azuliza y ciudad Malvalona.

    —¿Cuántos pokémon tienes?

    —Creo que lo pueden contar por sí mismos —dijo mostrando orgulloso su cinturón X—, pero además tengo otros… digo… los que ven ustedes… diez.

    —¿Has pensado en participar en la liga pokémon?

    —Pues de hecho ya he… pensado seriamente en participar, y estoy seguro de que mis pokémon defintiv…amente lo harán muy bien.

    —Genial. Bueno, ¿cuál es tu estrategia de combate?

    —Pues poseo el raro don de virid… quiero decir, observar a mi adversario y planificar una buena estrategia.

    —¿Cómo es que usualmente entrenas a tus pokémon?

    —Esté… supongo que intentando superar sus debilidades… obvio, con mucha ayuda de mi virid… con ayuda del trabajo en equipo y perseverancia.

    —¿Consideras que hasta el momento has cumplido tus expectativas?

    —Obvio que sí, dado que soy el entrenador definit… un entrenador que se esfuerza mucho y que no podría hacer nada sin el viridian… sin el apoyo de mis pokémon… y… considero que hasta ahora voy por buen camino para mostrarles a todos que no hay nadie mejor que… para lograr ser un buen entrenador…

    Estaban los periodistas algo preocupados por sus constantes y repentinas interrupciones, por lo que decidió Maryann pasar a la última pregunta.

    —Bueno, y para terminar, ¿cuál es la razón por la que decidiste convertirte en entrenador?

    —Para… —quedó unos segundos en silencio— porque… me gustan los pokémon y… creo que… ¿podría ser un buen ejemplo para todo el mundo?

    —Ejem… gracias por la entrevista —dijo Maryann, aclarándose la garganta—, esperamos volver a encontrarte de nuevo.

    Se fue de ahí Rainbow sin decir nada más, y fue inquieto por dentro por no saber porque desde hacía varios días su mente parecía comenzar a traicionarlo.


    Cuando salió de Malvalona y se dirigió hacia el norte por la ruta 111, sintió Rainbow que repentinamente los constantes dolores de cabeza habían cesado por alguna razón, lo que le permitió volver a disfrutar de unos cuantos días de entrenamiento con el viridian mind sin que nada le ocurriera después. Sin embargo nunca creyó por un momento que el problema estuviera solucionado, y por eso continuó con cautela durante la semana que permaneció en el bosque.

    Poco después encontró una casa en cuya entrada había el aviso de que vendían comida pokémon, y habiéndose hartado de sólo comer bayas, se dirigió ahí para comprar un poco. Bajo el letrero se encontraba también un aviso que decía: “Derrótenos a los cuatro y llévese un cupón para cuatro órdenes gratis”. Fue recibido por una amable familia de cuatro personas, el padre y la hija preparaban la comida que encargó: diez raciones que cada pokémon debía guardar consigo en sus pokéball, como si fueran objetos; la madre atendía la entrada y mantenía limpio el lugar; y la abuela permanecía sentada en una silla junto a su Meditite. Aparte de eso varios pokémon ayudaban en el proceso de la creación del alimento, algunos de ellos probándolo para evaluar su sabor.

    Dado que el proceso de fabricación era casero, y se preparaba según se encargara para que saliera lo más fresco posible, Rainbow tuvo que esperar un poco en una de las sillas.

    —¿Hacia dónde te diriges, joven? —preguntó la abuela en un momento.

    —Eso quisiera saber.

    —¿Cómo dices?

    —Quiero decir, hacia el norte de la región.

    —¿Hacia el pueblo Pardal?

    —Quizás.

    —Es un pueblo muy bonito y tranquilo, aunque hay demasiada ceniza, mis pulmones ya no aguantan otra visita ahí.

    Hubo un silencio incómodo, hasta que la hija avisó que el pedido ya estaba listo. Mientras se lo entregaban, la madre dijo tiernamente:

    —Ese Ralts que tienes se ve en buen estado.

    —Sí, gracias, uno de estos días se supone que va a evolucionar.

    Había sacado su dinero para pagar cuando fue interrumpido por el padre.

    —Espera un momento, muchacho, ¿no leíste el aviso de afuera? Si nos derrotas a los cuatro ganarás comida gratis.

    —Se los agradezco —dijo Rainbow apresuradamente—; pero dudo volver algún día por aquí.

    —Ja, vamos, ¿es que tienes miedo? —rió el hombre.

    —No le hables así al joven —espetó su mujer.

    —De hecho podría derrotarlos a todos con un pokémon sin cansarme —dijo con una repentina arrogancia, pero después se calló de repente, y vio que por alguna razón los cuatro se veían emocionados.

    —¿En serio lo crees? —dijo la abuela sonriendo.

    —Lo siento… tengo algo de prisa. Pero de todos modos serán aplastados por el poder del entrenador definitivo… —se llevó la mano a la boca.

    —Este chico sí que se cree muy bueno —dijo la niñita.

    Rainbow miró a Ralts algo inquieto, y después, como si no lo controlara, adquirió de nuevo su actitud arrogante y los retó:

    —Si los derroto tal y como les digo, tendrán que darme diez órdenes gratis cuando lo desee, y si no yo trabajaré para ustedes gratis durante un mes.

    Los rostros de los cuatro se iluminaron, y aceptaron la apuesta con alegría.

    Salieron al frente de la casa, y el pokémon que escogió Rainbow para todas esas batallas fue Ralts.

    El primero en pasar fue el padre, quien sacó al mismo tiempo a un Taillow y un Zigzagoon con gran confianza.

    Sintiose Rainbow tan emocionado que no dudó en exclamar en voz alta:

    —¡Psíquico!

    Y la fuerza del ataque fue tan grande que ambos pokémon fueron debilitados inmediatamente. La niña se rió de su padre por haber perdido de un golpe.

    Ralts se daba cuenta de que algo sucedía con su entrenador, pues se atrevía a usar su viridian mind con ella más de lo que lo había hecho en mucho tiempo, y adquirió una mirada un tanto maniática cuando derrotó al pokémon de la madre, una Roselia, también de un golpe. Cuando llegó el turno de la niña, que sacó un Marill, un Numel, y un Shroomish, necesitaron de dos ataques para debilitarlos a todos, y aún así, Rainbow aumentó su ataque especial más allá de su límite normal. Al final, la abuela envió a su Meditite, y ordenó Confusón. Al recibir ese ataque, Ralts había empezado a mostrar señales de evolucionar; pero Rainbow no sacó la pokédex para impedirlo, sino que, para gran excepción, decidió permitirla antes de cómo lo había planeado.

    En ese momento Ralts evolucionó en Kirlia, y de un Psicorrayo terminó con su oponente.

    —Pero qué batalla tan rápida y aburrida —dijo soberbio—. Comida gratis y una Kirlia, como se esperaría del entrenador definitivo.

    Entonces se volvió a mostrar confundido, como si despertara de un trance.

    —Pues sí que ha cumplido con lo que prometió —dijo el padre con una sonrisa nerviosa.

    —Supongo que no tenemos más que cumplir con lo que prometimos —dijo la madre alzando los hombros.

    —No será necesario —interrumpió Rainbow—, yo… mejor ya me voy.

    —Oye, si vas hacia el norte encontrarás una posada al final de la ruta —se apresuró a decir la anciana antes de que se fuera—, ahí vive mi hermana y podrás descansar si quieres.

    —Gracias.

    Se alejó rápidamente de ahí, y se adentró en el camino durante varias horas.

    Estando ya cerca del desierto, y habiendo perdido de vista a los periodistas, solamente miraba soberbio el desierto que se encontraba en frente, al cual entraría al amanecer.

    Sus pokémon se sorprendieron de que se despertara tan tarde al día siguiente, y se sorprendieron más aún cuando les dijo que había soñado que había encontrado una familia y unos reporteros con los cuales había intentado comportarse educado y distante.

    —Si algún día encuentro reporteros así —dijo levantándose del saco de dormir—, ¿creen que no querría gritar a los cuatro vientos que el entrenador definitivo está en Hoenn?

    Miró entonces a Kirlia, y el semblante de su rostro, todavía con rencor escondido, le devolvió por un instante una humilde mirada.

    Continuará...
     
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    WTF? Leo los dos capítulos últimos a la vez y me encuentro con dos capítulos según mi punto de vista muy especiales, ¡y vaya con el final del capítulo 20!

    Bueno, primero empiezo con el capítulo 19. Me gustó muchísimo eso de que narrase en la mayor parte del capítulo Rainbow, fue un toque diferente que le dio un encanto especial al capítulo. Después de todo, ¿quién mejor para contar el pasado del entrenador definitivo que el propio entrenador definitivo? En cualquier caso, también me pareció muy curiosa la historia del cinturón X, ¡vaya! Lo cierto es que nunca esperé que detrás de él habría una historia, y que lo crearía el mismísimo señor Engranaje (ese tipo me daba algo de escalofríos en el manga, no me preguntes por qué (?)). En el aspecto técnico, te resalto un par de, creo, errores:

    Yo obviamente me reusé a participar. El juego constituía en localizar un tesoro escondido en alguna parte del bosque

    Ese reusé significa volver a usar, y tu querías decir rechazar, por lo que se escribiría con h (rehusé). Y constituía, bueno, imagino que querrías decir consistía xD


    Sobre el capítulo 20, ¿qué decir? Me encantó que apareciese la reportera, ¡en el manga fue una de mis personajes secundarios favoritos desde su primera aparición! Espero que no sea la última vez que la veamos. Curiosa también la aparición de la familia batalla (no recuerdo que en los videojuegos o manga tuvieran un restaurante (?)), pero sin duda, lo más reseñable del capítulo es la actitud de Rainbow. Al principio cuando leí la entrevista, con toooodos esos titubeos (por cierto, llegó hasta a irritarme ligeramente que fuese tan… tan poco definitivo xD), pensé que lo estaba haciendo a propósito por alguna razón engreída que explicaría a sus pokémon más adelante, ¡pero no! ¿Tanto afecta el Viridian Mind a nuestro entrenador? Esa actitud, esos deslices, ¡esos cambios erráticos de actitud en batalla! ¡Y luego el final! Si vieses mi cara de WTF? cuando leí que creía que todo fue un sueño, hasta llegué a plantearme que lo fuese (suerte de que la presencia de Kirlia, y no de Ralts, confirma que sucedió realmente). Veremos a dónde llega Rainbow con este asunto…

    Por cierto, tuviste un dedazo importante en este capítulo, y es que comenzaste diciendo:

    En poco tiempo el entrenador con el cinturón que le cruzaba el cuerpo llegó a ellos, con una Kirlia caminando a su lado, los cuales se hallaron inesperadamente con una gran cámara de televisión apuntándoles.

    Al principio me despistó un poco, y supuse que olvidé su evolución, pero no. Se supone que en ese momento, aún era un Ralts. Supongo que fue una confusión a modo de spoiler del capítulo xD


    Eso es todo amigos (?), ¡hasta la próxima!
     
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    Capítulo 21: La Torre Espejismo.


    “Es un gran misterio, alguien debería tomárselo más en serio"


    Rainbow



    Las huellas en la ardiente arena tenuemente se borraban conforme el áspero viento las barría. Pasos cada vez más pesados, la nariz respirando aire quemante, la piel escarchada en sudor brilloso. Shuppet a su lado flotaba desde que había decidido entrar al desierto en lugar de elegir otro camino. ¿Están bien todos?, no sé, sería bueno aprovechar este ambiente. El sol hacía brotar falsa agua de la lejana arena, y tal visión hizo a Rainbow liberar a todos. La garganta muy reseca dolía al hablar. Mudkip, refréscanos un poco.

    De la alegre boca salió una lluvia al cielo; fue refrescante alivio al calor que los agobiaba.

    No había árbol alguno bajo el cual refugiarse. Soportó Rainbow la insolación que comenzaba a sufrir. Entrenemos.

    La noche helada, luna llena, arena pálida. Se juntaron todos para darse calor a falta de madera para una fogata. Debí haber pensado en esto antes. Quiso mantener a Shuppet cerca, y así se sentía un poco mejor. ¿Qué tanto viridian mind usé?, caían los párpados. ¿Estaré aquí al despertar en la mañana?

    Unas gotas de agua lo despertaron. Mudkip. La mañana era de un frescor agradable. ¿Por qué no es así todo el día?


    Hoy casi me atrapa un Skarmory. Me vio cuando momentáneamente saqué la cabeza por encima de la arena y me oculté rápidamente. Pero no se fue. Aterrizó y comenzó a excavar con el pico donde yo estaba. Huí de ahí rápidamente. Cuando me di cuenta había aquella extraña y alta cosa hecha de arena. Juraría que antes no estaba ahí. Me metí a explorarla con curiosidad.


    Al continuar su camino, observó de reojo un objeto verde siguiéndolos por detrás, a una distancia considerable. Se confundía con los cactus secos y marchitos de ese desierto; pero indudablemente sintió que se movía en cuanto le daba la espalda.

    Continuó ignorándolo hasta entrada la noche, y con insistencia continuaba tras él. La luna menguaba, pero todavía brillaba fuerte sobre aquella figura.

    “Así que quieres absorber mi agua, ¿eh?”, pensó sonriendo malicioso. Sacó su saco y fingió dormir en él durante un rato. “Nadie haga ruido”.

    Poco a poco el Cacturne se aproximó, y cuando se halló a escasos metros Rainbow liberó a Torchic. La exagerada llamarada sopló en él sin cesar, y Rainbow ordenó a Makuhita empujarlo con todas sus fuerzas. Dirían algunas personas que se encontraban en los alrededores haber visto lo que parecía ser una bola de fuego levantándose desde el desierto, ésta se apagó en medio del aire antes de caer de nuevo como una parábola.


    Tenía que superar mi debilidad al fuego; por lo que durante esos días Rainbow puso especial atención a mi resistencia en ese desierto. Me sentía mal de que cada vez que entrenábamos él terminara tan adolorido y agotado por usar el viridian mind para hacerme fuerte. Pensé que tal vez deberíamos volver a estar un tiempo sin usarlo, aunque sea sólo para que se recupere de los problemas que cada vez parecían aquejarlo más.

    El último día comenzó una gran tormenta de arena. Era tan fuerte que cualquier intento por intentar permanecer en ella era imposible. Sin embargo, encontramos una extraña torre echa de arena, y entramos en ella para refugiarnos.


    Poco después encontré ahí a ese entrenador que de repente comenzó a hablarle directamente a mi mente. ¿Qué había visto en mí? ¿Me necesitaba tanto? ¿Quería un pokémon tipo tierra? Me promete la gloria, un poder supremo e inigualable. Activo mi Trampa arena y comienza a hundirse. Si eres tan bueno sálvate. Saca entonces a un Swellow que lo levanta de mi trampa y envía un Electrike a combatir. Lo atrapo en un Bucle arena. Su fuerza es sorprendente, pues se escapa de un salto y me cae encima. Me ataca con electricidad, creo poder soportarlo pero entonces siento algo extraño: La electricidad de repente se siente como agua, me empapa y me siento débil entonces. ¿Cómo lo hizo si es un pokémon eléctrico? ¿Un ataque fuera de su naturaleza? No lo sabía; pero sin lugar a dudas quería yo hacer algo parecido. Poco después me siento dentro de unos confines, y mi nuevo entrenador me mira feliz a través del rojo de mi estancia.


    Continuó Rainbow explorando aquella torre hecha de arena. Recordó que cuando era niño y había estado en Hoenn había escuchado brevemente los rumores de una torre que aparecía en el desierto sin explicación, la Torre espejismo. No queriendo perder esa oportunidad, subió los pisos esperando llegar al final. En los pisos superiores la arena comenzó a volverse quebradiza. A penas el poner un pie sobre ella bastaba para que una parte se desmoronara y cayera al nivel inferior. Tuvo que hacer que Swellow lo sujetara para pasar volando sobre el frágil suelo. Se volvió larga y tediosa esa ascensión. La soledad que se sentía en aquel recinto motivaba la imaginación de Rainbow.

    “Una torre que aparece de la nada en un desierto… además es como una trampa para los que quieran explorarla. Es un gran misterio, alguien debería tomárselo más en serio”.

    Un dolor de cabeza le interrumpió sus pensamientos por un instante; mas no le dio tiempo de pensar mucho en eso, pues un momento después estaban en el último piso.

    La sala era la más alta de todas, con una pequeña plataforma en el medio. Al acercarse observó dos fósiles yaciendo como si fueran una ofrenda.


    Fósiles. ¡Fósiles! Un vacío terrible, ¿qué es esto? Nostalgia, dolorosa melancolía. Se acercó con la intención de tomar ambos.

    —¿Para quién es el segundo?

    La risa jovial, la mirada alegre.

    Cuál será el mío. No sé, tengo tiempo para decidir, sí. Tembló al sujetarlos. Mientras tanto yo te lo cuidaré, cuidaré el tuyo.

    —¡Qué amable! Ojalá te acordaras más de mí.

    Tembló el suelo y las paredes. Por un agujero que se generó en el techo se vio la arena volando y tapando levemente la luz del sol.

    Guardó ambos fósiles y ordenó a Trapinch que rompiera el suelo para crear un agujero hasta el primer nivel. Swellow lo bajó volando mientras sobre ellos el techo del último piso se desmoronaba sobre sí mismo, y el siguiente colapsaba sobre su propio peso como un efecto en cadena. Llegaron al suelo y salieron rápidamente.

    Volteó Rainbow a observar, entre la arena de la tormenta que poco a poco iba pasando, el resto de la torre caer hasta sus cimientos, y la arena que salió volando de ella fue arrastrada por el viento de la tormenta con sus últimos soplidos hasta que el sol volvió a salir completamente, sin que quedara vestigio alguno de las ruinas de la Torre espejismo.


    Si Rainbow hubiera salido más tranquilo del desierto, y no orgulloso y completamente desinteresado de los demás seres de ese mundo, habría escuchado a los dos exploradores que caminaban en dirección opuesta, hacia el desierto, y uno de ellos hablando acerca de la noticia del Cacturne que fue encontrado muerto hacía días. Hacía meses que no consumía agua y estaba desesperado, pues los cactus de los que se alimentaba estaban secándose también. Las quemaduras hicieron mucho daño, pero fueron apagadas durante su caída. Sin embargo, debido a su débil estado no pudo levantarse de nuevo y murió de deshidratación.


    Continuará...
     
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    Capítulo 22: Si puer cum puellula.


    sí, lo admití, sí, la amo"


    Rainbow



    El frío de su espina lo paralizó cuando Aurora se le aproximó, una leve bruma blanca cubría su desnudez, bruma que un cálido viento se llevó. ¿Aurora? Él acostado en un suelo de nubes. Silencio. La suave mano condujo la palma hacia sí. Es muy suave. El rostro rojo se acercó al rostro tembloroso, roce de labios; labios con las mejillas, las orejas, la barbilla. No resistió. Se levantó, la dominó. Quedó ella con la espalda en el suelo de nubes; él expuesto sobre ella. Sonrisa, mirada tierna que hubiera detenido las guerras más desastrosas, brazos como candados alrededor del cuello. El tedio entre ellos desapareció, comenzó el incesante retoce, retoce de sus labios, sus manos, sus cuerpos, y gritaron sus nombres en su ímpetu.

    Despierta.

    El bosque oscuro clareaba levemente los rayos del sol entre los árboles. Se oyen hojas; se huele la tierra; se siente el frío del aire.

    Se sienta.

    Mirada incrédula a la nada. Respira agitado y la cabeza entumecida. Algo le aprieta, algo se siente húmedo en él. Se inspecciona y ve la mancha.

    Se levanta.

    Con vergüenza se tapa. Mira alrededor: nadie.

    “Mudkip”, la despierta. “¡Mójame!”

    Sin reclamar obedece confundida. Despierta a los demás la conmoción. Se acercan y le preguntan qué le sucede ahora, algunos inquietos, otros fastidiados.

    “¿Qué melodrama te aqueja ahora?” Piensa Trecko.

    “No seas rudo, tal vez tuvo un mal sueño”, lo defiende Seviper.

    “No sucede nada malo”, tiembla Rainbow del frío, se mira de nuevo. “Todavía necesito que me mojes un poco más”.


    Sí, yo conocí al entrenador definitivo cuando estuvo en Hoenn, lo recuerdo aunque fue hace muchos años, todavía comenzaba a ser un adolescente. Fue en la posada de la abuela de la ruta 111, cuando un amigo, mi novia y yo estábamos de viaje de entrenamiento para prepararnos para la liga de Hoenn. Nos recibió la adorable anciana y nos dio una habitación para los tres. Esa misma noche llegó él mientras nosotros cenábamos. Al principio sólo nos fijamos en ese cinturón, que en aquel entonces apenas tenía espacio para los pokémon de una sola región, y mi amiga Tarka, dejándose llevar por la curiosidad y su buen humor natural, lo invitó a acompañarnos. Recuerdo que su respuesta fue acomodarse la gorra negra y retirarse sin decir ni media palabra. Como al día siguiente salimos todo el día no lo pudimos ver. Fue hasta que regresamos en la noche cuando lo encontramos de nuevo, sentado en uno de los sofás escribiendo en una libreta. Tarka volvió a invitarlo a cenar con nosotros; pero volvió a negarse. Le preguntamos a la abuela si ella sabía algo de ese entrenador y solamente respondió que él había derrotado a la familia de su hermana, que vivían al otro lado de la ruta. Al tercer día, Tarka preguntó directamente por su cinturón, esperando que no tuviera más opción que sociabilizar un poco. Recuerdo que él contestó: “lo encontré por ahí”, y regresó a lo que estaba escribiendo.

    Algunos de sus pokémon iban siempre acompañándolo fuera de sus pokéballs; aunque lógicamente no podían ser todos por falta de espacio en ese lugar, y cuando Tarka le preguntó si también estaba entrenando para la liga contestó que no. A pesar de todo eso, mi amigo Zíyi lo retó a un combate, sintiéndose excesivamente seguro de su habilidad; pero una vez más se negó a tener algo que ver con nosotros.

    Les dije que lo mejor era dejarlo en paz; pero Tarka, tan obstinada como siempre, directamente le preguntó su edad, y respondió que dentro de pocos días cumpliría catorce años. Cuando Tarka llegaba a ese punto era casi imposible hacerla parar. Lo animó para que su cumpleaños lo festejaran ahí, creyendo que así le daría ánimos, pues nos dijo que se veía demasiado serio y triste para su edad. Zíyi convenció a la abuela para que nos dejara hacer una pequeña fiesta, y cuando ella dijo que le parecía una buena idea, sorpresivamente Rainbow accedió. Sin embargo, yo fui el único que pareció percibir una mirada en él como si planeara algo malvado. Tal vez exagero, pero en aquel tiempo así fue como lo percibí.


    —Tu Ralts es muy bonita, ¿desde hace cuánto la tienes?

    —La capturé poco después de llegar a Hoenn, hace casi un año.

    —Y así que a pesar de no interesarte en la liga ya tienes tres medallas, ¿cómo fue tu experiencia en los gimnasios?

    —Podría decir que fueron un momento de reflexión, tal vez no es la palabra exacta que buscaba, pero quiero decir que el viajar a tantos lugares te replantea muchas cosas de tu vida.

    —¿Has viajado a otras regiones?

    —Quiero decir, solamente en Hoenn. Soy originario de Kanto.

    —Nosotros somos todos de Almia.

    —¿Almia?

    —Sí, yo siempre quise ser un ranger; pero descubrí que mi vocación resultó ser entrenador.

    —¿Qué te hizo cambiar de idea?

    —Hmmm, no estoy seguro de que fuera un único evento lo que me hiciera cambiar. Comencé la escuela de rangers y ahí conocí a Tarka, nos enamoramos y comenzamos a descubrir que nos gustaba más entrenar. Cuando nos fuimos de Almia prácticamente no sabíamos mucho de entrenar pokémon.

    —Y ahí es donde me conocieron a mí cuando fueron a Johto. Prácticamente yo les enseñé lo importante.

    —No presumas, Zíyi. ¿Y tú, Rainbow? ¿En qué momento decidiste ser entrenador?

    —Así que ambos se enamoraron y se dieron cuenta de que los gustaba lo mismo, y por eso ahora están viajando juntos.

    —Así es.

    —Si solamente uno de ustedes hubiera querido ser entrenador y el otro… cualquier otra cosa, ¿qué habría sido de ustedes?

    —Bueno, nos hubiéramos puesto muy tristes; pero habríamos intentado que funcionara… ¿eh?


    El rostro se le notó triste cuando hubo pronunciado esas palabras.

    —Ya veo, así que tienes un problema amoroso.

    —¡Tarka, no seas ruda! —reclamó Irgend apenado.

    —Vamos, no tiene nada de malo hablar de esos temas, más cuando ya está en la edad.

    Sorprendentemente el rostro de Rainbow enrojeció, no sabía si de ira o vergüenza, quizás una combinación de ambas. Seviper permanecía enroscado alrededor de su cuello con suavidad, y se preocupó de verlo así.

    —No, tienen razón —contestó con voz sombría—, estoy triste por una chica.

    Tarka rió triunfal.

    —Lo sabía. Eso es algo que el corazón no puede ocultar. ¿Cómo se llama?

    —Aurora. Ella es mi amiga desde la infancia.

    —Ya veo, ¿y qué significa ella para ti?

    Por más que Irgend insistía que no se metiera en su vida personal, Rainbow parecía no querer oponerse a eso. Zíyi e Irgend prácticamente permanecieron como incómodos espectadores.

    —Pues… últimamente he estado soñando mucho con ella…

    —Eso es normal —dijo Tarka—, cuando estás lejos de la persona que quieres lo mejor es poder soñar con ella. Pero no me has dicho, ¿qué sientes tú por ella?

    Rainbow palideció.


    ¿Qué debía haber contestado? Yo, el entrenador definitivo, destinado a la gloria del entrenamiento pokémon, una vez más humillado por mí mismo. Mi viridian mind me traiciona, mi memoria me traiciona, mis hormonas me traicionan ahora también. Todos esos momentos de descansos en los que, por algún momento de descuido, recordaba el celular siempre presente en mi mochila y desviaba la mirada. Cada vez que entrenábamos, cuando una vez entrenaba a Makuhita para poder golpear a los del tipo fantasma con ayuda de Shuppet, cuando enseñé a Sableye a volar, cuando comencé a hacer que Mudkip superara su debilidad contra Electrike, había un breve momento en el que sentía que algo faltaba en todo mi viaje. Tenía las medallas, tenía el entrenamiento mejorando poco a poco, tenía incluso el apoyo de un profesor. Sin embargo, una vez más lo digo, mi viridian mind me traiciona, y mi memoria es mi pago para que no lo haga. No tenía tiempo para andarme preocupando por esos temas, no era verosímil. Sin embargo, ¿por qué no tuve las fuerzas para irme de ahí, para callarles la boca, para lo que fuera, menos para responder? Pensé por un instante, sólo por un instante, que quizás todos estos problemas fueran por la falta de algo mucho más indispensable en mi vida. Recordé a la pobre Ralts y cómo la falta de amor de su madre la había convertido en una pokémon que me tenía rencor, que me culpaba aunque no lo admitiera, y que yo no había sido capaz de sustituir ese amor. Y amor, pensé, era lo que me había estado faltando, no sólo saberme amado por otra persona, sino amar yo también. Ahora pienso que fue ingenuo de mi parte pensar así, tal vez solamente trataba de justificar los sentimientos de mis hormonas. Pero aun así, por la razón que haya sido, sí, lo dije, la amo, sí, lo respondí, la amo, sí, lo admití, sí, la amo.


    La mañana que Rainbow cumplía catorce años su habitación apareció vacía, la ventana abierta y el dinero de la abuela en la mesa. Fue una decepcionante fiesta sin festejado, y sintiose Tarka culpable por haberlo ahuyentado a causa de su vergonzosa plática, para la cual tal vez todavía no estaba listo. Y se encontraba Rainbow lejos, comenzando a sentir en su nariz la ceniza volcánica a la que se dirigía arrogantemente.

    Continuará...
     
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    Dos capítulos... raros. Me apena que no sigas escribiendo y que el último capítulo date del dos de junio... pero en cierto modo te entiendo, bien se deba la ausencia de continuaciones a la ausencia de comentarios, algo muy desalentador a lo que ya estoy yo mismo acostumbrado, o bien se deba a que otros fics/asuntos atraen tu tiempo. Aun así, te pido humildemente que continúes este fic. Es demasiado bueno para que acabe inconcluso. Sabes que siempre contarás con mi lectura y comentario (siempre que pueda), tarde más o menos en hacerlo, siempre leeré a Rainbow.

    Bueno; como decía, capítulos raros. Probablemente más por la forma en que están escritos que por el contenido en sí. La verdad se me hizo un poco confuso, a veces no sabía quién estaba narrando y no comprendía del todo qué estaba sucediendo (por ejemplo, sigo sin saber dónde estaba Rainbow cuando hablaba con esa Tarka y demás, ni quienes eran esos que parecían ser exrangers, y me costó mucho seguir el capítulo 21, aunque el final del Cacturne -que por cierto me sorprendió bastante- me ayudó algo a comprender algunas cosas). Igual es solo mi opinión, pero a mí me gustaba más tu estilo clásico de escritura.
    Aunque no dejo de decir que me resulta confuso, en cierto modo este estilo de narrar concuerda con la situación que vive Rainbow, con todos los problemas que sufre. Su mente está tan confusa como lo es la narración. Posiblemente mucho más. entre el dilema de Aurora y del Viridian Mind... comprendo cómo lo está pasando el entrenador definitivo.

    Confusiones aparte, debo decir que me hizo mucha gracia la escena de la mancha xD Ah, la pubertad. Una época de vaivenes, confusiones, y como bien dice Rain, guerras de hormonas. Madre mía, se hace curioso ver cómo un personaje crece desde ser un niño de once años a ser un adolescente, viendo cada uno de los cambios que en él se producen, y cómo se producen.

    Ah. Debo remarcarte algo, debo hacerlo, aunque sé de sobra que fue una errata, pero bueno: pusiste una vez en el capítulo 21 "echa de arena" cuando ese "hecha" lleva "h". Un profesor me decía: "O echas la hache, o la hache está hecha". Una frase estúpida, pero oye, con ello siempre lo recuerdo xD Repito: sé que lo sabes de sobra y que solo fue una confusión, pues tres líneas más abajo lo has escrito bien; pero debía decírtelo.

    Sin más, te saludo.
    GL.
     
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    ...Continuando

    Capítulo 23: Flauta de cristal.


    “Bueno, no espere que los prodigios se logren a la primera"


    Rainbow


    Señor Bái Semt. Taller de vidrio de la ruta 113. Sentado a la entrada de su casa después de tomar sus medicamentos:


    Ese día escuché a alguien tocando la puerta. Estaba ocupado haciendo una Mesa bonita, y tal interrupción me puso un poco de mal humor. No importaba cuánto gritara que ya abría, el que estaba al otro lado de la puerta tocaba con cada vez más insistencia. Al abrir me encontré con un niño, le calcularía tal vez siete años; vestía de Rangel, y me miraba con unos penetrantes ojos de soberbia. Me dijo “¿Es usted el señor que fabrica flautas con ceniza del volcán?” Ese día el monte cenizo había expulsado más ceniza de lo habitual, así que no me sorprendió ver al niño acompañado de varias bolsas llenas de ese polvo responsable de que casi nadie pudiera soportar este ambiente. Le dije que sí y lo dejé pasar. Ya había supuesto que había oído de mí y quería que le fabricara una flauta. En aquel tiempo estaba tan ocupado en mi trabajo y mi nieta era demasiado pequeña para ayudarme, por lo que ofrecía fabricar un objeto de cristal gratis a cambio de una buena cantidad de ceniza, y la cantidad que me había traído era suficiente para no tener que salir a recolectarla yo mismo por unos días. Me pidió entonces que le fabricara una Flauta azul, que sirve para despertar pokémon dormidos, y mientras mezclaba la ceniza en el fuego él permaneció impaciente sobre una silla. Le dije que podría tardar un poco; pero dijo que no le importaba. Había algo en él que me llamaba la atención. Quizás solamente era lo diferente que era su actitud en comparación a otros rangers que había conocido en mi vida, pues me parecía demasiado serio y preocupado para su edad; miraba a veces al horizonte con aire soñador y la boca mascullando arrogantemente, tecleaba la silla con los dedos con impaciencia, pero nunca me preguntó cuánto faltaba. A veces estornudaba, obviamente no estaba acostumbrado a este ambiente lleno de ceniza a diferencia de mí.

    Rato después, cuando sólo faltaba esperar a que el fuego completara el trabajo, le pregunté amablemente “¿para qué quieres una Flauta azul?”, y por un momento me arrepentí por lo inútil de mi pregunta, puesto que si era un ranger debería saber el funcionamiento de la flauta, o al menos así lo pensé. Sin embargo, él contestó sonriendo y señalándose con el pulgar “porque quiero intentar un pequeño experimento, y si lo logro habré hecho algo excepcional”, eso me hizo sentir una extraña curiosidad, así que pregunté qué era, y él contestó “quiero probar si, al usar la flauta en un pokémon dormido, puedo yo de algún modo adquirir la habilidad de despertar a los pokémon sólo con pensarlo”. Esa respuesta casi me hace reír, a duras penas logre contener la risa; pero él siguió con esa mirada de seguridad. “¿Cómo esperas que por usar una flauta adquieras esa habilidad?”, pregunté. Él contestó “eso es precisamente lo que espero lograr”. Ya me estaba animando por verlo intentar tal tontería, así que cuando la flauta estuvo lista tomé mis pinzas y la saqué de las brasas, y la dejé en la ventana para que se enfriara. Mientras esperábamos, él me retó a que sí podría lograrlo ahora si había un pokémon cerca; así que llamé a mi Skarmory, mi viejo amigo de naturaleza perezosa al que le encantaba dormir la mayor parte del día, y solamente despertaba para comer o cuando necesitaba que me llevara volando a algún lugar.

    Cuando la flauta se enfrió, liberé a mi Skarmory, el cual se despertó por breves momentos, pero lo acaricié y le dije que podía volver a dormir, y más tardé yo en decir eso que él en tumbarse sobre el suelo de madera. En ese estado, el chico se le acercó y puso su mano sobre su cabeza. Vi cómo se concentraba, me dio algo de gracia, pensé que tal vez era cosa de rangers. Entonces tomó la flauta y la sopló. El sonido cristalino era apenas audible para los humanos, pero para mi Skarmory parecía un ruido muy agudo visto el movimiento de fastidio de sus ojos cerrados. Se despertó dando un bostezo. Todo ese tiempo, el chico mantuvo el rostro sumamente concentrado. “Creo que ya lo tengo”, dijo al fin, “haga que se vuelva a dormir”. Ni siquiera tuve que decirle nada al pokémon, pues al notar que no había nada de comer ni que requería de su ayuda, él sólo volvió a echarse y durmió de nuevo. Dejó el niño a un lado la flauta, puso sus manos en su cabeza y se concentró más que nunca. Lo observé todo ese rato sin creerme un momento nada de eso. Parecía preocuparse de no poder conseguirlo y su cabeza comenzó a tornarse roja. Instantes después, el llanto de mi nieta, que dormía en la cuna del cuarto contiguo, rompió el silencio del momento. Riendo, la levanté y la traje cargando a la sala. Sin pretender ser ofensivo, le dije riendo que se había equivocado sobre a quién debía despertar. Él se veía molesto, tomó su flauta y dijo bruscamente “Bueno, no espere que los prodigios se logren a la primera”. Iba a decirle que no se enojara tanto, pero no pude ya que salió del taller sin siquiera despedirse. Me sentí un poco mal por él, pero luego recordé que aún tenía muchos encargos que hacer y me avergoncé por ese momento de curiosidad. Sea como sea, me pregunto que ha sido de ese niño hoy, cuyo nombre ni siquiera supe.


    Le parecía a Rainbow que había muchísima más ceniza que la última vez que estuvo en esa ruta. Hacía que Swellow alejara con su aleteo la ceniza que le caía para gozar de unos segundos sin suciedad. Pedía que Mudkip le mantuviera la cara limpia y le lavara los ojos en caso de que le entrara ceniza; lo que ocurría constantemente. Estuvo a punto de enviar al demonio su regla autoimpuesta de tener que recorrer todas las rutas de las regiones a pie al menos una vez, para simplemente subirse en su pokémon volador y llegar al siguiente pueblo, cuando divisó el taller del cristalero, y, acordándose de lo que había ocurrido hacía años, se le ocurrió hacerle una visita para echarle en cara que ya había podido lograr lo que no pudo en ese primer intento con la flauta.

    La abrió la puerta una niña, parecía tener la misma edad que él cuando estuvo ahí hacía años.

    —¿Sí? —dijo la niña.

    —¿Está el cristalero? —preguntó Rainbow con impaciencia.

    A la niña se le ensombreció la cara, y por un momento sólo gimoteó. Entonces un adulto salió preguntando quién era.

    —Estoy buscando al cristalero —dijo Rainbow, ya algo confundido, al hombre joven que parecía ser el padre de la niña.

    El hombre tampoco supo qué decir por un momento.

    —Lo siento… ¿le habías dado algún encargo? —preguntó.

    —No… solamente quería… pasar a saludarlo.

    Vio Rainbow que ese hombre tenía puesto un delantal parecido al del cristalero, y tras él el fuego continuaba brillando. El nuevo cristalero, intentando no verse muy triste, dijo:

    —Él era mi padre… me temo que murió hace unos días y… yo estoy ahora a cargo.

    Rainbow no supo por qué no dijo nada, sino que de su boca salió un “Ah” como un suspiro y retrocedió unos pasos.

    —Lamento su pérdida —dijo agachando la cabeza antes de irse de ahí.

    Llegó un tiempo después a pueblo Pardal. Su primer impulso fue dirigirse a un P.C. de un centro pokémon, y entre todas las cosas que tenía almacenadas en su cuenta encontró aquella flauta azul. La sacó. Por un rato se quedó sentado, pensando en qué era lo que le hacía sentir tan miserable en ese momento.


    Días después, cuando la niñita se disponía a salir para recoger ceniza, encontró una Flauta azul en la entrada de su casa, sucia de ceniza y con leves arañazos de garras de un pokémon volador.


    Continuará...
     
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    ...Continuando

    Capítulo 24: Por el camino del puente.



    “Si algún día conoces a una chica llamada Aurora, dile que no me conoces si por casualidad pregunta"


    Rainbow


    No son pocos los documentos que han llegado hasta nuestros días que pretenden esclarecer el misterio de la vida y andanzas del entrenador definitivo antes de volverse la leyenda tras el gran choque que formó a Nova. Es casi imposible comprobar si algunas de esas anécdotas fueron escritas por personas que lo conocieron personalmente, o adiciones posteriores escritas adrede para sacar a relucir (o incluso exagerar) hechos en su vida durante los años anteriores y posteriores a la leyenda. Algunos de esos escritos llegan tan lejos como para atreverse a estar escritos en primera persona, mezclándose con los escritos de los cuales sí tenemos certeza de su autoría por parte del entrenador mismo. Los análisis entre los estudiosos tampoco se ponen de acuerdo: los escritos difieren tanto en su estilo y en las anécdotas que relatan que no hay manera de saber qué fue y qué no fue escrito personalmente por el Héroe.

    Uno de esos escritos que llegó recientemente a mis manos parecía, sin embargo, cumplir con algunas características comunes entre los documentos que afirmaban haberlo conocido con certeza. Desafortunadamente, gran parte también tenía similitud con los documentos que hasta la fecha están catalogados como falsos. El profesor Dáran Sínt, un reconocido historiador y colega mío especializado en el entrenador definitivo, realizó un estudio sobre la particularidad de este documento de corta extensión, el cual nos relata, sin exagerar detalles, un encuentro que ocurrió en la ruta 114 de la entonces región de Hoenn, entre el legendario entrenador y una persona que se identificaba como Lanette*, una de las creadoras del sistema de almacenamiento pokémon de aquella región. Dicha carta comienza con estas palabras:

    “Salí a dar un paseo por el puente, para relajarme un poco después de estar trabajando todo el día en mi sistema de almacenamiento pokémon, y fue ahí que lo vi por primera vez. Estaba chapoteando en el agua, en ropa interior, jugando con muchos pokémon…”

    Por un lado, al tratarse del escrito de una persona que jugó un papel importante en la historia pokémon, al igual que su hermana Brigette o Bill, a muchos no le quedaron dudas de que fuera auténtico; nadie imaginaba una razón por la cual mentirían de ese modo, siendo que, posteriormente, otros documentos confirmarían que ambos llevaron una buena amistad y gran admiración por las habilidades del otro. Lo que responde el profesor Sínt es que probablemente se trate del primer caso registrado en el que alguien suplante el nombre de un tercero en vez del propio nombre del entrenador, lo cual nos llevaría a reexaminar todos los documentos relacionados a su vida escritos por otras personas prominentes de su tiempo, tales como el profesor Oak, el famoso entrenador Red, o el campeón Lance. Pero eso es otro asunto.

    La carta continúa contándonos de cómo, al conocerse en el puente, el entrenador llegó hasta su casa. Las razones por las que habría aceptado son ambiguas. Se nos dice que:

    “…parecía un chico alegre, me animó mucho ver a alguien que se llevara tan bien con sus pokémon. Cuando me dijo que usualmente dormía a la intemperie a causa de sus viajes, sentí algo de pena y le propuse que se quedara en mi casa. El aceptó después de pensarlo un momento…”

    El profesor Sínt señala que es poco probable que alguien como Lanette ofreciera su casa para albergar a alguien que acababa de conocer, sin importar lo simpático que le pareciera. Eso y que Rainbow también aceptara tan repentina muestra de bondad hace dudar de la veracidad de la historia. Pero pronto surge una conversación entre ellos, en la cual sale a relucir la familiaridad de Rainbow con el sistema de almacenamiento pokémon, el cual inmediatamente relaciona con el de Bill, en Kanto. La carta dice que:

    “…entre todo el desorden y basura desperdigada en la casa, lo primero que notó fue la máquina que estábamos creando mi hermana y yo. Para mi sorpresa, dijo que había conocido a un chico en Kanto, llamado Bill, que ya había inventado lo mismo, y comenzó a hablarme de cómo él mismo había sido el primero en probarlo. Sentí muchas ganas de conocer a ese joven en persona…”

    Lo cual concuerda con los datos que tenemos de la historia del sistema de almacenamiento y transporte pokémon. El propio Bill, durante una entrevista realizada en Johto (archivo que ha llegado hasta nuestros días), admitió que las hermanes Lanette y Brigette habían sido de vital ayuda para llevar el proyecto a escala mundial, y en la misma entrevista, la misma Lanette dijo que nunca lo habría conocido si una persona, la cual prefirió mantener en el anonimato, no le hubiera hablado de Bill. Era bien sabido que el entrenador definitivo prefería mantenerse lo más desconocido posible, como lo comprueban todas las ligas pokémon en las que compitió disfrazado y con nombres falsos. Por lo tanto, esta carta podría ser la clave del cómo Lanette decidió asociarse con Bill. El resto de la carta mantiene observaciones y hechos muy superfluos como para que valga la pena analizarlos aquí, pues básicamente se trataban de conversaciones con respecto a los pokémon y a su viaje. Extrañamente, es de los pocos escritos que no mencionan alguna demostración con su viridian mind o algo al respecto a su entrenamiento. No hay batallas, ni pláticas sobre su objetivo de ser el entrenador definitivo, como la mayoría de los documentos sobre él mencionan.

    El profesor Sín en este punto dice que eso sería una prueba de que el escrito era auténtico, ya que implicaba que había sido escrito bastante tiempo antes de la inmensa mayoría de los otros documentos, los más antiguos de los cuales datan desde el mismo año del choque, con lo que podría tratarse del documento más antiguo no escrito por Rainbow mismo. Pero luego, el profesor Sínt alega que no tendría sentido que Lanette se hubiera tomado la molestia de registrar por escrito tal encuentro con el entrenador definitivo, en el cual lo único relevante habría sido el haber oído hablar de Bill.

    Otro punto sería la mención que hace la carta de los pokémon que en aquel entonces había tenido Rainbow. En la carta se mencionan a Mudkip, Torchic, Treecko, Kirlia, Slakoth, Swellow, Makuhita, Sableye, Ninjask, Seviper, Electrike, Shuppet y Trapinch. Dato que concuerda con la información que ha podido hacerse pública sobre las famosas libretas de entrenamiento de Rainbow, en las cuales llevaba un registro meticuloso del progreso de sus pokémon en cada fecha y lugar que visitaban. Pero de nuevo, al profesor Sínt le parece sospechoso que Lanette hubiera podido recordar a tantos pokémon a no ser que se hubiera puesto a escribir apenas Rainbow se hubiera marchado. Ante eso, otros especialistas han alegado que Lanette, al haber sido una chica genio, sí hubiera podido recordar los pokémon que tenía en ese momento.

    La carta termina con Lanette relatándonos cómo Rainbow pasó la noche ahí, y al día siguiente se encaminó hacia la Cascada Meteoro, y es este último párrafo el que ha levantado más controversia, no sólo con respecto a la autenticidad de la carta, sino también por pretender revelar información insólita con respecto a la figura del entrenador. El profesor Sínt prefiere usar el término “información insólita”, aunque todos los que la hemos leído concordamos en que exagera en su eufemismo, pero sin negar que sea, sin lugar a dudas, un dato que podría ser catalogado como vergonzoso. Desafortunadamente, no poseo la autoridad para transcribir el polémico párrafo en su totalidad. Por respeto a la imagen del héroe, el comité ha decidido sólo hacer pública las líneas finales, y que cada quién saque sus conclusiones:

    “…Antes de irse, todavía no me miraba a los ojos. Me pregunté si se había dado cuenta de mí anoche, y me sentí incluso más avergonzada y triste que él. Dijo que se dirigía a la Casada Meteoro para atrapar a un pokémon que hacía mucho tiempo que quería. Y antes de partir, me dijo: “Si algún día conoces a una chica llamada Aurora, dile que no me conoces si por casualidad pregunta”. Y se fue.”


    Nota del investigador:

    Poco tiempo después, llegó a nuestras manos un nuevo documento que prometía esclarecer el misterio tras esta inusual anécdota. Para obtener una información más completa y actualizada, les recomiendo leer el libro “Por el camino del puente: los amores del entrenador definitivo”, de mi estimadísimo colega, el profesor Dáran Sínt.

    *En los videojuegos Lanette se llama Auredia.


    Continuará...
     
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