Imperio de Elérea Poblado de Doli

Tema en 'Final Fantasy: Crimson Sky' iniciado por MrJake, 14 Julio 2021.

  1.  
    Lucas Diamond

    Lucas Diamond Dios de FFL

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    Rigel Betelgeuse

    Entramos en Doli tras acabar con los medulimos, libres ya de monstruos. La muralla seguía sin estar completa; tampoco podía esperar otra cosa, pues la piedra era un material difícil de conseguir en los Montes Elroy. Decidimos entrar para intentar aportar algo de ayuda, y de paso para asegurarnos que la familia de Biggs y Wedge estaba a salvo.

    Compro dos zanahorias (120 guiles)
    Compro un pico para la misión (200 guiles)

    Síntesis:
    Trigo dolinés + Zanahoria eleana + Leche de garula + azúcar de savia.
    Trigo dolinés + lubina de hitoki + puerro dorado

    - Henry, granjero campechano
    >> Solicitar: 90%

    - Aurora, pastelera amable
    >> Solicitar: 70%

    - Lysa, soldado eleana
    >> Solicitar: 70%


    Activamos la misión secundaria siguiente:
    - El último adiós (en Doli, requiere a Rigel, requiere a Wedge y Biggs en el barco)
     
    Lucas Diamond ha tirado dados de 99 caras para Henry Total: 76 $dice
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    Lucas Diamond ha tirado dados de 99 caras para Lysa Total: 6 $dice
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  2.  
    MrJake

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    El último adiós

    Rigel y su grupo entró en Doli, para aprovisionarse y hacer una visita. El pueblo se seguía conservando, sorprendentemente; pese a que la muralla parecía no progresar, azotada por la falta de materiales, guerras de la zona y continuas lluvias que no permitían avanzar en el proyecto, el lugar se mantenía a salvo de monstruos, sus aldeanos siempre aguerridos en las batallas contra los monstruos.

    Y mientras Rigel se separaba por unos momentos de Erin y Brigid, rememoró a sus dos oficiales más fieles, los gemelos, pues aquella era su villa natal. Y, además, Rigel debía tener recuerdos impregnados allí, también: fue donde toda aquella locura de viaje, prácticamente, comenzó. Tras la incursión en el Bosque de Elérea y creer muerto a Wedge, Biggs, Rigel y Kein regresaron allí, se refugiaron, reflexionaron sobre su futuro, y... de allí mismo salieron, dispuestos a averiguar la verdad. Y todo se precipitó después, uno a otro, los eventos cayendo en cadena.

    Pero algo tenían en común todos ellos. Siempre que Rigel los necesitaba... los dos oficiales aparecían. Estaban ahí. Qué curioso que cuando se quiso dar cuenta, miró hacia delante, y se vio frente al mismo cementerio en que Biggs se decidió, tiempo ha, a seguir adelante, incluso si su hermano no regresaba. Donde la hermana de ambos yacía enterrada.

    —Qué recuerdos...

    La voz sonó tras él, y, al girarse, Rigel los vio acercarse. A Biggs y a Wedge, los dos caminando hasta acercarse.

    —... es un alivio regresar —comentó Wedge, mirando en ambas direcciones—. Todo está igual, por suerte. Entre una cosa y otra, no hemos parado, ¿eh? La última vez que pasé fue cuando estuve con Erin, Aidan y Kein...

    —Hace más tiempo desde que pasé yo por aquí, todavía —comentó Biggs—. Solíamos volver mucho, a verla a ella. La última vez... me despedí. En aquel momento no sabía ni si iba a volver, la verdad. Y míranos. Aquí estamos, otra vez.

    —En una situación muy distinta, donde nunca pensaba estar. Si me llegan a decir que iba a acabar de piloto de un barco que vuela, ¡desde luego, no me lo creería!

    Wedge y Biggs rieron ligeramente, y caminaron un poco hasta acercarse a la puerta del cementerio. Al pasar a su lado, Biggs le puso una mano en el hombro a Rigel, y le dijo:

    —... ven, jefe. Vamos a visitar a nuestra hermana. Me gustaría que estés con nosotros, ¿vale?

    ***

    Poco después, la tumba, siempre con flores frescas, se mostraba allí de nuevo, ante ellos.

    —... cuando iniciamos este viaje —dijo Wedge, agachado frente a la tumba, mirándola fijamente—, partiendo de nuestra entrada en el ejército, lo hicimos con la intención de ser útiles para el desarrollo de la tecnología magitek. Creíamos que así se evitaría que más gente muriese por el excesivo uso de magia.

    —Al final, resultó que estábamos equivocados —siguió Biggs, agachándose poco a poco junto a él—. La tecnología magitek es una farsa, y me hizo... hacer cosas terribles, a mí y a más gente.

    —Y ahora sabemos que la magia en sí no fue lo que mató a nuestra hermana —suspiró, mirada agachada—. Fue esa energía, ¿verdad que sí? El vacío que pudre poco a poco a humanos, demonios y ángeles por igual.

    —Ella solo era más susceptible, porque constantemente usaba la magia, y por tanto consumía esencia... ¿verdad? —reflexionó Biggs—. Pero no entiendo muy bien cómo pudo tener tal exposición al vacío como para, directamente, enfermar y morir. No pasó por un monstruo, ni nada similar, solo pereció.

    Wedge negó con la cabeza.

    —Supongo que no importa, porque quizá nunca lo sepamos del todo. Lo que sí importa es que... yo, al menos, siento que nada ha sido en balde. Aunque hayamos perseguido un suelo efímero en la energía magitek, nos ha servido para descubrir muchas cosas sobre el mundo, y sobre mí mismo. En lo que nos equivocamos no fue en la solución... sino en el problema.

    —... si logramos de alguna manera controlar el vacío, nadie más sufrirá —siguió Biggs—. Ni ángeles, ni demonios, ni humanos. Acabar con ese yugo invisible que tiene Ilumbra, y luego... ponerle alguna solución. Eso es lo que hay que hacer.

    Ambos se levantaron, se giraron y sonrieron mirando a Rigel.


    —Y cada día estoy más convencido, jefe, de que eso es algo que tú puedes lograr —dijo Wedge—. Has sobrevivido a muchas cosas, y sigues en pie. Siempre has buscado la verdad y llegado hasta el final, y tienes la fuerza y la voluntad para no rendirte nunca.

    —Y además —siguió Biggs—, ahora tú eres uno con la magicita, ¿no? Nosotros buscábamos un uso alternativo de la magia para salvar vidas, y aunque no sea ese el problema que debemos solventar, a la vista está que se pueden salvar vidas con ese "uso alternativo". Solo nos equivocamos de uso.

    En ese momento, Biggs miró a Wedge, cómplice, y ambos asintieron. Wedge tomó aire, y dijo:

    —P-Perdónanos por esto, sé que no querrás, pero... los rumores corren como la pólvora en ese barco, y... no podemos no hacerlo. ¿Listo?

    De pronto, ambos gemelos pusieron la mano en el pecho, juntaron los pies con rigidez militar y llevaron las manos a la frente, en saludo formal. Hablando al unísono, dijeron:

    —¡Nosotros, Biggs y Wedge, ciudadanos del gran Imperio de Elérea... ante Su Majestad el Príncipe Gael juramos prestar nuestro servicio, espada, cuerpo y alma, al país y a la noble estirpe del Emperador! ¡Ante Su Majestad entregamos nuestro honor, ofrecemos la protección que merecen nuestras fértiles tierras, y por la sangre imperial prometemos dar la nuestra!

    Eran... las frases de juramento que daban los nuevos soldados cuando se incorporaban al ejército. Normalmente juraban ante el propio Emperador, pero la normativa exigía, únicamente, hacerlo ante un miembro de la familia imperial. El propio Rigel tuvo que decir aquellas palabras, tiempo ha. Por supuesto, no solían estar físicamente delante del Emperador, y era más bien una formalidad que se hacía frente a Comandantes o Titanes. Wedge y Biggs también juraron ya en su debido momento, en su nombramiento como soldados, y... lo hicieron delante de él. Ahora, lo repitieron. Pero esta vez juraron ante el "príncipe Gael".

    Ante él.

    —¡Gloria al príncipe Gael!

    Y los dos, lentamente, hicieron una reverencia. S-Se sentía un tanto extraño, después de tanto tiempo trabajando codo con codo. Nunca supieron, pues ni siquiera Rigel lo sabía, que él era un príncipe; y realmente, no lo era a efectos prácticos, pues nunca se crió como uno, nunca se sintió como uno, y nunca pretendió ser uno. Pero aquel gesto de los gemelos era mucho más que un simple juramento formal. Era su forma de decirle a Rigel que ya no juraban al Imperio per se, que ya no luchaban por defender una bandera; ahora, habían cambiado su juramento al príncipe. A él.

    Era su manera de cambiar sus votos, un gesto simbólico que significaba que siempre estarían a su lado, no al lado del Imperio o del Emperador. Técnicamente, tenía la misma validez que cualquier otro acto formal del estilo... porque no dejaba de ser un príncipe, aunque no quisiese.

    Poco a poco, los dos se incorporaron, y Biggs, algo más avergonzado que su hermano, rascó su nuca, desviando la mirada.

    —... s-se sintió un poco más raro de lo que esperaba, pero... eso, jefe. Lo que has oído. Lo decimos en serio, y tal...

    Wedge puso una mano en el hombro de su hermano, y habló, con más confianza, como solía ser frecuente:

    —Pase lo que pase con Elérea, en estos tiempos oscuros... nuestra lealtad es hacia ti. Y eso va a ser así siempre. Decidas hacer lo que decidas con tu propio futuro y el de la nación, esté o no en tu mano... nosotros seguiremos velando por ti, estemos cerca o lejos, ¿v-vale?

    Una última mirada entre los gemelos sirvió para que ambos confirmasen el último de sus gestos. Wedge, entonces, sacó un objeto de su bolsillo, y Biggs otro. Pequeñas estrellas de colores, una especie de amuletos brillantes, aparentemente hechos de plata y otras piedras preciosas.

    —Creo que nunca hablamos de esto, es... algo muy personal. Son amuletos que hizo nuestra hermana —dijo Wedge, hurgando en su otro bolsillo—. Antes de venir aquí, nos pasamos a por el tercero... el que le perteneció una vez a ella. Nunca te dijimos su nombre, ahora que lo pienso, ¿verdad?

    Sacó el tercer amuleto, idéntico a los anteriores, pero... con una energía especial, que Rigel, como Dotado, podía sentir. Se sentía cargado de algo, quizá magia, quizá esencia, quién sabe. Pero era una sensación familiar, como... como la de Rubí, o la de Fámfrit. ¿Otro esper...?

    —... se llamaba Arianna —siguió Biggs, mirando con una sonrisa melancólica el amuleto que le pertenecía—. Y desde que murió, hemos conservado los tres amuletos que llevábamos siempre, desde que éramos niños. Pero...

    —... queremos que tú tengas el de Ari, jefe. Porque el amuleto para nosotros simboliza una unión irrompible, ¿sabes? Yo quiero creer que a Biggs y a mí nos ha dado suerte tenerlo; ambos hemos escapado de situaciones terribles. Y después de lo que sucedió en la Algaba, bueno...

    —¡Queremos que te proteja a ti también! —dijo Biggs, entregándoselo a Rigel—. Ari lo habría querido, ¿sabe? Que su amuleto siga ayudando a nuestros seres queridos.

    Algo avergonzados, los dos hermanos pasaron junto a Rigel, poniendo cada uno una mano en un hombro de este, y comenzaron a alejarse, tratando de quitarle algo de hierro al asunto. Fue Biggs, claro, el que más lo intentó.

    —¡Y sabes qué, Wedge y yo hemos estado practicando con Cid! La energía magicita no es muy distinta a la magitek, conociendo una, conoces la otra... pero eso no se lo digas al enano, que nos echa de una patada del barco.

    —P-Por lo menos podremos ayudarte con eso, para tus nódulos, ¡seguro que te viene bien!

    —¡Hombre, que si le viene bien! ¡Yo digo que nos debe una comilona a cambio de tremendo favorazo, ¿que no?!

    —¿P-Pero todavía te queda dinero, jefe? Por el barco se comenta que los guiles escasean a veces...

    Ah, esos dos no tenían remedio, ¿eh...? Pero siempre fueron los mejores soldados que Rigel pudo pedir. O quizá, mucho más que soldados.

    Mientras los tres se alejaban, dejando atrás la tumba de Arianna, una pequeña ráfaga de viento hizo que un pétalo de una de las flores que había sobre esta saliese volando ligeramente, cayendo frente a la lápida. Casi parecía que Ari, desde ahí, les deseaba lo mejor, de alguna forma.

    Evento "El último adiós" completado.
    Rigel obtiene el objeto clave "Siemprejuntos". Actualizado Kirin en la ficha de Fauna, también.
    Rigel obtiene un Cristal templado.
    Desbloqueado el servicio de intercambio de magicita en el Starlight. Ya actualizado.

    Creas (cocina):
    - Tarta de zanahoria dulce
    - Pescado rebozado con verduras


    Resultados de Solicitar:
    - Henry: Piedra (x2) + Leche de garula + Lana gruesa
    - Aurora: Manzana dulce (x2) + Calabaza oscura + Nuez de mitrilo
    - Lysa: Piedra (x4) + Matamagos
     
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  3.  
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    Rigel Betelgeuse

    Durante el paseo por Doli, acabé deambulando por el cementerio, donde se encontraban enterrados habitantes de Doli. Y entre otros, la hermana de Biggs y Wedge tenía su propia tumba, sitio que recordaba a la perfección, de hacía unos meses, cuando partí con los chicos. Aún los recuerdo pidiéndome permiso para demorarse unos minutos, para hacerle una visita. Perder a un hermano era algo terrible, ¿eh? Especialmente en las circunstancias en las que la perdieron, por culpa de la magia.

    La voz de los chicos me sacó de mis cavilaciones al poco tiempo. Me giré con sorpresa cuando los escuché. Habían viajado desde el Starlight hasta aquí ellos solos, con tal de volver a ver a su familia. Era algo peligroso, pero de algún modo lo entendí. ¿Cuánto habíamos vivido desde entonces? Apenas podía recordar todo lo que había pasado, de tantas cosas que tenía en la cabeza.

    —Soldados... Mejor no preguntaré cómo habéis llegado —comencé a hablar, sutilmente reprendiéndolos—. Imagino que habéis echado de menos vuestro pueblo, ¿habéis visto ya a vuestros padres? —les pregunté. La respuesta fue afirmativa, comentando lo mucho que habían echado de menos. Luego, me pidieron que les acompañase a ver a su hermana; si bien nunca lo había hecho, manteniéndome al margen de sus vidas personales, decidí que hoy podía ser la primera vez.

    Al llegar a la tumba, decidieron contarme la historia de la hermana por primera vez. Se llamaba Arianna y había muerto a consecuencia de la magia. Su uso había provocado que el vacío acabase por dañarla, hasta que al final pereció. Por ese motivo, Biggs y Wedge habían siempre tratado de dominar la energía magitek, ¿eh? Para suplir el uso de la magia natural. Quizás fuese una causa noble, pero la realidad había mostrado que el fin no justifica los medios. Por más que su propósito fuera ayudar a los demás, la energía magitek solo había causado desgracias. Aura nos había usado a todos, cosa que no habría pasado si la magia empleada por el Imperio no hubiese sido artificial.

    Pero... A fin de cuentas, ¿a quién podía culpar de aquello? ¿Quién lo hubiese imaginado? Era tan surrealista como cierto. Y pese a todo, lo que decían los gemelos era cierto, ¿eh? La magia artificial... Quizás sí tenía cabida en este mundo. Quizás, si las manos que la controlaban, eran manos inocentes, como las de un niño, podríamos construir una herramienta muy poderosa para la humanidad. La magicita estaba ahí, prueba de ello, por más que me pesase.

    Lo que un día me había arrebatado mi vida, hacía ya tiempo que me la había devuelto.

    Aquel terrible día en el que..

    —¡No! ¡No, no, parad! —exclamé de pronto, irrumpiendo mis propias cavilaciones, mientras hacía aspavientos con las manos. Miré alrededor que nadie nos estuviese escuchando, y me llevé las manos a la cara, mientras aguantaba la retahíla. Biggs y Wedge habían comenzado el juramento característico del imperio, frente al "Principe Gael". Mi rostro debió enrojecer notoriamente, mientras trataba de pasar el mal rato.

    >>¡P-por favor, ya basta! ¡No quiero que nadie se entere! —volví a quejarme, cuando hubieron terminado—. El Príncipe Gael desapareció hace años, ¡no me llaméis así, por favor! ¡Y menos en público!

    Ugh. Traté de recomponerme, para acabar exhalando un leve suspiro. A veces, eran un poco indomables, ¿eh? Pero en el fondo... Su teatrillo acabó, finalmente, por levantarme una sonrisa. Por su lealtad y por su dedicación, tanto al Imperio como al país, y a toda Ilumbra en general.

    —... Si fueseis un poquito más disciplinados a ratos, seríais grandes militares. Mejores, quiero decir —me corregí al momento, en un comentario algo torpe—. Pero la dedicación que le ponéis es digna de elogio.

    >>Gracias por todo el servicio durante estos años, chicos. No sé en qué punto estamos ahora mismo, y no sé si debería seguir calificándoos como mis soldados, pues estamos todos lejos de ostentar ningún cargo para el Imperio de Zael. —Por primera vez, logré separar el sentimiento patriota por Elérea de la mentira en la que sentía que nos había sumido el emperador—. Pero... gracias por todo.

    Los dos gemelos terminaron por sacar un pequeño amuleto que tenían guardado, entregándomelo. Era de su hermana y lo habían compartido los tres durante varios años. Ahora, me hacían entrega de la parte que portaba Arianna antes de morir, para hacerme parte de ese vínculo. Yo... Dudé si tomarlo. Había sido su jefe hasta la fecha, no podía suplir el papel de hermano mayor. Tal vez solo era resentimiento hacia Jazz lo que estaba proyectando en ese instante, pero me costaba tomar el amuleto. Fueron las palabras de Biggs las que me animaron a tomarla. "Ari lo habría querido".

    Tsk. Tal vez... No pasaba nada por una vez, ¿no?

    —Bueno, chicos. Creo que será mejor si volvéis con vuestros padres, o al Starlight si habéis terminado, ¿no? No deberíamos seguir aquí, molestando a los difuntos.

    >>¡Venga, vamos! Dadle recuerdos a vuestra familia de mi parte, ¿sí?

    Les di un par de palmadas en la espalda, y estos comenzaron a andar, de vuelta a sus ocupaciones.

    Permanecí allí, una vez se fueron, mirando fijamente el amuleto, y la tumba de Ari.

    —Tranquila, Ari. Te los cuidaré.

    Yo bien anacrónico informo de que dono todas mis piedras(?)
     
    • Adorable Adorable x 1
  4.  
    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

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    Escritor
    Evan

    La visita a casa de Myura no duró mucho; el chico hizo unas cuantas pociones y yo hice aún más, bajo la supervisión de Myura, lo que evitó que volviese a salir alguna poción defectuosa como la primera vez.

    Ahora era momento de separnos de nuevo, uh. Una pequeña lagrimilla asomó por mi rostro, pero traté de esconderla lo mejor que pude y me despedí de ambos, montado en mi propio chocobo, mientras todos tomábamos direcciones diferentes. Aunque terminé volviendo a Doli, a comprar unas cosas que no había podido comprar al estar dormido.

    Quizá no debí darle todas mis verduras a andy, las ocupo para los chocobos azules(?)
    Verdura Gysahl x2
    160 guiles en total
     
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  1. MrJake
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