Playa del sur

Alpha Xenodis.

Nada por aquí, nada por allá, ningún Pyukumuku te saludará.

—Vamos, que he aprendido a lanzarlos amablemente—Alcé la voz, intentando ver si lograba hacer alguno de ellos aparecer. Ya tenía que llegar Alpha con su bocota a decir que el trabajo era fácil, ¿eh? Mala mía, lo siento.—. ¡Con unos cinco más estaremos bien yo creo! ¡No son muchos!

Pero nada se lograba mostrar ante mis ojos.

 

Alpha Xenodis.

Y seguíamos sin encontrar nada por la arena. Solo se asomaban pokémon un poco largos y cafés con pelos rubios encima, algunos Dwebble y poco más en realidad. Quizás habíamos agotado toda la suerte que se podía tener de momento... O simplemente habíamos lanzado todos los Pyukumuku al mar.

—¿Deberíamos volver?—Pregunté curioso a Litten, quien dirigía la marcha por la costa.—. Unos más, está bien, está bien. Después de todo esos objetos del mercado parecían bastante útiles.

 

Alpha Xenodis.

Recorrimos completamente la playa hasta llegar al punto de aterrizaje original del helicóptero, mas no logramos pillar ninguno de esos pequeños en el camino. ¿Acaso se extinguieron a cambio de los Kabuto? ¡No era justo, yo quería continuar lanzándolos al agua! ¡Estaba resultando muy fructífero para nosotros como trabajo!

—A dar la vuelta, mejor será.

Comenté antes de girar sobre mis talones y comenzar la marcha con dirección norte.

 

Alpha Xenodis.

Nada, nada, nada~. Ningún Pyukumuku parece querer aparecer frente a nosotros. Aún si estábamos caminando de vuelta hacia la ciudad... ¿Se le puede considerar ciudad? De Mkuu. Quizás al volver podría enfrentar la prueba... Aunque sería mejor conseguir algún que otro compañero, ¿no?

—¿Qué opinas de más compañeros, Litten?

Le pregunté curioso. Él solo movió la cola, apuntando a la bellota que nos seguía. Se había rendido hace un rato de hacer bromas... O quizás estaba planificando una más compleja, pero entendí su mensaje. Que no fuesen como él, sí señor.

 

Alpha Xenodis.

En el camino decidí sacar mi pokégear y observarla un poco. Se parecía bastante a las que teníamos en Johto, diría que era un modelo un poco menos avanzado... O quizás más, no tengo idea realmente. Solo sabía que era algo un poco más cómodo para mí que andar con una pokédex de alta tecnología como la de Galeia... Que Arceus, si el profesor viese la mía me machaca. Pobrecito, mira que crear esas cosas con tanto esfuerzo para que luego se me olvide quitarla de mi bolsillo trasero y me pasase a sentar en ella... O que se me cayese al agua en la Catarata... O en medio del desierto... No deberían comprarme cosas bonitas, lo sé.

 

Alpha Xenodis.

—¡Ya ha!

Celebré cuando uno de esos pequeños entró en mi rango de visión. Corrí hacia él y agaché mi cuerpo antes de recogerlo en mi mano, girar mi cuerpo completamente y lanzarlo tan lejos como pude, haciendo un par de rebotes con él en el agua.

—¡Y el campeonato mundial es para... Alpha Xenodis!
>>L-Lo siento... Fue la emoción del momento.

[Pyukumuku: 5]

 

Alpha Xenodis.

—Mira, un hermano.

Y nuevamente lancé el pokémon al agua. La vuelta al mercado estaba siendo curiosamente beneficiosa para mí, ¿eh? ¡De seguro pillaríamos más mientras nos acercásemos al norte!

[Pyukumuku: 6]

 

Alpha Xenodis.

Decidimos acelerar el paso junto a mis compañeros, tomando ahora en brazos a la bellotita con la intención de que no se quedase atrás en medio del recorrido, pues lo que menos me apetecía era tener una baja antes de la prueba. Porque venga, iré apenas tenga uno o dos amigos más conmigo ¡Luego fijo podré obtener una de esas marcas!

 

Alpha Xenodis.

Ya se veía el paso a lo lejos. Mis pasos cada vez eran un poco más dificultosos por el cansancio acumulado de ayer, pero más aun por la idea ridícula de correr en la arena. Claramente me estaba hundiendo un poco con cada zancada, era agotador sí que sí.

 

Alpha Xenodis.

Al final llegamos hasta el extremo norte de la playa, pudiendo observar toda la bahía limpia de Pyukumuku de momento. ¡Qué gran trabajo habíamos hecho! ¡De seguro nuestra paga sería muy abundante y nos permitiría conseguir algo genial!

—Volvamos entonces, ¿sí?

Y abandonamos la playa.

 

Mimi Honda

Contenido oculto

La playa del sur... nada más alcanzar la arena blanca mis pulmones se llenaron del aroma de la sal, de la brisa marina. El océano era azul turquesa y se extendía hasta el horizonte, más allá de dónde alcanzaba la vista. El cielo y el mar formaban una vista hermosamente única.

Me pregunté por qué tenía que estar trabajando en lugar de disfrutar de todo eso. Traer protector solar y tomar el sol y bañarme en esas aguas templadas. ¡Era una isla paradisíaca perdida en mitad de la nada y estaba desperdiciándola buscando Pyukumuku que devolver al mar! ¡Por el amor de Arceus!

Mukka caminó, altivo, sobre la ardiente arena del mediodía. Toboe se acercó a mí con una ramita que había encontrado tirada por ahí. Movía la cola, frenético.

Tuve que adoptar la postura de antes para estar a su altura.

—No, ahora no es momento de jugar—le dije—. Tenemos que trabajar, aunque sea un completo asco... ¿entiendes?

Le quité la ramita y la arrojé y él fue corriendo a buscarla. Por el momento no había ninguna de esas cosas viscosas a la vista. Conchas y algas que había traído la marea pero nada más. Decidí probar en la orilla.

Me quité mis sandalias sosteniéndolas en mis manos y dejé escapar un suspiro profundo cuando las suaves olas rozaron mis pies. El agua era tan clara que podía ver el fondo como si de un espejo se tratase. Estas eran mis vacaciones... así que iba a disfrutarlas.

A como diera lugar.

 

Mimi Honda

Sopló una brisa suave y me vi forzada a sujetar mi sombrero con la mano para evitar que saliese volando. Mis pies seguían en el agua y yo continuaba paseando por la orilla de la playa.

Parecía haber olvidado mi objetivo allí. Encontrar a los Pyukumuku suicidas. Lo cierto es que sentía tanta paz interior en aquel lugar que, arrullada por las blandas olas, empecé a tararear una melodía que recordaba haber escuchado en el piano alguna vez. Tal vez con mamá. Hacía tanto que no tocaba que aquella canción parecía perdida en el tiempo.

Ojalá pudiese haber traído a Meloetta. Estaba segura de que ella la cantaría conmigo. Un pokémon que representaba la música en sí misma.

Abrí los ojos.

—Drake fue verdaderamente amable al entregármela... —murmuré—. Me pregunto por qué lo hizo.

 

Mimi Honda

Repentinamente algo me salpicó. Al sentir el contacto del agua fría y el sonido del chapoteo abrí los ojos. Era Toboe. Llevaba el palito en la boca y estaba corriendo a mi alrededor, salpicando agua salada.

—Te dije que no era momento de ju—no pude terminar la frase.

Correteó hasta la arena donde de encontraba Mukka, observando toda nuestra interacción con el agua con evidente crispación. Era un tipo fuego... por supuesto que no iba a querer saber nada del agua. Además era arisco y gruñón, un maldito hijo de Ditto al que estaba segura nunca terminaría de entender. Ojalá supiera lo que el mundo le había hecho para que estuviera siempre a la defensiva y fuese tan desconfiado.

Toboe se acercó a él y al sacudirse el pelaje mojado terminó mojando también al arisco Litten. Abrí los ojos como platos, sorprendida. Mukka, irritado y furibundo le lanzó un zarpazo que el Rockruff esquivó, echando a correr por la arena.

Parecía estar divirtiéndose.

Corría mientras era perseguido por un felino fúrico y mojado.

¿Iban a estar bien? ¿No iban a terminar matándose o algo similar antes de que salvásemos a algún Pyukumuku? Ugh Arceus, ¿dónde se habían metido esos bichos?

 

Mimi Honda

La carrera fue francamente corta. Porque fui yo quien tuvo que terminar separándolos. O separando a Mukka de Toboe, porque era evidente que él no estaba jugando. Era ira asesina lo que había en esos ojos amarillos.

—Déjalo en paz ¿quieres?—le espeté, tensa—. Repito que estamos trabajando. ¿Por qué no me ayudáis a buscar Pyukumuku?

Mukka volteó el rostro con obstinación. Toboe solo me miró con ojos brillantes y la lengua colgando fuera de la boca, meneando la cola con una emoción visceral. Estaba exultante de alegría. Tenía una energía inagotable.

—¡Ruff, ruff!

¿Por qué eran tan diferentes? ¿Por qué uno era tan hosco y el otro tan alegre? ¿No era una dinámica que me recordaba a algo...?

...

Oh sí, a mí y a Emily.

 

Mimi Honda

Sacudí la cabeza. No, no debía pensar en eso. ¡Si lo hacía, todo este viaje no valdría para nada! Debía centrarme en mi objetivo. Mantener mi mente ocupada.

Si había aceptado este trabajo asqueroso después de la verguenza que había pasado era solo por eso. Porque necesitaba mantener mi mente activa en otras cosas que no estuviesen relacionadas con ella.

Debía encontrar esos Pyukumuku, aunque fuese solo uno... me quedaría allí hasta la caída del sol si hacía falta.

—Vamos, la marea está bajando—pensé en voz alta—. Debe de haber alguno.

 

Mimi Honda

Seguí caminando por la orilla, siguiendo la línea que bordeaba la costa. Llevaba horas buscando y el sol empezaba a ponerse. Nada. No había nada. ¡Ni Pyukumuku ni ningún otro pokémon en kilómetros a la redonda! ¡Maldita sea!

—¡Ugh!—gemí con frustración, harta.

En aquella playa solitaria solo estábamos yo y mis dos pokémon y el murmullo de las olas. No había nada más. Y si lo había, no estaba por la labor de mostrarse ante nosotros.

—¡Ruff ruff!

Miré a mi espalda. Toboe se acercaba trotando con algo en la boca. Pensé ilusamente que quizás se trataba de un Pyukumuku, pero cuando se acercó, lo que el cachorro depositó en mi mano fue algo muy distinto.

Algo que no esperaba.

Mis ojos se abrieron de la impresión cuando los anaranjados rayos del sol de la tarde incidieron sobre su superficie. Era una piedra lisa, con la apariencia de un Luvdisc. Es decir, tenía la forma de un corazón.

Me pregunté si era una señal del universo. Si solo era casualidad... Era una piedra preciosa a pesar de su simpleza. Tenía un significado puro y me resultó tan significativa que mi propio corazón se aceleró al verla. Me puse en pie con las mejillas ardiendo. ¿Era tan obvio para todo el mundo? ¿Cómo podía saberlo este pokémon que acababa de conocer ese mismo día, hacía unos minutos?

—¿P-por qué no pruebas a dársela al señor gruñón y os hacéis amigos?—titubeé con cierto tono orgulloso, extendiéndole la piedra de regreso.

El Rockruff ladeó la cabeza, confuso. Pero entonces sus ojillos se fijaron en Mukka, que caminaba a una distancia prudencial de nosotros. En ese momento, triunfante, el cachorro alzó las orejas y ladró. Tomó la piedra y se acercó corriendo al Litten.

Observé de soslayo su breve interacción. Vi a Mukka enrojecer, erizar todo el pelaje y romper en dos mitades la piedra de un zarpazo. Toboe pareció alarmado... y desconsolado después. Incluso me pareció ver lagrimillas en sus ojos azules.

Suspiré condescendiente. ¿Acaso podría haber esperado otra cosa? Tal vez era momento de rendirme con la búsqueda, aceptando la idea de que los Pyukumuku me detestaban y no iban a aparecer. Se estaba haciendo de noche y sería difícil encontrar el camino de vuelta en medio de la oscuridad. ¡Yo no conocía este sitio...! Incluso con el Pokégear sería fácil perderse, caerse por un risco y romperse una pierna. No había vuelto de la muerte para eso.

Pero entonces vi a Toboe recomponer el corazón usando su nariz para unir ambas partes... y la felicidad regresó a su rostro. Agitó la cola con fruición.

... No, aún era pronto para rendirse.

 

Mimi Honda

Sirvió de algo no rendirse. Porque finalmente logramos encontrar uno en la arena, tratando de alejarse del mar. ¿Qué pretendían alejándose del agua? ¿Secarse al sol? ¿Deshidratarse? Definitivamente eran Pyukumuku suicidas.

—¡Te pillé maldita cosa viscosa!—exclamé tomándolo con mis manos. Estaba frío, húmedo y correoso... No era agradable en lo absoluto y aquello se reflejó en mi expresión. Pero después de lo que me había costado encontrarlo no iba a marcharme sin más por muy asqueroso que me resultase.

Iba a salvar la vida de ese Pyukumuku.

Lo tomé entre mis manos y adentrándome en la orilla lo solté con suavidad en el agua, en una zona extensa y coralina.

La vida era demasiado preciosa para desperdiciarla de esa forma.

Cuando regresé a la arena decidí que ya había tenido suficiente. Un Pyukumuku era mejor que ninguno.

 

Alpha Xenodis.

Llegamos al fin a la playa del sur. Miramos a lo largo de la arena y... ¡Ningún Pyukumuku! ¡Qué buen trabajo hice, eh! ¡No se diga que Alpha Xenodis no es el mejor trabajador del mundo!

—¡Chico de la prueba! ¡Ya vencí a dos de tus amigos, eres el último!

 

—¡Ese soy yo!

El último ayudante acudió al llamado de Alpha, echando a correr hacia él junto a su Yungoos.

—Vamos allá, chaval.



YUNGOOS: Normal (Potente)
Vigilante: hace daño x2 a un rival que acabe de entrar al campo relevando a un compañero
Salud: 80/80
Fuerza: 110 (10)
Resistencia: 60
Agilidad: 1/1 (45 de Velocidad)
Movimientos:
-Placaje (25 Potencia, Normal (Base 20, +5 STAB))
-Cara Susto (Baja en 2 la agilidad rival) (Usos: 1/1)
-Bofetón Lodo (20 Potencia, Tierra)
-Mordisco (30 Potencia, Siniestro)

 

Alpha Xenodis.

—Venga, ¡Charmander, tu turno!

Pero no fue así. Charmander fue inmediatamente empujado hacia atrás y fue Scyther quien se adentró en el campo de batalla, aparentemente furioso. ¿Por qué? Probablemente porque no lo he dejado pelear hasta ahora. ¡Al fin un compañero con personalidad!

—Muy bien, iré con Scyther al fina.


SCYTHER: Dragón/Bicho
Corte Certero: +30 potencia a movimientos de cortes.
Salud: 140/140
Fuerza: 180
Resistencia: 160
Agilidad: 3/3 (90 de Velocidad)
Movimientos:
-Sierra Dragón (95 Potencia, Dragón, reduce en 10 la resistencia del rival si impacta (Base 50, +15 STAB)) (Usos: 3/3)
-Cuchillada (80 Potencia, Norma; Ratio Crítico 1l) (Usos: 5/5)
-Tijera X (105 Potencia, Bicho (Base 60, +15 STAB)) (Usos: 4/4)
-Onda Vacío (30 Potencia, Lucha, dos puntos de agilidad para esquivarse) (Usos: 5/5)