Escuché las pisadas desde el momento en que encontraron el cemento alrededor de la piscina, después de todo solo estaba yo, el ruido del filtro y el rozar del grafito contra el papel. No me molesté en alzar la vista, seguí en lo que estaba, con los bocetos bruscos de los alrededores de mi espacio y afilé el oído solo para adivinar la posición del cuerpo ajeno, como un gato que se niega a dejar su espacio pero no por ello te está ignorando. Me pareció que cargaba algo consigo, no supe darle forma sin mirarlo pero me dio esa sensación apenas se encontró en el mismo borde de la piscina que yo. Lo siguiente que supe fue lo que arrastró el viento en un cambio de dirección: el olor a tabaco. No reaccioné de inmediato, aunque noté que una de las líneas la tracé con algo más de fuerza y suspiré con pesadez. Al cabo de unos minutos acomodé el lomo del cuaderno entre mis muslos, de forma que pude dejar el lápiz allí sin que se precipitara dentro del agua, y observé las hojas desde su nueva perspectiva, del cuaderno entreabierto. Solo después giré el rostro hacia el desconocido, un muchacho rubio de la estatura de Sonnen, que no me sonaba de absolutamente nada. Efectivamente cargaba lo que parecía ser el estuche de un instrumento, lo noté después de observarlo unos segundos con la misma seriedad que había estado boceteando. A pesar de todo, me permití la sombra de una sonrisa y sostuve la mirada en él. —Si vas a quedarte, lamento decirte que tendrás que invitarme al tabaco. Contenido oculto hello uvu
Existía, si se quería, una musicalidad particular en los movimientos de su lápiz, en las ahogadas notas que de éste brotaban cuando la punta se desangraba sobre la palidez del papel. Edifiqué un silencio monumental que se alzó, imponente, en la distancia que nos separaba. No quería interrumpirla demasiado, me había puesto de nuevo en la posición de un observador sagaz, que buscaba detectar las notas que moldeaban el ser de quienes me rodeaban. Y estaba particularmente interesado en presenciar cómo esta chica hacía uso de su instrumento. Cosa maravillosa y trágica el lápiz, que no hacía otra cosa que desaparecer lentamente tras cada creación. Raras veces atestiguaba, yo, el nacimiento del arte. Quizá fue por eso por lo que me olvidé del agua, de sus destellos y de la inspiración que pretendía absorber de sus ondas... La musa se halló en un sitio que se salía de la partitura inicial... De pronto, el viento que me acariciaba con las yemas de sus frescos dedos, en deslizamiento seductor, me rozó con el dorso en un vanguardista cambio de dirección . El humo del cigarrillo fue lanzado hacia la dibujante concentrada. Incluso desde donde me hallaba de pie como si nada, pude ver la forma en que su lápiz se movió con una fuerza ligeramente superior, como el rasguido de una nota final sobre la guitarra. Tanto cuaderno como instrumento reposaron sobre sus piernas y la chica me miró. Yo también giré la cabeza para apreciar la revelación de sus ojos. Azul eléctrico. Gris de las nubes. Su mirar era como una tormenta. Al escucharle decir que tendría que invitarle un cigarrillo para quedarme en aquel lugar inspirador, me limité a asentir con serenidad, sin mencionar palabra alguna. Con la misma calma fue acortada la distancia entre ambos hasta que quedé posicionado, de pie, a su lado. Saqué la pequeña caja de mi bolsillo y, de una única y habilidosa sacudida, hice asomar el extremo de un cigarrillo; me incliné (y tuve que hacerlo bastante) para dejarlo al alcance de su mano, en la silenciosa invitación de que se lo apoderara. Aproveché la posición para pispear su cuaderno, notando así que había dibujado nuestros alrededores. Era una representación bien lograda. —¿También has venido a buscar inspiración en el silencio del agua? —pregunté. A mi lado quedó reposando el estuche. Contenido oculto: Estuche misterioso
La música no era lo mío, no porque no me gustara, simplemente me había enfocado en una forma de arte distinta y punto. Desde que estaba pequeña recordaba haberme interesado por los lápices de color, las tizas y las pinturas, el interés, en lugar de desvanecerse cuando salté de una etapa del desarrollo a la otra, no hizo más que aumentar. Había ido en crecimiento de forma directamente proporcional al declive de otras áreas; a la conciencia de la frialdad de mi padre, del disgusto de mi madre hacia sus decisiones y de mi momento de ruptura. Los materiales eran un parrayos y aún así muchísima energía escapaba para alcanzar a reventar la tierra que me rodeaba. Que un desconocido apareciera había roto la burbuja en la que me había metido sin darme cuenta, no me molestó especialmente de todas maneras y lo dejé estar, al menos hasta que asumí que estaba husmeando los bocetos. Si iba a tener público lo mínimo que me merecía era un cigarro, al menos a mí me lo parecía, así que por eso dije la tontería. Me había quedado observándolo, los chispazos del sol que se colaban entre las nubes le arrancaban destellos dorados a su cabello, uno que reconocía bien, y los pozos oscuros de los lentes me impedían saber de qué color eran sus ojos aunque la intuición (o el cliché) me decía que seguro debían ser azules o verdes. Parpadeé con lentitud y cuando apareció la cajetilla en mi campo de visión estiré la mano para pescar el cigarro, agradeciéndole en un murmuro al mismo tiempo. Solo la experiencia le permitía a uno sacar un solo cigarro de la caja de una sacudida, pero eso era evidente y no iba a decírselo. Lo coloqué entre mis labios, escarbé en el bolsillo de la falda por el encendedor de ruedilla y lo accioné, dando una sola calada para encenderlo. El humo me llenó los pulmones casi al mismo tiempo en que el chico hacía la pregunta y yo miré mi cuaderno unos segundos, antes de regresar a él. Lo miré, luego al borde de la piscina y al estuche. —¿Te vas a quedar ahí de pie? Eres alto y ya estoy más abajo que de costumbre, se me va a partir el cuello —dije medio porque sí antes de atender su pregunta, al hablar el humo del tabaco me abandonó el cuerpo por las fosas nasales y solo después atendí a su pregunta—. ¿Inspiración? Quizás. En sí solo quería pasar el receso en algún lado que no fuese el salón y cualquier espacio sirve de excusa para practicar. El dibujo, como todo arte, no crece sin práctica constante. Después de hablar volví a buscar el en bolsillo, por fortuna encontré una factura de la tienda o lo que fuese y la puse a mi lado para poder sacudir el cigarro sin preocuparme de arrojar la ceniza en el agua o en el suelo directamente. Luego de darle una nueva calada al tabaco mis ojos regresaron a la piscina y removí las piernas en el agua, despacio. —¿Qué instrumento tocas? —Busqué saber unos segundos más tarde, asumiendo que en el estuche no había otra cosa, pero luego caí en que ni siquiera sabía quién era y él no tenía ni idea de quién era yo tampoco—. Soy Katrina por cierto. Tu cara no me suena de nada, Blondie.
Desde el instante que los dedos de la artista atenazaron el cigarrillo ofrendado, esperé de su parte el pedido de que la abasteciera con fuego, ya que en mi bolsillo había permanecido, en solitario, el encendedor. Era algo que podría haber hecho desde el comienzo, esto de encender el tabaco sin esperar una solicitud predecible. Pero no existía para mí la necesidad de agobiar a la gente con tantos movimientos a la vez; al fin y al cabo, era esencial llevar la vida con calma, incluso en los hechos pequeños, interesantes, como lo era encontrar a otra persona y descubrir la música que escondía bajo su piel. Pero ella hizo destellar una llamarada propia frente a su rostro y, con la fuerza de un único aliento, hilos de blanco humo serpentearon hacia el aire hasta rozar mis fosas nasales. Luego oí su voz increpándome por estar de pie, reclamando que su cuello se partiría si debía seguir enfocando su ojo eléctrico en mi semblante tan lejano. Para mí, aquella primera nota fue un buen comienzo. Estridencia en su silencio. Su intención, según expresó al contestarme, era la de no permanecer en el salón de su clase durante el receso, pues existían mejores sitios en los que desenvolverse para poder desarrollar su arte. Yo la oí con la debida atención, aunque no lo pareciera, pues mientras hablaba me quité los zapatos y calcetines con movimientos de los pies, para luego empujarlos hacia atrás con los talones desnudos. Me senté a su lado, no muy cerca, y también dejé que el agua envolviera parte de mis extremidades inferiores. La diferencia de temperatura resonó sobre mi piel de una manera que me resultó relajante. Dejé caer las cenizas de mi propio cigarrillo en el papel que ofreció como cenicero. Si hubiese dependido de mí, habría legado los restos de mi tabaco al viento y que fuese éste quien eligiera el destino que les correspondía, pero prefería mantenerme en sintonía con la muchacha. No por un interés en concreto, sino por simple naturaleza. Así como las personas a veces debían adaptarse a mí, yo podía adecuarme al ritmo de los demás si me nacía. La humanidad es como una gran banda con sintonías e interferencias, estaba en la esencia de cada uno el ver cómo conducirse. —Gaspar —dije en respuesta al nombre de Katrina, con los ojos también puestos en la piscina—. Me transfirieron ayer, motivo por el que no resueno en alma alguna —di una calada tranquila a mi cigarrillo y alcé el rostro para expulsar el humo hacia cielo, donde el sol trataba de pasar por diferentes desgarros entre las nubes, como si fueran heridas de luz—. Instrumentos... pues intento no limitarme a uno solo. Disfruto de la guitarra eléctrica y los instrumentos de viento, también domino un poco la batería. Giré la cabeza para dirigir una leve mirada al estuche, que descansaba cerca de nuestras espaldas. >>Allí hay tres instrumentos, los traje para tocar en el receso o después de las clases —mencioné con simpleza antes de volver a centrar la atención en ella y su cuaderno—. Y tú, ¿hace mucho que dibujas? ¿Qué significado encuentras al sentir el lápiz en tu mano?
Contenido oculto: extra desde que roleé acá a Kat tenía esto de fondo y lo dejo porque sí (? El humo se alzó a mi alrededor, también lo sentí nublarme la cabeza de forma sutil y relajé la espalda en consecuencia mientras le respondía. Supuse que me prestó atención, la verdad me dio un poco igual, pero como se sentó en el borde de la piscina me pareció que era el caso. Nadie se sentaba si no había escuchado la mitad de la oración del otro, era así de sencillo. Dejé los ojos puestos en el agua que se agitaba suavemente y escuché el rumor de sus movimientos, de la ropa al rozarse, hasta que se sentó en el borde de la piscina y metió los pies al agua. Las ondas aumentaron de intensidad un momento, pero luego volvieron a un ritmo similar al que habían mantenido antes de que otro cuerpo rompiera la superficie. Aceptó el cenicero improvisado que hice aunque hasta ahora seguramente habría dejado que el viento se encargara, me pareció lo suficientemente considerado. Le di otra calada al cigarro, liberé el humo unos segundos después y sostuve el tabaco con los dedos de la mano derecha, lanzando la ceniza en el papel. Su nombre me alcanzó, tenía cierta sonoridad. En inglés se perdía, la G se volvía plana, se perdía con la pronunciación de gasoline y la R gringa siempre había sido bastante aburrida, se arrastraba, tropezaba y se quedaba a medio camino. —Gaspar —repetí luego de ajustar algunas neuronas de forma manual, logré regresarle algo del sonido a las letras, se escuchó más cercano al poco español que llevaba memorizado y marcado en el corazón. Me pareció que el nombre recuperó algo de la fuerza que habría perdido de haberlo filtrado por el sector de habla inglesa de mis pensamientos. Presté atención al resto de su respuesta, lo de la transferencia y lo de los instrumentos, pues no se limitaba a uno. De hecho me parecía lo más normal, si bien cada quien tenía sus especialidades, era un poco raro el artista que se quedaba estancado en una sola técnica o una sola herramienta; hacerlo significaba la muerte en muchos casos. —¿Te alcanza un receso para tres instrumentos? No sé si preocuparme o felicitarte —atajé después junto a una risa y volví a llenarme los pulmones de humo. Sus preguntas me recordaron la conversación con la varilla en la sala de arte, Ophelia Byrne. Era una pregunta grande aunque no lo pareciera, de esas que solo los intensos del mismo saco podían hacer siendo conscientes de que lo eran. Reí por lo bajo, solté el humo por la nariz nuevamente y volví a mover las piernas suavemente dentro del agua; antes de contestar tomé el cuaderno que seguía en mi regazo y lo dejé abierto en el espacio entre nosotros, allí junto al cenicero improvisado. —Como prácticamente todos los niños, dibujar está en la checklist de cosas que se deben hacer —respondí unos segundos más tarde y llevé los dedos de la mano libre al grafito sobre el papel, deslizándolo, arrastrando el pigmento—, no dejé de hacerlo, simplemente. ¿Qué significado tiene? Es una forma de registro, maleable como ciertos metales. El primer humano en trazar una línea, en dibujar un oso en una cueva o crear glifos, ¿qué estaba haciendo más que traducir lo que sus ojos observaban? El cómo está a decisión de la mano que sujeta el lápiz, el pincel o el cincel. Giré el rostro en dirección al muchacho, serena, repasé su perfil con la mirada y me sonreí. Antes de decir nada más le di otra calada el cigarrillo. —¿En qué te parece que se emparentan las artes plásticas a las artes musicales? Contenido oculto Bru: breve interacción entre gaspar y katrina yo: hold mis argumentos de artes
—No me decidía por uno, así que traje los que tenía al alcance—respondí mientras daba una calada a mi cigarrillo, frente al comentario donde se ponía en la disyuntiva de valorar mis esfuerzos o cuestionar la sanidad de mi cerebro por lo del tridente de instrumentos. Las piernas de Katrina se mecieron en las aguas, distorsionadas, tentando las profundidades azules. Liberó ondas en la superficie acuosa, olas diminutas que rebotaron sobre mi piel para convertirse en otras ondas diferentes, en un diferente micro oleaje que se desvaneció en su viaje al extremo opuesto de este pequeño mar. En el devenir del movimiento fluido, escuché que de la chica emergía una risa. Baja como un susurro, similar a las que había liberado hace unos segundos. Tal sonido me transmitía la impresión de que nuestras primeras notas iban en concordancia, compartían una similar tonalidad. Pero yo seguí a la espera de su respuesta. ¿Cómo es la creación frente a sus ojos? Liberé el humo en un soplido, mientras la yema de su dedo recorrió el blanco papel. Cual sangre negra sobre una palidez llena de sensibilidad, el polvo de lápiz fue extendido para formar algo nuevo. Un fantasma gris y transparente que podía significar muchas cosas en medio de la composición de la imagen. Katrina dijo que el dibujo era una traducción del mundo, maleable como algunos metales. La comparación con los metales mutantes ciertamente me resultó interesante, invitaba a pensar el arte no sólo como una música diferente, sino también como una forja. Si, como se suele decir, el arte es un arma… bien podría tratarse de una espada. Di otra calada tranquila a mi cigarrillo al recibir su pregunta. El extremo emitió un brillo naranja, como una pequeña estrella resplandeciendo frente a los labios. —En ambas artes nos valemos de instrumentos, ahí radica la similitud inicial —respondí mirando al cielo—. Un piano puede generar igual impacto que un lápiz, la guitarra conmueve de la misma manera que un pincel bien utilizado, y los pentagramas nacen sobre el papel —dije, enfocando mis ojos nuevamente en su cuaderno, en la huella que el dedo de Katrina dejó—. Los instrumentos de la ilustración y de la música delatan lo mismo: algo que nuestros espíritus desean mostrar. >>La traducción del mundo, en mi opinión, es atravesada por lo que el espíritu calla —mencioné, retornando mis ojos hacia Katrina, abrigados por el oscuro escudo de los lentes. Mi dedo señaló su dibujo—. El primer humano que dibujó una porción de nuestro mundo… quizá se vio conmovido de alguna forma por aquello que ilustró, lo suficiente para hacer arder su interés por registrarlo. Como este lugar que vive ahora en tu cuaderno, que es un registro de cómo tus ojos lo han visto aquí y ahora. >>Con la música habrá sido similar: el individuo que compuso la primera nota... sintió algo especial por ese sonido. Y través de las resonancias buscamos provocar algo, porque muchas cosas nos ocurren por dentro. Contenido oculto Yo: breve interacción entre Gaspar y Katrina :D Gaspy: *preguntas complejas y diálogos existencialistas*
Su respuesta me hizo cierta gracia aunque no lo manifesté, no sabía cargar tres instrumentos era un muestra absoluta de su habilidad, su indecisión o su privilegio, pero tampoco hice conjeturas al respecto en voz alta. En esta escuela había de todo, gente forrada, otros desgraciados que no llegaban a fin de mes y otros que entraban por la puerta de atrás. Además, si debía ser sincera, sus circunstancias me importaban poco. Las pequeñas olas del agua me rozaron la piel, distrayéndome de la conversación general, mis propios argumentos y la pregunta final que había hecho. De hecho, enfoqué el oído en el rumor distante del filtro de la piscina, que era el recordatorio de que este charco se mantenía limpio solo por la intervención de manos humanas y químicos. Limpio era mucho decir, la verdad era que las piscinas eran bastante asquerosas si uno lo pensaba lo suficiente. Cuando atendió a la pregunta que le había hecho volví a prestarle atención a él, dijo que ambas artes usaban instrumentos y yo pensé que realmente en muchas disciplinas se usaban. Incluso podíamos quedarnos en el debate de la tékne griega y el arte, pero esa conversación nos llevaría al menos tres horas de cátedra. Un tiempo del que no disponíamos, obviamente. —Dicen que el duelo es el amor que no tiene a dónde ir —resolví cuando Gaspar terminó de hablar, con los ojos suspendidos en el agua todavía—. La traducción del mundo, en todas las formas de arte, ¿es el espíritu que no sabe cómo verbalizar sus experiencias? La pregunta no iba para nadie en sí, reí después de formularla y le di una calada al cigarrillo. Ahí podíamos volver a entrar en otro debate, el de la patologización de los genios, pero nos llevaría otras tres horas. Retuve el humo, lo liberé despacio y entonces observé al rubio de costado, tranquila. —Todos los artistas tenemos elementos en común corriendo en nuestras venas, eso lo sé con seguridad. Siempre es bueno compartir opiniones con los de otras disciplinas, el músico no lee el mundo de la misma manera en que lo hace el pintor. —Suspiré con algo de pesadez y sacudí el cigarro sobre el papel—. Aunque me parece que no nos va a alcanzar el receso para estas conversaciones tan profundas, my dear. Era evidente, sí, pero la mención casi rozaba la invitación. ¿A qué? Ni idea.
Cuando mis reflexiones sobre las artes terminaron de desvanecerse en el humo blanco que nuestros pechos exhalaban, Katrina mencionó un concepto determinante que, como un ancla, quedó atorado en mis propias profundidades. El duelo. La palabra permaneció con fuerza, no hubo manera de expulsarla de mi ser, ni siquiera la nicotina convertida en aire contaminado podía ser suficiente para lanzarla otra vez hacia las nubes. “El amor que no tiene a dónde ir”. No había mejor manera de definir esa sensación que acudía a mí con cierta frecuencia, aquello que intentaba doblegar mi calma que, pese a que era inquebrantable, quedaba marcada por los rayones de la nostalgia. Y también por ese miedo a la negrura. Cuando la chica lanzó al aire la pregunta sobre lo que los espíritus callan, no respondí. Por unos instantes, ambos quedamos sumidos en el más profundo de los silencios. Me limité a dejar caer cenizas sobre nuestro cenicero de papel para volver a dar una pitada, con la mirada también clavada en el agua, como si mis ojos fueran lanzas buscando dar con el fondo. El humo brotó de mi nariz, se erigió frente a mis ojos como un fantasma, Noté entonces, de soslayo, los ojos de Katrina dirigiéndose a mí. Me enfoqué en su persona, también observándola de costado. Nos mirábamos sin girarnos realmente, y en esa posición adivinábamos el color del otro. Azul y gris. Verde brillante. Sus nuevas palabras fueron recibidas con un asentimiento de mi cabeza, porque estaba de acuerdo sobre el intercambio de perspectivas entre miembros de disciplinas distintas. Volví a sacar la caja de cigarrillos del bolsillo y, con un movimiento similar al de hace unos minutos, hice asomar el extremo de uno, solitario. Lo extraje sin prisa, para empezar a girarlo entre mis dedos. —Lo nuestro es encuentro azaroso y breve pero... también fructífero —mencioné—. Algo me llevo en lo que pensar. El cigarrillo giratorio se detuvo abruptamente entre los dedos índice y corazón. Me giré hacia Katrina para mirarla de frente, sin mediar otras palabras. Mi brazo fue extendido hacia su cuaderno, con la lentitud necesaria para no provocar una reacción adversa de su parte. Al fin y al cabo, no nos conocíamos. El cigarrillo quedó reposando junto a su lápiz. —Puedes guardarlo para cuando la casualidad nos vuelva a cruzar, si es que ocurre —dije—. O disfrútalo cuando quieras, toda opción es válida —me encogí de hombros, volví a colocar cenizas en el papel y mis ojos retornaron a la piscina—. Hasta que la campana del fin del receso nos taladre los oídos, podemos simplemente compartir el silencio de este lugar y dejar la charla profunda para otra ocasión. Contenido oculto Bueno, ahí dejo a medio cerrar la interacción del muchachote. Quizá pueda añadir algo más, pero no lo aseguro (?) Gracias por la interacción, me ha gustado que estos dos se conozcan. Pena que no tuve tanto tiempo para postear porque estaba buena la charlita de arte unu <3
Me había metido en un pantano sin siquiera avisar, de hecho si el chico fuese reactivo quizás hubiese boqueado por aire antes de hundirse en el fango, porque que saliera con el duelo de la nada era chocante de por sí. Había tantas formas de duelo que al final la mierda esta del psicoanálisis, el rollo de la falta y del deseo su manifestación al final sería cierta. Nos echaríamos la vida entera sin un objeto sobre el que colocar esa carga emocional, pues estábamos condenados a perderlo continuamente. Las personas que ya no estaban con nosotros dejaban un hueco, a veces incluso sin haber muerto. El rubito recibió mis palabras con un asentimiento, afirmando mi argumento, y yo atendí a sus movimientos cuando volvió a sacar la cajetilla para extraer otro cigarro con la misma habilidad de antes. Habló de nuestro encuentro, de que se llevaba algo en qué pensar y giró el cigarro entre los dedos mientras tanto; estuve por girar el rostro de regreso a la piscina cuando detuvo el girar el objeto y se volteó para mirarme directamente. Giré la cabeza, encontré sus ojos adivinando su posición tras el cristal y deslicé la vista a su mano cuando depositó el cigarro junto al lápiz. Fue lento, lo hizo con la misma cautela que uno le pone un plato de comida a un gato asilvestrado, y me quedé observando ambas cosas mientras lo escuchaba. La idea me hizo soltar una risa por la nariz y cuando él regresó los ojos a la piscina recogí el cuaderno, lápiz y cigarro incluido. Respeté el silencio unos segundos, lo apreciaba a pesar de todo, y solo lo rompí para cerrar el cuaderno, haciendo que sus hojas se rozaran entre sí. Sostuve el cigarro unos segundos, al final escribí sobre la parte blanca los caracteres japoneses de "músico", así sin más. Hecho eso guardé el tabaco en el bolsillo de la falda, giré el lápiz entre los dedos y al final lo extendí en su dirección, apenas lo suficiente para que adivinara su presencia por el rabillo del ojo. Era un lápiz Tombow 4B, nada demasiado loco. —Tienes cara de necesitar un lápiz —resolví con sencillez casi en voz baja—. Puedes pasar a la sala de arte para devolvérmelo~ Contenido oculto gracias a Gaspar recordé más a la Kat de su rol original, así que gracias uvu (? me gustó mucho la charla existencial voy cerrando también aaa
La risa de Kurosawa se perdió entre las voces de los otros estudiantes que iban en grupos hacia la cafetería, aún así no dejó de causarme algo de gracia. Ya en la planta baja caminamos hacia la piscina, atravesando el sendero entre los árboles en lo que se lograba escuchar los pájaros entre las ramas. Podría considerarse que quedaba algo retirada del edificio central si se era muy quisquilloso, pero afortunadamente ninguno de nosotros parecía serlo, al menos no en esto. —¿Le crees que sería nuevo para ella ser una estudiante modelo? —me preguntó Paimon con el tinte divertido en su voz. Y bueno, me tomé la libertad de mirarla y seguirle el hilo ahora a él. —De seguro ya ocupa el primer lugar de su clase, pero guarda el secreto por algún motivo. Y así pasamos a hablar esta vez de ella en tercera persona hasta que visualicé el sitio, sintiendo la brisa removerme el cabello. Estaba desolado, suponía que era por el hecho de los estudiantes preferían no caminar con estás temperaturas muy lejos de sus aulas, aunque se perdían una agradable tarde si me lo preguntaban. Llegamos hasta una de las esquinas, dentro de la reja que la cubría, cerca a la piscina. Por la frondosidad de los árboles había bastante sombra al rededor de la misma por lo que aproveché para quitarme los lentes y reposarlos en el bolsillo de la camisa escolar. —¿Qué tal? —Esta bien —respondió el otro al repasar el espacio superficialmente—. En Rusia no es que tuviésemos estos espacios. Miré a Kurosawa para contextualizarla: —En la escuela pasada no había piscina, sino pista de hielo. Solíamos ver a los chicos jugar hockey cuando salíamos temprano de clase. —Ahora que lo dices así, no suena muy entretenido.
Para cuando estábamos por alcanzar la piscina los muchachos se pusieron a hablar de mí en tercera persona y aunque me hizo gracia no solté la risa, me mantuve serena, seguí caminando mientras observaba nuestros alrededores. Lo de que ocupaba el primer lugar de mi clase me hizo sonreír, observé a uno con el rabillo del ojo y después al otro sin decir nada. La brisa me agitó el cabello, arrastrando las pesadas ondas oscuras y cerré los ojos unos segundos sin detener mis pasos, solo disfrutando de esa ligera corriente de aire. El aire olía al cloro de la piscina, nada extraño, pero también era uno de los aromas que uno tendía a asociar al verano aunque fuese artificial por decirlo de alguna manera. Nos quedamos en la sombra de una de las esquinas, aproveché para dejar el bento con cuidado en el suelo y di unos pasos fuera del cobijo que nos ofrecía el árbol. El sol me alcanzó la cabeza, luego el rostro y alcé la cabeza con los ojos cerrados, sintiendo que el viento seguía agitando mi cabello suavemente; también estaba prestando atención a la conversación de Paimon y Craig, aunque pareciera que no. Con la mención a Rusia interrumpí mi baño de sol, volví el cuerpo para mirarlos y reí por lo bajo cuando el albino me dio el contexto que me faltaba. Regresé mis pasos hacia la sombra, acercándome a ellos de nuevo, y me acuclillé para desenvolver el bento con cuidado. —Es una cosa de perspectiva. Si me mandas a mí a ver la pista de hielo rusa seguro me haría muy feliz —comenté sin detener mis movimientos y la sonrisa que me permití cargó cierta nostalgia—. Las cosas que no vemos con tanta frecuencia tienden a interesarnos más que las que sí. Unos segundos después me levanté, le eché un vistazo a la piscina y los reflejos que lanzaba el agua. Un poco de repente miré a Paimon, como si me hubiese acordado de algo, y presenté la zona como si estuviese haciendo la introducción de una obra de teatro o algo. —Bienvenido a la piscina de la Academia Sakura, ¡una joya en tiempos de verano!
En algún momento de la conversación seguí sus movimientos. Su cabello era como un jaspe negro por lo que la luz del sol no provocaba ningún destello, sino más bien avivaba el tono oscuro tal y como lo hacía conmigo. En cuanto abrió los ojos y regresó hacia nosotros se dejó caer para ocuparse de su almuerzo, por lo que me senté igual aunque Craig se mantuvo de pie, con la vista en el agua. —Supongo —murmuró el albino, dignándose a sentarse luego de unos minutos en lo que algunas hojas de los árboles se desprendían. Denoté las nostalgia en su voz pero aún así no participé de más, recostando la espalda entonces contra la reja, en lo que Shiori se levantaba como si le hubiesen puesto resortes. La niña era bastante inquieta, quizá Suiren estaba más hacia mí espectro y Shiori por otro lado rallaba el extremo del otro, de alguna manera... Me dió la bienvenida a la piscina y la sonrisa se me torció hacia la izquierda por su efusividad, mirándola desde abajo por unos segundos para ya luego hablar en lo que sujetaba mi almuerzo. —Podría Hablar con la profesora de tercero para que empieces a dar los tour. Suiren también sujeto su bento y comenzó a destaparlo en lo que ojeaba el mío. Constaba de la proteína, las verduras y algo de harina. Podría decirse que era lo típico japonés, pero aún así algo se solía destacar, y ni modo. —¿Tu padre? —Como suele ser. —Ah, Kurosawa —sujetó su bebida como si hubiese recordado algo de ella, pero ni idea del qué—. El papá de Orn es cheff profesional.
El comentario lo había soltado medio porque sí, pero sabía el peso real de mis propias palabras al decir que uno a veces sentía más interés por lo nuevo que por lo que observaba siempre. Era un ejemplo horrible, pero pasaba también con las personas y yo había dado a mi hermano por sentado, como una certeza infinita, hasta que de repente no estuvo más. Luego tuve el punto de hartazgo, la gota que colmó el vaso y aquí estábamos. Las hebras que había lanzado por años, construyendo una telaraña cuidadosamente tejida, eran las mismas que había quemado en el instante en que me supe sola y acepté ese como mi destino. Renuncié al control o al menos eso pensé, pero estaba aquí con los chicos de tercero y me pregunté genuinamente qué tanto habían cambiado mis hábitos en realidad. Si no estaba haciendo lo mismo pero con diferente nombre. De todas formas seguí montada en mi teatro, como siempre, presenté la piscina y noté que al moreno se le torcía la sonrisa, así que me di por servida. Cuando dijo lo de que podían hablar con la profesora de tercero para que me dejaran los tours reí, relajé la postura y volví con ellos para sentarme, ahora sí para atender al almuerzo como era debido. —Pues no estaría mal, pero entra uno nuevo cada semana así que es demasiado trabajo —comenté mientras usaba los palillos para tomar algo de arroz. La conversación del par no me pasó desapercibida, apenas Paimon le contestó a Craig le eché un vistazo discreto a su comida y luego cuando me volvieron a brindar el contexto necesario se me desarmó un poco el bocado de arroz entre los palillos, por suerte fue antes de sacarlo del bento. A ver, en esta escuela uno veía de todo y tal, pero eso del chef profesional no se me hubiera ocurrido. —Debe hacerte comida de lo más rica —dije sin filtrarlo por ninguna parte de mi cerebro y no supe si sentí envidia o no, ya no por la comida, si no por el concepto entero de que alguien le preparaba almuerzo.
Lo nuevo siempre traía algo de atractivo, sin embargo, no consideraba que lo anterior debía perder la escencia de lo valioso por ello, era algo por demás superficial y bueno, no estaba muy compaginado con ello. La naturaleza de lo que perseveraba através del tiempo, incluyendo a las personas, solían provocarme más interés que lo que recién llegaban, al menos era mi forma de funcionar. Me senté con ellos y en lo que Paimon destapó su almuerzo lo miré como solía hacerlo antes. El aroma se sentía, además de lo perfectamente acomodado que estaba, como si a diferencia de mi su almuerzo no se moviese en el recorrido de la casa a la escuela. Y ya se lo había mencionado en algún momento, el que me causaba algo de envidia. No lo de que tenía un padre profesional en culinaría, sino más bien... el que tenía a su padre cocinándole, pendiente de él en realidad. Mencioné entonces la profesión del hombre a Kurosawa no solo por contextualizarla, era más bien porque recordé el hecho de que era la líder del club de cocina, y de que me había pedido la receta del postre la otra vez que había ido a mi casa el fin de semana, y hasta el momento lo había olvidado. —La verdad es que sí, pero también lo ha tornado un caprichoso con la comida —comenté llevando un pedazo de arroz a mis labios, masticando con calma. Además de que tampoco solía compartir. —Exageras. Entorné los ojos hacia Kurosawa, como quien le dice que no estaba exagerando en lo más minímo. Paimon empezó a comer entre tanto, fingiendo no notar la expresión que yo acababa de hacer hacia ella. Me tomé una pausa entonces. —Y tú Kurosawa, ¿qué traes hoy de almuerzo?
Sonaba contradictorio, pero a veces el control no se emparejaba a la estabilidad y eso lo sabía de primera mano, incluso era posible buscar el primero para emular la segunda, pero poco más. Era feo si uno lo analizaba a sí, pero era lo que era y punto, no se podía hacer más al respecto, como tampoco se podía hacer mucho por las cosas perdidas más allá de seguir adelante. Hubiese tenido su gracia venir a darme cuenta que tanto Craig como yo estábamos allí sentados sintiendo envidia por el hecho de que a Paimon su padre le preparara el almuerzo, era un punto de conexión un poco extraño aunque quizás inevitable. En lo que a mí me concernía, llevaba cuatro años preparando casi todos los tiempos de comida a excepción del desayuno alguna veces. No recordaba muy bien a qué sabía la comida preparada por mi madre y papá se limitaba a cocinar arroz, huevo y pescado. Como fuese, Craig dijo que eso había vuelto a Paimon quisquilloso con la comida, el otro le dijo que exageraba pero el gesto me dejó claro que nadie estaba exagerando nada. Solté una risa por la nariz bastante floja y ahora sí comí el bocado de arroz que se me había caído de los palillos antes, mastiqué con calma y cuando el albino preguntó por mi almuerzo miré el bento. —Arroz, pescado blanco y algo de ensalada verde con tomate —respondí y me tragué la gracia—. Nada muy digno de un chef profesional, la verdad. Dicho eso, empujé suavemente el bento en dirección a ambos. No era raro en mí y tampoco esperaba nada a cambio, solo lo hacía. —Pueden tomar de lo que gusten si quieren.
En términos generales la presencia de mi padre en sí era parte de mi centro, ese hombre era el modelo a seguir de mi hermana y en parte el mío, con lo de ser profesional y en caso de llegar a tener hijos dar el ejemplo como lo hacía él. Era una lástima la madre ausente que había conseguido como mujer para procrearnos a nosotros, pero ni modo, me quedaba con lo que tenía y hacía de ello algo de valor. Podía decirse que era un niño de bien, con el dinero suficiente para continuar existiendo sin trabas ni necesidades que me inclinaran a decisiones imbéciles. Un poco pedante, orgulloso y designando poca importancia a las cosas, o a las persona a mi alrededor, exceptuando claro, a Craig y su familia además de la mía. Por lo que egoísta quedaba dentro de la fórmula. Eché el vistazo a la comida de Shiori, pasando del comentario. Se veía normal, nada que destacar ni menospreciar en realidad. Craig le sonrió con la cortesía de siempre, y sujetó un trozo de la ensalada en lo que le extendía su almuerzo a ella luego de murmurarle un gracias. —Si gustas probar lo que hice esta mañana. Eran papas al horno, cubiertas de queso parmesano espolvoreado y verduras. Ya sabía que el tipo solía hacer el almuerzo una noche anterior porque detestaba madrugar, y como su madre le había intensificado los turnos en el trabajo hace ya algunos días no le preparaba lo que traía a la escuela. Seguí comiendo entre tanto con la calma de siempre, apeteciendome preguntar: —¿Y la chica y el chico que estaba con ustedes el domingo? ¿No sueles almorzar con ellos? En algún momento con lo que me contó Suiren del juego, y ese día, bueno, la información del beso entre ella y Kasun; había asociado qué no sé, se traían algo y se me hacía atípico el que estuviera aquí sentada con nosotros.
No esperaba que el Señor Hijo del Chef Profesional tomara nada del bento, no luego del comentario de su amigo, así que tampoco me lo tomé personal ni nada parecido. Seguí comiendo a mi ritmo, prestando atención a la conversación cuando fuese necesario y cuando Craig me dijo de probar lo que había preparado por la mañana tomé una de las papas. La verdad estaba bastante rica, no iba a mentir, aunque era esperable viendo el resultado del bizcocho que nos había servido el otro día. Estaba terminando de masticar cuando el moreno preguntó por los demás, no alteré el temple ni nada y terminé de pasar la comida antes de atender al asunto. Si Craig le había contado el desenlace de la reunión o no me importaba bien poco, siendo honesta. —Akaisa-senpai va a su propia bola, la verdad. Supongo que ese día fue más por caridad que por otra cosa —contesté sin problema y revolví algo de arroz con los palillos—. Y con Zold-senpai no me junto tanto como pareciera, creo. No era que hiciera un esfuerzo consciente por pasar el tiempo con él, eso podía reconocerlo, pero tampoco me parecía un gran drama. En general, las cosas tenían que escalar bastante para que algo me detonara y no sabía si era un don o una maldición, puede que ambas. —Así que eso, en definitiva no es que tenga un círculo sólido de amistades con las que almorzar ni nada, aunque me gusta conocer gente nueva. Suena bastante obvio eso último, viendo la manera en que me colé en su conversación. Me disculpo por eso.
Ahora que traían a colación el otro par no pude evitar sonreír en lo que tomaba algo de agua; me causaba gracia que Akaisa hasta el momento atendía nuestros llamados de auxilio, tanto en el proyecto de arte como desatrazarnos de química un domingo en la tarde. No sabía ya cuántas había acumulado con ella, e imaginaba que en algún momento me pediría un favor para saldar cuentas, o tal vez se le olvidaría con el tiempo, quién sabe. —Ya veo —murmuró con simpleza en lo que daba una pausa con los palillos cerca a la boca. Suponía que éste se dispondría a seguir comiendo, por lo que hice lo mismo con la vista en la zona verde que rodeaba gran parte del lugar, quedándome con lo que había dicho Kurosawa de manera superficial, tampoco tenía interés de indagar en sus relaciones y demás. Iba a continuar con otro tema de conversación algo más general, sin embargo la reja de la piscina se abrió por lo que dirigí la atención al espacio. Lo primero que visualicé fue la cabellera negra de Akaisa y ya después a Kasun con ella. Parecían buscaran lugar, dando con nosotros ahí sentados en una de las esquinas, acobijados por la sombra del árbol. Me causó algo de gracia; no demoraron mucho en mirarnos, y el chico nos saludó con el ánimo de siempre levantando la mano.
La respuesta del chico fue simple por decir poco, de por sí ninguno tenía cara de meter las narices donde no los llamaban, así que lo dejé estar como si nada y esperé a que saltáramos a algún otro tema de conversación, algo que no parecía dificultársele a Craig. Mientras tanto comí un poco más, aunque no anticipé en lo más mínimo que los otros dos aparecerían. Katrina cargaba un almuerzo cuidadosamente envuelto, seguro preparado por alguna de las criadas de su mansión, y era bastante evidente que estaba allí porque se había topado a Zoldryck al salir. Como fuese, tomé aire profundamente y pensé que esto de andarme topando a Katrina en dos lugares diferentes a la vez ya rozaba un poco la necedad. Ella fue la que tomó la delantera, apenas vio el grupo le dio un codazo suave a Kasun y enderezó los pasos hacia nosotros. Al llegar se sentó junto a Craig sin más, con calma, y empezó a desenvolver su almuerzo como si hubiese estado en el grupo desde el inicio. —No es un mal lugar —reflexionó en voz alta. Después de eso volví la mirada a Zoldryck, le dediqué una sonrisa de las de siempre y señalé el espacio a mi lado con los ojos, esperando que se sentara también. Ni modo, ¿qué iba a hacer? ¿Echarlos luego de que le había comido la boca al chico en un taxi? —Se está un poco más fresco aquí que en el patio norte —comenté hacia nadie en particular. Contenido oculto Shio cada vez que ve a Kat:
Desde aquella vez en el parque había estado algo elevado, mi hermano en alguna ocasión me molestó diciendo que invitaría a Kurosawa a almorzar antes de que lo hiciera yo, porque bueno, estos días había estado con Gen en la cafetería o acompañándola a la biblioteca, hasta que al final había decidido pasar por su salón de clase, algo tarde luego de que sonara la campanada, y a la final ya estaba casi solo el salón de segundo. Chasqueé la lengua ay decidí bajar a la cafetería a echar un ojo, sin embargo tampoco estaba por ahí, y tenía pereza de subir a almorzar en el pasillo de tercero por lo que preferí echarme a caminar hacia el aire libre, topándome a Akaisa en el proceso. Le sonreí como era costumbre, y entre una cosa y otra terminamos aquí metidos. La temperatura era agradable, y por los árboles se escuchaba más frecuente el sonido de las aves. En cuanto entramos sentí la mirada encima, de Craig como tal al darme cuenta que era éste. Y con la visual terminé deparando en Kurosawa. Sentí la necesidad de reír pero me aguanté, porque era una risa entre nervioso y avergonzado. La había estado buscando y cuando dejé de hacerlo la encontré. Que tonto. Me senté a su lado ante la invitación de su mirar luego de uqe Akaisa me diese el golpecito que me puso en marcha. Empecé a destapar el bento en lo que secundaba las observaciones de ellas: —Es tranquilo además —sujeté el tenedor, viendo qué era lo que la muchacha del servicio me había empacado de almuerzo. Carne asada, con arroz y algo de pimentón—. ¿E interrumpimos la charla? —pregunté risueño.