Exterior Piscina

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Puede que en condiciones normales no pegáramos ni con pegamento industrial, pero la poca capacidad de espanto de Sasha había hecho casi todo el trabajo y yo, demasiado vago para llevarle la contraria, había seguido haciendo lo que hacía siempre, moverme sin que me importara lo que pensaba la gente que me rodeaba más allá de cuatro gatos. Había calma en esa falta de interés por la opinión pública, al menos algo muy parecido, y es que sin esa desconexión era posible que hubiese acabado conmigo mismo hace mucho tiempo.

    Silenciar el ruido externo era clave para sobrevivir a uno mismo.

    Por otro lado, puede que mucha de la mierda nos siguiera desde muy pequeños en forma de cosas sin importancia, estupideces que todo niño podría hacer y de hecho podrían quedarse en eso. Sin embargo, a veces volvíamos a esos momentos, tomábamos lo que parecía servirnos y lo traíamos a la superficie para usarlo años después, deformándolo y dándole poder. Todo lo que pareciera útil para algo se quedaba, incluso si nos arrancaba pedazos de carne por el otro costado.

    Esos trozos de carne faltantes dejaban que los miedos se colaran hasta el hueso.

    Quizás si supiera que había puesto distancia con Mason el día anterior le hubiese dicho algo, pero permanecía ignorante y si el otro poseía capacidad de espanto o no le tocaría averiguarlo a ella misma. Tenía cara de no matar una mosca, el jodido mocoso, pero el miedo que mi sola presencia le imprimía me decía que tampoco tenía demasiados santos a los que rezarle, aunque eso no quitaba que pareciera menos maldito que casi tres cuartos de la población estudiantil de esta academia de mierda.

    Aún así digamos que entendía que habían cosas que no queríamos dejar a los ojos de personas específicas.

    Afirmó que cansaba y no hice más que soltar el aire con pesadez por la nariz, porque íbamos por la vida moviéndonos por algo que a la larga debía ser solo inercia. Ni siquiera tenía claro si lo hacíamos por voluntad propia, por sentido del deber, alguna estupidez tipo "si no lo hago yo, no puede hacerlo otro" o lo que fuera. Independientemente de la opción que fuese, el punto era el mismo: agotaba.

    En cualquier caso, el punto de relativa tranquilidad que habíamos conseguido no estaba mal, puede que ninguno olvidara un carajo por mucho que hubiese quemado la foto, pero ya era un paso hacia alguna parte. Era más fácil así por ahora, para morirnos de estrés nos quedaban todavía unos años si tenía algo de fe. Prefería verla allí mofándose de que los dos acabáramos en Minato que cualquier otra cosa.

    —¿Advertencia? ¿Qué dices, mujer? —Me quejé casi a la vez que me dio el empujón en el hombro y soltaba la tontería—. Es una invitación. ¡Una propuesta real! Del mejor caballero en el Triángulo del Dragón, o el peor, no sé lo dejo a tu criterio.

    La observé registrar el contenido del bento y lo que revolvía las cosas, señalando lo que había, medio fruncí el ceño porque eso comenzaba a parecerse terriblemente a mis cenas de cada noche si tenía suerte. Había tantas cosas allí revueltas que ya uno no sabía qué criterios se habían seguido al empacarlo más que, bueno, pretender comer algo alguna hora.

    —Tendría que ser lasagna demasiado aplastada, ¿no? —atajé ladeando la cabeza, tratando de encontrarle forma de algo a los cuadritos—. Parece un manjar de dioses, te lo digo yo que soy un experto.

    Medio eché el cuerpo hacia atrás cuando alzó la verdura misteriosa, traté de encontrarle forma al igual que los cuadritos de pizza/lasagna y solo dejé la aparente seriedad del asunto cuando dijo que alguno de los dos tendría que jugarse el pellejo para averiguarlo. Solté una risa, se me escapó primero por la nariz y luego estuvo a nada de convertirse en una carcajada.

    —Ah, qué gran responsabilidad me fui a echar encima, pero va. Moriré por usted si hace falta, señorita~

    Me costó decir la estupidez sin seguir riéndome, pero usé todas mis neuronas en mantener la compostura lo suficiente para seguir haciendo el imbécil y me incliné ligeramente en su dirección. Para haber estado cagándome en mis muertos hace un rato me estaba tomando demasiadas confianzas, pero ese era parte de mi trabajo, y así como la máscara de bufón se me había roto, estaba juntando los pedazos para volver a armarla. Como fuese, una vez me incliné apenas hacia ella abrí la boca, esperando la verdura misteriosa, aunque de repente me preocupó genuinamente no saber qué era.
     
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    Gigi Blanche

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    Me causaba su debida gracia que se hubiera sincronizado sin dramas a las tonterías que estaba soltando, pues hasta ahora había sido más del tipo de quedarse mirándote y burlarse en silencio. Lo pensé mientras se auto asignaba un título medieval, y como ya venía sonriendo de antes mi expresión no cambió. La verdad, me gustaba más así. Mejor no espabilar tontos, ¿no?

    —Ah, pero qué honor —solté con alguna risa colada, y luego fruncí apenas el ceño con cierta curiosidad—: ¿Triángulo del Dragón? Sin ofender, no creo que acabes de inventarte un término tan cool porque sí.

    Sabía que era impropio de mí aparecer en la escuela con un almuerzo tan... messy, y mentiría si dijera que no me eché todo ese espectáculo encima para disimular la mini cuota de vergüenza. Preferí convertirlo en un motivo de risas, me lo creyera o no lo suficiente. Aún tenía mis dudas de si el elemento número dos era pizza o lasagna mutilada, pero su comentario de la opinión de experto me hizo reír.

    —No puede ser, ¿acaso estoy ante un experto? ¿Un caballero del Triángulo del Dragón experto en lasagna aplastada? ¡Cuántos títulos, hombre! Me quedo sin aire.

    También me hizo gracia que se alejara de la verdura misteriosa como si fuera, no sé, algo radioactivo, pero al final lo convencí de sacrificarse por la causa. Hubo un punto, no sabría definir precisamente cuál, donde una canción, la percusión de ésta, comenzó a sonar en los costados de mi memoria. No le di demasiada importancia, sólo mis piernas le siguieron el ritmo dentro del agua, generando un oleaje suave.

    Atajé a tiempo lo que quiso ser una carcajada al verlo inclinarse y abrir la boca, y reuní compostura para seguir bromeando. Con esto ya tenía práctica a cagar, lo había hecho con los niños hasta el hartazgo, así que sólo puse el piloto automático y, otra vez, intenté no reírme.

    Alright, honey, say "aaah" —murmuré, haciéndole un puto avioncito con la comida radioactiva, y me seguí tragando la risa al relajar el brazo y aguardar por su veredicto—. Bueno, sigues vivo, así que es un punto a favor. ¿Del uno al diez?

    Recordé en un fogonazo extraño de memoria los puntajes que había usado con Sonnen en el gimnasio. ¿Qué número valdría ahora para definirme a mí misma? No estaba segura de querer saberlo, vaya, prefería empeñarme en esta pequeña tontería del almuerzo misterioso y tomarme un descanso de todo lo demás. De eso se trataba, ¿no?

    Descansar de vez en cuando.

    —Oh, noble caballero, no tengo idea cómo agradecer su sacrificio —dije con tono pomposo, y seguí revolviendo la comida antes de dar un respingo y extenderle los palillos—. ¡Ah, ya sé! Tu turno de elegir la próxima prueba de la muerte.

    Ahora parecía una peli de Harry Potter.


    a dije eso y me acordé de esto

    son hasta sly y gryff, todo cuadra (??
     
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    Puede que en la cabeza de ambos esta desgraciada de conversación hubiese virado a espacios menos amigables en todos sus posibles desenlaces, algo de eso todavía me quedaba en el pecho, pero así como en su momento decidí correr como imbécil ahora solo ignoré las dudas que permanecían. Me las arranqué de encima, como si fueran garrapatas, y las ahogué en la piscina. Fue suficiente para que mi personalidad llegara un punto de tregua consigo misma y me sumara a sus tonterías más allá de verlas.

    Incluso si alivio era temporal, tan siquiera podía respirar sin la ira y el miedo pegados en la nuca.

    Su comentario de lo del Triángulo del Dragón me sacó otra risa, negué suavemente con la cabeza y el cabello siguió el movimiento, no me expliqué de inmediato así que la cosa solo quedó allí suspendida en lo que nos enfocábamos en el Frankenstein que estaba hecho su almuerzo. Parecía impropio de ella, lo reconocía, pero tampoco lo juzgué como no juzgaba nada más, siempre era mejor reírse que buscarle la quinta pata al gato.

    —No, no, no. Experto en comida recalentada, comida instantánea y cualquier cosa que se le parezca —corregí con orgullo impostado, inflándome el pecho y toda la cosa—. Sigo sin discernir la naturaleza de eso, si es un pedazo de pan o un poco de pasta.

    Había notado el movimiento de sus piernas en el agua, pareció marcar un ritmo aunque no lo asocié a nada en particular y seguí montado en la tontería sin mayor dificultad. La muy idiota hizo el avioncito y todo el rollo, yo había empezado la estupidez, así que lo acepté y aunque dudé unos segundos, acabé por masticar la verdura misteriosa o mismísimo Uranio que me había metido en la boca.

    —¿Supongo que sí era pepino? Joder, no sé, solo sabe a marinado. Siete punto cinco —dije por fin, luego de tratar de averiguar seriamente qué era lo que me estaba comiendo—. Se deja comer por lo menos y confirmamos que no corre peligro la vida de nadie por probarlo. Creo.

    No había sonado muy convencido de lo último, hasta se me aflojó una risa pero me encogí de hombros para restarle importancia y me tragué la gracia al escuchar el agradecimiento por el sacrificio. La vi revolver la comida, pero dio un respingo de repente como si se hubiese iluminado y me extendió los palillos, la balanza por el sacrificio de caballero estaba un poco chueca pero lo acepté.

    Teníamos pocos espacios donde desconectar la cabeza y si un bento desordenado era uno de ellos.

    Iba a tomarlo sin darle muchas vueltas.

    —¿Prueba de la muerte? ¿No suena eso muy rollo prueba de iniciación? ¿En qué nos estamos iniciando? —pregunté de zopetón mientras revolvía la comida, acabé por decantarme por la pizza/lasagna misteriosa a pesar de todo y la suspendí frente a ella—. Lo siento, princesa, pero va a tener que descubrir por usted misma la naturaleza de este manjar. ¿Se cree lo suficientemente valiente?

    La miré terriblemente serio al principio, pero siempre acabé por relajar los gestos y dedicarle una sonrisa. Puede que no se lo dijera ahora mismo, pero le agradecía que me hubiese escuchado y que así fuese a regañadientes, me hubiese dejado empujarle un poco el hombro con el embrollo. No había nada de heroico en mis acciones, puede que nunca lo hubiese, pero la responsabilidad era otra cosa y aunque no la tuviese en la escuela, la tenía para todo lo que ocurría fuera.


    miss excuse me but the accuracy??? ni planeándolo encaja todo tan bien damn
     
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    Gigi Blanche

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    Nunca había confiado en la estabilidad del mundo, y quizá fuera precisamente esa la razón por la cual llevaba tantos años empeñada en construir la fortaleza perfecta. A prueba de tormentas, tsunamis, tornados e incendios. Para que todo pudiera irse a la mierda fuera, pero yo lograra permanecer a salvo ahí dentro. También había estado dispuesta a sacrificar todo lo que esa seguridad me pedía a cambio, pero ahora ya no estaba tan segura de nada. Ahora mismo, la verdad, no tenía puta idea de nada.

    Quizá por eso hubiera aceptado la oferta de Teruaki, quizá más allá encontrara lo necesario para reconstruir la torre.

    O un resabio de poder, de libertad, lo que fuera.

    Estaba un poco desesperada, así lo disimulara bastante bien. Arrancar los cables y distraerme en ilusiones de almuerzos desordenados era y no era un incentivo de mis peores manías. Funcional a lo que detestaba, pero también necesario. Quizá llevara toda la vida moviéndome en esa dicotomía, entre las bondades que había aprendido de Eloise y el reflejo de mamá en el espejo.

    Al final el imbécil nunca me dijo qué era el dichoso Triángulo del dragón, pero yo tampoco le había dado la debida importancia para recordarlo e insistir. Me distraje con sus títulos pomposos y el teatro que le estaba poniendo a toda la cuestión. Era triste, la verdad. Era terriblemente triste pensar que este chico vivía a comida recalentada y que tenía en los ojos el cansancio de un adulto. Si me detenía lo suficiente en el hecho iba a atravesarme el pecho, por eso no lo hice. Puede que sin el pedido explícito ambos hubiéramos cedido a disimular los demonios del otro.

    Puede que, incluso, fuera lo que hubiéramos estado haciendo siempre, desde un principio.

    —¿Ni el caballero de la comida recalentada sabe discernir este manjar misterioso? —murmuré en voz baja, casi como si la sorpresa me hubiera quitado el aliento—. My goodness, ¿ante qué clase de peculiaridad nos encontramos?

    Tras dejar la comida en su boca, había relajado el brazo y mantuve toda mi atención puesta en él, tragándome la gracia que me hacía verlo dudar tanto para masticar. Al final lo hizo, su cara siguió siendo un poema y me contuve de soltar la risa, pero no de que vibrara en mi pecho. Su puntuación final me arrugó el ceño, pues era la comida de Saki ¡y la comida de Saki era sagrada! Pero lo dejé correr, vaya. Al final ni yo estaba segura del estado de estas cosas.

    Solté una última risa nasal al oír cuán dudoso había sido ese último "creo" y luego me aceptó los palillos, el bento y todo lo demás. La verdad, estábamos aceptando cualquier mierda que viniera del otro.

    Our partnership, of course! —repliqué de inmediato cuando preguntó en qué coño nos estábamos iniciando—. Si vamos a ser socios de ahora en más necesitamos confianza mutua, ¿y qué mejor forma que probando comida potencialmente letal?

    Era todo teatro, pero en cierta forma era bastante razonable; dentro de la estupidez, claro. Mantuve mi mirada en sus manos revolviendo el bento y exhalé despacio, esperando a que escogiera algo y me lo alcanzara. Suspendió los palillos frente a mí, busqué sus ojos y sonreí. Seguía luciendo bastante divertida, pero se me coló una nota de suavidad en el gesto.

    —Si es por mi caballero, por supuesto.

    Me incliné en lo que acababa de decir aquello y comencé a masticar, lanzando los ojos a cualquier lado, atenta al sabor de la mierda. No tenía... no tenía textura de lasagna, no, pero estaba medio húmeda para ser pizza. Bueno, ¿pizza húmeda? Arrugué la nariz y meneé la cabeza, algo asqueada. El cabello rebotó con el movimiento.

    —Ugh, no, no comamos esa cosa, es un código rojo.

    Tuve que tragarlo, jeez, y me estiré por encima suyo con un movimiento rápido para alcanzar una de las latas que había comprado. Le di un trago, sacándome el gusto de la boca, y haber alzado la cabeza me hizo repentinamente consciente de cuán cálido se sentía el sol.

    —Por fin se va el frío. Básicamente soy la typical aussie gal, así que prefiero mil veces el calor. —Lo había soltado por decir, la verdad, y poco después volví a mirarlo—. ¿Puedo preguntar qué tienes que hacer en Minato? No tengo ninguna intención oculta, lo juro, es puro y duro chusmerío.
     
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    Zireael

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    Puede que nos balanceáramos sobre una cuerda floja tan parecida que las diferencias fuesen, si acaso, físicas. Quizás no éramos más que la sombra de en lo que se habría podido convertir el otro si nos empujaban en otras direcciones y de allí surgía la suerte de espacio verdaderamente neutral del que disponíamos desde el inicio.

    Podría haberla dejado en el cajón de las princesas intocables, pero su figura se balanceaba por los tintes intermedios de formas misteriosas y ahora no me quedaba más que meter el hombro, como estaba acostumbrado a hacer de por sí. Cuando la gente ya estaba metida en la mierda a veces solo quedaba meterse con ellos, se empezaba por un pie y luego estabas hasta el cuello.

    El mundo me parecía estático incluso en su caos, había algo en las vidas que ocurrían a mi alrededor, aquellas que no estaban enlazadas a mí y me veían como la peste que había que eliminar, que me parecía inalterable. Una parte de la violencia que le regresaba a la vida venía de esa sensación, como si hubiese invocado tempestades en un espacio para mantener seguro lo que había en el centro incluso si no descansaba. La tormenta absorbía barcos, personas, bestias.

    Dejando la calma del ojo del huracán para las paredes que sostenía en Shinjuku.

    Comprendía la desesperación de esta chica, lo hacía quisiera o no, porque aunque la cosa había salido para el culo lo cierto es que puede que solo fuese algo que tenía que pasar. No me refería a la persecución, si no al robo, la venta y toda la parafernalia. En realidad ella misma lo había dicho, el quién o cuándo era indiferente, así que simplemente se habían apilado las piezas de mala forma.

    En este fragmento del mundo habían ilusiones de control y libertad.

    Funcionaban tan bien que al final parecían reales.

    Por eso cuando todos los cachorros perdidos caíamos en el pozo los demás que llevaban años allí hacían dos cosas: nos devoraban hasta los huesos o nos acogían como parte de su manada. No habían puntos intermedios y lo sabía bien, muchos habían perecido apenas entrar en contacto con el primer piso del Infierno, se habían alimentado de sus huesos y escupido el pelo en una esquina.

    Era cruel y descorazonado, pero era y ya.

    El único balance que existía a eso era aferrarnos a las siluetas que no nos mordían las manos y tal vez Sasha era una de esas. No tenía la peste impregnada en la piel, pero tampoco correspondía a la fracción del mundo que me rechazaba naturalmente y algo en eso, lo que fuese, me tenía allí sentado haciendo el imbécil por el bien de la estabilidad mental de ambos.

    Era un salvavidas, incluso si estaba ponchado.

    Seguimos montados en la tontería de la comida y su sorpresa fingida me hizo toda la gracia, pero mantuve la compostura para no ir a atragantarme con el bocado. En esta vida había comido peores cosas, eso era verdad, pero tal vez esto de revolver tantas comidas diferentes no era la mejor de las ideas.

    —Sin duda es algo sin precedentes en la historia de la comida —atajé todavía bien serio, aunque solté la risa cuando dijo que era la iniciación de nuestra sociedad—. Nada como correr el riesgo de morir por una verdura juntos, claro.

    Total que esperé allí con el cuadrito de... bueno, de lo que fuera, suspendido hasta que lo aceptó. Seguía pareciendo entretenida con el espectáculo general, pero la suavidad en sus gestos se reflejó parcialmente a los míos cuando dijo la estupidez de que lo que fuese por su cabellero. No era yo un genio del sentimentalismo, pero tampoco era una jodida piedra y a su forma había algo tibio allí, liviano, y mi cuerpo no lo rechazó de inmediato como solía hacer.

    Igual la pobre desgraciada tuvo que probar el cuadrito misterioso, la miré con una intensidad digna de un crío de seis años pegado en la tele y cuando la vi arrugar la nariz comprimí los gestos casi igual de asqueado. No tenía pinta de tener buena textura en sí, ni cuando lo tomé con los palillos.

    —¡Código Rojo! —exclamé mientras apiñaba la pizza/lasagna en un extremo del bento—. Se declara Código Rojo para los cuadritos extraños.

    En medio de la estupidez se había estirado para alcanzar una de las latas que ya ni recordaba que existían y agradecí haberlas traído, porque si no iba a tener que sacarse el mal sabor con agua de piscina. Quería decir, no pensaba que fuese tan mala la comida, pero nunca se sabía y habiendo declarado el código no iba a averiguarlo.

    Su comentario sobre el calor me alcanzó mientras apartaba el último de los trozos de comida misteriosa, me permití una risa porque sonaba bastante predecible y pensé que de hecho con esa mata de cabello rojo tinto le pegaba. No me la imaginaba diciendo que prefería el frío, no iba a con su personalidad.

    Había volteado a mirarme cuando preguntó lo de Minato, medio me pilló en frío y parpadeé un par de veces. Nada que ver una cosa con la otra, pero la pregunta me recordó que le dejé lo del Triángulo sin responder y di un respingo en mi lugar, alcancé a dejarle el bento con los palillos en el regazo aunque antes me hice con un pedazo de pollo frito con todo el descaro del mundo.

    —¡El Triángulo! —solté cuando ya había masticado.

    Alcancé a hundir los dedos de la mano izquierda en el agua, todo para poder trazar un mapa bastante burdo en el cemento del borde de la piscina. Era un pedazo de todo el embrollo, pero hice las líneas para diferenciar los límites de cada trozo de tierra en su esencia y dibujé los cuatro barrios con su respectivo nombre: Shinjuku, Shibuya, Chiyoda y Minato. El último un poco porque nos concernía, no tanto porque implicara algo en la explicación del nombre.

    —Aquí —comencé trazando el primer lado del triángulo en cuestión de Chiyoda a Shinjuku, luego el segundo de allí a Shibuya y el tercero, el que lo cerraba, de allí a Chiyoda de nuevo. Golpeteé el centro de la figura con el dedo—. Este pedazo de tierra es lo que llamamos el Triángulo del Dragón, a quién se le ocurrió no tengo ni puta idea pero más inteligente que yo sí era, aunque tampoco es ningún reto eso. El nombre se lo robaron de esa zona cerca de la isla Miyake, donde los occidentales dicen que se pierden los barcos y no sé qué coño, le llaman el Mar del Diablo también. Como sea, el nombre se quedó y es que en este jodido centro pasan muchísimas cosas, es un hervidero de fuerzas del crimen organizado del corazón de Tokyo, sea de nuestra yakuza o de las mafias internacionales.

    Dejé de señalar el centro del triángulo para deslizarme al trozo que aunque limitaba con los tres barrios no se incluía en las leyendas urbanas o como quisiera llamarle. Al menos no como tal.

    —Minato mantiene una posición neutral desde hace tiempo, no se incluye en la zona aunque limita con los tres barrios. Es... depende de dónde te metas y con quién puede variar la experiencia. No diría que es peligroso, pero tampoco es seguro. —Alcé la vista a ella y solo una diminuta fracción de mi eterna burla palpitó en mis gestos antes de desvanecerse—. ¿Qué tengo que hacer en Minato preguntas? Saldar deudas. La que dividimos y las propias que vengo arrastrando.

    La cacería de Ryouta.

    La sangre del cachorro.

    La deuda del Dúo Dinámico.

    Tomé bastante aire, eché la espalda hacia atrás y apoyé las palmas de las manos para poder descansar la postura. Lancé la vista a algún punto del cielo y entrecerré los ojos.

    —Me van a tener de perro en uno de los bares pijos de Akasaka —resolví con calma, resignado al destino que había estipulado Yuzu para mí y sabía era uno de los más amables que podía conseguir, incluso si me ataba a Minato por meses—. La limpieza, la barra, hacerle charlita a los contactos de mi propio contacto, cuidarles el culo durante el cierre del local. Qué sé yo, lo variado de las tareas es equiparable a lo enojada que está la persona que me vive salvando el culo.

    Podría haberme callado, quizás debí hacerlo, pero giré el rostro en su dirección y me lo pensé. Ya no quedaba nada que juzgar, mucho menos que condenar y no había que ser un genio para saber que ella misma había terminado en el barrio porque opciones no quedaban muchas.

    —Vas tú. ¿Qué te espera en Minato, Sasha? —Regresé la vista al frente—. Y ya sabes, correr no funciona.

    Yo: a mimir
    Belu aventando tremenda rolita y recordándole a mi five que olvidé explicar lo del triángulo: i think the fuck not
     
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    Oírlo casi gritar lo del código rojo se combinó con las toneladas de valentía que había juntado para tragar la pseudo pizza y, entre una cosa y la otra, casi se me fue la comida por otro lado. Me quedé allí, viéndolo apiñatar la sustancia peligrosa en un costado del bento, y se me aflojó una risa diferente. Supe que fue estúpidamente maternal y, al menos, me contuve del impulso de hacerle mimitos en el pelo.

    —Pareces un niño ahora mismo, ¿lo sabías? —murmuré sin una pizca de burla o ironía, lo decía en serio y me parecía algo positivo, no negativo.

    Imaginé desde antes de abrir la boca que lo desestimaría y archivaría, pero me daba igual. Sólo me interesaba habérselo dicho. Era consciente de lo que implicaba cargar con ciertos pesos y responsabilidades, lo había sentido cuando Maze me llevó a la cafetería y me reveló que había hecho el almuerzo para los dos. Podía ser a veces, tan sólo un ratito, pero siempre era agradable que alguien más nos cuidara.

    Su reacción a mi pregunta fue demasiado enérgica para lo que era, y luego comprendí el motivo. Cierto, la cosa esa del Dragón. Honestamente me había vuelto a parecer un mocoso, pero ya no quise darle la lata y me mordí la lengua, prefiriendo quedarme contenta con el pequeño secreto. Me daba mucha ternura verlo así de animado, ni idea.

    Acepté las cosas en mi regazo, pero no tardé en dejarlas a un lado cuando vi que se disponía a trazar una especie de mapa sobre el cemento. Le presté toda la atención del mundo, así la cuestión fuera bastante sencilla. Coincidía con el corazón de la metrópolis, de modo que cargaba bastante sentido. Uno lo asumía, en especial cuando veía distritos comerciales como Kabukicho, pero de asumirlo a que alguien de adentro lo confirmara había una diferencia. Había estado siguiendo el movimiento de su mano, pero en cierto punto acabé prestándole más atención a los tatuajes que asomaban por debajo de su camisa. Era estúpido, pero de vez en cuando casi lo olvidaba.

    Que este chico realmente estaba hundido hasta el cuello en la mierda.

    A la información sobre Minato le presté especial atención. Imaginaba que un poco funcionaba así, digamos, como una suerte de dimensión paralela a la que accedías por determinados portales. Los fantasmas y los demonios caminaban junto a nosotros, a plena luz del día, sólo que lo hacían disfrazados. Me desinflé los pulmones, sintiendo un pinchazo de ansiedad en el estómago. Cuando pretendió encontrar mis ojos, su sombra danzó cerca de la eterna burla y yo permanecí seria. Saldar deudas, decía. Tendría las suyas, sí, pero la mía no le correspondía.

    Ya había cedido, de todos modos.

    —Bueno, gracias por la lección de geografía e historia~ —murmuré, disimulando los nervios, y estiré las piernas dentro del agua antes de relajarlas.

    No quise seguir indagando, además genuinamente no sentí el deseo ni la necesidad. Iba a trabajar en un bar para rascar la pasta, quizá no fuera en el ambiente menos nocivo del mundo pero qué sé yo, no sonaba letal. Sólo molesto.

    —Puedes verle el lado positivo —anoté, girando el torso para mirarlo ahora que se había echado hacia atrás—: seguro acabas preparando unos tragos de la hostia.

    Había sido medianamente consciente de que mi pregunta habilitaba la puerta para que él hiciera lo mismo, quizá no esperé que abriera la boca y ya. Pero bueno, aparentemente le estábamos pegando una visita interesante a Sincerilandia. Lo había dicho tras buscar mis ojos, le sostuve la mirada un par de segundos e incluso sin la aclaración sabía que huir no tenía sentido. Esbocé una sonrisa floja al escucharlo, aún así, y agaché la cabeza un instante antes de regresar los ojos al agua. Seguí moviendo las piernas.

    —No estoy muy segura —murmuré, y sentí que disimular o mentir iba a ser mucho más pesado que escupir la verdad y ya—. Aparentemente es un club privado y pasan a recogerme a las ocho. No me extrañaría que antes de salir de ahí me hagan firmar una mierda de confidencialidad o algo, a juzgar por las molestias que se están tomando. Diría que me halagan, pero ¿honestamente? Me da algo de miedo.

    Mi voz había ido perdiendo volumen incluso si no lo pretendía. Tenía los brazos estirados a ambos costados de mi cuerpo, medio me servían de soporte y por ello lo miré sobre mi hombro al girar el rostro. Recosté la mejilla allí y los rizos me cosquillearon ligeramente. Quizá busqué sus ojos pretendiendo mantener la compostura o para seguir jugando a que era lo suficientemente fuerte para soportar cualquier cosa, pero acabé reposando la mirada en un punto intermedio.

    —Es una oferta de trabajo, que de hecho me cayó la misma tarde de la desgracia. Dicho de forma bonita, tendría que encargarme de... entretener a los clientes. —Sonreí sin demasiada gracia y separé la mejilla de mi hombro, meneando la cabeza. En un impulso bastante repentino me dejé caer hacia atrás y me tapé el rostro con las manos. El sonido salió amortiguado—. El hijo de puta sabía lo que estaba haciendo, tuve que escucharlo nombrar a mi hermano. ¿Y yo qué hice? Fui y lo llamé, porque aparentemente la paga es buena y me daría un jodido respiro, así sea a cambio de otro montón de cosas. No me importa lo suficiente.

    Bufé y dejé caer los brazos sobre el césped. Entreabrí los ojos para distraerme en el cielo. Lucía jodidamente cerúleo.

    —Sólo quiero una pizca de libertad, venga en la forma que venga.
     
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    Zireael

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    Toda la concentración que había usado para apiñar los cuadritos radioactivos en una esquina del bento no me impidió notar la risa que se le soltó, fue diferente y algo cálido, extraño, se me revolvió en el centro del pecho. Sabía que lo que le habían arrebatado no iba a volver de un día para el otro, era imposible, pero si todavía podía reírse así aunque fuese un segundo al menos podía pensar que el asunto no estaba del todo perdido. Su comentario me vino en gracia, me permití una risa floja sin desatender mi tarea que no cargó ni una pizca de burla en ninguna dirección.

    No era algo que uno pensara en decirme en casi ninguna circunstancia, pero este contexto era particular y aunque no le di especial importancia, lo cierto es que dejé la frase haciendo eco por ahí. Puede que esta chica pudiese soltarme cualquier cosa sin que yo reaccionara, podía pasar por indiferencia, pero me conocía y sabía que esa falta de reacción venía de otra parte, se sentía mucho más sosegada.

    Suponía que este era el poder de Sasha.

    Algo en eso sabía al hogar que ahora no era más que ruinas en Chiyoda.

    Le prestó atención a mi monólogo y yo estaba con mis garabatos con agua, así que no la vi detallar los tatuajes de mi mano. A veces yo mismo lo olvidaba o decidía ignorarlo hasta que llegaba a casa, al barrio, y era imposible de evitar. Estaba hundido hasta el puto cuello, estaba tan resignado a ello que me había puesto el tablero encima, sabiendo el asco con el que miraban la tinta en Japón precisamente por gente a la que en algún momento le había servido de forma indirecta al servirle a Kaoru.

    Los demonios del corazón de Tokyo.

    Llevaba tantos años hundido en la porquería de ese montón de viejos importantes que nos veían como quien observa peleas de gallos o algo que ya tenía un mapa mental de la cuestión, un dibujo en la cabeza de las tensiones que se movían de un barrio al otro. Habían muchísimos detalles que a Sasha no acaban de corresponderle, pero por lo menos tenía que saber dónde corría peligro o no, dependiendo de con quién entrara. Esos portales de acceso eran esenciales, nos mantenían un suministro de sangre fresca importante.

    Sangre de chicas como Sasha, en muchos casos.

    La sangre de los necesitados mantenía latiendo el corazón del dragón.

    Hice una medio reverencia cuando me agradeció la clase de historia o algo parecido a eso, teniendo en cuenta que estaba sentado, y deshice el mapa provisional con un movimiento de mano que acabó humedeciendo todo ese pedazo de cemento. La noté girar el torso en mi dirección, así que esperé por lo que tuviese que decir que fue lo de los tragos y me permití una risa.

    —Quizás, puede que tengas que juzgarlo tú misma en el futuro —concedí sin siquiera molestarme en disimular que la estaba invitando a pasarse por el bar—. Si alguien se intoxica, que sepas que no fui yo.

    Hoy estábamos bastante interesados en la muerte por sincericidio, así que ni me cuestioné qué coño hacía regresándole la pregunta, quizás porque solo la mención a Minato ya apestaba a azufre de alguna forma, pero no importaban mucho mis motivaciones que de por sí eran bastante volátiles en general. Noté su sonrisa floja, pero la dejé volver la mirada al agua antes de hacer lo mismo para escucharla.

    Un club privado.

    Con razón la peste.

    Noté que su voz fue perdiendo volumen y en respuesta le presté todavía más atención que antes, si es que era posible. La noté mirar en mi dirección con el rabillo del ojo, así que volví el rostro a ella de nuevo y le di mis ojos para el propósito que fuese que le sirvieran, incluso si al final optaba por mirar a cualquier otra parte y me permití una sonrisa resignada al escuchar el resto de la explicación, pues no esperaba otra cosa.

    La vi dejarse caer hacia atrás, taparse el rostro y recibí el sonido amortiguado de su voz mientras soltaba la sopa. Las ofertas que los grandes o remedos de grandes les hacían a las chicas nunca tenían otra naturaleza, esa era la estructura de los barrios especiales y de los demonios. Hijo de puta yo que lo sabía, que lo había visto y lo seguiría viendo ocurrir en mis narices.

    Tomé aire, lo solté y me pensé una eternidad mi siguiente movimiento, carente de derechos como estaba acostumbrado a moverme. Retrocedí un poco de mi lugar, lo suficiente para poder estirar la mano y alcanzar una de las suyas ahora que había dejado los brazos caer sobre el césped, lo hice un poco en automático.

    —Siempre saben lo que hacen, fallar no está entre las opciones —reflexioné un par de segundos después—. Si no te diese miedo te juzgaría, pero por loca. Como te digo, el infierno es peligroso dependiendo de por dónde y con quiénes entres, ahora es inevitable, así que solo te puedo decir que te cuides. Esta vida te endurece la piel, los primeros meses siempre son una cagada.

    Había dejado la vista puesta en algún punto muerto después de que se dejó caer hacia atrás, así que en ese momento la regresé al frente y usé la mano libre para rascarme las raíces del cabello con cierta molestia bien presente. Así como el robo de los trastos, esto parecía igual de inevitable, me di cuenta, y por eso era preocupante.

    —Si necesitas que te acompañe cualquier día me lo dices. Algunas cosas dan menos miedo cuando tienes un diablo al lado —dije, no me di cuenta que había bajado un poco la voz—. Eso o si tengo que cagar a alguien a trompadas, también se me da bien.


    lord save me porque yo iba a responder esto el jueves y me morí quite literally, así que aquí vengo super retrasada. Quería irlo cerrando cuz time and all, pero no pude help

    con Al posteo mañana, porque ya me chupé todas mis energías poniéndome al día hoy ;;
     
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    Gigi Blanche

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    Iba a recuperarme de esta mierda, era una certeza de la cual jamás había dudado. Creía en mi propia resistencia, incluso si los muros se me caían a pedazos seguiría existiendo un núcleo muy parecido al acero. Y si no era la mera confianza en mí misma, sólo bastaba con echarle un vistazo al expediente. Ya me había recuperado luego de suficiente mierda, y mierda de verdad; lo que dos imbéciles me hicieran dentro de un cuarto oscuro podía doler, podía joder y perturbar, pero no iba a pulverizar. Puede que, pese a todo, al menos siempre conservara la certeza de que eventualmente me recuperaría.

    Ya sabía reconstruirme, por eso sólo le había pedido tiempo a Maze.

    El grosor resultante de los muros era otra historia.

    Y estar ahí riendo como si nada quizá fuera una ilusión antes que cualquier otra cosa, pero también me gustaba verla como un pequeño remanso en medio del caos que cualquier construcción implicaba. Había ruido, movimiento, se levantaba polvo y surgían problemas; era normal. Estaba bien. De aquí podía salir más o menos tranquila, puede que de aquí me fuera a llorar otro par de océanos, y estaba bien. Quizá no lo pareciera, pero incluso dentro del ritmo frenético que siempre mantenía me creía capaz de escindir una pequeña parte de mí para recuperarme de a poco. Los dolores usuales me pesaban por los demás antes que por mí misma. Me pesaba que los niños hubieran perdido a su mamá, y papá, al amor de su vida. Me pesaba haber arrastrado a la abuela a un país desconocido y me pesaba que Danny siguiera buscando a Eloise entre las luciérnagas y las estrellas.

    Quizá la única excepción a esa regla fuera mi propia madre.

    La sombra y el espejo del cual aún no me deshacía.

    Realmente no había esperado ninguna gran reacción de su parte, así que me quedé satisfecha con la risa floja que soltó; con que me hubiera escuchado bastaba, la verdad. Su reverencia también me hizo gracia, en especial porque no había forma de hacer una decente así sentado, pero el intento valía. El mapa desapareció bajo otra capa de agua y se me asemejó a la volatilidad del humo, por alguna razón, pero con la fuerza arrolladora de una ola.

    Tras soltarle la tontería de los tragos, porque francamente solía buscarle el lado bueno a las cosas, lo escuché y alcé las cejas, con una sonrisita entre interesada y que pretendía molestarlo. Quizá me estuviera tomando muchas confianzas con el cabrón que se había puesto imbécil y casi la había cagado definitivamente, o quizá fuera mi forma liviana y sin rencor alguno de... castigarlo un poquito.

    —¿Vas a seguir acumulando promesas al bolsillo, cariño? —murmuré, suavizando el tono—. No veas, vas a subirme las expectativas y todo.

    Me daba bastante igual, aunque no iba a negar nunca que me brindaba un chispazo de alegría genuina verlo aquí, tan pancho, por poco invitándome a su casa. No creía que lo dijera demasiado en serio y por eso lo pillaba con liviandad, pero no quitaba lo anterior. A veces era bastante sencillita y no tenía muchos amigos; me emocionaba de verdad que me dijeran de quedar.

    Supe que escuchó mi pseudo confesión entera, de inicio a fin, incluso si no daba indicios de hacerlo; lo supe por razones que se me escapaban. Se instaló un silencio entre nosotros luego de que yo acabara, me quedé en el cielo y lo miré de reojo cuando noté que pretendía retroceder. Su mano encontró la mía, no me sorprendió realmente y reaccioné para envolverla sin demasiada firmeza. Pestañeé sin prisa y me desinflé los pulmones, volviendo al cielo.

    No vi necesario responder, la verdad. Iba a cuidarme lo dijera o no, pero aún así apreciaba que lo dijera. Dios, sabía que probablemente iba a ser una putísima mierda hasta que medio me adaptara, y eso era lo que más me cagaba de todo. El problema y la solución eran lo mismo de siempre, la ridícula confianza que depositaba en mi propia resistencia. Algún día me pasaría de viva y la mierda me iba a dar vuelta la cara de una bofetada.

    Pero hasta entonces, planeaba seguir.

    Me permití mirarlo cuando noté que regresó la mirada al frente y se rascó el cabello. El contacto, el puente, era pequeño pero estable, y su oferta final consiguió entibiarme el cuerpo. Debía insistir con que no sabía quién coño era este chico, pero tampoco iba a quejarme. Le había dado un apretón en la mano casi al instante, fue automático y erguí el torso para volver a estar sentada a su lado. En el proceso lo solté. Giré el rostro plenamente en su dirección, alcé un brazo y hundí los dedos en su cabello. Se lo arrastré hacia atrás en un movimiento cuidadoso y me quedé en su nuca, rascándola suavemente.

    Teruaki lo había dicho, que podía ir con alguien si así me resultaba más sencillo; pero no iba a seguir arrastrándolo en mis problemas. Era lo mismo que con Maze.

    —¿Más ofertas? Me lo anoto —murmuré, fue casi un susurro y le sonreí con una cantidad ridícula de dulzura—. Gracias, cielo.

    Quizá no los aceptara, pero apreciaba infinitamente que lo ofrecieran.

    —Pero, eh, que lo otro sigue en pie, ¿no? —agregué en un tono mucho más casual, quitando la mano de su cabello para señalarlo—. Ya me vendiste un viaje en moto y ahora tendrás que atenerte a las consecuencias. No se aceptan reembolsos.

    Casi al instante relajé la postura, con ello me desiflé los pulmones y volví a balancear las piernas dentro del agua. Era una cagada que Arata hubiera acabado metido en el desastre. que hubiera tomado responsabilidad por ello, pero también me aliviaba un huevo haber podido hablar de todo esto con alguien. Él había hablado de socios, pero desde mi posición se sentía más como un cómplice. Eventualmente tendría que ser honesta con los demás, con Maze y con papá, pero en los espacios intermedios me alegraba que él estuviera.

    Volví a mirarlo, esta vez de reojo y dudé un par de segundos. Al final mandé todo a la mierda, me incliné y apoyé la cabeza en su hombro. Le dejé ir un poco de peso encima.

    —Ya hubieron personas que se fueron de repente, sin dudarlo ni darme explicaciones, y me siguen doliendo —confesé en voz baja, y cerré los ojos. El sol seguía siendo cálido y el movimiento del agua alcanzaba mis oídos; era dulce—. Así que significa mucho para mí que hayas regresado. Gracias, Arata.


    no pasa naranjita, todo tranca palanca, son pasas que cosan

    CREO que con esto iría cerrando con sasha, sólo el tiempo lo dirá pero por si acaso, i stan nuestras interacciones en la piscina JAJAJA *les pone medallita* i enjoyed it so very much uwu


    iTS HAPPENIN AGAIN WELL I DONT GIVE A FUCK BOUT UR FRIENDS IM RIGHT HeeeEEEeeeeEEEERE
     
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    Zireael

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    La certeza de que iba a recuperarse venía justamente de mi sentencia de que esta vida, la que uno tomaba y la que lo tomaba a uno, endurecía la piel. Podía pasarnos un jodido camión de seis ejes por encima que nos las arreglábamos para levantarnos del pavimento, limpiarnos la sangre, reajustarnos los huesos en su lugar y seguir avanzando. Era una puta mierda, pero funcionaba y lo sabía. Las paredes de su torre y la piel endurecida, como de lagarto, cumplían su función porque el privilegio de echarse a morir no estaba en la lista.


    Como tantos otros no lo habían estado nunca.


    Uno aprendía a vivir de esas ilusiones, las de libertad y las de tranquilidad, servían para mantenernos a flote sin perder la razón cada día al abrir los ojos. Momentos como este, como los que había perdido hace cuatro años, eran pequeños oasis en el desierto que tocaba recorrer. La breve paz que se encontraba aquí pude que fuese tan ilusoria como todo lo demás, pero de algo había que vivir para poder seguir sujetando las bases de todo lo demás, de las vidas que dependían de nosotros y de las que dependía finalmente nuestra sanidad.

    Si algo le sucedía a mis hermanos iba a despedazar el mundo.

    Si alguien le tocaba un solo pelo a mi madre no me hacía responsable de nada más.

    Los extremos en los que me movía eran enfermizos, pero tampoco sabía qué más hacer con este auto hasta el culo de gasolina con el que había nacido, esta fuerza incontenible esperando por ser provocada. Era como un jodido muñeco que trabajaba a punta de electricidad, que el sistema fuese útil para algo no me lo cuestionaba, solo seguía moviéndome.

    La sonrisa que se permitió fue de interés y quizás para molestarme, tampoco me importó mucho. Sabía que andaba de bocazas, aunque eso en sí mismo tampoco era una novedad y a su forma sabía que era parte del castigo que merecía, aunque no sabía realmente si estaba cumpliendo su función. No creía merecer calidez alguna de esta chica con la de cagadas que me había marcado, pero tampoco iba a hacerle el feo.

    —A ver, ¡son ofertas! ¡Propuestas! —corregí aunque se me aflojó una risa—. Si las tomas es cosa tuya, a mí no me mires.

    Si me iba a pasar tres meses, mínimo, con el culo pegado en Minato la verdad es que pensar en la posibilidad de que apareciera por allí volvía la cosa menos aburrida. Me revolvía con Dios y el diablo, pero como tal los amigos más cercanos que me quedaban aquí eran Cay, que estaba a nada de escupirme en el centro de la frente, y Ko-chan. No era por desacreditar al resto de gente, era que simplemente no usaba los recursos suficientes en, bueno, sostener nada.

    Sabía que no tenía que decírselo para que ella tuviese claro que había escuchado todo lo que me dijo, incluso si no reaccionaba visiblemente el hecho de que siguiera allí implicaba eso. Era una suerte de acuerdo silencioso, justamente como cuando uno le vendía el alma al diablo, no hacía falta hacer demasiado ruido para saber algunas cosas.

    Sentí que envolvía mi mano en respuesta y me di cuenta que, contrario a lo que había sentido ayer durante todo el día y todavía parte de hoy, no iba quemarme como un jodido vampiro por tocarla o estar cerca de ella. Ya se sabía, puede que mi personalidad en sí lo gritara, pero el contacto era mi válvula de escape y solo sujetarle la mano, por infantil que pareciera, me tranquilizó ligeramente.

    Fue una respuesta en sí misma, como si me soltara que sí, que iba a cuidarse y no hacía falta que se lo dijera.

    El apretón en su mano me hizo aflojar la mano en mi cabello, fue inconsciente, y cuando me di cuenta ella ya estaba sentada a mi lado de nuevo. Me soltó, creí que se quedaría quieta, pero en su lugar hundió los dedos en mi cabello, arrastrándolo hacia atrás para finalmente quedarse en mi nuca. Parpadeé con pesadez, su mano estaba tibia y su tacto era suave, tranquilizador. Fue medio automático, pero incliné ligeramente la cabeza hacia atrás, hacia su mano y me desinflé los pulmones mientras escuchaba lo de las ofertas y el agradecimiento.

    Separó la mano de mi cabello para señalarme y le dediqué una sonrisa bastante tranquila, como diciéndole que se relajara, que no me había olvidado de mi propia estupidez. Aún así alcé las manos en señal de rendición.

    —Calmada, Rojita. Ya te dije que soy un hombre de palabra —atajé entre risas livianas—. No hace falta el discurso de atenerme a las consecuencias. Voy a llevar el casco, que no quiero la cabeza de la invitada en la calle.

    La vi relajar la postura casi de inmediato, desinflarse los pulmones y seguir agitando el agua con las piernas. Vete a saber por qué me importaba tan poco estar metido en el embrollo, en ese punto era indiferente, suponía que en este lado del charco uno perdía toda capacidad de espanto y de casi cualquier otra cosa, además llevaba razón con lo de los socios. Porque quien dice socios, dice cómplices en realidad.

    Lo dicho, algunas cosas asustaban menos cuando tenías un diablo al lado.

    Noté que me miraba así fuese de reojo, pero no conté en que fuese a mandar todo a la mierda para apoyar la cabeza en mi hombro y dejarme ir algo de peso encima, mucho menos que siguiera con el sincericidio. La escuché con la atención estúpida de siempre y en los intermedios giré la cabeza en dirección a la suya, algo del olor de su cabello me alcanzó y parte del mío, del montón de paja, se revolvió con las hebras vino tinto. Tomé aire, lo solté despacio y le di vueltas a su confesión.

    —No tienes que agradecer —murmuré allí prácticamente contra su cabello y cerré los ojos—. Ya era hora de que usara la neurona para algo que valiera la pena, ¿no?


    un tochopost y una neurona muerta después iM BACK para ahora sí cerrarlo, creo im trying mom help

    god bless los ficazos que salen en este thread istg, qué wen servicio. Lo disfruté mucho muchito, así que muchas gracias really

    créditos a chase atlantic por el anthem oh yes
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Fingí una buena cuota de ofensa mientras el ascensor bajaba, girando el rostro para mirarlo con el ceño fruncido y todo.

    —Sir Dante, ¿está usted alegando que poseo un carácter avasallante? —Relajé el semblante, riéndome—. Porque estaría en lo cierto. Aún así, no fue tanto una cuestión de cansancio físico, sino más bien... ¿mental? ¿Espiritual? Hubo una prueba de valor a la noche, tuvimos que meternos en el bosque a encontrar objetos mientras un montón de yokai super bien hechos nos asustaban. —Suspiré, recordando los eventos—. Fue un poquito extremo.

    Mira, yo no era ninguna santa, tampoco me consideraba una persona malvada, pero el padre de Dante sacaba lo peor de mí, ¡lo peor! Cada vez que lo nombraba era por cosas feas. Que no lo dejaba hacer esto, que no le permitía aquello, que se quedara en casa, mimimi. ¡Ese tipo sí era malvado! Y un aburrido, ya de paso. Y mal padre. Volví a fruncir el ceño, esta vez fue genuino, y bajé la vista a mis pies. No quería hablar mal de su papá, no lo sentía correcto, pero...

    —Ese señor me cae muy mal —farfullé, casi haciendo un mohín, y alcé la cabeza para mirarlo—. ¿Algún día me dejas secuestrarte? ¡Armaremos un plan super metódico y secreto, lo prometo! ¡Te sacaré de esa casa y haremos un montón de cosas divertidas!

    En parte sabía que Dante mismo sería el primero en negarse, pero vaya, probablemente nunca me cansara de insistir. El dicho era "persevera y triunfarás", ¿no?

    Habíamos salido del ascensor y atravesado los casilleros, el patio también, para virar y desembocar en la piscina. Un chispazo de emoción me impulsó a corretear y subir las escalinatas hasta detenerme frente al cuerpo de agua. Estaba impecable, se mecía suavemente y brillaba con fuerza bajo la luz del sol, del azul puro con el cual estaban pintadas las paredes.

    —Mira, allá hay sombrita. —Señalé un árbol cerca de la parte honda y lo pillé de la muñeca para llevarlo conmigo—. Será el mejor almuerzo del mundo mundial, ya verás.

    Dejé las cosas en el piso, clavé las manos en mis caderas y me paré bien firme.

    —¡Primer paso! Quitarse los zapatos y los calcetines. En caso de hombres, arremangarse... —Chequeé con mis dedos rápidamente—, cinco centímetros el pantalón. ¡Segundo paso! Sentarse al borde de la piscina. ¡Tercer paso!

    Había ido siguiendo mis propios pasos conforme los enumeraba. Cuando estuve sentada, introduje las piernas poco a poco dentro del agua y arrugué la expresión. Uy, estaba fría.

    —... meter los pies en el agua. Uf, mierda. Pensé que iba a estar más tibiecita.
     
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    Nekita

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    —No se si usaría específicamente esa palabra, piense su alteza, en un rio, que incluso si se ven tranquilos en la superficie siempre hay movimiento que no se puede percibir, siempre están fluyendo, pero esto tampoco implica que no inciten a la calma por lo que su mera presencia representa —Se sentía satisfecho con su respuesta, sentía que era algo más amigable y con muchos menos tintes a que se podía llevar a alguien a su paso solo porque sí —. Pero, ahora que explicas lo que hicieron entiendo que te hiciera terminar así aunque seguro tuvo una buena recompensa, ¿no?

    Mientras seguían su camino hacia la piscina no pudo evitar soltar una risa ante el inesperado comentario sobre su padre, comprendía el sentimiento, sí, pero nunca le había tenido la oportunidad de escuchar a alguien más decirlo en voz alta.

    —Me temo que te llegaría una demanda si haces eso —Si bien su tono era bromista, no estaba muy seguro de que en serio pudiera quedarse en una broma —, sería más fácil hacer cosas dentro de casa, pero tampoco hay mucho que hacer fuera de videojuegos, películas o cocinar así que...no creo que sea la idea mas apropiada.

    No se resistió en lo absoluto para que lo guiara a donde ella quería y de manera obediente fue siguiendo todas sus indicaciones hasta sentarse en la orilla de la piscina y meter sus pies al agua, aunque a diferencia de Anna, no le molestó en lo absoluto la temperatura del agua y movía tranquilamente sus pies en esta para crear pequeñas corrientes.

    —Ya toda una experta en esto~
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    A ciencia cierta no había pretendido ni esperado que Dante me diera una respuesta seria, pero lo hizo, me comparó con un río y alcé a mirarlo, algo... sorprendida, quizá. Yo misma creía no tener más que fuego adentro, ese que con la fuerza suficiente tenía un poder destructivo horrible e inmenso. No creía ser más que una bola de energía errática, fuera un incendio o apenas la llama de un fósforo, y nadie me había dicho nunca lo contrario. Era la primera vez que me comparaban con algo tan... bueno, el agua era mucho más noble y transparente. Sabía que era una tontería y que probablemente él no lo hubiera pensado tanto, pero estaba tan convencida de lo opuesto que logró... conmoverme.

    —¿Crees que puedo incitar a la calma? —repetí, la idea me resultó hasta absurda y solté una risa algo avergonzada, volviendo la vista al frente. La posibilidad de recibir una negativa me asustó repentinamente y agregué, pretendiendo desviar los tiros—: No bromee así con Su Majestad, Sir Dante, o tendrá problemas.

    Luego salimos del ascensor y pasamos al asunto de su padre el ogro y mi idea de secuestro. ¿Una demanda?

    —¡Pues que me demande! Tengo los mejores abogados del país.

    Y estuve por seguir soltando tonterías cuando... ¿eso era una invitación? ¡Eh, podía serlo! Me quedé procesando la idea en lo que alcanzábamos la piscina, nos sentábamos al borde y todo lo demás. A Dante el cambio de temperatura no le molestó como a mí y resoplé por la nariz, acostumbrándome finalmente. Comencé a mecer los pies dentro del agua con suavidad, distrayéndome en los juegos de luces y reflejos que generábamos en su superficie.

    —¿Y qué videojuegos tienes? —retomé, con voz baja y tranquila. Giré el rostro para mirarlo—. Ah, ¿sabes? Te busqué porque el sábado vi una peli de Studio Ghibli y me acordé de ti. "Susurros del corazón", se llama, ¿la viste?
     
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    Nekita

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    La mera pregunta de Anna lo descolocó, lo confundió tanto que incluso ladeó ligeramente su cabeza, desde su perspectiva sentía que era algo bastante obvio por las partes que había visto de ella, su adaptabilidad, la manera en la que fluía con las personas que la rodeaban pero también esa paz y cuidado que parecía tener para quienes apreciaba.

    ¿No era algo que en serio tenía presente en su día a día?

    —Claro que puedes —Afirmó seguro mientras asentía con su cabeza para todavía recalcar más sus palabras—, y no bromearía con eso su alteza, es algo que salta a la vista sin esfuerzo. Piense que literalmente me tiene en una piscina, debajo de la sombra de un árbol, disfrutando del agua refrescante, esto...es muy pacífico.

    —Y me temo...que habría un gran conflicto de intereses, el demandante no puede ser tu abogado —Se le escapó una corta risa nerviosa —. Mi padre de hecho es abogado, uno de los mejores aparentemente... es por eso que es bastante estricto y recto, no es necesariamente malo.

    Luego vino la sorpresa, no había pensado que tomaría en serio eso de que era más fácil que simplemente viniera a su casa a hacer algo, y de pronto ya solo podía pensar en la poca ilusión que pudiera darle a su padre tener a una visita que ya "había hecho" de alguna manera que se fuera de casa a un festival y que no conocía nada de ella como para "juzgar" que si pudiera ser esencialmente correcto que pudiera estar allí.

    —Me apena decir que varios...y de distintas consolas, nintendos, ps, xbox...piensa que es una clase de compensación porque no salgo mucho —También sabía que podía ser también por no ser él quien los escogía, y probablemente su personal le estaba haciendo un favor al darle algo más variedad, pero aun así sabía que era una compensación —, tengo de dónde elegir y en cuánto la película, me ha salido mucho en recomendado pero nunca la he visto, ¿a ti te gustó?
     
    Última edición: 28 Julio 2023
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  14.  
    Gigi Blanche

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    toy re suavecita, ohgod. i may lov them a lil too much

    Anna 8.png

    Atendí a la descripción de Dante con todos mis sentidos. Oí el burbujeo sutil, cristalino del agua, sentí la brisa soplando más fresca bajo la sombra del árbol, y removí las piernas. Era frío y refrescante. En este momento... me sentía en calma, sí. Como si no existiera un solo problema en el mundo. Había paz a nuestro alrededor, paz en mi corazón, y me pregunté si Dante tendría razón. Si esta tranquilidad, de alguna forma, me pertenecía. La idea me resultó muy bonita, y que me lo dijera con tanta seguridad... Sonreí, encontrando sus ojos, y me incliné para dejarle un beso liviano en la mejilla.

    —Gracias —murmuré, con plena honestidad, y antes de regresar totalmente a mi posición original agregué—: Quizá sea también la calma que tú me das, ¿lo has pensado?

    Aquello de que el demandante no podía ser mi abogado me hizo reír, luego me explicó que su padre desempeñaba precisamente esa profesión y comprendí la ironía de todo el embrollo. En cierta forma sentí que lo estaba defendiendo y pensé que era comprensible; era su papá, después de todo. Sería mejor si dejaba de quejarme del hombre, no quería incomodar a Dante.

    —Hmm, bueno. El segundo mejor abogado del país, entonces. ¡O si no, el mejor abogado del mundo! —Me incliné, preocupada—. No es también el mejor abogado del mundo, ¿o sí? En ese caso debería replantear mi estrategia de secuestro seriamente.

    Mientras me respondía la duda de los videojuegos, decidí reinventar los pasos del almuerzo tradicional y abrir el envase del tiramisú. Le había pedido un par de tenedores de plástico a la señora de la cafetería y le alcancé uno a Dante cuando me asaltó una duda repentina.

    —Espera, ¿alguna vez usaste uno de estos? —inquirí, agitando el cubierto en mi mano—. ¿Y qué es eso de que te apena? Tienes un montón de videojuegos y consolas, ¡está genial! Yo sólo juego cuando voy a lo de algún amigo y aprovecho, en casa no tenemos mucho dinero para esas cosas, ¡así que está genial! —Le pinché la mejilla con suavidad repetidas veces, en una suerte de reprimenda o regaño—. ¿Te quedó claro?

    Comprendía su punto, eso de que lo llenaran de cosas materiales para compensar el exceso de restricciones. Claro que era triste, y si él mismo era consciente lo volvía aún peor, pero ¿qué iba a decir? Sabía que era bastante descarado de mi parte, pero al mismo tiempo tenía la ligera sensación de que Dante me estaba concediendo el espacio para tomarme las libertades. Afirmé las manos al borde de la piscina y me incliné hacia adelante, para captar su atención. Le sonreí.

    —Además, los juegos muchas veces pueden jugarse de a dos, ¿verdad? ¿No crees que sería divertido?

    Sabía que había dejado pendiente el tema de la película, ¡pero todo era parte de mi gran plan maestro!
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Continuó moviendo sus pies con suma tranquilidad en el agua e inclusive cerró sus ojos unos momentos para disfrutar en serio todo ese ambiente, internamente dándole toda la razón a Anna de que en serio era un buen lugar para pasar el receso, incluso sentía que quizás podría cambiar un poco el lugar donde normalmente estaba, quien sabe, las vistas eran mucho mejores.

    Al sentir el repentino beso en su mejilla se sobresaltó un poco, pero tampoco se movió de su lugar, tan solo se giró para verla un tanto sorprendido y luego, sonrió con tranquilidad nuevamente por las palabras que escuchaba.

    —Anna...quizás lo único que yo hago es que se haga más obvio —dijo suave —, pero confío plenamente en que incluso sin mi presencia, sigues teniendo esas cualidades, solo debes estar atenta y lo verás seguro.

    Asintió seguro de sus palabras y su sonrisa se tornó un poco más burlona aunque trataba de contenerla lo mejor que podía porque aquellos comentarios si le hacían bastante gracia —No creo que sea el mejor del mundo, para suerte de ambos, así que...todavía puedes usar esa idea si algún día lo deseas. —La empujó con suavidad con su hombro en un gesto juguetón, no le impediría nada, y si tenía cuidado, incluso podría no ser descubierto.

    Luego, vino algo que le llamó la genuinamente la atención y le hizo olvidar una vez más que tenía que atender su propio bento, puesto que el postre era mucho, pero mucho más atractivo —...¿Un tenedor?...—Preguntó con sumo cuidado, confundido de si ese era realmente el contexto que estaba dándole Anna o había algo que realmente no estaba viendo del todo pero aun así tomó el cubierto.

    —Es que están allí porque sí... No fueron el esfuerzo de nadie, ni el fruto de quizás buenas calificaciones, un detalle de cumpleaños o un pedido que en serio deseas y te haría toda la ilusión del mundo si te lo dieran. Es extraño, solamente. —Murmuró cerrando sus ojos con suavidad al sentir los pellizcos en la mejilla, pero tampoco se oponía a nada, no le molestaba.

    —Sería entretenido, jugar en linea no es lo mismo que tener a alguien allí...
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Dante era demasiado modesto para aceptar o incluso creerse que le dijera una cosa semejante, lo sabía y, quizá, en ese sentido nos pareciéramos un poco. Decidí aceptar la idea y asentir con calma. ¿Si estaba más atenta podría verlo? Quién sabe. Al menos, si no creía en el hecho podía creer en la posibilidad, ¿cierto?

    El empujón de Dante me arrancó una risa suave y comprimí los puños un momento, determinada a seguir con la broma para cerrarla apropiadamente.

    —No se diga más, es hora de contactar al mejor abogado del mundo. Le pago con dulces y cupones hechos a mano, si hace falta. Pulseritas, también, ¡y stickers! ¡No podrá decirme que no!

    Asentí ante la pregunta del tenedor. Suponía que podía comprender su desazón respecto a los juegos, incluso si no era algo que me ocurriera. Quizá... ciertas cosas pierden el encanto si no tienes permitido esforzarte por ellas. ¿Acaso los chocolates que más disfrutaba no eran los que me compraba cuando recién me pagaban en el gimnasio? A Dante seguramente no le faltara nada material, pero eso no significaba que tuviera la oportunidad de disfrutarlo.

    ¿Había forma de cambiar eso? Fruncí el ceño y lo analicé de arriba abajo, como si en la pobre criatura fuera a encontrar una respuesta. El esfuerzo facilitaba la sensación de pertenencia, ¿verdad? Comprar algo con un dinero que te ganaste volvía a la cosa más tuya, si es que eso tiene sentido. Quizá hubiera una forma de replicar esa sensación de otra manera, como...

    —¿Sabes? Cuando era más pequeña solía grabar videojuegos, porque los originales eran muy caros. Al principio los descargaba y guardaba los CD en sobres de papel, pero a la larga me puse quisquillosa y los quise tener más ordenados. Les compré cajas negras, busqué las portadas con buena resolución, las acomodé en hojas de Word y las fui imprimiendo a color conforme me alcanzaba el dinero. Es una tontería, pero todo ese proceso los volvía más especiales para mí. Podía agarrar el juego de Barbie y decirle a alguien "sí, no tienes idea lo que me costó encontrar la portada de este", o "¡sólo me salían en ruso!", o "es la de Playstation, no la de PC, pero qué más da".

    Sabía que la anécdota probablemente no llevaba a nada concreto ni reflejaba la idea que se me había ocurrido, pero tampoco planeaba ser tan evidente. Al oírlo admitir que jugar de a dos seguro era más divertido que hacerlo en línea, junté las manos frente a mi pecho y le puse la misma carita con la cual le pedí venir a la piscina.

    —¿Alguna vez te mencioné que soy una digna adversaria de juegos de carreras? —Mi sonrisa se amplió—. Podemos cambiar el plan. Yo no te secuestro, tú me secuestras a mí. Y a tu papá... Uy, ¿viste el examen de Matemáticas que hay la semana que viene? ¡Yo no entiendo nada! Reunirnos a estudiar seguro nos ayuda a ambos, ¿no?
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Asintió enérgico ante las palabras de Anna, ante esa supuesta suposición de que algo realmente así pasaría y estaría cuidada de cualquier posible "represalia" que pudiera tener si su padre se enteraba que un día simplemente no estaba donde debía. Era bastante tierno para él y también, el hecho de que alguien se tomara tantas posibles molestias, lo conmovía.

    Después vino toda la explicación sobre lo que ella solía hacer para jugar, era algo con lo cual no estaba familiarizado pero apreciaba con gran detalle toda la satisfacción que claramente le traía todos esos pequeños detalles mientras jugaba, porque a fin de cuentas lo hacía algo mucho más especial, más personal, más satisfactorio.

    —Solía hacer algo similar cuando tomaba fotos, no diseñar ni nada por el estilo como hacías tú pero se podría decir que experimentaba un poco. Cuando inicié no tenía ni idea de lo que estaba haciendo cuando iba a revelarlas a mi escuela, muchas de mis primeras fotografías quedaron bastante...artísticas, por ponerlo de alguna manera, por querer descubrir a mi manera todo el proceso pero a decir verdad, me encantan. Las tengo guardadas en su propio álbum y es bastante gracioso como fue avanzando todo hasta que eventualmente salió bien. No es como si ahora no sea divertido porque ya se hacerlo, pero...sigue siendo mío, ¿sabes? Es algo que siempre me hizo mucha ilusión.

    Hizo un par de olas con sus pies sin perder su sonrisa nostálgica por platicarle todo lo que esa parte de él significaba.

    —Si es la siguiente semana...quizás incluso no haya demasiado problema para colarte en mi casa lo cual ya es bastante bueno de por sí, pero también haría que pudiéramos hacer otras cosas...¿hacer nuestros propios snacks? ¿Pizza? ¿Palomitas?
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    A cambio de mi pequeña historia, Dante compartió la suya. ¿Le gustaba sacar fotos? Era algo que no sabía, vaya. La curiosidad me chispeó en los ojos y me removí para enganchar las manos debajo de mis muslos, sin dejar de prestarle atención. Sonaba a que había aprendido a los golpes, sin demasiada instrucción ni guía previa. Detallé el tinte de su sonrisa, las mini olas que estaba haciendo con las piernas y regresé a sus ojos, incluso si él no me estaba mirando.

    —Lo entiendo, sí —murmuré, comprensiva, y le di un toquecito con mi hombro en el suyo—. No sabía que te gusta la fotografía. ¿Me mostrarías ese álbum tan artístico? Cuando me secuestres, digo.

    Invertir aquella idea la volvía estúpidamente graciosa, o al menos así me lo parecía a mí, gracias al temperamento tan calmado e inofensivo de Dante.

    ¿La próxima semana, decía? Había robado un poquito de tiramisú y lo estaba masticando mientras lo oía. Honestamente había creído que rechazaría mi idea de visitarlo en su casa, y verlo entusiasmado era... Bueno, me ponía muy contenta.

    —¿La otra semana por qué? ¿Tu papá sale? —Asentí varias veces con la cabeza a sus ideas, emocionada—. ¡Sí, sí! También tienes que hacerme un tour por tu casa, que seguro es gigante. No tengo pruebas ni dudas. Podemos hacer palomitas, comprar nachos y hacer salsa cheddar, ¡las pizzas también! ¿Cuál es tu favorita? Yo soy bastante flexible. Me gusta con queso, con jamón y queso, con palmitos, con rúcula, hasta me gusta la infame pizza de piña. ¡También podemos comprar dulces!

    Había ido alzando dedos conforme enumeraba los platos del menú, aunque semejante cantidad de comida no se justificaba para dos personas en una tarde de videojuegos. Bah, qué más daba. Solté una risilla entusiasmada y le puse el tiramisú más cerca, para que él también comiera.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Había dos problemas esenciales con el clima, el primero que el calor no me gustaba porque me hacía sudar y el segundo que el frío no lo soportaba muy bien, así que para resumir me comía una mierda en ambos casos. Esos días el calor estaba haciendo de las suyas, pero entre quedarme metida en el salón viendo moscas y tal, pues prefería salir; mi plan inicial fue la azotea, pero apenas salí al pasillo vi la mata de pelo rojo que subió en esa dirección y lo descarté.

    En su lugar volví a la clase, tomé mi cartuchera, el cuaderno de bocetos y volví a salir, ahora en dirección a la piscina. Hice una parada estratégica en la máquina expendedora de la cafetería, me compré una botella de agua y reinicié la marcha hacia mi destino sin especial prisa. Si era honesta, estaba yendo solo porque me había puesto protector solar en la mañana, que si no me quedaba frita.

    Al llegar caminé por la orilla despacio, sostenía el cuaderno de bocetos y la cartuchera bajo el brazo izquierdo, mientras que la botella la balanceaba en la mano derecha como un péndulo, seguía el ritmo de mis pasos. El agua lanzaba reflejos de toda clase, suaves y algunos más fuertes, allí donde los rayos del sol conseguían esquivar las nubes y encontrar el agua.

    El fondo, de ese celeste típico de las piscinas, reflejaba las nubes en el cielo, las cosas cercanas y mi propia silueta, que de repente me pareció estúpidamente delgada. Los recesos en soledad, las miradas de disgusto de las otras chicas y tantas otras mierdas me las había buscado yo misma, así que no me mortificaba especialmente pasar el tiempo sola en la escuela.

    Sin embargo, la verdad fue que aborrecí mi reflejo delgado en el agua.

    Aunque eso no era nuevo, ¿cierto?

    Después de dar una vuelta completa escogí un sitio bastante al azar, dejé las cosas en el borde y me quité los zapatos, luego los calcetines y dejé ambas cosas un poco más allá. Sostuve la falda contra mis muslos para sentarme en la orilla de cemento sin quemarme el trasero y cuando estuve cómoda metí las piernas al agua; el choque de temperatura fue un poco más fuerte de lo que anticipé, pero no me molestó y pronto me aclimaté.

    Pasados unos minutos tomé el cuaderno, lo abrí en la última página que había usado y saqué un lápiz para empezar a trazar mis alrededores con líneas un poco azarosas. Eran bocetos bastante toscos, para qué mentir, pero los estaba haciendo para ocupar la mente en algo y ya, tan sencillo como eso, aunque ni siquiera sabía en qué pensaría de darme la oportunidad.

    Lo único que se me ocurrió fue que era una suerte que este fuese el último año de instituto.


    dont mind me, tenía ganas de rolear a Kat y pues me mandé tremendo relleno (? ahí la dejo
     
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  20.  
    Bruno TDF

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    Habiendo permitido el fluir de Markus hacia el interior del salón de actos, con el riesgo de que saboteara la inspiración de la muchacha solitaria del escenario, yo opté por dirigir mis pasos en las dimensiones de la cafetería. Aprovisioné mi inventario con una botella de agua mineral muy fría, pues los brazos de sol se abrían paso entre las nubes para acariciar la tierra con un calor que, aunque no se comparaba al del pasado día, seguía amenazando con una potente sofocación. Al menos era lo que captaba del otro lado de los ventanales.

    Dado que no podía practicar con mis instrumentos en un sitio acorde para la resonancia de mí esencia, seguí la alternativa de merodear sin un rumbo prefijado. Era apenas mi segundo día en la academia y existían sitios que mis ojos desconocían, pues Pierce había optado por mostrarme lugares que fueron más bien amables con la resaca que había cargado el día anterior como si fuera un enorme violonchelo; eso, y que nuestra conversación en el salón de actos se había apoderado de una parte considerable y muy bien invertida de nuestro tiempo, tras lo cual nos retiramos dejándonos el perfume de los misterios. Dada esas circunstancias, elegí atravesar uno de los patios exteriores, que me llevó inmediatamente a otro patio donde un árbol de cerezo se alzaba como el corazón de su tierra. Pese al intratable clima, los estudiantes se aglomeraban en direcciones dispersas, con una orquesta de voces y risas. Incesantes palabras en clave japonesa que, aunque ya me tenían acostumbrado, no dejaban de sonarme como notas nuevas. Seguí caminando en calma, hasta que en algún momento se me dio por girar en una dirección.

    Cuando en el camino me noté algo apartado del resto de la gente, aproveché la ocasión para encender el cigarrillo que seguía bailoteando entre mis labios. Era una acción anti-reglamentaria, pero me refugiaba en la certeza de que ciertos profesores no tenían los acordes necesarios para reprochar mi pequeño pecado.

    Terminé en la zona de la piscina. Con el estuche cuadrado en mi mano, donde guardaba mis tres instrumentos desmembrados, me aproximé con curiosidad al sitio tras notar los destellos del agua, los reflejos de luz ondulándose contra una pared cercana en una danza hipnótica. Encontrarme con este sitio me recordó a la metáfora planteada el día anterior, y quizá fuera aquello lo que me llevó a aproximarme al borde de piedra. La superficie acuosa me devolvió el reflejo de un cuerpo elevado, en cuya cima apenas podían adivinarse los destellos de mi cabellera; y como dos pequeños universos en el rostro, los lentes dibujaban inmensos pozos negros en mi rostro, allí donde iban los ojos. Distraído en la particularidad del reflejo, caminé tranquilamente por el borde de las aguas, envuelto en humo.

    En algún momento opté por alzar la vista y fue cuando noté a una chica con los pies en el agua. Estábamos en misma orilla de la piscina, pero a una cierta distancia. Me detuve en el borde la piscina y, como ella, me giré en su misma dirección para enfrentar al abismo, con la punta de los zapatos suspendidas a poca distancia del agua. Sin embargo, la observé de reojo. Sólo se podía adivinar el perfil serio de sus facciones, donde destacaba un brillante ojo azul que parecía hecho de intensa electricidad. La mirada se volcaba en un cuaderno de dibujo. El lápiz cortaba la piel pálida en heridas de grafito negro, pero no podía discernir las formas que construía. Parecía haber un caos calmo sobre el papel, de donde no despegué la vista por unos largos segundos.


    Zireael Henos aquí, a ver qué sale uvu
     
    Última edición: 23 Agosto 2023
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