Exterior Piscina

—¡Recién presentada en sociedad y ya impura! —reclamé de inmediato, más fuerte de lo que quizás habría sido prudente, pero no le presté atención a ese detalle. No tardó nada en seguirle una risa divertida y la zamarreé tantito, volviendo a pegarme a su brazo ya de paso—. Sure~ Ya verás, soy la mejor casamentera del mundo mundial.

Eso decía yo y todos mis amigos seguían solteros, pero ¿a que les había conseguido sus buenos polvos? ¡Hombre, si había nacido para shippear gente! Y bueno, de haber sabido lo del Krait habría podido decirle que ese tío era el platónico de más o menos la mitad de la población femenina local ¡y no le hacía caso a nadie! Un hueso duro de roer, sí señor, y eso sólo le daba aún más fama. Seguro lo hacía a propósito, el muy cabrón, aunque se rumoreara que andaba de lo más encantado con una francesita. Ah, hombre, no ser ella~

La fila era bastante corta y pudimos comprar la comida en un santiamén. Había oído las recomendaciones de Riri, por supuesto, de modo que elegí el bento vegetariano con unos dorayakis de postre, rellenos de chocolate y crema. ¡Tenían muy buena pinta! Le agradecí por la comida a las empleadas y me volví a pegar al brazo de Riamu, arrastrándola en dirección al patio sin ninguna clase de duda. No lo había decidido, digamos, sólo la idea se me atravesó y ya. Seguro se estaría super bien en la piscina, ¿verdad~?

Ya de paso había oído su pregunta, claro, pero no fue hasta que íbamos de camino que tuve tiempo de retomarla. Se me escapó una risilla, la miré de soslayo y me encogí de hombros, haciéndome la interesante.

—Eh, ¿hay más de uno~? De repente como que me interesa esa lista. —Ensanché la sonrisa y volví a zamarrearla, aunque la solté apenas llegamos a la piscina para recorrer los bordes con cierta emoción casi pueril—. C'mon, baby, spill the tea~

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sus deseos son órdenes, señorita uwu

also not me @ colgándome de la tontería del krait sIN NINGUNA CLASE DE REPARO

 

Poco me importó que Abby prácticamente gritase aquello en un espacio lleno de alumnos, porque con eso solo logró sacarme otra carcajada divertida. No, si razón no le faltaba, que yo no era así como la persona más adecuada para ir diciendo que era una señorita casta de alta cuna por mucho que me gustase montarme el teatro con Kou, pero mira quién se iría a quejar de mi falta de pureza, la señorita me gustan veinteañeros~

Igual acabé por asentir con la cabeza, después de picarle el costado por la pura gracia, y dejé morir el tema ahí. Saliese como saliese, al menos no dudaba de que me lo pasaría bien y, de todas formas, la chica había logrado despertar mi curiosidad. A ver con qué se me plantaba delante, oye~

Abby acabó por pedir el mismo bento que yo, detalle que me sacó una pequeña sonrisa, y al ver la buena pinta que tenían los dorayakis que se pilló de postre, acabé comprándome unos cuantos yo también. ¡La carne era débil, vale! Luego ella se volvió a enganchar de mi brazo y, aunque había dicho que yo decidiese por ser la local, acabé dejándome llevar hacia donde se le ocurriese. Y un poco de gracia me hizo la coincidencia, porque al haberle propuesto la piscina me entraron ganas de ir allí, ¡y ahí estábamos!

Dejé mis cosas a un lado de la piscina, a una distancia prudencial del agua, y me acerqué a ella para arrodillarme en un borde y meter la mano en el agua. Estaba a una buena temperatura, a decir verdad, e incluso con el viento que se había levantado apetecía darse un bañito. Me levanté después de unos segundos, aprovechando que la chiquilla estaba recorriendo los bordes como una niña, y la intercepté para lanzarle unas cuantas gotitas a la cara, divertida.

—¿Eh~? No me apetece. Tiene más encanto que la descubras tú sola, ¿no crees~? —extendí el brazo, con una ligera chispa de maldad en los ojos, y delineé la curvatura de su cuello con el índice, todo con la mano que seguía algo húmeda, claro—. Seguro lo tienes fácil, si Dios los cría y ellos se juntan~

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Y es por todas estas cosas que te amo uwuwwuwuw

 

Al final acabamos con el mismo almuerzo, comida y postre incluído. Si no seríamos tonta uno y tonta dos, por favor. En la piscina se estaba super bien, el viento no molestaba casi nada y el sol se sentía con bastante fuerza. Recorrí los bordes un rato y ya luego me detuve, en parte porque vi a Ri acercándose, pero me pilló desprevenida y arrugué el gesto al recibir las gotitas de agua. Intenté taparme, claro, pero no llegué y quedé congelada un segundo antes de relajar el cuerpo y soltar una risa floja. Iba a replicar, quejarme o lo que fuera, pero sus planes claramente no habían terminado y consumió algo más de distancia, trazando mi cuello con la mano húmeda.

Bueno, bueno.

—¿Hmm? ¿Estás diciéndome salida, Riri? —murmuré, en tono grave y con una extraña mezcla de suavidad y ¿amenaza? Igual iba en coña, pero salió así—. How bold.

Le sonreí, parpadeé y la rebasé, aunque antes de estar demasiado lejos cacé su muñeca al vuelo y medio la arrastré adonde habíamos dejado nuestras cosas.

—Ni modo, tendré que hacer trabajo de campo. —Suspiré, dramática, mientras me quitaba zapatos y calcetines. La miré, entonces, y me senté con las piernas cruzadas al borde de la piscina—. Bueno, pero eso no significa que tampoco me enteraré de tus andanzas, right? Like... that elevator thing~?

 

Su primera reacción a mi movida me saco una risilla divertida, si a la pobrecilla pareció darle un mini-cortocircuito por la sorpresa y todo, pero después terminó por bajar el tono de voz y yo respondí entornando la mirada, simplemente encogiéndome de hombros con cierto aire risueño. ¿Cómo le iba a decir yo salida, si llevaba tanto tiempo sin verla? Qué va, yo no tenía idea de nada~

El ambiente más o menos se disipó cuando me agarró la muñeca y me arrastró hacia donde teníamos las cosas, haciéndome soltar otra carcajada cristalina con el comentario sobre el trabajo de campo. Oye, curiosidad tenía por ver si le salía bien la investigación o no... ¡quizás hasta encontraba nuevas especies de salidos! Ya me estaba dejando llevar por la tontería de turno, ni modo~

Me senté justo delante de ella, recogiendo mi bento para abrirlo y llevarme algo de ensalada a la boca, todo eso después de escuchar su pregunta y con el único motivo de hacer pasar el tiempo y hacerme la interesante, porque yo también sabía de eso cuando me apetecía.

—¿Viste el chico castaño que tan oportunamente me saludó esta mañana al salir del ascensor? Bueno, se puede decir que él y yo estuvimos intentando ver si la cámara de ahí dentro tenía puntos muertos. Creo que no, pero al menos la directora se llevó un buen espectáculo~ —le conté al final, con el aire liviano de quien está contando algo sin mucha importancia a pesar de todo el misterio que quise haberle echado antes—. Pero no te creas que me vas a distraer con eso, lista, porque me vas a contar lo de tu bienvenida por las buenas o por las malas~

 

La verdad era que me alegraba mucho notar que seguíamos cargando la misma liviandad, aquella que nos había facilitado tanto el llevarnos bien de pequeñas y que, claramente, no fallaba dando el mismo resultado. ¡Bueno, que la gente no cambiaba tanto! Y menos en un par de años, venga. Nos sentamos junto a la piscina, empezamos a comer y mira, le di tiempo porque en el fondo sabía que Riri difícilmente se negaría a hablar de ese tipo de cosas, pero sí que se hizo la interesante la muy jodida. Alcé las cejas, prestándole toda la atención del mundo, y me dibujé la imagen del castaño. Primero me sorprendí, después lucí divertida a secas y finalmente sonreí, soltando una risilla. Tan traviesa mi niña, eh~

—Pero bueno, ahora quiero más detalles y no del ascensor. No van a la misma clase, ¿cómo fue que se conocieron? ¿Quién dio el primer paso~?—Me incliné para picarla con los palillos al decir aquello, luego regresé a mi lugar y suspiré bien dramática, corriéndome el cabello del hombro antes de soltar la lengua—. Bueno, todo comienza con una tragedia. ¡Perdí mi gorro! Tú no tienes idea, pero el año pasado di con este gorro divino en el Laforet y desde entonces hemos sido inseparables, ¡pero lo perdí! Creo que aquí, en la escuela. ¿Un poco es mi culpa por haberlo traído a clases? Puede ser, pero sigue siendo una tragedia.

Volví a suspirar, porque dramática se nacía, no se hacía, y lo acompañé meneando la cabeza antes de renovar mis ánimos.

—Anyway, lo he estado buscando desde entonces, volviendo sobre mis pasos y tal. Así acabé en las duchas, me topé con una rubia de lo más simpática y le pregunté si había visto mi gorro. Me dijo que no, claro, ¡o si no lo llevaría puesto! Igual se ofreció a estar al pendiente, te digo, super maja, seguimos conversando y... —Solté una sonrisa al aire, recordando la tontería, y posé mi mirada en Riamu antes de encogerme de hombros—. A ver, pregunta de rutina, ¿de casualidad has estado en el club de fotografía~?

 

Abby me prestó toda la atención del mundo mientras hablaba, era obvio que pretendía estar metida en la historia de principio a final y tampoco la culpaba, si sabía mejor que nadie lo que era la emoción de escuchar un cotilleo de ese estilo de primera mano. Y mira, nosotras llevábamos nuestra sed de chisme con orgullo, claro que sí. Sus reacciones eran un poema y no tardó en soltar las preguntas que casi podían considerarse rutinarias y que, en gran medida, me esperé.

Me picó una mejilla con los palillos, haciéndome inflar los mofletes en consecuencia, y como la chica empezó a soltar la lengua inmediatamente después, preferí esperar y aprovechar su impulso antes de responderle. Así también le añadía más misterio al asunto y, bueno, podía seguir comiendo del bento con algo más de tranquilidad porque apenas había saciado mi hambre.

Escuché el relato de Abby con la misma atención que ella me puso a mí, no más porque puede que fuese imposible, y tampoco me dejé de dramatismos según iba desenvolviéndose la historia. Primer fue sorpresa mezclada con algo de tristeza al saber que había perdido una prenda a la que le tenía aprecio, ¡no me imaginaba lo duro que podía ser perder mi perla de la suerte, por ejemplo!, pero después fue mutando a interés y cierta picardía cuando llegó a la parte de las duchas. ¿Una rubia, decía? Bueno, no había muchas en la Academia, a decir verdad~

—Ahora que lo dices... no, y eso que he recibido una invitación a ello~ —comenté, con cierto aire risueño al recordar el rato que pasé con Joey antes de que me dijese lo del club—. Del presidente, ya sabes. Lo conocí en una mascarada hace un par de semanas, igual que a Kou —añadí, ya dando por hecho que se imaginaría a quién me refería—. ¿Y bien? ¿Recomiendas el sitio o qué~?

 

Seguíamos siendo las mismas cotillas de toda la vida, ni modo, y ponernos a contar nuestras andanzas como primer punto del reencuentro me parecía maravilloso. Además era una belleza narrar historias cuando te prestaban tanta atención, ¿a que sí? No que tuviera problemas de autoestima, pero seguro se lo inflaba a cualquiera.

Alcé las cejas al decirme que ya le habían invitado al club y me fui haciendo a la idea de que esa tenía que ser la guarida del diablo o algo así, entre Alisha y ahora el famoso presidente. Venga, si no tendría de repente unas ganas estúpidas de conocerlo. ¡Pero va! Hubo otra cosa que llamó mi atención por completo.

—¿Mascarada? —repliqué casi encima suyo—. ¿Hubo una mascarada y me la perdí? No way! ¿Qué tal fue? ¿En serio estaban todos vestidos, en plan, como en las pelis?

Me quería morir, legítimamente hablando, pero ni modo. Suspiré con profunda congoja y meneé la cabeza, aunque me recuperé luego de comer algo de vegetales. La sonrisa se me ensanchó mientras masticaba y asentí.

—Oh, claro que sí —concedí, en tono suave, y repasé su cabello con la vista—. Llegan muy pocos sonidos de afuera, no hay cámaras y la mejor parte: las luces rojas~

Tenía que verse de lo más bonito ahí dentro, ¿verdad?

 

Solté una risilla ligera cuando Abby soltó su pregunta casi encima de mis propias palabras, porque no había universo posible en el que no me hubiese olido que mencionar la mascarada le sacaría esa misma reacción. Vaya, si la entendía perfectamente, yo misma había tenido mucha suerte entrando al Sakura apenas unos días antes de que organizasen toda la movida y seguramente me hubiese decepcionado mucho si me lo hubiese perdido.

Y con lo bien que me lo había acabado pasando~

—Una mascarada, síp, con sus vestidos elegantes, máscaras y todo~ Fue el cumpleaños de una chica de mi clase y su mansión es tipo victoriana o algo así, ni idea, pero pegaba muchísimo para el ambiente de la fiesta —le expliqué, sin perder el aire risueño en ningún momento—. Me lo pasé muy bien~

Mientras le contaba un poco por encima como había sido la fiesta, saqué mi móvil para enseñarle alguna foto que había hecho durante la misma, sin poder esconder la chispa de emoción al pasar las imágenes y recordar la noche. Principalmente había fotos mías, ya eso me lo iba a tener que disculpar, pero al menos pude enseñarle algún que otro vestido o traje que logré pillar porque hubiese llamado mi atención, y también el vídeo del pobre chico pelirrojo comiéndose césped.

Y, completamente sin querer, acabé mostrándole una o dos fotos de las que Joey me había hecho en la habitación, esas que no había subido a Instagram, justo antes de darme cuenta y guardar el móvil de nuevo en mi bolsillo. Ups, qué desliz más tonto~

>>¿Ves? Esas son las cosas en las que solo una salida como tú se fijaría —comenté, negando ligeramente con la cabeza tras soltar una risa floja e impostándome cierto aire de decepción por su actitud—. Y bueno... supongo que no te enseñaron a revelar fotos, exactamente, ¿eh? Hay que ver, Milly, y a mí que me costó casi una semana recibir esa "bienvenida"~

Tampoco había sido la persona más amable del mundo los primeros días que entré a la academia, ¿cierto? Pero detalles.

 

Los ojos se me tuvieron que llenar de ilusión o algo, porque lo mucho que me gustó el setup básico de la fiesta era increíble. Me lo imaginé de inmediato, todo tan elegante, sofisticado y con ese toque antiguo, y con las fotos que me mostró sólo comprobé que, sin lugar a dudas, me había perdido una fiesta como pocas en mucho tiempo. Venga, ¿por qué no me habían expulsado antes? Nada bien hacían.

El video del pelirrojo comiendo césped me arrancó una risa bastante sonora y le hice zoom, porque estaba segura que esa cabeza de fósforo me sonaba de algo. ¿No iba con él a la 3-2? Sí, tenía que ser, ese color de cabello era por demás distinguible.

—You were so cute, Riri! —le halagué de todo corazón, porque igual casi todas las fotos eran de ella.

Claro que noté las fotos más... íntimas, si se quiere, y así estuviera tonta a veces la neurona me daba para estos detalles inútiles. ¿A que había sido el presidente del club de fotografía, eh~? De la forma que fuera no dije nada, me quedé con la teoría bien calladita y luego volví a reírme, fingiendo indignación.

—¡Eh, eso no es de salido! Las luces son super rojas for real, es imposible no notarlo. —Solté el aire por la nariz, inflando las mejillas y todo, pero al final suspiré y relajé el gesto, aunque primero comí algo antes de hablar—. Qué va, de revelar habría preferido que me revelen otras cosas, ¿sabes? Pero no nos dio el tiempo~

Venga, y luego que no era ninguna salida.

—Pero bueno, me alegra ver a mi bebé en acción —la molesté, estirando el brazo para pincharle una mejilla, y sonreí—. ¡Ahora! Gente que valga la pena conocer. ¿Alguna sugerencia~? A cambio te presento a mis amigos, that's for sure. I mean, no voy a meterme con tus ligues a menos que tenga tu autorización explícita, ¡con contrato y todo! Y'know, besties before testes.

 

Solo con ver la ilusión con la que miró Abby las fotos supe que la pobre tenía que estar arrepintiéndose de no haberse trasladado antes al Sakura, porque era obvio que eventos como aquellos no iba a ser tan comunes, por muy niños pijos que fuésemos la mayoría, y lo cierto es que no podía culparla. A mi también me hubiese dado pena perdérmelo y de hecho, ahora que la veía ahí junto a mí, sentía que también me hubiese gustado tenerla conmigo en aquella celebración.

Pero, ni idea, mi cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, ¿o no~?

Se me escapó una sonrisa algo avergonzada cuando soltó la exclamación halagándome, especialmente porque tenía un impacto diferente cuando lo hacía en su lengua materna, pero la misma acabó convirtiéndose rápidamente en una carcajada cristalina cuando intentó defenderse de mis acusaciones de salida. Claro, la justificación hubiese colado si dos segundos después no hubiese soltado tremendo doble sentido, la tonta.

—Oye, deja de molestarme, que soy tres semanas mayor que tú~ —me quejé, con un tono infantil que resultó hasta irónico, e inmediatamente después me llevé los palillos a la comisura de los labios en un gesto pensativo—. Uhm... pues a ver, está la Katrina esta que organizó la fiesta y también un rubio con pintas de pandillero, que se llama Arata, ambos en mi clase. ¡Ah! También hay un chico de pelo azul muy mono, que me pidió el vídeo este y que aun no se lo he mandado... ¿Kohaku, se llamaba? El pelirrojo no sé como se llama ahora mismo, pero si se ha comido césped tiene que ser interesante cuanto menos. Luego están los gemelos, uno está en tu clase, y el señor presidente del club de fotografía y tu rubia, que estoy bastante segura es la amiga de este.

Cuando acabé de formular toda la lista de personas que se me ocurrieron, extendí el brazo en un movimiento rápido para quitarle algo de comida del bento, llevándomela a la boca con una expresión divertida.

>>Puedes ligarte a quien quieras, a mí me da igual, cielo. ¡Ah! A quien quieras menos a Kou-chii, que me cumple muchos caprichos y no lo quiero compartir~

Además de que veía difícil de que aguantase a otra culo inquieto como yo, pero ya ahí prefería no meterme demasiado, porque igual el chico acababa siendo una caja de sorpresas~

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Lo mismo que antes, por si no te da tiempo a responder más pues me alegra mucho que al fina hayamos podido encontrar a estas dos nenas, ha sido mucho más natural de lo que esperaba y eso me hace muy feliz uwu ¡EL REENCUENTRO MÁS ESPERADO POR TODA LATAM HA SIDO UN ÉXITO! (?)

 

En lo que me agachaba para recoger el zumito y le dejaba el espacio frente a la máquina, escuché qué tal sus vacaciones. Fui alternando el cartón entre mis manos, estaba frío y era agradable al tacto. Me hizo gracia que ambos hubiéramos ido al festival aunque, siendo honestos, casi todo Tokyo lo había hecho al menos una noche. La coincidencia no era extraña. Seguí sus movimientos por mera inercia, si acaso le presté una ligera atención a quienes pasaban junto a nosotros y antes de poder responder a su pregunta me pareció que quería agregar algo más. Alcé las cejas, como indicándole que lo oía, y solté una risa breve. Cielos, había olvidado el asunto de las galletas por completo.

—Eso es lo que importa —murmuré, con cierto aire cálido o qué sé yo, y empecé a caminar en dirección a los casilleros—. Bueno, ¿listo para tu ducha?

El sol afuera, sin exagerar, estaba loquísimo. Alcé una mano sobre mi cabeza, busqué mirarlo y volví a reírme, meneando la cabeza. Mierda, hasta yo misma comenzaba a arrepentirme de mi idea. Bueno, ya me había metido en el baile, ni modo.

—Yo bien, normal —le respondí a la cuestión de las vacaciones, caminando hacia el costado de la Academia—. Pagaban casi el doble durante la Golden Week así que estuve trabajando, poniéndome al día con la escuela, y fui al festival también. ¿Tú fuiste la noche de los fuegos artificiales? La última.

No tardamos mucho, claro, y al inhalar me recibió un rastro de olor a cloro. Le presenté la piscina como si fuera un regalo y me fui derechito al spot que recordaba de la otra vez, justo debajo de un árbol bastante frondoso. Era lo suficientemente denso como para hacer sombra incluso a esa hora del día y agradecía que no lo hubieran quitado, la verdad. Sin ese pequeño gran amigo no habría escapatoria.

Dejé el bento y el zumo al borde de la piscina, ya de paso me quité tanto los zapatos como los calcetines y me senté, metiendo los pies en el agua. Me alcanzaba un poco por debajo de las rodillas y estaba bastante fría.

—No será fácil —le dije, apoyándome en mis manos, y busqué verlo desde allí. Moví los pies dentro del agua, haciendo algo de chapoteo y me reí apenas—. Pero al menos nos mojamos los piececitos.

 

A ver, no tenía en máster en ser una persona decente por muchísimos motivos, pero también había que estar muy estúpido (aunque en eso me había titulado desde nacimiento) para no agradecer gestos como que otra persona te regalara algo de comer. Sobre todo en estos caso que no era que te ofrecían a mitad del almuerzo, te lo dejaban en el casillero, el nivel de intención era un poco distinto y ni siquiera yo podía ignorarlo del todo.

Los destellos que el sol de arrancó al cabello de Sasha me distrajeron lo suficiente para olvidar su pregunta de si estaba listo para la ducha, las hebras brillaron, se intensificaron y su vino tinto se asemejó un poco más al fuego que otra veces, onduló también como una llama viva cuando meneó la cabeza. Medio volví a conectar el cerebro cuando me contó de sus vacaciones, por suerte, que si no seguro no me enteraba de nada.

—Al menos sacaste un tiempo para ir al festival —atajé después de bajarme el trago de jugo—. Ah, sí. Estuvieron muy bonitos, sobre todo sin el bullicio.

Me hizo gracia que al llegar a la piscina la presentara y todo, fue una tontería, pero me plantó una sonrisa en la cara y la dejé guiar el camino hacia el árbol. Mira, de milagro no habían cortado esa cosa, pero no sería yo el que se quejara porque con este sol del diablo era esa sombra o morirse. Aún así me quedé estaqueado unos segundos cuando se acercó a la piscina y se acomodó para meter los pies en el agua.

Volteó a verme desde allí y solté el aire por la nariz, meneando la cabeza como si acabara de rendirme. No había muchas vueltas que darle, aunque si éramos sinceros hasta daban ganas de tirarse de cabeza al agua. Me incliné para dejar el jugo al lado de sus cosas, para finalmente imitarla, sentarme en el borde de la piscina, quitarme los zapatos y todo el tema para poder meter los pies en el agua. El choque de temperatura me lanzó un escalofrío que me tensó el cuerpo un segundo, pero me relajé casi de inmediato.

—Le baja un par de niveles a la ducha con el diablo, sí. Supongo que vale la pena el sacrificio.

 

En el camino a la piscina lo vi de reojo dándole un trago al jugo, digamos que esperé a que terminara para poder encontrar sus ojos y sonreírle, genuinamente contenta por los recuerdos que el festival me evocaba. En serio me alegraba mucho haber ido, algo similar había sentido con la mascarada pese a los contratiempos y lo de la abuela. All in all, esas pequeñas tonterías me ayudaban a dejar de dudar cuando dudaba.

—¿Verdad? —concordé, asintiendo—. Los fuegos artificiales siempre me gustaron, obvio, aunque muchas veces no podía dejar de pensar, ya sabes, en los perritos y los niños, las personas del espectro autista. Que los hayan hecho sin ruido es muy, muy bonito y considerado.

Se me había soltado un poco la lengua, aunque como tal no lo veía mal y simplemente rellenó el silencio hasta llegar a la piscina. Luego de acomodarme y buscarlo con la vista fue que noté que se había quedado ligeramente atrás, cosa que me hizo preguntarme si quizá la idea no le gustaba o le incomodaba de alguna manera. No lo había tenido a consideración, la verdad, aunque no llegué a abrir la boca. Mantuve mi atención sobre él hasta que se sentó a mi lado y me imitó, atenta a... no lo sé, cualquier pequeña señal.

Su comentario me arrancó una risa de nada.

—¿No te gusta el agua, cielo? —pregunté de forma liviana, más bien enfocada en desplegar el menú del día. Abrí el bento (que le había removido las divisiones internas), le dejé el par de palillos extra de su lado y presenté la comida como había hecho con la piscina—. ¡Sushi bowl! Ya sabes, sushi pero no con forma de sushi. Arroz, aguacate, morrón asado, camarones empanizados, queso crema, pepino and all that.

Me peiné el cabello detrás de la oreja para que no se metiera en el camino, y cuando terminé de enumerar lo que llevaba la... ensalada de sushi solté otra risa ligera.

—Sé que eres japonés, pero espero que no seas tan japonés. Y que guardes mi secreto de ellos. No me gustaría morir por haber profanado el glorioso arte del sushi.

 

Algo en su sonrisa me dijo que sí había disfrutado el festival, así sin más, y de alguna forma me alegraba porque aunque esta chica hubiese sido la misma que me tiró unos móviles encima para que los vendiera, en el fondo creía que era buena. Buena de verdad, quería decir, y que si había hecho lo de los móviles era por un motivo más allá del mero deporte.

No contaba con que se le soltara la lengua con algo tan sencillo, pero tampoco me molestó ni nada, de hecho me suavizó un poco los gestos. Que mencionara algo tan específico como el espectro autista me hizo pensar que tenía experiencia con el asunto. ¿Algún familiar? ¿Alguno de sus hermanitos? Quién sabe, tampoco iba a indagar tanto, pero pensé a ella la aliviaba mucho más que a mí que fuera pólvora silenciosa.

Y con toda razón.

No vi necesario añadir nada más, lo dejé correr y así hasta acomodarme a su lado en la piscina, la pregunta me aflojó una risa de nada y me encogí de hombros relajando la postura.

—Me gusta lo suficiente para bañarme todos los días supongo —resolví con simpleza poco antes de que desplegara el menú. Era el sushi seccionado, pero lo presentó como a la piscina, cosa que me hizo soltar una risa por la nariz—. Mientras siga teniendo arroz todo lo demás da igual, incluso si no metes todo en un rollo.

Por otro lado, confianzudo se nacía, así que me hice con los palillos sin más, acomodé un bocado con un poco de cada cosa y listo. Mastiqué una vez, luego dos y aflojé algo más el cuerpo sin siquiera darme cuenta. Para empezar en casa comíamos demasiadas mierdas instantáneas y luego para terminar de hacerla cuando alguno podía ponerse a cocinar algo no podía decirse que tuviésemos buena mano. El que medio había aprendido a cocinar mejor era Sei, pero Izu y yo quemábamos el agua si podíamos y mamá, bueno, estaba ocupada tratando de sobrevivir.

—Está rico —dije casi en un murmuro, todavía ni había terminado de masticar, y lo otro lo solté con el tono de broma de siempre—. Ya sabes, siendo sushi-no-sushi~

Cuando por fin me bajé el bocado solté un suspiro y busqué sus ojos para decir una sola cosa, ni siquiera añadí tontería alguna revuelta.

—Gracias.

 

Había sido yo misma quien lo catalogó de poco japonés, y aún así, tras dejar correr sin más el asunto del agua y sus duchas, cuando dijo que bastaba con que tuviera arroz fingí indignación y fruncí bastante el ceño.

—Shimizu Arata, eso es muy poco japonés de tu parte —lo molesté, y al final no llegué a disimular la sonrisa.

Se sirvió sin más, cosa que no me molestaba en absoluto. Estaba acostumbrada, además, entre el atropello con el que Fanny vivía y que a Danny, quien debía esforzarse para recordar ciertas normas sociales, a veces se le pasaba y lo encontraba sentado en la mesa, ya comiendo sin haber esperado a nadie. Porque tenía hambre, obvio, y no le encontraba el sentido a tener que aguardar si le rugía el estómago. Siempre lo había pensado, la verdad.

Que había muchísimo que aprender de él, y no tanto al revés.

Con todo, era la primera vez que comía con Arata y me quedé un poco atenta a su reacción; no que estuviera en la obligación de darme alguna clase de feedback, así que tampoco habría dicho nada si no surgía de él. O quizá sí, quién sabe, con tal de molestarlo. El caso fue que no hizo falta, me agradeció y sonreí. Había mierdas que nunca perdían el encanto, honestamente. Sentí una chispa de alegría, fue sutil y me estiré por encima del almuerzo para pellizcarle apenas la mejilla entre dos dedos. Tendría que disculparme por tratarlo como si fuera un crío, sí.

—I'm glad, sweetie.

No le concedí mayor entidad que esa, de inmediato regresé a mi espacio y recogí un poco de cada cosa, al menos lo mejor que pude, para empezar a comer. En lo que masticaba, relajé las manos sobre mi regazo y mantuve la vista perdida en lo que se veía desde allí. El reflejo del agua, la reja y, más allá, la densidad de los árboles. Si siguiéramos y siguiéramos un tramo largo, en aquella dirección podríamos alcanzar el lago.

El puente de conexión entre dos mundos.

Le eché un vistazo al bento y busqué un nuevo bocado de comida, con algunas tonterías dándome vueltas en la cabeza.

—¿Cuánto le sacaste a cada móvil? —le pregunté, en un tono tremendamente casual—. Tú o quien sea que los haya vendido.

 

¿Qué era muy poco japonés de mi parte? Posiblemente, pero ya en sí a veces lo único que parecía tener de japonés era el nombre, me había juntado con gente de toda clase y eso siempre aflojaba restricciones. Igual tenía gracia su reclamo, para qué mentir, y me desinflé los pulmones en una risa floja, como dándome por vencido en la discusión.

Estaba todavía masticando cuando la tonta se inclinó para pellizcarme la mejilla, lo hizo como si no fuese un estúpido tatuado con cara de haber salido de la reforma la semana pasada y el gesto, a pesar de no incomodarme, me dejó bastante descolocado. Eran pocas las cosas que me recordaban que en realidad seguía siendo un imbécil de diecinueve años en lugar de un desgraciado de treinta y cinco con más deudas que salario.

Había tenido que defender a mi propia madre, ¿no? A mis hermanos también.

Sacar a Sonnen de las fauces de Hikkun.​

Todo eso con estas alas de humo.

Habían cosas en la vida a las que uno no se resistía y punto, la comida casera era una de ellas, las muestras de afecto de buenas personas eran otra. Quizás porque significaban la ilusión de que no siempre, o no para todos más bien, éramos parias, que no éramos solo ratas que debían envenenar porque cargaban la jodida peste y quién sabe qué más.

Igual regresó a su espacio sin más y yo acomodé otro bocado de comida con los palillos, estaba por tomarlo cuando escuché su pregunta. Seguí concentrado en la comida unos segundos, esta vez sí me bajé el bocado antes de hablar y forcé un poco la neurona.

—Cuarenta y cinco mil entre ambos —respondí por fin con el mismo tono casual, tomando un puñado de arroz con los palillos—. Ya habiendo restado la pasta de quién los limpió antes, o bueno eso me dijo el que me dio el total. ¿Por?

 

Con todo y las diferencias, era muy probable que ambos olvidáramos con frecuencia el mismo tipo de cosas. Que éramos niños, por ejemplo, seguíamos siéndolo pese a las circunstancias. Hubiese sido una elección personal o no, hubiésemos asumido la responsabilidad forzados a ello o sin que nadie nos lo pidiera. Y como tal no era un esfuerzo consciente, no que pretendiera recordarle su infancia perdida o que de vez en cuando podía relajar las defensas, pero si el resultado acababa siendo ese tampoco iría a quejarme.

Yo también estaba, después de todo, aprendiendo a hacer precisamente eso.

Tuve la idea breve al notar que no había anticipado mi gesto, pese a ser el señor Me meto en tu espacio personal porque me sale del culo y ya. Medio lo acomodé con otras piezas, la tontería de los homies, sus hermanos pequeños, los tatuajes y el ojo amoratado. No hacía falta ningún ojo biónico para deducir, cuanto menos, que no tenía una vida precisamente sencilla. Tampoco pretendía darme el crédito de nada, pero de repente me alegró aún más haberle compartido de mi almuerzo.

No que lo necesitara, pero quizá sí le agradara.

Si desde antes no había tenido dudas con respecto a mi idea, ahora menos. La suma total resultó ser la misma que me dio a mí y casi al instante solté una risa por la nariz, meneando la cabeza. Grandísimo idiota, ¿eh? Dejé los palillos atravesados en una esquina del bento, hundí la mano en el bolsillo de la falda y saqué un pequeño fajo de billetes que tenía doblado sobre sí mismo con una bandita elástica: nueve mil yenes. Antes, mucho antes de recibir su sobre ya había estado buscando información en internet para poder estimar cuánto dinero se le sacaría a esos modelos usados. La cifra, aunque no exacta, acabó siendo bastante similar. De ahí las sospechas.

—Te lo dije, ¿o no? Quería un negocio, no caridad. —Cierto era que ayer había tenido más ganas de comérmelo vivo que otra cosa, pero suponía que seguía siendo una blandita. Le sonreí, plenamente segura de lo que hacía, y le golpeé el brazo con el dinero un par de veces—. Toma, el veinte por ciento. Sin discusión.

No iba a quitarle los billetes de la cara hasta que los aceptara, así que una vez zanjado el asunto regresé al almuerzo como si nada. Venga, ahora sí me sentía bien conmigo misma.

—Aunque ¿consejo de newbie? No andes por ahí dejando sobres con dinero en casilleros sin cerradura, you dumbass. —Suspiré, aunque no cargó enfado real, y me distraje en mis piernas, que seguían removiendo el agua—. Podría haber salido bastante mal.

 

Tener cosas en común con Sasha de toda la gente posible era una cosa que si uno la estiraba mucho podía dar risa, pero quizás todo se movía en torno a las carencias, a lo que se nos había arrebatado o lo que no habíamos tenido nunca. Funcionábamos con eso como base, nos movía, era el origen de mi aire y de la torre de ella, con su ventanuco. Ninguno esperaba milagros ni nada, que alguien apareciera a recordarnos que no cumplíamos veinte años siquiera, pero como ella acababa de pensar... Si aparecía en el paquete, pues bueno.

Así como la comida casera, no se rechazaba.

Cuando la vi hundir la mano en el bolsillo de la falda después de haberle dicho la cantidad supe de inmediato lo que iba a hacer, solté el aire por la nariz con algo de fuerza y no reaccioné cuando efectivamente sacó un fajo de billetes. No era un maestro de los números, pero la calle le acostumbraba a uno el ojo a muchas cosas, lo suficiente para intuir cantidades.

¿Caridad? Podía llamarle a eso de cualquier manera menos caridad.

Igual sabía que no iba a dejarme rechazar la pasta, esta chica debía ser tozuda que daba gusto, así que acabé por tomar el dinero con la mano libre y zambullí el fajo en el bolsillo del pantalón. Su consejo me arrancó una risa floja, quizás porque se me iluminó la neurona o solo porque sí.

—Me da a mí que si alguien se atreviese a abrir tu casillero y husmear un sobre sabrías perfectamente quién fue —solté mientras me llevaba algo más de comida a la boca—. En cualquier caso, fue un placer hacer negocios contigo, Rojita.

Hacer negocios decía, cuando solo había servido de conducto a grandes rasgos, pero los pormenores no le interesaban a Sasha en realidad y a mí tampoco, los nueve mil yenes eran del crío y ya. Si se ponía una mano en el corazón (de pollo, para variar) me diría de repartirlo o dejarlo así, pero eso sería un problema del Honeyguide del futuro.

Dejé los palillos en una esquina del bento, aproveché para tomar algo del jugo que me había comprado y desvié la vista a la piscina, a los destellos, antes de regresar los ojos a Sasha. Volví a repasarla con la vista sin más, no supe si por deporte o buscando algo, pero me desinflé los pulmones con una risa que me surgió del centro del pecho.

—Una chica bonita con manos largas, vaya joya. Nunca dejará de sorprenderme.

¿Y el comentario? Pues porque me había salido de los huevos básicamente.

 

No había que ser ningún genio para darse cuenta que no había estado entre sus planes recibir alguna clase de dinero, cosa que, así no entendiera plenamente, tampoco iba a juzgar ni husmear. Sólo pretendía que aceptara la parte que quería darle y ya, el resto de su cacao mental era suyo. Si se lo quedaba, lo donaba o hacía avioncitos de papel con él no era mi problema.

Sentido de justicia, en definitiva.

No se trataba tanto de dar, sino de no quedarme lo que no me pertenecía.

Alcé la mirada hacia él un momento cuando soltó lo de mi casillero. Debido a un principio similar era que no disfrutaba particularmente el hobby de cargar a los demás con mis pollos. Maze había acabado en el fuego cruzado con Alisha y, por extensión, se enteró del problema de Daute, pero de haber tenido control sobre ciertos eventos habría preferido cortarme un brazo antes que colocarlo en la posición que terminó por ocupar. Igual y al final había sido mejor así, quizá fue precisamente esa vulnerabilidad la que comenzó a enseñarme un par de cosas y rompió la pared de la torre. Ni idea.

Era, como se dice, una chica tozuda.

—¿Y qué más da? —repliqué, y pretendí que no se me filtrara la molestia pues él no era su causa—. Así lo supiera, no podría hacer nada al respecto. Sería un dolor en el culo y ya.

Como, de hecho, lo era.

En todo caso, me soltó la tontería de turno y alcé el zumito en su dirección antes de darle un trago. Había sido, en efecto, un placer hacer negocios con él. La pasta nunca venía mal, aunque ya no me cuestionara si era realmente tan necesaria o si había escalado hasta automatizarme y buscarla hasta debajo de las piedras sin motivo real. Era, si se quiere, la maldita necesidad de estar bajo control, de tener la casa atada con miles, cientos de miles de cables, en caso de que la peor catástrofe nos cayera encima.

Tan preparada para lo peor que lo acababa creando yo misma.

Se fundió un breve silencio en lo que seguíamos comiendo, el asunto que nos competía ya se había zanjado y me di cuenta, un poco de repente, que ya no teníamos motivo para seguir hablando. Una tontería y lo que quieras, pero la estupidez me arrojó una cuota de ansiedad encima. No me gustaba aflojar cables. Respiré por la nariz, medio metida en mis pensamientos, y no reparé en él hasta que volvió a abrir la boca. Lo miré de soslayo casi al instante y volví a soltar el aire, esta vez en una sonrisa apenas ladeada.

Mira nada más, otra tontería.

—El mundo es un lugar injusto, ya ves —murmuré, soltando el aire, y me apoyé en una mano tras mi espalda. Aproveché el ángulo para alzar la vista un momento y el cabello cayó directo hacia el suelo—. ¿Y bien?

Se me estiró la sonrisa, prueba absoluta de que iba a soltar la estupidez del siglo, y busqué sus ojos.

—¿Ya te arrepentiste de haberme rechazado~?

Alright, that was bold.