Sus respuestas fueron las que me esperé en un inicio, el tipo era lo contrario a mí. Si yo era un caos para esta sociedad de mierda él era el orden, o al menos en lo que aparentaba, aunque siempre se decía que los más perfectos a ojo público terminaban siendo los más cabrones, quizá por ello también me había gustado desde un inicio, además de la evidente tensión sexual; nada que hacer. Estiró su mano, suavicé el agarre sobre su almuerzo en lo que lo llevaba a su espacio, al igual que los palillos. —Parece que vives encerrado en un castillo —repasé con la lengua mis labios para terminar de saborear lo que me había quedado, saqué luego el móvil y obvio me acerqué más a su lado, mostrándole mi galería, un video como tal—. Quizá debería plantearme el sacarte al mundo exterior, principito. Pasear es bueno, y más si es al aire libre~ Presioné la pantalla táctil para reproducir el contenido. Contenido oculto
Su comentario del castillo me acentuó la sonrisa. Entendía que a sus ojos fuera así, muy probablemente la perspectiva se repitiera en bastante gente. Era, en definitiva, un niño mimado sin una preocupación en el mundo más que la de gastar el dinero de papá, ¿no? Podría haberlo dejado estar, no me interesaba cambiar el concepto de los demás, pero de repente me apeteció sembrar una pequeña semilla de duda y busqué sus ojos. —Eso dice el campesino. Pero cuando los muros son tan altos, ¿quién sabe lo que el príncipe hace ahí dentro realmente? La analogía conectada había funcionado en mi mente y al final me dio bastante cringe llamarme "príncipe" a mí mismo, pero por el bien del orgullo lo dejé correr. Noté que pretendía mostrarme algo en su móvil, por lo que hice el almuerzo a un lado y le permití la aproximación sin demasiado problema. Me mantuve enfocado en la pantalla, aunque me alcanzó parte de su aroma y, en cierta forma, la tibieza que desprendía su cuerpo. Ah, sí. Me salían muchos videos de eso en internet, pero nunca había sabido el nombre. Sólo de verlos lanzándose al vacío se me tensaba el estómago, no era capaz de imaginar la sensación de experimentar una locura así. No me provocaba rechazo, tampoco me lo había planteado con seriedad nunca. —Ya veo, un hobby de manual —murmuré con cierta burla, y tomé su móvil para poder ver mejor el video—. ¿Esto se hace aquí, en Tokyo? ¿O dónde?
El cabroncito soltó que quien sabe que se hacía dentro del castillo en realidad, y con gusto repasé el perfil de su rostro. A ver, que si me dejaba a la imaginación podía decir un par de cosas, pero a veces era mejor dejar la duda existencial de fingir que aqui nadie escuchó nada. —Re manual —murmuré cerca a su oído aprovechando la distancia, haciéndome el que también veía el vídeo y no sé que—. Ibaraki, en avión estamos como a dos horas —apoyé el mentón sobre su hombre acomodando la palma cerca a su espalda baja; busqué sus orbes extendiendo la sonrisa—. Hueles tan rico que te diría que te saltaras las clases de la tarde y te quedarás conmigo. Me alejé luego, levantándome del suelo para sacudirme el pantalón. Lo miré desde arriba luego de rodearlo y pararme frente a él. —Te escolto, principito, a ver cómo te dejo en deuda para luego cobrarme de una u otra forma~ —solté descarado como siempre. Contenido oculto Cierro con Zeld aunque él no quiere cerrar (?)
—God, it's so hot... —me quejé al aire, dejando salir un gemidito de queja mientras alcanzaba el borde de la piscina—. I'm melting... Y como si quisiera reafirmar todavía más aquel último punto, me dejé caer con suavidad hasta acabar tumbada sobre el cemento. No era el lugar más cómodo para descansar, pero era uno de los más fresquitos y, mira, una a veces tenía que saber qué prioridades anteponer. Me quité los zapatos y me giré, hasta que adquirí una posición que me permitiera meter los pies dentro del agua. Tuve intención de abrirme los pocos botones que seguían cerrados de mi camisa, pero me retracté a último segundo por si acaso; no me preocupaban los alumnos, pero si le daba por pillarme a algún profesor amargado que me tuviese manía... En fin. Las clases se volvían todavía más insoportable con aquel calor, porque cualquier prefería estar haciendo cualquier cosa en lugar de atender a las tonterías que soltaban los profesores, pero era lo que había. Al menos pensaba aprovechar hasta el último segundo de receso para refrescarme en el agüita... Y si me perdía algunos minutos de las clases de la tarde, tampoco pasaba nada, ¿verdad? ¡Era por el bien de mi salud, nada más!
El sol parecía querer rajar la tierra hoy. Qué día maravilloso. Adentro del edificio se estaba fresquito, al menos debía reconocer las bondades de una institución tan prestigiosa. No tenía nada que ver con la casa donde me había criado ni con el piso que compartía con Matty. Los aires eran muy caros y el nuestro estaba tan viejo que cada verano se descomponía sin falta. Así que, en resumen, venir a la escuela no estaba tan mal. Pese a todo ello, el verano realmente no me molestaba. Aproveché el receso para salir al patio, el sol incidía con fuerza y pensé que igual podría buscar la sombra de un árbol para morirme un rato. Seguí paseando hasta bordear las inmediaciones de la piscina y, desde mi posición, me pareció ver allí a una rubia que conocía. Alcancé las escalerillas y me colé en el espacio, caminando por el césped con cuidado de no hacer ruido. Al detenerme junto a ella me incliné para taparle el sol justo sobre la cara, y apenas recibí sus ojos (y su potencial improperio) le sonreí como un niño bueno. —¿Anhelas derretirte por algún motivo, Ali-chan? ¿O contraer cáncer de piel? ¿Eres un reptiliano, acaso?
Contrario a lo que pudiera parecer, no era ninguna chica tonta, y era por ello que sabía perfectamente lo mala idea que era quedarme ahí tumbada durante demasiado tiempo. La cuestión era que, aparte de bien lista, también era un poquito vaga, y el solecito de verano siempre me daba tanta sueño... Me estaba quedando bien dormida cuando, de repente y sin avisar, el calorcito tan rico desapareció de mi rostro. Abrí los ojos con pesadez, pestañeando un par de veces con el ceño algo fruncido, y no fue hasta un buen rato después que me di cuenta de quién estaba siendo la fuente de todo aquello. —Joey... fuck off —murmuré, volviendo a cerrar los ojos, y estiré el brazo en su dirección para intentar echarlo a base de manoteos (suaves, claro, y que posiblemente ni siquiera llegarían a darle)—. Si te dijese que soy una reptiliana, ¿te seguiría gustando como ahora~? —cuestioné al rato, abriendo un ojo para poder ver su reacción, y le sonreí con una chispa de obvia diversión.
Aguardé con santa paciencia a que Alisha reaccionara a mi presencia y mi sonrisa se ensanchó notablemente al oír el recibimiento tan cálido y efusivo que me brindó. Empezó a lanzarme manotazos al aire, los cuales me entretuve esquivando moviendo las piernas como si estuviese en uno de esos juegos de baile, hasta que se espabiló un poquito más y soltó la estupidez de turno. Me acuclillé, tapándole ahora parcialmente el sol y con una sonrisa suave. Ah, estas preguntas trampa de las mujeres. Por suerte, las redes sociales y la experiencia personal me habían entrenado rigurosamente para este momento. —Serías una reptiliana muy guapa, my love, of course I would like you. Además... Dicen que van a dominar el mundo, ¿no? ¿Qué mejor curso de acción que ganarse el favor de uno de ellos? ¡Mentalidad de tiburón! Me tumbé en el césped perpendicular a ella, boca arriba, y me vacié los pulmones, cerrando los ojos. El sol estaba lindo, sí... por la módica suma de tres minutos. A partir de ahí anticipaba un lindo rostizado. —¿Cuánto llevas aquí? —pregunté, estirando el brazo sobre mi cabeza para ponerme a juguetear con un mechón de su cabello—. ¿No estás, como, absolutamente derretida?
Joey, que a aquellas alturas me conocía ya mejor que nadie, pudo esquivar tanto mis manotazos como mi pregunta, aunque inicialmente esta última no tuvo ninguna segunda intención extraña. Aun así, sería una gran mentira decir que sus palabras no habían sido encantadoras, o que las mismas no me habían sacado una sonrisa de pura satisfacción. —Oh, you're such a sweet talker, aren't you? —murmuré, estirando todavía más el brazo para buscar sus mejillas y así poder apretujárselas durante un par de segundos—. Well, no puedo confirmar ni desmentir nada, pero si alguna vez dominó el mundo... I will consider you and your pretty face~ Se me escapó una risilla nasal al decir aquello último, y poco después noté cómo el chico se tumbaba sobre el césped, haciendo que echase la cabeza hacia atrás para intentar verlo; no lo conseguí hacer, pero tampoco importó demasiado, a decir verdad. En su lugar, sentí como sus dedos empezaban a juguetear con un mechón de mi pelo y, con ello, consiguió que relajase el cuerpo todavía más contra el suelo. >>Yeah, it's really hot... ¡pero no es tan malo con los pies metidos en el agua! Además, nos tienen secuestrados dentro tantas horas que si no aprovecho en el receso, voy a perder mi moreno. ¡Y eso no puede ser! —me quejé, antes de recuperar la sonrisa—. ¿Y tú qué hacías por aquí? ¿Venías a darte un chapuzón~?
Por supuesto que era un sweet talker, la gente no le daba el suficiente crédito a cuán lejos podían llevarte las palabras apropiadas, en el momento correcto. Me quedé sonriendo como un niño bueno y cerré los ojos mientras me jalaba la mejilla, sin mover un músculo para quitármela de encima. No confirmar ni desmentir las asunciones de los demás también era un buen hábito. —Más te vale, Ali-chan. Todos los waffles que te he hecho no pueden ser por nada. Lo último lo dije con cierto esfuerzo, pues era mientras me volteaba y me tumbaba. Una sonrisa floja permaneció suspendida en mis labios mientras la escuchaba, con los ojos cerrados y sin dejar en paz su pelo. Me encogí de hombros, aunque claro, no iba a verlo. —Andaba por el patio buscando un árbol debajo del cual morirme, pero vi un chispazo dorado en la piscina y ya sabes que tengo sangre irlandesa, no pude evitarlo. Y mira lo que encontré, un tesoro invaluable~ Le jalé suavecito del mechón con el que estaba jugueteando y solté una risa floja. —¿Qué tenemos ahora en el primer período? Tengo taaan pocas ganas de volver a clases...
—Ajá, ya sabía yo que solo me alimentabas bien para sobornarme... —comenté en respuesta a su aclaración, no sin antes haber soltado una risotada de genuina diversión por la misma. Negué un par de veces con la cabeza cuando terminé de hablar, sin perder la sonrisa divertida que se me había plantado en los labios por la tontería de turno, y al final dejé también salir un suspiro de satisfacción, todo mientras relajaba el cuerpo por la risa y los mimos de Joey. Cerré los ojos mientras escuchaba su explicación de cómo había acabado en la piscina, notando cómo mi sonrisa se ensanchaba con cada estupidez nueva que iba soltando por la boca. >>¿Ahora? Uhm... ¿mates? O algo así, I don't know~ —respondí, girándome hasta quedar tumbada bocabajo, y después de un segundo extra gateé hasta poder sentarme en su regazo—. ¿Y si nos quedamos aquí otro rato? ¿Un ratito de nada~? —añadí aquello último echándome un poco hacia delante, para que así él pudiera apreciar los ojitos que le estaba haciendo, así como el gesto que hice con los dedos delante de su rostro, señalando el poquito tiempo al que me refería con un espacio ínfimo entre el índice y el pulgar. Táctica infalible para convencerlo de lo que quisiera, en definitiva~ Contenido oculto siempre un placer rolear al jolisha contigo, bebi, sobre todo para revivir al foro con su poder uwu <3
Ali obviamente se quejó y yo pasé del asunto, muy concentrado en volcar este saco de huesos viejos y faltos de ejercicio al suelo. Una risa floja me sacudió el pecho y la sonrisa, torcida, me quedó suspendida en el rostro cuando respondió a mi duda... sin resolverla en absoluto. Bueno, no podía quejarme, yo tampoco sabía qué nos tocaba ahora. Imagina estar tan pendiente de algo tan aburrido. Dejé su cabello en paz cuando oí sus movimientos y acomodé ambos brazos bajo mi cabeza, entreabriendo los ojos de pura curiosidad. Acabó sentándose en mi regazo y bloqueó el sol al inclinarse, poniéndome ojitos de cachorro. Ah, ¿y cómo le decía yo que no a esa carita? —Linda, si de algo no tienes que convencerme es de saltarme clases —murmuré, mi sonrisa se ensanchó y la miré un poco más a consciencia, ahora que la luz no me encandilaba—. Además... no es como que pueda moverme, ¿cierto? Ah, no tengo forma de escapar, qué pena... Ya que se había tomado la molestia de inmovilizarme, podía aprovechar las ventajas que la situación le brindaba, ¿verdad~? Contenido oculto algún día aprenderemos a no empezar a rolear a tres días del final de un período JAJAJA cortito pero invaluable como el pelito de Ali-chan uwu7
Contenido oculto: porque puedo (? Me había quedado consumiendo aire en el salón porque salir con este calor debía ser un crimen, pero en sí tampoco era que quisiera quedarme en el aula, solo no sabía dónde ir a meterme. El caso fue que por eso, por estar matando tiempo, me comí sin querer el espectáculo entre Ko y Sugawara, me acordé lo de que cara de moco era jefe de Sasha y me cuestioné en verdad qué tanto sabría pelo de nube, pero tampoco era que pudiera preguntar sin cantar a Sasha así que ni modo, tampoco le di tanta importancia en verdad más allá del chisme. No me moví de la silla un rato más hasta que opté por levantarme al menos para ir a buscar algo de comer. Fue cuando vi a Cay salir de la 3-2 con cara de dormido, el cabello revuelto y mirando unas galletas como si le hubiesen puesto por delante el puzzle más complejo de cualquier videojuego. Solo lo observé, fue cuando levantó la vista para ver mi salón en un movimiento que me pareció automatizado y al chocar la mirada conmigo se puso nervioso, como si lo hubiese pescado vaciando billeteras, al acercarme lo molesté diciéndole que vergüenza era robar, me preguntó por mamá para desviar el tema y le contesté con sinceridad que no estaba bien, pero nunca lo había estado. Él no me respondió de inmediato, pero al salir al pasillo de abajo me dijo que si necesitaba algo lo buscara. Fuimos a la cafetería, compró un aterro de cosas, empezando por el bento, pasando por más galletas y no vi qué otra cosa. Me pasó parte de la compra sin decir una palabra, luego enderezó los pasos hacia la piscina. —¡Nos vamos a rostizar! ¿Te volviste loco? —reclamé apenas el sol me dio en la cabeza. —Me gusta el sol, en casa el atardecer da en mi ventana y me quedo dormido —argumentó en voz baja, como un mocoso que explica por qué le gusta el helado de chocolate—. ¿Te sabes la de usar bloqueador solar? —¿Te sabes la de no tener pasta que despilfarrar, ricachón? ¿De dónde sacaste tanto dinero de repente? —Dad —murmuró, inexpresivo, y me miró de costado—. ¿Tus hermanos no quieren una play? Seguro le rasco al viejo hijo de puta la nueva generación a fin de año, ‘cause why the fuck not? Puedo darte la vieja. Si el resentido decía que el amor valía casi setenta mil yenes, eso valía. Mientras tanto el otro imbécil le daba la razón. Quizás alguien también tuviera que cargarse al viejo Reaper, tal vez fuese lo mejor para todos, ¿no? En tanto no hubiese madres llorando, quería decir, porque entre Ryouta con sus deudas de mierda y la relación tan tóxica que Cayden estaba estableciendo con Liam ya no sabía qué era peor. No sabía si prefería a los demonios muertos con el fantasma resultante o a los demonios vivos y el infierno sostenido. Lo vi acercarse a la orilla de la piscina, husmeó el agua y luego buscó sentarse unos metros más allá, medio llegaba, muy a duras penas, el borde de la sombra de un árbol cercano, pero no tapaba una mierda. Me acerqué para sentarme, empecé a comerme una galleta y él se fue sobre el bento como si llevara atado desde la semana pasada. Un bocado se le quiso quedar atorado al darse cuenta y se forzó a masticar más lento, igual esto de atragantarse podía ser la red flag más grande de Mister Impulsivo aquí presente, no podía ni comer lento el hijo de puta, imagina pedirle paciencia. Estiré una mano, le di un par de palmaditas en la mata de pelo y suspiró como un perro viejo. Cuando quise darme cuenta se arrimó más, lo suficiente para acomodar parte de su peso en mí y lo dejé aunque nos íbamos a cagar de calor con más ganas que antes. Entre los chivos expiatorios y los parches no daba una, me usaba para reclamar cosas que seguro no sabía cómo reclamarle a otras personas o a sí mismo y luego me usaba para calmarse, sin orden aparente o motivación. —Mishi. —Me llamó en una pausa entre bocados de comida—. ¿Qué se hace con los tal vez? —¿Los tal vez? —Los tal vez —repitió, mezclando el arroz del bento—. Tal vez me mentí porque la verdad que alcancé no sirve para nada, tal vez elijo el camino más fácil. Maybe I'm very much damned. La frase en inglés fue un susurro, uno tan bajo que se perdió entre el ruido del filtro de la piscina. —¿Qué demonios te pasa últimamente? Pareces atorado con la misma cosa y nunca le pones nombre, te dije que hablar- —No es nada, no me hagas caso —interrumpió y me echó más peso encima, al volver a hablar había suavizado la voz, así que ni modo—. Perdona, no debería estar preguntando tonterías ahora. Háblame de cualquier cosa, lo que quieras o necesites. Dudé sobre su oferta, pero recordé que le había dicho a Sasha que le explicaría qué coño había pasado y sentí, ni idea, que a él se lo debía por igual, incluso si era su chivo expiatorio, porque eso no quitaba que me quisiera. Por eso mi error le había dolido tanto, porque me quería y yo era el mismo que había pensado que el idiota era demasiado para cualquier alma. Le debía reciprocidad por solo haber tenido una idea tan horrible. Suspiré, él me pasó el bento para que también comiera y se quedó aplastado en mi hombro, esperando. Pasado un rato comencé a hablar en voz baja, le conté lo de la jefatura, la morgue, que no me acordaba de cosas y que había terminado en el apartamento de Hikkun, que Yuzu me había tenido que buscar y toda la mierda. Me fue contestando de forma esporádica, paciente, hasta que en un recuerdo difuso, mezclado, me confesé sobre la cosa tan horrible que le había dicho a Yuzuki que también lo incluía a él. —Está bien. Digo, estuvo mal que la trataras así y deberías pedirle perdón, pero tienes razón —murmuró quitándome los palillos para comer de nuevo—. Vivimos en un cuento de hadas. Lo decía, pero jamás podría creerlo. Ni él ni Yuzu aceptarían una sentencia así, no sin apuñalarse el propio corazón. >>Lo que el amor no arregla solo lo complica. Es así como el castillo del cuento colapsa. Este chico siempre había sido bueno dictando sentencias. Contenido oculto relleno porque quién soy yo si no mando rellenos? me mandé un fic casi, qué horror askbgdh quedan allí, si me le colé a alguien también puede asumir que se fueron pasado un rato si le parece mejor, no prob
Encima que hacía este puto calor, Koemi se dedicó a fastidiar con un par de mensajes en nuestro chat, que me dieron tremenda pereza nada más ver de qué iba el asunto. A la enana le seguía cayendo como una patada el silencio de Nakayama, quien al parecer se aprendió rutas para evadirnos durante todos los recesos. Su esfuerzo era innecesario en mi caso, porque no es que la buscara activamente, las veces que nos cruzamos fue por coincidencia; esa tipa se estaba dando demasiados aires si creía que, a estas alturas, me molestaría dedicar tiempo a su terca debilidad. Y cómo sería de fastidioso todo el embrollo para Koemi, que la insensata venía a quejarse justo conmigo, como si fuera a darle un consejo, palabras de aliento o alguna mierda de esas. Obvio que no le contesté en toda la mañana y ella pareció entenderlo, pues su último mensaje fue un sticker en el que, en resumidas cuentas, un cachorrito me mandaba a la mierda. Qué chica, eh. Si quería que le metiesen la fantasía de que todo iría bien, que se fuera con sus “haditas” y ya. La mala noticia era que no me traje mi almuerzo y que, si seguía mi vieja costumbre de asaltar el de Koemi, me terminaría comiendo el espectáculo de sus lloriqueos por Nakayama, vaya tela. Así que, cuando sonó la campana del receso, bajé por el ascensor con tal de que no me interceptara en el pasillo. Me colé en la fila de cafetería, haciéndome el sordo por los reclamos, y me retiré de allí con un sándwich y un jugo que pagué de mala gana. Me sentía bastante molesto, para qué mentir, y en eso tenía mucho que ver el calor. Me desabroché un par de botones de la camisa para darme un poco de aire, que en cualquier momento iba a terminar jadeando cual perro. Había mucha gente en los lugares abiertos, pero quedarse encerrado no era muy atractivo tampoco, que Koemi me andaría buscando en la fresca seguridad de los aires acondicionados. Por tanto, mi última apuesta fue la piscina, donde al menos tendría con la que refrescar mis pies. Quién hubiera imagino que esta decisión… sería el aleteo de la mariposa que desataría un tifón. Los vi al llegar, mientras le daba un buen trago a mi jugo. Sentados como una parejita, bajo la sombra de un árbol… Sombra penosa y débil, como la que oscurecía sus ojos. Y, ¡ah!, que pena no haber llegado antes, que se veían hundidos en una charla de la que cacé fragmentos bastante deprimentes. Lo de pedir perdón a una persona, vivir en un cuento de hadas y amor, donde hubo más pesar. Me sonreí de lado, de lo más entretenido por la escena. Regodeándome por sus apariencias. Desgastados, cansados y perdidos. El alimento que La Fiera reclamaba. Aprovechando que parecían muy concentrados en sus penas, me coloqué frente ellos con pasos lentos, como quien no quiere la cosa, y los miré desde arriba. Siempre habían dicho que mi cabello oscuro y mis ojos jamás brillaban, que era como si mi cuerpo devorara toda la luz del mundo… —¿Qué es esto? —me sonreí— ¿El leoncito tiene a su cuidador? Vaya par de tiernos me salieron. Contenido oculto Debería estar escribiendo un post bien falopa de Gaspy, pero si no tomaba esta oportunidad me iba a arrepentir feísimo
La mente se me deslizó a lugares complicados, Cayden hablando de que lo que el amor no arreglaba lo complicaba me hizo pensar en Sasha y en Hikari, ambos en puntos completamente opuestos de una escala. No recordaba un carajo de qué había pasado desde que vi a Hikkun frente la tienda de Tachibana y seguimos bebiendo hasta que desperté al día siguiente en su apartamento, temblando como perro mojado por el alcohol que no me dejaba el cuerpo. Ni siquiera le había dado las gracias. Por evitar que me ahogara. Estaba dando vueltas alrededor de esas ideas, de mis propias formas alteradas de amor, cuando sentí que el cuerpo de Cay se tensó a mi lado. Fue como si se hubiese convertido en una piedra, sus movimientos se detuvieron, dejó los palillos en el bento y sentí el peso físico de la tensión allí donde estaba recostado a mí, fue unos segundos antes de que una figura oscura apareciera, con pasos lentos. El mismo cabrón del día que se me ocurrió venir a la academia. ¿Ya lo conocía o era solo la tensión de saberse expuesto? No lo supe en ese momento, pero apunté primero a lo segundo porque hasta ahora Cayden prefería meterse un tiro entre las cejas que señalar sus errores de fábrica y este, por obra del destino, había venido a oír justo su sentencia de los cuentos colapsados. Era culpa mía por soltar la sopa en un lugar público a sabiendas de que no era que Cay pudiese crear un búnker físico donde meternos, incluso si lo intentaba. Emparentaba el afecto al refugio antibombas que deseaba crear, de allí su embrollo mental. Antes de que el idiota hablara el mocoso se despegó de mí, lo escuché bufar hastiado y me dejó el bento en el regazo, negándose a disimular su molestia aunque fuese por protocolo social, pero fue cuando lo llamó leoncito que juré que el malgenio le chisporroteó en el cuerpo y la pregunta de si se conocían se respondió sola. Cayden no intimidaba a nadie, la cara no le ayudaba y su forma de ser en la escuela tampoco, pero tenía un carácter de mierda. Era insoportable cuando no respetaban sus límites, unos que trazaba con fuego de por sí. Lástima que Matsuo se notaba que se había titulado en tocar las pelotas. Si seguía enojándose el que acabaría perdiendo sería él, pero así era todo el tiempo. Suspiré, le encajé el codo en el costado y maldijo en inglés, de la paciencia con la que acababa de estar tratándome no quedaba ni una pizca, pero pretendí no llevarle el apunte y por suerte recordé el apellido de este tipo, de la lista de clase. —No me llames así —replicó, ácido, hacia Matsuo. Quise preguntar de dónde cojones había sacado lo de leoncito, pero por la forma en que Cayden estaba comportándose supe que hacerlo habría implicado que se molestara conmigo una vez más. Por otro lado, un poco pecaba de lo mismo que su viejo, aunque yo lo fastidiaba porque era divertido en cierta medida, no disfrutaba tanto de que otros lo hicieran. —¿Qué pasa? —pregunté genuinamente divertido, pero también tratando de sacar el foco del imbécil de Cay, aunque no tenía mucho remedio—. ¿También quieres recostarte aquí, Matsuo? Hay espacio para todos~ Otro bufido de Cayden, otro codazo en sus costillas y entonces soltó una frase que, al menos en tono, debió ser el equivalente de decirme a mí y a Matsuo que nos fuéramos a la mierda, pero fue un idioma distinto. No pudo ser otra cosa que el poco irlandés que sabía y nunca se lo había escuchado antes, se veía que el idiota solo aprendía las cosas malas, como siempre. Contenido oculto
Como todo buen zorro que se preciara, Dunn vivía con las alertas en alto. Estaba a unos buenos de metros de ellos cuando pude notar cómo las fibras de su cuerpo, cada una, se contraían hasta dejarlo casi tieso sobre el hombro de Arata; el que, por su parte, se permitió unos segundos extras para entender por qué coño se había así el niño. Este maravilloso cuadro, de desconfianza y desorientación, elevó una de las comisuras de mis labios, hasta que la sonrisa se me quedó ladeada en un gesto mordaz en el momento que me paré frente a ellos. La soltura con la que dejó ver su malgenio me vino para enderezar la tremenda la cara que debía estar trayendo, ya que no hizo más que elevarme la comisura contraria. Así, la sonrisa quedó perfecto equilibrio. Yo tampoco sabía de dónde mierda venía el “leoncito” con el que Maxwell se refería a este tipo (tal vez debería preguntarle~), pero lo solté sin más para qué onda, si la cara de moco se le pronunciaba todavía más. Y vaya que lo hizo. El humor se mierda le estalló como un relámpago que no tardó en expandirse por sus músculos, ante lo cual mantuve la sonrisa socarrona, de lo más entretenido. Arata trató de salvar la situación con un codazo que se vio más como paso de comedia; el otro tiró una maldición en inglés que no pesqué, y tampoco quedarse sin la oportunidad de replicarme por el mote. La sonrisa se me entreabrió, enseñando la punta de los colmillos. —Si te hace sentir bien —dije—, imagina que te hago caso. Ah, qué divertido era tocarle la moral a la gente~ Arata se ve que tampoco se perdía las oportunidades que se le presentaban, eh, y eso que por ahora había conocido su peor versión. Mis ojos se deslizaron hacia él apenas percibí lo genuino de su diversión, entonces el rubio me hizo una invitación. A ver, no hacía falta que él me cediera el espacio: lo iba a tomar de todas maneras, sin importar los vacíos o las presencias. Así hicieron los Chernoff con Toshima. Pero eso ya era pensar en una escala demasiado grande. El zorro bufó y me pregunté cuánto aguantaría sin escurrirse de allí. Sería una lástima, si me lo preguntaban, con lo que bien que ya la estaba pasando en cuestión de segundos. Así que, como no podía permitirlo, opté por sentarme su lado, acorralándolo un poco entre Shimizu y yo. El idioma en el que habló antes, directamente no le reconocí palabras, pero estaba seguro de que no se trataba el inglés. Pero sí entendí que nos debió haber mandado al diablo o algo, por lo que mi sonrisa no hizo otras cosas que pronunciarse, en clara satisfacción. Di un largo trago a mi jugo y les dirigí una mirada enigmática, mientras quitaba el sándwich del envoltorio. —Sientan bien las sombras, ¿o no? Extendí un brazo al frente, con los dedos extendidos. Mis uñas atravesaron el umbral de la oscuridad, quedando bañadas de brillo solar. —Entre tanta calidez y resplandor, no hacemos más que buscarlas, tan refrescantes —cerré el puño, y la luz dejó de tocarme—. Como si no pudiéramos contar con otra cosa.
Hodges había preguntado por nuestros proyectos, pero entre que del nuestro ni noticia y lo poco que me apetecía sumarme a la small talk, simplemente dejé que el otro rellenara el silencio. Al parecer era una de sus actividades favoritas, incluso cuando no había nada que decir. Los oí de rebote, forzado por la cercanía, y al notar su actitud con la niña fui haciéndome una idea más clara de la clase de persona que era. Se le parecía un poco a Carter, entre lo mujeriego y lo insufrible. Mi mirada topó un instante con la de Hodges cuando buscó determinar mi posición, noté sus mejillas sonrojadas y suspiré con evidente hastío. Eran un cuadro de culebrón barato. —Nop, no fue Ali... —respondió el imbécil, risueño, y la miró con las cejas alzadas—. ¿Quieres descubrir la identidad de tu admiradora secreta? Podemos jugar un juego~ Seguía cuestionándome las decisiones de la chiquilla, pero suponía que no se le podía pedir mucho a una niña de dieciséis frente a esta clase de idiotas. Tenían un talento especial para comerles la oreja y jugar con sus deseos y reacciones, como si no fuesen más que muñecas alineadas en un escaparate. El sol me impactó con fuerza tras alcanzar el exterior, arrugué el gesto y más pronto que tarde alcanzamos la piscina. El imbécil que aún no tenía nombre había estado hablando sin parar de cualquier estupidez, y al notar su repentino silencio agudicé la vista. Más allá había un grupo de tres muchachos dispuestos uno junto al otro bajo un remedo de sombra. Me tomó unos pocos segundos extra identificar a Dunn y a Shimizu, el otro iba a mi clase pero era muy nuevo. Deslicé la mirada de regreso a la nuca del idiota, la línea de sus hombros, y aún sin verle la cara supe que algo había cambiado. Un palpitar invisible, quizá, o una tensión repentina, como los hilos que bajo la velocidad precisa se endurecen y rebanan hasta una cabeza de un corte limpio. El tipo se deslizó lejos del cuerpo de Hodges con suavidad y se adelantó un poco. Yo fruncí el ceño y ocupé el lugar junto a Emily. —Qué acurrucaditos los veo~ —canturreó, anunciándose a sí mismo con un aire cargado de confianza, casi vanidoso—. ¿Habrá chance de que nos inviten a la fiesta~? Mi mirada se detuvo ligeramente más de lo necesario sobre Shimizu y me mantuve junto a la niña. No tenía idea qué era esto, pero olía mal. Contenido oculto
Mi decisión de venir a tomar sol directo no era lo que se dice una genialidad, pero me la cuestioné incluso más cuando apareció Matsuo a comerse el coletazo de un intercambio que habría preferido dejar bajo diez candados. Imaginaba que podía ser demasiado abstracto en algunas partes sin haber oído todo, pero aún así la molestia me repicó en el cuerpo, como si el idiota tuviera la culpa de aparecer en un espacio público. —Ya para de maldecir, ¿quieres? Me vas a arruinar la digestión, hombre —interrumpió Arata anticipándose a mi posible respuesta a la estupidez de que imaginara que me hacía caso si me hacía sentir bien—. No te escucharon confesando los pecados de toda tu vida ni nada. Arrugué los gestos, me callé y tomé un montón de aire, buscando algo de racionalidad, porque en parte tenía razón. Era hipócrita, pues mi primera conversación con este chico no había sido mala, había sido extraña y encendido alarmas, pero ya. Sin embargo, que apareciera para tocar las pelotas accionó los botones incorrectos, todos a la vez. Quise moderarlo, pero también me había jodido, ni idea, las asociaciones que yo hice en el aire respecto a su comentario. Me había hecho sentir incómodo en general, ya no solo por el apodo que había tomado sin permiso. El caso fue que Matsuo se sentó a mi lado, más tensión me bañó el cuerpo y recordé la forma, necia, en que el Kasun marca diablo había insistido en jugar con mis límites, pero también era cierto que yo me había metido con él a la sala privada, ¿no era yo también el que había tensado las cuerdas de Matsuo apenas llegar? ¿Y ahora tenía los santos huevos de enojarme? ¿Tenía derecho a molestarme por las cosas a las que accedía? No y eso, de hecho, solo me frustraba más. Me quedé en mi lugar, no fui capaz de quitarme la molestia del rostro, pero tampoco quise cederle el placer de levantarme e irme a la mierda, incluso si quizás era lo más sano, lógico y prudente, ¿pero qué sabía yo de prudencia? Sientan bien las sombras, ¿o no? La oscuridad da mucho consuelo después de todo. Quise ignorar mi sentencia del día en que le había hablado a Shimizu de oscuridad, la sentencia falsa que había elegido, pues el consuelo de la oscuridad y la negación de verdades creaban el escenario de supervivencia más sencillo del mundo. No le contesté de inmediato, saqué el móvil, vi el mensaje de Jezebel y le pasé el teléfono escacharrado a Haru, cumpliendo con el deber que me correspondía. Al devolver el aparato al bolsillo rasqué paciencia de donde no creía tenerla. —¿No te lo dije ya? —murmuré, todavía hastiado, y seguí el movimiento de su brazo—. No hay escapatoria. Creí que Arata diría algo, pero lo noté terriblemente callado y entonces vi las tres siluetas: Wickham, Emily y Haru. Recordé al tipo sobre Sasha, mi intención que no terminó en nada y que no se lo había dicho a Shimizu; ver a Sugawara me hizo pensar en Ko, fue automático y en sí no conectó con nada, fue solo eso, un pensamiento suelto. De todas formas derrapé y Arata a mi lado también lo hizo, resbalamos en el mismo tramo de carretera mental, pero hacia lados diferentes. Haru se había quedado junto a Emily y yo seguía encerrado entre estos idiotas, que encima ahora eran tres si contábamos a Wickham, y se me ocurrió que era casi imposible no ver que algo no estaba bien en este cuadro, cuando la tensión del aire podía cortarle los dedos a alguien. Encima se lo dejábamos a Ryuuji a mano, que parecía encantado ya de por sí. Nos miraba como si fuéramos animales enjaulados. —¿A la fiesta? —dijo Arata, divertido, y se inclinó apenas para poder mirarnos un momento. Lo que sea que encontré en su mirada solo hizo que los hilos se tensaran más que antes—. Ah, no lo sé~ ¿Estábamos preparados para recibir invitados? ¿Nos pusimos lo bastante guapos? Fue suficiente para ver que le habían activado el engranaje incorrecto, ni siquiera reparó en la presencia de Emily, que era mi única esperanza de que no se pusiera tan imbécil. Usó un tono tan parecido al de Wickham que deseé haberme largado, porque no había manera en que juntar a estos dos fuese buena idea, jamás, ahora que lo pensaba era sorprendente que no se hubieran matado en su grupo de la prueba de valor del campamento para empezar. Lo jodido era que entendía a Arata, puede que eso fuese lo peor, sucedía que lo entendiera o no, pues había más personas aquí, las había y esto no tenía sentido. Pero era frustrante, ¿no? Solo dejarlos ir, como si nada. ¿Qué tal si le quitábamos el bozal, qué tal si derribábamos la puerta y...? No tiene sentido. —Lo estábamos —interrumpí como él había hecho conmigo. Pude jurar que sentí su furia crecer a mi lado, como un monstruo, pero fingí demencia. Lo hice porque no quería que Shimizu acabara arrastrando a todo Dios a su mierda, bueno, a Emily que no tenía idea de cómo había llegado a terminar aquí metida para empezar, cuando Wickham y Haru no pegaban ni por obligación. Digamos que había que trazar un límite, aunque fuese temporal e ilusorio. Me quité la molestia del rostro, respiré y miré a, ni idea, mi lado de la contienda o lo que fuese. —¿Conoces a Emi, Arata? Es amiga de Anna y Ko —dije hacia Shimizu, esperando que eso le oxigenara las neuronas, luego miré a Matsuo y me faltó muy poco para pedirle complicidad antes de regresar la vista a Wickham y a Emily junto a Haru—. Ryuuji es del salón de Sugawara, llegó hace poco a la academia. No había escapatoria, claro. Contenido oculto el foro no soportó el nivel de caos y se cayó, change my mind perdón el tocho as always, el otro día no posteé por dormir y quedé super clown así que aquí vengo (?
—Vale, pero quizás mejor en otra ocasión... —murmuré en respuesta a su proposición, no sin antes permitirme una sonrisilla divertida por la idea de tener que adivinar el nombre de la chica con un juego. Tenía algo de curiosidad, pero tampoco era excesiva, por lo que pensé que lo mejor era dejarlo para algún otro momento en el que estuviésemos solos. ¡Quería decir! Bastante mal me sentía porque Haru hubiera aceptado acompañarnos algo a regañadientes, así que tampoco quería que se sintiese ignorado por estar nosotros hablando de algo que él no entendería. Y sabía que muy probablemente a Haru eso le daba igual, pero a mí no. ¡Y ese era el punto! De todos modos, Joey acabó parloteando durante todo el trayecto hacia la piscina, con mi atención puesta completamente en él y el otro chico sin decir palabra alguna en todo el rato. Al llegar a nuestro destino, me sorprendió notar que ya había un grupo de tres personas reunidas en la piscina, y lo que era todavía más desafortunado, los mismos se habían apoderado de la poca sombra que daba en el lugar. La situación era la que era, claro, pero suponía que nos la íbamos a poder apañar sin mucha complicación y... nope, ahí iba Joey a hablar con ellos, por supuesto. Haru ocupó su lugar a mi lado y yo giré la cabeza para mirarlo, antes de tener que enderezar de nuevo la vista al escuchar mi nombre de parte de Cayden. >>Encantada, senpais —respondí con algo de timidez, haciendo una reverencia rápida en su dirección—. Esto... no queríamos molestar... —añadí, sin poder esconder los nervios que se habían colado en mi tono de voz. La verdad era que me sentía un poco intimidada. De repente había acabado rodeada de cinco chicos mayores en un espacio de la escuela bastante apartado. y aunque conocía relativamente bien a tres de ellos... en serio, el senpai rubio tenía cara de que en cualquier momento me iba a hablar mal por solo existir. La simple idea me hizo dar un paso extra en dirección a Haru, que a pesar de su mala cara era uno de los que conocía mejor, e intercalé un par de miradas furtivas entre Joey y los demás, sin tener muy claras cuáles eran sus intenciones. Para colmo, no tenía galletas suficiente para compartir con todos... ¿¡y si el tal Arata se enfadaba de verdad por eso!? Contenido oculto her poor soul
Si así se ponía este muchacho por un par de frases que podían interpretarse para cualquier lado, no me quería ni imaginar si en efecto hubiese escuchado los pecados de toda su vida; la sola posibilidad, aunque no me arrojase una imagen clara de su hipotética reacción, alcanzaba para reírme un rato. Tuve hacerlo por dentro, ya que a Dunn se le notaba a kilómetros las ganas de irse a la mierda, y bueno… no me quedó otra que mantener los “buenos” modales, porque no planeaba permitir que algo así ocurriese. Guardarme la carcajada siguió esa premisa, tanto como la fue la decisión de dejarme caer a su lado. Me recorrió una oleada de satisfacción al percibir, de soslayo, cómo se le fruncía la carita de ángel. No podía evitar regodearme, ni siquiera lo disimulaba. Exhibir la molestia con tanta claridad era lo mismo que ponerme enfrente un plato de buena comida, no podía decirle que no a la oportunidad de degustarla, deleitarme. Koemi se la pasaba entregándome ese alimento, siempre de manera involuntaria, pero me había acostumbrado tanto a sus patrones que, algunas veces, la diversión se volvía algo sosa, rutinaria. Lo de Dunn era como un soplo de aire fresco, qué decir… Eso sí, lo mejor vino luego, luego de que me respondiera con la sentencia de que no había escapatoria de las sombras. Olfateé en el aire la sabrosa tensión. Surgió con la aparición de nuevas siluetas, que percibí con mis sentidos siempre alertas, tan necesarios para la vida callejera. Trajeron consigo un silencio que cayó sobre nosotros como una piedra. Pesado. Denso. Repentino. Las miré de soslayo, mientras bajaba mi puño sin prisas. Eran dos jóvenes y una muchachita, pero sólo reconocí al tipo de mi salón, el tal Sugawara. Aunque debo decir que el otro flacucho fue el que más interés me provocó, creí detectar un “algo” en él, antes de que optara por acercarse a nosotros con aires de principito encantador. La forma en que nos habló me logró que mi sonrisa se torciera por la diversión, pero no porque me hubiese causado gracia su tono humorístico. Paseé la mirada sobre todos, atento, como un chiquillo emocionado en medio de un circo. Algo estaba corriendo de fondo, como el cauce de un río embravecido; por supuesto que no tenía ni puta idea de dónde venía esta tensión, pero la notaba y me tenía a la expectativa. Recibí una pista bastante clara cuando Shimizu, al responderle al pavo real, nos dirigió una mirada a Dunn y a mí. Al igual que el irlandés, noté que había como un fusible a punto de quemarse en medio de su jocosidad, lo que no hizo más que ensanchar mi sonrisa, hasta casi asomar mis colmillos. Maravilloso espectáculo. Asentí con suavidad cuando Dunn secundó a Shimizu, siguiéndole la broma de lo guapos que nos habíamos puesto para la fiesta. Pero esto estaba lejos de ser algo divertido… Para ellos, quiero decir. La furia de Shimizu nos alcanzaba, amenazando con quemarlo todo, y genuinamente me dieron ganas de saber qué coño le había hecho el otro tipo. Pero Cayden intentó apaciguar las llamas con un débil intento de presentación, en el que curiosamente descartó al principito. Casi me reí cuando me miró como pidiendo auxilio, o que me comportara, qué sé yo. A las palabras de muchachita, Emi, respondí con encogimiento de hombros. No simpatizaba mucho con la gente tímida, pero supuse que no iba a molestarme a menos que supiese moderarla. Sugawara no atinó a abrir la boca, así que supuse que me tocaba a mí aportar algo. Miré al tipo sin nombre, derecho a los ojos. Una sonrisa irónica me estiraba los labios. —Como parece que tienes tantas ganas de estar con nosotros, ¿a qué esperas? —palmeé el suelo a mi lado— ¿Por qué no vienes y te sientas aquí? Y rematé la frase con unos silbidos ligeros. Como si estuviera llamando a un perro.
Mira nada más, yo de veras me habría quedado satisfecho con dedicarle el receso a este tal Sugawara, pero la vida me ponía los juguetes literalmente en exposición ¿y qué iba a hacer? ¿Ignorarlos? Nunca se me había dado bien el control de impulsos, ¿no? Ah, ah, era un caso perdido. Qué problema tan grande. Detecté a Shimizu a la distancia, prácticamente olfateé su presencia y la satisfacción que me bañó el cuerpo fue innegable. A su lado estaba el pelirrojo que veía aquí y allá, pensé en Sasha, en el pequeño incidente de los casilleros y recordé a este cordero junto a Jez. El mundo era un pañuelo. Uno bastante retorcido. Me impuse sobre la conversación que el trío pudiera estar manteniendo sin importarme interrumpir nada. No esperé que fuera Shimizu quien tuviera la iniciativa de responder, pero el detalle me dejó encantado. Se adecuó a mi teatro prefabricado, mi sonrisa se ensanchó con gusto y seguí consumiendo la distancia mientras él hablaba, a paso lento. Acabé acuclillado frente a ellos, con las manos flojas entrelazadas y los codos en mis rodillas. Los recorrí con la mirada, como si pretendiera confirmar que se habían preparado, y lo supe. Supe perfectamente lo que estaba forzando sobre todas y cada una de estas personas, lo que pretendía generar sin una gota de culpa o remordimiento. Ah, qué pena, de verdad. Tal y como sospechaba, no podía perdonarlos. El rojito pretendió alzar bandera blanca, su esfuerzo me resultó tan evidente que decidí asumir que estaba al tanto de lo que ocurría entre Arata y yo. Quizá no los detalles, pero sí lo suficiente, ¿no? Lo suficiente para pintar el retrato de los casilleros, quería decir. Me regodeé en la idea emergente, punzante, y lo dejé corriendo en segundo plano. Alcé las cejas, alternando la mirada entre el pelirrojo y Emily, pasando por Sugawara. —¿Ko? ¿Ko de Kohaku? —arriesgué, el moreno me clavó los ojos con frialdad y mi sonrisa se agrandó como un vicio alimentándose. Volví la vista al pelirrojo—. ¿Es que todo Dios conoce a este tío menos yo? Eso no puede quedar así. Emi-chan, ¿me lo presentarías algún día~? ¿Me interesaba el tipo ese? Para nada, pero si la idea molestaba a estas pobres almas la seguiría usando hasta aburrirme. El muchacho siguió queriendo calmar las aguas u obrar de mediador, nos presentó al otro chico que no ubicaba de nada y... ah, espera. Al dar con sus ojos tuve otro recuerdo repentino. ¿Este no era el chiquitín que andaba con Katrina aquella vez, frente a la 3-3? El tal Ryuuji me correspondió la mirada y se sumó a la conversación, invitándome a sentarme. Palmeó el suelo y silbó, como si estuviese llamando a su puta mascota o algo. Vaya, ¿y este de dónde había salido? Había que ver a los mocosos, venían cada vez más maleducados... La osadía me arrancó una risa nasal, incrédula, y regresé los ojos a Arata. Si quería venir a esta escuela a meterse con los demás tendría que ganarse el derecho con algo más de creatividad y... elegancia. Y esfuerzo, sobre todo. En especial si pretendía meterse conmigo. Pésima idea, de por sí. —Hmm, no sé yo, no los veo tan guapos... —Suspiré, decepcionado, y esbocé una sonrisilla divertida—. Mejor los dejamos en paz, que Emi-chan no quiere molestarlos y yo tampoco~ Me incorporé con cierta pereza, sacudiéndome las manos entre sí, pero antes de retroceder fingí que recordaba algo y volví a mirarlo. —Ah, sí, envíale mis saludos a Sasha. Hombre, los chocolates estaban super ricos, seguro a ella también le gustaron —agregué, relajado, y deslicé la mirada al pelirrojo a su lado con plena intención—. Perdona que no les ofrecimos, se me pasó~ Mi trabajo ya estaba hecho. Alcé la mano en despedida y regresé junto a Emily y Sugawara. Volví a echarle un brazo sobre los hombros a Hodges, básicamente girándola sobre su eje, y me la llevé de allí. Supuse que el otro nos seguiría, como venía haciendo desde hoy. —¿Vamos al patio norte? O a la cafetería, tal vez. ¡Necesito probar las galletitas de Emi-chan! Contenido oculto cortito pero poderoso x2 siempre es un placer joder a Akkun