Pese a Todo

La noche está cerca, te sigo esperando.
No soy la poeta enamorada del cielo y las estrellas, las lágrimas que corren y tienden a la suerte, buscando ese final feliz, el príncipe azul que salva a su princesa en la última hoja. Soy la esencia del dolor y la voz del silencio, la esperanza de la negligencia y la voz dormida de la soledad.
No miro a las estrellas buscando respuestas a ese amor inexistente entre nosotros, ni tampoco pidiendo a un Dios ayuda para que me muestre el camino que conduce a la luz, ese que no existe, ese camino oscuro y nublado que, sea derecha o izquierda, te conducirá a un vacío ilimitado. Miro a las estrellas porque ahí es donde te encuentro. De todas esas lucecitas que adornan esta fantástica noche, de todas ellas, desearía que la nuestra fuera la más grande. De tantos deseos y sueños que hay en el mundo, bajo este mismo cielo, me gustaría que el nuestro fuera el que se hiciera realidad, el más fantástico de todos. La estrella más grande, la que más brilla y la que, en cuestión de siquiera unos segundos de vida para gozar de tu presencia, explotará. Solamente esos segundos me bastarían.

Y en un rincón apartado de este mundo, te sigo esperando. En esa esquina sucia y oscura, lúgubre y fría. Ese pequeño espacio donde me sumerjo en un sueño que parece eterno, donde la soledad baila al son del silencio, en mi oscura mente. Y es él, el silencio, el que escucha mis lamentos, el que sabe encontrar las mejores respuestas. Él me hace recordar todos esos momentos, todas esas huellas del pasado que ocupan un pequeño lugar en mi rota alma.
Medito, y por más que lo intente, no hay un final. Tampoco recuerdo el principio, todo fue fluyendo a su curso, hasta que me encuentro aquí. ¿Lo ves? Es como el cielo, tan inmenso como los pensamientos que rondan en mi mente. Solamente tengo la compañía de una pequeña brisa que revolotea por mi mar de preguntas sin responder, ella es la que me da las respuestas. Pero esta vez no hay nada, regresa el silencio. Irónico, ¿verdad? Eso es porque no hay una respuesta, no existen palabras que lo describan... no hay ninguna razón por la que, en esta misma esquina, te sigo esperando, bajo la luz de la farola, esa que se funde cuando pienso en ti y en el futuro.
No busques el porqué seguiré esperando, aún cuando la rosa de la esperanza se marchite, aún cuando mis sueños mueran. No eres una estrella más del cielo, no eres una meta, ¡eres una parte de mi! Por eso te seguiré esperando, pese el tatuaje que llevo en mi corazón con tu nombre, pese las heridas de mi alma que ni el tiempo podrá curar, pese esas palabras que salieron de tu boca y que fueron las asesinas de mi alma... Pese a todo ello.

No es un sueño, mis palabras no serán las típicas promesas abandonadas, un "te quiero" y un "infinito"; ni tampoco es este el cuento de la adolescente enamorada. No quiero ese anhelado príncipe azul, el que me hará soñar y me hará su reina. Eres tú, malvado villano que mata sin escrúpulos, de poderosa armadura de acero que cierra las puertas para entrar a lo más profundo de tu alma. Tus sentimientos helados, tus frías palabras; tu cuerpo manchado por la sangre desdichada. Es esa la razón, son esas las rojas gotas de sufrimiento que me atan a tu piel, es la sed de sufrimiento, la sed de dolor que nunca se llega a saciar. Esa que nos conduce al vacío como simples marionetas, caminando con los ojos vendados, intentando alcanzar nuestro mayor deseo; la que nos lleva a la muerte.
No saciaré jamás mi sed de ti, te seguiré amando pese a todo, hasta que la última gota de sangre de mi cuerpo salpique sobre el tuyo.

Beberé de ti... hasta que decidas envenenarme.