Arena Sangrienta Pequeña y mugrienta Arena de combate

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por SacriDH, 12 Junio 2020.

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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Génesis

    Maldita sea.

    Maldita sea.


    Se preparó para lanzársele encima como un animal llevado al límite. No le importaba perder la vida, no tenía ningún beneficio como tal seguir viendo la luz del sol siendo una mísera esclava. Su lacio cabello se movió con el viento y la sangre resbalando por su piel, preparando el fino filo de sus dagas, preparándose para tomar impulso por la adrenalina en sus venas que no le permitía sentir dolor, sin embargo, la cara a la muerte tomó forma en su incnsciente.

    Iulian.

    No podía dejarlo solo.

    Debía protegerlo.


    Se frenó a poca distancia de su enemigo, rozándolo apenas al distanciarse cuidadosamente, girándose a que la luz solar le cegara los orbes agua, apretando el mango de sus armas con sus gráciles muñecas.

    Se dio vuelta.

    —Te mataré la próxima vez que nos encontremos —amenazó soberbia, caminando hasta la salida del campo de batalla, cayendo desmayada al estar fuera de la vista del público.

    Había perdido mucha sangre.
     
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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Aldor Monpoke

    La batalla se puso intensa cuando arremetiste contra tu oponente con un buen golpe, con una gran fuerza y con toda tu motivación. El pico hacia adelante, lo clavaste en la armadura, la volviste a perforar pero el daño sobre tu oponente no pareció ser suficiente, su cuerpo resistió el golpe más de lo que esperabas.

    Ese tipo se había levantado en un buen día y tú estabas pagando por su suerte. Se incorporó del suelo y aprovechó que estabas cerca para cruzarte un lanzazo por tu pierna derecha haciéndotela sangrar y mucho.
    El golpe fue tremendo, te doblaste sobre la arena. Iba a ser difícil caminar luego de eso.

    Por suerte para ti, eras muy resistente y pusiste toda tu fe en levantarte una vez más. No pudiste hacerlo pues tenías dos guardias sobre ti y uno te puso el pie en el pecho.

    —Ya, ya, quédate ahí. La gente vino a divertirse y no a ver dos debiluchos darse palmaditas. Tu rival será declarado ganador. Tienes suerte de que te dejen vivir otro día, aburrieron tanto a la gente que ni siquiera quieren ver tu muerte.

    Escuchaste tristemente como el portavoz declaraba ganador al lancero, quien levanto sus brazos al aire dando las gracias a los dioses pero sin recibir ni un grito de aprecio de la gente.

    De un tirón te levantaron los guardias y arrastrándote te llevaron a la celda. Estabas más herido en el orgullo que en el cuerpo y eso que tenías varias heridas. Te dejaron a un costado y le hicieron señas a un joven esclavo para que te brindara los primeros auxilios. Como si fuera poco habías sido de los primeros en salir, aún tenias un largo día de combates por ver. Esperabas que al menos los demás de tu casa tuvieran algo más de suerte.

    ¡Ganas 15 puntos en Resistencia!

    Génesis Insane

    A pesar de que tenías muchísimas ganas de triturar a ese sujeto pensaste con un poco de frialdad y te diste cuenta que no estabas en tu mejor momento y lo más probable fuera que un ataque no bastara para modificar el curso del combate. Habías perdido, te costaba reconocerlo, pero lo tenías que hacer para poder seguir viviendo y estar mejor preparada para otro día.

    Hiciste una pequeña actuación y diste a entender a todos que te rendías caminando altanera hasta la puerta. La verdad era que estabas algo débil, la sangre que habías perdido era bastante, te dolía mucho el cuerpo y necesitabas descansar con urgencia. Los guardias te detuvieron poco antes de llegar a la puerta. Escuchaste al portavoz del encuentro hablar.

    —¡Parece que tenemos un ganador! ¡Victorino, el filo de Ancleto, se lleva la victoria por abandono!

    La gente no estaba muy conforme con el resultado, la verdad querían que ganaras, pero a pesar de sus quejas tu rival se había llevado una victoria merecida. Los guardias no te trataron muy bien para arrastrarte hacia dentro. En la sala buscaste a Iulian, te resultó extraño no ser el primero que fuera a recibirte pero posiblemente estuviera ocupado con algo.

    Los guardias no te dejaron allí sino que te escoltaron fuera de la gran celda hasta una pequeña habitación donde un viejecito te daría una mano con las heridas de tu cuerpo.

    ¡Ganas 10 puntos en fuerza!
    ¡Ganas 5 puntos en carisma!

    Iulian Amelie

    Gredic te escuchó sin dejar su posición. Notaste que su labio inferior temblaba casi imperceptiblemente. En un movimiento rápido, sin darte chance de reaccionar, te dio el abrazo más fuerte que te habían dado en tu vida y pegó su cuerpo al tuyo. A pesar de lo extraño de la situación, y de tener a todo el pabellón mirándolos, el abrazo de Gredic era como sentir una nube envolviéndote. No pudiste evitar sonreír y sentir como cualquier preocupación se desvanecía.

    —Tu me ves tan calmado pero por dentro estoy aterrado, como en mi primera batalla aquí. Nunca dejas de sentir eso, por más fuerte que seas.

    Te sostuvo el mentón con una de sus manos y te dio un sonoro y fuerte beso en la frente.

    —No te preocupes por tus amigos, están vivos. Al menos hasta ahora. ¡A mi me falta un buen rato para luchar! Pero volveremos a encontrarnos y festejaremos los tres, ¿sí? Te lo prometo.

    No supiste cuanto tiempo quedaste abrazado a él, con tu cabeza en su hombro pero viste volver de la arena a Rundus Fustus en cierto momento y te despegaste de Gredic quien volvió a su posición.

    Así como viste a Rundus lo perdiste de vista pues los guardias que lo escoltaban se lo llevaron fuera de la celda. Cuando lo viste pasar, él parecía estar tan confundido como tú.

    Decidiste dejar a Gredic para que se concentrara. Te despediste de él y diste una vuelta por la gran celda a ver si encontrabas a los demás.

    Rundus Fustus Gigavehl

    La batalla estaba candente ya. Ambos cansados, tu oponente más frustrado que cansado y tú más cansado que frustrado pero de cualquier manera la batalla se veía dura, difícil de terminar en el corto plazo a menos que alguno diera algún paso en falso. Se acercaron nuevamente, ya no corriendo sino midiéndose y con las armas en alto para acabar con el otro.

    El golpe de tu oponente no pasó ni cerca de tu armadura, un fallo de primeras como no venía teniendo hasta el momento. Fue ahí donde te activaste y con tu espada le cruzaste un tremendo y afilado golpe por el cuello. Fue un golpe tan preciso como nunca antes diste pero ya para ese momento parecías estar cansado y notaste que tu fuerza no había sido lo mejor. Tu rival, sosteniéndose el cuello sangrante, bajó los hombros ya empezando a agotarse como tú.

    Empezaba a llamarte la atención que siempre te quedaras sin fuerzas en los momentos que más la necesitabas, debías entrenar un poco más ese tema. De cualquier forma, vieron a los guardias de la arena cruzarse frente a ustedes y detenerlos. El portavoz habló con su timbre potente.

    —¡El encuentro entre estos dos feroces luchadores ha quedado empatado! ¡Conozcan los nombres de Rundus Fustus, el Coloso de Mautino! ¡Y Diritio, el Azote de Virgilio!

    Los dos terminaron levantando las manos y la gente los aplaudió. Entendían que la batalla no era a muerte y que ambos eran feroces luchadores que prometían un gran futuro.

    Los guardias te escoltaron de nuevo a la celda comunitaria. Estabas un poco decepcionado por no haber hecho tu mejor actuación pero agradecido pues hasta el momento era una de las mejores entre tus compañeros aspirantes.

    Esperabas que allí te dejaran pero no fue así, siguieron de largo hasta perderse por la puerta opuesta de la celda. En medio del camino cruzaste miradas interrogativas con Iulian pero eso fue todo lo que pudiste hacer.

    ¡Ganas 10 en Fuerza!
    ¡Ganas 5 en Resistencia!
    ¡Ganas 5 en Carisma!
    ¡Ganas 5 en suerte!

    Sextus rapuma

    Gredic te escuchó atento. Pareció reconocer tus palabras y las masticó un buen rato. Luego se incorporó con confianza y te enfrentó con su armoniosa cara sonriente.

    —Tú no eres el destino. Eres un juguete de él al igual que yo. No me rendiré así como tu no te rindes.
    Entonces le arrojaste un potente espadazo que Gredic intentó detener con sus dos manos desnudas. Se aferró a tu muñeca con todas sus fuerzas y así mismo sentiste los huesos de sus brazos crujir ante tu devastadora ofensiva. Te preguntabas qué tanta fuerza tenía el Nórdico para soportar la tuya en esos momentos.

    Aprovechaste que tu rival se encontraba totalmente desprotegido y con la espada que te quedaba lo atravesaste de un lado al otro, a través de su estómago y sintiendo como se le partían los huesos de la columna al traspasarlo hasta su espalda.

    Él no se quejó. Sólo se quedó sostenido con tu fuerza hasta que lo dejaste caer y allí terminó, tendido en el suelo sobre su propia sangre.

    Su sacrificio fue impresionante para ti, te recordó mucho a tu primera vez en esa arena. Ese sujeto iba a morir ahí y te parecía un completo desperdicio. La gente en cada lugar de la arena estaba totalmente impactada. Veías a muchos llorar, a otros negar con la cabeza incapaces de aceptar lo que había ocurrido. El animador habló, resonando en toda la arena.

    —¡Sextus, La Noche, señoras y señores! ¡Nuestro nuevo campeón de la arena!

    ¿Campeón de la arena? Observaste el palco con las caras sonrientes de la mayoría y la tristeza de unos pocos. Alguien ganaba mucho dinero con tu victoria.

    Los guardias no querían acercarse a ti para escoltarte fuera del campo pero la verdad era que no podías mover un músculo. El usar más fuerza de la que tu cuerpo podía procesar te estaba se estaba empezando a cobrar la deuda, sentías cómo se te reventaban algunas venas y volvían a remendarse lentamente o como se te desgarraban los músculos y buscaban volver a unirse.

    Te dejaste caer sobre la arena, desvanecido.


    --------------------------------------------------
    Aldor Monpoke Iulian Amelie Génesis Insane

    Tras dar algunas vueltas por la gran celda, Iulian encontró a Aldor, quien estaba algo golpeado pero nada grave para un titan como él. Sin embargo, estaba triste por no haber tenido una buena batalla. Sin embargo, él sí había visto como los guardias llevaban a Génesis fuera de la celda y por lo que le habían comentado la llevaban a hacer hacer algunas curaciones pues sus heridas eran un poco más graves que las de él. Ella también había perdido.

    Iulian, sorprendido de haber sido el único ganador hasta el momento, intercambió un poco de información con Aldor hasta que fue el momento de Gredic de luchar, entonces los dos se acercaron a la puerta a ver si entre los barrotes se podía ver algo. Era un poco difícil pues todos querían ver al gladiador que, se enteraron a través de susurros, que era el actual campeón de la arena.

    No lograron distinguir bien a su oponente pero algo de él se les hacía extremadamente familiar. En el momento en que el portavoz dijo el nombre se miraron entre los dos pero tampoco podían recordar dónde lo habían escuchado. No fue hasta que Gredic le voló el casco con un golpe en la quijada que la pálida piel del rostro del sujeto les llegó a la memoria. Aunque les fue muy difícil creerlo pero ese sujeto... parecía aquel que había ingresado hacía mucho tiempo con ustedes a la arena. Ambos se preguntaron si el otro veía lo mismo y no había dudas, era él. O al menos parecía porque el sujeto en cuestión debería haber muerto hacía tiempo.

    Cuando vieron la espada de Gredic cortar su abdomen como si fuera un pollo se dieron cuenta que la batalla estaba sentenciada. Gredic parecía imbatible.

    Sin embargo, ante sus caras incrédulas el tipo volvió a levantarse.

    —¡Imposible! —dijo uno de los gladiadores que veía la batalla junto con ustedes—. ¡Nadie sobrevive a eso! ¡Ni el más resistente de los resistentes! ¿Qué está sucediendo?

    —Los dioses a veces se muestran de la manera menos comprensible —habló otro que por su rostro ni él creía en sus palabras.

    —Eso no es un dios. Eso es un alma en pena —arriesgó otro.

    Y la verdad que lo parecía pero luego de levantarse había puesto a Gredic en un aprieto y no era para menos, cualquiera estaría aturdido con lo que había pasado. Poco a poco vieron cómo el nórdico perdía poder y terminaba cayendo ante el indescriptible poder de Sextus.

    Iualian no pudo ahogar un grito de pesar y angustia cuando vio la espada del oponente salir a través de la espalda de Gredic. Estaba muerto. No se entendía cómo pero así era. Y verlo tirado en el suelo rodeado de sangre no hizo más que aclarar las dudas.

    Poco a poco todos fueron despejando el área sin decir nada. Aldor prácticamente tuvo que arrastrar a Iulian para quitarlo de enfrente de la puerta.

    Pareció una eternidad hasta que los guardias ingresaron arrastrando el cuerpo ensangrentado del nórdico desde los pies. Había sido crítico ese día para todos en Casa Mautino.


    Sin embargo, Génesis a pesar de haberse perdido todo, pudo ver la otra parte. Ella, ya terminadas sus curaciones estaba por irse cuando vio llegar el cuerpo de Gredic con la espada aún cruzada en su vientre. El viejecito curador se movió rápido y Génesis ofreció su ayuda pero le pidió que por favor se retirara, que haría lo imposible por salvarlo si aún respiraba.

    Rundus Fustus Gigavehl Sextus rapuma

    Rundus Fustus fue llevado fuera la celda hacia las escalinatas que lo depositaron cerca de los palcos. El rival con el que había combatido hacía sólo unos momentos también llegó al mismo sitio escoltado por otros guardias. Las miradas de los dos se cruzaron. Diritio parecía bastante enfadado. A pesar de que había sido un empate él no aceptaba que Rundus hubiera tenido tanta suerte. De cualquier forma, con los guardias allí ninguno de los dos podría hacer nada.

    Desde donde estaban pudieron ver el resto de las batallas mientras esperaban a quien sea que tuviera que hablarles. Los combates de los verdaderos gladiadores fueron feroces y entendieron por qué la gente los esperaba. Con la velocidad que ustedes tenían con suerte hacían un ataque cuando ellos hacían tres al menos, sin parar. La resistencia y la fuerza de todos estaba muy por encima de la de ustedes y era lógico, llevaban tiempo trabajando para ser buenos en la arena mientras que ustedes recién comenzaban.

    El último combate fue el de Gredic y fue espeluznante. Su rival era un sujeto sombrío que un principio no reconociste pero con el tiempo y por las formas que se sucedió el combate a Rundus le trajo recuerdos de un luchador conocido. De cualquier forma no le dio mucha importancia ya que estaba cansado y no veía bien desde la distancia que había.

    La sorpresa los cubrió a todos cuando vieron que el rival de Gredic se levantaba después de que le había abierto el estomago en canal.

    —Vamos, nadie puedes hacer eso. ¡Por Júpiter, miren cómo se levanta!

    Segundo a segundo el luchador parecía ganar más fuerza y su porte se transformó del de un humano al de una bestia. El rival de Gredic era un sujeto al que temer.

    Después de eso las cosas fueron muy mal para el pobre Gredic que no pudo reaccionar frente a su rival. Con un par de golpes el nórdico fue reducido a un montón de músculos acurrucado en el suelo. El contrincante sentenció la pelea con una espadazo de un lado al otro del cuerpo del gladiador de Casa Mautino.

    Rundus no pudo evitar la sorpresa. Cualquiera podía morir pero Gredic parecía tener el combate muy controlado en principio, las cosas como se habían dado no parecían reales. Rundus y Diritio se miraron otra vez. Se pronto parecía muy lejana y estúpida su rivalidad en la arena.

    Se quedaron un rato más esperando y pensando en lo que había sucedido cuando vieron bajar a un sujeto de edad avanzada por las escalinatas. Su mirada penetrante perforó el cráneo de Rundus. Era aquel sujeto de la habitación, ese odioso ser que lo había obligado a matar a esas chicas. Ese tipo tenía un nombre.

    —Ustedes. Soy Gribau y tengo un trato importante con ustedes. Síganme.

    Los guardias los dejaron ir detrás del tipo como si no tuvieran ninguna preocupación por ustedes. El hombre fue adelante hasta llegar a uno de los palcos donde había dos muchachas jóvenes que trajo escalofríos al cuerpo de Rundus. También había otros dos tipos cuarentones y una mujer de edad avanzada con un porte muy elegante.

    —Sí, creo que ellos están bien —dijo uno de los señores y les restó importancia.

    —Su batalla fue de las mejorcitas, darán un buen espectáculo —comentó el otro admirando a Diritio.

    —Mientras la gente esté conforme yo lo estaré también —expresó la mujer sin mirar a ninguno.

    Las muchachas los miraban a los dos, curiosas. Gribau los enfrentó aunque era a ti a quien miraba, con total impunidad.

    —Felicidades, han sido elegidos para ir a Roma.

    La declaración los dejó impactados. Allí la arena no era una arena pequeña y mugrienta como esa. Era un coliseo.

    —Serán entrenados en Casa Gribau. Ya todo está hablado con sus respectivos dominus. A cambio de eso recibirán una importante suma de dinero. Ahora bajen, por favor, los guardias los llevarán a la carreta, partiremos lo antes posible.

    Sin mucho más que decir, el sujeto los dejó ir, para que masticaran la idea mientras bajaban la escalera.

    Al parecer en poco tiempo pasaban de ser rivales a ser colegas. Si bien era una aventura emocionante y peligrosa, lo peor para Rundus era saber que estaría en manos de Gribau. Y no sabría qué era capaz de pedirle que hiciera.


    Junto a la carreta donde subieron Rundus Fustus y Diritio viajaría otra carreta llevando el cuerpo inconsciente de Sextus quien no había recibido ni un vistazo del curador pero que ya estaba completamente repuesto aunque totalmente agotado. Él también viajaría a Roma. A Casa Gribau.
     
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