Pequeña rosa dorada

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Pequeña rosa dorada​

En lo profundo del bosque, donde nadie podía llegar, había una pequeña laguna y en su centro una pequeña flor, de ella nace oro y su centro parece plata. La tormentosa lluvia que caía todas las noches no le hacían ni el más mínimo rasguño a la flor y cuando el viento soplaba y soplaba y soplaba para la pequeña rosa solo era una delicada brisa de verano.

Sus dorados pétalos brillaban con tal majestuosidad que parecían un lucero. Los cálidos rayos del sol acariciaban con ternura infinita sus delicados pétalos. Esa pequeña flor era delicada, hermosa, solitaria y los pétalos como pequeñas lágrimas de oro brillaban con una intensidad que parecía otorgada por el astro rey.

Las espinas que ella tenía eran las pirañas de la flora, tan filosas como una espada y tan pequeñas como un alfiler. Ella poseía la envidia de cualquier flor, ya fueran tulipanes, orquídeas omandragoras, ella poseía el mas exquisito aroma pero a la vez la maldición que ninguna de ellas desearía o le envidiara, su aroma solo se comparaba con la mortalidad del veneno que desprendía, su olor solo aminoraba el sufrimiento de una muerte segura.

El lugar era tan inalcanzable por culpa de esa pequeña rosa dorada y de las flores de Mayo de plata que eran como guardianas de una gran fortaleza, las cuales cuidaban ese pequeño paraíso escondido. Ni siquiera el mortal veneno de la flor ni sus filosas espinas como navajas o su jardín lleno de hermosas flores la salvaron de una muerte en medio de una inmensa soledad.