Puedo escribir los versos más tristes ésta noche pero aún así no describirían mi realidad. Puedo escribir las oraciones más precisas pero aún así le faltarían veracidad. Puedo escribir sobre la luna y el sol pero aún así jamás podría hablar del universo. Puedo escribir sobre el cielo infinito pero aún así no llegaría muy lejos. Y es que para mí las cosas suelen ser una fachada: pensar que te tengo y sentir que no tengo nada. Parece ser tan surreal el momento que en tu mirada veo la luz de mi destino. Y así, tan misteriosamente, desaparezco en el tiempo esperando emerger de tus recuerdos, más allá del amor y la razón, ansío no tener que huir de nuevo. Y es que para mí las cosas suelen ser una fachada: pensar que te tengo y sentir que no tengo nada. Más allá de todo y de todos, era la sed y el hambre, la sed de la necesidad y el hambre por el amor; turba embriaguez que me ha cegado haciéndome retroceder de nuevo, arrojándome a naufragar en sus aguas turbias, sola y moribunda. Y es que para mí las cosas suelen ser una fachada: pensar que te tengo y sentir que no tengo nada. Me ceñí al dolor aunque esperaba olvidarlo, mi alma se empeña en seguir bailando herida una canción que no es suya. Y es que para mí las cosas suelen ser una fachada: pensar que te tengo y sentir que no tengo nada. ¿Quién eres tú? ¿Por qué me duele tu amor? No te desboques y déjame gritar para apaciguar la tormenta que llevo en el pecho, cazando del fondo de mis ojos toda virtud, todo dolor. Y es que para mí las cosas suelen ser una fachada: pensar que te tengo y sentir que no tengo nada. Estabas lejos, como ahora, pero aún más lejos estaba yo, ahogando mis lamentos en un río de lágrimas que corría inclemente al taciturno exilio del fuego de nuestro amor. Y es que para mí las cosas suelen ser una fachada: pensar que te tengo y sentir que no tengo nada.