Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Definitivamente sentía que no era el indicado para estar en aquella conversación y en realidad no sabía si en ese momento lo estaba sintiendo por su inexperiencia en el tema, como Katrina había remarcado ya o el hecho de estar escuchando la forma en la que estaba describiendo a Sasha y se le venía a la cabeza lo que había pasado el fin de semana, luego en aquel pasillo, sintiendo casi de nuevo la mordida que le había dado y esa repentina cercanía que tenía en el aula con él.

    Si bien, él mismo alegaba que no era en sí, nada, todas las acciones que no lograba comprender de Daute.

    Le parecía de cierta forma extraño recordar a Sasha.

    ...Como si estuviera haciendo algo indebido, incluso si creía que no era posible.

    Suspiró.

    —¿Pero no sabes si te quiere de vuelta? ¿No sabes como decirle? —Soltó solo por adivinar algo, tratar de completar lo que había quedado flotando en el aire —, porque creo yo...que hay algo en tu cara que me hace pensar que ya va por ese lado. —Agregó señalando con sus palillos su rostro y luego tomar algo de arroz para dar otro bocado, tratando de que no pareciera muy importante lo que decía.

    —Me siento tranquilo con eso entonces, sabemos que es mutuo.

    Y sabía que consideraba a Daute su primer amigo "normal" y eso le agradaba, era distinto a lo que había tenido en su escuela anterior.
     
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    Insane

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    Se quedó pensativo por un rato, pese a tener la respuesta de lleno tatuada en el cerebro, fue entonces que se pensó en si abrirse un poco más con Aaron; él era agradable, no contaba lo que se le confiaba, y él en verdad no es que contase su vida personal a diestra y siniestra.

    —Es más complicado que eso —desvió la mirada—. A veces no sé si soy yo al tenerle miedo al compromiso, no sé si es ella porque es demasiado madura para un tonto como yo. O si es mi padre que me cuelga de las pelotas en caso de hacerla mi novia... O las tres juntas.

    Tomó otro sorbo del té ajeno.

    —A veces, solo creo que es mejor darme por vencido. Sasha merece otro tipo de chico, y yo, bueno, yo quiero sentirme tranquilo.

    Sin comerme la cabeza, y deprimirme, aquellas cosas aumentan mi consumo.

    Una risa seca se le escapó de la boca, relamiéndose los labios.

    —Es lo que hay. Me gusta, le gusto, pero sé que a largo plazo eso no será suficiente —metió a sus labios uno de los bombones por mero vicio ante la ansiedad—. Si ella está bien, eso es suficiente para mí.

    Los celos desaparecerían tarde o temprano...

    Qué engaño.
     
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    Nekita

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    Lo del padre era lo que quizás podía entender más que todo lo que había dicho, a fin de cuentas, eso era lo que lo había llevado a evadir toda esa clase de cosas sentimentales con otras personas y centrarse únicamente en lo que quería impresionarlos o cosas similares. Pero, tan siquiera podía entender mucho más todo lo que estaba pasando por la cabeza de Daute y lo hacía estar tan extraño.

    Se levantó de su asiento y rodeó la mesa para poder sentarse a su lado sin mucha prisa.

    Una vez que se acomodó, con su mano libre volvió a acariciar un poco el cabello de Daute, no sabía si ayudaba en sí eso, pero quería creer que podía ser algo consolador en algún modo a la situación.

    —No sabría decirlo con seguridad pero, creo que es algo que... deberías hablar para sentirte algo más tranquilo, ¿no? —Si se gustaban y querían ver algo a futuro, quizás era mejor colocarse en la misma página y que su cabeza se sintiera más tranquila, paró las caricias en el cabello de Daute y luego de colocar sus palillos en la tapa de su bento, se cruzó de brazos.

    —No te conozco tanto como seguro se conocen ustedes dos, pero me pareces un buen chico, no diría que eres tonto.
     
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    Zireael

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    Me había escuchado de principio a fin sin interrumpirme en ningún momento a pesar de que le había soltado un montón de cosas de repente. Sentí su mirada encima, no esperaba nada en realidad, pero encontré en su resina la ternura de un padre que mira las cagadas que se clava su hijo pero en lugar de regañarlo le presta su comprensión.

    Pero bueno, a ver, ¿cuándo iba a dejar todo el mundo de decirme que no me preocupara? Simplemente no iba a dejar de hacerlo, así funcionaba, sobre todo ahora que había pasado esa mierda en la mañana. Me avivaba no solo los temores racionales, de daño físico y toda la mierda, sino el montón de temores sin sentido que me cargaba encima, que provenían directamente del mundo acromático.
    En cualquier caso no iba a ponerme a discutir eso con Ishikawa, no venía al caso de ninguna manera y en su defecto, sus palabras me sosegaban un poco, lo que sea que me dijera era capaz de bajarle dos líneas al desastre del océano que llevaba dentro.

    Había seguido comiendo mientras él hablaba, escuchándolo como me había escuchado a mí y con todo lo que estaba diciéndome al final consiguió arrancarme una sonrisa. En determinado punto volví a sacar el móvil para responder al sticker de Anna con otro.

    Poder.

    Un poder distinto al que había aspirado toda la vida.

    Qué gracia.

    Estaba emparentado a la esperanza.
    ¿No acababa de tatuármelo en la espalda?
    La capacidad de ser las cuatro estaciones.

    —Lo sé —murmuré entonces luego de haber masticado un bocado—. Quiero decir, que nos quiere.

    Me lo había dicho de por sí, antes de caer redonda en la enfermería y yo, de imbécil, se lo había dicho de vuelta aunque no me fuese a escuchar. No lo había recordado hasta entonces que Ishikawa trajo el tema sobre la mesa y quizás, solo quizás, de haberlo recordado antes no habría sentido aquella oleada de miedo hace unas horas.

    Era obvio que no iba a contarle a nadie, Ishikawa podía ser una tumba para esas mierdas, pero bueno nunca estaba de más. Dejé el bento a un lado junto a la caja vacía de jugo y lo miré desde arriba mientras me limpiaba la boca con el dorso de la mano. Era un niño rico pero de educado tenía bastante poco, la verdad.
    De nuevo me subió el color al rostro por rebote y desvié la vista antes de recostarme a su lado.

    —Nunca dije que fueran cursilerías. —Había sonado un poco como un chiquillo enfurruñado pero era lo que había. Levanté la mano y alcancé a darle un golpecito en el centro de la frente con el nudillo—. Como sea también las tuyas están a salvo conmigo.

    Todo lo que coloques bajo mi sombra estará a salvo realmente.

    O eso puedo intentar.


    Cay 2.png
    Lo cierto es que no había momento en que tratar con Asteria no fuese equivalente a tratar con una niña. No tenía hermanos, sí, pero no era que no los hubiese querido sino que pues la cosas no habían resultado de esa manera y ya estaba. Tampoco era algo que le reprochara a nadie, para la gracia de tener un padre bastante... fantasmal, pues prefería no tenerlos. Yo no tenía resentimiento o problema alguno con mi padre, pero no podía asegurar que de haber tenido enanos de los que cuidar en casa no hubiesen desarrollado algún sentimiento negativo hacia su figura.

    Una parte de mí creía que por las gracias de su padre, por la forma en que controlaba a Asteria, esta se perdía de un montón de cosas divertidas de la vida. No era que yo fuese el alma de la fiesta, vamos, pero hablaba de cosas como el placer de comerse una hamburguesa con las manos, comprarte una bolsa de papitas fritas y comértela mientras caminas a la estación junto a una buena botella de coca-cola.
    También posiblemente del placer de relacionarse con otros con algo más de libertad. No era que supiera yo nada de eso tampoco, asocial y ansioso como tendía a ser, pero ella era todo lo contrario. Se aproximaba a la gente, pero le faltaba la malicia para cuidarse a sí misma de forma eficiente.

    Sonreí apenas al escucharla opinar sobre la comida. Ya lo había dicho, no era la gran cosa, pero había algo en la comida de una madre que era... Más importante que muchas otras cosas que pudieran ir en otras.

    Venga Cay, sigue haciendo el intento.

    Deja de ser tan awkward una vez en la vida.

    —Oye, ¿le has echado el ojo a los clubs de esta escuela? —escarbé con el tenedor en mi almuerzo, con aires algo distraídos—. ¿Hay algo interesante?
     
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    Insane

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    No le siguió el paso al éste levantarse, acercándose a él. Apenas y lo percibió en cuanto le acarició el cabello, haciéndolo sentir un poco más tranquilo al mostrarle que estaba ahí presente, más que solo escuchándolo, estaba tratando de hacerlo sentir acompañado. Era extraño, el cómo recordarle que poner los pies en la tierra era necesario en aquellos casos, sin embargo, el cómo fue dejado solo en el salón de clase la vez pasada seguía martilleándole la cabeza, le daba vergüenza ir a verla a la cara a preguntarle por qué estaba tan enojada.

    Cobarde.

    Estúpido.

    Idiota.

    <<pero me pareces un buen chico>>


    Abrió levemente los párpados, mirándolo para luego sonreír con suavidad, sin ningún rastro de burla.

    —Te haré caso entonces —se estiró luego de mirar la hora en el celular—. Quizá esté en la cafetería o haya regresado al salón de clase.

    Enterró las manos en los bolsillos luego de levantarse de la banca, sintiendo los caramelos dentro. Podría compartirle algunos, ofrecerle disculpas y sincerarse, de corazón. Y decirle a su padre que dejara de joder, que le dejara en paz, que iba a presentarla con su mamá quisiese o no.

    —Te veo en un rato —se ajustó el reloj de plata en la muñeca—. Gracias Aaron, eres un buen amigo.

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    Asintió al haberse pasado por el tablón de anuncios desde el día anterior. Tenía predilecto el club de cocina, en donde podría enseñar quizá, aprender tal vez, compartir recetas exquisitas y mandarle fotos a su padre sobre ello. Eso la haría inmensamente feliz, aunque desconocía el por qué aquel club no abriría el día de hoy, tampoco le dio muchas vueltas, a la final estaba entretenida con saber que Cayden estaba en la escuela.

    —Mañana, si abre, iré al de cocina —comentó luego de masticar lo que restaba de su almuerzo, para tapar el bento vacío con un cuidado impregnado en sus manos—. Podrías acompañarme si deseas, no te decepcionaré —se sonrojó apenas, desviando la mirada—. Soy algo torpe fuera de la cocina, pero dentro de ella... de pronto te agrade más —susurró, con intención a la final de que no fuese escuchada, tratando de recomponer su espíritu orgulloso, alegre y nada malicioso.

    Bebió entonces y cerró el termo.

    —¿Te has sentido cómodo Cayden? —preguntó con sumo interés que trató de ocultar de forma estúpidamente evidente—. Sé que no somos amigos y eso, pero es mi deber preguntar.

    Cruzó la pierna por debajo de la mesa, sin poder detener su habla:

    >>Y a ti, ¿te gustaría pertenecer a algún club?
     
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    Nekita

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    Lo observó alejarse luego de asentir ligeramente con la cabeza, por su reacción podía asegurar que sus palabras habían sido bien tomadas y no había hecho un total desastre que hiciera que sus ánimos disminuyeran más de la cuenta. Guardó todo en su bento y lo volvió a envolver antes de llevar las manos a su rostro para cubrirlo y dejar caer su cabeza hacia atrás con un suspiro bastante pesado.

    Incluso aunque Daute lo hubiera tomado a bien y esperaba que realmente todo estuviera bien, una parte de su cabeza no paraba de decir que algo podía pasar mal.

    No quería ser el responsable de algo que fuera a mal.

    "Que mi consejo no sea catastrófico, por favor."
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku.png

    Me alivió bastante su respuesta, aunque quizá lo hubiera dicho un poco por decir o arrastrado por mi pedazo de discurso. Como fuera, solía confiar en mis instintos y mis instintos estaban tranquilos, como si Altan hablara en serio. ¿Anna se lo habría dicho? Probablemente. Ella también se estaba esforzando para ser más honesta, luego de... bueno, todo.

    En realidad ni tendría que saber tantas mierdas sobre su vida, los Boomslangs y su relación con Kakeru, pero Rei era un idiota muy parecido a ella y siempre había confiado en mi capacidad de no abrir la boca.

    Lo vi de reojo al recostarse junto a mí y solté una risa suave de labios y ojos cerrados. Se había sonrojado y todo, efectivamente era como un niñito. Primero asustado, luego avergonzado. Puede que tuviera esta idea metida en la cabeza de proteger a Dios y María Santísima, pero él también necesitaba lo mismo a cambio, ¿verdad? Y puede que no sólo protección, también afecto y paciencia.

    Amor, en definitiva.

    ¿Cómo sería la vida de Altan? ¿Tendría padres atentos? ¿Viviría con ambos? ¿Vivirían ambos? ¿Cuál sería su última preocupación antes de dormirse, y la primera esperanza al despertar?

    —Me hago a la idea —murmuré con calma, desinflando los pulmones lentamente, y disfruté de la brisa primaveral antes de seguir hablando—. Llevo un diseño en el brazo, rodeando el hombro hasta el codo, y otro en la parte baja de la espalda, encima de las caderas. Estoy lleno de tinta, vaya.

    Me llevé la mano a la primera zona mencionada, un poco por reflejo.

    —Es un poco una mezcla de muchas cosas, la verdad, me lo dibujó un amigo. Llevo unas alas aquí por encima, que alcanzan mis omóplatos y clavículas, y se entremezclan con olas, corrientes de aire y el cuerpo de un dragón. En estilo nihonga, claro, como las pinturas antiguas, aunque ya debes saberlo.

    Solté una risilla suave, sin ser realmente consciente de que había cazado al vuelo su cerebro de archivo con muchísimas menos pistas de las que, por ejemplo, había precisado Anna. Solía absorber y clasificar la información casi sin darme cuenta, en una suerte de movimiento involuntario un poco extraño. Tampoco me rompía la cabeza por comprender el mundo, aunque lo quisiera o no acababa haciéndolo. Supongo que así había funcionado siempre.

    —En fin, ese es todo negro, y luego a la espalda llevo unas grullas junto a un sol rojo y unas nubes. Lo sé, lo sé, no soy el mejor describiendo de forma... bonita, pero igual es bastante acertado. —Sonreí y lo miré de reojo, picándole el brazo suavecito como él había hecho antes—. Supongo que ahora los dos llevamos soles encima~
     
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    Zireael

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    Cerré los ojos luego de eso y realmente no volví a abrirlos ni siquiera cuando Kohaku siguió hablando, no era que no le pusiera atención obviamente, solo estaba descansando la vista pero la verdad, si me quedaba así mucho rato, era posible que terminara por dormirme allí a su lado. Un poco era como los gatos, podía dormir en cualquier parte.

    Me habló entonces de sus tatuajes como había dicho que haría y de alguna forma tener los ojos cerrados mientras me los describía ayudó que pudiera hacer una imagen mental que me pareció más nítida. ¿Nihonga? Dios si es que le pegaba como anillo al dedo.

    Kohaku absorbía información un poco por reflejo natural, ¿no? Al menos a mí me daba esa sensación, que era algo inherente a su personalidad. Era eso, quizás, lo que lo hacía mantenerse siempre en la periferia.

    Grullas.

    Serenidad.

    Discreción.

    Protección.

    Solté una risa suave cuando sentí que me picaba el brazo de vuelta, como había hecho yo, y abrí los ojos por fin. Giré el rostro para mirarlo, detallé sus facciones sin ser realmente consciente de ello.

    Al menos a él eso de llevar un sol encima le pegaba, sobre todo con sus ojos de resina. Yo era un pachón oscuro, la pintura negra sobre el lienzo impoluto, y pretendía no serlo cuando el negro era el color que ensuciaba todos los demás y el que a veces hasta los propios pintores evitaban.
    Había tantos tipos de negro como otros colores. Negro con subtono cálido o frío, azulado, violáceo, amarronado... Y todos ensuciaban de formas distintas.

    —Mira por dónde. Matching tattoos sin haberlo planeado —bromeé como si no estuviera pensando un montón de mierdas—. Bueno, Ishikawa-san, un placer intercambiar información con usted.

    Iba a preguntar por las grullas pero volví a sentir el móvil vibrar, de forma que lo tomé pero mientras lo alzaba se me resbaló de la mano y casi me cae en la cara, logré hacerme a un lado pero la estupidez ya me la había visto Kohaku así que ni modo.

    —Mierda —mascullé mientras lo levantaba.

    Había cortado el rollo de las stickers para preguntarme por el dolor de cabeza cuando ni siquiera lo había dicho pero debió notarse a leguas y ella era la tonta que se daba cuenta de esas mierdas.

    Sí, bueno algo así.
    Ahí se me va pasando.

    Gracias por preguntar, cariño.


    No iba con ninguna intención rara, me había salido escribirlo como me salía decirlo, un poco por ninguna razón y otro poco porque me fusionaba con Jez de formas extrañas.
    Volví a dejar el móvil a un lado y me enjuagué los ojos con algo de fuerza.

    —¿Fueron por gusto o por algo en especial? —solté entonces, ampliando la pregunta inicial que había pensado y sin recordar que básicamente le estaba preguntando lo que él me había preguntado también en la mañana.

    Cay 2.png
    Si abría.

    Le había echado un ojo a los tablones de anuncios así de pasada, apenas por encima, algunos de los volantes me los había saltado pero recordaba haber visto algunos de nombres.

    Shawn Amery en dos de deporte.

    Y Shiori Kurosawa en el de cocina.

    Suspiré mientras seguía comiendo, dejé un poco en el bento que ya no había forma de que intentara bajarme y lo cerré para luego seguir bebiendo el café.
    Era improbable que Kurosawa fuese a abrir el club pronto con toda la mierda que tenía encima de repente, pero confiaba en que al menos le asignara la tarea a otra persona para que Asteria pudiese ir y, no sé, hacer amigos. Bueno amigas, porque amigos con su padre estaba como que muy jalado del pelo.

    —No creo que abra pronto —murmuré un poco como quien no quiere la cosa—. A la chica que tiene de presidenta le pasaron algunas cosas recién, pero bueno igual puedes estar pendiente, quizás asigne a alguien más en lo que ella se siente en la capacidad de regresar.

    Le dediqué una sonrisa tranquila.

    —No quisiera aparecerme y distraerte en el club. —Era y no era verdad, pero tenía que empezar a poner distancias con la mierda que se venía. Podía vigilarla sin necesariamente estar cerca de ella siempre.

    ¿Cómodo? Asteria iba a tener que disculparme porque esa pregunta sí iba a ignorarla directamente, no se me apetecía mentirle ni decirle la verdad de que no, cómodo no me había sentido en la escuela en general.

    Menos con Shibuya allí colado.

    —¿Hmh? No sé, si acaso vi la posibilidad de ir a preguntar al de fotografía y ya.

    Luego estaba el de teatro, que mira un poco que calzaba con lo que llevaba en el fondo, aquella necesidad de, tal vez, ser otra persona y no serlo a la vez, a la necesidad de recibir una ovación, un aplauso, pero me podía más el culo ansioso que el deseo de intentarlo siquiera.

    Para admiradores ya tenía a los idiotas de la calle que seguían sorprendiéndose por cómo conseguía robarme casi cualquier mierda.


    Pinche paja descargar las cintas nuevas en el móvil
     
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    Gigi Blanche

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    Luego de un rato fui yo mismo el que cerró los ojos, recibiendo el murmullo del viento sobre el lienzo oscuro, ligeramente rojizo, de mis párpados cerrados. La brisa acompañó sus palabras, el aroma de la primavera, y sonreí a cámara lenta.

    —Lo mismo digo, Sonnen-kun.

    Oí su móvil vibrar y lo detallé de reojo, ahora que estaba echado a mi lado. No pude contener la risa espontánea que brotó de mi garganta al verlo golpearse con el aparato e inmediatamente me llevé la mano a la boca, disculpándome. No era como si lo sintiera muchísimo, pero pedir perdón era lo correcto. Como fuera, quizá pispeé un poco más de lo debido y alcancé a ver el nombre de la otra persona en el chat. Había asumido que se trataría de Anna, pero decía otra cosa que no comprendí en caracteres occidentales y lo dejé estar.

    Cerré los ojos de nueva cuenta, y activé el cerebro al recibir su pregunta sobre mis tatuajes.

    —Por gusto, más que nada —respondí bastante automático—, no soy de, ya sabes, buscarle un significado intrínseco a todo lo que hago, y si me perforo la oreja o me tiño el cabello por estética también creo que los tatuajes pueden correr por el mismo carril.

    Bueno, las grullas habían sido un poco porque me enteré la historia de la niña de las mil grullas, Sadako Sasaki. Se convirtió en un símbolo de las víctimas inocentes del bombardeo a Hiroshima y Nagasaki, y representaba mucho más que eso. Era la crueldad e injusticia del mundo, pero también una bitácora ineludible de los monstruos que se arrastran como fantasmas, se alojan en nuestros cuerpos y nos pudren poco a poco. Abrí los ojos y miré directo al cielo.

    Lluvia negra, le decían. Muchas veces había intentado imaginarme cómo sería que del cielo cayera esa sustancia, que pareciera un maldito castigo divino, un designio de los dioses o qué se yo. Correr y correr, y que en todas partes te alcanzara. Una lluvia negra, viscosa, radiactiva a secas.

    Como si no hubiera escapatoria, como si... estuviéramos condenados.

    En fin, sensible como era en el fondo tras leerme la historia de Sadako me eché una noche entera llorando en mi habitación, cuando era un mocoso de catorce. Me marcó, nunca supe exactamente por qué, pero esa niña me marcó y es el día de hoy que simplemente de recordarla me arden los ojos. Además, acabó fusionada de manera inevitable a la figura de alguien más.

    Sus amigas habían hecho mil grullas de papel para enterrarla junto a ellas.

    Me habría gustado tener mil girasoles para Chiasa.

    Volví a cerrar los ojos, forzando las compuertas y todo lo que pudiera escaparse hacia adentro.

    —Qué buen clima hace, ¿verdad? Me da tanta pereza volver adentro a tener clases.
     
    Última edición: 8 Diciembre 2020
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    Se había reído de mi estupidez que no era para menos, si hubiera sido a la inversa también me habría hecho gracia, pero se disculpó apenas soltar la risa y a mí me revoloteó una sonrisa en los labios, como si fuese a reírme de mi propia suerte de que se me fuese el móvil a la cara justo estando con él.
    Escuché su respuesta entonces, tenía sentido para mí. Realmente no veía nada malo en echarse tinta encima por estética, por gusto nada más, no todo tenía que tener una profunda razón de ser o un significado sacado de un archivo para ser importante. Pensaba de hecho que el montón de tinta que llevaba Shimizu encima debía ser en gran parte por estética, poco sabía yo realmente, porque el imbécil tenía encima un zoológico que representaba una o dos piezas de todas las pandillas con las que había tenido alguna clase de contacto; tenía los animales que representaban a cada alfa y también los que representaban a tantos otros carroñeros importantes.

    Poco sabía también de las implicaciones de las grullas de Ishikawa y en tanto no me las dijera, pues así iba a quedarse el asunto obviamente.

    ¿Me habría gustado saber más de él? No sé, ¿qué me contara cualquier tontería de sí mismo además de los tatuajes? Quizás, no tenía idea, sentía que podía llevarme bien con él, bueno en realidad ya lo estaba haciendo y digamos que podía ser el único amigo que, a pesar de moverse en las sombras, no había hecho como tal en ese mundo. Además de que amigos como tal no había hecho nunca, Shimizu entraba en el saco ya porque sí, pero todo eran conocidos, caras con las que me relacionaba sabiendo que me servirían en otro momento aunque fuese para comprar una puta botella sin gastar casi nada de dinero.
    A Ishikawa me estaba acercando sin ningún objetivo realmente, al menos no de los que me planteaba siempre.

    Estiré la espalda, todavía acostado, y solté una risa floja ante su comentario.

    —No seré yo el que te arrastre por el camino del mal estudiante, pero si por mí fuese me podría quedar aquí echándome una siesta en vez de subir a echármela en la clase.

    Estiré la mano y le piqué la mejilla esta vez, un poco tanteando terreno todavía. Anna ya sabía lo fastidioso que podía ser, Ishikawa quizás se hacía a la idea pero ahí estaba yo de nuevo, como un gato fastidioso que te pasa por encima todo el rato para ver qué estás haciendo, así sea respirar.


    Al why so gay darling
     
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    Kohaku.png

    Me habían quedado las cosas un poco aquí y allá, el bolso, el bento, los palillos, el zumo, y honestamente no me importaba mucho. No era un obseso del orden ni mucho menos, solía moverme en los grises de todo la mayoría del tiempo aunque hubiera reglas que me saltara a secas y otras a las cuales le confería una importancia estúpida. Los familiares lejanos solían verme como un muchacho recto, educado y amable. Un digno Ishikawa, decían. Mi tío siempre se emborrachaba en Año Nuevo y se ponía a hablar de nuestros antepasados, de las contribuciones que habían realizado por el país, y jamás pasaba por alto a aquel Ishikawa de la era Heian y las Guerras Genpei, el único sobreviviente de su linaje y gracias al cual el apellido no había desaparecido. Bueno, tenía entendido que hasta por ese tipo me habían nombrado Kohaku.

    Como fuera, el tiempo seguía transcurriendo y hasta a mí me había empezado a entrar el sueño. No tenía una facilidad ridícula para dormirme en cualquier parte, pero sí que podía relajarme hasta el borde de noquearme y ese parecía ir siendo el caso. La compañía de Altan era tranquila y reconfortante, y un poco de repente recordé el pedido de Anna.

    —Bueno, puede que acepte tu oferta, la verdad —cedí, arrugando la nariz al sentir que me había picado la mejilla y le arrojé un manotazo vago que no impactó contra nada; reí suavemente, soltando el aire, y entreabrí los ojos. El follaje del árbol sobre nosotros se mecía casi como la cuna de un recién nacido—. ¿Te sientes mejor?
     
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    Había que ver, porque incluso después del desastre de la mañana había terminado allí con Kohaku, comiendo como una persona normal y hasta comportándome con algo más de soltura. Vete a saber qué tenía ese chico, como si viniera con un paquete instalado de relajar a la gente o no sé qué, pero Dios agradecía tanto su presencia de repente.
    No era que hubiese dejado de pensar en lo otro ni de puta coña, no había manera, pero al menos había logrado recuperar el centro y bajarle el volumen al desastre hasta que fuera hora de seguir con el baile con Shibuya.

    Solté una risa bastante perezosa al ver el manotazo con el que había intentado hacerme a un lado, bastante vago y casi por nada más dar la pinta de que había intentado quitarme aunque no parecía importarle demasiado.
    Posé la vista en el follaje también, la verdad es que los ojos casi me enchilaban de sueño ya, pero me lo estaba aguantando como un campeón.

    —¿Hmh? Sí, bastante la verdad. Gracias por hacerme compañía y eso. —Me rasqué las raíces del cabello con cierta cuota de nerviosismo—. La verdad no me di cuenta, pero no tenía muchas ganas de estar solo.

    De nuevo el móvil vibró a mi lado, esta vez tuve más cuidado para no ir a matarme con él de verdad, y leí los mensajes de Anna. Se me ocurrió una estupidez entonces, que no sé por qué coño hice al final. Abrí la cámara, seleccioné la frontal y sujeté el móvil con la mano derecha mientras estiraba la izquierda de nuevo hacia Ishikawa para volver a picarle la mejilla y tomar la foto justo antes de retroceder.

    —Eres parte de mis planes malvados, Ishi, bienvenido al barco de estupideces comandado por Sonnen —dije mientras adjuntaba la foto en el chat de Anna. Traté de contener la risa, pero no lo logré demasiado.


    Me acabo de montar un planazo aquí.
    Sale siesta en el patio en lugar de siesta en la clase. Estás cordialmente invitada.


    No me lo pensé demasiado porque seguro terminaba acobardándome, así que solo le di enviar apenas terminé de escribir y me coloqué el móvil en el pecho, para luego enjuagarme los ojos.
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La sonrisa se me ensanchó sin permiso al oír su respuesta, y pensé que cuando quería la enana podía ser bastante espabilada para leer las necesidades de las personas a su alrededor. Venga, sólo tenía que esforzarse un poquito o preocuparse lo suficiente, en su defecto. Como fuera, me alegraba genuinamente haber sido capaz de ayudarlo aunque más no fuera prestándole mi mera compañía.

    —Qué bueno que fui a buscarte, entonces~ —canturreé, recordando la gracia de retirarlo del aula como si fuera un niño de preescolar—. Bueno, ya sabes, siempre que tengas ganas de echarte a desperdiciar tiempo de vida puedes contar conmigo.

    Sabía que era difícil desprender costumbres arraigadas, que alguien con tendencia al aislamiento probablemente siguiera haciéndolo así contara con todas las posibilidades del mundo, pero ¿eso anulaba la importancia de presentárselas?

    No era tan insistente como Anna y sabía que no andaría recordándoselo todos los días, pero contaba con la esperanza de que Altan valorara la importancia de recibir palabras así, directas del corazón, al menos una vez.

    Había vuelto a cerrar los ojos, disfrutando de la brisa, y me relajé lo suficiente pues oí el móvil de Sonnen vibrar y adiviné que estaría ocupado con eso o algo así. Di un respingo al sentir sus dedos jalándome de la mejilla y lo enfoqué bruscamente, dando con la cámara de su móvil de lleno. Quedé tieso un breve instante, luego reaccioné de golpe y me removí nervioso, sintiendo el violento calor en mis mejillas. Erguí el torso con cierta torpeza y me llevé las manos al rostro por reflejo, obligándome a quitarlas casi enseguida.

    Lo oí hablar a mis espaldas, soltó una estupidez sobre planes malvados y él siendo un comandante, y aunque lo miré por sobre el hombro con cierta severidad presa de mi nerviosismo, me di cuenta al instante de que nunca antes lo había visto siendo tan... normal. Bueno, sí, aquella vez en ese mismo patio donde nos descojonamos por la gracia con Natsu, pero luego ocurrió una mierda atrás de otra y poco a poco olvidé que ese muchacho a mi lado no dejaba de tener diecisiete años.

    Y era francamente adorable verlo divirtiéndose como un niño.

    No vi por dónde enfadarme, solté un suspiro y me concedí un momento para calmarme y bajarle al sonrojo antes de volver a recostarme a su lado.

    —Eso ha sido por demás injusto, Sonnen-kun, y la venganza será terrible —murmuré con una seriedad impostada que... me salió medio mal, la verdad no servía para intimidar; su intento de risa contenida me resultó contagioso y acabé riendo también, entrelazando las manos sobre mi estómago. Giré el rostro para verlo—. Al menos dime si hiciste algo con esa foto, no se la habrás enviado a todo Dios, ¿o sí?
     
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  14.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Sabía que Ishikawa era ese tipo de persona que aunque no era insistente, necio, realmente al final del día siempre estaba disponible si lo necesitabas. Un poco como un fantasma o una sombra, era triste verlo de esa manera, pero así era. Bueno, podía buscarle una comparación menos deprimente, y es que podía ser como el aire que realmente nunca deja de estar, pero no tiende a hostigarte demasiado hasta que, un poco como el agua, se salía de control.

    No esperaba la reacción que tuvo a la tontería de la foto, ciertamente, el pobre había quedado tieso cuando se dio cuenta y tuve que contenerme como un campeón para no descojonarme en lo que hacía todo lo demás de enviarla y escribir el mensaje. Sentí su mirada encima y no me pasó desapercibido que el color le había subido al rostro, incluso se había llevado las manos a la cara el pobre.

    Bueno, pero a ver, ¿qué pasaba con eso?

    Si era hasta adorable, de nuevo.

    Hasta daban ganas como de abrazarlo, qué sé yo.


    —Estoy dispuesto a pagar las consecuencias —añadí todavía aguantándome la risa—. Lamento decirte que se la acabo de enviar a todo el Sakura, sip. Mañana habrá una en el tablón de anuncios, por si la gente no revisó sus mensajes. Joking~ se la envié a Anna nada más y la invité a venir con nosotros, nada del otro mundo.

    Me acerqué un poco más a él, aunque me acomodé cuando me di cuenta que casi había pegado la cabeza a la suya y mira no quería incomodarlo tantísimo al pobre, que ya estaba visto que era prototípico entre los prototípicos. Abrí la foto y le extendí el móvil.

    —Venga, que no está mal, ¿o sí? Nada como inmortalizar el momento en que te estaba fastidiando. —Giré apenas el rostro para poder mirarlo y me salió un poco de la nada, como la alegría infantil del invernadero, una sonrisa tan jodidamente genuina que me lanzó algo de calidez al cuerpo.

    Regresé la mano a mi espacio, dejándome el móvil sobre el pecho de nuevo.

    tuve que soltar otra cinta más clarita porque wey ;--; MIS NOVIOS HELP ME
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Dejé fluir su gracia porque era más que evidente que no se la había enviado a todo el colegio, los nervios y la sangre se me subían al cerebro pero tampoco para tanto. Al final, la respuesta correcta era la que había supuesto: Anna. ¿Que ella podía enviársela a todo el colegio? Esa posibilidad ganaba más terreno, sí, pero confiaba en su capacidad de discreción y empatía de vez en cuando.

    —Ah, todo bien, entonces. A la enana tengo por dónde sobornarla.

    Y no era mentira tampoco, después de todo sólo me compraba a mí y ya era de público conocimiento que para los negocios podía ser muy racional y hasta despiadado, pero en el buen sentido; bueno, el buen sentido que un término así pudiera acarrear. En verdad aún no consideraba con mucho peso la alternativa de meter hierba en el Sakura, se me hacía estúpidamente arriesgado y el negocio ya iba bien en las calles, pero de saber que había otro camello almorzando a un par de metros de nosotros era muy probable que lo hubiese invitado a un té para... conversar.

    Advertí que Altan se acomodaba a mi lado y lo vigilé de reojo, dejándolo estar. Entonces giré el rostro para ver la foto que me había sacado y resoplé. Estaba un poco movida y no se me notaba aún el sonrojo, así que era... decente. Algo así. Esbocé una sonrisa resignada, meneando la cabeza, y entonces vi su expresión. No tenía idea que ayer, en el invernadero, había logrado trazar una calidez semejante. Era mi primera vez viéndolo sonreír así y me quedé quieto un momento antes de que una ternura infinita se reflejara en mis ojos.

    Lo seguí con la mirada, incluso cuando se devolvió el aparato al pecho y relajó los músculos. Observé su perfil y esta vez fui yo el que estiró la mano para picarle la mejilla, juguetón.

    —Pero mírate nada más~ —lo molesté, en tono sedoso—. Sonriendo así te ves hasta lindo y todo, ¿quién lo hubiera dicho? Como un gatito~

    woah ko-kun have mercy pls
     
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  16.  
    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Se sorprendió ante el aviso de que no parecía que el club que le interesaba fuese a abrir pronto, eso era una lástima, pero podía esperar pacientemente por ello, y quizá, preparar algo para compartir con los desconocidos del club, de tal forma podía agradarles un poco.

    —Puedo esperar, supongo —se pensó que la encargada estaría resfriada, o de viaje con su familia.

    Por su cabeza jamás pasaría el hecho de que el club cerró por situaciones ajenas a las que jamás se había enfrentado ella.

    Se rió entonces ante el hecho de que no quería interrumpirla cuando entrase al club, y si no fuera porque ya tenía más en claro el no tocarlo, le hubiese dado palmaditas en la cabeza como quien le dice que estaría bien el que fuese a verla, pero se abstuvo a hacerlo.

    —Algún día te invitaré, espero estés ahí viéndome cocinar, podría sorprenderte. Soy muy buena en ello —comentó con un deje de orgullo, escuchándolo continuar al responder su siguiente pregunta.

    Se imaginó entonces a Cayden fotografiando, y sintió que se asemejaba perfectamente a aquel hobbie.

    El observar a distancia, presionar y capturar una imagen en la tranquilidad del día.

    —Suena divertido. ¡De seguro se te dará muy bien!
     
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  17.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Imaginarme el soborno de Ishikawa me hizo algo de gracia, no iba a mentir, era obvio por dónde iban los tiros pero bueno allá ellos y sus negocios, no era que fuese a meter las narices conociendo al chico, así como él realmente no estaba metiendo las narices en lo que sea que yo estuviese haciendo o no con Anna. La verdad es que todos, incluso Hodges, íbamos todos a nuestra bola allí y quizás era bueno.

    Su resignación al asunto me hacía algo de gracia, la verdad, porque realmente solo me estaba dando pie a seguirle dándole cuerda a las tonterías así que más que yo pagando las consecuencias, iba a pagarlas él a largo plazo.
    Me había relajado ya e iba dejar el tema estar, al menos fue así hasta que sentí que me picaba la mejilla y no fue eso que me arrojó la sangre al rostro con mayor intensidad que antes, fue su tono de voz y su comentario. Hice el movimiento vago, sin mucho objetivo de dizque apartarlo aunque no me interesaba realmente, justo como había hecho él hace un rato cuando lo había estado molestando yo.

    Tampoco me tensaba su tacto.

    —¿Pero qué dices? —solté y se me escapó un tono de voz raro, casi ansioso, antes de que chasqueara la lengua.

    Bueno dos podíamos jugar esos juegos, avisado quedaba de verdad. Había contenido un poco mis estupideces, pero al final volví a acercarme y le eché la cabeza sobre el hombro, que vamos si iba a decir que parecía un gatito fuese por algo tan siquiera. Lo otro si fue más o menos un reflejo, lo de ajustar la posición y frotar la mejilla, pero en cualquier caso el móvil vibró de nuevo y retrocedí, dejándolo en paz porque seguro ya lo había espantado y vete a saber si salía corriendo o qué sé yo.

    La sangre no se me había bajado del rostro, lo sentía, pero qué remedio. Leí el mensaje de Anna un poco a las carreras no sé ni porqué y le respondí con otro sticker de gato que ahora parecía todavía más apropiado.
    No miré a Kohaku, pero le hablé bastante relajado.

    —La enana dice que va a venir.


    a Asteria le respondo luego porque tengo la neurona frita y clase en un rato (? juro que me entró una oleada de sueño super fuerte de la nada woah
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Creo que era perfectamente consciente de la dirección algo desviada, incluso indefinida, de los tiros. Siempre me movía entre esa clase de grises, leía a las personas sin darme cuenta y muchas veces acababa utilizando información a mi favor. ¿Era moral? Desde luego que no, pero era un poco lo que había. Lo hacía en la calle, para endulzar a ciertos idiotas y fomentar el negocio, lo había hecho con Natsu para sacarle pasta a raíz de un acuerdo incumplido y puede que fuera capaz de hacerlo con Altan, un día, si la ocasión lo requería.

    Me hacía el angelito pero lo sabía perfectamente, ¿verdad?

    Cuándo calaba en la armadura de las personas y cuándo no.

    La reacción de Altan a mi gracia me arrancó una risa suave, se había ruborizado como un crío y al menos me alegraba no ser el único con sangre japonesa allí. Podríamos movernos por amplios espectros de grises, ¿verdad? Tanto él como yo.

    Y aún no sabía de su afición a tensar cuerdas, pero empezaba a hacerme la idea.

    Me devolvió la jugada con creces, cuando quise acordar se había acomodado en mi hombro y su cabello negro me hizo cosquillas en la mejilla. Mi cuerpo se tensó por reflejo, aunque conseguí relajarlo en cuestión de un par de segundos y bajé la mirada al muchacho, siguiendo sus movimientos. Había vuelto a su posición original, evitaba mirarme y seguía rojo como tomate. Yo también sentía cierto calor en mis mejillas pero me las apañé para ignorarlo.

    Era mi turno de vuelta, ¿no?

    Me soltó algo de que Anna iba a venir pero no le llevé mucho el apunte, a lo sumo solté un sonido afirmativo y me acomodé a su lado, como si nada. Nuestras motas de cabello se entremezclaron un poco y mi hombro alcanzó el suyo, pero no me aparté.

    —Tenía razón, ya ves —le solté en un murmullo bajo, suave y divertido, cerrando los ojos de nueva cuenta—. Eres un gatito~

    Anna dark mode.png

    Comenzamos a caminar junto a Emily fuera de la cafetería, luego de que ordenáramos las cosas y yo le devolviera el bento que había utilizado, ahora vacío. Fue extraño, ponerle la tapa me volvió repentinamente consciente de que había comido más que bien y... era un alivio. Pocas cosas me echaban tanta presión encima como saberme incapaz de pasar bocado.

    ¿Que su película favorita era Blancanieves? No supe muy bien por qué pero de repente sentí que le pegaba y todo. No lo sé, al menos más que si hubiera dicho La Cenicienta o La Bella Durmiente.

    —¿Tienes más hermanos? —pregunté por hacer conversación—. Yo soy hija única, y siempre pensé que sería divertido tener hermanos.

    Tampoco tenía primos o, bueno, los que existían estaban pudriéndose en Argentina o aquí, bajo el ala asquerosa de los Hiradaira, de modo que a efectos prácticos... no, no tenía.

    Eché un vistazo en torno a la cafetería antes de abandonarla, un poco por reflejo, y di de lleno con el recorrido de la víbora azul. La detecté de inmediato, como si brillara con pintura luminiscente bajo luces ultravioleta, y seguí su recorrido hasta que desapareció por el pasillo. Lucía compuesta, íntegra y acompasada, y el estómago se me comprimió en una extraña sensación de rechazo.

    Y una mierda, Kurosawa.

    ¿Pero qué se suponía que hiciera? No era su amiga, todo lo contrario, de hecho, y para bien o para mal no contaba con el enorme corazón que chicas como Emily o Jezebel parecían albergar en el pecho. No podía desvivirme por todos, no podía prestarles mi tiempo y cariño para recomponerlos. No podía sacar gente del pozo como Jez me había sacado a mí, y menos a Kurosawa.

    Pasé de lleno de la gracia de Emily sobre reenviarle la foto, la verdad, y estuve por abrir la boca cuando la oí llamandome; acto seguido se lanzó encima mío y me recordó la estupidez que se me había ocurrido por la mañana. Mis reflejos seguían dando pena y no alcancé a corresponderle nada antes de que me soltara, pero noté el cosquilleo en mis dedos, el impulso por devolverle el abrazo, y decidí conformarme con ello. Busqué sus ojos morados y me las arreglé para sonreírle un poco, aunque la cabeza ya se me había ido y navegaba en torno a otro tipo de prioridades. Ya lo había pensado, ¿no? Las inhibiciones se me aflojaban y no filtraba ni regulaba bien. Había una mierda que se me había ocurrido y decidí lanzarla y ya.

    —Eh —alcé la voz con cierta firmeza y la miré de reojo mientras caminábamos, los cuarzos habían vuelto a oscurecerse—. Kurosawa, ¿eres su amiga, no? ¿Crees que podrías ayudarla? No digo ahora, me refiero a que... creo que necesita a alguien como tú.

    Lo había pensado en la enfermería.

    Emily era la contención.

    Ahí iba la estúpida, sola. Está bien que los pasillos estuvieran atestados de gente, de todos modos le perdí el rastro en cuanto subió por las escaleras aunque mi objetivo fuera el mismo. Busqué la mirada de Emily por las dudas, por si no entendía qué mierda hacía desviándome del patio, y preferí atajarme a una posible pregunta.

    —Se me ocurrió algo que podemos llevar. Últimamente he pasado tanto tiempo ahí que ya me la aprendí de memoria.

    La jodida enfermería.

    Ya lo había dicho, tenía cabeza para poco y nada, y cuando me asomé dentro y me encontré a tres personas decidí ignorarlas bastante, pese a que a dos de ellas las conocía. A lo sumo le dediqué una sonrisa de labios apretados a Morgan y le palmeé el hombro a Daute. Claro que vi la sangre en sus manos, tenía un maldito radar para ese color y esa sustancia, pero no vi por dónde preocuparme. Me fui a uno de los cajones inferiores y saqué unas cuantas mantas prolijamente dobladas.

    Pero bueno, si me agarraban capaz de comerme una sanción, ¿no?

    Ya me importaba tan poco.

    Con la dichosa sorpresa encima, le di dos de las cuatro a Emily y le pedí que las llevara tras la espalda. Estaba en la mierda pero igual, de tanto en tanto, el cerebro se amalgamaba lo suficiente con resquicios del pasado para lanzarme esas estupideces de ideas.

    El resto del camino mantuve la boca cerrada y no sentí realmente nada, ni cuando el sol me bañó la piel y el aire olía a primavera. Repasé los alrededores hasta dar con la cabellera cian de Kohaku y a medida que nos fuimos acercando me lo creí menos y menos.

    ¿Qué mierda hacían casi acurrucados como un par de tortolos?

    Busqué la mirada de Emily de pura incredulidad y me detuve casi sobre ellos. No nos oyeron llegar, la verdad, muy cómodos debían estar en su pequeña porción de paraíso, y alcé las mantas sobre mi cabeza para lanzárselas encima con fuerza aplicada.

    No era la sorpresa que había planeado, pero seguía siendo sorpresa en fin.

    —Tadá~ —canturreé claramente sarcástica, y los pasé por encima para desplomarme en el césped y apoyar la espalda en el tronco del árbol—. Lamentamos interrumpir, oigan, si quieren nos vamos y eso.

    Kohaku reaccionó un poco como si le hubiera caído una bomba encima y se quitó la manta de un manotazo, clavándome su ámbar encima. Si pretendió cargar severidad o molestia, vergüenza incluso, se disolvió en medio segundo al chocar con mis cuarzos opacos. Le sostuve la mirada en silencio y podría jurar que algo le asustó, quizá la seriedad que me cargaba o la lisa y llana ausencia de emociones.

    ¿Los estaba molestando por amor al arte?

    ¿O estaba realmente molesta?

    Quizás... ¿algo celosa?

    Venga, no tenía ni puta idea. Habría descansado el codo sobre una rodilla pero llevaba la jodida falda y pasaba de ofrecer un espectáculo gratuito, así que simplemente estiré las piernas, una encima de la otra, y me quedé jugueteando sobre mi regazo con una florcita que había arrancado, esquivandole al contacto visual con cualquiera. Oí a Kohaku suspirar y se removió hasta sentarse en su lugar, saludando a Emily con la cordialidad de siempre.

    Y me susurró, de una forma extraña e intrusiva. El jodido vacío, el siseo de la serpiente, volvió a endulzarme el oído.

    ¿Ves?

    No vale la pena.
     
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  19.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    The world's at war again
    but in this very moment,
    oh, it couldn't matter less.
    Immersed in deepest ocean,
    the waves all move as one
    then separate themselves under the sun.
    .
    And as we sing this familiar song
    I thought I'm gonna miss your love when it's gone.
    Al 1-2.png
    El jodido se paseaba por un montón de tonos de gris que aquello hasta que daba gusto, saltaba a la vista o me saltaba a la vista a mí luego de que Anna se le había ido encima en la enfermería el día de la mierda de Suzu. Era un poco como un papalote, moviéndose en dirección del viento y ajustándose a su movimiento para mantenerse en el aire sin demasiado esfuerzo. Quizás como las aves marinas también, las fragatas en específico.

    Había pensado en la posibilidad de que saliera corriendo, se hiciera el loco o cualquier mierda, pero en su lugar siguió subido a medias en el tren y algo de gracia sí que me hizo. Para cuando me di cuenta se había acercado, hombro con hombro, y las hebras cian se revolvieron con las negras. Ni idea realmente de por qué, pero me cayó una oleada de sueño encima de nuevo.

    Solté otro bufido ante su comentario, como un toro cabreado, pero era jodidamente fingido.

    —Bueno, pues te haces responsable del gato que alimentas.

    Volví a cerrar los ojos y atontado como estaba ya la verdad es que no le puse atención a los pasos que se acercaron a nosotros hasta que ya era demasiado tarde y las mantas nos cayeron encima; reaccioné parecido al otro pobre diablo, me las saqué de un manotazo antes de buscar a Anna con la vista, viendo que nos pasaba por encima e iba a sentarse contra el tronco del árbol.
    Me enderecé después de Ishikawa y saludé apenas a Hodges mientras me rascaba las raíces del cabello, para luego guardarme el móvil en el bolsillo ya que no lo iba a necesitar más.

    Me lo pensé una eternidad o a mí me lo pareció, me incorporé para acercarme a Anna, a pesar de que se negaba a hacer contacto visual con nadie. Me senté a su lado, le piqué el brazo como había hecho con Ishikawa y luego me acomodé para poder acostarme de nuevo. Podía comerme una hostia de las buenas, pero mira me la iba a jugar.
    Eché la cabeza en su regazo, interrumpiendo lo que estaba haciendo con la flor entre sus dedos, un poco seguía con el chip de gato si se quiere y estaba pidiéndole atención.

    —Con eso de traer mantas ya no me arrastra a clases ni Dios —murmuré y me enjuagué los ojos por vete a saber cuánta vez ya—. ¿Sí comiste bien entonces?

    Estaba un poco tanteando el terreno tal vez, pero bueno si no me quería fastidiando no hubiese venido directamente.

    bienvenida a la imagen mental que tuve cuando leí el post chale mi kitten Al on fire

    also no releí muy bien bc sueñito F pero quería aventar esto cuz aaaaaaaa

    Cay 2.png
    La verdad no lo ponía en duda, la capacidad que tenía Asteria para cocinar pero también me parecía que realmente tener gente mirándote mientras lo haces es bastante extraño y distrae un montón. Bueno, no solía cocinar casi nada porque mamá siempre estaba en casa, pero cuando lo hacía no me apetecía tener público ni nada de eso, quizás porque veía en el preparar comida —por sencilla que fuese— algo muy personal, ni idea. Mi forma de pensar en ello era evidentemente distinta a la de Asteria.

    —De acuerdo. —No me había quedado más que acceder e igual de aquí a que el club reabriera, bueno igual podía evitarlo un buen rato.

    Tampoco era que fuese un maestro de la fotografía, ciertamente, pero uno de los regalos del fantasma que era papá había sido una cámara digital el año pasado y decir que me entretenía era poco. Me gustaba darle vueltas a Tokyo y sacar fotos aquí y allá; quizás porque era un idiota de aprendizaje más visual, ni idea.

    —Quién sabe, pero nada pierdo intentando. —Le dediqué una sonrisa suave.

    Bueno si me metía un poco más serio en la cosa de las fotos también era algo de lo que podía intentar hablar con ella, ¿no? Imaginaba que sí y que para entonces la mierda se hubiese calmado un poco o su padre no me hubiese cortado las pelotas ya.
     
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  20.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    —Mhm, también tengo un hermano mayor, somos tres vaya —respondí, con una sonrisa, mientras la seguía—. Nunca te aburres en casa y es lindo tener a alguien que va a estar ahí siempre siendo familia, aunque a veces... es demasiada gente, ¿sabes? No hay mucho espacio a estar solo.

    Seguí hablándole con suavidad mientras avanzábamos hacia el exterior de la cafetería pero pronto el ambiente volvió a tornarse pesado y apreté los dedos alrededor del asa del maletín. Claro que había visto también a Shiori en aquel estado saliendo a... a no sé dónde, pero seguramente a encerrarse en algún sitio para dejar de fingir que todo estaba bien delante de Watanabe.

    No había que ser un genio para verlo sabiendo la situación.

    >>¿Alguien como yo? —repetí, en un murmullo, y hasta tuve que pestañear un par de veces para intentar asimilar la idea.

    ¿Qué podía hacer yo en todo ese desastre? Era bastante obvio que no pintaba nada. Más bien sentía que estorbaba, que solo hacía que fuese más complicado para ellos hacer algo en todo aquello porque querían, no sé, no involucrarme demasiado o protegerme o algo así.

    >>Tenía pensado hablar con ella, no te preocupes —le dije, de todas formas, recuperando la suavidad de la voz y con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora—. No sé si podré hacer mucho, en realidad, pero... lo intentaré. Ahora creo que necesita algo de tranquilidad, pero quizás mañana pueda hacer algo. Gracias por preocuparte por ella, te diré si... lo que sea que pase, ¿vale?

    Después de decirle aquello la seguí hasta la enfermería sin mucha réplica y solo me incliné de manera educada ante las personas que había ahí antes de volver a salir, llevando las mantas que Anna me había dado.

    No fue muy difícil encontrar a los chicos y no pude esconder la sonrisa enternecida que me asomó por los labios al ver lo cómodos que parecían estar. Definitivamente se llevaban bien, ¿eh?

    Observé el resto de la escena con una sonrisa divertida, no sin haberme antes inclinado a modo de saludo hacia ellos, de alguna manera más amistosa que lo había hecho en la enfermería y al final dejé una de las mantas cerca de Anna. Altan se había arrastrado hasta quedar sobre su regazo y sentí que no sería correcto molestarles, tampoco quería pasarme de nuevo con Kohaku así que me senté sobre el césped a una distancia prudencial de todos, colocándome la manta que me había quedado alrededor de mis piernas y evitar así cualquier incidente no deseado.

    >>¿Fueron bien las clases? —pregunté, un poco por educación, no sé, mientras rebuscaba en mi maletín hasta dar con el libro que buscaba—. Hace buen día~
     
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