Patio norte

Verónica

Después de haber conocido a ese chico tan amable que me dio la clave para entender el trámite de los clubes, llegué al patio ubicado en la zona norte de la academia norte. Seguía sonriente y tal, pero me sentía bastante más aliviada. Las clases no estuvieron mal; los profesores parecían esforzarse por volverlas un fiasco, pero eran rescatables si una les ponía algo de interés y dedicación. Ahora tocaba descansar un poco y, sobre todo, nutrir el cuerpo, ¡así sobraban energías para el resto del día!

Pero, antes que nada, miré hacia los lugares altos del patio, enfocándome sobre todo en las partes altas de las columnas y los alféizares de las ventanas, buscando a Copito. No logré verlo, y eso que era más blanco que una luna resplandeciendo; así que no me quedó más remedio que llevarme dos dedos a la boca y soltar un silbido bastante peculiar, pero muuuy alto. Eso seguro iba a llamar la atención de algún estudiante, me daba un poco de penita por si les resultaba inoportuno, pero más no podía hacer. Luego del silbido, una sombra cruzó rápidamente el cielo. Levanté una mano para que Copito, mi queridísimo gorrión albino, se posara en ella. Tenía el plumaje un poco inflamado y los ojos entrecerrados.

—¿Otra vez de dormilón? —lo regañé con una pequeña sonrisa, acercándolo a mi rostro— ¡Me obligas a silbar fuerte para despertarte! Un poco más y te pierdes el almuerzo.

Busqué algún lugar en el que sentarme. En mi mano llevaba una pequeña caja metálica que contenía mi almuerzo, abundante en verduras y otros alimentos con proteínas. Dado que me dedicaba mucho a entrenar y fortalecerme, cuidaba la alimentación para una mayor eficiencia en mis objetivos. También había semillas para Copito.

Fue así como vi a Dante, quien tenía una conversación animada con dos personas . Miré a Copito, aun en mi mano, y asentí. Me acerqué sin titubear hasta donde estaba el chico, me sentía en deuda con él.

—¡Hola de nuevo, Dante ! ¡Y un gusto conocerlos a ustedes, soy Verónica! —dije alegre, saludando a todos con un movimiento de cabeza porque tenía las manos ocupadas. Me giré hacia Dante— Quería darte las gracias por lo de esta mañana, ya pude solucionar eso del club. Y ya que estamos te presento a este chiquito —dije, acercando al grupo la mano en la que llevaba a mi gorrión albino—. Se llama Copito, porque es más blanco que la nieve. Estoy segura de que todos se llevarán bien, ¿a que sí?

 

Antes de que pudiera siquiera responderle a Hiroshi sobre cómo podía llamarlo, un silbido lo distrajo casi de forma automática, inclusive lo asustó un poco al tomarlo desprevenido. Buscó rápidamente la fuente de ese sonido y cuando la encontró no pudo evitar reír un poco, ni en su imaginación más loca hubiera creído que aquella chica tuviera el talento de hacer tal sonido que...

¿Atrajo a un pájaro?

Parpadeó un par de veces, mirando a Aika y Hiroshi un momento, como si les estuviera preguntando si lo que había visto era real y un pájaro fue directamente hacia la chica, para cuando volvió a verla, ya estaba prácticamente en la mesa y no pudo evitar sonreír al verla —¡Vero! —La emoción no podía evitarse luego de tal espectáculo que lo había impresionado —, bienvenida a nuestra mesa, te presento. Ella es Aika, él es Hiroshi y chicos, ella es Verónica, también nueva como yo. —Finalizó la presentación con otra sonrisa antes de centrarse en ese pequeño que le presentaba.

—No tienes que agradecer, me alegra que te sirviera pero...no me molesta en lo absoluto que me presentes a tu pequeño amigo, ¿puedo tocarlo? Quiero estar seguro de iniciar mi relación con Copito de buena manera. —Se le escapó una pequeña risa, no podía creer que eso estuviera pasando.

 

Izu-chan hace de los suyas con los apodos.

Se llevó las manos a la parte posterior de la cabeza y soltó una risita entre dientes, casi tímida. Bueno, era su forma de conectar. De crear puentes entre los corazones de las personas. Era una completa torpe y aunque extrovertida, podía pecar de ilusa y tonta en muchas más ocasiones de las que le gustaría. Poner aquellos apodos cariñosos, casi pueriles, era su forma de demostrar confianza y derribar muros.

Había sido así desde que era una niña.

Se dispuso a tomar asiento en la mesa y abrir su bento cuando Hiroshi lo hizo, mas se giró curiosa al escuchar aquel silbido estridente. Su mirada se iluminó con la emoción de una chiquilla al ver a aquella joven de cabello albino y al pequeño pajarito de plumaje níveo que se posaba en su hombro. Si algo le gustaba a Aika en ese mundo a parte de los deportes, la comida y el manga, eran los animales. Su infancia en un pueblo rural la había mantenido muy apegada a ellos. Formando una conexión inquebrantable con aquellas criaturas.

—¡Hey! ¡Kotori-chan, kotori-chan~!—canturreó con una sonrisa de ojos cerrados acercando el dedo al plumaje níveo del pájaro. Su nombre era Copito, pero kotori-chan significaba pajarito en japonés y no pudo evitarlo—. ¿Quién es un pajarito lindo? ¡Tú, sí tú!

Aika alzó la mano cuando Dante la presentó.

—Es un placer Veri-rin. Estábamos a punto de almorzar, que ya va siendo hora. Me muero de hambre—tomó las manos de Verónica entre las suyas. ¿Confianza anticipada? ¿Dónde?— ¿Por qué no nos acompañas? Todo el mundo es bienvenido a nuestra fantabulosa mesa de la amistad.

No le dio tiempo a responder. Tiró de su mano y entre risas frescas y genuinas la sentó con ellos en la mesa.

 

Verónica


—Todos tienen nombres tan bonitos en esta academia…—comenté con gusto tras la presentación hecha por Dante, dejando mi cajita del almuerzo sobre la mesa.

Tanto el chico como Aika parecían particularmente emocionados por mi gorrión, incluso la chica se animó a acercar el dedo a su plumaje mientras lo llamada “Kotori-chan”, a lo que Copito respondió con una mirada de curiosidad y un picoteo suave, seguramente asumiendo que le acercaban comida.

—Es muy lindo, ¿a que sí? —secundé, enternecida por la interacción que acababan de tener.

Pero mucha más ternura me provocó el hecho de que Aika se levantara y me tomara las manos; para cualquiera hubiera supuesto un exceso de confianza, pero a mí, como buena confianzuda que solía ser, me encantaban tan sorpresivos gestos. La sonrisa en mi rostro se amplió, seguro mis ojos brillaban. Iba a decir algo, pero al final me tuve que dejar tironear hasta mi lugar.

—Nunca antes me habían llamado Veri-rin, ¡me encanta! —dije con enérgico asentimiento de cabeza. Se sentía bien estar entre gente así— Me pone muy contenta tan buen recibimiento en su mesa.

Dante me preguntó si podía tocar a Copito, a lo cual se le escapó una pequeña risa que también me enterneció. Saltaba a la vista que, al contrario de lo que había temido, toda la cuestión del silbido parecía haber causado curiosidad y un poco de emoción en él. Era increíble que, con el poco tiempo que llevábamos de conocernos (sólo unas horas), ya me cayera tan bien; y más si teníamos en cuenta que quería llevarse bien con Copito.

—Claro que puedes tocarlo —respondí con una sonrisa—. Si hasta ahora no ha salido volando, es porque le inspira confianza la linda gente de este rincón del patio.

Puse la mano cerca de Copito, quien se paró en mi palma abierta. Lo acerqué a Dante, dejándolo a su alcance. El gorrión blanco observó curioso al chico, con sus ojitos rojos.

—Dante también te quiere saludar, chiquito —le dije, alentando con una mirada al susodicho para que lo acariciara tranquilo.

 

Asentí con suavidad, desplazando la atención hacia la mesa cuando me permitió tomar asiento junto a ella. Lo hice de espaldas a la mesa, apoyándome en el borde de la madera, y noté cómo algunas personas más se animaban a compartir mesa con Dante y Aika. Todo en aquel ambiente se notaba mucho más liviano y fluido que este pero sentía que acercarme a Emily, a pesar de la palpable incomodidad, era necesario.

Necesitaba saberlo.

—He estado hablando con Aika. Ambas estamos... algo preocupadas por todo esto. Por nosotras y por Mimi —suspiré, masajeando el puente de mi nariz, inclinándome hasta apoyarme en mis rodillas—. Me enteré tarde de que al parecer se ha marchado sin avisar, y no contesta a nuestros mensajes. Sé que no debería preocuparme, porque no es la primera vez que lo hace, pero esta vez se sintió muy distinto. Quizás sean imaginaciones mías.

Paseé la mirada por el patio norte en silencio. No iba a preguntarle por su evidente distanciamiento ni si estaba molesta con nosotras, no al menos directamente. No teníamos por qué permanecer siempre juntas, era obvio, pero sentía que aquel era un tema que nos concernía saber a todas, especialmente Emily.

>>Solo quería asegurarme de que lo sabías, y preguntarte quizás por ello. Mimi siempre se llevó mejor contigo, al fin y al cabo.

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Perdón, de repente me bloqueé un montón aquí y lo siento todo soso ;-;

Se mantuvo los minutos siguientes como un mero espectador, mientras Mao y Laila charlaban. Las observaba con la mejilla apoyada en su palma, mientras probaba el dorayaki que había traído en silencio. Se había sacado la espina de la duda del pecho al saber que todo estaba bien, razón principal por la que había llegado tan rápido, por lo que su misión allí estaba hecha.

Para su sorpresa, notó cómo Laila le acercaba su bento y le preguntaba si ya había almorzado, con aquella suavidad tan suya. La miró a los ojos, como si no creyera que tanta amabilidad concentrada existiese de verdad.

Era un bento pequeño y sencillo pero era de Laila y eso lo hacía especial a sus ojos.

—Solo una soda con los chicos —Le restó importancia, encogiéndose de hombros, pero no apartó la mirada del bento. Cogió con su permiso uno de los palillos, y pudo notar cómo sus ojos brillaron con una emoción casi pueril cuando probó un poco al fin—. Está bueno, ¿lo has hecho tú?

Tuvo que esconder parte de su interés tras aquella pregunta, o acabaría pareciendo un chiquillo enamorado cuando... bueno, realmente lo era.

 

La emoción se vio mucho más notoria, jamás había acariciado un pájaro y no sabía exactamente que esperar.

—¿En serio? Me alegra que le inspiremos confianza, a decir verdad confio en que todos aquí tenemos cosas muy buenas... —Le sonrió, le daban bastante buena vibra los amigos de Liza y quizás, esperaba con el tiempo poder conocerlos mucho mejor y terminar manteniendo una amistad como ya lo hacía con ella.

Finalmente terminó imitando a Hiro y acarició con cuidado el plumaje del ave, formando una pequeña "o" con sus labios al comprobar que era más suave de lo que había esperado —Hola Copito... tu también eres bienvenido a nuestra mesa cuando quieras —Volvió a acomodarse en su lugar, sentía realmente una emoción bastante grande, ya luego le diria a Liza que pudo tocar un gorrión y era bastante suave —. Y concuerdo con Hiro, es bastante bonito.

Abrió la tapa de su bento, siendo algo bastante tradicional a decir verdad, arroz, pescado y vegetales. Si todo salía bien por parte de Liza, el almuerzo terminaría con un punto a su favor con lo mal que había iniciado el día.

—Que todos tengan un buen provecho~

 

—Kotori-chan es muy lindo. Nunca había visto un gorrión blanco—comentó con una sonrisa y en ese momento su mirada se desvió nuevamente al banco donde charlaban Emily y Liza. Todo... parecía ir bien ¿verdad? Cruzó los dedos bajo la mesa—. En el pueblo de la yaya siempre me despertaba con el trino de los gorriones y otras aves. Ahora me despierto con el despertador... y a veces ni eso.

Reconoció avergonzada y se sobó un lado del cuello. Generalmente le costaba porque se quedaba dormida... pero la mayoría de veces era porque simplemente no quería salir de la cama. Esos día grises, monocromáticos y fríos donde el mundo era demasiado difícil de enfrentar, demasiado oscuro y no había motivación ni fuerzas para dar un solo paso. La cama parecía el mejor lugar en el que estar... hasta desaparecer. Hasta desaparecer entre las sábanas como un océano de calma, de paz, de silencio.

Pero no era necesario mencionar eso.

Tomó su bento y abrió el paño que lo mantenía envuelto. Arroz, verduras salteadas y un poco de tonkatsu. Sus ojos de prado se iluminaron nada más verlo y su estómago gruñó con ansias. Con la ansiedad y preocupación no había podido comer apenas nada y su cuerpo empezaba a resentir la falta de alimento.

—Ya va, ya va—dijo Aika con cierta timidez y soltó un suspiro pesado mientras se acariciaba la tripa—. Ya vamos a comer. Pero lo primero es lo primero.

Entonces juntó las palmas de sus manos frente a sí en una enérgica palmada, como si rezara, y tomó aire con lentitud antes de exclamar:

—Itadaki~ma~su~!

 

La miré de reojo cuando se disculpó, frunciendo ligeramente el ceño, desorientada. ¿Por qué lo hacía? Ella no tenía la culpa de todo lo sucedido con Mimi, o al menos no desde mi ignorancia, porque había muchas cosas que se me escapaban. La escuché con atención, reparando en su voz y en lo hastiada que sonaba. Todo esto también debía estar siendo difícil para ella, ¿no?

Asentí con suavidad.

—Lo eres, y tienes todo el derecho del mundo a ser consecuente de tus acciones. Solo... le cuesta. Siempre le ha costado —murmuré, perdiendo la vista al cielo. Mimi era así de protectora con todas pero cuando se trataba de Emily parecía írsele algo de las manos. Ojalá haber podido hablar con ella en su momento, saber su punto de vista. De esa forma ahora ninguna de nosotros se sentiría culpable por algo que no sabíamos si habíamos hecho—. Gracias. Creo que si no te responde a ti, deberíamos perder las esperanzas.

Solté una risa nasal sin gracia, removiéndome en el asiento. Yo también estaba cansada. De no comprender nada y ver cómo todo se rebasaba del vaso ante mis ojos, sin poder hacer nada por evitarlo.

—¿Enfadadas? Solo estamos confusas, Emily. Confusas y perdidas. Por eso me acerqué, para intentar entenderlo —me erguí entonces, colocando las manos sobre mi regazo, y la miré a los ojos, expectante—. ¿Qué es lo que sucede?

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When te das cuenta de que se me mezcló el rol de pokémon y gakkou y ahora narro en primera persona memeo

 

Liza White

Abrí los ojos como un resorte cuando tomó mis manos, notando cómo relajaba el gesto considerablemente, pero la dejé hacer con una ligera sonrisa. Parecía haberle quitado un peso de encima, y no iba a mentir: me sentía algo igual que ella.

—¿Una... fiesta? —ladeé la cabeza, sorprendida. No comprendí muy bien por qué lo mencionaba hasta que me habló del origen del problema en los casilleros, con una tal Anna. Era su amiga y había querido ir a consolarla, tenía sentido, sí. Pero Aika también lo era, ¿cierto? Y se había roto frente a ambas—. Llegué algo tarde para ver lo sucedido, pero alcancé a encontrar a Aika. Me sentí demasiado asustada y perdida y la situación se me escurrió de las manos.

>>Quizás te necesitaba.

La sentí soltar mis manos y la dejé ir sin moverme en ningún instante. Mi tono de voz reflejaba que estaba siendo sincera, que la comprendía y no estaba enfadada, porque no tenía sentido estarlo. Pero no dejaba de ser una chiquilla que intentaba recomponer sola los pedazos de sus amigas. Que la necesitaba más que nunca.

Quizás, en el fondo, solo me sentía impotente y decepcionada.

—No necesitas contárnoslo todo si así lo crees, pero tampoco va a cambiar nuestra imagen de ti si llegas a hacerlo, Em. Se supone que somos amigas, ¿no? Aceptamos todo de nosotras —Arrugué ligeramente la nariz, quizás a modo de reproche—. En cualquier caso, me alegra que hayas hecho nuevos amigos y que estés bien. Me quedo tranquila con eso.

 

Había empezado a comer como si no hubiera un mañana, con verdadera ansiedad y velocidad, y al mismo tiempo su satisfacción era evidente en el rostro. Sonreía y tenía las mejillas ligeramente enrojecidas. Todo estaba tan bueno y ella tenía tanta hambre. Generalmente no tenía los modales más perfectos en la mesa y eso era algo que Mimi, siendo la señorita que era, no dudaba en reprocharle cada vez que tenía oportunidad.

El arroz suave y en el punto de cocción justo, la carne ligera y sabrosa y las verduras salteadas eran un placer al paladar.

Gracias mamá.

Gracias papá.

La comida está tan buena como siempre.

—¿Mmh?—murmuró con los mofletes llenos y las mejillas salpicadas de granitos de arroz, girando la cabeza para encarar a la persona que acababa de hablarle. Su expresión mudó de color y sus ojos se abrieron como platos por el shock súbito—. Emichii.

El arroz terminó desviando su trayectoria y Aika tosió, atragantándose. Mezcla de la sorpresa y los nervios que se habían mantenido desde que la había visto en el patio y que no habían hecho más que acrecentarse al verla allí, pidiéndole hablar a solas. El esfuerzo por liberar su garganta de la molestia le enrojeció el rostro, pero finalmente logró recuperarse y recomponerse con lentitud. Casi a tientas le dio un largo sorbo a la lata de soda.

Soltó un suspiro de alivio. Era curioso. Había deseado morir tantas veces... pero en ese momento, cuando se estaba quedando sin aire, un terror horrible le atenazó el cuerpo.

—¿Q-quieres hablar conmigo?—soltó atropelladamente cuando logró recomponerse. Miró a Liza de soslayo. Se había distraído por el hambre y había pasado por alto el resto de la conversación. Mierda. ¿Había ido bien? ¿Había ido mal? Se mordió ligeramente el labio—. Ah... eeh... c-claro.

Recordaba perfectamente su brusquedad al apartarse. No había sido meramente algo físico. Le había cruzado y partido el corazón en dos. Lo había sentido tan frío y distante que casi ni siquiera pudo reconocer a la Emily que consideraba su amiga en ese gesto. Pero ahora estaba ahí. Ahora se había acercado y no podía negarse. Incluso si no sabía que esperar de todo eso.

Se incorporó de la silla y se acercó a ella. Terminó llevando las manos a los bolsillos de la falda porque no encontraba un lugar mejor donde resguardar su inseguridad. Ni siquiera se sentía del todo capaz de mirarla a los ojos y su voz fue apenas un murmullo bajo y apagado cuando se alejaron unos pasos del resto.

>>¿Vas... a decirme que me odias?—preguntó y soltó una risa por la nariz, resentida. Esbozó una sonrisa ligera. Había verdadero dolor en ese gesto— Porque... está bien. No puedo culparte por eso. Yo también me odio.

 

Era eso... ¿verdad?

Esa maldita otra vez recordándole lo inútil, tonta y torpe que era. Como si estuviese condenada a llevar esa carga sobre los hombros de forma constante.

Depresión.​

No le resultaba extraño que Emily de hecho la detestase. Ella misma lo hacía. Pero quizás era mucho más diestra haciendo la vista gorda y enmascarando sus emociones de lo que había parecido en un principio. Después de todo, desde la muerte de Minato y el accidente había caído en una espiral monocromática. Vivir con el peso de la culpa, sabiendo que las cosas podrían haber sido distintas de no ser por su estupidez, era una carga demasiado pesada. Por eso trataba quizás de huir de los problemas, enmascararlos. ¿Pero cómo hacerlo cuando solo hay problemas a tu alrededor y ni siquiera te afectan solo a ti?

Volvió a mirarla rápidamente al escuchar sus palabras. El tono de absoluta conmoción en su voz. Y entonces, Aika comprendió que había metido la pata hasta el fondo.

La había cagado como las grandes.

¿Disculparse?

—¿Eh?—musitó. Su voz fue más un soplo contenido que un sonido como tal. ¿Emily quería... disculparse? Los engranajes de su cerebro parecieron funcionar entonces y la miró, sobrecogida.

Ahora sí que se sentía idiota.

—Yo... yo solo... no sé por qué dije eso—mintió. Claramente mintió. Porque Emily no sabía de su depresión y no estaba por la labor de preocupar a nadie. Se le escapó una risa nerviosa—. Es una tontería. Olvídalo... ¿sí?

 

El tacto cálido de Emily sobre su flequillo, aunque efímero, fue como una ola que se extendió por todo su cuerpo. Le llenó el pecho de aquella calidez, de ese sentimiento de alivio y le coloreó las mejillas.

Todo estaba bien.

Había hecho suposiciones ridículas. Emily no la odiaba, nada había cambiado realmente entre ella. Estaba allí, siendo la misma Emily de siempre, incluso había tomado la actitud maternal y se había mimetizado con Liza. En ese momento fue todo lo que Aika necesitaba.

Desvió la mirada, culpable. ¿Cómo iba a decírselo? ¿Cómo iba a preocuparle así? Se había callado todo lo relacionado al accidente y al posterior coma. Incluso se había desmayado y había terminado en la enfermería y había guardado silencio. Tenía miedo. Miedo a preocupar a los demás, a preocupar a sus amigas, porque sentía no merecer la compasión de nadie. El accidente fue su maldita culpa. Ella había distraído a Minato mientras estaba al volante del coche y sin embargo, ella había sido la única que sobrevivió.

¿Cómo iba a contar todo eso?

La voz quebrada de Emily la hizo regresar a la realidad. La vio llevarse las manos al rostro tratando de disimular sus lágrimas y el corazón le cayó a los pies. Podía tolerar muchas cosas... pero ver a la gente llorar no era una de ellas. Había estado ahí para tratar de ser un rayo de sol para sus padres y sus hermanos menores. Porque no soportaba el dolor de otros.

Emily no era la excepción.

Dio un paso hacia delante y rodeó su cuerpo con sus brazos, con fuerza. Se había quedado callada como una estúpida, había hablado de más y había terminado por hacerla llorar.

—Hey... está bien Emichii. Está bien ¿si?—le susurró con suavidad y le acarició el largo cabello negro con una mano buscando reconfortarla. La ansiedad y el miedo seguían siendo evidentes en su voz pero por una razón completamente distinta—. No estoy molesta. Solo... me sentí impotente. No sabía qué hacer. Tenía miedo porque tú, Lizachii y Mii-chan sois tan importantes para mí. Tuve mucho miedo de perder eso. Hemos estado juntas desde la primaria, desde que éramos unas crías y...—se le escapó una risa ligera, de profundo alivio. Apoyó la cabeza en su hombro y sorbió por la nariz porque empezaba a sentir ganas de llorar otra vez. Esbozó una sonrisa genuina a pesar de que Emily no podía verla ahora, entre los desprolijos flequillos celestes que se entremezclaban con el azabache—. Claro que te perdono. Por supuesto que lo hago. Yo solo quiero que las cosas estén bien entre nosotras. Como antes de todo esto.

 

Verónica

Reprimí una risita al ver cómo Hiro y Dante acariciaban las plumas de Copito. El gorrión no mostró recelo ante el contacto de personas desconocidas; era muy curioso el lazo que había logrado formar con un ave tan especial como aquella, al punto de que cuando uno depositaba su confianza en alguien, el otro automáticamente asumía que todo iba a estar bien, que no había nada de qué preocuparse. Ayudaba bastante la delicadeza con la que los chicos interactuaron con su pequeño cuerpo, algo que valoré muchísimo.

Acto seguido, comenzamos con nuestro almuerzo. El mío lo formaban vegetales en abundancia y una porción de salmón, acompañados de un exprimido de frutas que traje conmigo en una botella metálica. Todos los nutrientes estaban perfectamente calculados para que el entrenamiento de más tarde, cuando acabaran las clases, resultara más fructífero. Para Copito puse una bolsa de tela en la mesa, repleta de sus semillas favoritas.

—¡Buen provecho para la mesa fantabulosa! —dije con las palmas juntas, agradeciendo los alimentos como solían hacer en este país.

El almuerzo transcurrió con normalidad. Mi dieta era balanceada pero no dejaba de resultarme muy deliciosa. Hacía gestos como llevarme la mano a las mejillas con una sonrisa, expresando lo rico que estaba aquello. Mas en un momento ocurrió algo bastante llamativo, creo que no me habría dado cuenta si Copito no levantaba la cabeza antes, para observar a las dos chicas que se habían acercado hasta nuestra mesa. Una de cabellos castaños cortos y la otra, de lacio cabello negro y preciosos ojos violetas. No pude llegar a saludar porque tenía la boca llena y no quería caer en una descortesía como hablar de todos modos. Solo las miré intercambiar unas palabras con Aika (quien puso una expresión de shock y se atragantó; casi me hizo saltar sobre la mesa para desatragantarla). Ésta se levantó y se fue a hablar con ellas. Tragué finalmente la comida que tenía en la boca. Copito siguió comiendo.

—Espero que le vaya bien con lo que tenga que hablar —fue el único comentario que se me ocurrió hacer. Aunque me mantenía sonriente, me había dejado un poco inquieta la reacción tan abrupta de Aika. Era consciente de que la había conocido recién y que no podía meterse en sus asuntos, ni siquiera sintiendo curiosidad. Quizá cuando fuéramos más amigas…— ¡ Ah! Por cierto, Hiroshi , ¿tú también eres nuevo aquí en la Academia?