Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    Me estaba peleando con mis propias ideas sobre mi vulnerabilidad, pero también estaba luchando con la idea de soltarle apenas una fracción ínfima de mis problemas a una niña de quince años. Volvíamos al mismo embrollo del invernadero, quizás me callaba y luego acudía al exceso porque era más aceptable que soltarme a llorar, ¿pero no acababa llorando de todas maneras? Ahora no es que fuese a iniciar otra sesión de llanto con Beatriz, solo estaba siendo honesto, para variar. Seguía siendo incómodo y extraño, todavía sentía la necesidad de retroceder, de levantar las paredes y encerrarme, pero si no aprendía nada de esto... Si no sacaba nada en limpio, ¿entonces qué me quedaría luego?

    Encima de todo, no sabía si merecía la paciencia de esta niña.

    Pues no merecía la de ninguno de los demás.

    A pesar de todo, cada vez tenía más claro que si alguien podía entender este revoltijo de mierdas que sentía o al menos lo desproporcionado que parecía, más allá de Anna, era esta niña. Era menos intensa en el exterior, menos volátil, pero la manera en que sus emociones se le escapaban de las manos demostraba que poseía el mismo defecto o don que yo, dependiendo de como uno quisiera verlo. Últimamente parecía más lo primero.

    Entre todo pude sacar que la comida me ponía contento y supuse eso era mejor que nada, pero mantuve la vista baja y continué entreteniendo las manos, incapaz de alzar a mirarla. Escuché su suspiro, empuñé parte de la chaqueta y le fui dando vuelta y me limité a escucharla, me esforcé por oírla de verdad, evitando que sus palabras flotaran lejos o se extinguieran contra la pared que yo levantaba. No supe si fue bueno o malo, porque me revolvió más las emociones, y por ello no respondí en voz alta, me limité a respirar y asentir con la cabeza.

    No iba a sacar todos los trapos sucios con Bea, era un sinsentido y tardaría una eternidad, así que sencillamente le di la razón y así, por fin, pretendí dejar la sukajan quieta. Me di cuenta que pretendió buscar mis ojos, pero yo seguía como caballo con anteojeras y mientras Bea hablaba fui alcanzando la bolsa donde había traído su regalo, sin dejar de escucharla.

    —No soy bueno hablando de mí mismo, mucho menos cuando hay algo que me hace sentir mal de por medio —apañé luego de unos segundos—, tampoco tengo idea de cómo cambiar eso, pero quiero dejar de lastimar a las personas. A mis pequeños soles, ¿recuerdas?

    Busqué su silueta con el rabillo del ojo, creí vislumbrar parte de su sonrisa y dejé escapar el aire en mis pulmones en algo que se pareció más a un bufido que un suspiro. Sacudí la cabeza, los rizos que no me había molestado en arreglar por la mañana que estaban o esponjados o estirados siguieron el movimiento, fue como si pretendiera sacarme a mí mismo del embrollo de pensamientos, y extraje la caja de chocolates de la bolsa.

    —Gracias, Bea —dije en voz baja, estirando la mano en su dirección para que tomara la caja.

    Era celeste, ni modo, y la cinta era de un azul oscuro. Encima le había pegado stickers de varias cosas, algunas estrellas, algunos gatitos y un par de flores. Adentro estaban los bombones, mezclados de chocolate con leche, amargo y blanco, había dejado algunos con relleno de fresa, los de caramelo y otros sin relleno, porque sí. Al final metí la mano a la bolsa de nuevo y extraje la tontería que había comprado para ella, haciendo un esfuerzo monumental para no pensar en las cosas de ayer que nunca llegaron a su destino, era un llavero de gatito que me había parecido cute.


    el llaverito en cuestión es así
     
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