Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    Había detalles que preferí omitir en mi respuesta sobre la flor, puesto que, de lo contrario, la vergüenza me habría anegado a un punto que hubiese sido complejo de manejar. M-me habría encantado, de todos modos, comentarle que había pedido a Cay que me tomara una fotografía para ver cómo lucía la Cosmos en mi cabello… Pero no podía decir que hubiese preferido contarle que, durante la mañana del sábado, la había tenido entre mis dedos mientras me revolvía con inquietud entre las sábanas, buscando calma en su aroma, en el tacto de sus pétalos y… en el gesto que la flor representaba, ¿tal vez? D-de cualquier manera, todo lo que le dije fue suficiente para que en el rostro de Ilana floreciera una sonrisa más amplia, que pareció hacerla brillar sutilmente, sin importar la sombra que nos cubría. Su reacción continuó trayéndome calma y, al mismo tiempo, acentuando la timidez de mis ademanes; seguía removiendo las manos sobre mi falda y la miraba con el rostro levemente apartado, ruborizada.

    Pude enfocarme con detenimiento en ella cuando me explicó cómo secar la flor, para que no perdiera su forma ni su color. Yo… ya había pensado con anterioridad en el inminente destino de la Cosmos. S-si debía ser honesta, lamentaba por dentro la certeza inevitable de que se marchitaría. Me gustaba mucho, tal como le dije a Ilana, y además la apreciaba como si se tratara de un regalo. Saber que existía un método para conservar su belleza… me trajo algo que podía definirse como esperanza, ¿tal vez? P-por eso, escuché la sugerencia de Ilana con suma atención, e incluso había detenido el movimiento de las manos sobre mi falda. Saber que un amigo suyo le había regalado una margarita me hizo sonreír tímidamente.

    Las flores eran un regalo encantador, ¿tal vez?

    —S-seguiré… tus consejos —aseguré suavemente; lo que dije a continuación volvió a surgir sin el filtro pertinente, algo en lo que reparé a la mitad de mi frase, sonrojándome en el proceso— Quiero conservar tu flo... T-t-tu flor… P-p-por mucho tiempo… ¿tal vez…?

    Había bajado la cabeza lentamente. Al hacerlo, intenté distraerme en las briznas de césped para no pensar en el calor de mis mejillas, y fue allí cuando, al seguir el recorrido del verde, noté sus salpicaduras en el dorado. Ha… Había bastantes briznas adheridas en las hebras de la chica, p-por lo que a la urgencia de avisar primó por sobre mi bochorno.

    Ilana respondió a mi advertencia, quitándose algunas de encima. Sin embargo, con cierto pesar noté que conservaba un buen número en las zonas que escapaban de su campo de visión. E-estuve a nada de otorgarle un segundo aviso, pero éste se vio interrumpido por el suspiro de la chica y, acto seguido, por el movimiento con el que dejó su espalda apuntando directamente hacia mí, sin previo aviso.

    Parpadeé, la confusión cruzándome el semblante, mientras caía en cuenta del manto dorado que se derramaba ante mis ojos, con sus salpicaduras de verde. La respiración se me cortó momentáneamente cuando me pidió que la ayudara a quitarse las briznas que no podía ver.

    —¿Eeeh? —musité, con un hilo de voz— ¿E-e-estás segura,
    I-Ilana-senpai? Yo… Y-yo, ¡con gusto…! D-digo, c-con gusto te ayudo, d-descuida… Y también… Eeh…T-te hablaré del libro, claro…

    Me había puesto nerviosa por el repentino giro de la situación. Sin embargo, tenerla de espaldas me supuso cierta ventaja, ¿tal vez? P-porque mi bochorno quedaba fuera de su vista y, así, mis nervios no serían indebidamente alimentados. Estaba fuera de los ojos de Ilana, y en su lugar tenía su cabello… que era espléndido, brillante y… Sacudí la cabeza.

    A-antes que nada… Tomé el libro y, desde atrás de Ilana, estiré el brazo por uno de los costados de su cuerpo para dejarlo en su campo de visión y, al mismo tiempo, invitar a que lo tomara. Para que pudiese apreciar el diseño de su portada, donde destacaban una luna llena y un remolque sobre un lago; y el título: El café de la luna llena.
    Y si la chica observaba el libro más de cerca… notaría que, desde el interior del remolque, le estaría sonriendo un gato muy grande… y de aspecto bonachón, ¿tal vez?

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    Mientras Ilana miraba el libro, me acomodé a sus espaldas y, con mucha delicadeza y una exagerada cautela; retiré la primera briznas de césped. El corazón me dio un vuelco cuando, al hacerlo, arrastré sin querer algunas hebras, que regresaron a ella brillando como hilos de oro. Ni de lejos le había dolido, pero aún así estuve a punto de disculparme.

    —Avísame si sientes alguna molestia… por favor —le pedí, mientras quitaba otro par de briznas— Trataré… de ser cuidadosa… contigo…

    >>S-Sobre el libro… —proseguí con lentitud, ya que la concentración que ponía en su cabello aminoraba el ritmo de mis palabras— A-apenas voy por la mitad, pero… c-cuenta la historia de diferentes personajes que están en un momento crucial de sus vidas, ya sea enfrentando el fracaso, el peso de sus decisiones o la necesidad de dar un significado a lo que hacen… Y todos ellos terminan encontrando un café que abre únicamente las noches de luna llena, y que sólo aparece ante quienes más lo necesitan —hice una pausa para quitarle un trozo de césped que quedó justo encima de su oreja, rozando ésta sin querer—. Es el Café de la Luna Llena, el cual es atendido por gatos —sonreí—. Uno de ellos, mi favorito, es el dueño del café. Él lee la carta astral de los personajes del libro, p-podría decirse que hace de maestro y guía para ellos. El libro incluye mucho elemento de astrología occidental, ¿tal vez?

    >>¿Te gustan los gatos, Ilana-senpai? Y… Eeeh… ¿La astrología, tal vez?
     
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    No tenía motivo alguno para presionar a esta muchacha ni a casi nadie, así que simplemente no lo hice más allá de mi pregunta sobre la flor. Por demás, el resto fue una suposición sacada de la proyección de mis propios hábitos; fuese en el bosque de Northwood o en los jardines y parques de Tokyo a veces tomaba una flor, me la llevaba a casa y la secaba. Luego se podían hacer stickers usando cinta adhesiva o pequeñas lamparitas de papel usando bolsas de té o simplemente dejarlas por ahí, como recuerdos.

    En cualquier caso, la margarita de Kakeru tal vez fuese a parar en el libro de mi abuela junto a las demás flores y plantas. Si había espacio en la página de las margaritas, pues quedaba allí, si no le hacía un añadido, uno de tantos. Para la abuela había sido una suerte de enciclopedia, para mí era un cofre de recuerdos. Estaba dándole vueltas a eso cuando ella dijo que seguiría mis consejos y se atropelló con el resto de palabras, solo Dios sabría por qué. ¿Quizás por admitir que quería conservar la flor? A mí no me parecía un gran drama, pero era cierto que yo era mucho más relajada y la ansiedad solo me respiraba en la nunca en casos puntuales.

    Con esta muchacha todas las tablas rechinaban de manera distinta y escucharlas requería de una conciencia distinta, menos personal para no tomarlo como ofensa y comprender que, quizás, el ruido no tenía nada que ver con los demás y era interno. Comprendía por qué Cayden parecía entenderla con facilidad y, a su vez, pude diferenciar a cada uno. Beatriz carecía de la voracidad con que él trazaba límites y se definía a sí mismo, incluso en su dulzura. Esta niña poseía una tormenta, era cierto, pero no parecía ser una que arrasara con los demás.

    Solo consigo misma.

    —Espero que logres secarla —dije en paralelo a mis pensamientos, tranquila—. Y si no, ¡no pasa nada! A veces son un poco caprichosas. Siempre puedo regalarte otra si algo pasa con esa.

    Con el comentario pretendí advertirle de la posibilidad de que la flor, a pesar de todo, se pudiera marchitar, pero que no pasaba nada y que podría intentarlo con otra que yo le regalara. De todas maneras intenté no ser exageradamente efusiva para no hacerla reaccionar de más, sobre todo porque luego sencillamente le entregué la tarea de quitarme las briznas de césped restantes.

    Su pregunta de si estaba segura, aunque la corrigió rápido, fue respondida por mí con un simple asentamiento de cabeza y me quedé esperando por su ayuda y por lo que tuviera que contarme del libro. De hecho lo recibí cuando me lo alcanzó y cuando vi la portada se me escapó un sonido de sorpresa que no pude contener a tiempo.

    Such a big kitty! This is so cute —solté sin filtrar el inglés ni de chiste y me reí—. Look at him. The night sky is so pretty as well, I love it.

    Me acerqué la portada al rostro para no mover la cabeza con tal de no dificultarle la tarea a Bea y me reí al detallar mejor el dibujo, era muy lindo. En sí al portada me parecía super bonita y siquiera me di cuenta de que la chica ya estaba quitándome la hierba del cabello.

    —¿Ah? Ah, sí. No te preocupes, Bea —apañé a lo de avisarle si sentía alguna molestia.

    En todo caso, me enfoqué en ponerle atención a su explicación de lo que llevaba del libro y mientras tanto fui pasando algunas páginas, donde leí uno que otro nombre y cosas así. Otro sonido de sorpresa se me escapó al escuchar que el café lo atendían gatos, cerré el libro y lo alcé pretendiendo mostrárselo a Bea como si no fuese suyo de por sí. A tientas señalé al gatote de la portada, como si acabara de descubrir un nuevo planeta en el cielo o quién sabe qué.

    —¿Este gato tan cute es el jefazo? ¿Y te lee la carta astral? —pregunté muy entretenida de repente y ante su pregunta volví a traer el libro a mí regazo, para husmear un poco más—. Me gustan, sí. Mi abuela le daba de comer a los gatos del vecindario, los callejeros, aunque igual soy más partidaria de que los gatos deberían ser animales de interior y controlar su población, ya que depredan algunos animales endémicos y tal.

    Su segunda pregunta me la pensé en poco.

    —Me gusta, pero no sé tanto como para entender una carta astral completa. Yo soy de Escorpio, al parecer se tiene la creencia de que somos los de peor carácter de los signos de agua, pero me abstengo a declarar... A mí me gusta la parte de que Escorpio busca la autenticidad en todas las cosas, además de que nos gusta la intimidad, quiero decir, conexiones reales —reflexioné pasando una página. No me puse a decir que se nos tachaba de hambrientos por el poder o manipuladores, porque no creía que fuese del todo cierto, ¿pero no era yo quién había accedido a sostener la otra punta del pacto de silencio?—. ¿Tú sabes de qué signo eres, Bea?

    ¿No avanzaba, escuchando los sonidos bajo mis pies?

    >>Me gustaría ir al café de estos gatitos —murmuré después todavía ojeando el libro y me reí por lo bajo—. Seguro me ordenarían un poco las ideas.
     
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    Momentos atrás, Ilana me había deseado éxito en mi cometido de secar la Cosmos, la sola frase me llevó a entender que el proceso quizá no saliese de acuerdo a mis deseos. Saber que podría marchitarse a pesar de mis esfuerzos me hizo suspirar por lo bajo, sin darme cuenta. Seguía con la mirada puesta en mis rodillas, porque aún no terminaba de lidiar con la vergüenza de haberle dicho tan sueltamente que deseaba conservar su obsequio por mucho tiempo. Pero cuando ella me dijo que siempre podría regalarme otra flor, elevé el rostro.

    —¿D-de verdad…?

    Mi voz había surgido en un tono ambiguo, que osciló entre la ilusión, la sorpresa y la vergüenza. Lo mismo podía afirmarse de mis ademanes físicos. A falta de decir algo mejor, me había puesto a juguetear con la tela de mi falda, a veces entrecruzando los dedos índices entre sí. El rubor encendía mis mejillas, pero éste era suave en comparación a mis otros tantos sonrojos.

    En la timidez de mi semblante alcanzó a divisarse el amague fugaz de una sonrisa, muy pequeña.

    Todo siguió arremolinándose, ya que, acto seguido, Ilana dejó su pelo a disposición de mis dubitativas manos. Me había sentido intimidada por la magnitud de su muestra de confianza y, por otro lado, ante el aspecto de su cabello. Era de un color claro espléndido, lucía muy bien cuidado y destilaba hermosura. ¿D-de verdad podía tocarlo… así como así? P-para colmo, mi mente intentó hacer una necia comparación contra mi melena corta y oscura, ante lo cual sacudí la cabeza para ponerle freno. ¡A-ahora mismo, l-lo más importante era quitar el césped sin quebrar una sola hebra, ¿tal vez?!

    Antes de ponerme manos a… ¿a la obra…?, la chica reaccionó con cierta efusividad al ver el libro que había dejado en sus manos. No me costó en lo absoluto entender los comentarios que hizo sobre la portada, gracias a que contaba con un buen dominio del inglés. Asentí para acompañar sus dichos, incluso si no podía verme por encontrarme en su espalda, y quizá fue por éste mismo detalle que no hice esfuerzo alguno en filtrar la ternura con la que sonreí. Que reaccionara de esa forma a algo que me gustaba… me hizo sentir una calidez. Supo dulce, ¿tal vez?

    —¿Verdad que es precioso? —convine— Q-quiero decir… El gato, el cielo, el remolque. O sea… t-todo, ¿tal vez?

    Comencé a quitarle el césped del cabello, pasando por el breve susto inicial por el que estuve a punto de disculparme, en mi mala costumbre de ser exagerada e intensa con ciertas pequeñeces. Sólo cuando ella me pidió que no me preocupara, con su voz tan suave, fue que me permití tranquilizarme. Pescaba cada brizna con los extremos de mis dedos, poniendo empeño en tocar su cabello lo menos posible, para luego retirarlas con movimientos suaves. Al mismo tiempo, le expliqué la historia de
    El café de la luna llena, al menos en sus rasgos generales, y fue en la mención de los gatos donde otro sonido de sorpresa brotó de la chica, que en ese momento lo hojeaba. Cuando lo alzó sobre su cabeza para señalar al gato de la portada, me elevé sobre mis rodillas para volver a detallarlo. Sus preguntas me sacaron una sonrisa suave.

    —Así es… —confirmé tímidamente.

    Si no añadí nada más en ese momento, fue porque me dediqué a oír sus respuestas. A Ilana, como a mí, le gustaban los gatos; mencionó que su abuela alimentaba a los callejeros y que era partidaria de que fuesen animales de interior y mantener bajo control su demografía, sobre todo por las otras especies que depredaban. Su respuesta me resultó muy amplia e interesante, ¿tal vez? N-nunca me había detenido a pensar, por ejemplo, en la influencia que los felinos podían tener sobre el ecosistema.

    —A mí también me gustan los gatos —dije, distraída en las briznas adheridas en los extremos, donde eran más abundantes— E-en mi casa no tenemos mascotas, p-pero… de vez en cuando, el gato de una vecina viene a visitarme. A veces le doy atún…

    Esto lo dije aprovechando la pausa que se permitió para pensar la pregunta en torno a la astrología, sobre la que me dio una respuesta tan detallada e interesante como la anterior. Mi dedos pescaban aquí y allá, sutiles como el picoteo de un ave; cada vez quedaba menos para terminar la labor de dejar limpia su cabellera. Mientras tanto, Ilana dijo que le gustaba la astrología pero que no tenía el conocimiento suficiente como para comprender una carta astral, lo que me resultó comprensible pues me encontraba en una situación parecida; lo justo, más bien, era decir que sabía mucho menos del tema, pues estaba dando mis primeras incursiones en la astrología a partir de mi lectura de
    El café…. Por demás, la chica me contó que su signo era Escorpio, ofreciéndome un panorama sobre lo que solía decirse del carácter de quienes poseían ese signo. Destacó los rasgos de la búsqueda de autenticidad y del gusto por la intimidad, entendido éste como la fundación de conexiones reales.

    —Yo… soy de Tauro —respondí a la pregunta que me hizo al final—. S-según lo que he leído… supuestamente, s-somos seres decididos, pragmáticos y con una gran fuerza de voluntad. Adoramos sentir seguridad y, por otro lado, podemos tender hacia la terquedad y el mal genio. También se dice que idolatramos… l-la belleza, la fidelidad y el cuidado… —agaché la cabeza, sin saber por qué me sentía avergonzada— Yo n-no sé qué tanto me definan esas cosas, p-pero… Me gusta la parte de… de la fuerza de voluntad… y lo del cuidado… Y s-supongo que... encuentro tranquilidad en lugares y personas que me hacen sentir... segura.

    Retiré las últimas briznas de césped de su cabello, le acomodé los mechones que habían quedado desordenados, no lo pensé mucho en ese momento. Murmurando un “Listo” por lo bajo, volví a acomodarme a su lado, para poder mirarla mientras murmurar que le gustaría visitar el Café de la Luna Llena. Asentí, esbozando apenas una sonrisa tímida.

    —Somos dos… —secundé— E-En este café… son los gatos quienes deciden qué vas a beber y comer; es algo así como un menú omakase. Te sirven cosas con nombres como “Tortitas con mantequilla de luna llena” o “Triffle de Acuario”. N-no sé qué sabor tendría algo así, pero… me gustaría probarlos, ¿tal vez? —hice una pausa, pensativa— Y el dueño es genial. Dan ganas de abrazarlo.

    Mientras decía esto, saqué mi móvil. Tras abrir la galería, enseñé a Ilana una ilustración que me había guardado, que era del mencionado personaje.


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    Última edición: 3 Agosto 2025
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    La manera en que Beatriz alzó la mirada ante mi oferta de regalarle otra flor me estiró una sonrisa en el rostro y me di cuenta que allí el suelo no se quejó, no lo hizo a pesar de que su tono estuvo manchado de emociones revueltas. No era difícil imaginar que darle comodidad a esta chica se basaba en ignorar sus nervios excesivos y, quizás, atender a lo que parecía querer aunque no comunicaba muy bien.

    Asentí con la cabeza como toda respuesta, a la vez atendí a la sonrisa que había asomado en sus labios y pensé que debajo de esas toneladas de ansiedad la niña era, de hecho, muy bonita. Era casi irónico que parte de sus colores coincidieran, medios invertidos, con los de Katrina con su personalidad impredecible y fuerte. Beatriz daba la sensación de ser más frágil, al menos emocionalmente hablando.

    —Es bellísimo —secundé a sus propios comentarios sobre la portada del libro y me reí por lo bajo—. Sí, todo el conjunto lo es.

    Siquiera notaba cómo me quitaba el césped del cabello, sus movimientos eran delicados y yo no estaba prestando ni una pizca de atención, ocupada con el libro. Ella me confirmó que el de la portada era el dueño del café y mi sonrisa se suavizó, era muy adorable imaginar un gran gato manchadito poniéndote un café y hablándote de las estrellas.

    Confirmé que me gustaban los gatos, mi respuesta me recordó por qué Kakeru decía que yo era la experta y la suerte de chiste interno me hizo soltar una risa nasal. De todas formas, atendí a su propia respuesta y me pareció tierno que le diera atún al gato de sus vecinos, además de que luego de ver lo de Copito con Melinda estaba segura de que los animales seguro relajaban a esta chica.

    —Si algún día en tu casa se animan a tener una mascota espero que me cuentes todo al respecto —solté en mis siempre presentes arrebatos de llevarme puesta a la gente.

    Ella me contestó lo de su signo, resultó ser de Tauro, un signo de tierra, y se me ocurrió que sus nervios tan a flor de piel no parecían muy propios de los supuestamente estables signos de dicho elemento. Habría estado gracioso saber que su dichoso big bro también era de ese elemento. En cualquier caso, me explicó algunas cosas del signo y como no la conocía mucho no podía opinar a profundidad, pero lo del cuidado me hizo sonreír mientras seguía viendo el libro.

    —Eres la chica de las curitas, yo digo que lo del cuidado pega bastante —dije con tranquilidad y también sumé algo en su susurro—, también lo de que encuentras tranquilidad con quienes te sientes segura. Lo noté mucho el otro día, en el invernadero.

    Me había avisado que ya estaba listo lo de mi cabello y había regresado a mi lado, así que habiendo dicho eso le dediqué una nueva sonrisa. De paso cerré con delicadeza el libro, lo dejé con cuidado frente a ella y presté atención a lo que decía sobre el Café de la Luna Llena. Por un momento alcé la vista a la copa del árbol, preguntándome qué me servirían a mí los gatos, pero su comentario de que daban ganas de abrazar al gatote me hizo reír y al devolver la vista abajo reparé en la ilustración que me enseñaba.

    No way! Es cierto, dan muchísimas ganas de abrazarlo —solté sin conferirle una gota de pensamiento—. Mira su carita, se ve muy... como reconfortante. ¿Qué es lo que más te ha gustado del libro hasta ahora, Bea?
     
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    —¿Beatriz?

    La voz ajena, masculina y de un tono suave, me alcanzó luego de unos minutos de inmersión en mi lectura. Un latido brincó con intensidad, a l-la vez que sensaciones contradictorias se disparaban. N-no supe, para colmo, si di un respingo por la sorpresa. Me giré… hacia la persona que me miraba de pie, desde uno de los costados de la banca que había elegido para sentarme, junto al cerezo del patio norte.

    —Hu… Hubert-senpai —llegué a decir, lo que consideré tan milagroso como el hecho de seguir mirándolo al rostro— B-B-buenos días…

    El chico me sonrió, justo como había ocurrido ayer en el pasillo: amable, gentil y cálidamente. Intenté regresar su sonrisa, p-pero… m-me había cohibido hasta un punto que me fue imposible, quedando todo en un patético amague de mis labios. Aparté el rostro, avergonzada, y agradecí a la voluminosa nube que, en ese momento, se interpuso entre el sol y nosotros. La sombra que cubrió el patio norte haría menos evidente el rubor que me cubría las mejillas, ¿tal vez?

    —Buenos días —dijo él; vi de reojo cómo llevaba un índice a su mejilla—. Disculpa la interrupción, parecías muy concentrada en tu lectura.

    —¿Eh…? —musité; demoré un par de segundos en recordar que aún tenía el libro abierto sobre mi regazo; lo cerré repentinamente, con un sonido sordo— ¡N-no es nada…! De… ¡D-de verdad…! Yo sólo… q-quise distraerme leyendo unos minutos en el exterior, porque el día está agradable, ¿tal vez? P-pero… N-no interrumpes nada… Descuida…

    No sé de dónde saqué las fuerzas para saltar mis barreras; pero logré voltearme por un instante, y mostrarle una sonrisa tímida con la que quise tranquilizarlo. Ya nos habíamos visto otras veces, y algo me decía que su gesto con el índice nacía de la duda, la vergüenza o la incomodidad, ¿tal vez? D-de hecho, al verme sonreír… Hubert bajó la mano y pareció aliviado…

    Yo… No podía culparlo…Últimamente me ponía muy nerviosa en su presencia… M-Más de la cuenta, quiero decir. Dudaba que algo así le fuera ajeno.

    Sólo rezaba para que no intuyera el por qué.

    Que jamás encontrara el secreto que habitaba en los ojos de cielo.

    —Eso me tranquiliza —dijo, manteniendo su sonrisa— ¿Puedo sentarme un momento, entonces?

    Mi corazón chocó con fuerza, creí que la respiración se me iba a cortar. Me estremecí ligeramente sobre la banca, la timidez hervía por todas partes, y contra mi voluntad terminé apartando el rostro. Asentí, moviendo la cabeza apenas unos milímetros.

    —Cla… Claro…

    En cuanto sentí que ocupaba lugar a mi lado, me pregunté si fue buena idea permitir que se acercara. Mi corazón estaba cada vez más acelerado. Latía con una mezcla de vergüenza y expectativa. El momentáneo silencio del chico no ayudó en lo absoluto a tranquilizarme… Sólo cuando habló de nuevo, entendí que se había tomado unos segundos para observar la portada del libro:

    El café de la luna llena —recitó, lo cual me hizo girarme hacia él, confundida.

    —¿Lo… lo conoces?

    Hubert se había sentado a un cuerpo de distancia, otorgándome un respetuoso espacio, supuse que su intención fue no incomodarme. Con la sombra que cubría el patio, su cabello se veía tan oscuro como una mancha de tinta, y sus ojos se convertían en dos agujeros infinitos. Debí hacer una fuerza descomunal para que, en mi cabeza, no asomara esa palabra.

    Lindo.

    —No, pero me llamó la atención la portada. Es muy bonita —comentó, y tras echarle otro vistazo, sonrió con un dejo de diversión— ¿Es un gato lo que veo?

    —¿Uh...? —parpadeé, como si despertara de un trance— ¡A-Ah! S-sí... —giré parte del cuerpo y alcé el libro para que pudiera verlo mejor; aproveché para ocultar buena de mi rostro detrás del mismo, sólo mis ojos asomaron por encima de su portada— T-trata sobre un café que sólo aparece en noches de luna llena… está regentado por gatos, y éste es el dueño. Le lee la carta astral a sus clientes…—regresé el libro a mi regazo, cuya portada quedé observando— Es adorable y también muy sabio... Como un maestro, ¿tal vez? S-siempre busca guiar a sus clientes, para que regresen al camino que las estrellas tienen reservados para ellos… —dudé un momento, hasta que me animé a añadir un comentario; lamentablemente, no sin ruborizarme una vez más— Una vez p-pensé que… que p-podría gustarte el libro por eso mismo... ¡A-aunque sé que la astrología y la astronomía son cosas completamente distintas, ¿ta vez…?!

    No lo veía. Pero sabía que sonrió, sin quitarme los ojos de encima. Siempre me sonreía… Jamás faltaba a la honestidad cuando lo hacía…

    —Ambas conectan con los cuerpos celestes, a su manera —apuntó, conciliador—. Me gustan las historias que toman las estrellas y el universo en sí mismo, como centro de sus narrativas. Y, de hecho, me parece oportuno que tengas en tus manos un libro así… —percibí un sonido susurrante proveniente desde su lugar… como si estuviera sacando algo de su maletín— Creo que combinará a la perfección con esto…

    Sentí curiosidad por sus palabras. Al mismo tiempo, por la visión lateral noté que me extendía algo de color azul oscuro. Por su forma rectangular, creí por un momento que, a lo mejor, se trataba de otro libro. Me giré lentamente, cuidando de no chocar accidentalmente con sus ojos y… Bajé la cabeza, hacia lo que me ofrecían sus manos.

    Era una caja, salpicada de brillantes estrellas doradas. Una luna llena destacaba en el centro de su tapa.

    Abrí mucho los ojos. Miré a Hubert. Algo de mi expresión pareció causarle ternura, o eso creí interpretar por el modo en que su sonrisa se suavizó. Con un firme movimiento de manos me instó a agarrar la caja, en cuya esquina había un pequeño lazo plateado. La tomé, y por un momento noté cuán pequeñas y blancas eran mis manos junto a las suyas. Cuando miré la caja más de cerca… sentí un matiz de aroma a chocolate. Enrojecí.

    Volví a sentir muchas cosas juntas.

    Otro intenso relámpago.

    —Hubert-senpai… —musité, sin poder creerlo— ¿D-de verdad…? ¿Tú hiciste… todo esto…? —posé los dedos sobre la luna.

    —La caja y los chocolates —confirmó él, mirándome— Tu apellido… Proviene del español, ¿no es así? Significa “Tsuki”.

    Me giré, sorprendida.

    —A-a-así es… P-pero… No recordaba… que te lo había dicho…

    Sonrió.

    —No lo hiciste… —dijo, confundiéndome más aún— Pero tenía una corazonada, así que averigüé por mi cuenta… —hizo una pausa, pareció dudar— Es bonito que tu nombre contenga la luna.

    Contrario a lo que los dos esperamos… Una risa, fugaz y solitaria, me brotó del pecho. Sonreí, no supe si enternecida o nerviosa, y sentí las lágrimas queriendo escapar de mis ojos. Me conmovía... Me conmovía profundamente que se hubiera tomado tantas molestias por mí. D-de hecho, no debería extrañarme, ¿tal vez?: Hubert era así. Pero tratándose de él, de entre todas las personas, esto impactaba fuerte. Mucho más fuerte. Hice fuerza para contener las lágrimas.

    —Gracias… D-digo… Por lo de mi apellido y esta caja… Es preciosa —dije con sinceridad—. Es preciosa... M-me… Me encanta. No sabes cuánto...

    Le sonreí nuevamente, mirándolo directo a los ojos, con un nudo en la garganta. Él se detuvo en mi mirada un instante... manteniendo su sonrisa serena, impasible. Finalmente asintió con solemnidad y se incorporó, lo que me hizo parpadear. Se llevó el índice a la mejilla.

    —Debo ir a la biblioteca; a regresar un libro, precisamente —dijo; me miró, pensativo— No sé si planeas quedarte un poco más. Podemos subir juntos, si quieres.

    Me encantaría.

    —L-L-Leeré un poco más —respondí— S-si no es molestia… L-lo siento. Y perdona por… no poder darte chocolates a cambio, ahora. T-tengo intención de hacerlos, p-pero soy mala en la cocina… ¡A-aun así…! ¡P-prometo que recibirás algo… a-antes de que termine la semana…!

    Me miró de pie, dedicándome una gesto tranquilizador con la mano. Una brisa ligera desprendió algunos pétalos del cerezo, que cayeron entre nosotros.

    —Tú eres tú —dijo, sus palabras me recordaron en parte a las de Jez; las sentí como una especie de consejo—. Ve a tu ritmo. No importa si es esta semana o la siguiente. Los estaré esperando, Luna.

    Con una última sonrisa, el chico giró y emprendió su regreso al edificio. Sin darme cuenta, me quedé observando su espalda, su cabello, su manera de caminar. Con las mejillas encendidas y un calor que me quemaba el corazón, mientras procesaba aquellas palabras y su amabilidad, tan infinita que bien podría llegar a las estrellas. Sólo cuando lo perdí de vista, me quedé mirando la caja, que ahora reposaba en mi regazo junto a El café de la luna llena. Sonreí con inmensa suavidad, mientras luchaba por desatar el nudo de mi garganta.

    La dulce tormenta... había crecido.
     
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    Zireael

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    Haberle robado una comida de boca a Rowan y llegar a encontrarme una bolsita de chocolates en mi pupitre no estaba en mi bingo card de ese día, para nada, de hecho me hizo gracia. No era que yo fuese a recibir regalos de mucha gente ni nada, siquiera me interesaba, pero no hacía falta para saber de dónde provenían incluso antes de husmearlos. Tan bonita, ¿debería reaparecer y ver qué pasaba? Sin duda la idea era tentadora.

    De cualquier forma, los guardé de momento y cuando sonó la campana los tomé antes de salir de la clase y comenzar a bajar las escaleras. En el trayecto a la cafetería me comí uno, antes de salir al patio compré un sándwich y salí al patio. Las nubes liberaban el espacio de algo del calor, de forma que pude navegar el espacio sin prisa hasta que encontré sombra en un árbol más allá del cerezo.

    En vez de almorzar primero, me quedé mirando la bolsa y comí algunos chocolates más. Estaban muy ricos y una tampoco era de piedra, ¿o sí?

    relleno de reacción a los chocolates de Emi-chan, Kat queda a servicio del pueblo cuz why not
     
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    Amane

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    Mi más que evidente angustia respecto al asunto no consiguió amedrentar de ninguna manera a Morgan, que más bien parecía estar pasándoselo genial a mi costa con todo aquello, y aunque sabía que era ingenuo de mi parte, la realidad es que no pude evitar sentir una deje de esperanza cuando vi que empezaba a recoger sus cosas. ¿Sería ese el histórico día en el que pudiera decir que había apelado al oscuro corazón de Morgan? ¿Existían los milagros, quizás?

    ...

    No, por supuesto que no.

    —No creo en la existencia de "fantasmas buenos" —repliqué, haciendo comillas con los dedos para recalcar mi punto, y no tardé en recuperar el tono casi de berrinche mientras me cruzaba de brazos—. Es un invento de Hollywood para que nos confiemos. Trust me, sé de lo que me hablo.

    Era obvio que un poco estaba exagerando mis reacciones por la gracia, aunque tampoco negaría que la base de mi aflicción era bastante genuina. Dejé escapar un suspiro pesado, con lentitud, y negué un par de veces con la cabeza antes de girarme para abrir la puerta, con incredulidad.

    >>Por supuesto que quieres llevarme fuera de la escuela para invocar un demonio —seguí quejándome mientras salía del edificio tras ella, caminando en dirección a la valla aun así—. Si me pasa algo, vas a estar legalmente obligada a cuidar de Kashya, que lo sepas. Y si no lo haces, el próximo fantasma que invoques probablemente sea el mío, avisada quedas...
     
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    Zireael

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    Por la mañana guardé los chocolates que había preparado para Kenneth y, por una vez en la vida, me preparé para llegar a tiempo a la academia en vez de llegar tarde como casi siempre. En medio de la entrega de regalos de ayer con Sasha no es que hubiese olvidado su pedido, así que mientras iba de camino le envié unos mensajes.

    Good morning to the prettiest girl
    Just for the record, pensaba darle su regalo a Kenny ahora temprano
    Digo, para que no te mueras. Just in case, u know
    En el patio norte cuz why not, I'm a romantic


    Quería montar un poco el numerito, así que en mi paso por los casilleros revisé el del chico y le pegué un post-it adentro donde no se lo fuese a perder. Me quise reír por mi propio plan, pero continué como si fueran los preparativos para escapar de una prisión o algo. En fin, que el papelito rezaba lo siguiente:

    Estimado Kenneth a.k.a Kenny
    Esta mañana se solicita su presencia en el patio norte
    Atte: Tendrás que ir para averiguarlo


    Con el misterio comenzado, cerré el casillero, me cambié los zapatos en el mío e hice el camino hacia el patio. Al llegar me senté en la banca más próxima, dejé la mochila a un costado y extraje la caja, dejándola en mi regazo. La suya era blanca rodeada por una cinta azul, claro, porque yo era un hombre de detalles.

    Amane un pendejo por acá

    y Gigi Blanche porque Maze es un hombre de palabra y no queremos que Sashie se muera, viste? uwu (?
     
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    Amane

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    ¿Quién lo hubiera dicho? Le había regalado una Ouija a Morgan y había sobrevivido otro día para contarlo; esas cosas le daban ganas de vivir a uno, oye. Consideraba que aquella semana había sido todo un éxito, pues mis entregas de chocolate habían acabado con dos muchachas lindas muy contentas and, honestly, ¿qué más podría pedirle a la vida? Por lo demás, llevaba relativamente poco tiempo en la escuela y no había hablado con tantas personas, así que no había estado entre mis planes recibir nada durante esos días.

    Esos planes se vieron desbaratados cuando, aquella mañana, fui recibido con un misterioso post-it dentro de mi casillero. La invitación era muy clara y directa, y aunque en aquellos momentos no tenía mucha idea de quién podía haber sido el perpetrador, ni por un segundo se me ocurrió desechar un detalle tan bonito. Me cambié los zapatos, pues, y me dirigí al patio norte a paso tranquilo, con la nota todavía en mi mano.

    Distinguir a David sobre uno de los bancos fue inevitable, así como también lo fue notar la caja blanca que tenía sobre su regazo. Una sonrisilla divertida me alcanzó los labios al entender por dónde iban los tiros, aunque rápidamente la disimulé mientras me acercaba a su posición; ¿por qué no hacer un poco de teatro inofensivo? Cuando llegué al lado del muchacho, mi semblante era un perfecto cuadro de genuina curiosidad y algo de confusión.

    —Buenos días, Maze, ¡qué casualidad encontrarnos! Y qué bien me viene, también, porque mira lo que acabo de encontrar en mi casillero... —murmuré, estirando la mano para mostrarle la famosa nota—. ¿Tienes idea de lo que pueda significar~?
     
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    Mientras esperaba al muchacho me dediqué a mirar el patio frente a mí, los árboles, el cerezo y el cielo. Soplaba un viento frío que contrastaba con la época del año, pero en mi premura por llegar temprano a la escuela me había puesto encima el blazer y punto, ¿no me cagaría de frío? De momento solo era un poco incómodo, pero no era que fuese a darme una hipotermia.

    Me entretuve murmurando una canción por lo bajo, la primera que me alcanzó la cabeza, y estuve así un rato hasta poco antes de que creyera notar la presencia en el patio. Por supuesto me hice el tonto, dejándolo acercarse, y solo alcé la vista a él cuando llegó a mi lado, dedicándole una sonrisa que pecó hasta de inocente y se ajustó bastante la curiosidad y confusión en su semblante.

    —Buenos días, Kenny —contesté inclinándome para mirar la nota que yo para nada había dejado en su casillero y la inspeccioné como si fuese la pista de un crimen cometido a plena luz del día—. Depende, podría ser una invitación a contemplar la belleza de este patio junto a alguien...

    Al decirlo señalé el espacio con un movimiento de mano algo exagerado, después volví a mirarlo y ensanché la sonrisa. Me mantuve así algunos segundos hasta que relajé las facciones y luego me puse algo más serio.

    —También podría ser una trampa para secuestrarte y arrojarte a un agujero luego de cobrar una recompensa —advertí, negando con la cabeza—. ¿No debiste pensar más en tu seguridad antes de seguir las indicaciones de una nota, Ken?
     
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    Amane

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    Maze se acopló a mi tontería con una facilidad digna de elogio, lo que a su vez me permitió que me sintiera todavía más cómodo a la hora de alargar el teatro. Esperé con toda la paciencia del mundo a que él leyera la nota y abrí un poco los ojos cuando me dio su conclusión, sorprendido por la misma. Me llevé la mano al mentón y asentí un par de veces con la cabeza, a ritmo lento, como si estuviera procesando aquella información por primera vez en mi vida.

    Miré a nuestro alrededor con una sonrisa ligera, admirando el paisaje que me estaba mostrando, y estuve a punto de darle razón al volver mi mirada sobre él, pero en ese momento vi que su semblante se había tornado bien serio y me callé. Lo que dijo después me hizo soltar una risa de genuina diversión, una que no pude disimular por el bien del teatro, y me dejé caer a su lado con un suspiro resignado, encogiéndome un poco de hombros.

    —¿Qué puedo decir? Me gustan las aventuras de riesgo —admití, con un tono de voz casi de derrota.

    No pasó mucho tiempo hasta que deslicé la vista a su regazo, dejando ver algo de sorpresa al distinguir la caja que ya realmente ya había visto al inicio, y subí a sus ojos con las cejas algo alzadas, recalcando el sentimiento.

    >>No me digas que estabas esperando a alguien. ¿También has recibido una nota? ¿Será que alguna mente maestra ha pretendido juntarnos para hacernos algo? We better be alert!
     
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    Zireael

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    Él continuó en la misma nota, como había esperado, pero eso no quitó que me hiciera su debida cuota de gracia verlo asentir y procesar toda mi verborrea sin sentido como si fuese una primicia. Le tiré la carta de "mira este paisaje tanto bonito" e inmediatamente después de la "podría secuestrarte y no pusiste resistencia" de forma que si quiso decirme algo tuvo que frenarlo y su reacción siguiente fue una risa. Ni siquiera por el bien del show pudo disimularla y se contagió a mí aunque la convertí en una sonrisa divertida.

    —De mucho riesgo, puedo asumir —bromeé en voz baja.

    Lo dije por decir, la verdad, y de todas formas él pronto deslizó la vista al para nada disimulado obsequio que tenía en el regazo. Tuve que contener las ganas de sonreír con más amplitud, por el bien de mi propia película, y ante sus palabras alcé un poco la caja como si recién me hubiese acordado de ella. No hice el amago de entregársela, en su lugar me incliné apenas en su dirección.

    Maybe I have —contesté manteniendo el misterio—, ¿seremos víctimas de un poder superior que nos ha reunido aquí por algún extraño motivo?

    Al final solté la risa, no pude evitarlo, y regresé a mi espacio lentamente. Guardé silencio un momento con la vista puesta en el patio, en las hojas sacudidas por el viento, y entonces por fin deposité la caja sobre su regazo. El movimiento fue suave, casi delicado.

    —Debo admitir que hay algo especial en dejar notas, pero lo bueno de todo esto, Kenny, es que no planeo secuestrarte —bromeé medio girando el cuerpo para mirarlo—. Lo mío es más hacer obsequios en lindos lugares. The fact that it is for a handsome boy makes it better, of course.

    [​IMG]
     
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    Amane

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    —Well!
    —exclamé en respuesta a su propia pregunta, dando una pequeña palmada que acabó uniéndome las manos sobre mi regazo—. Supongo entonces que solo nos queda esperar y ver si la gran mente maestra se deja ver.

    La espera no duró mucho, de todas formas, ¿y es que acaso tenía sentido alargar mucho más la broma? Estuvimos un rato en silencio, cada uno observando el paisaje a su propio ritmo, y no fue hasta que sentí un ligero peso sobre mi regazo que aparté la vista del cerezo, intercalando la misma entre la caja que ahora me pertenecía y el muchacho a mi lado. Primero le sonreí con diversión renovada, pasándome el dorso de la mano por la frente para mostrar mi alivio por no ser secuestrado, y a los pocos segundos suavicé la expresión, bajando de nuevo la mirada hacia la caja de bombones.

    Habíamos estado tonteando un poco, era cierto, pero casi siempre había sido con Sasha presente y, vaya, no esperé que se acordara de mí con toda esta tontería de la semana. Era cálido, no podía negarlo, y mi sonrisa solo siguió ensanchándose a medida que abría el lazo y la tapa, revelando los chocolates de su interior.

    >>Muchas gracias, David, no me lo esperaba para nada —murmuré, levantando la cabeza para poder dedicarle aquella sonrisa enternecida que decoraba mis labios—. The fact that it comes from a handsome boy makes it better, of course~ —imité sus palabras con un ligero tono de broma, guiñándole apenas el ojo en el proceso—. ¿Son caseros, quizás?

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    Zireael

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    Su resolución a mi pregunta estuvo a nada de hacerme reír de nuevo, ¿pero podían culparme? Esto era una tremenda estupidez de principio a fin, ya mejor que alguien nos reconociera la labor de sostenerla de más. Una cosa sí tenía que admitir, de mente maestra no tenía una pizca y lo sabíamos los dos, yo solo había dejado un papelito en su casillero, ¡no podría planear nada más elaborado! ¿O tal vez sí? Ahora me quedaba la duda.

    Al dejar de sostener el teatro Kenneth apartó la vista del cerezo, intercambió la vista entre el regalo y yo y noté la diversión en su sonrisa, hasta pretendió mostrar su alivio de no ser secuestrado limpiándose la frente y ahora sí me permití reír. En todo caso, sus facciones se suavizaron y las mías también, a la espera de su reacción. No me había parado a pensar hasta esta semana que, bueno, tampoco era que tuviera amigos en sí. Durante bastante tiempo no había tenido nada y no me quitaba el sueño, pero al ver el cartel había pensado en Sasha y en Ken y supuse que eso era un cambio.

    Quería agradecerles.

    No conté con que fuese a abrirlo de inmediato, pero así fue y así reveló la serie de nueve bombones. Los suyos se intercalaban entre chocolate con leche y chocolate oscuro, pero también tenían el drizzle de chocolate blanco con que había decorado los de Sasha, y también variaban las figuras, que un corazón random por allá, unas estrellas y los perritos. Los suyos estaban rellenos de caramelo únicamente, para ir a lo seguro, pero no quitaba que los hubiese preparado con cariño también.

    Cuando me agradeció y levantó la mirada el tinte de su sonrisa me resultó cálido, puede que hasta me causara algo de ternura. Que se robara mis propias palabras me hizo soltar la risa de nuevo, esta vez poco faltó para que se convirtiera en una carcajada y no lo pensé demasiado al volver a inclinarme hacia él, esta vez apoyando mi peso en su costado.

    —Hombre, pues claro que son caseros —le dije como si fuese una obviedad bajando la mirada a los bombones y luego buscando sus ojos—. Solo lo mejor de lo mejor para mi muchacho, ¿qué te puedo decir?

    Lo dije con tono de broma, claro, pero puestos en ello era verdad. Me reí de nuevo, pero en vez de retroceder a mi espacio me quedé aplastado a su costado.

    —Ojalá te gusten, Ken. Luego dime si te gustan más otros postres también o ciertos sabores, me gusta cocinar así que puedo compartirte de las cosas que preparo.

    [​IMG]

    gracias por prestarme al muchacho JAJAJA i lov him very much u///u and so does my son
     
    Última edición: 2 Septiembre 2025
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    Zireael

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    Antes de que apareciera Arata le había escrito a Vero para pedirle la chaqueta de regreso cuando pudiera y me desentendí del teléfono. Sabía que lo que se venía no era mejor, que de hecho seguro sería casi tan caótico y messy como lo de ayer, ¿pero de quién era la culpa? No podía quejarme, siquiera sabía si tenía derecho a llorar algo de lo que pasaba en verdad. Akaisa había querido que las sacara del campo de tiro y yo, incapaz de detenerme, me negué y la profundidad del pozo aumentó. Ilana se había librado de cierta manera, porque en sí existía de forma algo errática, ¿pero Vero? La había arrastrado desde que me puso los ojos encima.

    No tenía que haber acabado metida aquí, conmigo.

    El barro me llegaba al cuello.

    Luego de que Shimizu se fuera no tardé mucho en quedarme dormido y desperté unos diez o quince minutos antes del campanazo del receso. No hice más que mirar el vacío un rato, demasiado aturdido para nada más. Sentía los pensamientos espesos y me resultaban oscuros, como el alquitrán, pero llevaban así ya una temporada. En algún recoveco de la memoria palpitó la voz de Nozomu, la de mi padre y la mía. Rebotó también la risa de Alisha cuando le dije la primera mierda que me atravesó la cabeza antes de largarme y la estupidez aquella de que habría querido decirme de otra persona, ¿qué mierda tenía que ver conmigo y qué necesidad tenía de hincharme los huevos porque sí?

    Con eso dándome vueltas en la cabeza de repente acabé llegando a otro lado y tuve que preguntarme por qué huía tanto de casa y si sentía que perteneciera a algún lugar. No encontré respuesta a mi duda y entendía lo desesperante que podía llegar a ser para los demás. De hecho ni siquiera sabía si tenía derecho a reclamar algo que yo no entregaba tampoco.

    ¿Había un lugar al que, por una vez, ansiara volver cuando el mundo me caía encima?

    La imagen de la pantalla del teléfono brillando en el parque vibró en mi mente y con ella una idea rebotó, hizo eco en lugares demasiado específicos y la respuesta que rocé me enfureció, de forma que detuve mi tren de ideas de golpe junto a un suspiro hastiado. Sin haberme despertado del todo me levanté, busqué la chaqueta porque me la habría quitado dormido y la recogí del suelo, donde había ido a parar junto a la mochila, y dejé la enfermería atrás.

    Estaba metiendo la mochila en el casillero para llevármela arriba cuando acabara el receso y sacando el almuerzo, el obsequio de Bea y dejándome la chaqueta bajo el brazo por si la necesitaba, ya que afuera seguía haciendo viento, cuando la campana sonó, martillándome las neuronas aunque ya no me dolía la cabeza en sí, fue pura y llana molestia al ruido. Cerrando el casillero me picaron las ansias y, aunque básicamente le estaría dando razón a Shimizu, tomé un desvío al baño para bajarme los nervios trastocados con más humo. Para terminar de hacerla, allí vi los mensajes que me había contestado Verónica como si nada y no me alcanzaron las neuronas para contestarle algo en la misma nota, así que sencillamente no contesté nada. ¿Debía decirle desde hoy que necesitaba hablar de algo con ella? Ni puta idea.

    Saliendo de los baños me acomodé los pulmones chamuscados de una tos y enderecé los pasos hacia el patio. Como la gente apenas iba saliendo tenía de dónde elegir, pero al recordar lo que le contesté a Bea supuse, bueno, que lo más sencillo sería simplemente buscar la sombra del cerezo y fue lo que hice, intentando acomodarme del lado que el árbol me cubriera parte de la brisa. Respiré con pesadez al sentarme usando el tronco de respaldo y alcé la vista a la copa del árbol, como si fuese a encontrar alguna respuesta o guía allí… en Chiasa. Quizás solo busqué consuelo y ciertamente no lo encontré, pues era una necedad de mi parte.

    Al final cerré los ojos, dejé las cosas a mi lado, echándome la chaqueta sobre el regazo, y me dispuse a esperar a la chica. Una vez más empecé a murmurar una canción para mí mismo y así, entre el ligero efecto de la hierba y la música, creí empezar a calmarme lo suficiente para evitarle el mal trago a una niña de quince años. Podía hacerme el imbécil durante un rato, ¿cierto? Tenía que poder.

    el doble post fue una excepción porque no quería pensar más y pa ahorrar tiempo para cuando me ande muriendo durante la semana (?)

    Bruno TDF
     
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    Bruno TDF

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    El encuentro con Jez me había dejado una sensación agradable en el corazón. No fue solamente por la entrega de los chocolates, el abrazo que nos dimos en el patio y entrar tomadas de la mano a la academia; verla reaccionar por los cupcakes que habían dejado en su casillero me supuso una imagen igual de dulce, y me sentí contenta por el sólo hecho de presenciarla así. Me pregunté qué motivos debieron haber para que no incluyera una nota que indicara de quién provenían y, de hecho, me animé a preguntarle a Jez si le ocurría alguna persona, durante la breve conversación que mantuvimos hasta el primer piso. La despedí con un apretón de mano, deseándole una buena jornada con una sonrisa que me salió natural, tras lo cual me dediqué a prestar atención a las clases matutinas.

    De a ratos me distraje, preguntándome cómo se encontraría Cayden. Debía tener mucho sueño, ¿tal vez? D-digo, porque respondió mis mensajes a altas horas de la madrugada. De lo que estaba segura, era de que no me animaría a preguntar el por qué, puesto que lo consideraba una intrusión a su vida personal. P-pero me preocupaba la posibilidad de hubiera dormido poco y padeciese agotamiento, aunque tampoco deseaba postergar nuestra reunión en base a una suposición, ¿tal vez…?

    Por eso pensaba… que era una suerte que mi madre hubiese preparado un bento más grande, pensado para compartirlo con él. Le había contando, en su momento, que a Cay le había gustado mucho su paella, lo cual la hizo sentirse realmente gratificada y contenta. Anoche, después de preparar sus bombones, sugirió acompañarlos con el mismo plato y yo, bueno, no vi motivos para negarme.

    Cuando la campana del receso sonó, me retiré de mi salón con una pequeña bolsa, que contenía el mencionado bento, su cajita de bombones y El café de la luna llena. Cay era, tal vez, la persona a la que tenía más ganas de hablarle sobre el libro, a sabiendas de que le gustaban los gatos. También se debía a lo mucho que lo estaba disfrutando, que me llevaba a querer compartirlo. Así las cosas, me dirigí directamente hacia el patio norte, esquivando tanto personas como miradas ajenas, con el corazón acelerado pero… valiente, ¿tal vez? ¡N-no quería hacerlo esperar mucho!

    Alcancé el exterior, envuelta en mi distintivo abrigo rojo. Me lo había puesto por si acaso, pero pronto descubrí que la temperatura había incrementado un poco, ¿tal vez? S-supuse que tendría que quitármelo, pero opté por hacerlo al encontrar a Cay, quien no me había especificado en qué lugar del patio me esperaría. Caminé, abrazada a mis cosas y con la mirada apuntando la mayor parte del tiempo al suelo, ya que era muy consciente de las personas que habían salido a disfrutar su receso en el exterior. En un momento dado se me ocurrió mirar hacia el cerezo.

    Incluso cobijado por la sombra que le otorgaban los cerezos, el cabello de Cay destacaba. Como una llamarada.

    Con la espalda reposando en el tronco y una prenda cubriéndole las piernas, mi senpai mantenía los ojos cerrados, como si estuviese en un plácido sueño. Me acerqué con paso discreto y pronto puse pie sobre el verde césped que rodeaba el árbol, donde el sonido de mis zapatos quedó por completo borrado. Fue en esta cercanía que noté sus labios moviéndose, como en un murmuro, y me detuve para mirarlo de pie. P-por algún motivo, se me ocurrió que estaba cantando para sí mismo…

    En mi cabeza la música es sinónimo de tranquilidad…

    …y donde hay música... tal vez nada pueda tocarme, como en una cueva…

    Sus palabras susurraron en mi memorias, mezclándose con otros indicios. No podíamos obviar el hecho de que nos parecíamos en algunas cosas… y eso incluía el hecho de no poder controlar nuestros pensamientos, ahogados en una marea sin fin. N-no quise pensar en esto ahora mismo. E-en su lugar… di un paso al frente.

    —¿Cay-senpai? —llamé en voz baja, captando así su atención.

    Cuando recibí el ámbar de sus ojos, bajé la bolsa que llevaba abrazada a mi pecho, la cual quedó pendiendo de mis manos que aferraron su asa. Le dediqué una sonrisa pequeña y suave, pero mis ojos pronto se detuvieron en su coronilla. Un pétalo solitario descansaba entre sus rizos.

    —B-buen día… —continué, levemente distraída— Eeeh… T-tienes un pétalo en el cabello y… Umh… —recorté la distancia en unos pocos pasos, estirando la mano tímidamente hacia él— Yo… ¿Me dejas quitártela…?
     
    Última edición: 7 Septiembre 2025 a las 1:55 PM
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    Zireael

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    Sinceramente lo que menos me importó fue si esperé mucho o poco rato, el rumor de mi propia voz silenció parte de los ecos que rebotaban y con ello pude dejar de pensar de a ratos. La pausa no era envidiable en cuanto a extensión, la verdad, pero era mejor que nada en vista de mi tendencia a rumiar ideas hasta el agotamiento. No era ejemplar tampoco, pero si había seguido el consumo de hierba desde que empecé con la gracia era justamente porque me sedaba, adormecía fragmentos muy específicos de mí mismo. El vórtice se tornaba menos caótico.

    And on that tree I’ll carve your name ‘cause in years to come we both know we won’t be the same —murmuré saltando a otra canción distinta, luego tomé aire—. You asked me to climb, I never learned but if you ask me for my fire just watch me burn.

    Otras estrofas de otra canción del mismo dúo me alcanzaron la mente. El, digamos, caos musical que transmitía o la velocidad me gustaba y la letra también, las primeras estrofas decían que no eran lágrimas solo lluvia que no tuvo la valentía para caer, después hablaba de un voto en la oscuridad para permitirle a una mujer vivir un día más pues era mucho más que sus cicatrices a pesar de que pareciera que ella no tenía la voluntad, aunque el mundo entero sí. El cierre de esas líneas era "Me quedaré porque seré el hombre que mi padre nunca fue".

    Si no regreso del lugar hacia el que partí.

    Sólo debes saber que te amé desde el principio.

    Suspiré con pesadez y seguí dándole vueltas a la letra, reiniciándola. Hubo un momento en que creí sentir una mirada encima, pero adormecido como estaba no me molesté en confirmar nada, al menos no hasta que la voz de Bea llamó a mi nombre y abrí los ojos despacio, parpadeando para ajusta la vista a la claridad. La luz recortó su silueta pequeña y la vi bajar la bolsa que traía; no presté mucha atención a nada más, la verdad, y agradecí con creces que la sonrisa, de las que procuraba dedicarle siempre, surgiera en automático.

    Moony —la llamé con suavidad—. Bienvenida.

    Su apunté al pétalo en mi cabello me hizo reaccionar un poco en automático, alcé una mano y agaché la cabeza para sacudirlo cuando ella apenas se estaba ofreciendo a quitármelo y me sentí un poco mal por haberme atravesado en su ofrecimiento, aunque consideré que era mejor así. En este momento no sabía qué tan cómodo me sentiría con, bueno, el contacto de ningún alma. Había sangrado a borbotones y no quería manchar a nadie, ya había dejado a Ko empapado ayer y siquiera sabía cuándo podría disculparme por el pedazo de show que tuvo que comerse.

    Si podría romper esta maldición algún día.

    —Perdona, no te dejé terminar de hablar —apañé mientras enderezaba la postura y entonces di una palmadita en el césped a mi lado, luego de quitar la bolsa que había dejado a mi lado—. Siéntate, Bea. Es bastante cómodo.
     
    Última edición: 7 Septiembre 2025 a las 4:09 PM
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    Bruno TDF

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    Cayden me recibió con un tono suave en su voz, acompañado de una sonrisa de igual tinte. Me resultó tierno que me diera la bienvenida, como si fuese el guardián del cerezo en cuya sombra se refugiaba, asimismo abrigado por la canción que había estado murmurando hace unos instantes. Por eso pude mantener mi sonrisa a pesar de la preocupación inicial, de la voz interna, atenta, que susurraba su preocupación desde la profundidad de mi fuero interno. Seguí pensando en la que había dicho sobre la música, allá en el invernadero, y luchaba para que las dudas sobre su bienestar no interfirieran en este pequeño encuentro. Pese a todo, tuve la impresión de que estaba cansado… algo lógico, considerando que había respondido mis mensajes en plena madruga, ¿tal vez?

    Mi atención no tardó en desviarse a su cabello, hacia el pétalo que allí reposaba. Puede que lo correcto hubiese sido preguntar, en primer lugar, si me permitía retirarlo de entre sus rizos, y en base a su respuesta obrar en consecuencia. Comúnmente, no me tomaría el atrevimiento de acercar al mismo tiempo que le consultaba, pero… Me había dejado llevar por un pequeño impulso, que surgió desde la confianza que habíamos construido entre nosotros, ¿tal vez? A… A lo mejor asumí, equivocadamente, que Cay accedería a mi intención, como en una suerte de corazonada.

    Sin embargo, cuando se quitó el pétalo por su cuenta, me arrepentí por haberme dejado llevar de esta forma y me ruboricé ligeramente, avergonzada. Me quedó la sensación de que me había apresurado, así que sólo lo observé y escuché de pie, negando con la cabeza ante su disculpa. No me mostré nerviosa, pero sí un poco apenada, ¿tal vez? Asentí cuando Cay me invitó a sentarme a su lado.

    —C-con permiso…

    Me senté sin quitarme el abrigo aún, dejando mi respectiva bolsa de mi lado. En tanto me acomodaba con cuidado de no quedarme muy pegada a él, noté de soslayo el zorro que lucía la prenda que había extendido sobre sus piernas. Era de un diseño espléndido; recordé que a Walter lo había visto algunas veces portando una ropa parecida, aunque con otros animales que ahora mismo no recordaba.

    Una vez me puse cómoda a su lado, giré el rostro para mirarlo. Otra sonrisa, tan suave y leve como la anterior, me alcanzó el rostro. Podía estar preocupándome y notando señales difusas; mas, eso no quitaba el hecho de que me gustaba estar con él.

    —¿Cómo estás, Cay-senpai? ¿Do… dormiste bien anoche? —pregunté, recordando la hora de sus mensajes; la voz de mi fuero interno volvió a susurrar, extrañamente inquieta, y para ignorarla opté por sacar de mi bolsa el bento que mi madre había preparado, de tamaño generoso— Umh… Mi madre hizo un poco de paella extra, para compartir contigo… Se puso muy contenta cuando… le conté que, la otra vez, la probaste y que te gustó. Seguro que… te dará mucha energía, ¿tal vez?


    Bueno... Aquí seguimos... Después de 346 quilombos consecutivos (?)

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    Última edición: 13 Septiembre 2025 a las 10:06 AM
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