Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

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    —Woah, Kouchii. Si querías fotos de mi carita bonita todos los días solo tenías que haberlo dicho, no hacía falta que te montaras toda esta excusa... —me quejé al oír su petición, aunque la sonrisa encantada que se me había plantado en el rostro evidenció bastante lo poco en serio que iba dicha queja—. ¡Por supuesto! —acoté justo después, nuevamente emocionada por el tema de conversación—. ¿No lo has probado? ¡Está buenísimo! Hay unos bombones que están rellenos de una crema de chocolate que... mhm, no, basta, me está entrando antojo.

    Por suerte, el encuentro con Thi sirvió para distraer mi mente de aquella tentación tan peligrosa en la que estaba a punto de caer. Tras recibir la información por parte de la chica, la respuesta de Kou se retrasó por un ruido que llamó la atención de todos; resultó ser Joey, a quien quise saludar tras reconocer, pero tristemente se fue antes de que pudiéramos cruzar miradas. Kou propuso entonces ir afuera y me sonreí, contenta porque hubiese elegido la mejor opción (y esa era una realidad objetiva).

    Solté la mano del muchacho, aunque eso no significó que lo liberé por completo de mi agarre. Pasé a engancharme de su brazo, pues así podría hacer lo mismo con Thi por el otro lado, y con ambos atrapados fue que finalmente nos dirigimos hacia el patio norte. La chica había tenido razón en que había bastante gente, pero al parecer ya se nos había hecho bastante tarde y, por el lado bueno, eso significó que no fue tan difícil encontrar una mesa para acomodarnos.

    >>Dios, no soporto este calor... —me quejé una vez nos acomodamos en los bancos, esta vez en serio, y hasta dejé caer la cabeza sobre la mesa para enfatizar mi punto—. En clase y en casa se está bien, pero en cuanto salgo a la terraza me derrito... me gustaría tanto tener una piscina...

    —Tu edificio tiene piscina, Ri...

    Me erguí tras escuchar hablar a Alethea, estirando el brazo para coger los palillos que me estaba extendiendo y darle el primer bocado al bento que ella había elegido; mastiqué con el ceño fruncido, para nada satisfecha con el comentario de la chica.

    —Pero mis vecinos me caen mal... —murmuré, y justo después giré la cabeza para mirar a Kou con una cuota de esperanza—. Tú me entiendes, ¿verdad, Kouchii? Las piscinas comunitarias son un asquito...

    ¿cuánto va a tardar kou en aparecer con un camión lleno de chocolate suizo para ri? yo digo que no mucho (?
     
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    Gigi Blanche

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    Kou 3.png

    —¿De tu cara? —repliqué al instante, volteando a verla con una sonrisa tranquila impresa en el rostro y a la espera de su reacción.

    Sólo la estaba molestando, por supuesto, aunque tampoco me quejaría si se le daba por enviarme las dichosas fotos. Podían llegar a alegrarme alguna que otra noche. Por algún motivo asumió que jamás había probado el chocolate suizo y me hizo gracia considerando que acababa de contarle dónde vacacionábamos en la nieve. No me desvivía por ese o ningún chocolate, en general no me enloquecían los dulces, pero acabé reservándome mis opiniones y dejándola distraerse en los bombones que se había imaginado. Era un buen dato.

    Alcanzar el patio norte volvió más evidente el calor que hacía, pero ya había tomado una decisión prefería atenerme a ella. En la azotea, al menos, soplaba mejor el viento. Nos acomodamos en una mesa y Riamu se derritió, haciéndome sonreír con algo de diversión. Al ser cuestionado sobre las piscinas ¿comunitarias? enarqué ligeramente una ceja y solté el aire por la nariz, descansando los codos en la piedra.

    —Prefiero nadar fuera de un cubículo donde los demás hacen sus necesidades —respondí, calmado—. Además, esas piscinas rara vez están correctamente mantenidas.

    Me apeteció, por lo que suavicé la sonrisa y miré a Riamu.

    —Estás invitada cuando quieras a venir a mi piscina, Ri-chan~


    ya está haciendo el pedido en su móvil

    cierre medio shitty de interacción pero weno. Muchas gracias por caerme, bebi, me hizo mucha ilu y me gustó a lot el momentito que tuvieron los niños uwuwu
     
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    Amane

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    La respuesta de Kou fue... bueno, ¡muy escandalosa, a decir verdad! No me la esperé para nada, mucho menos que me lo soltara con tanta tranquilidad, y mi reacción inmediata fue llevarle la mano que tenía libre a la boca, intentando evitar que soltase alguna nueva desfachatez cuando estábamos a punto de salir del ascensor. Bastante irónico todo aquello considerando lo que ya habíamos hecho en la academia otras veces, ¿pero acaso una chica no tenía derecho a exagerar un poquito para añadirle algo de emoción a su vida de vez en cuando?

    —No me digas estas cosas en la escuela, tontito... —me quejé en voz bajita, haciéndome la escandalizada por completo.

    Eso no significaba que no pudiera cumplirle el capricho alguna que otra vez, claro. ¡No hacía falta mezclar mis palabras con mis acciones, oye!

    Una vez situados en el exterior, la respuesta de Kou a mi pregunta fue exactamente la que había esperado recibir, lo que consiguió hacerme sonreír con orgullo. Miré a Thi con las cejas alzadas, como queriendo decirle "¿ves? No soy yo la única", y ella solo dejó salir una risilla inocente mientras levantaba las manos, queriendo indicar que ya no me llevaría la contraria al respecto. Me dispuse a agradecerle a Kou por su apoyo logístico, pero entonces recibí la invitación a la piscina de su casa y mi sonrisa se suavizó.

    >>Tú solo quieres verme en bikini, ¿verdad~? —acusé, sin poder reprimir el impulso de picarle la mejilla con el dedo índice—. Bueno, ¡acepto! Es un precio que estoy dispuesta a pagar~ —acabé cediendo, sonriendo con evidente diversión, y le dejé un nuevo beso en la mejilla antes de volver a nuestro bento.

    mi marido u///u

    por aquí cierro yo también <3 el placer fue todo mío, me alegro mucho de haber cedido al impulso de caerle a kouchii uwu ya sabes mi opinión, pero los quiero mucho y el momento que tuvieron fue demasiado precious for my soul
     
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    Gigi Blanche

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    Joey 4 (1).png

    A veces soñaba con el rugido de las olas. Era un eco lejano e incesante, una fuerza poderosa que barría las piedras y hundía mis pies bajo la arena. Lo había hecho por muchos años. De pequeño me había gustado permanecer quieto e ir enterrándome poco a poco, luego competíamos con mi hermano por ver quién se liberaba más rápido. Conforme crecimos, reemplazamos el juego por largas caminatas. Si nos distraíamos lo suficiente, si hablábamos y reíamos lo necesario, llegábamos a acariciar los límites de Falmouth. A veces miraba la puerta cerrada de su habitación en nuestro piso aquí y me preguntaba si realmente podía ser feliz, si los estudios le satisfacían, si había encontrado otro lugar en el mundo. A veces me preguntaba si era el único ahogándome. De pequeños siempre le había ganado.

    Ahora no sabía cómo salir de la arena.

    A veces, cuando no podía soñar, me tiraba en el banco de cualquier parque de madrugada y dejaba caer la cabeza hacia atrás. Cerraba los ojos, respiraba hondo e intentaba imaginarlo, intentaba oler la brisa marina y sentir el viento arremolinarse en mis oídos. No era difícil, no con las cantidades de alcohol que solía llevar encima a esas horas. Podía materializarlo a la perfección y con la misma facilidad se colaba la nostalgia entre las hendijas. Abría los ojos, entonces, el corazón me pesaba y esbozaba una pequeña sonrisa. El cielo de Tokio era una boca de lobo y musitaba una simple frase.

    Man, I miss the stars.

    A veces, cuando no podía soñar ni imaginar, sentía un vacío en mi interior que me entumecía el cuerpo por completo. Era hondo, grisáceo y guardaba silencio. En esos casos las estrategias se me acababan y empezaba a chasquear la lengua cuando la botella se caía en la puerta de la nevera, o a maldecir si encontraba agotado el corte de carne que buscaba, o a estampar la mano contra el vidrio de la expendedora apenas se retrasaba dos segundos. Sólo eran episodios pasajeros, me decía, y los navegaba de principio a fin; pero al volver a soñar, al imaginar otra vez, lo hacía un par de centímetros más enterrado. El océano era una fuerza salvaje e inclemente que sólo existía en los recovecos de mi memoria y las estrellas... las estrellas ya no me pertenecían. Ya no podía unirlas entre sí mientras el oleaje me besaba los pies.

    Presioné el obturador y bajé la cámara, repasando la silueta del cerezo con mis propios ojos. El rosado de sus pétalos lucía sobrio y descolorido sobre el manto grisáceo del cielo. Aún así, pensé, podría salir una buena foto.

    —Senpai. —La voz sonó tras mi espalda y giré el rostro, encontrando los ojos opacos de Bleke—. ¿No deberías estar subiendo a clases?

    Esbocé una sonrisa floja y palmeé el espacio vacío a mi lado en una invitación silenciosa. Ella empezó a caminar.

    —Lo mismo digo~

    Tomó asiento con la delicadeza que parecía caracterizarla, esa que no sabía si asociar a la frialdad o a la calma, y mantuvo la espalda recta, las manos recogidas en su regazo. Pestañeó, arrugó apenas el ceño y alzó el rostro. La copa de uno de los árboles laterales llegaba a cubrirnos con sus vestigios.

    —¿Qué haces aquí afuera? —le pregunté, recibiendo sus ojos de regreso.

    —Te vi desde el pasillo. Ayer también te vi, parecías... perturbado.

    —¿Y te preocupaste tanto por tu senpai que viniste a buscarme~?

    —Pensé en hablarte. Hace mucho de la última vez.

    —Qué kōhai tan linda.

    No me molestaba en cambiar mi actitud ni siquiera con Bleke, quien parecía inmune a la voz suave y las miradas intensas que había afinado por años. Sostuve mi atención en sus ojos, que me veían impasibles, y eventualmente suspiré, enderezando el cuello. Estiré el brazo libre por el espaldar del banco y con la otra mano mantuve la cámara sobre mi regazo. Estaba esperando una respuesta cuando ni siquiera yo la conocía. Lo que había visto ayer en el móvil de Alisha logró empeorar un poco mi humor, cierto, pero ¿eso era todo? ¿No lo usaba de excusa para descomprimir las válvulas y liberar parte del enfado que muy, muy adentro sentía siempre?

    —Tu senpai a veces se harta de vivir aquí —admití en voz baja, conservando el tono risueño—. No importa hacia dónde mire siempre hay cemento, cemento y más cemento. Y no importa adónde suba, por alto que sea, no hay una estrella en el cielo. A veces no lo soporto.

    —¿Extrañas Inglaterra? —preguntó de inmediato.

    Murmuré un sonido afirmativo y repiqueteé los dedos contra la madera, detrás de su espalda.

    —Tokio es divertido, pero pasé demasiados años en un lugar demasiado diferente. Por mucho que me haya adaptado supongo que... no puedo olvidarlo. —Miré a Bleke y sonreí con cierta nostalgia—. Fui realmente feliz allá.

    Sus ojos no se movieron ni un centímetro, su semblante no mutó en ninguna dirección. La vi inhalar hondo, soltar el aire lentamente y desviar apenas la mirada hacia un costado. Solté una risa nasal débil y despegué la mano del banco, alcanzando las puntas de su cabello rubio. Las hice rebotar contra mis dedos y esbocé una pequeña sonrisa.

    —Nada de lo que mi linda kōhai deba preocuparse, en cualquier caso —murmuré con suavidad, inclinándome hasta encontrar su mirada—. Sube a clases, ¿sí, Blee? Yo iré ahora en un rato, palabra de explorador.

    Ella alzó la vista al cerezo.

    —Luego muéstrame la foto que sacaste —pidió, regresando a mis ojos—. Cuando la reveles.

    Asentí, acentuando la sonrisa, y la vi marcharse. Sabía que mi problema no tenía ninguna solución razonable, me limitaba a valorar que alguien se tomara el tiempo de escucharme. Exhalé con cierta pesadez y me quedé mirando el cerezo, detallando cómo la brisa mecía sus flores más altas. Poco después volví a subir la cámara.

    Si no podía soñar ni imaginar, al menos intentaría perpetuar estas imágenes.
     
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    Zireael

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    Cayden2A.png

    —Los tuyos y los míos, seguramente —acordé junto a una risa a lo de los antepasados esperándonos para cagarnos a patadas.

    Era una exageración, del lado del viejo Reaper se veía que sólo había una cagada tras la otra y a ninguno debía importarle lo que hubiese hecho, conseguido y vendido por ponerme ojos de borrego a medio morir. Los Keane se iban más en limpio, así que a saber cuántas patadas en el trasero me esperaban en el Otro Mundo desde esa rama, quería decir, más de las que ya deseaban darme mamá y mis tíos para empezar.

    Por otro lado, era posible que tampoco fuese mi mejor carta buscar de la manera en que lo hice, quizás muchas de mis aproximaciones fuesen, de hecho, ideas de mierda y punto. Un eco necio, una palpitación enfermiza proveniente del corte que Arata me había dejado ir en la piscina, me presionó el pecho y me sacó algo de aire de los pulmones. Tal vez alguien con dos dedos de frente habría elegido poner distancia, cortar todo y mandar el asunto a tomar por culo, pero yo no podía. No sabía si era injusto para mí, para él o para ambos, pero me daba más miedo averiguarlo que dejar todo como estaba. La verdad era que estaba aterrado, ¿pero no me echaba así tres cuartos de la vida?

    Podía vivir de esta manera.

    Era lo que quería pensar.

    Noté la sonrisa en su rostro ante mi explicación de por qué me tragó el universo y la manera en que tanteó la noción de la amiga me supo amarga, la verdad. Sabía que daba igual lo que hiciera en realidad, pero digamos que encontrarme con lo que daba por sentado de frente no estaba muy entretenido, en lo absoluto. Me sonreí con un tinte de diversión que fue fabricado, no me detuve a hacer aclaraciones que no se me apetecían y contuve le impulso de preguntar una tontería que me habría hecho más mal que bien. No tenía sentido dispararme en el pie ahora mismo.

    Me preguntó si me había molestado la forma en que me llamó, iba a decirle que no aunque era obvio, pero el corazón se me saltó un latido cuando me soltó la mano y al sentirlo envolverme los hombros relajé el cuerpo. Su movimiento logró el cometido, no vi a Shinomiya, pero la cuota de fuerza arrojó una interferencia un poco extraña a pesar de que me dejé hacer.

    Tuve la intención de preguntarle si pasaba algo, pero volvió sobre el asunto de antes y negué con la cabeza en automático a lo de llamarme diferente, también arrugué la cara sin darme cuenta. La cosa fue que se estiró para hablarme al oído y la estupidez hizo que me subiera la sangre al rostro, ¿pero y eso tan gratuito? Mi pobre corazón no iba a llegar a las clases de la tarde.

    Listen, no me estaba quejando antes y no me estoy quejando ahora, pero no hay manera de que eso y "preservar mi corazón" vayan en la misma frase —dije tan bajo como me lo permitió la cercanía—. ¡Y lo peor es que lo sabes!

    Dejé el reclamo picando en el aire y seguimos avanzando por la cafetería hasta la salida que nos escupiría al patio. Al llegar me frené, me quedé mirando la lluvia y busqué su mano para quitarme su brazo de encima, una vez lo hice no lo solté y sonreí para mí mismo al ver la tontería a la que había accedido, pues sabía que no era la primera ni la última. Si terminábamos resfriados por esto mejor nos juntábamos a compartir los mocos y las medicinas.

    —A ver, mastermind, va a tocar contar porque no me da la valentía para tanto. A la de tres, ¿no? —empecé y me quedé balanceando su mano antes de dar un paso, en sí no esperé respuesta—. Y uno... dos... tres.

    Al pobre me lo llevé puesto prácticamente, la tontería me hizo soltar la risa mientras cruzábamos el espacio con la esperanza de que la lluvia en verdad no nos dejara tan mojados y en medio de todo, quizás, quise pensar que nadie podía quitarme esto. Ni siquiera yo mismo.


    lo mandé acá porque me pareció más coherente en este caso y BIG YES al dado cuz i wanna see how much of a mess this can be JAJAJ

    edit: después de mandarlo vi que te tocaría seguir haciendo doble post, so si quisieras lo movemos y acá no pasó nada *inhales* a
     
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    Gigi Blanche

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    Morgan 2.png

    Ilana fluyó acorde a mis caprichos y la idea, egocéntrica, de haber pinchado alguno ajeno me divirtió lo suficiente como para posponer los propios. Todo era parte de lo mismo, en definitiva, y ¿honestamente? Antes prefería evacuar un par de dudas. No me gustaba la idea de ir por ahí arruinando infancias, o quizá fuera más correcto decir que apuntaba a evitar lo que Jenny había hecho conmigo. No estaba segura por qué, pero tenía mi breve lista de principios.

    Su respuesta a mi pedido no fue inmediata, en su lugar recogió mi mano y alcanzamos la salida de la cafetería. Preferí aguardar, entretenida con el suspenso, y entonces retomó el asunto. No cedió y comencé a abrir el paraguas con movimientos serenos. La estructura emergió de repente y di un paso afuera, cubriéndome bajo su abrigo oscuro. Las gotas de lluvia repiquetearon contra la tela y miré fijamente a la muchacha. Había reconocido su canción sin esfuerzo y pensé en otro de los versos.

    Vertigo, all she knows when the world drags her soul deep into the shadow. Like a chain, it chokes my throat when she cries. I hold her near, hurting world, overwhelming.

    I still feel her pain.

    —No puedo responder eso, Ilana —murmuré, honesta—. He sostenido cuerpos ajenos, me he empapado de lágrimas que no me pertenecían, y eventualmente los he soltado. He sido paciente y egoísta, cruel y compasiva. ¿Llegarás sana y salva? Puedo intentarlo.

    Esbocé una sonrisa y le ofrecí mi mano libre.

    —Pero jamás garantizarlo.
     
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    Zireael

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    Ilana3.png

    A pesar de que jugaba con los límites que percibía, también era cierto que a veces sólo hacía lo que quería y ya en tanto estuviera en mis opciones. Por eso me largaba al bosque, porque eso dejé a las chicas en la escuela anterior y vine aquí, en búsqueda de algo que no sabía si encontraría alguna vez. Era la búsqueda incesante de las raíces que había perdido, del ancla que no encontraba y la manera en que, en silencio, me frustraba.

    Vi a Morgan abrir el paraguas, al dar un paso al exterior las gotas golpetearon la superficie oscura y recibí su mirada. ¿Esperaba que me dijera que sí podía confiar en ella de esa manera? No realmente, pero su respuesta también me resultó más honesta de lo que esperaba. Encerró consigo una dualidad y volví a pensar en la dicotomía como llevaba haciendo hace días, los puntos más bajos y los más altos. Eran, sin dudas, parte de lo mismo.

    —¿No lo hemos sido todos? —cuestioné mientras aceptaba la mano que me ofrecía y di el paso que me dejó bajo su paraguas, desde allí la miré—. Fair enough.

    Sonreí con un dejo de diversión y esperé, paciente, a que fuese ella quien guiara el camino. No tenía idea de dónde estábamos yendo, ¿llegaría sana y salva? Ni una sola vez me había detenido a pensar en ello en ciertos momentos, ni aquí ni en Northwood. No sabía si era imprudente o desinteresado de mi parte.

    —No existe una sola garantía en este mundo, después de todo.
     
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    Amane

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    Kashya 2.png

    Suspiré con pesadez mientras tomaba asiento en uno de los bancos del patio, aprovechando que no había nadie por la zona para escoger el que más me apetecía de todos. El viernes había empezado a chispear durante el receso, lo que me alegró bastante considerando que no me gustaba mucho el sol ni el calor del verano, pero para las clases de la tarde se había despejado y, al final, el fin de semana fue igual de caluroso que el resto de los días.

    Me separé de Kenneth y Emily en la entrada, pues ellos entraron directamente hacia los casilleros y yo me desvié hacia el lugar donde me encontraba en esos momentos. No había mucha motivación detrás de mi decisión: a pesar del calor, las nubes en el cielo evitaban que los ratos del sol diesen de lleno en el patio, y por lo tanto podía sentarme a leer un poco lejos del bullicio que había dentro de la academia. La biblioteca siempre había sido mi destino predilecto por las mañanas, pero... bueno, podía ceder un poco a las peticiones de mamá, papá, Ken, y hasta Emily, y tomar algo de aire fresco de vez en cuando.

    No entendía qué tenía de interesante, pero ya que insistían tanto...

    y por aquí dejo a esta OTRA niña; un 2x1, wow, aprovechen la oferta que no pasa todo los días (?
     
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    Gigi Blanche

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    Bleke 3.png

    Quizá movida por algún vestigio de la semana pasada, me causó cierta curiosidad asomarme por el patio norte en la mañana y reconocer, una vez más, a una figura familiar. Era una mera coincidencia, claro está, pero a su vez cargaba un tinte... peculiar, como si una voz silente me susurrara desde cierta distancia. Si acaso, la repetición del evento impulsó mis pies hacia afuera incluso antes de reflexionarlo.

    Había sido un fin de semana ligeramente atípico. Papá había regresado de sus viajes y disfrutó todos los días de la serenidad que reinaba en casa; como quien no quiere la cosa, y sin que nadie tampoco preguntara, Jenkin se ausentó el viernes a la noche y, hasta donde supe, aún no regresaba. El sábado, la tía Diantha pasó a tomar el té y me insistió en que los acompañara. Fue un encuentro relajado y agradable en la superficie, pues no logré deshacerme de una sensación acuciante. Observaba las sillas vacías a nuestro alrededor, las que sobraban de la gran mesa, y me preguntaba si esto era correcto. Si mi padre y la tía no parecían tan contentos por no tener que lidiar ni con Jenkin, ni con Ophelia, ni con mamá, ni con Declan. Ahí estábamos, los Middel de pura cepa. Entre nosotros podíamos comprendernos y sentirnos a gusto, a salvo, pero ¿a qué costo?

    —¿Han habido novedades de Ophelia? —pregunté de repente en un silencio breve, tras bajar mi taza de té.

    Los ojos de ambos se clavaron en mí y percibí claramente la intensidad de sus miradas, como finas estacas de hielo, pero no retrocedí y me mantuve empeñada en la tía Diantha. Ella se recuperó sin contratiempos y esbozó una sonrisa cordial.

    —Lamentablemente no, querida —fue toda su respuesta.

    La reconocí en mí, la frustración que me generó; mas yo era igual a ellos, por lo que reflejé su gesto y les permití fluir de regreso a sus cauces de conversación originales.

    El resto del fin de semana noté miradas esporádicas de papá, como si temiera que volviera a sufrir un episodio de... rebeldía similar al de hace unos meses. No lo planeaba, sin embargo, por lo que podía quedarse tranquilo. Si esta vez intervenía, lo haría de forma mucho más tranquila e inteligente. Ya había comprendido que no podía contar con ellos.

    Me acerqué a Kashya por detrás, entonces, y me detuve de pie, a su espalda, hasta que notara mi presencia. Bordeé el banco y me senté a su lado, dedicándole una sonrisa calmada.

    —¿Qué lees? —le pregunté, echándole un vistazo al libro entre sus manos.


    tiré dado entre morgan y blee y el dado habló uwu
     
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    Amane

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    No me costó mucho centrar mi atención por completo en el libro que traía entre manos, aun si parte del murmullo de los alumnos llegando a la academia me alcanzaba de manera algo sutil. A pesar de lo tranquila y cómoda que siempre me encontraba en la biblioteca, debía admitir que el aire exterior tenía un efecto refrescante que conseguía hacer la lectura mucho más ligera. Uhm... era un fenómeno bastante interesante, si me paraba a analizarlo.

    Mi concentración en la tarea se vio interrumpida por una presencia que se acercó a mi posición, haciéndome separar la vista de las páginas para buscar la identidad de dicha persona. Di con la figura de Blee al girar la cabeza, y justo después seguí con la mirada el breve trayecto que hizo hasta que pudo sentarse en el espacio vacío que había quedado a mi lado. Coloqué el marcapáginas dentro del libro, pudiendo así cerrarlo para mostrarle la portada a la chica.

    Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell. El protagonista masculino se apellida Thornton y me resulta algo gracioso, a decir verdad —comenté, añadiendo aquello último sin ningún motivo aparente, y poco después dejé el libro en el hueco que se había creado entre ambas—. ¿Qué haces en el patio tan temprano? ¿También querías leer al aire libre?

    los dados sí que saben uwu***

    ***respuesta válida para cualquiera de las dos opciones porque las quiero mucho a ambas anyway
     
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    Gigi Blanche

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    Kashya cerró el libro y bajé la vista a su portada apenas me la mostró. Conocía a la escritora, aunque nunca había leído nada suyo, y recordaba vagamente la sinopsis de esta novela. Se situaba en la época victoriana y un detalle que había llamado mi atención era su publicación original por entregas en una revista de Charles Dickens. A veces me resultaba curioso pensar en estas personas, estas figuras tan fundamentales de la literatura, y adquirir noción de que habían sido seres de carne y hueso como nosotras. Gaskell y Dickens siendo conocidos, Lewis y Tolkien trabajando juntos en la universidad y entablando amistad. Me hacía pensar que la grandiosidad no era más que una obra póstuma.

    —¿De verdad? —Alcé las cejas, levemente sorprendida y divertida, al descubrir sobre la coincidencia del apellido—. ¿Y qué tal es este señor Thornton?

    Seguí sus movimientos en silencio al depositar el libro entre nosotras y regresé a sus ojos con una pequeña sonrisa. Mecí la cabeza sin prisa para negar su pregunta.

    —Te vi y salí a saludarte. —Mi sonrisa se amplió apenas—. Fue principalmente por lo curiosa que me resultó la coincidencia, pues ayer me ocurrió igual con un amigo. Estaba sentado aquí, sacándole fotos al cerezo. —Suspendí un breve silencio para observar el árbol antes de regresar a Kashya—. ¿Viniste afuera por algo en particular?
     
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    Amane

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    Asentí con la cabeza cuando ella buscó confirmar la veracidad de mis palabras, dándole esa misma afirmación sin problema alguno, y justo después llevé la vista al frente, fijando la mirada en el cerezo mientras sopesaba cuál sería la mejor respuesta que darle a Bleke.

    —Pues es dueño de una fábrica durante la industrialización inglesa, así que tiene una buena fortuna a su nombre, y está muy enamorado de la protagonista, a pesar de que ella parece odiarlo en primera instancia. Es una novela romántica, después de todo, así que él es... bueno, una imagen idealizada de un hombre de la época. Atento, atractivo, con dinero y dispuesto a hacer lo que sea por ella.

    Fue una respuesta bastante sencilla, pero me pareció que el análisis que aporté fue más que suficiente para hacerle una idea de qué tipo de personaje era. Sea como fuere, justo después dejé el libro a un lado y le pregunté por qué había salido al patio, recibiendo de su parte una respuesta que llegó a sorprenderme un poco. ¿Solo había querido saludarme? Eso era un gesto muy amable. Incliné un poco la cabeza a modo de agradecimiento, queriendo transmitirle lo agradable que me había parecido su gesto, y mantuve la mirada en ella durante el rato que se distrajo con el cerezo.

    >>No hay mucho sol y pensé que sería un lugar tranquilo para estar un rato —contesté, sin darle demasiadas vueltas—. El cerezo es realmente bonito... Por tu amigo te refieres a Joey, ¿verdad? Ken me dijo que estaba en el club de fotografía. Todavía me resulta extraño que te lleves bien con él...

    Podía parecer que la asociación de los temas no tenía mucho sentido, pero para mí todo había seguido una lógica muy evidente.

    el pedazo de invent que me estoy marcando porque este libro is the bane of my existence y llevo queriendo acabarlo, idk, fácilmente cuatro años AJAAJAJ
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Oí la descripción del flamante señor Thornton y, justo antes de que ella misma lo dijera, pensé que encajaba, probablemente, con el arquetipo popular de la figura masculina de la época. Me resultó un poco gracioso la idea repentina de que su hermano, Kenneth, quizá pudiera pasar también por un acaudalado y elegante caballero victoriano, pero decidí reservarme esa clase de opiniones. Lo que me permití, en su lugar, fue un pequeño rodeo en torno a la cuestión.

    —Suena, en efecto, a lo que sería un señor Thornton —bromeé.

    El gesto de su cabeza pareció asemejarse a un agradecimiento, ante lo cual suavicé mi sonrisa en una respuesta silenciosa. No era nada, realmente. Luego de observar el cerezo, repasé el patio con la vista al oírla decir que se estaba tranquilo. Tenía razón, a esta hora casi nadie salía aquí. La mención de Joey me hizo regresar los ojos a ella y su apreciación dibujó una sonrisa repentinamente divertida en mis labios. No la culpaba, a decir verdad.

    —Supongo que es extraño, sí —admití, rememorando el pasado—. Nos conocimos en condiciones bastante atípicas y, quizá de la misma manera, de algún modo mantuvimos el contacto. A veces... siento que me trata como a una hermana menor.

    No lo había analizado antes, de hecho, y la realización me sacudió un poco. Dejando de lado las primeras semanas de conocernos, luego nuestra relación se asentó y, desde entonces, Joey me trataba bien. Era paciente, amable y ligeramente juguetón, pero nunca me había transmitido alguna clase de duda o incomodidad.

    —Tal vez se parezca a Kenneth —apunté, por si la noción le ayudaba a comprenderlo.
     
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  14.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado tall n' spicy

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    El comentario afirmativo de Bleke me hizo intercalar un par de miradas entre ella y el libro, hasta que decidí finalizar el trayecto en un desvío hacia el cerezo. Me había parecido captar el atisbo de una broma en su tono de voz, así que supuse que solo había dicho aquello para darme alguna clase de respuesta, pero... era curioso, sí que creía que había algo de verdad en sus palabras. Tanto papá como Kenneth a veces parecían sacados de una novela de Jane Austen...

    Después de eso vino mi comentario sobre su relación con Joey, algo que pareció divertirle a la chica. No pretendía juzgarlo sin motivo aparente, pero lo que sabía de él era muy diferente a lo que conocía de Blee y que fueran amigos me generaba genuina curiosidad. Bleke me explicó entonces que, a pesar de conocerse en condiciones atípicas y mantener la relación de la misma manera, él la trataba como si fuera una hermana menor; la comparación con Ken me hizo fruncir apenas un milímetro el ceño, pensativa. Quizás...

    —Lo entiendo —sentencié al final, tras pasar unos segundos sopesándolo en silencio, y giré la cabeza para volver a mirarla con la neutralidad de siempre—. A Emily igualmente le gusta y Ken dice que le cae bien. También fue amable conmigo hace unas semanas.

    Era probable que no fuera muy evidente, pero me había llegado a preocupar ver lo cercano que se había vuelto con muchos de mis conocidos. Bleke y Jezebel primero, Emily después, Morgan también lo conocía y, para colmo, Ken creía que podía llegar a ser uno de sus primeros amigos aquí. Confiaba en la jurisdicción de cada uno de ellos, eso sí, y si Blee creía que el mayor merecía la pena, entonces yo podía aceptarlo en mi círculo.

    Me levanté del banco con movimientos tranquilos, recogí el libro que había dejado de lado y, tras girarme para encarar a mi acompañante, estiré el brazo para mostrarle la palma de la mano que tenía libre; era una invitación.

    >>¿Subimos? Ya van a empezar las clases. ¿Me cuentas que has estado leyendo tú estos días?

    gracias por caerme con la nena, bebi <3 entre una cosa y otra, fue bastante cortito, pero me puso muy suavecita uwu
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    A Kashya le tomó unos segundos procesar la imagen que le había presentado, probablemente complejizada al comparar a Joey con su hermano. Aguardé, tranquila, hasta que afirmó entender, y me habló de las personas que pensaban bien de él. Renové la sonrisa y asentí con cierta lentitud, en una mezcla de gratitud y solemnidad. Si debía ser honesta, creía que era un buen muchacho. Torpe y algo enrevesado, pero bueno a fin de cuentas.

    Ella se levantó sin aviso previo, la seguí con la mirada y agaché la vista a su mano, extendida hacia mí. No era un gesto que me sorprendiera, aunque quizá sí uno al cual no terminaba de acostumbrarme. De todos modos la acepté y me puse en pie, soltándola poco después suavemente. Conforme caminábamos de regreso al edificio, atendí su pregunta.

    —He estado leyendo Tokio blues, de Haruki Murakami. A decir verdad, pese a vivir aquí nunca me preocupé demasiado por ahondar en la literatura japonesa —confesé, sabiendo, en mi fuero interno, que esa influencia era responsabilidad de los Middel—. Me está gustando mucho. Hasta donde voy, cuenta la juventud del protagonista en la Tokio de fines de la década del sesenta. Es un libro muy honesto y su prosa me parece muy agradable y adecuada, tan poética como robusta dependiendo lo que necesite narrar.

    Mientras alcanzábamos nuestra clase decidí seguir llenando el silencio. Le hablé un poco más en profundidad de Watanabe, el protagonista, y del contraste tan marcado entre sus intereses románticos, Naoko y Midori. Le conté, también, de mi personaje secundario favorito, el famoso "Tropa de asalto". A decir verdad, se hacía extrañar el pobre tartamudo.


    not me @ aprovechando la pregunta de ka-chan y el post de blee para flexear lo mucho que estoy amando mi lectura actual JAJAJA

    cortito pero bonico uwu
     
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    Zireael

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    El día siguió su curso como si lo de la mañana nunca hubiese pasado, como si no hubiesen enchufado el miedo en la yugular ni nada parecido, y aunque para cuando llegué arriba luego del asunto del dibujo no pude decir que me calmara al cien por ciento. No solía ser particularmente paranoica, pero la forma en que las cosas se habían dado desde el viernes hasta hoy era anormal y con ello conecté ciertos cables que a veces desactivaba a voluntad. Sentía ojos encima y la pregunta era si realmente los tenía.

    No tuve ganas de averiguarlo.

    Había empezado a recoger mis cosas un par de minutos antes de que la campana sonara, así que cuando el timbre cortó el aire ya no tenía que preocuparme por nada más. Antes de levantarme miré la flor todavía en el bolsillo externo del maletín y la tomé después de buscar el monedero previo a retirarme del salón con intención de pasar a la expendedora por algo frío de tomar como había prometido. Ya frente a la máquina no supe tomar una decisión, por lo que elegí un té helado y un zumo, a mí me gustaban ambos, así que lo dejaría elegir a él y el otro sería para mí.

    Crucé la cafetería, salí al patio y caminé hacia el cerezo sin prisa real, una vez bajo su sombra alcé la vista a la copa del árbol. Las flores rosadas y los pequeños botones me distrajeron algunos segundos, me dediqué simplemente a mirarlos y como desconocía que Kakeru se había comido parte del numerito con Shimizu, pues no me preocupé por nada. A la vez me tranquilizaba ver que no se había ausentado hoy y eso al menos deshacía uno de los nudos que tenían mis cables, por mucho que no me quitaran el sueño.


    Quité la vista del cerezo algunos segundos más tarde y giré el cuerpo para apoyar la espalda en tronco del árbol mientras esperaba, me habría sentado, pero luego sería más el costo de tener que levantarme. Conservé la botella de té helado sujeta por el cuello entre los dedos de una mano y así la palma me quedó libre para sujetar la caja de zumo allí mismo. Entre el pulgar y el índice de la otra mano conservaba la margarita y volví a darle vueltas por el tallo sin ser consciente de ello en realidad. ¿Podría secarla al llegar a casa? Si la prensaba con una servilleta entre un cuaderno debería valer, en casa podía prensarla entre libros.

    Gigi Blanche ahí queda la niña esperando al mushasho uwu
     
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  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Cuando tocó la campana del receso estaba lavando los últimos trastos, y me debatí mentalmente si debía acabarlo ahora o pasarme luego de las clases de la tarde así me lo tomaba con calma. Le había prometido a Emily que dejaría todo impecable, pero era muy probable que hoy no planeara utilizar la sala, ¿verdad? Tal vez pudiera enviarle un mensaje...

    Bah, qué más daba, a lo sumo serían cinco minutos de diferencia. Terminé de lavar, dejé las cosas secando y, eso sí, determiné guardarlo a la tarde. En casa seguía más o menos la misma filosofía. ¿Para qué secar activamente luego de la cena si durante la noche los platos se secarían solos? Palmeé las manos sobre el delantal, me lo quité y lo regresé a su gancho. Acomodé todo dentro de mi bolsa, hice un último paneo visual y salí, echando llave a la puerta.

    Suponía que parte del crédito se lo llevaba Kohaku, aunque él no tuviera idea, pues había estado leyendo el grupo durante el fin de semana y, por algún motivo, acabé recordando la tontería que había contado el sábado. Al imbécil le encantaba alardear de sus logros, por inmorales que fueran, sobre todo si los obtenía gracias a poner carita de niño bueno. A mí el teatro no me salía tan bien, desde luego, pero pensé que igual podría darle una oportunidad. Sobre la mitad de la última clase matutina puse cara de dolor y le pedí al profesor si me dejaba descansar en la enfermería hasta el receso, que me dolía la barriga. Yo no era de hacer estas cosas, usualmente me ponían demasiado nervioso los escenarios negativos y acababa quedándome en el molde, pero de un momento al otro me pregunté cuán divertido sería que, al menos una vez, una estupidez así me saliera bien, y luego podría reírme y comentarla como Kohaku hacía. Con tanta liviandad, con semejante impunidad.

    ¿A Frank le haría gracia?

    La idea rebotó y tuve que contener la sonrisa apenas el profesor accedió. Me dirigí hacia la puerta con la bolsa en la mano, y sólo por si acaso busqué hacer contacto visual con Ilana para darle a entender que nuestros planes seguían en pie; o al menos lo intenté, claro.

    Al final del día, pues, mi misión fue un éxito. Descendí las escaleras con una pizca extra de velocidad y, al fijarme por las ventanas del pasillo, noté que ella ya se encontraba bajo el cerezo. Me desvié a la cafetería y, desde la puerta, restauré mi ritmo a uno relajado. Me alegró notar que llevaba un par de bebidas en las manos, pues yo las había omitido adrede. Aquí cada quien se hacía cargo de su parte de la promesa.

    Una vez más, al hacer contacto visual le sonreí y me detuve frente a ella. Advertí la margarita, mas no dije nada y me concentré en sus ojos.

    —Todo listo —anuncié, y fruncí levemente el ceño—. Perdona, ¿tuviste que esperarme mucho?
     
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    Zireael

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    Me había preocupado al ver a Kakeru levantarse, no tanto por nuestros planes, fue más el pensamiento natural de si se sentiría demasiado mal o cualquier cosa y por eso me quedé mirando al chico mientras se retiraba y fue lo que me permitió notar su mirada. La cosa quiso hacerme gracia, pero lo que hice fue llevarme a la boca la mano que ya de por sí tenía apoyada en el rostro y cubrir así la sonrisa mientras me dedicaba a seguir tomando apuntes. Quizás fue una lectura demasiado confiada, como siempre, pero asumí que todo seguía en orden.

    Ya habiendo apoyado la espalda en el cerezo para esperar miré el resto del patio, también el cielo y las nubes que cubrían parte del sol. La brisa sacudió la copa del cerezo suavemente y tomé aire antes de ponerme a murmurar una canción. Ni idea, sólo me llegó a la cabeza y no la detuve cuando abandonó mi pecho.

    ¿Por qué tenemos que morir para ver la luz?

    Y estamos necesitados de amor y mi alma está hambrienta.

    Cuando escuché mi propia voz los pensamientos se deslizaron sin permiso a otras cosas, a otras conversaciones, y me desinflé los pulmones un momento antes de seguir con la canción. La verdad fue que no le llevé demasiado el apunte al paso del tiempo, tenía la fortuna de poder entretener la mente con relativa facilidad. El caso fue Kakeru apareció, apenas lo noté me despegué del tronco del árbol y le dediqué una sonrisa cuando estuvo frente a mí.

    Al verlo fruncir un poco el ceño ladeé la cabeza y su pregunta me sacó una risa baja, pero negué de inmediato. Mucho era cuando las gemelas me dejaban esperando media hora como tonta, esto no era ni parecido, además se estaba a gusto en el patio.

    —Para nada —concedí a pesar de haber negado con la cabeza y alcé la mano con que sujetaba las bebidas a la altura de mi rostro—. Tenía que pasar por esto de por sí.

    Amplié apenas la sonrisa, sostuve su mirada y la tontería que se me ocurrió me quiso hacer reír.

    —¿Es hábito tuyo poner cara de compungido para salirte de clase?
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Desde cierta distancia me había dado la sensación de que cantaba, eso o que hablaba sola, claro, y me pareció más orgánica la primera opción. En cualquier caso, tras alcanzarla se calló y negó haberme esperado demasiado. Alzó las bebidas, alterné la vista entre el té y el zumo, y luego regresé a sus ojos. La forma en que se amplió su sonrisa me dio la pauta de que diría algo más y aguardé, con la pequeña certeza de que sería algún tipo de broma.

    Había captado su atención hoy temprano, y me hizo cierta gracia que lo trajera a colación. Mi expresión se mantuvo y le respondí con naturalidad.

    —No, de hecho, fue la primera vez. Pero me salió bien, ¿no? ¿Dices que fue convincente?

    Giré el cuerpo conforme hablaba, y con un leve movimiento del brazo la invité a empezar a caminar. El camino que se desprendía del patio norte era uno solo y más adelante se bifurcaba en tres, por lo que no hacía falta aún echarle neurona al recorrido. Sabía que el propio avance de los eventos evidenciaría de qué se había tratado todo el teatro de hace un rato, y tras ponderarlo brevemente resolví que no tendría sentido pretender disimularlo.

    —Me quedaban unos últimos preparativos que hacer, y situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Aunque escaquearse es mucho más fácil de lo que creía, y esa es una información peligrosa. —Sonreí, con la vista al frente, y entonces la miré—. ¿Todo bien?


    Me quiso hacer gracia darme cuenta que le había soltado la misma pregunta a Shimizu, aún con lo ordinaria que era. Cargaba, si se quiere, una doble intención, incluso sabiendo que probablemente no sacara nada en claro. No tenía los sentidos ultra desarrollados, en absoluto. Necesitaba tiempo, mucho tiempo para absorber las variaciones en las personas.
     
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  20.  
    Zireael

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    —¿La primera? —reboté, divertida—. Vaya, entonces te tenías las dotes actorales guardadas o algo, claro que fue convincente.

    Me reí y acaté a su seña, empezando a andar junto a él para seguir el camino que luego alcanzaría la bifurcación. Guardé con cuidado la margarita en el bolsillo de la falda, donde procuré que no quedara espachurrada, y con esa mano libre la usé para enganchar la otra tras la espalda.

    —Casi me tengo que inventar algo para salir detrás de ti, pero por suerte se te da bien enviar mensajes con la vista también —añadí por la pura tontería—. Imagina la tremenda vergüenza que habría pasado.

    Era una exageración, no era que fuese a perseguirlo así de la nada por supuesto, pero entre toda la broma dejé ir el comentario. Él entonces dijo que le faltaban algunos preparativos, así que por eso recurrió a la no muy noble, pero infalible estrategia de inventarse un malestar para salir de clase y es que de hecho era bastante más sencillo de lo que debería.

    —Ya decía yo que temprano no había tenido sentido que me citaras en el cerezo si podíamos bajar juntos, pero un mago no revela sus secretos... No al principio del acto, al menos. Y no le vayas a tomar el gusto a escaquear, que luego tendrás que pedirle apuntes a alguien, ¿y quién sería yo si no le prestara la materia al escapista?

    Al decir lo último le puse un pesar impostado al asunto cuando la verdad era que me daba un poco de risa el cuadro general, que fuese sencillo pseudo-escaparse no tenía por qué significar que fuese a comenzar a hacerlo con frecuencia. Igual no me quedé mucho allí, su pregunta fue simple y al recibir su mirada también sonreí, pero lo cierto fue que no pude evitar pensar en el cuadro de temprano. En el miedo que me había quedado repicando en el cuerpo y la ira de Shimizu, que se asimilaba bastante a un monstruo silencioso.

    —Todo bien. Aunque me estaba muriendo de ganas de salir de clase de una vez, estaba ilusionada con nuestra pequeña reunión. Tienen que haber sido las horas de clase más largas de mi vida.

    Fue verdad y mentira, la sensación de que el día durante las clases no avanzaba no estaba puramente lazada a esto y lo que era cierto era lo de la ilusión, podía parecer una pequeñez, pero me parecía una bonita forma de rehacer la manera en que nos habíamos hablado por primera vez, entre vergonzosa y desordenada. Igual al responderle me quedé dudando y miré el camino de piedra bajo nuestros pies un momento, antes de regresar la vista al frente.

    —¿Cómo te sientes? —pregunté con suavidad por fin—. Te quise preguntar temprano, pero me distraje con todo el mensaje en código y te fuiste rápido.

    No hacía falta que le dijera que no tenía por qué responderme si no quería, total seguía siendo prácticamente una desconocida, y a fin de cuentas podía hacer lo mismo que yo acababa de hacer. No sería el primero ni el último en mentir o guardarse información.
     
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