Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Mi pequeña aclaración pilló bastante por sorpresa al pobre chico, también lo asustó de manera considerable, pero al final comprendió que no tenía más opción que aceptar su destino, así fuera completamente resignado por ello, y toda la sucesión de reacciones me sacó una carcajada cristalina que me fue imposible reprimir por el bien del teatro. Solo cuando me tranquilicé al rato fue que mostré una mueca de su misma resignación, estirando el brazo en su dirección para darle un par de palmaditas en la rodilla, a modo de consuelo.

    Me contó sobre su familia después, tras haber alegado que era complicado (¿acaso no lo era siempre?), y yo le escuché con bastante más atención de la que solía dedicarle a los demás. Había sido yo quién le había hecho la pregunta, al fin y al cabo, pero también pasaba que... no sé, el muchachito me transmitía como que mucha tranquilidad. Anyhoo, resultó que tenía un hermano y un padre que eran intermitentes, mientras que su madre sí que era una presencia fija; creía que eso estaba bien, pues yo misma había acabado prefiriendo la compañía de mi madre que la de mi padre con el tiempo. También había querido preguntarle por su hermano, pero desistí de la idea en cuanto mencionó a la supuesta novia (y realmente no tenía ni idea del verdadero desperdicio que era).

    —No tengo hermanos, no, y sí, solo somos granny y yo. Igual ella suele viajar a menudo, así que paso bastante tiempo sola en casa. It's really fun, tho. Ah, y granny se llama Rose, by the way~

    Me quedé un rato en silencio, queriendo aprovechar al máximo los últimos minutos que me quedaban al sol, y una vez me quedé lo suficientemente satisfecha, giré el cuerpo en dirección al chico, apoyando la mejilla sobre mi mano para poder mirarlo como las personas normales.

    >>Gracias, por cierto. Por el agua... y la compañía. Me has caído muy bien, monte Fuji, ¿me dejas invitarte a tomar algo fuera de la escuela alguna vez? Prometo intentar portarme bien... aunque me sigue dando mucha curiosidad ese otro tatuaje tuyo~

    ¿cómo que novia y no psicópata que lo tiene secuestrado en contra de su voluntad? me partes el alma, kakerucito
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mi estupidez le arrancó una risa tan genuina que no tuve forma de sostener el teatro. El sonido me hizo mirarla, detallé su expresión a consciencia y solté el aire por la nariz, sonriendo. No me creía tan gracioso ni carismático ni de coña, pero si estas tonterías le divertían tanto... bueno, me sentía un poquito más confiado de soltarlas. Quizá fuera una obviedad o un sentimiento universal, no tenía idea; sólo sabía que me alegraba mucho hacer reír a las personas.

    Me contó que era hija única y que su abuela solía viajar mucho, detalle que me hizo arrugar el ceño con una mezcla de sorpresa, confusión e incluso resignación. ¿Una anciana que viajaba a menudo? Ya sabía que era una señora peculiar pero, vaya, no fallaba en dar la nota. Sería un prejuicio y todo lo que quieras, los viejitos que yo conocía tendían a quedarse en sus casas y cansarse con facilidad. Era, a mis ojos, parte del ciclo de la vida.

    Rose, se llamaba. Sonreí, asintiendo.

    Bara —murmuré la pronunciación japonesa y me reí en voz baja—. Ba-chan, suena casi a "abuela".

    El tiempo entonces discurrió en silencio. Me desinflé el pecho con disimulo, miré el bento de reojo y, quedándole un poco de comida, decidí cerrarlo. Me dispuse a guardarlo con movimientos suaves para no hacer mucho ruido y estaba en eso cuando la voz de Alisha volvió a alcanzarme. El sonido fue más directo y, al mirarla, comprobé que se había girado en mi dirección. Su agradecimiento fue sincero, al menos me lo pareció, y quise creer que era capaz de merecer una cosa así. Lo estaba intentando de verdad.

    Al final el momento bonito se desvió, me arrancó una risa nasal y, en parte, silenció las estupideces que volvían a hacerme ruido en la cabeza. Me distrajo, quería decir.

    —¿Y por la comida no? —reclamé—. O sea que al final no te gustó tanto, pobre mamá...

    Extendí la broma sólo un poco. Volví a sonreír y pensé en Verónica, en Jezebel, en sus ofrecimientos y ahora el de esta chica. Sabía que tenía que dejar de resistirme, el caso era cómo hacerlo.

    —Pero que sea en fin de semana —dije, divertido—. Que a ti te gustará venir a la escuela con resaca, pero a mí me da mucha pereza.


    bebi, tenemos que aceptar esta dura realidad unu
     
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    Amane

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    Sonreí con un poquito más de suavidad cuando el chico pronunció el nombre de la abuela en japonés, asintiendo también con la cabeza para confirmar que ya sabía aquello; su amiga de Kioto siempre le decía así, lo había escuchado cuando hablaban por teléfono, y me parecía honestamente adorable. El detalle de que la forma acortada sonaba como la palabra japonesa para abuela me tomó algo más por sorpresa, pues no era algo de lo que me hubiera dado cuenta antes, y también me hizo algo do de gracia, así que mi sonrisa acabó ensanchándose al descubrirlo.

    —¡La comida! —exclamé, completamente desprevenida por el desliz que había tenido, y me llevé una mano a la boca para intentar reprimir el gesto de sorpresa (algo exagerado, en aquel punto)—. Claro que me ha gustado... pero bueno, to be fair, eso debería agradecérselo a tu madre, no a ti... —añadí, intentando salvarme el culo de alguna manera.

    Igual sabía que era una broma, así que me relajé prácticamente al instante, y cuando el chico aceptó mi invitación, mi expresión rápidamente se tornó en una mucho más animada. Asentí con la cabeza cuando pidió que fuera en fin de semana, aunque no pude reprimir el suspiro de resignación que se me escapó de los labios al escuchar su comentario final, que sin embargo no perdió su chispa de diversión en ningún momento.

    >>No es que me guste, ¿sabes? No soy tan masoquista... Solo es el precio que estoy dispuesta a pagar —sentencié, con cierta seriedad repentina, para justo después señalarlo con el dedo índice y volver a sonreírle encantada—. ¡Pero te tomo la palabra, honey! It is a date~

    Miré a nuestro alrededor entonces, notando cómo gran parte de los alumnos recogían para empezar a adentrarse en el edificio, y mi respuesta a eso fue suspirar con pesadez, antes de volver a dejarme caer con la espalda sobre el césped.

    >>No quiero subir, Kakeru... Ve, sálvate tú... te permito que me dejes atrás en el campo de batalla, no te perseguiré como fantasma ni nada por el estilo...

    ¿Qué decía? Ni idea, estaba empezando a delirar por todo el sol que me había dado en la cabeza, probably.

    por aquí cierro (o intento cerrar (?) con la niña uwu muchas gracias por haberme caído, cielo, you already know but i had a lot of fun <3 inesperadamente, estos dos me gustan un montón juntos, ya de paso JAJAJA
     
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    Gigi Blanche

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    —¿Y yo tengo cara de que no sé pasar mensajes? —insistí en la broma, bastante porque sí.

    Luego señalé sus muy malos hábitos y otra vez intentó defenderse, aún si no había excusa que la salvara. La dejé hablar, aún así, mirándola con una sonrisa ligera plantada en los labios, y fui asintiendo aún si no tenía mucho sentido lo que decía. Al final declaró que teníamos acordada una cita, yo pestañeé y tras un segundo volví a mover la cabeza junto a un sonido afirmativo que vibró en mi garganta. No sabía muy bien dónde me estaba metiendo, pero considerando las cosas que acostumbraba ver y hacer de noche, bueno, esta chica no iba a espantarme... probablemente.

    El receso estaba acabando, era evidente, y cuando consideré la idea de ir levantando campamento, Alisha se tumbó en el césped y se montó la tragedia de turno. Se me aflojó una risa nasal bastante liviana, recogí las cosas y me incorporé, sacudiéndome el pantalón. Fui detrás de ella, me acuclillé y la miré desde arriba, otra vez, tapándole el sol que le daba en la cara.

    —¿Salvarme? Te salvas tú quedándote aquí —repliqué, con una sonrisa—. Vamos, vamos, Ai-chan.

    Andaba gracioso con los juegos de palabras, o quizá muy inspirado, quién sabe. No me molesté en explicar mis decisiones ni mis trenes de pensamiento, y sin mucho reparo colé los brazos por debajo de sus axilas para levantarla conmigo. Tuve que hacer un poco de fuerza, pero no fue nada loco y me vino en gracia la idea de tener que agradecerle a Frank por esto. Él me había insistido hasta el hartazgo e incluso se había ofrecido a pagar la cuota del gimnasio, y suponía que al final había tenido razón. Conseguí que la chica acabara de pie y le eché un vistazo general para confirmar que no le hubieran quedado césped u hojitas encima, sonriendo al confirmar que estaba limpia.

    —Cuando seas más grande me lo agradecerás —afirmé con toda la convicción del mundo, como los adultos cuando te obligaban a comerte las verduras de pequeño.


    we yo le caí a ali-chan because yes y lo terminé disfrutando un montón JAJAJA gracias por distraerme exitosamente al muchacho un rato uwu7

    como dato de color, el apodo viene de Ai (藍) que significa índigo, por sus ojitos y ya de paso por la similitud con su nombre real. Es todo un poeta (???
     
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    Luego de escapar del intercambio de Jezebel con Sonnen sin nada parecido al honor dejé el pasillo atrás, mandé los mensajes que ella me había encomendado básicamente parafraseando los suyos y seguí andando. En la planta baja compré un jugo en la máquina, pasé por un bento a la cafetería y luego de pensar acabé saliendo al patio, como siempre. Me senté bajo la sombra de un árbol, me acomodé y saqué el móvil para scrollear por Instagram luego de haber destapado el bento.

    Traté de no pensar mucho lo de Arata, pues no podía hacer más que estar de forma simbólica, pero lo conocía y esto era una mierda. Había estado molesto con él por días, pero jamás le habría deseado esto. Sabía que el desastre venía por lo que implicaba para su familia, su madre, no por él y justo por eso ahora todo el cuadro de verlo aparecer en la escuela apestando a alcohol tenía sentido.

    Qué puto desastre, de verdad.

    No me di cuenta en realidad, como venía siendo usual, pero había comenzado a murmurar una canción que pesqué de algún recoveco de la memoria que nada tuvo que ver con el pensamiento relacionado a Arata o lo que estaba mirando en el móvil. De hecho solo fui consciente de ello cuando percibí un chispazo blanco por el rabillo del ojo, en una de las ramas más bajas del árbol, y dejé las cosas que hacía para alzar la vista. Era el gorrión de Verónica.

    —Copito —lo llamé, aunque el animal solo se me quedó mirando—. ¿Dónde dejaste a Verónica? ¿Sigue adentro?

    Hombre, a mí quién me tenía hablando con un pájaro, ¿no? No era princesa de Disney y no era que fuese a contestarme, ni siquiera era un loro o un cuervo que pudiera decir algunas palabras. Suspiré, traté de pensar en qué le habría llamado la atención como para acercarse y la neurona se me iluminó: la canción. Me había conocido con la chica, le tarareé su melodía y le canté una canción, así que debía haber quedado asociado a eso en su cabecita de pájaro. No sabía qué tan listos eran los gorriones, ya que estábamos.

    Let’s hide under the covers, we don’t know what’s out there. Could be wolves —comencé en voz baja, bastó para volver a llamar su atención y una risa se me coló en la voz, igual no importaba mucho, ni que fuese a alcanzar las notas originales—. So hold me, lover, like you used to.

    Seguí un poco más, hasta que el pájaro descendió como un proyectil y pensé que iba a sacarme un ojo o algo, pero se posó en mi hombro. El susto me lo había llevado igual, claro, pero se me pasó cuando lo escuché aletear para subirse a mi cabeza y sentí sus patitas, al final se acomodó entre la mata de pelo que debía parecérsele bastante a un nido.

    La risa que solté sonó resignada, pero seguí comiendo y me desentendí del móvil. Seguí cantándole versos sueltos en los intermedios, bastante bajo, y estaba por darle un grano de arroz del bento cuando caí en que tenía sal y eso no podía hacerle muy bien, aunque creía recordar que mamá me había dicho que el arroz solo no les hacía daño como tal, pero en fin. Al menos había tenido la intención y ahora tenía un acompañante que no había planeado.

    —Me gustan las compañías silenciosas —confesé como si el pájaro fuese a entender algo—. Así que seremos buenos amigos, Copito.


    it was revealed to me in a dream (!!) *eran las 10 de la mañana y estaba borracha de sueño*

    créditos a bruno por prestarme a copito para el relleno sin objetivo (? ahí queda just because
     
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    Bruno TDF

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    Mis primeros días en la academia Sakura estuvieron marcados por una rutina definida. Durante las clases aprehendía los detalles ùtiles de lo que el docente explicaba y, en escasas ocasiones, rompía mi eterno silencio para formular preguntas que consideraba claves, esenciales. Los recesos tampoco estaban exentos de responsabilidad académica, ya que los aprovechaba para ponerme al día con las tareas, por lo general en la biblioteca; tal como hacía en mi escuela anterior. Dado que esta costumbre me permitía disponer de algunos recesos sin asuntos pendientes, a veces salía o me adentraba en diferentes sitios de la escuela con el propósito de leer un libro. Así procuré hacerlo el día anterior en el patio norte, donde mi atención se desvió de la lectura y terminó siendo absorbida por el canto de dos personas, envueltas en la melodía de una guitarra.

    Hoy, el escenario se repitió. Con unas variantes puntuales que no me dejaron ajena.

    Como en este día tampoco tenía tareas sin completar, tomé en una mano el nudo del pañuelo que envolvía mi bento y la botella de agua, ambos de dimensiones pequeñas, mientras que en la otra sostuve una novela de mediana extensión; entre sus hojas había una carta negra de póker que hacía las veces de señalador, pero de la misma sólo se apreciaba su borde superior, no se podía adivinar su real naturaleza. E igual que ayer, mi idea fue leer bajo el sol, de modo que fui al patio norte.

    Cuando tuve el cielo despejado sobre mi cabeza, otro canto, muy bajo, llegó a mis oídos. Me pregunté si acaso sería un acto frecuente entre los estudiantes de este lugar. El ambiente general de la academia Sakura se apartaba de la rigidez de una típica secundaria japonesa, por lo que no debía de sorprenderme, y menos si consideraba el espectáculo presenciado ayer. Detuve mis pasos por el patio norte para girar el rostro hacia el dueño de aquella voz. Y a partir de este punto no habría podido apartar la mirada de él, aunque pusiera toda mi voluntad en ello.

    Porque la imagen del ave blanca anidando en sus rojos cabellos fue, como mínimo, interesante.

    Observé al chico por espacio de unos cuántos segundos, manteniendo el semblante estoico a pesar de lo fascinante del cuadro, hasta que me determiné a caminar hacia el árbol en el que pasaba su tiempo. Caminé con pasos tan suaves que casi no dejaban sonido. Detuve mi andar en sus cercanías, enfrente suyo, con los ojos puestos principalmente en el ave. Aunque me mantuve una ligera distancia para que el chico no sintiera su espacio muy invadido, logré denotar que su acompañante era un gorrión albino. El detalle no me pareció menor: eran pájaros extremadamente raros.

    —Hola —saludé al chico pelirrojo, mi voz era muy suave y mantenía un tono neutro; al recibir su atención, la impasibilidad de mi semblante no varió—. Veo que le caes bien a ese gorrión, ¿eres su dueño?

    :eye:
     
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    De vez en cuando sentía a Copito moverse entre mi cabello, reaccionando a los versos sueltos de la canción o cuando terminaba por convertirse en un tarareo mientras me bajaba un bocado de comida. Se me ocurrió que visto desde fuera el cuadro era un genuino circo, incluso pensé en lo de la postal navideña que había dicho Hattori y se me ocurrió que era bastante parecido, esto de la mata de pelo rojo con el animal blanco. Igual mejor me ponía a cantar villancicos, ¿le gustarían a Copito? A mí no mucho, pero en fin.

    Por demás, podrían llamarme loco, pero tenía una alarma incorporada para cuando alguien se me quedaba mirando y pude jurar que sentí la sensación incómoda de ojos encima, pero me evité la parte de buscar su origen. De repente fui muy consciente de mí mismo, para variar, así que opté por fingir la más absoluta de las demencias y enfocarme en mi momento de, ¿de entrenador Pokémon? Ni idea de lo que fuese esto.

    Noté el movimiento por un costado de la visión, no tanto el sonido de los pasos, pero esperé hasta que la silueta se acercó. Se plantó frente a mí a una distancia lo bastante prudencial para no hacerme sentir demasiado incómodo, así que alcé la vista de lo poco que me quedaba de comida hacia la figura que era claramente femenina. Resultó ser una muchacha de cabello rubio, casi tirando a castaño me atrevería a decir, y ojos color miel, parecía apenas un poco más alta que Verónica, más baja que Ilana.

    No estaba seguro si era mejor que se acercara una desconocida o que uno de mis amigos hubiese visto este show.

    Su semblante me recordó de inmediato a Kashya, su voz fue suave, pero neutra y las facciones no le variaron en ninguna dirección. Le dediqué una sonrisa ligera a modo de saludo, me abstuve de moverme mucho para no ir a mandar a Copito a la mierda y se me quiso escapar una risa por la nariz a escuchar su pregunta, ¿qué si era su dueño? No creía que uno pudiera decir que Copito tenía dueño, tenía una compañera y amigos, pero ya. Era un animalillo libre.

    —Pues aunque le caiga bien, no, no soy su dueño —respondí con calma y alcé la vista aunque obviamente no alcanzaría a ver al gorrión, luego volví a mirar a la chica—. Es de una compañera de tercero, imagino que ella sigue adentro y me habrá reconocido.

    Repasé a la muchacha con la vista de forma disimulada, lo suficiente para no hacerla sentir extraña, y fue nada más para confirmar que no la conocía de nada. Ubicaba con cierta claridad los rostros de tercero por diferentes motivos, por desgracia tenía a una buena parte metidos en categorías, así que supuse que esta muchacha debía de ser de otro grado, ¿segundo tal vez, como Anna y Emily? Tenía más sentido, no tenía pinta de ser de primero.

    —No creo haberte visto antes, ¿cómo te llamas?
     
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    Bruno TDF

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    Su saludo consistió en una sonrisa liviana, en la que me pareció hallar algún atisbo de amabilidad o, en su defecto, un mínimo de educación. El acercamiento de una persona desconocida no pareció incomodarlo a grandes niveles, aunque lo cierto es que me habría provocado lo misma indiferencia si mi acción conseguía el efecto contrario. Como meras personas que intercambiaban sus primeras palabras, el diálogo funcionaría siempre y cuando nos mantuviéramos dentro de los límites del buen trato, que fue lo que esta persona siguió mostrándome con el despliegue de sus siguientes ademanes y con la tranquilidad de su respuesta.

    Por la forma en que se movió, me pareció que intentaba no alterar la tranquilidad del gorrión que seguía reposando sobre su cabeza. Los ojillos del ave, tan rojos como la mata de cabello de la que se había apoderado, seguían clavados en mí, no habían dejado de mirarme desde que opté por acercarme. Se veía muy sano y enérgico, era tan blanco que a duras penas llegaban a adivinarse los contornos de sus alas. También, por mi propia experiencia, pude notar que el gorrión se sentía muy cómodo con este chico, motivo por el que me resultó curioso que no fuese su dueño, según contestó. Mi atención regresó a él y supe que pertenecía a una chica de tercer año.

    —Es curiosa, la libertad de la que goza incluso perteneciendo a alguien —comenté, calmada—. Tu compañera debe tener mucha fe en su gorrión, como para traerlo a la escuela y dejarlo vagar fuera de su vista, con lo inmenso que es el cielo y la cantidad de lugares imposibles que puede alcanzar. Hace falta un corazón valiente para eso.

    Mantuve la calma de mi templanza al notar que me miraba con algo más de detenimiento. Tan sólo aguardé, moviéndome apenas para acomodar un mechón de cabello detrás de mi oreja. Su pregunta me permitió comprender que había intentado reconocerme.

    —Melinda Frenerich, soy nueva en la academia —respondí, adicionando el último dato para explicar el motivo principal por el que nunca nos habíamos visto.

    Hice una pausa en la que intercambié una mirada entre él y el gorrión, el cual no dejaba de estirar el cuello con curiosidad.

    —¿Te molesta si me siento contigo? —pregunté— Cualquiera sea el caso, estaría bien saber tu nombre… y el del gorrión, si es que lo tiene.
     
    Última edición: 16 Mayo 2024
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    A pesar de que podía ser respondón e insufrible, lo cierto era que no solía ser mi primera aproximación, no si me daban opciones, porque al final del día no soportaba el conflicto y, de hecho, por eso podía ser un tibio de mierda en tanto no hubiera grandes implicaciones emocionales de por medio y a veces incluso cuando las había. Era tanto una ventaja como una desventaja, lo sabía, pero así eran las cosas. Que quisiera quemarme vivo cuando aparecían los apestados no significaba que fuese a escupirle encima a una chica que solo había aparecido casi por generación espontánea.

    Supuse que Copito, en su nido improvisado, estaba mirando a la chica porque no notaba movimiento. La respuesta que dio ella se deslizó por lugares un poco anárquicos, se metió por donde quiso y pensé en Verónica, en lo que me había contado de su hermana y la confianza que ponía en ella para, en resumidas cuentas, no acabar ahogada en preocupación. En ese momento digamos que yo ya me había ahogado en la mía, como siempre, pero supe que sus palabras hablaban del cariño que guardaba por ella y que Copito estuviera aquí también hablaba de la confianza que Verónica ponía en quienes la rodeaban, incluso fuera de su vista.

    Quizás valentía fuera la palabra correcta.

    Todos los valientes estaban un poco locos, la verdad.

    No dije nada, no de inmediato, revolví lo que me quedaba en el bento con los palillos con cierto aire distraído y bajé los ojos un momento a esa acción. Respiré con cierta pesadez, escuché que me decía su nombre y asentí despacio con la cabeza, todavía consciente del lugar del gorrión. De haber sido otra persona la que soltó semejante fatality de frase a mediodía tal vez habría contestado algo, pero me lo reservé al final. Hablaba mucho con ciertas personas, con otras si acaso decía tres palabras y al final lo cierto era que a esta muchacha recién la veía.

    ¿Pero no le permitía uno libertad a las aves porque sabía que al encerrarlas acabaría por matarlas? ¿No lo hacíamos porque disfrutábamos verlas cruzar un cielo que nosotros jamás alcanzaríamos? Las aves en jaulas dejaban de cantar, se arrancaban las plumas y finalmente caían muertas. Por eso algunos aparecían, reventaban los barrotes y dejaban que los pájaros volaran, incluso con el miedo y la ansiedad de que nunca volvieran porque el cielo era inmenso, ¿y qué los ataba en realidad a nosotros? Puede que nada en lo absoluto.

    Encerrar a una criatura hecha para volar era un capricho imperdonable.

    Por eso aflojábamos las manos y desechábamos nuestros deseos.

    Disimulé el desvío en el tren de pensamiento comiendo un poco, eso le dio tiempo a Melinda de preguntar si me molestaba que se sentara y negué con la cabeza pues seguía masticando. Regresé la vista a ella, me volví a poner la sonrisa en el rostro y le indiqué el lugar a mi lado con un movimiento de cabeza.

    —No creo que a ninguno de los dos nos moleste tu compañía —concedí con simpleza—. Cayden Dunn y el gorrión es Copito. ¿Llevas poco de haber llegado a la escuela entonces?
     
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    Bruno TDF

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    Descendió la mirada a su bento. El posterior asentimiento que ofreció, al conocer mi nombre, sirvió de indicio para saber que no se había desentendido por completo de nuestro intercambio, a pesar del aire distraído que adoptó tras escucharme atribuir de valentía a la figura ausente de su compañera. El gorrión se removió entre los cabellos rojos al percibir el movimiento afirmativo, sin dejar de mirar hacia mi dirección, a veces distrayéndose con el flujo de otras personas que ocupaban el patio. Sin embargo, no pareció tener intenciones de dejarlo, y ni siquiera había amagado con huir de mí, una figura alejada de su registro habitual. Me quedé observándolos, con calma, quieta, mientras a mis oídos llegaba el sonido muy breve de los palillos, que entrechocaban con los límites del bento casi vacío.

    El querer pasar el tiempo con esta persona y su gorrión no respondió a un motivo muy específico; mi indiferencia también recaía sobre los orígenes de mis propias decisiones. Muchas veces se trataba, a rasgos simples, de dejarme llevar por las circunstancias que se me presentaban. Como los flâneur sobre los que escribió Walter Benjamin en su época.

    El chico aceptó la idea de sumarme a su receso. Volvió a sonreírme, indicó el sitio a su lado y me dijo sus nombres: Cayden Dunn y Copito. Observé que había hablado por ambos al afirmar que mi presencia no supondría una molestia.

    —Me transfirieron el jueves pasado —respondí a su pregunta.

    Con eso, me limité a terminar de recortar la distancia que nos separaba para sentarme de rodillas a su lado, con las manos sobre mi regazo; el césped bajo las piernas servía para amortiguar el peso de mi cuerpo, por lo que estaría cómoda. Fue entonces cuando Copito saltó desde la cabeza de Cayden y se posicionó sobre uno de sus hombros, el del lado donde acababa de sentarme, en la evidente intención de observarme más de cerca. Con movimientos amenos, dejé mi libro y mi propio bento a un costado, y volteé el rostro para devolver la mirada a esos pequeños ojos carmesí.

    —Copito… —repetí.

    Se removió ligeramente, en reacción a su nombre. Giró el cuerpo para mirarme con mayor ahínco y, en eso, noté que el extremo de su cola rozaba el cuello de Dunn; de poseer sensibilidad en esa zona, era posible que el ave estuviera haciéndole cosquillas, por la inquieta curiosidad que me dedicaba.

    —Supongo que muchos asociamos el blanco con el invierno —dije, indiferente al detalle de la probable cosquilla—. Yo tengo una lechuza nevada, a la que bauticé como Schnee. “Nieve” en alemán, precisamente. Por suerte, me han dejado traerla conmigo —miré a Dunn—. Es que vengo de Kioto, me mudé con mi familia la semana pasada.
     
    Última edición: 17 Mayo 2024
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    No me detuve a pensarlo, pero Copito no parecía tener intenciones de irse, ni siquiera ahora que había aparecido una persona desconocida y entonces la tontería de la compañía silenciosa fue más verdad que mentira. Eso y que realmente el animal parecía sentirse cómodo conmigo, lo que tenía su gracia teniendo en cuenta que solo nos habíamos visto una vez. Suponía que a sus ojos había hecho feliz a Verónica y a él le valía, lo que me parecía bastante válido.

    Algo a lo que tampoco le confería mucho pensamiento fue a por qué esta chica, que parecía tan seria como Kashya, quería sentarse conmigo y el gorrión de la nada. Bien podría haberse ido por donde había venido, solo elegir sentarse en otra parte o lo que fuese, pero las decisiones de las personas eran extrañas una gran parte del tiempo. Además, la chica parecía bastante normal en comparación a la mitad de imbéciles de esta escuela, así que no me importaba estar con ella de momento.

    En cualquier caso, me respondió que la habían transferido el jueves anterior, así que sí, básicamente estaba recién llegada al Infierno sobre la tierra. Luego de contestarme eso se acomodó a mi lado, sentí que Copito saltaba de su lugar y pronto noté que se posaba en mi hombro, viendo que fue del lado en que Melinda se había sentado asumí que era para poder husmearla mejor.

    La chica dejó las cosas a un lado, noté que llamaba al pájaro por su nombre y este reaccionó, con el movimiento su cola me hizo cosquillas en el cuello, tuve que contenerme de no removerme para no espantarlo, pero solté el aire por la nariz con cierta pesadez. Mantuve la atención en el ave, al menos con el rabillo del ojo y me quejé en voz baja.

    —Me haces cosquillas, Copito.

    El comentario de Melinda me hizo asentir con la cabeza, pues así como Vero había llamado al gorrión albino Copito, yo la había llamado a ella Snowy así que pecábamos todos de lo mismo. El nombre de mamá, no en su raíz irlandesa si no en la latina, significaba nieve y supuse que tendría algo de sentido también, sus ojos azules podían hacer pensar en el invierno o el hielo. El punto era que estaba en esas divagaciones cuando Melinda soltó que ella tenía una lechuza nevada, que se llamaba Schnee, nieve en alemán, y miré a la pobre chica como si la acabaran de escupir de Hogwarts. Ni siquiera pude darle relevancia suficiente a que venía de Kioto.

    —¿Y cómo llegaste a tener una lechuza para empezar? —pregunté en algo que fue una mezcla de curiosidad e incredulidad.
     
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    Bruno TDF

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    No fue inesperado el repentino giro de sus ojos, que me observaron como si fuese una persona venida de cierto mundo mágico. Sostuve su mirada sin cambiar la postura, a sabiendas de que recibiría palabras de su parte, ya fuese por inquisición o descreimiento. Aunque me eran indistintas las opiniones ajenas, sabía bien que para muchos sonaba excéntrico el hecho de tener una lechuza en el hogar, por lo que la reacción de Dunn me pareció de lo más natural. Copito, por su parte, apuntó el pico en la dirección contraria para escudriñar al chico; me pareció que fue muy perceptivo aún cuando Cayden no dijo nada, y me pregunté con cuántas personas más había tratado para lograr esa suerte de entendimiento con un humano.

    Cayden hizo una pregunta, la cual entraba en el listado de devoluciones probables. No era la primera vez que me la formulaban, tampoco sería la última.

    —Antes fue de mi madre —expliqué, manteniendo la mirada sobre él; la suavidad de mi voz, neutra de por sí, volvió a captar la atención de Copito—. Llegó a la familia hace unos años, producto de un capricho suyo, que mi padre se encargó de cumplir valiéndose de sus recursos y contactos. Pero, pasado un tiempo relativamente corto, ella perdió el interés y dejó de hacerle caso a su lechuza. Frente a esto, decidí hacerme cargo de cuidar a Schnee y ponerle su nombre.

    Hice una pausa para destapar mi bento sobre mi regazo, cuyo contenido era un almuerzo de estilo más occidental, aunque sí incluía palillos. Mis movimientos eran tan suaves como mi modo de hablar, casi no hacía ruido. Este breve preparativo tuvo por objetivo otorgar unos segundos para que Cayden continuara procesando la información, porque todo debía seguir sonando extraño a sus oídos. Me daba lo mismo, pero la conversación se estancaría si quedaban datos sin asimilar.

    Volví a mirarlo.

    —Nada compensará la crueldad de haberla arrancado de su hábitat natural y abandonarla entre paredes de concreto —añadí—, pero al menos logré que se sintiera cómoda conmigo. Es lo mejor que puedo hacer por Schnee.

    Cuando leí lo de "...como si la acabaran de escupir de Hogwarts"
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    Última edición: 18 Mayo 2024
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    La pobre chica debía recibir la misma mirada cada vez que decía que tenía una lechuza, ¿pero alguien podía culparme? Primero me topaba a una muchacha albina con un gorrión blanco, luego me salía otra con una lechuza nevada y me parecía demasiada coincidencia, eso y que tal vez las mascotas se estaban volviendo demasiado exóticas. Mis dos gatos y los Dios sabría cuántos de la calle ahora parecían hasta corrientes en comparación, vaya, igual debía hacerme amigo de una paloma o de un halcón.

    Copito, todavía en mi hombro, pareció mirarme y me dio vibras de "¿Pero tú de qué te sorprendes si yo estoy aquí?". Puesto en perspectiva que yo me impactara por la lechuza era casi hipócrita cuando tenía un gorrión que ni siquiera era mío en el hombro, como si fuese la mismísima Blancanieves o quién sabe qué. Aunque si me lo preguntaban una cosa era una gorrión y otra una legítima ave rapaz, se diferenciaban en cuidados y otro montón de cosas.

    Su respuesta me dejó casi igual de confundido, porque aunque yo mismo entraba en la categoría de caprichoso por tantos motivos que ponernos a enumerarlos me dejaría en vergüenza, jamás se me habría ocurrido aparecérmele a, yo qué sabía, mi padre y soltarte que más le valía conseguirme un búho o íbamos a tener problemas. Me pregunté también qué clase de recursos y contactos podía tener uno para sacarse una lechuza de los huevos, porque un animal de esa clase era completamente diferente de pedir un cachorro, un gato o pez dorado.

    ¿Quién era la familia de esta muchacha?

    Preguntas a un lado, pude poner en funcionamiento los conocimientos más biológicos que poseía gracias a mamá y algo de sentido común. Dependiendo de la edad o el momento en que el ave fue extraída de su ambiente había un punto de contacto humano irreversible, si el animal había crecido entre personas, si había carecido de muestras de cómo ser una lechuza fuera de un espacio limitado, arrojarla a la naturaleza significaría matarla. Sin mencionar que soltarla en un ambiente que no era al que pertenecía, porque no había de estos pájaros aquí y estaba casi seguro, también rozaba la sentencia de muerte.

    —Reconocer que solo soltarla o dejarla sin más habría sido malo para ella es una forma de compasión —dije finalmente, sereno, y dejé los palillos en el bento vacío para estirar la mano hacia Copito y ofrecérsela, por si quería posarse allí—. No elimina la crueldad, pero responsabilizarse al menos le dio a Schnee una compañera. A veces el mundo se reduce a eso.

    Todo lo solté sin mirar realmente a Melinda, distraído con Copito, aunque sonreí sin darme cuenta y el gesto fue algo más suave que el que le había dedicado a ella. Raro o no, al final lo cierto era que siempre me habían gustado los animales y me gustaba conocer personas que los cuidaran.

    —¿Te gustan otros animales, Melinda, o solo las aves?
     
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    Bruno TDF

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    La explicación sobre el origen de Schnee no redujo su confusión, hecho que tuve presente incluso si Cayden no dio pistas claras de sus pensamientos. Hablar de la lechuza implicaba, a su vez, ofrecer una primera aproximación a la naturaleza de mi familia. El capricho de tener un ave rapaz hablaba de extravagancia, abandonarla reflejaba falta de empatía; mientras que el movimiento de recursos para traer una lechuza nevada a estas tierras indicaba, desde mi punto de vista, una voluntad implacable y arrasadora. Pero todo se reducía, en última instancia, a un único concepto.

    Poder.

    No me consideraba una santa, cosa que tampoco me quitaba el sueño. Cada Frenerich era irreverente y no se rendía cuando se proponía conseguir algo. Si para lograrlo surgía la necesidad de deslizarse por fuera de las normas de lo moral y lo social, se hacía sin pestañear. Yo no estaba exceptuada de esta regla que parecía inherente a la sangre familiar. Pero supe condenar la crueldad cometida sobre Schnee. Discutí. La adopté y, con eso, la mantuve segura entre las paredes de mi habitación, aunque eso no fuese lo ideal. Velar por su vida suponía una acometida silenciosa contra ciertos modos de mi familia. Mi acto de irreverencia.

    Como Frenerich que era.

    Dejarla libre no era una opción y tampoco podía permitirle la libertad que la compañera de Cayden daba a Copito. Schnee había pasado mucho tiempo dentro de la residencia, por lo que podría desorientarse si le permitía volar lejos, sobre todo ahora que estábamos en una ciudad nueva, completamente desconocida para ella. Sin embargo, Dunn calificó esto como una forma de compasión. Yo estaba comiendo un poco de mi almuerzo cuando lo escuché, porque además me había dedicado a mirar a la gente del patio tras mi explicación previa, así que me volteé hacia él. No encontré sus ojos porque se había distraído con Copito, a quien acercaba su mano, pero siguió hablando para destacar que Schnee ahora, por lo menos, tenía una compañera. Que a veces el mundo se reducía eso.

    Asentí con suavidad frente a su perspectiva.

    —Coincido —correspondí—. Es importante que ese mundo no se sienta vacío.

    Hablé en general, pero la idea también recaía en algo más personal. No hablaba mucho con mis padres y hermanos a causa de las diferencias antes mencionadas, había ocasiones en los que permanecía aislada. Schnee y yo llenábamos la soledad de la otra, impedíamos que fuera absoluta.

    Me quedé observando a Dunn, quien permanecía algo abstraído en Copito, que le devolvía la mirada. Noté cómo su expresión se tornaba más suave mientras miraba al gorrión albino, que luego saltó a su mano tras algunos segundos. Infló sus plumas sobre la palma de Cayden cuando éste me quiso saber si me gustaban otros animales. Me permití unos segundos para pensar la respuesta, aprovechando para comer otro poco.

    —Diría que me gustan los caninos en general —contesté, regresándole mi atención—. Sobre todo, los zorros. Astutos, inteligentes y ágiles, además de bonitos. Mi favorito es el zorro Fénec, también conocido como “zorro del desierto”.

    No mencioné mi deseo de, algún día, acariciar las orejas de uno, porque no creía que para Cayden fuese relevante. En su lugar, volví a permitirme otro momento para dar cuenta de mi comida. Al terminar de pasarla, miré a Copito, que seguía en la mano del muchacho.

    —Imagino que a ti también te gustan, ¿no? Digo, por cómo le sonreíste a Copito —dije, impasible como siempre— ¿Tienes animales en tu casa, Cayden?
     
    Última edición: 19 Mayo 2024
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    Zireael

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    Hasta dónde llegaban los recursos de la familia de esta muchacha fue un elemento extraño, un ruido venido de ninguna parte al que pretendí no darle tanta importancia en parte porque tal vez no la merecía, pero también porque las familias con dinero eran un poco estrafalarias en términos generales. Estaba en la figura de Sonnen rascando comprar licor con otras personas aunque tenía dinero hasta para quemarlo y en mi elección sin fundamento de quedarme en las sombras, vendiendo mierdas aunque solo debía pedirle pasta a Liam si me hacía falta.

    Todos éramos irreverentes dentro de nuestros espacios.

    La rebeldía era más atractiva que la fragilidad.

    Los límites morales eran en general bastante difusos, pero si me basaba en mi experiencia y en el único fragmento de espejo roto que conservaba envuelto entre mis dedos, empeñado en no dejarlo ir, creía que lo que escapaba de esos espacios grises era tal vez la parte más real de uno mismo. La irreverencia de Melinda contra la crueldad a Schnee que yo había traducido a compasión tal vez fuese un buen ejemplo de ello.

    Por demás, incluso si ya me había salido como el culo una vez, seguía trasladando mis ideas a los mundos ajenos. En mi búsqueda constante de reconocimiento y admiración había terminado adormecido por las sensaciones que proveía saberme rodeado por siluetas sin rostro, pero no era tan estúpido como podía parecer. Sabía de la importancia de nuestros compañeros, de las siluetas que podríamos reconocer incluso en habitaciones a oscuras. Cuando el mundo colapsaba sobre sí mismo eran lo único que poseíamos, marcaban el camino a casa.

    Ella coincidió con mi argumento y yo asentí suavemente con la cabeza aunque seguía concentrado en el gorrión. La sonrisa alcanzó a entrecerrarme los ojos cuando saltó a mi mano e infló las plumas, una vez allí lo traje frente a mí, descansé la mano en el regazo luego de quitar el bento vacío y aproveché para dedicarle una caricia ligera en el plumaje del pecho mientras escuchaba a Frenerich.

    —Los fénec son muy lindos, tienes razón. Dan ganas de tocarles las orejas —resolví en algo que pareció más un pensamiento en voz alta. Igual su mención a los zorros me había lanzado de inmediato al recuerdo de Yako y de los chacales, caninos todos. Traté de batear lejos ciertos recuerdos lejanos porque acabaría poniéndome demasiado sensible sin motivo—. Me gustan los zorros plateados, variante del zorro rojo de toda la vida.

    Su suposición de que me gustaban los animales era correcta por evidentes razones, aunque que señalara la forma en que le había sonreído a Copito me dio algo de vergüenza. Contuve el posible bochorno de milagro, asentí con la cabeza y seguí acariciando al gorrión, lo que me sirvió de canalizador.

    —Cuando estaba pequeño se me daba mejor interactuar con animales que con personas. Siempre me gustaron mucho —confesé en voz baja ahora sí regresando la mirada a la chica—. Tengo dos gatos y también suelo cuidar a los callejeros que andan cerca de casa.
     
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    Amane

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    Dejé escapar un suspiro ligero mientras salía de la academia, llevándome una mano a la frente para poder echarle un vistazo al cielo; no había mucho sol molestando, en realidad, pero a veces me gustaba ser un poquito dramática solo porque sí. El tiempo no era del todo ideal, así que todavía había bastantes mesas disponibles para elegir donde almorzar. Eso hice, pues, atravesando el patio a paso tranquilo al mismo tiempo que mi miraba paseaba de aquí para allá, en modo completamente cotilla. No había demasiado que destacar, de todos modos, aunque en una de estas me pareció ver a dos niñas en el césped, una de ellas de pelo negro y otra completamente albina, y el detalle me pareció bastante adorable.

    Encontré una mesa libre bastante cerca del cerezo, por lo que me la adjudiqué sin ninguna clase de vergüenza al ocupar todo el espacio con mis cosas y, al rato, abrí mi bento para empezar a comer. Nana siempre se encargaba de que mi comida fuera lo más variada y saludable posible, incluso si yo luego me encargaba de estropear todos esos planes hinchándome a dulces sin ton y son; en aquella ocasión no fue muy diferente, claro, y me llevé algo de verdura a los labios mientras empezaba a revisar mis redes sociales. A ver que había nuevo por aquí...

    queda solo una semana pero weno, such is life (?) por aquí se queda riri y, por si no quedó muy claro, emi y ka-chan también están ahí, sentadas en el césped
     
    Última edición: 5 Junio 2024
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    Gigi Blanche

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    ¡En menuda investigación acabé liado! Uno creería que las buenas acciones son bendecidas por el universo y que un corazón puro encontraría su camino con gracia e iluminación. ¡Pues las pelotas! Mi primera parada fue la 3-3, por supuesto, pero Riamu ya no estaba ahí. Le pregunté a un par de chicas y tampoco supieron guiarme. Eso me dejaba... una inmensidad de posibilidades, la verdad, pero a ver: big brain moment.

    Los típicos sitios de receso en realidad no eran tantos, ¿cierto? Descarté las aulas y los clubes en primera instancia y revisé los espacios comunes techados, que igual el día no pintaba tan lindo como los anteriores y, ni idea, estaba intentando ser un muchachito astuto. Astuto y eficiente. Revisar la cafetería fue un caos y de ahí el gimnasio, y el salón de actos, ¿debía chequear la biblioteca? Nah. Yendo por el pasillo me detuve en seco y me pregunté, horrorizado, si no estaría justo ahora haciendo su proyecto.

    ¡Pero espera, que era nuestro proyecto!

    Siendo justos, la entrevista podía estar ocurriendo en este preciso momento y yo ni enterado. Así era la vida del irresponsable. Pero una parte de mí quería creer que Ri-chan no se olvidaría de avisarme cuando viniera su padre, era eso o que se me rompa el corazón.

    Demasiado me había entretenido pensando tonterías y, cuando salí al patio norte casi porque sí, la vi allí y recordé de repente mi objetivo inicial. ¡Las buenas acciones, cierto! Sonreí, muy campante, y me acerqué a su posición desde atrás.

    —¿Sabes una cosa? —Me deslicé en el banco a su lado, le eché un vistazo al árbol y regresé a sus ojos—. ¿Has pensado lo bonito que combinas con los pétalos de cerezo~?

    Lo acompañé de una sonrisa encantadora, claro está. Día sin halagar a una señorita era día desperdiciado. No le dejé mucho tiempo de reacción, de todos modos. Vi el lío de cosas que tenía sobre la mesa y deposité frente a ella el envase con las bolitas de chocolate que Emily me había obsequiado.

    —Ta-da~ Vine a alimentar a la bestia, ¡y qué viajecito! —Me indigné de repente—. ¿Tienes idea lo que me costó ubicarte?

    not me @ dropping el post literalmente para que te despiertes y lo veas JAJAJA
     
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    Amane

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    No me avergonzaba admitirlo: había acabado del todo ensimismada en mi móvil, pendiente como nunca de un cotilleo entre dos actores de los que posiblemente no recordaría ni las caras al día siguiente; era una señorita muy simple, al fin y al cabo. Estaba tan metida en todo aquel asunto que no me di cuenta de la presencia de Joey hasta que me habló directamente, lo que hizo que diera un pequeño respingo por la sorpresa en el momento. Me recuperé al segundo, de todos modos, y le dediqué una sonrisa animada después, mientras seguía con la mirada sus movimientos al sentarse junto a mí.

    —Oh, ¿tú crees? —murmuré al recibir su halago, notando como un ligero rubor se apoderaba de mis mejillas ante el mismo.

    Por suerte, el chico no me dio espacio a mucha más reacción y eso me permitió controlar la que ya había tenido, haciéndome recuperar la sonrisa animada sin demasiada complicación. Justo después de sentarse, el muchacho colocó una especie de recipiente sobre la mesa y, claro, el detalle consiguió robarse toda mi atención, pues me quedé con la mirada fija en el mismo durante un buen rato, mientras él empezaba a quejarse porque le había costado encontrarme.

    >>¿En serio? Y yo aquí pensando que me era imposible camuflarme entre los demás alumnos... —comenté junto a una risilla ligera, echándole un vistazo fugaz en el proceso, y como era una impaciente desvergonzada, no tuve ningún reparo en abrir el envase para satisfacer mi curiosidad al segundo de volver a fijar mi vista en el mismo—. Own~ ¿Y esto? ¡Tienen buenísima pinta! ¿Los hiciste tú?

    Estaba claramente encantada con el regalo, por si hacía falta alguna aclaración.

    oh, you treat me so well, bebita u///u
     
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  19.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me limité a esperar que Riamu abriera el envase y viera lo que había dentro. Su primera reacción me ensanchó la sonrisa y luego solté una risa nasal, moviendo la mano en descrédito. No era tanto de esta clase de postres, digamos que se me daba mejor... ¿la panadería? ¿Todo lo que se relacionara con la harina? Harinas y té, por supuesto, la clave de la felicidad. Eso sin contar los guisos de zanahoria y cordero, claro. Y mis sopas de remolacha. Y los zapallos horneados rellenos de...

    ¡Que me voy de tema!

    —Qué va, ojalá. Pero nop. Me los dio una kohai super linda que... —En ese momento, como invocado, creí reconocer un chispazo moreno a la distancia y desvié la mirada de Riamu ligeramente—. Es la de allá, de hecho, la que está con la albina de pelo corto. Emi-chan~

    Esa parte era cierta, pero nunca me había caracterizado por ser precisamente modesto, ¿cierto?

    —Hablamos a la mañana y le conté que tenía una amiga que adoraaaaba los dulces, y si no me obsequiaría un par para ella. Acabó dándome todos. —Me incliné en su dirección, suavizando mi sonrisa—. ¿A que hice un buen trabajo, Ri-chan?
     
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  20.  
    Amane

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    Siguiendo con la temática de ser una completa desvergonzada, ni siquiera esperé a que el chico empezara a contestarme para llevarme una de aquellas bolitas a los labios. Dejé salir un sonidito de satisfacción al sentir el dulzor del postre en mi boca y, tras escuchar la aclaración del chico sobre el origen del mismo, giré la cabeza en dirección a donde estaba señalando sin ninguna clase de disimulo. Ah, ¿podía ser que el mundo fuera tan pequeño? Si resultaba que la cocinera había sido una de las niñas en las que me había fijado antes.

    —¿Te las dio todas? —repetí, volviendo la cabeza para centrarme de nuevo en él, y mi expresión de ligera sorpresa se transformó rápidamente en una de diversión—. No sabía que eras tan buen embaucador... y con una inocente kohai, además... —añadí, negando un par de veces con la cabeza mientras cerraba los ojos, en una clara muestra de decepción por el asunto.

    La decepción me duró más bien poco, de todos modos, pues Joey buscó mi aprobación después de contarme lo que había pasado y mi expresión se suavizó por completo con ello, especialmente al notar su cercanía una vez volví a abrir los ojos. Me sonreí, dejando salir un 'mhm' de nada en señal de aprobación, y estiré el brazo hasta poder hundir los dedos en su cabello, deslizándolos entre sus mechones con delicadeza.

    >>Muy bueno, ciertamente. ¿Será que tenga que darte un premio y todo~? —murmuré, entornando apenas los párpados, y con el brazo que me quedó libre pillé otra de las bolitas, rozándole los labios con la misma antes de comérmela yo; le sonreí algo divertida después, como si nada.

    most likely este sea el último post que pueda hacer, so digamos que es un cierre (?) fue cortito pero muchas gracias again por caerme, tenía ganas de rolear algo más en este período, ¿y qué podría haber pedido mejor que pasar un rato con mi marido preferido? you spoil me too much u////u
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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