Exterior Patio norte

Haber podido hablar con Shiori sobre el proyecto me había tranquilizado bastante al respecto, sobre todo porque sabía que entrevistar a papá sería un trabajo mucho más sencillo y cómodo que hacerlo con cualquier otro adulto desconocido y eso... bueno, ayudaba un montón, ¿o no? Por otro lado, haberle dejado las llaves del club a la chica no me molestaba, pero sí reducía mis opciones sobre dónde almorzar durante el receso.

Al final me decidí por bajar al patio; seguía haciendo buen tiempo, pero al menos aquel día estaba refrescando un poquito más que los anteriores. Bajé a paso ligero una vez la campana sonó, por lo que llegué bastante rápido al patio y tuve un buen número de opciones a la hora de elegir dónde sentarme; acabé por decantarme por una mesa algo alejada del cerezo, que era donde casi todo el mundo solía arremolinarse y, por lo tanto, donde más bullicio había.

Me había traído un libro conmigo, así que estuve bastante entretenida con eso mientras comía... hasta que me percaté de la melodía que vino desde el mismo cerezo. Alcé la mirada, claramente curiosa por el descubrimiento, y mi rostro fue todo un poema al distinguir los autores del espectáculo. Kohaku y Morgan tenían una amistad bastante... curiosa, por no decir algo extraña, pero lo que nadie podía negar era que estaban haciendo un dueto precioso.

Decidí disfrutar de la música desde la lejanía, como un mero acto de entretenimiento. Incluso si, honestamente, no pude evitar pensar en lo lindo que se veía Kohaku tocando la guitarra.

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mis disculpas, tuve la idea de que emi los escuchara desde que vi el post, so i had to /\ y ya la dejo por aquí, también (?)

 

Los profesores también tenían derecho a disfrutar del solcito, ¿verdad? Eso cuando no se les acumulaba trabajo y papeleo que los forzara a perder la hora de receso, claro. Pero Shinzo-sensei era muy organizado, tanto, que por primera vez en dos semanas pudo recordar a qué sabía la brisa del mediodía. Accedió al patio norte por una de las entradas laterales, llenándose el pecho de aire fresco, y lo repasó con la vista. Los niños salpicados aquí y allá, la canción que surgía bajo el cerezo, y... Cerca de su posición, sentado en una banca, identificó a uno de sus alumnos, alguien que esta mañana se había ausentado: Shimizu Arata.

A veces aprovechaban el corte para asistir únicamente a las clases de la tarde, lo sabía, incluso si no ocurría con frecuencia. Al observarlo mejor, sin embargo, notó que el muchacho llevaba puesto el calzado de la calle, y entonces suspiró. Ah, qué poco le apetecía hacer su trabajo de profesor en su único ratito de libertad, pero si lo pillaban ahí sin mover un dedo le caerían con la bronca...

Qué mundo tan cruel.

Tras un breve debate mental finalmente se acercó a Shimizu, quien se encontraba en compañía de otro chico pelirrojo. Estuvo por abrir la boca para preguntar, pero creía ser lo suficientemente joven y tener un sentido del olfato decente, y frunció el ceño.

—¿Has estado bebiendo, Shimizu? —inquirió, esforzándose por disimular su incredulidad, y bajó la vista a sus pies—. Tampoco te has cambiado los zapatos.

Colocó las manos en su cintura y le echó un vistazo a la puerta que desembocaba en el pasillo. Idealmente iba a ser un llamado de atención breve y efectivo, pero ahora... Ah, mierda. Su adorada libertad.

—Tendrás que acompañarme a la oficina de la directora —definió, regresando la mirada a él.

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Fa, es la primera vez literal que implemento esta mecánica, re loco

Zireael wenas, lo siento mucho, el peso de la ley cayó sobre nuestro muchacho según el reglamento escolar y la mecánica de infracciones. Tiene derecho a un abogado (???

 

Quise creer la verborrea de Cayden, la proyección de su propio cuento de hadas, por eso acepté su mano, lo dejé quedarse y escuché a Ko con Morgan. Los escuché hasta que estuve por desconectar, capaz de olvidar la mierda cinco minutos, pero así no funcionaba el mundo y era tan simple como eso. En algún momento el cuerpo entero de Cay se tensó, se valió del agarre en mi mano para tirar en su dirección y sentí que me pescaba todo el brazo casi hasta el hombro. El gesto fue terriblemente posesivo, pero también estuvo lleno de miedo.

Había cerrado los ojos un rato, así que cuando percibí todo eso los abrí y di con la mirada hostil del crío pegada en una silueta que se había materializado del aire, al menos a mi me dio la sensación. Era el hijo de puta de Shinzo, lo miré casi con pereza, resignado a todo lo que pasaba, y me di cuenta que el agarre del mocoso quería cortarme la circulación.

—No-

—Cállate, Cay —lo reprendí de inmediato usando algo de fuerza para soltarme de sus manos y le di instrucciones como si tuviese cinco años—. No hagas tonterías, ¿quieres? Aquí no. Quédate escuchando.

¿Respondí a la pregunta de Shinzo? No, ¿para qué? Solo me levanté despacio cuando me zafé del mocoso, que puso algo de resistencia a pesar de mi orden, y di un par de pasos con intenciones de volver dentro del edificio asumiendo que el cabrón de Shinzo me haría una escolta de lo más bonita. La verdad era que sentía las articulaciones herrumbradas, me dolía todo ya.

—¿Arresto no violento? —pregunté luego de haberle echado un último vistazo al cerezo—. Ni me dejó terminar de escucharlos, qué feo. En fin, venga, así le ahorro tiempo.

Mi lamento fue tan monocorde, tan falto de emoción alguna, que incluso a mis oídos sonó extraño. Era una mierda, ¿no? Pero la culpa la tenía yo por haberme venido a meter aquí sin limpiarme primero, por comprarle las botellas a Tachibana y por haber salido de mi escondite para empezar. De haberme quedado en el armario hasta el final del día todo se habría quedado estático, como debía ser.

Yo tenía la culpa por creer que las paredes de Cay y la guitarra de Ko podrían purgar una maldición tan grande.

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si hay un dado involucrado a mi alrededor siempre saldrá 1 JAJAJAJ bueno, it was a pleasure *reverencia* nada como un drama extra sobre mi pastel de desastres

 

Si el chico se había incomodado con mi repentina cercanía, la verdad es que yo no me había dado cuenta (o no había querido darme cuenta) de lo metida que estaba en la tontería de turno; igual me dejó ser, añadió algo más en respuesta a toda la broma y, una vez estuvimos en la planta baja, escapó de mi agarre para ir hacia la máquina expendedora. No le dediqué mucho pensamiento al asunto, para ser honesta, sobre todo considerando que mi atención acabó centrándose más bien en el comentario que hizo sobre mi abuela.

—I really do —admití, relajando la expresión mientras lo seguía—. Me siento mucho más cómoda viviendo con ella que con mis padres, so there's that —añadí, encogiéndome apenas de hombros.

Acepté la botella de agua que el chico me extendió con una sonrisa amable, queriendo así agradecerle el gesto, y asentí con la cabeza como toda respuesta a su pregunta, pues en ese momento también fue que abrí la botellita en cuestión y le di un buen trago a la bebida. Nos dirigimos hacia el exterior, pues, y lo que nos recibió fue... ¿alguien cantando? Quería decir, aparte del bullicio general que solía haber en el patio (y que casi hacía que el dolor de cabeza me volviese con el doble de intensidad).

>>Wowie, ¿tenemos concierto en vivo y en directo? Esto prácticamente califica de cita romántica, Kaki-chan~ ...just kidding! —aquello último lo añadí dándole un codazo de nada en el costado, junto a una risa ligera, y poco después nos llevé hasta una zona de césped que había libre (los asientos estaban todos ocupados, ni modo)—. So... ¿qué traes ahí? —cuestioné, señalando su bento con el índice una vez me acomodé en la hierba—. I'm kinda hungry now...

 

La respuesta sobre su abuela me resultó sincera, en cierto modo le relajó las facciones y, al menos de momento, no acoté nada respecto a la información ampliada sobre sus padres. Salimos al patio, el sol estaba menos letal que ayer y lo agradecí con creces. Una melodía se arrastró hacia nosotros y, al buscar su origen, detecté la cabeza celeste de Kohaku; estaba junto a Morgan y un poco por inercia, también, recorrí el resto del espacio, identificando así tanto a Dunn como a Emily.

Era un poco evidente, si lo pensaba.

La voz de Alisha captó mi atención al soltar la estupidez de la cita romántica, la miré sin procesar del todo lo que había dicho y su codazo me arrancó una sonrisa ligera. Me había distraído y seguía con las reacciones un poco lentas, suponía, así que todo el asunto me pilló con algo de delay. A veces era difícil seguirle el ritmo a este tipo de personas. En cualquier caso, nos ubicamos en la zona que ella designó y, cuando apoyé el bento en el césped, su tono me anticipó lo que iba a decir. Sonreí, divertido.

Ah, qué descarada, en serio.

—Comida —respondí, tranquilo, con la intención de molestarla, y desenvolví la caja hasta poder abrirla—. No cualquier comida, eh, comida de mamá.

Tenía un único par de palillos por razones obvias, pero se los extendí junto a una sonrisa serena y la dejé ser. Me convenía compartirlo, la verdad, así ella creía que me lo había terminado solo y no haría preguntas.

—¿Tus padres viven aquí? —le pregunté, pretendiendo retomar aquel comentario suyo de adentro.

 

Kakeru reaccionó con algo de retraso a mi broma, fue bastante evidente, pero lo cierto es que volví a no darle demasiada importancia al asunto; el solecito adormecía a cualquiera y, vaya, hasta yo fui capaz de sopesar la posibilidad de que había visto a algún conocido que le había conseguido distraer o algo por el estilo. La cuestión es que el asunto no fue a mucho más y, en su lugar, la atención de ambos se centró en su almuerzo. Le dirigí una mirada llena de ironía cuando me respondió con lo más absolutamente cliché que podía responder, alzando una ceja inquisitiva en el proceso, aunque al final no me quedó más remedio que volver a relajar el semblante.

—Uh, haven't had one of those in ages... —murmuré, curioseando el contenido del bento a medida que él lo abría.

No tuve ninguna clase de vergüenza a la hora de aceptar los palillos que me extendió, ni siquiera cuando me percaté de que aquellos eran los únicos que íbamos a tener disponibles para los dos. ¡No atendía a razonamiento cuando se trataba de comida, y'know! Me llevé algo de arroz con carne a la boca, saboreando a gusto la comida mientras le echaba un vistazo al cielo, y me golpeteé los labios con los palillos un par de veces, en un gesto pensativo.

>>Nope, ellos se quedaron en Chicago. Suelo ir a visitarlos en vacaciones, claro, aunque cada vez me apetece menos. Son muchas horas de avión, ¿sabes? I'm old... —le sonreí con una nueva cuota de diversión, habiendo bajado la mirada hacia la suya antes de empezar a contestar, y le extendí los palillos de vuelta mientras hacía un gesto de aprobación con la mano que me quedaba libre—. Muy rico, dale mis felicitaciones a tu mamá. ¿Tú también sabes cocinar?

 

Me comentó que sus padres vivían en Chicago y la información le dio sentido a que hablara tanto en inglés; debía haber nacido allá. Era un cambio bastante grande haberse mudado aquí con su abuela, ¿verdad? También dijo que cada vez le apetecía menos visitarlos y se excusó en la duración del viaje, aún si obviamente ese no era el motivo real. ¿Debía meter el hocico? Sonreí, en todo caso, y la dejé que comiera y todo lo demás con calma.

Acepté los palillos y su aprobación culinaria me ensanchó la sonrisa.

—Le diré —murmuré, y aún si podía sonar a respuesta de manual, estaba diciendo la verdad.

Mamá siempre se alegraba cuando le contaba que había almorzado con alguien, e incluso mejor si a ese alguien le gustaba su comida. En general no creía, digamos, en sus habilidades gastronómicas, por más de que llevara mi vida entera cocinándome y siempre hubiera disfrutado lo que nos hacía. Había mucho de mamá que encontraba en mí mismo, si lo pensaba con detenimiento. Recogí un poco de arroz con carne, me lo llevé a la boca y mastiqué con calma, regresándole los palillos.

—No, no, mamá es la cocinera —negué, junto a una risa breve; no pretendía mentirle, sólo no creía que se estuviera refiriendo a la repostería y me daba vergüenza soltarlo como fun fact—. ¿A qué edad te mudaste aquí, con tu abuela?

Me parecía una pregunta más family friendly que pedirle directamente los motivos, pero que, de ella quererlo, podría ampliar y abarcar ambos tópicos.

 

Asentí con la cabeza, solemne como la situación lo requería, cuando el muchacho dijo que le daría my compliments to the chef, y apenas un segundo después recuperé la expresión animada, echándome hacia atrás hasta quedarme tumbada sobre el césped. Kakeru negó entonces saber cocinar, lo que me hizo girar la cabeza en su dirección con una sonrisa incluso más amplia y contenta que antes; poco sabía yo que esa alegría estaba basada en una vil mentira.

—Eres de los míos, then —sentencié, cerrando los ojos mientras asentía de nuevo con la cabeza, justo antes de recuperar las posición original de mi cabeza—. Yo soy un desastre, de hecho. Granny y Joey siempre me andan diciendo que ni me acerque a la cocina, que seguro se incendia solo con mi presencia. Honestly, creo que son unos exagerados, pero...

No me había dado mucha cuenta, pero había acabado haciendo un mohín con los labios al contarle aquello último, casi enfurruñada. Sabía que tenían razón, claro, pero eso no quitaba que me molestase lo mucho que se reían de mí por ello. Anyway... Dejé escapar un suspiro de nada mientras me erguía, solo lo suficiente para volver a pillar los palillos y coger algo más de comida; arroz con algo de verdura, en aquella ocasión.

>>Oh. Uhm... creo que fue con catorce años, síp —contesté, no sin antes haberme quedado un par de segundos en silencio intentando recordar la timeline con la mayor exactitud posible—. Era una niña muy rebelde, if you can't tell. Papá pensó que aquí me enderezaría, pero... I don't know, yo creo que no le salió muy bien la jugada.

Era muy consciente de que quizás me estaba yendo demasiado de la lengua con el chiquillo, but c'mon! Estaba lo de que todavía no me regaban del todo las neuronas por la resaca, obvio, pero también... seriously, ¿habéis visto la carita de niño bueno que me llevaba? Podía tener tatuajes y salir de noche todo lo que quisiera, se me hacía completamente inofensivo. Tampoco era que estuviera revelando secretos de Estado, vaya...

>>Tú no tienes mucha pinta de haber salido de Japón alguna vez, ¿o sí? Chicago is really nice, si alguna vez tienes curiosidad por ir~

 

Mi negativa le hizo tanta ilusión que sentí un pinchazo de culpa al oírla hablando de lo mal que se le daba la cocina, que le tenían prohibido acercarse a una y todo lo demás, pero no me sentí cómodo aclarándole la situación e imaginar todas las preguntas que podría llegar a hacerme me agobió un poco, así que mantuve la sonrisa en mi rostro y lo dejé correr. Dudaba que lo descubriera algún día, de cualquier forma, aunque claro, desconocía que Verónica ya casi le había dicho a media población estudiantil el origen de las galletas de judo.

—¿Joey? —indagué en voz baja, por mera curiosidad. Supuse que era su hermano, o su primo, pero que en definitiva era un familiar.

Se había tumbado en el césped, así que tuve que girar el rostro para mirarla mientras hablaba y el mohín que se le coló en la queja me resultó bastante tierno. Cuando le extendí los palillos, se irguió sólo lo necesario para tomarlos y deslicé el bento sobre el césped en su dirección, también, con intenciones de facilitarle la tarea. Me contó que vivía aquí desde los catorce y que la había enviado su padre para "enderezarla". Me reí con ligereza.

—Creo que no —coincidí, pensando que estaba literalmente con resaca un martes en la escuela, y luego meneé la cabeza en respuesta a su pregunta—. A duras penas he salido de Tokyo, la verdad, pero si quieres pagarme el boleto a Chicago no me quejaría.

Igual me resultaba bastante admirable la vida de muchos estudiantes de aquí, en especial los extranjeros. No era capaz de imaginar lo que implicaba irte de tu país y dejar atrás todo lo conocido para adaptarte a otro idioma, otra cultura, otra sociedad. Reiniciar la construcción de lazos, establecer vínculos de cero. Y muchos lo hacían solos.

—¿Y tu abuela cómo llegó aquí? ¿O ella es japonesa?

 

—Joey... he was there, too, you know? En la fiesta de la playa, I mean. Tiene el pelo oscuro, los ojos también, very handsome, y estuvo pegado a mi falda toda la noche, because he's basically in love with me~ —Well, aquel desde luego había sido un cambio de la narrativa bastante evidente, pero lo que Joey no supiera...—. He's my bestie, truly, y él sí que sabe cocinar bien. Diría que me da envidia, pero la verdad es que prefiero tenerlo de cocinero. ¡Es mucho más cómodo, trust me!

Seguí comiendo otro par de bocados mientras él me confirmaba que apenas había salido de la ciudad, con el comentario que añadió después logrando sacarme una nueva risa nasal divertida; me encogí de hombros, murmurando un "maybe someday" como toda respuesta, antes de dejar los palillos dentro del bento (a su disposición, vaya) y volver a tumbarme por completo en el césped, en cualquier posición que encontrara cómoda.

>>No, no, ella también es de Estados Unidos. Pero ahora que lo dices, no estoy muy segura... Sé que vino a estudiar aquí la secundaria, aunque no sé muy bien por qué, quizás solo le apeteció y encontró la manera de hacerlo. También sé que volvió a Chicago cuando se quedó embarazada de mi madre, y se quedó ahí hasta que ya mamá se casó con papá, que decidió venir a Tokio de nuevo. To be honest, creo que siempre se sintió más feliz aquí, y más tranquila también, así que es normal que quisiera volver. Well, I'm greateful, anyways, porque gracias a eso es que podéis disfrutar de mi presencia en esta escuela de pijos tan aburrida~ —bromeé, echándole un vistazo de reojo con la sonrisilla asomándome en los labios, y me llevé la botella de agua a la frente mientras cerraba los ojos—. ¿Te ha gustado mi granny o qué? Te la puedo presentar un día, si quieres. Siempre le gustaron los muchachitos jóvenes~

 

Abrí un poco más los ojos y parpadeé, momentáneamente sorprendido; no había asociado al tal Joey con Wickham, aunque fue un desliz de mi parte. Sí sabía su nombre, sólo lo había olvidado. El resto de la tontería reafirmó la sonrisa en mi rostro, fuera o no honesta. El tipo no me hacía mucha gracia y la relación que tuviera o no con Alisha, bueno, me importaba bastante poco. Prefería no hablar de él si me daban la opción, así que sólo la miré y asentí, desviando pronto la vista.

Dejó los palillos sobre el bento, los observé de reojo y tomé aire lentamente, recogiéndolos. Ella volvió a tumbarse y desde allí me respondió mientras yo seleccionaba un poco de comida y me la llevaba a la boca, masticándola sin muchas ganas. Su abuela parecía cada vez más y más todo un personaje, y me hacía gracia el escenario de un padre enviando a su hija rebelde a vivir con una señora así para enderezarla. Un error de cálculo un poco obsceno, ¿no? A menos que hubiese más en la historia, claro.

La última tontería que soltó me pilló un poco desprevenido y solté una risa nasal, tragando. Sacudí la cabeza con cierto apremio.

—¿La señora que entierra botellas de ron y a sus mejores amigos? Paso —bromeé, girando el cuello para mirarla—. Preferiría lograr algo más en la vida antes de que una ancianita me mate, de ser posible.

No vi apropiado seguir cayéndole con preguntas, así que me callé y estiré el brazo sobre su silueta, suspendiendo los palillos encima de su cara y tapándole el sol adrede.

El comentario de Ervin se podía considerar un reproche, de hecho mi labor de guía había sido efectivamente desastrosa, pero ¿me importaba? Sólo me reí, sin ponderar ningún mal escenario, y una vez él eligió el patio, hice una seña militar (o el saludo, qué sabía yo) para avanzar hacia la puerta. Afuera estaba muy lindo y sonreí, revisando los alrededores en busca de un lugar donde ubicarnos.

Fui balanceando el bento a un costado de mi cuerpo y atravesamos un pedazo del patio hasta armar campamento en el césped.

—Sip, en el de radio y el de música ligera. Mis mejores amigos están fuera, ya se graduaron, pero aquí me reencontré con Riri y también me llevo muy bien con los chicos del de música. Hace un tiempito organizamos un evento con unos bailarines. —Miré alrededor por si lograba ubicarle a alguien, y di un respingo al detectar a Kohaku—. ¡Ah, allá! Bajo el cerezo, la cabecita celeste. That's our kaichō~

Bastante obvio, estaba tocando la guitarra y, aunque el sonido nos llegaba muy débil desde acá, noté que también cantaban con... su amiga, suponía, no ubicaba mucho a la morena junto a él. ¿Iba a la 3-1? Hombre, ni idea.

—¿Te interesa algún club, sailor boy? —Me reí—. Bueno, no debes saber qué clubes hay, así que dime qué te gusta hacer e intentaré enorgullecer a mis ancestros guiísticos.

 

Su lío con la bebida para regresarme el saludo me arrancó una carcajada desenfadada que solté al aire mientras salía al patio. Le comenté de los clubes, dijo que no tenía dotes de bailarín y volví a reírme, sentándome sobre el césped.

—En teoría los niños planeaban hacer más de estas presentaciones, aunque ahora que lo pienso no he oído nada nuevo al respecto... It was super fun! —agregué de repente, removiéndome con emoción—. Tocamos la música en vivo, ellos bailaron y luego le dejamos el escenario al público. Fue justo ahí, bajo el cerezo, y tooodo este patio estaba lleno de gente. —Me reí—. Si no crees tener habilidades de bailarín te recomiendo mantenerte alejado de Markus. El pequeño diablo pareció elegir a los más pata dura para hacerlos bailar, it was devilish!

Yo había hecho lo mismo, pero detalles, ¿no? Luego de señalarle a Kohaku me puse a abrir mi almuerzo, desentendiéndome del asunto. Cuando Ervin volvió a hablar lo miré, confundida, y seguí la dirección de su atención. Seguía puesta en Ishikawa, asumí que se refería a la chica que lo acompañaba y...

—What? Pero, ¿misma escuela, tipo, allá en Escocia? —pregunté, anonadada, y le eché otro vistazo breve a la morena—. Hmm, no, no está en el club. No sé quién es, la verdad.

Empecé a comer, que llevaba ya veinte minutos muriendo de hambre, y asentí a su pregunta sobre la piscina con gran vehemencia... y la boca llena.

—Tenemos piscina, pero no sé si hay club de natación, creo que no. ¿Te interesan los deportes, entonces? —Me di cuenta de una tontería de repente y me reí—. No esperaba menos de mi querido marinero, what a watery commitment~

 

La respuesta de Kakeru a mi propuesta completamente honesta e inocente fue la que esperé recibir, aunque su negación fue un poco más vehemente de lo que había podido anticipar. La tontería me hizo su debida gracia, por lo que la sonrisa de mis labios se ensanchó de manera considerable, hasta el punto de casi querer hacerme soltar una carcajada; me tuve que aguantar la diversión, claro, pues debía mostrarme decepcionada y absolutamente devastada por aquella decisión del chico... al menos por un segundo.

—Oh, nos rompes el corazón, cielo... —murmuré, negando un par de veces con la cabeza para afianzar el punto, y después de un rato dejé escapar un suspiro bastante exagerado—. Pero está bien, granny es una mujer independiente, she will get over it. Aunque, vaya, no sé si es más peligroso para ti haberla rechazado así... —añadí, echándole un vistazo de reojo que paseó por ser una de amenaza y preocupación por su bienestar (todo en buena fe de broma, claro).

Un par de segundos después noté como el solecito desaparecía de mi rostro, lo que me hizo fruncir el ceño con obvia molestia antes de abrir los ojos, descubriendo así que el origen de aquella terrible ofensa era ni más ni menos que mi acompañante. Bufé bajito, sin rastro real de la molestia que había legado a sentir antes, y estiré el brazo para hacerme con los palillos, volviendo a llevarme parte de su almuerzo a la boca. Cualquier persona medio decente se habría dado cuenta que el pobre chico no estaba comiendo nada, especialmente en comparación a lo que yo estaba tragando, pero la cuestión era que perdía todo atisbo de decencia cuando había dos cosas presentes: sexo y comida, so there was that.

>>Entonces tú vives con tu mamá, right? ¿Alguien más o solo sois vosotros dos? Te hace almuerzos ricos para la escuela, así que debe ser nice vivir con ella, anyway.

 

Todo eran risas hasta que destacó una obviedad que había pasado por alto: ¿no era más peligroso rechazarla? Claro que sí, vaya. Pasé saliva y miré a Alisha, preocupado al principio, para después suspirar, resignado.

—Así que, haga lo que haga, termino muerto. Bueno, le pasa a todos, ¿no? Incluso a los mejores.

Me pareció que mi intromisión entre ella y su amado sol le molestaba de veras, pero al darse cuenta que era yo le aflojó a la reacción y se puso a comer. La tontería me hizo gracia y me hizo pensar, incluso si de por sí se le notaba, que debía ser una chica con un carácter fuerte. Al menos tenerla alimentada la mantenía contenta, ¿no? Me preguntó por quiénes vivían en casa y dijo que compartir con mamá debía ser lindo porque me cocinaba. Había tomado los palillos, bajé la vista al bento y revolví lo poco que quedaba en un movimiento vago, distraído, casi inconsciente.

Suponía que, pese a los tiempos oscuros, pensar en mi familia sí me traía buenos recuerdos. No eran malas personas, sólo... habíamos cometido errores. Los cuatro.

—Es complicado —murmuré, junto a una risa breve, y disfracé la ambigüedad de la respuesta, su esencia real—. Mi hermano va y viene de la casa de su novia, aunque últimamente no aparece mucho, y papá trabaja lejos, así que a veces está fuera mucho tiempo, viene un par de días y se vuelve a ir. Los fijos somos mamá y yo, digamos.

Eran distancias sanas, honestamente. Conforme Hayato fue creciendo la convivencia de los cuatro bajo un mismo techo se tornó cada vez más agobiante. Podían hacer concesiones, firmar acuerdos de paz para cumpleaños y cenas concretas, pero no pasaba de eso... y estaba bien. Los lazos sanguíneos no se supone que obliguen a nadie a nada. Quizá sólo estuviera siendo testigo de mi familia separándose en direcciones más y más irremediables, y quizás así tuviera que ser.

—¿Tú tienes hermanos en Chicago? ¿Aquí vives solo con tu abuela? —le pregunté, me detuve un momento y la miré—. A todo esto, ¿cómo se llama? Tu abuela.

Pobrecito Markus, tan simpático y adorable que era, y yo aquí mancillando su reputación. But oh well, you reap what you sow, right? Ervin dijo que se mantendría alejado de él y yo asentí, muy seria, como si el pobre chico supiera quién era Markus para empezar. Era mi trabajo de guía, ¿verdad? Facilitarle los Abby tips que le facilitaran la vida... o algo así.

Me dijo que le gustaba mucho el agua, ¡no por nada era un gran marinero! No me había equivocado reclutándolo, para nada, ¡era uno de mis mejores rookies! Todo venía relativamente serio hasta que me miró, dijo que podía invitarlo a nadar algún día y sonreí, divertida.

—Si yo soy mitad hada, tú serás mitad sirena —bromeé, despreocupada, y eché un vistazo en la dirección donde estaba la piscina.

Luego de eso seguí comiendo con algo más de prisa de lo que acostumbraba y ya con la pancita llena pude volver a ser mi yo usual, whatever that was. Estaba tragando cuando me preguntó por mis amigos, otra sonrisa volvió a curvarme los labios y me giré hasta quedar frente a su perfil.

—Los tenía vistos porque vivimos en el mismo barrio, pero nos conocimos en una disco. Turns out they're musicians too, nos pusimos a hablar de eso y en una hora ya éramos besties. —Me reí, estaba exagerando pero tampoco se alejaba mucho de la realidad—. I frickin' love 'em, they great.

Ya estaba en los últimos bocados del bento y lo señalé con los palillos un instante.

—¿Y tú qué onda? O sea, tu viejo, Mister Preacher, te arrastró aquí y bla, bla, pero es un cambio enorme, ¿no? ¿Dejaste mucha gente allá? ¿Amigos? ¿Pareja? ¿Amantes? ¿O tal vez eres viudo?

 

—¿Conoces otro tipo de músico? —repliqué, junto a una risa, mi tono fue ligeramente burlón pero no pretendió cargar malicia, sólo me hizo gracia cómo formuló la pregunta; asentí, en todo caso, buscando algo en el móvil—. Formamos algo así como una banda, sí, y a veces cantamos en esta disco que te mencioné, que organizan noches de bandas y esas cosas. It's pretty fun.

Le mostré nuestra página de instagram, donde se leía el nombre del grupo, Bermuda Triangle, y tenía muchas fotos y reels de presentaciones y grabaciones de estudio. Bueno, de sótano. No habíamos salido del ámbito under aún, ni siquiera nos interesaba mucho hacerlo, así que el perfil sólo acumulaba unos ocho mil seguidores.

Mantuvo la broma con los peces de una isla y mi sonrisa se ensanchó. Mencionó haber vivido en varios países, que era un trotamundos y eso era aburrido. Su forma de quejarse fue bastante teatral, él en sí lo era, pero reemplacé esos pensamientos por un ceño fruncido.

—¿Qué tiene de aburrido recorrer el mundo? ¿Y tu espíritu de aventurero dónde quedó? —le reproché, poniéndome en pie.

Recogí mis cosas en el proceso, me sacudí un poco la falda y extendí la mano en su dirección; en ese interín dijo la tontería de enamorarse y sonreí, divertida.

—Mister Preacher this, Mister Preacher that. ¿Y si vamos a buscarte una sirena? ¿Qué dices~?

 

Observé a Arata hasta que desapareció de los casilleros, incluso me quedé allí en medio del espacio hasta que escuché el rugido de su motocicleta y solo entonces solté el aire que había contenido sin darme cuenta. Lo dejé salir de golpe, me quedé algunos minutos más allí, por si al estúpido se le ocurría volver o algo, hasta que recordé las indicaciones del imbécil así que retorné sobre mis pasos, más o menos. Pasé a la cafetería para comprarme cualquier cosa, porque dudaba poder contra un bento completo todavía y salí al patio entonces, fue cuando me alcanzó la música entre el ruido general del patio.

Reconocí a Kohaku y a Morgan, de forma que entendí la suerte de segundo motivo por el que Arata había impedido que el cachorro buscara soltar mordiscos a diestra y siniestra; Arata era imbécil, sí, pero sabía dónde hacer que los otros trazáramos límites. En mi recorrido visual del patio también vi a Hodges, que no estaba con Anna, creí notar a Fujiwara y Alisha también, pero no les llevé realmente el apunte. No tardé mucho en dar con la mata de pelo rojo en una de las bancas, tenía una rodilla flexionada en su asiento, el brazo apoyado allí y el teléfono en la mano.

Me acerqué, noté el chat abierto antes de que él bloqueara el aparato aunque me pareció que seguía la melodía en un murmullo a pesar de que traqueteaba una pierna en el suelo. Cuando alzó la vista a mí dejé las cosas en la banca, a su lado, antes de quitarle el teléfono de la mano aunque no había hecho nada todavía, seguro atascado en sus propias ideas. El pedido de Arata había sido claro y en cierta medida entendía su naturaleza, fue parecida a su intención de impedirme buscar a Anna o Jez inmediatamente después de la paliza de Hikari. Todo tenía sus momentos y algo tan irreparable como un tipo muerto, bueno, podía esperar al final de las clases.

No hacía falta preocupar a los nuestros de esa manera.

—Mandaron a Arata a casa, un strike, no vendrá mañana y dice que por favor no le digas nada a Sasha hasta que se acaben las clases —escupí todo como si fuese una lista.

El niño bufó, resignado, y le devolví el teléfono de forma que pudo guardarlo. No me invitó a sentarme, pero lo hice y le extendí la botella de té helado como bandera de paz. Creí que la tomaría de mala gana, pero la recibió con calma y se distrajo dándole vueltas mientras yo me bebía lo que restaba del jugo de naranja que me había regresado Shimizu.

—Tiene que saber —dijo en voz baja.

—Nunca dije que no, pero como bien podría no leer un mensaje ahora, podría ser que lo lea y no tendría caso, ya está sancionado y de camino a Shinjuku. Se echará hoy y mañana tratando de no morir de withdrawal, si le dices ella buscará contactarlo y es mejor que espere, qué sé yo, siete horas que doce.

Bufó una segunda vez, echó la cabeza hacia atrás en la banca y me pareció que cerraba los ojos. Entre que Arata lo había dejado aquí como niño de seis años castigado, el nuevo pedido y el fact de que él mismo parecía saber que algo en eso tenía lógica daba la sensación de estar un poco impaciente, pero no tan enloquecido como para hacer estupideces. También debía reconocerle lo rápido que había llegado a la resolución de "buscar a Sasha porque la criatura de la que es responsable es un desastre".

En todo caso, seguía sujeto por las cuerdas, ¿no? A veces uno le ataba la mandíbula a un perro para evitar que se hiciera daño solo, no tanto por el daño que podía hacerle a otros. Las personas que lo rodeaban sabían cuándo encajarle un bozal y él se dejaba hacer con relativa docilidad dependiendo de quién pretendiera tocarle el hocico.

—He loves her —dijo como si nada en un murmuro, con una simpleza absoluta.

—¿Shimizu? —reboté bastante perplejo aunque me había comido el numerito del campamento.

La gracia era que Cayden lo conocía hace más tiempo que yo, eso le daba el privilegio de afirmar algo como eso con tal certeza, a mis ojos Arata era todavía complicado y extraño, estaba en todo sitio y ninguno a la vez. Este mocoso, sin embargo, sabía que era un hijo de puta, pero también sabía cuándo no lo era. Confiaba en él, tanto para librarlo de pecado y sospecha, era algo que ya había demostrado incluso cuando estaba enfurecido con Arata.

—Are you fucking blind or something? —apañó junto a una risa sin gracia—. No digo de qué manera o si de alguna manera específica siquiera, solo lo hace. Pensó en ella incluso saliendo de la oficina de la directora con una sanción y el cuerpo lleno de alcohol, debe llevar todo el maldito fin de semana pensando en ella con lo que sea que le haya pasado, porque la necesita aunque no sepa cómo decirlo, Shimizu es complicado, se la pasa huyendo como estúpido. A veces somos así de testarudos o idiotas, no le pedimos ayuda a quien puede aliviarnos.

—Somos suena a manada —señalé porque el niño estaba exhibiendo a todo Dios de repente.

—Como debería sonar —resolvió con la misma sencillez, alzando la cabeza para mirarme de costado y dedicarme una sonrisa—. ¿Cómo está Anna?

—Ayer almorcé con ella. La echaba de menos —contesté en voz baja, mirando la caja de jugo.

—Era obvio que te cagas. Cuídala, es buena chica.

Fue una respuesta sencilla, transparente también, y él soltó una risilla luego de haberme contestado algo igual de sincero. Puede que fuese más fácil comunicarnos si dejábamos de jugar al cazador y la presa como imbéciles, si solo aceptábamos que éramos mocosos y ya. Hasta ahora él no había traído sobre la mesa el pedido que había hecho hace días, absolutamente fuera de sí, de forma que imaginé que solo había seguido con la vida o que al colocar todo en una balanza algo había pesado más que sí mismo.

En ese entonces estaba molesto, pero entendió que yo tenía cosas que requerían más atención y ahora Arata también. Había cosas más grandes, más pesadas, no sabría definirlo con certeza. Solo se me ocurrió que parecían más importantes las uniones de la red que teníamos más cerca que aquellas que se habían reventado en un escenario hipotético y casi paranoico.

—¿Kohaku? —pregunté antes de empezar a comer lo que había comprado, porque aquí caíamos todos o no caía nadie.

—Ahí lo tienes —señaló el cerezo con un movimiento de cabeza antes de volver a usar el brazo en su rodilla como apoyo, descansó allí la mejilla, luego se desinfló los pulmones. Su respuesta fue menos específica y asumí que también lo eran sus ideas—. Sin querer le mentí a Arata. Le dije que el mundo no podía tocarlo aquí, estiré demasiado una de mis ideas y el globo acabó ponchado. No quería que fuese así, pero escúchalo, Sonnen, y dime que no es fácil de creer.

—¿El qué? —dije prestando atención y suspiré sin darme cuenta en realidad, él volvió a cerrar los ojos.

Lo que soltó finalmente me hizo pensar que el cerebro de este mocoso era más abstracto, que las curvas eran más cerradas y la caída más aparatosa. Incluso cuando parecía moverse por la vida tachando cosas de una lista sin fin, su manera de leer la tela de araña era mucho menos racional que la mía. Eso le permitía describir el mundo de otra forma también y volvía sus sentencias o afirmaciones mucho más pesadas que las de otros diablos, incluso más pesadas que las mías que estaban manchadas de negro y gris.

—Que aquí nuestras condenas desaparecen.

No respondí nada en realidad, simplemente respiré y luego de pensarlo un rato le di un golpe ligero en el brazo para llamar su atención. Le ofrecí comida porque no tenía nada consigo y la aceptó con la misma facilidad que la botella de té helado.

—Habla con Hubert cuando puedas —murmuró también de la nada luego de masticar—. Estaba un poco raro hace unos días e imagino que si te vio se habrá preocupado, si fue el caso se le apiló todo, para variar.

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ja, pensaban que ya había terminado los rellenos? qué horror parece un fic jsjs

anyways ahora sí terminé, sigan circulando *c desvanece*