Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Tenía su gracia que Paimon pensara en el sol como una variable que se asociaba a Suiren, cuando realmente lo pensaba más por él; el sol era parte de estar afuera y a él no le gustaba el exterior. Prefería quedarse dentro de hoteles, en paredes y sin alteraciones.

    Alcanzamos el patio, caminamos a una de las bancas disponibles y yo recorrí el espacio con la vista. Los árboles, el césped y el cerezo que se llevaba todo el protagonismo. Sonreí sin darme cuenta, solo volví a enfocarme en los chicos cuando Sui preguntó por mi fin de semana. Noté que se había quitado las gafas.

    —Estuvo muy bien. Salí con mis amigas, las de mi anterior escuela —contesté mientras me sentaba a su lado, dejando espacio para Pai—. ¿El de ustedes?
     
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    Recibí el móvil de regreso, en la caminata hacia la banca eché un vistazo general al rededor. Comenzaban a hacerse grupitos pero por lo amplio del espacio es como si cada uno conservará su intimidad, ubicamos luego la banca bajo la sombra del árbol a lo que no demoré mucho en sentarme. Me estiré apenas con los brazos hacia adelante y ya luego con la izquierda me desprendí de los lentes.

    El sol era en sí, más agresivo para mí, pero la sensación lúgubre de no poder disfrutar este tipo de climas como quisiera me ganó un poco. Pestañeé con lentitud; Paimon no tenía que decir nada para darme cuenta que desaprobó mi acción, a fin de cuentas era mis familia y él quien había vivido de cerca la transición del cambio de pigmento en mis pupilas, las visitas al médico, los controles por especialistas y las recaídas, por lo que luego preferí desviar la atención y restarle importancia al hecho.

    Ilana se sentó a mi lado en lo que me respondía. Era bastante curioso el hecho de que esta niña estaba consiguiendo acciones atípicas por parte del otro, no me pasaba desapercibido, y en parte me apetecía dar esos empujoncitos de nada -como el cartel improvisado a medio pasillo-.

    —Estuve trabajando el sábado. Una marca de perfumes me contrató para unas fotografías así que eso fue más o menos mi fin de semana, ya el domingo la pasé con mi madre.

    Orn permaneció de pie aún.

    —Al frente de la operación en el restaurante de mi padre.

    Abrí la botella de agua entre tanto, di un sorbo y saqué el móvil para crear el grupo de los tres, me pensé un nombre pero no me venia nada a la cabeza por lo que reposé la botella entre mis piernas y giré el menton ligeramente hacia Ilana. Me quedé mirándola.

    —Un nombre para el grupo... —era una tontería, pero me entretenía un poco—. ¿Fiesta del té? —le pregunté, soltando una risa nasal en el proceso.

    —¿Fiesta del té? —repitió el otro, acercándose a la banca para sacudir con la mano las hojas que habían sobre la madera, ya luego se sentó—. ¿Por qué ese nombre?

    —Me recuerda a Alicia, y como somos tres, fiesta del té, ¿no suena bien?
     
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    Zireael

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    No me pareció apropiado meterme en el asunto de los muchachos, en lo más mínimo, pero guardé la información que el asunto me brindó para otro momento. Era cierto que me llevaba con ellos, pero tampoco era como para que me metiera en sus vidas así tan de la nada por el mismo motivo que no había soltado toda la sopa de que conocía a Maze desde que íbamos al preescolar seguramente. Los límites de las personas eran inestable y extraños, algunos se ofendían más que otros cuando los notaban amenazados y yo no quería más problemas de los que ya tenía.

    Suiren me respondió y yo alcé un poco las cejas al escuchar la naturaleza de su trabajo, que a ver, no era tonta ni nada, el muchacho era guapo, pero uno no iba pensando en eso todo el rato y lo que podía significar. De todas formas me pareció bonito que mencionara que había pasado el domingo con su madre, sonreí sin darme cuenta.

    Pai se había quedado de pie, contestó de forma concisa y se me ocurrió que mi fin de semana sonaba casi aburrido en comparación a las respuestas de ambos chicos. Fue desenvolviendo mi almuerzo en el regazo mientras tanto, sin prisa, y mantuve la sonrisa porque estar afuera en este patio tan bonito me hacía bien al alma.

    —Ambos estuvieron ocupados —apunté aunque no hacía falta.

    Suiren se había puesto a hacer el grupo, noté que giraba la vista hacia mí y lo miré justo cuando decía lo del nombre. Soltó tan pancho que fiesta del té y Pai fue el que reaccionó primero, reflejó el nombre como pregunta y se sentó. La respuesta de su amigo, en todo caso, me hizo reír por la nariz.

    The Mad Tea Party? —dije con algo de risa colada en la voz—. Vale como nombre para el grupo, aunque eso te volvería un personaje del cuento, pero no sé cuál. Pai ya es Cheshire.
     
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    El apunte fue certero por demás, digamos que trabajar en el tiempo que se debería no sé, estar haciendo cosas de adolescentes solía ser algo tedioso, quizá por ese irónicamente tenía repelús a las cámaras pese a que era lo único en lo que había encajado rápidamente, y en donde el pago no estaba mal al ser mi primer empleo. En fin, comenté la tontería del nombre y la chica me hizo reír genuinamente al mencionar que Paimon era Cheshire; nunca había asociado un personaje animado con él, y ahora casi que lo repasé con la vista imaginando los ademanes del extraño gato.

    Tenía su similitud.

    Me puse entonces a crear el grupo en un par de minutos, busqué una imagen equis de unas tazas de té y di por finalizado el trabajo, retomando la tarea de darme un nombre en lo que ellos parecían ya tener montado, suministrando la información en automático.

    —¿El conejo quizá?

    —Supongo, es blanco como tú.

    El otro hizo el apunte con la indiferencia usual a lo que recosté de nuevo la espalda, tragándome la risa. Ya luego en clase, lo molestaría un poco con eso, porque que Paimon se dejara poner un mote... vaya, se perdía unas horas al día y avanzaban con él de una forma que daba gracia. Comencé entonces a destapar el almuerzo que me había empacado mi progenitora, constando de una ensalada roja, un par de pirozhki y algo de yuca. Las facciones se me suavizaron en algún momento al sujetar el tenedor y cazar los vegetales, se sentía cálida la comidad de mamá luego de que venía preparando yo el almuerzo estas semanas.

    —Y regresando en el tiempo, ¿a donde fuiste con tus amigas, Ila? —pregunté llevando el bocado a mis labios.
     
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    Si Suiren tenía o no a mano la tontería de Paimon sobre mi parecido con Alicia y el cómo eso lo volvía Cheshire, pues no lo sabía, pero ahora ya estaba al tanto. El dato que le solté alcanzó a hacerlo reír e incluso me pareció que repasaba a su amigo con la vista, como si buscara confirmarlo, pero pronto de dispuso a crear el grupo con el nombre que se había sacado de la manga.

    —En la película de 2010 creo que el conejo tenía nombre —recordé junto a una risa—. ¿Nivens? Algo así, no estoy segura.

    Comí un poco antes de ponerme a responder la otra pregunta, todavía con la gracia del grupo, los personajes y todo eso dándome vueltas en la cabeza.

    —Fuimos al centro comercial, querían aprovechar para comprar algunas cosas y luego fuimos a una cafetería que nos gusta en Shibuya. ¿Te gustan las cosas dulces, Sui? —pregunté mirándolo con algo de curiosidad—. Una de mis amigas come azúcar como si el mundo fuese a acabarse mañana mismo. Empalaga solo verla.
     
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    Era irónico el hecho de que Craig la asociara con el cuento que venía yo asociando hace días atrás, pero no dije nada igual, sin embargo ella de lengua larga soltó tan pancha que yo era el gato, aquello era información que sabía y el albino archivaría para molestarme luego, pero ni modo. Comencé a destapar el almuerzo que me había preparado mi padre como era costumbre, en este caso me había enviado un Katsudon con especies, que si lo pensaba un poco papá parecía el más satisfecho con mudarnos nuevamente a su país de origen.

    —¿Nivens? —murmuré separando los palillos—, lo conocía como white rabbit.

    —Nivens me gusta —acotó el albino luego de tragar.

    Suiren se giró ligeramente para mirarla a los ojos al sentir la atención de ella encima, asintió con suavidad y pestañeó después. El idiota se compartaba tan atento que cualquiera pensaría que estaba coqueteando, por eso luego tenía malos entendidos, al menos en esta ocasión no creía que aplicara, porque sabía que Rockefeller no era de esas niñitas tontas que confundían amabilidad con coquetería, de lo contrario desde un inicio pensaría que mi indiferencia era grosería, o qué sé yo.

    —Bastante sí. Sé de un centro comercial en donde venden fresas con crema y chocolate blanco, no sé si las has probado, pero son deliciosas —se rió luego de que Ilana mencionara que una de sus amigas era consumidora activa de azúcar—, posiblemente me llevaría bien con tu amiga. ¿Cómo se llama?

    Noté que se inclinó un poco hacia adelante luego, giré ligeramente el mentón y le miré sin tinte partícular.

    —¿Y tú vas a compartirnos de tu almuerzo?

    —No —respondí conciso.

    Volvió a su lugar soltando el aire por la nariz con algo de jocosidad, bajó el tono de voz para secretiar con ella:

    —A ese si que no le gusta nada dulce, a veces pienso que es eso lo que lo tiene tan amargado.
     
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    —Nivens —repetí aunque algo de risa se me coló en la voz y de repente me acordé del nombre completo del personaje—. ¡McTwisp! Tenía apellido y todo, pero es el de la peli de Tim Burton, creo que en los libros sí es solo White Rabbit, no estoy segura igual.

    Por el bien de las ilusiones femeninas (o basándome en acontecimientos recientes) desde el principio decidí entender la amabilidad de Suiren como eso nada más, porque de por sí parecía ser su naturaleza. En sí digamos que yo misma parecía pasearme por espectros de personalidad que podrían darles ideas extrañas a los demás, aunque también era cierto que cuando quería no definía límites demasiado claros. Iba por la vida juntándome con Pai, luego me veías hablando con Joey y de la nada que me quedaba atascada con Cayden. Seguro si me pedían hablarle a una piedra lo hacía también.

    Como fuese, Sui me contestó la pregunta del dulce y reí al escucharlo, porque de repente me lo imaginé como Mei con su café helado de menta y no sé cuántas cosas más, en fin, la bomba de azúcar. Negué con la cabeza a su pregunta sobre las fresas, aunque no sonaba tan nocivo viendo que la combinación era crema y chocolate blanco.

    —Mi amiga se llama Mei, el otro día se pidió un café helado que parecía más un postre en vaso que una bebida —respondí y negué suavemente con la cabeza, resignada—. Si los junto seguro acaban empachándonos a todos.

    Que le preguntara a su amigo si iba a compartirnos de su almuerzo, a pesar de lo obvio de su respuesta, me hizo mirar a Pai y solté una risa ante del comentario posterior. Me incliné apenas hacia Sui, para continuar con el chisme para nada disimulado.

    —Tal vez podríamos ponerle microdosis de azúcar en lo que tome —dije a lo más seria, como si de verdad pensara hacerlo—. Tan tan poquito que ni su paladar de chef lo detecte. Si lo hacemos con la frecuencia suficiente quizás se ponga más dulce, solo quizás.
     
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    Rockefeller mencionó el nombre del conejo como si le hubiese llegado el recuerdo a la cabeza, supuse que ya quedaría titulado como McTwisp alias Nivens, como fuese, ridículamente se había ocupado tres personajes centrales de la historia, pero no diria nada al respecto ya que no era mas que una tontería.

    Cuando Craig mencionó las fresas con crema y chocolate blanco fruncí ligeramente el ceño, recordando que cuando llegué a Japón y fui a su casa que estaba con el famoso grupo de estudio en la noche, luego de cenar e ir a la tienda de conveniencia para comprarme artículos básicos y quedarme esa noche en su casa, este se compró un helado de chocolate, y además añadió un postre de vainilla. Era demasiada azúcar la que llevaba, y la que se comió solo luego de la cena al yo no querer ninguna de esas porquerías.

    —Dile a Mei que pruebe las fresas con chocolate blanco, a ver qué le parecen —continuó con la tontería—. No tengo defensa para tu suposición, Ila —murmuró aceptando que podría caer en un coma diabético en conjunto.

    Sentí los cuarzos de Rockefeller luego de negarme a compartir -porque en realidad no me apetecía nunca compartir nada-, se inclinó un poco hasta el otro, dijo algo de ponerme dulce en pocas porciones y solté el aire por la nariz con algo de soberbia.

    —Ya quisieran.

    —Es un buen plan, habrá que hacer un cronograma de qué días y en qué momentos del día procedemos —Suiren me ignoró de lleno, siguiendo el hilo para luego mencionar algo al aire—. Ya que estamos, a mí madre le obsequiaron unas entradas para el parque de diversiones, pero sé que Pai me dirá que no si solo vamos los dos.

    Seguí comiendo como si la cosa no fuese conmigo, pero el muy descarado fue sacando el móvil, buscó en el explorador fotos del lugar y fue mostrándole a Rockefeller como si nada, deslizando una a una los shows artísticos que hacían en partes del parque, gente disfrazada, algodones de azúcar, globos, y todas esas cosas que no les veia sentido de entretenimiento.

    —Y sino las usamos se pierden. Tienen vencimiento hasta el jueves de esta semana —bloqueó el aparato luego para volver a sujetar su almuerzo, como si no fuese una invitación lo que estaba haciendo.

    Tomó agua luego y sus orbes azules miraron a la rubia por el rabillo del ojo con la serenidad de siempre.

    >>¿Tu irías con nosotros?
     
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    Zireael

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    La mención a las fresas con chocolate blanco hizo que Paimon frunciera el ceño, lo que fue gracioso en sí mismo luego con toda la broma de ponerme microdosis de azúcar. Que justamente él no comiera dulces casi rozaba el estereotipo, su carácter era taciturno y rozaba lo grosero, pensar que se sentara una tarde a comerse unas fresas con toppings pecaba de comportamiento Out of Character.

    —Se lo diré —apañé junto a una risa a lo de pasarle a Mei el dato de las fresas.

    Pai obviamente respondió a nuestro para nada disimulado plan de mejorar su carácter haciéndolo comer azúcar, Suiren contestó que hasta podíamos planificarlo y volví a reír. De repente nos imaginé en el salón de la clase armando un cronograma super detallado de cómo, cuándo y por qué administrarle las microdosis de azúcar a Pai.

    Iba a responderle algo, pero entonces Suiren puso sobre la mesa lo del parque de diversiones y cuando entendí por dónde iban los tiros lo miré bastante incrédula. Nos conocíamos recién, todo por haber caído en la clase y que le arrojaran el tour a Paimon, me pareció una invitación salida del aire, pero también... me hizo sentir parte de algo. Fue bastante cálido.

    —Claro que sí —dije sin darme cuenta de que estaba sonriendo y entonces giré el rostro a Pai—. ¿Irás? No me obligues a poner ojos de cachorro mojado.
     
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    Gigi Blanche

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    Podría jurar que Kai había aparecido en la puerta de mi aula al mismo tiempo que la campana sonó, si acaso un segundo posterior. Se plantó de golpe, la extensa coleta dibujó un vaivén amplio por el movimiento repentino y yo me reí, asemejándola a una caricatura animada. A duras penas le cabía la energía en el cuerpo, cuando la alcancé (luego de haberme tomado mi tieeempo ordenando mis cosas) ya estaba abriendo la boca para quejarse y alcé la mano, esbozando una pequeña sonrisa.

    —Sí, vamos al patio y sí, compramos postre.

    Soltó una risilla de pura emoción y dio un par de palmadas suaves, empezando a caminar. Dios, Dios, si no la conocería. Fuimos a la cafetería, entonces, ella cargaba los almuerzos de casa y yo me hice también con las bebidas de la máquina. Elegimos la sombra de un árbol y nos sentamos allí, que un segundo de ese sol probablemente nos rostizara. Bueno, me rostizara. Kaia era albina pero había crecido en Hawái, así que tenía una mezcla extraña de blancura y resistencia.

    Me tumbé en el césped boca arriba, con los brazos cruzados bajo la cabeza y bastante despatarrado. Comencé a estirarme sólo para pescar comida del bento y nos mantuvimos así, conversando y disfrutando del aire fresco. Ella estaba sentada como toda buena señorita, por supuesto. Le metió prisa a su almuerzo (al menos toda la que pudo) para empezar a comer el postre lo antes posible, y ver su sonrisa al finalmente abrir el paquete me estiró una a mí en los labios. Con un cambio de posición mi móvil cayó al césped y lo revisé, ya que estaba. Tenía unos mensajes de un número sin agendar y adiviné que se trataría de Vólkov.

    Lo leí con los ojos entrecerrados, que afuera había mucha luz, pero la estupidez me hizo sonreír con una mezcla de sorna e ironía. ¿Cambio de planes? ¿Y luego de hablar con Sugawara? Pero qué gran tragedia, me preguntaba quién le habría tirado mierda a mi idea de entrevistar a sensei. Noté la atención de Kaia sobre mí y le eché un vistazo fugaz en lo que activaba para grabar un audio, acercándome el aparato a la boca.

    —Me da igual, no te preocupes. ¿Vamos con tu tío entonces? ¿O... Sugawara sugirió a alguien nuevo?

    La mención explícita del cabrón me había torcido la sonrisa y envié el mensaje, dejando caer el móvil a mi lado. Kaia no preguntó, de por sí mi respuesta dejaba clara la cuestión, y apoyó el cupcake sobre mi pecho.

    —Come algo dulce, Yu, así no te me amargas.

    La miré con cierto reproche, pero al final le hice caso y abrí el envoltorio, dándole un buen mordisco.


    relleno gratuito para responderle los mensajes a Jez nomás Zireael
     
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    Insane

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    En un principio pensé en dejar morir de polvo las entredas al parque sobre el escritorio de mi habitación, ya que a mi madre no le hacía mucha gracia las alturas, y en parte porque no me apetecía invitar a nadie, sin embargo cuando Paimon estaba esperando a Rockefeller en el pasillo el chispazo se me deslizó por el cerebro, debido a que las probabilidades de que el moreno rechazara la invitación de mi parte era bastante alta, y digamos que era notable que comenzaba a pasar más tiempo con ella -que siendo realista, siendo como era, le daba el tour el primer día y luego ni la determinaba-, pero evidentemente no había sido este el caso. Ila sonrió con la gracilidad usual y se giró en dirección al otro, lo que dijo me causó gracia pero la disimulé en lo que comía.

    —A ver, haz tu mejor esfuerzo —contestó el otro con el desapego usual.

    Por mi parte, mastiqué, targué y me giré un poco, notando que Orn lo decía enserio, esperando los ojitos de Rockefeller.
     
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    Zireael

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    Sin duda era culpa mía por soltar una estupidez de semejante calibre dirigida a él directamente, me soltó que hiciera mi mejor intento y noté que Suiren se giraba un poco para verlo. Me quedé mirando a Paimon, ligeramente incrédula, y antes de darme cuenta hice un mohín y volví la mirada al frente, dedicándome a comer. Tampoco iba yo a hacer un espectáculo aquí en pleno patio.

    En medio de la conversación había notado personas pasar, ir y venir, el par de muchachos albinos incluidos. Mis ojos recorrieron el patio, los árboles, el cielo y las sombras.

    —Te quedarás con ganas de ver el intento —solté sin molestia real, pero todavía con la vista al frente—. Y si no vas seguro nos pones muy tristes a Sui y a mí. No que te importe, pero pues para que lo sepas.

    Medio giré el rostro en su dirección, le saqué la lengua y volví a mis cosas. Luego busqué apoyo táctico.

    —¿Verdad que nos rompería el corazón, Sui?
     
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    Insane

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    No tenía intenciones de pisar un lugar ruidoso, lleno de mocosos que vomitaban por estar consumiendo dosis de azúcar y revolviendo el estómago con juegos mecánicos que no se sabia cada cuando hacían mantenimiento adecuado, sin embargo, Rockefeller se lanzó al frente diciendo que no la hiciera poner ojitos de cachorro, lo que se me antojó entretenido de ver por lo que pedí su mejor intento.

    Sin embargo a la niña le había ganado el impulso antes que la intención de mantener su palabra, además pareció recorrer el espacio por lo que supuse que su frágil sentido de vergüenza predominaba al interesarle la opinión de terceros, una estupidez bastante clara. Las opiniones, aseveraciones o conjeturas externas me daban bastante igual, a Craig también, suponía que por eso nuestra amistad se sostenía sin complicaciones, -lo cuál era irónico al yo ser quien juzgaba a Rockefeller por venir de pueblo-.

    —¿En vez de ojos de cachorro recibo un berrinche? —murmuré con la sombra de una sonrisa alcanzando mis labios en una sonrisa ladina—, vaya, que decepción.

    Me sacó la lengua y Craig dió el apoyo táctico en lo que una risa se le colaba en la voz:

    —Seria triste, sí. Supongo que en caso tal podría ser una cita ya que iríamos solos —buscó que sus palabras no causarán incomodidad en ella al darle un toquecito con el codo en el brazo, para que entendiera la intencion de su discurso—. No sé si te molestaría de ser el caso, Ila.

    No los miré ni nada, seguí comiendo hasta dejar los palillos sobre mi bento vacío.
     
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    Mis experiencias con parques de diversiones no eran nada del otro mundo, había mucha gente, uno se asoleaba bastante, pero la pasaba bien en tanto se mantuviera lejos de los espacios infantiles. No tenía nada contra los niños pequeños, de hecho se me daba bien lidiar con ellos, pero eso no quitaba que las zonas de los pequeños siempre eran un desastre y un atendado contra la paz mental y la sanidad pública. Igual entendía que todo eso y más solo le daba motivos a Paimon para no querer ir.

    —Porque no accedo a caprichos —apañé al comentario de Pai sobre el berrinche antes de llevarme a la boca lo último que me quedaba del almuerzo.

    Suiren "Apoyo Táctico" Craig se sumó al intercambio, sí, pero soltó lo de la cita y me pregunté qué se traían los chicos de esta escuela con esa estupidez. Igual mi reacción no fue ni parecida a la del otro día, solo me reí y eché el peso del cuerpo en respaldo de la banca mientras tapaba el contenedor de mi almuerzo, con eso hecho crucé una pierna sobre la otra y me desinflé los pulmones.

    —Claro que no me molestaría —respondí sin problema y balanceé la pierna—. Además, hay que aprovechar el tiempo igual si Pai no va.
     
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    Insane

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    Buscar un punto de flexión en Paimon era algo que definiría como misión imposible, el tipo desde niño siempre mostró ser bastante tajante con su alrededor, sus gustos parecía tenerlos fijos y sus opiniones solían ser firmes sin interés en el qué dirán o pensarán de él, por lo que -aunque sabía que mi apoyo logistico en este caso no tenía mucho sentido-, se me antojó lanzar la idea al aire, cosa que Rockefeller captó con rapidez. Terminé de comer mi almuerzo, lo bajé con agua y escuché lo que decía el moreno del otro lado de la banca.

    —Supongo —no agregó nada más, ni parecía tener la intención de hacerlo.

    Ya tenía de igual forma algo pensado, así que solo era esperar el jueves, por lo que cambié el tema de conversación.

    —¿Han pensado en la univeridad? Como es el último año, ¿ya tienen idea de qué o dónde continuar estudiando?

    —Es posible que retorne a Rusia a estudiar culinaria allá, es algo que ya he hablado con mi padre —murmuró en respuesta, sacando el móvil—. ¿Ustedes?
     
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    Buscarle las cosquillas a Paimon era el equivalente de buscárselas a una piedra, eso lo sabía cualquiera con solo verlo, pero suponía que incluso Suiren que lo conocía hace más tiempo encontraba algo de diversión en algo tan inútil como eso. Su respuesta fue tan indiferente como de costumbre y me tragué una risa, porque ofenderme por una cosa así no tenía mucho sentido. También cualquiera podía decirme que tenía orgullo selectivo y me indignaba por cosas que eran hasta menos ofensivas que este desinterés, pero pues nadie definía las reglas de esas cosas.

    La pregunta de la universidad me hizo suspirar, seguí balanceando mi pierna y con un movimiento de mano saqué el cabello que estaba prensado entre mi espalda y la banca. Al hacerlo dejé caer la cabeza, la cascada rubia desparramándose desde allí, y me distraje en las hojas del árbol que nos daba sombra. Pai dijo que se volvería a Rusia a seguir con lo de la gastronomía, que ya lo había hablado con su padre.

    Las admisiones de Estados Unidos empezaban más o menos en agosto.

    —Tal vez regrese a Estados Unidos —confesé todavía con los ojos pegados a las hojas del árbol sobre nosotros—. Bellas Artes, Teatro específicamente, tal vez. La verdad es que sigo sin estar segura. ¿Tú, Sui?
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Me distraje visualmente con el paisaje en lo que los escuchaba. El sol continuaba con cierta intensidad, los estudiantes deambulando por el patio y el como los árboles permanecían estáticos a falta de brisa, como fuese, en algún punto luego de parpadear sentí el manchón negro deslizarse por partes, como las gotas de un píncel lleno de tinta al ser sacudido, perdiendo color lo que estaba frente a mí, fraccionándose. Parpadeé de nuevo sin inmutarme, regresando todo a la normalidad con su brillo usual.

    Supuse que era hora. Sujeté los lentes negros que había dejado sujetos a la camisa escolar, colocándomelos de nuevo. La vista comenzaba a arderme, y hace tiempo no me pasaba algo similar...

    —Probablemente algo relacionado al área de la salud —murmuré en respuesta—. Depende del puntaje que obtenga en el exámen de ingreso, si debo financiar parte de los semestres por medio de un crédito o si consigo una beca.

    Por lo que si aún quería algo específico, el mañana era totalmente incierto.

    —Voy a ir entrando al edificio —comenté levantándome de la banca, eché un vistazo a Ilana y a Pai, les sonreí—, los veo en clase.

    Orn no dijo nada, pero noté la aseveración en su mirada tras el cristal de los lentes. Ya era una excusa gastada desde la escuela pasada, debía buscarme otra para que el señor aquí presente no se preocupara por cosas como esta. Emprendí camino hacia el edificio, perdiéndome entre las páredes luego de cruzar el patio. Arrimaría a la enfermería, y ya luego, subiría a clases.
     
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    Zireael

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    Me había quedado con la cabeza echada hacia atrás, pero percibí el movimiento de Suiren y me pareció que volvía a ponerse los lentes oscuros, lo que me hizo recordar el intercambio inicial de los muchachos. Quedaba claro que algo pasaba con su vista, que podía ser algo tan sencillo como mera fotofobia, pero también pasar por espectros menos alentadores. El asunto, sin embargo, seguía sin parecer de mi incumbencia con lo poco que lo conocía.

    En cualquier caso su respuesta me hizo sonreír, pensé en su carácter afable y se me ocurrió que independientemente de lo que eligiera, del área de salud quería decir, iba a hacerlo bien. Dependiendo del área de la salud algunos eran un poco fríos, por eso cuando uno iba a consulta se quedaba tieso esperando una reacción humana.

    —Suena bien —resolví con simpleza desde mi posición y solo me enderecé cuando anunció que entraría al edificio.

    Al echarle un vistazo a Pai me pareció notar cierta severidad en su mirada y me sonreí de nuevo, fue un gesto más comprensivo que nada más. Sujeté el contenedor del almuerzo con una mano, me levanté sacudiendo la falda y desde allí miré al chico.

    —Podemos comer adentro cuando Sui nos acompañe —dije con suavidad y luego giré el cuerpo para empezar a andar—. Vamos. Pronto sonará la campana de todas maneras.


    por acá voy cerrando porque queda poco tiempo, pero muchas gracias por el almuercito con los muchachos <3
     
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    Gigi Blanche

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    En la mañana me había separado de los chicos para abrir la sala de música y asegurarme que no sólo estaba allí mi guitarra, sino que se encontraba en condiciones. Podría haberla dejado, suponía, pero acabé cargándola en mi espalda y una vez en mi clase la apoyé en la pared del fondo, detrás mío. Nadie se quejó ni dijo nada, y yo fingí demencia. Con el campanazo, volví a echármela encima y busqué a Morgan en la puerta de su clase. Ella me recorrió con la vista, detalló mi semblante y soltó el aire por la nariz, asintiendo. Mi sonrisa se ensanchó, me cerró los ojos y bajamos.

    —¿De verdad ya te la aprendiste?

    I'm very smart, lad. ¿Donde siempre?

    Murmuré un sonido afirmativo y seguimos nuestro camino hasta el patio norte, hasta el gran cerezo en su corazón. Era un día precioso, nos sentamos contra el tronco y yo desenfundé la guitarra lentamente. Entre tanto, Morgan respiró profundo y mantuvo los ojos cerrados. La señal que tomó para mirarme fueron los primeros acordes que rasgué, que vibraron a nuestro alrededor y se evaporaron entre las flores. Alcé la vista un instante.

    Compartimos una mirada y empecé a tocar. Era una secuencia simple, sostenida, y sobre ella Morgan cantó las primeras líneas. Me emocionaba bastante interpretar esta canción, siendo de un videojuego que me gustaba tanto, y estaba muy contento desde que ella había aceptado tocarla conmigo. Su voz se deslizó, serena, y habló de la llegada del guerrero prometido, con el poder de invocar las artes nórdicas y dominar a las bestias más grandes del continente: aquel que poseía sangre de dragón.

    Volvimos a mirarnos y comenzamos a entonar el coro juntos, sobre la melodía de la guitarra. Algo se me removió en el pecho, sentí el aroma dulzón de la primavera cosquillearme en la nariz y deseé, sólo deseé que, desde alguna parte, Chiasa nos estuviera escuchando. A la pobre chiquilla le había dejado las orejas rojas de tanto hablarle de este videojuego, cuando lo jugué hace años. Iba a reconocerla, ¿verdad? La reconocería y se acercaría.

    Estaba seguro.


    desde que imaginé a Ko y Morgan cantando juntos los coros de esta canción necesitaba que lo hicieran de verdad JAJAJA ahora puedo morir en paz

    ahí queda el show we
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    En algún punto la campana sonó, anunció el receso y yo, todavía atascado en el bucle del audio de Sasha, me enderecé muy despacio y después de guardarme el móvil en el bolsillo, sin contestar todavía, me zampé la otra botella de ron porque ya me temblaban las manos de nuevo. Zambullí el objeto vacío en un rincón de la sala de enseres, que de por sí daba igual y me fui.

    Salí sin saber a dónde mierda ir, navegué los pasillos como un fantasma, atravesé los espacios y en la puerta de la cafetería, la que daba al patio, la melodía que me alcanzó me estaqueó en mi lugar contra mi voluntad. Fue la guitarra, fue la voz y la que acompañó el coro, no entendí un carajo, pero… pero, ¿qué?

    Pero necesitaba una luminaria.

    Un faro para no chocar contra las rocas.

    Una mano delgada apareció en mi campo de visión, estuve por retroceder un paso, pero al buscar su cuerpo de origen di de lleno con los ojos de resina de Cayden. Me miró con una intensidad absurda, la de una llamarada en pleno bosque, y mi deseo por correr se convirtió en parálisis. En su mirada se había revuelto el amor que reconocía en Yuzu, también en Sasha y una tristeza inmensa, más grande que él mismo.

    No le pertenecía, pero la sentía.

    —Escúchalos. Escucha a Ko —pidió en voz baja, sin bajar la mano, y creí que se me iba a desbaratar la vida entera—. Y saluda. Hazlo siempre que vengas al patio, en el cerezo está ella.

    Lo miré como si fuese un maldito extraterrestre, noté que se dio cuenta, pero no trastabilló en su argumento y yo seguí anclado al piso. Sentí el pecho hecho un nudo, no supe qué hacer con mi vida y Cayden, inalterable, no se movió un solo centímetro a pesar de mi falta de respuesta. Le había dicho a Yuzu que ella, Yako y Cay eran unos ingenuos, ¿entonces por qué?

    ¿Por qué no me dejaba ir y morir en soledad?

    Trastabillé, retrocedí y entonces él reaccionó por fin, su fuego chisporroteó en direcciones aleatorias, pero alcanzó mi mano y me sujetó, lo hizo con la fuerza suficiente para amenazar con hacerme daño. Había huido tantos días para que este mocoso impertinente solo me sujetara, me obligara a escuchar a su espejo y allí sentí miedo. Miedo y paz, porque en el cuento de hadas había algo que sabía a casa.

    —No hables conmigo si no quieres, pero no corras. Descansa.

    Debajo de sus pies las paredes de roca se alzaron, inmensas, hasta perderse en el cielo. Allí las notas de la guitarra rebotaron, también las voces y el mundo se desvaneció gradualmente.

    —Descansa —repitió en algo que pareció más un mantra que otra cosa, me hizo recordar a Hikari, y luego bajó el tono hasta convertirlo casi en un susurro—. Mientras puedas oír la guitarra el mundo no puede tocarte. Te lo prometo.

    Comprimí los gestos, pero no pude luchar más y solo cedí, dejé que me arrastrara a una banca y nos sentamos. Su mano se negó a soltarme, subió una pierna a la banca flexionando la rodilla y allí apoyó el brazo con que mantenía su contacto conmigo, cerrando los ojos. Sus dedos recorrieron el dorso de mi mano, el indicador, y me pareció que seguía la melodía en un tarareo intermitente, distante.

    —Así habla con ella y con los demás —murmuró tan bajo que creí que era un pensamiento en voz alta y abrió los ojos de nuevo para mirarme—. Ya no te resistas.

    ¿No era lo que yo le había dicho?

    ¿Y si mejor dejas de resistirte?

    La canción siguió alcanzándome, me atravesó el pecho y los ojos se me empañaron, la silueta de Cayden se diluyó, pero no las notas y la melodía. Pasé saliva con mucha dificultad, él afirmó el agarre en mi mano y no habló más, todo lo que permaneció a mi lado fue la flama viva y el tarareo desfasado con la melodía.

    Habría jurado que estaba más alto o quizás yo me sentía demasiado pequeño.

    Nadie me lo pidió, pero asentí despacio con la cabeza y afiancé el agarre en su mano en silencio. Traté de respirar con más calma, de pensar en otras cosas, y acabé atado al recuerdo de la tarde que había pasado en casa de Sasha jugando con Fanny, escuchando a Lulu decir que se memorizaba las canciones y viendo el silencio de Danny. Me aferré al único recuerdo lleno de luz que pude alcanzar.

    Con tal de no acabar a oscuras.

    LA PESADA soy yo but it just *ugly cries* igual es un relleno al que no hace falta que se le lleve el apunte como tal
     
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