Patio norte

El muchacho respondió lo del tiempo en la escuela, preguntó por los clubes y Katherin negó con la cabeza, yo la imité después. Seguía sin buscar a Katrina y el otro club, el de tapadera, pues no existía todavía en todas las de la ley y tampoco iría a mencionarlo sin más. Fue una negativa sencilla, por algún motivo no le regresamos la pregunta y seguí los movimientos de Manson, de forma que la vi comenzar el mimo en su propia nuca.

—Bien, ya sabes. Hablando hasta con la sombra de los árboles —contesté y estiré la mano hacia ella, aprovechando que medio me había sentado a su lado, para empezar a dedicarle una caricia liviana en la espalda—. No me había parado a pensarlo, supongo que sí, a veces las temporadas de transición entre estaciones son un poco raras. Prefiero el sol, pero bueno ni que tuviera un abanico enorme para mover las nubes.

Con la mano libre comí un poco más, distraído, y luego miré al muchacho.

—¿Y a ti? ¿Qué tal te ha salido eso de hacer amigos aquí?

 

Saber lo que necesitaban las personas o intuirlo era una gran manera de metérselos al bolsillo, era el arma que poseía. Hablaba con todo Dios, parloteaba de cualquier cosa y aunque no dijera información real que sirviera de algo más que para formar esta imagen del chico que se lleva bien con todos, recolectaba muchísima información de las personas. La usaba como quería, ayudaba o manipulaba, era variable, pero sin dudas la usaba.

Ver que Katherin pretendía hacerse piojito a ella misma o algo parecido habló por sí mismo, por eso no me sorprendió que detuviera la acción cuando recibió la caricia de otra persona. Sentí que se acercaba un poco para facilitarme el asunto, terminó por apoyarse en sus rodillas flexionadas y la miré de refilón, aunque sin dejar de prestarle atención a Kasun.

—Bueno, eso es lo importante. Igual ya viene un proyecto, así que tendremos más oportunidad de hablar con la gente de los otros salones —dije al recordar el tablón de anuncios. Me había tocado con Sasha, que ya era una buena noticia, y el resto pues ya se vería luego—. ¿Nosotros? En realidad nos conocimos la semana pasada. Almorzamos juntos con un amigo mío que se transfirió conmigo a esta escuela, los presentaría pero hoy no quiso acompañarme, el muy aburrido.

Mientras hablaba había seguido con las caricias y medio comiendo con la mano libre, sin más. Me pareció que esta chica estaba somnolienta o cansada, ni idea. En fin, si quería dormir un rato podía hacerlo, yo la cuidaba.

 

Al chico no le había tocado con un alma que conociera en el grupo, excepto por alguien de su clase, y traté de hacer memoria por si había leído su nombre a la pasada en los grupos, pero la verdad era que no recordaba. Había ubicado el mío, el de Tora, del de Shimizu y el de Sasha, pero de ahí en fuera medio que cancelé el resto y no me di cuenta hasta recién.

En lo que seguía hablando, contando que en el anterior le había ido mejor porque hablaba con dos chicos de la 3-2, seguí comiendo y acariciando a Katherin. Lo que me hizo suspender el siguiente bocado apenas haberlo sacado del bento fue que mencionara a Katrina haciéndoles la caridad, resultó que de haber podido matarlos lo habría hecho porque no entendían nada.

La tontería me arrancó una risa floja, negué suavemente con la cabeza y miré al chico con algo que fue una mezcla de lástima fingida y diversión. Encima que ya costaba que Katrina tuviese gestos de amabilidad, imagínate cagarla aún así.

—Espero que ninguno se lo tomara personal, Katrina tiene mal carácter y está de mal genio casi siempre. Tampoco creo que les ayudara de gratis, si no te ha cobrado lo hará en otro momento —dije al recordar que había accedido a ir a las exposiciones de arte de mamá en tanto el polvo siguiera asegurado—. Es buena en lo que hace, el arte quiero decir. Aunque no sé si eso signifique que sea buena maestra. ¿Qué asignaturas se te dan mejor entonces? Porque veo que el arte no es lo tuyo, basándonos en lo que acabas de contar.

 

No era que yo me preocupara por los ademanes bruscos y directos de Katrina, servía para lo que servía, pero sabía que no aplicaba lo mismo al resto del mundo. Tora era uno que, tal vez por ser parecido, chocaba de inmediato con ella y a veces prefería evitarla con tal de ahorrarse el numerito, aunque no siempre tenían la suerte de esquivarse. Era entre gracioso de ver y agotador, se podían echar media hora ladrándose entre sí.

Dijo que prefería pensar que le pediría algo a Craig, pero no ubiqué a la persona de nada, aunque el chico aclaró que era uno de sus compañeros de proyecto junto con Mason. No tenía forma de saberlo, ni siquiera aunque Tora había hablado con el pelirrojo cuando apareció en Tekné, pero era el muchacho que estaba con Sasha y Kenneth el día del café.

En todo caso negué con la cabeza para decir que no los conocía y le seguí prestando atención cuando me contestó la pregunta qué le hice. Al parecer era bueno en deportes, lo que por alguna razón pegaba con su naturaleza afable, y también se le daban mejor las ciencias. Era una respuesta sencilla, pero me ayudaba a completar el cuadro por partes.

—También me gustan las ciencias, bueno, un poco —respondí porque no era mentira, me llevaba un poco mejor con la biología y la química que la física, pero eran detalles. Habría preguntado algo más, pero el quiso saber si conocía a Katrina y se me aflojó una risa—. La conocí hace unos meses, fuera de la escuela. Con todo y su mal humor se pueden tener conversaciones interesantes con ella, aunque imagino que es más difícil si no entiendes de qué habla.

Lo último pretendió ser una broma por el asunto de que su grupo no había entendido lo de la colorimetría, lo dije en el tono inofensivo de siempre, como si nada.

—¿Y algún club de deporte no te llama la atención?

 

Dudaba que este muchacho que parecía tan amable tuviera algún conflicto en hablar con alguien en lo absoluto, pero digamos que conocía ciertas costumbres de Katrina y sabía que si había varias personas involucradas en su acto de aparente caridad, bueno, se los llevaría a todos por delante tarde o temprano. Quizás no midiera más de uno con cincuenta y seis, pero incluso si yo fuese un mastodonte de dos metros diez no le buscaría las cosquillas. La estatura le condensaba el mal genio, era bueno que tuviera ese ímpetu, para llamarlo de alguna forma, pero solo si no lo usaba fuera de, bueno, lo que me interesaba.

—Bueno, al menos tienes perros. Al final lo de salir a correr no es tan opcional —añadí con algo de diversión y negué con la cabeza a su pregunta—. Todavía no. En otro momento molestaré a Katrina por el club de arte.

Estaba por seguir la conversación cuando noté el peso de Katherin en el hombro, el cuerpo se le había relajado y que Kasun señalara que se había dormido me hizo algo de gracia. Detuve las caricias por evidentes razones, ajusté como pude el brazo para liberarlo pero sin moverla mucho y sostuve el bento para que no se me volcara.

—Come here, dear —susurré aunque el comando fue más bien inconsciente, ni siquiera lo murmuré al suficiente volumen para que me oyera. Ajusté un poco su cabeza para que no se fuese a resbalar y al menos pudiera dormitar lo que quedaba del receso—. Yo te cuido.

Cuando me pareció que ya estaba un poco más cómoda la dejé tranquila, regresé la atención a Zoldryck y le dediqué una sonrisa calmada, de las de siempre.

—¿Te mudaste a Japón este año entonces? —pregunté sin motivo particular.

 

Hablaba mucha mierda del desastre que se traía Tora con esta muchacha, pero que yo fuera amable no me volvía mejor persona ni nada, técnicamente le significaba el mismo nivel de fiasco en ciertos escenarios. No decía que estuviera pretendiendo nada ahora mismo, pero el apunte valía la pena ser señalado al menos mentalmente.

—¿Y cómo te ha sentado el cambio? —pregunté después que el comentario de las malas pelis de los aviones me sacara una risa que contuve para no despertar a Kathe.

Supuse que me preguntó si había viajado porque mi nombre, al menos mi apellido, sonaba japonés. Comí el par de bocados que me quedaban antes de contestarle, eso sí.

—Una vez al año en vacaciones, a visitar a la familia de mi madre en Irlanda. —Tuve que contener otra risa—. Digamos que he me comido varias malas películas.

 

No se me ocurrió que nadie le hubiese preguntado al chico cómo había sentido el cambio, aunque de haberlo externalizado lo habría asociado a su personalidad. Cuando la gente se mostraba demasiado amable a veces los demás olvidaban que de hecho sentíamos las mismas incomodidades que los demás, tendían a no preguntar y cuando lo hacían, bueno, uno pecaba de poco comunicativa como para no romper la ilusión.

—Esta escuela facilita un poco la transición entre los extranjeros y los japoneses de cepa, sí —apunté con simpleza—, pero nada podemos hacer por el jet lag. Se acomoda con el tiempo, pero es tedioso.

Su pregunta sobre Irlanda quiso aflojarme una risa, de nuevo la contuve para no ir a despertar a Katherin y suspiré. Casi siempre íbamos una semana en invierno o en verano.

—En invierno pasa lloviendo y en verano no hace demasiado calor en realidad. La arquitectura es bonita —respondí para no ponerme a dar vueltas en temas de arte complejos que el chico, según su experiencia, era evidente que no entendería. Igual su invitación al cine, incluso si fue una broma, me hizo sonreír ligeramente—. Cuando quieras. Si elegimos mal al menos sería culpa de ambos. ¿Qué tipo de pelis te gustan?

 

Esta escuela, incluso con las fuerzas que se revolvían dentro de sus paredes, se mostraba como un espacio relativamente calmado en ciertos sentidos. No dejaba de ser raro que ciertas personas estuvieran aquí metidas, ni eliminaba las tensiones del aire, pero se suponía que aquí dentro todos éramos estudiantes y punto. De allí que en cierta medida fuese un espacio de encuentro entre personas, aunque también había que admitir que estaba llena de excepciones estadísticas.

—Diferentes tipos de pan con diferentes cosas. Tienen cierta tendencia a usar manzana, nueces y chocolate en cuanta cosa se les ponga por delante —respondí a lo de las dulcerías y tal—. En cuanto a helados no hay grandes diferencias diría yo.

Me contestó lo de los géneros de las películas diciendo que comedia y suspenso, pero que veía de todo hasta pasando por romance y documentales. El apunte de que no íbamos a elegir romance si íbamos al cine quiso hacerme reír, también me dieron ganas de molestarlo un poco con el asunto, pero preferí no tocar tanto los límites de un chico que recién conocía. Una cosa era fastidiar a Tora, otra distinta joder al chico exageradamente amable que había terminado almorzando conmigo.

Iba a contestarle cuando noté que Katherin volvía al reino de los vivos, más o menos, se enjuagó los ojos y su pregunta hizo que una sonrisa me estirara los labios, mezcla de compresión y algo parecido a la ternura. No quedaba mucho de receso para que se pusiera tan cómoda, pero tampoco iba a obligarla a aguantar sueño ni nada.

—Claro que no, linda. Venga, ponte cómoda —le dije mientras me quitaba el bento del regazo, también acomodé las piernas un poco distinto para que se acomodara.

Kasun le ofreció el blazer, para que se pudiera cubrir las piernas, así que esperé a que se recostara, se tapara y me tomé el atrevimiento de revisar que quedara bien cubierta. Le ajusté el blazer ajeno con cuidado, asegurándome de que no fuese a darle un show de gratis a nadie, y cuando estuvo todo en orden descansé la mano con cuidado sobre su brazo, dedicándole caricias distraídas.

—Podemos ver una peli de suspenso —dije retomando la conversación con Zoldryck aunque me quedé con los ojos puestos en Katherin, en la mata de cabello negro—. Si nos sale muy mala entonces se convertiría en una de comedia. Las malas pelis de suspenso siempre terminan dando risa, ¿no crees? Aunque sea de puro cringe.

 

De haber sabido lo que estaba pensando Katherin me habría partido el culo, la verdad fuese dicha. Liarse con Tora era una receta para el desastre, el hijo de puta no era apto para cardíacos, tampoco para el público general, se ajustaba para conseguir lo que quería pero también se negaba a dar algo más, pues porque no podía hacerlo. Al poner las cosas sobre la balanza yo parecía una opción mucho más segura y decente, ¿no?

Mentira.

Tampoco me apetecía complicarme con esa clase de mierdas, mi personalidad afable me volvía incluso más problemático que a Tora, la gente se hacía ilusiones extrañas y yo tenía que romper el cristal entonces. No tendía a hacerlo con especial tacto tampoco, se trataba de definir donde empezaba yo y dónde empezaba la otra persona. Aún así entendía que la amabilidad siempre se confundía con otras cosas, a más de un imbécil le pasaba.

En cualquier caso, la ignorancia era la felicidad de casi cualquiera, así que solo seguí con las caricias y la conversación con Zoldryck. El chico se acordó de una película mala que vi con su hermano y tuve que seguir tragándome la risa, para no incomodar a Manson, pero juraba que había cada película de terror mala que se volvía casi una tortura medieval. Era increíble que ciertas cosas le parecieran buenas ideas a las personas.

—Tiene que haber un ranking de malas películas de terror y si no tendremos que inventarlo nosotros —respondí de todas formas, porque la idea me hizo su debida cuota de gracia—. Sobre las palomitas... diría que saladas. Las dulces me empachan cuando voy llegando al final del bote. ¿Y bien? ¿Fue la respuesta correcta o hasta aquí llegó nuestra futura amistad?

 

Su respuesta fue bastante propia de él, al menos de lo que uno podía asumir viendo sus ademanes, y sonreí más para mí mismo que para el resto de la clase. Este muchacho parecía incapaz de decir que no a cualquier idea estúpida, lo que lo volvía un potencial compañero de tonterías por obvias razones, que iban desde enlistar malas películas hasta saltarse una clase. No era ni malo ni bueno, como la mayoría de cosas en la vida.

—Suena como un buen plan —respondí a lo de las palomitas.

Las circunstancias de este chico, de sus amistades en la escuela quería decir, rozaban lo hilarante igual. Imagina venir a encontrar un amigo en potencia recién y no saber si llamar amigos al par con los que habías salido un fin de semana junto al ligue de turno que, para terminar de hacerla, era la chica Kurosawa, hermana menor del viejo rey de Chiyoda que era de la edad de mi hermano mayor. Había visto a Yako un par de veces, contadísimas, antes de que el tipo la palmara en el accidente.

Lo pequeño que era el mundo casi daba miedo.

—¿Mi anterior escuela? Iba a un instituto privado de varones —respondí mientras seguía dedicándole caricias a Katherin—. No estaba mal en realidad, aunque el cambio me ha venido bien, creo. Me gustan los cambios, cuando las cosas se tornan siempre iguales luego de un rato se vuelven aburridas. Aunque puede que ese sea solo un problema mío.