Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    En algún punto de la conversación, hubo algo más que me alejó de los pensamientos intrusivos que purgaban por dominar mis sentidos. Fui apartada con tanta rapidez y fuerza de ese lugar oscuro… que casi no tuve tiempo de reaccionar. Sólo alcancé a sentirlo en mi abrigo, en la manera que su tela se imprimió inesperadamente sobre la piel de mi antebrazo. En medio de mi escaramuza mental, la mano de Jez había aparecido en mi espacio personal para otorgarme una caricia sutil, rápida. Mis ojos se desviaron hacia sus dedos apenas me recorrieron. E inevitablemente, los latidos de mi corazón se aceleraron con una intensidad inmensa, con un poder que retumbó en las costillas, a la vez que me estremecía ligeramente. El color volvió a dominar buena parte de las mejillas. Mis párpados se unieron por reflejo, p-pero intenté que mis ojos se cerraran de la forma más suave posible… porque no quería que Jez pensara que me había asustado o algo. E-e-era sólo que… no estaba acostumbrada… ¿tal vez?

    Hablar con las personas aún me costaba, incluso me atascaba con alguien tan bondadosa como ella. Así que los contactos físicos me suponían una dificultad mayor. ¡Pero… pero…! No significaba que no apreciara el gesto de Jez… Para nada… Me esforcé por absorber la sensación de la mejor manera posible. Fue una sorpresa, eso era cierto, pero... no de las sorpresas malas...

    Pero ahora, si mi reacción fue tan ambigua… ¿De qué modo podría hacerle entender que no estuvo mal lo que hizo…?

    D-de todos modos, debí atender a sus palabras para no desligarme de nuestra conversación… Y porque tenía un interés genuino en saber qué le gustaba. De verdad deseaba conocerla más, para saber llevarnos mejor. P-por eso… cuando me dijo que su pasatiempo era leer, un pequeño brillo me alcanzó los ojos. ¡P-porque yo también leía! Bueno… En realidad, leía poco, gran parte de mi tiempo lo invertía en jugar y estudiar… ¡Pe-Pero…! ¡Ahí teníamos algo en común! Como con Rowan y nuestras Switch, ¿tal vez? Iba a decírselo, a contarle que ocasionalmente me sentaba con un libro en las manos, pero…

    Una columna de oscuridad inmensa, alargada, apareció en su costado. Al notarla, mi respiración se cortó en seco, paralizándome de tal modo que no pude apartar los ojos. Atorada en mi posición, noté su estatura elevada, la chaqueta, el cabello negro y… s-s-su rostro. Tragué saliva.

    Un chico.

    ¡U-u-u-un chico…!

    ¡Y estaba de mal humor!

    Me encogí sobre mí misma, la cabeza hundida entre los hombros. Pegué la espalda todo lo que fui capaz en el respaldo de la banca, como queriendo esconderme detrás del perfil de Jez. A-aún así… lo espié un poquito, con mi ojo celeste, pues caí en cuenta de que, nuevamente, estaba cayendo en la actitud ansiosa y grosera que tanto quería evitar. No sé si fue buena idea hacerlo, porque me encontré con los ojos oscuros del chico apuntando en mi dirección.

    Como agujeros negros a punto de absorberme.

    Tuve el impulso de apartar la mirada, pero… ¿valdría la pena luchar? ¡N-no! ¡Yo quería luchar, aunque sufriera! Así que eso fue eso lo que hice, le sostuve la mirada como pude (aunque con un solo ojo)…. Gracias a lo cual pude ver que esta persona me… ¿me saludaba? ¿Eeeh? ¿Uh? Se fue tan pronto como surgió, sin darme tiempo a responder de alguna forma. El extraño y silencioso chico se fue hasta el árbol de cerezo y se puso a arrancar pequeñas porciones del césped a su alrededor. Me quedé mirándolo. Su repentina presencia me había dejado un remolino de confusión, me había asustado, sí…

    Y, sin embargo, verlo así de solitario y ansioso… Sin nadie a su alrededor… me llenó el corazón de pena. No sabía absolutamente nada de él, pero pensé que nada bueno podía surgir de la soledad.

    —¿Quién… es? —pregunté a Jez, sin apartar los ojos del chico— ¿Él… está bien?
     
    Última edición: 27 Noviembre 2023
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    Su reacción a mi tacto fue claramente nerviosa, pero opté por no tomármela personal. Supuse que era solo parte de, ¿ser ella? Venía en el paquete, era un asunto de su personalidad general, de los ecos y los choques de pensamiento. Quizás no habría tenido que tocarla, también se me ocurrió, pero quise pensar que fue capaz de entender que mi tacto era absolutamente inofensivo, como el tacto de una hermana o una madre.

    Le había contado lo de la lectura y me pareció que los ojillos le brillaban con algo de emoción, bastó para alegrarme a mí también. El asunto fue que si Bea quería decir algo la intención se le cortó apenas la figura oscura de Altan apareció por nuestro costado, solo después de que siguió su camino se me ocurrió que habría podido espantarla, incluso con su intento de saludarla por protocolo, decencia o el motivo que fuese. Altan no era malo, no, pero desde que había pegado el estirón era bastante intimidante, además de que la cara de comer limones nunca le había ayudado y el estado de agotamiento que se manejaba ahora mismo tampoco.

    Percibí cómo Bea se encogía sobre sí misma, en un intento por esconderse, pero los ojos oscuros, como carbones apagados, desgraciadamente repararon en ella de todas maneras. No le dio tiempo de respuesta, supuse que por piedad, y se retiró.

    Llevaba la ansiedad impresa desde el jueves, se lo noté en clase y luego no había regresado después del receso. Por demás, seguía negándose a hablar, tenía la boca cerrada a cal y canto, ni siquiera sabía si le habría soltado lo que le angustiaba a alguien, quién fuese, y comenzaba a preocuparme que la carga fuese demasiado grande incluso para su cerebro de niño genio.

    Me había quedado mirándolo hasta que la voz de Bea a mi lado me sacó de la suerte de trance, obligándome a mirarla solo para darme cuenta de que ella también lo estaba viendo. Su pregunta se me atenazó al corazón, presionó y de repente, por alguna razón, sentí un resabio de ira que no supe a dónde dirigir. Altan no hablaba conmigo, se negaba a decirme qué le pasaba, y entonces tenía que soportar su distancia y su estado. Su angustia sin forma se esparcía, como células infecciosas.

    —Se llama Altan, es mi mejor amigo —le expliqué a Bea con calma y eterna paciencia, el rescoldo indescifrable de ira se ocultó en alguna parte de mí misma—. Lleva días decaído, pero no ha querido hablar al respecto... No me queda más que darle su espacio, supongo. Ahora tal vez algo de aire le venga bien.

    Después de hablarle cerré el bento sin prisa, suspiré con algo de pesadez y busqué, aunque fuese, quitarle algo de preocupación a ella de encima. Solo me correspondía a mí.

    —Cuando estés lista puedo acompañarte a tu clase, ¿te parece?


    por acá voy cerrando con Jez <3 traté de ajustarlo para que no sea necesaria una respuesta por el tiempo y tal
     
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    Un poco reaccioné de una forma que tal vez él no esperaba, no se me ocurrió hasta después, y si pretendía sacar alguna cosa en limpio de allí se lo impidió el hecho de que me colocar a su espalda con el argumento de que debía escoltarlo lejos del inminente peligro que, de repente, significaba la potencial aparición de Ferrari. Fue una lástima, sin duda, que por eso mismo yo no pudiera notar el reproche en sus facciones ya que seguro me habría servido para molestarlo después, pero no se podía tener todo en esta vida.

    La criatura asintió a mis palabras, sin más, y fui consciente de lo que me diferenciaba de él y a la vez lo que me hacía parecido. Tendía mucho más a la rebeldía, a la resistencia y la lucha que este muchacho, que de la nada se dejaba llevar por mí, pero sabía que podía ser exactamente igual. Bajo ciertas manos no luchaba, todo lo contrario, dejaba de revolverme y cedía al punto de que las minas que plantaba no estallaban.

    Quizás se habría ido en limpio de no ser por el speech que soltó después.

    Había seguido con el teatro, pero por la manera en que se estremeció cuando todavía estaba bajo mi tacto supuse que el pobre diablo no pudo ubicarme en un lugar específico de su espacio. Me hizo gracia, fue inevitable, y así como tantas otras mierdas me guardé la reacción en el cajón de sorpresas donde almacenaba ese tipo de tonterías y al que recurría en momentos mucho menos nobles. La ventaja de que yo no pudiera verlo y que él no pudiera verme a mí era que había podido sonreír sin preocuparme por ir a ofenderlo.

    Para cuando regresé a su lado carraspeó, se recompuso y yo mantuve la atención al frente tratando de disimular la diversión que me permeaba las facciones. Su respuesta... Hombre, ¿qué había sido eso? ¿El voto de confianza de la historia o se le había resbalado otra cosa? Mira que ir a cerrar todo el rollo de la confianza con el asunto de la experimentación científica y solo suspender en el espacio que conmigo no se sentiría nervioso. La última vez que me había agarrado de esa clase de argumentos, bueno, ya estaban vistos los resultados.

    —¿Dices que el problema son los ojos ajenos acaso? —pregunté sin dar pistas de a dónde me dirigía con semejante duda, aunque yo mismo había usado el argumento de "lo que me molestó fue el público" una vez. De cualquier forma, seguí sus pasos a la expendedora y continué parloteando, para variar—. Alma de científico tenías que tener. Muchacho, ¿sabes lo peligroso que es eso?

    ¿Y a qué venía mi advertencia? Ni idea, quizás seguía la misma línea de antes, de solo molestarlo o quizás yo mismo estaba pecando de tener alma de científico de repente. Cualquiera que fuese el caso, se me escapó una risa cuando me llamó Maestro Dunn y observé la expendedora un rato, decidiendo qué tomar. Al final opté por una limonada, tan sencillo como eso, así que metí el dinero y presioné el botón.

    —He pasado por la pena de tener que asistir a ciertos eventos formales. Ya sabes, saco, corbata y toda la cosa —contesté mirándolo con el rabillo del ojo. Le estaba mintiendo sin una pizca de culpa, pobre desgraciado, si había tenido que meterme en modo "fiestas formales" era para colarme en los hoteles pijos usando el nombre del viejo para vaciar billeteras, pero esos eran detalles censurados en horario familiar—. En esas fiestas hay que saber mover los pies al menos. Por demás, me gusta la música y ya.

    Cuando tuvimos todo listo o eso supuse, reinicié los pasos en dirección al patio. Caminé sin prisa hacia el cerezo, pues porque ya habíamos tenido la conversación antes. Al llegar eché un vistazo a la copa del árbol, nada más, y regresé la atención a Hubert como invitándolo a sentarse primero.

    —En fin, que mi experiencia no es demasiada, pero peor es nada dicen por ahí.

    Esta conversación tenía que ser la mierda más ambigua que a uno se le pudiera ocurrir, de verdad, pero supuse que solo yo le estaba buscando la quinta pata al gato como siempre. Tampoco se me antojó particularmente extraña, quería decir, desde mi lectura, pero eso no hacía falta señalarlo.


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    No sería de extrañar que en un futuro cercano tomara consciencia sobre una necesidad: la de ajustar la forma en que me expresaba, en el uso que hacía de las palabras. Ya era consciente de que mi formalidad no encajaba del todo con la edad que poseía y que incluso, si lo mirábamos desde un lente humorístico, no se correspondía con el siglo que vivíamos. Y había momentos, como el de ahora, en que adoptaba un tono ceremonioso, que ramificaba mis mensajes hacia más de una interpretación posible. Al expresarle a Cayden que con él no me sentiría nervioso, le estaba dando mi voto de confianza y también dejaba claro que me sentía cómodo con él. Este chico era agradable y protector, cualidades que me hacían empezar a valorarlo no sólo como compañía, sino también como persona. Me centré tanto en dejárselo claro que, por otra parte, no advertí las ambigüedades que mis palabras podían contener.

    De camino a la máquina expendedora, Dunn rescató el asunto de la mirada ajena. Hice un movimiento de cabeza que no tuvo un significado particular, aunque podía tomarse como una fugaz meditación. Mis nociones respecto a esto eran algo contradictorias. Porque no tenía reparos en acercarme a los otros, integrar grupos y compartir momentos donde sucedía precisamente eso: mirarnos entre nosotros. ¿Por qué la mirada ajena se convertía en un problema, entonces? Lo que me incomodaba quizá fuese el hecho de ser puesto como el centro mismo de la observación. Podía considerarse una inversión de papeles puesto que, por lo general, era yo el que observaba los entornos que me rodeaban. Retomando la metáfora del tablero, me sentía como una ficha mal posicionada. De ahí surgía la importancia de ser acompañado por otra con la que tuviera una buena sinergia, una asociación apacible en la que podía encontrar tranquilidad y cierto pulso aventurero. Fue lo que me ocurrió al verme frente a Bleke en la pista de baile, y no me cabía duda de que habría pasado lo mismo si elegían a Cayden como mi compañero.

    A lo que no supe dar una definición clara fue al “peligro” de tener alma de científico. Además de lo de la mirada ajena, quedó claro que a Cayden también le interesó ese punto particular de mí divagación. Me sonreí ligeramente, ya que no estaba del todo errado: me gustaba adquirir conocimiento e interpretar el mundo a través de éste. De momento sólo tenía como objetivo pulir mi capacidad de observación, sin una meta muy clara. Pero, últimamente, también buscaba comprender mis entornos a través de lo empírico, a razón de que no podía valerme de puras deducciones. Este deseo influyó bastante en mi decisión de salir de la biblioteca de Estocolmo, me animó a ir a la prueba de valor y fue lo que me estimuló para bailar en el show de Markus y Anna, aunque en este caso ayudó mucho que mi compañera fuese Bleke. Entonces… ¿A qué peligros estaría aludiendo Dunn? En mi sonrisa se coló un leve desconcierto, frente a lo cual preferí en oír sobre sus experiencias previas de baile.

    Cuando me habló de sus eventos familiares, me llevé una mano al mentón y lo miré con detenimiento. En un comienzo mis gestos podían leerse como una actitud de sospecha, ya que incluso mi ceño se contrajo levemente cuanto más meditaba sus palabras. Pero en realidad trataba de visualizarlo envuelto con su traje y con la corbata anudada en torno al cuello de una impecable camisa. Su imagen se cruzó por unos instantes con la de Markus en la presentación y, al recordar a este último, volvió a llegarme a la mente la noción de Cayden como Watson. Me hizo bastante gracia porque a su cuadro añadí sin querer una galera, pero tuve la fuerza suficiente para no dar ninguna pista de una risa tentativa. Lo seguí hasta el patio norte, en donde nos quedamos contemplando la copa del cerezo por unos segundos, frescos y agradables. Asentí tranquilo frente a lo que dijo.

    —Es tal como dices —respondí—. Aunque la experiencia no sea mucha, funda en nosotros unos cimientos sobre los que se pueden construir más aspectos de nuestra persona —dije sin sentarme inmediatamente, en su lugar atrapé entre mis dedos un pétalo que descendía hacia mí—. Cada descubrimiento, así sea una danza, es un nuevo horizonte de posibilidades. Aunque no retornemos a estos cimientos, permanecen a lo largo del tiempo —solté el pétalo, que se deslizó hacia algún punto indefinido del aire—. Quién sabe, ahora que tengo experiencia en la pista, ya tengo las primeras bases para convertirme en un profesional el día de mañana. Es broma, claro está.

    Me sonreí. Hablé como si lo del viernes hubiera sido mi primera vez bailando. Eso no era verdad, pero me aparté del recuerdo con toda la rapidez de la que fui capaz y me senté con la espalda apoyada en el tronco del árbol. Destapé con cuidado el bento, revelando en su interior una preparación consistente en rodajas de carne marinada con salsa, acompañada de unas patatas. A simple vista, uno podía darse cuenta de que la preparación no era japonesa.
     
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    Tenía que ser sincero, algunas veces me costaba seguirle un poco el hilo de pensamiento a Hubert por el montón de palabras estiradas que usaba, eran conceptos demasiado grandes o demasiado formales, así que tenía que ponerle atención extra para no quedarme perdido a medio camino. En comparación a él yo debía rozar la estupidez, de eso no había duda, pero no creía que fuese un impedimento en todas las de la ley.

    El inminente regreso a su país, por ejemplo, era bastante más terrible.

    En su defecto, ambiguo o no, lo cierto es que debía agradecerle al chiquillo el voto de confianza. No creía que fuese muy difícil, entre que tenía cara de no matar una mosca y con él había sido cálido y protector desde el inicio, para sacarlo del fuego cruzado Altan-Adara, suponía que tenía todas las de ganar. Si me ponía a pensarlo, quizás la confianza que podía crear en las personas era justamente mi arma más peligrosa. La usaba para no levantar alertas, para moverme por donde me diera la gana y luego se la encasquetaba a cualquiera, si me servía. Arata, Altan e Ilana habían sido las recientes víctimas.

    Supuse que mis dudas lo descolocaron lo suficiente para ignorarlas y yo, que solo estaba tanteando el terreno, retrocedí antes de que la tierra floja cediera bajo mi peso. De repente se me ocurrió que en realidad me estaba tomando demasiadas molestias tratando de cubrir mis pecados, cuando realmente todo era tan sencillo como hacer una búsqueda en Google, ¿no? Debía saltarle el nombre del viejo y luego, por aproximación, saltaría el mío.

    Estaba condenado.

    Habría tenido su gracia que el niño soltara lo de Watson, porque era para mearse de risa, pero se lo guardó y como yo no leía mentes pues ni modo. El uniforme de esta escuela era formal que te cagas, digamos que no era muy diferente a pasarse la vida en traje, pero un cambio de colores podía cambiar bastante la imagen. En cuyo caso, por desgracia, volvía a aproximarme más a Liam.

    Se tiró otro speech, tuve que tragarme una risa de nuevo y me di cuenta que volvía a pescar un pétalo al vuelo, si no sería un ninja o algo esta criatura. Seguí sus movimientos, cuando sujetó el pétalo, cuando lo dejó ir y la aclaración de que era broma lo que había dicho. Podía haberme callado solamente, pero estaba empeñado en picarlo. Nadie iba a decirme que este niño no era así como que molestable.

    —¿Sabes? —Empecé todavía sin haberme sentado, mirándolo desde arriba—. También puedes solo decir que bailarías conmigo y ya.

    Lo dije serio como perro en bote, pero apenas unos segundos después el rostro se me aflojó con una sonrisa bastante suave y terminé tomando asiento a su lado. Dejé la limonada a un costado, me puse a desenvolver el almuerzo y lo destapé, me había guardado algunas de las sobras de anoche. Puré de papa, algo de carne y algunas verduras hervidas, nada muy loco.

    Acababa de bajarme un bocado cuando me acordé de la nada de mi repartija de la mañana y como era un poco (bastante) necio con ciertas cosas que implicaran atención hacia mí, la pregunta se me escapó antes de poder pensar en cómo me haría parecer. Qué más daba de por sí.

    —¿Te gustan las galletas? —solté apenas se me cruzó por la cabeza—. Supongo que si no se las puedes regalar a alguien, sin problema.
     
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    Eché un ligero vistazo a la disposición de mi bento. La comida estaba cubierta por una lámina de nylon, que había colocado como precaución, ya que encima descansaban los cubiertos que había envuelto en una servilleta de papel y ésta podría ensuciarse con la salsa de la carne. Pero además de eso, también se vislumbraba un elemento más que se hallaba rodeado por su debida servilleta, de una forma menos alargada, más compacta. Fue algo que no estaba ahí originalmente, pero que incorporé antes de salir a buscar a Cayden a su aula; lo dejé con cuidado dentro de la tapa del bento, la cual dejé en uno de mis costados.

    Estas preparaciones no me ocuparon más segundos de los necesarios pero, al terminar, reparé en que Dunn no se había sentado a mi lado como cabría de esperar en el mismo espacio de tiempo. Alcé hacia su figura una mirada tan interrogante como confundida, encontrándome con que me miraba desde la altura que le otorgaba su postura de pie. Me dijo algo bastante conciso. O, mejor dicho, señaló que una frase concisa podría haber resumido lo que quise transmitir con mis divagaciones previas. Incluso unas pocas palabras podían tener la misma fuerza que una serie de frases, lo comprendí en ese instante y, al ser alcanzado por tal conclusión, mi reacción fue bajar la mirada con algo de pena. Otra vez sentí dudas por mi manera de hablar, temiendo haber sido demasiado enredado con mis formulaciones. Más, no demoré mucho alzar el rostro hacia él con una sonrisa avergonzada, pero también amable.

    —Al final todo se resume en eso, sí —dije mientras se sentaba a mi lado—.
    Ilana me preguntó ayer con quién bailaría además de Bleke, y pensé en ti y en Verónica, una chica de la 3-3 con la que empecé a venir al colegio.

    Empezamos a comer con calma, disfrutando de la paz que encontrábamos bajo el follaje del cerezo. Lo de mi bento era la primera vez que lo probaba, se llamaba Sauerbraten, una receta alemana, y debía admitir que estaba bastante bien; por lo general traía los típicos bentos japoneses, pero en la casa donde vivía otra persona decidió cocinar movida por la nostalgia de su tierra natal.

    En eso, me volteé hacia a Cayden al escuchar su pregunta sobre las galletas.

    —Por supuesto —afirmé—. Fue gratificante encontrarlas esta mañana, debo decir que me has sorprendido. Planeaba agradecerte al final del receso —esbocé una sonrisa que fue más amplia que de costumbre—. Es que también me traje una para probarla aquí y darte una opinión en persona.

    >>¿Las hiciste tú?
     
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    just because
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    La mirada que el chico me lanzó desde su posición me recordó a la de un animalito confundido, pero fue hasta que bajó la vista que me di cuenta que mi comentario había rebasado un límite. Me divertía molestar un poco a las personas con las que me sentía cómodo, pero nunca deseaba incomodarlas de verdad, jamás era mi intención y cuando noté que quizás había hecho dudar al niño sobre su forma de ser recordé mis propios ojos en los fragmentos del espejo roto. Dudaba constantemente de mi relevancia en las vidas de los demás, me la pasaba aterrado ante la idea de no ser elegido, de que mi embrollo mental fuese demasiado para todo el mundo y aunque mis dudas eran diferentes a las de Hubert, al final el sentimiento era el mismo. Un tropezón en un paso, supe reconocerlo en su carita.

    Mi duda me había destrozado.

    Al punto de impedirme reconocerme cuando más lo necesitaba.

    Alzó la mirada de nuevo, su sonrisa fue avergonzada pero no perdió amabilidad y a mí se me aflojaron los gestos, en cierta manera recordaba a un cachorro y de repente entendí la estupidez de Altan al llamarme Puppy, a sus ojos todos debíamos lucir igual de pequeños e inseguros. Le sonreí en un revoltijo de culpa y comprensión, aunque no dije nada de inmediato y me senté, escuchándolo. Al parecer Ilana le había preguntado con qué otras personas bailaría y mi nombre había acabado por terminar en la lista; lo molestara o no, al menos esa clase de sinceridad me hacía saber que estaba seguro con este muchacho. No tenía demasiados prejuicios en esa área, por lo que se veía. Fuera de eso, la presencia de Ilana en un espacio donde yo estaba ausente en cuerpo pero presente en nombre me recordó que mi paranoia de hecho tenía razón de ser incluso si el silencio de la rubia no era más que un tratamiento paliativo.

    Era una curita sobre un tajo que necesitaba puntadas.

    La pregunta de las galletas y su respuesta me hicieron enfocar la atención en revolver la comida en el bento, distraído, al darme cuenta de que solo había sido impaciente. Como un día dejaba las heridas infectarse, al otro solo buscaba respuestas que bien podía haber esperado; era una tontería, pero intenté no quedarme atorado allí. Su sonrisa fue más amplia que de costumbre y me dio algo de ternura, pues seguía dándome la sensación de que la criatura estaba conociendo el mundo todavía, al salir de su cueva. Quizás yo no fuese el más apropiado para tomar la antorcha y mostrarle el mundo exterior, no cuando enloquecía de repente y regresaba a mis propias paredes de roca, pero tal vez era eso lo que amenazaba con doler.

    Quería ser parte de la vida de este chico, ¿no? De su intento por dejar de ser un simple observador, de su iniciativa de cambio. Quería ver a otro, que así como yo hace un par de meses, había decidido que no quería hacer las cosas como antes.

    Sin embargo, había perdido a otro en condiciones demasiado parecidas.

    La conciencia de esa pérdida, de ese agujero en el pecho, del círculo sin cerrar y el rompecabezas con la esquina faltante, había sido traída a la superficie. Hasta entonces había fingido la más absoluta de las demencias y me aferraba con uñas y dientes a la única figura que no podía dejarme ya. Ahora debía enfrentarme a otra dicotomía y no sabía hasta dónde estar sentado aquí con Hubert no era solo otra injusticia. Podía colar el cuerpo para salvarlo de Sonnen, ¿pero quién iba a salvarlo de mí? Tenía que dejar de verme a mí mismo como un arma de destrucción masiva, lo tenía claro, pero era difícil desprenderse hábitos como esos.

    Estaba divagando demasiado, incluso más de lo que parecía permitirme el silencio que guardé. Como me había callado desde que noté mi metida de pata le di un poco de vueltas a mis ideas, quería decir, a las posibles respuestas que darle, pero tampoco quise demorar mucho porque sería raro que pensara tanto. Al final dejé el tenedor en el bento, me incliné apenas hacia el chico y estiré la mano para hundirla en su cabello, revolviéndolo suavemente.

    El gesto fue casi delicado, cargó un cariño inconsciente que quizás solo quien lo recibía podía reconocer. Fue una acción relativamente jovial, liviana, pero también se quedó a medio camino de convertirse en una caricia y regresé la mano a mi espacio como si nada. Supuse que lo dejé tan desubicado como al haberme quedado de pie antes, pero el niño me aceptaba en su espacio y yo lo aceptaba en el mío, así que no me pareció anormal del todo.

    —No dejes que nadie te haga dudar de lo que eres, ni siquiera yo —advertí en voz baja porque recordé su speech de la confianza—. Todos tenemos cosas que nos hacen especiales. Hablas como si construyeras un pequeño mundo cada vez, eso te hace especial, es lo que te vuelve Hubert. Así como otras cosas me vuelven a mí Cayden. No vuelvas a bajar la mirada por algo que te diga, si quieres soltarme un podcast de tres horas, hazlo, voy a escucharte. Aunque eso ya lo sabes, ¿no? No te sentirías cómodo conmigo si no lo supieras.

    Ya se lo había dicho durante el otro almuerzo, incluso si leía el mundo desde las emociones, lo cierto es que no dejaba de ser un observador. Tenía acceso a las dichosas telarañas, solo que eran diferentes, más flexibles o más caprichosas según uno lo pensara. Puede que no fuese consciente de ello, Hubert quería decir, pero si se sentía tranquilo conmigo era porque se sentía aceptado, tan simple como eso.

    Todo lo que estaba haciendo contradecía el miedo que había encontrado cuando tuve al alcance la información del intercambio, lo sabía, y fui terriblemente consciente de que ya no había remedio. Que cuando este muchacho se enterara de mis mierdas iba a partirme el corazón y lo haría también al volver a su hogar, que de hecho este mocoso tenía tantas aristas por dónde clavarme una daga en el pecho que era casi patético de mi parte. No había mucho que hacer al respecto.

    Volví a tomar el tenedor, tomé un poco de puré aunque lo dejé ahí. Hundí un poco más el peso del cuerpo contra el tronco del cerezo, ni idea de por qué, y solté el aire por la nariz.

    —Lo siento, no debí preguntar de inmediato —dije aunque luego se me ocurrió que no debía disculparme, así que me marqué el deflect de la historia contestando su pregunta—. Las hizo mamá. No soy ningún Master Chef ni nada, solo la ayudé con cosas mínimas. El tema fue que hicimos algo mal con las medidas y salieron un montón, así que quise traerles a algunas personas en la escuela. Las que han sido buenas conmigo.

    Como la estupidez sonó a sincericidio ahora fui yo el que siguió con la verborrea.

    —Verónica, Bleke, Ilana, ¿tantas chicas? No te veía yo tan galán, jovencito.

    ¿Ya iba a molestarlo de nuevo? Quizás, pero fue más para salvarme el culo.


    feliz navidad :D *le entrega su quilombo personalizado*

    las fiestas me pusieron emotiva y este post me fundió la energía que me quedaba hoy, pero fue worth-
     
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    Cortar la carne en el interior de un bento, considerando la posición en que me encontraba, resultaba bastante más minucioso que manipularla con los palillos, así que la ligera concentración que volqué sobre mis movimientos impidió que pudiese mirar a Cayden luego de que ocupara un lugar a mi lado. De hacerlo, tal vez habría detectado muy sutiles pistas en su semblante, indicios de pensamientos internos arremolinándose en su fuero interno. Mi padre me planteó, una vez en el observatorio, que mis ojos eran unos auténticos telescopios: veían más allá de lo meramente observable, tocaban puntos lejanos, invisibles. Descubrían y desmenuzaban la realidad que me envolvía… aunque no todas las veces era un acto voluntario, con lo que esto podía conllevar. Pero como mucho, sí había llegado a ver la comprensión y también la culpa mezclándose en la sonrisa que Cayden me devolvió, luego de que yo levantara la vista en un vano intento por no preocuparlo.

    Tampoco respondió al instante luego de que le comentara lo de las galletas. Noté de soslayo que se había quedado removiendo sus propios alimentos sin probar bocado aún y ésta vez sí surgió la inquietud de haber fallado en mi intención, en hacerle saber que no debía inquietarse por la vergüenza que sentí frente a su comentario. Desde mi perspectiva, aquello lo tomé como un pequeño aprendizaje, así se tratara de una de las bromas con las que Cayden conectaba conmigo. Volví a probar otro bocado de carne con la idea de brindarle amable espacio; si me veía comiendo, puede que no se sintiese obligado a apresurar una respuesta. Me concentré en el sabor, en su presencia, en la frescura nos daba la sombra del cerezo.

    Hasta que el tacto delicado hundió mis cabellos.

    Giré en automático hacia Dunn. Pero mi mirada apuntó hacia arriba, posada en la mano que revolvía con suavidad mis hebras oscuras, lo que sin dudas me hizo ver nuevamente como un cachorro confundido. Sus primeras palabras sirvieron para volcara la atención sobre el ámbar de sus ojos, de los que no me aparté en lo que siguió hablando…


    Hablas como si construyeras un pequeño mundo cada vez, eso te hace especial, es lo que te vuelve Hubert.


    Sin saber muy por qué, oír eso hizo que contuviera la respiración por un instante fugaz. Abrigada por su sinceridad, por su calidez, incluso por una cuota de cariño, la frase de Cayden quedó retumbando en algún punto de mi alma, haciendo trastabillar los resabios de vergüenza y dudas que prevalecían con su ligera insistencia. No me consideraba especial porque, de la misma manera que era formal, también llegaba a ser extremadamente modesto. Pero Cayden no sólo opinaba diferente al respecto, sino que con la metáfora de la construcción me brindó un ángulo diferente desde el cual ver la forma en que hablaba. Mi estilo de expresión era una contrariedad en sí misma, sólo guardaba singularidades que, a su manera, también eran positivas.

    Aún bajo su mano, esbocé una sonrisa suave y alcé ligeramente el mentón, para que mi mirada se mantuviera en alto. Asentí.

    —No te sientas culpable por mi reacción anterior, por favor —le pedí, hasta que al final no pude evitar unir los párpados con solemnidad— Y… gracias, Cay.

    Seguimos comiendo luego de esto, en torno al breve intercambio sobre las galletas. La disculpa de Cayden hizo que lo mirara con calma, pero con la intriga presente en los ojos debido a que no comprendía con exactitud el por qué de aquello. Como dándose cuenta de lo extraño de aquello, el chico añadió las había preparado con su madre y que, por un error de cálculo, hicieron una cantidad generosa que repartió en la escuela.

    A las personas que fueron buenas con él.

    No hubo manera de atajarme con este último detalle: la calma de mi sonrisa se tiñó con una ternura que no pude contener, fue la primera reacción que me arrancó la tamaña muestra de su generosidad y el afecto que caracterizaba su naturaleza. Los papeles se invirtieron, pues ahora sentía que era yo el que observaba a un cachorro. Aunque, claro está, no era el más adecuado para darme aires ni nada.

    Al fin y al cabo, los dos éramos unos Puppies.

    Me tuve que llevar una mano a la boca con lo que añadió después, tras repasar los nombres de las chicas y llamarme "galán". Una risa solitaria sacudió mis hombros pero estrelló, ahogada, contra la palma abierta que cubría mis labios. No tardé en negar con la cabeza.

    —¿Por qué dices eso, tan de repente? —dije, sonriendo; me mostraba calmado, pero su apunte igual había logrado que un ligero rubor alcanzara mis mejillas— Lo mío es simple amabilidad. Me gusta pensar que doy a la gente un espacio donde sentirse seguros y en paz. O como has dicho hace unos momentos: construir un pequeño mundo —revolví un poco la comida dentro de mi bento, notando con alivio que el calor aminoraba lentamente—. Supongo que también se trata de casualidad. Por ejemplo, en el Club de Lectura soy el único chico. —

    Sonreí, dirigiendo la mirada nuevamente hacia él.

    —Kashya, la chica con la que bailaste el viernes, es una amiga mía de allí. ¿Qué tal estuviste con ella? Fue una pena no poder verlos desde las gradas.

    Lo último fue un comentario sincero y bromista a partes iguales.
     
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    Quizás debía agradecer que el chico usara su atención en la comida, así al menos pude escapar de sus ojos un rato, incluso si había usado el tiempo para revolver mis ideas de la misma manera en que estaba revolviendo la comida. A la luz del día no era particularmente bueno mintiendo, tampoco cuando me sentía como yo mismo, así que simplemente buscaba respuestas decentes o cursos de acción que encastraran con mi personalidad. No quería proyectarle a este muchacho un miedo que no le correspondía, en lo absoluto, porque aunque era egoísta pensé que tan siquiera Kohaku me conocía de hace años y se suponía que me apoyara en él, incluso si me parecía injusto, pero eso no aplicaba a este chico. Mis embrollos mentales no tenían que ver con él y por tanto no debían extenderse hasta su figura.

    Igual esa era la clave.

    Dejar de traspapelar figuras.

    Era más fácil decirlo que hacerlo cuando dos situaciones se emparentaban tanto, incluso si lo intentaba no podía prometer que el miedo un buen día despertaría, saldría del círculo de fuego convertido en la bestia de sombras y me mordería el cuello. Al final puede que todo lo que me quedara fuese, justamente, mi espíritu de lucha ya no solo para enfrentarme a aquellos que pretendía aplastarme, si no para enfrentarme a mí mismo.

    Debía luchar contra la bestia que, incansable, seguiría pretendiendo reclamar mi sangre para condenarme a la soledad como había condenado ya al viejo Dunn. Si seguía aferrado al cristal que me había alcanzado Ko, quizás, una misión de ese calibre fuese más sencilla. Era la escama primigenia, de alguna manera, la que daba nacimiento a un dragón distinto.

    Apenas hundí los dedos en la mata de cabello de Hubert el niño giró la cabeza en automático, incluso más confundido que antes, como un perrito al que le haces una caricia repentina. Cuando hablé sus ojos encontraron los míos y se quedó prendado allí, así que suavicé las facciones, a sabiendas de que era malo mintiendo con la mirada. Fue mi manera de darle a entender que estaba siendo sincero. El contacto también me sirvió para detallar un poco mejor que otras veces el negro de su cabello y la oscuridad de sus ojos, en cierta medida se parecía a Sonnen, pero no había en él ni una pizca de la melancolía que parecía rodear al otro incluso en medio de su furia.

    Que tuviera ese punto de contacto con su cuerpo también me hizo notar que la criatura contuvo una respiración a mitad de mis palabras, así que supe que a mi manera también le había removido algo. No me daba grandes aires, incluso si lo deseaba, pero justamente ese deseo de ser especial, de ser distinto a los demás y ser elegido por ello me permitía ver aquello que hacía resaltar a los demás. Era el fuego en el pecho de Anna, la templanza de mi familia, era el cariño inmenso con el que me trataba Ko, era el fuego que yo poseía y puede que también la astucia del viejo; eran los pequeños mundos de Hubert, como aldeas en una galaxia.

    Todos éramos diferentes y debíamos aferrarnos a nuestros pequeños superpoderes.

    Sonrió aún bajo mi tacto, fue dulce de alguna manera, porque también alzó el mentón para mantener la mirada en alto. Reí por lo bajo, tranquilo, pues me dio la sensación de que su gesto guardó consigo una pequeña afirmación del rollo "Sí, Maestro" y me guardé la gracia para otro momento. Al regresar a mi espacio pidió que no me sintiera culpable y luego me dio las gracias, llamándome Cay sin más.

    You're welcome, kid —dije con suavidad, ni siquiera lo procesé.

    Mi sincericidio cambió el tinte de sus gestos, me pareció percibirlo, y me hubiera partido el culo de risa si supiera que ambos no hacíamos más que cederle razón a Sonnen con su estupidez del cachorro. Quizás sus motivos fueran diferentes a los nuestros, daba un poco lo mismo, pero el paralelismo no perdía su gracia. En cualquier caso, el segundo deflect lo hizo soltar la risa y a mí una sonrisa divertida me alcanzó el rostro.

    —Los amables son los más peligrosos —advertí y aunque me reí, lo cierto es que mi alerta tenía bastante de verdad. Aunque no sabía en qué posición me colocaba a mí la estupidez, claro—. Bendito seas entre todas las mujeres, enano.

    Seguí con la estupidez porque sí, pero claro que no había ignorado lo que había dicho en los intermedios. Era algo muy Hubert después de todo, sobre todo viendo que se había sujetado de lo que le dije con la comparación de los pequeños mundos.

    —No alcancé a preguntarle su nombre, así que gracias por el dato —dije luego de comer un poco—. Hmh. Fue un poco extraño, la chica debe tener la mejor cara de póker de todo Japón, pero se ve que solo es así. Le pregunté qué música le gustaba, me dijo que la clásica y la conversación se estiró un poco. Terminé por decirle que si quería instruirme sobre sus gustos la escuchaba, me dijo algunas de sus composiciones favoritas porque selo pregunté, y le dije que estaba siempre dispuesto a aprender y ella contestó que pues estaba bien pero que allí era difícil. Supongo que por el ruido y tal.

    No había pensado lo suficiente en la tontería en general, decirlo ahora en voz alta hizo que me diera algo de risa y me encogí de hombros.

    —Así que eso. Como sea, ¿qué tal te va en el club?
     
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    En el momento que mantenía la mano posada sobre mi cabeza y me enfoqué en sus ojos, el semblante de Cayden pareció suavizarse mientras me devolvía la mirada. Su acción de revolverme los cabellos me había tomado lo suficientemente desprevenido como para que los telescopios no detectaran el universo de los pensamientos, y debía admitir que la situación fue ciertamente relajante a pesar de lo inesperado. Tal sensación anidaba en la confianza que le había expresado hace unos minutos. También debía darle mérito al poder que poseyeron sus palabras, que fueron capaces de apartarme de pensamientos inoportunos, y mi alzamiento de mentón tuvo la intención de que supiera que cumplía con su solicitud de no bajar la mirada, aunque también era válido interpretarlo como un modo afirmación. Todo el asunto terminó con una contestación en inglés, cosa que me hizo recordar que Dunn habituaba expresarse en ese idioma y volvió a arrancarme otra sonrisa en lo que seguíamos dando cuenta de nuestros almuerzos.

    La respuesta que le di, respecto a lo de mi “galantería”, pretendió ser una pequeña aclaración. De nuevo, comprendía que se trataba de una broma y supe encontrarle la gracia, pero no impidió que me alcanzara una pequeña cuota de pudor que se reflejó en el rubor de mi rostro. Tuve la fortuna de que retrocediera con relativa rapidez, aunque estuvo a punto de regresar cuando Cayden siguió insistiendo con su visión, no sólo afirmando que los amables éramos los más “peligrosos”, sino también señalando que era bendito entre todas las mujeres. Como toda respuesta, volví a hacer una amable negación con la cabeza y me llevé una porción de comida a la boca, pues las picardías de Dunn acabaron por dejarme sin una contestación. Sin embargo, me seguí sonriendo porque, más allá de la vergüenza, me divertía.

    Debí contener una pequeña risa luego de que me contara sobre su baile con Kashya.

    —En general es una chica muy neutral y cuesta leerla, pero también bastante abierta a la gente, como habrás comprobado —contribuí—. Cuando la conocí, me sentí un poco desorientado sobre cómo dirigirme a ella, a veces temía estar molestándole. Pero es sólo su forma de ser, pronto uno advierte que tiene un buen corazón —asentí—. Me alegra que hayan estado bien en la pista.

    Volví a dar cuenta de una porción de la comida, que estaba bastante bien, y mientras la acompañaba con un trago de agua escuché la pregunta de Cayden.

    —Estoy muy cómodo en el Club de Lectura —respondí, recostándome en el tronco del árbol con suavidad—. No tiene un horario fijo a diferencia de otros clubes, por lo que permite cierta flexibilidad para asistir —comencé a explicar—. En general, son encuentros improvisados en la biblioteca, donde los miembros nos reunimos a leer juntos. La mayor parte del tiempo en el club, lo comparto con Bleke y Kashya, por lo que es una coincidencia bastante graciosa que Markus nos haya emparejado en aquel evento —me sonreí—. En el club también conocí a Jézebel y Morgan, de tercero, aunque las vi más bien poco. Es un ambiente agradable en general.

    >>Y la semana pasada me enteré de la existencia de un Club de Astronomía —continué—, de modo que actualmente estoy considerando la posibilidad de unirme —aproximé la botella de agua a mis labios, pero el movimiento se interrumpió cuando la pregunta apareció entre mis engranajes; me giré hacia Cayden— ¿Y tú? Creo que nunca te pregunté si estás en algún club.

    Weno, último post del 2023.

    Lamento la demora, me temo que voy a seguir respondiendo medio lento... en lo queda de este año en Argentina (?). Así que a partir de mañana vuelve Chick Hicks :P

    ¡Que empieces lindo el 2024! ¡Salud!
     
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    Puede que mi sentencia de que la amabilidad nos volvía un peligro no fuese más que una profecía autocumplida, porque lo repentino de mi gesto, pero también el tinte que cargó había impedido que los ojos biónicos de Hubert, que no eran diferentes a los míos realmente, alcanzaran algo del ruido que tenía yo en el fondo de la cabeza. En vez de elevar las paredes, al anularlas, al tomar a Hubert del brazo y tirar de él para meterlo a la cueva inundada de fuego, estaba creando un escudo mucho más potente, pero uno que también era más peligroso para mí.

    Para este niño era inofensivo y si hacía bien las cosas, lo sería incluso cuando mi historial demostrara lo contrario. Las emociones tenían ese poder, uno lo bastante grande para hacer trastabillar a las mentes más cuadradas y lógicas.

    En cualquier caso, cuando seguí subido en el tren de la broma de su galantería al chiquillo lo alcanzó algo de pudor que bastó para teñirle el rostro y arrancarme una risa que, de nuevo, no cargó una pizca de burla consigo. Él terminó por negar con la cabeza, no fue capaz de contestar algo y yo mantuve una sonrisa en la cara, mezcla de ternura y diversión.

    Seguí comiendo en lo que él añadía comentarios sobre Kashya a los que no me quedó más que cederle razón, no era que tuviese fundamentos de ninguna clase ni nada, pero en general mis corazonadas con las personas eran correctas. La chica solo parecía tener eterna cara de póker, eso no la volvía mala ni nada, era solo parte de ella aunque fuese un poco desconcertante.

    —Su inexpresividad le impide mentir, al menos eso parece —reflexioné un poco al aire, fue la conclusión a la que llegué de repente.

    Eso fue todo lo que añadí en lo que él me contestaba la pregunta que le había hecho, volví a comer y me hizo algo de gracia que en el blanco predominante del club los manchones oscuros fuesen él y Morgan. Por demás el dichoso club de lectura tenía una composición un poco graciosa, estaba Jezéebel con su eterno aire maternal, Kashya con la cara de póker, Bleke con aquel aire serio, Hubert que era amable y moldeable, para cerrar con Morgan que era... Era Morgan. La chica me caía bien, pero tenía un aire algo difícil de leer a pesar de todo y eso era innegable.

    —Vólkov es compañera mía. En general es una chica muy dulce, algo confianzuda tal vez, pero nunca con malas intenciones. Le presté mis apuntes una vez —expliqué aunque nadie me lo había pedido—. ¿Club de astronomía? ¿Y quién lo lleva o qué?

    No era raro que el club existiera, no viendo el observatorio que había construido esta gente, pero era un poco raro que no se supiera nada de él además del espacio que debía ser de ellos. Por demás, Hubert pareció conectar neuronas suficientes para caer en que no sabía nada de mis actividades escolares más allá de, ni idea, ¿venir a sentarme al patio a ver la vida pasar?

    —Se supone que soy parte del club de radio, pero en sí soy como relleno en un papel. En sí ni siquiera llegué a acoplarme como tal a las actividades —respondí sin más—. No estoy en ningún otro.

    Estaba el favor que me había pedido Sasha, sí, pero eso respondía a otra naturaleza y el club ni siquiera existía como tal todavía. No me pareció que valiera la pena ser mencionado.


    No pasa nada uwu

    Yo a partir de mañana voy a empezar responder más lento JAJAJAJ así que mientras tanto ganas esta, Chick Hicks

    Muy feliz año, Bru <3 es un placer que uno de mis últimos post del 2023 sea en esta interacción tan bonita. Te mando los mejores deseos para este 2024
     
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    Bruno TDF

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    Asentí al escuchar la conclusión que Cayden aportó sobre Kashya, al menos de la primera impresión que la chica le dejó. Mi movimiento fue bastante leve y no estuvo desprovisto de cierto aire meditativo, pues la conexión entre la inexpresividad y la imposibilidad de mentir me resultó francamente interesante. Pero la misma era relativa, como cada cosa que conformaba el mundo en el que vivíamos, y más cuando estaba vinculada a algo tan complejo como el inmenso y caótico universo de la naturaleza humana. Frente a alguien del temple de Kashya, todo lo que teníamos de esa persona eran sus palabras, en su estado más puro, sin el filtro de las emociones. Pero también estaba, por ejemplo, el caso de Verónica y su enérgica transparencia, y la sinceridad que cargaban cada una de sus palabras, pues nunca percibí en ella gestos que me dieran pista de silencios ocultos. La sinceridad siempre dependía de cada persona, de la energía que hacía surgir su pequeño universo. Altan también podía considerarse alguien de actitud impenetrable, pero actualmente se refugiaba tras muros de silencio sobre los que saltaba con dificultad cuando debía interactuar con los demás.

    Pero más allá de toda esta cuestión, la charla continuó su curso en torno al tópico de los clubes. Cayden me contó que era compañero de Jézebel y volví a responder con un asentimiento, mostrando acuerdo sobre la dulzura de aquella chica; nos habíamos visto una sola vez, pero fue extremadamente amable conmigo, apenas una presencia nueva en la biblioteca, irradiando en mi dirección la calidez de una luz. Sin embargo, luego debí esbozar una sonrisa dubitativa al recibir las preguntas sobre el Club de Astronomía, pues no contaba con la información sobre quiénes administraban ese espacio. Ni siquiera Bleke, que parecía tener un amplio conocimiento sobre la academia, supo darme un dato, algún hilo del cual tirar.

    Una pista sobre el misterio del Club de Astronomía.

    Repentinamente me sonreí, divertido. No respondí al instante porque surcó por mi mente el mismo pensamiento de hace unos momentos, en los pasillos, de modo que Cayden gozó de la chance de continuar la conversación. Lo escuché con atención pese a que mis aires se tornaron distraídos, porque yo era así, casi nada escapaba de mi percepción. Casi. Así, me enteré que Cayden pertenecía al Club de Radio; de una forma técnica, porque afirmó que no era más que un relleno en el papel.

    Me giré para mirarlo, con la sonrisa divertida prevaleciendo. Medité unos segundos la respuesta que planeaba darle, hasta que concluí que no se ofendería si era sincero. Después de todo, teníamos el voto de confianza.

    —Se me hace difícil concebirte en la figura de un locutor —admití, sereno, luego de beber de mi botella—. Pero quizás, en cualquier momento, también te asalte un alma de científico y te arrojes a descubrir el poder de tu voz. Si llega ese día no olvides avisarme, así afino los oídos.

    Llevé otra porción de comida a la boca, con la que anulé la tentación de la risa. Fue otra evidente humorada, que no pretendía presionarlo a hacer algo que no le interesara. Cuando estaba al lado de Cayden, me permitía apartarme levemente de mi faceta más seria y moderada, entregarme a ocurrencias circunstanciales. No sabía si buscaba mi propio divertimento o hacer reír a los demás, pero lo disfrutaba. Incluso con Bleke nos habíamos permitido unas bromas un par de veces, tal vez más marcadas por la formalidad de nuestra cortesía. Dejé escapar una larga bocanada de aire, relajado, y mo recosté contra el tronco detrás de mí con los ojos cerrados.

    —No tengo información sobre el Club de Astronomía. Ni siquiera sabía que se había construido un observatorio, Bleke me lo mostró el viernes. Es todo un misterio si me lo preguntas. Hace falta un… un detective…

    Mi sonrisa tembló ligeramente y, finalmente, una sola risa salió. Libre. Al instante sacudí la mano enfrente de Cayden.

    —Perdona —dije—. Es que hay algo que no te conté: Markus habló conmigo en el pasillo del segundo piso, me preguntó por la clase de Anna. Tras darle la información por mera deducción, se despidió llamándome Sherlock…. Y me dijo que le mandara saludos a Watson —lo miré—. Así que eso, Cay: Ferrari te manda saludos.

    No pude darle forma de cierre, pero es trabajo honesto (?)

    Amo inmensamente a estos dos, hay que repetir pronto uvu <3
     
    Última edición: 2 Enero 2024
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    La sinceridad era una cosa extraña, suponía, algunos eran demasiado inexpresivos como para mentir y otros demasiado emocionales. No había demasiados puntos intermedios en la cosa y los que existían, de hecho, solo daban espacio a las mentiras. Era curioso que yo hablara de algo como eso, que lo pensara siquiera, cuando parecía tan trasparente en algunas cuestiones y tan difuso en otras.

    Como fuese, no nos detuvimos demasiado en eso y la conversación siguió. Que Hubert admitiera que no me veía en al figura del locutor bastó para arrancarme una risa baja, si acaso una mera vibración, y la gracia se acentuó cuando pidió que le avisara cuando fuese el caso para afinar los oídos. Puede que fuese solo mi percepción, pero este muchacho soltaba unas cosas de lo más ambiguas a mis oídos, pero puede que justo por eso solo yo escuchara esa ambigüedad al estar inmerso en ella de forma mucho más consciente.

    —Claro que no permitiría que te perdieras mi debut como locutor —bromeé sin ninguna dificultad.

    En lo que me respondía lo del club me acabé el almuerzo, quizás a más velocidad de lo que pretendía y cuando mencionó lo del detective volteé a mirarlo pues noté que se quedaba suspendido en esa idea unos segundos. Al chiquillo se le aflojó una risa, sacudió la mano frente a mí y lo miré con una sonrisa, esperando la explicación.

    Cuando mencionó a Ferrari buscando la clase de Anna me pregunté por qué y entonces, la imagen del deterioro de Sonnen y la velocidad a la que lo había visto enviar textos se amalgamó con ambas. No tenía fundamentos para construir un solo pensamiento coherente, pero si a la salida revisaba el casillero de Anna y las galletas seguían allí, bueno, la cosa se respondería sola. Era solo cuestión de tiempo, pero si estaba ausente la cosa era preocupante.

    Igual el tren de pensamiento lo detuvo el mismo Hubert al decir que Ferrari se había referido a él como Sherlock y, supuse que por rebote, a mí como Watson. La estupidez me arrancó una risa que amenazó con volverse una carcajada, porque al menos él, con sus manías de hablar como señor del siglo XIX tenía sentido, pero yo solo venía en el paquete.

    —Pues le regreso los saludos —solté cuando pude controlar la risa y comencé a guardar las cosas de mi almuerzo—. Lamento informarle, mi querido Sherlock, que pronto se nos acaba el receso. Puedo acompañarte a tu clase si quieres, como siempre.

    Lo cerré lo mejor que pude JAJAJA pero bueno lo que ya te dije uwu el niño siempre a disposición (?
     
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    no tenía pensado ponerle canción porque pa qué, pero bro tremendo flashback me siento vieja
    Cayden.png

    Me despedí de Verónica para entrar a la 3-2 y ya adentro le envié un mensaje para que mi número le quedara registrado, así era siempre más fácil. La poca calma que había conseguido se me desbarató en la módica cantidad de cero segundos y me tiré las clases golpeteando la pierna bajo la mesa, ansioso; a eso se le sumaba la tensión que se notaba entre Vólkov y Sonnen, bueno, en la primera porque el otro seguía tan desgraciado como empezaba a ser normal.

    Cuando sonó la campana él se fue a la mierda, ella se quedó en el salón y entre mi propia ansiedad pude imaginar que la chica, así como todos, era ajena a todo lo que pasaba. Me dio lástima así que arranqué una esquina de una hoja del cuaderno, le escribí una explicación express de la cosa y me levanté para dejárselo en el pupitre sin decirle nada. Ella se fue luego de leerlo, apenas algo más liviana, y yo me quedé un rato más en mi asiento luego de haber regresado a él.

    Sasha me había avisado que no estaría para almorzar, eso me dejaba el receso sin planes y daba un poco igual, no era que tuviera planes todos los recesos, pero el grupo del tablón me seguía preocupando lo suficiente para no permitirme estar en silencio dentro de mi propia cabeza. ¿El Cayden de quince años habría seguido como si nada? Quién sabe, pero yo había decidido que quería dejar de hacer las cosas de esa manera. No quería más puntos muertos, más terrenos tibios ni la culpa que sentía después.

    La culpa que sentía ante los escenarios posibles.

    Había seguido golpeteando la pierna mientras pensaba, pero cuando alcancé el terreno de la culpa me levanté como un resorte del asiento y salí de la clase sin siquiera tomar mis cosas. No busqué al lobo porque era una estupidez sin lógica de ninguna clase, pero asomé la cabeza en la clase de Ko y al no encontrarlo dejé el tercer piso sin siquiera saber qué coño estaba haciendo realmente, pero dudaba que importase lo suficiente.

    En el pasillo estaba Vólkov con Verónica y cuando bajé al de segundo sorteé a Craig, Paimon e Ilana sin molestarme por ninguna de las mierdas que me habían preocupado los días anteriores. Escaneé el pasillo tan rápido como me lo permitieron los ojos, seguí al de primero donde hice lo mismo y alcancé el de la planta baja donde estaba el barbullo de gente mirando el tablón. La silueta de Shinomiya me quemó la retina y me picaron las manos por írmele encima, pero me creía capaz de usar las neuronas todavía. Pasé de largo, bueno, tan largo como me lo permitía la gente y reduje también la velocidad de mis pasos, que ni me había dado cuenta eran casi una carrera ya, para fingir la más absoluta de las demencias.

    Bueno sí, igual era mejor pensar en un plan de acción en vez de solo perder la cabeza.

    Me detuve al final del pasillo, sin saber dónde ir realmente, y acabé por ir al mismo sitio de siempre. Mis pasos me llevaron al patio norte, sentí el sol atravesarme el cráneo y seguí caminando hasta la primera sombra que encontré para no quedarme frito en dos minutos. Había una banca libre, me dejé caer y saqué el móvil del bolsillo. Tenía el chat de Verónica, el de Arata y vi unos mensajes nuevos de tío Finn, pero no los abrí. Busqué el contacto y escribí, porque fue lo único que se me ocurrió en el momento.

    Los grupos del proyecto, los vi temprano
    El tuyo
    Si me necesitas dímelo, por favor


    Bloqueé el móvil apenas haberlos enviado, me lo dejé en el regazo y me enjuagué los ojos con la suficiente fuerza para ver parchones blancos. Volví a pensar en la respuesta de Verónica sobre la preocupación, en la confianza que había puesto sobre su hermana, y una parte de mí quiso calmarse con eso, pero no surtió mucho efecto. El fuego me rebotaba en el pecho, lo sentía, y no tenía caso solo ignorarlo.

    Los escenarios ideales no estaban en mi configuración.


    so, lo tenía pensado desde que vi los grupos pero no me daba la vida (? so here i am Gigi Blanche no le tienes que llevar el apunte ni nada, solo pa que quedes enterada

    belu en el au de the witcher: agradezcamos que cayden no estuvo cuando lo de kou
    cayden sin haber estado en lo de kou y solo pensando escenarios hipotéticos cuz the boy BREATHES paranoid: *this post*
     
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    Insane

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    Fuera de lo que tenía pensado había terminado dándole la bienvenida a alguien que estaba en su primer día, la idea me había dejado una sensación agradable por el resto de la mañana, digamos que el hacer sentir a una persona parte de en un sitio desconocido lo consideraba valioso, porque justo así nos habíaa recibido Allen cuando mi hermano y yo llegamos a la escuela en Canadá, aunque rayaba en algo monocorde, cuadrículado la forma en que lo hizo en ese entonces, no dejaba de ser un buen gesto que no dudaba en reflejar por tributo a ese entonces.

    Bajé las escaleras con la intención de almorzar al aire libre, aunque antes me había dado una vuelta por la cafetería para comprar sándwich de carne de cerdo, y una cocacola por ahí derecho. Con la ausencia de mi gemelo y de Gen el día de hoy por unas cuestiones de migración opté en almorzar solo de manera inicial, sin embargo al salir de la cafetería seguí por el rabillo del ojo el cabello negro meseándose en lo que parecía pensar que bebida sacar de la expendedora, me acerqué de curioso desde atrás y eché un vistazo.

    —Ese de ahí es nuevo.

    Ella giró el rostro a medias para mirarme, me sonrió.

    —¿Ese? —señaló con su uña sobre el cristal.

    —Sí —me reí entonces—, perdona, es metiche de mi parte.

    Manson presionó el botón que hizo la bebida rebotar, se inclinó para recogerla y al enderezarse miró por unos minutos la tipografía. La reconocía logicamente, iba a la clase de mi hermano, aunque bueno, ella no me conocía a mí.

    —Naj, no pasa nada —pestañeó con cierto merodeo—. Ah, tu hermano va a mi clase... eres idéntico, solo que la tinta —se echó a reír a lo que alcé las cejas—. Tu hermano dañó su rostro, mira que tienes una bonita cara. Son gemelos, ¿cierto?

    Sentí la garganta carraspearme y giré el rostro para toser del lado contrario, probablemente tenía las mejillas algo coloradas así que me recompuse como pude y me eché a reír también. Asentí con la cabeza. Si Zeld no se hubiese tatuado nos veríamos -casi- igual. Regresé el miel a sus ojos para luego turnarlo con el yogurt que le había sugerido comprar. Había visto una propaganda en la tele de esa bebida, y pensé en otro día dejarle uno a Kurosawa sobre su pupitre, así que supongo que ya tendría una referencia de si era una buena recomendación o no. Como fuese, ella pareció distraerse con alguien del pasillo, alzó la mano saludando.

    —Ah, y mi nombre es Katherin Manson —murmuró en una presentación, estaba por decir el mío pero volvió a menear la mano—. ¿Ibas a almorzar solo?

    No supe si me lo preguntaba a mí o alguien más, de igual manera respondí:

    —Sí.

    Descansó el brazo a su costado.

    —Bueno, ya no. Ey Ro —suavizó sus facciones ligeramente, aunque pareció que con los lavanda buscó la ausencia de alguien más.

     
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    Tora había llegado poco antes de las once, se metió a la clase, ocupó su asiento y fingió ser un humano funcional, pero yo sabía que las visitas al loquero siempre lo arrojaban al mundo vuelto un caos de furia. No sabía si atribuirlo a su incapacidad para ceder, incluso luego de estos años, o que directamente no había logrado dar un terapeuta con el que formar una relación menos hostil. Se suponía que habían relaciones así entre los terapeutas y sus pacientes, que podían funcionar, pero no creía que fuese el caso con Tora y el psiquiatra... Bueno, más de lo mismo. Al menos no lo habían medicado a ciegas todavía.

    Para cuando sonó la campana me levanté, le pregunté si quería salir pero negó con la cabeza y dijo que iría a comer en algún recoveco de la academia, porque no quería hablar con nadie, y lo dejé estar. Eso me dejaba el receso vacío, así que tomé el almuerzo y bajé hacia el patio; afuera había una comitiva de lo más variopinta, pero solo esquivé a las personas para seguir mi camino.

    Antes de salir me puse a revisar unos mensajes de mi hermano, así que cuando salí no reparé en Katherin ni nada hasta que su voz me llamó. Separé los ojos del aparato, busqué de dónde me llamaba y me acerqué a ella dedicándole una sonrisa, estaba con un muchacho castaño que no me sonaba de nada.

    —Kathe, ¿qué tal? —dije hacia la muchacha y luego reparé en el chico—. Hola. Creo que no te conozco, ¿cierto?
     
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    Insane

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    Ya casi se estaba finalizando la semana, digamos que en parte estaba algo cansada, tenía ligeras ojeras que había disimulado con maquillaje por el trabajo y el show dado hace poco. Había sacado un dinero decente, eso sí, pero rendir a la par con el estudio seguía siendo un reto que cruzaba día a día, y bueno, mi cuerpo también cedía en ocasiones como ésta, aún así... no había llegado el sábado que solía tener los turno más pesados, por lo que me quedé un rato en la máquina expendedora, buscando alguna bebida anergizante pero no la encontré como era esperable.

    A fin de cuentas, bastante dañinas eran por sí solas como para un instituto como éste permitirlas. Un chico me sugirió un yogurt que no había probado antes, me antojó a probarlo y al girarme me di cuenta que era el hermano de Zeldryck, pero su escencia por si sola era mucho más dulce, lo cual se fue afirmando con las facciones suaves que mostraba en el intercambio de palabras. Le pregunté si almorzaría solo a lo cual afirmó y me pareció una lástima, fue entonces que capté el fuego cruzando el pasillo hacia el patio y alcé la mano, estaba centrado en su móvil y le llamé entonces.

    Había notado la ausencia de Tora, claro, aunque no pregunté ni nada.

    —Todo bien —acentué la sonisa. Sociable como de costumbre, Rowan le habló al muchacho a lo que intercalé la mirada con las pupilas miel.

    —Eh, hola —se rió entonces, rascándose tras la nuca—. Zoldryck Kasun, un gusto. Y no, creo que tampoco te he visto antes.

    No era una cupido de amistades ni mucho menos, pero Rowan era fácil de llevar, y Kasun parecía ser un chico dulce a simple vista, así que bueno, aquí nadie perdería si se trataba de hacer nuevos amigos. Intervine entonces:

    —Pensé en que podríamos almorzar juntos ya que estamos aquí —agregué entonces, señalando uno de los espacio en un césped tras una banca. Me parecía más cómodo el suelo, para qué mentir, aunque era bastante probable o que me fuese luego de un rato, o que me terminara durmiendo ahí—. ¿Les parece?

    El gemelo asintió, meseé la lata de yogur en mi mano derecha y con la izquierda aproveché a sacar el móvil. Busqué entre tanto el chat de Tora y le dejé un mensaje solo porque sí.
     
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    Zireael

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    No había que usar demasiadas neuronas para imaginar que Katherin había notado la ausencia de Tora a mi lado, si la criatura era como una sombra, pero sabía que la chica tenía algo de interés extra en dónde podría haberse metido el idiota. No decía que se echara la vida pensando en él, pero tampoco era lo bastante desligada del mundo y sus decisiones como para funcionar de la forma en que lo hacíamos otros, me daba cuenta.

    Sakai desaparecido o no, la chica me respondió con la tranquilidad que solía manejar y el muchacho con el que estaba se presentó como Zoldryck Kasun. Parecía un chico de buenos ánimos, fácil de llevar, aunque quizás estuviera pecando demasiado de basarme en primeras impresiones pero qué más daba. El paso del tiempo me había dado cierta capacidad de observación, para llamarlo de alguna manera.

    —Rowan Ikari —dije después de que se presentara, dedicándole una sonrisa calmada.

    Igual Katherin andaba un poco aquí de casamentera de amigos, yo qué sabía, pero no lo vi mal ni nada. Aprovechaba los buenos días para hablar con las personas, que Beatriz, que Kenneth, que Alisha y los que se me pusieran por delante. Si me los ponían en bandeja era hasta más fácil, no iría a quejarme.

    —Claro, ¿por qué no? —respondí mientras enderezaba los pasos hacia el lugar que había señalado y alcé la vista al cielo—. Aunque con este cielo gris medio que se antoja más dormir que cualquier otra cosa, ¿no creen?
     
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    Insane

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    Manson era bastante agradable, parecía que le era fácil hablar con las personas y terminó presentándome un chico con el cual sentí lo mismo. Sugirió un punto para almorzar a lo que asentí, Ikari también aceptó y nos dispusimos a desplazarnos. Habían grupos de estudiantes por ahí comiendo, o charlando entre ellos, en realidad si hubiese sido un desperdicio pasar el receso solo.

    —Sí —respondió la mujer al subir también la vista al cielo—. Dormir siento que es de los mejores placeres, no sé si les pasa.

    —Los domingos dormir hasta tarde —agregué—. Es reconfortante.

    Katherin se rió, en lo que llegamos al espacio. Fue la primera en sentarse organizando los tablones de la falda, comenzando a destapar la lata para luego probarla. Observé curioso en lo que ella murmuró que estaba dulce, que sabía bien a lo que relajé los hombros. Al menos no le había sugerido comprar algo que estuviese feo ni nada. Me senté también en el césped.

    —¿Y a qué clase vas? —pregunté al chico, comenzando a desenvolver el sandwich.
     
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  20.  
    Zireael

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    El viento soplaba de intervalos un poco caprichosos, pero suponía que una buena parte lo detenía la fachada de la escuela, así que no había que preocuparse mucho por ello, al menos no de momento. Fuimos al lugar que señaló la chica, nos sentamos y todos acordamos que hacía clima para pegarse una dormida de las buenas, pero pues estábamos aquí en la escuela.

    —Soy de la 3-1 —respondí a la pregunta del chico mientras desenvolvía mi almuerzo—. ¿Tú? ¿Llevas más tiempo en la escuela que nosotros?

    Medio me contuve de ametrallarlo a preguntas, destapé el bento y tomé algo de arroz para llevármelo a la boca. Mastiqué con calma, pensando que Katherin había enviado algunos mensajes y que si eran para Tora, bueno, igual mejor se quedaba sentada esperando. En general el chico contestaba con relativa consistencia, pero hoy no era lo que se dice el mejor día para esperar algo como eso. Ya mucho estaba haciendo al venir a la escuela.
     
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