Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    No era esto ningún debate de la gravedad del castigo por una elección musicial, pero una escuela pija como esta era el espacio más neutral al que accedería nunca. Estaba aquí porque el padre de Altan había movido mis papeles, porque mi madre estaba demasiado cansada para preguntar por qué alguien haría eso por un paria como yo y nada más, pero conocía el mundo exterior.

    Quería proteger a Sasha de ese mundo precisamente.

    Uno donde colgar a alguien de los tobillos parecía un castigo amable, donde el atraco de Cayden y el golpe que ya había sanado en su cara eran una muestra microscópica de la realidad. Había bestias en las sombras dispuestas a arrancar enormes trozos de carne, fracturar almas y vender los pedazos. Existíamos en un mundo donde podía aparecer cualquier cabrón un día y cobrarme las deudas del viejo infeliz que me había dado el apellido.

    Claro, todo podía ser peor y siempre lo sería.

    Como fuese, ignorando el mal del mundo y esas mierdas el punto aquí era que estaba más tieso que pan de tres días. A ella también le dio risa, ni modo, y traté de recuperar algo de compostura nada más para poder medio prestarle atención, pero la otra idiota soltó que parecía un crucificado y volví a descojonarme aunque ella ya me había tomado de las muñecas y estaba marcando el ritmo.

    —Espera, tengo que desactivar el modo Jesucristo —dije en medio de la risa.

    Estábamos haciendo el ridículo más grande de la historia de Japón, quizás, pero ya no había mucho que hacerle. Tampoco debía quedarle mucho al receso, así que el martirio-comedia acabaría pronto, pero al menos las risas no habían faltado.


    pretendí ir dándole cierre JAJSHA pero bueno, siempre es un placer arruinar la reputación de Arata de una nueva manera
     
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    El chico se presentó inmediatamente después de que yo lo hiciera, haciéndome dedicarle una sonrisa amable mientras me inclinaba levemente hacia delante, y en cuanto a la pregunta que le hice sobre el baile... bueno, cualquiera de las respuestas habría sido igual de plausible, a decir verdad. Al final resultó que no tenía experiencia alguna, que de hecho podría esperar que fuese bastante rígido, y sonreí con cierto aire divertido por el comentario antes de asentir con la cabeza, por sus palabras finales.

    —Veré que puedo hacer —contesté, manteniendo la expresión divertida un par de segundos extra—. Esta canción está muy bien, tiene los ritmos muy marcados. Será más fácil si... cierras los ojos... —murmuré, acercándome a medio camino de la frase para extender una mano e instarlo a, efectivamente, cerrar los ojos—. Intenta centrarte en la música y simplemente muévete según sientas.

    Yo tampoco era una experta en ese género, a pesar de todo seguía centrándome en la danza tradicional, pero si seguía mi propio consejo sabía que sería capaz de fluir con el ritmo de la canción. Aproveché el ambiente relajado del contexto para buscar las muñecas del chico, ayudándolo así a relajar el cuerpo y guiarlo con algunos movimientos, hasta que acabamos montándonos una coreografía más que decente; lo más importante, sin embargo, era que lo estuviésemos disfrutando.

    Riamu 3.png

    Si al final Kou decidía seguirme más el juego o no, la verdad es que no podía saberlo con seguridad, pero si tenía que ser completamente sincera, prácticamente me había olvidado de todo el asunto a medio camino de las escaleras. ¡No era mi culpa, eh! Mis pobres neuronas estaban cansadas del viaje, y encima hoy de todos los días tenía que ser uno tan movido. En fin, que mi atención viró por completo hacia el siguiente objetivo que tenía por delante, y mentiría si dijese que no había bajado prácticamente dando saltitos hasta llegar al patio norte.

    Fue poner un pie fuera y notar al instante la fiesta que prácticamente había montada; la escena de tantos alumnos bailando en medio de todo me sacó una sonrisa bastante grande, y la misma se mantuvo en todo momento hasta que finalmente alcancé a Abby. Ni siquiera dudé un segundo antes de tirarme encima de ella, echándole los brazos por encima y apretujándola con fuerza entre los mismos.

    —Veo que ha sido todo un éxito, Milly~ —le murmuré bien cerca de la oreja, sin quedarme más remedio por culpa de la música y el ruido ambiental (claro)—. ¡Me alegro mucho! —acabé por exclamar en voz más alta, ya habiéndome separado para no explotarle el tímpano, y le planté un beso sobre la mejilla antes de liberarla de mi agarre.

    ¿necesario? not really, but i kinda had to uwu
     
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    De cacería o no, al final Katrina desistió quizás por pereza, no estaba muy seguro. En algún punto solo se acostó en el cuadrante de césped, siguió marcando el ritmo con los pies y cerró los ojos, en una clara señal de que no se levantaría hasta que acabara el receso y de que no quería ser molestada, así que la dejé tal cual. Era consciente de que Akaisa era un caos con patas, pero su desastre nunca me tocaba en realidad así que daba igual.

    Como fuese, después de que me senté noté a Sasha esquivar gente para ir a grabar al pobre imbécil de Shimizu, que entró en el primer colapso real que le habría visto nada en mucho tiempo. Alcé apenas las cejas, observé el intercambio y aunque la mierda seguía punzando, lo ignoré a conciencia y me quedé observando. El otro al final pareció resignarse a su destino, algo así y la dejó hacer lo que quisiera.

    Puede que fuese el único punto en común que yo tenía con el imbécil.

    Me debatí un rato, más que todo por mí, pero acabé por levantarme sin avisarle nada a Katrina, me llevé mis cosas y bordeé el espacio para poder acercarme por su espalda. Shimizu estaba más tieso que un pan sin levadura, pero parecía casi normal, quería decir, parecía un chico de nuestra edad en vez de un tipo de veintitantos que se peleaba con Dios con dos horas de sueño y una Redbull en sangre.

    Looks like he's weirdly enjoying himself —dije al acuclillarme para chusmear sobre su hombro y se me soltó una risa baja—. Me debes un baile, Sash. No ojos de toda la escuela, claro.


    no me tienes que contestar, obvio JAJAJ si lo estoy aventando super a destiempo but no me lo quería quedar atorado, my boy was talking to me
     
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    Laila se quedó contenta con el interés de Adara en el club, se le notaba en la cara, y eso me alegró a mí también. Asentí cuando dijo que tal vez me pedía su número y cuando anunció que iría entrando a la clase, le dije que ya casi entraba yo también. Me tomé unos minutos para despedirme de Laila, le di un abrazo breve y le dije muy bajito que lo estaba haciendo bien.

    Con eso ella se fue a su clase, yo entré a la mía y la mañana, fría, siguió pasando. El tiempo quiso mejorar, o algo así, las nubes perdieron algo de densidad al menos y yo me distraje parte de las clases checando a Altan ratos sí, ratos no. Había entrado a la clase poco después que yo, no lucía tan desgastado pero seguía sin parecer que estaba al cien y, que me llamaran loca, pero se le notó tenso.

    No pude darle forma a su desastre, ni una sola, y cuando sonó la campana se quedó en su lugar mirando el móvil que sacó apenas escuchó el timbre. Me acerqué a su asiento, husmeé sobre su hombro y vi que estaba mirando el chat con Anna, no leí los mensajes por respeto, solo miré el nombre de la muchacha y a falta de algo mejor que decirle estiré la mano para darle un apretón suave en el hombro.

    Alzó la mirada hacia mí, me pareció extrañamente desubicado pero no tenía pinta de querer abrir la boca todavía así que solo trasladé el tacto de su hombro a su cabello. Le dediqué una caricia liviana, conciliadora, que pretendió decirle que podía hablar conmigo si quería y él suspiró para sí, regresando los ojos a la pantalla. Me faltaba muchísima información.

    Demasiada para el bien de cualquiera.

    —Come algo, por favor —dije en un murmuro antes de salir de la clase.

    Pensé en la posibilidad de ir a la biblioteca, pero se me ocurrió que quizás no era la mejor idea encerrarme con este clima. Usé el ascensor, fui hasta la planta baja y seguí hasta el patio norte donde busqué una banca cualquiera para sentarme con mi almuerzo. Podría haberle escrito a Laila para que me acompañara, pero preferí darle algo de espacio.

    Bruno TDF por aquí dejo a la niña para que elijas lo que te diga el corazón
     
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    Nuevamente opté por encaminarme hacia el invernadero, porque mi agotamiento mental impedía sopesar otros sitios donde almorzar. Además, comenzaba a sentirme bastante bien en ese sitio, lo veía como un lugar donde adquiría algo más de fuerza para sostener conversaciones, en caso de que las hubiera. Era algo que necesitaba ahora mismo, ¿tal vez?, para dejar de sentirme una cobarde por lo de esta mañana, por escapar del accidente que yo misma había provocado. Aunque en realidad no tenía en claro si deseaba conversar con alguien o no. Sin embargo… no lo rechazaría de surgir la oportunidad, al menos contaba con el consuelo de esta certeza.

    Un resplandor blanco se manifestó en mi visión lateral un segundo antes de que alcanzara el camino de piedra, haciendo que girara la cabeza con una mezcla de desconcierto y sorpresa. El corazón me dio un vuelco muy fuerte en el pecho. Miré su cabello albino meciéndose con sus leves movimientos. Identifiqué, en lo que la distancia permitía, los ojos ámbar que relucían como monedas doradas bajo las nubes del patio.

    Era la chica a la que había chocado.

    Miré por instinto el camino de piedra, luego hacia la víctima de mi torpeza matutina, que almorzaba sola en una banca. Aún... A-aún… Aún no parecía haberse dado cuenta de que estaba ahí, mi abrigo rojo me delataría al instante. Di un paso en dirección al invernadero, pero fui incapaz de concretar el siguiente. Las dudas comenzaron a carcomerme por dentro, escoltadas por la súbita aceleración de mi pulso. ¿Qué debería hacer? ¡Era... era oportunidad que estuve deseando! ¡Pero…! ¿Y si estaba enojada conmigo? ¿Me echaría si me acercaba? ¿Iba a recibir un reproche por ser tan torpe? S-seguro que me lo merecía, pero me daba demasiado miedo escuchar algo como eso. Y también... me aterrorizaba la posibilidad de ponerme a lagrimear enfrente suyo si descubría que algo le dolía, la culpa sería demasiado devastadora para disimularla. ¿Qué debía decir? Le había pedido perdón como cinco o seis veces en el pasillo, ¿dónde estaría diferencia si me disculpaba una vez más? Tendría que decir otra cosa, ¿tal vez…? ¿Pero qué? ¿Qué? ¿Decir que la acompañaría a la enfermería? ¿Presentarme? ¿Mencionar lo bonitas que se veían las nubes?

    El camino de piedra se extendía como una invitación salvadora, como convenciéndome de que lo mejor era escapar.

    Como siempre hacía

    Di un paso muy tenso. Luego otro. Otro. U... Uno más. Mi caminata ya no podía ser detenida. Pero mis pasos no hacían eco sobre el camino de piedra. Dejaban huella en los terrenos del patio norte. El invernadero, lentamente empezó a quedar atrás. Y ante mis ojos se volvió más nítida, con la creciente cercanía, la presencia de la chica albina. La rodeé con muchas dudas encima y, finalmente, me animé a posicionarme enfrente suyo. Quedé algo apartada, pero nos podíamos ver con claridad y escucharnos.

    Soy valiente... Soy valiente... Soy valiente...

    Esperé a que se diera cuenta que estaba ahí y, cuando lo hizo, la tensión me cayó sobre el cuerpo. Sin querer, oprimí el bento y el estuche de la consola sobre mi pecho, de la misma manera que había hecho frente a Rowan.

    —Eeeh.... —tragué saliva, intentando sostener su mirada— Uh... Eeeh... ¿Ho... Hola? —le dije, dubitativa.

    Me abracé a mis pertenencias con expresión temerosa. Sentí tanta culpa otra vez, por el choque de hoy a la mañana, que agaché un poco la cabeza. Aún así, logré mantener las fuerzas necesarias para no romper el contacto visual, me quedé mirándola de reojo.

    A pedido de absolutamente nadie, dejo imagen de Bea con su abrigo rojo porque me recuerda a su aparición en el rol de Accel World y, ay, me pega en toda la nostalgia
     
    Última edición: 15 Noviembre 2023
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    Me quedé en la banca, observé el patio un rato y después me dispuse a desenvolver el almuerzo con calma. Nani lo había preparado con el cariño de siempre, era arroz, trocitos de carne y pollo, algo de sopa que vete a saber de dónde había sacado o en qué momento había hecho y la porción de verduras. Era como un revoltijo de cosas, pero todo se veía y olía fresco.

    Comí despacio, todavía con la imagen de Al dándome vueltas en la cabeza, pero me decidí a relegarlo a otro momento para poder comer tranquila. Siempre había sido difícil, su personalidad no ayudaba en nada, pero confiaba en que era un buen chico. En medio de sus sombras, su silencio y su melancolía casi inherente Al era, sin espacio a dudas, una buena persona.

    Solo necesitaba tiempo.

    Había seguido comiendo, tranquila, y aunque el cielo seguía gris al menos algunas nubes parecían ir disipándose. A pesar de todo percibí un chispazo de rojo por un costado, lo reconocí como el abrigo de la chica de la mañana y me quedé quieta hasta que ella se posicionó frente a mí. Debía haberle costado una buena cantidad de valor acercarse, así que posé los ojos en ella y sonreí cuando me saludó a pesar de la duda.

    —Hola, cariño —le dije con tono suave, maternal—. ¿Te gustaría sentarte conmigo?

    La invitación fue lo primero que se me ocurrió e incluso antes de recibir una respuesta me deslicé un poco en la banca, haciéndole espacio.
     
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    Era… la primera vez que me acercaba por voluntad propia… a alguien que no pertenecía a mi círculo familiar.

    La decisión de mostrarme frente a esta chica tenía una relevancia extraordinaria. Era un momento bisagra de mi vida del que no estaba siendo consciente, porque el miedo mantenía su arrasadora irrupción sobre mis pensamientos, hacía tambalear los sentimientos que se estrellaban en mi fuero interno. E-era verdad que mis encuentros con Rowan y Shiori se sostuvieron gracias a que… parte del mérito fue mío, ¿tal vez? Pero… no cambiaba el detalle de que fueron ellos quienes me encontraron, los que se acercaron de forma accidental o casual.

    Aquí… era distinto.

    Los segundos que transcurrieron desde que la chica reparó en mí, hasta el instante que habló… fueron demasiado eternos para mis nervios. Estaba preparada para cualquier tipo de recibimiento, incluso los que me resultasen más dolorosos. Y aún si no se cumplían mis temores de un enojo, una molestia o una reprimenda de su parte, ya tenía asumido que nuestra conversación estaría marcada por la distancia de la cordialidad, ¿tal vez?

    Por eso me descolocó el hecho de que, con una sonrisa, me hablara en un tono tan suave… Llamándome… “cariño”. Se sintió cálido, tan increíblemente cálido… que por unos segundos me quedé sin poder de reacción. Aquello escapaba por completo a todas las anticipaciones que mi mente había trazado, apenas fui lo suficientemente rápida para reconocer la confusión que me estaba embargando en ese momento… ¿y también una pizca de alivio…? ¿N-no estaba molesta por el accidente? ¿De… de verdad?

    La inmediata invitación a sentarme con ella me sacó del estupor inicial y reactivó mis movimientos. Lo primero que hice fue… respingar. Que dijera eso tampoco lo había calculado, ¡p-p-para nada! Miré el sitio vacío a su lado, luego a ella, e hice un amago de dar un paso. Pero me quedé clavada en mi lugar... Porque no… no estaba segura de querer cortar tanta distancia, pero… ¡Pero me sentiría mal si la rechazaba! Ya la había incordiado más temprano y, además, n-no veía otro modo mejor para decirle… lo que quería decirle.

    Logré asentir para indicar que aceptaba, movida por estas motivaciones. Y porque… Porque…

    La compañía me llenaba de bienestar, aunque no lo pareciera.

    Me acerqué con pasos rígidos. Me vi igualmente tiesa cuando tomé asiento a su lado, colocando el bento y la consola sobre mi regazo. Quedamos… m-muy cerca. Tanto, que el resplandor de su cabello y su piel aparecían con facilidad en el lateral de mi visión, porque me quedé con la mirada clavada sobre mis rodillas. Seguía algo nerviosa, no tardé en comenzar a remover mis pies entre sí, con la ligereza suficiente para no dar un espectáculo bochornoso.

    Debido a la ansiedad y la urgencia de saber, fui directo al grano:

    —Eeeh… —musité, a falta de mejores palabras— Que… Quería hablar contigo… por lo del choque en el pasillo… —anuncié con un hilo de voz, a la vez que mi corazón volvía a acelerarse por el miedo— M-m-me quedé pr-preocupada por ti… pero me puse t-tan nerviosa que… Perdón por escapar —un suspiro pesado escapó de entre mis labios, pero me atreví a girarme para mirarla; sus ojos eran como soles bajo estas nubes grises—. Si… Si te lastimé, dímelo… ¡p-por favor!

    El gesto se me contrajo por la angustia y la culpa. Cerré los ojos, aparté el rostro y me quedé algo cabizbaja.

    —Perdóname —repetí—. Yo… arreglaré lo que haga falta. Esta vez... no pienso huir...
     
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    Dudaba mucho que algo en mí pudiera intimidar a alguien en realidad, pero también entendía que había personas más nerviosas que otras así que tampoco pretendí presionarla. En realidad no presionaba a nadie en la vida, nunca, y era bueno y malo a partes iguales. No exigía nada incluso cuando quizás era necesario y por eso algunas cosas estaban como estaban, pero no conocía otra manera de funcionar.

    Tomaba lo que los otros me daban.

    Poco o mucho.

    Cuando la invité a sentarse dio un respingo, como si le hubiese cortado un pensamiento (o muchos) a medio camino; miró el lugar vacío y a mí, pero no se movió y yo seguí esperando. No tenía prisa de ninguna clase, era obvio. Consiguió asentir y al moverse sus pasos fueron rígidos, también lo estaba su cuerpo al tomar asiento. Se dejó el bento y la consola sobre el regazo, dejó la vista en sus piernas, comenzó a remover los pies y escupió su inquietud, al menos una parte.

    Sonreí para mí misma, la escuché sin interrumpirla y solo cuando pareció terminar de hablar yo tomé la palabra. Había dicho que se quedó preocupada por mí, pidió perdón por escaparme y me pidió que si me había lastimado se lo dijera. En cierta medida era una muchacha atenta, ¿no? A cualquier otro chocar con alguien no le importaría tanto.

    —Yo también quería hablar contigo —admití mientras observaba el patio frente a nosotras y empecé a balancear suavemente las piernas—. Cuando te fuiste me preocupé, porque no pude decirte que no me lastimaste y porque creí que quizás te habías hecho daño tú. Así que no debes preocuparte por mí, cielo, estoy perfectamente. ¿Tú lo estás?

    Todo lo dije con suavidad, sin prisa y sin mirarla con tal de no ponerla demasiado nerviosa. No quería darme aires, para nada, pero sabía que tenía cierta capacidad de calmar a las personas, de sostenerlas y ayudarlas.

    Era lo único en lo que era buena.

    —Y sé que no vas a huir, viniste hasta aquí y me hablaste, ¿no?
     
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    No fueron pocas las veces que choqué a alguien, por causa de mi tendencia a no alzar la cabeza. Sin importar cuánto hubiese afinado mi destreza para eludir a las personas, reduciéndome hasta ser una entidad invisible, fantasmal… era torpe. Insoportablemente torpe. Toda vez que mi existencia quedó expuesta en estos accidentes, me llegaron reacciones variadas… que, en su mayoría, fueron negativas... Insultos... Burlas... Miradas hirientes... Tratos bruscos. Que siempre se mezclaron con una ansiedad que me quemaba las entrañas… Pero nada de eso tenía comparación frente al terrible día que, en mi escuela anterior, hice llorar a una compañera tras provocar su caída con un tropiezo mío… En aquella ocasión escapé, presa del pánico, y la cobardía me impidió ayudarla… Me sentí… Me sentí tan horrible como persona, tan asqueada de mí misma, que no quise salir de casa por unos cuántos días. P-pero, pero si hubo algo positivo para rescatar de aquella herida, fue que me enseñó a mirar hacia el bienestar de los otros, a buscar salir del atascamiento de mis propios miedos, ¿tal vez? O al menos, eso era lo que creía de mí misma hasta que volví a escapar, sin cerciorarme de cómo se hallaba esta chica sentada junto a mí.

    Por eso, mi mañana fue una cruenta batalla contra dolorosos fantasmas.

    Me quedé tensa sobre la banca cuando termine de hablar…. L-la chica me estaba tratando con calidez pese a todo, hasta me había ofrecido compañía. P-parecía ser una buena persona, ¿tal vez? Todo eso me daba… una pequeñísima esperanza. ¡A-a-aunque también iba a sentir más culpa si llegaba a saber que le provoqué alguna contusión, o lo que fuese…! Mi mente siempre me jugaba estas malas pasadas... Pero todo siguió fluyendo en la misma dirección... hacia una que se alejaba de mis peores temores.

    Su revelación de que estuvo queriendo hablar conmigo me estremció ligeramente, alarmada. Le presté la atención que se merecía, porque era lo mejor que podía hacer ahora mismo…. Y... descubrí con sorpresa que, de cierta forma, no estuve sola con mis pensamientos...

    ¿De… de verdad se había quedado preocupada por mí?


    ¿Temió que... también me hubiese lastimado...?

    La realidad me atravesó el corazón. Por una parte, lamentaba haber alterado su día de esta forma, aunque no la hubiese herido físicamente. Y de igual forma, saber que me tuvo en consideración, que también se quedó pensando en mi bienestar… me hizo sentir, extrañamente, protegida. Y cuando por fin caí en cuenta de que ella estaba bien... Mis hombros se relajaron por fin... Asentí apresuradamente cuando quiso saber si estaba bien, para que no se preocupara más. Estuve a punto de pedirle atropelladamente que se quedara tranquila, hasta que escuché lo siguiente:


    Y sé que no vas a huir, viniste hasta aquí y me hablaste, ¿no?

    Elevé el rostro en su dirección, un poco por reflejo. Me encontré con su perfil, blanco como la luna. La chica miraba hacia el patio, sonreía con una suavidad inmensa. Las sonrisas de las personas tenían cierto poder sobre mí cuando eran así de sinceras, despojadas de cordialidad o falsedad. Su gesto era tan auténtico como la verdad que guardaban aquellas palabras que permitieron ver, por fin, la otra realidad que me estaba redefiniendo: que por fin había tenido la valentía no sólo de acercarme a otra persona, sino de priorizarla por sobre mí.

    Me quedé en silencio, ligeramente sorprendida por mi realización. No hallé una respuesta inmediata, por lo que decidí mirar junto con ella el patio norte. Pero nada más advertir la cantidad de personas que pasaban el receso en el sitio, me encogí sobre mí misma. Mis ojos regresaron a mis rodillas.

    —Q-qué alivio que... estés bien —dije—. Si te hubiera l-l-lastimado... no me lo perdonaría jamás... —confesé, mirándola de reojo— ¿D-de verdad no estás molesta... conmigo? Yo... Lo comprenderé si es así, p-pero... —me removí en mi lugar sin poder evitarlo, algo ansiosa por mis ideas intrusivas— ojalá que no...
     
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    En la mirada bicolor de esta chica no parecía haber más que nervios condensados, en nada se parecían a los ojos de Akaisa, y aunque eran de un color completamente distinto se me asemejaron más a los ojillos de ciervo de Cayden. Hablaba poco con él, pero cuando lo hacía casi siempre algo de ansiedad le corría por el cuerpo, era elusivo y distante, incluso en sus esfuerzos por ser amable, pero luego era terriblemente hostil con Altan y no entendía nada. Mi punto, de todas formas, era el mismo. Sabía reconocer el temor en los ojos de las personas, incluso si otras emociones las pasaba por alto, quizás porque a veces había visto mi propio miedo en el espejo.

    Cuando le dije que me había preocupado por ella sabía que no era una idea que fuese a calmarla, si ella se había preocupado por mí solo le estaba dando otro foco de angustia, pero también pensé que si veía que ambas estábamos en la misma página sin saberlo podría entender la situación de otra manera. En determinado momento sus hombros se relajaron, asintió a mi pregunta y solo cuando escuchó lo último que le dije alzó la carita hacia mí.

    Mantuve la vista al frente un rato, para no ir a abrumarla, y medio giré el rostro para observarla cuando ella lanzó la mirada al frente también. No era ideal, pero muchas veces nos quedábamos atorados en las malas versiones de nosotros mismos, en los espejos donde no nos reconocíamos y la sombra que pisábamos al girar por las esquinas.

    —No estoy molesta, para nada —dije con calma, para ver si acaso le sacaba ese peso del pecho—. Y ya que podemos estar tranquilas porque ambas estamos bien y yo no estoy enfadada con nadie, ¿te parece si nos presentamos? Yo me llamo Jezebel Vólkov, pero puedes decirme Jez.
     
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    Aunque ya no tenía motivos de peso para temer por su integridad física, pese a que su atenta delicadeza me ofrecía un consuelo en el que sentirme refugiada… la extrema timidez seguía siendo un rasgo dominante de mi carácter, y quién sabe por cuánto tiempo más me definiría. P-P-Por eso me sentía repentinamente ro… rodeada por las presencias del patio, las cuales evitaba mirar para que los nervios no se desatasen con más intensidad.

    Y, al mismo tiempo, con la ansiedad se mezclaba algo de conmoción… Porque si hubo algo que realmente no esperaba de este acontecimiento, fue que ella se preocupara por mí… Que hubiera formado parte de sus pensamientos de esa manera… Sí, es verdad que mi mente traicionera acusaba haber revuelto su día con mi torpeza, pero la parte más sentimental de mí… abrazaba con algo de fuerza aquella realidad. Yo e-e-era muy sensible, mucho… Como si mi corazón estuviese hecho de un cristal agrietado. Por lo que…. este tipo de amabilidades calaban muy profundamente en mí…

    Por la misma razón, un leve nudo se formó en mi garganta al oírle afirmar que no estaba enfadada conmigo. Duró unos pocos segundos, pero fue suficiente para avergonzarme frente a la posibilidad de estar cometiendo una exageración. ¡E-Es que…! Es que… Había tenido una mañana muy mala… Repleta de miedos y malos recuerdos. Que me quitara ese gran peso de encima aflojó tanto todas mis tensiones, que estuve a punto de dejarme llevar.

    Me llevé una mano al pecho mientras volvía a asentir, ante su propuesta de presentarnos. Desde el otro lado de la gruesa tela de mi abrigo, los latidos vibraban en la palma de mi mano, cargados de nervios, conmoción, sensibilidad. Oprimí un poco, como si con eso controlara algo, a la vez que recibía el nombre de la chica: Jézebel Volkov.

    Esta vez me giré yo y la miré. Al resplandor de sus ojos. Me costó un poco conectar nuestras miradas, pero había jurado que no huiría.

    Tenìa que creer… en mi valentía. Ahora que me había acercado a alguien.

    —Es un gusto conocerte… Vólkov-san… ¡Jez! Qui… quise decir Jez —me apresuré a corregir, aunque en realidad no hubiese una necesidad real de hacerlo—. Me llamo… Beatriz Luna… Eeeh…. Y voy a primer año…. Por lo que… llevo poco tiempo en esta academia. Este…

    >>Me… me puedes decir Bea. S-sólo si quieres, ¿tal vez?

    Algo de rubor alcanzó mi rostro. Conceder a alguien el permiso de llamarme por un diminutivo lo consideraba un salto muy grande en los niveles de confianza. Sabiendo como era yo, no resultaba extraño que me viese compungida por esto. Sin embargo… no me molestaría que me dijera "Bea". Era mi eterna contradicción entre hallar seguridad en la distancia y, a la vez, el deseo de formar parte del día a día de quienes me rodeaban.

    Sufría.

    Pero ahora...

    ...también luchaba.
     
    Última edición: 19 Noviembre 2023
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    Zireael

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    no suelo mandar canción en posts cortitos, pero es que las Jez vibes de Aurora parfavar

    JezC.png

    No sabía hasta dónde las personas aceptaban su timidez, hasta dónde la rechazaba o hasta dónde ella se escondía para evitar ese escenario justamente. Quizás también errara en mis suposiciones, no lo descartaba del todo, pero encontraba cierto patrón en el aislamiento de algunos y en el propio. Casi siempre había un corazón que percibía demasiado, que no creía soportar un golpe sin quebrarse o desatarse, o alguien que temía sus propias siluetas. Se huía del mundo o de uno mismo.

    Igual eso no cambiaba el hecho de que estaba aquí, nunca lo cambiaba. Lo que hacíamos a pesar del miedo era lo que definía quiénes éramos, al menos a mí me lo parecía, cuando uno era capaz de dar un paso a pesar de la tensión, del horror y los ecos algo cambiaba, lento, pero cambiaba. Por eso esperé por su asentimiento a presentarnos y cuando consiguió mirarme le sonreí con suavidad.

    Tropezó con mi apellido, medio extraño de pronunciar de por sí, pero regresó sobre mis palabras para llamarme Jez y esta vez la sonrisa alcanzó a entrecerrarme los ojos. Después de eso me dio su nombre, dijo que iba a primero y que podía decirle Bea si quería. Fue otro pequeño pasito en alguna dirección, una diferente a su ansiedad.

    —Bea. Suena bonito, me gusta —contesté todavía con la sonrisa en el rostro—. Yo soy de tercero, pero no hace falta que cambies como te refieres a mí, ¿de acuerdo? Tú llámame como te parezca más cómodo.

    No era la primera persona que conocía que parecía quedarse atascada en estas contradicciones de alejarse y querer acercarse, de no querer ser visto pero buscar unos ojos que la reconocieran. La cabeza de los introvertidos, los más cerrados de nosotros, a veces funcionaba de esa manera y lo entendía. Era una lucha contra sí misma, así que había que sacarla adelante con lentitud.

    —Tu abrigo es muy lindo, por cierto. El rojo te sienta bien.
     
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    Bruno TDF

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    Estuvo de más retroceder sobre mis palabras para llamarla por su nombre… Qui-Quiero decir, por una parte de este, por su… ¿apodo, tal vez? Fue innecesario porque, simplemente, podría haberlo pronunciado, sin más, a lo largo de este naciente d-diálogo. Pero yo era alguien que por muchos años buscó la soledad sin realmente desearla, me refugié en aislamientos que me lastimaban, y por dichos motivos mi mente procesaba las cosas de una manera diferente a la mayoría de las personas. Era… rara. Por eso sentí que, al interpelarla por su apellido, volvía a generar esa distancia que me apartaba de los demás. Era como cubrirme con una coraza invisible, robusta… pero demasiado pesada para mi frágil alma. Elegir su nombre fue, de cierta manera, una escaramuza contra mi timidez. Mínima, invisible, tal vez insignificante... Pero una lucha, en definitiva, con la que intenté cambiar un átomo de mi realidad.

    Sentía el rubor debajo de mis ojos, en los pómulos, y el calor hormigueó hacia la zona de las mejillas cuando Jézebel me dijo que “Bea” le parecía bonito y que le gustaba. Mis ojos se perdieron en algún punto indeterminado de nuestro espacio, como si con eso también se hiciera invisible este rubor que me mataba de la vergüenza. N-no obstante, mantuve mi rostro en dirección de Jez, d-d-d-decidida a no cortar la conexión que buscaba generar entre ambas... Y poco faltó para que comenzara a expresar las debidas formalidades apenas me dijo que era de tercero, p-pero su aclaración fue tan rápida como oportuna.

    —Pu… Puedo seguir… diciéndote Jez, ¿no? —quise saber, tímida, regresando a sus ojos; aunque podía otorgarme todos los permisos posibles, mi inseguridad siempre me llevaría a querer confirmar lo evidente.

    Cuando halagó mi abrigo y el color… pues mi vestimenta terminó combinando con mi rostro, ya que el sonrojo se extendió un poco más, podía sentirlo en la piel. Batallé contra la sensación de pena e intenté anular el miedo de estar incomodándola. Me desvié de su rostro para detenerme sobre la prenda mencionada. No dejé de mirar a Jez por timidez, sino que, simplemente, posé mi atención allí. Aunque estaba roja, p-podría decirse que mi postura y mi expresión… se habían suavizado.

    —Gra… Gracias, eres muy amable… Jez —dije con un hilo de voz—. Me… Me gusta mucho mi abrigo. N-no es que tenga… una historia especial ni nada… Tan sólo me gusta —expliqué con cierto aire de disculpa— Y… Eeeh… Por eso aprecio los días fríos, ¿tal vez? Este… Uh…

    Volví a mirarla, sin saber muy bien cómo continuar la conversación. Podría haberme puesto ansiosa ahí mismo. Pero ella tenía algo en su sonrisa, en su voz, en su forma de mirarme, que ponía algo de freno a mis pensamientos traicioneros. Era, tal vez, el cariño fraternal con el que me estaba tratando. Al punto de que me hacía sentir cuidada, contenida. Era raro... y también acogedor.

    —Yo creo que el rojo... también te quedaría bien —aventuré mientras mi rostro recuperaba su color de siempre—. ¿O... qué otro color preferirías?
     
    Última edición: 21 Noviembre 2023
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    Nunca había sido demasiado amiga de las formalidades japonesas, sentía que ponían distancia entre los otros y por eso, por mi confianza y falta de malicia, también había sido objeto de comentarios desagradables, de burlas y quién sabe qué más. El paso de los años me había hecho algo más cautelosa, más nerviosa, pero no había perdido mi naturaleza del todo. En este caso sentí que era mejor disminuir distancias que seguir aumentándolas, por eso le ofrecí sin escalas el nombre que usaban todos lo que tenían una parte de mi afecto, por pequeña que fuese, y también le extendí la oferta de anular las formalidades en su totalidad a pesar de que yo era de tercero.

    Igual sonaba a delirio, pero sería una suerte de contrato entre nosotras.

    El rubor de su rostro era evidente, pero aunque no pareciera yo pecaba de lo mismo de tanto en tanto así que solo no lo señalé ni le llevé el apunte, pues sabía que no servía a ningún propósito.

    —Claro que puedes, Bea —atajé a su pregunta de si podía seguir diciéndome Jez.

    A la pobre el halago de su abrigo le encendió la carita, pero su postura estaba más tranquila, así que supuse que cuando desvió los ojos no fue por completo por timidez. La sonrisa se me quedó en el rostro incluso si no me miraba y presté atención a lo que me decía, dijo que no tenía una historia especial ni nada, pero le gustaba y le gustaban los días fríos para poder usarlo o así lo entendí yo.

    —Pues si a ti te gusta eso ya lo hace especial, ¿no crees, cielo? —La cosa pecó de obviedad y por alguna razón recordé la bufanda que le había regalado a Joey por su cumpleaños.

    No supe a qué respondió el pensamiento, pareció hasta inconexo, pero tampoco fue tan extraño. No me estaba dando grandes aires ni nada, quizás fue solo porque ambas cosas abrigaban y en cierta manera él se veía contento cuando la recibió.

    —¿A mí? ¿El rojo? Bueno, tal vez, no uso mucha ropa roja ahora que lo pienso. —Mi respuesta fue casi una divagación y solo después atendí a su pregunta—. Me gusta el lila, me parece un color muy bonito. Se ve en las flores y a veces en el cielo, en el atardecer.
     
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    "Pues si a ti te gusta eso ya lo hace especial, ¿no crees, cielo?"

    Cuando Jez me dijo aquello, permanecí en su mirada con una sensación extraña en el cuerpo, nuevamente atascándome en la imposibilidad de encontrar unas palabras con las que corresponderle. Separé los labios levemente, en una suerte de esfuerzo, como si aquello me sirviera de impulso… Pero las palabras no brotaron de ninguna parte, de modo que quedé con una involuntaria expresión boquiabierta. Cerré la boca con un ligero rubor, mientras una oleada de incertidumbre se mezclaba con mis latidos… los cuales, al lado de Jez, se habían vuelto más calmos, ¿tal vez? Desvié la mirada nuevamente hacia el rojo de mi abrigo, silenciosa… Empecé a acariciar la tela por la zona de mi regazo. Era suave, calentita y bonita. De las pocas cosas que me hacían sentir bien conmigo misma, aunque su color llamase la atención. Apreté ligeramente los labios, con una sombra de melancolía sobre mis ojos…

    Tenía un mal concepto de mí misma, mi autoestima rozaba la nulidad, por culpa de la timidez, de la ansiedad y la torpeza que parecían ser lo único que me definían. A raíz de tantas cosas sufridas, me costaba mucho hallar cosas positivas en mí… Encontrar algo con lo que quererme… Vivía en un pozo de pena, en el que la soledad ejercía su fuerza para hacerlo más profundo y oscuro, al punto de nublar mi visión. Fue por eso que, hasta que Jez me lo dijo, nunca le había dado importancia a lo que yo sentía sobre mi abrigo. Desde mis errados conceptos, sólo podía tener valor si guardaba una historia emocional o algo que fuese interesante para los demás… Pero ahora… Quizá… Tenía una pequeña luz que erradicaba levemente la oscuridad del pozo…

    No era consciente de lo mucho que necesitaba de una persona como ella.

    Escuché su opinión sobre cómo le quedaría el rojo, a lo cual asentí para hacerle saber que la escuchaba. No dejaba de acariciar mi abrigo con mimo, abrazada a lo que me había dicho hace apenas un momento. Sólo cuando mencionó el lila y el atardecer, alcé la mirada hacia las alturas. Intenté imaginarme el cielo de color lila, un bello atardecer, queriendo sentir cuán especial era ese color para Jez.

    Había cuantiosas nubes sobre nuestras cabezas. Grises, densas, pero con aberturas celesteS en algunas partes, como si se desagarraran. Mi mente, torpe como siempre, se desvió hacia una divagación debido a la observación de estos colores, arrojándome recuerdos ajenos a la conversación:

    “¡Está decidido! A partir de ahora serás Ojos de Cielo.”
    “Se parece a ti, tienen ojitos de cielo.”

    Era lo que me habían dicho Markus y Rowan. Entonces, mientras miraba las nubes, pensé que este cielo me representaba: triste, apagado, pero que luchaba por abrirse para dejar ver un color más vivo. Justo en ese instante, unos rayos de sol se abrieron paso entre esas nubes, a través de las aberturas, para iluminarnos brevemente. Cerré mis párpados como un gatito asustado, temiendo encandilarme con la repentina luz, y entonces volví a concentrarme en Jez. Busqué sus ojos.


    Si yo era la de los Ojos de Cielo... Jez tenía Ojos de Sol, ¿tal vez?


    Las comisuras de mis labios temblaron por un segundo, en el amago de una sonrisa que no llegó a desplegarse. Como era de esperarse, me dio vergüenza que mis pensamientos se filtraran, por lo que me entretuve abriendo mi bento. En su interior había dos sándwich de queso, tomate y lechuga, y la misma cantidad de dorayakis.

    —El lila es un color precioso… —dije, recuperando por fin el habla— Yo creo que… el blanco combina bien con todo, ¿tal vez? —opiné, mirando esta vez su cabello; pese a lo nublado del día, Jez parecía deslumbrar— Y… Y… Sobre las flores, ¿has visto el invernadero? Estuve allí estos últimos días… P-pensaba ir hoy también, porque me gustan las flores, ¿tal vez? P-pero te vi y… pensé que eras más importante y… Y… Eeeh…

    Pausé mi hablar, con las manos aun sosteniendo el bento. No había probado bocado aún, estaba algo nerviosa porque sentía que mi diálogo pecaba de inconexo. Dejé escapar un largo suspiro para calmarme, confiando en que Jez era paciente conmigo, ¿tal vez?

    —Qué bueno que vine —añadí, girándome hacia ella nuevamente—. Y que podamos conocernos… como es debido…
     
    Última edición: 24 Noviembre 2023
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    Había cosas que decía que sonaban terriblemente obvias mientras tanto otras, incluso más evidentes, escapaban de mis ojos. Era cuestionable hasta qué punto observaba lo que quería e ignoraba lo que significaba alguna clase de incomodidad, pero tampoco era algo a lo que le diera cabeza de manera consciente ni nada. Al decirle a Beatriz que el abrigo era especial porque a ella le gustaba podía extrapolarlo a las personas, ¿no eran acaso especiales también porque a nosotros nos agradaban?

    ¿No era Altan especial porque yo lo quería?

    ¿No era Anna especial para él porque le gustaba?

    E incluso así, cometíamos errores.


    Sabía que las personas nerviosas como esta chica tenían dificultades para encontrar cosas buenas en sí mismas, lo sabía porque yo podía ser una, pero así como había logrado alcanzar a Anna cuando nada parecía tocarla y como había alcanzado a Al cuando no era más que un torbellino de rebeldía o cuando Laila no era más que un terrible manojo de ansiedad, una sombra de sí misma. En momentos así era yo quien se colaba por los recovecos para encender una vela y recordarles dónde debían mirar o al menos ayudarlos en la tarea.

    Por la manera en que ahora acariciaba su abrigo y por cómo había mirado el cielo pensé que había logrado dar en algo importante, así que le brindé los minutos de silencio que necesitara para reflexionarlo. En los intermedios comencé a comer despacio, lo que me quedaba pues ya había comido un poco antes de que ella apareciera, pero cuando volvió a la conversación sonreí de nuevo.

    Que el blanco combinaba bien con todo.

    Sí, pero también diluía los colores de los otros a veces.

    Preguntó por el invernadero, siguió hablando y apuntó que yo era más importante que su visita al lugar, algo que me hizo parpadear unas cuantas veces. No creía que yo fuera más importante, la verdad no, de hecho si hubiese pasado recto ni siquiera la habría juzgado, pero en su suerte de confesión solo encontré otro resabio de valentía o de resistencia a su propio temor.

    —Me alegra mucho que podamos conocernos mejor —secundé cuando terminó sus ideas y la sonrisa alcanzó a entrecerrarme los ojos—. Veo que te gustan los videojuegos, ¿no? Por la consola. ¿Te gusta alguno en especial?

    Medio husmeé su almuerzo, lo hice de forma sutil o eso quise pensar.

    —Come un poquito, Bea, solo para que no te vaya a dar hambre en clases.
     
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    Los cuantiosos parpadeos de Jez me arrojaron muchas dudas encima, haciendo que me preguntara si lo que le había dicho estuvo… fuera de lugar. O… ¡¿lo estaba malinterpretando?! Me aparté de ese pensamiento con rapidez, para no volver a caer en otro lamentable espectáculo de color carmesí. Y suprimí la tentación de retroceder sobre mis palabras porque… porque no le mentía. De verdad me había preocupado por ella a lo largo de la mañana; más allá de que parte de mis decisiones estuvieron impulsadas por la culpa y el miedo tortuoso. Cuando la vi en el patio, en esta banca que compartíamos… supe cuál era mi prioridad. De verdad sentí, en ese momento, lo importante que era acercarme a esta chica para asegurarme de su bienestar.

    Y cuando acompañó mi opinión sobre lo positivo que era conocernos en mejores condiciones, sin choques de por medio… Cu… Cuando dijo que eso le alegraba… B-bueno, para alguien tan tímida y elusiva, eso fue… realmente importante, ¿tal vez? La sonrisa volvió a entrecerrarle los ojos mientras me expresaba aquello… haciendo que me sintiera increíblemente abrigada y protegida.

    Rowan, Hubert, Shiori, Jez… ¿realmente era justo ponerme nerviosa cuando ellos me ofrecían su amabilidad, sus sonrisas?

    Me quedé meditando su pregunta sobre cuál videojuego me gustaba, porque me hallé ante la dificultad de que no eran pocos los títulos que me generaron inmenso disfrute. Una llamarada de nervios volvió a amenazar desde las profundidades, c-como queriendo imponerme la obligación de responderle cuanto antes. ¡Pe-pero la aplaqué como pude! Jez… Jez me estaba teniendo paciencia, podía sentirme segura a su lado, debía confiar en que estaba cómoda conmigo, ¿tal vez?

    No obstante, me sobresalté ligeramente cuando me pidió que comiera.

    —S-sí, e-e-es verdad —tartamudeé.

    Tomé uno de los sándwiches y le di un mordisco discreto. Mastiqué con igual reserva mientras me miraba los pies, los cuales comencé a balancear suavemente a la que vez que pensaba una respuesta. La tentación de apresurarme prevalecía, pero esta vez elegí no tomarla... Porque que no tenía motivos de peso para ponerme nerviosa con alguien como Jez. Libraba una pequeña lucha que se estaba inclinando, por primera vez, a mi favor.

    —Me gustan… muchos juegos —dije al terminar el primer bocado; miré a Jez sin sonreír pero… pero con bastante más calma en mi semblante—, y creo que por eso todos son especiales, ¿verdad? —hice una pequeña pausa, pensativa— Juego muchos RPG… Así que… ahora estoy disfrutando del Dragon Quest XI, y hace poco me pasé el Final Fantasy VII. Remake, m-me pareció genial

    Miré mi consola, que había quedado posando en la banca, entre nosotras.

    >>También… empecé a jugar hace a poco a un juego de plataforma... Ori and the Blind Forest. Me lo recomendó un… —dudé un segundo, repentinamente atascada en la elección de una sola palabra— un conocido. Un chico de esta escuela… T-también va a tercero...
     
    Última edición: 25 Noviembre 2023
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    Jamás se me ocurriría desacreditar la importancia que esta chica le estaba dando a esta cuestión, a mi bienestar, no en voz alta, pero eso no había disminuido mi sorpresa ni mi reacción. Solo esperaba que no pensara que me había molestado, incomodado ni nada parecido, porque no era el caso. Era un ruido que nada tenía que ver con ella, algo así como sus nervios.

    Voces que surgían de lugares oscuros de nosotros mismos.

    Saboteadores y nada más.

    Cuando le pedí que comiera se sobresaltó, me dio algo de pena, así que no lo señalé y solo la dejé que lo hiciera a su ritmo. Mientras escarbaba en sus ideas para responderme lo de los videojuegos yo hice lo mismo, seguí comiendo, y me alegró que no se apresurara a contestarme. No se trataba de que me escupiera respuestas, era libre de tomarse el tiempo que quisiera o no contestarme en lo absoluto.

    Su respuesta, la conclusión a la que llegó, me hizo asentir suavemente con la cabeza. Entendí así que lo que le había dicho había calado más profundo de lo que uno anticiparía, estaba entendiendo que las cosas eran especiales por el afecto que les guardábamos, que no se necesitaba nada más que eso.

    Asentí con la cabeza, escuchándola, la verdad no me enteraba de mucho. Los pocos videojuegos que conocía era por Altan, que se viciaba a alguno cada muerte de obispo, y pasaban de cosas de lo más raras de mundo abierto a plataformas, a juegos de cartas, a terror o estrategia. Era un poco los saltos que parecía hacer también en su cabeza, así que quizás eran estos los saltos que hacía Bea.

    Cuando mencionó la recomendación de otro muchacho de tercero me pregunté de quién sería, también viendo que se medio había atorado con la elección de palabras. Al menos en mi salón no veía a ninguno con mucha pinta de jugar videojuegos a excepción, quizás, de Cayden y era una cosa de lo más hipotética. No sabía de los otros salones, no hablaba mucho con nadie de fuera últimamente, además de Vero.

    —¿Y qué te ha parecido hasta ahora? La recomendación del chico de tercero, quiero decir.

    Seguía sin entender tres cuartos de la conversación, pero era importante para ella y por rebote a mí me gustaba escucharla. Siempre era bonito escuchar hablar a las personas de sus gustos.


    Pauception: dígase del resultado de preguntar con uno de mis personajes por otro de mis personajes o algo relacionado a ellos
     
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    Hablar sobre mí seguía implicándome un sentimiento de extrañeza. No había pasado mucho tiempo desde que mi encuentro con Rowan me hizo ver que tenía la capacidad de mantener una conversación extendida, por lo que necesitaría bastante más de ese tiempo para normalizar algunos aspectos de las interacciones sociales, aquello de los que gozaban los demás con tanta facilidad. Sin embargo… estaba aquí, alejada de las sombras de la soledad, dando a conocer una parte de mí. Y yo… creo era gracias a Rowan… Gracias a la paciencia que supo tenerme, a la calidez con la que me incluyó en su día… De no ser por él, no le habría pedido a Shiori que se quedara conmigo ni le hubiera compartido mi almuerzo… No me habría acercado a Jez, que me trataba casi con mimo… Por estas razones, fue que nombrarlo como un simple “conocido” me hizo sentir apenada, como si no hiciera justicia a la real relevancia que me significaba su figura. P-pero sólo nos habíamos vistos una sola vez, c-creo que tenía sentido lo que dije, ¡e-es lo lógico, ¿tal vez...?! Así y todo, deseaba considerarme su amiga, sin importa qué tan pronto fuese.

    También quería hacerme amiga de Jez.

    Seguí adelante con mi conversación sobre los videojuegos, no sólo por la intención de seguir cimentando nuestra conexión, sino también porque los juegos me gustaban mucho, hasta podría decir que… me definían, ¿tal vez? Jez me oía con atención, asentía con un interés que me daba tranquilidad, aunque no estuviese segura de cuánto comprendería de mis palabras…

    Su pregunta sobre la recomendación de Rowan la formuló mientras comía otro pedacito de mi sándwich. Ingerí con calma, balanceando los pies, antes de retornar a sus ojos. No estaba advirtiendo la reducida dificultad con la me mantenía en su mirada. ¿Sería por la inmensa calidez que irradiaban?

    —Lo empecé hace poco, así que no lo jugué tanto, ¿tal vez? —mencioné coninseguridad, aunque no tardé en recuperarme de las dudas— Pero hasta ahora… lo estoy disfrutando mucho... —evité mencionar que los ojos se me llenaron de lágrimas con el principio, la introducción a la historia— Es emocionante, tiene una música relajante, algo melancólica. Es divertido y... Y... Visualmente se ve increíble, me gusta mucho su apartado artístico. Es… ¡Es precioso!

    Me tapé la boca, entre sorprendida y asustada por mi repentina exclamación. Mis mejillas volvieron a arder, a la vez que desviaba la mirada hacia mis zapatos. ¡M-m-me había dejado llevar! P-pe-pero, ¡¿p-por qué?! ¿Tan… cómoda me estaba sintiendo? Ay, pero era tan v… vergonzoso actuar así… Como pequeñas pero sonoras canicas, mis pensamientos comenzaron a estrellarse sin un patrón específico hasta que… Hasta que…

    Volví a darle otro mordisco a mi sándwich, refugiándome en los tiempos que Jez me concedía para encontrar mis palabras. Eso a su vez, permitió calmar mi mente. No me desesperé, no me agobié, porque confiaba en la paciencia de ella. Evadí la idea de disculparme por mi inesperado arranque de entusiasmo; había surgido a raíz de algo que me gustaba, así que… no tenía nada de malo, ¿tal vez?

    Volví a mirarla, aún sonrojada. Tragué.

    —¿A tí qué te gusta, Jez? —pregunté— D-digo... además del lila. ¡Me...! Me refieron a un pasatiempo, ¿o algo así?
     
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    Guardé silencio el resto de tiempo que estuvimos fumando y Arata, por obra divina, supo respetarlo por una vez en la vida. Ya había cumplido con mi cuota de socialización de la mañana y tenía la preocupación demasiado atorada en el cuerpo como para poder mantener una conversación con cualquier ser vivo, ahora mismo si me daban a elegir preferiría no estar en la escuela, pero eran gajes del oficio.

    Dejé el cubículo, le dije a Arata que bajaría al patio y él optó por quedarse, así que yo seguí mi camino. No me detuve demasiado en nada, la verdad fuese dicha. Antes de salir, eso sí, saqué el teléfono que se me había quedado con el chat de Anna abierto desde que salí de la clase y volví a usar una cantidad significativa de neuronas en un intento por enfriarme la mente.

    Por un día que me veías cagando a palos a alguien, otro no sabía cómo moverme. Dios, era como si el agua se congelara, no podía accionar sin tener que romperlo todo.

    Tomé aire, me sacudí el miedo de encima y empecé a escribir, me tomó un rato, entre que nada parecía bueno y no sabía cómo se lo tomaría. Quería pensar que habíamos sido capaces de compartir espacio a los ojos de todos, pero bastaba que nos dejaran solos para que lo demás se descuadrara. Fue ese pensamiento, de hecho, el que acabó por darme el empujón: si la dejaba sola era peor.

    Hola, An. Perdón si te molesto
    Viniste a la escuela? No me pareció verte en el salón y me preocupé
    Si necesitas algo puedes decirme o decirle a alguno de los demás, por favor

    Mandé todo en un solo mensaje, para tampoco ahogarla en notificaciones tan de gratis, y me quedé mirando el teléfono un rato antes de bloquearlo para guardarlo, otra vez sin salirme del chat. Fue una cosa terriblemente automática, no lo pensé.
    Gigi Blanche en esta serie de rellenos salvajes, este es el relleno final del día *sips tecito* pa que quede registrado

    JezC.png

    Quise pensar que todos teníamos personas que habían sido un empujón en nuestras vidas, alguien que había llegado para significar un cambio, incluso si no permanecía a nuestro lado al final. Eran aquellos que aparecían, encendían las luces, colocaban los espejos correctamente y nos ayudaban a entender cosas. No tenía manera de saberlo, pero quizás el muchacho del juego fuese eso para Beatriz, una suerte de luminaria.

    El caso fue que contestó a mi pregunta, incluso si llevaba poco con el juego que decía identificaba cosas que le llamaban la atención, lo suficiente para decir que lo estaba disfrutando. Sonreí al escucharla, tranquila, y el gesto solo se ensanchó cuando su propia exclamación la sorprendió. En cierta manera era como si se estuviese conteniendo siempre, en lo bueno y en lo malo.

    No lo pensé demasiado, al menos no lo suficiente para detenerme, pero estiré la mano hacia ella y la posé un instante en su antebrazo, sobre el abrigo, fue una caricia fugaz y regresé a mi espacio. Era parte de mis excesos de confianza, pero en esos pequeños contactos también establecía conexiones o traía a las personas de regreso, en caso de que amenazaran con irse demasiado lejos.

    —Recuerda, es especial por cómo tú lo ves —dije en voz baja, como si fuese un secreto entre nosotras.

    También me preguntó que qué me gustaba a mí, mis pasatiempos, y se me escapó una risa muy suave. No respondió más que a la idea de que, la verdad, podía ser una chica muy aburrida, me echaba la vida entre libros y no hacía mucho más.

    —Me gusta leer, de hecho soy miembro del club de lectura. Leer es como... ¿Quizás como ver una peli en tu cabeza? Me gusta poder imaginarme los escenarios que leo, ver a los personajes, vidas diferentes y mundos distintos, supongo.

    Apenas acababa de decir eso cuando una sombra cortó luz incluso con lo nublado del día, al alzar la vista noté que Altan se había detenido un instante a mi lado de la banca, me saludó y reparó en Beatriz. No supe si era por su propia distancia o por que la chica era una desconocida, tampoco importó demasiado, solo dedicó un saludo con la mano y siguió su camino sin decir nada, despacio, hasta el cerezo del patio donde se sentó y recostó la espalda.

    No tardó mucho en comenzar a arrancar briznas de césped, algo ansioso, pero se quedó allí. Igual le venía bien el aire.
     
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