Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    En lo que comenzaba lo que sea que tuvieran preparado me dediqué a comer, observar a los demás y seguir pendiente del cielo, el viento no anunciaba que la lluvia fuese a caer pronto o fuese a hacerlo siquiera, así que me fui relajando con el pasar de los minutos. Reconocí caras conocidas aquí y allá, me pareció notar la mata de cabello de Sasha en algún momento y mis ojos, casi en automático, buscaron a Shimizu que estaba con Sonnen.

    Después estuvo la presentación de baile, a manos de un chico que no creía haber visto antes y Anna, que fue una cosa bastante loca. La niña había caído del árbol amenazando con partirse el cuello si se resbalaba un solo instante, pero pronto estuvo en el suelo y se sumó al chico para iniciar la coreografía. Hombre, si algo debían tener era condición física, eso seguro, además de que debían haber ensayado bastante.

    Parecían haberlo disfrutarlo, se notaba tal alegría que acabó proyectándose al público y en cierto punto solo cerré el bento aunque me quedaba algo de comida todavía. Quise poner toda mi atención en el número y valió la pena cuando los vi hacer la reverencia, ya con la sonrisa pegada en la cara. Me sumé al resto en el aplauso con el mismo ánimo, pues porque no podía ser de otra manera.

    Algunas personas se acercaron a ellos, pero yo me quedé en mi lugar bastante tranquilo y en algún punto apareció Katrina para sentarse a mi lado. La miré con algo de curiosidad, ella solo me dedicó una sonrisa que rozó lo protocolario, pero por alguna razón me pareció que parecía satisfecha con algo que nada tenía que ver con el evento aunque puede que me lo estuviese soñando.

    —¿Te gustó? —le pregunté con tal de no quedarnos en silencio.

    —Bastante —concedió mientras flexionaba las rodillas, pero se sujetaba la falda a los muslos—. What about you, Maze?

    —Fue increíble —secundé junto a una sonrisa.

    En algún punto el chico que había bailado tomó el micro, presentó el primer gran show, a la gente del club y todo el rollo, incluido el mismo y Kohaku, que era el presidente. El bullicio del público era bastante importante, para qué decir lo contrario, y cuando me quise dar cuenta el muchacho estaba prácticamente abduciendo al público para llevárselo a la pista.

    Cuando llegó a mí me pilló por sorpresa, pero a Katrina le hizo gracia y se sumó a él, empujándome para que fuese. Fui secuestrado, Akaisa se quedó carcajeándose y cuando quise acordar estaba allí mirando el tiempo pasar, sombrero y todo. La que estaba frente a mí debía ser una chica de los otros salones en la que no había reparado, porque no pude darle un nombre a la cara. Tenía el cabello castaño y los ojos celestes.

    No quedaba más que subirse al tren.

    Ya la música estaba sonando, pero me quité el sombrero, lo llevé al pecho e hice una reverencia bastante teatral. Fue una invitación si se quiere, pero también pretendió darle tiempo a la chica por si quería retirarse o algo, porque todavía quedaba algo de libre albedrío en este mundo, ¿no?


    tenía el relleno de Maze atrasado así que hice 2x1 y lo mandé con Eda de una (??

    sigo luego con el resto de gente y me adapto si alguien postea antes que yo bc most likely i'll be busy pero ohboy ohboy las parejitas *chef kiss*
     
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    Rojo FireRed

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    Todo había salido según lo planeado, Izayoi se había encontrado con Hoshino-san a tiempo como se había acordado, por lo menos un cambio de ambiente, se sentía genial quedar con alguien, y que a su vez, cumplieran de la misma manera, en el fondo era una linda sensación, socializar no era una mala experiencia, bueno, depende del tipo de gente, pero no viene al caso en este momento.

    En efecto se habían montado todo un número en la hora del receso, y eso no era algo hecho a los golpes, si no todo lo opuesto, una obra realizada con todo el amor posible a las artes, y eso era algo con lo que Izayoi-san podía simpatizar, era una entrega similar a la suya como criada, algo hecho desde las profundidades del corazón, esa entrega le resultaba muy familiar en retrospectiva, había sido como mirarse en un espejo.

    Pese a la ubicación no tan idónea desde donde estaban viendo el evento (¡Había una gran cantidad de estudiantes! ¿De donde demonios salieron tantos?)

    Al principio, se limitó a asentir con la cabeza, aunque lo último le arrancó una suave carcajada, la disparidad de tamaño era evidente, cosa que la llevó a comentar a continuación.

    —¡Siempre lista! A menos que... —y empezó a enrollarse una de sus trenzas en el dedo índice derecho, al ir jugueteando con su cabello— Hoshino-sama desee que la lleve a hombros.

    A pesar de su apariencia grácil y delicada, Izayoi-san tenía un físico sólido, para empezar por su tamaño, es mas, Hoshino podía hacer caballito sin ningún tipo de problema alguno. ¡Sakuya tenía la fuerza de sobra!

    Había que ser honestos ahí, ese entusiasmo estaba totalmente merecido, los dos bailarines habían hecho un excelente trabajo con su coreografía, era imposible no estar de acuerdo

    >>Absolutamente, una coreografía ensayada hasta el mínimo detalle... Podrían tener un buen futuro en esos programas de talentos sin duda...
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Markus tenía que estar viviendo el mejor momento de su vida, en verdad. La soltura y carisma con el que tomó el micrófono, presentó a todos y siguió con nuestro plan me hizo admirarlo y preguntarme si algún día lograría recuperar los suficientes fragmentos perdidos. No fue un pensamiento muy duradero, de todos modos, pues yo también tenía un objetivo que cumplir. Mientras el público se distraía con el chico, me acerqué a la banda y recogí el par de bolsas que habían quedado disimuladas entre el cableado. Tenía ciertas opiniones respecto a algunos de los elegidos, pero en este momento mi responsabilidad era otra y quería ser... ¿profesional?

    Navegué el espacio, pues, y fui encargándome de los accesorios. Me puse de puntillas para colocar el sombrero en la cabeza de los chicos y recogí con delicadeza la mano derecha de las chicas, deslizando los ramilletes de flores. A todos les dediqué una sonrisa suave y quizá dejé a Altan para el final adrede, quizá no; no estaba muy segura ni del hecho ni de las razones. Con él creí acabar, pero al husmear la bolsa de ramilletes noté que quedaba uno y quise distanciarme del escenario para comprobar a quién había omitido.

    Fue entonces que Markus me detuvo y yo lo miré, confundida. Quise preguntar, quejarme o cualquier cosa, pero así como a los demás, no me dio la opción. Me encontré de regreso frente a Altan y comprendí la situación de golpe, como una cubeta de agua fría. Busqué sus ojos, parpadeé, miré un poco alrededor y luego volví a él. Ni en condiciones normales me parecería buena idea, sabía que estas cosas a él no le gustaban. Y hoy, de todos los días...

    —Puedes irte si quieres, Al —ofrecí con las manos recogidas entre sí, la bolsa colgando de mi muñeca se meció apenas y sonreí como... muestra de buena fe, suponía—. No tienes que quedarte a hacer el ridículo, de verdad.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    No pasó mucho tiempo hasta que el muchacho, al que luego podría asignarle un nombre y apellido, siguió con el evento. Sin duda tenía pólvora en el culo, esa era su especialidad por lo que se veía, pero el punto fue que presentó a los demás, Anna y Kohaku incluidos y retomó el curso de la actividad, seguro porque alguna gente se les estaba empezando a ir.

    Comenzó a arrastrar gente, Sugawara, Mason, Dunn, Mattsson y Middel incluso. Por un instante creí haberme librado, pero me pescó en frío, no encontré manera de poner resistencia sin recurrir a algo que sería casi violento y de por sí Arata no me dejó retroceder tampoco. Se sumó a Ferrari, me empujó hasta la pista y antes de retroceder como si la cosa no fuese con él murmuró algo.

    —Vamos, muchachón, que la vida se vive solo una vez.

    Al imbécil se le notó la diversión en la voz, ni siquiera lo disimuló, y todo lo que supe fue que estaba allí entre la gente. Sentí el cuerpo tenso, la costilla cicatrizada me lanzó una queja de dolor sutil que solo pude asociar a la ansiedad y pegué las palmas de las manos al pantalón al sentir las manos húmedas. Apenas me pusieran a alguien delante era posible que me fuese a la mierda como percibí que hizo Sugawara, pero me quedé de último y cuando Ferrari pescó a Anna para ponerla frente a mí el pecho se me sacudió en un revoltijo de miedo y alivio.

    Estábamos siendo normales a duras penas entre todo el caos de ayer, pero era Anna, era familiar. Sus ojos, su cuerpo y todo lo que era ella, era diferente a tener allí a cualquier otra persona. La reconocía, era posible que lo hiciera incluso si me cubrían los ojos.

    Quizás me le quedé mirando como un idiota, quizás no, el caso era que se trataba de mi único cable a tierra. Me miró, parpadeó, observó el espacio y regresó a mí; su ofrecimiento final me hizo soltar el aire por la nariz despacio. Mis manos navegaron el espacio, alcancé a quitarle la bolsa con delicadeza y la abrí para sacar el ramillete. Vi de poner la bolsa por ahí, donde no se le fuese a enredar a nadie en los pies.

    —Perdí dos oportunidades —dije tan bajo como me lo permitió el ruido ambiental, mirando el objeto que conservé en la mano y le di vueltas unos segundos, como había hecho con la botella antes de dársela—, puede que más, pero ayer te dije que quería ser tu amigo y aprender de ti. Estas cosas son importantes para ti, todo esto, y quiero ser parte. Claro que no significa que se me dé de puta madre ni nada, pero no creo que Ferrari eligiera a sus víctimas bajo esos parámetros y tampoco creo que sea lo que importe. Se supone que cuando la gente se divierte no piensa tanto, ¿no?

    Tomé aire, busqué su mano y le ajusté el ramillete con cuidado. Quizás estaba siendo egoísta que te cagas, pero ayer me habían quitado mis putos veinte minutos y hoy la había visto bailar. La había visto recuperar algunos de sus fragmentos y brillar un montón.

    ¿Podía realmente privarme de eso? ¿De algo completamente contrario a los fantasmas? No de manera consciente, ya no.

    —Si tú no quieres eso es distinto completamente distinto, puedes decírmelo también. —Ahora sí busqué sus ojos de nuevo y alcancé a sonreírle—. Igual no sé guiar, como bien puedes imaginar.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Acabar siendo arrastrada por Emily a casi cualquier evento existente estaba empezando a ser más una costumbre que una excepción, pero por fortuna no era algo que me molestase especialmente; era, de hecho, bastante interesante poder observar los comportamientos de tantos alumnos reunidos en un mismo lugar. La presentación de baile fue bastante linda, lo suficiente como para atraer mi atención del libro que estaba leyendo, y el ambiente general en el patio estaba siendo bastante animado. Quizás no lo supiese expresar abiertamente, pero me alegraba ver a la amiga de Emily siendo tan feliz haciendo lo que le apasionaba y, en consecuencia, me alegraba ver a la propia Emily tan contenta por ella.

    Pasado un tiempo después de la finalización del baile, el chico que había estado acompañando a Anna empezó a hablar hacia el público y, al mismo tiempo, fue escogiendo a algunos de los presentes para incitarlos a bailar también. Que ellos quisieran hacer algo interactivo de todo aquello no fue ninguna sorpresa, pero tenía que admitir que lo último que había esperado era que tanto Morgan como yo cayésemos víctimas de la primera tanda, especialmente teniendo en cuenta que ambas estábamos algo apartadas del resto. No puse demasiada resistencia al asunto, a pesar de todo, y al final acabé siendo emparejada con el pelirrojo amigo de Kohaku, aunque últimamente lo veía bastante más pegado a Hubert.

    —Nunca he bailado —le dije, con mi tono neutral de siempre, una vez estuve lo suficientemente cerca para que me escuchase sin problema.

    Zireael bueno pues... buena suerte (???
     
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    Bruno TDF

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    El tono de mis preguntas iba en la búsqueda de algo más que una respuesta. Era una exploración de las almas. Navegaba en el sonido de las palabras ajenas con la intención de descubrir sus notas más determinantes, como quien lee un pentagrama para darle forma a la música allí inmortalizada. Era un canto de mi personalidad, porque así me dedicaba a conocer a las personas. Intentar explorar la profundidad de sus esencias era mi forma de socialización y, al mismo tiempo, una búsqueda para pulir cada aspecto de mi ser. Eso incluía a la música.

    El cabello celeste de Ethans se derramó como agua de cascada al dedicarme su inclinación. De su parte recibí la respuesta de que la presentación provocó dos sensaciones contradictorias que al mismo tiempo se abrazaban: Familiaridad y distancia. Pierce, con su fuego oscuro desafiando la falta del color del cielo, se remitió a la paradoja del árbol caído como respuesta al descubrimiento de la supernova; mi planteo había nacido de los descubrimientos de la astronomía, pues cada elemento (estrellas, galaxias, nebulosas, planetas) debía su nombre y definición gracias a las observaciones distantes de la humanidad. Asentí levemente al escucharla decir que se había divertido.

    Los dos mostramos el mismo interés por la revelación de Ethans, quien dijo realizar presentaciones similares a la que acabábamos de presenciar.

    —Si navegas en los ritmos de la danza —dije hacia la chica—, es probable que la siguiente fase del show despierte las ondas de tu interés.

    Cuando terminé de hablar, Markus provocó un bullicio explosivo en la multitud, gracias al poder de su carisma frente al micrófono. Advertí al instante que no era la vez primera que su voz y cuerpo enfrentaban un público vibrando de expectativa; tenía experiencia en la manipulación de los ánimos masivos. En el instante que nos presentó, no hice movimientos pronunciados cuando la multitud ovacionó mi nombre, mi gesto más excesivo fue un ademán de la cabeza que sólo lograron percibir Pierce y Ethans.

    Luego sobrevino el momento donde Ferrari arrastraba personas a la pista improvisada, muchos se mostraron desconcertados. Pese a que yo no aprobaba interferencias semejantes en la paz de los individuos, comprendía la intención de arrastrarlos fuera de sus esferas más seguras para que desgarraran su alma y descubrieran algo nuevo escondido de sí mismos.

    Cuando tocaba música, lo hacía con un objetivo similar.

    Pero algo ocurrió, y no me sorprendió. Uno de los jóvenes se retiró imprevistamente de la pista, abandonando a Fiorella a su suerte. Me quedé observando la soledad de la muchacha, atento a su posible reacción. Por lo general, era extremadamente neutral frente a las controversias de diferente índole, de modo que no me moví de mi sitio. No era un paladín de la bondad, al fin y al cabo.

    —Considerando que nos hallamos entre las fronteras de esta pista de baile, Markus no tardará en condecorarlas con flores y hacerlas danzar. Tiene la costumbre de imponer su voluntad sobre otros —avisé a Pierce y Ethans, mientras observaba los primeros movimientos de las parejas que se animaron a permanecer—. ¿Estarán bien con eso?




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    La reacción de Cayden fue similar a la que expresé apenas finalizó la presentación. Su risa fue liviana, honesta, y en cierta medida sirvió para despojarme del principio de vergüenza que me estaba embargando los sentidos. Siempre me consideré una persona calmada, casi discreta, y ahora mismo sentía que me había dejado llevar demasiado por la intensidad del ambiente, haciéndome mostrar una alegría que me resultó sorpresiva. No obstante, era probable que fuera lo que buscaron Anna y su compañero desde un principio: no sólo entretenernos, sino contagiar esa alegría, así fuese por unos segundos. Asentí frente al paralelismo de la cuerda floja que planteó Dunn, pues concordaba con que los cambios de ritmo de aquella danza fueron vertiginosos e impredecibles. Y así como yo, tampoco asistió a una presentación de baile.

    A ese respecto, distinta fue la respuesta de Bleke. La chica permanecía serena, pero no dudaba que, junto a nosotros, el espectáculo también había logrado embargarla; no importaba que fuese en mayor o menor medida, sino que también la hubiera pasado bien. Escuché su respuesta con una sonrisa serena. Middel contó que ella y su familia asistían con regularidad a las presentaciones del Ballet Nacional de Japón, del que yo sólo tenía conocimiento a través de mis lecturas; su viaje a Moscow captó bastante mi intriga, a la vez que confirmó ciertas intuiciones. En todo caso, correspondí a su sugerencia con un genuino interés.

    —Tomaré tu recomendación con entusiasmo —le dije con sinceridad.

    Súbitamente, el compañero de Anna tomó el micrófono y presentó a los involucrados en el show. El enérgico chico se llamaba Markus Ferrari y, para sorpresa de todos, se lanzó sobre el público, acompañado de una oleada de palmadas que otorgaron suspenso al ambiente. Entre otras personas, vi que llevaba a Kashya a la pista, ante lo cual no supe cómo sentirme. Pero lo que no esperé fue que Markus inmediatamente clavara su mirada sobre nosotros. Fue imposible replicar, Ferrari se colocó a nuestras espaldas con velocidad pasmosa y nos empujó hacia la pista: a Bleke, a Cayden y a mí.

    Tuve claro, incluso antes de ser arrastrado, que querían que bailáramos para el público, en pareja. No sería la primera vez que me involucraba en algo por el estilo; pero había sido una sola vez, en intimidad, pero desde luego no había desarrollado ninguna aptitud para danza. Bailar frente a un público, con una persona seguramente desconocida, me provocó algo de nervios…

    Sin embargo, Bleke fue elegida como mi pareja de baile. Al verla frente a mí, con un ramillete de flores en su muñeca, buena parte de los nervios se esfumaron. Un rastro de estos prevaleció ya que seguía sin estar plenamente seguro de la situación, sentía demasiadas miradas sobre nosotros. Estuve a punto de hacer el gesto de rascarme la mejilla, pero en su lugar, me quité el sombrero para mirarlo. Era blanco, con una cinta negra rodeándolo por encima del ala.

    —Esto es bastante inesperado —comenté.

    Aunque me aquejaba algo de pudor, descubrí que estaba sorprendentemente calmado. No tuve dudas de que se debía a la presencia de Bleke. Era una amiga con la que compartía un lazo firme, hilado con agradables silencios, libros memorables y la cortesía compartida. Sentía respeto y confianza hacia ella y deducía que era recíproco, lo cual ayudaba a reducir significativamente los nervios.

    —No estoy muy seguro de esto, no sé bailar como podrás suponer —continué hablando; volví a acomodar el sombrero sobre mi cabeza, despejé partes de flequillo que se apegaron sobre mis párpados... y miré a Bleke—. Pero seré honesto: estoy dispuesto a dar una oportunidad a esta experiencia si es contigo… Podría ser un relato interesante —le mostré una sonrisa amable—. Sólo te pido que no te sientas comprometida, también estaré de acuerdo con retirarnos.

    Dejando así las cosas claras, le ofrecí una mano a Middel.



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    Me sonreí con satisfacción cuando la muchacha también mencionó que conocía mi nombre por la lista. Yo me sabía el suyo por una cuestión de interés, de atracción, por lo que asumía que lo suyo seguía una intención parecida, o bien era del tipo de personas que les gustaba recolectar información de su alrededor, lo cual también me resultaría atrayente. Eda respondió mi pregunta, ofreció una serie de las suyas y, obviamente, no iba a ser yo quien dejara su curiosidad insatisfecha:

    —Llevo aquí desde principio de año, pero debí ausentarme por mes y medio por una problema familiar —respondí con una sonrisa que buscaba atravesar su corazón, aunque Eda ya mostró que tenía un carácter firme—. Y supongo que me acerqué a mirar el show por los mismos motivos que tú: pura e inocente curiosidad —lo cual, desde luego, era cierto, salvo en lo de “inocente”; quienes me interesaban eran las dos muchachas que más adelante fueron presentadas como Abby y Fiorella.

    Nuestra charlita no pudo seguir por mucho más porque, sin previo aviso, un tipo de pelos raros envuelto en un traje pasó entre nosotros. Podría haber seguido con lo mío, para ser honesto, pero fue ver a la chiquilla cayendo del árbol para que mis ojos fueran suyos, y en ningún instante aparté la mirada de su belleza en lo que comenzó a bailar con el otro. Pero, inexplicablemente, acabé por prestar atención a los dos, arrastrado por una sensación extraña. Como si fuera magia. No me sumé a los aplausos, aunque sí asentí con la cabeza cuando Eda apuntó que les había salido decente.

    —Ha sido algo muy vistoso —dije, encogiéndome de hombros.

    Y podría haber seguido explorando a Eda a través de palabras sugerente, pero el enano del traje volvió a interrumpirnos tras su presentación. Se metió en el público haciendo mucho barullo y, en algún punto, nos sorprendió a Eda y a mí empujándonos desde atrás. Como estábamos parados detrás de la línea roja, terminamos en la pista casi al instante.

    Aunque, hey, al final valió la pena. Porque la bailarina se acercó para colocarme un sombrero. Debí casi agacharme porque era muy bajita, y al hacerlo aproveché para deleitarme con el color rosado de sus ojos, frente a los cuales sonreí con galantería. Tras eso, fuimos puestos en pareja con la idea de bailar, y una música chistosa inundó el aire.

    Miré a la chica que habían elegido para mí. Cabello corto y negro, ojos de un violeta profundo que me hacían pensar en la noche. Se le veía calmada, demasiado. Me pareció que el hecho de ser repentinamente arrastrada a la pista no la había conmovido en lo más mínimo. Todo eso no hacía más que incrementar su lindura.

    —Buenas tardes, bonita —saludé, tomando una de sus manos con delicadeza, la del ramillete. Me dejé embriagar por el perfume de las flores antes de plantar un beso en el dorso de su mano, con la debida discreción para no generar su rechazo—. Me llamo Bergren Johansson. ¿Con quién tendré el placer de bailar? —la miré a los ojos, con una comisura elevada en media sonrisa.
     
    Última edición: 28 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La música había empezado a sonar cuando Altan me quitó la bolsa y extrajo de ella el ramillete. La acción fue una respuesta en sí misma, una que había esperado y temido a partes iguales. Habló, lo hizo con los ojos pegados a las flores y yo permanecí en su rostro. Me sentí estúpidamente cohibida tras alcanzarle mi mano y que él acomodara allí el accesorio. El contacto fue ligero, incluso precavido, pero alcanzó para dispararme el corazón y busqué sus ojos con algo de timidez.

    ¿Que si quería? Vaya pregunta estúpida. Podía reconocer el núcleo consolidado por debajo de las contradicciones, los problemas y los desencuentros. Era una certeza que muchas veces me molestaba, me dejaba en posiciones de mierda, pero existía y no había forma de negarlo.

    La aclaración de que no sabía guiar me aflojó una risa nasal y meneé ligeramente la cabeza. A decir verdad, ni yo estaba muy segura cómo se bailaba esto. Le presté atención a la música por fin, los instrumentos y el tempo que marcaban. Mi cuerpo comenzó a adaptarse al ritmo, golpeteando el césped con el talón o moviendo la cabeza apenas. Tiempo por medio comencé a chasquear los dedos.

    —Tienes que prestarle atención a la batería, cuando está presente es la que marca el tempo —le expliqué antes que nada, haciendo énfasis en mis chasquidos—. ¿Los notas? Y si te fijas, cada cuatro de estos hay un pequeño golpe que destaca del resto. La música es matemática, después de todo. Si incorporas esta secuencia ya tienes la mitad adentro.

    Decirlo era una cosa y solaparlo con tu cuerpo era otra, lo sabía, pero quizás a él le resultara más fácil entenderlo así. Busqué sus manos entonces, las sujeté con cierta suavidad y usé el tempo que antes había marcado con los chasquidos para avanzar en su dirección adelantando el pie derecho, primero, retrocediendo después. Lo repetí con el izquierdo, luego el derecho otra vez, y mantuve la secuencia esperando a que la reflejara.


    clases de baile con anna-sensei consultas por inbox

    Bleke 2.png

    Cuando quise acordar, me encontraba de pie en el escenario junto a otro montón de gente. Kashya y Morgan habían sido arrastradas, Sonnen también, e incluso creí reconocer al pelirrojo contra quien habíamos jugado las partidas de beer pong en la mascarada. Lo había besado, vaya, pero dudaba que le interesara, mucho menos que lo recordara. Permanecí atenta al agente que había causado todo esto, a la espera de su próximo movimiento, y comprendí sus intenciones en cuanto creó la primera pareja de baile. El asunto había sido lo suficientemente repentino para tensarme un poco el cuerpo, pero en pocos segundos conseguí relajarlo y restarle importancia al embrollo.

    ¿Me gustaba bailar? Sería más correcto decir que no acostumbraba hacerlo. Mi experiencia se limitaba a las reuniones de San Nicolás, cuando mis primos mayores se pasaban de copas, subían la música y me arrastraban al centro de la sala para hacer tonterías; o, en su defecto, las escasas fiestas de negocios a las que habíamos asistido en representación de los Middel. Nada se parecía a esto.

    Hiradaira me colocó un ramillete de flores bastante bonito en la muñeca, y descubrí que Hubert había sido designado como mi compañero de baile. Deslicé la mirada al sombrero que portaba hasta que él mismo se lo quitó, momento donde detallé su rostro con una pequeña sonrisa plantada en los labios. El muchacho sufría más de los nervios que yo, esta situación no debía estar gustándole mucho. Estuve por decirle que no se preocupara, que podíamos retirarnos sin más, cuando regresó el sombrero a su cabeza y se acomodó el flequillo. Parpadeé, ligeramente curiosa, y entonces siguió hablando.

    Estoy dispuesto a dar una oportunidad a esta experiencia si es contigo.

    Mi sonrisa se ensanchó apenas y bajé la mirada a su mano, extendida en mi dirección, antes de regresar a sus ojos. En el futuro, probablemente, su tendencia a hablar de forma tan ceremoniosa le acarrearía algún que otro malentendido. Era cómico y bastante tierno. Una voz lejana susurró cerca de mi oído, se encargó de sembrar la eterna duda y de recordarme quién era, pero no le hice demasiado caso. Sólo era un evento escolar, ¿verdad? Podía permitírmelo.

    El ritmo de la música que sonaba no me resultaba ni un poco familiar y mi cuerpo no supo adaptarse. Acepté su mano, la tomé con delicadeza y, al regresar a sus ojos, mi voz sonó divertida.

    —Te queda bien —destaqué, refiriéndome al sombrero, y me acerqué a su posición para apoyar mi mano libre en su hombro—. Mi mayor experiencia, que igual es escasa, ha sido en bailes de salón terriblemente aburridos. ¿Quizá podamos inventar una mezcla personalizada? Como... un vals rápido y descontracturado.


    Morgan 2.png

    Había bajado con un libro para matar el rato, asumiendo que Kohaku estaría con sus amigos y, siendo francos, a ningún otra alma le interesaría acercarse a mí. Permanecí como espectadora silente, lo que casi siempre era, mechando mi atención entre la lectura y los movimientos de gente a mi alrededor. La trompeta del chico nuevo congregó muchas personas en el patio, identifiqué ciertos grupitos aquí y allá, y alcé la mirada al notar que Kashya se materializaba frente a mí. El cielo detrás de ella, aún encapotado, desprendía la luminosidad suficiente para forzarme a entrecerrar los ojos. Le sonreí, no dijimos una palabra y se acomodó a mi lado, con su propio libro.

    Bueno, la chiquilla era la excepción a la regla.

    La presentación estuvo bien, bonita y dinámica, pero las cosas tan enérgicas y ruidosas no eran, digamos, my cup of tea. Aún así les aplaudí en tanto los demás lo hicieran y mantuve mi vista en el ir y venir de ciertas personas, ligeramente entretenida. ¿La gente sería consciente de la cantidad de información que desprendían por el simple hecho de vivir y respirar? Lo dudaba, vaya.

    Estaba estirando el cuello para husmear el libro de Kashya cuando el muchachito que había bailado se adueñó del micrófono; de repente parecía un conductor de televisión. Presentó a la banda, a Ko, a Hiradaira, y luego se mezcló entre el público. Comenzó a pescar gente sin una gota de remordimiento y la tontería me aflojó una risa nasal, pues su elección estaba pecando de... extravagante, por decir algo. Fiel a mi pensamiento, acabó eligiéndonos a Kashya y a mí. Adiviné sus intenciones un par de segundos antes, sonreí y cerré mi libro, depositándolo en el césped.

    Well, well, can't complain —murmuré, en voz baja.

    Tanto me quejaba de aburrirme y ahora un niño de segundo me forzaba a bailar frente a media población escolar. No era algo que se viera todos los días, ¿cierto? Me dejé arrastrar con liviandad, sin oponer resistencia, y me quedé paradita donde me indicaron. Desde allí repasé los alrededores, con la pequeña sonrisa divertida de siempre. Sugawara, Bleke, Cayden, Hiradaira, el famoso moreno sin nombre y, por algún motivo, sí recordé a Maze. Para ser un fantasma en el Sakura igual conocía a mucha gente, ¿no? Aunque, pensándolo dos veces, eso era precisamente lo que hacían los espíritus. La idea me hizo su gracia.

    Había cosas que jamás cambiaban.

    En cualquier caso, el niño acabó emparejándome con un tipo de mi clase, sí, pero que ni siquiera recordaba el nombre. Lo tenía identificado por su estatura, más que nada. Tuve que alzar bastante la vista para dar con sus ojos y aún así permanecí mortalmente serena. Tal y como me había ocurrido con Kashya, la luminosidad del cielo incidió en mis ojos y los entrecerré apenas, ladeando la cabeza.

    —Hola —respondí con simpleza, bajando la mirada con cierta complacencia al beso que depositó en mi mano. Me cedió su nombre y correspondí, pronunciando el propio con el marcado acento gaélico de mi tierra natal—. Morgan O'Connor. A pleasure, lad.

    El muchacho tenía pinta de exudar confianza e imaginé que la hazaña debía facilitarse cuando medías lo que un ropero. Repasé sus facciones sin demasiado disimulo, los ángulos afilados, los ojos carmín, y finalmente agregué:

    —¿Te gusta bailar?

     
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    Zireael

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    Fue un instante, un chispazo de delirio o de lucidez, en el que pensé que había niños pijos y niños pijos. Mi vida rozaba lo ordinario, no acudía a grandes eventos ni asistía a ciertos espacios de entretenimiento con tanta frecuencia, suponía que porque a mamá no le acababa de gustar de por sí. Si entraba a los hoteles de Japón, si usaba el apellido sucio, era por motivos completamente distintos a los que llevaban a gente de mi edad a conocer de música clásica por ejemplo.

    Podía mutar, adaptarme y convertirme en el maestro de ceremonias del circo de bestias, ¿pero qué era en realidad más que un mocoso? No tenía idea.

    La respuesta de Middel sonó ostentosa a cagar, pero por alguna razón parecía lo más lógico. Algo en ella parecía formal, ¿no? Eternamente elegante, quizás, como las esculturas de hielo en una recepción de bodas. En comparación incluso Hubert parecía más flexible y eso era mucho decir, viendo que parecía limitar su risa de manera constante.

    Le presté atención a la chica de todas maneras, asentí para saber que la escuchaba y el interés de Mattsson hizo que el cerebro me empezara a calcular rutas de escape. Fue involuntario, lo juraba por Dios, pero de repente fui demasiado consciente del ruido, del espacio, de la gente y las diferencias. Fui consciente de mi propia paranoia incluso y la espiral la detuvo la voz del compañero de baile de Anna, que comenzó a presentar a la gente del club.

    El chico de la trompeta, Miller, Anna, él mismo y al final a Ko, por ser presidente del club. Sobrecarga o no el cuerpo me respondió solo, había bromeado ayer con la tontería del mecenas, que patrocinaba el arte y toda la mierda, pero el caso era que de trataba de él, de su club y se habían lucido. Aplaudí con entusiamo y sinceridad, pues no podía ser de otra manera, y antes de que pudiese volver a espiralar Ferrari empezó a secuestrar gente.

    A nosotros nos pescó en grupo, si debíamos ser las víctimas perfectas y todo. Se colocó a nuestra espalda, nos empujó a los tres y no creí que mis neuronas estuvieran preparadas para que me llevaran a la pista y toda esa cosa.

    Me quedé donde me puso, como un muñeco a pila, y cuando vi a quiénes más arrastraba me pregunté hasta dónde esa selección y asignación era azarosa o destinada por el caos del mundo. El mocoso se había traído a Haru, que desayunaba limones, a Sonnen que más de lo mismo y a mí, que me paseaba entre llevarles la contraria o ser peligrosamente parecido.

    Una muchacha albina apareció frente a mí, me recordó un poco a Morgan pero en negativo, y de repente sentí el sombrero encima de la cabeza. Anna estaba con la repartija de cosas, fue la última víctima y su compañero la puso frente a Sonnen de toda la gente posible. Haru se fue a la mierda y yo me había quedado medio congelado en mi lugar.

    La voz de la chica, aunque neutral, me hizo volcar la atención en ella y escarbé entre mis propias reacciones. Ella decía que no había bailado nunca, yo prefería no hacerlo pero tampoco era que fuese tieso en todas las de la ley, si me metías a un baile de salón de esos aburrídisimos era capaz de sobrevivir. Además me gustaba la música y obviamente no nos habían puesto aquí para montarnos una coreo como la de Anna y Ferrari. En cierta medida permitía el mismo nivel de desorden que una disco de Roppongi, aunque ni se le pareciera.

    —¿Y la música? —Le pregunté estirando las manos frente a ella, instándola a tomarlas si quería quedarse—. ¿Te gusta? No digo esta, solo la música en general.

    Si me decía que no iba a quedar como un tonto, porque solo con una afirmación podría intentar establecer una suerte de conexión entre una cosa y la otra. En fin, nadie nos estaba obligando e incluso si no nos movíamos pues era nuestro asunto al final y parte de lo que iba a decir no requería de eso.

    —Se supone que para pillar el tempo de una melodía se debe atender a la batería, bueno, si hay una —apañé entrando en modo máquina un poco de la nada, al menos con la explicación, pero de todas formas le sonreía con suavidad—, pero en una cosa de estas todo mundo marca tempos diferentes. Cada quien escucha lo que más le gusta y sigue eso, creo.

    *prende una velita*

    AltanBW.png

    Era capaz de reconocer que en este espacio estaban ocurriendo cosas que se esperaban y se temían a partes iguales, suponía que era lo que tocaba en nuestras circunstancias, pero lo ideal era luchar con la parte del miedo. Ya me había quedado atorado en el miedo demasiado tiempo y no había servido para nada más que para despedazarlo todo, así que era hora de probar aproximaciones diferentes.

    El contacto me había jodido a mí mismo el pulso, sentí el corazón presionarse contra las costillas y fingí demencia. Seguí con mis movimientos, mis explicaciones y una parte de mí sabía que jamás rechazaría esto, pero la otra, más irracional y emocional, me preparó para cualquier impacto.

    Escuché la risa que le salió por la nariz cuando dije que no sabía guiar, la vi menear la cabeza y me encogí de hombros, declarándome culpable. Me quedé esperando en cualquier caso, ella empezó a pescar el ritmo de la música y cuando inició con el chasquido de dedos creí identificar cuál era el sonido que estaba siguiendo entre todos los demás, ¿percusión?

    Señaló que había que atender a la batería y cuando preguntó si los notaba, haciendo énfasis en los chasquidos, asentí con la cabeza. Hombre, ojalá le pusiera este nivel de atención a las clases, de verdad.

    —¿Matemática? —apañé un poco contrariado—. Supongo, pero parece más difícil. A mi cerebro cuadrado le vale, así que puntos para An-sensei.

    Recordé las cuerdas de mi madre, sus intentos por enseñarme, recordé muchas cosas y también las palabras de mi padre. Quise creerlas, dejar de resistirme a verdades absolutas solo porque estaba asustado, pero no entendía por qué costaba tanto. Quizás solo me resistía a las posibilidades y ya.

    Recibí sus manos, al primer intento de reflejar un movimiento trastabillé de forma visible y me disculpé en voz baja, pero usé todas las neuronas para concentrarme. No me di cuenta que había fruncido el ceño hasta que lo relajé, parpadeé un par de veces y se me aflojó una risa.

    Había dejado un parte de la atención puesta en la música, en el sonido de la batería que ella había logrado que pescara antes. No iba a convertir esto en, yo qué sabía, Dancing with the stars, pero al menos pude pretender replicar su movimiento.

    —¿Te has planteado escribir una guía de baile? En plan, Dance for Dummies.


    a cuánto la clase porque la madre de este niño también las necesita-
     
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    Sophie 2.png

    Las clases habían sido normalmente correctas por así decirlo, estaba contenta por que miraría a Markus y a Fiorella participar en el evento de baile; bueno Fiorella haría otra cosa distinta como tal, salí del curso y me encontré en el pasillo con Isla la salude brevemente en eso nos encontramos con Kagehira y Anisphia. Suponía que entre todo nos habíamos demorado un poco al bajar al patio norte ya que, cuando nos ubicamos en el césped las trompetas ya habían empezado a sonar mi sonrisa creció al ubicar a Fiorella ella estaba atrás del teclado.

    Entonces lleve mi atención en el chico cuando pregunto si queríamos algo de la cafetería, negué después escuchar la respuesta Anisphia cambie mi mirada a Isla cuando le contesto.

    —Claro please puedes traerme alguna bebida de limón —sonrió—. Y gracias de seguro te devuelvo acá.

    Con eso el chico se marcho y no paso mucho hasta que todo empezó, Markus salio primero y después la chica que lo acompañaba empezó a sonar una música de los parlantes y después los compases del teclado que Fiorella tocaba todo se miraba muy bien organizado y por lo que sabia pues lo que tocaban eran personas que pertenecían al club de música ligera. Para ser sincera estaba muy embelesada por como bailaban los dos entonces la música llego a su final juntamente con el baile.

    Aplaudí en poco antes de mirar a Anisphia.

    —¿Que te pareció? —pregunte—. ¿Es tu primera vez que ves un evento como este?.

    Deje la pregunta por pura curiosidad entonces pareció como un descanso para todos por que lo que miraba esto seguiría y claramente estaba muy encantada de ver que mas habría. Bueno lo descubrí cuando Markus tomo el micrófono y presento a los de la banda juntamente con su nombre y el de la chica, lo que vino después hizo que parpadeara en poco empezó a sacar a personas al azar y reí en poco al ver a Fiorella entre ellas.

    —Puedo llamarle a eso suerte ¿no? —mi vista aun seguía en la pista—. Por el momento querré decir ¿ustedes fueran salido?.

    —Obviamente, me fuera negado —la respuesta de Isla fue algo seca, ella podía ser tierna, cariñosa y todo lo que el mundo decía cuando la conocía, pero también tenia algo de carácter osea como el mio por lo que había visto—. Sabes perfectamente que prefiero leer y jugar básquet antes de bailar o algo por el estilo puedo hacerlo de vez en cuando en mi casa, pero aquí al frente de toda esta gente ¡Dios! de seguro estuviera mas roja que el cabello de Fiorella.

    Rei en breve antes de esperar la respuesta de Anisphia.

    Holi uwu Hygge como acordamos y me dijiste pues asumí que tu niño se había ido después de que Isla le pidiera algo <3. Espero no haberme equivocado uwu.

    EDA DIEKMANN 2.png

    Escuche lo que me respondió el chico después de la pregunta que le hice no murmure nada en si, solo asentí en poco ¿había obtenido la información que quería? Si, y estaba mas que satisfecha así haiga sido por una simple curiosidad.

    Entonces después de que el chico me respondiera a la pregunta del baile, sonreí en poco por qué creo que fue por puro impulso suponía al escuchar lo que dijo, claramente el descanso de los que habían bailando y los de la banda fue algo entre corto y largo. El chico que había bailando con la otra chica pues había tomado el micrófono, los presento a todos y lo que pasó después hizo que alzara mis cejas y que mi cuerpo se tensara en poco.

    Termine al frente de un chico pelirojo, lo mire de arriba a bajo me fijé en todo lo que tenía encima hasta del sombrero que le habían puesto y que él se sacó después para ser una reverencia teatral, que en si me causo gracia pero no lo hice notar.

    Le quite la mirada de encima para fijarla en algún otro lugar, necesitaba pensar bien en lo que haría, podía irme y dejarlo aquí claramente que podía, pero vamos, por hoy día dejaría atrás eso de ser alguien que practicamente no confíaba ni en su propia sombra, en lo que le había mostrado sobre mi forma de ser descarada Alisha el otro día (aunque eso no sería tan fácil) y lo menos importante hija de un Don, para ser una chica normal aunque me costará. Me obligué a relajarme en poco antes de volver a fijarme en el.

    —Ya que no se me da muy bien esto de bailar —inquiri después de algunos segundos pues la música ya habia empezado sonar—. ¿Marcas el paso?~

    No podía negar que cuanto se lo contará a Jean y a Anastasia no crerán lo que estaba apunto de hacer.

    Holis uwu Zireael por aquí te dejo a la niña.

    Pd: Gigi Blanche De seguro y si puedo mañana posteo la reacción de Fiorella uwu.
     
    Última edición: 29 Octubre 2023
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Kashya 2.png

    La reacción del chico tras haber soltado mi comentario fue algo difícil de definir, pues no supe decidir si estaba nervioso por todo el asunto, si en realidad era una experto en baile o si, como yo, todo el asunto le era un poquito indiferente. Extendió las manos hacia mí, pude entender las intenciones de aquel gesto, y acepté darle las mías a pesar de todo, no sin antes haber echado un vistazo alrededor para comprobar qué estaba haciendo el resto.

    —Sí, me gusta la música clásica —contesté, volviendo a centrar mi atención en él tras el barrido visual.

    Escuché su explicación con atención, asintiendo con la cabeza de manera algo escueta cuando terminó, y procuré hacer lo posible por encontrar el ritmo de la batería en la canción. No estaba completamente convencida de que cada persona pudiese hacer lo que quisiera con los ritmos tan marcados que solía tener la música, pero preferí no comentar nada al respecto a cambio de centrar mi atención en la tarea que teníamos por delante. No tardé demasiado en separar el ritmo de la batería del resto de instrumentos, pillando la secuencia que seguía con relativa facilidad; la cosa era que de ahí...

    >>¿Y ahora nos tenemos que mover? —cuestioné, genuinamente intrigada por esa parte.

    ...definitivamente esa era la parte compleja.
     
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    Bruno TDF

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    [​IMG]

    La sonrisa de Middel se amplió. Fue leve, apenas perceptible. Había convivido lo suficiente con ella, durante nuestras jornadas en la biblioteca, para comprender que aquello significaba un buen recibimiento de mi propuesta. Saberlo permitió que lograse un acopio adicional de calma. La chica descendió la vista hacia mi mano extendida, pero no demoró en regresar hacia mis ojos, nos miramos en medio de la música alborozada que inundaba el ambiente, hasta que finalmente se dedos coronados con flores tomaron con delicadeza los míos. Me permití una risa en voz baja frente a su comentario sobre mi sombrero, aunque no me quedó claro si fue por la gracia en sí misma o porque se me contagió la diversión que detecté en su voz.

    —Gracias, opino igual sobre tus flores —respondí con una sonrisa serena.

    Bleke redujo parte de nuestra distancia para apoyar la mano libre en uno de mis hombros. No consideraba la timidez como una parte mayoritaria de mi personalidad, ya que me acercaba a las personas con relativa facilidad y me adaptaba a diferentes ambientes con igual soltura. Sí me aquejaba cierto reparo frente a los contactos físicos, pero era una sensación que se desvanecía rápidamente cuando primaba una confianza hacia la otra persona; así, podía permitir los golpecitos de Altan en la frente, o me dejaba arrastrar del brazo por Cayden sin oponer resistencia, o bien era yo quien ofrecía la mano a mi compañera. De ese modo, el acercamiento de Bleke fue bien recibido.

    Escuché el breve relato de sus experiencias, que radicaba en bailes de salón. La intriga se deslizó por mi sonrisa, porque el dato se sumaba la reciente mención de su viaje a Moscow, pero en su lugar asentí solemne cuando dijo de inventarnos una mezcla personalizada.

    —Que así sea —concedí, tranquilo, y me permití una pequeña broma:—. Será éste un buen espacio para realizar el descubrimiento de nuestro estilo.

    Alcé mi mano libre para apoyarla en la parte alta de su espalda, fue un movimiento cuidado y respetuoso. Al menos contaba con la noción básica de que esa era la postura correcta para un vals, aunque no estaba seguro de la posición del otro brazo. Frente a la duda procuré mantener nuestras manos a la altura de nuestros hombros, aunque sin alejarlas demasiado de éstos. Me movía, obviamente, a través de la pura intuición y lógica, buscando adaptarme a la situación. Dediqué unos segundos a detectar el patrón rítmico de la música.

    —Allá vamos...

    Aventuré un paso hacia el costado, tratando de guiar a Bleke en un paso de vals. Pero me contuve bastante frente al temor de arrastrarla con brusquedad, por lo que el movimiento salió lento y poco fluido, no se acopló para nada al ritmo de la música. No me dejé amedrentar pese a todo y continué aventurándonos, ya que tenía presentes las palabras de Markus: cada movimiento era igual de válido, y lo importante era conectar y divertirse. Sin embargo, los siguiente pasos fueron similares en cuanto a velocidad. Me sonreí con una leve negación.

    —Como apreciarás, mi experiencia es casi nula —le dije a Bleke, en lo que seguía tratando de guiarla con excesiva amabilidad—. He pasado gran parte de mi vida entre una biblioteca y un observatorio astronómico, no son sitios que se presten especialmente para la danza.



    [​IMG]

    A la muchachita le llevaba casi una cabeza de estatura, por lo que tuvo que alzar la cabeza para poder mirarme a los ojos. Si bien el cielo estaba cubierto de nubes, resplandecía lo suficiente como para obligarla a entrecerrar los ojos frente a mi estatura. Frente a semejante panorama había inclinado la cabeza un poco hacia abajo, acercando el mentón a mi fornido pecho como para ayudarle a apreciar la belleza de mi mirada carmesí. Mantuvo, en todo momento, la actitud extremadamente calmada que le aprecié en un principio, lo que me llevó a preguntarme si no sería ella alguna loba temeraria. Desde luego, siguió despertando una cantidad generosa de mi interés.

    No mostró reparos ante el beso en su mano, comprendí que el gesto fue recibido con bastante deleite. El nombre de esta preciosura misteriosa era Morgan O’Connor, al presentarse lo hizo con un acento marcado hasta lo irresistible. Mis oídos se habían embriagado de un sinfín de entonaciones femeninas a lo largo de los años, por lo que fui capaz de reconocer en O’Connor una elegancia británica. La chica me miró de una forma que hizo regodearme por dentro, ante lo cual devolví una mirada profunda, penetrante, hacia la noche de sus ojos.

    —Me gusta bastante —respondí con galantería a su pregunta, sin soltar la mano que había besado—. Debes saber que te encuentras frente a alguien con amplia experiencia —dije sin ningún tipo de modestia, mientras me acercaba un poco más a O’Connor para posar la otra mano cerca de su cintura—. ¿Y a ti te gusta, bombón? De ser el caso, estaría encantado de enseñarnos nuevas cosas. Siempre hay algo nuevo por descubrir, ¿no crees?

    ¿Mis palabras iban con un constante y sonante doble sentido? Por supuesto.
     
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    Zireael

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    Maze 2.png

    Ya estaba visto que en mi mundo existían pocas complicaciones, las reducía, silenciaba y tiraba a la basura antes de que pudiesen significar algo, al menos lo intentaba, así que por rebote no me daba mucho tiempo para pensar en las posibles complicaciones de otros. Era diferente con las personas que comenzaba a conocer, con otras preocupaciones más graves para llamarlas de alguna forma y ciertas emociones que no me permitía procesar, pero ahora mismo la verdad era que simplemente estaba frente a una chica que no conocía de nada.

    Mucho menos iba a ser consciente del peligro real que estaba condensado en su figura.

    Me quedé allí esperando que tomara su decisión, así que cuando escuché lo que valía como un sí a la invitación erguí la postura y estiré la mano frente a ella. ¿Sabía algo de marcar el paso? Poquísimo, a veces mi madre me llevaba a las fiestas de los hoteles y se aprendía un poco a punta de observación, pero estaba un poco más familiarizado con algo que rozaba el free style, mierdas que pecaban de intuitivas digamos.

    —Por supuesto, querida —dije con un tono de lo más pomposo.

    Esperé a que tomara la mano que le ofrecí, como ya la música había empezado balanceé ese punto de contacto unos segundos en lo que encontraba algún ritmo que seguir y cuando creí hacerlo di el primer paso hacia el costado, esperando que me siguiera. Me pareció que iba medio desfasado con lo que escuchaba, puede que directamente ni pegara con la música, pero me importó bien poco.

    Marqué un ritmo relativamente fluido, un ir y venir entre ese primer paso que di y el espacio en el que habíamos iniciado, nada muy loco. Así como la canción podía exigir más movimiento también era un poco piadosa en caso de que uno no fuese ningún experto, al menos me lo pareció.

    —¿Tu nombre? Vas a otro de los salones, ¿no? —pregunté en medio del movimiento, con la sonrisa en la cara.

    Cayden.png

    Posiblemente la mitad o más de lo que había dicho sonara a verborrea digna de Mattsson o a estupidez a secas, la verdad era que si la chica de repente pensaba que estaba tontísimo y se iba a la mierda hasta lo entendía porque tampoco se le podía pedir mucho a mi neurona ya medio frita para este punto del día. Encima de eso pensé si mi gesto de extender las manos hacia ella había sido muy ambiguo o algo así, pero como me dio las suyas supuse que no. Estaba costándome un poco leerla, porque no parecía ser expresiva, pero en cierta forma también me calmaba que solo se adaptara a lo que sucedía.

    La recibí con cuidado, no reaccioné cuando dijo que le gustaba la música clásica pero sí que entendí por qué no había bailado nunca. Quería decir, una composición clásica no se prestaba mucho para mover el cuerpo, pero yo qué sabía, ¿no? Además cada quien con su cosa, ya era mucho pedir que hubiese aceptado para empezar.

    —¿Alguna composición favorita? —pregunté para matar tiempo, anticipándome a que la parte del movimiento quizás se nos diera un poco para el culo. Cuando preguntó si nos teníamos que mover tuve que contener una risa, pero asentí con la cabeza—. Supongo que sí. A ver qué tal se nos da, ¿quizás si nos movemos en espejo sea mejor?

    Ya con la música iniciada encastrar un movimiento con el ritmo era medio dificultoso, pero dicho lo dicho dudaba que fuese de relevancia. El punto de contacto de las manos me sirvió un poco de ancla, también para proyectarme a ella, así que inicié la tontería con un movimiento de hombros bien básico, pero al menos parecía seguir lo que marcaba la batería como le había dicho.

    Suponía que todo debía comenzar con baby steps.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    La pregunta del chico me resultó bastante corriente, en ningún momento imaginé que la misma tuviera un trasfondo más allá de la genuina curiosidad y, como tal, le contesté con toda la sinceridad que me fue posible. Sasha añadió que se lo había pasado bien, aunque no mucho después ella también centró su atención en mí, logrando sacarme una pequeña sonrisa con el comentario que hizo al respecto de mi revelación.

    —Todos somos artistas en el fondo, Pierce-san, estoy segura que tú también —le contesté, dedicándole una pequeña sonrisa bastante más calmada.

    Luego Gaspar mencionó algo sobre la siguiente fase de la presentación, lo que de por sí logró despertar mi interés y provocó que centrase mi atención en el muchacho que había estado bailando junto a Anna. Tras los pertinentes aplausos a cada uno de los miembros, el chico comenzó a arrastrar gente del público a la pista de baile y no fue especialmente difícil hacer uno más uno con lo que Gaspar había dicho hacía apenas unos segundos atrás.

    >>No tengo problema —sentencié, tranquila—. Solo espero que se dé prisa, o me veré obligada a sacar yo misma a bailar a esta señorita tan linda~ —añadí, con un ligero tono más cantarín hacia el final, mientras giraba el rostro para volver a mirar a Sasha, sonriendo.
     
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    Gigi Blanche

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    Al me estaba prestando una atención ridícula, lo noté al detallar su expresión y la forma tan enfocada en la que asentía; me causó bastante ternura, la verdad. Cuando comencé a repetir un movimiento sencillo a la espera de que él se amoldara, lo vi trastabillar en su primer intento, disculparse en voz baja, y a mí se me aflojó una risa suave. No cargaba burla, en absoluto.

    —Así —marqué en cuanto empezó a pillarle el ritmo—. Así va bien. Muy bien.

    Me había metido por completo en el papel de profesora y sin darme cuenta. Sus pasos eran bastante rígidos, un defecto normal de la falta de comodidad y el miedo. Por contradictorio que sonara, a bailar se aprendía cuando dejabas de preocuparte por hacerlo bien. La fluidez y la conexión del cuerpo con la música venía de ámbitos remotos, muy lejanos al cerebro. Pero no iba a pedirle tanto a la pobre criatura, vaya.

    —¿Dices? —respondí tras una risa breve—. Capaz me hago millonaria y todo.

    Nos habíamos mantenido en ese paso sencillo un buen rato. No planeaba sacar a Al muy lejos de ahí, y no sólo por sus habilidades de danza. Él había dicho que quería participar pues era importante para mí, y de la misma forma me interesaba que, al menos, se divirtiera un poquito. Quería que se llevara un lindo recuerdo. Ya suficiente suicidio era estar como muñequitos de exposición frente a media escuela, ¿no?

    —Muy bien, vamos a aumentar la dificultad —anuncié, pretendiendo sonar severa adrede, y luego suavicé el semblante; le di un apretón en ambas manos y, sin romper la coordinación, me acerqué un poco más a él para bajar el tono—. Pero para mí, no te preocupes. Tú sólo déjame guiar, ¿sí? Y recuerda, lo único importante es aflojar el cuerpo.

    Le di un sacudón al decir eso, riéndome. Mantuve la base que le había enseñado y comencé a mover nuestros brazos hacia adentro y hacia afuera, respetando el ritmo. Me mantuve atenta a sus expresiones, buscando allí cualquier rastro de descontento o incomodidad, pero al dar con sus ojos le sonreí y usé un tempo para girar sobre mi eje, reintegrándome a la danza con naturalidad. Se me aflojó la risa, un rato después repetí el atrevimiento y hablé con cierta sedosidad.

    —Eh~ No se te da tan mal esto, Sonnen. ¿Seguro no me engañaste?


    Bleke 2.png

    Recibí su reflejo de mi cumplido con la sonrisa de antes, aquella que había esbozado un dejo de diversión. Hubert era extremadamente formal y en ningún momento había dudado que me regresaría el comentario, aunque tampoco lo había pasado por el filtro de la consciencia de forma muy explícita. Quizá lo correcto fuera decir que la situación se había desenvuelto con naturalidad.

    La diferencia de estatura era mínima, detalle que favorecía a la comodidad de la postura de baile. A esa distancia, también, era capaz de percibir los sutiles vaivenes en su expresión con mayor claridad, cosa que hasta ahora no me había molestado en detallar o analizar a fondo. Me consideraba a mí misma una persona observadora, pero no particularmente interesada en el mundo que me rodeaba. Eran habilidades que no ponía en marcha a menos que recibiera la orden directa de los mayores o que algo irrumpiera con fuerza.

    Como la tormenta de Ophelia.

    Percibí la jocosidad en su tono de voz y la sonrisa me estrechó muy ligeramente la mirada. Su mano se ubicó en mi espalda, advertí la duda en su otra mano y, aún viéndolo a los ojos, estiré nuestros brazos un par de centímetros extra, mostrándole la posición correcta. Atendimos al ritmo de la música y Hubert guió. Su cuerpo se balanceó hacia un costado y yo lo reflejé, con calma. Sentí la duda en su movimiento, tal vez una suerte de resquemor, y alcé ligeramente las cejas en una pregunta silenciosa. No necesitaba respuesta, era en realidad una forma de decirle que no se preocupara demasiado.

    Sin embargo, poco tardé en notar una leve frustración en su semblante. Me mantuve en sus ojos a todo momento, sin pensar que el detalle podía llegar a incomodar o agobiarlo. Quizá fuera un defecto de los Middel y de la forma en que percibíamos el mundo, de la frialdad inherente y la racionalidad extrema. Observábamos en busca de comprender, asimilar y absorber, siempre en silencio. Como una fuerza inadvertida.

    No respondí nada ante su disculpa disfrazada de explicación, de por sí la veía innecesaria. Sabía, también, que no estábamos amoldándonos muy bien al ritmo de la canción, pero tampoco me importaba. Completó la idea con un detalle que captó mi atención y mi cuerpo acentuó uno de los vaivenes donde nos balanceamos, pidiéndole permiso para guiarlo. Mi ritmo era, si se quiere, menos amable que el suyo, pero no por ello estaba desprovisto de cuidado.

    —¿Observatorio astronómico? —murmuré, esperando que me hablara más al respecto.


    Morgan 2.png

    La actitud de Bergren se mantuvo en la línea que le había adjudicado desde un principio, mostrándose confiado y seguro de sí mismo. Su mano alcanzó mi cintura, no me había soltado la otra y supuse que debía... ¿ubicarme en su hombro? Estaba en eso cuando su voz me alcanzó y el apelativo que decidió usar me hizo deslizar la mirada de regreso a sus ojos. Mi expresión rara vez mutaba, pero en ese instante podría haberme echado a reír de haber estado en otro contexto. ¿Bombón?

    Well, well, ain't you a charmer lad —murmuré, en un tono tan sereno que no delató lo que fuera que realmente pensaba, y le respondí—. No mucho. No así, al menos. Pero si quieres enseñarme uno o dos trucos, ¿cómo decir que no?

    La frase se deslizó en el aire con una suavidad casi silenciosa y decidí dejarlo allí, a la espera de que nuestro príncipe encantador tomara las riendas de la situación. No podían culparme, ¿cierto? Era una vaga por naturaleza y de por sí no encontraba particular interés en la idea de bailar un... ¿qué era esto? ¿Jazz? ¿Swing? Daba igual.

     
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    quem

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    EDA DIEKMANN 2.png

    Realmente creo que pensar era lo único que no estaba haciendo ahora y yo que me consideraba alguien calculadora en todo tiempo, pero ahora que miraba el lugar en el que estaba parada me pregunta si esto no seria nada desagradable, era un baile ¿no? Como había pensado me divertiría por hoy día ya después pensaría en lo estaba apunto de hacer.

    Me vista seguía en la del chico mucho antes de que soltara el apodo y me ofreciera su mano, lo único que hice en poco fue mirarla por algunos segundos para después aceptarla.

    Querida así me había llamado ¿no?.


    La apreté suavemente por que en si no estaba acostumbrada hacer esto, recorrí el punto de su mano hasta que llegue a su rostro parpadee en poco cuando el empezó a marcar el ritmo que había encontrado, cuando se balanceo hacia el costado lo seguí, mis oídos se concentraron en el ritmo de la música que ahora sonaba no pasó mucho hasta que el empezó hacer los movimientos más fluidos de como habíamos empezado, y hasta podía decir que puede que canción fuera un poco más rápida de lo movimientos que ahora fluían pero para ser sincera pues, me importaba muy poco.

    Lo mire con cierta curiosidad cuando escuché su pregunta, cierto me olvidaba que nunca me habia cruzado con este chico en lo poco que llevaba aquí.

    —¿Mi nombre? —busque confirmar su pregunta—. Es Eda Diekmann ¿el tuyo? —mi nombre había salido más bien en un murmuró como si fuera un secreto de lo más dunkel, pero sabía muy bien que lo había dicho solo para que él lo escuchará.

    «Si es el 3-1 supongo que tú igual por qué nunca te vi, ¿cual es el? —sonrei—. ¿El 3-2 o el 3-3?.

    Entonces busque saber otra cosa.

    — ¿Por cierto te gusta bailar?.

    Fiorella 2.png

    Me senté a lado de Abby cuando ella me invitó hacerlo después de haberle dicho el exactamente por que quería aprender, asentí en poco prestándole todo la atención del mundo, claro había notado la sonrisa que Kohaku a la pregunta que le había hecho sobre mis nervios la tomé como una respuesta que respondí igual.

    No pasó mucho hasta que note a Markus moverce hacia el micrófono, escuché lo que dijo hasta que llegó a la presentaciones y todo cuando llego a mi nombre solo sonreí divertida alzando una mano y haciendo una reverencia en poco claro, la hice sentada y todo.

    La cosa fue que no me esperaba lo que hizo después empezó arrastrar a personas alzar a la pista y lo mire con cierta duda cuando me vi implicada en eso también cerré en poco mis ojos para respirar en poco, al abrirlos me encontré con unos ojos fríos si, podía decir parecía dajas pero no causo nada en mi si fue lo que buscaba realmente estaba relativamente acostumbrada a todo tipo de miradas.

    Pero sentí que los nervios y la vergüenza subía por mi cuerpo cuando se apartó sin decir nada, mire su cuerpo desaparecer miestras trataba de tranquilar las emociones que ahora sentia por qué sabía exactamente cuáles eran.

    Vergüenza.

    Nervios.


    ¿Y podía decir que también era miedo?

    Ni yo lo sabía con certeza.

    Si me miraba aún espejo ahora mismo podía decir que mis mejillas estaban rojas, pero de la vergüenza.

    Respira Fiorella.

    Respira Fiorella.

    Contementalmente una cuantas veces hasta que por fin decidí moverme si, lo mejor era volver a donde estaba sentada obviamente no a lado del asiento en donde Abby me estaba enseñando, más bien al frente del teclado y sabía muy bien que no iba a moverme de hay, hasta que alguien me tocará o algo.

    Cerre los ojos y lo último que sentí fueron las teclas en mis dedos pero sin hacer ningún movimiento lleve mi cabello encima de mis hombros, no me fijé en Kohaku y ni mucho menos en Abby en poco trate de regularizar mi respiración.

    Ahora que lo pensaba bien estaba más que en claro que la frialdad que uso para mirarme no había producido nada en mi, sabía con cierta certeza que había sido la forma en la que se había ido sin decir nada.

    Y si, aquí era el momento en el que necesitaba a mi mejor amiga.

    Y estaba más que en claro que este chico iba a ser la segunda persona que quería evitar a toda costa, así supiera que estudiabamos en el mismo salón.

    Ahhh las emociones de Fio están re mezclandas..
     
    Última edición: 30 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Sasha 4.png

    Solté una risa nasal bastante leve ante la observación de Alethea, eso de que todos éramos artistas. No cargó burla ni condescendencia, en sí jamás juzgaría lo que la chica creyera o no, fue más bien un gesto hacia mí misma. Había hablado de algo similar con Gaspar en el salón de actos, en cierto punto los conceptos de 'artista' y 'escenario' siempre se entrelazaban, fuera de forma literal o metafórica. Aún así, no me creía una artista; no de la forma en que ella debía verlo.

    De todas formas no le llevé la contraria, probablemente sólo hubiera querido animarme y daba igual el contenido de la idea, valoraba la intención. Poco después dio inicio la supuesta segunda fase del espectáculo y un montón de gente acabó siendo arrastrada al escenario. Decir que me había aliviado no quedar en el sorteo era poco, de hecho liberé un suspiro pesado apenas noté que Ferrari dejaba de pescar víctimas. La advertencia de Gaspar pecaba de obvia pero, otra vez, importaba la intención.

    Su voz se solapó con el inicio de la danza, cosa que me distrajo brevemente. Ya había notado a Maze antes, de modo que no me costó ubicarlo y sonreí ligeramente al verlo quitándose el sombrero, invitando a su compañera a bailar como todo un caballero. Alethea respondió primera, entonces, y regresé a la conversación de golpe al notar que me hablaba a mí. Recapitulé, tardando unos segundos en pillarle el hilo. ¿Me estaba...?

    —¿Yo? —Alcé las cejas, sorprendida, y se me escapó una risa breve, ligeramente nerviosa—. Oh dear, te recomiendo ahorrarte ese suplicio. Juro que no sé bailar, me convierto en un pingüino recién nacido.

    Pretendí que sonara puramente a broma y que no se me notara la vergüenza, pero no estaba segura de haberlo logrado.


    HUH CHIPE-CHAN SO BOLD HUHHHH *c la roba*
     
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    Zireael

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    AltanBW.png

    Solo Dios debía saber la cantidad de neuronas que estaba invirtiendo en este asunto, Dios y Anna que era la que me estaba enseñando, porque debía ser de las pocas cosas que no pescaba con tanta rapidez. En general no me sentía incómodo con mi propio cuerpo, pero en ciertos momentos o con ciertas aproximaciones era capaz de sentirme muy extraño conmigo mismo, quizás fuese la conciencia de mi propio movimiento o la idea de que hubiese alguien mirándome, no estaba muy seguro. Me había pasado con los instrumentos y lo proyecté al baile un poco por rebote.

    Cuando trastabillé y me disculpé la escuché reír, pero no había una pizca de burla en el gesto, además de que entró un poco en modo maestra de la nada y me sentí como un mocoso de preescolar. La noción fue contradictoria en sí misma, porque también sentí calidez en ese espacio, en su paciencia y mi intento consciente. Fue una sensación tan clara que estuvo por desarmarme, porque sabía a casa y ya.

    Con esta cara de culo y luego andaba lloriqueando por la mínima cosa, de verdad.

    Tomé aire a conciencia, imaginé que pudo confundirse con mi concentración exagerada y su respuesta a lo de la guía de baile para tontos alcanzó a hacerme reír, distrayéndome también de esa conciencia corporal y emocional en cierta medida.

    —Tendrías suficiente pasta para comprarle a Berta la mejor casita del mercado, te lo prometo —añadí a la tontería medio porque sí.

    Sabía que se había quedado en el paso sencillo por piedad a mi alma, cosa que agradecí, porque estar aquí en una rayuela mental ya era medio difícil. Aún así cuando anunció que era hora de subirle a la dificultad, severidad intencional incluida, la miré con preocupación aunque relajé las facciones al notar la suavidad de las suyas. Percibí el apretón en las manos, su acercamiento y cuando me recordó que aflojara el cuerpo se me soltó una risa.

    —Debo parecer un bloque de concreto, pero anotado.

    Me sacudió, escucharla reír me estiró una sonrisa en el rostro y aunque no sabía que me miraba por si le daba alguna señal de incomodidad, bueno, eso debía valer como respuesta. Le sumó otro movimiento a la base de antes, me sonrió no mucho después y giró sobre sí al ritmo; repitió el movimiento después, seguí su silueta con la vista y fui un poco menos consciente de mí mismo, lo que debió sacarle algo de herrumbre a mis movimientos, aunque fuese un poco.

    —Dicen las malas lenguas que todos los niños pijos saben bailar —contesté a su comentario en un tono parecido, manteniendo la atención en sus movimientos de todas maneras, para no ir a tirar por la borda lo poco que iba haciendo de forma aceptable—. Aunque a mí me parece que todo el crédito se lo lleva la maestra. Supo lidiar con alumno difícil después de todo.

    Maze 2.png

    Igual me estaba tomando demasiadas confianzas, pero daba un poco igual, no sería la primera ni última vez de todas maneras. En tanto ella no diera una señal de incomodidad ni nada parecido yo seguiría con el espectáculo, que de por sí no se me dificultaba. Podía rozar lo estúpido, pero en tanto no hubiese interferencias grandes en el mundo era capaz de adaptarme a muchas cosas, personas y espacios. ¿Las fiestas a las que invitaban a mamá? Claro. ¿Una mascarada en casa de Katrina? Check. ¿Bailar en media escuela? Also check.

    Desconocía hasta dónde llegaban los límites de esa capacidad.

    Tomó mi mano, sentí la ligera presión y percibí que sus ojos recorrían ese camino hasta mi rostro, así que volví a dedicarle una sonrisa como diciéndole que no debía preocuparse por nada. Independientemente de su inexperiencia siguió mi movimiento y se adaptó con relativa facilidad a la fluidez de los movimientos, incluso si no terminaban de encajar con la música en ciertas partes.

    Finalmente se presentó como Eda Diekmann, sonaba... ¿Bastante alemán? Debía tener una doble N como Sonnen, al menos así de alemán sonaba la cosa, pero yo qué sabía. Igual casi que me había secreteado su nombre, algo que no supe cómo interpretar, pero solo lo dejé correr y repetí el movimiento inicial, aunque hacia el otro costado, medio regresando a nuestro punto de partida.

    —David Mason, de la 3-2 —respondí a ambas preguntas viendo que era más sencillo hacerlo así y volví a sonreírle.

    Lo siguiente que preguntó era si me gustaba bailar, no lo tenía demasiado claro en realidad, pero no creí que importara demasiado. Tardé un poco en responderle, pero durante ese tiempo sostuve una serie corta de movimientos, siendo consciente de que había confesado que el baile no se le daba muy bien. Tampoco se me apetecía hacerla pasar una vergüenza o algo así.

    —Podría decirse —contesté unos segundos después—. Me gusta la música en sí, quizás una cosa va con la otra. ¿Qué te parece el evento hasta ahora?

    Cuando quería hablaba como loro, sin duda, así que sabría perdonarme. Me sentía bien ahora mismo, el ambiente se prestaba para ello, así que quizás andaba un poco más parlanchín de que costumbre, yo qué sabía.

    Había algo en esto, incluso si algunas parejas parecían el sueño de fiebre de Ferrari o algo así, que era agradable. Se sentía liviano y familiar. En algún punto de mis movimientos percibí el rojo del cabello de Sasha por el rabillo del ojo, pues porque tenía que estar ciego para no notarlo y de por sí la vi cuando se acercó al tipo de la trompeta, y pensé que sería divertido sacarla a bailar, aunque ni siquiera sabía si se le daba bien o capaz la mataba de un venazo.

    Siempre se podría probar.

    mi madre me dio la vida y este evento las ganas de vivirla
     
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    Bruno TDF

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    Nos hallábamos habituados a nuestros silencios, pero Bleke y yo nunca mantuvimos un contacto de esta índole. Existían las distancias que imponían mi formalidad y su cortesía. La danza también implicaba algo de silencio al desarrollarse, pero en la conexión de nuestras manos y los vaivenes del cuerpo, las cosas que no se decían en voz alta se expresaban con una contundencia mayor. Así, Bleke leyó la duda inicial e impulsó mi mano hacia una determinada posición, a la que me amoldé con buena fe. En el alzamiento de sus cejas comprendí su solicitud de que no me dejara llevar por la preocupación, e incluso me marcó el ritmo llegado cierto punto, menos amable que el mío pero igual de cuidadoso. Su comunicación corporal eran firme, pero asimismo me indicaba que estábamos bien.

    Sus ojos no se desviaron ni un solo instante de mi rostro. Reconocía esa forma de mirar: me estaba observando. Analizaba mis gestos, en la búsqueda de información que le permitiese interpretarme y responder en consecuencia… Era un parecido entre nosotros y a la vez no, este acto de observación. La noche que nos conocimos al abrigo de la fogata, la lumbre del fuego no arrancaba brillo alguno de sus iris, que en ese entonces me parecieron de una profundidad enigmática. Ahora, apreciados desde la corta distancia, vi en los ojos de Bleke una muralla de hielo glacial, donde existía una racionalidad incluso más absorbente que la mía.

    Le sostuve la mirada con calma. No sentí incomodidad, porque no había motivos. Éramos compañeros, tanto dentro como fuera de la pista. Era mi amiga. Más bien agradecía que me señalara ciertos puntos para que nuestra danza fluyera desprovista de preocupaciones innecesarias. Acepté sus ojos, transmitiéndole que dejaría de aquejarme.

    Preguntó por el observatorio astronómico tras pedirme, en ese silencio antes mencionado, que la dejase guiarme. Accedí sin oposición, relajándome paulatinamente. Pude seguir su vaivén con más soltura que cuando intenté conducir sus movimientos, pues me iba mejor cuando se trataba de adaptación. Al percibir ese interés por la mención de lo astronómico, me sonreí. Dediqué unos segundos a buscar las palabras necesarias para responder, pues quizá iba a sonar como un pequeño relato:

    —Mi padre, Arend Mattsson, es un físico muy reconocido en la comunidad científica internacional —empecé, pues era necesario nombrar esa figura para contextualizar—. Dirige un centro de investigación astronómica en las afueras de Estocolmo, es un complejo que cuenta con dos telescopios de alta potencia. Él impulsó su construcción y desarrollo, con la colaboración del Ministerio de Ciencias y otras organizaciones vinculadas —continuamos desplazándonos por la pista, en la búsqueda de construir el ritmo que Middel proponía. Hablarle evitaba que me autoimpusiera limitaciones excedentes—. No han sido pocas las ocasiones que lo he acompañado a su trabajo, incluso pasé días enteros en el lugar. Una parte de mí se definió en ese observatorio y en el trato con los profesionales de su equipo de investigación —la miré a los ojos; me vi reflejado en el glaciar, e incluso allí se veía la fuerte negrura de mis ojos—. Algunas noches mi padre me llevaba a los campos de los alrededores, donde nos deteníamos a mirar el cielo en su estado más puro, libre de contaminación lumínica —otro vaivén de nuestra danza; ya no me preocupaba tanto por seguir el ritmo de la música, estaba más enfocado en responderle a Bleke, sin soltar su mano ni abandonar su espalda—. Pero la mayor parte del tiempo nos la pasábamos en el telescopio más grande del observatorio. Cuando mi padre no lo necesitaba para sus investigaciones, me permitía utilizarlo el tiempo que quisiera... Y fue así que arrojé la mirada hacia una profundidad incalculable, rebosante de estrellas, galaxias y nebulosas —le sonreí—. Se podría decir que, además de los libros, conviví con una pequeña porción del universo. De tal manera que puedo reconocer varias cosas cuando miro hacia el cielo nocturno.

    Amo cuando me surge la oportunidad de tirar trozos de backgrounds (?)

    Dato aparte, pedido por nadie: En Estocolmo no hay ningún observatorio astronómico funcionando, pero vamos a asumir que en éste universo sí y que el culpable es Papá Hubby


    [​IMG]

    Como cabría de esperar, Morgan no concedió reacciones cuando las yemas de mis dedos saborearon la suavidad de su cintura. Fue algo que anticipé debido a la primera impresión que me estaba llevando de su abundante serenidad. Ni siquiera daba la sensación de que estuviese intentando ocultar nada, ni un centímetro de su expresión lanzó pistas evidentes. Era, sin dudas, una persona que traía consigo ese encanto tan misterioso, que no sabía si era un muro o la nada misma. Si los hechos nos acompañaban como cabría de esperar (o más bien, como me gustarían), podría tirarme la pequeña aventura de saltar el obstáculo o bien llenar el vacío, dependiendo del caso.

    Al menos supo adaptarse al instante, su mano se deslizó hacia mi ancho hombro. La sonrisa se me ladeó con cierto triunfo en el momento que sus ojos me alcanzaron después que usé el apelativo que tan bien se merecía, "Bombón". No era mucho, pero al menos fue una reacción más evidente. Tras eso volvió a hacer gala de su acento británico, ante lo que no hice más que poner una cara de exagerada modestia, como una dulce provocación. Al final, me cedió el completo control de la situación, y no iba yo a quejarme por eso.

    Afiancé el agarre de su mano floreada, en tanto que las yemas de mi otra mano se enterraron un par de milímetros en la suavidad de su cuerpo. Un leve movimiento de mi hombro arrojó indicaciones hacia el brazo que apoyaba, señalándole la dirección a la que nos moveríamos, en tanto la dirigía sosteniendo con la debida suavidad su mano. Guie a Morgan con la facilidad de todo un experto, acoplándonos inmediatamente al ritmo de esta… música. Al principio fue lento para permitirle seguir mis pies

    —Bonito acento, por cierto... —dije con la tranquilidad de los confiados, llevando a Morgan por la pista, pero esperándola levemente siempre que fuese necesario— ¿De qué parte de Gran Bretaña vienes?
     
    Última edición: 31 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Cinta Anna.png

    —Berta ya tiene la mejor casita del mercado —repliqué al instante, alzando la barbilla para acentuar la ofensa, y me relajé al poco tiempo—. Te lo había contado... creo. ¿O fue a Cay? Bueno, da igual, que me gasté todos los ahorros en un super castillo para gatos y estuve semanas sin comprarme gomitas. Ni sé cuánta pasta le debo a Ishi en hierba. La vida del adulto es dura.

    De a poquito, así fuera mínimamente, sentí cómo el cuerpo de Al se aflojaba. Fue un pensamiento súbito en el cual entendí este pequeño espacio como una burbuja, y que él se seguiría relajando en tanto permaneciéramos allí. Tuve que deshacerme de la idea al instante, modulando mi reacción física. La decisión que ayer había impuesto sobre los dos nos arrancaba de ese privilegio y no sentía el derecho de ostentarlo, de creerme capaz de fabricar esa burbuja.

    Era su amiga y ya.

    Su sonrisa me ayudó a convencerme de que no estaba sometiéndose a una tortura medieval por culpa o mandato divino, cosa que agradecí. Me acerqué, lo molesté y él respondió sin demora. La tontería mantuvo la sonrisa en mi rostro y deslicé la vista en descenso con cierta suavidad; en ese momento me desprendí de su mano derecha y caminé a su alrededor al ritmo de la canción hasta regresar frente a él, reiniciando la postura inicial.

    —¿Sumar puntos comiéndome la oreja? Qué cliché. —Usé sus manos de ancla para retroceder, luego acercarme, me puse de puntillas y lo insté a dar un giro, riéndome—. Pero soy una muchachita simple, así que funciona.

    Seguí marcando pasos sencillos para mantenernos en movimiento, sin necesariamente respetar a rajatabla el tempo de la canción. Eso no era lo importante. En cierto punto volví a girar y busqué luego sus ojos.

    —¿Estás bien, Al? —indagué, otra vez, recortando la distancia para bajar el tono de voz.

    Bleke 2.png

    En líneas generales no creía ser recelosa de mi espacio personal ni mi propio cuerpo; no recordaba, de hecho, acercamientos o aproximaciones que hubieran sido capaces de incomodarme. La ausencia de cercanía nacía de otra costilla, incluso si mi temperamento podía tornar la cuestión en una ambigüedad algo indefinida. Las sonrisas amables pero la eterna indiferencia, los ademanes suaves pero la distancia autoimpuesta. Era consciente de mis limitaciones y lo que me esmeraba en demostrar. Hubert se había amoldado a ello y su carácter me generaba una sensación similar a la de compartir tiempo y espacio con Kashya.

    Nos deslizamos por el pseudo escenario con relativa serenidad, ya que la música no nos permitía marcar un vals clásico. Era, como habíamos dicho antes, una nueva mezcla personal. De todas formas le presté casi toda mi atención a su relato, siendo lo que realmente me interesaba. Fuera en las fiestas de negocios o en este evento escolar, veía a esta clase de bailes como una mera excusa para conocer a otras personas y entablar conversación, de modo que estaba cumpliendo su propósito.

    Me contó que su padre era un físico reconocido en los círculos académicos y que dirigía un centro de investigación a las afueras de Estocolmo, a lo cual deduje que Hubert era sueco. Su interés por el cielo nocturno quizá fuera heredado, pero también había sido nutrido. Imaginé cada breve escena y la de los campos envueltos en la más absoluta negrura me hizo sonreír. Yo había nacido y crecido en Tokyo. Exceptuando algún que otro viaje esporádico, las estrellas aquí eran un privilegio perdido. Recordé, también, la forma en que me había conocido con Joey.

    Pero mira nada más.

    Eres como un negativo del cielo nocturno.

    —Tengo un amigo que también le gusta mucho la astronomía —comencé y alcé las cejas, dándome cuenta súbitamente—. Ah, se conocieron en la playa del bosque. ¿Te acuerdas de Joey? ¿Quien nos espiaba desde los arbustos?

    La tontería me acentuó la sonrisa, tintándome la voz de una breve diversión, y afirmé el contacto tanto en su hombro como su mano. Mi mirada delató un segundo antes lo que planeaba hacer y nos insté a girar con cierta velocidad, retomando luego el ritmo inicial, suave. ¿El campamento le habría servido para reconectar con aquello que había dejado en casa?

    —¿Lo extrañas? —inquirí—. Al cielo nocturno, me refiero.


    Morgan 2.png

    Habiéndole cedido el control de la situación, el príncipe encantador afirmó el contacto de sus manos y me indicó el primer movimiento, el cual atendí sin demasiado problema. Bailar no se me daba bien ni mal, creía, era simplemente algo que no me nacía hacer con frecuencia ni en ámbitos ordinarios. Poseía, al menos, más soltura que varios de los diablos aquí en exposición. Le dediqué parte de mi concentración a la hazaña, ya que estábamos, y alcé ligeramente las cejas en cuanto volvió a hablarme.

    —Escocia, de las Tierras Altas. Nací y crecí en Inverness —respondí con simpleza; había sido una vida tan distinta, vaya—. ¿Y tú?

    Los turistas no solían llegar tan lejos, de por sí el clima no era precisamente amable. La tranquilidad de la ciudad, su ritmo aletargado, los terrenos escabrosos y los profundos bosques alrededor del río Ness. Los círculos de piedras, los castillos abandonados y los cuentos de terror. Nada se asemejaba a la vorágine y la furia de la jungla de cemento que era Tokyo.

     
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  20.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Kashya 2.png

    Si hubiese tenido un poco más de interés en la opinión de los demás, quizás ya me habría dado cuenta de lo ridículos que debíamos vernos a ojos de cualquiera que nos viese, pues hubiera sido plenamente consciente de que todos debían estar moviéndose con más ganas, o al menos intentándolo, que nosotros dos. La cuestión era que no me importaba, y si tenía que ser completamente honesta, el baile me era un campo tan ajeno que acabar en aquella situación había logrado despertar mi curiosidad por el mismo.

    El lago de los cisnes —contesté, sin tomarme demasiado tiempo para pensarlo—. Aunque también me gusta mucho la Danza del Hada de Azúcar, del Cascanueces... y cualquier cosa de Chaikovski, realmente.

    Había tenido la oportunidad de escucharlo más de una vez en concierto, también, con sus respectivas representaciones de ballet, y podría llegar a asegurar que en todas y cada una de ellas había llegado a emocionarme como no lo había hecho con ninguna otra cosa; era una experiencia única. Lo que nosotros estábamos haciendo no tenía nada que ver con eso, pero era probable que le estuviésemos poniendo el mismo o incluso más empeño al asunto. Asentí con la cabeza cuando propuso movernos en espejo y eso hice, imitando el movimiento de hombros que él estaba haciendo.

    >>¿Qué tipo de música te gusta a ti?
     
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