Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

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    Se me ensanchó la sonrisa cuando Cayden se dio cuenta que Morgan realmente se había ido y pensé en decirle algo del estilo "ve acostumbrándote", pero en cierta forma no lo sentí del todo correcto y descarté la idea. Su respuesta a lo de mi casa fue tan vaga que no le vi sentido a seguir picándolo y solté una risa breve con lo de su donación al arte nacional. Llevaba mucho tiempo sin escuchar ese apodo tonto, la verdad, y no lo había notado hasta ahora.

    —Todo un mecenas te has vuelto en dos semanas, Cay Cay.

    Pasada la broma, nos concedimos un instante donde mi sonrisa cargó el mismo tinte de la suya y recibí sus palabras, si se quiere, con una chispa de calidez en el centro del pecho. Tocaba la guitarra para mí y para alcanzar a las personas que quería, era bastante sencillo. La idea de que me encontrara en el sonido del instrumento sentí que cumplía a su propósito. Asentí suavemente, sin prisa, y mi voz transmitió la misma paz.

    —Estoy bien, han sido días muy tranquilos —reconocí. En el proceso distraje la mirada en descenso y estiré la mano para pellizcarle el dobladillo del pantalón, vete a saber por qué—. ¿Tú cómo estás?
     
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    Que me soltara que me había vuelto un mecenas en quince días que me hizo reír, me había dado los aires de uno de por sí de manera que el chiste se construyó con una facilidad estúpida. Enderecé la espalda, me ajusté la corbata del uniforme y me hice el importante por los dichosos cuatrocientos yenes, pero me duró menos de un minuto y volví a encovarme al reír otra vez.

    —Ya verás, luego dirán "triunfaron por el patrocinio de Cayden Dunn".

    ¿Me la creía? En lo absoluto, si cuando estaba con Ko soltaba cuarenta estupideces por segundo y me daba igual, pero era justamente esa la gracia del asunto. Eran las cosas que me permitía a su alrededor, una suerte de libertad absoluta o quién sabe ni qué. Tampoco me lo cuestionaba tanto, puede que no lo hubiese hecho nunca realmente.

    Percibí en su sonrisa lo mismo que había transmitido la mía, le solté la confesión de turno y él asintió, el movimiento fue suave, su voz cargó la misma tranquilidad y se me ensanchó un poco la sonrisa al escuchar la respuesta. Su mirada bajó, no creí que implicara nada hasta que su mano se estiró para pellizcarme el dobladillo del pantalón al regresarme la pregunta. Mis ojos se quedaron allí, sentí un tirón de los hilos que había cancelado antes y en vez de ponerme a pensar mucho estiré también la mano para tomar la suya.

    Lo pesqué por la muñeca primero, el gesto fue suave, rozó lo cuidadoso, y deslicé el contacto hasta alcanzar su palma para quedarme allí. No hice mayor cosa, sujeté su mano casi con aire distraído, le acaricié el dorso con el pulgar y entonces sí me debatí un rato con mis respuestas. Ko nunca me había exigido nada en su vida, era yo el que me exigía cosas a mí mismo todo el tiempo.

    —Estoy bien, nada por lo que angustiarse —concedí con una tranquilidad que absorbí de él, sin más, y me ahorré curvas peligrosas en la respuesta porque Morgan podía reaparecer de la misma manera en que se había ido. No por ello le solté la mano, así que la cosa fue medio contradictoria—. Al menos mejor que el día que me encontraste en el pasillo y eso. Las cosas vuelven a su lugar, después de todo no conozco nada que no se arregle con sol, la compañía de Ko-chan y poco más.


    mansionair did this btw *c desvanece*
     
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    Gigi Blanche

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    Cay se sumó a la broma y verlo montarse el teatro me arrancó una risa sonora, divertida y genuina, que me cerró los ojos un momento. Asentí, confirmando su escenario hipotético, y me hizo demasiada gracia imaginar a Morgan siendo famosa porque... no le pegaba nada.

    —Bueno, los trajes de diseñador te quedarían pintados, eso seguro —lo molesté, siendo que se había acomodado la corbata y todo.

    Su mano ingresó en mi campo de visión, tomando la mía y, en consecuencia, alejándome de su ropa. El contacto se deslizó de mi muñeca a la palma, lo recibí sin problema y mis dedos se activaron con algo de retraso, envolviéndolo apenas. Fue sutil, como toda la movida en sí. Le había preguntado cómo estaba y su respuesta no fue automática, por lo que aguardé. El delay era delator en sí mismo y me hizo soltar el aire por la nariz con cuidado. ¿Habría ocurrido algo?

    Su respuesta permaneció suspendida en un punto intermedio entre "está todo bien" y "estará todo bien". Mencionó aquel episodio del golpe, algunas imágenes de su aspecto de ese entonces se solaparon con su expresión actual y tomé aire. Había una negación a mentirme, creía, pero también una tendencia a minimizar. También creía, sin embargo, que Cay llevaba asuntos irresueltos sobre su espalda; demasiado antiguos, demasiado complejos y demasiado enrevesados para observarlos con claridad. No me sentía capaz de hacer mucho por él.

    La tontería de que todo se solucionaba con mi compañía se solapó con mis propios pensamientos y esbocé una sonrisa traicionera, algo enternecida. En parte lo decía por decir, y en parte sabía que iba en serio. No me creía un superhéroe ni el mejor amigo del mundo; él, sin ir más lejos, me parecía una persona mucho más cálida y presente que yo mismo, pero había cosas que comprendía del mundo y, entre ellas, la simple realidad de que no importaba tanto cómo nos auto percibiéramos en tanto aquellos a quienes apreciábamos estuvieran conformes con nosotros.

    Podía pecar de vanidoso, pero en el núcleo de la idea sólo había tranquilidad.

    —Usar ese día de parámetro es hacer trampa, Cay Cay —repliqué, con una sonrisa floja, y empecé a inclinarme.

    No recapacité mucho en torno a la idea, nunca lo hacía. Afiancé el agarre en su mano y lo jalé con suavidad hacia mí, usando el otro brazo para enganchar su cintura y básicamente arrastrarlo sobre el césped. No pedí permiso porque no lo consideré necesario. Tuve que hacer algo de fuerza y la tontería me arrancó un gruñido breve del pecho, pero sonreí bien satisfecho al haber cumplido mi misión. Cayden quedó frente a mí, orientados en la misma dirección, y lo rodeé con los brazos sin apretujarlo demasiado.

    —¿Un abrazo de Ko-chan también ayuda? —murmuré, habiendo apoyado la barbilla en su hombro.

    No me sentía capaz de hacer mucho por él y tampoco pretendía sacarle nada desagradable a la fuerza, pero al menos tenía esto.
     
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    Tontos como éramos, porque dudaba mucho que entre los dos tuviéramos una neurona funcional, Ko siguió montado en la estupidez del mecenas y soltó que los trajes de diseñador me quedarían pintados. La tontería me sacó una risa parecida a la suya, en cierta forma no iba tan errado con mis tendencias generales y pues me hizo algo más de gracia de la que correspondía, así que al final lo dejé morir allí.

    En sí Ko no era idiota, quería decir tampoco era un genio académico pero en general era bastante sensible a su entorno aunque se arrancara de él y supuse que mi retraso delató, como mínimo, que tuve que pensar antes de responderle. A su vez me distraje un poco al sentirlo envolver mi mano, la reacción no fue inmediata pero si sutil y parpadeé como si me hubiese invadido una oleada repentina de sueño.

    Lo que le contesté fue la cosa más tibia del mundo, para sorpresa de absolutamente nadie, se quedó en el medio entre estar bien e ir a estarlo. La verdad fue que solo ahora que había hecho la pregunta fue que me di cuenta que las posibles contestaciones pasaban desde la estupidez con Arata, porque no recordaba habérselo dicho a pesar de que le hice la encuesta más críptica de la historia el día del pasillo, el fact de que había buscado a mi padre y había convocado a otros dos imbéciles en una búsqueda posiblemente inútil de venganza. Al menos un tercio de la mierda tenía que ver con las cosas que llevaba en la espalda y de las que Ko tenía cierto conocimiento, pero el resto parecían gestadas del aire.

    Madre de Dios, ¿en qué momento había cancelado tantas cosas sin darme cuenta?

    Por un segundo casi me quedo atorado allí en, en la idea de que llevaba ocultando información más tiempo del que era consciente, pero volví a pensar que este niño nunca me exigía nada, que podía contarle lo que quisiera cuando me sintiera preparado si era que lo estaba en algún momento. Ni idea si fue un parche a una cuestión más compleja, pero sirvió y lo dejé estar.

    Igual cuando le dije que esas cosas se resolvían con su compañía no era mentira, a veces encontraba más calma en compartir un espacio que en soltar mis cuarenta pecados de la semana. En ese sentido dudaba que ninguno de los dos fuese un amigo ejemplar a ciertos ojos, pero funcionábamos así y yo agradecía la tranquilidad de Ko por sobre todas las cosas. Me sentía agradecido al poder llamarlo mi amigo, punto.

    —Ya, ¿pero cuál uso entonces? ¿Un día random? No tendría sentido —repliqué de vuelta a lo que usar el día del golpe como referente era trampa, sonó a reclamo impostado la verdad.

    Lo noté inclinarse, algo de confusión me bañó las facciones y para cuando me di cuenta me había jalado hacia él luego de afianzar el agarre en mi mano. Imaginé que le había dado exactamente cero segundos a su cerebro para procesar la idea, tampoco me pidió permiso porque sabía que no era necesario y solo fluyó con lo que le pasó por la cabeza. Su otro brazo me rodeó la cintura, me arrastró aunque tuvo que hacer algo de fuerza y me acomodó frente a él.

    A ver, yo también me pasaba la vida arrastrándolo y eso, pero de la nada me cayó un montón de vergüenza encima. Sentí el calor en el rostro, delator, y cuando me rodeó con los brazos se me aflojó el cuerpo, prácticamente me derretí allí, pero dejé los ojos en un punto muerto en lo que procesaba el bochorno.

    —También ayuda —murmuré bajito, como si fuese un secreto de Estado, y entre cometer el sincericidio Número Uno o el Número Dos acabé con los cables medio cruzados, así que la escogencia de palabras dejó mucho que desear—. Oye, grandísimo idiota, te quiero.

    Me di cuenta cuando ya había soltado la lengua, así que suspiré, me hice pequeño en sus brazos y aprovechando que había apoyado la barbilla en mi hombro, alcé la mano para alcanzar a hundir los dedos entre su cabello, en el pelo de nube. Lo acaricié con mimo, despacio, y en determinado momento deslicé los dedos para delinearle el rostro.

    —¿Crees que pueda pedirle a un médico que me recete abrazos de Ko-chan? Es una cosa de vida o muerte, como puedes ver.
     
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    Sabía que Cayden era marcadamente más vergonzoso que yo, me lo había demostrado ya varias veces y, Dios me perdonara, me había incluso valido del hecho para picarlo un rato. Eran libertades que quizá no poseyera el derecho de ejercer, pero me las tomaba y ya. Él nunca se había enfadado de verdad, de cualquier forma sabía que la cercanía le agradaba tanto como a mí, y esa era toda la información que necesitaba. ¿Le avergonzaba estar abrazándonos en medio del patio escolar?

    Por insensible que sonara, no creía que el bochorno fuera más relevante que todo lo demás.

    Envolví su cintura, acomodé la barbilla en su hombro y cerré los ojos un par de segundos, con la sonrisa serena plantada en los labios. Su respuesta flotó hasta mis oídos, dijo que me quería y una risa vibró en mi garganta. Un poquito agresiva esa demostración de cariño, ¿no? Abrí los ojos con cierta pereza y lo miré de soslayo, divertido.

    —Si quieres igual te suelto, ¿eh? No pasa nada.

    Como siempre, sólo pretendía molestarlo. Lo cierto era que, contrario a mi oferta, lo pegué un poquito más a mi torso y prolongué el movimiento hasta que mi espalda regresó al tronco del cerezo. Fue una tontería muy fugaz, por un instante sentí a Chiasa con nosotros y su voz hizo eco entre el viento, de aquella vez donde lo había invitado a cenar.

    ¿Ya ven? No soy yo el que mete gente a su casa indiscriminadamente.

    Su mano se hundió en mi cabello, el gesto me hizo pestañear con cierta pesadez y, tras algunos segundos, finalmente cerré los ojos. Seguí, atento, el recorrido que sus dedos trazaron por las líneas de mi rostro. Lo oí y, otra vez, una risa vibró en mi garganta.

    —Yo creo que sí, en tanto sea un doctor Ishikawa —respondí a la tontería, concediéndole caricias vagas con el pulgar sobre la ropa, justo en su costado—. A ver, el prospecto pone... De dos a cuatro abrazos diarios según indicación médica. Suspender su administración si se perciben resultados desfavorables.

    Me sonreí y giré el rostro para dejarle un beso en el cuello; fue una cosa ligera, superficial, y regresé a la posición original.

    —Puede recetarse acompañado de besos si el cuadro clínico es muy grave.
     
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    El primero aprovecharse de mi tendencia a la vergüenza siempre era Ko, para qué iba a mentir, pero si pudiera controlar algo como eso no estaríamos en estos escenarios, ¿verdad? El sentimiento solo me caía encima y yo tenía que hacer malabares para que no me diera un síncope ahí a ojos de medio mundo, aunque ahora que lo pensaba la vergüenza real solo me alcanzaba en ciertos espacios. Kohaku se aprovechaba de la estupidez, pero sabía que no buscaba hacerme enojar o mucho menos hacer daño y estaba bien con eso.

    Además, habría sido mentira decir que me molestaba todo el arrumaco.

    El caso fue que lo escuché reírse de mi respuesta, sentí que me miraba de soslayo y me quedé como caballo con anteojeras todavía mirando un punto muerto. Dios mío, me ardía un montón la cara, la cosa comenzaba a rozar lo insensato y todo. A pesar de que parecía ocupado tratando de regresar a mis reacciones normales, escuché lo que me dijo y negué con la cabeza incluso antes de que terminara de hablar, como un mocoso encaprichado.

    —¿De dónde sacaste esa conclusión de lo que te dije? —reclamé medio en broma, medio en serio.

    Solo quiso picarme, como siempre, porque acabó pegándome un poco más a él y supuse que su cuerpo encontró el tronco del cerezo detrás de él. Tomé aire, exhalé y relajé algo más de peso contra él, porque ya de por sí me había derretido apenas me tocó. Lo cierto era que desde que me había contado todo encontraba cierto consuelo en este espacio, en el árbol y lo que significaba, porque había un trozo inmenso de Ko aquí incluso cuando no estaba presente. Quizás por eso había pretendido venir desde que salí de la clase.

    El idiota seguía riendo, lo tenía demasiado cerca así que al final estaba un poco embobado solo escuchándolo y cuando me contestó la estupidez de la receta médica consiguió hacerme sonreír con cierta satisfacción, porque total estaba subido por completo al vagón del niño caprichoso. Parpadeé al sentir la caricia en el costado, adormilado, y reí por lo bajo al oír la tremenda receta que mandaba de dos a cuatro abrazos diarios.

    —Me parece una dosis bastante adecuada, debo admitir.

    La tontería la solté casi encima de sus palabras, pues porque sí, y me habría quedado con eso pero él decidió que podía mejorar la apuesta; quería decir, que podía modificar la receta por si acaso. Atontado como estaba el beso en el cuello, aunque ligero, me espabiló un poco de repente y nadie podía culparme.

    —¿Si es muy grave dices? —pregunté con cierto tono angustiado bastante teatral y entonces sí le dejé ir todo mi peso encima—. No puede ser, siento... Siento que me da algo, ¿me voy a morir? No puede ser, me siento mareado.

    Al pobre básicamente le quedé como peso muerto, hasta dejé caer la cabeza contra su hombro y tuve que hacer un esfuerzo bastante importante para no reírme. Me desinflé los pulmones con el mismo dramatismo, me permití una queja baja y seguí con el numerito.

    —Veo todo negro, te lo prometo, no puedo más.
     
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    Para haber estado muriéndose del bochorno hace apenas dos minutos, lo cierto era que el teatro se lo había montado bastante bien. El idiota me echó todo el peso encima, fue como recibir un saco de papas tamaño humano y volví a reírme, esta vez con ganas, encima de su soliloquio tan trágico. No era yo muy dado a la exageración, de plano no me salía, así que seguí la broma como pude. Su cabeza cayó en mi hombro y, aún riéndome, lo abracé con ganas, zamarreándolo un poquito.

    —Oh, no, la condición del paciente es sumamente crítica —murmuré, preocupado, y desvié la vista a nuestro costado—. ¿Qué haremos, doctor Ishikawa?

    Me lo saqué de la manga. Me acomodé debajo suyo para cambiar su cabeza a mi otro hombro, como si con eso me hubiera convertido en otra persona, e imposté un tono de voz grave.

    —Hmm... —Inspeccioné su rostro, colando la mano para apretujarle las mejillas y todo—. Creo que deberemos administrar el medicamento definitivo.

    Y volví a cambiar, con más agilidad, prácticamente haciendo rebotar a la pobre criatura sobre mí.

    —¿El medicamento definitivo, dice?

    Y de nuevo.

    —Sí, el medicamento definitivo.

    —Pero... eso...

    —No me cuestione, joven, y sólo hágalo.

    Tras la acalorada discusión conmigo mismo, me mantuve en mi papel original y suspiré, mortificado. Miré a Cayden y reajusté la posición para colocar una mano en su mejilla.

    —Lo siento, Cay Cay —susurré, acercándome a él—. Es todo lo que puedo hacer...

    Y, sin avisos ni preámbulos, le empecé a hacer cosquillas por todas partes.


    what in the soap operas world is this *lo escribió ella*
     
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    Zireael

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    Me había quedado ahí haciéndome el muerto en plan zarigüeya, a Ko le había dado risa todo espectáculo y a mí por rebote me estaba costando un mundo tratar de no descojonarme en medio de mi drama. ¡Me estaba muriendo después de todo! Claro que mi muerte ficticia tenía al otro partiéndose el culo, siguió riendo, lo sentí abrazarme y me zarandeó ligeramente.

    El idiota me movió como pudo, se montó el episodio de disociación de la historia y con cada cosa que decía me costaba más no soltar la risa. En parte era culpa mía por haber empezado el teatro, ¿pero a él quién lo mandaba a seguirlo?

    Me apretujó las mejillas, exageré mi supuesto malestar otra vez con su suspiro bien dramático y me quedé prestando atención a su propio show. Medio abrí los ojos al escuchar la tontería del medicamento definitivo, confundido de repente, pero no le detuve el tren creativo ni nada y cuando su mano alcanzó su mejilla, antes de que se acercara a mí diciéndome que era todo lo que podía hacer, estuve por preguntarle qué era lo que estaba planeando.

    No me dio tiempo, el cabrón, cuando me di cuenta me estaba haciendo cosquillas y el teatro del moribundo se me fue a la mierda. La risa me descompuso todo el numerito y me revolví en mi lugar, tratando de apartar sus manos.

    —¡Este no fue el tratamiento que yo consentí! —Me quejé a los cuatro vientos—. That's cheating!

    En algún momento conseguí medio girar el cuerpo, tan siquiera lo suficiente para pretender enredar los brazos alrededor de su torso y me pegué a su pecho como garrapata, en un intento bastante pobre de librarme del ataque. ¿Qué si servía? Ni idea, pero era mejor que nada.


    that's just they nature *lo deja suceder*
     
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    El cuerpo de Cay obviamente reaccionó al instante a mi ataque sorpresa, y entre las risas revueltas llegué a entenderle que él nunca había firmado por este tratamiento. De cualquier forma el numerito no duró mucho, que yo no me caracterizaba por mi fortaleza física y era difícil ganarle a una pobre alma siendo sometida a cosquillas. Apenas tuvo oportunidad se giró, me abrazó con fuerza y en la movida el aire se me escapó de los pulmones de golpe, a medio camino entre una queja y un gruñido. Solté una risa floja, relajando el cuerpo, y mi mano cayó sobre su mata de cabello.

    —Por eso es el tratamiento definitivo —murmuré, risueño—. Siempre funciona.

    Desvié la mirada al percibir movimiento. Morgan se sentó en su posición original como si nada, totalmente inmune a nuestro show, y dejó a mi lado una lata de sprite. Si acaso se sonrió al dar con mis ojos, pero en cierta forma sentí que no se debía a nosotros. Le dejé un beso a Cay en el cabello, entonces, y relajé los brazos en caso de que quisiera separarse de mí.


    —Había un montón de gente en la cafetería —comentó Morgan al aire, haciéndose de mi almuerzo—. Tuve que ir hasta la máquina del pasillo.

    —Sí que te esforzaste, ¿eh? ¿Cómo podré ahora resarcir tus servicios?


    —Bueno, me quedé sin hierba.

    Solté una risa floja, incrédula. Había usado el dinero de Cayden y ahora me estaba rascando marihuana, de verdad.


    perdón we, te juro que no me di cuenta que había pasado tanto tiempo ajdhsak cómo que posteaste EL DOMINGO
     
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    Zireael

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    Al pobre diablo prácticamente lo aplasté, porque de por sí ninguno era el más ágil físicamente hablando, y su suerte de queja me hizo reír aunque se coló con el ataque, que diga, con el tratamiento de cosquillas y fue imposible distinguir si me reía por una cosa o la otra. En cualquier caso la defensa funcionó, sentí que su cuerpo se relajaba y al final su mano encontró mi cabello.

    —A mí eso me parece más un ataque que un tratamiento, doctor —bromeé por lo bajo luego de tomar aire, había dejado la mejilla pegada a su pecho—. Pero claramente yo no soy el profesional.

    Advertí el movimiento que anunció el regreso de Morgan, pero entre todo el numerito ya era muy tarde para fingir demencia. La chica dejó la lata, no la miré mucho a ella pero sentí el beso de Ko entre el cabello y que aflojaba los brazos por si quería separarme, pero me habría dado más vergüenza solo enderezarme. Al menos así tenía un escudo humano o algo parecido.

    La mención a la cafetería, que tomara el almuerzo y toda la cosa me recordó que antes de esto se suponía que yo estaba comiendo. Busqué el pobre sándwich con la vista y lo ubiqué no muy lejos, al menos había quedado apoyado del lado de la envoltura, así que aflojé el cuerpo de Ko, estiré el brazo para recuperar la comida pero no me moví como tal. Me quedé allí apoyado en él como si fuese medio normal.

    —Eso, mi estimado, es lo que yo llamo una mujer de negocios —añadí cuando escuché que la otra le decía que se había quedado sin hierba—. Mira que ella te trajo la Sprite, ya es una cuestión de honor, ¿no te parece?

    Después de hacerle segunda a Morgan, la necesitara o no, le di una mordida al sándwich y en lo que terminaba de masticar le di un toquecito a Ko en el costado, antes de estirar la otra mano en su dirección, ofreciéndole.

    —¿Quieres de esto? —le pregunté en voz baja aunque ni lo estaba mirando por la posición.


    no pasa nada, tranca palanca, yo tampoco tengo idea del paso del tiempo *c muere*

    absolutamente nada que ver, pero ayer me di cuenta que Malinda (me gusta bastante su música porque irish folk vibes ajá) tenía su versión de Scarborough Fair and i screamed bye
     
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    El espectáculo de los niños me lo había comido desde lejos. Digamos que hacer el tonto en el árbol central del patio rodeado por media escuela no era, a mi parecer, la estrategia más disimulada de todos los tiempos, pero allá ellos. Había llegado a ver la parte de las cosquillas y luego, cuando firmaron la paz. Venía pensando en la mierda de recién, así que no les llevé demasiado el apunte. Me senté junto a ellos, repartí las bebidas y volví a pillar el almuerzo de Ko. O sea, de la abuela de Ko.

    Solté un comentario al aire porque sí, Kohaku tomó el hilo y luego Cayden se integró también. Todo volvió a la normalidad con una facilidad absurda, como si no acabara de recibir la peste oscura de la ira de Joey encima, o como si no pensara aún en aquella foto y el pequeño poder que haberla conseguido me concedía. Sólo con verla saltaba a la vista lo retorcido de la situación, era una mierda ominosa y capaz de anudarle el estómago a cualquier ser humano ordinario. Era una chica castigada, blasfemada, humillada.

    Y a mí me daba igual.

    La tontería de la mujer de negocios me hizo posar la mirada en Dunn y mi sonrisa se estiró ligeramente. Kohaku frunció un poco el ceño y lo zarandeó con ligereza, reclamándole en un murmullo.

    —Eh, ¿tú de qué lado estás?

    —Del lado de las mujeres, por supuesto —opiné, juntando comida con los palillos—. El único correcto.

    Haber soltado una mierda así precisamente ahora me hizo su debida gracia, mas no expresé nada atípico. Mastiqué con calma mientras Cayden le ofrecía de su sándwich a Kohaku y él, despojado de su almuerzo, lo aceptaba tras pensárselo unos segundos. Inhalé por la nariz, recordando súbitamente lo bonito que estaba el día.

    —Tengo que buscar a Hanabi hoy, mamá está ocupada —murmuré sin mirar a nadie, aunque claramente le hablaba a Kohaku—. ¿Quieres acompañarme?

    —Claro —accedió al instante; era un trámite, al fin y al cabo. La escuela de la niña quedaba a mitad de camino entre nuestro piso y el santuario—. Hace mucho no le compro un helado a Hana-chan.

    —La vas a malcriar —bromeé, aunque me ponía contenta que tuviera esos detalles con ella. Suspiré—. Con suerte esta vez no se le cae.

    Kohaku se rió, probablemente ante el recuerdo del suceso, y giró el rostro hacia Cayden. Noté que había flexionado la pierna al otro lado y relajado el brazo allí, envolviendo, en cierta forma, la cintura del chico. Menudos amigos, ¿eh?

    —La otra vez, cuando salimos de la heladería, cruzamos al parque y Hanabi vio... ¿qué había visto? ¿Alguna vez lo supimos? —Me encogí de hombros y negué con la cabeza—. Bueno, vio algo y salió corriendo. Justo había una promo en los cucuruchos y le había comprado el más grande, que era casi del mismo tamaño de su cara. El caso es que no tuvo cuidado y, apenas disparó, se chocó de lleno con un hombre. —La risa se le coló en la voz y su expresión, risueña de por sí, me resultó adorable—. El tipo iba de traje, muy bien empilchado, tenía pinta de... empresario, abogado, qué sé yo. Toda la camisa y el saco, todo embarrado en helado de fresa y chocolate.

    —Hanabi casi se muere del pánico —agregué, contagiada por la gracia del recuerdo—. Retrocedió como si hubiera visto un fantasma, pálida. Estaba tan nerviosa que la disculpa la tartamudeó como un cascanueces.

    —Y desde ese día le rezamos al cielo cada vez que le compramos un helado a Hana-chan.


    sii, la versión de Malinda llegó a la final (?) pero al final la descarté porque su voz no me pegaba bien con Morgan JAJAJA but its such a beautiful version. I lov her too
     
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    Zireael

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    Era demasiado ingenuo de mi parte pretender que estando en pleno centro del patio nadie se iba a comer el show, pero no había mucho que hacerle y no le di las suficientes vueltas para que llegara a incomodarme. Si a Ko le daba igual, a mí también y por eso solo seguí haciendo el imbécil sin pensar en los alrededores. De por sí ya medio mundo me había visto pegado a él, ¿qué más daba?

    Al quedarme allí, medio escudado en Kohaku, había podido reiniciar los intercambios sin la dosis de vergüenza tan presente en el cuerpo, eso y que a Morgan parecía darle exactamente lo mismo. Por demás, no teníamos manera de saber nada de lo que había pasado en su viajecito a la máquina y ya de por sí esta reunión estaba conformada por tres personas que no hablaban de ciertas cosas porque no querían, porque no era necesario o porque así debía ser.

    El caso fue que la tontería de la mujer de negocios hizo que Morgan me mirara, se le estiró la sonrisa y Ko, por su parte, me zarandeó antes de reclamarme. Se me aflojó una risa bastante cristalina y me encogí de hombros como pude.

    —En realidad estoy de tu lado, pero también hay que saber perder, Ko.

    Tonterías a un lado, él aceptó el sándwich teniendo en cuenta que medio le habían robado el almuerzo y yo simplemente se lo dejé. Relajé el cuerpo allí donde estaba, escuché a Morgan decirle que si la acompañaba a buscar a su hermana y el otro accedió sin pensárselo dos segundos, como era de esperarse. El resto del intercambio me sacó una sonrisa enternecida.

    La risa de Ko rebotó en mi cuerpo, se me contagió ligeramente y aunque percibí la posición de su pierna y su brazo, pues lo mismo de antes, no había mucho caso en ser tan consciente de ello. En cierta parte me podía más la necesidad de atención que las apariencias, si era bueno o malo no lo juzgaría yo personalmente.

    Puse toda mi atención en la anécdota, ya para cuando cayó sobre la mesa la promoción de cucuruchos tuve que tragarme la primera risa. Ya era bastante malo que a la pobre niña se le hubiese caído el helado, pero resultó ser el más grande y para terminar de hacerla el que había salido embarrado, literalmente, había sido un tipo de traje. A la pobre criatura debió darle de todo, pero a mí la imagen mental me hizo demasiada gracia y acabé a un pelo de carcajearme.

    Poor thing! —Fue lo primero que apañé entre la risa—. Que Dios proteja a todos los trajeados de Tokyo, por favor, y a todos los helados en manos de Hanabi.

    Negué con la cabeza, todavía entretenido con la imagen y la tragedia de la pobre niña. Al tomar aire busqué mirar a Ko de refilón y volví a picarle un costado.

    —¿Aprendimos algo de eso, señor? Perhaps, ¿pensarlo mejor al ver la promo de cucuruchos? —Lo molesté por la gracia nada más y después regresé la atención a Morgan, algo de preocupación genuina se me coló en la voz—. ¿El tipo se molestó mucho?


    that's true, cuando la escuché pensé que le faltaban las morganish vibes (??
     
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    Gigi Blanche

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    La anécdota me distrajo lo suficiente para olvidar que me había adueñado del sándwich; eso, al menos, hasta que él se rió y pidió misericordia por los hombres elegantes de Tokyo. Le di un mordisco más y se lo devolví, seguía masticando cuando me picó el costado. Di un respingo con los labios sellados y tragué con cierto apuro para poder defenderme.

    —¿Quién se resiste a la promo de cucuruchos? —argumenté, plenamente convencido—. Dime, Cay Cay, ¿acaso te resistirías a la promo de cucuruchos? Encima los helados de ahí son los mejores.

    Aquello último lo agregué mirando a Morgan, quien asintió y luego atendió a la pregunta del chico.

    Let's just say... he wasn't a sweetheart.

    Sonreí, divertido. Ver a Morgan enfadada era ciertamente un evento premium y aquel tipo lo había logrado con creces.

    —Se puso a soltar mierdas de que estaba teniendo calor y un helado sobre su ropa era justo lo que necesitaba —prosiguió, engrosando la voz para hacerle burla—. Super agrio y sarcástico, un encanto de persona.

    —Y Hanabi estaba, no sé, a medio pelo de llorar —completé, soltando una risa breve—. Morgan se interpuso y le estampó un puñado de servilletas en el pecho, y digamos que lo mandó a seguir su camino.

    To fuck off, basically. Se lo tenía merecido —afirmó, totalmente despreocupada.

    —Estaba tan molesta que volvimos y le compramos otro helado a Hana-chan, aunque... nos quedamos a comerlo ahí adentro. Patán a un lado, pues había que minimizar riesgos. Ese día fue el señor amargado, mañana podría ser el Primer Ministro.


    —Espera y verás a la niña arruinando imperios —se mofó Morgan, divertida, y miró a Cayden—. Te toca. Una historia vergonzosa, no necesariamente sobre ti. Puedes mandar al muere a cualquiera, somos tumbas aquí.

    Ko se besó el dorso del índice en ambas direcciones, sellando el juramento.
     
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    Zireael

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    Recibí el sándwich cuando Ko se acordó de su existencia, fue poco después de molestarlo, y estaba dándole una mordida cuando él se apuró a defenderse. Tuve que hacer un esfuerzo importante para no reírme, porque sentí que el bocado se me iba a ir por el camino incorrecto, y negué con la cabeza aunque no supe qué estaba negando, la verdad. Fue la primera reacción que me alcanzó y ya, pero de todas formas hablé después de haber pasado la comida.

    —Pues tendré que resistirme, ¿sabes? Que luego me marco un Hanabi y choco con el trajeado, ¿y yo a qué apelo? ¡Me ponen a pagarle la tintorería al cabrón! —Volví a negar con la cabeza—. Tengo miedo, hombre, los helados son peligrosos de ahora en adelante.

    Morgan me respondió la duda existencial del caso, escucharla me hizo pausar el circo y suspiré con cierto hastío. Entendía que quedar embarrado de helado por una niña no era la definición de un buen día, pero también había que distinguir los accidentes de la alevosía y ante los primeros no se podía hacer la gran cosa. Igual me hizo gracia imaginar a esta chica estampándole las servilletas al tipo antes de mandarlo a darse una vuelta.

    Well deserved, that's for sure —añadí aunque no hiciera falta y reí por lo bajo al escuchar que optaron por reducir riesgos con el segundo helado—. ¿Te imaginas? Todo empieza por un trajeado, pero nunca sabes cuándo puedes llevarte al Primer Ministro en banda, o inicias la caída del Imperio o te exilian.

    Total que la chica me pasó la pelota, juraron ser tumbas porque si me quería llevar a alguien en banda con la historia y fruncí apenas el ceño, no por molestia si no por forzar la neurona. Escarbé un poco en la memoria para ver qué podía recordar, mis anécdotas rozaban lo aburrido y de la nada pasaban a lo censurable, pero me acordé de una estupidez que había pasado hace como dos años con la que mamá seguía molestando a mis tíos.

    Hear me out —empecé luego de carraspear—. En unas vacaciones de hacer un par de años a mi madre se le ocurrió organizarse para alquilar una cabaña y tal, que para pasar tiempo en familia. Todo bien, ¿no? Bueno, todo mal. Ko ubica a mis tíos, ambos están en sus treintas y tal, uno es más desastroso que el otro y supongo que pensó que era una maravillosa idea revivir sus veinte años.

    Hice una pausa para darle otra mordida al sándwich, mastiqué sin prisa y luego continué.

    —Era un paseo de un día y ya. Se llevaron un par de botellas de vodka, bueno, las llevó tío Finn, pero era vodka y una sola caja de jugo de naranja porque al parecer no se le dan bien las matemáticas. En algún punto se acaba el jugo, ni siquiera alcanzó para acabar la primera botella, y resulta que a ninguno de los dos les gusta el vodka solo y a mi madre menos. ¡Un terrible acontecimiento viendo que estamos en una cabaña, sin tiendas alrededor! —Solo recordarlo me aflojó una risa, se me coló en la voz pero pude seguir con el cuento—. Todo lo que queda es té helado, de ese que disuelves en agua, y snacks de frutas de los que vienen como en almíbar. ¿Qué puede salir mal?

    Suspiré con cierto dramatismo, negué con la cabeza de lo más indignado y guardé silencio unos segundos. Nada más para darle algo de suspenso a la tontería.

    It was absolutely disgusting, a concoction brewed in the Otherworld. Mandaron casi medio vaso de vodka, uno de los snacks de frutas y el resto lo llenaron con el té helado, todo a temperatura ambiente encima, estaba casi caliente. Tío Dev le dio el primer trago, se lo bajó sin decir nada, luego lo probó tío Finn y acabó gritando a los cuatro vientos que cómo habían sido capaces mezclar semejante asquerosidad. Me dieron un sorbo, pues porque tenía como dieciséis en ese momento, pero sabía a alcohol de farmacia con azúcar y las frutas... una aberración. —Comprimí los gestos al recordarlo, asqueado—. Tío Finn se lo bebió de todas formas, el muy imbécil. Fue un enemies to lovers, siguió bebiendo eso el resto de la noche y acabó cantándole a las ninfas o algo. Un circo, pero hasta la fecha defiende la mezcla. Si aprecian poco sus vidas puedo replicarla, ahora es un secreto familiar o una maldición.


    historia basada en hechos reales

    it was awful *lo haría de nuevo*
     
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    Gigi Blanche

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    Tener una conversación tan ordinaria y relajada estaba bien de vez en cuando, la verdad. Además, Cayden me caía bien. Otros amigos de Kohaku me parecían demasiado gilipollas, problemáticos o mojigatos a secas, pero suponía que el niño representaba un equilibrio decente. A mis ojos compartían una energía similar, como si se acomodaran en la misma frecuencia o algo así.

    —¿Cómo que no tienes a qué apelar? —se quejó Kohaku, y coló el brazo para estirarle la mejilla—. Si eres tan adorable como Hana-chan.

    —Pagotofobia —solté de repente, haciendo que el chico me mirara y dejara en paz a su amigo; yo, por mi parte, posé la vista en Cayden—. Es la fobia a los helados.

    Ni siquiera tenía idea cómo sabía esa información, pero ya que estábamos. Luego le pedí una anécdota al pelirrojo para matar el tiempo y tanto Kohaku como yo le brindamos nuestra atención. Ya "paseo de un día" y "un par de botellas de vodka" pintaba mal, pero cuando agregó el té en polvo y las frutas en almíbar a la ecuación... Compartí un vistazo con Ko, los dos ya con cara de asco.

    —Por favor, dime que no ocurre lo que pienso que ocurrirá —dijo él.

    En efecto, la familia Dunn decidió morir esa noche. La necesidad hace cosas extrañas en la gente, suponía. Ko soltó una risa liviana, meneando la cabeza, y en mi rostro se mantuvo una sonrisa divertida. Dudaba que alguno de nosotros estuviera librado de la culpa de beber una aberración al ser lo único disponible, pero esto era un extremo.

    —El brebaje Dunn —murmuré, reajustando ligeramente la posición—. Creo que con mucho descaro y buena publicidad se puede vender y todo.

    —No debería sentir curiosidad por cómo sabe esa cosa, ¿cierto? —dijo Kohaku, con la risa aún colada en la voz.

    —No, pero no estás solo. Es como el morbo, cuando hay un accidente de coche y no puedes apartar la vista. "Es tan malo que es bueno", o "es tan feo que es lindo".

    —Yo digo que vale la pena jugarle a la muerte —bromeó Ko, riéndose, y zarandeó ligeramente al pelirrojo—. Ya abriste la Cámara de los Secretos, Cay Cay. Ahora no puedes echarte atrás.


    me costó darle un cierre pero tampoco sé si voy a poder volver a postear, so por si acaso esto es un pseudo (!!!) cierre de interacción
     
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  16.  
    Zireael

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    No era que yo pudiese sentarme a juzgar a los amigos de Ko, no con la cantidad de mierdas que hacía, pero digamos que saberme aceptado por Morgan aliviaba ciertas ansiedades. Bien podía solo soportarme, pero a mí me valía y con eso todo el mundo estaba contento, ¿no? Algo así. En lo que a mí me concernía parecía que todos estábamos en una sintonía más o menos parecida y eso era suficiente, tampoco hacía falta ponernos codiciosos.

    Stop it! —Me quejé apenas el niño me estiró la mejilla, que dizque porque podía apelar por ser igual de adorable que Hanabi. Iba a decirle algo más cuando Morgan soltó lo de la fobia a los helados y fruncí apenas el ceño—. ¿Patogo? ¿Pagoto? Pago... Holy fuck, parece trabalenguas.

    Cuando empecé a contar el paseo de los brebajes noté la cara de asco de Morgan, le había echado un vistazo a Ko así que supuse que él estaría igual y tuve que batallar con la risa para terminar de contar la historia. Ko pidió que no le dijera que había pasado lo que creía y acabé por confirmar que, en efecto, habían decidido morir, al menos tío Finn.

    Tenía que ser una cosa de familia, vaya, porque yo tampoco me iba limpio en eso de beber cualquier cosa con tal de beber, pero contar lo que hacía la necesidad en los estúpidos nunca perdía el encanto. Sentí la risa de Ko de nuevo, luego Morgan dijo lo de venderlo como el "Brebaje Dunn" y terminé riendo también.

    —No me tienten porque puedo llegar aquí con una botella etiquetada y todo.

    Bromas a parte, era perfectamente posible. Bastaba contactar con ciertas personas, rascar unos cuantos favores y uno podía lograr cosas tan estúpidas como embotellar de forma artesanal una mezcla de licor, ponerle una etiqueta y pretender comercializarla aunque fuese por las risas. La sola escena era graciosa de por sí, imagina llegarles con la botella de dudosa procedencia en plan "es una antigua receta familiar, deseaba compartirla con ustedes".

    Ko soltó la tontería de que no debería sentir curiosidad por el sabor del brebaje, Morgan le dijo que no pero que era como el morbo, esperaba que la gente no dijera eso de nosotros, lo de que "es tan feo que es bonito". El caso fue que me seguí riendo, incluso cuando Kohaku me zarandeó luego de decir que valía la pena jugar a la muerte. Resultaba que había abierto la cámara de los secretos y no podía echarme atrás.

    —¡Temed, enemigos del heredero! —apañé entre la risa—. Y en vez del basilisco es el brebaje que los deja de piedra. Va, entonces voy a tener que convocar a una reunión de alta importancia para... una cata del brebaje Dunn, supongo. Morgan será testigo de que tú pediste jugar con la muerte, luego yo no me hago responsable.

    Logré sosegarme no mucho después, que al final la estupidez me había hecho reír más de lo anticipado. No me quedaba mucho del sándwich así que le di una mordida y le ofrecí la última a Ko, asumiendo que la aceptaría. Ya de paso estiré la mano libre para pellizcarle la mejilla sin ningún objetivo en particular.

    —Pero bueno sí, esa es la historia. No nos deja muy bien parados como familia, pero somos buena gente, ¡lo prometo! —Me defendí aunque nadie me estaba molestando en realidad y volví a relajar el peso en Kohaku—. Unos manchan de helado a tipos en traje, otros mezclamos vodka con lo que nos pongas por delante. Son los caminos de la vida, no hay nada que hacerle.

    Si no tenía la percepción del tiempo demasiado alterada, no debía quedarle demasiado al receso y había estado bien. Habían cuestiones fluyendo debajo, estaban al alcance de unos y de otros no, pero en lo que se veía, lo percibido de manera superficial, no había nada de lo que quejarse. La ignorancia permitía cierto grado de felicidad, había sido siempre así.


    tampoco supe muy bien cómo cerrarla JAJAJAJ but i tried mom, así que esto también se puede entender como un cierre

    gracias por acá también porque me reí mucho mientras por el otro lado lloraba un mundo (?
     
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  17.  
    Bruno TDF

    Bruno TDF Usuario VIP

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    Había abandonado mi salón antes de tiempo, aduciendo necesidades fisiológicas ineludibles.

    Pero en lugar de acudir a los sanitarios como todo individuo de buena fe, retiré mi trompeta de la sala del club de música ligera, donde la había resguardado para hacer menos notorias mis intenciones ocultas. Una vez recuperado el estimable instrumento de viento, bajé hasta el Patio Norte sin preocuparme de que otros globos oculares advirtieran mi presencia en lugares indebidos, en minutos indebidos. Yo podía parecer un sujeto apegado a etiquetas de educación, pero más bien gozaba del desdén por las reglas. No demoré en alcanzar el árbol de cerezo central, donde ya se encontraba Markus ultimando los preparativos logísticos. Él, así como yo, se escurrió de su salón minutos antes del receso, probablemente con una excusa rebuscada y poco creíble. Estaba vistiendo un traje de los pies a la cabeza, no existía un milímetro de uniforme en su indumentaria.

    —Sea usted bienvenido, señor Gaspy —saludó Ferrari con una amplia sonrisa en su fisonomía; se lo notaba con un humor maximizado— ¿Matecito?

    Acercó hacia mí un recipiente pequeño y de madera, con dimensiones redondeadas me resultaban extravagantes. Su interior contenía hierba verde mojada, de cuyo corazón surgía una pajilla metálica. Mis ojos jamás fueron testigos de un brebaje así descrito... mas no era mi naturaleza rechazar el descubrimiento de nuevas sustancias, por lo que acepté su ofrenda. El sabor era amargo.

    —¿Se halla todo en equilibrada sintonía? —quise saber, retornando su extraño artefacto de bebida— Falta poco para la resonancia de la campana.

    —Descuida, ¡todo controlado!

    Observé el panorama. Frente al árbol de cerezo, en la zona de cemento, Markus había acomodado un micrófono, un teclado con asiento, equipos de audio y una notebook ya encendida, de la que surgía en volumen bajo una música de swing, ese género que definía su ser. En el suelo se extendía una cinta adhesiva roja, que delimitaba un territorio amplio y cuadrado

    La pista de baile.

    En la notebook misma pegó un cartel de cara al futuro público, que rezaba: “Pararse detrás de la línea roja, se los pido por favor”. Eso, además de asegurar la zona de la danza, me permitiría a mí y a la tecladista estar resguardados de contactos inoportunos por parte de la gente... si es que todos respetaban la solicitud de postrarse tras la línea roja.

    Entonces, finalmente... Ocurrió...


    La campana del receso gritó su larga y estruendosa nota
    Era ahora, nuestra hora


    Markus se sacudió polvo de las manos y me miró. Sonreía como siempre, con su expresión de tomarse todo a la ligera, pero sus ojos cargaban seriedad. Por primera vez, veía responsabilidad en ese azul marino. El sujeto extendió otra vez un brazo, pero esta vez me ofrecía su mano. Lo miré sin mostrar emociones destacadas, hasta que finalmente se la estreché en un saludo. La música y la danza. El flow y el swing. Unidos por vez primera como camaradas.

    —Den lo mejor —pedí.

    —Ya lo estamos haciendo —retrucó Markus con una risilla.

    Se alejó a toda prisa, antes de que alguien más lo notara. Cuando finalmente lo perdí de vista, inhalé y exhalé profundamente, preparando así mis pulmones para lo que se venía. Me dirigí hasta la notebook, donde ya se hallaba presente la Playlist de la presentación. La primera pista era un cover que había compuesto yo, el que utilizaría para comenzar a atraer personas. Una música donde la trompeta era protagonista.

    Oprimí Play.

    De pie bajo el árbol, comencé a extirpar las notas que habitaban mis profundidades, poniendo toda mi alma en el objetivo que me había sido encomendado. Empecé a tocar a la vez que los primeros estudiantes, aquellos que desafiaban el frío día, hacían acto de presencia en el Patio Norte. En pocos minutos, algunas personas se acercaron a curiosear y, al menos por ahora, respetaban la solicitud de aguardar tras la línea roja. Comenzaron a cuchichear entre sí, a mis oídos llegaba el rumor de sus voces, mas no lograba ubicarlos. Porque tocaba con ojos cerrados, disfrutando mi comunión con la trompeta.

    Expectante por lo que se venía.


    ¡Bienvenidos a este mini-evento de danza!

    Próximamente dará inicio la presentación de baile anunciada en el Tablón de Anuncios. Para ser parte de la misma, simplemente deben rolear que sus niños se acercan a escuchar a Gaspar, que está tocando la trompeta bajo el árbol de cerezo. Daremos margen para que puedan sumarse todos los que quieran ver el show uvu

    Detalles a tener en cuenta:
    *En el suelo hay cinta roja delimitando el espacio que servirá como pista de baile. Se puede ver un cartel cerca, que dice "Pararse detrás de la línea roja, se los pido por favor".

    *En el lugar pueden ver los siguientes objetos, también bajo el árbol de cerezo: un micrófono, un teclado, equipos de sonido y una notebook

    *Gaspar está concentrado en su interpretación. Muy probablemente no responda si interactúan con él.
     
    Última edición: 17 Octubre 2023
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    Fiorella 2.png

    En si me había pasado todo el día en la sala de música bueno hasta que sonó la campana y tuve salir para entrar a tiempo, la cosa era que seguía ansiosa.

    Demasiado ansiosa.

    Dios tenía que tranquilizarme realmente.

    Así que apenas tocó la campana baje se podía decir lo más rápido que pude pues si, sonreí en poco cuando entre al patio norte ya la trompeta había empezado a sonar y por hay pude ver algunas personas acercarse. Mire a mi alrededor y alce la vista al cielo, solo esperaba que no lloviera.

    Suspiré en poco mientras me acercaba al teclado ya estaba todo listo, ante de sentarme en el asiento que estába allí pues repase mi vista al chico que tocaba el instrumento. Podía saludarlo si pero se miraba demasiado concentrado en lo que hacía.

    Ya acomoda al frente del instrumento hice bailar las teclas en poco con mis dedos, estaba ejercitandolos más que todo una pieza se dio a conocer en si puede que estuviera acompañada con lo que el chico tocaba con la trompeta, pare algunos minutos después pues él era el que tenía que guiar a todos por el sonido del instrumento que tocaba. Pero no podía negar que se me daba muy bien seguirle el ritmo a cualquier instrumento que se tocará, con el piano.

    Agache la cabeza mientras cerraba los ojos mientras tocaba en silencio lo que siempre tocaba antes de empezar un evento, la pieza que mi mamá tocaba siempre cuando me sentaba a su lado para escucharla. Había practicado mucho en la sala así que la pieza ya estaba lista, solo faltaba esperar que todo comenzará.

    En eso una sonrisa iba creciendo en mis labios mientras avanzaba con la pieza una vez terminada pare de tocar. Mi vista llegó una vez mas al chico antes de llevarla al frente.

    Tu puedes Fiorella.

    A todos les va a salir perfecto.

    Holis uwu por aquí dejo a Fiorella.
     
    Última edición: 17 Octubre 2023
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    Gigi Blanche

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    El revuelo que había habido esa mañana en el club no era algo que se apreciara todos los días y me tenía super-duper emocionada. Kohaku nos había abierto la sala y cada quien se escabulló fuera de su clase un rato antes de la campana para cumplir su parte del trabajo. Había acomodado ya la portátil y demás cablerío en el patio, rezando por que no lloviera, y había regresado al pasillo para comprarme un juguito. En ese intermedio me alcanzó el sonido de la trompeta y sonreí, regresando afuera a paso tranquilo. Marly estaba completamente abstraído en la canción, lo rebasé y me senté en la silla que habíamos ubicado frente a la computadora.

    Me quedé allí, bebiendo del juguito y oyendo la música de Marly, mientras la gente lentamente se congregaba. En cierto punto apoyé la cabeza en el tronco del cerezo y alcé la vista, risueña. El espectáculo dependía en buena medida de los niños de segundo, mi labor se reducía a hacer clicks y regular volúmenes, pero confiaba en que sería divertido. Salir de la rutina siempre lo era, ¿verdad?

    Kohaku 4.png

    En cierta forma me sentía como el supervisor de todo este disparate, incluso si mi único trabajo había sido abrirles la sala de música y cruzarme de brazos mientras veía a los chicos entrar y sacar cosas. Para el tiempo que Anna y Ferrari habían manejado veía el show bastante bien armado, además, era algo así como la primera presentación en vivo del club de música ligera. Incluso si mi instrumento no había sido requerido, me generaba emoción y cierta expectativa.

    Cuando la campana del receso sonó, fui hasta el pupitre de Haru y me lo arrastré sin más. En el pasillo de tercero nos encontramos a Kakeru, con quien compartí una mirada y comprendí sus intenciones incluso antes de que nos reuniéramos.

    —Hay bastante revuelo con algo de un evento en el patio —indagó—, ¿es lo del club de música, Ko?

    El otro día le había comentado del asunto de forma bastante escueta y sin mencionar a Anna, pues no lo había creído correcto ni visto necesario. Había descartado que a Kakeru le daría igual, pero quizá tuviera un sexto sentido metido en el cuerpo o algo. De la forma que fuera, no iba a ser el villano de la película. La criatura había visto bailar a Anna cientos de veces en la cancha de baloncesto, la rambla de Kabukicho, afuera del bar, en medio de un parque.

    —Eso mismo —acordé, sonriendo con cierta alegría—. ¿Quieres venir con nosotros?

    No iba a negárselo.

    Deslizó la mirada a Haru y se lo pensó un poco, pero al final se encogió de hombros y accedió, contagiándose ligeramente de mi alegría. Una risa breve le aflojó el cuerpo y nos dirigimos los tres al patio, donde sonaba la trompeta de Sóloviov, Miller estaba acomodada detrás, entre los aparatos, y Fiorella se había situado frente al teclado.

    —Vaya, vaya —soltó Kakeru, repasando la escena con una sonrisa liviana.

    —¿Tú no tocarás? —me preguntó Haru.

    Debía haber notado la ausencia de la guitarra al instante. Lo miré y le sonreí, sacudiendo la cabeza; luego suspiré con cierto dramatismo.

    —Mis servicios no fueron requeridos hoy, ¿puedes creer? Uno funda el club y después pasan estas cosas —bromeé, sentándome en el césped.

    Los chicos me imitaron y permanecimos allí, conversando y aguardando.
     
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  20.  
    Amane

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    Estaba bastante segura que nadie se sorprendería al saber que me había enterado del evento del viernes por boca de Anna, antes incluso de que descubriera el cartel que habían colgado en el tablón para anunciar la presentación. La noticia me alegró un montón, la verdad, especialmente al darme cuenta de que quizás aquello era justo lo que ella necesitaba para recuperar un poco los ánimos; bailar le hacía bien, solo había que ver el brillo de sus ojos cada vez que el tema salía a relucir.

    Por supuesto, y como buena fan número uno de Annie, apenas le di tiempo a la campana de terminar de sonar para salir del aula y dirigirme hacia el patio norte; por el camino también recogí a Kashya, claro, que había aceptado acompañarme a pesar de no ser el ambiente ideal para ella. Para cuando finalmente llegamos a la zona delimitada, ya había un par de personas reunidas alrededor de un muchacho que estaba tocando la trompeta; de momento no había ni rastro de Anna, lo que me logró sacar un suspiro de alivio.

    Repasé la zona con la mirada, en busca de algún rostro conocido entre la audiencia, y la suerte pareció querer sonreírme cuando distinguí un grupito familiar sentado en una zona de césped no muy lejana. Le indiqué a Kashya el lugar y ella me acompañó, aunque se apartó un poco para ponerse a leer en cuanto tuvo la oportunidad, como cabía esperar. Yo sí que me acerqué al a los chicos, sonriendo y levantando la mano que tenía libre para saludarles a medida que acortaba la distancia.

    —Buenas tardes~ ¿Os importa si me siento con vosotros? —pregunté, bajando finalmente el brazo, pero sin perder la sonrisa.

    ¿Que por qué había dicho que solo tenía una mano libre? Bueno, eso era porque en la otra llevaba una botella de agua fresquita y una pequeña toalla. Podía pecar de exagerada, pero prefería prevenir a curar, y conociendo a Anna... sí, era mejor que estuviese preparada.
     
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