Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Con uno de los audifonos puestos estaba disponiéndome a caer en el quinto sueño, o como minímo una míserable siesta que me recomponiera las pilas que había desgastado ayer. Lo de necesitar plata en un puto día cualquiera no me era indiferente, y menos si me daban el chance de hacerla, así que no modo de quejarme. Busqué a Manson en el descanso porque la boba me había dejado una lonchera el día anterior, y para qué mentir, quería saber si los mismos tipos iban a almorzar con ella o qué putas. Sí, sí, sí, no confiaba en nadie y no sé qué, pero nada que hacerle, si le gustaba bien y sino también.

    Respiré hondo en lo que cerraba los ojos, y en cuanto tuve la sensación de descanso el ruido exterior se adentró por mi otro tímpano. Abrí los orbes y repasé la silueta de la tipeja que si la llegaban a empujar se iría de cara contra la cara de Katherin, fue en cuanto la última neurona funcional por el trasnocho hizo su función, asociándola la tarde de los quemados en clase de deporte, por lo que apenas y repasé al tipo que venía con ella. El perdedor estaba en mi clase, era en realidad de ese tipo de gente con la que prefería ni hablar, que mantenían con cara de ponqué. cerré de nuevo los párpados, pero escuchando con atención sin tensarme aún. Fue cuandoe escuché a Kathe reír con la soltura de siempre que me relajé.

    Dejá vu~ —ella ladeó ligeramente la cabeza bajando el tono de voz—. Katherin Manson, ¿tú?

    La comenzaba a sentir cómoda. ¿Cómo? Ni puta idea, pero cuando uno llevaba conviviendo tanto con alguien simplemente se sentía en el aire si el comportamiento era natural o no. De el otro par ni idea.

    —Ah, un gusto... ¿Ko? —fue casi como si esperase que le completaran el nombre, y ya luego regresó su atención a la muchacha, risueña de por sí—. Y dime, ¿has comprado algún hidratante labial ultimamente?
     
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    Gigi Blanche

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    La risa que soltó la chica me dio la impresión de que también había recordado nuestro encuentro de aquella vez y mi mirada se estrechó ligeramente, en un gesto suave. Ah, Katherin. Así se llamaba, cierto.

    —Morgan O'Connor —concedí, en un volumen similar al suyo, aunque mi voz era algo más grave de por sí—. Nice to meet you, love.

    Volví a alzar la mirada hacia Ko cuando Manson quiso saludarlo. Pobrecillo, no le había dicho nada y lo había arrastrado a esta situación que, vista desde afuera y con su perspicacia, seguramente luciría extraña. De todas formas no me preocupaba, era avispado pero también sabía fluir con naturalidad. Probablemente no quisiera conversar de pie y viendo a todos desde arriba, de modo que se acuclilló a mi lado y le sonrió a Katherin, tranquilo.

    —Ishikawa Kohaku —se presentó, con ademanes suaves—. Es un gusto, Manson-san.

    Decidí asumir confianzas. Me senté por fin en el césped, allí frente a la chica, y Kohaku me imitó algunos segundos después. La pregunta de Katherin me confirmó que había recordado la conversación pasada y el detalle me estiró un poco la sonrisa, satisfecha. Le eché un vistazo a sus labios ante la mención del hidratante, no fue realmente planeado y me sirvió para comprobar si lo llevaba puesto.

    —No. —Solté un suspiro de decepción bastante delicado—. He buscado, pero ¿sabes? Hace un tiempo una chica muy bonita me prestó del suyo y desde entonces no he encontrado ninguno que sea tan rico como ese. Es una lástima.

    Ko permanecía atento a la conversación, y debajo de su eterna calma, gracias a conocerlo, supuse que estaría poniendo las neuronas a trabajar para descifrar qué coño estaba pasando. Sólo lo noté de soslayo, mi atención permaneció sobre Katherin y deslicé la mirada a su cabello, deleitándome con la pequeña broma incluso antes de decirla.

    —Ah, ahora que lo pienso, tenía un cabello tan lindo como el tuyo.
     
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    Debía ser sincera, al inicio por estar desprevenida y tener su presencia de repente no la había asociado con nada, eso hasta que mi cabeza hizo lo suyo y recordó los diálogo como escena de teatro. Habíamos intercambiado palabras antes, y de manera cómica terminamos fluyendo en la misma dirección por segunda vez. Recibí el nombre del muchacho y ya luego él también se hizo un cupo en el césped junto con ella. La noté luego fijarse en mis labios, suponía que se debía a mi comentario y bueno, el hidratante era algo que acostumbraba a utilizar, así que de por sí estaban rosas sin craquelado por ningún lado.

    Continué en silencia, a lo que su respuesta me hizo ladear ligeramente la cabeza, jugando con mis dedos sobre el cesped al moverlos ligeramente a mis espaldas.

    —Vaya, debe cuidar su cabello bastante para tenerlo como el mío —comenté, agregando no mucho después—, sin ser pretenciosa, Morgan.

    Solté ya luego la risa, enderezándome para sujetar el bento. Suponía que ya tenía compañía, además de Hal, claro estaba. No parecía tener intenciones de irse, e imaginaba que se debía a que ya tenía hasta el almuerzo aquí por lo que sería un fastidio el irse como si lo hubiesen echado, por lo que esperaba ninguno de ellos dos tuviese intenciones de dirigirle palabra, e imaginaba que así era.

    —Si gustas, luego te paso la página en la que lo compré. El conejo negro da como el toque~

    Abrí mi almuerzo, genérico de por sí, sujetando los palillos con liviandad.

    >>¿Y cómo los ha tratado la vida escolar luego del partido de quemados?
     
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    Gigi Blanche

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    Me sentía francamente engañado, pero eso con Morgan no sonaba demasiado loco. La situación era extraña de por sí y me tomó lo suyo darme cuenta, al fin, que ya se conocían de antes. Ahora entendía por qué Manson había dicho lo del déjà vu. La realización no alcanzó mi expresión, si acaso solté el aire por la nariz y pude acomodarme en la conversación sin andar conjeturando posibilidades a velocidad. Morgan rió con suavidad prácticamente al mismo tiempo que la otra chica y yo aproveché el espacio para echarle un vistazo a Hal. Era evidente que prefería pasar de la interacción pero tampoco se lo veía tenso, así que sonaba a victoria.

    —Claro, por qué no —accedió O'Connor a la oferta de Katherin, encogiéndose apenas de hombros, y su sorpresa posterior fue impostada—. Oh, ¿un conejo negro? That's cute.

    Había empezado a abrir mi bento entre tanto, Manson preguntó por nuestra vida en general últimamente y compartí un vistazo con Morgan, en una discusión silenciosa por quién tomaría la palabra. Al final fue ella.

    —Aburrida —se quejó, soltando un suspiro genuino—, mortalmente aburrida. No recuerdo cuál fue el último fin de semana que salí de casa.

    —Eso es porque te quedas leyendo o durmiendo —le rebatí junto a una risa suave, recibiendo sus ojos—. Te he invitado a hacer cosas.

    —Tus ideas también eran aburridas —confesó sin problema, volviendo su atención a Manson—. ¿Ustedes qué tal? ¿Se están divirtiendo~?
     
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    Alcé ligeramente las cejas ante su queja de los últimos días tan aburridos que había tenido, pero vete a saber qué asociaba con aburrimiento, porque de mi parte estar tirada en casa durmiendo luego del trabajo se me hacía lo más interesante del mundo, luego correr con las facturas que debía pagar, mercar, administrar las compras por instagram, los pedidos, acordar con Hal los domicilios y hacer la publicidad... sí, definitivamente era algo agitado siendo aún una adolescente, ni modo. Me reí en lo que intercambiaban palabras con Kohaku, mirándolo a él entonces.

    —¿Y qué ideas tan aburridas le porponías a Morgan? —pregunté, retomando luego mi almuerzo, dando bocados pequeños de por sí, recordando que Hal se solía quejar de mi forma lenta de comer, recibiendo luego la pregunta que les había hecho—, depende de lo que para tí sea divertido —miré a Aleksander por unos instantes, parecía ya absorto en su mente—. Trabajo, entreno, escuela, y trabajo.

    Aligeré el tono de mi voz, casi con la intención que no sonara tan abrumador como lo era en realidad, aunque ya lo tenía en automático.

    —Ah, ¿y qué sueles leer, Morgan?
     
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    Miré a Ko, quien lució bastante divertido con la pregunta de Katherin. Supuse que iba a tomar la oportunidad para molestarme a sus anchas y lo dejé correr, considerándolo inevitable.

    —A ver... —Se acomodó mejor, pensativo, antes de comenzar a enlistar los planes fallidos—. La otra noche quedé con unos amigos en un bar de Shinjuku, también la invité a cenar a casa algunas veces, estuve usurpándole el piso a un amigo con una tele gigante y la invité a jugar videojuegos. Ah, y tampoco quisiste ir al campamento.

    Aquello último lo agregó con sus ojos en mí, claro. Le sostuve la mirada un par de segundos, como lanzándole una brujería en silencio, y él mantuvo la sonrisa de niño bueno muy campante. Suspiré, asumiendo la derrota.

    —Muy bien —resolví, buscando una ramita para clavarla en el césped entre todos—. Declaro aquí y ahora que al próximo plan donde sea invitada, iré.

    —¿Sin peros?

    —Sin peros.

    —Hmm. —La sonrisa de Ko adquirió una cuota de malicia y deslizó su mirada a Katherin, risueño—. Es una oportunidad de oro. ¿Adónde deberíamos llevarla, Manson-san?

    ¿Y ahora incluía a la pobre chica por la cara? Ni modo, ya me había rendido. La pregunta de Katherin captó mi atención en lo que comenzaba a probar mi almuerzo y una sonrisilla curvó mis labios. Me gustaba hablar de los libros que leía, quizá.

    —Me gustan los libros de fantasía oscura, como los dark academia o góticos. También me gustan las novelas con involucren mitología celta o que sean históricas en general.

    —Mencionaste el trabajo —resaltó Ko luego de tragar, algo jocoso—. Y dos veces, a falta de una. ¿A qué te dedicas?
     
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    Me causó algo de gracia el hecho de que la lista de actividades que le invitó a hacer en su momento sonaban por demás variadas, entretenidas, por lo que suponía que ella simplemente no le apetecía el salir como tal. Noté la mirada que le lanzó ella a Kohaku y fingí demencia al comer de lo más serena, escuchando la defensa de ella que venía siendo más una redención a la próximada demanda. Sin embargo el chico me incluyó de lleno y casi tosí, por ahogarme la gracia que me causó. Me lo pensé un poco entonces.

    —En quince días hay un evento de música en vivo en el centro de la ciudad —había pensado ir con Hal, bueno, él ya me había dicho que sí por lo que lo sugerí sin más—. Creo que es un viernes, aunque no sé que tanto les guste el rock y eso.

    Aunque en realidad era algo alternativa, probablemente por el ámbito en el que me movía desde niña. Ya luego mencionó el género literario que predominaba sus gustos. Yo por otro lado no era mucho de lectura, apenas y cruzaba la vista con un par de revistas o lo que dejaban de tarea en clase.

    —¿Alguno que recomiendes? —me causó algo de curiosidad, en lo que recibía la pregunta de Ko, suspirando—. Ah sí. Soy mesera en un bar y también tengo una página en lidea con Aleksander, vendemos ropa de estilo urbano. ¿Les apetece ver? ¿Antojarse? Hacemos domicilios~

    Extendí mi móvil luego de buscar la página de instagram.
     
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    ¿Un evento de música? No parecía un mal plan. En líneas generales siempre me amoldaba con facilidad adonde fuera que me arrastraran, la quisquillosa aquí era Morgan y básicamente había hecho un pacto de sangre con una ramita, así que no debería haber problemas. Sonreí tranquilo, con la atención puesta en Manson.

    —A mí me parece bien, y ya sabemos que Morgan no puede opinar. —Le eché un vistazo de soslayo antes de seguir hablando—. ¿Recuerdas dónde es? ¿O cómo se llama?

    Había empezado a comer como si no estuviésemos ahí decidiendo su destino y la tontería me hizo gracia. Morgan era bastante impredecible, la verdad. Mientras ella respondía respecto a sus géneros literarios favoritos fui yo quien abrió su bento y disfrutó el almuerzo.

    —Hmm... —Morgan miró a Katherin durante un par de segundos, como si pretendiera definir qué clase de libro podría gustarle, y su voz se deslizó por el espacio con una suavidad particular—. Para algo clásico, te diría El retrato de Dorian Gray. Es ominoso, oscuro y transcurre en la época victoriana. Trata de un hombre que, obsesionado con su juventud y belleza, decide hacer un pacto con el diablo. Habla de vanidad, locura y hedonismo. Y para algo más moderno... The Atlas Six. Sigue a seis de los más poderosos magos en su iniciación en la Sociedad Alejandrina, una sociedad secreta encargada de salvaguardar el conocimiento perdido de civilizaciones antiguas.

    La había escuchado con atención. Morgan era una persona desapegada y algo volátil, pero si había algo que realmente disfrutaba en el mundo era la ficción. Oírla hablar de libros que conocía y le habían gustado siempre me había parecido muy genuino.

    Katherin había extendido su móvil hacia nosotros al mencionarnos que tenía una página de ropa urbana junto a su amigo, Hal. Acepté el aparato, Morgan se acercó a mí para husmear también y fui scrolleando por el perfil. Era más mi estilo que el de O'Connor. Ella regresó a su posición poco después y, mientras yo aún husmeaba las fotos, soltó una pregunta de la nada.

    —¿Por qué cosa harían un pacto con el diablo?
     
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    Era cómico el hecho de que Morgan a la final hubiese aceptado sin aceptar, por comprometerse a no negarse al siguiente plan del chico, -en el cual estaba involucrada de un momento a otro al igual que Aleksander- Me pensé un poco el sitio, lo habi visto en un anuncio publicitario y me pareció entretenido... su nombre era.

    —Summer Sonic —paladeé al recordarlo con claridad—, estarán presentándose en Shiba y Osaka, son dos presentaciones dependiendo el día, pero como planeamos que sea el viernes que tengo el día libre —aun no me ubicaba muy bien en las direcciones de Japón, por lo que tan solo hice referencia al lugar con lo que recordaba—. Según el panfleto, la presentación del viernes es en Minato, Shiba. ¿ustedes viven cerca de ahí?

    Ya después sentí la atención de ella encima, por lo que esperé expectante por su recomendación. Era probable que descargará alguno de los dos que mencionados y lo leyera de manera digital en los tiempos libres de receso. Cómo me había mencionado al par de ayer, mi círculo social no era particularmente grande.

    —Es probable que inicie con el retrato de Dorian Gray, en tal caso te estaré comentando qué tal —entre tanto terminé de comer al sentirme llena pese a dejar algo en el bento. Lo tapé entonces y limpié mi falda con las palmas por cualquier rastro de comida fuera de lugar.

    Noté que a O'Connor no le llamaba mucho la atención el estilo de ropa pero a Kohaku sí, por lo que me di por bien servida de igual forma. Parpadeé con algo de incredulidad ante la pregunta random de ella, y ya luego me puse a pensar.

    Nunca me había preguntado algo así.

    —Mmm —bajé el tono de voz, con la vista hacia Morgan—. Podría ser para sanar una enfermedad sin cura. ¿Y ustedes?
     
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    El prospecto de un festival de rock no me molestaba, honestamente, aunque mis decisiones solían ser un poco al aire y producto de impulsos momentáneos. Ko lo sabía mejor que nadie. Suponía que comprometerme a asistir era... ¿algo bueno? desde el punto de vista social, al menos. Ahora mismo no me importaba mucho, de todos modos, y lo quisiera o no... quizá sí me había estado portando un poquito mal con Ko.

    Ko alzó las cejas al oír el nombre del festival, se notaba que lo tenía ubicado. Como tal, lo miré y esperé que él respondiera. Vivíamos cerca el uno del otro, al fin y al cabo.

    —Ah, sí. Morgan y yo estamos en Chiyoda, así que es cerca. El barrio de al lado.

    —¿Ustedes dónde viven? —inquirí hacia Katherin, conecté neuronas y volví a mirar a Ko—. Minato es el barrio de las discos y tal, ¿no?

    —Sí, en Roppongi. Es más o menos diversión asegurada, al menos desde un punto de vista estándar.

    Roppongi. Mantuve mi mirada en él un par de segundos. Decía aquello tan ligero, tan tranquilo, como si no fuera el condenado distrito donde lo habían molido a golpes y dejado tirado en una acera. Algo muy parecido a las náuseas se me revolvía en el estómago sólo de recordar su estado en el hospital y él ahí estaba, como si nada. Bueno, qué otra cosa iba a hacer, ¿no? En especial frente a personas nuevas.

    Mi sonrisa se estiró con cierta sedosidad al Katherin decir que probablemente leyera uno de los libros que le recomendé. Me pareció un detalle tierno de su parte, uno que me satisfizo también.

    —Si quieres puedes retirarlo de la biblioteca —sugerí—. Estoy en el club de lectura, así que podría ayudarte con cualquier cosa que necesites.

    Sentí la mirada de Ko encima y podría jurar que se estaba tragando la diversión. Qué servicial andaba, ¿no? Para no creerlo.

    Mi pregunta existencialista se había enlazado justamente a la premisa de Dorian Gray y la solté sin pensarlo demasiado. Kohaku se había mantenido más bien entretenido mirando la ropa, por lo que Katherin me respondió y le sostuve la mirada, tranquila. Sanar una enfermedad sin cura. Era un propósito noble.

    —No estoy segura de que haya algo que valga el precio de mi alma —sopesé, ligeramente divertida, y giré la cabeza a Kohaku—. ¿Tú lo harías?

    El muchacho asintió y alzó la mirada del móvil, mas no dijo nada. Sólo había una opción para él, ¿verdad? Y no dudaba que fuera capaz de vender su alma con tal de hacerlo.

    —Los empezaré a seguir luego —mencionó, regresándole el aparato a Katherin—. Me gusta la ropa que tienen, en casa la veré con más calma. ¿Alguna otra pregunta extraña que quieras hacer?

    Aquello último lo dirigió a mí. Solté una risa nasal, divertida, y me encogí de hombros. Bueno, si me daba pista...

    —¿Creen en algo más allá de lo mundano? Sean dioses, sea magia, fantasmas, lo que sea.
     
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    Había logrado aislarme medio-medio, entre el mix de Eminem y Link Park me hacía la ida de cabeza para apagar el cerebro un rato, y debía ser sincero, era porque justo Manson estaba cerca, de lo contrario me habría encerrado en cualquier lado de ese asqueroso edificio para fundirme en mil sueños, sin embargo entre partes escuchaba una que otra cosa de la conversación, qué no sé que de pacto, por allá un festival y por otra parte alcancé a oír medio fragmentado libros de ocultismo o una mierda así, como fuese, no le presté atención a detalle, es más, abrí los párpados con cierta pesadez al sentir que el estómago estaba próximo a gruñir de hambre.

    Dí un pasón breve sobre el grupo que estaba cerca a mí, en círculo con Kathe aún así. Regresé la mirada hacia el bento que tenía a mi lado y lo sujeté por fin, bostezando entre lo que me dignaba a abrirlo. Nada especial más que lo que vendían en la cafetería.

    —Es una buena pregunta, porque no recuerdo el nombre del barrio —la escuché decir en lo que revolvía las verduras con el arroz.

    El par de idiotas estaban hablando de un distrito que mencionaban bastante la clientela del bar donde laboraba, qué no sé qué de fiestas. No lo había visitado hasta el momento, por lo qué no sabía que tan cierto era aquello, tan solo tenía en mente algo de un concierto que me había comprometido con la boba de Kathe a ir, a eso de la próxima semana, ni puta idea tenía que había incluido a estos dos en los planes. Llevé entonces mi primera cucharada a la boca.

    —No sabía que lo tenían en esta biblioteca, estaba pensando leerlo digital —la vi jugar un momento con las puntas de su propio cabello por el rabillo del ojo—. ¿Tú prefieres leer en fisíco?

    El tipo le regresó el móvil, y suponía que andaba haciendo propaganda a la ropa pues por qué ella era la que conseguía la clientela, ni modo, no era el más social de esta mierda de escuela. En lo que tragaba Katherin contestaba una pregunta de lo más extraña que hacía la otra niñita.

    —Mm, a ver... no me considero religiosa, pero si supongo que las personas tenemos cierto tipo de energías, es como un aire característico de cada quién. ¿Me hago entender? —hizo una pausa—, ¿y ustedes?
     
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    Tanto Kohaku como yo seguimos brevemente los movimientos del amigo de Katherin, más por el hecho de que creíamos que estaba dormido. No nos llevó el apunte de ninguna forma, en cualquier caso, y seguimos a lo nuestro. Regresé los ojos a la chica y mi sonrisa se ensanchó ligeramente. ¿Qué clase de biblioteca no tendría un clásico semejante? En especial la de una escuela de niños ricos.

    —La biblioteca de aquí está realmente completa —informé por si la data servía de algo, y luego asentí con suavidad—. Tengo una kindle pero siempre que puedo prefiero comprarlos en físico.

    —Morgan tiene un arsenal de libros en su habitación —comentó Kohaku, risueño—. Creo que si se te caen encima mueres aplastado.

    —Avísame si lo lees. —Lo dije con la sedosidad usual, pero algo en el aire lo desproveyó de su relativa liviandad; como si fuera... casi una demanda—. Me gustaría oír tu opinión.

    Katherin dijo que creía en las energías y volví a asentir al pretender corroborar que le hubiéramos entendido. En sí no veía que ninguno de los tres, ni siquiera Kohaku, fuéramos personas religiosas. La familia del chico regenteaba un santuario, e incluso así honraban más la cultura nacional que otra cosa. El sincretismo religioso de Japón, en cualquier caso, era tan amplio y complejo que calificaba más bien en un compendio de ideas. Una filosofía de vida.

    —Eso de la energía, es algo que poseen las personas e incluso las sobrevive, ¿no? —aportó Ko—. Al menos yo lo veo así. Por eso encontramos o sentimos a las personas incluso donde no están.

    Taibhse —pronuncié en gaélico, asintiendo ligeramente—. De donde provengo no hay una creencia concreta en los fantasmas, pero sí muchas criaturas que se le parecen. ¿Creo que puedo salir mañana y toparme con una sidhe debajo de un árbol? Diría que no, pero ¿me internaría en un bosque con la excusa de buscarlas?

    Mi sonrisa dio la respuesta.

    —La religión surge de la necesidad de respuestas —resolvió Kohaku—. Y sus ritos, de necesidades humanas en sí mismas. Tú sólo usas la cultura celta de excusa para encender velas y cantar en medio de la nada misma.

    Aquel reclamo fue hacia mí, claramente, ante lo cual solté una risa breve.

    —Para responder de forma más concreta a tu pregunta —retomé, mirando a Katherin—. Creo en varias cosas, sí. Me gusta creer en ellas, incluso si no existen. Además, algo no tiene que ser real para ser verdadero. La vida sin un poco de magia sería extremadamente aburrida, ¿no creen?
     
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    —Se está bien aquí.

    —Mhm.

    Deslicé la mirada a Morgan, a mi lado. Ambos estábamos recostados en el tronco del cerezo, ella con los ojos cerrados y prácticamente derretida al abrigo de la sombra. Verla me dibujó una pequeña sonrisa en los labios mientras mis dedos aún rasgaban las cuerdas de la guitarra con acordes súbitos, espontáneos. Iban fluyendo conforme las melodías aparecían y se desvanecían de mi mente, sin concederles un mínimo de atención consciente. El proceso podía durar diez segundos o diez minutos, hasta que echaba raíces en una nota particular, una que evocara una canción específica, y ahí comenzaba.

    Eran días tranquilos, ordinarios, y me sentía agradecido por ello. Me alegraba poder sentarme aquí, junto a Chiasa, y pensar que la dulzura de la guitarra era capaz de alcanzarla donde fuera que estuviera. Fluí entre mis pensamientos, entre los recuerdos y ciertos anhelos, hasta que los acordes se transformaron lentamente. Una melodía hizo eco al fondo de mi memoria, junto a ella ciertas palabras, y sonreí. Morgan se removió a mi lado y despegó la espalda del tronco, invocada por la canción. Compartimos una mirada.

    Are you going to Scarborough Fair? Parsley, sage, rosemary, and thyme —cantó ella, con calma y su voz ligeramente grave.

    Era una historia sobre un amor no correspondido. El perejil era un símbolo de muerte y renacimiento, utilizado a menudo por los romanos para decorar sus tumbas; la salvia poseía propiedades curativas y se la asociaba a la inmortalidad y la sabiduría; el romero era la hierba del recuerdo, como Ophelia prometía en Hamlet; el tomillo daba valor a los guerreros.

    Remember me to one who lives there, he once was a true love of mine —completó la estrofa, deslizando cada pequeña sílaba con firmeza y parsimonia. Cerró los ojos, aguardando, mientras mi guitarra llenaba el silencio en solitario—. Tell him to make me a cambric shirt. Parsley, sage, rosemary, and thyme. Without no seams nor needle work. Then he'll be a true love of mine.

    Era una balada del folklore inglés que databa de mediados del siglo XVII. El cantante le pedía a su eterno amante una serie de tareas prácticamente imposibles que debía cumplir para poder regresar junto a él. La letra permitía ser adaptada al género que correspondiera, lo cual generaba dos historias paralelas y, al mismo tiempo, complementarias.

    Tell him to find me an acre of land. Parsley, sage, rosemary and thyme. Between the salt water and the sea strands. Then he'll be a true love of mine.

    Una camisa de lino sin costuras ni labores de aguja, un acre de tierra sin una sola hoja sobre el césped. Aparentemente, la balada se popularizó durante el siglo XIX. Había una feria muy popular en Scarborough que duraba un mes y medio, donde comerciantes de todo el norte de Europa se reunían para intercambiar productos y participar de las celebraciones. Allí adoptó el nombre con el que se la conoce hoy día y, también, incorporó el rezo de las cuatro hierbas.

    Tell him to reap it with a sickle of leather. Parsley, sage, rosemary, and thyme. And gather it all in a bunch of heather. Then he'll be a true love of mine.

    El mundo entero se redujo al pequeño círculo que habitábamos: Morgan, yo, y el cerezo. Conforme las solicitudes fueron transcurriendo, mis dedos rasgaron las cuerdas con mayor lentitud, mayor profundidad, anunciando el final de la balada. Sobre las últimas notas, con una quietud pasmosa, Morgan separó los labios y entonó la última estrofa.

    Are you going to Scarborough Fair? Parsley, sage, rosemary, and thyme. Remember me to one who lives there, he once was a true love of mine.

    Pude oírla desde la sala de su apartamento, cuando Hanabi se despertaba por las pesadillas y ella le cantaba al abrigo de la oscuridad. La puerta entreabierta conectaba aquellos mundos ilusorios que se creaban y danzaban, evocando tiempos lejanos de princesas, caballeros, mercantes y criaturas mágicas. Morgan abrió los ojos, entonces, la vibración de la última cuerda se alzó hasta las flores rosadas y sonreímos en silencio. Eran estos momentos los que me recordaban por qué éramos amigos, dónde habíamos echado raíces.

    Su voz era un refugio para Hanabi, y mi guitarra, un obsequio para Chiasa.


    relleno bonito uwu7 Ahí quedan los mushashos
     
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    Zireael

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    Después de la contundencia del golpe de Sonnen sobre mi escritorio lo observé caminar hacia la puerta, pero solo cuando estuvo un par de metros más allá de mi posición me levanté y salí prácticamente detrás de él en dirección opuesta. Todavía tenía el cuerpo cruzado por las hebras que había usado la noche anterior para convertirme en mi propia marioneta, me sentía molesto, pesado y desconectado. Era y no era yo.

    Bajé en el ascensor, me desvié a la cafetería para comprarme un sándwich porque no tenía demasiado apetito y también me hice con una caja de jugo de naranja de la expendedora. Nada demasiado loco, apenas para sobrevivir las horas de clase que me quedaban por delante.

    Mi intención desde que dejé el salón había sido ir al patio norte, el clima era agradable y creí que algo de iluminación me vendría bien para volver a manipular las hilachas, regresando mi propio carácter a sus rieles originales. En el bullicio general, apenas estuve por dejar el resguardo del edificio, se colaron las notas de la guitarra y me estaquearon en mi posición unos segundos. Podían llamarme obsesionado, pero asumí que era la guitarra de Ko porque no podía ser de otra manera y me quedé escuchando.

    Solo unos segundos después reanudé la marcha, despacio, muy despacio y la voz que se encargó de viajar junto al sonido del instrumento, la letra de la canción más bien, me recordó a mamá. Sonaba como algo que ella cantaría, si no lo había hecho ya, y acabé navegando el espacio un poco a la deriva. Algo se me sacudió en el pecho al prestar atención a la letra y acabé pillando el estribillo, lo repetí mentalmente y cuando las palabras se suspendieron, alejándose hasta desaparecer, regresé al mundo.

    Las hebras habían reajustado sus posiciones, algo de la incomodidad dentro de mí se deshizo y suspiré como si con ello exorcizara una suerte de demonio, puede que fuese mentira, pero ahora podía regresar a mi centro y solo ser yo, sin importar lo que eso significara. Mis problemas serían un asunto del Cayden del futuro, como siempre.

    Ya de paso el episodio de disociación me había dejado relativamente cerca del cerezo, así que antes de hacer nada más escarbé en el bolsillo hasta que encontré cuatro monedas de cien yenes. Supuse que servían al propósito, así que sujeté el jugo con esa misma mano y me acerqué al dúo de artistas, que era Ko y su amiga, Morgan. Dejé con cuidado el jugo de naranja en el césped, sobre la cajita coloqué las cuatro monedas apiladas y mientras lo hacía repetí parte de la estrofa final que había cantado la muchacha. La voz me salió bastante suave, sosegada.

    Remember me to one who lives there, he once was a true love of mine. —Al enderezar la espalda le dediqué una sonrisa a ambos, aunque lo que dije después sonó más a pensamiento en voz alta—. Suena como una balada europea. Todas tienen cierto sabor a angustia, pero se oyen familiares, casi como las canciones de cuna.

    Hundí la mano libre en el bolsillo, tranquilo, y después hice un remedo de reverencia. No fue tan formal como las japonesas que tenía arraigadas en el cuerpo, solo fue una especie de saludo, quizás de agradecimiento también.

    —Mis respetos a los artistas.


    desde que puse que Cay se salía del salón pensaba mandarlo al patio con un relleno salvaje así que voy a fluir con la witchcraft (? dont mind me

    tengo un recuerdo muy muy difuso de que Cay había aceptado volver a casa con Ko y Morgan en algún momento, en plan como que Ko le habló de ella y le dijo que podían volver juntos los tres, pero no ubico si fue una oferta o algo que pasó. La cosa es que busqué como cuarenta minutos y no encontré dónde pudo haber sucedido, así que si me lo soñé pues aviso que fue mi demencia aksbdhe
     
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    Gigi Blanche

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    No me había importado en absoluto montarnos el pequeño show en medio del patio, estaba acostumbrada a cantar con Ko y la gente alrededor me daba igual. El clima era agradable, debajo del cerezo en especial, y me había relajado tanto con la brisa que los primeros acordes se asemejaron a una caricia transparente. Sentí el impulso de cantar, lo hice como tantas veces había ayudado a Hanabi a dormir, y existimos en aquel pequeño instante hasta que la melodía se esfumó.

    Compartimos una mirada, entonces, una sonrisa también, y nuestra atención viró en simultáneo hacia la silueta que apareció frente a nosotros. Detallé el zumo, su mano depositando la pila de yenes y subí a su cabello de fuego, reconociéndolo. Repitió la última línea de la canción y volví a relajar la espalda en el tronco, deslizando la mirada a Kohaku. Él seguía viendo a Cayden y le sonrió apenas encontró sus ojos.

    —Amor, vida y muerte —enumeré, hilando ideas sobre la suya—. Siempre habrá familiaridad y nostalgia en esa angustia, en tanto sigamos escribiendo canciones al respecto.

    —Una vez vi en un documental de no sé qué que la muerte era el único elemento recurrente en todas las culturas alguna vez estudiadas y conocidas —comentó Ko, estirando el brazo para palmear el césped frente a él, invitando a Cayden a sentarse—. Y es cierto, si te pones a pensarlo.

    —No hay nada más humano que la inevitabilidad de la muerte. —Miré al pelirrojo con una sonrisa tranquila, sin inmutarme por haberlo incluido en tremenda tesitura de la nada—. ¿Cómo estás, Cayden? Tanto tiempo.


    —¿Conocías la canción, Cay Cay? —le preguntó, por su parte, Ko. Lo miré de soslayo, pues sentí que se le había colado una pequeña chispa de emoción en la voz.

    ahora que lo dices creo que eso pasó, sí JAJAJA así que vamos a tomarlo y no cuestionarnos nada lets goooo
     
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    Zireael

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    Ni a ellos les importaba haberse montado el show ni a mí me había importado husmear, en parte porque era inevitable y por lo que les había dicho al llegar. En la canción, su tono y melodía había algo lo suficientemente familiar como para atraerme. Además, escuchar a Ko tocando la guitarra ya era tranquilizador en sí mismo, que ella cantara solo le había dado un plus a la cuestión general. Igual tuve la decencia o la vergüenza suficiente para no acercarme hasta que terminaran.

    Apenas encontré la mirada de Ko noté su sonrisa y la reflejé sin una gota de pensamiento en la cabeza, solo regresé la mirada a la chica cuando la escuché hilar ideas sobre la mía. Él le siguió con lo del documental mientras y estiró el brazo para invitarme a sentarme, cosa que hice con movimientos bastante lentos.

    —Tiene su lado de rito y de filtro —retomé aunque la conversación era medio densa—. Al reconocer esa clase de angustias y darles otra forma pueden procesarse de diferente manera, creo. Supongo que por eso coincide en las culturas del mundo de las que tenemos conocimiento.

    Antes de contestar a las preguntas que me habían hecho ambos me dediqué a desenvolver el sándwich, mientras lo hacía miré a Morgan y le sonreí con calma, asintiendo con la cabeza.

    —Estoy bien, el clima ayuda al ánimo. ¿Tú qué tal? —En la pregunta de Ko me resonó una chispa de emoción, nada muy exagerado, y se me estiró un poco la sonrisa pero negué suavemente con la cabeza—. Sonó familiar, como algo que cantarían en mi casa, eso es todo.

    No creía que les importaría demasiado que hubiese aparecido aquí, la verdad fuese dicha, pero de repente me alcanzó cierta noción de, ¿de qué? Ni idea, preocupaciones que tenía uno al pensar demasiado ciertas cosas y pasé la mirada de Ko a Morgan y de Morgan a Ko.

    —Perdón si interrumpí el momento, estaba muy bonito —apañé con algo de prisa y alcé la vista al cerezo un segundo—. ¿Sueles cantar con Ko, Morgan? Da esa sensación, la de familiaridad.
     
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    Gigi Blanche

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    Ya estaba tan habituado a los trenes de pensamiento atípicos de Morgan que no me cuestioné ni un segundo andar hablando tan panchos sobre la muerte de repente. La verdad, para lo que era capaz de soltar aquello había sido suave. Cómo olvidar la vez que la pillé contándole historias espeluznantes de la mitología celta a mis hermanitos, los pobres enanos casi no pegaron ojo por la noche. Lo más gracioso era que no lo había hecho adrede, sólo se emocionó relatando del libro que estaba leyendo y ahí fue.

    Cay respondió a la cuestión y Morgan asintió lentamente, como procesando y aceptando la idea.

    —Por irónico que suene, la sanación de los traumas está en la repetición —dijo y me miró, frunciendo un poco el ceño—. ¿De dónde era eso?

    —Si no sabes tú... —Me encogí de hombros, riéndome—. Yo no soy el inteligente del dúo.

    Arrugó la nariz, ligeramente molesta con su propio lapsus, y volví la atención a Cayden con una sonrisa. Justo acababa de desenvolver su sándwich y recordé mi propio almuerzo, sólo que... Miré alrededor y lo encontré a mi izquierda. Me quité la guitarra de encima y la recosté sobre el césped con cuidado, a lo que Morgan le contestaba a Cay. Ya me sabía la respuesta de memoria e hice la mímica con los labios un poco escondido con el pretexto de agarrar mi comida.

    —Todo bien, sólo un poco abu-

    Pensé que estaba a salvo, pero me descubrió con su sexto sentido y, al recuperar la posición, me recibió con un golpecito en el centro de la frente. Me quejé en voz baja, ella se sonrió, satisfecha, y regresó a Cayden.

    Kids these days. Como decía, todo bien, sí. ¿Te gusta el verano?

    Al final resultó que no conocía la canción, pero al mencionar que le recordaba a su casa conecté los puntos y lo asocié con su ascendencia irlandesa. No era yo ningún experto en historia europea, a duras penas me sabía la nacional y por insistencia de la abuela, así que mis conocimientos limitados creyeron hacer una conexión fructífera entre la balada inglesa y la familia de Cayden. Morgan atendió a su disculpa y meneó suavemente la cabeza, estirando el cuello para husmear mi almuerzo. Yo le mostré el bento medio en automático, con la atención puesta en Cay.

    —Sí —respondió ella, y supe que su sonrisa fue porque descubrió el pollo frito de la abuela—. Nos conocimos así, de hecho.

    Como supuse que se distraería con la comida (y así fue), decidí completar la idea.

    —Íbamos a la misma escuela en Chiyoda, a la misma clase incluso, pero nunca habíamos hablado. Una tarde estaba tocando la guitarra al costado del santuario y ella y Hanabi aparecieron. Hanabi es su hermana menor —aclaré, Morgan se limitó a asentir para confirmar la información y me robó, en efecto, un cubito de pollo frito—. Me preguntó qué estaba tocando y conversamos un poco hasta que derivamos en una canción común. —La miré—. Fue gracioso, me hablaste como si ni siquiera fuéramos a la misma escuela.

    Ella se encogió de hombros y yo seguí hablando.

    —Entonces yo toqué y ella cantó. De alguna forma, Hanabi topó con mis hermanos y se pusieron a jugar juntos. Lo siguiente que supe fue que estábamos cenando en casa.

    Instant match —murmuró Morgan, chasqueando los dedos, y miró a Cayden con su serenidad característica; esa que podía parecer hasta burlona si no la conocías lo suficiente—. Somos amigos desde entonces.
     
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    Quizás tuviese que ver con que mis propias ideas a veces eran un poco abstractas, pero que la chica se tirara de cabeza a hablar sobre la muerte y tal no me sorprendió ni me alteró. Le respondí con naturalidad, porque al final era una cosa normal, y la conversación siguió como si nada. Kohaku debía estar habituado a ella y yo estaba habituado a Ko, así que las reacciones iban un poco en círculo.

    Que la sanación del trauma estaba en la repetición, ¿no venía eso como del psicoanálisis o una cosa de esas? Hombre, no tenía ni puta idea, igual me estaba arrastrando la idea del acting-out a un contexto que nada que ver y solapando ciertas nociones. Morgan se cuestionó de dónde era eso, Ko soltó que no era el inteligente del dúo y a mí se me escapó una risa detrás de la suya. Algo de razón llevaba, pero yo tampoco era muy listo así que mejor me reservaba el comentario.

    Al parecer la respuesta de la muchacha era la misma con cierta frecuencia, porque Ko pretendió hacer la mímica aprovechando la distracción en su almuerzo, pero ella se dio cuenta de todas formas y le dejó ir un golpecito en la frente. Me sonreí, entretenido con la dinámica, y cuando ella habló negué suavemente con la cabeza, de lo más indignado.

    There's no respect anymore, I know. Y sí, me gusta el verano, el solecito es agradable... Mortal también, pero podemos ignorar eso un rato.

    En lo que me resolvían los dilemas morales por la interrupción y demás le di la primera mordida al sándwich, concentrado en las respuestas. Morgan dijo que así se habían conocido, Ko se anticipó a la distracción y decidió relevarla en la conversación, contando cómo se habían conocido. La imagen mental en sí me resultó, ¿reconfortante quizás? No estaba muy seguro, pero escuchar la anécdota me sacó una sonrisa. Imaginé a la hermanita de Morgan terriblemente parecida a ella por alguna razón.

    —Muy Kohaku de tu parte, si me preguntas, intercambiar unas palabras y terminar en tu casa —acoté junto a una risa liviana—. Suena como una manera muy agradable de conocer a alguien, la verdad. Un instant match perfectamente comprensible.
     
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    —Ugh, un team verano —masculló Morgan con cierto hastío, dejándose caer de regreso al tronco, y me miró—. ¿Qué haces juntándote con gente que es team verano, Ko? ¿No sabes que ellos tienen la culpa del calentamiento global? ¿De las armas nucleares? ¿De los aliens? A todo esto, ¿tú qué eres?

    —Hmm... —Observé el cielo, los árboles y los pajaritos, como si fuera a encontrar la respuesta en la naturaleza. Era contradictorio, pero lo sentí en el corazón—. Team primavera, supongo.

    Había hecho las paces con las estaciones, con mi eterna primavera, y ahora estaba bien con ello. Morgan suspiró, decepcionada, y decidió ahogar sus penas en mi almuerzo. No sabía si el sentimiento venía de haber elegido una de las estaciones tibias o la más similar al verano, y en definitiva tampoco le pregunté. Siendo honestos, era muy probable que todo este drama fuese en broma.

    Tras contarle a Cayden la anécdota de cómo nos habíamos conocido, el chico alegó que era algo muy propio de mí y yo pestañeé, inocente, mientras Morgan soltaba una risa breve.

    —¿Están queriendo decirme que invito a cualquiera a mi casa? —me defendí.

    —Dejaré que quien lanzó la piedra responda tu duda —se adelantó Morgan, pillando las monedas que Cayden había apilado sobre su zumito—. Yo ahora vengo~

    Nos faltaban bebidas, ahora que lo pensaba, pero ese no era motivo para llevarse... Ah, ya qué.

    —Lo siento —me disculpé con Cay junto a una risa levemente avergonzada—. Luego te doy el dinero.
     
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    Zireael

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    La reacción de Morgan me cayó en gracia, bastó para aflojarme una risa y me encogí de hombros declarándome culpable de ser team verano, no del calentamiento global. En mi defensa solo quería sol, no una heat wave capaz de matarnos a todos, eso y que los cambios de estación me caían como el culo una buena parte del tiempo, pero la mala racha de turno se había camuflado con la visita al viejo. Por ahora estaba a salvo de cualquier colapso estacional.

    El caso fue que ella le regresó la pregunta a Ko, la respuesta que soltó hizo que la sonrisa se me tiñera de algo parecido a la ternura y disimulé el gesto dándole otro mordisco al pan. La decepción en el suspiro de Morgan fue digna de mención, me parecía que todo el drama era solo por hacer el tonto y estaba bien con eso.

    Había seguido comiendo cuando el niño pretendió defenderse de mi acusación, porque la chica me regresó la pelota incluso antes de que la alcanzara a ella y se levantó llevándose las monedas. La seguí con la vista, como esperando que fuese joda lo de dejarme respondiendo la duda, y al final suspiré dejándome el sándwich en el regazo.

    Oh Lord, she left me for real. Bueno, quizás sí, quizás no —apañé al intento de defensa de Ko al final y se me aflojó una risilla cuando dijo lo de las monedas—. ¿Vas a regresarme los cuatrocientos yenes que yo, con esta alma tan generosa que poseo, le di al arte de este país? No sé si buscas ofenderme o romperme el corazón, cloudy baby.

    Chasqueé la lengua de lo más ofendido, negando con la cabeza, pero al final volví a reír y lo miré como lo miraba siempre, con cariño. No había mucho remedio en eso.

    —Escucharte tocar fue lindo. Imaginé que eras tú apenas me llegó a los oídos —admití sin una pizca de vergüenza en el cuerpo, tenía la sonrisa bien pegada en la cara—. ¿Cómo estás?

    Era una pregunta entre ambigua, protocolaria y necesaria, ni siquiera supe por qué no la hice mientras estaba Morgan, pero no importaba mucho. Podía responderme como más le conviniera, conmigo no tenía que complicarse mucho con nada si era sincero.
     
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