Exterior Patio norte

Si ella percibió algo extraño en mis modos era muy su problema, la verdad, yo estaba cumpliendo con la cuota de decencia que exigía la sociedad (y Rowan) así que daba igual. Noté que se distrajo con otro chico que pasó, así que yo seguí comiendo y pasé de la existencia el rubito de la misma manera que él pasó de la nuestra. Si algo había aprendido de Rowan, por absurdo que sonara, era la tontería de la reciprocidad.

Quien no hacía el esfuerzo mínimo tampoco lo merecía.

El pelirrojo le sonrió a Manson cuando dijo lo de que podíamos ser cuatro, pero tampoco alzó a ver al chico al notar que el otro prefería parecer caballo con anteojeras que reparar en nuestra presencia. Independientemente, ambos escuchamos la conversación aunque no tenía nada de interesante, si debíamos ser honestos.

Solo cuando giró el cuerpo sentí su mirada encima, Ikari sí recibió sus ojos a pesar del ceño fruncido y cuando el rubito se alejó se permitió una risa. No supe qué tinte tuvo el gesto, fue una cosa entre resignación y burla, pero no logré darle forma así que lo dejé correr y tampoco atendí al comentario de Manson. Prefería ahorrarme el discurso de "Si me mira con cara de culo, pues lo miro igual", así que Rowan retomó el liderazgo de la conversación.

—Todos conocemos a un arisco, si me ofendiera por cada persona que me mira con el ceño fruncido sería una pérdida de tiempo —completó sin alterarse y pescó un par de verduras con los palillos—. Y en general los que andan con cara de moco ya saben la reacción que provocan, pero les da lo mismo. Si te tolera y te escucha es fácil asumir que le importas los suficiente por el motivo que sea, ¿no?

Hablaba por experiencia, el imbécil.

 

El mundo estaba lleno de gente que por un motivo u otro prefería andar con cara de desayunar limones, era su configuración por defecto, las razones escapaban el alcance de una mirada superficial y no era cualquiera el que podía zambullirse de cabeza en el fango para encontrarlas. Comprender lo que había detrás de los amargados, los introvertidos y los bullies, aunque eran todos diferentes entre sí, eran misiones que se nos encargaban a individuos particulares de forma directa o indirecta.

Lo que había sacado del fango que cubría a Tora no era agradable.

Sin embargo, me ayudaba a controlarlo al convertirme en su cómplice.​

La chica me dio la razón con mi comentario, era una tontería pero me estiró la sonrisa y cuando le lanzó la pelota a Tora el otro no contestó hasta haber terminado de masticar. En un principio ni siquiera reaccionó, pero pasados unos segundos se permitió una risa floja, casi sin gracia en realidad.

—Usar a Ro de punto de comparación es un poco injusto, más de la mitad debemos quedar como unos amargados —reflexionó bastante tranquilo y a mí se me escapó una risa nasal—. Indiferente sería más acertado que arisco, creo.

—¿Crees que regrese? —pregunté hacia la chica—. Tu amigo, quiero decir.

 

La indiferencia de Tora era lo que había quedado luego de canalizar su agresividad, una suerte de producto residual que existía incluso en sus conversaciones sostenidas, los comentarios sueltos y las sonrisas cordiales. No se podía esperar más de él, eso ya lo sabía, así que simplemente lo dejaba estar en tanto continuara siendo un individuo funcional de la sociedad, más o menos.

A ver, no se lo diría a Katherin directamente pero prefería al indiferente que al cara de culo, en cierta medida era menos desgastante, pero también entendía que en líneas generales uno no se mantenía cerca de las personas por esas cuestiones que sonaban más... ¿Superficiales? ¿Externas? No sabía cómo definirlo, pero en mi cabeza tenía sentido.

En fin, que haciéndole honor a su argumento Sakai no reaccionó a la manera en que ella lo llamó y solo se mantuvo escuchando el resto. A mí no me sorprendió que dijera que el otro seguro había buscado dónde encerrarse, como un gato cimarrón que busca donde meterse para que nadie lo vea o lo toque, y volví a reír por lo bajo. No era muy apropiado de mi parte, vaya, pero me hacía gracia y ya.

—Diría yo que sí —respondí a lo de la clase aunque suspiré después—. Tampoco es que nos hayamos detenido a hacer demasiada vida social, supongo que es un trabajo en proceso.

—La chica que nos dio el tour fue muy amable —añadió Sakai un poco porque sí, llevaba razón además—. ¿Tu clase qué tal? ¿Algo que rescatar?

 

No le pensaba con frecuencia, la verdad, pero de vez en cuándo la duda de qué tanto me diferenciaba de Tora realmente me alcanzaba la cabeza como un pensamiento lejano, casi desconectado. Puede que mi forma de ser solo fuese una aproximación distinta nacida del mismo núcleo indiferente, en esencia me gustaba vivir tranquilo y se vivía más en calma cuando se tenía cierto control sobre el entorno. Ese control se conseguía creando lazos.

¿Mi carisma no era igual a las máscaras de Sakai? Qué más daba.

La pregunta solo había surgido luego de conocerlo.​

Que hablando de preguntas, la respuesta de Katherin a la de Tora se había quedado corta por demás. A ver, no era que tuviese la obligación de contarnos nada si literalmente nos estaba conociendo ahora, pero sí cortar el asunto con "no creo que sea tema de interés" era bastante contundente, como quien te para el carro a media confesión diciendo que no quiere nada contigo. No era una ofensa ni nada, pero no había pasado inadvertido para mí y supuse que tampoco para Tora.

El comentario de que se había quedado sin pensamientos me hizo reír, así que aproveché la pausa para comer un poco más y luego dejarle el bento a Sakai con lo que quedaba de comida. Seguía sin mucho apetito, pero había tratado de cumplir con la porción de verduras y algo de arroz.

—¡Ro quiere meterse al club de arte! —soltó Tora con un ánimo que me pareció genuino antes de pasar un bocado—. Le gusta dibujar, esculpir y esas cosas. Cosas de locos de artes, ya sabes.

—No sé si sentirme halagado u ofendido —apañé junto a una risa y después suspiré, regresando la atención a la muchacha—. Lo que dice Tora, aunque no creo que sea un talento oculto ni nada. Me gustan las artes plásticas en general, eso es todo.

Imaginé que a Sakai le había dado pereza contestar algo que ya le había dicho a Ethans, aunque fuesen personas distintas, así que solo lo dejé correr sin más. Por otro lado, puede que fuese muy idealista de mi parte, pero creía que aunque negáramos de ello y tal la verdad era que todos teníamos algún talento oculto, sí.

Sonreí, apoyé las manos en el césped un poco detrás de mi cuerpo para relajar la espalda y miré a la chica, la sonrisa se me estiró un poco, lo suficiente para entrecerrarme los ojos. Tenía cierta facilidad con las personas, ¿no? Y ya no me refería solo al hecho de que era amiga de su propio amargado personal.

—¿Tú tienes alguno? Talento oculto quiero decir. Podríamos decirle superpoder también, qué sé yo.

 

La verdad puse el reflector sobre Rowan porque se me antojó más sencillo y porque me parecía más interesante en comparación al hecho de que yo no tenía grandes pasatiempos ni nada digno de mencionar, como ya se había visto en el tour con Ethans. No podía decir que me alegrara que otros tuvieran talentos o algo así, pero era algo que me llamaba la atención de las personas y luego de pasar tanto tiempo con Ro le había pillado algo de gusto, por decirlo de cierta manera, a verlo en su mundo de lápices y trozos de metal.

Allí lograba canalizarse, le hacía de pararrayos a su energía que a pesar de su teatro realmente no era poca.

—Claro, me gustaría mucho que fueses a verme —respondió el otro a lo de la visita en el club y yo lo miré por el rabillo del ojo, atento. El cambio de palabras fue completamente intencional, Rowan no era estúpido, pero igual luego atendió a lo demás—. Nunca me metí demasiado con las pinturas, acuarela, óleos, acrílicos y eso. Soy más de grafito para el dibujo y metales para la escultura.

En fin, que Manson respondió la pregunta y ambos la miramos con sorpresa, no tanto porque fuese bailarina, fue más bien por escuchar que el cara de moco era su compañero de baile. A ver, tampoco quería pecar de prejuicioso ni nada, pero bailar implicaba estar sobre un escenario con gente mirando o si no era un escenario era un piso, la misma lógica. No tenía pinta de saber controlar lo que le pasaba por la cara y eso a mí me parecía un problema, pero qué sabía yo. Si competían sabían lo que hacían.

Ro se enderezó para aceptar el móvil, yo me asomé por sobre su hombro, Rowan le echó un vistazo general a la página y luego puso el vídeo de la coreografía del par. Yo no era ningún experto de la danza ni nada, obviamente, pero en lo que me concernía no estaba mal lo que tenía sentido si habían competido fuera. Bueno, fuera decía yo, realmente no sabía de dónde eran o si llevaban mucho tiempo en Japón.

—No se les da mal —dije mientras apoyaba el mentón en el hombro de Ro, él asintió con la cabeza como para secundar lo que acababa de decir—. ¿Compiten también aquí en Japón? Digo, como están asentados aquí ya yendo a la escuela y tal.

El pelirrojo le regresó el móvil a la chica, de paso le dedicó una sonrisa y no añadió nada más.

 

Lo dicho, no era ninguna mente maestra del baile así que cuando ella dijo que las competiciones no eran tan frecuentes traté de hacer memoria para ver si recordaba el anuncio de algo del rollo y la verdad era que no. Sinceramente me sonaba a algo que tendía a quedarse más dentro del, ¿gremio? Fuese para bien o para mal, no parecía ser algo que sonara con bombos y platillos en, qué sé yo, las conversaciones que yo mantenían con las personas.

Que para variar o eran falsas a cagar o eran de un tipo muy específico.

—Igual ahora todo se mueve por redes sociales, les viene mejor en cierta medida —respondí luego de darle vueltas a la cuestión—. Y si pueden dividir el trabajo, pues mejor. Es difícil de todas maneras, no lo voy a negar, pero la era de la tecnología también les permite ciertas herramientas para darse a conocer.

—¡Hombre, si parece inteligente y todo! —soltó Rowan de la nada, bastante entretenido, y yo lo miré entre ofendido y resignado—. Llevas razón de todas formas. Podría comprarles ropa, ya que estamos, me gusta mucho el estilo este urbano y tal.

Por demás imaginaba que la vida de unos adolescentes en la industria no debía ser sencilla, para eso no había que ser ningún genio, así que era de rescatar que siguieran esforzándose por ello. Entre todo lo que se nos exigía a los mocosos, especial cuando nos acercábamos a esta etapa del salto del instituto a la vida adulta y no sé qué al final un montón se quedaban atascados.

La chica interrumpió mi tren de pensamiento con la otra pregunta, Rowan me miró un segundo y ambos hicimos memoria.

—Aquí en el culo del mundo donde está la academia no sé, además de la reserva que queda cerca que fue donde hicieron el campamento, creo —dije pasados unos segundos despegándome del hombro del pelirrojo.

—En el corazón de los barrios especiales la cosa cambia, eso sí, tienes de todo. Hay centros comerciales, sitios de arcade donde va mucha gente luego de clase, cafeterías y tal, también hay galerías de arte. Mi madre a veces organiza exposiciones en algunas, puedo decirte cuando haya una por si te interesa ir y husmear un poco, es como un club de arte pero potenciado —comenzó a explicar Ikari después, se permitió una risa y luego volvió un poco sobre sus palabras—. ¿Has visto las cafeterías estas de gatos? Son de lo más divertidas, vas tomarte un café o un té y puedes pasar el rato con los gatitos. Me gustan mucho cuando me quiero relajar un rato y así.

Dudé un rato, le di vueltas y vueltas, pero esta chica no parecía estar metida en nada particularmente raro y si lo estaba no era un desastre con patas, como había demostrado ser Bernard. Vaya, que decirle de un sitio seguro no dañaba a nadie, ¿o sí?

—O puedes visitarnos en Bunkyō —añadí después, Ro me miró de costado y soltó una risa que fue diferente a las demás, más altanera si se quiere.

—Depende de lo que prefieras, pero podrías visitarnos, sí —concedió relajando la espalda de nuevo al apoyar las manos en el césped—. Es un... podríamos llamarlo bar underground. El sitio es tranquilo si se te apetece beber algo o pasar el rato nada más, entra solo gente de confianza.

 

Para ser honesto, uno siempre hablaba primero de los sitios family friendly y ya luego se cuestionaba si añadirle algo interesante a la cuestión, la mirada de Tora había bastado para hacerme saber que estaba por tantear el terreno. ¿Sus motivos? Ninguno, posiblemente, como mucho que la chica parecía normal y punto, tan simple como eso. La verdad era que el bar no era ninguna tapadera de negocios peores ni nada, solo una fuente de ingresos que me había sido heredada y una cueva.

—¿Al arcade? —reflejó Sakai, sin esperar una respuesta como tal para asentir con la cabeza después. La verdad era que siempre le había gustado el arcade, así que no me sorprendía.

La chica dijo que también le interesaba lo de arte y lo de los gatitos, la respuesta me hizo sonreír. No dije nada para dejar que Tora soltara la invitación, en los intermedios escarbé en le bolsillo para sacar el móvil y cuando escuché a mi amigo fue que solté la risa, yo mismo supe que fue diferente pero me dio igual. Observé las reacciones de Manson, golpeteé mi regazo con el teléfono y su respuesta logró colocarme una sonrisa satisfecha en el rostro.

—Claro, el fin de semana está bien. Siempre estamos allí de por sí, al menos yo —respondí a lo de su visita al bar, tomé una pausa para desbloquear el celular y estirarlo en su dirección después de abrir una nueva ventana de contacto—. Déjame tu número, así te paso la ubicación y tal. También así te puedo pasar la info de las exposiciones o de la tarde de gatitos.

 

Aunque ella no hubiese dicho nada respecto a invitar al muchacho o lo que fuese, imaginé que sería el caso porque uno hacía esas cosas. A mí me daba igual que viniera más gente y a Tora, mientras los demás pudiesen comportarse con la decencia mínima que él se esforzaba por sostener, la verdad era que también le importaba bien poco. Una de las ventajas que su carácter había desarrollado con el tiempo era que todos los espacios eran neutrales hasta que alguien giraba la tuerca.

Cuando acepté el teléfono de regreso vi la manera en que se había agendado y no le vi nada extraño ni lo cambié, lo dejé tal cual y mientras ella se levantaba abrí el chat pero no le escribí nada hasta que también me levanté aunque con algo de dificultad, Tora fue el último en hacerlo tomándose una pausa para estirar la espalda y recoger el bento ya vacío y me dio una palmada en la espalda. No dijo nada, pero asintió con la cabeza cuando ella preguntó si la acompañábamos a la cafetería, ante lo que procedí a seguir sus pasos mientras le enviaba unos mensajes para que le quedara agendado mi número.

Rowan al habla
Te paso el contacto de Tora y la ubicación del bar

Acto seguido le envié el contacto de Sakai, al que tenía guardado con el kanji de tigre y el emoji correspondiente al animal, así que a ella le llegó así; justo después le envié la ubicación del sitio al que la habíamos invitado, en una de las callejuelas de Bunkyō. Cuando terminé con eso acompasé el ritmo para caminar junto a la chica en lo que guardaba el teléfono en el bolsillo.

—Bueno, podemos decir que fue un almuerzo muy productivo, ¿no? —dije sin ninguna intención en especial.

 

Esa mañana le había dicho a Kohaku si quería que almorzáramos juntos, a poco de llegar a la escuela. Me había mirado como si tuviera monos en la cara, a lo cual no reaccioné demasiado, y aceptó tras soltar una risa breve. Incluso si no decía nada comprendía la situación y me daba igual, sabía que llegaba a echarme un mes pasando de su existencia y luego, de repente, lo invitaba una semana entera a hacer cosas juntos. No había conflicto ni razones enrevesadas.

Sólo era según me apeteciera.

Pasó por mí tras el anuncio del receso y decidí, un poco arbitrariamente, que estaría bien el patio norte. Kohaku no puso pegas, compramos unas bebidas en la máquina y salimos, cada uno con el bento preparado por su mamá. En lo que concernía a la cocina ambos apestábamos, la verdad. El sol no asomaba mucho entre las nubes, el aire se sentía tibio y repasé el espacio con la vista, empezando a caminar. Justo Ko iba preguntándome respecto a Hanabi cuando reparé en un par de personas sentadas bajo la sombra de un árbol. El chico parecía estar durmiendo o, como mínimo, abstraído de la realidad. Deslicé la mirada a la muchacha, detallándola un poco, y Kohaku apareció en mi campo de visión. Ya me conocía, vaya.

—Sé que no te importa, pero puede ser mala idea —aconsejó, y al concederle mi atención siguió hablando—. El rubio va conmigo y es un poco... arisco. No creo que le haga gracia.

Pese a lo que decía, no se veía realmente preocupado por la situación. Era una opinión al aire, lanzada por la pura gracia o deber moral, quién sabe. Ambos sabíamos que a ninguno de los dos le importaba lo suficiente. Sonreí con suavidad, un dejo de gracia incluso, y volví a mirar al dúo a la distancia. Eran ellos, ¿cierto? El par de las pruebas físicas.

—Pero está durmiendo —rebatí, entretenida—. Además, ¿ha dejado a su amiga comiendo sola?

Ko se sonrió, encogiéndose de hombros, y esperó a mi próxima acción. Fuese una pregunta, una invitación o directamente un acercamiento físico, sabía que aún no había acabado.

—¿La conoces? —inquirí.

—No, no realmente. Sólo sé que va a la 3-2, la he visto al entrar ahí. La noté porque se parece a ti. —Soltó una risa suave—. ¿No es un poco narcisista de tu parte?

La tontería me ensanchó la sonrisa y, sin agregar nada nuevo ni mirarlo, empecé a caminar en dirección a los otros dos. ¿Cómo era que se llamaban? No lograba recordarlo. Ko se acompasó a mi ritmo y, al llegar frente a ellos, me acuclillé y observé a la chica. Lo hice de forma un poco exagerada, fingida, y la sonrisa tintó mi voz al decirle, suave:

—¿Qué dices? ¿Crees que nos parecemos?

 

Había notado que la chica acercó su espalda al tronco del árbol, pero en cualquier caso me respondió con calma. El intercambio hizo a su amigo abrir los ojos y reparé en él brevemente antes de regresar a la muchacha. Kohaku permanecía de pie a mi lado.

—Ko me estaba diciendo que te ubica porque le resultamos parecidas —respondí con sencillez.

Oí la risa floja que soltó y alcé la vista a él. Se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

—Culpable, supongo.

—Vas a la 3-2, ¿no? —inquirí, en voz baja, y mi sonrisa se ensanchó por la gracia que me causaba la situación—. ¿Cómo te llamas?

Si la memoria no me fallaba, estábamos prácticamente repitiendo la conversación de aquella vez.