Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

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    No había percibido duda o incomodidad de su parte al acercarse, pero aún así me tranquilizó que aceptara mi invitación sin mayor problema. La pregunta sobre su almuerzo no había pretendido juzgarlo, ya que estábamos, aunque puede que sí hubiera cargado cierto tono de... ¿regaño? No iba a meterle la comida a presión, vaya, pero era mejor si se alimentaba bien. Lo normal. Solté el aire por la nariz ante su respuesta y revolví la bolsa donde había traído el bento, la abuela me había puesto dos pares de palillos por razones desconocidas. Quizá se le traspapelaron o quizá me quiso gastar una broma, la muy chistosa.

    —Si no tienes mucho apetito está bien, supongo —murmuré, en lo que aún esculcaba la bolsa, y cuando le extendí los palillos se me mezcló algo de diversión en la sonrisa—. Pero ¿vas a decirle que no a la comida casera de mi abuela? Imagina que voy y se lo digo, pobrecilla. Se le rompería el corazón.

    Qué va, la mujer le rompía las piernas antes de eso, pero detalles.

    Asentí cuando me preguntó cómo había estado, era una respuesta en sí misma pero aún así abrí la boca. La verdad, andaba bastante contento.

    —Todo bien, sí. Por fin pude abrir el club de música. —Parpadeé y alcé las cejas de repente, habiendo recordado algo—. Ah, tú me habías dicho hace mucho que podías entrar si hacía falta, pero no necesité rellenar huecos así que no te dije nada. Bah, siendo más exactos, del único hueco rellenable se encargó Anna antes de que siquiera se lo pidiera.

    Era una explicación que nadie me había pedido, lo sabía, pero el pobre se había ofrecido; me parecía decencia básica contarle lo que había ocurrido y ya. Tampoco le di importancia, es decir, jamás imaginé que se molestaría ni nada, de modo que simplemente seguí hablando.

    —Y el proyecto ha ido bastante bien, lo tenemos casi finiquitado. Supongo que en una reunión más ya lo acabamos. ¿Ustedes qué tal?
     
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    Sabía que no había pretendido juzgarme con lo del almuerzo y si la cosa iba más por el lado del regaño, la verdad es que no lo percibí, pero eso no implicaba que recibirla no me hiciera consciente de que pasaba del mediodía y yo estaba allí con algo que con costos parecía una merienda. A veces era un poco desordenado con las comidas, no iba a ocultarlo, e incluso se me quedaba el almuerzo que me preparaban en casa y luego mamá entraba en full italian rage.

    Lo vi esculcar la bolsa, me habló mientras lo hacía, y lo segundo que soltó me hizo reír por lo bajo. La verdad era que se veía venir, así que recibí los palillos con calma aunque no tuve la intención de alcanzar nada con ellos, no en ese momento por lo menos.

    —¿Romperle el corazón a una abuelita? No, gracias —resolví en un tono bastante tranquilo y respiré profundamente.

    Escuché su respuesta a mi pregunta, en lo que hablaba estiré la mano para pescar algo de comida del bento y acababa de ponerle el bocado en la boca, valga la redundancia, cuando me recordó lo del club de música. Ya ni sabía hace cuánto habíamos hablado de eso, me parecía una jodida eternidad, pero lo tenía presente todavía. Me sorprendió entre poco y nada que Anna hubiese llenado el lugar faltante, si era honesto.

    —No pasa nada —atajé después de que mastiqué y todo el cuento—. Igual puede que me aparezca a hacer bulto nada más, pero eso es más fácil que tener que ser un miembro funcional del grupo. Me alegra que ya pudieras abrirlo de todas formas, ya iba siendo hora. ¿Tienes planeado algo en especial?

    Mira que andaba de preguntón y todo, pero no lo pensé mucho. Igual de alguna forma Ishikawa era lo más parecido a un amigo que tenía, porque a Arata lo buscaba solo para mierdas y a cualquier otro chico en la calle prácticamente lo usaba como salvoconducto. Con todo, se me había dado mejor hacer amistades con chicas por alguna razón, era más fácil.

    La tontería tenía su gracia por sí misma, si lo pensaba.

    —No somos el equipo más entusiasta, la verdad —respondí a lo del proyecto—. Tres somos introvertidos, dos de esos rozamos lo amargado, y el integrante restante tiene pólvora en el culo. La cosa es un poco dificultosa en sí misma, pero supongo que podría ser peor, no estoy seguro. Elegimos hacer un informe, ya te imaginarás lo animado que es eso.
     
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    No planeaba insistirle más allá de haberle ofrecido los palillos, realmente no era mi estilo; con todo, que los hubiera aceptado me quedaba satisfecho. Además, tomó que empezara a hablar para que pillara comida de mi bento. La tontería me hizo sonreír un poco a mitad del speech y el gesto me tintó brevemente la voz. Fue todo lo que me permití reaccionar al respecto del tema del almuerzo.

    Asentí con ganas renovadas cuando dijo de pasarse por el club, cosa de indicarle que me gustaba la idea, y me pensé un rato su pregunta sobre los planes a futuro. No era muy del... tipo planificador, digamos, pero quizá podía darle más que eso.

    —Planes concretos no, pero tenemos un par de instrumentos y voces cubiertas así que sería cosa de elegir canciones y arrancar. Luego lo de los clubes, ¿no? Presentarse en eventos de la escuela y así. —Solté una risa suave—. La verdad que no lo he pensado mucho, soy más de ir moviéndome con la corriente.

    Si pretendía ser el presidente del club, sin embargo, eso iba a tener que cambiar un poco. Lo pensé mientras revolvía la comida, masticaba otro poco, y Altan se disponía a responderme. Alcé a verlo, corriéndome algo de flequillo hacia el costado, y le concedí una sonrisa entre divertida y de compasión.

    —Nuestro grupo tampoco es el más funcional del mundo, no te creas, pero al menos parecen responsables. Bueno, dos, luego está Akkun. —Volví a reírme y saqué el móvil para mostrarle unos ejemplos que había compartido con Fiorella—. Nosotros teníamos pensado hacer una especie de intervención, o collage, con fotografías reales, pegatinas y así. La idea, sí, se la robé a una niña de unos diez años.

    Luego de eso me llevé un poco de comida a la boca, y mientras la masticaba señalé el bento con los palillos.

    —¿Está bueno?
     
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    Ishikawa no era de andar metiendo las narices ni presionando a la gente, en ese sentido yo era mucho más necio, pero el caso era que sabía que si aceptaba los palillos y no comía nada igual no iba a decir mayor cosas. Su intención había estado en esa primera oferta silenciosa, pero no iba a hacer mucho más. Por otro lado, yo no era de andarle negando cosas a las personas con las que me sentía cómodo. Tenía la suerte de haber encontrado a gente tranquila, suponía, porque cualquier otro me hubiese chupado el alma del cuerpo y hasta la pasta.

    Pero aquí estaba, con un montón de gente que a veces se conformaba con mi presencia.

    La sonrisa se le coló en la voz cuando tomé comida del bento, me di cuenta, la verdad era que este crío era de sonrisa fácil y aunque para otras cosas fuese un jodido misterio digno de la NASA, tampoco se molestaba en dejar ver cuando estaba contento. Ahora se le notaba alegre, su tranquilidad parecía eterna, pero en esa alegría había algo distinto y era un poco contagioso.

    Algo en el montón de aire sabía a fuego.

    —Hombre, pues claro, ¿qué hago yo preguntándole por planes al mismo que parece pensar las cosas dos minutos antes de hacerlas? —atajé bastante entretenido con mi propia gracia—. Igual al final los clubes son para pasar el rato y la gente se siente cómoda contigo. Tampoco debería costarte tanto organizar algo cuando debas hacerlo.

    La reflexión la había hecho un poco al aire antes de responderle lo demás, pero lo que había dicho lo pensaba de verdad. Yo mismo sabía que se trabajaba más a gusto cuando se estaba cómodo, incluso cuando eso del team work se me daba como el culo, y si él estaba a cargo no veía qué podía salir mal.

    —¿Akkun? —pregunté casi para mí mismo antes de unir neuronas y me incliné apenas para ver lo que quería mostrarme en el móvil—. Ah, Arata. Si le haces cara de cachorro mojado seguro se monta el proyecto en dos días él solo. Le dan unos venazos de responsabilidad bien raros si le tocas el cable correcto.

    Muchas veces el cable era el del miedo, otras pocas el del afecto genuino.

    Había visto a bastante detalle los ejemplos de lo que querían hacer, pero se me aflojó una risa al escuchar que la idea se la había robado a una niña de diez años. Podía decir lo que quisiera, pero la idea parecía bastante bonita, el collage era una forma de intervención un poco arriesgada dependiendo de los materiales y la habilidad, pero tampoco había que complicarse mucho por un proyecto. Ignorando a Arata en el grupo, la cosa no debería salirles mal.

    —Es una idea interesante, lo del collage —sospesé después, estirando la mano para pescar algo más de comida—. ¿Luego me podrías enseñar cómo les queda? Me da curiosidad ver el resultado, aunque no sea muy diestro en eso de las artes en general.

    Me llevé el bocado, mastiqué con calma y su pregunta me pilló un poco en frío, pero asentí con la cabeza mientras me bajaba la comida con un trago de agua.

    —Está rico. Dile a tu abuela que me voy a autoinvitar a comer también —solté con todo el descaro y lo otro lo solté medio serio, aunque la sombra de una sonrisa me alcanzó los labios—. Aunque con comida tan rica, ¿cómo es que sigues corriendo riesgo de volarte con una brisa, Ishi?
     
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    La respuesta de Altan a mi falta de capacidad planificatoria (¿existía esa palabra?) me arrancó una risa breve, bastante liviana, pero inconfundible. Ya se sabía que era enorme el esfuerzo que debía hacerse para ofenderme en algún modo, y esto, por supuesto, no lo logró. Asentí, relajé el semblante y volví a asentir, acompañando el movimiento de un murmullo.

    —No me gusta tomarme nada demasiado en serio, por muy mal que pueda sonar. La vida fluye mejor si no te preocupas en exceso. Al final, de alguna forma, las piezas siempre se acomodan, ¿no?

    O al menos así lo veía yo. Sabía que no era fácil, de todos modos, lo veía muchas veces en las personas a mi alrededor; eso no quitaba que quizá fuera importante decirlo, ¿cierto? Para no perderlo de vista, al menos. La suerte de reflexión que se había colado en sus palabras, por otro lado, siquiera me pareció relevante, así que lo dejé correr. Puede que simplemente ya lo hubiera asumido como una verdad universal, eso de que las personas se calmaban a mi lado. No sabía si me enorgullecía, pero al menos me agradaba contar con ese pequeño superpoder. Era importante, ¿no?

    Hacerle bien a las personas que te hacen bien.

    Sonreí con algo más de ganas cuando le mostré el móvil con las imágenes y dijo aquello de Arata. No había sido mi intención tacharlo de vago o irresponsable al no meterlo en la bolsa, bastante desconsiderado sería de mi parte siendo que, técnicamente, el pobre chico sólo había mostrado la cara porque yo también estaba en el grupo. Ese simple detalle decía todo lo necesario y lo apreciaba, aunque nunca se lo dijera. Estaba hecho de aire también, era volátil y bastante impredecible, pero sabía que estaría para mí si un día lo necesitaba.

    Con eso me bastaba.

    —Sí, sí, se ha comportado muy bien, de hecho —respondí, la alegría volvió a colarse en mi voz y relajé el brazo donde tenía el móvil—. Nada que reprocharle, la verdad.

    La conversación siguió, comida de por medio, y volví a asentir con la boca llena en cuanto me pidió que le mostrara el resultado de nuestro proyecto; fuera cual fuera, cabía destacar. Creo que ninguno ahí era un maestro de las artes plásticas, pero a veces el esfuerzo compensaba la falta de talento; y, en definitiva, seguía siendo un simple proyecto escolar. No había por qué enloquecerse.

    Saber que la comida le gustaba me dejó satisfecho, a ver si me daba la neurona para pasarle la información a la abuela. Luego bromeó con mi complexión de escarbadientes y la sonrisa mutó en una risa. No le di mayor importancia, me enfoqué en lo primero que había dicho.

    —Oye, cuando quieras, ¿creo que vives cerca de casa? Pero te advierto —sentencié, repentinamente serio, y le apunté con los palillos—: mi familia está casi salida de una soap opera. Pueden chuparte toda la energía del cuerpo si no vas preparado.
     
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    No había que ser ningún genio para saber que para ofender a este chico había que usar demasiados recursos, cosa que no valía la pena, y tampoco para darse cuenta que era de los que dejaban la vida fluir. Tenía su gracia, viendo las personas con las que se juntaban, que pasaban tensas por el flujo de las cosas y me incluía en ese saco. Lo suyo puede que fuese una bendición y una maldición, pero eso solo lo podía juzgar él mismo.

    —Supongo que sí —reflexioné y alcé la vista a la copa del cerezo unos segundos, antes de regresar la atención a él—. Algunos debemos entrenarnos más en esa cosa de fluir con la corriente. Al menos para eso pareces ser un buen maestro.

    Puede que ninguno de nosotros fuese solo a soltar todo y dejarlo fluir, ni en el mejor de nuestros sueños, pero quería pensar que todo el mundo merecía poder descansar y a veces ese descanso existía gracias a las personas que nos rodeaban. Era como si hubiesen pequeñas casas en cada uno y allí se podía hacer una pausa, tomar aire y después seguir preocupado por las mierdas que no se podían dejar correr.

    Las luminarias al pie de la montaña se agradecían, sin importar quién las colocara.

    Noté la alegría con la que respondió lo de Arata y me permití una risa baja para mí mismo, cosa de nada. Puede que Shimizu y yo estuviéramos condenados a encontrarnos solo para cagarla, pero en la lectura que tenía del imbécil sabía que había personas por las que se cortaba las manos y se zafaba la cabeza del cuello. Ishikawa era una de esas, sus hermanos estaban en el saco, y suponía que el resto de jackals también.

    —Hazle pat pat —le dije y estiré la mano libre para hacer el gesto con él, le di un par de palmaditas suaves en la cabeza y regresé la mano a mi espacio sin más—. Si lo siguen metiendo en trabajos en grupo con gente que le agrade a lo mejor esta vez sí se gradúa, el jodido idiota.

    Lo había dicho bastante tranquilo, así que ni siquiera cargó la burla con la que solía tratar a Arata, y el conversación siguió por el cauce que le correspondía. Asintió a lo del proyecto con la boca llena, me di por servido y dejé ese tema allí, no vi que hiciera falta acotar nada más.

    Mi comentario de que se volaba con una brisa lo hizo reír, la tontería me terminó de acentuar la sonrisa incluso si no dijo nada en respuesta. Se enfocó en mi otro comentario, el primero, y cuando me di cuenta estaba señalándome con los palillos.

    —¿Tengo que entrenar con anticipación para prepararme para la comitiva? —pregunté reflejando su repentina seriedad—. No creo que uno pueda prepararse mentalmente para esas situaciones, Ishi, deberías saberlo.
     
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    No me las daba de filósofo, o al menos no me gustaba esta imagen de Ko-chan en modo anciano soltando frases profundas como si con ellas fuera a cambiar el mundo o la estructura mental de los demás; sabía que era imposible y hasta vergonzoso. Pero de contradicciones y excepciones estábamos hechos. También dependía quién fuera la otra persona, quizá. A riesgo de andar prejuzgando, confiaba más en la capacidad de escucha de los introvertidos, esos que pasaban el tiempo suficiente abstrayéndose de sí mismos para aprender a moverse por el mundo sin que les diera un venazo. Y bueno, eso, que éramos criaturas contradictorias.

    No me las daba de filósofo pero a veces bien que parecía un anciano.

    Noté de reojo que alzaba a observar la copa del cerezo y esbocé una sonrisa suave, bajando la vista al césped. Altan era otro al que Chiasa habría puesto de los nervios, pero si sabía manejar a Anna quizás hubiera sobrevivido. Seguro le habría soltado algo en plan "¡wah! Qué alto eres" apenas verlo. Ahora, ella pecaba de eso.

    Nos veía desde las alturas, desde lo alto del cerezo y más arriba.

    —¿Yo? —repliqué casi al instante, con las cejas arqueadas y alzando a verlo, cuando soltó que era un buen maestro. La sorpresa se desdibujó y solté otra risa suave—. Bueno, si tú lo piensas puede ser. Con ciertas cosas pesa más la opinión de los demás, ¿no? Lo que... nos excede, supongo. Lo que hacemos para alguien más.

    Enseñar era un buen ejemplo.

    —Como... ¿el amor? —seguí divagando, intentando darle forma a la idea—. No es tan importante lo que sintamos, sino cómo hagamos sentir a la otra persona, ¿verdad? Eso es el amor. Lo que nos excede.

    Me sorprendió un poco, también, que alcanzara mi espacio para darme esas palmaditas en la cabeza, pero fue un gesto que acepté al instante con toda la naturalidad del mundo. Era una tontería, pero se sintió cálido y para los montones de aire, las pequeñas llamaradas de fuego ayudaban a impulsarnos; como los globos aerostáticos, suponía. Era el punto de intercambio que nos permitíamos con el mundo, la puerta que dejábamos abierta.

    —¿Pat pat a Akkun? —analicé, imaginándome la escena, y me reí con más ganas; acerqué la mano a mi boca, pero no llegué a cubrirla—. Puede salir asombrosamente bien o terriblemente mal, pero si es para que se gradúe, me arriesgaré.

    Lo dije por decir, la verdad; sabía que Arata no me soltaría un mordisco en ninguno de los universos, sii acaso se le cruzarían algunos cables hasta reiniciar su funcionamiento, y por ver eso... sip, valía la pena intentarlo.

    —Ya te enterarás del resultado —agregué, poniendo sonrisa de angelito para compensar las pseudo maldades que andaba planeando.

    Cuando le advertí de mi familia, planteó preguntas que... sí, tenían mucho sentido. Retraje los palillos, los giré hacia mi propio rostro y acabé dándome golpecitos de nada en la línea de la mandíbula.

    —Hmm, sí y no. No te dará inmunidad, pero puede aumentar tu resistencia —analicé, de repente parecía que hablaba de un videojuego y alcé ligeramente las cejas—. Por ejemplo... Ahora debes resistir mejor a la energía de Anna, ¿no? En comparación al principio.

    Madre santa, si la enana me oía, me cortaba las pelotas.

    —Porque has aprendido a anticiparte y eso, te habituaste. Y habituarse puede ir más rápido si te metes a la dungeon ya sabiendo a qué te enfrentarás.
     
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    Había cosas que los introvertidos nos permitíamos solo alrededor de los de nuestra especie, como si habláramos el mismo idioma o supiéramos que sin importar qué, al final del día, estábamos en el mismo bote. Las divagaciones que Kohaku soltó después me pareció que seguían esa lógica, aunque también era cierto que para tener esa cara de bebé y todo el tema, a veces hablaba como un viejo.

    Seguía sin tener algunas piezas vitales, pero había hilos enredados en la copa de este árbol.

    Reaccionó en el acto a mi comentario de que era un buen maestro, por alguna razón me dio un poco de risa y lo miré, esperando por su respuesta que fue cuando comenzó a divagar. La verdad consideraba que todos teníamos algo que enseñar, algo que nos resultaba tan natural que ni siquiera se nos dificultaba, Anna era de las que enseñaban sobre el cariño y Kohaku de los que enseñaban sobre llevar las cosas con calma. Ambas lecciones eran duras de interiorizar a veces.

    —¿El amor? —murmuré casi en espejo y le di un par de vueltas a lo que dijo después—. Imagino que sí. Ya desde el principio no es algo sobre lo que se tenga demasiado control, así que nos excede y excede a los otros.

    Si alguien me preguntaba en qué momento había terminado de aceptar a este chico en mi espacio y viceversa no estaba del todo claro, habíamos empezado con buen pie y así había seguido. El resto simplemente había parecido ser así de tranquilo siempre, como toda brisa, y con eso arrastraba algo de calidez que era imposible ignorar. Estaba a gusto, eso era todo.

    Lo del pat pat a Arata lo hizo reír con ganas, la verdad es que me lo contagió y solté la risa también. Supe de inmediato que solo por ver la reacción del imbécil, por muy predecible que fuese, iba a hacerlo, eran los privilegios que tenía este chico alrededor de algunas personas. Esas que a mí me querían morder el cuello, eran los mismos que se tiraban al suelo apenas verlo.

    —Más te vale traerme el chisme con lujo de detalles, Ishi, me ofenderé si no —respondí como si no me viese venir que la sonrisa de no matar una mosca era directamente proporcional a lo que debía andar planeando.

    Luego se puso a reflexionar sobre las preguntas que le había soltado, yo aproveché para tomar algo más de comida con los palillos y todo siguió su curso. Bueno, más o menos, porque cuando usó a Anna de ejemplo me sacó una risa y casi se me va la comida por el lado equivocado. Si nos veía seguro nos cagaba a piñas a los dos, por estar usándola de comparativa.

    —Podría decirse —atajé luego de toser un par de veces, todavía con la risa atravesada en las palabras—. Llega un punto en que te habituas tanto que si le bajan dos rayitas más bien te asustas porque algo parece fuera de lugar. Además, siempre es más fácil habituarse a las personas o los lugares cuando nos sentimos apreciados. Lo mismo de antes, mucho tiene que ver con cómo nos hace sentir y al final la dungeon se vuelve tu casa.

    Dale con la reflexión, ya los dos parecíamos un par de viejos.
     
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    No vi necesario agregar nada en torno a las divagaciones de anciano que había soltado y Altan había acordado, así que simplemente asentí y luego se sumó a la estupidez del pat pat. Como si Arata se enteraba que andábamos planeando estas mierdas a sus espaldas era igual que con Anna, los cabrones nos mataban. La verdad, en ningún momento me cuestioné la suerte de complicidad que guardaba con Altan. Había sido así siempre, desde que le confié lo que Natsu había pretendido con Jez.

    —Quedamos, entonces —acordé, riéndome, y extendí la mano para que me la estrechara al puro estilo occidental.

    Pilló más comida de mi bento, cosa que no me molestó en absoluto, y atendió a mi pregunta; bueno, más bien a mi suposición. Lo escuché mientras masticaba y paseaba un poco la vista por el patio, la brisa era muy agradable.

    Quedarnos donde nos sentimos apreciados.

    —Al final todos somos egoístas —murmuré, con una sonrisa suave plantada en el rostro; el viento me quitó algo de cabello del rostro—. Pero está bien. No pasa nada si tomamos lo que alguien nos ofrece. Esa persona, en su propio egoísmo, hará lo mismo y así quedamos a mano.

    Quizá fuera esa la razón por la que me rodeaba de puro intenso o nervioso del culo, porque junto a ellos me sentía apreciado y era cálido. No estaba seguro qué se suponía que recibían de mí a cambio, pero quedaba confiar. Confiar que encontraran algo que también les hiciera sentirse en casa.

    —Como tú, que te estás comiendo todo mi bento —bromeé de repente, señalando el bocadillo que había comprado con un movimiento de cabeza—. ¿Lo sumas al pozo común, Sonnen-kun?

    Ah, sí, descarado como siempre.
     
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    La complicidad que manejábamos parecía el estado natural de las cosas desde hace tiempo, ni siquiera le daba vueltas y puede que nadie se sorprendiera al notarlo tampoco. Era bueno para sumarme a ideas de mierda, en este caso particular en que iban dirigidas a Shimizu de toda la gente, pues me había subido al tren de un salto sin pensarlo. El imbécil vivía de picarme, así que siempre podía voltear la tortilla, era mucho más fácil si estaba Ishi en medio.

    —Trato —confirmé estrechando su mano, como si estuviéramos allí cerrando un asunto de lo más importante—. Es un placer hacer negocios con usted, caballero.

    Había parecido que las divagaciones de viejo habían quedado atrás, pero entonces soltó lo de que todos éramos egoístas y me permití una sonrisa bastante resignada. En ese momento mi archivo no lograba recuperar la información, así que no recordaba a ciencia cierta si había llegado a decírselo a Anna directamente alguna vez, pero viendo que sí le había soltado en toda la cara que me amara, era una posibilidad.

    Que era un maldito crío egoísta.

    Acaparador.

    Su conclusión fue mejor, eso sí, hablaba de tomar lo que los otros nos daban y entonces la cosa tenía pinta de ser un acuerdo. Puede que en eso se basara todo, en tomar lo que nos ofrecían y que la otra persona hiciera lo mismo, ni más ni menos. No había mucho más que verle, tenía sentido y era menos angustiante que andar pensado que le estaban absorbiendo la vida a los otros. En la intensidad de las personalidades que nos rodeaban había algo que parecíamos necesitar.

    Algo que habíamos decidido tomar.

    El fuego que crepitaba en medio del agua o en el ojo del huracán.

    El comentario de que me estaba comiendo todo el bento me trajo de regreso, fruncí el ceño y volteé a mirarlo un poco de golpe, pero me distrajo al señalar el bocadillo diciendo que lo sumara al pozo común. Relajé los gestos, suspiré y regresé los ojos al chiquillo para mirarlo con cierta diversión impresa en las facciones.

    —Va, pero nada de inventar que me ando comiendo todo tu almuerzo. Esto empezó porque trajiste a tu abuelita a la conversación, lo sabes bien —respondí en lo que tomaba el bocadillo con la mano libre y lo dejaba en el espacio entre nosotros—. Además, ya ve cortando el rollo de Sonnen-kun, siento que estoy hablando con un profe. Llevamos un buen rato haciendo el tonto como para que me llames por mi apellido con sufijo y todo.

    Agité suavemente la mano con que sujetaba los palillos frente a mi rostro, como si estuviera diciéndole que arrojara la tontería fuera de la conversación y se me escapó una risa floja.

    —Es la condición para que el bocadillo permanezca en el pozo común.
     
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    Me dio un poco de ternura que su primer instinto fuera fruncir el ceño ante mi reclamo inventado. Era curioso, en especial considerando lo alto que era Altan y sus pintas algo intimidantes, pero esas cosas a veces no me detenían; cuando alcanzaba a oír mejores cosas por debajo de la cara de moco, suponía. Había comprendido a Altan desde que quiso proteger a su amiga, así como había sabido comprender a Haru desde que me clavó la mirada encima, extendiéndome el mechero que se me había caído. Podían tener las pintas, pero no lo llevaban en el corazón.

    Era tan sencillo como eso.

    Quería creerlo, al menos.

    Aceptó sumar el bocadillo al almuerzo común, y que se defendiera con la abuela me aflojó una risa suave. Pobre señora, ya debían picarle las orejas o estaría estornudando y culpando al clima. Arrojó la mierda entre nosotros y seguí su trayecto, a punto de recogerla, cuando volvió a hablar. Mi mano se detuvo a medio camino y parpadeé, algo tieso de repente, antes de buscar sus ojos.

    Podía parecer una tontería para muchos, en especial al ver las confianzas que me tomaba en muchos ámbitos, pero tenía una estupidez en torno a los nombres bien arraigada a mi crianza. Quizá fuera por haber crecido en un santuario y el intenso hincapié que siempre habían hecho en torno a la formalidad y el respeto, vete a saber, el caso es que me costaba cambiar el chip. A veces me sentía forzado a hacerlo y era incómodo; no era el caso, sin embargo. Digamos que lo definí en sus ojos, al detallarlos y no encontrar nada parecido a la insistencia.

    Eso no me quitaba los nervios de encima, claro.

    Parpadeé, pretendí formular algo y al final no salió. Notarlo me dibujó una sonrisa avergonzada en el rostro y desvié la mirada, enredando los dedos entre briznas de césped sin darme cuenta.

    —Entonces... ¿Altan? —Me sentía sumamente estúpido, en especial cuando algo de calor me subió al rostro, y flexioné el brazo para rascarme la nuca con cierta velocidad. Me reí—. Altan, sí. Suena raro.

    Boté el aire, volví a buscar sus ojos y mantuve mi sonrisa allí donde estaba.

    —Tendrás que prometer no reírte de mí hasta que me acostumbre.


    perdón la tardanza che, lately been jumping from breakdown to breakdown

    prefiero cerrar ya con Ko, sowwy :c
     
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  12.  
    Zireael

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    Altan 2.png

    Así como sabía que era capaz de usar el miedo ajeno para hacerlos ceder, para forzarme sobre los otros y conseguir lo que hiciera falta, también sabía que había gente como Anna y este chico, como la misma Jez, que no se preocupaban mucho en lo que veían por fuera. Mucha cara de moco y lo que quisieras, pero también era cierto que solo era un crío de diecisiete años y ya. Que Kohaku había entendido algo de mí cuando ocurrió toda aquella mierda y a su vez yo había entendido algo de él al haber ayudado.

    Las pintas eran una herramienta.

    No necesariamente escribían en piedra lo que éramos.

    El pobre desgraciado se quedó medio tieso cuando solté mi estupidez, la condición para que el bocadillo pasara al pozo común y la cosa me hizo algo de gracia. Era un montón de aire, a veces no sabías qué lo alcanzaba o no, pero notarlo buscar mis ojos y sus repentinos nervios generales me recordaron que así pareciera no atarse a nada, lo hacía a su manera. Los nombres eran una de esas cosas que tenía impresas en él, posiblemente, pero esperé con calma. Si no accedía estaba bien y si lo hacía pues también.

    Noté su movimiento, estaba arrancando briznas del césped y aflojé los gestos al punto de la estupidez, dedicándole una sonrisa bastante calmada así no estuviese mirándome. Al final lo hizo, me llamó por mi nombre, al muy idiota algo de color le alcanzó el rostro y tuve que tragarme la risa incluso si no cargaba burla consigo. Se rascó la nuca, el movimiento tuvo algo de velocidad, pero acabó buscando mis ojos de nuevo y cedí a mis impulsos sin sentido.

    Estiré la mano, alcancé su hombro y lo zarandeé suavemente, antes de regresar el brazo a mi espacio alcancé a hacerle pat pat de nuevo, esta vez sin la excusa de lo de Shimizu. Seguí sin reírme, pero la sonrisa no se me borró del rostro.

    —Altan, Al, como sea. Todo mientras no sea Sonnen así tan seco —bromeé aunque el tono me salió estúpidamente suave—. Promesa de caballeros, no voy a reírme, Kohaku. Ahora ya puedes robarte el bocadillo mientras yo sigo robándome todo tu almuerzo.


    no worries really, ya sabes que lo importante siempre es cómo te sientas tú <3

    aquí vengo yo con el speedrun nomás para cerrar con Al también
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La tontería sobre las amenazas australianas le arrancó una risa y, notando que había volteado a verme, hice lo mismo. Su sonrisa se ensanchó, casi como un presagio de la última estupidez que soltaría, y asentí muy convencida.

    —Claro, por supuesto, con estos músculos te defiendo hasta de un rinoceronte —ironicé, mostrando mis brazos—. Pero bueno, si en el paquete de ser guardaespaldas entra ayudarte a huir, eso puedo hacerlo. I'm pretty fast, you know!

    Ya en planta baja, Kenneth eligió un té verde y me lo puso contra la mejilla al buscar sus ojos. Estaba frío, pero no me pilló lo suficientemente desprevenida y decidí aguantarlo, sosteniéndole a su vez la mirada.

    Ah, a bold move, I see —murmuré, divertida, pretendiendo sonar ominosa adrede—. ¿Me estás diciendo que ahora puedo contraatacar? Vale.

    Repetí el proceso, introduciendo las monedas y eligiendo una bebida, pero lo hice todo con movimientos suaves y una sonrisita pegada al rostro, como si estuviera disfrutando cada segundo de... no sé, ¿el suspenso de un potencial contraataque? El zumito de cereza cayó, me agaché para recogerlo y, tras erguirme, pasé junto a él muy lentamente. Pero no hice nada, ni dije nada al respecto, y lo esperé con absoluta naturalidad.

    —Ah, sí, entiendo el sentimiento. Cuando vinimos de Australia fue un jodido coñazo, también. Cajas, y cajas, y cajas, ¡y cajas, y cajas! —Había ido alzando los brazos a medida que repetía la palabra, hasta dejarlos caer de regreso y bufar—. ¡Soñaba con cajas, te lo juro! En una vuelta, tenía una caja mascota llamada Boxie (muy original, ya sé) y le daba de comer mi ropa. Y la caja crecía, crecía y crecía, hasta que ya no entró en la casa y tuve que... huh, no recuerdo qué ocurría luego.

    Para entonces, el sol del patio norte ya nos había recibido. Recorrí el lugar con la vista y, por designio divino o algo, localicé una mesa libre. Se la indiqué rápidamente y empezamos a caminar hacia allí. Me había regresado la pregunta de forma bastante más abstracta, así que pude omitir sin problema la información sobre este fin de semana específico; no era como solía usar mi tiempo libre, eso seguro.

    Not much, really —analicé, sentándome en la mesa y dejando el zumito encima—. Entre la escuela y el trabajo no me queda mucho tiempo libre, así que suelo usar los fines de semana para ponerme al día con las asignaturas, descansar y pasar tiempo con mi familia.

    Me encogí de hombros, sin darle mucha importancia. En un punto de mi vida conceder esa información había llegado a significarme vergüenza, una patada a mi ego y todo eso, pero por suerte lo había superado. Si no encontraba orgullo en lo que hacía y sentía, entonces iba a estar tirando mi vida por la borda.

    But I can be fun, I promise! —agregué, riéndome, y me impulsé sobre los codos para inclinarme hacia él; bajé el tono y esbocé una sonrisa entre suave y divertida—. De hecho, el otro día habíamos dicho con Maze que deberíamos salir un día de estos. You know, for the good times~
     
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  14.  
    Amane

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    La tontería de ser mi guardaespaldas le hizo la gracia que había anticipado, y ese pequeño detalle logró darle un tinte extra de satisfacción a la sonrisa que le dediqué en todo momento. Aún no sabía definir con exactitud qué tan transparente era realmente Sasha, aunque al menos se me hacía más fácil de leer que Morgan, pero por lo poco que había podido tratar con ella, ya me había hecho a la idea de que era bastante sociable y amigable, por lo que me era realmente sencillo tratar con ella sin ninguna preocupación extra.

    Quizás por ese mismo motivo también fue que me atreví a ponerle la lata fría sobre la mejilla, descartando con demasiada facilidad la posibilidad de que me rechazara o se enfadara por el gesto en sí. Y, efectivamente, la muchacha se subió al carro sin mucho problema, amenazándome con devolverme la movida y moviéndose de tal manera que me mantuvo en tensión en todo momento, a la espera de un ataque... que nunca llegó.

    Ah, qué feo eso de jugar conmigo de esa manera~

    Me sonreí, ciertamente divertido, antes de emprender la marcha hasta alcanzarla de nuevo, y continuamos nuestro camino hacia el exterior. La escuché mientras me contaba sobre lo que había sido su propia situación con mudanzas y cajas, completamente metido en su historia, y aproveché también el momento para abrir la lata de té y darle un buen sorbo a la bebida, dejando salir un pequeño sonido de afirmación por su sabor al acabar.

    —Vaya, no me quiero ni imaginar que le hiciste al pobre Boxie para ni siquiera recordarlo... —murmuré, apretando suavemente los labios e impostándome una expresión de completa decepción en el rostro, incluso negando un par de veces con la cabeza para reafirmar el acto.

    No mucho después, sin embargo, la chica distinguió una mesa libre para poder sentarnos y dirigimos nuestros pasos hacia allá, en lo que ella me respondía a la pregunta que le devolví sobre su fin de semana. Asentí con la cabeza recuperando la sonrisa afable, sin ninguna pretensión de juzgarla por lo que decidiese hacer con su tiempo libre, y finalmente alcé un poco las cejas en gesto de sorpresa cuando se acercó hacia mí.

    >>Oh, sure~ —contesté, suavizando también las facciones, y le di un golpecito en la nariz con el dedo índice, un poco porque sí—. Me lo pasé bien en el festival con los dos, seguro acabamos teniendo una quedada muy divertida si salimos un día de estos. No podría decirle que no a una invitación tan amable, de todas formas~

    Le sonreí de nuevo, con una mezcla entra la amabilidad de siempre y un tinte algo más sedoso, y no me moví ni un ápice de mi posición mientras cogía la lata para darle otro trago antes de dejarla sobre la mesa también. Repasé fugazmente sus facciones, recibiendo una perspectiva diferente en aquella ocasión gracias a la luz natural que caía directamente sobre nosotros, y volví a sus ojos tras ese breve rato.

    >>¿Habías venido a buscarme para decirme eso o simplemente te apetecía pasar el receso conmigo, Sasha~?
     
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  15.  
    Gigi Blanche

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    Kenneth me había prestado atención cuando le conté la anécdota tonta de las cajas, y lo que dijo lo soltó con una decepción tal que me instó a darle un empujón suavecito en el brazo.

    —¡Eh! ¿Por quién me estás tomando? —me quejé, divertida—. De pequeña me marcó demasiado la escena de Toy Story 2 cuando abandonan a Jessie en medio del campo, ¡jamás le haría eso a Boxie!

    Luego alcanzamos una mesa, nos acomodamos y me incliné hacia él para extenderle la invitación de turno. A decir verdad, jamás había dudado que aceptaría. La suavidad que adquirieron sus facciones no me pasó desapercibida y arrugué apenitas la nariz ante su toque, sin moverme aún de aquella posición.

    —Cierto, cierto, sería una mala idea llevarme la contra. No nos olvidemos que aún me debes un contraataque~

    Estar con Kenneth era sumamente sencillo, la verdad, me seguía dando vibes similares a las de Maze y lo agradecía. Me agradaba la gente que parecía fluir con la corriente y no tomarse nada demasiado en serio. No estaba segura cuán fucked up llegaba a ser eso de buscar a pulso las personas que probablemente no fueran a preocuparse nunca por mí, ya lo tenía tan enraizado en el cuerpo que no me lo cuestionaba. Por eso había pretendido huir de Daute, además, por eso tenía a Maze colgado en un puto buzón de espera y por eso insistía con Arata, o me daba igual la frialdad de Suiren. Kenneth corría por un cauce similar, suponía.

    Me sentía más cómoda cuando no encontraba nada del otro lado.

    Acabé regresando a mi posición, envolví el zumo con las manos y luego finalmente lo abrí. Estaba en medio de ese proceso cuando Kenneth trajo a colación el verdadero propósito de todo este espectáculo. La sonrisa me delató, se tintó con algo muy parecido a la culpa y suspiré, clavando el sorbete en el juguito.

    —Ninguna de las dos —reconocí, repiqueteando las uñas en el cartón, y prácticamente me obligué a buscar sus ojos—. Quería hablarte del proyecto, verás... No estoy en el mejor de los términos con Joey. Quizá lo notaste ya, y la verdad me da bastante vergüenza pedirte esto, pero quería preguntarte si tendrías algún problema agregando mi nombre aunque no haya contribuido demasiado.

    Mi objetivo inicial podía haber sido darle lástima adrede, pero al tener que decir aquello la vergüenza se sintió absolutamente genuina. Me pegaba en el orgullo académico por todos los jodidos costados y estuve a medio pelo de retractarme varias veces. Tomé aire y me corrí el cabello tras la oreja, en un gesto algo ansioso.

    —Lo siento, no me gusta nada pedirte algo así pero... —Cerré los ojos con fuerza por un instante y meneé la cabeza apenas, como si borrara de mi mente lo que iba a decirle—. Anyway, eso era.
     
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  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado

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    La expresión de decepción me duró realmente poco, tal y como cabía esperar, y el ligero empujón que sentí en el brazo logró sacarme una carcajada ligera que acabó por suavizar todas mis facciones de nuevo. Levanté la mano que tenía libre para indicarle que me rendía, o que me declaraba inocente, y simplemente asentí con la cabeza cuando me contó lo de Toy Story, dando su explicación como válida.

    Luego nos sentamos en la mesa y vino toda la movida de después, en la que acabé sonriéndole con toda la intención mientras hacía un gesto de afirmación con la cabeza; no era alguien especialmente competitivo, pero tampoco iba a rechazar la posibilidad de una revancha después de todo. And like I said, menos podría negarle una propuesta tan amable a una chica tan bonita, ¿verdad~?

    Sea como fuere, después del mini-espectáculo que nos montamos de la nada, la chica volvió a su sitio y yo aproveché para preguntarle por qué me había buscado. No tenía ningún motivo en particular, era simple curiosidad, pero por la reacción que recibí de su parte, no parecía que iba a ser ninguna de las dos opciones que yo le presenté (que por otro lado, había anticipado que así sería). Le noté la culpa en la sonrisa, también la vergüenza que pareció intensificarse una vez acabó de explicarme la situación, y en un impulso de confianza surgido de no sé muy bien dónde, extendí un brazo para buscar rodear su mano con la mía, dándole un apretón ligero.

    —Claro que no me importa, Sasha —afirmé, con una seriedad que casi parecía impropia de mí, y aparté la mano no mucho después para no incomodarla demasiado—. No puedo prometerte un sobresaliente, porque hemos estado algo dispersos con el asunto, pero seguro que un aprobado sacamos —le informé, recuperando la suavidad de mi tono de voz.

    No pensaba inmiscuirme demasiado en el asunto de su relación con Joey, hubiese o no notado la tensión que ella había mencionado entre ambos, y lo cierto era que genuinamente no me molestaba en absoluto añadir su nombre al proyecto una vez acabado. Sabía de la importancia de las notas en la escuela, especialmente para algunas personas, y, honestamente, ¿qué ganaba yo jodiéndole algo así a ella? Absolutamente nada.

    >>Además, ya sabes lo que dicen: hoy por ti, mañana por mí~ —añadí, renovando la sonrisa risueña, y me encogí de hombros para quitarle la mayor importancia posible a todo el asunto.

    No era ninguna obligación que me devolviese el favor, la verdad, pero pensé que quizás se sentiría más tranquila sabiendo que podía "pagarme" de alguna manera en otra ocasión y así no se quedaba como una especie de deuda innecesaria.

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    Última edición: 28 Noviembre 2022
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    Gigi Blanche

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    Una parte de mí había querido creer, incluso había estado prácticamente segura, de que Kenneth no rechazaría mi pedido. Se lo notaba como un buen chico y tampoco pretendía que matara a su madre, sólo que agregara mi nombre a una hoja. Quizás hubiera sido ese balance de beneficios y perjuicios el que me empujó a tomar la decisión, incluso a costa de mi orgullo.

    La probabilidad de éxito rozaba el 100%.

    Su mano encontró la mía, no sentí el impulso de rechazarlo y, la verdad, aquel acto tan sencillo me quitó un peso de encima; me confirmó que iba a obtener lo que quería, también. Regresé a sus ojos, siendo que había bajado la mirada brevemente, y su tono de voz sonó mucho más serio que de costumbre. Supuse que era un chico bastante perceptivo, a juzgar por su reacción. Devolvió la mano a su espacio, recuperando a su vez la suavidad usual, y me ayudó a sonreír.

    That would be enough —murmuré en voz baja, me cargué los pulmones de aire y esta vez fui yo la que estiró el brazo para darle un apretón, mirándolo a los ojos—. Thanks, hon. Really.

    Su último comentario me arrancó una risa bastante breve y aproveché que aún no había retirado mi mano para darle un toquecito con el índice.

    —Me parece bien, oye. Mi comodín es pagar con comida, así que si te apetece puedes pedirme lo que quieras y yo te lo cocino~


    Kenneth: 0.5 puntos
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    Gigi Blanche

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    Anna 6.png

    Me había echado buena parte de la mañana (qué va, toda la mañana) dándole vueltas, vueltas y más vueltas al asunto. La repentina existencia de los condenados pancakes me había enchufado tal cuota de ansiedad que no pude correrme de allí. Golpeteando los talones, tamborileando los dedos, mordisqueándome las uñas o jugando con mi cabello. ¿Qué era? ¿Le tenía miedo a algo? ¿Estaba enfadada? ¿Nerviosa? ¿O sólo estaba siendo una cría caprichosa? Siempre era lo mismo conmigo, las emociones rebalsaban y tapaba la botella con la mano.

    Porque no sabía si tenía derecho a sentirlas.

    Con cada clase que pasó la ansiedad me fue jodiendo cada vez más, pues era, en esencia, una hora extra ignorando activamente a Altan. Incluso así, cuando la campana del receso sonó... no supe qué hacer. No supe qué quería hacer. Me quedé sentada, resoplando como un toro cabreado, luego me incorporé de golpe, hastiada, y me fui directo al patio. Si me quedaba encerrada en el aula iba a terminar arrancándome los pelos o algo.

    Me desplomé en el césped boca arriba, bufé y saqué el móvil. Lo desbloqueé frente a mi rostro, le subí el brillo al máximo y arrugué el gesto, intentando acostumbrarme a la luz ambiente. Era estúpido, era una estúpida.

    Heyo, gracias por los pancakes
    Dile a quien sea que los hizo que están muy buenos


    Y tenía miedo.


    Yáahl me devané los sesos para ver de settear esto, porque esencialmente sabía que Anna no iba a atreverse a hablar cara a cara pero que tampoco iba a darle la vida para ignorarlo, pero imagina los doble, triple, cuádruple post de hablar por texto. Así que la aventé aquí, donde puedan compartir el espacio físico, digamos, sin necesidad de verse las caras. Para que mi plan funcione Altan tendría que haber bajado al patio, ofc, así que eso queda en tus manos. Sin presiones tho, puedes hacer lo que te dé la gana o no hacer nada en absoluto

    y ya, speech off
     
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    Zireael

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    Altan 3.png

    Así como me quedaba atorado en ciertas mierdas, a otras no les daba las suficientes vueltas y que Anna no me hubiese dicho algo en toda la mañana aunque alborotó un poco aquella calma extraña, no fue algo capaz de desestabilizar todo. No porque no me importara, no era eso en absoluto, pero luego de la azotea y después el mensaje que le mandé cuando me topé a Ishikawa en el patio, bueno, seguía un bastante perdido respecto a cómo mierda proceder.

    O seguía aterrado ante la visión del fantasma que ahora convivía en mi espacio físico.

    Cuando la campana sonó me levanté de la silla, le revolví el pelo a Jez a la pasada que se quejó como una chiquilla y me despedí de ella antes de irme a vete saber dónde. Al salir al pasillo me quedé mirando por las ventanas un rato, la verdad era que el clima estaba bien para estar afuera, aunque que lo dijera era yo era extraño en sí mismo. Eso del exterior no se me terminaba de dar bien.

    Antes de bajar me acordé del almuerzo, así que regresé al salón para tomarlo y entonces sí bajé a la primera planta. Mientras estaba metiendo las monedas en la expendedora de abajo me llegaron unos mensajes, pero no me detuve a revisarlos de inmediato y solo seguí el camino hacia el patio, no me molesté en revisar el espacio general y me senté en la primera banca vacía que vi.

    Ya con las manos libres pude sacar el teléfono, lo desbloqueé antes de ver la notificación como tal, así que para cuando vi que eran de Anna y comprimí un poco los gestos sin darme cuenta. Si no me había hecho el cacao mental antes, pues me lo haría ahora por lo que se veía, porque no tenía muy claro qué hacer con eso, igual que con todo lo demás.


    Se lo diré a oba-san entonces
    Me alegra que te gustaran


    Dejé los mensajes ahí unos segundos, en los intermedios destapé el bento y me obligué a meterme un poco de arroz en la boca, aunque de repente no se me antojaba demasiado y traté de oxigenar el cerebro de supuesto genio que poseía. Algo en esto seguía totalmente descuadrado, ¿no? Tampoco se necesitaban muchas luces para verlo, pero vaya que hacía falta un puto foco para terminar de entenderlo porque esto de dar palos de ciego no ayudaba mucho.

    ¿Era de cobardes hablar por mensaje? Quizás, pero dudaba que tuviésemos las neuronas en orden para hacerlo de otra manera, al menos ahora. Puede que también hubiese sido mejor esperar, qué coño sabía yo, porque entendía que mi espera podía emparejarse a la muerte visto desde fuera.


    Pasa algo, no?

    pls im here as always
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    Anna 6.png

    No creía que los mensajes fueran un error o implicaran uno, y aún así podía sentir el corazón martilleandome el pecho como un puto desquiciado. Me quedé un par de segundos adentro del chat, deslizando suavemente el dedo hacia los mensajes antiguos y pretendiendo que eso era lo interesante y no la ansiada aparición del "En línea". Al final acabé saliendo porque había empezado a sentirme una puto obsesiva y porque, la verdad, quería y no quería saber que los estaba leyendo. Quería y no quería hablar con él. Quería y no quería que hubiera tenido el detalle de dejarme pancakes. O sea, pancakes. ¿Tenía esa cara de culo y me regalaba pancakes? ¿En serio? ¿Qué se suponía que hiciera con estas contradicciones?

    Ya me estaba yendo por las ramas.

    Bufé con fuerza y dejé caer el móvil sobre mi pecho, estirando los brazos en el césped. Me quedé moviendo los pies y viendo las nubes pasar cuando el aparato vibró, sobresaltándome. No fue la sorpresa, sino que estaba esperándolo tanto que ya tenía el cuerpo tenso sin notarlo. Exhalé, el bicho volvió a vibrar y le encendí la pantalla para leer los mensajes desde afuera. Eran de manual.

    Y quería y no quería que lo fueran.

    Tuve el impulso de abrir el chat, aventarle un sticker de gatito y desentenderme del asunto, pero no lo sentía nada correcto y por eso me quedé rumiando. Por eso, también, le di tiempo a enviar el tercer y último mensaje. Eran tres palabras, tres palabras de mierda en una pantalla que me detuvieron el corazón en el pecho. También, si es que era posible, me aliviaron.

    Quería y no quería.

    Siempre la misma mierda conmigo.

    Puse todas las neuronas a trabajar para dar con una respuesta decente, y pasados algo de dos minutos me digné a abrir el chat. El teclado apareció y mis dedos navegaron el espacio un rato hasta ponerse a escribir.

    Perdón


    Vamos, Anna, ¿no puedes hacerlo mejor que eso?

    Por no haberte respondido el otro día


    El jodido love you lots, tanuki me estaba perforando el cráneo desde que lo había leído y como una jodida imbécil no había sabido qué responderle. La cuestión era simple, de hecho, simple y clara como agua de manantial. Pero dudaba, seguía dudando, posponiendo y la culpa era cada vez más pesada. Tanto, que ni siquiera me atrevía a buscarlo y verle la cara.

    Estuvo feo, y encima también me dejaste los pancakes y me siento una estúpida

    Así que eso, perdona
     
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