Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Era la primera vez que conocía a alguien tan trotamundos y, la verdad, era una mierda que siempre había admirado. Ni idea, quizá fuera algo extraño considerando que tendía a ser más independiente y autosuficiente que otra cosa, pero al mismo tiempo no me veía capaz de pillar un bolso y salir a conocer el mundo. No sola, al menos. No cabía en mis esquemas, en la rigurosidad y la planificación. Lo más que había hecho era venir de Australia a Japón y luego también estaban los pocos viajes que había hecho a Francia, cuando mamá medio había pretendido sostener su rol en mi vida.

    Al menos había conocido París, suponía.

    —¿Hmm? ¿Y eso por qué? —pregunté casi la instante que soltó aquello de sus planes interrumpidos, me había metido tanto en el relato que no frené mi lengua a tiempo y pensé demasiado tarde que quizás estaba husmeando más de lo correcto, pero ya qué. Luego sonreí y asentí—. ¿Te gusta sacar fotos? Anyway, I would love it~

    Luego seguimos bajando, se acopló a mi ritmo y respondió a mi pregunta. Qué va, un poco preguntona sí que andaba. Un diario, ¿eh? Para escribir y dibujar. Sonaba super bonito, además eran cosas que nunca se me habían dado muy bien así que, otra vez, admiraba a las personas con esa vena artística. Eran pequeñas ocasiones en las cuales podía llegar a sentir que no tenía nada interesante que aportar, que mi vida se limitaba a estudiar, trabajar y cuidar de mi familia, y no tenía anécdotas extravagantes ni producciones personales que mostrar. Tampoco me mortificaba, claro, sólo eran... reflejos fugaces, como relámpagos.

    —No, no tengo tiempo para asistir a los clubes —respondí con simpleza—. Cuando salgo de aquí me voy derechito al café donde trabajo, pero hobbys... Me gusta andar en patineta~ Surfear también, pero eso no lo he hecho desde que nos fuimos de Sydney. ¡Ah, y ver documentales de animales!

    Bueno, ese era el hobby de Danny técnicamente, pero me había echado tantos con él que medio se me pegó la costumbre y de tanto en tanto me encontraba colgada de la tele aún estando sola.

    Un poco de gracia me hizo el mini teatro que se montó de repente, con aquel suspenso y todo el rollo, pero no hice más que esperar y seguirlo. Apenas adiviné que nos dirigíamos al patio norte, sin embargo, tuve que detenerlo y apresurarme hacia las escaleras porque mi almuerzo seguía arriba. Fue una tontería, pero en el trayecto me cayó un poco de ansiedad encima al pensar en la posibilidad de que quizá ya no estuviera donde yo lo había dejado, pero por suerte no fue el caso y me despreocupé.

    Safe day, I guess.

    Le sonreí al regresar junto a él, un poquito agitada, y ya de paso aproveché el impulso para salir al patio. Había un montón de gente, era verdad, pero logré distinguir un banco vacío al fondo y lo señalé, sonriéndole antes de ir hacia allá. Dejé mis cosas sobre la mesa, me senté y me corrí el cabello de los hombros, soltando el aire de golpe.

    —Bueno, he cumplido con mis responsabilidades —solté, en tono jocoso—, pero aún no definimos la tarifa~
     
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    Amane

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    Se me ocurrió pensar que la chica estaba siendo bastante preguntona, pero teniendo en cuenta lo poco que realmente sabía de ella, acabé por achacárselo a su personalidad sin más. Ni idea, estaba siendo de lo más social y habladora conmigo, así que no se me hizo extraño pensar que le gustaba sacar conversación a base de preguntas. Tampoco me molestó, dicho sea de paso, no era realmente una persona reservada en cuanto a su vida u opiniones.

    —Asuntos familiares que resolver. Nada grave, pero aparentemente necesario —contesté con toda la tranquilidad del mundo.

    Bueno, que no me importase contestarle tampoco significaba que fuese a soltarle toda mi vida de golpe, especialmente aquella parte en concreto que no me parecía el tema de conversación más apasionante en esos momentos, pero me valía en tanto pudiese satisfacer su curiosidad, eso sí. Luego me preguntó por las fotos que había mencionado y me pareció motivo más que suficiente para no extenderse demasiado en cosas más aburridas.

    De haber sabido lo que se había parado a pensar cuando le informé sobre mi hobby, quizás hubiese pretendido seguir indagando en ese tema, porque no dudaba de que hubiese sido capaz de despertar mi curiosidad. No consideraba que mi diario fuese una gran producción artística, si no más bien una manera de entender como veía el mundo en algunas ocasiones, y aunque pudiese no parecerlo, seguramente admiraría mucho más su capacidad de centrarse en cosas tan importantes como el estudio o la familia.

    Uno siempre deseaba lo que no tenía, ¿cierto?

    >>Algo así, sí. No son las mejores del mundo, pero es una buena manera de tener recuerdos de esos viajes —seguí respondiendo, sin embargo, sin poder esconder la sonrisa de satisfacción que me cruzó el rostro al escuchar que aceptaba mi invitación—. ¿Al trabajo? Qué responsabilidad. Igual son buenos hobbies, bastante variados~ —todo se lo dije sin ninguna intención de burla en mi voz, más bien con todo lo contrario; eran comentarios realmente sinceros.

    Esperé pacientemente a que volviese en cuanto me indicó que lo hiciese, pensando que había tenido mucha suerte de encontrar una chica tan interesante para pasar el tiempo y que igual no había sido tan mala idea la de mis padres al enviarme aquí, porque parecía que iba a entretenerme casi tanto como lo había hecho en los otros países.

    >>Ah, la tarifa —comenté, risueño, mientras alcanzaba el banco que me había señalado y dejaba mis almuerzo sobre la mesa también, tomando asiento—. Pues... la que usted disponga para estos casos, señorita. Estoy satisfecho con los servicios ofrecidos, así que pagaré lo que sea necesario~
     
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    Gigi Blanche

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    Su respuesta no me resultó evasiva, aunque el chico en líneas generales se mostraba tan sereno que posiblemente me colara cualquier reacción negativa sin siquiera darme cuenta. ¿Un poco como yo, quizá? Con esta facilidad estúpida para hacer de cuenta que todo iba bien, para dejar el cerebro en default y seguir a lo mío. Lo de Daute sí había acabado desestabilizándome pero, bueno, tampoco era de piedra. Vete a saber cuándo dejaría de pensar en eso, o de preguntarme de vez en cuando qué coño sería de su vida o si le iría bien.

    Pero en fin, lo importante era que ya no me afectara, ¿verdad?

    Que no me distrajera de mis responsabilidades, quería decir.

    En fin, que no me resultó evasivo, sino lo normal de alguien que menciona un asunto personal frente a una persona que no conoce de nada, de modo que me limité a asentir. Lo importante era que no había sido nada grave, como se tomó la molestia de aclarar. Por la misma línea se me habría antojado pedirle de ver su diario si la situación surgía, pero otra vez, me parecía un terreno lo suficientemente personal como para no ponerlo en ninguna clase de compromiso. Si le apetecía me lo ofrecería, así como me había ofrecido ver las fotografías.

    Quizás hiciera aguas en muchos aspectos pero, vaya, al menos podía decir que la gente conmigo se sentía cómoda, ¿verdad?

    —Bueno, cuando quieras me las muestras —resolví, asintiendo otra vez—. Yo encantada~

    Su comentario sobre mi trabajo me arrancó una risa floja y me encogí de hombros, dejándolo correr. Estaba acostumbrada, ni idea, no me parecía tan descabellada la rutina de escuela-trabajo en alguien de dieciocho años, pero vete a saber. Quizás este chico era un niño pijo y no había trabajado en su vida.

    ¿La estupidez de la tarifa pretendió correr por dos carriles? Sí y no, qué sé yo. Lo había dejado sobre la mesa con la liviandad de siempre, con la capacidad digna del aire para arremolinarse y no demandar, no pretender ni esperar. Únicamente tomando lo que había a la mano y ya. Atendí a su respuesta, sin perder la sonrisa divertida del rostro, y abrí mi bento para entretenerme con la comida. Recogí algo de arroz y carne y me lo llevé a la boca, pensativa. Un poco antes de tragar posé mi mirada en él, sus ojos eran de un azul algo metalizado y se veían bonitos bajo la luz natural.

    —El problema es que no sé qué divisas manejas —le respondí, tragándome la gracia para sonar relativamente seria—. ¿Algún talento oculto que te sirva para recompensarme?
     
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    Amane

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    La muchacha no se había inmiscuido demasiado en lo del asunto familiar, así como tampoco lo había hecho con el diario que le mencioné, y en cierta medida era algo que agradecía. Lo dicho, nada me martirizaba lo suficiente y dependiendo de cómo lo hubiese afrontado, quizás le hubiese acabado contando que el asunto familiar en cuestión simplemente era vigilar a mi hermana. Pero ni idea, supongo que le pareció demasiado personal y prefirió no insistir, decisión que respetaba por completo.

    Después de sentarnos en el banco que encontramos libre y responderle a la broma de las tarifas, me decidí a finalmente abrir el sándwich que había comprado y darle un par de mordiscos en lo que ella se pensaba su contestación. Lo hizo con toda la seriedad del mundo, lo que solo logró echarme encima una sonrisa divertida, y recibí su mirada de lleno, pero con tranquilidad.

    —¿Talentos ocultos para recompensarte? —repetí, bajando un poco el tono de voz, y repasé sus facciones de manera algo distraída—. Quién sabe~

    Dejé la frase en el aire, vete tú a saber con qué intenciones ya, y abrí la botella de agua para darle un par de tragos en lo que seguía pensando una respuesta más decente. Oye, lo último que pretendía era quedarme a deber con una chica tan bonita y amable. ¿O igual sí? Quizás ni era tan malo~

    >>¿Tienes algún lápiz y algo de papel, Sasha? —acabé por preguntar, en tono suave, mientras le ponía el tapón al botellín con calma.
     
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    Gigi Blanche

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    Algo de gracia quizá me habría dado descubrir que su hermana, esa a la cual habían enviado a vigilar, era una de las integrantes del club de lectura. No las conocía personalmente de nada, claro, pero llevaba ya tres años en el Sakura y había pasado varios recesos en la biblioteca, de modo que las reconocía. Tres cabezas blancas leyendo en silencio, vamos, era como cargar un reflector encima todo el rato. ¿Cuán revoltosa podía ser alguna de esas chicas como para que su big bro tuviera que echarle un ojo? A veces las apariencias engañaban, claro, pero aún así me costaría creerlo.

    Ahora, ¿por qué terreno nos andábamos moviendo? Vete a saber. Nada concreto, eso seguro. Noté que medio me repasaba con la vista, incluso que había bajado un poco el tono de voz y yo sólo me quedé allí, sintiendo una muy ligera satisfacción. A ver, que sólo lo estaba molestando un poco y ya, ni que fuera de los salidos capaces de montarse una versión del infierno en pleno patio norte, a la una de la tarde. El caso fue que se siguió haciendo el interesante, pensé que el niño andaría más en su salsa de lo que podría aparentar y también seguí sus movimientos vagamente, por qué no, en lo que abría la botella y le daba un par de tragos. Había regresado a mi almuerzo cuando su voz volvió a llamar mi atención.

    Alcé las cejas, aunque no tardé en conectar neuronas y creí hacerme una idea de, bueno, su idea. Por suerte me había traído el bolso entero, cosa de andar más rápido y no dejarlo esperando tanto tiempo, así que asentí y esculqué dentro hasta dar con sus pedidos. Le alcancé un bloc que utilizaba para tomar apuntes y uno de mis lápices de grafito, crucé las piernas bajo la mesa y recargué la barbilla en mis manos entrelazadas, mirándolo con una sonrisa.

    —A ver, qué nervios~ —murmuré, en tono suave, y ladeé ligeramente la cabeza—. ¿Soy tu chica francesa ahora?

    Una chispa de diversión se me coló a lo último, y es que encima sí era medio francesa por parte de mamá, así que la broma colaba mejor de lo que parecía a simple vista.
     
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    Amane

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    Sonreí con cierta cuota de satisfacción al recibir su asentimiento de cabeza y mantuve la vista sobre ella, aunque en un gesto más vago, mientras rebuscaba en su bolso para darme lo que le había pedido. Aproveché para seguir comiendo un poco, y para cuando la chica volvió a prestarme atención, prácticamente había terminado de devorar el sándwich y la estaba esperando con la expresión liviana de siempre.

    Recibí el bloc y el lápiz que me ofreció, dejando salir una risa floja por la nariz al escuchar su pregunta mientras pasaba las páginas para dar con una hoja en blanco que pudiese utilizar sin intervenir demasiado en sus apuntes. Hice un par de garabatos a un lado del papel, para acostumbrarme al tacto del mismo, y levanté la mirada del cuaderno un par de segundos, mirándola con los ojos ligeramente entrecerrados, antes de centrarme por completo en el dibujo.

    —Algo así, sí, pero sin que tengas que desnudarte —comenté, sin ninguna doble intención y un claro tono de broma.

    No planeaba hacer ninguna obra maestra, tampoco creía tener la capacidad para hacerlo, pero eso no evitó que acabase centrándome quizás demasiado en la tarea que tenía delante y olvidase por un par de minutos que la chica querría seguir hablando o algo. Por suerte fue solo eso, unos cuantos minutos en los que retraté su rostro sonriente y parte del cerezo detrás de su figura, con trazos no muy detallados pero lo suficientemente claros para distinguir sus facciones.

    >>Es fácil dibujarte, Sasha, eres buena modelo —dije, en un comentario distraído mientras intercalaba miradas entre ella y el papel, satisfecho—. Aquí tienes, considéralo un adelanto~

    Le extendí la libreta de vuelta, el lápiz inmediatamente después, y le dediqué una sonrisa tranquila mientras dejaba caer la mejilla sobre mi mano, algo expectante por ver su reacción de primera mano.

    >>Y muchas gracias por haber pasado el receso conmigo, ha sido una linda compañía.

    Y quizás aquellas fueron las palabras más sinceras que le pude decir durante todo el rato que pasamos juntos, porque estaba genuinamente agradecido y sabía que había tenido mucha suerte de toparme tan repentinamente con ella.

    No sé si nos dará tiempo a rolear algo más, en cuyo caso no me quejaría, pero just in case, gracias por rolear con el nene <3 que ya sabes que tenía muchas ganas de rolearlo contigo desde que dije que lo metería y me lo fangirleaste como la supportive girlfriend that you are uwu ha sido un placer tirarle los trastos a Sasha u///u
     
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    Gigi Blanche

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    En lo que buscaba una hoja en blanco me dediqué a seguir comiendo, ya que también probó el lápiz y tal. Justo había tragado al recibir su respuesta, de modo que solté una risa sin complicaciones. No me molestó cuán osado podría haber sonado su comentario, de cierta forma me la había buscado así que lo consideré a la altura. Gracia me daba, además, porque Rose era pelirroja y él, bueno, ¿tenía Jack vibes? Kinda? Who knows.

    —Descuida, aquí hacemos las cosas diferentes, por eso no te voy a dejar ahogarte.

    Ya lo había previsto, y aún así cuando recibí su mirada scanner de dibujante y el silencio se instauró entre nosotros, bueno, un poquito de incomodidad me cayó encima. Nada jodido, era como cuando te cantan el feliz cumpleaños y no sabes qué hacer con las manos. No sabía si debía quedarme quieta, si posar o seguir haciendo mi vida, pero como no recibí instrucciones me decanté por lo último y comí hasta acabarme el bento. Me di cuenta que no le había ofrecido nada y me dio pena, así que ya vería de compensárselo otro día.

    Su comentario captó mi atención y me dibujó una sonrisa en el rostro, una que contuvo prácticamente la emoción de una niña. Lo tomé como un elogio de punta a punta, uno que nunca me habían hecho, claro está, y estiré el brazo de inmediato para recibir su dibujo junto a un "let's see" bien bajito.

    Era un boceto rápido, obvio, pero en comparación a las dos líneas chuecas que yo podía hacer en cinco minutos, eso era una maravilla. Lo observé un buen rato hasta que subí la mirada a sus ojos y la intercalé un par de veces con el bloc.

    Honey, it's so great —murmuré, de lo más honesta, y me regresé el chip en japonés al dejar las cosas sobre la mesa para dedicarle toda mi atención. Crucé los antebrazos y alcé las cejas, curiosa—. ¿Adelanto? ¿Hay más de donde vino este~?

    El tiempo ya se nos iba acabando, de modo que empecé a ordenar mis cosas con calma y recibí entonces su agradecimiento. Me resultó honesto a cagar, ni idea, de cierta forma fue cálido y me arrastró a la superficie ese costado maternal que había asomado la nariz con Arata el otro día.

    —No es nada, cielo, yo también me la pasé muy bien. ¡Y bienvenido al Sakura! Así que ya sabes, cuando quieras aquí tienes una compañera de almuercitos~

    Le guiñé un ojo, me eché el bolso al hombro y me incorporé, invitándolo con una sonrisa a subir juntos a clases. Era una tontería probablemente, pero la verdad era que seguía pensando en el dibujo y seguro lo hiciera un buen rato más. No acostumbraba recibir nada de nadie, así que esos pequeños detalles me significaban un montón de cosas y bueno, que si lo decía me moría de vergüenza, pero realmente apreciaba que se hubiera tomado el tiempo de hacerlo.


    dentro de un rato ya no voy a poder postear así que right in time, missy uwu

    por aquí cierro con Sa-chan, gracias por tirarme los trastos con el husbando aaaa me la pasé muy bien you already know it <3
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    madarauchiha uwu
    Avisar que fue el propio Madara el que me describió las acciones de Lynn y sus diálogos :3
    Yashihiro Nakagawa.png

    —Almorcemos donde te sientas más cómodo —fue lo que dijo con su liviandad y templanza, que a menudo se teñía de sátira o cinismos duros, la cosa es que llamó la atención de mis ojos que aún seguían reaccionando con esa sorpresa tranquila. Iba a decirle que estaba de acuerdo y sonreírle, pero antes de eso la chica me brindó una sonrisa... natural, pero hizo algo alertar a mi cerebro, por algún motivo, ¿sería ese gesto fino que hizo con la mano? De seguro pensaba así, porque quisiera o no, era un fijón de cuidado y en general con mi padres y los de mis primos, pues andaba pendiente de todos esos mensajes no verbales, por sí me ocultaban algo. Tipo, como que se saltaron un desayuno o en realidad les fue mal en el trabajo, me protegían mucho de eso y a mí nunca me agradó del todo, de ahí, en parte, que prestara tanta atención a todo lo que no se expresaba solo con palabras y terminara por reconocer varias... señales, osea, me despertaban ciertas emociones, aunque fuera incapaz de saber de dónde venían, para qué estaban o a dónde iban.

    —Acércate —dijo monocorde, con cierta gracia estampada en sus facciones que reflejaban su divertida tranquilidad. La miré extrañado, ¿por qué debería de acercarme? Frunció con ligereza el ceño, pero no perdió su sonrisa y siguió haciendo ese gesto de mano delicado que intentaba incitarme a obedecerle—. Vamos~

    Me acerqué.
    >>Un poco más— ¿Cuánto más querías que me inclinara, Ayala-san? Cerré los ojos y fruncí el ceño de la pura frustración que me estaba generando tanto misticismo, pero de todas formas obedecí manos en los bolsillos y el no haber abierto los ojos por pura tontería me...

    Me llevó a no saber cómo reaccionar.
    >>Ya haces mucho viniendo a comer conmigo, no voy a ser yo quien imponga donde comer sí ya tienes un sitio donde te sientas cómodo —habló calma, monocorde, con genuino cariño incluso, se notaba en cada una de sus facciones... Y yo cómo diablos iba a saber cómo reaccionar, lo dicho, no trataba con chicas. Mi mano terminó suave sobre mi frente, aún sin creerlo del todo y, la verdad, mejor así.

    Ladee con ligereza la cabeza y una sonrisa tensa, mientras fruncía el ceño apenado, se formó en mis labios...
    —Va... vale —musite nervioso, pero quién sabe, podía culpar al calor en mis mejillas a mi corazón idiota que andaba revoloteando en mi pecho—. Sígueme —concluí intentando sonar monocorde, pero la verdad es que mi cara era todo un poema entre que no sabía sí sonreír, mostrarme molesto más conmigo mismo que por ella, o simplemente largarme a llorar.

    ¿Es que a caso estos idiotas no entendían...? ¡Bah, qué importa!
    —Nggg —me quejé bajo mientras cerraba los ojos y apretaba mucho la mandíbula, había dejado a Ayala-san sus buenos pasos atrás, no porque ahora no quisiera almorzar con ella, sí no que necesitaba un tiempo para quitarme el jodido calor del rostro y la opresión en el pecho. Parece que las mujeres, al menos de Sakura, no tenían demasiada piedad que digamos.

    Extrañaba a Dunn-senpai y todo, tan reservadito en acciones y palabras. En fin, la idea me hizo soltar una risa liviana y volteé a ver sí Ayala no me había perdido el paso.
    —Vamos, lenturra, que te dejo atrás y luego te me pierdes —comenté con clara sorna, ignorando el manojo de nervios que había sido por unos instantes. La busqué con mi mirada entornada y al sonrisa gatuna mientras aún llevaba las manos en mi bolsillo, al diferencia es que dejé lo encorvado atrás para intentar estar recto, cosa que me duraría poco, pero siempre lo intentaba cada que me daba el valor y las ganas—. ¿Prefieres sol o sombra, pasto o bancas? —sugerí luego una vez me hubo alcanzado, era un día precioso y yo no soportaba del todo la luz directa del sol, pero eso no tendría por qué saberlo ella.

    Así que me limité a brindarle una sonrisa tranquila, bastante amplia y más confiada, pero claro, no me duró mucho y terminé desviando los ojos a cualquier lugar del patio. Todo por recordar el reciente beso en la frente que me había dado la condenada. Mi suspiro nasal vibró como una risa...

    Había que ver lo mucho que me molestaría mi madre al respecto sí se llegaba a enterar. No sé qué manía tenía la gente de preguntarles a los jóvenes por las novias y a las jovencitas por los casamientos, ¡vamos, viejo! ¡Sí con suerte y podía cruzar tres palabras sin pasarme rollos de cualquier tipo!

    En fin, era otro gran día para estar vivitos y coleando, supongo. Al menos, mal, mal no lo pasaba. En fin, que desgracia.
     
    Última edición: 15 Febrero 2022
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    Gigi Blanche

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    Anna 6.png

    Apenas Al reparó en mí podría jurar que algo se me removió en el pecho. Una estupidez por donde lo vieras, exagerada incluso, pero seguía teniendo dieciséis años y de vez en cuando me olvidaba cómo se suponía que uno se comportara frente a la persona que... bueno, le gustaba. Ni que hubiera sentido alguno en colorearlo con medias tintas ya. Y me agradaba pensar que él sentía lo mismo, de hecho me lo sabía transmitir simplemente con una mirada, pero cuando me lo dejabas fuera de alcance por tiempo indeterminado el cerebro se me iba a la mierda. Así había sido siempre, suponía.

    Incapaz de dejar estar aquello donde no llegara a iluminar.

    Lo que no volteara a verme de regreso.

    La cuestión es que di con sus ojos y me sentí pequeñita, pero me las apañé para mantener la cara de reclamo porque, bueno, igual le estaba reclamando. Jamás creí que fuera una estrategia amable abordarlo de aquella manera y se le notó en el gesto, aunque cuando quiso responderme una exclamación nos distrajo, tanto a él como a mí. Busqué a Cayden con la vista, fue mera inercia, pero desapareció como un suspiro y allí quedó el asunto. No me sentía particularmente mal por haberle dejado a Ko el otro día como un puto paquete si en definitiva la decisión la tomó el chiquillo, pero quizá no sobrara alguna pregunta de cortesía. De hilos no sabía nada, pero regresé la mirada a Altan y pensé de repente si debería abrir la boca.

    Sobre lo que había ocurrido en Shibuya.

    Mi expresión no transmitía exactamente severidad, pero cualquier aspereza que hubiera habido allí comenzó a suavizarse poco a poco, a medida que escuchaba a Altan hablar. Que un viaje, que falta de señal, luego un cerebro derretido. ¿Migraña? Para la gracia, ninguna de mis mierdas tendía a desencadenarme malestares físicos pronunciados, y dolor de cabeza aún menos. No sabía cómo se sentía, en resumen, aunque tampoco lo necesitaba para enterarme que bonito no se la pasaba.

    ¿Sufriría de migrañas muy seguido?

    No tenía idea, vaya.

    Estuve por responderle cuando noté que estiraba el bento en mi dirección, lo acepté de pura inercia y extraje la notita casi al instante porque chusma se nacía. Su oferta del almuerzo vino aparejada de su caligrafía, que adquirió a su vez los colores de su voz y rebotó aquí y allá junto a las luces de los fuegos artificiales, los recuerdos del festival. Se apresuró a atajarse, ya de paso, como si le hubiera agarrado el pánico de que no quisiera, y con la vista aún pegada en el papel sonreí.

    Si sería idiota.

    Me traicionó hasta a mí misma, que si hubiera querido mantener la cara fea me habría resultado imposible, y tener que asumirlo me arrancó una risa baja del pecho. Meneé la cabeza, agitando la notita, y me puse de puntillas para alcanzar su mejilla y depositar allí un beso. Fue dulce, dulce y suave.

    —Ya vamos. —Lo miré a los ojos y le indiqué las escaleras con un movimiento de cabeza, empezando a caminar—. Te voy a sacar un poco al sol, que si sigues así vas a hacerte transparente.

    Regresé la notita adentro del empaque, cosa de que no se perdiera, y sostuve todo el almuerzo contra mi vientre con ambas manos. Volteé el rostro hacia él.

    —¿Okuwa, dijiste? ¿Quién vive ahí?


    pensé que iban a llegar al patio norte pero kinda que no, pero ya lo tenía escrito acá así que yolo :D

    i am speed and i feel no shame at all
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
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    Nadie podía culpar a Anna por poner en duda los sentimientos ajenos, los míos en particular, ni aunque fuese el mismo idiota que le había pedido que lo amara, no importaba cuándo, pero que lo hiciera. Entendía que apenas nos sacaban del foco, de los ojos de la persona que queríamos que nos correspondiera, la situación general se desdibujaba de forma extrañas y los monstruos en las esquinas a veces salían para soltarte un mordisco en cada extremidad.

    Porque claro, cualquiera era capaz de preguntarse la misma mierda mil veces.

    ¿Por qué iría a mirarme a mí de por sí?

    Igual a ambos nos distrajo la misma cosa, así que al menos soltamos las divagaciones un instante, y la verdad es que si ella me hubiese dicho que había ido a aventarle a Ishikawa a Dunn como si fuese un pedido por Uber Eats me hubiese descojonado. Igual dudaba mucho que al otro le importara demasiado que lo despertara el mismísimo diablo a las tres de la mañana para dejarle al otro chiquillo, pero tenía su gracia todo el cuadro entre los tres. Me daba que si les daba la ganas entre todos no hacían dos neuronas.

    Por otro lado no sabía que Anna se andaba debatiendo si contarme algo o no, los hilos del mundo solo indicaban la dirección de las cosas y sus interconexiones, por lo general no contaban mucho más de lo que sucedía, era raro cuando lo hacían de hecho. Por eso uno debía tenerlos sujetos o ser el vórtice de una de las redes directamente, porque si no era lo mismo no enterarse de nada.

    Como fuese, cuando recuperé el foco y comencé a hablar una parte de la tensión en ella se deshizo, también de la mía por rebote y pude aflojar un poco el cuerpo. No recordaba haberle contado a Anna de las migrañas como tal, además de que por lo general las soportaba con relativa entereza entonces no veía por qué andarlo diciendo por ahí, pero bueno ahora le quedaba el fun fact.

    Vivía con miedo de acaparar a las personas, absorberlas enteras, porque sabía que podía hacerlo si un día se me volaba la cabeza del cuerpo y por eso no pretendía atar a nadie a mí a conciencia, no cuando los quería. De ahí que siempre le dejara la opción a Anna de solo decirme que no y ya, el mundo no se iba a acabar si no quería estar conmigo una hora o un día, eran cosas que pasaban.

    Mi corazón de máquina lo entendía, podía aceptarlo.

    No quería decir que el día que pasara, como la tarde de las pruebas físicas, doliera menos.

    Cuando quise darme cuenta se había puesto de puntillas, sus labios me alcanzaron la mejilla y la ansiedad que me estaba rebotando en el cuerpo se cayó por fin. Se silenció, así de sencillo, y si iba a decir algo más lo olvidé directamente, el viento se lo llevó a quién sabe dónde, además de que su voz me llamó la atención mientras caminaba hacia las escaleras.

    —¿Insinúas que no tomo suficiente sol? —reclamé sin alzar la voz—. Porque tienes razón.

    Le seguí los pasos como era de esperarse, miré por una de las ventanas del pasillo de abajo antes de salir y pensé que estaba haciendo un sol del diablo, de ese que me cortaba la cabeza en dos en un mal día. Ahora, bueno, era un poco molesto pero no significaba que fuese a explotar como Drácula ni nada.

    —¿Hmh? Ah, mis abuelos maternos se fueron a vivir allí cuando yo tenía como diez años... Qué sé yo, querían vivir en un pueblito apartado luego de haberse pasado la vida en el centro de la ciudad. Mamá insistió en que aprovecháramos los días libres para ir a verlos, se le ocurrió el primer día como a las diez de la mañana. —Entrecerré los ojos cuando salimos al patio y repasé el espacio con la vista, esperando que ella eligiera dónde sentarse sin matarnos de insolación—. Es bastante bonito en realidad.

    Me acordé de repente de algo que me había dado la abuela, de milagro me había acordado de tomarlo del escritorio en la mañana, así que escarbé el bolsillo del pantalón para sacar el llavero y estirarlo en dirección a Anna.

    —Me lo regaló nonna —dije casi en un murmuro—, mi abuela quiero decir, pero me gustaría que te lo quedes tú.

    ¿Así sin venir a cuento? Pues sí.


    im fast as fuck booooi *whooosh*

    also imagencita del keychain pa la niña cuz five uwu
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    Gigi Blanche

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    Quizá no fuera una mierda histórica ni lineal, quizá los miedos y dudas consumieran la forma de nuestros objetos de interés sin más. Llegaba a ser una genuina estupidez si no creía en el cariño de Al luego de las cosas que habían pasado, de todas las conversaciones, los momentos compartidos y las confesiones también. Le había abierto mi corazón de veras, él el suyo, lo había buscado y me había refugiado entre sus alas más veces de las que llegaban a ser razonables si considerábamos el tiempo que llevábamos conociéndonos. Pero sabía muchísimas cosas. Sabía de los lobos, sabía de Kakeru, sabía del circo y el asma. Y yo sabía de su corazón de máquina, de sus miedos, su madre violinista, la llave maestra, el núcleo heredado de su padre y su abuelo también. Sabía que era algo tozudo, que le costaba demostrar sus emociones, y que así no lo pareciera sería capaz de permanecer a tu lado hasta el puto fin del mundo.

    Sabía que quería ser amado.

    Que había llegado a ver el mundo acromático.

    Que le aterraba consumir a las personas.

    Con todo, si llegaba a dudar de su cariño no era realmente su culpa. Al menos no por completo. Los miedos y dudas se fundían en nuestros objetos de interés y por eso, Dios, por eso le daba mil vueltas a cada pequeña cosa. Por eso me lo quitaban del foco y se me volaba la cabeza. Por eso... jamás me había preocupado sobre el amor de Kakeru.

    Uno lo quería, quizá más de lo que era consciente.

    El otro sólo había estado ahí.

    Me siguió de inmediato hacia las escaleras, su respuesta me arrancó una risa baja y asentí, sin agregar mayor cosa al respecto. Tampoco planeaba insolar a la pobre criatura, que de por sí mucho sol repentino podía dejarlo con fiebre, pero al menos un poquito de aire y naturaleza. Era la loca del verano, después de todo, dudaba que alguien fuera a ponerme en el team invierno y si lo hacían, estaban idiotas.

    Escuché su explicación y también entrecerré los ojos apenas alcanzamos el patio. Me hice sombra con una mano, repasando el espacio en busca de un lugar decente, y cuando lo definí reinicié la marcha. No sabía mucho de la familia de Al, más allá de lo que me había contado aquella vez en el invernadero, así que ser capaz de seguir pintando el cuadro me alegró. Cuando terminó de hablar volteé a verlo y le sonreí.

    —Me alegro, Al, de que lo hayas disfrutado.

    Me detuve bajo la sombra de un árbol y no tardé ni dos segundos en quitarme los zapatos, calcetines incluidos. Pisé el césped con ganas, estaba fresco, suavecito y el gusto se me notó en toda la cara. Estuve a punto de sentarme cuando noté que Al sacaba algo de su bolsillo, acabó siendo un llaverito de un maneki neko y también traía otras cositas, ¿era un pez koi? Tenía la pinta. Lo acepté de inmediato, lo observé encima de mi palma y la sonrisa me descubrió la dentadura.

    —Gracias, cielo. —Alcé a verlo para decir aquello y finalmente me acomodé en el césped, recostando la espalda en el tronco del árbol. Deposité el almuerzo a un lado—. Yo no tengo nada para ti.

    Fue un murmullo quedo, una queja dirigida hacia mí misma, que solté medio entre dientes y casi con vergüenza. No me quedé ahí, sin embargo, casi de inmediato renové el aire de mis pulmones y busqué sus ojos. El llavero aún se movía entre mis dedos, en un gesto distraído.

    —Es casero, ¿no? ¿Lo hiciste tú? —inquirí sobre el almuerzo, y así no exudara la energía usual que llegaba a pecar de infantil, una buena cuota de ilusión se me coló en la voz, los ojos y todo lo demás.
     
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    Zireael

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    Era consciente de que los miedos que surgían a veces nada tenían que ver con las personas a las que los relacionábamos, uno tenía miedo a no ser querido o ser mal agradecido por las acciones propias, no por lo que los demás hubiesen demostrado. Era una cosa muy difícil de explicar, abrir la boca para darle forma hacía que todo se enredara sobre sí mismo una y otra vez, pero quería pensar que a la larga todos éramos capaces de entenderlo. Sonaba a cliché de película de mierda, pero a veces de verdad éramos nosotros y no los demás los que teníamos el problema.

    Anna me había confiado muchísimas cosas, más de las que hubiese esperado nunca, y no había que ser ningún genio para saber que las guardaría como si fuesen la fórmula secreta para la absoluta iluminación. A la larga también yo le había confiado cosas a ella, esas que entendía como certezas en mi vida, las que quizás alimentaban las sombras de las que había nacido y mantenían el mundo gris.

    Se las había entregado sin más, podía voltearse cualquier día, encajarme un cuchillo y desaparecer si le placía. Le había dado ese poder.

    Suponía que en eso se basaba cualquier relación humana de casi cualquier clase, solo te veías ahí abriendo la boca y no te preocupaba lo que pudiese pasar con esa información. Todo se reducía al hecho de sentirse capaz de confiar en una persona, el resultado sería problema de quiénes fuéramos en el futuro, ni más ni menos.

    La respuesta a mi explicación me arrancó una sonrisa bastante tranquila, asentí apenas con la cabeza y continué siguiéndole los pasos. Apenas llegar a la sombra del árbol tardó cero segundos en quitarse los zapatos y los calcetines, me di cuenta que pisaba el césped con ganas y todo, así que al final del día iba a ser yo el raro al que no le gustaba sentir el césped directo en los pies, estaba claro ya.

    Su agradecimiento por el llavero, además del apelativo cariñoso me lanzaron algo de sangre al rostro y la observé acomodarse antes de hacer lo mismo a su lado. Fruncí un poco el ceño al escucharla decir que no tenía nada para mí y sacudí la cabeza casi encima de sus palabras, fue una negación rápida pero no especialmente brusca.

    —No tendrías por qué tener nada para mí tampoco —añadí después, acomodando un poco mejor la espalda contra el tronco y estiré la mano para dedicarle una caricia en la mejilla—. Me quedo tranquilo viéndote aquí, la verdad.

    Su pregunta sobre el almuerzo y la ilusión que se le coló volvieron a lanzarme los nervios encima, retrocedí a mi espacio, volví a lanzar la mirada al suelo y asentí con la cabeza. Me veías con esta cara de culo, dándome de palos con dios y el diablo si hacía falta, pero apenas me ponías en terreno de manifestaciones de cariño se me fundían todas las neuronas en fila. Podía cuidar a las personas, lo sabía ahora con algo más de certeza, pero era un poco extraño hacerlo de formas más... suaves por decir algo.

    Sin lanzar mordiscos al mismo aire cada segundo.

    —Lo hice esta mañana y mamá tuvo que ayudarme al condimentar la carne, porque se me pasaba de sal todas las veces. Ya lo sabes, soy un niño rico inútil que pocas veces hace cosas por su cuenta, así que me tardé más de lo que hubiese querido y llegué tarde en la mañana —dije casi en voz baja, arrancando algunas briznas de césped con los dedos que se me antojaron particularmente verdes—. Como estoy imbécil y me olvidé de responderte cuando ya podía, quise traerte algo diferente para intentar compensarlo, quiero decir, algo que no fuese comprado. Sentí que era más especial así.
     
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    Gigi Blanche

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    Me di cuenta casi al instante que mi agradecimiento lo había avergonzado un poco y volteé la mirada con la misma velocidad, siendo que no quería incomodarlo aún más. Pese a eso, la calidez que se me instaló en el pecho fue absurda y tuve que hacer un genuino esfuerzo por no sonreír o molestarlo al respecto. Era adorable, la verdad, con su cara de poker, la estatura y todo, pero sonrojándose por una palabrita estúpida. Una vez le había dicho algo del estilo, creía recordar.

    Que era un honor.

    Me quedé quieta, pues, hasta sentir que se acomodaba a mi lado. Lo vi menear la cabeza de soslayo y volteé el rostro en su dirección, recibiendo su caricia sin perder detalle alguno de su semblante. Sabía que me diría algo del estilo, la verdad, pero oírlo de su propia voz le sumaba un plus para dejarme más tranquila. Sonreí, simplemente disfrutando de su contacto, y parpadeé con cierta lentitud justo antes de asentir, aceptándolo sin más.

    Como si me pedía que fuera hasta la India a pie, iba y lo hacía.

    —¿Has estado bien, entonces? —le pregunté justo después—. Digo, además de la migraña. Estos días.

    Sobre la marcha sentí que estaba agregando muchas aclaraciones y sellé los labios. ¿Cuándo había sido la última vez que hablamos? La mañana de los cupones, creía, antes de la Golden Week. Había estado más de una semana sin saber de él y... se sentía raro. Ahora que por fin volvía a tenerlo frente a mí, se sentía raro.

    Pero también, por algún motivo, era como si el tiempo no hubiera pasado.

    Me vine un poco encima con el almuerzo, a lo que él retrocedió y clavó la vista en el césped. Lo dejé ser, esperé en silencio a que se explicara y, así como con su sonrojo, me tragué las ganas de sonreír como realmente quería. No era mi culpa, venga, no podían pedirme mucho si me lo imaginaba arruinando tanta carne a las siete de la mañana.

    —Pobres vacas —solté casi en un susurro, divertida—. ¿Has pensado en su sacrificio?

    Bueno, no pude evitar molestarlo, pero para compensar volqué mi atención en el bento. Lo puse sobre mi regazo y sin pedirle permiso a nadie me dispuse a desenvolverlo. Dejé el pañuelo a un lado, abrí la cajita y la sonrisa se me ensanchó al ver el contenido. Sólo era comida, qué va, pero yo había hecho lo mismo por él en el invernadero y quería creer. Quería creer que comprendía casi a la perfección los sentimientos que un almuerzo casero traían contenidos.

    Esos que sentía en el centro del pecho.

    —Bueno, vamos a hacer los honores. —Le alcancé un par de palillos y medio giré el cuerpo, cruzando las piernas, para quedarme enfrentada a él y así pudiera agarrar del bento que estaba encima mío sin problema—. Pero juntos. Que si me muero, no quiero morir sola.

    Me reí de mi propia tontería, lo hice en voz baja y seleccioné algo de carne, arroz y verduras para probar el almuerzo en toda su gloria. Luego esperé que él hiciera lo mismo.
     
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    Zireael

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    Tenía su gracia que precisamente Anna, que podía tener un torpedo en el culo, fuese capaz de calmarme de esta manera y con tanta facilidad. Una cosa era que me pusiera nervioso por todo el espectáculo que me había montado, pero era consciente de que en realidad estaba tranquilo, que me sentía cómodo y seguro de alguna manera, incluso si inicialmente parecía enojada conmigo con buenas razones. Además sabía que era recíproco, ¿no? La forma en que recibió mi caricia me lo dijo.

    Asentí a su pregunta con la cabeza, no era mentira, ignorando la migraña que me había caído con delay por el viaje en coche y tal había estado bien. Honestamente haberme ido a meter Okuwa me había servido para desconectar de las mierdas que ya no me correspondían, de las que me había arrancado a voluntad al decirle a Arata que no iba tomar el lugar que casi me estaban regalando. No me di cuenta, pero esa decisión también me calmó en su momento y me liberó del peso de saber lo que podía causarle a Anna que se daría cuenta tarde o temprano.

    —La verdad sí, como que me vinieron bien unos días de reclusión o algo. Igual y era la idea de mamá, mandarme de retiro espiritual a ver si detenía mi culo del desastre unas semanas —respondí unos segundos después, la estupidez consiguió sacarme una risa baja y negué suavemente con la cabeza, el cabello siguió el movimiento.

    Sentía que daba muchas vueltas con ciertas cosas, era mi manera de anticiparme a cualquier cosa y digamos de calmar el miedo que estuviese tan molesta conmigo que, no sé, de verdad no hubiese querido nada de mí. Igual éramos el mismo tipo de estúpidos, bastaba un gesto medianamente cariñoso de las personas adecuadas y básicamente nos derretíamos allí mismo. Me imaginé que estaría conteniendo sus reacciones por mí, con el paso de los días Anna había aprendido a ser extremadamente paciente con mi cerebro de máquina y se lo agradecía profundamente.

    —Oye, pues de pensar en las vacas pensé en ellas —aclaré y se me coló algo de risa en la voz—. Pasa que tengo mis prioridades.

    Giré el rostro cuando la vi poner la atención en el bento, así que la vi desenvolverlo y toda la cosa. Notar cómo se le ensanchaba la sonrisa me suavizó los gestos, me di cuenta y no hice por dónde contenerlo, porque fue mi respuesta a que había tomado la decisión correcta. No había podido ir con ella al festival, pero al menos podía compartir otro momento y ya. Además seguía en pie lo de llevarla a casa si quería.

    Se medio volvió hacia mí, me alcanzó los palillos y cuando dijo lo de hacer los honores solté una risa floja por la nariz. Me despegué del árbol un momento, lo suficiente para incorporarme un poco, inclinarme en su dirección y dejarle un beso en la frente, encima del flequillo, fue algo que hice realmente sin pensarlo demasiado.

    —Bien, vamos a confirmar que no te vas a morir si debo hacerte de comer —murmuré regresando a mi espacio y la imité tomando algo de comida, aunque detuve el bocado en el aire un momento. Lo pregunté con cautela, pero el caso es que lo hice—. An, ¿y tú cómo estás, cielo?


    i cOULD DROWN MYSELF IN SOMEONE LIKE YOU, I COULD DIVE SO DEEP I NEVER COME OUT-
     
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    Gigi Blanche

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    La idea del retiro espiritual me arrancó una risa en voz baja, no lo había pensado pero, la verdad, tenía mucho sentido. Quizás estuviera leyendo demasiado donde no había tanto, pero volví a pensar que la mamá de Al realmente debía preocuparse por él y eso me alivió. Era una sensación agridulce, no iba a negarlo, en especial si me detenía a compararlas; su mamá y la mía, quería decir. No dudaba que mamá me quisiera, pero... faltaba algo, ¿verdad? Algo se había perdido en el camino, no sabía dónde ni cómo.

    ¿Qué había hecho por mí cuando regresé a casa con la hostia pegada a la cara?

    Dejarme faltar a la escuela.

    ¿Era egoísta de mi parte pretender que me dedicara más tiempo? ¿No era culpa de su familia, que habían aprovechado su regreso para chuparle la sangre como putas sanguijuelas? Y de ser el caso, ¿por qué los favorecía, entonces? ¿Por qué le abría la puerta de nuestra casa a su hermano? ¿Por qué le había permitido pagar mi matrícula?

    ¿Y por qué me sentía tan estúpidamente traicionada por ello?

    Le sonreí y asentí, indicándole que me alegraba saber que lo había disfrutado, que le había servido para desconectar el cerebro y demás. A veces era muy necesario. Luego bromeamos sobre las vacas y volví a reírme con su respuesta.

    —¿Desperdiciar sal entra en tus prioridades?

    Desenvolví el bento, entonces, y le propuse de probarlo juntos. Noté que separaba la espalda del árbol y giré el rostro hacia él por mera inercia. Su beso fue suave, silenció cosas que ni había notado estaban haciendo ruido y parpadeé, con una sonrisa pequeña pegada en la cara. Busqué sus ojos tras separarse, aunque me quedé quieta y lo vi recoger también algo de comida. Se detuvo, sin embargo, lo hizo a medio camino y pestañeé, recibiendo su pregunta. Noté la forma estúpidamente tierna y suave con la que se refirió a mí, claro, pero no llegó a significarme mayor cambio.

    —Todo bien —murmuré, el caso venía siendo que realmente no me sentía mal, así que mentira no era—. Ahora ya se fue, pero a papá le dejaron vacaciones por la Golden Week y pudo volver a casa. Pasamos un montón de tiempo juntos e hicimos varias cosas, estuvo muy bonito. Luego quedé con Dante para ir al Yozakura, y en la volteada cayó Ko y también me encontré a Emi con el hermano. Fue una noche redondita.

    Prefería omitir los tragos amargos, la verdad, como la sorpresa que no había podido desplegar y los jodidos pescados que se me escaparon de la red. Ya habían pasado varios días de eso, no le veía sentido a revolverlo si ya no me afectaba.

    Sonreí, alzando los palillos con comida a modo de brindis, y mantuve los ojos en él para instarlo a imitarme. Por fin me lo llevé a la boca, pues, y asentí tras masticar un par de segundos.

    —Está muy rico, Al —murmuré con sencillez, tranquila, y bajé la mirada para buscar un poco más; tenía hambre, la verdad—. Por cierto, nada que ver, pero ¿sabías que mini Ishi y tu amigo, el rubio, Shimizu, también son amigos? El mundo es un pañuelo, eh.


    yo los ando roleando con Where the heart is ehe
     
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    Zireael

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    No se me ocurrió pensar que Anna estaba ahí comparando a nuestras madres y la verdad era que nunca había dudado del amor de la mía, nunca hasta el día que me dijo que era incorregible, la tarde que me sentenció, que fue la misma en que Anna me preparó el almuerzo y apareció con su vestido de princesa. Si lo ponía en perspectiva ese día había sido raro, ver a Anna en el invernadero me había regresado el alma al cuerpo, pero yo se la había sacado a ella y luego a mi madre.

    Incorregible.

    Sentenciado a muerte.

    La redención no existía.


    Por brusco que hubiese sonado, por mucho que hubiese dolido, esa palabra me había servido de empujón para tomar una decisión de verdad de una vez por todas. No creía que me desprendiera de las sombras nunca, pero me di cuenta que no podía seguir haciendo... lo que sea que estuviera haciendo, mucho menos luego de ver en lo que había resultado la ira de Anna por mi estado. No quería empujarla hacia ese extremo, en donde olvidaba que era capaz de encender fogatas bajo el agua.

    Esta chica me había arrullado en sus brazos más de una vez sin dudar.

    Su pregunta de la sal me hizo fruncir apenas el ceño aunque me reí, negué con la cabeza de paso y lo dejé correr. Esperaba que no fuese a dejar correr que, claramente, la prioridad en cuestión era ella, aunque bueno eso no quitaba que las pobres vacas habían salido perdiendo ese día. Al menos ya me había grabado en la cabeza un aproximado de la cantidad aceptable de sal, así que asumía que la historia no iría a repetirse.

    La respuesta que me brindó me permitió aflojar algunos músculos sin siquiera darme cuenta, la escuché con una atención estúpida, desde lo de su papá hasta lo del festival, de Miles a Kohaku y Emily. No me contó los disgustos, pero igual hubiese concordado en que en términos generales sonaba como una buena noche y me alegra, al menos, saber que había estado con Emily sabiendo el cariño que el par de tontas se tenían.

    —Me alegro —respondí dedicándole una sonrisa—, sobre todo por lo de tu papá. Es bueno que hayas podido estar con él justo en tus días libres.

    Total que terminé por imitarla, acepté el brindis con palillos y me llevé la comida a la boca, suspirando al comprobar que todo estaba bien. A ver, no era comida del otro mundo, seguro a oba-san o a mamá le habría quedado todo más rico, pero de nuevo era algo que había preparado yo para ella y la verdadera intención estaba allí. Escucharla me amplió la sonrisa y en vez de tomar más comida me quedé mirándola.

    —Me alegra que te gustara, An —concedí casi en voz baja—. ¿Y ya viste? Nadie murió por mi comida, eso es un triunfo también.

    Su siguiente pregunta hizo que el cerebro se me reseteara un poco de repente, regresé a la conversación con los chacales poco antes de que le dijese a Arata que iban a tener que buscarse a otro estúpido y recordé la foto que me había enseñado Minami, la que los tenía a casi todos juntos, que fue cuando hice dos más dos y recordé que Shimizu se había referido a él no como Kohaku, sino directamente como Ko-chan. Lo veías con tremenda cara de criminal e iba por la vida encajándole diminutivos a dios y el diablo.

    —Me di cuenta sin querer hace unas semanas, no recuerdo cuándo la verdad, me junté con otros amigos de Arata y hablaron de eso, una chica enseñó una foto. Ishi siempre tuvo cara de bebé, ¿no? Jodido cabrón. —La tontería la dije sin pretender insultar al chiquillo en lo más mínimo, si le guardaba aprecio y se sabía—. Al parecer se conocen hace bastante, qué sé yo. Imagino que ahora el idiota de Shimizu debe agradecer haberse transferido ya que le sirvió para encontrar a Ishi tan siquiera.


    best sugerencia ever, now im dying in softness
     
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    ¿Pensé que la prioridad en cuestión era yo? Bueno, sí y no. Digamos que podía llegar a asumirlo por descarte o deducción de quinto grado, pero con estas cosas era imbécil antes que cualquier otra cosa y sencillamente no me salía asumir sin recibir las cosas de frente, pronunciadas en palabras fuertes y claras. El resultado sería, entonces, setenta por ciento "no" y un treinta de "sí", aunque tampoco le brindé una entidad concreta a esa prioridad. Sólo la dejé correr y ya. ¿Era un defecto histórico? No estaba segura.

    Esto de no ver mi lugar en la vida de las personas.

    Me dedicó una sonrisa, su respuesta medio ensanchó la mía y asentí un par de veces con la comida en la boca, como una ardilla. Lo miré, pero esperé a tragar para hablar y en el proceso pasé de él al bento varias veces. Medio culo inquieto.

    —Sí, sí, con lo poco que llego a verlo. A veces hablamos por teléfono pero no es lo mismo, obviamente, y siempre me entendí mejor con él que con mamá.

    No pretendí cargarle el peso que realmente conllevaba, de modo que sonó como un comentario a la pasada y no mucho más. La verdad, en ese preciso instante estaba mucho más preocupada por comer, que entre el sabor que tenía y la idea de que Al lo había preparado lo volvía un plato gourmet. O casi, no lo sé. Igual exageraba, pero sabía que no podía pedirle mucho a mi neurona. Ya lo tenía bastante asumido.

    Que con Al me ponía estúpida, quería decir. Más de lo usual.

    Luego saqué el tema de Shimizu y mini Ishi, la verdad que lo arrojé sin ninguna clase de intención pero la respuesta de Al me asentó una sensación ligeramente desagradable en la boca del estómago. ¿Incómoda, quizá? No era su culpa, la verdad, sólo que la voz del Krait se revolvió con los eventos de esa noche y el bocado de arroz, mierda.

    Tendrás que aprender a centrarte y asumir las responsabilidades que implica.

    Supo bien amargo.

    Definir tus lealtades también.

    —¿Los chacales, dices? —sopesé, concentrada en la comida para disimular el agobio de mierda, y me la llevé a la boca sin analizarlo mucho—. Sí, Rei me contó el chusmerio, Ko jamás abrió la boca al respecto. Al parecer su líder la palmó y se separaron.

    Era una tontería, pero de repente me dio por comparar su situación con la de las serpientes y tuve que tragarme una risa amarga. Kakeru no había estirado la pata pero casi, y mierda, lo entendía. La sensación de soledad, de pérdida, de que una silueta negra te vendara los ojos y te condenara a vagar así fueras donde fueras. La misma silueta que pateaba tus cimientos, los soportes y observaba impune cómo tu pequeño castillo de naipes se desmoronaba. Y tocaba huir.

    Era un sálvese quien pueda.

    Respiré por la nariz, me costó pasar la comida pero otra vez, conseguí disimularlo. Volteé a verlo cuando me creí mínimamente lista para ello.

    —¿Con ellos quedaste?


    perdón la tardanza, realmente intenté responder antes pero u know, ando muy cansada y de milagro me exprimí la neurona ahora para sacar algo relativamente decente jsjs sowwy si quedó feo
     
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    Imaginaba que el día en que Anna asumiera que era una prioridad para los otros era una cosa lejana con ganas, quería decir, era una cuestión que a veces se daba por asumida a punta de acciones mínimas y puntuales, incluso en ocasiones era algo que notaba todo el mundo menos la persona directamente involucrada. De nuevo, debía insistir en que a veces simplemente ser criaturas con la capacidad de pensar tanto y tan poco a la vez era una cagada inmensa.

    El cerebro acababa funcionando para puras mierdas o no funcionaba en absoluto.

    Verla asentir con la comida en la boca me sacó una risa, sencillamente me hizo gracia porque me resultó adorable, algo que ya no era extraño en sí mismo cuando se refería Anna. La seguí escuchando, entendía eso de llevarse mejor con su papá que con su mamá, lo que me era ajeno era la cuestión de… Bueno, no verlo. Casi desde que tenía uso de razón papá había trabajado desde casa y cuando no, aún así seguía estando allí todos los días para las siete de la noche.

    Si me lo preguntaban, seguro hacía cualquier cosa para que la pobre niña pudiese tener a su padre en casa más seguido, pero esas cuestiones escapaban a mi poder como tantas otras. A ver, seguía siendo un crío de diecisiete años.

    Igual el comentario en sí no cargó con el peso que posiblemente tuviese en realidad, sonó como algo que se suelta, pero yo era bueno para darle vueltas a las cosas y allí estaba. Después no conté con el peso de mi propias palabras, todavía me costaba bastante procesar todo el enredo que había pasado con esta gente y el detalle de que Anna había escarbado.

    Lo suficiente para saber de su existencia.

    Algo se me atoró en la garganta al oírla preguntar por ellos por su nombre, no lo dejé ver tampoco en realidad y estiré la mano para tomar un poco de arroz pues para ocuparme en algo. No tuve especial dificultad para bajarme el bocado, así que pude escucharla con calma y poco o nada me sorprendió que se enterara por otro en lugar de por Ishikawa.

    El líder que la había palmado.

    El mayor de los Kurosawa, que llevaba cuatro años dándole de comer a las flores.

    Vete a saber la razón, pero no creí que mencionar al famoso Yako en ese momento fuese lo que se dice un acierto. Habían sido semanas un poco cagadas, para qué decir otra cosa, y esa información no tenía ninguna utilidad en ese instante, así que solo la recorté. Además… no era mi castillo de naipes el que se había caído hace cuatro años, era el de ellos.

    Igual su pregunta me hizo pensar si quería realmente confirmar esa información, fue solo en ese momento en que me pasó por la cabeza si era algo que debía haber dicho hoy justamente, pero ya era tarde para cuestionarlo. Asentí con la cabeza, ni modo que fuese a mentirle en toda la cara.

    —Más bien Arata me arrastró, para variar —admití sin más—. Digamos que terminé enredado en sus mierdas sin querer, bueno, sin querer digo yo pero es posible que Arata me hubiese mantenido allí por meses solo para eso, en este punto ya no lo sé. Pretendían que lo sustituyera.

    Lo solté por fin, lo hice con una tranquilidad que no sentía en realidad y pasé saliva, no mantuve la pausa mucho tiempo porque tampoco quería que le diese algo. Retomé la idea luego de inhalar.

    —Al rey caído, quiero decir. Me negué de todas formas, sus líos son suyos y de nadie más, y simplemente no podía… Repetir la historia del día que me viste aparecer en el invernadero más muerto que vivo. No podía hacerte eso de forma consciente de nuevo.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Si hace media hora me hubieran preguntado sobre las ganas que tenía de sacar a flote esta clase de mierdas, mi respuesta habría sido rotunda. El caso era, pensándolo detenidamente, que la cosa no habría cambiado sin importar el escenario, el tiempo o el contexto donde ocurriera, así que era un poco como aprender a nadar lanzándote al agua sin más. Quizá tendría que haber sido más inteligente y, no sé, no haber sacado el tema de Ko y Shimizu, pero no era tan astuta ni de cerca y sólo se me ocurrió tras hablar del festival y lo que había visto al buscar a mini Ishi. En fin, que no lo preví ni fue nada premeditado.

    Y ahí estábamos, con el agua al cuello.

    Igual y mejor que fuera un día donde andábamos tranquilos, ni idea. Quizás a la larga lo agradeciera, ahora que simplemente nos lo podíamos sacar de encima y ya, pero en el momento me costó procesarlo como un acierto. Tendía a ocurrir cuando el agobio te perturbaba como una colonia de hormigas recorriéndote el cuerpo entero. ¿Me lo vi venir? En absoluto.

    Pretendían que lo sustituyera.

    De ahí el baldazo de agua helada.

    Me quedé reconectando sistemas un segundo, quizá dos, la cara de Shimizu se apareció en mi cabeza y de un momento al otro quise cerrarlo de una puta hostia. Empujarlo, rodearlo y chasquear los dedos. El caso fue que me quedé genuinamente inmóvil hasta que siguió hablando, aclaró que los había rechazado y, no iba a mentir, gran parte del alma me volvió al cuerpo. Ni siquiera era tanto por mí, por la idea de sentirme traicionada ni nada del rollo. Era por él, por Al, era porque no quería tener que volver a imaginarlo tirado en un callejón, hecho un ovillo. Rodeado de sangre y de hijos de puta rompiéndole los huesos.

    Era para no pasar otro maldito veinte de octubre.

    Y al final la línea se acababa desdibujando, ¿verdad?

    ¿Era por él o por mí?

    Meneé la cabeza, no sabía bien por qué, pero fue mi primer instinto. Observé el bento sobre mi regazo, removí los dedos a los costados de la caja y me cargué los pulmones de aire. Me gustaba pensar que, bueno, no era ni por él ni por mí. Era por ambos, más allá de cuán ridículo sonara considerando el tiempo que llevábamos conociéndonos.

    La duda, sin embargo, un poco escocía.

    —Por mí —susurré, fue casi un pensamiento en voz alta y alcé a verlo.

    ¿Por qué por mí?

    —¿Tú querías, Al? —Mi voz se mantuvo en el mismo nivel y no supe si fue por precaución o cobardía—. ¿Habrías querido hacerlo?

    ¿Por qué no por ti?
     
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  20.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Las conversaciones eran siempre una apuesta, no había manera de negarlo, podías aparecerte pensando en hablar de algo en específico y a los cinco minutos haber terminado en un extremo completamente distinto. Ese había sido el caso ahora, a mí me daba igual hablar un montón de mierdas, en este momento me preocupaba más el saber si ella estaba bien recibiendo esas bombas de información así más que tener que soltarlas.

    Eran cosas complejas, extrañas si se quiere, mierdas que de hecho no había hablado con nadie en realidad que no fueran los imbéciles en cuestión. Debió sentirse raro o eso pensé, pero en su lugar fue como si me hubiese sacado un peso de encima, como si me hubiesen liberado de un pecado que ni sabía que cargaba.

    Por otra parte, sabía que estábamos tranquilos, que esta conversación no iba a resultar en ninguna explosión ni nada en ese momento y lo agradecía. Ya estaba visto que si tenía que meterme de lleno en el incendio, pues lo hacía, pero no significaba que supiera qué hacer ni de chiste.

    Además, si quería matar a Shimizu a palos me daba lo mismo.

    Era un estúpido.

    Si lo pensaba con la cabeza fría, realmente era de esperarse, no sabía su posición en la cadena y precisamente porque uno juzgaba al puto imbécil de no tener dos neuronas en fila era que hacía bien su trabajo. No veía la telaraña, pero sabía moverla incluso mejor que cualquiera de los que sí y eso había hecho hasta que, bueno, la hebra reventó en sus dedos y toda la estructura se desplomó.

    La noté menear la cabeza, no supe por qué o a qué le servía de respuesta así que no se la adjudiqué a nada en particular. Su afirmación pareció un pensamiento en voz alta, fue como una suerte de eco, una reconstrucción de mis propias palabras y de ahí que su pregunta me agarrara en frío.

    Pero la respuesta era, de hecho, muy sencilla.

    Recibí su mirada y toda la interacción de repente me regresó a aquel día en la cafetería, en que me preguntó qué quisiera conseguir de alguien con facilidad. Ambos momentos se superpusieron, como calcas, y me di cuenta que éramos y no éramos los mismos que en ese entonces. No supe si habíamos avanzado o retrocedido, pero daba lo mismo.

    Quiero cosas raras de las relaciones que establezco por mera conveniencia o aburrimiento.

    Poder, por ejemplo.

    —El Altan que era a principios del mes pasado habría contestado que sí, ahora supongo que no es el caso. Con el paso de los días comenzó a parecer… indiferente —respondí sin alzar demasiado el tono, apoyé el codo en mi muslo y la mejilla en la palma de mi mano, sin apartar la vista de ella. No era muy expresivo, así que mi último recurso era el contacto visual—. No significa que me haya salido de ese molde, que haya dejado de ser el idiota que toma algo solo por el poder que podría ejercer sobre otros con esa oportunidad. Igual y me empeñé en esas cosas porque era lo único que me daba la sensación de sentir algo o ver a través de los grises, así fuese solo un río de sangre.

    Tomé aire, repasé sus facciones, el cabello, las cejas y los ojos de cuarzo, el magenta que refulgía entre la acromía. No venía al caso en ese momento particular, pero pensé que la tonta era preciosa, que me tenía comiendo de su mano y estaba bien con ello. Le había ofrecido la correa sin chistar y quise creer que mi negativa, que el rechazo a los Jackals, había sido por ella sí, pero por el bien de ambos.

    Si aceptaba me ponía en riesgo a mí mismo, pero también la ponía en terrible peligro a ella.

    —Soy un niño problema, ¿no es así? —La expresión se me debió ensombrecer un poco por mucho que sonara a un comentario al aire, no fue ni de coña por haber tenido que rechazar a la manada de estúpidos del famoso Yako. Era que el regaño de mi madre seguía haciéndome eco—. Daré lata toda la vida, es indiferente dónde. Al decidir cambiar algo por otra persona puedo enfocarme, darle vuelta a los engranajes, antes de permitir que mis decisiones sigan avanzando hacia mi propia ruina donde acabaría por llevarme a todos por delante.


    te debo respuesta con Maze todavía aaa i know, pero como aquí sí hay contador IM SPEED *paula, 23 años, aventó el post horas después*
     
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