Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Igual si algún día lo pensaba a fondo o alguien me decía en la cara eso, que Sasha tenía el hilo enredado entre los dedos, me iba a importar poco o nada o solo acabaría por darle razón al respecto a quien fuese. La cosa era que no tenía complicación con ello, tampoco sentía miedo alguno o preocupación, porque sujeto o no, podía seguir en mi calma de siempre. Al final del día eso era lo único que parecía interesarme.

    Digamos que Sasha solo había conseguido el hilo y lo había amarrado sin fuerza a una orilla del ventanuco, casi como quien no quiere la cosa, no había en ella ningún deseo de restringir o modificar, mucho menos de absorber mi oxígeno. Así como yo tampoco pretendía, no sé, tirar abajo su torre o romper la ventana, jamás sería esa mi intención. Como mucho quería hacerle compañía en su torre, colarme por la ventana y cantarle un rato, que se olvidara de las cosas pesadas de la vida y tal; revolverle el pelo, reírme con ella y volver a mis cosas, casi como si fuésemos un par de críos.

    Pero es que bueno, yo no era ninguna fuerza destructiva.

    Por otro lado, ya Sasha tenía sabido que aunque pudiese hablar con Dios y el diablo si me salía de los huevos, la verdad es que en general estaba solo como la mierda. Se lo había dicho en la fiesta, también ahora que le solté que solo conocía mucha gente, y bueno mentira no era, estaba habituado a ello desde que nos habíamos mudado aquí. Mamá, ya con un puesto importante en el hotel, se pasaba la vida allí y llegaba como de semana por medio, a veces hasta sin avisar y se volvía a ir.

    Quizás de ella hubiese heredado la personalidad de aire, quién sabe, me daba que no estaba atada a ninguna parte tampoco y por ello habíamos dejado nuestro pueblito atrás a la primera oferta gorda. Igual como había pensado otras veces, no se lo reprochaba ni de coña y solo me amoldaba a lo que teníamos, a la casa sola, las cenas para uno y las visitas erráticas. Estaba bien con ello.

    Igual no teníamos demasiado en Estados Unidos, ¿cierto? Más allá de las raíces que arrancamos de cuajo.

    Sasha se había subido al tren de las cancioncitas con la facilidad de siempre, así que le seguí el rollo sin más y allí me veías tratando de atajar ritmos en el aire. Le puse hasta más concentración que a las clases al asunto.

    Como fuese, ya cuando estuvimos acomodados la miré sacar sus cosas, asomé apenas el rostro para echarle un ojo a su almuerzo como un mocoso chismoso y regresé a mi espacio para abrir el propio en lo que la escuchaba. Reí bajito, negué con la cabeza y dejé la tapa a un costado.

    —En realidad me traje un montón de cosas que habían en la nevera, lo único fresco es el arroz. Ah, compré una estupidez para hacer bolitas de arroz, es como... No sé como explicarlo, pero tiene tres espacios, pones una cucharada de arroz en cada uno, lo tapas y lo agitas y ¡Magia! Bolitas de arroz con furikake o lo que les quieras poner. —Las señalé con los palillos, eran hasta bonitas. Cualquiera hubiese dicho que había pasado del doble sentido sutil del resto de sus palabras, pero no—. Gracias por recordármelo~

    Le contesté casi en voz baja, aproveché que me había acomodado contra el tronco del árbol también y le eché algo de peso encima, acomodando la cabeza en su hombro. No, si de la nada estaba hecho un revoltijo de puppy y cabrón que no veías. Aún así me quedé en su hombro el rato que siguió hablando, me permití una sonrisa y negué apenas con la cabeza.

    —No te demandaré en tanto los almuercitos se mantengan en la agenda.

    thank u u-uwu
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Siempre había pensado, puede que últimamente con más fuerza, que mi carácter era una extraña mezcla del de mis padres. Había fuerzas dicotómicas revolviéndose en una suerte de lucha eterna, pugnando por salir, coronarse victoriosas y dominar el terreno, y luego estaba yo fungiendo de referí. Estaban los impulsos también, aquello que parecía impreso en mi piel y que intentaba contener, así me resultara imposible ignorar su existencia e importancia. Tenía el temperamento y muchas veces la frialdad, el desapego de mamá; el orgullo ni hablar. Si me descuidaba al final eran esas mierdas las que encontraba en el espejo, entre la mata de cabello pelirrojo y la figura sofisticada. La encontraba a ella y lo detestaba. Pero también había de lo otro, ¿verdad? Podía valerme del eterno amor de papá, su dulzura y paciencia, para cuidar a quienes quisiera. Me gustaba pensarlo.

    La idea de que no era una copia de carbón de mamá.

    Así la admirara por lo mismo que la resentía.

    Y sería, quizá, la mezcla extraña del desapego y el amor lo que me permitía mimar a Maze sin pretender encadenarlo a ninguna parte. Me gustaba pensarlo, al menos, que no todos los aspectos de mamá eran malos y que, de hecho, podía ponerlos a mi favor. Al servicio de los demás, de quienes me interesaba cuidar y mantener a mi lado.

    Noté de soslayo cómo se asomaba por encima de mi hombro para chusmear mi almuerzo y así no dije nada al respecto, me causó algo de gracia. Volví el rostro hacia él mientras me contaba sobre su nueva máquina para hacer bolitas de arroz y puse las neuronas en funcionamiento, pero no me sonó de ninguna parte. Raro, la verdad, con lo mucho que iba a bazares para comprar cosas de la casa. Bajé la vista a su bento, detectando las famosas bolitas, y asentí con calma. Es verdad, quedaban hasta pintorescas.

    —Oye, dan hasta pena comerlas. —Agarré con mis palillos unas semillas de sésamo que le había echado encima a mi arroz y las transporté una a una, con mucho cuidado, para hacerle ojitos a las bolitas. Apenas acabé mi tarea sonreí contenta y busqué sus ojos—. Mira, podemos bautizarlas y todo.

    Con la forma en que bajó su tono me dio por pensar que al tonto también se le había ocurrido el doble sentido, pero no me molestó ni mucho menos. Luego me echó su peso encima y sentí su cabeza en mi hombro. Sonreí, cambiando los palillos de mano para estirar el brazo contrario, y así como había hecho en el lago cuando me abrazó por detrás, le concedí una caricia vaga en la mejilla, hundiendo apenas la punta de los dedos en su cabello. Lo mantuve unos pocos segundos y luego regresé la atención a mi almuerzo, llevándome algo más de comida a la boca.

    —Ah, ¿me estás extorsionando con almuercitos? —Debió ser la indignación fingida más suave del mundo. Solté una breve risa por la nariz, habituándome a la calidez de su cuerpo, y le eché un vistazo a su almuerzo—. Por cierto, creo que esta debería llamarse Jonas. Tiene cara de Jonas.
     
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    Zireael

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    Al final todos éramos un revoltijo de las personalidades de las personas que nos habían criado o engendrado, suponiendo que esas cosas se heredaran. Igual no tenía mayor punto de comparación que mi madre, de hecho hasta llevaba su apellido en vez del de alguna figura paterna fantasma, pero vete a saber qué me había dejado en las venas Don No-Existo. Tampoco era que me interesara, si mamá y yo estábamos bien solos, no había nada que echarle en falta a alguien que ni siquiera había conocido.

    El punto era el mismo, al final todos éramos una mezcla de cosas, algunos la aceptábamos, otros deseábamos ser cualquier cosa menos copias de carbón y algunos otros esperaban que, al llegar al futuro, al tener una familia, ser capaces de protegerla y amarla de la forma en que nuestros cuidadores nos habían amado y cuidado a nosotros. Eran cosas normales que venían con la vida y ya, no rompían su armonía, solo eran lo que eran.

    Nada a lo que darle la importancia suficiente para levantar alertas.

    Como fuese, Sasha chusmeó las bolitas de arroz y comentó que daba pena comerlas, cosa en la que tenía algo de razón, así y todo eran más fáciles de levantar con los palillos. Me hizo genuina gracia que se pusiera a hacerle ojitos con las semillas de sésamo y la observé llevar a acabo la tarea con la sonrisa bien pegada al rostro, pero no fue hasta que dijo que podíamos bautizarlas que aflojé la risa.

    Recibí su caricia sin más, hasta cerré los ojos unos segundos y seguí acomodado en su hombro como si fuese, no sé, mi almohada. Cuando regresó la mano a su espacio volqué la atención en el almuerzo, me llevé unos cuántos bocados a la boca entre carne, pollo y verduras, mastiqué con toda al calma del mundo.

    Asentí con la cabeza cuando me preguntó que si la estaba extorsionando con almuercitos y me digné a tragar antes de hablarle, que tampoco era maleducado.

    —Exactamente eso estoy haciendo, señorita Pierce. ¡Y no me molesto en ocultarlo! —Dejé eso correr y señalé la bolita de arroz con los palillos—. ¿Esta? Hmm, puede ser puede ser. Mira, la de junto tiene cara de... Julia.

    Pobre Julia, eso sí, porque ni bien terminé de hablar sujeté la bolita de arroz con los palillos y me la llevé a la boca.

    —Ah, que me olvido. Gracias por las galletas, Sash~ me vas a malacostumbrar.
     
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    Amane

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    Era gracioso como al chico este solo le tenías que dar un poco de cuerda y ya soltaba un monólogo digno de cualquier programa de televisión o algo por el estilo. No que me molestase en sí, si así rellenaba el silencio que yo solía dejar cuando estaba con alguien más, pero era cuanto menos divertido. También era cierto que me perdía en la mitad de las palabras que decía, siendo que de repente empezaba a mezclar el japonés con lo que me pareció inglés y otro idioma que no pude reconocer. Por suerte, creí ser capaz de entender el mensaje básico de cada cosa que me iba contando.

    La verdad es que no tenía que jurar el hecho de que no podía pasar mucho tiempo encerrado, tampoco hacía falta hablar mucho con él para darse cuenta que era todo un extrovertido, que le gustaba salir antes que quedarse en casa. De todas formas acabó por confirmármelo, aunque luego dijo que había aprovechado también para aprender vocabulario cuando estaba dentro de su hogar, y no pude evitar sonreír con algo de ternura al ver fugazmente todas las anotaciones que había hecho en el diccionario.

    Me agradaba la gente que era tan dedicada.

    Luego me contó que el día anterior había acabado empapándose y lo repasé con la mirada, algo preocupada, antes de seguir escuchándolo mientras avanzábamos hacia la cafetería. No parecía haber sufrido mayor daño por el chaparrón si hoy estaba ahí como si nada, así que podía seguir escuchando su historia sin mayor problema. Asentí con la cabeza cuando me preguntó si entendía y simplemente le dediqué una nueva sonrisa, algo más amplia, cuando terminó de hablar.

    —El tiempo engaña mucho por aquí, sobre todo en primavera, así que a la próxima vas a tener que estar más preparado —comenté, un poco porque sí, quizás para hacerle saber que estaba prestándole atención a toda la verborrea.

    Pasamos por la cafetería, en caso de que él necesitase comprar algo de la misma, y finalmente llegamos al patio norte, donde señalé un banco cerca del cerezo que parecía estar libre. Le pasé un pañuelo a la superficie, por si acaso quedaba alguna gota perdida, y lo miré en cuanto tomé asiento en un lado, negando ligeramente con la cabeza.

    >>No, las prefecturas son las divisiones que hay dentro del país. La ciudad de Tokio es una prefectura, como por ejemplo lo es Kioto u Osaka. Solo la Ciudad de Tokio se divide en los barrios especiales, que es donde estamos nosotros, pero más allá hay más ciudades y pueblos que nada tienen que ver —expliqué, con toda la calma del mundo, ya que entendía que podía ser un poquito complicado todo el sistema—. Yo vivo en el barrio de Shinjuku, por cierto~

    En cambio Chipe-chan es 95% pensamiento y 5% charla and i think it's so funny (?)
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

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    Lo bueno de que Alethea fuera tan callada era que no me preocupaba por estar interrumpiéndola o quitándole tiempo a ella de conversación, aunque cada tanto me fijaba en que no se sintiera cansada o molesta. Por su expresión calmada, suponía que todo estaba bien, así que continué con la canilla abierta sin problema, soltando palabras a borbotones. Pude notar también la mirada preocupada que me dedicó de soslayo al decir que me había empapado. Me confundió un poco, porque... era agua. El agua no te hacía nada. Luego mis neuronas hicieron conexión y se dieron cuenta de lo fácil que hubiera resultado enfermarme si no me hubiera cambiado el uniforme a tiempo.

    — Y que me lo digas. Voy a tener que empezar a traer una mochila aparte con ropa, no vaya a ser que venga abrigado a la mañana y luego a la tarde haga un calor terrible. Odiaba cuando eso ocurría en casa. Tenía que volver todo cargado con abrigos y demás, porque luego hacía un calor que te derretías. Encima había momentos que la humedad te mataba, y estar con un buzo cuando hace treinta grados no es algo lindo, la verdad. Pero bueno, voy a traer un repuesto completo y dejarlo en el casillero. Lo del paraguas va a ser algo más complicado, eso sí. Me suelo olvidar ya que salgo apurado.

    Corté mi cháchara cuando me puse a hacer fila en la cafetería. Había traído almuerzo, pero no lo suficiente. Podía notar el vacío en mi estómago. Reclamaba alimentos. Exigía carbohidratos. Y sabía lo que ocurría si no lo alimentaba bien. Tenía un metabolismo bastante dinámico y rápido, y sentía que me desmayaba cuando se pasaba la hora de la comida y no me había alimentado bien. Luego se me pasaba, obviamente, pero esos momentos eran horribles. Literalmente podía llegar a ponerme pálido. Por eso, para evitarlo, no me privaba mucho de comida. Además, tenía bastante masa a la que energizar, la verdad.

    Llegamos hasta el patio, y Alethea señaló un banco, bajo el cerezo. No era una mala elección. Yo me senté de inmediato, pero pude notar como la muchacha le pasaba un pañuelo a la parte de su asiento, suponía que para limpiarlo o secarlo en caso de que hubiera algo húmedo. Me concentré en mi trasero, pero parecía que no me había sentado sobre agua. Eso era bueno. Tener el culo mojado era incómodo, la verdad. Se me escapó igual una sonrisa al verla, pero luego me sobé la pierna dañada. La pobre se había extenuado un poco, la verdad. La estiré, con una ligera mueca de dolor, y luego me puse a atacar mi almuerzo, mientras escuchaba a Alethea. Ah, vaya. Tenía todo mal.

    — Ah, bien, creo que entiendo. ¿Entonces si son barrios? Que guía complicada. Bueno, les voy a decir barrios igual —dije, con toda la boca llena, pero tapándome la misma con una mano.

    Di otro enorme bocado, pero me atraganté en cuanto ella dijo el nombre de su barrio. Comencé a toser, golpeándome el pecho, pero la maldita sensación no se iba . Tomé mi botella de agua y le di un buen trago, y suspiré aliviado en cuanto sentí que lo que sea que había quedado atorado en mi garganta ya descendía. O se había ido por mi nariz, como pude comprobar luego, sintiendo una molestia en la misma. La arrugué varias veces, pero al sensación no se iba. Levanté un dedo en el aire, para indicarlo a Alethea que me espere un segundo, y también para decirle que estaba todo bien. Me incorporé del banco, me fui hasta un tacho de basura, y tomando una servilleta, solté un sonoro estornudo en el papel. Me limpié lo que quedaba en mi nariz, tiré el bollo a la basura, y volví sobre mis pasos, sonriendo.

    — Perdón, me pasa por atolondrado. Tengo que comer un poco más despacio. Me lo repito siempre, pero nunca sigo mi propio consejo, je. Pero estoy bien, tranquila —pestañeé y arrugué la nariz un par de veces, quitándome los últimos rezagos de la sensación, y luego la miré con ojos levemente llorosos y una sonrisa.— ¿Así que en Shin...Shin-ju-ku? ¡Genial, igual que yo! Ya me parecía haberte visto un par de veces que venía hacia aquí. Te lo iba a comentar hace un par de días, pero siempre te me perdías o pasaba otra cosa y me olvidaba. ¡Podríamos empezar a volver juntos! Sería interesante tener a alguien con quien pasar el viaje. Además, alguien que sabe sobre la ciudad. ¡Ah, eso! Te quería preguntar. Verás, supongo que recuerdas que te pedí ayuda para aprender japonés. Y cuando me puse a dar vueltas por la ciudad y me perdí estrepitosamente, me di cuenta de algo. Que podrías enseñarme mientras damos vueltas por allí. O sea, creo que sería una buena manera tanto para aprender el idioma como también la forma de la ciudad. ¿Quieres acompañarme una tarde a dar vueltas por allí? Sería como una especie de clase de campo. ¿Qué dices?
     
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    Gigi Blanche

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    Por cómo lo iba conociendo, poquito a poquito, me imaginé que mi tontería de los ojos con semillas de sésamo le haría gracia. No sé, manejábamos un sentido del humor similar, si se quiere, era simple y muchas veces infantil, pero funcionaba bien entre nosotros y nos permitía fluir con ligereza. También, bueno, no dejaba de ser agradable que te festejaran los chistes y viceversa, ¿verdad? Así que recibí su risa y aflojé una en respuesta, bastante similar, antes de seguir a lo nuestro.

    Y siempre era eso, ahora que lo había pensado la veía en todas partes. La maldita naturalidad. Soltaba mis tonterías, él se arrimaban, se reía y le acariciaba el cabello sin esperar nada, ninguna reacción particular, ninguna respuesta. No se movió ni un centímetro, de hecho comió desde allí y me pregunté si acaso sería cómodo, pero me agradaba su cercanía así que no abrí la boca al respecto. Comimos un rato, cada uno en su bento, y paseé la mirada por el patio. Se me ocurrió pensar que realmente había aprendido a relajarme un poco, pues no estaba segura de que antes hubiera sido capaz de estar así, con un chico recostado en mi hombro, sin sentir que andábamos montándonos un numerito innecesario.

    Y bueno, eso era gracias al aire de Maze.

    Asintió a lo de la extorsión con todo el descaro del mundo, es decir, sentí el movimiento más que verlo y solté una risa de nada, incrédula. Había que ver ese coraje, nada más. Esperé a que tragara, asumiendo que hablaría, y esta vez fui yo la que meneó la cabeza. Broma y lo que quieras, pero probablemente fuera a cumplir casi cualquier capricho que Maze fuera a pedirme y eso yo ya lo sabía. Nada que hacerle, tampoco me preocupaba.

    Era lo que tenía sentir que depositabas tu confianza en la gente correcta, ¿verdad?

    Luego se subió a la tontería de las bolitas de arroz, obviamente, y se comió a Julia justo después de haberla bautizado. Fingí una indignación estúpida, llevándome una mano al pecho y todo.

    —¡Dioses, David! —solté en una exclamación, robándole a Jonas para acomodarlo en la esquina opuesta de mi bento, rodeado de un montón de tomatitos—. Ahí está, ya estás a salvo del monstruo, pequeño Jonas.

    Me había concentrado como un crío de seis en construir una muralla triple en torno a Jonas, con una primera fila de tomates, luego arroz y entonces pedacitos de carne, cuando su agradecimiento me alcanzó un poco de la nada. Aflojé una sonrisa suave, contemplando mi obra, y ladeé un poco el rostro para dejarle un beso breve en la coronilla.

    —Nada que agradecer, cielo, disfruto mucho malcriándote. Quizá vaya a ser una pésima madre, pero eso será un problema para la Sasha del futuro.

    Que para la gracia, creo que si lo pensaba me imaginaba más fácilmente como la tía cool antes que una madre, pero bueno.

    —Y dicho eso, si se te antoja algo especial puedes pedírmelo sin problema. Me gusta probar de hornear cosas nuevas y tal.
     
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    No había razón para negarlo en realidad, la verdad era que un porcentaje importante del tiempo nos comportábamos como críos, nos festejábamos las gracias y nos reíamos de las mismas estupideces como lo de las semillas de sésamo en las bolitas de arroz. Es más, seguro nos ponías a Sasha y a mí en una cocina y nos poníamos a hacerle caritas a, no sé, los huevos revueltos con el tocino o algo.

    Pensé de repente que al final mi presencia sí había acabado por enseñarle a Sasha a relajarse un poco, al menos esa sensación me daba teniendo en cuenta que estábamos allí en el patio y yo estaba comiendo encima de su hombro como un chiquillo encimoso. Ni idea, me dio la sensación de que la Sasha de hace algunos días no se hubiese permitido eso tan así.

    Me alegraba que ahora pudiera.

    Su indignación por haberme comido a Julia me hizo dar un respingo y estuve a nada de atragantarme con un grano de arroz. Tosí un poco, seguí masticando y se me aflojó una genuina carcajada cuando la vi tomar a Jonas para rescatarlo de la desgracia. Encima me había llamado David, ¡cómo para que me sintiera regañado de verdad y todo!

    Como fuese me volví a acomodar en su hombro y la vi levantar la muralla alrededor de Jonas con una concentración de puta madre, era hasta una muralla triple, y me pregunté si genuinamente no se iba a comer la bolita de arroz con el resto de la comida. Aún así cuando me escuchó agradecerle no tardó en girar el rostro lo suficiente para dejarme un beso en la cabeza, cerré los ojos unos segundos por reflejo y la sonrisa de imbécil se me plantó en toda la cara.

    Enfoqué la mirada en su bento de nuevo y estiré la mano para tomar algo de la carne con que había hecho la tercera muralla para Jonas, sin tocar a la bolita de arroz obviamente, y me la llevé a la boca antes de contestarle nada.

    —¿Y si me enseñas a hacer galletas un día? Sí, que soy tonto por pedirte que me enseñes a hacer galletas en vez de aprovecharme y pedirte, no sé, una tanda de brownies con chocolate blanco, ¡pero yo solo sugiero! —Me callé un instante, me bajé otro bocado de comida y luego seguí—. Y yo te enseño el secreto de los blueberry pancakes, ¡o de las verduras! Y mientras te cuento de esa vez que intenté hacer una lasaña y se me quemó, sí. No hay nada mejor que queso chamuscado, un manjar de dioses.

    Se me había volado la pinza ya, pero bueno.
     
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    Pobre chico, toda mi tontería lo hizo atragantarse y giré el rostro hacia él, brevemente preocupada, en cuanto sentí que se separaba y lo oía toser. No fue grave, por suerte, asumí que le habría corrido mal algún que otro grano de arroz, además de que enseguida soltó la carcajada y mi semblante se relajó por completo. No iba a insistir como puta pesada al respecto, pero siempre me gustaba oírlo reírse.

    Luego regresó a mi hombro en lo que construía la triple muralla anti Mazes, lo cual, si lo pensaba, era hasta irónico y todo, y le permití quitar algo de carne así de primera mano se me ocurrió quejarme al respecto. No abrí la boca, sólo tomé más carne y rellené la brecha en las defensas. Luego me llevé un par de verduras a la boca y estaba masticando cuando lo escuché hablar. Alcé las cejas, por alguna razón no había esperado que me propusiera algo del estilo pero, vaya, la verdad que mal no sonaba. Era ese tipo de tonta además, quizá me quejaba de no tener amigos o de no compartir el tiempo con nadie después de clases, pero al final del día seguía siendo la estúpida a la cual las neuronas no le funcionaban para invitar a los demás, proponer planes y tal. Es decir, lo había arrastrado al lago, pero digamos que seguía dentro del marco escolar. En ningún momento se me habría ocurrido decirle de quedar un sábado, por ejemplo, vete a saber por qué.

    También podría haber asumido que se refería a usar la sala del club de cocina, suponte, pero por alguna razón nos imaginé en una cocina de verdad y bueno, decidí quedarme con esa idea. Me hacía más ilusión, digamos. Mi sonrisa se ensanchó al soltarme lo de los brownies con chocolate blanco, seguramente no pretendía nada concreto revelando la información pero yo era yo, y ya la había archivado a buen recaudo.

    De repente me había propuesto un montón de cosas y me sentí un poquito abrumada. No porque me desagradara, todo lo contrario, sino que me había pillado desprevenida y me di cuenta que no pude reaccionar naturalmente con la emoción o alegría liviana que me habría gustado. Asentí, murmurando un sonido afirmativo, y recosté la mejilla en su cabello. Un poco para afirmar mis intenciones, otro poco para que no pudiera erguir el cuello. No quería que me viera precisamente ahora, que creo me había sonrojado ligeramente.

    —Me encantaría, cielo —murmuré, entreteniendo mis palillos en el arroz—. Me gustaría hacer esos pancakes, que estaban super ricos, por cierto, y a los niños les encantaron.

    No supe muy bien qué más agregar, si establecer una fecha o un lugar, o si eso sería adelantarme demasiado. No acostumbraba quedar con gente y de repente me sentí, no sé, como una niña que la invitan a hornear galletas por primera vez. Seguí revolviendo el arroz, un poquito incómoda, y solté el aire por la nariz.

    —¿Y estaba buena? La carne.

    Me sentaba un poco mal dejar el plan en el aire porque de veras me hacía ilusión, pero tampoco junté el coraje para seguir ahondado al respecto así que ahí estaba, cambiando de tema como una estúpida. Nada que hacerle, ya luego podría pensarlo bien para tomármelo con calma y otro día decidir si establecíamos un día o no. Le estaba dando muchas vueltas, ¿verdad? Dios, de veras me había puesto como una chiquilla.


    queda re poco tiempo así que no tienes que responder ni nada, digo porque sé que dejé like una pregunta abierta, pero eso, que dw uwu Total ya sabemos que le va a decir que sí, after all Sasha sólo lo soltó cuz se le activó el shy ass (??

    y bueno, aquí acabo con Sa-chan
     
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    Amane

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    La idea de traer una muda de ropa a la escuela me parecía por demás adecuada, al fin y al cabo para eso estaban los casilleros de la entrada y, personalmente, no me parecía descabellado tener un uniforme de recambio para esta o cualquier otra situación parecida. Yo tenía un par, de hecho, y me constaba que Ri igual... aunque en su caso me dijo que era porque no podía limitar su creatividad a solo un uniforme, y por eso había acabado modificando unos cuantos de ellos para poder traer uno u otro según el día.

    Pareció que el hecho de decirle que vivía en Shinjuku le tomó por sorpresa, tanto que casi se atraganta con la comida. Me preocupé en primera instancia, por supuesto, pero lo seguí con la mirada mientras se levantaba y al volver me di cuenta de que parecía estar bien, así que pude relajarme mientras tanto. Me pregunté a qué había venido su sorpresa, dado que con sus pocos conocimientos de la ciudad no creía que tuviese una opinión formada del barrio como para... sorprenderse, valga la redundancia, de que yo vivía ahí.

    Y sí, Shinjuku podía ser peligroso de noche, pero yo realmente solo salía de día, así que no había motivo de preocupación.

    Luego me explicó que él también vivía en aquel mismo barrio y entendí todo el acto de atragantarse y así. Era una casualidad bastante interesante, de hecho, porque Tokio era enorme y tampoco creía que mucha gente del centro de la ciudad quisiese venir a estudiar al Sakura por voluntad propia, salvo que te gustase demasiado la institución como era mi caso. Aunque... tenía algo de sentido si eras extranjero, claro, era una de las mejores escuelas internacionales.

    —Tengo que avisarte de que normalmente vuelvo con una amiga, así que si no te importa que esté ella también, me parece una buena idea~ —comenté, en primera instancia.

    Luego tuve que quedarme un rato en silencio, sopesando la oferta que me estaba proponiendo. Había dicho que podía ayudarle, la verdad es que no pensaba que mis padres pusiesen muchas quejas al respecto si decía que era por algo de la escuela, pero llevarlo a ese punto... no estaba muy segura. Quizás podría inventarme alguna excusa creíble, como que daban más créditos a las personas que se ofrecían a ayudar a los extranjeros a incorporarse o algo así.

    >>Está bien, suena a un buen plan~ Aunque debo decirte que solo conozco la zona de Shinjuku y un poco Shibuya, salirnos de esos límites podría ser un problema.

    Aparte de que en un tarde seguramente cubriríamos solos eso y posiblemente ni siquiera visitaríamos todo lo que había en los barrios, pero supuse que no tenía mucho sentido sacarle ese detalle en concreto.

    Por si no te da tiempo o no te apetece responder más, pues igual cierro por aquí con la niña uwu
     
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    Zireael

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    Me había venido un poco encima, eso se notaba desde la otra cuadra, pero tampoco pretendía matarla de nervioso o de lo que fuese así que al final relajé el culo y seguí comiendo lo que me quedaba en el bento apenas terminé de hablar. Eran un par de bocados, ya que Jonas había quedado en las tres murallas de Sasha, y cuando terminé tapé la caja para dejarla sobre mi regazo.

    Seguía acomodado en el hombro de ella, pues porque pintaba y ya le había agarrado gusto como para quitarme. La noté asentir a mis ideas y la sentí apoyar la mejilla en mi cabello, a lo que solo me acomodé un poco mejor y volví a cerrar los ojos. No, es que se veía que era un confianzudo de los grandes y no hacía nada para esconderlo en realidad.

    —Pues otro día nos ponemos de acuerdo entonces —contesté todavía con los ojos cerrados—. Y los pancakes que hagamos se los puedes llevar a los enanos, seguro se ponen contentos.

    Abrí los ojos cuando preguntó por la carne, parpardeé un par de veces porque la luz me estorbó un poco y asentí suavemente con la cabeza a su pregunta.

    —Estaba muy buena, cariño. Gracias por compartirme de tu comida siempre~ —Me apretujé un poquito contra ella, porque mira entre toda la tontería el calor de su cuerpo ya hasta me estaba dando sueño—. Al final sí vamos a tener que ponernos un negocio de comidas, oye.

    Me las arreglé para sacar el móvil del bolsillo solo para revisar la hora, lo guardé de nuevo y me quedé donde estaba, el receso ya casi se acababa, pero todavía podíamos quedarnos allí un par de minutos, así que había que aprovechar.


    super shitty post ;; pero me entró migraña y aún así quería cONTESTARLE A LA NIÑA así que sabrás disculparme uwu

    por aquí termino con maze tururu, no me da tiempo a contestar con kat bc voy a comer pero solo te digo por aquí que dw, por lo que me pusiste en el spoiler y tal <3
     
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    Zireael

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    Simplemente no encontré por dónde llamarla por su nombre luego de los días que había pasado de su existencia, absolutamente abrumada por sus intentos de ayudarme o hacer que todo pareciera normal. Así como me colaba en una fila o, qué sé yo, le tomaba la mano a Kasun, de repente ponía unos límites rarísimos y ese era uno de ellos. No podía y ya, así que no lo haría.

    Nagi buscó mi mirada, atinó a sonreírme y me contestó en voz baja, nada nuevo tampoco. No esperaba que de un día para otro fuese a andar gritoneando, de hecho ya estaba visto que cuando su personalidad cambiaba mucho me descolocaba que daba gusto, de forma que por egoísta que fuese nos venía mejor la Nagi tímida de siempre. Al menos para efectos prácticos.

    —Claro, te acompaño —accedí a lo de su almuerzo, comenzando a caminar.

    Dicho y hecho, bajamos a la cafetería, la acompañé a que hiciera la fila sin ninguna clase de prisa y cuando estuvo lista me pensé un rato adónde podríamos ir. La cafetería como tal estaba descartada, subir a la azotea como que no y la única opción que me quedó fue el patio norte, así que guié la marcha con la calma de toda la vida.

    —¿Cómo está tu mamá? ¿Kazuki? —pregunté mientras avanzaba.

    No había mucha gente en el patio por el clima, pero confiaba en que no iba a llover todavía y aproveché para caminar hasta el cerezo. No podía verlos, los hilos de plata que se desprendían del árbol, pero estaban allí y nos iban a acompañar.

    Ya cuando llegué bajo su sombra me agaché para acomodarme, me senté sobre el césped y me dejé las cosas que cargaba en el regazo. Busqué la mirada de la castaña, al encontrarla estiré la mano y di un par de palmadas en el espacio a mi lado para que se sentara.


    Es día del doble post wuuu Mori te iba a quotear pero ando posteando del teléfono y se me complica de un lado al otro, así que mejor la etiqueta uwu
     
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    Kaisa Morinachi

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    Kurosawa no mostró ningún tipo de prisa mientras bajábamos las escaleras ni cuando hice la fila para el bento. También nos mantuvimos en silencio por bastante rato, con eso la preocupación me iba y venía, pues con ninguna hablando podía centrarme en mi respiración y mantener las emociones a raya. Como era de esperarse, elegí el almuerzo más barato y tras un poco de meditación de Kurosawa-senpai nos dirigimos al patio norte. Apenas salimos observé los alrededores, no había casi nadie y solté un leve suspiro al ver el cielo grisáceo.

    —¿Uhm? ¿Mamá? —La miré de reojo un momento y luego volví mi vista al camino, con una leve sonrisa—. Se le nota algo cansada, supongo, pero al menos no se ha enfermado o algo—. Amplíe la sonrisa con suavidad cuando me tocó hablar de Kazuki—. Enérgico, como siempre. Al parecer no ha tenido complicaciones en la escuela, eso es bueno.

    También estaba el tema de Ichirou, pero no apetecía extenderme mucho con mis asuntos cuando Kurosawa era la que tenía algo por contarme. Me senté justo donde me indicó y dejé mi bento sobre mi regazo agarrándolo con firmeza. Volteé a verla a los ojos, luego el pequeño espacio entre nosotras sintiendo el palpitar de mi corazón.

    —¿Vamos a hablar de lo que querías, no? —cuestioné despacio, para luego centrarme en abrir mi bento, aún preocupada de qué pudiera significar todo esto.
     
    Última edición: 8 Octubre 2021
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    Zireael

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    No era lo que se dice el día más bonito del año, el cielo estaba encapotado y aunque el viento no soplaba con particular fuerza sí refrescaba un poco. Con el rato de la fila, los minutos de silencio y tal pude calmar un poco los nervios que tenía encima, lo suficiente para seguir con el disfraz de eterna calma encima sin mayor complicación.

    Al menos había dado en buen lugar con la pregunta de su mamá y Kazuki, se permitió una sonrisa que se amplió al hablar de su hermano menor y por descarado que pareciera yo también sonreí ligeramente. Que sí, que había desaparecido del mapa, pero eso no quitaba que me alegrara escuchar que Kazuki estaba bien y no tenía complicaciones en la escuela ni nada.

    —Me alegro —respondí y aunque parecía respuesta de cajón, lo cierto es que era alegría genuina.

    No me dio por preguntar por el muchacho que la había ido a dejar a la fiesta, debía asumir que era su hermano mayor a pesar de que no lo conocía, pero el parecido estaba allí y hasta ahora lo recordaba. Nagi todavía tenía a sus hermanos, los tenía y me di cuenta que seguía sin contarle, ya no solo el desastre, sino lo de Kaoru también. El mensaje que yo quería darle de que cuidara y aprovechara su tiempo con Kazuki, ahora también con el mayor.

    Deslicé los dedos por mi bento mientras pensaba en esas cosas, tratando de hilar qué iría a decir primero o más bien qué bomba arrojarle antes o si mejor dejaba una cosa para otro día, cuando supiera si quería seguir viéndome la cara o no. Me pareció más prudente la última opción, honestamente. Quería darle la opción, decidir si quedarse o irse, que sintiera lo que tuviese que sentir.

    Cuando me preguntó si íbamos a hablar de lo que yo quería asentí con la cabeza, aunque antes de nada coloqué las dos sodas que había comprado frente a nosotras y también las golosinas, un paquete de gomitas de oso y un par de chocolates. Señalé las sodas.

    —Una es de limón y la otra de uva, puedes elegir la que quieras —dije mientras acomodaba la espalda contra el tronco. Tomé aire despacio, todavía acomodando ideas y aunque tenía el bento en el regazo no lo abrí todavía—. Es sobre lo que pasó hace un par de semanas, el día que me encerré en el club de cocina. Nunca te conté el porqué de nada, ¿cierto?

    Abrí el bento por fin y me puse a revolver el arroz con los palillos despacio, por distraer las manos en algo más que cualquier otra cosa y cuando hablé lo hice en un casi en un murmuro.

    —Senpai se fue de Tokyo hace días, Usui-senpai quiero decir. —Pasé saliva antes de seguir hablando con la calma de siempre—. El día de lo del club lo habían golpeado... Fueron unos locos de la pandilla a la que pertenecía antes, en Shibuya. Casi lo matan.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Me eché un bocado a la boca y luego mastiqué con calma, Kurosawa no demoró en empezar a ordenar unas cosas entre nosotras, me había agarrado con algo de sorpresa. Elegí la soda de uva murmurando un "gracias", aunque solo la dejé a mi lado sin abrirla, luego volví a mirar a Kuro con cierta preocupación en el rostro por su suspiro. Exhalé por la nariz volviendo la vista a mi plato, revolviendo su contenido para asentir a su pregunta de sí no me había contado algo, pues ahora lo haría, ¿no?

    Detuve cualquier movimiento cuando empezó a hablar, mirándola de reojo, y la verdad es que ni con días de meditación hubiera sido capaz de saber lo que le pasó, ahora que caía tampoco es que hubiera pensado mucho al respecto. Tan solo me preocupé sobre nuestra relación y algo de culpa sentía al respecto ahora. La cosa es que la noticia me entumeció el cuerpo y hasta provocó que agarrara la caja del bento con algo fuerza mientras mis facciones se tensaban. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Puede que lo más cercano a algo así hubiera sido el accidente de Natsumi, pero su caso se aislaba a una persona y lo de Usui-senpai era creces más grave. Mucho más atemorizante también

    Di un suspiro tras cerrar los ojos, para luego voltear a ver a Kurosawa con la lástima y preocupación en la cara, la verdad es que las ganas de probar mi almuerzo se habían desvanecido un poco. Agarré algo de valor para atreverme a tocar su hombro con suavidad, brindándole una caricia.

    —¿Han... podido hablar luego de eso?— No sabía sí estaba haciendo lo correcto, el temor de molestarla me hizo apartar la mano de su hombro, pero al menos me las arreglé para sostener su mirada sin poner alguna cara rara.
     
    Última edición: 8 Octubre 2021
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    Zireael

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    Sabía que le estaba echando en toda la cara una bomba de información que no venía a cuento, que bien podría haber seguido retrocediendo y poniendo distancia entre lo que había comenzado el incendio y ella. Sin embargo, puede que en los últimos días me hubiese dado cuenta de que realmente no servía de nada, el fuego siempre alcanzaba a los demás, los reducía a cenizas y si el resultado sería indiferente, pues solo quedaba hacer la movida por iniciativa propia.

    Darle a la gente la información para que decidiera si irse o no.

    Era posible que esta pobre niña no hubiese podido imaginarse la realidad detrás del desastre ni con todo un año de tiempo para intentarlo, porque yo era yo y tenía estas pintas de maldita muñeca perfecta, que no se metía en líos incluso cuando se juntaba con personas raras. Porque era la controladora, la meticulosa, la que sujetaba los hilos y los tensaba para mantener todo dentro de sus límites.

    Pero esta vez todos se habían reventado entre mis dedos.

    Me pareció notar su tensión en el momento en que lo senté, como si el aire se hubiese vuelvo más denso o más ralo a su alrededor incluso antes de que presionara el bento entre sus manos. No tenía idea de si Nagi encontraba algo con que comprar lo que le estaba contando, pero sabía de primera mano lo impactante que era, el miedo que te tiraba encima, lo insegura que podías sentirte. Da terror, simplemente, por un montón de motivos diferentes y te llenaba el cuerpo de una ira de lo más jodida, nacida de ese pánico. Como si fuese la gasolina que alimenta el fuego.

    Gracias debía dar a que no había volteado a verla incluso cuando ella lo hizo, porque haberle notado la lástima en las facciones me habría hecho poner distancia y posiblemente me habría levantado para irme. No quería lástima, preocupación tampoco, llevaba años haciendo todo por mi cuenta y recibir eso de cualquier persona me hacía sentir lo suficientemente atada para reaccionar y rechazar cualquier aproximación.

    Sin embargo, recibí su mano en el hombro sin más y me alcanzó su pregunta antes de que retirara la mano. Me alivió más que la quitara que recibirla, era una cosa rara, pero a veces el tacto en medio de estas cosas como que te picaba, ardía o algo así. No sabía muy bien cómo explicarlo.

    —¿Cara a cara? No. Me llamó ese día a la tarde, me contó que no solo lo habían golpeado a él... Mataron a su perro también. Luego cuando tuvo que dejar Tokyo nos despedimos por teléfono, un viejo amigo de mi hermano mayor consiguió contactarlo para que pudiéramos hablar. —Comí un bocado de arroz y después escarbé en el bolsillo de la falda por el llavero, lo dejé en el césped y la figurita plateada de Hachiko resaltó entre el verde—. La mañana que pasó estaba en el baño de abajo, un tipo apareció y me dejó el llavero de Usui-senpai, igual a este, estaba lleno de sangre seca y fue a partir de eso que todo se fue al demonio.

    Lo estaba soltando todo sin alterarme, ya no me quedaban demasiadas energías para hacerlo, y luego de que me hubiese juntado a hablar con Shinomiya tampoco tenía sentido pintorrear nada con mejores colores.

    —Era un mensaje. Reventé el espejo con el puño, luego varias personas me ayudaron, pero... Ya sabes, me di cuenta que estaba metida en algo peligroso y que yo misma era un peligro. —Volví a tomar los palillos, revolviendo el arroz de nuevo—. Se fue porque básicamente era eso o ponerme aún más en la mira, esta gente me hubiese hecho cualquier cosa solo para cobrarle algo a él.

    Otro bocado de arroz, otro suspiro y alcé la vista a la copa del árbol mecida por el viento.

    —Así que eso fue. Esa es la verdad. Lo siento, no quería decírtelo porque sentí que era demasiado, que te podía poner en peligro también si a esta gente se le seguía volando la cabeza y luego solo quería espacio, lo necesitaba porque sentía que iba a explotar a cada segundo. Todavía es así, pero no tengo objetivos claros... No tengo a quién cobrarle la sangre de Hiro.

    lloranding

    siempre odié imaginar el momento en que shio le soltara esta mierda y pues *c muere*
     
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    Kaisa Morinachi

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    Lo siguiente me cortó el aire sin más, era cierto que no era ninguna aficionada a los animales y mucho menos a los perros, pero de ahí a ser indiferente a la muerte de uno pues había una diferencia abismal, más aún teniendo en cuenta el por qué había muerto, lo horripilante que tuvo que ser para Usui-senpai y lo horrible que debían ser los tipos que lo hicieron. Apenas y miré el llavero que Kurosawa dejó en el pasto, llevé mis manos sobre mi regazo y las entrelacé estampando mis ojos en ellas mientras sentía el pulso aumentarme un poco.

    El aire que sentía alrededor de mi cuerpo era frío y por un momento se me hizo similar a la voz de Kurosawa, sorprendiéndome la "calma" en su voz a pesar de lo difícil que debía ser hablar de todo eso. La miré de reojo un par de veces más y el mayor cambio relevante tras eso fue que tensé las mejillas y apreté los labios cuando mencionó que había evitado decírmelo al pensar que podía ponerme en peligro con ello. Sus últimas palabras también me cayeron pesadas... cobrar sangre, no había sido poco lo que le hicieron a ella y Usui-senpai, pero... ¿no sería mucho? ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar? Exhalé el aire por la nariz con el rostro ensombrecido, para luego agarrar mi soda, abrirla y tomar un largo trago, cerré los ojos y todo, agarrado la lata entre mis manos después.

    ¿Y ahora qué? No me apetecía confrontarla con la pregunta de sí era capaz de hacer algo similar a esos tipos por venganza, supongo que sus posibles respuestas también me atemorizaban. De seguro a mamá no le haría ninguna gracia enterarse de algo así, no tenía planeado decírselo en cualquier caso. Lo que era más claro es que las cosas cambiarían a partir de ahora, ¿no? Era bastante a tener en cuenta y a pesar de todo supongo que prefería esto a que simplemente hubiera cortado todo contacto conmigo sin ninguna explicación.

    —Gracias por contarme —dije con un volumen bajo, sin nada mejor que responderle en mente. Tomé otro trago de la soda, probé un bocado del bento y la miré otra vez de reojo tras un suspiro.
     
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    Zireael

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    Tampoco filtraba muy bien desde hace días, eso lo tenía claro, de ahí que le soltara tan fresca a Nagi algo como que quería cobrarme la sangre de Hiroki todavía, la de Ike, semanas después. En otras circunstancias jamás lo hubiese dicho así, pero después de semejante desastre ya mucho era que estuviese allí sentada tan tranquila si debía ser honesta.

    De milagro no le había soltado un balonazo a nadie en la cara como Hiradaira.

    Todo lo que le solté se fue apilando, una mierda encima de la otra y me pregunté si eso desdibujaría por fin la imagen que tenía Nagi de mí, la de la muñeca, si le daría miedo siquiera insinuarle a su madre en las cosas en las que había terminado metida cuando no parecía ser más que la hija perfecta y la estudiante modelo. Eso sin siquiera mencionar que incluso antes de Hiroki me había revuelto con Altan, otro jodido salido, y ahora mismo mis juntas no eran mejores ni por asomo. Shimizu, Cayden, el resto de amigos de Kaoru que habían aparecido de debajo de las piedras, de verdad que el único desgraciado que se salvaba por ahora era Zoldryck.

    El resto eran todos un montón de diablos en diferentes grados.

    Entendía el peso que tenían mis palabras, lo que debía ser oírme hablar de mascotas muertas, ligues apaleados y cobrar sangre derramada, pero no podía pensar diferente. Porque estaba cansada de perder, perder y perder como una maldita estúpida, de quedarme sin mis guardianes y mis confidentes, de ver que las personas a mi alrededor perdían lo que amaban también.

    Seguí los movimientos de la castaña como un vigía con el rabillo del ojo, la tensión en sus gestos, el rostro ensombrecido después, cómo abrió la lata y le dio un trago largo. Lo observé todo, me preparé para sujetar los hilos y tirar hasta reventarlos si hacía falta, pero su respuesta fue casi de cajón y pude dejar las cuerdas flojas, en espera.

    Liberé el aire despacio, comí otro par de bocados de arroz y me encogí de hombros.

    —Merecías saberlo, que todo era un problema mío —atajé casi en un murmuro—, y así poder decidir. Si quieres a la Shiori que conociste o a lo que sea que soy ahora.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Se encogió de hombros y la respuesta salió de sus labios, aunque a estas alturas puede que hubiera preferido que se tratara de tan solo un problema entre nosotras y no toda esa atrocidad por la que tuvo que pasar. Y sus últimas palabras me calaron hondo, eso o ya no me quedaban fuerzas para recibir más malas noticias. La quería bastante, pues al fin y al cabo su presencia me ayudó en las pasadas vacaciones, pocas semanas luego de haberme cambiado de casa y tal fue una gran compañía. Su calma y serenidad congeniaban bien con mi carácter nervioso y también estuvo pendiente de mí cuando llegué al Sakura.

    Revolví la comida con los palillos, pensativa y manteniendo a raya la humedad en mis ojos, tampoco quería ser yo la que llorara ahora cuando los problemas graves los tenía ella. Y tal vez eso era lo peor, todo lo que le sucedía era más que suficiente para atemorizarme y la necesidad de buscar mi propia seguridad era muy palpable... pero ella hablaba de sí misma, no de la situación que la rodeaba, ¿verdad? Inhalé hondo y exhalé el aire por la nariz con lentitud, algo tembloroso, pestañeando con un poco de conciencia y luego aclarándome la garganta al notar que no era capaz de pronunciar palabra.

    —Te quería —respondí bastante despacio—, pero ahora siento que apenas te conozco... aunque puede que todos cambiemos un poco en momentos difíciles —hablé pausado sin despegar la vista—. Supongo que necesito un tiempo para saberlo... también es importante saber sí tu quieres que nos sigamos viendo —logré mirarla al decir lo último, sin pizca de alegría y la preocupación colándose en mi voz.

    No sé cómo terminar esto :astronauta:
     
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  19.  
    Zireael

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    Seguro en ese momento Nagi prefería mil veces que la bronca hubiese sido entre nosotras, que me hubiese puesto rara por alguna tontería menor que me hiciera comportarme extraño a su alrededor y es que casi cualquier cosa era mejor que lo que le estaba contando. Dramas de adolescentes, peleas de no-novios, la mierda que fuese, todo era mejor que lo que había.

    Porque yo había sido una suerte de ancla para esta chica, lo sabía, y ahora estaba confesándole mis pecados. Esos que me hacían ver igual de vulnerable que el resto de seres humanos, los que desdibujaban mi fachada y le mostraban apenas un atisbo de la persona que era en realidad, lo que había detrás de mi máscara de kitsune. Era una perdedora, en el sentido más literal de la palabra, y estaba absolutamente agotada y furiosa.

    Si me hubiese dado cuenta que la pobre tenía ganas de llorar le habría dicho que podía hacerlo, que era un montón de información y que cualquiera querría hacerlo, pero no me di cuenta y solo seguí allí, esperando. Quería decirle que si deseaba echar a correr, buscar su propia seguridad, podía hacerlo y también era natural, que ella tenía su propia familia y que yo estaba acostumbrada a lidiar con mis cosas sin compañía hasta tal punto que ponía distancia al mínimo intento de que alguien me sujetara. Especialmente viendo que Hiroki lo había hecho, me había sujetado, y luego lo habían arrancado de mi lado.

    Te quería.

    No lo dije, tampoco reaccioné, pero escucharlo en pasado me clavó una estaca en el centro del pecho y es que aunque me había hecho a la idea, escucharlo era diferente. Seguí comiendo no sé con qué energía, mientras la escuchaba hilar ideas junto a mí. Decía que sentía que apenas me conocía y me ahorré el golpe bajo que significaría decirle que no me había conocido nunca, que debajo de mi templanza, mi calidez y todo lo demás corría un río completamente distinto.

    Que era un montón de fuego contenido, esperando por liberarse.

    No era mentira, porque Nagi seguía sin saber que había tenido un hermano, tampoco del resto de personas que me rodeaban o que iba y venía de casa en un coche sin recibir preguntas de mis padres. Que era el fantasma de alguien que nunca podría alcanzar seguramente, sin importar qué tanto me robara su rostro o qué tanto me pareciera a él incluso sin la máscara. Habían un montón de cosas que no decía, siempre había sido así, porque me negaba a ser leída al saber que lo que llevaba escrito en la frente era pérdida con marcador indeleble rojo.

    Y odiaba la lástima.

    —Eres mi amiga —resolví con simpleza antes de revisar la hora en el móvil. Noté que me había mirado y habló con la preocupación impresa en la voz—, creo que lo sigues siendo al menos. No tengo problema en seguirte viendo.

    Comí un par de bocados más, cerré el bento de nuevas cuentas y me levanté despacio de mi lugar usando el tronco del cerezo de apoyo. Recogí mi soda entonces, para finalmente empujar en su dirección las golosinas que había comprado en la cafetería.

    Todos cambiábamos en momentos difíciles.

    ¿Cuándo se terminaba mi momento difícil entonces?
    El verano del 2016 no terminaba, iban cuatro años y no terminaba.

    —Puedes pensarlo, no es que tengas que darme ninguna respuesta esta semana o la siguiente, no hay ninguna prisa. —Me enderecé, la miré desde arriba y le dediqué una sonrisa—. Iré subiendo. Cualquier día puedes buscarme o escribirme, trataré de responderte de ahora en adelante.

    Giré el cuerpo, me despedí con un movimiento de mano y eché a andar hacia el interior de la academia. En realidad todo lo que quería era pasar un momento al baño, revisar que no tuviese demasiada cara de muerta en vida o algo y subir a la clase, nada del otro mundo. Además consideraba que ahora mismo Nagi necesitaba ese espacio para sopesar lo que le había soltado.

    Con todo me detuve un instante, no muy lejos de ella todavía y volví a girar en su dirección. Me había olvidado de una sola cosa.

    —Cuida a tus hermanos. —Incluso al mayor, sí—. Saluda a Kazuki de mi parte.


    me encargo *saca las excusas pendejas* lo voy cortando por aquí porque el día se cierra en unas horas uwu

    gracias por prestarme a tu niña un ratito <3 y perdona por este tocho que me saqué de la nada, ya me conoces aaaaa
     
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  20.  
    Amane

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    —Varios, sí. Pasé un buen tiempo en España, también en la República Checa, Rusia, un poco en Turquía... y por último, lo dicho, India. Planeaba seguir con Tailandia o Indonesia... pero aquí me hallo —contesté, con toda la naturalidad del mundo, metiéndome las manos en los bolsillos del pantalón—. Si te interesa, quizás algún día te pueda enseñar las fotos que he estado haciendo~


    De nuevo, ya había quedado claro que no tenía mucho reparo en nada, así que no me causó mucho dilema invitarla a algo que me parecía tan inocente. Luego soltó el comentario de que algunas costumbres japonesas le parecían frías, a lo que solo atiné a encogerme un poco de hombros y asentir ligeramente con la cabeza, sin tener nada más que añadir. Al menos aquello terminó de confirmarme que no se tomaría la propuesta de antes como nada demasiado personal, como podía haber sido el caso si hubiese sido tan reservada como gran parte de las asiáticas.

    La cuestión es que aceptó mi propuesta sin poner ninguna queja y dejé que se adelantase bajando las escaleras, para seguir su movimiento un par de segundos antes de seguirla con el mismo aire liviano. La seguí en lo que me indicaba lo que había en el primer piso, risueño, hasta que escuché la pregunta que me hizo y alcé las cejas, algo sorprendido.

    >>¿Mhm? Pues no sé si cuente como hobby, pero tengo una especie de diario en el que me gusta escribir y dibujar lo que veo —contesté, en un tono de lo más suave, en lo que íbamos bajando las escaleras y le correspondía a la sonrisa que me había dedicado—. ¿Y tú? ¿Algún club de por los de aquí?

    Ya en la planta baja nos acercamos a una máquina expendedora y seguí escuchándola mientras me adelantaba para comprar algo. Escogí un sándwich mixto que, sorprendentemente, tenía buena pinta y una botella de agua, si total no era muy de comer a esas horas así que con eso me bastaría. Al erguirme recibí su nueva pregunta y volví a sonreírle, impostándome cierto aire misterioso, antes de hacerle una señal para que me siguiese.

    Tampoco había sido ninguna gran sorpresa, vaya, pero me gustaba el teatro de vez en cuando y no iba a desaprovechar ninguna oportunidad. La guie hasta el patio norte, pues a ese había visto que se dirigían la mayoría de los alumnos con los almuerzos, y le eché un vistazo al lugar con bastante satisfacción encima. Tenía razón, eran gente lujosa, aunque en sí tampoco me sorprendió.

    >>¿Ves algún banco disponible? Casi no hay sitio ni en el césped, amazing.

    Sin ningún problema <3
     
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