Exterior Patio norte

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    No sé, algo de gracia me hacía notar cómo no había tenido que mover un dedo en todo el rato para conseguir cada cosa que se me había antojado. Era probable que en alguna vida pasada hubiera sido una reina déspota o algo así, una tirana, de esas egocéntricas y vanidosas que la historia condena. Si creyera en la reencarnación, claro, que para la gracia no ponía mi fe en literalmente nada.

    ¿De qué iría a servir?

    Cathy se movió, dejándole espacio a Zeldryck, y seguí a ambos en silencio. El muchacho se situó entre ambas y estuve a punto de pasarle los pasillos cuando se me adelantó y los tomó de entre mis dedos, aprovechando la jugada para rozarme la piel. No, si la sutileza de ese almuerzo era digna de enmarcar. Mantuve la sonrisa suave impresa en el rostro en lo que Kasun se hacía con un rollito de omelette y lo saboreaba, virando mi atención a Cathy por un segundo. La comida recibió aprobación y asentí, recuperando los palillos sin detenerme en movidas rastreras. Los tomé y ya.

    —¿Ya ves, Cathy? ¿Por qué no aceptar la deuda si de hecho existe? —dije al aire, seleccionando unas verduras—. Hay una línea muy fina entre la falsa modestia y la vanidad, ¿sabes?

    Me llevé la comida a la boca, tranquila, y seguí a mi ritmo. Como toda la puta vida.

    weno, por acá ya quedó Morgan <3
     
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    Nekita

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    El chico seguía dirigiendo, sorprendentemente su atención a cosas que ni siquiera esperaba que llegara con una salida a estar almorzando, primero invitar a alguien a sentarse pero ni siquiera a su lado si no donde le convenía y ahora una curiosidad que quizás pudiera entender por estarse refiriendo a la comida porque los bentos eran más o menos una de las cosas que resaltaban a los extranjeros o por su misma culpa de mencionar de alguna forma a la familia diciendo algo sobre su hermano.

    Pero fastidiaba un poquito cuando no era algo que le agradara demasiado.

    —Prefiero hacerlos yo como parte de mi rutina, así también me aseguro que tenga todo lo que me gusta, es... ¿práctico? —Zoldryck no necesitaba saber nada y en realidad tampoco estaba obligado a decirle la verdad cuando ni siquiera le agradaba ese tema —, pero si es común en japón que la familia prepare la comida de todos si se necesita.

    Cerró la tapa del bento y se levantó de la banca, ya no debía quedar tanto receso.

    —Debemos irnos.

    Catherine Whitman

    No esperó que en ningún momento su intención de no querer que Zeldryck estuviera en deuda por ella por solo decidir compartirle de su almuerzo porque no había tenido nada para comer en ese pequeño escenario que armaron iba a tornarse de esa forma que la sorprendió siendo bastante visible por unos segundos en su rostro antes de cambiar a algo más arrepentido, casi disculpándose con su gesto. Quizás había sido solamente una mala forma de interpretarlo de su parte y realmente no tenía nada que ver con lo que Morgan hubiera querido decir en realidad pero no podía cambiar la forma en la que lo había entendido.

    No sentía que fuera algo de vanidad ni mucho menos una falsa amabilidad la que hubiera mostrado.

    —No lo había visto así nunca... —Comentó de cierta forma confusa antes de reír ligeramente para dejar ir algo de la tensión que tenía —, pero quizás tienes razón, lo siento, lo que tu sientas que es necesario Zeld para sentir que ya pagaste tu deuda estará bien, hasta ya sabes cosas que nos gustan. —Agregó algo más animada antes de cerrar su bento y ponerse de pie, arreglando la falda de su uniforme un poco.

    —Creo que debemos irnos, nuestro querido picnic no fue eterno... pero fue divertido.
     
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    Zireael

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    La muchacha me respondió que prefería el aire libre, así que pensé en la azotea, el patio frontal y al final el patio norte y ya llevaba varios días sin almorzar allí, así que no sé, pensé que sería bonito. Además allí estaba el cerezo, era de lo más bonito y podíamos comer bajo su sombra, en el césped, suponiendo a Manson no le molestara sentarse en el suelo ni nada así.

    Me extrañó un poco el comentario de que ya se pasaba encerrada una buena parte del tiempo, pero lo dejé correr porque tampoco iba a ponerme a preguntar, que igual luego era solo broma y quedaba como tonta, o no lo era pero ella no quisiera decirlo, así que mejor dejarlo quietecito.

    Antes de salir miré a Altan una última vez, no que desconfiara de su capacidad de mantenerse al margen de ciertas cosas o quizás sí, pero seguía volcado en el móvil aunque imaginaba que estaba con las antenas sintonizando todo el espectáculo. Digamos que era su maldición, incluso con sus pintas no podía desligarse de las cosas, imaginaba que mucho menos de Anna, así que solo me quedaba pensar que la medicación todavía lo tenía lo suficientemente sosegado para dejar el cuelo quieto.

    De cualquier manera, salí de la clase y caminé al ritmo de la chica, solo me excusé un momento en la planta de abajo para comprarme un jugo en la máquina y luego reinicié mi camino. Recordé de repente que no sabía si ayer le había dicho mi nombre o si lo recordaba o qué, así que cuando ya íbamos llegando al patio giré el rostro hacia ella para dedicarle una sonrisa.

    —Jezebel Vólkov, no recuerdo si me presenté ayer contigo. Puedes decirme Jez si quieres. —Regresé la mirada al patio—. Elige tú dónde quieras sentarte, están las mesas o la sombra allá, bajo el cerezo, si no te molesta sentarte en el suelo.
     
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    En cuanto bajamos ella me seguió el paso, distrayéndome un poco con el movimiento a mi alrededor de los estudiantes, el ruido, los intercambios y demás. Si es que con el poco tiempo de milagro socializaba, no sabía nisiquiera de dónde sacaba energías para mantener así, relajada dejándome ser por lo que sucedía en mi entorno.

    Me detuve en cuanto a lo de la máquina, jugando con las puntas de mi cabello al verlas entre mis dedos. Quizá debía cortarlo un poco, pero antes encontrar un sitio confiable para hacerlo, guardando silencio hasta denotar el sitio que ella había escogido, manteniendo mis ojos sobre el árbol de cerezos.

    De esos mismo que habían cerca al trabajo.

    —Que lindo árbol~ —sonreí ligeramente, memorizado ahora sí su nombre—. Jez será entonces.

    Me eché a caminar hasta llegar bajo las frondosas flores, sentándome en el césped. Estaba fresco por la vegetación pese al sol que hacía, aún dudando si la amabilidad era innata o fingida, pero no tardé mucho en dejar la duda en segundo plano pese a estar de forma permanente.

    Y bostecé.

    —Lo siento, el trabajo y el entreno me consumen, así que suelo andar con algo de sueño —expliqué para que no fuese a creer que estaba aburrida ni mucho menos—. ¿Que bebida compraste en la máquina, Jez?
     
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    Por suerte a la muchacha pareció llamarle la atención el mismo sitio que a mí, así que comentó el árbol y acabó por decidirse que allí era un buen lugar, también se decantó por decirme Jez cosa que nos libraba del lío del apellido ya de paso. La seguí hasta la sombra del cerezo, imitándola para sentarme también sobre el césped que me hizo cosquillas en la piel de las piernas.

    La chica bostezó y me pregunté cuántos no andarían absolutamente cansados en nuestra clase, porque ella no era la primera y si me ponía a observar con detenimiento tampoco sería la última. No creí que fuese a excusarse porque en síntesis no creía que me debiera explicaciones de ninguna clase por un inocente bostezo, la gente se cansaba, le daba sueño o se aburría, cualquiera de todas y no siempre se ponían a explicarse.

    —¿Trabajas? —pregunté al vuelo, casi impresionada—. Debe ser muy cansado con la escuela.

    Cuando preguntó por la bebida parecí recordarla de repente, porque me había distraído un montón solo con su mención al trabajo y volví la vista a lo que cargaba en mis manos.

    —Ah, es jugo de manzana. Nada del otro mundo~


    luego sigo con el resto de respuestas que debo, porque no he comido y además me muero de sueño asjabdej
     
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    Abrí el compartimiento de comida, sujetando la cuchara para llevar a mis labios el arroz con trozos de tomate cherry, asintiendo a medida que masticaba para luego tragar y responder luego de visualizar la bebida entre sus manos. No era partidiaria del jugo de manzana, prefería el de uva o mora en realidad, así que el pedirle que me compartiera había sido desechado rápidamente en mi cabeza.

    —Sí, en un bar nocturno —comenté como si fuese lo más normal del mundo—. Los jueves y viernes suelen ser pesados ya que la hora de cierre se extiende un poco, así que digamos que el solo saber que esta noche estará aglomerado me pre-indispone algo más de lo que quisiera~

    Continué comiendo mientras retornaba los lavanda al paisaje como tal, disfrutando del aire libre como si me encontrase en un picnic o algo similar a medida que tamborileaba una canción en mi cabeza, tragando de nuevo de forma ligeramente distraída para después rebuscar y sacar el termo con agua, tomando para pasar cualquier rastro de mi garganta.

    —Jez, ¿qué significa tu nombre? Nunca lo había escuchado —busqué sus ojos entonces con curiosidad impregnada.
     
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    Zireael

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    Abrí un poco más los ojos al escuchar que trabaja en un bar nocturno, si ya de por sí me parecía cansado, digamos que había subido de dificultad. Tampoco había que tener el cerebro de Al para imaginar que habían días que los bares tenían más actividad, cuestión de que se acercara el fin de semana y eso. A ver que yo casi no saliera de casa era una cosa, pero había mucha gente que sí lo hacía.

    En lo que ella hablaba había destapado mi almuerzo, ese día Nani se había despertado con ganas de comer más sano o algo, porque nos había preparado ensalada con pollo, tomate y no sé qué cosas más, creo que hasta nueces le había puesto. Se veía que tenía ganas de ser extra y probar cosas nuevas o algo, cosa que no me interesaba mucho, no era selectiva con la comida y las cosas que se inventaba Nani en general sabían muy bien.

    —Imagino que sí —secundé al comentario de que saber que estaría lleno la predisponía—. Ya de imaginar el cansancio que te va a causar llegas a trabajar con eso en la cabeza, pero al menos te da experiencia y así.

    O le daba para mantenerse si vivía sola, cualquiera que fuese el caso.

    Acababa de pinchar algo de lechuga y pollo con el tenedor cuando preguntó lo de mi nombre y me extrañó, hace rato que nadie preguntaba en realidad. De hecho la gente había dejado de preguntar por ahí de las fechas que empecé a juntarme con Al, que también habían detenido los piques por lo del pelo blanco y así, como si estuviese ligado todo a que era más extranjera que pagada a hacer y encima albina.

    —Es hebreo si no recuerdo mal, significa no exaltada —respondí con voz suave y encontré sus ojos para dedicarle una sonrisa—, así que supongo que me pega.

    Me llevé la comida a la boca, mastiqué y ya cuando hube pasado el bocado volví a hablarle.

    —¿Tú naciste aquí en Japón?
     
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    Insane

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    Asentí ligeramente porque bueno, los trabajos a medio tiempo que tenían inclinación nocturna solían ser un poco más desgastantes de lo que se deseara en un principio, pero de igual forma al ser nocturnos el sueldo se elevaba un poco más, logrando acomodarme con ello en lo que llevaba en Japón, así que tampoco me quejaría cuando ni en mis sueños había pensado en dejar el empleo que me había costado en conseguir. La escuché mientras comía un poco más, cubriendome los labios con el dorso de la mano para luego dejar el termo de agua entre mis piernas.

    —Sí, la verdad te escogieron un nombre muy acorde al parecer —comenté notando el cabello rubio de la cara malhumorada pasearse cerca a nosotros, quitándose los audifonos para enrollarlos, probablemente el celular se le había quedado sin batería—. Mm, no. Nací en Grecia, pero llegamos a Japón solo por una beca deportiva, así que las nacionales se darán en este país a fin de año —señalé al chico que no estaba muy lejos de nosotras—. Competimos juntos en estilo de baile urbano, así que mientras nos preparamos estudiamos~

    Tomé aire entonces, elevando la mano.

    —Aleck, por acá~

    Lo vi fruncir el ceño como de costumbre a lo que sonreí animada, restándole importancia.

    —¿Qué?

    —Pues que vengas, que te vas a quedar por ahí andando solo.

    —Mejor solo que escuchando la mierda que sueltas.

    —Ay ya, no seas odioso, ven, ven~

    Chasqueó la lengua mirando hacia el lado contrario, como pensándose el qué hacer, a lo que agregué con la seguridad innata en mi ser:

    —Traje cargador, te puedo prestar el mío para que no te aburras en clase si te quedas un rato conmigo. ¿Qué tal suena?

    Casi que bufó por la nariz, quedándose de pie un rato más hasta re-dirigir sus pasos hacia nosotras, sentándose a mi lado sin determinar a Jez en ningún momento, así que simplemente me tomé libertades.

    —Jez, te presento a Aleksander Hal —apoyé las manos en el césped para echarme un poquito para atrás, de tal forma que pudiese verle la cara y él a ella también—. Alek, te presento a Jezebel. Saluda, no seas grosero.

    Lo noté parpadear con la vista fija en su cabello al que probablemente ni atención le había prestado momentos antes. Bueno, las personas albinas no eran muy comunes de ver, así que tampoco podía hacerme la tonta cuando el día anterior en medio de las clases si había mirado su cabello con cierto tinte de curiosidad, pero a la final me tragué el preguntar por ello por no irla no sé, a fastidiar con eso al suponer que le preguntaban cada tanto por si era un tinte o natural.

    —Hola —murmuró desviando la mirada con hartazgo hacia el paisaje mientras apoyaba el codo sobre la rodilla, dejando el mentón sobre el dorso de la mano.

    —No vayas a creer que le caes mal, trae esa cara desde hace un año para acá~ —murmuré para que éste no escuchara.
     
    Última edición: 27 Junio 2021
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    Zireael

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    Alcé ligeramente las cejas al escuchar que había llegado a Japón por una beca deportiva, con lo que luchaba Laila por una para la universidad no quería ni imaginarme lo que implicaba recibir una en el extranjero. Era de la clase de oportunidades que no se dejan pasar, como la del tío Vic para trabajar con Káiser, así que normal que dejaran Grecia con tal de aprovecharla. Debía ser buena en lo que hacía, eso sin duda.

    —¿De verdad? Me encantaría verlos algún día~

    La vi señalar al muchacho con cara de perros y me sorprendió un poco la respuesta a la chica, porque venga, conocía un par de amargados y había pasado más de seis años con uno al lado, pero nunca me habían respondido como él acababa de hacerle a ella. Igual no era mi asunto, las relaciones de la gente eran sus problemas, mucho más de aquellas que apenas conocía. Me gustaba cuidar de la gente, pero no por ello iba a meter las narices donde no me llamaban.

    Al final el chico acabó por acercarse con lo del cargador, como un genuino gato cimarrón, y se sentó al lado de Katherin sin reparar en mi presencia. Lo iba a dejar pasar para no presionarlo, pero ella hizo las presentaciones. Noté al instante la mirada en mi cabello, nada nuevo realmente, y le dediqué una sonrisa tranquila a pesar de todo.

    —Un placer, Aleksander —dije a pesar de lo escueto de su saludo y dejé salir una risa suave al escuchar el comentario de mi compañera de clase, a lo que respondí en el mismo tono de voz que ella—. Te digo que no te preocupes, de verdad que estoy acostumbrada.
     
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    Insane

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    Solo había que verme, como un maldito animal obedeciendo por un puto cargador de mierda, todo por no me imaginarme en clases con el móvil descargado, no es como sino atendiese al docente ni mucho menos, porque bueno, la beca deportiva ahí estaba pero no significaba que no tenía que mantener estúpidas notas decentes, como si para ganar las nacionales y pagarme clases de batería necesitara saber trigonometría, pero así era la vida entonces ni modo. Además, el desplazamiento eterno hasta el trabajo sin música martillandome los oídos sería una basura.

    En cuanto reposé el mentón en el dorso de la mano, le saludé a la tipa albina y me devolvió el saludo planeé el quedarme callado mientras las manecillas del reloj avanzaban, pero fue entonces que la secretiadera de Manson hacia la otra me hizo fruncir el ceño ligeramente.

    —Todo lo que te diga Kathe es mentira —atajé.

    Noté de soslayo los orbes lavanda suavizarse en conjunto a la risa suave que se le escapó. Idiota, siempre tenía que estarme tocando los huevos para fastidiarme.

    —¿Eh? Pero sino he dicho nada Alek —ladeó la cabeza como solía hacer cada que se burlaba de mí, como una tremenda estúpida—. Jez es mi testigo. Solo le comenté que tu cara es así desde hace un año para acá, ¿verdad Jez?
     
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    Normal por decir poco que el chico reaccionara a la otra cuchicheando cosas, eso era de sentido común, aún así me hizo preguntarme realmente si mantenían una relación meramente... profesional por decir algo o qué, aunque se veía que ella un poco que lo picaba abiertamente o algo así, no sabría con seguridad. Era una cosa de lo más rara, pero total todas las amistades eran extrañas al final del día.

    Lo que me jodió un poco fue que terminara por arrastrarme en la tontería, porque vamos, que me juntaba con gente con cara de moco pero no por ello andaba por la vida picando a nadie y no se me apetecía que nadie me arrastrara al carro con gente que no conocía. No me gustaba el conflicto, lo evitaba adrede y de hecho por eso a veces era carne de cañón, porque no reaccionaba para intentar reducir los problemas.

    Obviamente no iba a decir que no me había dicho eso, tampoco iba a mentir y dejar a la otra así.

    —Eso fue todo lo que me dijo —confirmé con voz suave.

    De repente se me iluminó un poco la neurona y caí en que este muchacho bueno, andaba por ahí vagando y ni siquiera tenía pinta de haber comido o bebido algo, así que tomé la caja de jugo de manzana y estiré el brazo hacia él, instándolo a tomarlo.

    —Aunque no sé si te gusta la manzana, pero bueno, solo si lo quisieras —dije junto a una sonrisa—, la casa invita.


    aber pinche Alek nadie se resiste al poder de mi two queen, quita un poquito la cARA DE MOCO O NOS DAMOS DE PALOS EN EL PATIO FRONTAL (????
     
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    Insane

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    Entre todo vi a Katherin jugar con los mechones negros de su cabello entre sus dedos, como solía hacer en algunas ocasiones. Tenía esa mierda de manía que me causaba algo de estrés, aunque en realidad toda ella me causaba estrés o ansiedad, o ambas, era como una verdura metida entre los dientes que no salía con nada, esa sería la única puta forma en que podría describir nuestra relación del carajo. Entorné la mirada ligeramente pese a no esperar respuesta de la otra tipa, en realidad no esperaba que fuese a secundarla o lanzarla al agua, creí que se mantendría callada por la pinta de niñita buena que traía, pero para mi sorpresa confirmó las palabras de Manson.

    Chasqueé la lengua apenas, dispuesto a coserme la boca aunque a Katherin le diese por volver a los susurros de mierda, pero la chica aquí presente, la recién conocida había estirado la mano en mi dirección, pasando de Kathe que estaba en medio para llegar hasta mí. Fruncí ligeramente el ceño creyendo que me pondría una mano encima como un animal de circo, pero en cuanto recorrí su menudo brazo di con la bebida entre su mano.

    En realidad no había ni almorzado, no me había dado el tiempo para cocinar luego de llegar cansado del trabajo y el puto despertador no había sonado, y dinero pues podía primero caerme muerto sin medio yen encima luego de hacer las cuentas de lo que debía girarle a mamá, sin embargo volví al ámbar de sus ojos, como un maldito desconfiado, buscando cualquier índice de que aquello tenía que pagarlo con algún otro favor, o que la estúpida se iba a burlar de mí si lo recibía, quedándome en aquello por unos minutos midiendo las posibilidades de ser un miserable del que iban a burlarse hasta finalizar el año escolar, pero entonces la voz de Katherin resonó en mi cabeza deteniendo los miserables pensamientos autodestructivos.

    —Recíbela Alek.

    Y en atuomático la sujeté, desviando la mirada casi con vergüenza al tener la bebida entre mi mano, regresando a mi espacio.

    —Gracias...

    La llevé a mis labios en lo que mis ojos se cubrían con el flequillo, tomando con pausas paro no parecer que era un muerto de hambre.

    ESTOYLLORANDO
     
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    Zireael

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    Si alguien me hubiese dicho que este par había dudado de la transparencia de mis acciones me hubiese reído pero de incredulidad, porque con este tamaño y siendo tan delgaducha no había manera de que yo me pudiera ver como alguien que se tomaba el tiempo de jugar con la gente o algo del estilo. Si tenía todas las pintas de ser media tonta incluso y verdaderamente lo era, no es que tuviese la mente para andar pensando en joder a nadie de forma consciente.

    También me seguía extrañado que con todo y la cara de perros este chico de alguna u otra forma siguiera haciendo caso a las palabras de Manson, incluso cuando parecía tan fastidiado con su mera existencia, porque fue que ella le dijera que lo recibiera y estirara la mano para tomar el jugo. El chico desvió la mirada de inmediato y aún así amplié un poco más la sonrisa.

    —No es nada, de verdad. Te invitaría a comer algo, pero en lo que hacemos la fila de la cafetería seguro se nos van los pocos minutos que quedan.
     
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    Etihw

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    Escuché atenta la respuesta que me dio sobre ellos dos saliendo, solo dejándome algo confusa con lo que me decía, así que me limité a encogerme de hombros. Podía ser cotilla pero tampoco era necesario meterse de más en las vidas ajenas. Eventualmente lo sabría, y si no era así, no pasaba nada. Había conocido a otra kohai y no podía evitar pensar que todas eran adorables. Emily, Anna y también Kuroneko-chan con la que compartía mote. Ahí pensé que en cuanto conociese más todo el recinto debería saludar a aquellas personas con las que tuve el honor de cruzar palabras, porque solo con eso no podía considerar a ninguno “amigo”.

    —Oh, ¿Kohaku no vino? —Asentí pensativa, y me preocupé un poco por si Emily estaba comiendo sola, pero probablemente tenía amigas siendo como era, así como Anna la había mencionado, y esa preocupación se esfumó tan pronto como vino. O quizá ella tampoco había venido—. ¿Te sientes solo sin él? Es tu único amigo aquí, ¿no? Bueno, aparte de mí, tu mejor amiga en el mundo.

    Me señalé sonriente, con orgullo, y solté una suave risa llenándome de una sensación nostálgica. Haru también era mi mejor amigo en el mundo. Sin él me sentía perdida, como si fuese a tropezar en cualquier momento y sin recordar cómo debía levantarme después para seguir en un gran laberinto. Con él todo se volvía más claro, tenía más confianza en todo lo que me rodeaba al saber que su mano volvía a estar a mi alcance.

    Por alguna razón sentí un estremecimiento en mi pecho. La emoción de volver al día a día que tanto conocía y el miedo de que volviese a desaparecer se habían mezclado al pensar en ello y sentí un revolcón en mis emociones. Respiré hondo para relajarme, tratando de centrarme en los movimientos de Haru en la máquina, y tomé el jugo de frutas que había cogido para mí mientras que él sorbía de su refresco. No me sorprendió su elección, pero estaba claro que mi zumito era mil veces mejor.

    Lo invité a seguirme hacia el patio, totalmente ignorando la burla que sentí en su voz al preguntarme por el club de cocina, e inflé mis mejillas con algo de molestia.

    —Jo, Harurin~ Así no se puede. No me dejas pasar la tarde en tu piso, y ahora tampoco quieres pasar la tarde conmigo en un club. Eres un aguafiestas —me quejé en parte para picarlo, pero por otra en verdad me sentía algo triste por su negación. Piqué con mi dedo su mejilla y solté aire por la nariz, como si quisiera verme lo más seria que podía con mi ceño fruncido—. Venga, al menos mira si alguno te llama la atención, a lo mejor me gusta a mí también y podemos ir juntos. ¡Ya verás lo divertido que será!

    Jugueteé con la pajita de mi bebida pensativa, y la atención se me fue toda a los pétalos rosados que danzaban en el aire. Ahí me fijé en el gran árbol que estaba allí, majestuoso, floreciente, casi parecía imbuido en magia. Me acerqué a él tanto como pude, apreciando lo enorme que era. El sonido del viento meciendo las ramas con suavidad hacía que el ambiente se volviese super tranquilo a pesar de escuchar murmullos de los alumnos que se encontraban por allí.

    —Podríamos venir a comer aquí siempre que haga buen tiempo, ¿no te parece un lugar estupendo? Si es que mira, hay hasta bancos alrededor del árbol, ¡es precioso!

    Me senté en uno de ellos y abrí allí el bento para que ambos pudiésemos comer de una vez. El gran recorrido por la escuela nos dejó con mucha hambre a los dos, estaba segura, y no iba a retrasarlo más. Habíamos encontrado el lugar perfecto para relajarnos comiendo juntos, charlar y reír. Deseaba algún día no muy lejano almorzar de esa forma tan agradable rodeados de más personas, de esas a las que poder llamar amigos para ambos, que nos hiciesen sentir cómodos, sobre todo a Haru.

    Pero realmente no había nada como la compañía que nos dábamos el uno al otro.

    —Gracias —murmuré con la vista clavada al árbol, y tras dar el último sorbo de mi zumito la desvié hacia él, desbordando gran honestidad en mis palabras—. Gracias por venir de nuevo a la escuela conmigo. Por decidir pasar por casa y darle una alegría a mamá. Por no seguir tan alejado de nosotros.

    Alcé mi mano hasta dar con la suya, acariciándola con gran cariño. Hacía tiempo que no se lo decía, y me apetecía mucho hacerlo en aquel momento. Merecía oírlo, sentir que no estaba solo, que no tenía por qué estarlo.

    —Te quiero mucho.


    Gigi Blanche tarde ya sé I was struggling bc im sleeeeepy pero me re tenté a hacerlo antes de acabar el día o no dormía tranquila aaaaaaaaa es obvio que no espero una respuesta tuya ofc but anyway miss thanks a lot they clean my soul tho i feel shy now well then good nigh yawn
     
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    Me limité a soltar un sonido afirmativo en cuanto preguntó si Kohaku no había venido, y la otra tontería genuinamente me sacó de base por un sólido segundo. Y una mierda se me iba a notar, claro, pero las neuronas se me congelaron en su posición antes de retomar las labores usuales. Fue como si el tiempo se hubiera detenido y esta vez no había sido yo quien lo forzó.

    ¿Te sientes solo sin él?

    La vi señalarse con profuso orgullo y solté una risa floja, revolviéndole el cabello. Fue mi vía de escape para obviar lo primero, la parte que se me había clavado al pecho, y seguir como toda la puta vida: fingiendo que nada me tocaba. ¿Era? Algo había, sí, pero ¿qué? ¿Aya había acertado así, sin venir a cuento de nada? ¿O era más complejo? No creía extrañarlo en la escuela, sentirme solo aún menos, si además la tenía a ella. ¿Qué más iba a necesitar teniéndola a mi lado?

    Pero ¿las noches que me despertaba y él se había ido de la cama?

    ¿Sus balbuceos de pura fiebre, repitiendo una y otra vez un nombre desconocido?

    ¿No eran espinas?

    Saqué las bebidas en piloto automático, se me había ido tanto la cabeza que no noté lo que le había caído encima a Aya. No había sido nada evidente de todas formas, pero era yo, joder. Podía leer a cualquier imbécil, podía ralentizar el tiempo, debería haber sido capaz. Pero nada que hacerle.

    Salimos al patio norte a paso calmo, la brisa soplaba tibia y nos recibió apenas cruzamos el umbral. Entrecerré brevemente los ojos, acostumbrándome a la luz, y su queja algo infantil me alcanzó desde un costado. Sabía que podía sonar como que no iba en serio así lo hiciera un poco, después de todo le estaba negando muchas cosas, ¿verdad? Nada nuevo bajo el sol, siempre había sido ese amargado de mierda y ella lo sabía. Pero eso no quitaba que pesara, que pinchara.

    Como espinas.

    Arrugué un poco el ceño al sentir cómo me picaba la mejilla pero no hice ademán de apartarme, la dejé hacer y solté el aire por la nariz, pensando en lo que me pedía. ¿Un club? Dios, qué puto incordio. Nunca me habían gustado, de plano significaban sociabilizar con gente aleatoria y mira, ya estaba visto que no. Pero Aya me lo estaba pidiendo y llevaba un año negándole absolutamente todo.

    —Vale, está bien —cedí un poco de mala gana, soltando el aire de golpe—. Luego les echaré un vistazo.

    Si al final era un blando y todo.

    La atención se le fue a cualquier parte, desvié la mirada hacia ella apenas noté que se alejaba y luego me fijé en el árbol de cerezos. Fue algo extraño, las voces alrededor se solaparon por completo, acabaron embotadas bajo la tierra y pestañeé, repasando los colores de la primavera. Tomé aire, mucho aire, el tiempo había vuelto a ralentizarse y vi hilos. No conectaban a nada pero estaban allí, serpenteando entre el follaje, y tintineaban de un plateado muy, muy delgado. Fue similar a un llamador de ángeles.

    Dulce, triste y lejano.

    No tenía idea de nada.

    La voz de Aya me arrancó de mis divagaciones. Parpadeé, volviendo a la realidad, y activé los músculos a consciencia para seguirla hasta uno de los bancos circundantes del árbol. Abrió el bento, le eché un vistazo a la comida y bebí de mi refresco, inspeccionando los alrededores después como el eterno perro guardián que era. Regresé el rostro hacia Aya un poco de golpe cuando su agradecimiento se deslizó por el aire.

    Gracias.

    Estaba prendada del cerezo y me la quedé mirando un par de segundos, con la seriedad de siempre. Me estaba agradeciendo, la muy tonta. Agradeciéndome por no ser nada más que un hermano, un hijo decente. Recibí su mano, sus ojos también, me arrojó en toda la puta cara que me quería mucho y los hilos, los malditos hilos tintinearon con aún más fuerza encima de nosotros. Podría ser un malhumorado de cuidado, un jodido amargado con cara de piedra, pero esa tonta me quería.

    Y, Dios, no se daba una idea de lo que significaba para mí.

    Esbocé una sonrisa genuina, me rasgó los ojos y me incliné para depositar un beso sobre su cabello. Por los costados de mi visión el plateado seguía apareciendo y desapareciendo, danzando a un compás que desconocía por completo y en ese instante no me apetecía descifrar. Egoísta, quizá, pero ¿no lo había sido toda la vida?

    —Yo también, Aya —murmuré, regresándole su espacio, y le di un apretón suave en la mano—. Te quiero mucho.

    Era un plateado de añoranza, pérdida también.

    Aferrado directamente a ese cerezo gigantesco.

    Y había demasiados hilos.

    Demasiados.

    hola soy toretto

    diosito santo, mira que no iba a responderte con lo que me encantó tu post ;; casi shoro, su achucha madre

    also dont mind me, sólo estoy aquí llorando por todos los hermanos que matamos en este rol *c hace una bolita*
     
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    Las ceremonias nunca habían sido lo mío, aunque siendo francos ¿quién las disfrutaba? Eran una mera formalidad, casi burocracia. Caía dentro de los estándares morales que por alguna razón nos forzábamos a seguir, así nos resultaran dolorosos o inútiles a secas. Todos lo pensaban pero nadie lo decía, y si alguien lo hacía todos fingirían indignación, aunque en su fuero interno le estuvieran dando la razón. Y así nos movíamos, sin un puto gramo de sentido.

    Éramos criaturas de lo más irracionales.

    El santuario permanecería cerrado el día entero y probablemente mañana también. Ya no por luto, sino por una ceremonia privada. Eso rezaba el cartel, al menos. La noche anterior me aparecí en casa después de la cena, la abuela ya estaba bebiendo su taza de té antes de dormir y juraría que la porcelana tembló entre sus manitos arrugadas al verme. Casi se descompensó, casi se echó a llorar o algo, pero en su lugar juntó fuerzas, se incorporó y me encontró a las puertas de la casa. Su abrazo fue cálido y olía a ella, a la abuela.

    No pude ocultarles que me sentía mal, tampoco lo intenté como tal. Se preocuparon un poco pero no tardaron en alcanzarme algo caliente para beber, acariciarme el cabello del cual siempre renegaban su color y decirme que me habían extrañado. Incluso Itsuki y Hinata se sumaron a la reunión. Fue breve, de hecho, no tardamos en irnos a dormir, pero había amor por todas partes y aún así no pude arrepentirme como tal. No pude desear haber estado allí en vez del piso de Haru, porque estaba lleno de amor y también de Chiasa. En cada rincón de madera, en cada vasija y en cada porción de la casa.

    Y dolía.

    La ceremonia fue una puta mierda. No necesitaba el aroma de los inciensos inundando el aire, no necesitaba ese maldito silencio ni las fotografías de Chiasa. No necesitaba nada de eso para recordarla tal y como había sido, para amarla y extrañarla, pero… nobleza obliga, ¿no? Al menos podía forzarme a creer que ella, desde algún lugar, nos observaba y le alegraba que organizáramos algo en su honor.

    Desde algún lugar, decía.

    Era pura mierda.

    Ya iba rayando el mediodía cuando llegó la pausa para almorzar. Como si me apeteciera comer algo. Me las arreglé para escabullirme hasta mi habitación, busqué mi uniforme escolar y salí con la guitarra a la espalda. No pretendí explicarle nada a nadie, mamá se incorporó para detenerme pero papá alcanzó su brazo y le sonrió, primero, asintió hacia mí después. Le agradecí en silencio.

    Aún sentía cierto cansancio en el cuerpo, no me había tomado la fiebre pero sentía la frente ligeramente caliente. Anna me había confirmado que las puertas seguían abiertas así que sólo me preocupé por llegar a horario, que el recorrido en tren era largo a cagar. Fue una hora y monedas sentado allí, en un montón de gomaespuma, con los ojos pegados al paisaje y la guitarra entre mis piernas. La yema de mis dedos acarició su funda negra, la luz del sol le arrancaba destellos opacos y su voz, de tanto en tanto, como traída por una brisa invisible, retozó en mis oídos.

    ¡Ko, Ko, Ko! ¿Cómo tocas este acorde?

    ¿Y de dónde quieres aprender estas canciones?

    No sé, no las entiendo pero aún así me hacen sentir muchas cosas aquí.

    Pon el índice aquí, y recuerda mantener la presión sobre este traste.

    ¿Tiene sentido?

    El camino hasta el Sakura era silencioso y estaba hundido en medio de espesa vegetación. El aire olía a primavera y el sol se colaba entre las hendijas del follaje. Siseaba, danzaba y entibiaba. Alcancé el patio frontal un poco antes de la campana, repasé el edificio con la vista y me pregunté, otra vez, por qué Chiasa había adorado tanto esta escuela. Llevaba dos semanas allí y seguía sin encontrarle sentido, no lo encontraba y de repente lo necesitaba. Iba a ahogarme de lo contrario.

    ¡Mira, Ko! El uniforme del Sakura. ¿A que me veo bonita?

    ¿En serio tienes ganas de comerte una hora de viaje cada día por una escuela?

    ¡Pero no es cualquier escuela! ¡Es el Sakura!

    Estoy segura que a ti también te encantaría, ¡pero nunca me escuchas!

    Seguí mi recorrido con pasos livianos, insonoros. Bordeé el edificio, alcancé el patio norte y alcé la mirada hacia toda su extensión. La brisa sopló desde un costado, agitando el árbol de cerezos y los hilos que permanecían atados a él. Plateados, eran todos plateados. La campana sonó apenas me senté debajo de su follaje, apenas me desinflé los pulmones y comencé a correr la cremallera de la funda. Su voz retozó con fuerza pronunciada.

    Hay un montón de clubes, gente de todas partes del mundo, ¡y el árbol de cerezo!

    Acomodé la guitarra sobre mi regazo, ajusté apenas las clavijas y permanecí sumamente quieto durante un par de segundos. El bullicio moderado del receso comenzó a arrastrarse desde el interior del edificio, tanteando el patio lentamente. Paseé la mirada sin un objetivo puntual, la paseé e intenté sentir qué habría sentido Chiasa las veces que disfrutó del buen clima debajo de este árbol.

    ¿No es un árbol de cerezo normal?

    Bueno, sí, ¡pero es super viejo y tiene toda una historia!
    No me sentía listo en absoluto, el nudo aún me apretaba la garganta y sentía frías las manos, pero rasgué las cuerdas de la guitarra y comencé a tocar. En su momento no había tenido forma de comprender el mensaje de la canción, pero gracias a haber conocido a Anna un día la pillé desprevenida y le pedí que me la tradujera. Había sido la favorita de Chiasa justo antes de su muerte.

    Te gusta ver desde las alturas.

    ¿Cuál es tu pena? El tiempo lo cura.

    Alcé la vista al cielo, al turquesa pintarrajeado de rosa, a los hilos plateados y a los recuerdos que conservaba de Chiasa. Los acordes de la guitarra danzaron a mi alrededor, se fundieron en el aire y trajeron su presencia a mi lado.

    ¿No crees que no hace falta entenderla para sentirla?

    Aquí, en el pecho.

    Santa, tú me guardas

    y es frenético el compás.

    Sólo me quedaba eso, en verdad. Girar, girar y girar en torno a la primavera, extender los brazos y esperar que Chiasa estuviera allí, cuidándonos a todos. Observándonos, correteando y siendo feliz de la forma que fuera.

    ¿Quién te cantará?

    Así ya no pudiera cantarle.

    Desde las alturas veo todo en claridad.

    Quizá lograra alcanzarla.

    Quizás.

    Un mes y pico sin rolear a Kohaku, obviamente ya tenía el post escrito porque no puedo con mi culo intenso jODER, encima el otro día pude postear con Haru justo aquí y arrojar hints de esto *chef kiss*

    Anyways, Ko-chan is back SURPRISE SURPRISE y pues, estará tocando la guitarrita durante todo el receso, a servicio de la comunidad uwu Pueden dejarle una monedita también (??
     
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    Zireael

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    Estaba hasta los cojones de Sonnen, era por él que había tenido la conversación tan jodidamente incómoda con Hikari, era por él que había terminado en una casa ajena y la gente se había dado cuenta de mis trapos sucios sin venir a cuento. Era por él, por su maldito culo intenso, que las piezas de dominó cayeron y cayeron.

    Tampoco había que malentenderme ni de coña, apreciaba lo que había hecho. Apreciaba que hubiese gente con la fuerza física para cerrar a hostias a los que lo merecían como el tal Yamamoto, pero aún así.

    Los hilos se habían proyectado, me habían alcanzado y luego los otros, los que me atravesaban el pecho, me abrieron el corazón de un tajo amplio. Ya ni llevaba la cuenta de cuántos días me llevaba revolcando en mi miseria, en mi paranoia y en mi miedo, era incapaz de sacármelo de encima y todo lo que me quedaba era esperar. Sabía que en algún momento la tormenta iba a amainar, volvería más o menos a mi centro y seguiría con mi vida.

    ¿Dejando a la gente irse?

    Oh, come on. Shut your fucking face for a while.

    Estuve a nada de soltarle a Sonnen que me dejara en paz otra vez antes de subir, pero bastó una mirada y el cabrón entendió las señales, me dejó tranquilo y pude solo ir a zambullirme a los baños. No quería compartir espacio con él, tampoco con Tolvaj y mucho menos con Kasun, no quería nada con nadie y además quería ordenar un poco mi mierda antes del almuerzo con Aleck.

    Me la pasé metido en el último cubículo todas las horas, había levantado las paredes de la cueva y me di cuenta, como un puto idiota, de lo frías que se sentían desde el inicio de la semana, se sentían más heladas de lo que recordaba que eran incluso en semanas algo jodidas. Todo lo que hice fue sacarme unos auriculares del bolsillo, conectarlos y poner la música en lo que me terminaba un porro como si no hubiese fumado ya como un descosido también.

    No había podido, había caído en la misma mierda que le reproché a Ko y ya no había nada que hacerle. No era de piedra, de hecho era tan frágil física y emocionalmente que a veces me encabronaba conmigo mismo por ello.

    Cuando el sonido de la campana me llegó a los oídos me enderecé con el cuerpo algo entumecido, salí del cubículo, guardé los auriculares y me enjuagué la boca antes de salir como si nada, ya bastante más entero. Al caminar por el pasillo vi a Tolvaj en el marco de la puerta, por poco no se descojonó al verme, y entré a la 3-2 solo para dejar la mochila en mi lugar y bajar al segundo piso, a la 2-3, y asomar el rostro. Me puse una sonrisa en la cara y todo, para la gracia me salió hasta menos forzada que la que le dediqué a Emily por la mañana no sé ni por qué, y busqué a Aleck con la vista.

    —¡Galletas! —Lo llamé a todo pulmón—. Te veo en el patio norte, el del cerezo, ¡y te lo digo por última vez, te invito al almuerzo y no te voy a dar tiempo de rechazarlo, jodido cabezón!

    Ni siquiera lo dejé responder, regresé al pasillo y bajé a la cafetería a la carrera para hacer la fila antes de que fuese muy larga. Joder, se me hizo eterna y entre la prisa y toda la mierda no me dio la cabeza para echarle un vistazo al patio desde allí, que me hubiese dado cuenta antes de que estaba perdiendo tiempo como idiota. No perdiendo tiempo, pero se entendía igual.

    De cualquier forma me hice con dos bentos, arroz, carne, verduras y toda la parafernalia, me las arreglé para llevar ambos aprovechando que eran de estos que vienen tapados, pedí también unos mochis pues porque ni modo, comía como descosido incluso con el ánimo en el subsuelo. Antes de meterme a la cafetería había comprado dos sodas en la máquina, me las guardé en los bolsillos de la chaqueta (no era raro verme abrigado con sol, qué decir, y tampoco con mis jodidas sukajan en vez del blazer reglamentario) y con todo en mano me dispuse a salir para buscar una mesa.

    Tuve que bucear un poco entre la gente, haciendo equilibrio con las cosas, pero nada que las discos de Roppongi no hubiesen perfeccionado ya e iba muy concentrado en mirar el piso para no tropezarme como un idiota para notar nada más. Tenía la canción que había escuchado antes de guardar los auriculares pegada en la cabeza, así que ni me di cuenta que iba cantando en voz baja.

    In the night, in the night, where we feel at home with the wires humming. —Me llegó el sonido de cuerdas, el rasgar de una guitarra que en su momento no atribuí a nada que valiera la pena revisar—. In the night, in the night, we are not alone. Can you hear it coming?

    Ya cuando consideré que no iba a irme de boca al suelo ni nada separé la vista del piso, navegué el espacio con la mirada y el puto aire se me congeló en los pulmones de forma casi dolorosa cuando vi la mata de cabello celeste, y pude por fin asociar el sonido de la guitarra a algo. Me quedé como una jodida estatua, alguien hasta me golpeó al pasar y el maldito hilo que me cruzaba el pecho, delgado y de plata, el que había visto Sonnen, chirrió al tensarse. Terminó de abrirme el corazón y toda la preocupación que llevaba días comiéndome vivo pareció estallar con fuerzas renovadas.

    I heard my brother crying out.

    If you open my chest, see that two hearts are beating.

    Falling out of sync.

    They both beat so slow.

    Las palabras de la canción que tenía en la cabeza se solaparon, perdieron orden y se acomodaron cómo les dio la gana, haciéndome un nudo en la garganta de lo más jodido. Exagerado y lo que quisieran, pero joder, el maldito presentimiento del diablo me tenía con el corazón en la garganta, con el miedo encima, así que verlo ahí tan pancho con su guitarra fue como ver un fantasma.

    ¿Pero y este estúpido no era que estaba enfermo?

    Como para cagarlo a trompadas por terco y mandarlo a descansar.

    Ni idea de cómo mantuve la mierda en orden y en vez de salir corriendo para tirármele encima llorando como un crío perdido en el supermercado solo reinicié la marcha despacio, con una calma que ni de coña sentía en el cuerpo ni en la mente. Encerré todo, lo guardé bajo llave y solo seguí mi camino acomodando todo lo que cargaba solo bajo el brazo y en la mano izquierda, para escarbar en el bolsillo hasta encontrar lo que buscaba.

    Llegué a su lugar con las pisadas silenciosas de los gatos, con mi presencia de fantasma y mis miedos cerrados con combinación. Bajo los rayos del sol lo vi chispear, bueno, los vi en realidad. Los hilos plateados, pero no los del árbol, sino los que Ko tenía enredados en el cuerpo y le atravesaban el pecho también, uno solo discurría en mi dirección, era delgadísimo, pero me di cuenta que no lo había quemado. Ni todo el fuego del mundo iba a quemarlo, así como no quemarían el resto que tenía enredados encima. Uno solo, atado a ninguna parte, brillaba de un tono de dorado precioso y no lo sabía, Dios, no lo sabía todavía.

    Pero era de Chiasa.

    Estiré la mano, solté una moneda sobre la funda de la guitarra y ni idea de dónde me salió la voz ni por qué dije lo que dije, aunque otras palabras me cruzaron por la cabeza al mismo tiempo.

    Hey, Ko, tienes un montón de telas de araña encima.

    Te atraviesan el pecho.

    —Bienvenido a casa —dije desde arriba con voz suave, no había reproche, no había enojo. No había nada más que alivio y el amor estúpido de toda la vida, el que habían resaltado Hikkun y Yuzu—, Cloudy baby.


    llorando me encuentro

    Mr New Vegas te etiqueto cuz cay pasó como loco por la clase de aleck memeo
     
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    Genuinamente me había encerrado en una dimensión paralela o similar. Perdí completa noción del espacio y del tiempo, sabía que las personas andaban por ahí y que algunas se detenían un par de segundos a escucharme, pero me daba igual. Mi introversión manejaba límites extraños, toleraba la atención mejor que Haru y el contacto físico mejor que Cay, era lo que tenía no ser agua ni fuego, sino simplemente aire. Amoldándome a cualquier recipiente, fluyendo entre las personas que me diera la gana. Diluía mi esencia y no me tornaba invisible como tal, sólo me mimetizaba con la precisión suficiente para que los demás en torno a mí bajaran la guardia. Decía lo justo y necesario, hacía lo justo y necesario, y nunca nadie sospechaba nada. No les daba razones para hacerlo y ni siquiera era planeado.

    Siempre había sido un niño algo taciturno y de sonrisa fácil, pero luego de haber asistido a dos funerales sin haber cumplido ni los dieciséis las cosas empezaron a cambiar. No sé en qué momento dejé de comunicar cosas sencillas, como que me dolía la cabeza o no tenía hambre. El caso fue que descubrí cuán fácil me resultaba engañar a la gente y cuán cómodo era no tener que dar explicaciones. Uno no se lo planteaba cuando era feliz, cuando contaba con quienes amaba y se iba a la cama sin ruido en la cabeza. Pero las pérdidas eran rocas, que golpearon y golpearon hasta llenarme el cuerpo de polvo.

    Y no sabía cómo explicárselo a nadie.

    Que no le veía mucho sentido a la vida.

    Así y todo sabía que no se me iba a volar la cabeza, que probablemente jamás oyera un canto de sirena. Otra vez, me manejaba entre límites extraños que no comprendía del todo. Quizás hubiera aceptado y ya que la vida era esto, que podía estudiar, trabajar, enamorarme y formar una familia, y que seguiría siendo esto. Una cosa bonita de a ratos, triste otras, pero que jamás contaría con el poder para atravesarme el cuerpo.

    ¿Y cómo podría?

    Si era aire.

    Luego de la primera canción decidí empezar a tocar otra, la versión en guitarra de algo que mamá solía cantar para Itsuki y Hinata de pequeños y yo me prendaba desde el otro lado de la habitación, o el pasillo incluso, como un idiota. Mi casa estaba llena de recuerdos preciosos, eso tenía que admitirlo, y era malditamente afortunado de la familia que me había tocado. Lo sabía, lo sabía todo y aún así tenía que seguir preguntándome qué era la felicidad. Si la había perdido y si la recuperaría algún día, o si lisa y llanamente no había sido creado para conocerla nunca. Como si hubiese venido con un fallo de fábrica.

    Estaba metido en el fluir de la melodía cuando noté de reojo el destello de una moneda que no tardó en impactar dentro de la funda. Volví el rostro por reflejo y luego alcé la vista, dando de lleno con la silueta de Cay. Su cuerpo me bloqueaba el sol e irradiaba un destello tibio en torno a él, y así de repente se me ocurrió que le sentaba bien. Que era puro fuego, eso lo sabía, y que... lo había extrañado, incluso si en su momento no lo había notado. ¿No lo había pensado apenas llegar?

    Que tenía las manos frías.

    Bienvenido a casa, cloudy baby.

    Le sonreí sin dejar de tocar, cargó la alegría suave de toda la puta vida y asentí apenas.

    —Gracias, Cay Cay.

    Sus palabras habían dado en el clavo y pensé que era de lo más extraño, considerando que Cay no tenía idea de nada. Pero lo había logrado, de una forma u otra le había otorgado a esa pequeña porción de mundo el nombre que se merecía. Mi casa siempre había sido Chiasa, y ahora Chiasa estaba aquí, conmigo. Debajo del cerezo que tanto había adorado, entre los pétalos, la brisa tibia y los hilos de plata.

    En un movimiento medio ninja me valí de un breve silencio de la canción para estirar un brazo y palmear el césped junto a mí, invitándolo a sentarse. Llevaba comida encima como para un ejército, pero me apeteció ser un poquito egoísta y pedirle cinco minutos de su tiempo. Quizás eso bastara para entibiarme con su fogata, al menos así lo deseaba.

    —¿Qué tal ha ido todo? —murmuré, alternando la mirada entre las cuerdas de la guitarra y sus ojos de resina; lucían cansados a cagar—. ¿Me extrañaron~?
     
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    Quizás ni en mis mejores sueños pudiese aspirar a tener el cerebro de Altan, no podía archivar ni montar estrategias con esa facilidad, no podría nunca tener el poder de guiar a un grupo de gente o de proteger con las manos desnudas, tampoco tendría el poder de los Kurosawa de domar bestias, acompasarse a los corazones de todo imbécil que se les cruzaba en frente y armar un culto si les salía del culo. No tenía muchas cosas y ese era mi martirio, quizás, no saber qué tenía y aún así negarme a dejar de ser yo para encajar con la gente, incluso si no sabía qué se suponía qué era en realidad.

    ¿No dejar de ser algo sin saber qué era ese algo?

    Así cualquiera vivía en la mierda emocional.

    La entereza ni Dios sabía cuánto me iba a durar, eso había que decirlo, y de todas formas fue verlo alzar la vista hacia mí para sentir que se me caía la vida encima. Repasé sus gestos, la resina fría de sus ojos, cada jodida hebra de cabello y de vuelta al principio, si me creía loco me daba lo mismo, pero tenía esta manía de leer a la gente y en estas condiciones no podía pedirme menos que eso. No sé qué respuestas buscaba encontrar, pero me rendí de repente y pensé que solo debía dar gracias, que una vez en la vida debía dar gracias porque mis miedos parecían no haber tenido fundamento.

    Que la gente no iba a desaparecerse así otra vez.

    Podía tener fuego adentro y todo lo que Yuzu quisiera decirme, que de algún lado me venía el mal carácter igual, pero en ese momento la vela llevaba días moribunda, llevaba sintiendo un frío de mierda que ya no sabía cómo hacer retroceder o ignorar, pero un cacho de alma me regresó al cuerpo al ver a Ko. Así de sencillo, sin ninguna justificación más que verlo.

    Cay Cay.

    Bueno, a ver, piedad que el jodido apodo ya hasta me pateaba el corazón a secas.

    Este idiota tenía que ser ninja o algo, porque luego de agradecerme palmeó el espacio a su lado en un silencio de la canción. De repente no supe qué hacer, así que agradecí que siguiera hablando, en realidad lo agradecí como... dos segundos, porque cuando preguntó si lo habíamos extrañado me fui a la mierda. Reaccioné despacio, pero como un perrito de lo más obediente, dejé el montón de cosas que cargaba frente al espacio y me acomodé a su lado en silencio.

    Los ojos se me cristalizaron en segundos, sin permiso de nadie, y por obra divina no sorbí por la nariz pero giré el rostro hacia otro punto del patio en lo que tragaba grueso, bajándome la correntada de lágrimas. Ya mucho había sido soltármele a llorar como mocoso a Yuzu, no iba a hacerle eso a Ko solo porque llevaba, ¿toda la semana? Cagado hasta las patas, había que tener autocontrol, o al menos un poco.

    —Ya sabes, esta escuela prende fuego en una semana. Nada nuevo. —No que yo hablase muy fuerte ya de por sí, pero sentado a su lado tampoco hacía falta modular mucho el tono y me daba que si lo intentaba me hacía trizas. Tomé aire con cierta fuerza, lo liberé de la misma forma y me rasqué el rostro con la mano, aprovechando para pasarme la manga de la chaqueta por los ojos con tal de deshacer el cristal—. Por lo general no respondo preguntas así de estúpidas, ¿sabes? Pero sí, te extrañamos, maldito idiota.

    Dejé las manos en mi regazo, clavando la vista allí y en la comida que tenía en frente. Las palabras de Yuzu rebotaron.

    Puedes amar a todos sin sentir que vas a morir cuando sus emociones reboten a ti y puedes decirles que no quieres estar solo en realidad.

    Ámanos, Cayden.

    —Al menos yo lo hice —dije casi en voz baja, como un chiquillo regañado, con las notas de la guitarra rebotando en mi cuerpo—. Me dio miedo que no volvieras otra vez.

    Si tuviera la mínima pista de la mierda, de todo lo que había hecho a Kohaku retraerse, quizás hasta enfermarse si nos poníamos a pensar en cosas de, no sé, somatización, era posible que nunca hubiese dicho eso así. Pasaba que era la pieza floja de todos los planes, era el idiota que no se había sumado a la reunión que le correspondía, y era el mismo imbécil que posiblemente mataría por el chico que tenía al lado, incluso sin saber lo que había pasado con él.

    No necesitaba más motivos. Era mi niño de las nubes y ya, eso valía de razón para todo.
     
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    Gigi Blanche

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    Quizá fuera una criatura de lo más simple, vete a saber. No recordaba haber tenido alguna vez grandes aspiraciones en la vida, como cuando de pequeños te preguntan qué quieres ser de adulto. Algunos dicen que astronautas, futbolistas, actores, muchos otros se apegan a las profesiones de los padres. ¿Qué había soñado de niño? ¿Entre qué cuentos y fantasías había navegado hasta crecer?

    Herborista.

    Extraño que te cagas para un crío, pero sí que se lo había soltado a mis maestras de primaria. Siempre había vivido rodeado de plantas, a mi abuela le encantaban y a mamá también, y fueron incontables las tardes que pasé con ellas entre los bosques circundantes al santuario luego de clases. Aprendí sus nombres, sus características y épocas de floración. Aprendí a cuidarlas, a entenderlas y respetarlas. Luego acabé sembrando hierba, vaya, pero más o menos la mierda se había mantenido encaminada. No era nada cool ser el niño de las flores cuando los demás aspiraban al espacio, a las cámaras o a montañas de dinero, pero yo con mis plantas siempre había sido feliz y no me molestó nunca, ni siquiera al crecer un poco más y recibir algún que otro apodo.

    Maricón, por ejemplo.

    Quizá me recostara allí si un día me forzaban a definirme, a trazar mis bordes y otorgarme entidad. Quizá no fuera más que una pequeña, pequeñísima fuerza de la naturaleza o su humilde servidor, vete a saber. No aspiraba a más, nunca lo había hecho y quizá, sólo quizá, la eterna calma proviniera de allí.

    De haber nacido sabiendo que éramos insignificantes.

    Y que no había nada de malo en ello.

    Noté la forma en que detalló mi rostro y todo lo demás, pero Cay tendía a hacer eso y no le otorgué mucho crédito. Tampoco que me molestara nunca, quería decir, con las pocas cosas que me jodían en el mundo. Siempre me había dado que este chico sentía la necesidad tácita de imprimirse a la gente, de grabársela a fuego una y otra, y otra, y otra vez. Como si no lograra deshacerse del miedo constante de que un buen día, sin venir a cuento de nada, esa gente desapareciera y sólo le quedara aferrarse a siluetas de humo y brasa.

    Como si sirvieran de algo esas siluetas, quería decir.

    Porque no lo hacían, yo bien lo sabía.

    Pero de eso se trataba el miedo, ¿verdad? Nos forzaba por caminos irracionales, nos chisporroteaba las neuronas y nos obligaba a hacer cosas que en condiciones normales consideraríamos ridículas. Era su carácter visceral, primitivo incluso. Era lo que tenía ser un cúmulo de millones de años de evolución antes que seres racionales, pero ya se me iba la pinza.

    Realmente tocaba la canción con una ligereza tal pues me la sabía de memoria, podría reproducirla con los ojos cerrados. Seguí sus movimientos en lo que dejaba las cosas y se sentaba a mi lado, y ese simple gesto me arrojó a nuestras épocas con los chacales, a haberlo reencontrado en el Sakura la semana anterior y a cosas simples, pequeñitas, como sus caricias en mi pelo, sus abrazos y el viento pegándonos en el rostro. No me di cuenta que se le cristalizaron los ojos, pero me dio que mi ausencia lo había desestabilizado un poco y, Dios, pobre criatura. Sólo habían sido tres días.

    ¿A qué le tienes tanto miedo, Cay?

    Dejé correr lo de la escuela y esbocé una sonrisa tranquila tras oír lo demás. Que me habían extrañado, decía. Suponía que sería cierto, así nunca me había considerado el alma de la fiesta igual valoraba el cariño que las personas guardaban hacia mí. Quizá no lo pareciera, quizá no sabía expresarlo del todo pero, joder, lo valoraba un huevo y medio. Era de lo poco que tenía, al fin y al cabo.

    Al menos yo lo hice.

    Pero bueno, qué sentimental, Dunn.

    Me dio miedo que no volvieras otra vez.

    La forma en que lo dijo me dio una ternura infinita y rasgué las cuerdas de la guitarra una última vez. Su vibración se propagó por el aire, alta, cada vez más alta, hasta perderse entre los hilos plateados. Dejé el instrumento sobre mi regazo, le pasé los brazos por encima y estiré uno hasta hundir los dedos en su mata de pelo rojo. La revolví de acá para allá, no fue brusco pero sí quedó algo messy, y solté una risa suave por la nariz al ensanchar la sonrisa. Me incliné ligeramente hacia adelante, lo suficiente para buscar sus ojos.

    —Si serás tonto —murmuré, bajando la mano por su hombro, y la anclé al costado de su cuello—. No voy a irme a ninguna parte, Cay Cay.

    Me desinflé los pulmones, regresando el brazo a mi espacio, y me distraje entre las curvas de la guitarra al seguir hablando.

    —Que lo entiendo, si ya lo hice una vez, pero ahora... es diferente. Ahora no necesito ya arrancarme de nada, no necesito que nada deje de doler. Es decir, no va a dejar de hacerlo sólo porque me vaya. —Me encogí ligeramente de hombros y dejé la guitarra sobre el césped, echando la cabeza contra el tronco. Observé el follaje del árbol por encima de nosotros—. Estoy bien aquí, y tú estás aquí, y no tengo intenciones de moverme. Así que no te preocupes.


    Ya no tengas miedo, tonto.

    toy shorando
     
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