Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Probablemente si hubiera respondido como creía que lo haría no hubiera podido mover un solo músculo del cuerpo. Podía tomar control mientras viera la oportunidad, mientras se la cediesen. Podía aprovecharse de la vulnerabilidad, de cualquier pequeña grieta en el escudo. Pero si le devolvía el movimiento, si trataba tan siquiera de besarla como había hecho con Katrina no hubiera tenido idea de que hacer.

    No sabría qué hacer. Porque todas sus referencias al amor y al sexo procedían de novelas. No tenía la más mínima o remota experiencia al respecto.

    Todo su cuerpo se habría congelado por la impresión y los nervios tan tenso que podría haberse partido por la mitad. Parecía buscarlo desesperadamente pero era como un cervatillo iluso rondando la guarida de un león hambriento.

    Solo estaba tensando la cuerda.

    Porque estaba tan.

    Malditamente.

    Celosa.

    Sin embargo, Alisha y ella eran muy diferentes. Incluso cuando estaban del mismo lado, incluso cuando Suzumiya se le insinuaba sin ningún tipo de pudor aparente. Incluso si actuaba como esas chicas prepotentes y libidinosas con las que se habría acostado cientos de veces.

    Simplemente no. La pieza no terminaba de encajar en el puzzle. Ni siquiera a golpes.

    Aún le aterraba reconocer la verdadera razón que la había llevado a saltar al otro lado de ese abismo metafórico. Si tenía la más mínima intención de romper sus férreas convicciones morales, jamás obedecería a una mera atracción física.

    No. Era mucho. Mucho más que eso.

    Dejó que Alisha se apartara y detalló la suavidad de sus dedos cálidos al librarse de los suyos. No le iba a seguir el juego simple y llanamente porque no simpatizaba con la idea. Y Konoe lo sabía. No le hacía ninguna gracia tenerla en aquella fiesta clandestina porque simplemente desentonaba con todo ese entorno. Ella no era como ellos. No pertenecía a ese mundo. Era una de esas perfectas alumnas.

    Una muñequita japonesa.

    Parecía grabado en piedra.

    Ah, la distancia. No hacía más que marcarla.

    Ella tiraba de un lado de la cuerda hacía sí y Alisha tiraba del otro y solo amenazaban con terminar rompiéndola. Se soltaría en cualquier momento como un elástico tenso y les golpearía en la cara a las dos.

    Apretó los labios en una línea.

    —No tienes que protegerme Alisha-san—dijo pero todo tono provocativo o mínimamente sugerente había desaparecido de su voz. Se apartó un paso de ella—. He decidido esto por mí misma. Creo ser lo suficientemente responsable para asumir las consecuencias de lo que sea que salga de esto.

    No, no tenía idea de lo que iba a salir de eso. Ni la más mínima.

    >>Estoy tratando de acercarme a ti. Estoy tratando de entenderte—prosiguió y el tono serio de su voz casi parecía estar reclamándole. Se llevó un mechón tras la oreja y bajó la mirada a sus pies. Hacia sus piernas descubiertas y los zapatos reglamentarios del uniforme de gimnasia. Apretó los muslos—. Puedes hacer esto cientos de veces con cualquiera. Pero cuando soy yo simplemente te detienes—la pregunta casi fue un solplo inaudible y rodeó su propio cuerpo con sus brazos, tensa, avergonzada de sus propios pensamientos e ideas. ¿Qué le estaba pasando dios? ¿Desde cuando actuaba así? ¿Había sido el beso a Katrina lo que había tirado del gatillo?— ¿Por qué? No soy una niña desvalida.

    El caso es que lo era.

    Estaba actuando como una estúpida y caprichosa inmadura de mierda.

    Sabía perfectamente por qué. Lo sabía de sobra.

    Ella le importaba.

    Era su amiga. Su mejor amiga.

    Por eso no podía aprovecharse de ella y tratarla como al resto.
     
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    Gigi Blanche

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    Ophelia atendió a las palabras de Jez con su sonrisa usual, e ignoró de plano lo que fuera que el muchacho había balbuceado al oído de la albina. No había alcanzado a entenderlo del todo, tampoco le correspondía inmiscuirse. Cuando fue su turno de hablar, ladeó apenas la cabeza y asintió. Aunque todo en su semblante irradiara amabilidad y cortesía, sus palabras fueron en cierta forma afiladas.

    —Nací y fui criada en estas espléndidas tierras; aunque ni una gota de sangre japonesa corra por mis venas, respeto hondamente sus tradiciones y cultura, senpai. —Entornó apenas los ojos al agregar—: Eres mi senpai, ¿verdad? Me remitiré a ello, ya que no cuento con tu apellido. Ha sido un placer.

    Alzó entonces la vista hacia el muchacho e inclinó suavemente la cabeza. Su atención, de más estaba decir, no reparó en Anna ni por un ínfimo segundo. Como si no existiera.

    —Oh, si me permiten entrometerme una última vez: el té de valeriana es delicioso y contribuye enormemente a la relajación del espíritu. Les recomiendo probarlo, además es muy aromático. Que sigan bien, senpai, Sonnen-senpai. Adiós.

    Anna, por su parte, permaneció de pie sin acotar ni realmente moverse más que para alternar su atención entre sus acompañantes. La tal Ophelia parecía una estirada de mierda que la había ignorado como si fuera un insecto, y lo único que mitigó un poco su enfado fue detallar el comportamiento de Altan. Se había puesto literalmente detrás de Jez, como un cachorro buscando la protección de su madre. Bajó la vista a sus zapatillas cuando la gracia le ganó la pulseada y no logró contener la sonrisa divertida, hasta que la loca se retiró y la siguió un rato con la mirada. En serio que era alta, ¿eh?

    Una parte de ella quiso molestar a Sonnen por lo ocurrido, pero la verdad que no había ni una pizca de confianza y el tipo tampoco parecía deshacerse en simpatía.

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    Pero bueno, menudo show estaba presenciando en primera fila. Las dos parecían haber olvidado por completo su presencia para resolver sus problemas y Joey sólo se quedó allí, con las manos en los bolsillos y balanceándose sobre los talones. Iba gesticulando o reaccionando silenciosamente a determinados pasajes, ¡los más dramáticos! Y mierda, se estaba poniendo bueno. Alisha estaba seria, más seria de lo que la había visto nunca, pero ¿era su lugar involucrarse? ¿No tenía acaso cosas que resolver con su amiga?

    Bueno, amiga. Amiga hasta ahí nomás, se ve.

    Sin embargo, era un grano en el culo. Lo había sido siempre y estos rollos melodramáticos lo entretenían demasiado, al punto de meterse y agregarle aún más chispa. Bueno, por algo era un puto payaso que siempre quería ser el centro de atención, ¿verdad? Lo disfrutaba. Lo disfrutaba un huevo.

    —¿Desvalida? —intervino, risueño, y meneó la cabeza—. Yo te veo muy capaz, Suzu-chan, tan bonita y carismática. ¿Por qué te menosprecias tanto~? Si lo que quieres es un besito siempre puedo ayudarte con ello.

    this motherfucker
     
    Última edición: 2 Agosto 2020
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    La voz alegre de Joey pareció romper la burbuja y Konoe recordó que no estaban solas en el patio. Alzó la mirada entonces para poder enfocar la expresión divertida del joven, ligeramente confundida, aterrada de hecho. Creía haber hablado lo suficientemente bajo para que nadie la escuchase. Su semblante mostraba desconcierto, estupor. El rubor le llenaba las mejillas.

    ¿Qué?

    ¿Un beso?

    No.

    NO.

    Ni loca.

    No podía tensar la cuerda con un completo desconocido incluso si él actuaba como si prácticamente fuesen amigos de la infancia. De hecho ni siquiera lo haría con cualquier otra persona que no fuese Alisha. Si incluso se veía incapaz de hacerlo con la propia Alisha. No iba a cruzar tanto la línea. No era su intención mimetizarse en las sombras en las que parecían movilizarse hasta fundirse con ellas. No hasta el punto de convertirse realmente en alguien como Katrina Akaisa.

    No lo era. Nunca lo sería. No buscaba serlo.

    Ella aún creía en el amor y sus bondades.

    Esbozó una pequeña sonrisa, gentil. Esa que buscaba integrarse. Esa que buscaba encajar. Esa que parecía sisear de forma peligrosa, falsa, y que resultaba sin embargo tan convincente.

    —Mhn hmn—negó con la cabeza—, muchas gracias Whickham. Agradezco y valoro tu preocupación pero no quiero algo como eso. Nunca besaría a alguien que no me interesase.

    Los labios le temblaron ligeramente bajo el extraño miedo y ansiedad que le recorrió repentinamente el cuerpo, pero no le dio tiempo a Joey de verlo.
    Llevó los brazos rectos a sus muslos y se inclinó de forma solemne en un ángulo perfeccionado por la experiencia.

    Cualquier japonés sabría hacer reverencias de forma correcta. Y ella había tenido que hacerlas innumerables veces en el ryokan que regentaba su familia. Saludar a los clientes, despedirlos, disculparse.

    Era casi mecánico.

    >>Lo lamento.

    En ese punto coincidía en todo. No era ni sería como ellos. Jamás caería tanto.
     
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    Amane

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    Alisha Welsh

    Presencié con ligera sonrisa sarcástica el intercambio entre Joey y Konoe. ¿Acaso solo le interesaba este mundo si era conmigo? Sonaba un poco contradictorio a lo que había dicho antes.

    Me giré de nuevo, con un suspiro. Con una de mis manos agarré la muñeca de Konoe, tirando de ella hasta atraerla de nuevo contra mi cuerpo, prácticamente pegándola, y con la otra atrapé su barbilla, obligándola a mirarme a los ojos.

    Quizás hubiese un brillo parecido al de Katrina en mi orbes azuladas, pero desde luego que la sonrisa que se plantó en mi rostro estaba a las de su altura.

    —No soy de piedra, Konoe, si sigues así cumpliré eso que prácticamente me estás pidiendo a gritos —mi vista bajó entonces hasta sus labios y me relamí los míos—. Pero piénsalo bien, porque nada va a ser lo mismo después.

    La liberé tras decir aquello y me volví a acercar a Joey, dándole un golpecito con mis dedos en la frente.

    >>Y tú no te metas con mis ligues~

    Pero mi tono volvió a ser de broma con él.
     
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    Gigi Blanche

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    Su sonrisa creció al ver cómo la chica se ruborizaba ante su intervención y, luego, infló los cachetes de forma casi exagerada cuando lo rechazó sin siquiera titubear. Ya sabía que sería así pero no dejaba de ser divertido. Meneó la cabeza, encogiéndose de hombros, y decidió permanecer en silencio cuando Alisha entró en acción. Sus labios se curvaron de forma casi felina y prácticamente ronroneó al ver toda la escenita.

    Pero bueno, Ali-chan, al fin entraste en acción.

    Podía comérsela entre dos panes si se le antojaba, ¿por qué parecía tan reacia? ¿Quería protegerla? ¿De qué? ¿Del mundo en que vivían? ¿De sus vicios? Proteger a alguien de ti mismo... ¿Cuál es el punto, en definitiva, de una relación así?

    No lo entendía.

    Se frotó la frente, exageradamente ofendido, cuando Alisha se le acercó para molestarlo. Joey la miró con cara de circunstancia y resopló casi como un caballo, cruzándose de brazos y desviando la mirada.

    —¡Qué egoísta, Ali-chan! —se quejó; no había diferencia con el berrinche de un niño pequeño—. Pensé que lo compartíamos todo.
     
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    Zireael

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    Jez pareció cohibirse un poco ante la respuesta de Ophelia y estuvo por retroceder sobre sus palabras para darle, entonces, su apellido como se supone que correspondía, pero no encontró el momento para interrumpir a la castaña.
    Cuando se retiró, la albina le dedicó una sonrisa delicada, como solo ella sabía hacer, a pesar de que el muchacho tras ella parecía a punto de regresar el desayuno.

    —Está como una cabra —murmuró.

    —¿Ah?

    —El té de valeriana es horrible —le dijo a Jez, llevándose una mano al rostro para apartarse el flequillo de la frente—. Huele como el culo del diablo, estresa más de lo que calma el espíritu.

    Jez frunció el ceño ligeramente, contrariada.

    —¿Y qué más? —inquirió—. Por cierto, ¿qué andas diciendo? ¿Molestaste a Kuro-chan?

    —Dijo que parecía un cuervo —respondió y sus facciones empezaron a relajarse gradualmente. Lo siguiente lo soltó de mala gana—. Lo de Kurosawa... bueno algo así. Ya lo pagué, ni te preocupes por ello.

    Comenzó a caminar, de regreso a la sombra en la que habían estado antes.

    >>Me alegra que de toda la gente no te hayas topado con esa chalada en los baños. —Observó a Anna con el rabillo del ojo, casi con cautela—. Al menos tú no das mal rollo, Hiradaira.
     
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    Gigi Blanche

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    Escuchó la conversación de Jez y Altan, aunque no opinó realmente. ¿Te de valeriana? Ni siquiera sabía que existía esa cosa, menos iba a haberla probado. Qué va, sonaba a mierda elitista. Del resto ni se enteraba; bueno, era lo normal cuando es tu primer día en un lugar, ¿no? No le molestaba como tal, aunque supuso que siempre debía ser incómodo no tener idea de qué hablaban las personas con las cuales estabas. Como si fuera un idioma que no conoces.

    Puede que la Anna de algún momento siquiera hubiera reparado en esos detalles y se hubiera lanzado a preguntar, pero esta Anna... no quería cagarla.

    Tenía terror de cagarla.

    El ¿cumplido? del chico la tomó desprevenida, de preocupada que estaba por enroscarse en sus mierdas, y alzó la vista repentinamente hacia él. Se encogió de hombros y sonrió, algo floja.

    —Compararme con la patas de tero no suena a ningún mérito.

    Dudó de haber dicho eso prácticamente mientras lo decía, pero bueno. Ya lo había dicho. Se mordisqueó la mejilla interna, un poco nerviosa, y su mente le lanzó un salvavidas.

    —¡Ah! —Saltó casi como un resorte y se inclinó hacia Jez; le resultaba mucho más fácil hablarle con suavidad a ella—. Cierto, las tiritas. ¡Iré a buscarlas!

    No esperó respuesta, salió trotando hacia el edificio de aulas mientras soltaba el aire con fuerza y bufaba. ¿"La patas de tero"? ¿En serio, Anna? Dios, había sonado tan jodidamente despectiva.

    Ella no era así.

    ¿... verdad?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    A ver pals, son casi las cinco de la mañana, tengo treinta y ocho y poco más de fiebre y aquí me tenéis roleando. Os odio (???

    Mentira, vendría a rolear hasta con covid (?

    Cualquier incongruencia con este post en responsabilidad directa del virus que sea que me esté jodiendo la vida (??

    Konoe Suzumiya

    No estaba preparada para sentir el brazo de Alisha tirando de su muñeca y mucho menos estaba preparada para que la acercase prácticamente pegándola contra su cuerpo. La pegó de forma casi posesiva, brusca, y el agarre de su muñeca repentinamente se le antojó doloroso.

    Era como cuando Ai la abrazaba de la espalda, pero más osado. Distinto.

    Hizo una pequeña mueca de molestia genuina pero no hizo el más mínimo ademán de apartarse de ella.

    Se encogió como el cervatillo asustado repentinamente atrapado en las fauces del león. Comparar a Alisha con uno de esos majestuosos felinos le resultaban simplemente sencillo. Con su larga melena rubia, dispersa, que enmarcaba un rostro de facciones casi felinas. Con su carácter orgulloso, ese que tendría cualquier persona que pisaba el suelo con una aplastante y arrolladora seguridad.

    Ngh.

    Siempre había admirado eso.

    "Alisha-san, no aprietes tanto por favor..."—pensó, en un gemido de ligera protesta, pero sus labios fueron incapaces de articular palabra.

    Su mente pareció sufrir un cortocircuito súbito. El dolor que sintió alrededor de su muñeca no fue realmente molesto de por sí, pero el solo hecho de sentirla tener aquel control, repentinamente dominante después de que la había rechazado de forma tan directa hizo que algo ardiese dentro de sí.

    Inició como la llama vacilante de una vela.

    Sus largos dedos sosteniendo su mentón, impidiéndole huir.
    Su tono de voz serio, plano y algo gruñía tras él. Le recordó a esas novelas románticas que solía leer cuando el príncipe rodeaba con firmeza la cintura de la joven y le dejaba saber con total claridad el poder que ejercía sobre él, su cuerpo y sus emociones.

    Era la advertencia de un depredador.

    La sensación creció entre sus muslos y alrededor del área de sus senos, aquellos que se presionaban impunemente contra los suyos. Incluso a través de la tela del sujetador.

    Había comenzado como una chispa. No tardó en convertirse en un incendio.

    ¿Su cuerpo podía reaccionar así siquiera? Siempre pensó que las historias exageraban las sensaciones y sentimientos convulsos de sus personajes.

    No podía estar más equivocada.

    Incluso para algo tan simple era una pobre ingenua.


    La respiración se le agitó.

    Después de todo lo que parecía estar jugando y tirando y amagando por conseguir que Alisha respondiera sus peticiones egoístas; cuando los ojos de Whels que ahora parecían dos extraños cristales opacos se clavaron en los suyos fue como si un rayo intenso recorriese su cuerpo de parte a parte. No pudo moverse. No pudo reaccionar.

    ¿Era eso lo que se sentía cuando alguien que te importaba reaccionaba ante ti?

    Era lo quería ¿no? ¿Entonces por qué estaba tan asustada? ¿Porque en el fondo le aterraba salir de su zona de confort? ¿O era por el repentino cambio en la actitud de Alisha? Nada en ella le recordó a la joven despreocupada y alegre. Fue solo un momento,
    pero fue suficiente. Su voz sonó casi amanazante.

    "Nada será lo mismo después".

    Cuando se separó de ella fue como si algo se le rompiese dentro. Instantáneamente extrañó su calor, la presión de su cuerpo contra el suyo. Alisha regresó al lado de Joey recuperando aquella sonrisa, aquella expresión burlona. Que facilidad tenía para ocultar sus emociones.

    Preocupaba por las reacciones de su propio cuerpo tensó los muslos presionándolos contra sí y rodeó su busto con sus brazos. El miedo de perder a Alisha le había hecho actuar... pero ahora sentía que se estaba perdiendo a sí misma.

    Dios, ¿qué le pasaba en la cabeza?

    —Las personas no se comparten, Whickham-kun—intervino tras el reproche de niño regañado de Joey. Y su voz tembló, titubeante, reaccionando a la neblina de su cerebro. Dios, estaba tan nerviosa y tan tensa. Y tenía tanto calor—. No son... objetos de colección.

    Incluso en momentos así, con el cerebro frito, su responsabilidad la impulsaba a imponer lecciones moralistas.
     
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    Zireael

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    Bueno, que fuese a tomar por culo entonces. Así de sencillo.
    Frunció el ceño, ya no con desagrado o confusión, como con Ophelia, sino con directo desdén. Esta vez, tan siquiera, tuvo la decencia de no hacerlo frente a ella, sino que su gesto se comprimió cuando ya había echado a correr hacia la academia.

    Era una enana odiosa.

    Como para hundirla con la mano en el suelo.

    Bufó para sí mismo. Un gesto que no sabía que compartía con Katrina Akaisa.

    Se obligó a relajar los gestos y le dio un empujón a Jez, que se había detenido al ver que Anna echó a correr.

    —¡¿Eh?! —preguntó, sobresaltada—. ¡No me empujes, idiota!

    —Estás feliz... y preocupada a la vez —murmuró a sus espaldas, apoyando el mentón en el hombro de la albina—. No necesariamente por Hiradaira al mismo tiempo.

    —¿Preocupada por qué? Solo estoy contenta, parece relajarse al menos conmigo.

    Se separó de ella y le dio un par de golpecitos cariñosos en la cabeza. No tenía que decírselo si no quería y era obvio que no quería de por sí, Jez deseaba no tener nada que ver con sus propias emociones negativas.

    Así era la madre loba.

    —Hazte a la sombra al menos, Jezzie. Nani te regañará si te descuidas —dijo mientras la tomaba con cuidado de la muñeca, guiándola, pues se habían quedado a medio camino—. Anna ya regresará.


    relleno y más relleno, chale
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Rodeé el cuerpo de Joey para colocarme de nuevo a su espalda, llevando mi mano por su hombro a modo de caricia.

    Un vez ahí, coloqué ambos brazos sobre sus hombros, doblándolos para que las palmas de mi mano acabasen tocando su pecho por encima de la camiseta, jugueteando un poco con ello.

    Con una sonrisa sugerente, acerqué mis labios a su oreja y le mordí el lóbulo de la misma ligeramente.

    —Claro que sí, pero al menos deja que los disfrute yo un poco antes~ —susurré, con un nuevo tono provocativo.

    Levanté entonces la vista un poco, mirando a Konoe con un brillo extraño en los ojos.

    ¿Lo entiendes, muñequita? Eso es lo que hacemos, coleccionar polvos.

    Post mierda de relleno pero yo ya no sé que más hacer (?)
     
    Última edición: 3 Agosto 2020
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    Yugen

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    Mierda. Otra uña.

    Los nervios y la ansiedad me estaban devorando a pasos agigantados. No sabía si debía ir tras ella o esperar su regreso y desconocía qué mierda se le pasaba por la cabeza para ir detrás de Katrina después del numerito en la pista.

    En realidad probablemente sí sabía que era lo que la había impulsado a seguirla. La misma actitud casi suicida que había tomado conmigo a pesar de todas y cada una de las veces que rechacé su compañía. Amabilidad. Compasión. Deferencia
    .

    Rodeada como me había criado de hipocresía, la actitud honestamente genuina y la pureza de Emily lograba encandilarme. Mi carácter beligerante y caprichoso siempre había alejado a todo el que se acercase demasiado... pero Emily jamás se alejó. De hecho hizo todo lo contrario. Toleró todos y cada uno de mis rechazos, mi brusquedad, mis comentarios ácidos hasta que terminó horadando en la coraza, haciendo un hueco en el escudo por el que no cabía nadie más. Nunca había conocido a nadie como ella. Aika tal vez, pero Aika solo era una idiota. Emily parecía muy consciente de todo lo que hacía. Y lo hacía de forma desinteresada, por la mera satisfacción de ayudar a otros.

    A mi me gustaba la gente genuina. Aquella que era de verdad y que no tenía la necesidad de esconderse tras máscaras o sonrisas de plástico. Irónicamente, yo misma estaba siendo hipócrita al detestar a la gente hipócrita. Al criarme entre ellos era exactamente igual que el resto y no tenía pretensiones de negarlo.

    ¿Serviría de algo acaso?

    Era una elitista prepotente y mentirosa.

    Emily no era así.


    Era una buena chica con una sonrisa capaz de cegar el sol. Alguien que detestaba los problemas, detestaba que los hubiera a su alrededor y buscaba formas de solucionarlos. Siendo como yo era, sin embargo, no podía responder su cariño de la misma forma porque no estaba acostumbrada al contacto físico. Me crispaba. No podía corresponder sus abrazos con abrazos y su cariño con cariño. No era como si hubiese tenido mucho de eso desde que mi madre murió y mi padre se volvió aún más obsesivo con su trabajo. Demasiado ocupado para prestarme atención, para atenderme, para escucharme... pero no lo bastante para tratar de coartar su ineptitud con bienes materiales.

    Ni para estar con su otra familia. Una en la que yo no tenía cabida.

    Por eso me había decidido. Si el orgullo me impedía ser realmente honesta con mis sentimientos, todo lo que estaría en mi mano sería tratar de cuidar de ella. Evitar que se metiese en líos. Proteger que no la lastimasen.

    Normalmente me daría igual devolver algo con la misma intensidad con la que se me daba pero Emily cambiaba las reglas del juego con una facilidad irrisoria.

    Estaba en deuda con ella. Me comprendió, me escuchó y se quedó conmigo sin ni siquiera saber el pánico que me daba estar sola. Nunca había tenido eso de nadie.

    Ella solo pretendía ayudar. Justo como había hecho conmigo. ¿Pero ayudar a alguien como Katrina Akaisa?

    Me mordí otra uña.

    Era una locura.

    Akaisa era una maldita zorra.

    Y las niñas buenas como ella deberían mantenerse lejos.

    No tardó demasiado en regresar en cualquier caso. Escuché la voz de Aika saludándola con la misma alegría y actitud infantil que derrochaba por cada uno de sus poros.

    —¡Emii-chan~!—gritó y agitó ambos brazos en el aire.

    No iba a pasarla por alto, mucho menos cuando había seguido a Akaisa. La actitud amable e inocente de Emily podía hacerla amiga hasta del mismísimo demonio. O podía costarle muy cara.

    Y yo no me fìaba de Katrina.

    Dejé de morderme las uñas al verla aparecer y nada más hacerlo me di cuenta de que algo no estaba bien. Algo no encajaba. Ya fuese porque parecía un maldito tomate o porque había buscado la frialdad gélida de las manos permanentemente heladas de una reina del hielo como Kashya.

    Enarqué una ceja, perspicaz.

    ¿Ah?

    —Em—la llamé desde lejos con la vista fija en la pista frente a nosotras. En ese momento la voz de la sargento llamó a otra víctima, una tal Laila Meyer. Y entonces me giré para mirarla de frente, cauta—. ¿Pasó algo?

    Konoe Suzumiya

    Ahora lo entendía. La razón de su miedo. Tal vez la principal, esa que lograba paralizarla cuando Alisha se le acercaba como un animal salvaje.

    No era solo su inexperiencia.

    Haría algo así con cualquiera.

    Con Joey, con Katrina, con cualquier chica o chico equis que se pusiese a su alcance. Daba igual qué o quién, el caso era satisfacer sus deseos.

    ¿Tener sexo con cualquiera? ¿Para qué? Simplemente no lograba comprenderlo. La idea era tan contraria a todo en lo que creía. El sexo era algo íntimo, sagrado, no un mero intercambio de fluidos. Le entregabas a alguien la total libertad para conocerte como probablemente no te conocía nadie. Para exponerte, para liberarte. Era un permiso concedido a determinadas personas especiales.

    No a todo el mundo.

    Para Konoe no era una mera moneda de cambio. Para Alisha así. La parte sentimental le resbalaba, cosa que para Suzumiya era simplemente inconcebible. Quizás solo era una soñadora ilusa buscando una realidad idílica.

    Tensó los labios y apartó la mirada incapaz de tolerar ver cómo Whels tonteaba con Whickham de forma tan descarada frente a sus ojos. Una ira extraña y un resentimiento casi ajeno le recorrieron las venas de súbito.

    Excitarse por algo como eso.

    Era una estúpida.

    Para Alisha solo sería otra más.

    Otra de tantos.

    Podía verla como alguien especial mientras fuese su amiga y se mantuviese lejos de la línea. Pero si osaba cruzarla, si se atrevía siquiera a ceder, solo sería un nombre más en una lista interminable.

    Dios.

    Los sentimientos que llevaba ocultando y conteniendo por tanto tiempo no significaban nada. Era tan... injusto y doloroso. Por eso sabía que no podía decírselo. Porque para Alisha involucrar sentimientos en sus polvos era una completa carga. No estaba para pensar, solo para divertirse por un rato y luego buscar un próximo objetivo.

    Por primera vez en toda su vida deseó cruzarle la cara de una bofetada. Hacerle ver cómo su comportamiento la lastimaba, como de egoísta estaba siendo. No era porque perjudicarse su campaña a la presidencia del consejo. Sin embargo, no lo hizo. Solo se quedó allí, tensa, con los labios tan apretados y los dedos tan hundidos en sus brazos que resultaba doloroso.

    ¿Qué era lo que veía tan atrayente en una persona tan vacía? ¿Hasta que punto llegaba la ineptitud emocional de Whels? No tenía respuesta para esas preguntas.

    Pero así era. Estaba enamorada de una zorra como ella. Irremediable y patéticamente enamorada.

    Y odió a su cuerpo honesto y sintió asco por reaccionar a su cercanía de aquella forma, incluso cuando iba en contra de todos sus principios.

    F Suzu-chan
     
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    Amane

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    En lo que estos acaban follando en el patio delante de todo el mundo, vamos a ver como lo lleva la otra nena (?) pista: mal

    Emily Hodges

    Pero por supuesto que no iba a pasar desapercibida, mis nervios eran demasiado obvios. Y Mimi parecía estar siempre atenta a lo que hacía, por mucho que intentase esconderlo.

    Así que me tocaba afrontar la situación. ¿Pero cómo? No sabía que decirles, la verdad. Al menos pude saludar a Aika con una sonrisa genuina cuando notó mi presencia, moviendo las manos de forma algo enérgica también.

    Después dejé que Kashya quitase sus manos de mis mejillas y me giré, pudiendo así ver mejor a Mimi. Ladeé la cabeza y le sonreí ligeramente.

    —Nada malo, no te preocupes~

    Y eso fue todo. Ni siquiera hice el amago de seguir hablando, no tenía intención de decir nada más. No era lo correcto, lo sabía, pero de repente tenía ganas de hacer lo incorrecto.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    No es que no hubiese visto a Kurosawa ni a Jez irse de boca al suelo, tampoco que no hubiese visto cómo había terminado Yule, posiblemente con el orgullo herido. Había sido que simplemente, habían acudido a ellos las personas que, probablemente, debían hacerlo.

    Usui-kun.

    Hiradaira-chan.

    La castaña de primero.


    Había sonreído cuando la menor se acercó a Jez. Parecía inevitable, ¿no? Pero aún así era curioso que se hubiera encontrado con ella solo en ese espacio de tiempo entre que le indicó el camino a las clases de segundo y Jez había subido con Altan.
    No fue sorpresa para ella tampoco notar que la de cabello oscuro parecía actuar con mucha más tranquilidad con Jez, después de todo la albina tenía ese efecto en los demás.

    Permaneció allí, entre la gente, hasta que finalmente llegó su turno.

    Caminó a la línea de salto y sintió los nervios por primera vez, no veía por qué no terminaría ella en el suelo también.
     
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    Gigi Blanche

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    Estuvo por responderle a Konoe sobre su comentario de los objetos de colección, tan liviano y divertido como siempre, casi burlón, cuando Alisha se le acercó y lo rodeó hasta depositar sus manos sobre su pecho. No la buscó siquiera de soslayo, pues toda la intensidad de su mirada estaba puesta en la muñequita japonesa de pie frente a él. Tímida, dubitativa, algo asustada y agitada. Su sonrisa se ensanchó con la diversión opaca de un depredador y sintió la respiración cálida de la rubia contra su piel.

    —¿Qué ocurre, Suzu-chan? ¿Quieres algo de agua? —inquirió, sedoso; prácticamente ronroneando—. O quizás...

    Alzó el brazo y su mano buscó el cabello largo y dorado de Alisha, para enredar los dedos entre él y sujetarse con cierta cuota de fuerza. La justa y necesaria, no dolorosa pero sí estimulante.

    Ah, jodidas mujeres. Iban a matarlo.

    —¿Por qué no te nos unes~?

    sale trío? sale trío
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    Aguardé la respuesta de Emily en silencio, con seriedad. Al menos no parecía haber recibido un puñetazo en la cara. Eso era un alivio. Realmente esperaba cualquier cosa.

    Cualquier cosa menos eso.

    Cuando me respondió con aquella calma casi risueña y esa pequeña sonrisa en los labios absoluta confusión llenó mi expresión. Hubo algo en su respuesta y su semblante despreocupado que hizo que un escalofrío gélido me recorriese la espalda. Algo... no parecía encajar.

    —¿Ah?—cuestioné y fruncí apenas el ceño. No con molestia, de hecho estaba contrariada. Confundida. Sonaba honesta, pero la verdad no esperaba una respuesta así. No teniendo en cuenta como había reaccionado Katrina con aquella senpai. Como un animal herido atrapado por un cepo de caza. Solté una risa sardónica, repleta de incredulidad tras unos cortos segundos donde solo la miré en silencio—. Oh vamos. Nada bueno puede salir de alguien como Akaisa ¿me estás jodiendo?

    Mis ojos la buscaron en la pista por instinto pero no lograron encontrarla. Todo lo que alcancé fue ver cómo la tal Laila Meyer superaba la prueba de salto. Solo quedaban Usui y Sonnen.

    "Mierda Usui-senpai, ya sé que te gusta Kurosawa pero deja un poco para después maldito imbécil".

    Recordaba con perfecta claridad su actitud en la azotea. La de Katrina. Había sonreído con fruición, instigando a Shiori para que me partiera la cara. Ronroneante incluso.

    Hija de puta.

    >>No es una persona. Es un animal. Solo le falta el collar en el cuello como a Usui-senpai—finalicé. Pero no podía hacer más que aconsejarla. Una cosa era cuidarla y otra entrometerme en su vida. Ya era lo bastante mayorcita para tomar sus propias decisiones. Me crucé de brazos y desviando la mirada jugueteé de forma distraída con un mechón de cabello—. Espero que sepas lo que haces.

    Konoe Suzumiya

    La voz de Joey sedosa y aterciopelada logró calar su cerebro, casi ronroneante. Cruzó su mente de parte a parte como un repentino chispazo.

    Sed.

    Sí, tenía sed. Sentía la garganta seca y ya no sabía si era porque toda la humedad de su cuerpo se había localizado en una única parte de su anatomía o por el shock que le causó la situación. Se preguntó si había cometido un error garrafal al decidirse a cruzar la línea. ¿Lo había hecho? ¿Debía haber ignorado esa voz en su cabeza y quedarse junto a Ai Mamiya, en un terreno cálido y seguro? Sentía estar rodeada por... aves de rapiña.

    Buitres carroñeros.

    Era un terreno que desconocía. Era algo que simplemente jamás se le había pasado por la cabeza. ¿Unirse a ellos? Un escalofrío le erizó la piel. Un escalofrío al que no supo ponerle ni razón ni nombre. Estaba en la mira de un íncubo y de un súcubo. Salvajes y sedientos de sangre virgen.

    Y uno de ellos era su amiga. Su mejor amiga.

    Amiga que la había calentado hasta el punto de lo ridículo con solo rozarla un poco, en mitad del patio, durante unas clases dentro de la academia. Dios. Aquello estaba tan mal. Ella no era sí. No era eso lo que quería.

    Todo lo que ansiaba era que Alisha la notase.

    El resto de elementos en el triángulo podían irse a la mierda.

    Percibió los lánguidos dedos de Joey aferrando la larga mata rubia que era el rebelde cabello de Alisha. Y la serpiente que dormía en su interior se retorció y agitó su cascabel antes de mostrar los colmillos.

    No.

    No quería unirse.

    Lo que quería era...

    —Suéltala—susurró.

    No tuvo fuerzas ni valor suficiente para pronunciar aquellas palabras. Apenas lograron emerger de su garganta, roncas, demandantes. Como un gruñido de protesta.

    Los celos que le habían atenazado el pecho cuando atestiguó el beso de Whels con Akaisa no le llegaba ni a la suela de los zapatos a la vorágine casi destructiva que desató ser testigo de esa escena.

    No era una muñequita japonesa. Era buena pero no estúpida. Mientras le quedase un mínimo de raciocinio en la cabeza jamás sería el juguete de nadie.

    Incluso si su cuerpo la traicionaba y le gritaba casi de forma desgarradora que lo hiciese.

    Por una vez en su vida, Konoe Suzumiya estaba realmente furiosa. Sus ojos, que habían permanecido abiertos en su máxima amplitud, en estado de shock, se entrecerraron y afilaron y apretó la mandíbula con fiereza.

    Era ridículo realmente... porque era Alisha quien se había acercado a él, pero el amor te hacía actuar de formas estúpidas. La tinta negra pareció manchar la pureza del lienzo.

    >>Suéltala Whickham—ni siquiera titubeó—. Ahora. ¿Dejarnos llevar por impulsos?—aumentó el volumen de su voz, drástica— ¿Qué nos diferencia eso de los animales?
     
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  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Emily Hodges

    Bueno, eso había salido mejor de lo esperado. Es decir, Mimi claramente no me creía pero al menos no se había enfadado y eso era un avance. La escuché hablar con atención, asintiendo de vez en cuando, para al final suspirar.

    Mucho mejor de lo esperado, vaya que sí.

    —Tranquila, lo tengo todo bajo control~ —canturreé, moviendo la mano para quitarle importancia al asunto.

    Vaya manera más descarada de mentir, ¿eh? No tenía nada bajo control, ni siquiera a mí misma. Quizás por eso no quería decirle nada a Mimi, no quería que supiese cómo me había afectado la conversación con Akaisa... y ni de lejos quería que supiese lo que planeaba hacer esa noche. Si Mimi, Liza o Aika se enteraban que planeaba irme de fiesta... ¡qué vergüenza!

    Kashya no me preocupaba. De hecho, no me parecía ni siquiera mala idea llevarla conmigo, para sentirme algo más segura. ¿Y no sería gracioso verla en un ambiente de ese estilo? Yo iba a desentonar pero ella quizás más.

    Con una sonrisilla me acerqué a la rubia y piqué su mejilla, divertida.

    >>Que linda cuando te preocupas por mí~

    * * *
    Alisha Welsh

    No esperaba que aquello se volviese así tan pronto.

    Imaginaba que Joey iba a reaccionar de alguna manera parecida a mis movimientos, sabía que era débil a todo lo que fuese insinuaciones de una chica. Pensé que Konoe acabaría por molestarse con nosotros y se iría, pero eso no sucedió en absoluto.

    En cuanto a mí... me había sobrevalorado, en definitiva. Creía tener todo bajo control pero cuando Joey me agarró del pelo de esa manera tuve que esconder el rostro en su cuello para amortiguar el gemido que salió de mis labios.

    ¿No eras tú el que decía que no valía la pena empezar nada ahora, estúpido? ¿Qué haces entonces?

    Lo escuché dirigirse de nuevo hacia Konoe y una ligera risa salió de mí, chocando de nuevo con la piel del chico. ¿Unirse? ¿Estaba loco? Si ni siquiera había aceptado un beso de él.

    Fue la voz de ella, directa, la que me hizo reaccionar.

    Quería seguir. Joder, quería llevarse a Joey detrás del edificio y dejar de tontear. Pero no, por desgracia no era el momento. Y no sabía cómo iba a aguantar hasta la noche, pero cuando llegase no iba a acabar sin un polvo.

    Me daba igual con quien.

    Logré separarme del cuello del chico y cambié la posición de mis brazos, rodeándolo por la cintura a modo de abrazo.

    —¿Necesitas algo más, Konoe? —dije, intentando controlar mi voz de la mejor manera posible—. Porque si está todo dicho, será mejor que vuelvas con Mamiya. No querrás que te vean demasiado tiempo con nosotros

    Boy is it hot here or is it just me?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Había que ver nada más cómo resultaban las cosas a veces. Permaneció estática unos segundos luego de haber logrado aterrizar con éxito, como si no terminara de creerse que lo había logrado, antes de retirarse de la pista.
    Buscó a Jez con la mirada y la ubicó con facilidad, por lo que se acercó corriendo a ella, sin detenerse demasiado en la presencia de Altan.

    —Bien hecho~ —dijo la albina con una amplia sonrisa en el rostro—. Eres parte del selecto grupo que lo logró.

    —Gracias —respondió la de ojos rojizos—. Todavía faltas tú, ¿no, Sonnen?

    —¿Hmh? Sí. —Otra respuesta seca, sin gracia. A pesar que hace apenas unas horas prácticamente se habían convertido en cómplices.

    A otra persona le hubiese molestado, es muy probable, pero ciertamente si algo compartían Laila y Jez era una paciencia bastante envidiable. Sonrió para sí misma y suspiró.

    —Vi que estás con la chica nueva.

    —Ah, Anna, sí —respondió Jez y luego agitó la cabeza—. Ella me hizo las trenzas.

    De alguna forma era un alivio, no solo saber que Hiradaira se había abierto aunque fuese un poco a Jez, sino que también había ocurrido a la inversa. Era posible que la mayor fuese amable, cálida y protectora, pero incluso así no tenía demasiadas amistades. Su mundo se limitaba al club de lectura, ella y el amargado por excelencia allí presente.
    Ni más ni menos. Wickham no contaba por evidentes razones.

    La notó con el rabillo del ojo, a la mancha roja y negra. Había aparecido de alguna parte, como un verdadero kitsune, y había pasado junto a ellos sin siquiera alzar a mirarlos, sin aparente dirección fija.

    Katrina Akaisa.

    Notó, además, el casi imperceptible cambio en la respiración de Jez, aunque lo cierto era que Katrina siempre había tenido una habilidad casi innata de tensar a Jez.
    Sus diferencias saltaban a la vista. Una era toda luz, suavidad y calidez, la otra no era más que ira desmedida, teñida del más absoluto de los negros. ¿Cómo era? Ah.

    Vantablack.

    diosito perdóname por tanto relleno y por aventarle a todo mundo a Jez, pero mi culo ansioso necesita rolear cualquier pelotudez (?
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El silbato que indicaba la apertura para cada salto vibró hasta sus oídos mientras salía al patio. Le echó un vistazo a la pista por mera curiosidad, aunque sabía que muy probablemente no fuera a tener idea quién estaba saltando; lo hizo para ir mirando algo mientras caminaba y ya. De todos modos, se enfocó con mayor atención al identificar la melena lila, casi pastel, como de cuento de hadas. Meyer lo había logrado y la vio acercarse a Jez; se la notaba bastante contenta. Anna los alcanzó a su ritmo, bastante tranquila, y cuando llegó le estiró las tiritas a Vólkov. Había pensado en ofrecerle ayuda para ponerselas, pero de repente había mucha gente y eso la tensaba un poco.

    De todas formas, se giró hacia Meyer y le sonrió, de brazos cruzados. Tuvo que arrugar un poco la expresión al alzar la vista y topar con la fuerte luz del sol.

    Se sentía bien, de cualquier forma. Era cálida y revitalizante.

    —Bien hecho, Meyer.

    Se balanceó apenas unos segundos sobre sus talones y observó por sobre su hombro, algo inquieta. Bueno, ¿debería decirles algo? ¿Les importaría, siquiera? Puede que a Vólkov sí. Tenía pinta de ser esa clase de alma caritativa.

    Se lo había demostrado con creces en el poco tiempo que llevaba conociéndola.

    —Bueno, luego viene la carrera de relevos, ¿no? Mejor me iré a moverme un poco. —Dudó, la garganta se le secó, pero aún así agregó—: Por si alguien quiere, estaré en el gimnasio. ¡Nos vemos!

    Alzó el brazo sobre su cabeza mientras salía trotando, y luego sus puños se comprimieron. Dios, lo había hecho. Estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva, pero lo había hecho.

    Pasos de bebé, Anna. Pasos de bebé.

    [​IMG]

    La situación se le había salido un poco de las manos y, bueno, probablemente hubiera arrastrado a Alisha a algún otro lugar de no ser porque los gritos de la sargento, el murmullo de la multitud y el sol ardiente eran recordatorios constantes de su situación.

    Por amor a Dios, Joey, son las putas diez de la mañana.

    Estuvo tan, tan cerca de reaccionar ante las palabras de Konoe, pero Alisha le ganó de mano y, por cómo se la oía, parecía que el asunto con la muñequita sería algo... para la noche. Soltó una risilla y decidió mantener la paz, al menos de momento, porque... Joder. Le nacía un deseo prácticamente maquiavélico por jugar o ridiculizar a muñequitas así. Niñas de bien que no tenían la más puta idea de lo que estaban pidiendo.

    ¿Una probada de su mundo? Probablemente saliera huyendo en menos de cinco minutos, y Joey estaba dispuesto a encargarse de ello.

    —Lo siento, Suzu-chan, parece que Ali-chan no quiere realmente que la suelte~ Tendrá que ser en otra ocasión. ¿Quizás esta noche?

    Ahí estaba de nuevo, la sonrisa torcida, casi perversa, mientras sus manos recorrían el contorno de las piernas de Alisha lentamente, desde abajo hacia arriba, y se detenían a juguetear con el elástico del pantaloncillo. Sus ojos, como pozos ciegos, no se despegaron del púrpura de Konoe ni un segundo.

    —Aunque, no lo sé. —Sus dedos se clavaron entonces en sus caderas, a ambos costados de sus glúteos, y pegó el cuerpo de la chica al suyo de un movimiento rápido y certero—. ¿Acaso lo harías mejor~?
     
    Última edición: 4 Agosto 2020
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  19.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Escritora
    Mimi Honda

    "¿Qué estás haciendo Em? Te estás metiendo en la boca del lobo. De la zorra, en realidad"

    Mi mirada estaba fija en la pista aunque realmente miraba sin ver nada. Estaba pensando, preguntándome que necesidad tenía Emily de mentirme. No había pasado nada malo pero había pasado algo.

    No había que ser un genio para saberlo. Incluso Aika lo notaría.

    No me inmiscuiría en sus asuntos y lo que quiera que se trajera con la perrita teñida, pero no podía evitar sentir que había algo que estaba pasando por alto y el hecho de que Emily no confiase en mi lo suficiente para decírmelo me causaba inseguridad.

    Me miré las manos y estuve por llevarme otra pobre uña a los dientes cuando sentí un tacto cálido en mi mejilla. Supe enseguida que se trataba de ella. Con esa voz burlona y casi ronroneante su dedo estaba presionando mi rostro. Normalmente haría esa clase de cosas solo para molestarme pero en esa ocasión... tras sus acciones parecía haber algo más.

    —¿Eres idiota?—repliqué mirándola y retrocedí un pequeño paso. Podía sentir el ligero ardor en mis mejillas. Había algo tan extraño en todo eso, tan ajeno, que lograba tensar todos los músculos de mi cuerpo. Ni siquiera tuve tiempo para hacerme la orgullosa—. Por supuesto que me preocupo por ti, tonta. Eres mi mejor amiga.

    >>Es simplemente natural que lo haga cuando te lanzas en plan suicida tras la mayor perra del Sakura Gakkuen.

    Aquello tuvo un implícito tono ácido, despectivo incluso. Pero no soné molesta. Ni siquiera irritada. Lo dije como si nada, como si fuese algo tan obvio que ni siquiera necesitase mención.

    Quizás sí estaba molesta.

    —¡Usui Hiroki!

    Fue la voz de la sargento la que me regresó de súbito a la realidad. Volví mi atención hacia la pista como un resorte, tensa. La respiración se me cortó en la garganta.

    Ugh, no.

    Mierda.

    Y mil veces mierda.

    Miré a mi alrededor pero no vi a ese perro estúpido por ninguna parte... ni tampoco a la sádica de su dueña.

    Tenía que salvarle el culo ¿no? Yo había instigado a Hiroki a llevar a Shiori a la enfermería. El plan no era que se quedaran allá toda la maldita clase, pero no podía pedirles mucho más. ¿Pero salvar a alguien? ¿Para qué? ¿Qué obtenía yo a cambio?

    Nada.

    Igual que tampoco obtenía nada de abrirle los malditos ojos y mandarlos a un lugar solitario como la enfermería.

    Lo había hecho porque me daba la gana, porque estaba aburrida y porque eran dos idiotas. Usui-senpai iba a deberme una muy grande si realmente decidía abrir la boca e inventarme cualquier excusa para coartar su ausencia en el patio.

    Vamos club de teatro, haz tu magia.

    Alcé la mano.

    —Yoshida-sensei—la llamé y los ojos rojos de aquella mujer se clavaron en los míos, casi me atraversaron—. Usui-senpai no vino hoy a clase.

    Estaba en tercero y yo en segundo, ¿cómo demonios se suponía que supiese eso? ¿Era una acosadora o algo así? Vaya excusa de mierda. Al menos, sabía que aquella zorra pasaba lo suficiente de los estudiantes como para no haber notado cuando Hiroki se acercó a ayudar a Shiori tras su caída.

    Piensa idiota.

    El silencio se extendió tenso, pesado, mientras la bestia que era nuestra profesora de gimnasia me transpasaba con una mirada gélida y repleta de seriedad. Por un instante pensé que me diría que lo había visto pero, repentinamente soltó una risa floja y ronca.

    —Eres una mentirosa pésima, Honda—me dijo con su voz brusca. En su tono vibraba algo distinto, algo que no supe definir con certeza—. Da igual. Yo tampoco tengo muchas más ganas de pasar tiempo con unos inútiles como vosotros. Es un alivio que la seguridad de este país no esté en vuestras manos.

    ¿¡Ah!?

    Hizo sonar el silbato.

    —¡Sonnen Altan!

    Konoe Suzumiya

    Sus palabras no sirvieron de nada. Si acaso, Alisha se aferró más al cuerpo de Joey con algo en su mirada que se asemejaban a la desesperación. Aquel tirón de cabello había terminado de encenderla.

    Fuego.

    Ahora era ella la que tiraba y tiraba de la cuerda.

    Aquello respondía muy bien su pregunta. Eran, de hecho, un par de animales salvajes.

    Konoe mantuvo la mirada sobre ella. En el sonido casi ronroneante de su voz, en su expresión lánguida y aquellos ojos azules opacados y llenos de deseo. ¿Era lo que se merecía por haber cruzado la línea? ¿Por haber hecho oídos sordos a la razón? Algo dentro de sí le había gritado que era una idea pésima pero se había dejado llevar de todas formas.

    Había sido tan estúpida.

    Dolía. Francamente era como si un puñal le atravesase el pecho. Era un dolor lacerante y agudo.

    Sin embargo, no podía hacer mucho más. Era evidente que su presencia sobraba a aquellas alturas. Que Alisha ni siquiera la quería ya allí, que le estaba robando un tiempo precioso que podría aprovechar para tirarse a Joey. Estaba vacía por dentro, tanto, que solo el sexo desesperado y casi ansioso podría hacerle sentir que su vida no era una mierda por unos segundos. Pero nunca era suficiente, nunca estaba satisfecha.

    —Parece que está todo dicho—sentenció con la voz plana, monocorde, simplemente vacía y se inclinó solemne ante ambos. Como despedida, como disculpa, porque lo tenía internalizado. Como fuese—. Hasta la noche. Whels-san, Whickham-kun.

    Quería parecer tranquila y calmada, lo suficientemente estoica para no sentirse tan mal consigo misma... pero estaba ardiendo. Ya fuese porque seguía excitada o porque estaba llena de ira. Puede que por ambas. Se lo reprochó y se lo reprochó y se lo reprochó nuevamente a sí misma.

    Eran animales irracionales reducidos a sus instintos más primitivos.

    Animales hambrientos.

    Y ella no era más que una presa fácil.

    No iba a quedarse allí mucho más tiempo. Prefería al menos mantener su orgullo intacto porque su dignidad había sido herida de muerte con aquellas escenas. Estaba muribunda en algún lugar, desangrándose.

    "¿Acaso lo harías mejor~?"

    ¿Era un reto o solo pretendía burlarse de ella porque sabía que era incapaz de hacerlo? Esa voz ronca, burlona y ronroneante que se deslizaba sedosa como una pluma pero igual de afilada que una daga. No era un juguete. Pero estaban jugando con ella.

    Y una parte de su ser era demasiado obstinada. O demasiado estúpida. Y se negaba a seguir las reglas de su juego casi macabro. Lo tenía muy claro.

    No iba a declinar la oferta de asistir a esa fiesta.

    No.

    No sabía exactamente por qué... que clase de deseo masoquista le impulsaba a seguir rompiendo sus convicciones morales y seguir tensando la soga que tenía alrededor del cuello. Quizás porque era lo que Alisha esperaba que no hiciera. Quizás porque Whickham se estaba burlando de ella. Quizás porque tal vez, y solo tal vez, pudiera hacerlo mejor que Joey.

    Sí, claro.

    Esa pureza empezaba a llenarse de un negro intenso como la brea. Corrupto.

    Apretó los labios mientras los dejaba atrás. Lejos de ese influjo casi demoníaco.

    Era un pequeño acto de rebeldía, de protesta. La rabia y los celos podían superar el pudor con una fuerza abrumadora.

    Esto es medio nsfw, pero a la verga, lo pasé por Discord

    Konoe hoy:
    Konoe mañana:
    013.png 014.png

    *huye*
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Alisha Welsh

    Me dejé hacer por Joey, porque por mucho que mi mente gritase que no íbamos a acabar nada bien si seguíamos así, mi cuerpo era jodidamente débil y el inglés sabía dónde y cómo tocarme para que no me quejase.

    Maldita sea, sabía que lo hacía para molestar a Konoe pero ahora necesitaba que acabase.

    Vi alejarse a la chica, finalmente, y con un suspiro me liberé del agarre de Joey. No lo miré mientras intentaba recuperar el control de mi cuerpo, sobre todo de mi respiración agitada, porque en realidad había pocas cosas que pudiesen calmarme por completo.

    Solo había una.

    Cuando finalmente me encontré algo mejor, volví a mirar al chico, riendo ligeramente.

    —Bueno, eso ha sido divertido... —admití, aunque en voz algo baja—. Pero de verdad que deberíamos controlarnos, o no vamos a poder acabar las pruebas.

    ¿A quién le importaban las pruebas? Pero al menos podría servir de excusa.

    Así le dejo vía libre al bitch para irse uwu (?)
     
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