Exterior Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Bueno, a ver, los dramas uno a uno que si no me colapso, por favor y gracias (?)

    Emily Hodges

    Mi primera reacción fue dar un respingo, echando un paso hacia atrás de manera. Sus ojos opacos me asustaron más que cualquier muestra de molestia que pudiese dirigirme.

    Tragué saliva con fuerza mientras recuperaba una postura normal, llevándome después las manos tras la espalda. Junté las mismas en un intento de calmarme, pero lo cierto es que estuve jugueteando con mis dedos de forma nerviosa durante todo el rato.

    —Uhm, quizás sea cierto que no pueda hacer nada... —comencé a explicar, con la cabeza gacha, mirando mi pie dando golpecitos en el suelo—. Pero quiero intentarlo. A lo mejor... a lo mejor sí puedo.

    Después de unos segundos tuve finalmente el valor de volver a levantar la cabeza, dirigiendo mi mirada directamente a sus ojos, y plasmé una ligera sonrisa sobre mis labios. No fue especialmente grande, casi podría pasar desapercibida, pero era genuina y sincera.

    >>Yo tampoco estoy segura de por qué estoy aquí... —admití, cerrando los ojos durante un segundo y encogiéndome de hombros—. Quizás... quizás quiero saber por qué la has tratado así, por qué... estás tan molesta con alguien que quiere ayudarte. Uhm... —miré hacia un lado entonces, haciendo una mueca pensativa, para volver a mirarla después, con una sonrisa más divertida—. Supongo que soy un poco egoísta, ¿no? Parece que solo quiero saciar mi curiosidad...
     
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    Zireael

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    Error.

    Parecía aún más osada y estúpida que Kurosawa.

    Y no en el buen sentido.


    Otra risa apagada vibró en sus pulmones. ¿Saber el porqué? ¿Qué mierda le importaba a ella de por sí? ¿Egoísta? ¿Curiosa? La curiosidad mataba.
    Había que tener mano para amansar gente como ella, ¿pero acaso no era Hodges la que era amiga de la insoportable de Mimiko Honda, que le había tocado los ovarios a Shiori?

    Curioso.

    Se acercó a ella entonces, con movimientos similares a los que usaba con Alisha o Joey, lo suficiente para casi chocar con ella, pero no la tocó. No apartó su mirada oscurecida de los ojos de la menor.

    —No es tan complicado, ¿sabes, cariño? —murmuró—. Simplemente no quiero ayuda de nadie.

    ¿Qué era lo que había dicho hace un rato, antes de que todo se fuese a la mierda? Ah sí, qué arrastraría a alguna chica equis.

    Qué día de suerte, Hodges.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    La vi acercarse con la cabeza ladeada, pero mis manos se apretaron con fuerza aun detrás de la espalda. ¿La había enfadado aún más? ¿O quizás...? No supe por qué, pero noté como mis mejillas se sonrojaban al notar la manera en la que caminaba y lo cerca que se había quedado de mí. Aguanté un poco la respiración en cuanto comenzó a hablar, pero no fui capaz de apartar la vista de ella.

    Cuando pude recuperar de nuevo la respiración, esta fue algo agitada. No pude calmarme, pero al menos conseguí romper el contacto visual, bajando la vista hacia el suelo de nuevo.

    —A-ah, ¿e-es así de simple...? —murmuré.

    Pero claro que lo era, ¿no pasaba lo mismo conmigo? No enfocaba toda esa presión hacia el enfado como Akaisa, pero también evitaba recibir ayuda de los demás. ¿Por qué entonces quería intentarlo?

    >>Vaya, entonces supongo que soy una estúpida —admití finalmente, con una risilla, volviendo a levantar la vista.

    Había conseguido controlar mi cuerpo lo suficiente para que pareciese que estaba en calma, aun cuando realmente seguía algo tensa, nerviosa por esa cercanía. No tenía miedo de ella en ese instante pero... ¿qué sentía? Quería irme y dejarla en paz, pero mi cuerpo no quería moverse.

    >>Lo siento por haber gastado tu tiempo, entonces... —acabé por susurrar.

    Pero no me moví.

    Bitch, you are a lesbian, that is (?)

    * * *
    Alisha Welsh

    Recogí la mano al ver que Konoe rechaza mi presencia, pero no me moví. La escuché hablar, sin cambiar mi expresión en ningún momento. Estaba atenta a sus palabras, escuchando con atención. Todas y cada una de ellas, hasta las más duras, impasible.

    Suspiré cuando pareció terminar y me incorporé, sin apartar la mirada de ella. Mi rostro no tenía muestra alguna de molestia, tampoco tristeza, estaba... seria. Sí, podría decirse que por una vez estaba seria. Aún así mi voz sonó suave, quitándole cierta gravedad al asunto.

    —Ya veo. ¿Cuánto tiempo llevas pensando todo eso de mí? ¿Desde que nos conocimos o desde hace poco? ¿Por qué no me lo habías dicho hasta ahora, si tanto te molestaba? —mis preguntas, de nuevo, no eran incriminatorias ni reflejaban enfado, más bien parecía tener genuina curiosidad—. Tienes razón, en casi todo, Konoe. Soy una inmadura, todo es un juego y solo me importa el sexo.

    No me importó admitir todo aquello, sabía que era verdad. Había crecido escuchando eso todos los días, quizás por eso nunca quise cambiar. Si era así como todo el mundo me veía ya, ¿importaba acaso? No merecía la pena.

    Así que simplemente lo asumí dentro de mí, más que nunca.

    >>Pero no es cierto que no me importes, y siento que así lo creas. Eres la única persona a la que quiero mantener fuera de todo esto, nunca quise que te vieses involucrada en un mundo que no te pertenece, porque te iba a hacer daño. Pero no he sido capaz, porque eres demasiado buena.

    Me giré entonces hacia la otra chica que se había acercado. Ella era... ¿Mamiya Ai, cierto? La presidenta del club de Konoe, me había hablado de ella. Le sonreí ligeramente, con cierta expresión culpable, sin embargo.

    >>Está claro que ya no pinto nada aquí, así que por favor, cuídala. Tú lo vas a hacer mejor que yo.

    Tras dirigirle una última mirada a la chica, finalmente me giré y volví sobre mis pasos. No distinguí la figura de Katrina por ningún lado, ya debía haberse alejado, así que ese era un problema que tendría que solucionar más tarde.

    Y Joey... se había alejado, pero por suerte aún estaba en el patio. Me acerqué, dando saltitos, hasta que estuve lo suficientemente cerca para rodearlo por la espalda con mis brazos.

    >>¿Pensando en las musarañas~?

    Lo siento Joey, for i let you not to breath, pero la niña necesita compañía (?)
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    [​IMG]

    Su breve intercambio en la biblioteca con Bleke había sido tan solo una pequeña parada técnica. Cuando volvió al patio, ocupó un brazo para impedirle al sol cegar sus ojos y repasó las amplias multitudes allí congregadas con una sutil sonrisa bailarina. Ah, tanta juventud. Aunque algo pesaba en su corazón, una especie de ansiedad dispuesta a la acción. Su mano libre se aferró al cuaderno de bocetos que llevaba contra el pecho y comenzó a caminar, en busca de un punto estratégico desde el cual poder dibujar todo aquello que la contentara. Quizás así pudiera silenciar su espíritu inquieto, aunque lo cierto era que dudaba conseguirlo.

    Por fin había salido de la pequeña jaula donde sus padres, caprichosamente, la mantuvieron encerrada. Por fin asistía a una escuela ordinaria y se le presentaban inmensas posibilidad. Por fin era libre y, aún así, apenas había logrado explotar su recién nacida libertad.

    Había una ligera conmoción cerca de la pista, algunas personas reunidas y... entornó la vista cuando, si sus sentidos no la engañaban, creyó reconocer la silueta grácil y elegante de la rival de Bleke para la presidencia del Consejo. Suzumiya, ¿verdad? Ah, esa muchacha sí le interesaba, pero parecía envuelta en una... situación ahora mismo, y no le parecía apropiado intervenir. No, no, sería muy descortés.

    Siguió caminando, con ese aire liviano y casi soñador que la caracterizaba, cuando reparó en la figura de un estudiante. No poseía realmente aptitudes según las cuales destacaría; estatura promedio, complexión delgada, cabello negro. Entonces, ¿por qué su postura ligeramente encorvada pareció brillar por entre las demás personas? Sintió la chispa de curiosidad con la fuerza que había añorado y sus pies se movieron solos hasta el chico en cuestión, pues Ophelia no reparaba en nada a la hora de entablar comunicación con las personas e incluso podía pecar de ingenua. Como un pajarillo bebé, recién expulsado al mundo.

    Cuando estuvo lo suficientemente cerca para detallar con mayor claridad sus facciones, una imagen fugaz atravesó su mente y entonces lo supo. Fue una simple palabra reverberando en su garganta con la fuerza suficiente para obligarla a salir.

    —Bran.

    Quizá su voz no habría captado la atención del muchacho, pero le pareció descortés no presentarse tras haberlo observado con semejante descaro. Se posicionó junto a él, carraspeó la garganta y llevó la mano libre al centro de su pecho. Apenas unos nimios centímetros los diferenciaban en estatura.

    —Discúlpame por interrumpir tu tiempo, aunque ciertamente no pareces muy ocupado. Mi nombre es Byrne, Ophelia Byrne, y me gustaría preguntarte algo.

    El cabello oscuro, frondoso, como una profunda ciénaga; la piel nívea, contrastante, y los ojos afilados, incluso ácidos. Ese sujeto no poseía nota distintiva alguna y, aún así, toda su presencia le recordaba a la sagacidad, elegancia e inclemencia de un ave de rapiña. De un cuervo.

    Como su querido, queridísimo Bran.

    —¿Podría dibujarte?

    surprise, im bored (??

    ah we, olvidé aclararlo. es altan, por si acaso xd

    [​IMG]

    Alisha volvió junto a él más rápido de lo que había pensado; aunque, a ciencia cierta, no estaba seguro de que fuera a regresar. Había decidido no inmiscuirse en sus asuntos con la otra chica pues no creía que fuera terreno donde pisar. No le correspondía, y a una parte de él tampoco le interesaba.

    O, quizá, sólo estuviera convenciéndose de eso.

    La oyó acercándose rápidamente y sonrió al sentir sus brazos delgados rodeándolo. Sus manos viajaron a su piel de forma casi instintiva y el contacto le resultó cálido. Giró el rostro, lo suficiente para verla de perfil.

    —¿Tú piensas seguido en las musarañas? Porque yo no. —Un suspiro le desinfló el pecho y echó la cabeza hacia atrás, hasta alcanzar su hombro; el cabello oscuro se mezcló entre las hebras doradas de la chica—. Aaaaah, Ali-chan. Estoy cansado, quiero irme a casa. ¿Te imaginas? Que el cielo se abra, justo ahí, sobre nuestras cabezas, y aparezca una nave alienígena. Y nos abduzcan a todos. Bueno, ojalá nos toque en camas contiguas. Quizá nos desmiembren, nos laven el cerebro o nos torturen, pero al menos seguiremos juntos.
     
    Última edición: 1 Agosto 2020
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    Zireael

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    kaaat3.png
    Algo dentro de sí ronroneó con satisfacción al notar cómo el rubor subía al rostro de la chica y luego regresaba la mirada al suelo.

    Ah, si era una cosita adorable.

    Pero había algo, ¿no? No era como cuando Rachel se le había acercado en la sala de arte, para nada. Así que no había, al menos, tantas cadenas morales reteniéndola.
    Extendió la mano hacia ella y le acarició la mejilla, fue apenas un roce, luego dejó reposar ambos brazos sobre sus hombros y le dedicó una sonrisa juguetona, casi inocente.

    —¿Gastar mi tiempo? —Rio una vez más, sin separarse de ella—. Eso lo podemos solucionar, Hodges. ¿Tienes algo que hacer esta noche, Emi-chan?

    Otra vez la voz como un ronroneo. Aún sentía la ira burbujear, pero bueno, si tenía suerte podría desatarla en la noche, ¿o no?

    Dios, era un puto asco.

    ¿Pero a quién le importaba? A diferencia de Welsh, ella no tenía amiguitas japonesas que le reprocharan sus actos, ni siquiera una japonesa de sepa como Shiori le había dicho nada nunca.

    altan.png
    Se obligó a sí mismo a destensar la mandíbula y dejó salir un pesado suspiro. ¿Qué mierda tenía que estarle importando a él lo que hiciera o no un estúpido como Wickham? Al menos tan pronto.
    La cosa era evitar que Jez terminara enredada allí, en ese puto desastre, que no encajaba con ella ni aunque le arrancara trozos para forzar las piezas del rompecabezas.

    Iba a retroceder sobre sus pasos para dejar el gentío cuando una voz atrajo su atención. ¿Otra chica? Dios, que le dieran a todo.
    Apenas y miró a Ophelia, buscó casi con desesperación a Jez y la enana, de repente presa de algo parecido al pánico.
    No tenía cabeza ahora mismo para esa mierda.

    "¿Podría dibujarte?".

    —¿Ah? —La expresión salió sin permiso, surgida de la genuina confusión, como si fuese lo único que le hubiese alcanzado el cerebro y frunció el ceño sin disimulo alguno. De nuevo, habló con voz plana, distante e indiferente, mirándola con algo que era mezcla de fastidio e incomodidad—. ¿Y para qué mierda querrías hacer eso, Byrne?

    ¿Era eso lo que se ganaba por haberle tocado los cojones al perrito de Kurosawa? Qué puta mierda.

    Lejos, Jez había terminado de enjuagarse los raspones y luego había terminado por secarse las manos en la camiseta, sin dar mayor indicio de que algo en la escena que acababa de presenciar entre Akaisa y el inglés le hubiese provocado incomodidad.
    Estaba por volverse hacia Anna para decirle que podía regresarle el móvil cuando vio la elegante figura de Ophelia acercarse a Altan e incluso desde esa distancia, pudo notar la inmediata tensión del muchacho.

    —¿Deberíamos ir a, no sé, sacarlo de allí? Parece que le va a dar algo —preguntó más o menos al aire, sin quitarle la mirada de encima.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    Había soltado ese aluvión de palabras sin contenerse, casi sin pensar. Estaba dolida. Ya fuese por haber fallado el salto, por las palabras de Akaisa, o por esa pesadez que le tensaba el pecho, casi asfixiante, que no recordaba haber sentido antes en su vida. Esa chispa casi caprichosa, un mínimo de lo que egoísta que Konoe podía ser, esa que simplemente había saltado cuando la vio.

    Besando a Katrina.

    Ni siquiera tenía que ser en serio para que la imagen se le clavase en el pecho con la contundencia de una daga, partiéndola en dos.

    Pero había sido egoísta.

    Había lastimado a Alisha.

    Y no era necesario escuchar la tristeza o la decepción en su voz, esa que nunca estaba porque por alguna razón tenía una facilidad casi sobrehumana para ocultar sus emociones. Eran mundos completamente opuestos pero siempre habían logrado comprenderse la una a la otra. ¿Por qué repentinamente resultaba tan complicado? ¿Por qué repentinamente todo se había derrumbado y caído en pedazos?

    ¿Estaba dispuesta a admitirlo?, ¿siquiera ante sí misma? ¿Estaba dispuesta a aceptarlo? Nunca había escuchado hablar a Alisha con la seriedad y al mismo tiempo con la decepción con la que le habló. Siempre tendía a ser ella la voz de la razón, la hermana mayor moralista que por alguna razón casi obsesiva trataba de salvar a los demás.

    Y ni siquiera podía salvarse a sí misma.

    Apretó los labios en una fina y tensa línea. Hasta que también le dolieron.

    No. No es eso. No es eso Alisha-san.

    No es eso.

    Su personalidad rebelde siempre le había llamado la atención, nunca la había juzgado. Jamás. Había sido prácticamente su única amiga, su mejor amiga. Y había escuchado miles de veces los rumores que corrían a su alrededor, cuando algunos alumnos le decían que estaba cometiendo el error de su vida relacionándose con una problemática como Whels. Siempre ignoró los rumores, siempre le importó bien poco lo que pensaran los demás, incluso la había defendido en más de una ocasión frente a las acusaciones impecables y los casi insultos de otros perfectos alumnos japoneses.

    Quería protegerla. Quería cuidar de ella. ¿Por qué había salido todo tan mal? Nunca se había percatado de lo muchísimo que dolía. Sentirla tan lejos. Ser consciente de lo diferentes que eran sus mundos; querer acercarse a ella pero retenerse bajo sus duras y férreas convicciones morales.

    Recordaba su última discusión con ella. Había sido hacía algunos meses atrás y recordaba con perfecta claridad sus palabras en ese instante. Bruscas, casi irritadas.

    "¿Crees que soy una aburrida que no sabe divertirse? ¿Y vas a enseñarme tú?"

    Ojalá pudiera negar el hecho de que muy dentro de su ser, algo realmente deseó hacerlo. Liberar todas las cadenas morales, librarse de convicciones y prejuicios y lanzarse de cabeza a ese autodenominado mundo sórdido. Pero no lo hizo. Se detuvo así misma antes de tiempo y se rehusó a seguirla.

    Porque era realmente lo que llevaba haciendo todo el tiempo.

    Contenerse.

    Celos.

    Es eso Alisha-san.

    Estoy tan celosa de Akaisa. De Whickham. Ojalá tuviera la facilidad que tienen ellos para entenderte.

    Ai Mamiya asintió. Su expresión ligeramente contraída en una mueca de preocupación. Probablemente sabía que no podía hacer gran cosa por Konoe, no en ese momento. Pero accedió de todas formas.

    —Mmh. Lo haré.

    Al menos ya no tenía ganas de burlarse. Rodeó la cintura de Suzumiya con ambos brazos y la apretó casi protectoramente contra sí. Suzumiya no hizo ningún sonido. Las palabras no abandonaban su garganta hechas un nudo tenso en algún lugar.

    Lo siento.

    Lo siento.

    Dios, lo siento tanto.

    Por favor no te vayas.

    Pero a pesar de todo, no hizo el más mínimo ademán de seguirla.

    Iba a postear con Mimi y Aika pero me da una perezota tremenda ahora mismo y la garganta me está matando, así que ahí queo' (?)
     
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    Gigi Blanche

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    Pese a la clara incomodidad, incluso hostilidad, del muchacho, la expresión de Ophelia no mutó ni un ápice. Allí seguía el semblante tranquilo, la pequeña sonrisa casi compasiva y los ojos entornados, en una extraña mezcla de amabilidad y secretismo. Como si no dijera ni una cuarta parte de lo que pensaba.

    —Mera satisfacción personal, se podría decir —argumentó, acariciando lentamente la contratapa de su cuaderno de bocetos—. Dibujar es mi modo de acceder al mundo y hay algo... particularmente ordinario en ti. Mundano, algo grotesco, pero sin perder el brillo de la identidad. Tu identidad.

    Su mirada se afiló un poco a la par que ladeaba la cabeza, y sus labios se estiraron con emoción contenida.

    —¿Alguna vez creíste asemejarte a un cuervo?

    Era insistente, lo sabía. Ese muchacho estaba incómodo con su presencia, parecía haber buscado a alguien con la mirada, más allá de Ophelia, y ella lo sabía. Así y todo, no le apetecía dejarlo ir tan fácilmente. Era su cuota de egoísmo, si se quiere, de ardua intención. Cuando una persona captaba su curiosidad buscaría exprimirlo todo lo que fuera capaz hasta satisfacerse, pues las personas le interesaban enormemente y ansiaba, sobre todo, conocerlas. Ver sus expresiones, conocer sus motivos. Sus sueños, sus ambiciones, sus defectos. Quería ser capaz de trazar bocetos humanos en el núcleo de su mismísima alma.

    [​IMG]

    Había acompañado a Jezebel en relativa calma, alcanzándole las cosas que le pidiera o fijándose si precisaba ayuda con algo. Había alzado la vista hacia la pista cuando notó cierta controversia, y también advirtió cómo la silueta de la albina parecía haberse congelado por meros segundos. Mantuvo su atención más allá, hasta que el muchacho moreno reparó en ellas y Anna bajó la cabeza. No era su lugar y no le correspondía preguntar, así que guardó silencio. Estaba claro que había muchas, muchas cosas que aún desconocía de la relación entre todas esas personas.

    Lucía algo caótico.

    Ante la pregunta de Jezebel, Anna desvió su mirada hacia Altan y observó la escena un par de segundos. Se encogió de hombros, bastante indiferente, y le sonrió a su compañera. No habría creído que Sonnen-senpai sería el tipo de entrar en pánico por una simple chica, pero quizá lo habría juzgado mal.

    —Sí, claro. Como tú prefieras.

    Estaba dispuesta a acompañarla donde fuera, siendo sincera. Jez le había regalado una amabilidad francamente olvidada, y aunque no fuera a entrar en semejantes cursilerías pues moriría de vergüenza, no podía más que agradecerle. Su primer día estaba siendo mucho, mucho más liviano de lo que había estimado, y eso era gracias a Vólkov.

    Comenzó a caminar, pues, en dirección a Altan y la chica, y pareció recordar algo.

    —Ah, sí. Tengo unas tiritas en mi mochila. Si las rodillas te molestan mucho, dime y te doy algunas. —Se rascó la mejilla, algo avergonzada, y soltó una risa suave mientras ladeaba la cabeza—. Espero que no te molesten, eso sí. A decir verdad son algo infantiles, ya sabes, con motivos y esas cosas.
     
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  8.  
    Amane

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    El cambio del ambiente fue demasiado brusco como para no notarlo. La tensión que se había instaurado sobre nosotras como una losa pesada prácticamente desapareció, convirtiéndose en... no sabía muy bien qué. Lo único que supe con certeza era que mis mejillas habían vuelto a tornarse de un color rojizo cuando note el roce sobre las mismas y el posterior pero sobre mis hombros.

    ¿A-ah? ¿E-Emi-chan? ¿Tan de repente?

    Pestañeé un par de veces, incapaz de conectar dos palabras con sentido en mi mente, nuevamente nerviosa. Mucho más nerviosa que antes, si cabía. Mis manos finalmente se soltaron y comencé a jugar con el borde de mi camiseta, incapaz de disimular ya que lo estaba.

    —¿E-esta noche? —repetí, bajando la vista para observar el trozo de tela arrugado entre mis dedos—. N-no, la verdad... Estar sola en mi cuarto, supongo...

    ¿Pero por qué tenía que haber añadido eso último? Si fue posible, mi rostro se tornó más brillante al darme cuenta de ello. No fui capaz de levantar la cabeza ya, me sentí repentinamente demasiado avergonzada por mis reacciones.

    >>¿P-por qué?

    Buah, estoy viendo la oportunidad perfecta para que Kat abra la brechita suficiente para que Emi se de cuenta de lo mucho que le gusta no ser la niña perfecta and I'M JUST WILLING TO IT

    * * *
    Alisha Welsh

    Negué con la cabeza en cuanto escuché su pregunta inicial. ¿Pensar en las musarañas? Era algo despistada de vez en cuando pero mi mente solía ir de aquí para allá más que quedarse pensando en una sola cosa.

    Lo escuché después y no pude evitar soltar una risilla, divertida. No solo por las tonterías que estaba diciendo, también porque su pelo me estaba haciendo cosquillas. Pero qué entrañables podíamos ser.

    —Que romántico te has puesto, Joey-kun~ —bromeé, picándole un poco con mis dedos en los costados para finalmente suspirar mirando el cielo—. Normalmente me encantan las pruebas físicas pero por una vez, preferiría también estar en casa. Quizás podamos fingir un mareo para ir a la enfermería y huir... aunque dudo que a la profesora le importe ni aunque se desmayen la mitad de los alumnos...

    Si me preguntan, that was fucking soft of him
     
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    Gigi Blanche

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    Se removió un poco, como si lo hubiesen pinchado con una aguja, y una pierna se le disparó automáticamente hacia adelante cuando Alisha le picó los costados. Soltó una risa corta y luego se quejó, inflando las mejillas.

    —¡Eh, eh, eh! Cuidadito donde tocas, sabes que tengo cosquillas ahí.

    No estaba molesto ni mucho menos, de hecho, ni siquiera intentó deshacer el agarre. Siempre le había confortado la cercanía física, era algo bastante evidente por sus actitudes y, además, creía que Alisha necesitaba distraerse de... lo que fuera que hubiera ocurrido.

    —¿Acaso me estás proponiendo que vayamos juntos a la enfermería, llena de camas y cortinas, justo cuando se están llevando a cabo las pruebas físicas y los edificios permanecen casualmente desérticos? Hmm. —Se rascó la barbilla, manteniendo la broma, y luego alzó un pulgar al aire—. ¡Ah! Debes estar muy cansada, Ali-chan, como para querer descansar con tanta paz~

    Soltó una risa, divertido, y se giró para alcanzar las dos manos de la chica y ponerse a jugar con ellas, bastante distraído.

    —Tampoco vale la pena, ya sabes. No tiene sentido comenzar nada en la enfermería, están las cámaras de mierda. Además, tenemos la diversión de esta noche. —Le guiñó un ojo, coqueto, y sonrió con la emoción de un niño pequeño—. Vas a ver que la pasaremos super bien, y si no, siempre podemos tomarnos un pequeño desvío en el camino a casa~
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Bueno, el aburrimiento al menos no duró demasiado. Pronto se generó una absoluta conmoción en torno a la chica de tercero... ¿Suzumiya-senpai? y la zorra de Katrina Akaisa.

    Se debía ser muy inconsciente o simplemente muy estúpido para acercarle la mano a alguien como ella. No la conocía de mucho pero por nuestro primer encuentro en la azotea podía hacerme a la idea de que no estaba en la lista de marcado rápido de nadie. Había sido ella la que animó a Kurosawa a partirme la cara. Su actitud beligerante y volátil me recordaba a mí misma. Sin embargo, aunque parecía estar constantemente en guerra con el mundo, su forma de actuar era fría en contraste con mi modo de mostrar mi ira. De forma explosiva y en cuestión de segundos.

    Como una bomba de tiempo.

    Observé en silencio como se marchó en medio de la conmoción generada y después cómo una figura de larga cabellera negra seguía sus pasos. Me fue imposible no reconocerla y todas las alarmas se encendieron en mi cerebro de súbito. No podía ser. La seguí con la mirada hasta que la perdí de vista.

    Emily.

    Vamos, ¿era una maldita broma? ¿Cómo podía ser tan inconsciente de ir tras ella después de lo que había pasado con Suzumiya-senpai? Tenía una vena forzosamente masoquista. La naturaleza cándida de Emily siempre terminaba metiéndola en problemas. Era esa misma vibra amable la que se ganaba a los demás, esa que parecía innata en ella. Y era esa misma vibra amable la que terminaba haciéndola parecer tan vulnerable, tan expuesta... porque era incapaz de desconfiar de otro.

    —¿Qué estás haciendo Em?—murmuré en voz baja. Y aunque mi cuerpo se tensó dispuesta a movilizarme si aquella perra se atrevía a tratarla con la misma frialdad con la que había tratado a Suzumiya, no me moví del sitio.

    No pude.

    Porque una figura que conocía me asaltó por la espalda al grito cantarín de "Mii-chan~" y un patético chillido emergió de mi garganta, como un maullido estridente. ¿No podía dejar de ser un incordio ni un solo segundo?

    Aika.

    —¿Se puede saber que haces?—le espeté sobresaltada tratando de normalizar los latidos erráticos de mi corazón. Pero más que molesta sonaba sorprendida, asustada incluso—¿Tratas de matarme a traición?

    Aprovechó que estaba sentada para echarme los brazos sobre los hombros. No parecía tener intenciones de responder y era algo que solía hacer mucho. Quizás solo era su forma de lidiar conmigo.

    Hizo una ligera mueca.

    ¿Te duele la nariz Mii-chan? Te diste un golpe horrible—oí una ligera risa nerviosa por su parte. Le hacía gracia pero no parecía estar burlándose—. Me dolió hasta a mí.

    ¿Ah?

    Casi inconscientemente me llevé los dedos al puente de la nariz. Me dolía a ratos
    . Pero al menos era un dolor menor, mitigado. Molesto pero no preocupante.

    Mi orgullo seguía siendo, de hecho, lo más dañado de todo.

    —Estoy bien—respondí y tomando sus brazos apoyados en mis hombros la aparté de mí sin ser brusca. Simplemente quería mantener las distancias. No era una persona física, no acostumbraba al contacto. Después de todo mi padre siempre estaba trabajando y yo me quedaba sola, en una mansión enorme, llena de criados que preferían hablarme a casi un metro de distancia. El único que se atrevía a tocarme era Matt... y solo lo hacía para molestarme—. Solo ha sido un rasguño. Nada importante.

    Aika hizo un puchero
    .

    —Qué fría—rezongó—. Pero me alegro de que tu naricita siga siendo una naricita y no un montón de huesos fracturados. M-i-i-c-h-a-n~

    Era tan infantil.

    Me picó la mejilla mientras pronunciaba lenta y burlonamente el apodo que me había puesto el cabrón usurpador de Matt. Probablemente estaba aburrida y por eso hacía estupideces.

    Le dirigí una mirada de soslayo sin girar el cuerpo y me pregunté cómo podía cuestionarme por mi estado cuando ella mantenía en una caja hermética todo lo relacionado a su desmayo del día anterior. ¿Y su marca en la prueba de salto? Simplemente estaba mal. Aika era naturalmente atlética e hiperactiva, no podía creer que no la hubiera pasado.

    Separé los labios buscando indagar... pero volví a cerrarlos. No iba a decirme nada, no era la primera vez que lo intentaba. Y además en esos momentos algo más estaba captando mi atención. Algo que no podía pasar por alto.

    No cuando estaba en juego la integridad de Emily.

    —¿Viste eso?—le cuestioné incorporándome.

    Parecía más distraída que de costumbre. Alzó los brazos extendidos, perezosa y se estiró.

    —¿Qué cosa?

    —Emily—me llevé la uña del pulgar de la mano contraria a la boca y empecé a morderla con evidente nerviosismo—. Se fue detrás de Akaisa. Si esa perra teñida le pone una mano encima te juro que...

    Se escuchó un fuerte crack.

    Otra uña rota.
     
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    Zireael

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    kaaat3.png
    Si había un infierno era claro que iba a ser su destino y, si alguien se lo pregunta, iba a revolcarse gustosa en las llamas. De todas formas era un kitsune, vivía rodeada de humo y fuegos fatuos, danzaban a su alrededor, como fantasmas.

    Y lo adoraba.

    Contuvo el impulso de relamerse los labios, como un depredador observando a su presa, y solo soltó otra risa, esta vez más suave, sin separarse de la morena. Era una controladora, una desquiciada sedienta de poder y allí estaba Emily Hodges, como un conejillo nervioso.

    Y ahora ella era el lobo.

    Solo estaba empujándola hasta que entrara en sus fauces y entonces...

    Clack.

    Las cerraría, como una trampa de oso.

    Encima su respuesta había sido de lo más adorable. ¿Sola en su cuarto? Pues no esta noche, linda. No ahora que se había acercado y había sellado su propio destino de aquella manera.

    —Verás, Emi-chan —comenzó, mientras enredada un dedo en un largo mechón azabache. Le habló tan cerca del rostro que su aliento con olor a cigarrillo chocó con la piel de la chica—. Unos amigos y yo estábamos pensando en juntarnos para divertirnos un poco esta noche. Puedes pensar en ello como... Una fiesta para celebrar que empezaron las clases. No hemos invitado a nadie por esto de las pruebas físicas, tú eres la primera.

    Volvió a acariciarle la mejilla.

    Vaya, amigos era una palabra muy bonita para el par de estúpidos de mierda con los que se enredaba solo porque podía sacarles provecho.

    >>Estás más que invitada, querida. Puedes traer a quienes quieras contigo, tus amigos son nuestros amigos. —La atrajo hacia sí y dejó un beso allí donde acababa de acariciarla, peligrosamente cerca de la comisura de sus labios—. Si te decides puedes buscarme en el almuerzo y te diré lo demás. Es probable que esté en la azotea o bueno, en la sala de arte.

    Se desenredó de ella con movimientos rápidos, como si no hubiese ocurrido nada y se despidió con un movimiento de mano.

    —Gracias por la preocupación, muñeca. Me encantaría verte más tarde... Sin presiones.

    Bueno, eso había sido divertido y le había servido para opacar el cabreo que le habían sacado aquellos imbéciles. Volvió a atarse el cabello con la liga y se despegó la camiseta del cuerpo ligeramente, chasqueó la lengua y agradeció que los nervios se estuviera comiendo viva a Hodges, en esas camisetas blancas la sangre, por mínima que fuera, resaltaba como un puto faro.
    Se miró las manos y limpió las gotas restantes con la lengua. Se había acostumbrado al sabor de su propia sangre, después de todo.

    Se sacó el móvil de debajo de la ropa y typeó rápidamente.

    "Eh, Kurobaka. Cuando salgas del agujero en el que sea que estés metida necesito hablar contigo".

    Enviar.

    Regresó sobre sus pasos, hacia el patio y la gente, pero no se reunió de nuevo con el inglés y la rubia.

    Obviamente.

    altan.png
    ¿Pero de qué mierda estaba hablando esa chica? ¿Y de qué clase de obra de teatro pretenciosa había salido? Soltó el aire por la nariz, casi como el bufido de un gato hastiado y trató de buscar las palabras para responder a sus delirios pero no las encontró en ninguna parte.

    No, momento. ¿Lo estaba llamando mundano? ¿Grotesco? Contuvo la suerte de gruñido que estuvo a punto de surgirle de la garganta, porque ante todo, no era un puto perro.


    Su gesto no hizo más que continuar comprimiéndose, como una lata al ser aplastada. Como esa loca de mierda no lo dejara tranquilo iba a tener que disculparse con mucha gente por haber sido un insoportable por puro aburrimiento.
    ¿Cómo una persona podía crisparle tanto los nervios?

    —¿Un cuervo? —preguntó casi por puro reflejo, buscando encontrarle sentido a los desvaríos de Byrne—. ¿Y tú te has puesto a pensar que pareces una seriema?

    La respuesta fue automática, casi como cuando se responde un insulto y como si hubiera conectado a la chica con el ave directamente, en una serie de imágenes mentales. De hecho en su cabeza de repente no pareció tan descabellado. Era alta, de figura estilizada, el cabello castaño era del mismo tono del de las plumas de esos pájaros.

    Joder, ya se le estaba yendo la olla también a él.

    jez3.png
    Volvió a sonreír ante la respuesta afirmativa de la muchacha y caminó a su lado, en dirección hacia Altan, que ciertamente parecía más contrariado con cada segundo que pasaba.
    La escuchó hablar de nuevo y giró la cabeza, para mirar su perfil.

    —¡Ah, de las que tienen dibujitos! Qué lindo~ —dijo de inmediato, verdaderamente emocionada—. En casa tenemos de esas, les gustan mucho a mis primos pequeños y bueno, la verdad es que son de lo más adorables. Me vendrían bien algunas, al menos en lo que terminamos esto de las pruebas.

    Siguió caminando y cuando estuvieron más cerca, alzó un brazo.

    —¡Hey, Al, aquí estamos!


    tremenda GAYNESS me clavé. Permiso, bitches, mis hijas se van a comer a todos en esta maldita escuela. A TODOS DIJE.

    Also me estoy meando con esta interacción entre Altan y Ophelia, por eso no puse reacción del wey a Jez aún, por si quieres poner algo de Ophelia antes xDD
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    [​IMG]

    Simplemente asintió ante la emoción de Jez, y su pequeña sonrisa, casi tímida, fue aumentando de tamaño a medida que la oía hablar sobre sus primos y demás. Cada aceptación que percibía de la albina, por mínima que fuese, iba relajándola más y más.

    —Muy bien, te buscaré unas en un rato, entonces.

    Fue caminando a su ritmo, y se quedó algo atrás cuando Jez se acercó para saludar a Altan. Anna detalló el semblante del chico al detenerse junto al grupo y una leve mueca de asco se le imprimió en el rostro casi por reflejo, como cuando ves a alguien vomitando; y es que Sonnen parecía a punto de hacerlo. Se giró, entonces, hacia la castaña. Bueno, tuvo que alzar la vista y todo. Mierda, ¿por qué tan alta? La vida era injusta, ciertamente.

    Permaneció en silencio, no tenía ganas de meterse y desvió la vista hacia el patio durante un rato, como quien no quiere la cosa.

    Vólkov, Meyer, ahora esta chica. ¿Acaso esa academia estaba llena de princesas?

    [​IMG]

    Alzó la vista al cielo azul, pensativa, mientras recordaba lo mejor posible cómo lucían las seriemas. Hmm... Altas, carnívoras, algo desgarbadas, plumaje color bronce.

    —¡Ah! Las que hacen este sonido tan simpático. —Una risa suave salió de sus labios al rememorar el canto de las seriemas, similar a vibrantes carcajadas, y meneó la cabeza—. No, nunca lo había pensado, ciertamente. Es una idea bastante interesante.

    ¿Había algún animal con el cual se habría referido a sí misma alguna vez? ¿Alguien lo había hecho? No, lo dudaba. Lo dudaba mucho. Nadie se había detenido lo suficiente para brindarle una analogía de la talla, y si por alguna razón uno de sus tutores lo había pensado... Bueno, no se habrían atrevido jamás a mencionarlo.

    —Aunque no son aves muy mencionadas. Me sorprende que las conozcas... —La frase murió en el aire al recordar algo, y entornó los ojos cuando pronunció, bastante educada—: ¿Me dirías tu nombre, al menos? Conservaría un mal sabor de boca si permanecieras en mi memoria como un simple desconocido.

    Lo sabía, su intento por dibujarlo había sido un fracaso rotundo y no veía necesario seguir redundando en una materia que para aquel muchacho era, cierta y claramente, un auténtico grano en el culo. Ah, ¡qué cosas tan vulgares estaba pensando! Como fuera, al menos le había arrancado un par de palabras e ideas. Podía satisfacerse con ello.

    Observó por encima de su hombro cuando oyó una voz suave cerca de ellos, y la imagen que recibió la hizo girarse en redondo hacia las recién llegadas. ¡Santo cielo!

    —¡Ah! —exclamó, fascinada, y sus ojos chispearon llenos de emoción—. Es la primera vez que veo un caso de albinismo con mis propios ojos, y eso que provengo de una familia neerlandesa. Por Dios, luce tan... puro. Como un lienzo impoluto. O la nieve del invierno. ¡Ah, qué gran día!

    Se obligó a carraspear la garganta, buscando opacar la emoción casi desmedida que la había abrumado, y reguló su tono de voz a la profunda suavidad de hace un rato.

    —Me llamo Ophelia, por cierto. Ophelia Byrne, y voy a primer año. Es un gusto.


    ya ni me acuerdo si Ophelia conoce a las compañeras de club de Bleke o no, así que por las dudas lo dejé en que no (?
     
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  13.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Alisha Welsh

    Una risa divertida asoló mis labios cuando lo vi reaccionar ante las cosquillas improvisadas, sacándole después la lengua de manera juguetona. No perdí la diversión mientras lo escuchaba hablar, aunque mi rostro pasó por una mueca de expectación y curiosidad.

    Ni se me había pasado por la cabeza las implicaciones de ir a la enfermería en ese momento y, a decir verdad, estaba un poco decepcionada con ello. Aquella discusión me había acabado afectando más de lo que quería admitir.

    Solté una risa genuina cuando Joey acabó su frase, sin embargo. A veces era muy tonto, pero no pude evitar pensar que en aquel momento lo estaba siendo a propósito. Era un buen chico después de todo, ¿eh?

    Enterré mi cabeza en su cuello durante unos segundos, rozándole levemente la zona con los labios antes de dejarle libertad de movimiento. Asentí enérgicamente después, al oír sobre la noche.

    —Adoro las fiestas pero debe ser la primera vez que me esté muriendo de ganas porque llegue esta noche —admití, emocionada—. Y no seas tonto, tú vas a tener a little bunny que atender, ¿o no? —añadí, guiñándole el ojo.

    Yo estaré bien, no te preocupes ahora por mí, estúpido.

    * * *
    Emily Hodges

    Me llevé la mano al pecho, ahí donde el corazón me estaba latiendo de manera desbocada. Había vuelto a contener la respiración mientras Akaisa hablaba, sintiendo cada pequeño movimiento que hacía con nervios pero cierta expectación. Cuando jugueteó con el mechón de mi pelo, cuando volvió a acariciar mi mejilla, cuando dejó ese beso tan peligrosamente cerca de mis labios... y cuando se separó y se fue, cómo si nada hubiese pasado.

    Pero había pasado y mi cuerpo era clara prueba de ello, porque mi pecho se movía de manera arrítmica y juraría que estaba incluso temblando un poco. ¿Por qué me había puesto así? Era la primera que hacía esa clase de juego con Mimi para molestarla... y sin embargo ahí estaba, hecha todo un manojo de nervios por culpa de Katrina.

    Y pensando lo mucho que me hubiese gustado que ese beso no fuese el único.

    Negué rápidamente con la cabeza, llevándome las manos hacia las mejillas para intentar controlarme una vez se la chica se había alejado lo suficiente. Intenté recordar sus palabras para ser consciente de lo que había pasado, sin moverme aún del lugar.

    ¿Un fiesta, esta noche? ¿Y me había invitado a mí? Nunca había ido a una... ¿habría chicos mayores como ella? ¿Ha-habría alcohol...? Pero yo no pintaba nada ahí... ¿verdad?

    Y sin embargo tenía tantas ganas.

    De camino a la sombra de nuevo, paré unos segundos en una fuente cercana para mojarme el rostro con agua, intentando bajar todo lo posible aquel sonrojo. Por eso cuando alcancé mi objetivo, también cogí las manos de Kashya y las acerqué a mis mejillas, porque siempre las tenía muy frías.

    Ella no se quejó, tampoco me preguntó dónde había estado. Así era Kashya, al fin y al cabo. Miré de reojo a las demás chicas, también, esperando que no hubiesen visto demasiado.

    Podía invitarlas, ¿cierto? Eso había dicho Katrina. Pero, de repente, quería que aquello fuese un secreto y que ellas no lo supiesen. ¿Por qué quería eso? Otro sonrojo me asoló mientras volvía la vista hacia la albina.

    ¿Qué me había pasado?

    Is this una competición por ver quién es más gay o cómo va?
     
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  14.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    El silencio se tornó brutalmente pesado. La maraña de sus pensamientos estaba aún más enredada que antes y casi parecía desear llevar sus manos a su cabello y tirar. Y tirar de sus mechones azules. Y tirar hasta que la ansiedad desapareciese de dentro.

    Los brazos de Ai aún la sostenían por la cintura, firmes, apretándola apenas, pero la calidez de ese gesto que tanto solía buscar y tanto solía confortarla ahora no era más que una cadena.

    Otra de tantas.

    Llevaban demasiado tiempo juntas para saber con precisión lo que la otra pensaba, incluso en momentos como esos. Incluso si quería retenerla a su lado sabía que era meramente inútil. ¿Cuidar de ella le había pedido? Ella no quería. No podías ayudar a alguien que rehusaba ayuda. Se le escapaba entre sus dedos como agua cristalina.

    —Mamiya-san—hizo una breve pausa— ¿qué debería hacer?

    Como temía esa pregunta.

    "No vayas con ella."

    "Por favor, no te vayas."

    "Eres todo lo que tengo."

    Hundió el rostro en su hombro. Sus brazos se apretaron más en torno a sí, firmes, protectores. En una muda y caprichosa protesta.

    Casi demandantes y posesivos.

    —Eso depende de ti, Cerasus-chan—susurró muy cerca de su oído y su voz sonó suave y frágil. Hundió el rostro en su hombro y se permitió sentir el fresco aroma a lavanda que impregnaba su cabello—¿Hacia dónde vuelan los pétalos de cerezo cuando se desprenden de las ramas?

    Hacia dónde.

    Era tan obvio lo que pensaba hacer.

    Romper las cadenas. Liberarse de la faceta de estudiante japonesa perfecta, al menos por una vez. Poner en riesgo todo en lo que creía y todas las convicciones morales a las que se había aferrado.


    >>Eres tan linda Cerasus-chan—prosiguió la presidenta del club de jardinería—. Siempre, siempre buscando proteger y cuidar de otros. Dejando de lado tu propia felicidad... ¿como puedes pensar que eres egoísta?

    Eso no estaba bien ¿verdad?

    No era lo que le enseñaron.

    No era lo que se suponía que hiciese.

    Pero... una parte de su ser, esa que siempre había encontrado atrayente la personalidad rebelde a Whels quería probarlo. Al menos un instante, un ínfimo segundo, un minuto, una hora. Quería cruzar la línea. Quería sentir como se adentraba en un terreno que solo conocía de oídas. Un terreno desconocido, que siempre se había vetado, prohibido a sí misma. Un terreno sobre el que no pisaba suelo firme.

    Una parte de su ser estaba aterrada. Paralizada por la idea casi regurgitada y ajena que había emergido en algún lugar de su cerebro. Era como un pequeño eco. En un principio apenas lograba escucharlo porque era opacado por otros murmullos pero ahora reverbaba con una fuerza demasiado intensa como para ignorarlo. El abismo construído por sus prejuicios, su educación, sus miedos y todo lo que parecía hacerle ser Suzumiya Konoe se veía insalvable e inmenso desde el rincón donde se encontraba. Tan oscuro y tan frío. Y al otro lado... no podía ver nada.

    No sabía lo que había detrás de aquella niebla densa y brumosa. Lo desconocía por completo.

    Ella, que vivía la vida a través de novelas. A través de la búsqueda, casi obsesiva, de la felicidad de otros.

    "Quiero vivir por mí misma."

    "Quiero acercarme a Alisha-san."

    "Me tomes o no de la mano quiero hacerlo."

    ¿De verdad iba a saltarlo? ¿De verdad iba a poner sobre el tablero todo en lo que creía? ¿Iba a jugárselo todo, incluso la presidencia del consejo por...? ¿Por qué? ¿Qué le impulsaba a tomar una decisión tan drástica?

    Ah, sí.

    La verdadera causa de sus dudas y sus miedos. La línea de pólvora que iniciaba el incendio. La misma jovencita rebelde que la había mirado a los ojos y había dicho que le importaba. Se sentía casi suicida arrojándose al vacío sin saber si caería hasta perderse o si alguien sostendría su mano antes de que se precipitarse contra el suelo.

    Los delgados y gentiles dedos de Ai apenas pudieron rozar su cabello y sentir como se deslizaba sedosos entre sus dedos.

    Y luego la nada misma.

    Konoe ya no estaba allí.

    —Alisha-san, Wickham-kun—caminó hasta detenerse frente a ellos y con la palma sobre el pecho los miró con seriedad—. No sé a qué clase de fiesta pretendías invitarme pero... la acepto—su voz tomó mayor determinación y sonó brutalmente segura cuando respondió, sin dudas, sin peros—. Iré.

    Ese abismo que tan grande parecía, esa distancia que tanto separaba su mundo perfecto del de Alisha, cuando se decidía a cruzarlo era solo un pequeño paso. Un mero salto hacia delante.

    Estaba mucho más cerca de lo que había creído en un inicio.

    Ya no más.

    Ya no había vuelta a atrás ¿verdad? Lo había hecho. Había firmado su sentencia de muerte.

    "Dijiste que no sabía divertirme"

    Sus ojos buscaron los de Alisha. No sonrió cuando el azul casi violeta de los suyos encontraron los orbes azules de la otra joven ni hizo el más mínimo gesto. No correspondía. Se lo estaba jugando todo y a pesar de que lo sabía estaba dispuesta a correr el riesgo y asumir sus consecuencias. Quería poder comprenderla.

    "Enséñame entonces".

    Si Alisha no iba a saltar ella tendría que hacerlo. Porque detestaba la sola idea de perderla.

    "Déjame conocer tu mundo."
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Sus manos alcanzaron la cintura femenina cuando Alisha enterró el rostro en su cuello. Era un tacto vago, ligero, pero su cuerpo siempre se movía de aquellas formas sin su permiso. Casi como un acto reflejo, un instinto de supervivencia.

    No era necio. Sólo no se le antojaba pensar en ello.

    Soltó el aire de golpe junto a una sonrisa, enfocando su mirada sobre la rubia cuando ésta se separó de él. Se encogió de hombros, enterrando las manos en los bolsillos, y al pasear su atención por el patio la vio: la cabellera albina, casi dorada bajo el color del sol, reencontrándose con su perro guardián. La misma sonrisa revoloteaba aún en sus labios.

    —Eh~ No lo sé, ¿quizás? De repente las cosas... se complicaron un poco.

    Arrugó la nariz apenas mientras volvía la vista hacia Alisha y se desentendía de lo que fuera que estuviera haciendo Vólkov.

    Una tercera voz, suave y cordial, emergió junto a ellos y Joey giró el cuerpo completo hacia la recién llegada; su pequeña sonrisa se ensanchó, llena de diversión. Vaya, vaya.

    —¡Ah! Suzu-chan, ¿verdad? Oí que estás interesada en el Consejo Estudiantil. Bueno, no te preocupes, linda. La idea, después de todo, es que no nos atrapen. Será un placer tenerte con nosotros~

    Bueno, bueno, la cosa iba tomando forma, ¿a que sí? Con la muñequita dentro de la bolsa, ya no tendría que preocuparse por posibles fisgones que quisieran sumar puntos con los profesores. Además... le daba una idea.

    ¿Qué opinaría Blee de esta... interesante información?
     
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  16.  
    Yugen

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    Konoe Suzumiya

    No esperaba otra respuesta por parte de Whickham. Era él quien la había invitado de todas formas. Sin embargo y aunque podía imaginarlo por su actitud desenvuelta y despreocupada, jamás se imaginó que tomaría tales confianzas de repente.

    —¿Suzu.
    ..chan?—pronunció aquel apodo con lentitud, contrariada. El rubor le subió de súbito al rostro. Sin permiso, sin demoras.

    Ah, dios.

    No era algo común, al menos no entre los japoneses, usar nombres de pila—menos apodos—de personas simplemente desconocidas. Este permiso se le concedía a familiares, amigos o parejas. No estaba acostumbrada y le recordó el paso que acababa de dar.

    Ese paso tan pequeño y tan enorme a la vez.

    Ya no era la alumna japonesa perfecta.
    Había decidido dejarlo, al menos por un día, por un noche. Permitirse echar un vistazo a ese denominado mundo sórdido en el que Alisha se movía con la ligereza y habilidad de un pluma danzando en la brisa.

    Si ni siquiera podía lidiar con tal muestra de excesiva confianza sin que la sangre le subiera al rostro... ¿qué iba a hacer en esa fiesta? ¿Morir por un paro cardíaco?

    Que no los atrapen.

    Sonaba tan peligroso.


    Tan prohibido.

    Un escalofrío extraño le recorrió la espalda y el corazón se le aceleró en el pecho.

    Dios, estaba loca.

    Buscó calmar sus ánimos y llevándose un mechón de cabello tras la oreja se permitió una pequeña y tímida sonrisa.

    —El placer es mío Wickham-ku—sacudió la cabeza. Integrarse. Integrarse—Wickham. Gracias por invitarme.

    Y se inclinó. El cabello se le resbaló de la oreja y cayó a un lado de su rostro.

    La palabra sin el honorífico se sintió tan extraña en su paladar. Incluso ese mínimo gesto de excesiva confianza le hacía sentir que estaba quebrantando las reglas.
     
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  17.  
    Zireael

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    Enarcó una ceja. Bueno, en algo tenía razón la chalada, no era mucha gente la que conocía ese pajarraco raro y él, con toda la información que era capaz de conservar en la cabeza, incluso si era innecesaria, había logrado unir los puntos desde la seriema hasta Ophelia Byrne.

    Chasqueó la lengua.

    ¿Qué? Le estaba preguntando su nombre. ¿Qué tenía esa escuela con las mocosas preguntando su nombre, desde cuándo les importaba?

    —Altan Sonnen —respondió. No importaba demasiado, esa chica no era japonesa y lo confirmó poco después.

    La voz de Jez le arrancó una gran parte de la tensión que había iniciado aquella extraña interacción con Byrne. Suspiró con pesadez, para luego tragar saliva. Notó el sonrojo que le cubrió el rostro a Jez ante las palabras de la loca del cuervo.

    —Un placer conocerte, Ophelia. Espero que no te moleste que use tu nombre, pero como dices no ser japonesa de nacimiento... —respondió Jez, ignorando por completo lo primero dicho por ella y se recompuso del bochorno. Solo para salvarle el culo a Sonnen—. Puedes llamarme Jez. Veo que ya conociste a Al, espero que no te haya dado problemas.

    El muchacho se apartó de la castaña, prácticamente buscando escudo en Jez y Anna, y al pasar junto a la albina, masculló las palabras.

    —¿Yo? Ella me los dio a mí. Tendré que disculparme con Kurosawa más tarde, fue el puto karma de mierda.

    ¿De primero dijo? Era alta la desgraciada.
     
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  18.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Alisha Welsh

    Seguí la mirada de Joey, en busca de aquello que estaba buscando y fue necesario solo eso para confirmar mis sospechas. Aquella era la chica que había llamado su atención, la albina que no había logrado superar la prueba y que Konoe intentó ayudar.

    Qué casualidad.

    Le devolví la mirada, levantando una ceja con curiosidad. ¿Complicado? Obvio, aquella chica ni de lejos parecía ser de nuestro tipo... aquello iba a ser complicado desde el principio.

    Quise preguntarle del por qué exactamente pero la presencia de una tercera persona cortó mis palabras de raíz. Al principio pensé que podría ser Katrina pero... no. Aquella no era Katrina, ni remotamente parecido.

    —¿Qué...?

    De nuevo no pude acabar, las dos personas que tenía delante fueron más rápidas en su intercambio y lo único que pude hacer fue escuchar. Pero mi rostro fue muy claro en cuanto entendí lo que estaba pasando.

    >>No —sentencié, repentinamente seria—. Joey, no.

    Pero de nada sirvió, el chico ya había respondido que sí y mi mirada se dirigió entonces hacia la chica. Chasqueé la lengua, suspirando después.

    >>¿Qué pretendes?
     
    Última edición: 2 Agosto 2020
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    Se incorporó cuando la voz de Alisha con aquel tono sorprendido, que buscaba reprenderla se le dirigió.

    Había algo adorable en ver a la rebelde y problemática Alisha Whels preocupándose por ella y tratando de cuidarla como siempre había hecho que la hizo casi ronronear en el fondo como un gato satisfecho. Quizás en el fondo, muy en el fondo, era tan sádica como parecía serlo Mamiya Ai cuando se burlaba de ella.

    Qué linda.

    Su carácter parecía balancearse entre dos extremos claramente diferenciados. Por un lado estaba la Konoe tímida, amable y tranquila. Esa alumna perfecta que quería cuidar y procurar la felicidad de todos. Y por el otro lado estaba esa serpiente casi venenosa, la misma que se había deslizado en sus palabras cuando se dio cuenta de que le estaba mintiendo. Sobre las latas de cerveza en un bento.

    Bueno, su carácter siempre había sido altamente obsesivo.

    Sin embargo, mantuvo aquella pequeña, dulce sonrisa en sus labios y ladeó apenas la cabeza en un gesto que solo reflejaba inocencia.

    —Ah, ¿qué quieres decir con qué pretendo Alisha-san?—preguntó con suavidad, casi como si fuese algo evidente—. Es obvio ¿no? Divertirme.

    >>Es lo mismo que tú haces siempre.

    No era eso lo que pretendía. Su intención era ser honesta. Decirle la verdad. Pero las palabras eran retenidas en su garganta por algún motivo casi masoquista y su honestidad era opacada por aquella extraña máscara.

    Había besado a Katrina de todos modos.

    Esa imagen no se le borraba de la retina. Le recorría las venas como fuego líquido.


    En un impulso repentino redujo la distancias entre ambas de la misma forma que cuando le susurró al oído. Hizo exactamente lo mismo con el mismo y exacto tono de voz.

    Empalagoso y sensual a propósito.

    Desconocía todo de ese mundo realmente. Pero por suerte o por desgracia, había leído demasiadas novelas románticas.

    —Dijiste que no sabía divertirme. Así que, ¿por qué no me enseñas A-chan?—deslizó de forma sinuosa los dedos por su brazo, desde el antebrazo a la mano y entrelazó sus dedos con los suyos—. No voy a delatarte ante nadie.
     
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    Amane

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    Alisha Welsh

    Era obvio que no solo era eso. Podía ser algo tonta pero no era estúpida, que Konoe decidiese repentinamente unirse a nuestra fiesta después de haberse enfadado conmigo por ello gritaba por todos lados que había algo más.

    No me lo iba a decir, claramente, y yo tampoco iba a investigar demasiado. Por un breve instante pensé en que sería divertido verlo, a Konoe en una fiesta con nosotros. Quiero decir, era bastante mayor para tomar sus propias decisiones, ¿verdad?

    La vi acercarse con una ceja alzada, y la dejé hacer. La situación no era igual que antes, ya no tenía nada que esconderle y no me sentí intimidada. La escuché con atención, sintiendo sus dedos poniéndome la piel de gallina por el roce, y la miré con los ojos entrecerrados.

    Por un segundo se me cruzó la idea de dejarme llevar. De responder a sus provocaciones y ver si realmente estaba dispuesta a ello, de responder igual que lo había hecho con Katrina.

    Pero no.

    Konoe podría intentarlo, pero no. Ella no era como Katrina.

    —Está bien, haz lo que quieras —murmuré, finalmente, sin necesidad de alzar la voz por nuestra cercanía, con el tono provocativo que solía usar—. Pero no cuentes conmigo para ello.

    Y tras decir aquello me liberé de su agarre, volviendo la vista hacia la pista. ¿Tan siquiera estábamos avanzando en ese momento?
     
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