Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master sixteen k. gakkouer

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    Me había encontrado con mini Ishi cerca de la estación, o más bien fuera de ésta. Me detuve al notar un chispazo celeste a mi costado y encontré al muy descarado acabándose su porrito entre las flores y los arbustos, como si nada. Al verme sonrió y alzó la mano, pero el saludo se le atoró en la garganta apenas le cacé la muñeca y lo jalé de regreso a la vereda.

    —Vas a llegar tarde.

    Soltó una risa breve.

    —Tranqui, tranqui, Ko-chan sabe lo que hace.

    Lo miré con visible disgusto al oírlo referirse a sí mismo en tercera persona y su risa fue más sonora que la anterior. Tenía el cuerpo flojo, o al menos así me lo pareció al echarle un brazo por los hombros y manipularlo como me viniera en gana. ¿Qué hacía fumando hierba a las ocho de la mañana, para empezar? Se iba a quemar las neuronas. Lo pensé, pero no dije nada. No me gustaba ir por la vida regañando a la gente, no me creía en el derecho, quizá. Poco después se terminó el cigarro y pesqué el filtro para lanzarlo en un bote de basura sin detenernos. Ko soltó un "ooooh" sorprendido junto a un par de aplausos livianos y la tontería me arrancó una sonrisa entre divertida y avergonzada.

    Veníamos conversando de qué hacer el finde, que no sé qué bar había mencionado Rei y los lloriqueos de Hayato, y me distraje brevemente al notar la reunión de Jezebel, Verónica y Dunn a un costado. Me cayeron algo de nervios de repente, digamos que esto se escapaba de los planes mentales que llevaba trazando desde ayer y tuve que improvisar. Ko se calló al notar mi distracción, le pedí que me esperara un segundo y se quedó ligeramente por delante.

    Estando más cerca noté que, por supuesto, también estaba Copito, y la idea de estar interrumpiendo algo me cayó con aún más peso. Pasé saliva, ignoré la piedra que ahora tenía como estómago y, con cuidado, toqué apenas el hombro de Jezebel. Iba a ganarme cinco segundos de atención de parte de todos, eso era inevitable, así que los recorrí rápidamente con la vista para dedicarles una sonrisa.

    —Te dejo algo en el casillero —fue todo lo que le dije a Vólkov, en un murmullo bajo.

    Le dediqué una sonrisa también a ella y, sin realmente esperar respuesta o reacción de ningún tipo, me fui. Al regresar junto a Ishi me di cuenta que venía caminando un poco rápido y me sincronicé a su ritmo sereno, él me miró y me sonrió, mas no dijo nada. Cuando alcanzamos los casilleros y ambos nos cambiamos el calzado, busqué el locker de Jezebel y abrí mi mochila, escarbando hasta encontrar lo que deposité dentro: un libro relativamente delgado. Estuve por cerrarlo, pero me pregunté si quedaría raro soltarlo así nada más, pero a su vez había planeado dárselo en persona, así que no tenía en mente dejar una nota o...

    —¿Qué es? —preguntó Kohaku, reuniéndose a mi lado y metiendo la cabeza para husmear.

    Por la salud mental de todos (o sea yo), solté el aire en una risa floja y cerré el casillero. Comenzamos a caminar hacia las escaleras.

    —Algo que encontré de casualidad, y pensé que podría gustarle.


    Zireael no quiero interrumpir ni nada, sólo pasaba a decir que Kakeru le dejó a Jez en su casillero un libro pequeñito que contiene un par de cuentos nórdicos adaptados a comic. Este es el del cuento que ella le mencionó y el único que encontré, así que los demás siguen la misma línea y los puedes decidir a voluntad (?). Son de una mujer llamada Kaja Foglio.

    *c desvanece*
     
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    Bruno TDF

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    Si alguien me preguntaba qué fue lo que más me quedó grabado del primer encuentro con Cay, haría hincapié en la energía tan adorable que estaba presente en sus ademanes. Sin ningún tipo de dudas. No debíamos obviar que nuestra primera interacción fue, literalmente, tararearle entre los dos al gorrioncito más lindo del mundo. Pero además de eso teníamos sus arranques de timidez, que creo era lo que más me agradaba. Fue lo que me tocó presenciar nuevamente: primero se paralizó al creer que le iba a dar un abrazo y, acto seguido, se escudó detrás de su lata de café, luego de que lo llamara “brillante preciosura” junto a mi queridísima Jez. Mis ojos se entrecerraron frente a este cuadro, producto de la sonrisa tan dulce que me provocó. ¡Ah…! Y para completar, lo saludó a Copito con caricias. ¿Se podía ser más tierno, acaso?

    Jez me devolvió el saludo, dándome un suave apretón en las manos que me resultó reconfortante. También me dolían un poquitito, de tanto andar golpeando los antebrazos y el sólido abdomen de Himari la tarde anterior, así que fue como si me diera un masaje. Mi leoncito acompañó con su respectivo saludo, llamándome por el apodo invernal con el que me bautizó. ¡Y bueno…! Entre tener a Jez frente a mí y con Cay distrayéndose con Copito, la respuesta estaba clara, ¿no?

    —Estamos maravillosamente bien, ¿y ustedes? —le decía a Jez mientras, al mismo tiempo, acariciaba el dorso de sus manos con mis pulgares— Pero eso sí, con los músculos un poco agarrotados, que ayer estuve entrenando con mi nueva sensei, la que conocí en el campeonato, ¿te acuerdas?

    Decía eso, sí, pero no era una queja. El azul de mis ojos transmitía el entusiasmo y la satisfacción por haber superado otra desafiante jornada, a través de ellos se veía mi espíritu perseverante. Le sonreí a Jez, y fue en ese pequeño intermedio que llegó a mis oídos el tarareo de Cay, que era muy bajito, pero no pasó desapercibido para ninguna de las dos…

    Recordé al instante el primer encuentro con Lionheart, así presté muchísima atención al gorrión. Sus ojillos se habían entrecerrado cuando recibió las primeras caricias, pero ahora estaba
    muy atento al muchacho, su mirada como diminutas perlas rojas. Escabulló la cabeza bajo su mano, repetidas veces, para mirarlo mientras le llegaba el tarareo. Su garganta se movió, pude que jurar que sí.

    Y un piar se oyó.

    Un único y precioso canto.

    El corazón se me aceleró de emoción, mi rostro se inundó de radiante felicidad. Paseé la mirada repetidamente entre Copito y Cay, presencié la reacción del chico y… ay, ¿por qué tenía que ser tan nerviosito? Volví a afianzar mi conexión con las manos de Jez porque, si la soltaba en este preciso instante, el chico iba a recibir una dosis de caricias en sus hombros que lo iban a dejar paralizado (probablemente). Ella, al verme, comprendería mucho más la magnitud de este momento, porque le había contado lo del Copito: que en el pasado fue maltratado hasta que perdió la voz, y que yo trataba de que el canto lo asociara conmigo.

    Y, ahora, podía vincularlo a ellos. A las personas que se ganaron el afecto de nuestros corazones.

    Pese a que me contuve, sí que estuve a punto de soltar una broma que mataría de vergüenza a mi leoncito (algo de que me lo llevaría a vivir conmigo para que le cantemos a Copito todas las noches, o así), pero en ese preciso momento apareció otra mano en escena, que tocó el hombro contrario de Jez. La reconocí enseguida, con un salto en mi corazón emocionado. Me giré para mirar a Fuji, le devolví la sonrisa que nos dedicó, muy ilusionada por tenerlo aquí, entre nosotros. Observé su rápido intercambio con Jez, y separé los labios para preguntarle cómo estaba, para decirle que no iba a resistir la presencia tantas bellas personas juntas, pero…

    Se fue, sin darnos chance a nada más.

    Mi sonrisa no se perdió, no del todo, pero sí que retrocedió considerablemente a causa del ligero desconcierto. No entendí por qué no se quedó, por diferentes motivos. Por un lado, se llevaba bien con Jez y conmigo, además de que también conocía al bueno de Cay, porque se habían reunido en el observatorio. Por otra parte, podría haber pensado que le dio cosita estar entre varias personas, que a veces Fuji parecía tímido; pero eso tampoco debía ser la razón, porque habíamos tenido el Jueves de almuercito hace poco, apretujados alrededor de una mesa. Y de haber sabido que sintió que interrumpía algo, como si estuviese fuera de lugar, como si no fuera bienvenido, hubiera entendido mucho menos las cosas… Volví a recordar lo que me contó Jez anoche, con sus mensajes.

    Dejé ir aire por la nariz lentamente y regresé mi atención a Jez, mirándola a los ojos. Mi sonrisa se ensanchó un poquito. Fue un gesto cómplice, si se quiere.

    —Lo tenemos que repetir: es un dulce —me reí; aunque Fuji se fue demasiado pronto, su presencia me hizo bien, además de que sabía que lo vería más tarde— ¿Qué crees que te haya dejado? ¿Un bento lleno de delicias, como a mí? ¿O algo de lectura, quizá? —aventuré.

    No me fijé si Cay había dejado de acariciar a Copito o no. Pero en cualquier caso, el gorrioncito seguro estiraría el cuello en su dirección, reclamando más.
     
    Última edición: 24 Mayo 2024
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    Zireael

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    Pobre Vero, ¿no? Estaba conteniendo las ganas de estrujar a Cayden como una campeona, se le notaba en toda la cara, pero luego de haberlo hecho pasar un bochorno al tocarlo cuando fuimos a buscar a Sugawara supuse que había elegido respetar sus límites invisibles, aunque a él realmente no parecía importarle tanto, con todo y la vergüenza. Igual los límites en cuestión eran algo confusos, porque acababa de estar dándome palmaditas en la cabeza como si fuese una niña, pero bueno ya se notaba que la criatura se patinaba de lo lindo con sus decisiones.

    —Me acuerdo, sí. Habrá que hacerte masajitos, cielo —atajé a su recordatorio de que entrenaba con su nueva sensei y aprovechando eso le brindé caricias más suaves en las manos—. Estoy bien, ya sabes que siempre me alegra poder verte.

    Cayden no respondió de inmediato, no supe si por distraerse con Copito o porque tuvo que conferirle pensamiento extra a la pregunta, porque si lo pensaba el niño siempre parecía preocupado por algo en menor o mayor medida, qué tanto lo dejaba obstaculizarle la vida era variable, suponía que dependía de la naturaleza de la preocupación. De todas formas luego de algunos segundos y previo a su tarareo contestó que él igual, que estaba bien.

    Me quedé atenta a Copito, a sus reacciones, y cuando escuché el piar del gorrión mis ojos se desviaron a Cay con cierta brusquedad, ni siquiera modulé la sorpresa en mis gestos. Vero me lo había contado todo, así que ahora entendía lo que implicaba el silencio del ave y también justamente lo que significaba que lo rompiera. El chico se quedó paralizado entonces, hasta su tarareo se detuvo, pero pronto una sonrisa amplia le alcanzó el rostro, iluminándole las facciones. Dio la sensación de que tenía quince años en vez de dieciocho, también pareció haber disipado la preocupación tácita que podía atribuirle a su tiempo de respuesta de antes.

    —¿No te quieres venir a vivir a Shinjuku, Copito? —soltó él, entretenido, pero su voz se había suavizado muchísimo y pensé que tal vez este muchacho y yo no fuésemos tan diferentes como parecíamos—. Te puedo cantar más seguido.

    Vero afianzó el agarre en mis manos, supuse que para canalizar las ganas de saltarle encima a Cayden, y a mí se me escapó una risa ante todo el cuadro. No se me ocurrió la clase de escena que debíamos tener montada aquí hasta que sentí una mano en el otro hombro, giré el rostro casi con mi propio ataque de vergüenza listo, pero cuando di con Kakeru me tranquilicé de inmediato. Nos sonrió a los tres, imaginé que todos correspondimos el gesto, y luego me dijo en voz baja que me dejaba algo en el casillero, solo escucharlo me ensanchó la sonrisa.

    —Muchas gracias —dije alzando un poco la voz porque ya se nos estaba yendo—. Nos vemos en clase.

    Ya el otro día, cuando nos encontró en el observatorio, había percibido en él nervios por haber interrumpido así que atribuí a esa parte de él el hecho de que no se quedara. Parecía irracional, pero suponía que en su cabeza tenía sentido, muchas cosas parecían tener sentido como ideas, pero realmente no estaban fundamentadas en nada sólido. Tampoco lo juzgaba, después de todo creía de verdad en lo que había dicho ayer.

    Que era un buen chico.

    Al volver mi atención a nuestra comitiva que tenía a Copito como centro, noté que la sonrisa de Vero había retrocedido un poco, así que solté sus manos para pasar el agarre a uno de sus brazos y arrastrarla en mi dirección. A mí otro costado seguía Cay, que me pareció que siguió a Kakeru con la vista hasta verlo reunirse con Ishikawa, y entonces se enfrascó en acariciar al gorrión.

    —Yo... La verdad no sé —respondí al caer en cuenta que no había siquiera procesado qué podría querer dejarme Kakeru de toda la gente, atascada otra vez en el bucle de "no sé si llamarnos amigos o solo somos amables con el otro"—. ¡No pensé en nada!

    —Conversaste bastante con él el otro día —apuntó Dunn deteniendo las caricias que le dedicaba al gorrión. Su voz ya había regresado al tono usual, incluso algo más serio porque percibió que el asunto era importante—. Le ofreciste de comer incluso. Uno agradece esa clase de cosas.

    Su resolución rozó la obviedad, bueno, realmente lo fue y acabé soltando una risa baja porque a pesar de todo se veía que nos había prestado el mínimo de atención aunque no había tenido pinta de ser el caso. Comencé a andar entonces, arrastrando a Vero conmigo y contrario a la piedad que ella había mostrado, pesqué a Cayden de la muñeca para comenzar a llevármelo con nosotras ante lo que no puso ninguna clase de resistencia.

    —¿Y a ti no te faltó ofrecerle de comer a Ishikawa-kun? Si hasta le preguntaste si no tenía mucho calor y casi le arrimas una silla para que se sentara —señalé sin malicia alguna, pero él se atragantó con su propia saliva y acabó tosiendo. Fui consciente de que seguro quise matarlo de vergüenza, así que lo dejé tranquilo aunque no solté su mano y volví la atención a Vero para referirme a Kakeru con el gesto aquel del almuerzo—. Es muy atento, ¿no? Sea lo que sea que me haya dejado, ya solo con que haya pensando en hacerlo me pone muy contenta. ¿Vamos entrando? Ahora quiero saber qué es lo que me trajo.


    así quedé con kakeru dejándole el libro de cuentos adaptados a comic y así va a quedar jez cuando lo vea
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    + copito cantando im BLESSED today
     
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    Hundí los dedos en mi cabello y lo sacudí un poco, arrancándole diminutas gotitas de agua. Resoplé, cansado, y pestañeé con fuerza. Los viernes siempre dormía poco, pero había noches más y menos predecibles. Ayer había tenido que arrancar temprano por una entrega de suministros y acabé volviendo a casa a cualquier hora; para colmo, me costó apagar el cerebro. Avancé por el patio frontal con la vista clavada en el suelo frente a mí, repasando sin pretenderlo ciertas imágenes de ayer, y mi móvil vibró. Como invocada, la voz de Aria sonó al otro lado de la línea.

    —Quiere irse —bufó, extenuada—. A su casa, el instituto, qué mierda sé yo. Aún va a la prepa, ¿no?

    —¿Por qué ese sería mi problema? —repliqué, frío.

    —Puedes ahorrarte el discurso de responsabilidades, Yaboku, ya me lo sé de memoria —espetó ella, filosa, y se tomó un instante para exhalar con pesadez—. La cagué, de acuerdo, sigues siendo el único desgraciado al que puedo llamar.

    Ahora que lo pensaba, debajo del hastío sonaba adormilada. La imaginé tallándose un ojo al admitir la triste extensión de su lista de asistencia y asumí una buena parte del cuadro. Debía haberla despertado y sólo me llamó, como quien está cuidando una mascota que no le pertenece y le pregunta al dueño hasta a qué hora se supone que la criatura cague.

    —Intentó irse —resumí, aceptando mi rol en todo esto, ella murmuró un sonido afirmativo y una sombra de burla se me coló en el tono—. Si te despertó, imagino que no en las mejores condiciones.

    —No dejó mueble sin chocarse. —Soltó una risa sin gracia—. No es mi plan ideal de viernes estar despierta a esta hora, pero sí, al menos me despertó. No aceptó de buena gana, de hecho, no imaginé que fuese tan jodidamente testaruda. Pero logré convencerla... o algo así.

    —¿Algo así?

    —Le dije que se veía horrible y que, al menos, fuera al baño a peinarse. Yabo, no puedo tener a la cría secuestrada aquí.

    Estaba alcanzando el edificio y fui aminorando la marcha hasta apoyar la espalda en una de las columnas. Llevé el pie izquierdo contra el cemento, también, y distraje la vista en el río de estudiantes. Ya habíamos hablado ayer, no necesitaba recordarle las consecuencias de una, otra, posible mala decisión, ¿verdad? No se trataba sólo de desobedecer órdenes directas o decepcionar a un amigo, estábamos hablando del negocio donde habíamos apostado más de lo que estábamos dispuestos a perder.

    —Puedes y lo harás —definí, en voz baja y con calma—. Échale llave al cuarto si es necesario, me da igual. Pierce no verá la luz del sol hasta que se recupere, ¿de acuerdo?

    Sabía que le estaba pidiendo mucho, pero las opciones se nos agotaban. Sasha no podía conocer los verdaderos motivos, pero era aún más importante que se mantuviera fuera del radar de cualquiera. En especial considerando ciertas... amistades que tenía. Un único sabueso con el olfato agudo bastaría para creer detectar un rastro.

    —No debería pasar de hoy, de todos modos —agregué, intentando suavizar el asunto—. A la noche podemos dejarla con Carter, ya lo veremos. Cuando salga de la escuela te llamo.

    Se escucharon sonidos vagos de fondo y Aria se distrajo brevemente.

    —Vale, luego hablamos —dijo con liviandad, su tono dando un giro drástico—. Besito~

    La tía tenía un complejo serio de personalidad. Miré la pantalla tras haberse cortado la llamada y solté el aire por la nariz con pesadez. Iba a ser un día largo.


    algún día acabaré el fic... algún día...

    in the meantime, foreshadowing :D
     
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    Zireael

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    La abstinencia era una mierda que no podía describir en una sola palabra, atacaba el cuerpo, la mente y todo lo que alcanzaba, desbaratándolo y haciendo que anhelaras seguir hasta el culo de sustancias o la muerte misma. Sin puntos intermedios, sin grises, solo había negro. Un negro tan profundo que era sencillo preguntarse si realmente valía la pena buscar una luz lejana.

    Si no era más fácil dejarlo así y ahogarse.

    Era un anhelo inconsciente de muerte.

    Ni siquiera podía decir que tuviera un consumo de alcohol diario, pero cuando me metía a bajarme hasta el agua de los floreros no conocía la palabra alto. Me intoxicaba como un poseso por días, sin descanso, y luego tenía que pasar por esta mierda para volver a ser un diablo medianamente funcional. Me echaba la vida con tabaco, hierba casi a diario y tragos intermitentes, ¿pero por qué caminaba tan cerca del borde de la puta nada? ¿Por qué parecía que esperaba solo partirme la cabeza en el pavimento?

    Llegar a casa fue una misión y no habrían pasado cinco horas cuando empecé a temblar como un maldito cachorro recién nacido antes de devolver las tripas, para cuando reviví fue que pude responderle a Sasha y aunque me cagué en los muertos de todo Dios, no podía ser de otra manera. ¿Dónde se lo habría encontrado? ¿En una noticia de un periódico en línea de cuarta?

    ¿Qué coño importaba? Ya era muy tarde.

    El ansia, los temblores, el sudor y las palpitaciones titilaban como velas, iban y venían, pero habían alcanzado su pico el día siguiente en algún punto de la tarde. Me sentí tan mal que genuinamente pensé en llamar a Hikari, pedirle que pasara donde Tachibana y me trajera unas pastillas, de las que disminuían la mierda. Luché contra el deseo mortal, para llamarlo de alguna forma, y luego de algunas horas de no poder pensar más que en beber como descosido, tragarme media farmacia y arrancarme los pelos de la cabeza, cosa que de hecho había comenzado a hacer sin darme cuenta, las sensaciones corporales comenzaron a retroceder muy lentamente, pero en algún momento pude pensar con algo más de claridad. Pude comer también, poco, pero comer a fin de cuentas y fui reviviendo.

    Por piedad a mi alma, que en realidad no merecía piedad alguna, el jueves no me moví de casa y solo el viernes, luego de haber conversado con Sei un rato la noche anterior, creí que podía intentar regresar a la escuela, ¿a razón de qué? De que mis hermanos se estaban esforzando, iban a sus clases y volvían. No era justo que estuviera aquí convaleciente por algo que yo había elegido. Con eso en mente, me levanté, me preparé y conduje hasta la academia. Lo hice por obligación moral, ni más ni menos, como hacía la mayoría de cosas casi siempre, pero esta vez pesaba más. Pesaba demasiado porque había entendido que Seiichi había comenzado a relevarme en algún momento, uno que no podía ubicar en el tiempo, y sentí que había fallado. Sin saber el monstruo que se elevaba sobre nosotros.

    Lo cerca que se encontraba

    y la traición que significaba.

    Al cruzar el patio frontal, con el clima de mucho mejor humor que yo mismo, sentí que me temblaban las manos y maldije en voz baja. No detuve mis pasos, solo hundí las manos en los bolsillos y distraje los dedos dándole vueltas a la llave de la moto, una y otra vez. Giró y giró, hasta que creí notar que el temblor se regulaba y fue casi al mismo tiempo que noté la silueta de Sugawara, recordé las palabras de Sasha, las que no podía olvidar y seguí de largo como siempre. Las cosas que me decía se irían conmigo a la tumba, ¿aunque cambiaban algo?

    yo: no creo que pase gran cosa en el rol mientras descanso un par de horas antes de empezar lo que planeaba
    el foreshadow de belu: hold my beer for a sec

    dont mind mi relleno
     
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