Exterior Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

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    Me había encontrado con mini Ishi cerca de la estación, o más bien fuera de ésta. Me detuve al notar un chispazo celeste a mi costado y encontré al muy descarado acabándose su porrito entre las flores y los arbustos, como si nada. Al verme sonrió y alzó la mano, pero el saludo se le atoró en la garganta apenas le cacé la muñeca y lo jalé de regreso a la vereda.

    —Vas a llegar tarde.

    Soltó una risa breve.

    —Tranqui, tranqui, Ko-chan sabe lo que hace.

    Lo miré con visible disgusto al oírlo referirse a sí mismo en tercera persona y su risa fue más sonora que la anterior. Tenía el cuerpo flojo, o al menos así me lo pareció al echarle un brazo por los hombros y manipularlo como me viniera en gana. ¿Qué hacía fumando hierba a las ocho de la mañana, para empezar? Se iba a quemar las neuronas. Lo pensé, pero no dije nada. No me gustaba ir por la vida regañando a la gente, no me creía en el derecho, quizá. Poco después se terminó el cigarro y pesqué el filtro para lanzarlo en un bote de basura sin detenernos. Ko soltó un "ooooh" sorprendido junto a un par de aplausos livianos y la tontería me arrancó una sonrisa entre divertida y avergonzada.

    Veníamos conversando de qué hacer el finde, que no sé qué bar había mencionado Rei y los lloriqueos de Hayato, y me distraje brevemente al notar la reunión de Jezebel, Verónica y Dunn a un costado. Me cayeron algo de nervios de repente, digamos que esto se escapaba de los planes mentales que llevaba trazando desde ayer y tuve que improvisar. Ko se calló al notar mi distracción, le pedí que me esperara un segundo y se quedó ligeramente por delante.

    Estando más cerca noté que, por supuesto, también estaba Copito, y la idea de estar interrumpiendo algo me cayó con aún más peso. Pasé saliva, ignoré la piedra que ahora tenía como estómago y, con cuidado, toqué apenas el hombro de Jezebel. Iba a ganarme cinco segundos de atención de parte de todos, eso era inevitable, así que los recorrí rápidamente con la vista para dedicarles una sonrisa.

    —Te dejo algo en el casillero —fue todo lo que le dije a Vólkov, en un murmullo bajo.

    Le dediqué una sonrisa también a ella y, sin realmente esperar respuesta o reacción de ningún tipo, me fui. Al regresar junto a Ishi me di cuenta que venía caminando un poco rápido y me sincronicé a su ritmo sereno, él me miró y me sonrió, mas no dijo nada. Cuando alcanzamos los casilleros y ambos nos cambiamos el calzado, busqué el locker de Jezebel y abrí mi mochila, escarbando hasta encontrar lo que deposité dentro: un libro relativamente delgado. Estuve por cerrarlo, pero me pregunté si quedaría raro soltarlo así nada más, pero a su vez había planeado dárselo en persona, así que no tenía en mente dejar una nota o...

    —¿Qué es? —preguntó Kohaku, reuniéndose a mi lado y metiendo la cabeza para husmear.

    Por la salud mental de todos (o sea yo), solté el aire en una risa floja y cerré el casillero. Comenzamos a caminar hacia las escaleras.

    —Algo que encontré de casualidad, y pensé que podría gustarle.


    Zireael no quiero interrumpir ni nada, sólo pasaba a decir que Kakeru le dejó a Jez en su casillero un libro pequeñito que contiene un par de cuentos nórdicos adaptados a comic. Este es el del cuento que ella le mencionó y el único que encontré, así que los demás siguen la misma línea y los puedes decidir a voluntad (?). Son de una mujer llamada Kaja Foglio.

    *c desvanece*
     
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    Bruno TDF

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    Si alguien me preguntaba qué fue lo que más me quedó grabado del primer encuentro con Cay, haría hincapié en la energía tan adorable que estaba presente en sus ademanes. Sin ningún tipo de dudas. No debíamos obviar que nuestra primera interacción fue, literalmente, tararearle entre los dos al gorrioncito más lindo del mundo. Pero además de eso teníamos sus arranques de timidez, que creo era lo que más me agradaba. Fue lo que me tocó presenciar nuevamente: primero se paralizó al creer que le iba a dar un abrazo y, acto seguido, se escudó detrás de su lata de café, luego de que lo llamara “brillante preciosura” junto a mi queridísima Jez. Mis ojos se entrecerraron frente a este cuadro, producto de la sonrisa tan dulce que me provocó. ¡Ah…! Y para completar, lo saludó a Copito con caricias. ¿Se podía ser más tierno, acaso?

    Jez me devolvió el saludo, dándome un suave apretón en las manos que me resultó reconfortante. También me dolían un poquitito, de tanto andar golpeando los antebrazos y el sólido abdomen de Himari la tarde anterior, así que fue como si me diera un masaje. Mi leoncito acompañó con su respectivo saludo, llamándome por el apodo invernal con el que me bautizó. ¡Y bueno…! Entre tener a Jez frente a mí y con Cay distrayéndose con Copito, la respuesta estaba clara, ¿no?

    —Estamos maravillosamente bien, ¿y ustedes? —le decía a Jez mientras, al mismo tiempo, acariciaba el dorso de sus manos con mis pulgares— Pero eso sí, con los músculos un poco agarrotados, que ayer estuve entrenando con mi nueva sensei, la que conocí en el campeonato, ¿te acuerdas?

    Decía eso, sí, pero no era una queja. El azul de mis ojos transmitía el entusiasmo y la satisfacción por haber superado otra desafiante jornada, a través de ellos se veía mi espíritu perseverante. Le sonreí a Jez, y fue en ese pequeño intermedio que llegó a mis oídos el tarareo de Cay, que era muy bajito, pero no pasó desapercibido para ninguna de las dos…

    Recordé al instante el primer encuentro con Lionheart, así presté muchísima atención al gorrión. Sus ojillos se habían entrecerrado cuando recibió las primeras caricias, pero ahora estaba
    muy atento al muchacho, su mirada como diminutas perlas rojas. Escabulló la cabeza bajo su mano, repetidas veces, para mirarlo mientras le llegaba el tarareo. Su garganta se movió, pude que jurar que sí.

    Y un piar se oyó.

    Un único y precioso canto.

    El corazón se me aceleró de emoción, mi rostro se inundó de radiante felicidad. Paseé la mirada repetidamente entre Copito y Cay, presencié la reacción del chico y… ay, ¿por qué tenía que ser tan nerviosito? Volví a afianzar mi conexión con las manos de Jez porque, si la soltaba en este preciso instante, el chico iba a recibir una dosis de caricias en sus hombros que lo iban a dejar paralizado (probablemente). Ella, al verme, comprendería mucho más la magnitud de este momento, porque le había contado lo del Copito: que en el pasado fue maltratado hasta que perdió la voz, y que yo trataba de que el canto lo asociara conmigo.

    Y, ahora, podía vincularlo a ellos. A las personas que se ganaron el afecto de nuestros corazones.

    Pese a que me contuve, sí que estuve a punto de soltar una broma que mataría de vergüenza a mi leoncito (algo de que me lo llevaría a vivir conmigo para que le cantemos a Copito todas las noches, o así), pero en ese preciso momento apareció otra mano en escena, que tocó el hombro contrario de Jez. La reconocí enseguida, con un salto en mi corazón emocionado. Me giré para mirar a Fuji, le devolví la sonrisa que nos dedicó, muy ilusionada por tenerlo aquí, entre nosotros. Observé su rápido intercambio con Jez, y separé los labios para preguntarle cómo estaba, para decirle que no iba a resistir la presencia tantas bellas personas juntas, pero…

    Se fue, sin darnos chance a nada más.

    Mi sonrisa no se perdió, no del todo, pero sí que retrocedió considerablemente a causa del ligero desconcierto. No entendí por qué no se quedó, por diferentes motivos. Por un lado, se llevaba bien con Jez y conmigo, además de que también conocía al bueno de Cay, porque se habían reunido en el observatorio. Por otra parte, podría haber pensado que le dio cosita estar entre varias personas, que a veces Fuji parecía tímido; pero eso tampoco debía ser la razón, porque habíamos tenido el Jueves de almuercito hace poco, apretujados alrededor de una mesa. Y de haber sabido que sintió que interrumpía algo, como si estuviese fuera de lugar, como si no fuera bienvenido, hubiera entendido mucho menos las cosas… Volví a recordar lo que me contó Jez anoche, con sus mensajes.

    Dejé ir aire por la nariz lentamente y regresé mi atención a Jez, mirándola a los ojos. Mi sonrisa se ensanchó un poquito. Fue un gesto cómplice, si se quiere.

    —Lo tenemos que repetir: es un dulce —me reí; aunque Fuji se fue demasiado pronto, su presencia me hizo bien, además de que sabía que lo vería más tarde— ¿Qué crees que te haya dejado? ¿Un bento lleno de delicias, como a mí? ¿O algo de lectura, quizá? —aventuré.

    No me fijé si Cay había dejado de acariciar a Copito o no. Pero en cualquier caso, el gorrioncito seguro estiraría el cuello en su dirección, reclamando más.
     
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    Pobre Vero, ¿no? Estaba conteniendo las ganas de estrujar a Cayden como una campeona, se le notaba en toda la cara, pero luego de haberlo hecho pasar un bochorno al tocarlo cuando fuimos a buscar a Sugawara supuse que había elegido respetar sus límites invisibles, aunque a él realmente no parecía importarle tanto, con todo y la vergüenza. Igual los límites en cuestión eran algo confusos, porque acababa de estar dándome palmaditas en la cabeza como si fuese una niña, pero bueno ya se notaba que la criatura se patinaba de lo lindo con sus decisiones.

    —Me acuerdo, sí. Habrá que hacerte masajitos, cielo —atajé a su recordatorio de que entrenaba con su nueva sensei y aprovechando eso le brindé caricias más suaves en las manos—. Estoy bien, ya sabes que siempre me alegra poder verte.

    Cayden no respondió de inmediato, no supe si por distraerse con Copito o porque tuvo que conferirle pensamiento extra a la pregunta, porque si lo pensaba el niño siempre parecía preocupado por algo en menor o mayor medida, qué tanto lo dejaba obstaculizarle la vida era variable, suponía que dependía de la naturaleza de la preocupación. De todas formas luego de algunos segundos y previo a su tarareo contestó que él igual, que estaba bien.

    Me quedé atenta a Copito, a sus reacciones, y cuando escuché el piar del gorrión mis ojos se desviaron a Cay con cierta brusquedad, ni siquiera modulé la sorpresa en mis gestos. Vero me lo había contado todo, así que ahora entendía lo que implicaba el silencio del ave y también justamente lo que significaba que lo rompiera. El chico se quedó paralizado entonces, hasta su tarareo se detuvo, pero pronto una sonrisa amplia le alcanzó el rostro, iluminándole las facciones. Dio la sensación de que tenía quince años en vez de dieciocho, también pareció haber disipado la preocupación tácita que podía atribuirle a su tiempo de respuesta de antes.

    —¿No te quieres venir a vivir a Shinjuku, Copito? —soltó él, entretenido, pero su voz se había suavizado muchísimo y pensé que tal vez este muchacho y yo no fuésemos tan diferentes como parecíamos—. Te puedo cantar más seguido.

    Vero afianzó el agarre en mis manos, supuse que para canalizar las ganas de saltarle encima a Cayden, y a mí se me escapó una risa ante todo el cuadro. No se me ocurrió la clase de escena que debíamos tener montada aquí hasta que sentí una mano en el otro hombro, giré el rostro casi con mi propio ataque de vergüenza listo, pero cuando di con Kakeru me tranquilicé de inmediato. Nos sonrió a los tres, imaginé que todos correspondimos el gesto, y luego me dijo en voz baja que me dejaba algo en el casillero, solo escucharlo me ensanchó la sonrisa.

    —Muchas gracias —dije alzando un poco la voz porque ya se nos estaba yendo—. Nos vemos en clase.

    Ya el otro día, cuando nos encontró en el observatorio, había percibido en él nervios por haber interrumpido así que atribuí a esa parte de él el hecho de que no se quedara. Parecía irracional, pero suponía que en su cabeza tenía sentido, muchas cosas parecían tener sentido como ideas, pero realmente no estaban fundamentadas en nada sólido. Tampoco lo juzgaba, después de todo creía de verdad en lo que había dicho ayer.

    Que era un buen chico.

    Al volver mi atención a nuestra comitiva que tenía a Copito como centro, noté que la sonrisa de Vero había retrocedido un poco, así que solté sus manos para pasar el agarre a uno de sus brazos y arrastrarla en mi dirección. A mí otro costado seguía Cay, que me pareció que siguió a Kakeru con la vista hasta verlo reunirse con Ishikawa, y entonces se enfrascó en acariciar al gorrión.

    —Yo... La verdad no sé —respondí al caer en cuenta que no había siquiera procesado qué podría querer dejarme Kakeru de toda la gente, atascada otra vez en el bucle de "no sé si llamarnos amigos o solo somos amables con el otro"—. ¡No pensé en nada!

    —Conversaste bastante con él el otro día —apuntó Dunn deteniendo las caricias que le dedicaba al gorrión. Su voz ya había regresado al tono usual, incluso algo más serio porque percibió que el asunto era importante—. Le ofreciste de comer incluso. Uno agradece esa clase de cosas.

    Su resolución rozó la obviedad, bueno, realmente lo fue y acabé soltando una risa baja porque a pesar de todo se veía que nos había prestado el mínimo de atención aunque no había tenido pinta de ser el caso. Comencé a andar entonces, arrastrando a Vero conmigo y contrario a la piedad que ella había mostrado, pesqué a Cayden de la muñeca para comenzar a llevármelo con nosotras ante lo que no puso ninguna clase de resistencia.

    —¿Y a ti no te faltó ofrecerle de comer a Ishikawa-kun? Si hasta le preguntaste si no tenía mucho calor y casi le arrimas una silla para que se sentara —señalé sin malicia alguna, pero él se atragantó con su propia saliva y acabó tosiendo. Fui consciente de que seguro quise matarlo de vergüenza, así que lo dejé tranquilo aunque no solté su mano y volví la atención a Vero para referirme a Kakeru con el gesto aquel del almuerzo—. Es muy atento, ¿no? Sea lo que sea que me haya dejado, ya solo con que haya pensando en hacerlo me pone muy contenta. ¿Vamos entrando? Ahora quiero saber qué es lo que me trajo.


    así quedé con kakeru dejándole el libro de cuentos adaptados a comic y así va a quedar jez cuando lo vea
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    + copito cantando im BLESSED today
     
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    Gigi Blanche

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    Hundí los dedos en mi cabello y lo sacudí un poco, arrancándole diminutas gotitas de agua. Resoplé, cansado, y pestañeé con fuerza. Los viernes siempre dormía poco, pero había noches más y menos predecibles. Ayer había tenido que arrancar temprano por una entrega de suministros y acabé volviendo a casa a cualquier hora; para colmo, me costó apagar el cerebro. Avancé por el patio frontal con la vista clavada en el suelo frente a mí, repasando sin pretenderlo ciertas imágenes de ayer, y mi móvil vibró. Como invocada, la voz de Aria sonó al otro lado de la línea.

    —Quiere irse —bufó, extenuada—. A su casa, el instituto, qué mierda sé yo. Aún va a la prepa, ¿no?

    —¿Por qué ese sería mi problema? —repliqué, frío.

    —Puedes ahorrarte el discurso de responsabilidades, Yaboku, ya me lo sé de memoria —espetó ella, filosa, y se tomó un instante para exhalar con pesadez—. La cagué, de acuerdo, sigues siendo el único desgraciado al que puedo llamar.

    Ahora que lo pensaba, debajo del hastío sonaba adormilada. La imaginé tallándose un ojo al admitir la triste extensión de su lista de asistencia y asumí una buena parte del cuadro. Debía haberla despertado y sólo me llamó, como quien está cuidando una mascota que no le pertenece y le pregunta al dueño hasta a qué hora se supone que la criatura cague.

    —Intentó irse —resumí, aceptando mi rol en todo esto, ella murmuró un sonido afirmativo y una sombra de burla se me coló en el tono—. Si te despertó, imagino que no en las mejores condiciones.

    —No dejó mueble sin chocarse. —Soltó una risa sin gracia—. No es mi plan ideal de viernes estar despierta a esta hora, pero sí, al menos me despertó. No aceptó de buena gana, de hecho, no imaginé que fuese tan jodidamente testaruda. Pero logré convencerla... o algo así.

    —¿Algo así?

    —Le dije que se veía horrible y que, al menos, fuera al baño a peinarse. Yabo, no puedo tener a la cría secuestrada aquí.

    Estaba alcanzando el edificio y fui aminorando la marcha hasta apoyar la espalda en una de las columnas. Llevé el pie izquierdo contra el cemento, también, y distraje la vista en el río de estudiantes. Ya habíamos hablado ayer, no necesitaba recordarle las consecuencias de una, otra, posible mala decisión, ¿verdad? No se trataba sólo de desobedecer órdenes directas o decepcionar a un amigo, estábamos hablando del negocio donde habíamos apostado más de lo que estábamos dispuestos a perder.

    —Puedes y lo harás —definí, en voz baja y con calma—. Échale llave al cuarto si es necesario, me da igual. Pierce no verá la luz del sol hasta que se recupere, ¿de acuerdo?

    Sabía que le estaba pidiendo mucho, pero las opciones se nos agotaban. Sasha no podía conocer los verdaderos motivos, pero era aún más importante que se mantuviera fuera del radar de cualquiera. En especial considerando ciertas... amistades que tenía. Un único sabueso con el olfato agudo bastaría para creer detectar un rastro.

    —No debería pasar de hoy, de todos modos —agregué, intentando suavizar el asunto—. A la noche podemos dejarla con Carter, ya lo veremos. Cuando salga de la escuela te llamo.

    Se escucharon sonidos vagos de fondo y Aria se distrajo brevemente.

    —Vale, luego hablamos —dijo con liviandad, su tono dando un giro drástico—. Besito~

    La tía tenía un complejo serio de personalidad. Miré la pantalla tras haberse cortado la llamada y solté el aire por la nariz con pesadez. Iba a ser un día largo.


    algún día acabaré el fic... algún día...

    in the meantime, foreshadowing :D
     
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    Zireael

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    La abstinencia era una mierda que no podía describir en una sola palabra, atacaba el cuerpo, la mente y todo lo que alcanzaba, desbaratándolo y haciendo que anhelaras seguir hasta el culo de sustancias o la muerte misma. Sin puntos intermedios, sin grises, solo había negro. Un negro tan profundo que era sencillo preguntarse si realmente valía la pena buscar una luz lejana.

    Si no era más fácil dejarlo así y ahogarse.

    Era un anhelo inconsciente de muerte.

    Ni siquiera podía decir que tuviera un consumo de alcohol diario, pero cuando me metía a bajarme hasta el agua de los floreros no conocía la palabra alto. Me intoxicaba como un poseso por días, sin descanso, y luego tenía que pasar por esta mierda para volver a ser un diablo medianamente funcional. Me echaba la vida con tabaco, hierba casi a diario y tragos intermitentes, ¿pero por qué caminaba tan cerca del borde de la puta nada? ¿Por qué parecía que esperaba solo partirme la cabeza en el pavimento?

    Llegar a casa fue una misión y no habrían pasado cinco horas cuando empecé a temblar como un maldito cachorro recién nacido antes de devolver las tripas, para cuando reviví fue que pude responderle a Sasha y aunque me cagué en los muertos de todo Dios, no podía ser de otra manera. ¿Dónde se lo habría encontrado? ¿En una noticia de un periódico en línea de cuarta?

    ¿Qué coño importaba? Ya era muy tarde.

    El ansia, los temblores, el sudor y las palpitaciones titilaban como velas, iban y venían, pero habían alcanzado su pico el día siguiente en algún punto de la tarde. Me sentí tan mal que genuinamente pensé en llamar a Hikari, pedirle que pasara donde Tachibana y me trajera unas pastillas, de las que disminuían la mierda. Luché contra el deseo mortal, para llamarlo de alguna forma, y luego de algunas horas de no poder pensar más que en beber como descosido, tragarme media farmacia y arrancarme los pelos de la cabeza, cosa que de hecho había comenzado a hacer sin darme cuenta, las sensaciones corporales comenzaron a retroceder muy lentamente, pero en algún momento pude pensar con algo más de claridad. Pude comer también, poco, pero comer a fin de cuentas y fui reviviendo.

    Por piedad a mi alma, que en realidad no merecía piedad alguna, el jueves no me moví de casa y solo el viernes, luego de haber conversado con Sei un rato la noche anterior, creí que podía intentar regresar a la escuela, ¿a razón de qué? De que mis hermanos se estaban esforzando, iban a sus clases y volvían. No era justo que estuviera aquí convaleciente por algo que yo había elegido. Con eso en mente, me levanté, me preparé y conduje hasta la academia. Lo hice por obligación moral, ni más ni menos, como hacía la mayoría de cosas casi siempre, pero esta vez pesaba más. Pesaba demasiado porque había entendido que Seiichi había comenzado a relevarme en algún momento, uno que no podía ubicar en el tiempo, y sentí que había fallado. Sin saber el monstruo que se elevaba sobre nosotros.

    Lo cerca que se encontraba

    y la traición que significaba.

    Al cruzar el patio frontal, con el clima de mucho mejor humor que yo mismo, sentí que me temblaban las manos y maldije en voz baja. No detuve mis pasos, solo hundí las manos en los bolsillos y distraje los dedos dándole vueltas a la llave de la moto, una y otra vez. Giró y giró, hasta que creí notar que el temblor se regulaba y fue casi al mismo tiempo que noté la silueta de Sugawara, recordé las palabras de Sasha, las que no podía olvidar y seguí de largo como siempre. Las cosas que me decía se irían conmigo a la tumba, ¿aunque cambiaban algo?

    yo: no creo que pase gran cosa en el rol mientras descanso un par de horas antes de empezar lo que planeaba
    el foreshadow de belu: hold my beer for a sec

    dont mind mi relleno
     
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    Zireael

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    Unos minutos antes del campanazo del receso de ayer había tenido que pedir permiso para ir al baño, porque no creí poder llegar a la enfermería, las náuseas de la migraña me cayeron encima de golpe aunque me había tomado una pastilla a mitad de la clase, pero de todas formas acabé doblado sobre el sanitario prácticamente todo el receso. Tenía que ser el calor, no podía ser otra cosa, pero me cagué en todo porque en ese estado no podía hacer nada cómo lo había planeado.

    Volví a clases como quince minutos tarde después de que sonara la campana y tuve que pedir permiso para ir a quedarme noqueado en la enfermería, cuando las náuseas mermaron fue que pude ponerle un mensaje a mi padre para hablaran a la escuela y me dejaran irme antes. Mamá se ofreció a pasar por mí, pues había tenido un ensayo cerca de la escuela, y aunque me negué quiso pasar a la farmacia, donde lo que me mandaron fue a hidratarme como si hubiese corrido una maratón y doblar la dosis de pastillas antes de tumbarme con todo apagado.

    Estaba cansado de esto.

    El resto del día me lo eché en la habitación, con el aire acondicionado, empastillado y aturdido, incluso cuando el dolor y las náuseas mermaron. A la noche caí noqueado, pero al despertar me di cuenta que el clima seguiría tan violento como hace días así que internalicé la idea de que la migraña volvería a alguna hora. De camino a la escuela solo pude pensar en aprovechar la media estabilidad que sentía.

    Al bajar en el portón sentí que el sol me quería quemar las ideas, así que me aparté un poco, busqué sombra en uno de los árboles cercanos y me fumé un cigarro. Algunos metros más allá noté el chispazo rojo del cabello de Dunn, por la densidad del humo que se elevó me cuestioné qué mierdas hacía fumando hierba a las puñeteras ocho de la mañana, pero pues cada quien se mataba cómo quería.

    Me limité a terminarme el cigarro, escudarme del sol un poco más y antes de retomar mi camino hacia el interior de la academia saqué el móvil. Tenía unos mensajes de papá diciéndome que si me sentía mal de nuevo lo llamara, le dije que estaba bien y entonces busqué el chat de Anna.


    Morning, cómo estás?
    El calor este parece surgido del infierno istg
    Tienes tiempo hoy, An? Para que almorcemos juntos si quieres
    Si ya tenías algo planeado no pasa nada, claro


    Gigi Blanche mensajes para Annita *c desvanece*
     
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    Amane

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    A ver, repaso mental de mi situación actual... Por un lado tenía a Kouchii, de quien seguía completamente convencida que estaba molesto conmigo, o avergonzado de mí, o cualquier otra cosa peor que prefería ni pensar, y por otro lado tenía a Morgana, con quien había acabado quedando para una cita... o una simple salida de amigas.... aunque yo había dicho cita, y ella había dicho cita, ¿así que técnicamente debía ser una cita? Y quería impresionarla, por algún extraño motivo, pero no tenía ni idea de cómo podía hacerlo.

    Entré por el patio completamente ensimismada en aquellos pensamientos, y fue de puro milagro que mi atención se desvió hacia el chispazo dorado que distinguí por el rabillo del ojo en una esquina apartada. Se me ocurrió en ese momento que podía ser buena idea pedirle consejo a alguien experimentado, por lo que me acerqué a ella sin querer perder ni un segundo y le solté un saludo apresurado al alcanzarla, notando en el proceso cómo alzaba las cejas en un gesto de sorpresa.

    Morning, cupcake~ No tenías que agobiarte tanto por verme, ¿eh? Me queda bastante cigarro por fumar y no tengo ninguna prisa por entrar —me dijo, sonriendo con una obvia chispa de diversión ante mi carrera improvisada.

    —Ah, no sabía... —murmuré, sin dedicarle demasiado pensamiento por todo lo que ya tenía en la cabeza—. Quería preguntarte una cosa. A ti... te gustan las chicas, ¿verdad?

    La sorpresa que había mostrado antes no tuvo nada que ver con la que se le formó en el rostro en ese momento, que por un segundo hasta me pareció que estuvo por atragantarse con el humo del tabaco. Claro que... era normal, teniendo en cuenta que le había soltado aquello por la cara y sin ningún motivo aparente. De hecho, bien podría enfadarse conmigo y... me daba un poco de miedo la posible imagen de esta chica enfadada, ahora que lo pensaba.

    Well, of course —dijo al final, no sin antes haber dejado salir una carcajada que me destensó por completo—. Las chicas son muy bonitas, ¿no crees~?

    —Sí, supongo. Oye, ¿y dónde llevarías a una si tuvieras que organizar una cita?

    Welp, it depends. A mí me gusta que me lleven a restaurantes, por ejemplo...

    —¿Y a Morgan? No sé si la conoces, está en tu clase...

    —¿A Morgan? —repitió, junto a una nueva risa, en aquella ocasión algo incrédula—. A un cementerio, probably.

    —Oye, que hablo en serio...

    —Yo también, cupcake —me contestó, echándose hacia delante para darme un golpecito en la nariz (como los que yo solía hacer, vaya)—. She's creepy, be careful...

    Me quedé unos segundos en silencio, frunciendo el ceño en un gesto pensativo.

    —¡No pienso ir a un cementerio ni en broma! ¡Tiene que ser otra cosa!

    Promoción especial de vuelta de foro: ¡dos seven por el precio de una! La oferta es divisible a gusto del comprador, eso sí.

    AKA

    Dejo aquí a las niñas, pero si alguien quisiera caerle solo a una, puede poner que se la encuentra sola sin problema, porque esta fue conversación de relleno y puedo hacer que cualquiera se vaya en cualquier momento (?)
     
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    Bruno TDF

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    Llegué al patio frontal cantando por lo bajo, con la esperanza de que Copito respondiera a alguna de mis melodías con su dulce voz de pajarito. El gorrión, sin embargo, se mantuvo silencioso sobre mi hombro, pues la labor de hacerlo cantar siempre se complicaba cuando comenzábamos a vernos rodeados por el resto de los estudiantes, con los que mi compañerito emplumado se distraía fácilmente. ¡Aunque…! No importaba que así fuese porque, al fin y al cabo, estábamos haciendo un importante progreso. Lento, pero firme. Indetenible. Últimamente, Copito rompía con algo más de frecuencia su eterno silencio, correspondiéndome con sus propias melodías cada vez que le dedicaba cancioncitas. Cuando oía el piar brotando de su piquito, me hacía sentir inmensamente feliz.

    Sentía que, poco a poco, el pequeñín estaba dejando atrás su trauma: el doloroso recuerdo de la jaula oxidada y de los maltratos.

    Cuestión que, así como se distraía con la gente, el gorrión también acostumbraba a buscar a las personas que conocíamos, en medio de todo este tumulto. Yo lo acompañaba en esa suerte de misión, el azul de mis ojos se moviéndose aquí y allá, con la intención de ubicar rostros familiares, o figuras que me arrojaran cálidas correntadas de alegría.

    Fue así como noté, en cierto rincón del patio, una combinación de rosa y dorado. El choque de estos colores captó inmediatamente mi atención, además de emitían como un ligero brillo bajo el agradable sol. Cuando entorné los ojos, una sonrisa me iluminó la carita apenas reconocí a Ali-chan. La vi charlando con una compañera de mi clase a la que reconocí fácilmente; justamente, por el color de su cabello. No presté mucha atención a los ademanes algo alterados que realizaba, pues la emoción ya me había embargado lo suficiente como para acercarme a ambas... sin la debida preocupación de si estaba interrumpiendo algo importante u otras cositas.

    ¡Es que…! Llevaba un buen rato sin pararme a charlar con Ali-chan en condiciones, porque la última vez que nos vimos fue cuando pasó, como una estrellita fugaz, a pedir el número de Fuji. A estas alturas no sabría definir si éramos amigas o algo… Lo cual no impedía que, de todos modos, la hubiese echado un poquito de menos. Me caía super-bien.

    Y, obviamente, también me entusiasmaba la perspectiva de conocerme un poco más con mi compañera de salón.

    —Buenos días —dije, fresca y radiante, cuando noté que se fijaban en mí; confianzuda como era, me permití darle un toquecito en el brazo a Ali-chan a modo de saludo, mientras que a la otra chica le ofrecí una sonrisa dulce—. Es una hermosa mañana, ¿verdad? Y no lo digo por el sol.

    Les guiñé un ojo como para reforzar mi punto. Copito, desde mi hombro, observó a ambas chicas con curiosidad. Y yo, para variar, no caí en cuenta de que estas chicas quizá podrían extrañarse por la situación en general, entre el saludo y la presencia de este pajarito. ¡Pero ni modo…!


    Hola, vengo por el combo completo u///u
     
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    Amane

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    Cuando me desperté aquella mañana para ir a clases, lo último que había esperado que pasara era que Riamu me tendiese una emboscada para preguntarme sobre cómo tener citas con otras chicas. Muy de vez en cuando merecía la pena madrugar para llegar a tiempo a la escuela, quién me lo iba a decir... Aunque, si tenía que ser completamente sincera con el asunto, sentí un poco de celos de que Ri-chan me viniera a hablar de otras chicas y no estuviera pensando en organizar una cita conmigo. Morgan era mona, ¿pero acaso era más guapa que yo? ¡No lo creía para nada! Ah, en fin... el precio a pagar por tener la agenda llena con demasiado chicos, suponía.

    Seguí molestándola un rato más, proponiendo lugares cada vez más extraños en los que, estaba convencida, ni siquiera Morgan disfrutaría de visitar. Solo paré con la tontería cuando una tercera presencia se materializó a nuestro lado, logrando sorprendernos a ambas, pues habíamos estado demasiado metidas en nuestra conversación como para darnos cuenta de que alguien se nos acercaba.

    —Ah, Vero-chan. Buenos días~ —la saludé, junto a una sonrisa, una vez reconocí de quién se trataba—. Sí, hace un día muy lindo —comenté, echando un vistazo al cielo mientras le daba una nueva calada al cigarro—. Por cierto, ¿conoces a Ri-chan?

    —¡Creo que vamos a la misma clase! —intervino ella, tras haberse girado en dirección a Verónica con una sonrisa amable—. Pero nunca nos presentamos oficialmente... ¡Soy Riamu, encantada!

    —Hey, Vero-chan, ¿a ti dónde te gusta que te lleven de cita? Estamos haciendo una investigación de campo y tu opinión será muy valorada~

    Por el rabillo del ojo noté que Riamu volvía a ponerse algo nerviosa, pero lo intentó disimular y, posiblemente con intención de conseguirlo mejor, decidió no decir nada al respecto de mi desfachatez. Ah, qué linda, really...

    excelente decisión, buen hombre uwu
     
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    Bruno TDF

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    Estaban tan compenetradas en su conversación, que mi acercamiento terminó tomándolas por sorpresa. Si me lo preguntaban, diría que era una de las reacciones que más solía provocar, considerando que me lanzaba sin titubeos a mantener charlitas con la gente; a estas alturas estaba acostumbrada, y por eso no me preocupaba lo suficiente la idea de estar siendo inoportuna. A menos, claro, que recibiera señales claras de que mi presencia no era bienvenida. ¡Pero…! En esta academia la gente era abierta y bien predispuesta, por lo que no fue de extrañar que Ali-chan me recibiera con una sonrisa muy bonita, de la misma manera que lo hizo su acompañante; o sea, mi compañera de clase, que se presentó como Riamu.

    —El gusto es mío, Ri-chan —le respondí, jovial—. Yo soy Verónica, pero me puedes decir “Vero-chan” o como más te guste.

    Tras esta rápida presentación, casi al instante, Ali-chan realizó una pregunta que me hizo girarme hacia ella, de modo tal que no noté la reacción nerviosa que alcanzó el cuerpito de mi compañera de clase. El interés de Ali-chan fue repentino, pero me arrancó una risilla que me cubrí con la mano apenas hizo la aclaración de que estaban haciendo una suerte de investigación.

    —Me ilusioné, creí que preguntabas para invitarme a una —bromeé, mirándola; luego, volví a enfocar la atención en ambas chicas—. A ver, soy muy fan de las cosas dulces; si alguien me llevara a lugares donde sirvan delicias por el estilo, se ganaría una buena cantidad de Veropoints. También me gusta dar paseos por parques. O ir al cine; si hay películas de acción —hice un “Chef Kiss” al aire—, ¡mejor…!

    >>¿Y qué hay de ustedes? ¿Puedo preguntar quién es la afortunada que va a tener una cita?
     
    Última edición: 2 Agosto 2024
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    Amane

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    Estaba tan preocupada por mis propios asuntos mientras le pedía consejo a Alisha que apenas me di cuenta de que alguien más se nos había acercado, con claras intenciones de hablar con nosotras. Por suerte para mí, la muchachita en cuestión centró primero la vista en la rubia, pues al parecer se conocían de antes, y eso me permitió recuperar la compostura antes de recibir su atención y así poder presentarme cómo era debido.

    La pregunta que Ali le soltó a Verónica me pilló completamente desprevenida, porque no esperaba para nada que fuera a venderme de aquella manera, pero una vez más tuve la suerte de que la albina no hubiera notado mi nerviosismo antes de que pudiera disimularlo. Le dediqué una sonrisa suave cuando volví a entrar en su campo visual y le presté especial atención a su respuesta aunque, para ser sincera, no sabía si opciones tan estándares eran viables en mi situación. Y eso que lo del cine era pan comido para mí, ya que papá podía conseguirme entradas de preestreno para cualquier película que se me ocurriera...

    —Pues...

    —¡Es Ali! —intervine de manera algo apresurada, cortando de lleno las intenciones de la nombrada de responder primero—. Ya sabes que tiene una agenda muy apretada con estas cosas...

    Dirigí la mirada hacia ella con un ligerísima chispa de súplica, aunque cuando di con su rostro noté que su expresión seguía bastante intacta. Aun así, una vez nuestras miradas se cruzaron, super con absoluta certeza que aquel era un favor que me iba a acabar cobrando, de una manera u otra. Bueno, no podía ser tan malo... ¿verdad?

    —Sí, sí, eso mismo. Estoy viendo qué cosa nueva puedo hacer con Joey, que ya parecemos una pareja casada que ha hecho de todo en su vida... —soltó a modo de broma, dándole una última calada a su cigarro—. La última vez que fuimos al cine casi nos echan por conducta inapropiada... Quizás se han olvidado ya de nuestras caras y podamos intentarlo de nuevo~

    Suspiré ligeramente cuando ella terminó de hablar, de repente insegura de si no habría sido mejor simplemente admitir que yo iba estaba a punto de tener una cita con una chica y ya estaba. Oh, bueno, lo hecho estaba hecho...

    —A mí también me gustan mucho los dulces, Vero-chan —comenté en su dirección, intentando redireccionar la conversación—. Aunque para una cita creo que me gusta más ir al teatro, al museo o ese tipo de cosas.

    —A mí me da igual en tanto acabe en un polvo, to be honest.

    —¡Ali!

    —¿Qué? Es verdad. Es mi parte favorita~

    Bufé con suavidad, negando un par de veces con la cabeza mientras intentaba controlar el ligerísimo rubor que me alcanzó las mejillas. No era que estuviese completamente en desacuerdo con ella, claro, pero decirlo así de pancha y sin ninguna vergüenza...

    —¿Y tú cómo es que conoces a esta salida de aquí, Vero?
     
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    Bruno TDF

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    Copito dio un respingo ante la exclamación de Ri-chan, lo supe al sentir sus garritas clavándose un poco en mi hombro. Pobrecito, se ve que la chica lo pilló con la guardia baja por lo apresurado de su intervención. Por mi parte, me pareció que cortó en seco lo que Ali-chan iba a decir, cosa que no entendí muy bien cuando, se suponía, resultó ser la protagonista de una inminente cita. En cualquier caso, asentí al oír lo de la “agenda apretada” y me quedé mirando a la rubia con una sonrisa picarona, una que parecía decirle “No me extraña”. Ali-chan era muy bella, algo que en más de una ocasión le expresé en voz alta; pero, para mí, su punto más fuerte radicaba en la confianza en sí misma y la libertad de su espíritu, esa sensación me dejaba cada vez que hablaba con ella.

    La mención de Joey me estiró la sonrisa, por el sólo hecho de que ese caballero me caía de lo más bien, y un dejo de ternura se me filtró en la risita que solté, al escuchar la broma de que parecían una pareja de casados. Si debía ser honesta, me costaba imaginar que se entregaran a un matrimonio, pero el detalle no dejó de parecerme adorable. Ali-chan tomó, de mi respuesta, la parte del cine… para decir que la última vez que fueron a uno, estuvieron a punto de echarlos por “conducta inapropiada”. Alcé una ceja en respuesta, sin perder la sonrisa.

    —Pues, si valió la pena, obvio hay que aventurarse a repetir —dije, haciéndole “codo codo, guiño guiño”.

    No hubo pie para una devolución, pues Ri-chan me dijo que también le gustaban los dulces, lo que hizo que, por supuesto, la viera como una inminente amiga, una con mucho potencial. La miré con una sonrisa dulce, valga la redundancia. La muchacha tenía gustos que iban más de la mano con el arte, con eso de los museos y el teatro. Yo no me imaginaba en museos, era seguro que me distraería constantemente con cosas ajenas a alguna exposición. ¡Pero…! El teatro era lo más parecido al cine (¿creo?), creo que no me disgustaría si alguien me invitaba a ver una obra.

    Separé los labios para decirle mis impresiones. Pero me quedé a medio camino porque… Creo que tanto Ri-chan como yo nos giramos rápidamente hacia Ali-chan. Debía reconocerlo, me tomó completamente desprevenida, al escuchar lo del “polvo” simplemente me quedé con ambas cejas alzadas. Ri-chan reaccionó con cierto escándalo, yo en principio no dije nada. Hasta que, finalmente, terminó por hacerme reír cuando se defendió, diciendo que era su parte favorita de las citas. No supe si me hizo gracia tan tremenda muestra de honestidad, la adorable reacción de Ri-chan o la combinación de ambas cosas.

    Oh, girl! Qué cosas dices, tan temprano —suspiré, divertida, ventilándome el rostro con las manos, porque también me alcanzó cierto calor en la zona de las mejillas.

    Mi compañera de clase quiso saber de dónde nos conocíamos Ali-chan y yo. Frente a tal pregunta, no pude menos con sonreír con entusiasmo.

    —Nos conocemos del campamento —conté—. Estuvimos en el mismo grupo durante la prueba de valor, Ali-chan fue nuestra invaluable capitana. Días después la invité a un club de judo que voy a abrir y, desde entonces, hablamos de vez en cuando.

    Miré a Ali-chan con una sonrisa amigable. Creo que la última vez que nos vimos fui cuando le regalé una galletita, ¡y de eso había pasado un buen tiempo ya! Me ponía contenta este encuentro fugaz.

    —¿Vamos entrando? —sugerí— Podemos seguir planeando tu cita en el camino, eh —bromeé, pues porque ya me había quedado claro que tanta falta no hacía, con lo que dijo Ali-chan.

    Por acá cierro con Vero, muchas gracias por recibirla uvu <3
     
    Última edición: 6 Agosto 2024
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    La aparición de Verónica no pudo ser más perfecta para que yo pudiera seguir divirtiéndome a cosa de ella y de Riamu, en serio. Estas cosas hacían cuestionarme si no merecía la pena empezar a portarse bien de vez en cuando, solo para que el karma luego me lo recompensara de alguna manera. Y no, la verdad era que no merecía tanto la pena, pero igual era gracioso planteárselo de vez en cuando, para ver si la intención contaba para el universo o algo.

    Sea como fuere, Riamu me usó de scapegoat delante de la otra chica y, bueno, el asunto me hizo algo de gracia. Quería decir, no tenía ningún problema en que me usase de excusa y no iba a ser yo la que fuese por ahí diciendo que le gustaba una chica si ella no quería, pero igual... a quién le importaba, ¿cierto? ¿Quién no había besado a alguna vez a una amiga suya en una noche medio tonta? No podía ser la única, ¿verdad?

    Asentí con la cabeza cuando Verónica dijo que deberíamos aventurarnos a repetir lo del cine, sin ninguna pizca de vergüenza por lo que acababa de admitir con respecto a eso (que tampoco había sido tan loco como seguro estáis imaginando, cabe aclarar), y después no pude evitar reír con obvia diversión ante el escándalo de ambas por mi desfachatez. Bueno, ¿pero qué pasaba? No me creía ni por un segundo que fuese la única de ahí que pensase así...

    —Ah, el campamento. Yo no pude ir... pero parece que lo que une la prueba de valor nada lo separa ya —comentó Riamu tras recibir la contestación de Verónica, sonriendo con bastante alegría al decir aquello último junto a miradas intercaladas entre ambas.

    Volví a asentir con la cabeza cuando Vero propuse ir entrando, no sin antes dejar salir un suspiro de pesadez que denotaba las pocas ganas que tenía de empezar las clases. Me alejé durante un breve segundo para tirar la colilla a la papelera y, al volver junto a las chicas, posé las manos sobre sus cabezas, sin poder evitar el impulso al verlas de repente tan pequeñitas delante de mí. Fue en ese movimiento que noté el pájaro en el hombro de Verónica, haciendo que me inclinase hasta acabar mirándolo de cerca, con el ceño fruncido; intercalé una mirada entre la chica y el animal, justo antes de levantar el dedo índice para señalar a este último.

    —Tú no puedes entrar. La directora todavía no esta tan cucú como para dejar mascotas dentro.

    No context, just vibes, right?

    otro post (no tan) cortito (lol) para cerrar por aquí uwu muchas gracias a ti por caerme, brunito <3
     
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  14.  
    Gigi Blanche

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    Con el receso perdido decidí ceder y volví a la cafetería, al menos para comer las galletas de Hodges y sentir que de algo había valido la pena. Mi atención permaneció en mayor medida sobre el tipo, contrastando su liviandad y alegría actual con la hostilidad tan sutil que había desprendido hacía cinco minutos. No me gustaba nada, las personas tan hipócritas y versátiles nunca eran buenas noticias. Me importaba bastante poco el desastre que arrastrara con Shimizu, en lo que a mí concernía la existencia de ninguno de los dos era trascendental. Lo ocurrido con Ryouta había sido una mera transacción, un negocio concretado. Su familia me la traía floja. Además, Arata era un viejo amigo de Kohaku.

    Y me quejaba de hipocresía.

    Me quedé en la puerta de la 3-3 esperando a que Kohaku llegara. Lo vi separarse de su amiga en la 3-1 y me sonrió al verme, yo me removí ligeramente. A una parte de mí le escocía su eterno estado de calma y equilibrio, como si no hubiese ofensa en el mundo capaz de morderle la carne. Era una bondad, lo sabía, bendito él y su iluminación, eso no quitaba el conflicto. Daba igual las veces que lo dejara plantado o que me atrasara por el trabajo, daba exactamente igual. Siempre me recibía con la misma sonrisa.

    Era irritante y era un consuelo.

    Me disculpé y le expliqué brevemente que un tipo me había arrastrado a mí y a Hodges a almorzar con él. Kohaku se rió, le restó importancia y volvió a reírse cuando descubrió que ni el nombre del imbécil me sabía, también bromeó con haberle dado mi té a una niña de segundo. No supe si me notó molesto, conflictuado o sólo me vio la cara de siempre, para el caso daba igual. Insistió en que no me preocupara, su tono se suavizó y propuso reprogramar la quedada para otro día. Yo asentí, me sonrió y apoyó una mano en mi espalda, instándome a entrar a la clase.

    Me sentí algo incómodo el resto del día y a la noche acabé escribiéndole, que si quería venir a cenar el miércoles a casa. A partir del jueves siempre se me dificultaba con el Paraja. Él aceptó, como siempre, y no supe si estaba intentando resarcir mi error o insistiendo, necio, en la búsqueda de una señal que jamás encontraba.

    Al llegar a la escuela me desvié hacia el lateral del patio frontal y estaba sacando un cigarro de su paquete cuando noté que Kakeru ya se encontraba ahí, fumando hierba. Sus ojos, entrecerrados, toparon con mi figura y me sonrió al despegarse el porro de los labios. El aroma de la nube blanquecina se me pegó a la nariz y le di al encendedor, activando la mecha.

    —Reunión de inadaptados —bromeó, relajado que daba gusto.

    Lo miré de soslayo y fumé, echando mi peso sobre la pared a su lado. Alcé la vista al cielo, encapotado.

    —Somos una desgracia para la sociedad —convine, sin variar el tono.

    Él se rió y seguimos cada uno a lo suyo.


    los dados have spoken

    ahí quedan los mushashosss
     
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    Bruno TDF

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    La jornada laboral de mi madre iniciaba más tarde el día de hoy, lo que implicó que tuviera traerme a la academia en el horario de mayor concurrencia… Mi tensión fue evidente, antes y durante el trayecto al Sakura, lo que la llevó a preguntarme si estaría bien, cuando bajé del coche. La miré desde la acera... y un estremecimiento asaltó mi cuerpo cuando percibí la cantidad de pasos y de voces cerca de mí, alzándose en medio del fuerte viento que se estrellaba contra mi abrigo rojo, este que tanto me gustaba. Aùn así, asentí en respuesta. Le aseguré que me esforzaría, sin un atisbo de temblor en mi voz. Al ver mi determinación naciente, una sonrisa iluminó el rostro de mi madre antes de que se marchara… Y verla así… Me trajo un poco de tranquilidad.

    Fue el pilar que me sostuvo en mis largos años de soledad y tristeza, pero sufrió muchísimo en el proceso. Ahora que yo hablaba más con la gente y tenía amigos… la notaba relajada. Y muy contenta.

    Al desaparecer su coche en la esquina más próxima, me giré con movimientos dubitativos. Cuando el edificio de la academia se alzó ante mi vista, con sus colores y formas… el rubor tiñó mis mejillas. Me hizo rememorar, nuevamente, el receso que había pasado ayer, bajo la lluvia gris. Esos recuerdos, que aparecían como distorsionados por una cortina de agua, se deslizaron por mis pensamientos durante las clases vespertinas y también cuando estuve en casa. Y ante el edificio de la academia, se manifestaron con mucha más claridad. Me daba mucha vergüenza pensar que había terminado llorando en la sala de arte, abrazada a un chico al que recién estaba conociendo, que también se hallaba deshecho en lágrimas.

    Pero no me arrepentía.

    Cayden me había parecido una buena persona. Me cuidó y fue comprensivo cuando me vio tan terriblemente angustiada, y hasta me habló de sus propios conflictos; sin importarle que fuese una chica a la que veía por primera vez. Mi gratitud hacia él, era inmensa. Por eso, me alegraba haber podido consolarlo, aunque fuese un poco… Y, sobre todo, ser capaz de devolverle su inesperado abrazo. Hasta ese momento, nunca me había dado cuenta de lo mucho que necesité que me abrazaran fuera de casa, cuando debía enfrentarme al mundo y a mí misma. En el abrazo de Cayden me sentí por un momento a salvo, y esperaba que él hubiese experimentado una paz similar.

    Suspiré y agaché la cabeza, para mantener mi rubor fuera de la vista de los demás. La vergüenza sí que era persistente. Avancé unos pocos metros por el patio frontal, sintiendo la muchedumbre en mis cercanías. La tensión corporal fue ganando lentamente… Hasta que me bastó un solo alzamiento de cabeza para reparar en que estaba avanzando en medio de muchas personas y yo… me desprendí de todos. Un poco correteando, me fui a un costado del patio frontal, quedando contra una pared que me sirvió de refugio. Aquí, el viento azotaba con algo menos de intensidad, pues el muro lo cortaba. De todas maneras, debí acomodarme el cuello de mi abrigo rojo y algunos mechones de cabello. Frente a mí, las personas avanzaban, conversando entre sí. Suspiré nuevamente.

    Aferré el asa de mi maletín con ambas manos y simplemente me quedé esperando, con la cabeza baja, a que el patio se despejara.

     
    Última edición: 9 Octubre 2024
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    Zireael

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    —Y esta semana no tenía espacio otros días más que hoy a las ocho y treinta, entonces aquí estoy. Seguro llegaré antes del almuerzo.

    —¿Fuiste sola? —pregunté porque con sus crisis me preocupaba un poco.

    —No-

    —Estoy con ella, tranquila —interrumpió la voz de su hermanastro.

    —¡No husmees mis llamadas, Rick!

    —Ups~

    —Ten buen día, Jez. ¡Cuidado con el viento, apenas se te oye!

    El intercambio y la respuesta de Laila para mí me arracaron una risa, le dije a que me tranquilizaba que estuviese con Richard y que esperaba que le fuese bien en su cita, ella me agradeció y entonces terminé la llamada. Estaba empezando a cruzar el patio frontal y ya el viento me había alborotado el cabello, incluso la bufanda que me había insistido Nani que me pusiera, que era de un tono muy suave de rosado.

    Apresuré el paso con tal de no pasar demasiado tiempo allí, en lo que se quería parecer demasiado a un remolino, y noté la silueta que escapaba el tumulto casi corriendo. La reconocí por el cabello corto y el abrigo rojo.

    Esquivé a algunas personas, me disculpé con una chica a la que casi golpeo con el maletín y avancé hasta el costado del patio donde Beatriz se había escondido, bueno, algo así. La pared cortó parte del viento que soplaba y me pude empezar a acomodar el cabello.

    —Buenos días, cielo —saludé con calma, ya con la sonrisa puesta—. ¿Estás bien? Con este viento da un poco de miedo convertirse en cometa.
     
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    Bruno TDF

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    Aunque la vestimenta me mantenía a buen resguardo, el rigor del clima se hacía sentir en mis piernas y en las hebras de cabello que desparramaba sobre mis mejillas. Esto no me desviaba de la intención de permanecer aquí, a la espera de que hubiese menos gente, porque no deseaba sentir nervios a horas tan tempranas. A raíz de mi incidente del pasillo, del descubrimiento de mis sentimientos y todo lo que aconteció ayer, quería… tener una jornada apacible, ¿tal vez?, donde la constante lucha contra la ansiedad fuese menos encarnizada. Pero por mucho que estaba dispuesta a plantarme entre las corrientes de la ventisca, me cuestioné fugazmente si era correcto esto de forzarme a resistirla. ¿No sería mejor... entrar a la academia? T-tal vez… p-podía servir como otro intento por a-acostumbrarme… a estar con tantas personas.

    Si esa posibilidad acaso existía… no quería tomarla sola.

    Fue por eso que suspiré, solitaria, a un costado del patio. Mis pensamientos se detuvieron en ciertas figuras. Pero… ¿tendría la suerte de que estuviesen llegando en este preciso momento?

    Como si fuese la respuesta a este interrogante, una de esas personas… se acercó a mí. Creí reconocerla a la distancia cuando su cabello, de un blanco igual al de las nubes del cielo, se manifestó en mi visión lateral como un chispazo. Mi corazón se aceleró por la ilusión y alcé la mirada mirada en su dirección. Al confirmar que efectivamente se trataba de Jez… una buena parte de la tensión abandonó mi cuerpo, mis hombros se relajaron.

    Jez me saludó. En ese momento, un poco de la nada, caí en cuenta de cierto detalle: el apelativo cariñoso que usaba, “cielo”, de alguna forma combinaba con mis ojos, ¿tal vez? En todo caso, asentí sutilmente cuando me preguntó si estaba bien, movimiento que se hizo más pronunciado con su broma sobre convertirnos en cometas.

    —Jez… Buen día… —saludé, tímida como siempre, mientras la veía acomodándose las hebras níveas— Hay… Hay mucho viento, sí... Pero con esto… estoy bien —intenté que mi afirmación sonara segura, mientras posaba la mano sobre mi abrigo rojo, en la zona del pecho; no tenía frío, pero sí estaba algo despeinada.

    Seguí mirando a Jez. Su cabello albino se había alborotado bastante, seguramente necesitaría bastante tiempo para acomodarlo, pero ya estaba ocupando las manos en la tarea. Pensé que el tono rosáceo de la bufanda combinaba bien con sus colores, era una prenda que se me hizo bonita. Fue en eso cuando noté que ésta se hallaba algo desacomodada por el viento.

    —Tu… tu bufanda… Se aflojó —señalé.

    Dejé el maletín en el suelo, entre mis tobillos y alcé suavemente mis manos. No fui plenamente consciente de lo que estaba haciendo... hasta las vi frente a mis ojos. Me detuve a medio camino, retrayendo los dedos que ya estaban cerca de la bufanda. Un poco de rubor volvió a ganarme... Aun así, me animé a mirar a Jez a los ojos.

    —Yo… Eeeh… ¿M-me dejas… acomodarla?
     
    Última edición: 10 Octubre 2024
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    Zireael

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    Puede que no fuese la más lista de la camada, pero esta chica era bastante obvia con sus nervios, por lo que notar que había relajado los hombros al verme no me pasó por alto y estiré un poco más la sonrisa. Asintió a mi pregunta, el gesto se acentuó por mi remedo de broma y su saludo bastó para que la sonrisa me entrecerrara los ojos un momento.

    Me dijo que con su abrigo estaba bien, se me ocurrió acomodarle el cabello, pero como estábamos afuera sería un esfuerzo desperdiciado entonces no lo hice y seguí tratando de acomodar el mío, aunque también sabía que no tenía mucho caso hasta que no entrara. Por distraerme en eso su comentario sobre la bufanda me pescó un poco en frío, pretendí mirar la prenda y cuando quise acordar noté sus manos estirarse en mi dirección, pero se quedó a medio camino y pidió permiso.

    Para una persona como ella, ansiosa por naturaleza, una cosa como esa seguro implicaba más neuronas de la cuenta y por eso la intención me dio algo de ternura. Se ruborizó, pero no retrocedió por completo en su aproximación, fue solo eso, una solicitud y asentí suavemente con la cabeza, dando un paso en su dirección para facilitarle la tarea en cuanto distancia.

    —Gracias —le dije tan bajo como me lo permitió el viento, mientras ajustaba la bufanda me dediqué a observar los alrededores y en vez de preguntarle si quería entrar, opté por la otra alternativa—. ¿Quieres que nos quedemos un rato aquí afuera? Las nubes que arrastra el viento son bonitas, ¿no te parece?
     
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    Bruno TDF

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    Así como estaba aprendiendo a recibir expresiones físicas de cariño o contención, algo similar me ocurría cuando era yo la que sacaba las manos de su propio espacio, para extenderlas hacia los demás. Debido a lo retraída y nerviosa que era la mayor parte del tiempo, casi nunca me había animado a tocar a nadie… Era extremadamente raro que algún acercamiento de esa índole viniera de mi parte, esto de ingresar en el espacio ajeno.

    Por esa razón detuve mis dedos cerca de la bufanda de Jez. Al principio me sorprendí por la naturalidad con la que había avanzado, luego me asaltó una oleada de vergüenza, al ser consciente de que no le había preguntado si podía acercarme así. Aunque, en realidad, en el fondo sabía que no era necesario ser tan formal con una amiga… Es sólo que, a veces, era más educada de lo necesario y, por qué negarlo, me había ganado la inseguridad. Apreciaba mucho lo que teníamos ahora, y sólo deseaba hacer las cosas de la mejor manera posible. Ser una buena amiga.

    Jez asintió en respuesta y avanzó un paso para facilitar lo que quería hacer, lo cual me alegró y alivió a partes iguales.

    —C-con… con permiso…

    Avancé un paso yo también, mis dedos alcanzando la rosácea tela de su bufanda. Se sintió mullida y acogedora bajo mi tacto. Con mucho cuidado y una profunda consideración hacia ella, acomodé la prenda hasta asegurarme de que ninguna zona de su cuello quedaba desprotegida. Mientras tanto, las ráfagas de viento cruzaban el patio con insistencia. Algunas hebras del cabello de Jez me rozaron las manos. Eran tan increíblemente blancas y bonitas, que parecían hilos de luz.

    Estaba ajustándole la bufanda con nudo sencillo cuando escuché su pregunta. Elevé el rostro hacia las nubes, dándome unos segundos para meditar lo que le contestaría. Las nubes eran igualmente bonitas, pero el viento inclemente. Miré a Jez y negué suavemente con la cabeza.

    —Entremos —le dije, soltando su bufanda; le eché una última mirada, para asegurarme que estaba bien colocada, antes de seguir hablando:— La verdad es que… no me animaba a ingresar sola… Ha-Hay m-mucha gente aún, pero… si estamos juntas… —entrelacé las manos contra mi pecho, tímida— Estaré bien… Así que… ¿Subimos… a clases?
     
    Última edición: 11 Octubre 2024
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    Gigi Blanche

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    Me quedé contento con haberle dejado mi número al chico y con eso nos retiramos hacia el interior de la Academia. Tener que ir a clases y no poder quedarme conversando con un tío guapo, de veras... Qué injusta era la vida. Resultaba bastante evidente que su relación con Alisha parecía complicada, pero eso a mí no me concernía en lo más mínimo. Cruzamos el patio sin mayor historia y, llegando a los casilleros, reconocí a Kakeru junto a Shinomiya a cierta distancia. ¿Qué... hacían juntos? Aminoré el ritmo sin darme cuenta y la voz de Welsh me alcanzó desde otra dirección, forzándome a volver a la realidad.

    ¿"Algo más"? Parpadeé, espabilándome, y alcancé a pillarla del brazo. Fue algo repentino viniendo de mí, o al menos yo lo sentí así, y la jalé suavemente hacia atrás.

    —¿Tanta prisa por ir a clases~? —canturreé, disimulando mi reacción y el mal trago al fondo de la garganta.

    Cuando la tuve más cerca, deslicé la mano hasta su muñeca y de allí la redirigí al costado del edificio, donde solía fumar a escondidas. Le fui diciendo tonterías de que no me había acabado el porro y que ahora debía acompañarme en compensación por haberle echado una mano ahí afuera.

    —¿Qué onda? ¿Es tu ex o algo así? —indagué, soltándola y recostando mi peso contra la pared.

    Saqué el porro de mi bolsillo, lo sostuve entre mis labios y me palmeé la ropa, montándome el teatro de no encontrar mi encendedor. Agarré el cigarro entre dos de mis dedos.

    —Ah, rayos, debe haberme quedado en el otro pantalón —me lamenté en voz alta y miré a Alisha, muy sonriente.

    La intención era más que clara, ¿verdad?
     
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