Exterior Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    En algún punto del receso de ayer Sasha me había contestado los mensajes, habia hablado con la otra chica del grupo y querían entrevistar al papá policía. La cosa era casi hilarante, pero no tenía ninguno problema con ello así que antes de subir a clase de nuevo le escribí.

    Oh, the police officer, nice
    Me parece bien, claro!


    Tora me reclamó que podría haberle dicho en el salón o no sé qué, pero en el momento no se me ocurrió así que ni modo. Por demás el día fluyó sin sobresaltos, no sobresaltos que conociéramos quería decir, y la noche transcurrió de la misma manera.

    A la mañana siguiente pretendí pasar por Tora para ir a la estación, pero el cabrón se había quedado dormido y su madre me dijo que mejor me fuese yo solo o acabaría llegando tarde por culpa del otro idiota, bueno, lo dijo con otras palabras. Le hice caso y me fui, así que cuando llegué a la academia lo hice solo. Tan siquiera me sentía bien, así que ni tan mal.

    Sasha había dicho que había hablado con Ilana, ¿Ilana? La chica debía ser de los otros salones, quizás podría buscarla en el receso solo para hablar directo con ella y disculparme también por la desaparición, que esta salud de papel no me ayudaba ni un poco.

    Bruno TDF ahí te dejo a Ro uwu
     
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    Gigi Blanche

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    El clima seguía portándose bastante bien, fue una idea que barajé en el tren mientras observaba el cielo, estático, sobre el borrón en movimiento de los edificios. Lo prefería a que hiciera muchísimo calor o que lloviera a cántaros, pero en definitiva me daba un poco igual. Caminando hasta las puertas de la escuela saqué la barrita de cereal que había pillado de la cocina y la mordisqueé sin muchas ganas; sabía a manzana verde, de hecho me pareció identificar que traía trocitos deshidratados.

    En lo que atravesaba el patio reconocí a Manson, nuestra compañera del proyecto, recostada contra la pared. Podría haberlo postergado aún más, la tentación casi me ganó la pulseada, pero le había prometido a Kenneth que hablaría con ella y quizá fuera un desastre conmigo mismo, pero la presión social funcionaba bastante bien para forzarme a mover el culo. La idea de decepcionar a otra persona o convertirme en un lastre me perseguía como una bestia ansiosa, una que ya había probado mi sangre.

    Y no quería que volviera a tumbarme.

    Lo sabía, sabía que tendía a albergar pensamientos sumamente oscuros, pero ya no creía ser capaz de librarme de ellos; sólo me quedaba aprender a sobrevivirlos. Además, era bastante bueno encerrándolos en la habitación del fondo apenas había ojos presentes. Me acerqué a Katherin, entonces, caminé con calma hasta detenerme frente a ella y ya desde el momento que notó mi presencia le concedí una sonrisa serena.

    —Hola —murmuré—. Manson-san, ¿verdad? Nos tocó en el mismo grupo para el proyecto.

    Repasé ligeramente la bebida que estaba tomando y volví a sus ojos. Quizá no le apeteciera hablar con nadie ahora, así que por las dudas agregué:

    —¿Te molestaría hablar sobre eso ahora?
     
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    Me dispuse a leer los ingredientes que traía la bebida de manera distraída, porque no era una genia de este tipo de cosas, entendía lo mínimo pero mientras me animaba a subir... Era cuestión de recobrar energía al menos para una parte del día, como fuese, la sombra de alguien disolvió el sol que daba a mis zapatos, por lo que elevé la mirada.

    Era un chico de mi clase, me sonrió y aguardé para saber por qué se me habría acercado luego de asentir sobre lo de mi apellido, fue entonces que me recordó el proyecto, me llevé la lata fría a la mejilla y suspiré, avergonzada.

    —Lo lamento, lo olvidé por completo. Dios... Que pena contigo —no tenía mapeado los integrantes ni mucho menos, pero tampoco quería ser tachada de irresponsable, solo se me había pasado con tanto desgaste físico.

    Negué pronto con la cabeza en lo que me preguntó si me molestaba hablar de eso.

    —Es una entrevista, ¿verdad? —me cercioré para saber sino estaba tan perdida, regresando la lata a mi costado—. ¿Ya tienen a alguien de casualidad? Sería un alivio de ser el caso.
     
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    Bruno TDF

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    Me hallaba cerca de la entrada del patio frontal, apartada del flujo de estudiantes que lo atravesaba. Al abrigo de una sombra que se volcaba sobre la pared en la que me había postrado, mantenía los ojos clavados en la punta de mis pies, mientras sentía las voces que se desplegaban enfrente. Murmullos suaves, exclamaciones lejanas y… las risas. Éstas últimas calaban profundo, siempre. Porque no sabía si envidiar la facilidad con la que se soltaban, como globos de colores que se perdían en el cielo… o asumir que estaban dirigidas a mí, una chica bajita, poco atractiva y de aspecto débil, que se encogía en el rincón más sombrío del patio. Temía alzar la mirada con demasiada constancia, por miedo a descubrir que mis suposiciones eran reales, o peor: hacer contacto visual con un completo desconocido. Y sin embargo, incluso cuando estos temores me atenazaban el corazón, aún sabiendo que podría lastimarme al menor tropiezo, alzaba la cabeza de vez en cuando. Para enfrentar, aunque fuese por unos pocos segundos, este vasto mundo del que era parte.

    Porque podía tener aspecto débil, pero no lo era… ¿ta vez?

    Si terminé en esta situación, fue porque mi madre debió ingresar más tarde a su trabajo. Era ella quien me dejaba en las puertas de la academia Sakura antes de continuar su trayecto en el coche, ya que la institución quedaba a medio camino de su oficina. Por lo general, yo llegaba una hora antes que el resto de los estudiantes, por lo que podía permitirme la rutina de cambiarme los zapatos y subir a mi salón sin el agobiante aforo de personas. Hoy, las circunstancias eran diferentes. Aunque no se debía únicamente al hecho de haber llegado a la par de los demás.

    Estaba más centrada en detectar a Rowan, por lo que mi ansiedad social se hallaba en un plano secundario.

    No volví a verlo desde el almuerzo con los hermanos Thornton. Desde que me presentó como… su amiga. El sólo recuerdo aceleró los latidos de mi corazón, que tuvieron el curioso efecto de relajar mi postura, aligerar la leve tensión de mis músculos. Debí sacudir la cabeza para evadir algunos pensamientos intrusivos que buscaron darle al hecho un peso agobiante y, en su lugar, volví a centrarme en mi objetivo de dar con él. Seguía un poco preocupada por su estado de salud, a pesar de los días transcurridos, y necesitaba corroborar con mis propios ojos su bienestar, a sabiendas de que él buscaría hacer que no me preocupara (una tarea destinada a fracasar, conociéndome).

    Fue en uno de estos alzamientos de mirada, en mi pequeño arranque de valentía, que logré reconocer su perfil, además del color de su cabello. Diversos sentimientos se mezclaron en mi pecho, como una cascada que lo hacía vibrar. Alivio, por tenerlo a mi alcance. El eterno miedo de meter la pata. Los nervios habituales. Y… algo más. Una chispa que destelló en algún rincón de mí. Diminuta, desconocida… pero muy luminosa.

    Alegría.

    Inspiré largamente, aferré con firmeza el asa del maletín y, tras hacer un rápido repaso del espacio que me separaba de Rowan, atravesé el patio con ritmo ligeramente acelerado. Con los ojos siempre clavados en mis pies, pero valiéndome de mi habilidad de esquivar a las personas sin mirarlas del todo. No hizo falta, por lo que la figura de Rowan no tardó en aparecer en mi visión lateral.

    —Ro-senpai… —dije con la voz tenue, mientras alzaba la mirada hacia él— Bu… Buenos días…

    No supe si tuve la intención de sonreírle. De haber existido, tampoco lo habría logrado. Porque ahora que me había entremezclado con los demás, la tensión buscó reptar en cada fibra de mi cuerpo. En su lugar y contra mi voluntad, terminé mostrando mi habitual expresión de timidez e inseguridad, una a la que Rowan de seguro ya se había acostumbrado.

    Por lo menos… su cercanía impidió que la tensión pasara a mayores. Había adquirido el poder de aliviar los giros de mi remolino interior… Algo de lo que no me di cuenta en ese momento.
     
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    La vi llevarse la lata a la mejilla, que asumí estaría fría, y su suspiro me anticipó lo que diría. Parecía ligeramente avergonzada por haber olvidado el asunto e intenté dedicarle una sonrisa tranquilizadora cerrando los ojos un breve instante.

    —No te preocupes —murmuré con honestidad y pensé que bromeando quizá se le pasara aquella sensación—. Iba a hablarte de todos modos, así que estabas destinada a recordarlo.

    No me apetecía ni interesaba pensar nada particular de ella por un desliz como este, de por sí Kenneth y yo tampoco llevábamos una semana preocupándonos por el asunto. Accedió a hablar del proyecto, con eso me relajé un poco más y asentí en cuanto preguntó si se trataba de una entrevista.

    —Ayer hablamos con Thornton-kun, que va a la 3-3. Él dijo que sus padres pueden ayudarnos, su mamá es escritora y su papá... —Fruncí el ceño, parpadeando con ligera confusión, hasta que lo recordé—. Ah, dijo que era investigador, aunque no especificó en qué, ahora que lo pienso...

    La conversación había tomado un giro abrupto e inesperado con la intervención de Morgan, y de ahí mi memoria se licuó. En cualquier caso, una vez le transmití la información volví a sonreírle con calma.

    —¿Sientes inclinación por alguno de los dos, Manson-san?
     
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    Zireael

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    No me molesté mucho en reparar en mis alrededores, que eran las ocho de la mañana y prefería estar durmiendo, así que no noté a Beatriz cerca del portón ni por asomo. Encima, sin ofender, la niña era bastante pequeñita y con su personalidad de animalito eternamente nervioso pasaba un poco desapercibida, quería decir, en comparación a otras chicas que también venía en tamaño corcho.

    Seguí andando sin prisa hasta que de repente la silueta pequeña apareció por uno de mis costados haciendo que disminuyera la velocidad a conciencia, Bea me saludó con la voz dubitativa de siempre, pero alzó a mirarme y me dio los buenos días. Era una pequeñez seguramente, quería decir, visto de fuera, pero que se me acercara me alegró genuinamente y la sonrisa que me alcanzó el rostro me entrecerró los ojos.

    —Buenos días, Bea —contesté con algo de emoción colado en la voz.

    Ella tuvo la expresión tímida de casi siempre, yo no le llevé el apunte para no hacerla sentir más incómoda y de repente fui un poco más consciente del espacio. A esta chica esto de llegar a clases con el resto de gente no podía hacerle mucha gracia, no viendo que apenas podía medio lidiar con tres personas en el mismo espacio, como cuando almorzamos con Kenneth y su hermana, así que ni modo.

    Suspiré, me acerqué apenas un poco más a ella aunque sin invadirle el espacio en todas las de la ley y aunque sonara a que me daba grandes aires quise pensar que al menos conmigo no se sintiera tan tensa como con el resto de mortales. Un poco venía de mi experiencia con Tora, desde que acordamos ser amigos y mentí por él comencé a darme cuenta de que era menos brusco conmigo que con los demás, si proyectábamos la idea podíamos decir que Bea tal vez no sintiera la misma cantidad de nervios conmigo que con el resto del mundo.

    —¿Cómo estás? —le pregunté echándole un vistazo, todavía con la sonrisa puesta en el rostro.
     
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    Insane

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    Ante su comentario solté el aire con tono jocoso por la nariz, me hizo pensar en una libreta de recordatorio, que no sonaba a una mala idea por implementar, pero evidentemente logró disolver la ligera culpa que había sentido. Sin embargo en lo que me hablaba no pude evitar rebuscar en mi cabeza su nombre o apellido, lo tenía en la punta de la lengua pero no lograba aún encontrarlo y no se lo preguntaría directamente con lo amable que estaba siendo.

    Por otra parte, parecía que los integrantes ya había logrado una conversación, residían en los padres de uno de ellos, la mamá escritora y el padre investigador, me imaginé por ahí derecho que su hijo sería un chico muy letrado con los ejemplos que tenía como referentes.

    —¿Una opinión? —tanteé al no creerme con el derecho de tenerla, pestañeé con suavidad esperando su afirmación para continuar—: me gustan los libros, aunque casi no cuento con tiempo para leerlos, pero creería que por eso me interesaría mucho entrevistar a la madre de... —conecté con el apellido que habían mencionado— Thornton-kun.

    Aún me sabía extraño los honoríficos japoneses, pero debía respetar la cultura. Desvié las pupilas por el espacio en lo que los estudiantes comenzaban a llegar, meneando la lata en lo que regresaba mi atención visual a sus facciones.

    —¿Han acordado un día o un lugar para llevarlo a cabo?
     
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    Bruno TDF

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    Seguía sin comprender los motivos por los que mi sola presencia le provocaba tanta alegría, tal vez porque mi baja autoestima me arrastraba a desvalorizarme en muchos aspectos. La sonrisa con la que Rowan me recibió en esta ocasión... tampoco estuvo exenta de esa energía tan vivaz, que a nadie permitía cuestionar su sinceridad. Me seguía impresionando la idea de yo provocaba algo de semejante magnitud, ha-hasta diría que un poco me abrumaba, ¿tal vez…? Y, al mismo tiempo, me provocaba una calidez acogedora. Aunque no pude devolverle esa sonrisa, sí pude recibirla con más soltura que en nuestros anteriores encuentros, sin incomodarme. Quise pensar que estaba acostumbrándome.

    Después de que me devolvió el saludo, caminé a su lado con la cabeza ligeramente gacha. Mi mirada esta vez no se derrumbó hacia mis pies, se podría decir que había quedado suspendida en un punto intermedio. Parte de mi consciencia se había depositado en la proximidad de las voces a nuestro alrededor, podía sentir la presencia inevitablemente cercana del resto de los estudiantes. Mis hombros se habían contraído ligeramente. Si mi cabeza no se hundió entre los mismos fue gracias a que Rowan estaba conmigo; como si poseyera un aura invisible que ponía a raya mis nervios; lastimosamente, era difícil asegurar que les ganaba, aunque… lograba impedir que éstos me abrumasen.

    Él pareció darse cuenta de esto y… No… Mejor dicho… Él ya me conocía. Le había confiado los frágiles fragmentos de mi persona en el invernadero, en los casilleros y en la sala de arte, me había abierto más de lo que creía y, justo por eso, Rowan entendió lo que me pasaba al estar rodeada por la gente. Fue entonces que, cuando se acercó apenas en mi dirección, no me sorprendió tanto como cabría de esperar. Me tensé, sí, porque yo era así y había rasgos de mi personalidad que necesitaban un largo proceso para ser cambiados. P-pero, la tensión no fue duradera. Alcé la cabeza hacia su rostro, con los labios ligeramente apretados… y asentí.

    “Gracias”, decían mis ojos.

    Entendí en ese momento que la comunicación no era únicamente una acción compuesta de palabras. En el movimiento de Rowan para protegerme, así como en lo que mi mirada transmitía, también nos decíamos algo. El silencio… no tenía por qué ser malo. No siempre, ¿tal vez?

    —E-Estuve bien… creo —respondí, rematando con la superflua duda—. Eeeh… El fin de semana… Yo sólo… Sólo estuve estudiando. No hice otra cosa… además de jugar a la consola —agaché ligeramente la cabeza, avergonzada; s-se suponía que las chicas de mi edad realizábamos más actividades, ¿tal vez?, por lo que temí que mi respuesta pecara de poco interesante— Y e-el lunes hablé con una compañera de mi clase... P-por el proyecto.

    Me ruboricé el recordar la escena. Hice el amague de cubrirme parte del rostro con una mano para que Rowan no me viese. Pero me atajé a medio camino y dejé escapar un ligero suspiro, resignada: no tenía sentido, él conocía más mi piel ruborizada que mi tono normal. Fue por esto mismo, mi sonrojo, que Satoko había llegado a pensar que estaba enferma, ¡ha-ha-hasta se ofreció a llevarme a la enfermería! El hecho seguía avergonzándome demasiado.

    —¿Y tú… Ro-senpai? —dije, desviando la conversación con y sin intención; recorrí su rostro con la mirada, con más detenimiento de la cuenta— ¿Te has recuperado bien? ¿Hay algo que necesites?
     
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    Gigi Blanche

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    Veía totalmente razonable la idea de consultar la opinión de todos los miembros del grupo, o al menos los más que pudiéramos, y al ver que ella buscaba confirmación me pregunté por qué parecía haberle sorprendido. ¿Quizás era porque había olvidado el proyecto y le apenaba participar? ¿O creería que no le correspondía? En cualquier caso asentí con simpleza y se inclinó por la madre de Kenneth, detalle que me ensanchó la sonrisa con una pizca de diversión. Sólo había recordado el lío de ayer provocado por esta misma información.

    —Suena bien —convine—. Además, la idea de entrevistar a un investigador me resulta... ¿un poco intimidante?

    Otra vez, ni siquiera conocía su campo de estudio, pero fuera cual fuera sonaba más complejo. Noté que ella desvió su atención, en cualquier caso, y aguardé en silencio hasta que regresó a mí.

    —No, no, primero queríamos hablar con los demás. O sea, contigo. —Sonreí con un poco más de ganas, evidenciando la broma, y luego volví a relajar la expresión—. ¿Tienes alguna preferencia? ¿O hay algún día que estés muy ocupada?

    No conocía los motivos, quizá fuera por trabajo, pero no parecía contar con una gran disponibilidad horaria y, en ese caso, era importante coordinarnos bien. Ella acababa de decir que no tenía tiempo de leer, después de todo, también estaba su olvido del proyecto y la bebida energizante. Podían ser hechos aislados, claro, podía ser que en el fondo no le interesara mucho la escuela y que las isotónicas le gustaran por el sabor, pero también podía ser que fueran indicios relacionados entre sí.

    En cualquier caso, preguntar no mataría a nadie.
     
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    Zireael

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    Ella no entendía por qué me alegraba tanto verla y yo sinceramente no le ponía mucho pensamiento al asunto, me gustaba hablar con los demás, hacer amigos y ya. En vistas de que mi mundo a veces se reducía a medicamentos para adormecerme el sistema nervioso, las paredes de mi habitación o el hospital puede que los demás fuesen mi único puente conector con el mundo, por eso Torahiko existía como una extensión de mí mismo. Al quedarme entre cuatro paredes al menos luego tenía a quiénes enviarles mensajes y que me pasaran fotos de cómo se veía el sol o las nubes ese día.

    Como un maldito privado de libertad.

    Bea siguió caminando a mi lado luego de habernos saludado, no arrojó la mirada al suelo y quise pensar que eso era un avance en alguna dirección, aunque vete a saber en cuál. Igual la niña estaba a un colapso nervioso de, no sé, meter la cabeza en la tierra como los avestruces en los dibujos animados y entre eso y lo que ya venía viendo de ella fue que busqué acercarme. No que yo pudiera hablar mucho al respecto, pero sabía que había personas que actuaban como amuletos sobre maldiciones que parecíamos poseer de nacimiento. Era pretencioso, pero al menos de momento podía ser el de Bea para que no se muriera en medio patio.

    Ella alzó el rostro, así que recibí sus ojos y leí en ellos el agradecimiento silencioso que me estaba dando. No dije nada, solo suavicé la sonrisa y continué caminando a su ritmo, conservando la distancia que había recortado en su dirección. Tampoco era la mejor persona para decirlo, viendo que hablaba hasta por las orejas, pero el silencio no era malo. Bea podía aprender eso todavía.

    Atendí a su respuesta, un fin de semana simple y esperable para una chica con su personalidad y su edad. También mencionó el proyecto, lo que supuse también debía ser un foco de tensión para ella al obligarla a lidiar con otras personas que no conocía, eso y que ponerle de proyecto a Beatriz una entrevista era casi diabólico.

    —¿De verdad? ¿Y cómo te fue? —pregunté sobre lo de haber hablado con su compañera.

    Era más un "¿Qué tal te sentiste al hablarle?", pero me pareció que formularlo de esa manera era invasivo que te cagas así que lancé una pregunta más general por el bien su sanidad mental. No detallé su sonrojo, si la pobre se echaba media vida como un tomate maduro, y aunque su pregunta fue un deflect de puta madre lo que volvió a llamarme la atención fue que no había tartamudeado.

    Seguía preocupada, ¿no? Solo eso había tenido el poder para neutralizar su eterna ansiedad.

    No respondí de inmediato, mantuve la vista al frente y sonreí en algo que fue una mezcla de ternura y resignación. No había querido angustiarla, a ella o a nadie, pero a veces era inevitable y pretender ignorarlo era necio de parte de cualquiera.

    —Ya estoy bien, me siento mejor y no necesito nada, Bea, gracias por preguntar. Ya hiciste bastante al invitarme a la bebida el otro día y al acompañarme —contesté para de paso agradecerle sus cuidados de cuando llegué medio muerto. Dudé, no supe si debía decirlo o no, pero al final la intención fue más fuerte que yo mismo—. Hablaste sin cortarte, ahora y ese día. Lo hiciste cuando viste que me sentía mal y notarlo me alegró, fue como conocer a otra Bea.
     
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    Insane

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    Comentó que la otra opción de igual manera le parecía intimidante, lo cual no había pensado en realidad pero ahora que lo mencionaba sí. Es decir, una persona que tuviese algún vínculo directo con la ley de por sí podía resultar intimidante, debían vivir muchas cosas que a esta edad no podría imaginar así que sin darme cuenta me había inclinado también por lo más cómodo, un acierto entre el olvido.

    Se me escapó una risa ligera cuando mencionó lo de hablar con los integrantes del grupo, y bueno, era yo la que faltaba. Bebí otro sorbo entre tanto, solía ser un poco dispersa cuando estaba cansada, por lo que logicamente tampoco había pensado en mi horario.

    —Ahora que lo dices, si es en la escuela sería perfecto —ladeé ligeramente el rostro, el cabello me siguió el movimiento—. Suelo trabajar luego de clases, y luego, más trabajo, ensayos, y los deberes diarios —terminé casi quejándome, a lo que meneé la mano con la lata a la altura de mi pecho, tratando de restarle importancia a lo que estaba diciendo—. Pero yo puedo ajustarme en caso de que ustedes no puedan en medio de la jornada escolar.

    Fue entonces que al repasar sus facciones y deparara en sus ojos recordé su apellido.

    >>Fujiwara-kun —murmuré tragándome el tinte orgulloso para que no se enterara de que acababa ubicarlo.
     
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    Bruno TDF

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    Su sonrisa se tiñó de suavidad ante el agradecimiento que esbocé, silenciosa. Mi corazón dio un pequeño brinco en cuanto la noté, luego de lo cual dio inicio una nueva aceleración de mis latidos. La sensación fue más cercana a la de una vibración cosquilleante, porque… Existía todo un mundo de interpretaciones que Rowan podía sacar a partir de mi mirada, cabía la posibilidad de que hubiese tomado una incorrecta, que su pensamiento se fuera por un derrotero que no pretendía. Pero descreí de todo esto y, en cambio, abracé la opción más positiva: que me había entendido. Que acabamos de entablar otro tipo de intercambio, que era pequeño, pero con mucho significado para una persona con mis dificultades. Me embargó una mezcla de emoción y entusiasmo con la que no supe qué hacer, aunque no tardó en enterrarse debajo de mis nervios y de la ansiedad social de siempre.

    Pero allí permaneció, vibrando en algún rincón de la oscuridad, junto a pequeñas chispas que aguardaban por saltar.

    Así los hechos, a Rowan le llamó la atención lo del proyecto escolar, así me lo dio a entender la pregunta que hizo, mientras yo trataba de controlar el sonrojo que había querido cubrir con mi mano.

    —Me fue… bien, ¿tal vez? —respondí, distraída con mis índices sobre el asa del maletín, con los que había empezado a juguetear para distraerme de la multitud— S-se llama Satoko… Me pareció amable y… algo… Eeeh… ¿Enérgica, tal vez? Yo… Bueno… E-estaba nerviosa, me costó un poco hablarle. Pero… acordamos entrevistar a su padre, que es contable.

    Luego de esta contestación, aún con el calor concentrándose en mis mejillas, pregunté por él. Al detallar su rostro, busqué ojeras, notar si sus ojos se veían ardorosos o… lo que fuese. Nuevamente, al olvidarme de mis propios problemas para concentrarme en los suyos, salió a relucir una faceta que era mía, pero que no reconocía como parte de mí, al punto de que parecía desprovista de existencia. Una vez más, mi voz fluyó sin titubeos ni pausas, sin que me diera cuenta.

    Rowan respondió con la clara intención de tranquilizarme, objetivo que de hecho consiguió. Mi aliento emergió en una lenta exhalación mientras le oía agradecer por la bebida que le compré y por mi compañía. Me sentí ligeramente más liviana. A causa de que se me olvidó pedir su móvil para estar en contacto, debí lidiar unos cuántos días con la incomunicación y la falta de certeza sobre su salud. Pero ahora, por lo menos, corroboré con mis propios ojos que se había recuperado, y en sus palabras no percibí evasiones.

    Lo que no esperé fue que… Rowan destacase mi hablar. Apuntó que lo había hecho sin trastabillar, tanto aquí como el día de los casilleros. En mis ojos se vislumbró una cuota de sorpresa y el sonrojo, que hasta el momento había cedido, retornó en cuanto le escuchè decir lo de la “otra Bea”. Me llevé las yemas de los dedos a los labios, incrédula.

    —¿D-de verdad? —musité, con la mirada perdida en una dirección indeterminada el suelo— ¿No… no me vi rara?

    De pronto, sacudí ligeramente la cabeza. La energía del movimiento no fue violenta, pero bastó para hacer danzar los extremos de mi cabello. Pensé que aquello no tenía nada de raro, que mi pregunta fue un sinsentido y sólo respondió a mi carácter inseguro. E-es más, hablar con fluidez era lo que más deseaba lograr, que formara parte de mi naturaleza, y por eso… era bueno que Rowan me lo señalara, ¿tal vez? Y aún tratándose de un deseo, no dejaba de ser sorprendente d.

    Suspiré, aparté pensamientos intrusivos… e hice contacto visual con Rowan. Permanecí en sus ojos, no sin dificultad.

    —A mí me alegra… que te encuentres mejor —le dije, sincera—. S-sé que no querías que me preocupara, pero… no pude evitarlo. Perdón —apreté los labios; hubo un amague de agachar la cabeza, lo que al final no sucedió, y lo seguí mirando—. Para mí es importante que estés bien, Ro-senpai. Así que hazme saber si vuelve a pasarte algo… Por favor…

    Saqué, entonces, el móvil de un bolsillo de mi falda. Las puertas de la academia estaban próximas, pronto el espacio se reduciría y la cercanía con la gente se volvería implacable. Pero en ese momento no me centré en eso, sino en Rowan. Para mí era importante que estuviese bien. Él era importante.

    Mi… amigo.

    —¿Podemos… pasarnos números?
     
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    Gigi Blanche

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    Como había anticipado, la chica parecía estar terriblemente ocupada. Mencionó la escuela, el trabajo, más trabajo y unos ensayos, y sonreí soltando el aire por la nariz, como simpatizando con ella.

    —Suena bastante pesado —murmuré, me dio pereza sólo de pensar tener semejante rutina y asentí—. Probablemente la escuela sea lo que nos quede más cómodo a los tres, con lo grande que es Tokyo. Luego hablaré con Thornton-kun para definir eso, ¿cualquier receso te quedaría bien? ¿O prefieres alguno específico?

    El hecho de que me nombrara directamente me pilló un poco desprevenido, parpadeé y el relámpago de sorpresa duró apenas un segundo en mi semblante. Mi sonrisa se ensanchó después y asentí, cerrando los ojos un momento. ¿Era que acababa de recordarlo? No la culparía por no tenerme registrado en el mapa, no destacaba por ningún motivo en la clase. En cualquier caso, una parte de mí se alegró de que supiera mi nombre.

    —Fujiwara, Kakeru —me presenté—. Puedes llamarme como te apetezca, Manson-san.
     
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    Insane

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    El muchacho era lo más de agradable, algo que me tomó por sorpresa para ser sincera. Estaba tan acostumbrada a la gente grosera, antipática o con aires de superioridad que encontrar alguien tan dulce me contagió de seguir fluyendo en lo que sentía algo de ternura. Me preguntó entonces si prefería algún receso en especial, a lo que negué, al menos en esa parte si podía ser flexible, lo que me aliviaba. Me era más fácil ajustar o cambiar horarios con Alek que con el resto de responsabilidades.

    —Ah, no, en eso si puede ser cualquier receso.

    Fujiwara parpadeó, la sorpresa chispeó por un instante en sus facciones y apreté los labios en lo que se me escapaba una risa, sintiendo que el color me subía a las mejillas. Me permití sentir la vergüenza con algo de gracia, porque me había pillado, y bueno, no tenía manera de ocultarlo. Además, me había recordado su nombre completo por ahí derecho. Ay Kathe.

    —Me la voy a pasar diciendo en esta conversación: que vergüenza contigo —volví a reírme con ligereza, para ya luego paladear el nombre; prometía no olvidarlo de nuevo, claro—. Kakeru, puedes decirme Kathe con confianza. ¿Te molesta si aparto el honorífico o ya muy confianzudo de mi parte?
     
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    Zireael

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    Podía ser ingenuo de mi parte, pero no me creía capaz de pescar malas interpretaciones en las reacciones de Beatriz incluso si era perfectamente posible, no parecía la clase de persona que pretendía enviar mensajes groseros o indiferentes con sus ademanes. Podía venir de mi insistencia, lo reconocía, pero elegía pensar que el hecho de que siguiera hablándome y me permitiera conocerla venía de una resistencia propia, fuese consciente de ella o no. Katrina podía referirse a ello como rebeldía, hasta insurrección, y tal vez llevara algo de razón.

    Incluso si lo que estaba haciendo era levantarse contra su propio monstruo.

    Me contestó que le había ido bien, con todo y su duda de siempre, me dijo que la niña se llamaba Satoko, que le parecía amable y enérgica, lo que me sacó una risa baja. También admitió que por los nervios le había costado un poco hablarle, lo de siempre, y yo fui asintiendo para que supiera que la oía incluso si no estaba mirándome.

    —Pero pudiste conversar con ella a pesar de todo. Eso está muy bien.

    Luego estuvo su pregunta por mi salud, le contesté y como esta vez genuinamente estaba bien, supuse que logré calmar aunque fuese algo de su preocupación, al menos esa sensación tuve cuando la escuché soltar el aire. Cuando le señalé que no había tartamudeado le quiso dar un colapso, el sonrojo le regresó con fuerzas renovadas y sus preguntas me hicieron gracia, pero no me reí para no darle ideas equivocadas.

    —De verdad —afirmé sin mucha dificultad y elegí no contestar el si no se había visto rara.

    Era posible, que por lo de la resistencia que había pensado antes, Bea de hecho aspirara a estas cosas, a caminar entre las personas, hablar sin trabarse y solo existir en el mundo sin que pareciera una main quest de tres horas con un boss del Sekiro en medio. De ahí que señalar si era raro o no, no cumpliera en realidad ninguna función.

    —No tienes que disculparte. Se supone que uno se preocupa por sus amigos, ¿o no? —resolví como si la cosa fuese una obviedad.

    Quería decirle también cómo eran las cosas, lo crónico de mi estado de salud, pero de momento asentí a lo de contarle si algo volvía a pasarme y cuando preguntó lo de pasarnos números escarbé en el bolsillo para sacar el móvil. Lo desbloqueé, abrí el teclado y se lo alcancé para que pudiera agendarse, así podría enviarle un mensaje y a ella le quedaría mi número. Fue en ese espacio que opté por el sincericidio.

    —Volverá a pasar porque llevaba pasando ya años. Me verás cansado, con dolor o no me verás en lo absoluto —expliqué con calma, despacio, de forma que no sonó tan alarmista como podría haberlo hecho—. Las señales de dolor que manda mi cuerpo no funcionan como deberían, para hacer el cuento corto, así que a veces me duele hasta el pelo. Creo que debes saberlo, no dejará de preocuparte, pero al menos deja de ser tan abstracto.
     
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    Gigi Blanche

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    Asentí con simpleza, armando una suerte de lista mental para proceder con este asunto del proyecto. Si cualquier receso se le acomodaba nos daba un margen bastante decente para organizar la cuestión, sólo quedaba hablar con Kenneth y quizá pedirle algo de información más concreta sobre su madre, para hacerle preguntas acorde y no las típicas de manual. De un momento al otro pensé que había acabado involucrándome más de lo que había anticipado, incluso más de lo que me había creído capaz, y eso me alivió un poco.

    En absoluto había pretendido volver a avergonzarla dándole mi nombre completo, pero el resultado acabó siendo ese y, al verla reírse, recordé esta cuestión de los buenos y los malos bochornos. ¿Suponía que... no le había molestado? O que, al menos, no se había molestado conmigo. Mantuve mi atención puesta en su rostro, buscando cualquier rastro que me diera la respuesta, y al final supuse que no era grave. Pensé en disculparme, pero en un chispazo de sabiduría recordé que no siempre era la mejor opción. No quería convertir el asunto en un drama que no era ni darle lástima.

    —Sólo hago mi trabajo —bromeé con una sonrisa liviana, como si efectivamente me hubiese convertido en su libreta de recordatorios, y meneé la cabeza con calma respecto a su pregunta—. No me molesta, no te preocupes. Debe ser un incordio para los extranjeros todo el rollo del apellido primero, los honoríficos y demás.

    O al menos de eso se había quejado Anna hasta el hartazgo, incluso teniendo a su mamá japonesa. Este país era muy rígido con todo lo ligado a la comunicación, las jerarquías y las exigencias de respeto, pero al menos a mí, personalmente, esas cosas no me importaban mucho. Ella, por otro lado, me había extendido la posibilidad de llamarla con un apodo específico, pero así como las etiquetas me daban igual iba muy a mi bola con el tema de las designaciones.

    Suponía que el asunto del proyecto ya estaba zanjado y ella seguía con su bebida. Giré el rostro, echando un vistazo al flujo de estudiantes, y utilicé esos segundos para decidirme. No quería incordiarla ni ponerla en la obligación de aceptar, pero tampoco quería sonar... ¿muy frío?

    —Quizá debamos ir subiendo —comenté al aire, tranquilo, como si no me hubiese significado un duelo mental elegir un plan de acción, y volví a mirarla para concederle una sonrisa—. ¿Vienes?
     
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    Insane

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    Respondió que no le molestaba, aquello me dió algo de alivio y satisfacción. Mi mañana había pasado de sentirme agobiada terminándome un energizante a un par de risas, con un proyecto avanzando ya en fechas para gestionarlo y la amabilidad de un muchacho. Me terminé la bebida al ya quedarle poco, pensando igual de debía evitar estar tomando estás cosas, y quizá hablar con Sugawara a ver si me daba el vierne libre.

    Noté que su atención visual se giró hacia el alrededor, por lo que saqué de la falda mi móvil, miré la hora y me despegué de la pared, pensaba decirle que subiéramos pero él lo sugirió con la aparente tranquilidad que lo acompañaba.

    —Justo estaba por decirte eso —busqué con la mirada un contenedor de basura, no ubiqué por lo que recordé los que habia visto cerca a los casilleros, ahí podría dejar la lata—. Sí, vamos. De una vez si te parece me pasas tu número —le extendí el celular en lo que tenía la intención de comenzar a andar, esperando a que estuviese a mi lado—, así cualquier cosa te mensajeo.

    Por aquí cierro con Kathe, gracias por caernos <3
     
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    Zireael

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    Entre los mensajes de Vero, cuando me puse a responderle en el metro, había notado el audio de Yuta, lo escuché en algún punto entre la estación y casa mientras caminábamos, pero como no era algo que pudiera contestarle de inmediato solo reaccioné con una manita, la del pulgar, para que supiera que lo había visto. El asunto fue que entre todo el desorden en el que me metí por decir que yo misma hablaría con Altan al final, cuando se fue de casa luego de la cena, se me había olvidado por completo el asunto del proyecto y por rebote no le pregunté nada tío Vic por la noche.

    No creía poder pensar en nada en realidad.

    Volví a recordarlo por la mañana, cuando ya estaba cruzando el portón frontal todavía con las neuronas espesas por la confesión de ayer, y suspiré con algo de cansancio. Me acordé, ya de paso, que le había encargado a Cay hablarle a Sugawara y como si me hubiese escuchado pensando en el encargo, el muchacho apareció a mi lado, bajándose una lata de café que decía que tenía sabor a caramelo. ¿Por qué aparecía y desaparecía como si estuviese hecho de aire? Era receta para asustar a alguien, de verdad.

    Se le debía haber olvidado a él también, porque no me había escrito nada, y ahora que me alcanzó me dio los buenos días antes de decirme que Sugawara le había dicho más o menos lo mismo que me había dicho a mí Yuta. Otro suspiro, él se llevó la lata a los labios mientras seguíamos caminando y yo estiré un brazo, pescando el suyo y arrastrándolo un poco más allá del flujo de personas cuando estábamos por entrar al edificio, ya cuando nos saqué de en medio lo solté.

    —Le dejaré unos mensajes a tío Vic, seguro los verá a la hora de su almuerzo. Entonces les aviso cuándo puede venir, mañana o el lunes imagino, ¿listo? ¿Todos contentos?

    La forma en que alzó las cejas, algo incrédulo, me hizo consciente de que tal vez había perdido un poco la paciencia con todo el tema. En cualquier caso esta vez no salió huyendo, como había hecho ayer cuando me vio hablarle a Altan, asintió despacio y alzó la mano libre para darme una palmadita en la cabeza, como la que le das a un niño. El gesto me hizo fruncir el ceño ligeramente, ni idea de por qué.

    —Perdona si te damos muchos problemas —dijo bastante bajo, sonó genuino y recordé a Bea—. Poner de acuerdo a varias cabezas es difícil de por sí.

    El paralelismo inconsciente me hizo suspirar, negué suavemente con la cabeza y él me ofreció de su café, miré al pobre como si estuviese loco, porque no parecía ser muy... caritativo con sus cosas, tal vez por lo poco que hablaba o directamente quizás fuese un prejuicio mío, pero él insistió así que le di un sorbo. Arrugué los gestos porque estaba terriblemente dulce, ni siquiera sabía a café como tal ya, y a él se le escapó una risa cristalina, infantil casi, aunque sonó un poco a "Ya te distraje lo suficiente para que olvidemos la escuela". Le regresé la lata todavía paladeando la bebida, preguntándome cómo podía meterse cafeína y esa cantidad monstruosa de azúcar a estas horas.

    —Ayer cuidé al gorrión de Vero en el receso —soltó entonces, como si buscara seguir distrayéndome—. ¿Lo conoces? Es muy bonito y le gusta que le canten.

    Asentí con la cabeza con algo de prisa, emocionada de repente por la mención de Copito, y ni siquiera me di cuenta de que nos habíamos quedado ahí afuera charlando. Tampoco era que yo tuviera una capacidad atencional demasiado resaltable, eso tenía que admitirlo.


    rellenos locos me dicen, ahí quedan just because (?
     
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    Bruno TDF

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    Llegué al patio frontal con una mano sobre los labios, como para que no se notase demasiado el bostezo que había soltado mientras caminaba. Seguía teniendo algo de sueñito y, además, en el cuerpo volvía a sentir el rigor de los entrenamientos de Anong-sensei, que ayer tocó otra jornada intensa y larga en su gimnasio, como todos los miércoles. En esta ocasión, a Himari y a mí nos tuvo un rato muuuy largo haciendo “iron body conditioning”, un ejercicio potente y dinámico en el que nos dábamos repetidos golpes en determinadas zonas de nuestros cuerpos, con la idea de volvernos más resistentes. Conocía muy bien este ejercicio porque era frecuente en el karate kyokushin, pero aquí apostamos por algo más de intensidad, ya que éramos chicas experimentadas en tal arte marcial. Así estuvimos, golpecito a golpecito, fortaleciendo brazos, piernas y abdomen bajo la atenta supervisión de nuestra sensei, hasta que ella decidió detenernos cuando ya no nos daba más el aliento, ni los dolores. Esta nueva rutina era intensa, exigente y me llevaba al límite… lo cual era fantástico, porque amaba los desafíos. Daba gusto tener una compañera de entrenamiento tan fuertota como Himari, y a una sensei como Anong, a la que admiraba por su firmeza y personalidad. Me alegró muchísimo cuando, tras un tire y afloje bastante entretenido, terminó resignándose a ser la entrevistada del proyecto escolar.

    Me froté los ojos y, acto seguido, me desperecé en medio del patio sin ningún tipo de vergüenza, como si con eso lograra esfumar los restos de cansancio que todavía tenía atenazados al cuerpo. En mi hombro, Copito mostraba una energía similar, hecho una bolita de plumas desganada. Al fijarme en él, me dio ternura verle los ojitos cerrados y su pechito moviéndose con placidez, porque era super-adorable cuando dormía. Podría haberlo dejado tranquilito, pero no pude evitarlo y, sin más, incliné la cabeza para acariciar su cuerpo con mi mejilla. El gorrión se removió, sacudió sus alas y me picoteó la oreja, vaya uno a saber si por cariño o por reproche, pero igual me hizo reír. Para este entonces sus ojitos rojos ya se pusieron a recorrer las personas a nuestro alrededor. Hasta que, de pronto, apuntó el pico hacia una dirección concreta. Se irguió sobre sus patitas, claramente entusiasmado y ante esto también me volteé, para descubrir quién era la personita a la que acababa de reconocer.

    ¡Y qué maravillosas personitas!

    Al reconocer los colores intensos de Jez y Cay, que no pasaban desapercibidos entre tanto gentío, el corazón me brincó de la emoción y, prácticamente, pareció que el cansancio se me borró de un plumazo. No lo dudé ni un segundo y pronto me encontré acercándome, con una sonrisa radiante iluminándome la carita. Llegué justo a tiempo para escucharles hablar sobre cierto pajarito.

    —¿Alguien dijo… Copito?

    El gorrión aleteó en mi hombro cuando ambos repararon en nosotros, entre alegre y sintiéndose aludido; el movimiento de sus alas me sacudió un pequeño mechón de cabello, haciéndome reír mientras miraba a mi lucecita y a mi leoncito, contentísima de verlos. Le eché los brazos encima a Jez para abrazarla con mucho mimo y dejarle no uno, ¡sino dos...! besitos en la mejilla; Copito aprovechó el acercamiento para saltar al hombro de la chica, y no se fue de allí cuando le regresé su espacio. Me mantuve aferrada a las manos de Jez, sin embargo, cuando me volteé para dedicarle una mirada a Cay. En el ambiente se sintió como si estuviese a punto de llegar su turno de ser estrujado, pero en su lugar le dediqué una sonrisa muy amplia y cálida, sabiendo que podría provocarle mucha vergüencita si me le iba encima. Cuando lo acaricié en el brazo el otro día, en mi salón, me pareció que ese contacto le costó recibirlo, se había puesto tenso. Así que sería respetuosa con su espacio… por ahora.

    —Buenos días, mis brillantes preciosuras —los saludé, afianzando el agarre en las manitos de Jez.
     
    Última edición: 23 Mayo 2024
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    Zireael

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    Ni siquiera tuve muy claro por qué me sentí impaciente al recibir de todas direcciones, Cayden incluido, el "haremos lo que digas que hagamos" o lo que tío Vic dijera en este caso, la reacción no la filtré ni nada y solo fui consciente de ella cuando Cayden reaccionó. Digamos que fue efecto colateral del estrés de ayer, porque en sí sabía que realmente no era tan importante ni nada. Peores cosas se habían visto en la historia de los proyectos escolares, en realidad íbamos bien.

    En todo caso, Cay se puso la camiseta de "distractor profesional" y pronto me tuvo pensando en que le iba a dar un coma diabético a las ocho de la mañana y en Copito. Me contó que ayer el gorrión se había acercado porque lo oyó cantar, luego apareció una chica nueva de segundo y que hablaron de animales. Luego se puso a parlotear sobre Copito, habló más de lo que me habría hablado desde el primero proyecto juntos, y acabamos tan distraídos los dos que no notamos el chispazo del cabello de Vero cuando apareció en el patio hasta que estuvo con nosotros.

    —¡Culpables! —solté cuando la noté acercarse preguntando si alguien había dicho Copito.

    Cay volvió a reír, en apariencia tranquilo, y se encogió de hombros como diciendo que no se defendería de las acusaciones. Igual no hubo mucho margen de respuesta, Vero me echó los brazos encima y la recibí con la naturalidad usual, incluso alcancé a darle un beso en la mejilla antes que los que me dio ella. Sentí a Copito saltar a mi hombro y Vero se quedó sujetando mis manos.

    Miró a Cayden, que de repente irguió la espalda y se quedó tieso con su lata de café en la mano, como si esperara que Vero se le fuese encima o algo, pero ella respetó el exceso de vergüenza que parecía manejar, así que solo intercambiaron sonrisas aunque igual al niño le entraron nervios evidentes cuando nos llamó brillantes preciosuras. Carraspeó la garganta, se escudó dándole un sorbo a su café y se acercó a mí para poder saludar a Copito, estirando la mano libre para acariciarlo.

    —Buenos días, cariño —dije para Vero, presionando sus manos suavemente—. ¿Cómo estás? Ah, ¿y tú como estás, Copito?

    —Buenos días, Snowy —saludó Cayden por fin usando un apodo, todavía distraído con el gorrión, y lo escuché tararearle muy muy bajito después de hablar.

    Vaya, tan consentidor de repente, ¿no acababa de estar diciendo que al gorrión le gustaba que le cantaran?
     
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