Exterior Patio frontal

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Yukie Inuoe

    No se le daba mal el deporte. Era mucho más que eso. Era un apoteósico desastre. Aterrada ante la cruda voz de la profesora sus ojos aguamarina buscaron a su guía por todas partes, aguados y vidriosos. El trozo de madera a la deriva al que se aferraba durante sus tormentosas crisis emocionales.

    Satoko-chan.

    Iba a hacer el ridículo. Lo sabía de sobra. Su timidez y carácter huidizo y esquivo no compaginaba la humillación, iba a destrozar su psique de la misma forma que lo hizo el acoso en su anterior escuela. La multitud reunida parecía entes malvados dispuesto a robar hasta el último trazo de felicidad de su alma. El miedo la paralizó, congeló sus piernas, y abrazándose a sí misma terminó agachando la mirada, deseando como nunca el tacto conciliador de una mano amiga.

    "No quiero. No quiero esto. Por favor no. No..."

    Sus súplicas fueron escuchadas. Fue Watanabe quien se acercó y aunque la seriedad en sus palabras logró sorprenderla, agradeció su preocupación y sus ánimos. El tacto de su mano en su hombro, sin embargo, se le antojó gélido. La siguió con la mirada mientras se marchaba con el corazón en un puño.

    —Watanabe-san...—murmuró.

    Sintió el repentino impulso de correr tras ella y asegurarse de que estaba bien. Por primera vez en mucho tiempo no la paralizaba ni el miedo ni la timidez a la hora de acercarse a otros. Solo quería, necesitaba asegurarse.

    Separó apenas los labios para decir algo pero no pudo hacerlo.

    El fuerte sonido del silbato interrumpió todo intento y Yukie supo que no tenía más tiempo para dudar. Tragó saliva y cerró fuertemente los ojos. Si no iba a lograrlo, al menos se mantendría firme y aceptaría la humillación con dignidad. Si fallaba, al menos, podría ver cómo se encontraba Nagi.

    Apretó los puños y retrocediendo para tomar impulso, se preparó para saltar.

    ***

    El golpe fue considerable. Colocó mal el pie y se precipitó hacia delante. De alguna forma logró imponer sus codos para evitar darse en el rostro contra el suelo de grava.

    —Inuoe Yukie, salto de longitud—las palabras de la profesora se le antojaron lejanas, llenas de crudeza—. ¡Fallo!

    >>Siguiente: ¡Shirai Yule!

    ¿Es que no podía tener ni un mínimo de consideración por sus alumnos?

    Yukie apretó con fuerza los labios buscando desesperadamente apocar el nudo prieto en su garganta. El corazón le latía con fuerza, asustado, en el pecho.

    Era un verdadero desastre. Tan torpe y tonta. Los ojos le ardían.

    Repentinamente solo tenía ganas de llorar.

    Yukie Inuoe
    Velocidad: 15
    Fuerza piernas: 6

    21-61= -40

    Fallo.
     
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    Zireael

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    altan.png
    Jez había tardado lo suyo, de hecho no había llegado a la clase para cuando dieron el condenado aviso. Y al parecer iba a seguir siendo un cagado, porque había que tener mala suerte para llegar a la escuela el día de las pruebas físicas.
    Suspiró con pesadez mientras se levantaba de su asiento, con las manos en los bolsillos.

    Cuando bajó fue que notó el motivo de su demora, ¿no era esa la enana que le había tocado el pelo a Meyer antes de que él fuese a armar la bronca con Wickham? Sí.
    Dios, no podía dejarla sola ni un segundo, porque ya estaba siendo pues... ella. Al menos la enana se veía inofensiva.

    Siguió su camino y vio también a Kurosawa con una chica de primero, pasó de largo, sin poder ignorar la tensión que parecía conservar Shiori en el cuerpo a pesar de que ya estaba considerablemente más relajada.
    Le había comido la boca, la conocía más de lo que quería admitirse a sí mismo.

    Una vez hizo el cambio de ropa, caminó hacia el patio frontal y cuando iba de salida volvió a topar con Meyer.

    —Ah, hola de nuevo —dijo la chica mientras se ataba el cabello en una coleta alta—. ¿Lograste algo?

    —Avergonzarme a mí mismo por un bien mayor —respondió mientras, inconscientemente, recorría la silueta de Laila con la vista—. ¿Qué mierda pasó con esa chica que te tocó el pelo antes?

    —Nada, es nueva igual que tú. Le dije cómo llegar a su clase y hablamos un poco, parece arisca. ¿Por qué la pregunta?

    —Jez se la topó en el segundo piso, eso es todo.

    —Pareces un perro guardián, Sonnen —comentó la chica. Su mirada recorría las filas de los de primero.

    —No me llames perro, Meyer —soltó, tosco—. ¿A quién buscas?

    La chica encontró la cabellera bicolor que buscaba y la señaló con la mano.

    —Allí. Es hermano de un amigo y me preocupa que esté demasiado nervioso con esto de la prueba.

    Altan detectó al muchacho de inmediato y soltó una risa nasal. Entendió rápidamente por qué Meyer se había vuelto amiga de Jez.
    Un destello rojizo se movió detrás de ambos y Katrina Akaisa, como la bestia insaciable que era, posó su vista en el muchacho.

    —Altan Sonnen —murmuró, con tono suave.

    Él se volteó entonces y Laila se alejó hacia el grupo de su propia clase. Dirigiendo miradas cada tanto hacia Yule y buscando al albino también.

    —Princesa corrupta. —Vaya, no había sido ni disimulado con su desagrado—. ¿Qué mierda quieres? No tengo tiempo para tus cosas.

    Katrina soltó una risa burlona, casi altanera y cruzó los brazos bajo el pecho. Tenía la melena corta atada, pero el flequillo y las mechas rojas estaban libres, enmarcándole el rostro, haciendo que sus ojos dispares siguieran resaltando como dos focos.

    —¿Qué, es un pecado querer conocer al nuevo integrante de nuestra generación? —preguntó, con fingida inocencia, aunque era claro que él la conocía de sobra.

    —Katrina, ya déjalo. —La que había interrumpido era, sorprendentemente, Kurosawa. Se había acercado luego de que Nagi fuese llamada y notar lo que pretendía su senpai. Sabía que Altan no se la bajaba ni con una cucharada enorme de miel.

    La mayor chasqueó la lengua, evidentemente fastidiada, y siguió su camino. No tenía ganas de discutir con Kurosawa, no tan temprano. Se despidió de ambos con un movimiento de mano.

    —Estás molesta —soltó el chico entonces, mirando hacia el frente. Notó que Shiori tenía los brazos cruzados y no despegaba la vista de la chica de primero, que había sido llamada apenas llegó.

    —No.

    —Sí.

    —Bueno, si así fuera no es que te importe, así que déjame tranquila. —Sí, sonaba a que le habían tocado los ovarios. No había sido él, no había sido Akaisa, ni la chiquilla de primero.

    Las opciones quedaban entre Honda y... aquella mirada hostil que había sentido en la espalda. Lo había visto con el rabillo del ojo, antes de subir con Jez, alto y de cabello claro. No pudo detallar mucho más.
    Extendió la mano, tomando el cabello que la muchacha tenía atado en una coleta, y enredó las ondas entre sus dedos. Ella no reaccionó, al menos no visiblemente, pero su respiración se detuvo un instante. Notó que alzó la mano, como si fuese a quitárselo de encima, pero al final la volvió a su posición.

    —Te queda bien ese uniforme, Kuro. —Su voz fue prácticamente un ronroneo.

    —Ya cierra la boca, senpai.

    Ahí estaba.
    Ella estaba trazando la línea y él solo estaba estirando la cuerda, por puro aburrimiento, como siempre. Lo hubiera reprendido más, pero cuando tomó su cabello le regresó la ira que Watanabe había hecho retroceder, y lo dejó estar, lo dejó estar porque si el torpe de Hiroki quería ser un posesivo raro de mierda, pues que lo fuera por un motivo tan siquiera.

    Contuvo la respiración cuando vio a la chica irse de boca al piso, estuvo por correr a su lado, pero notó que Inuoe se le adelantaba.

    jez3.png
    Siguió los pasos de Anna en cuando esta empezó a avanzar, sin prestar mucha atención a su comentario. En realidad le había dicho esos clubes porque eran los únicos a los que ella le había echado el ojo cuando entró a la academia, los demás apenas sabía que existían.

    El silbido de la menor hizo que el color se subiera al rostro de golpe y, de haber tenido algo a mano, habría intentado cubrirse las piernas tan siquiera pero allí estaba, expuesta.
    No era que le importase cuando estaba en su casa, pero allí, a mitad de la escuela, la ponía muy incómoda y se le notaba. Tenía el ceño ligeramente fruncido, con evidente frustración.

    —S-sí —dijo con un hilo de voz—. Lo siento por eso.

    ¿Estaba disculpándose por... su piel? ¿Qué mierda le pasaba? Dios, eran los nervios.

    Sin embargo, sus gesto se relajaron ligeramente cuando escuchó la voz de Bleke.

    —Hola, Blee —murmuró, sin atender a la pregunta de cómo estaba, estaba jodidamente incómoda y punto. La ventaja era que se ponía bloqueador solar a diario, como si viviese en la puta playa—. Ah, sí. Sería mejor, este solo nos va a a desintegrar. Por cierto, ella es Hiradaira-san.

    Fue una presentación bastante torpe, más que nada el desasosiego que la embargaba. No esperó una respuesta, caminó hasta una de las sombras y animó a ambas chicas a acercarse también, en lo que llamaban a sus nombres.

    Perdón por este TOCHO dios mío
     
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    Gigi Blanche

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    Realmente se quedó mirando a Jezebel cuando la oyó disculparse por su comentario estúpido. La miró, arrugó el ceño y acto seguido le palmeó la espalda repetidas veces, quizá con demasiada fuerza. Le recordó a los viejos tiempos, a la vieja Anna, y soltó una risa corta.

    —Vamos, Vólkov, no te disculpes por mierdas. Era sólo una broma.

    Retiró la mano con cierta precaución al pensar que, quizás, estaría pasándose de la raya con alguien que apenas conocía. Ella también era una confianzuda, ¿no? Como la muñeca de nieve. Pecaba de eso cuando bajaba la guardia.

    No duró mucho, sin embargo, pues una tercera persona apareció. No se veía hostil y, de hecho, la ignoró de plano, pero era una desconocida y bueno. La costumbre. Dijo unas mierdas sobre el sol que a ella le daban igual, pues se bronceaba genial y prácticamente había vivido desde enana entre el cielo y la tierra, pero entendía que Jezebel y esa chica (¿Blee era?) parecían pasadas por lavandina. La repentina introducción de su persona en la conversación la tensó un poco y mascó su chicle, forzándose a no desviar la mirada ni ser maleducada.

    —¿Cómo va? —soltó sin más, apenas haciendo contacto visual con Bleke.

    —Hola —respondió la rubia; su voz era suave y madura, y se veía tan calmada—, ¿cómo estás? Yo soy Bleke Middel, puedes llamarme como gustes.

    —Middel-san, entonces —definió, asintiendo, y pareció dar por finalizado el asunto al seguir la silueta de Jez con la mirada.

    Se había sentado debajo de un árbol y Anna realmente dudó si debía o no ir con ellas. Parecían amigas, ¿no se estaría entrometiendo? Ni que pintara mucho, la verdad. Estuvo a punto de abrir la boca cuando sintió la mirada de Bleke sobre ella. No era cálida, pero tampoco hostil. Era... normal, supuso.

    —Vamos, Hiradaira-san.

    Bueno, tampoco tenía ganas de armar un alboroto rechazándolas y, siendo honestos, ni que tuviera una mejor opción. Metió las manos en los bolsillos y fue donde Jez, sentándose con las piernas cruzadas. Se tomó un momento para acomodar su coleta, pero la sentía algo desalineada y decidió hacerse una trenza. Mientras, Bleke había comenzado a hablar.

    —Estos uniformes son algo incómodos. Los pantaloncillos son... tan cortos. —Suspiró—. Hoy almorzaríamos juntas, ¿verdad? Si mal no recuerdo.

    Anna mantuvo la vista al frente mientras acomodaba su pelo, aunque las estuviera escuchando. No pensaba realmente que esa invitación la incluyera ni tendría la osadía de fingir que sí. El simple hecho de no estar sola en ese mar de gente le bastaba y le sobraba.
     
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    Se estaba disculpando por tonterías, lo sabía, pero las palmadas que recibió en la espalda por parte de Anna se lo confirmaron. Apretó los labios en una línea, no porque le molestara el tacto de la chica, sino porque se sentía torpe.
    Al menos las había acompañado, eso la alegraba un poco por encima de lo incómoda que se sentía. Buscó con la mirada a Altan, pensando que quizás la estaría buscando, pero cuando lo ubicó notó que estaba con Kurosawa.

    Cuando vio a Anna hacerse una trenza, recordó su propio cabello suelto y se deshizo las coletas para usar ambas cintas para atar su cabello en una sola. Se sentía extraña, porque bueno, si lo pensaba demasiado iba a empezar a perder la cabeza o algo.

    Su atención la atrajo Bleke una vez más.

    —Los odio —murmuró con un resentimiento extraño en la voz—. Si quisiera andar así de descubierta frente a un montón de gente iría a la playa o algo, con cuarenta litros de protector solar.

    Sacudió la cabeza, haciendo a un lado sus sentimientos hacia el jodido uniforme, y asintió a la pregunta sobre el almuerzo.

    —Anna. —La llamó entonces y logró dedicarle una sonrisa—. Podrías almorzar con nosotras también, solo si quieres, claro.
     
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    Una punzada en el pecho le recorrió de lado a lado ante la caída de Watanabe-san, y movido por un impulso se echó hacia delante, chocando ligeramente con el de en frente y buscando cobardemente seguirle con la mirada hacia los baños para comprobar si se encontraba bien, pero sin ser capaz de hacerlo directamente. Un alumno ubicado frente a él se volvió, molesto ante el repentino golpe, y Yule se disculpó guardando de nuevo las distancias, mirada gacha.

    Apretó los puños, viendo con temor cómo la siguiente niña caía estrepitosamente. Entre el gentío una joven de cabello rubio y mirada azul se llevó las manos al rostro, compungida. Apenas la conocía, pero le dolía ver ante sus ojos el tropiezo frente a todos de su compañera de aula.

    —Inuoe-san... —murmuró, sintiéndose impotente y diminuta desde su lugar. Decidió que más tarde iría a comprobar cómo se encontraba, pero primero necesitaba concentrarse para la prueba. No tenía esperanzas, pero al menos cumpliría antes de marcharse.

    Jeez, qué desastre.

    ¡Shirai Yule!

    —¡A-Aquí! —gritó, tan tenso que creyó que llegaría a partirse en dos. ¿Por qué demonios había hecho eso? Ya le estaban mirando atentamente. Fue incapaz de alzar la barbilla, ignorando los consejos de Shawn, y se abrió paso con cierta dificultad.

    No podía hacerlo. Había demasiada gente.

    Su mirada siguió buscando entre el gentío. Su hermano no daba señales de vida pero localizó a Laila, y ello le relajó ligeramente el nudo en la garganta. Se acuclilló ligeramente, preparándose para la señal.

    Por dios, que suene ya. Me va a dar un infarto a este paso.


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    Era increíble la cantidad de alumnos que podían llegar a congregarse en un mismo lugar en eventos como ese. Al menos debía agradecer la organización por cursos y aulas, pero el avance se tornaba lento y tortuoso y había alumnos que parecían robles más que chicos de secundaria. Arceus, ¿qué les daban de comer de niños? No es que fuera demasiado baja, pero a su lado me sentía como una cría.

    Los pitidos y nombres enumerados del primer curso llegaban a mis oídos a medida que me ubicaba en mi grupo. Uno a uno los kohais de primero se enfrentaban a la prueba como podían, y más de una vez tuve que cerrar los ojos, incapaz de ver el estrepitoso golpe seco con el que caían al suelo. Reconocí en esas la vocecita enérgica de Aika con suerte, y dejé de prestar atención para volverme hacia ella, quien se encontraba abrazando a Emi con alegría. De hecho, Kashya y Mimi tampoco andaban lejos de ellas.

    Buscas a una y encuentras a todas, ¿eh?

    Una suave sonrisa se dibujó en mi rostro a medida que me acercaba y me coloqué junto a Mimi, dejando espacio a las enérgicas chicas para saludarse como cada día.

    Jugueteé con delicadeza con el cabello recogido de la rubia, haciendo un tirabuzón con mis dedos sin borrar mi sonrisa.

    —Buenos días~. ¿Listas para la inminente caída? —canturreé, soltando el cabello de la chica en el proceso. Me volví durante un momento para ver cómo un chico de cabello bicolor se preparaba para correr, algo inquieta—. Se nota que la profesora es una ferviente amante de su trabajo, pero se va a cargar a esos alumnos a este paso.
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Resultaba doloroso e indignante ver como uno tras otro los alumnos se precipitaban contra el suelo y la profesora no hacía el más mínimo ademán por tratar de socorrerlos. Vieja bruja, ese no era su campo de entrenamiento en la milicia. Chasqueé la lengua.

    En esos pensamientos me encontraba cuando sentí un ligero, apenas perceptible tirón en una de mis coletas rubias. Pensé en girarme pero al escuchar aquella voz sosegada y aquel tono risueño, supe enseguida de quién se trataba.

    Ah.

    Liza White.

    La misma Liza White que había estallado en lágrimas en la enfermería el día anterior.

    Al menos, aliviaba saber que era la misma Liza de siempre
    . La miré un instante antes de ser yo misma la que empezara a jugar con mi cabello. Me había recogido las coletas bajas así que quedaban a la altura de mis hombros. Era una simple manía que tenía.

    —¿Ah?—solté enredando un mechón de cabello en mi índice—. ¿Bromeas? Yo siempre estoy lista para partirme la cara contra el suelo de grava frente a toda la academia. ¿Sabes lo que aumentaría eso mi estatus en el escalafón social de este chiquero?

    Tenía un claro tono irónico, burlón y al mismo tiempo un ligero toque de molestia. Era ridículo. Ridículo y tremendamente frustrante.

    >>Mira eso. Caen como piezas de dominó—señalé al ver como el chico de cabello bicolor se precipitaba también contra el suelo. La aptitud física empezaba a dejar mucho que desear y apreté los puños, ciertamente tensa—. Y esa zorra con cara de muerto ni mueve un solo dedo por ellos.

    —Shirai Yule—exclamó la profesora—. ¡Fallo!

    >>Siguiente: ¡Gardner Rachel!

    >>Por si fuera poco detesto este estúpido uniforme—añadí cruzando los brazos buscando protegerme de alguna manera. Sobre todo la parte del busto, siendo que aquella corta y antiestética camisa dejaba tan claro que no podía presumir de tener un pecho prominente. Mis piernas no me importaban... largas y flexibles, estaba muy orgullosa de ellas—. Y este sol terminará por hacerme parecer un pulpo cocido. Si hubiera sabido esto hubiera traído protector solar por lo menos.

    Yule Shirai
    Velocidad: 5
    Fuerza: 27

    32- 87= Ni lo menciono (?)

    Fallo.
     
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    Hygge

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    Recogió su cabello dorado en una coleta alta y se encaminó hacia la pista con cierto aire resuelto que parecía desentonar con su apariencia frágil. Lo cierto era que sus movimientos se sentían ágiles y flexibles, al menos mucho más que la mayoría de los alumnos que habían pasado por allí antes que ella. Pero pronto la dirección de sus pasos se torció ante la atenta mirada de la profesora, demostrando cuáles habían sido sus intenciones desde un principio. No parecía importarle perder su tiempo, aunque fueran unos escasos segundos.

    Algo más lo ameritaba.

    —¿Te encuentras bien? ¿Shirai-kun? —Su voz, dulce a pesar de su preocupación, pareció sorprender a Yule, quien se encontraba tirado aún en el suelo.

    El chico la miró con una mueca de dolor en el rostro, y Rachel reparó entonces en la mancha roja que se filtraba a través de su pantalón. Cierta chispa de enojo se prendió en sus fuegos fatuos fugazmente, buscando la mirada de la profesora de reojo. Rebuscó en sus bolsillos algún pañuelo que pudiera prestarle y lo envolvió con mimo alrededor de su rodilla, con un nudo fuerte. Yule, enrojecido a más no poder por el bochorno de la caída y el cuidado de aquella linda chica, sintió que estaba por sufrir un cortocircuito.

    —Listo, creo que servirá para evitar infecciones hasta que llegues a la enfermería —Se irguió entonces, llevando un mechón de cabello tras su oreja a la par que extendía una mano hacia él.

    El chico, desviando la mirada preso de un repentino orgullo, igualito que su hermano, hizo un torpe esfuerzo por levartarse por sí mismo, a pesar de que se fue cayendo de bruces en el proceso.

    —P-puedo solo, puedo solo —bufó, molesto. Aunque no sabía por qué pagaba su molestia con la única persona que trató de ayudarle, pero no podía controlar sus emociones convulsas. La mirada asesina de la profesora le generó un escalofrío y comenzó a alejarse de allí, tan avergonzado que olvidó siquiera darle las gracias su salvadora.

    Rachel suspiró, ignorando la llamada de atención, y se preparó para saltar.

    ¿Por qué era tan difícil acercarse a los demás? No lo entendería nunca.


    [​IMG]

    Solté una ligera risa nasal, meneando la cabeza fingiendo cierta incredulidad. Estaba más que habituada al elitismo de Mimi, pero nunca dejaba de causarme cierta gracia cómo anteponía su imagen a su propia integridad física. Sin duda, ante la posibilidad de darme de bruces contra el suelo y partirme el tabique nasal en el proceso, pensar en lo que dirían los demás era lo último que se me pasaría por la cabeza.

    Pero quizás se debía a que siempre me había importado poco y nada el estatus social. El académico era una cosa aparte.

    —Precisamente por el hecho de que no le importa un ápice nuestra salud ni lo que saquemos de esto es por lo que no voy a dejarme la piel. No merece la pena —dictaminé, sin dejar de observar el intercambio entre el chico de cabello extraño y su compañera. Chasqueé la lengua con disgusto al ver la indiferencia de la profesora ante la escena, y miré de soslayo a Mimi, manos sobre mi cintura—. Ten mucho cuidado ahí delante, ¿de acuerdo? Aún quedan muchas pruebas por delante, y me gustaría no pasar por la enfermería de nuevo.

    No supe muy bien por qué dije aquello último. Me preocupaba por mis amigas pero ciertos retazos de los días anteriores se fusionaron en mi cabeza, reflejando el rechazo que sentía por la enfermería en mis palabras. Por suerte Mimi siguió hablando, dejando atrás el asunto para cruzarse de brazos con notorio disgusto.

    Dejé caer los brazos a mis costados, algo más tranquila.

    —Oh, vamos, no está tan mal. Es mucho más cómodo y liviano que el uniforme habitual a fin de cuentas, ¿ves? —le aseguré, estirando y encogiendo mis piernas en unas rápidas sentadillas. Era peligroso hacer esa clase de esfuerzo físico sin antes estirar los músculos, no quería lesionarme en el proceso. Agregué entonces cuando me erguí, guiñándole un ojo, risueña—. Y quién sabe, quizás ser un pulpo cocido tampoco te sienta mal.
     
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    Yugen

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    Konoe Suzumiya

    Observar los sucesivos tropiezos y golpes del resto de alumnos y la indiferencia de la profesora le generaba una extraña ansiedad en el pecho. No era la primera prueba de aptitud física a la que asistía pero para los chicos de primero debía ser una experiencia brutal. Y sin lugar a dudas lo estaba siendo.

    Una verdadera masacre.

    Rachel corrió la misma suerte que el resto. Tropezó y falló la prueba de forma estrepitosa. Yoshida-sensei frunció apenas el ceño y el silbato sonó.

    —¡Gardner Rachel: ¡Fallo!

    >>¡Venga, siguiente! ¡Shichimiya Satoko!

    —Vaya, Jasminiun-chan tambien...—suspiró una voz suave a su lado con cierta condescendencia y preocupación. Cerró momentáneamente los ojos—. Yoshida-sensei sigue siendo tan implacable como una dionaea.

    Se trataba de Mamiya Ai, la presidenta del club de jardinería. Su carácter dulce y maternal era encomiable pero tenía una obsesión casi insana con todo lo relacionado a las plantas. Konoe le dirigió una breve mirada con las manos aún sobre la boca, compungida y consternada. Todo en su expresión indicaba incredulidad y preocupación.

    "Gardner-san..."

    —Es... horrible Mamiya-san—murmuró con un hilo de voz—. Y acaba de empezar. Pobres... chicos. Yoshida-sensei siempre ha sido así, pero...

    —Siempre ha desechado a los alumnos débiles como si fueran basura, lo sé—el tono dulce, suave y sofisticado de Ai se tornó repentinamente acerado y serio. Su mirada se endureció—. Tampoco me gusta. Pero no hay gran cosa que podamos hacer. En este examen impera la ley del más fuerte. Los árboles más altos opacan la luz de las plantas más débiles e impiden que crezcan y alcancen todo su potencial. Así ha sido siempre.

    La mirada de sus rasgados ojos azules y sus párpados ligeramente caídos en aquella expresión curiosamente maternal se dirigieron al otro extremo de la pista. A las dos chicas que allí había, despreocupadas, como si la cosa no fuera con ellas. Una mascaba chicle y la otra solo observaba en silencio el desenlace de los acontecimientos, inmutable.

    Sora Inugami y Rika Iguchi. Las ases de las tres clases de tercero y las mejores alumnas en aptitud deportiva de toda la academia. Aquel examen parecía serles completamente indiferente. Konoe por su parte las conocía tan solo de vista... pero era suficiente. Sora era una rebelde y díscola muchacha que resultaba brutal cuando de juegos por equipos se trataba. Lanzaba la pelota como si realmente desease matar a su objetivo. Rika, por su parte, siempre parecía rodeada por una energía ominosa y extraña. Los rumores corrían como la pólvora en torno a la presidenta del club de ocultismo.

    —Si tan solo fuese una competencia sana resultaría producente. Pero lo toman como si estuviesen preparándonos para la guerra.

    El cuerpo de Konoe pareció tensarse ligeramente, rígido. Detestaba aquella clase de situaciones. Los conflictos lograban tirar toda su calma por la ventana. Exhaló.

    —Siempre podemos invitar a los chicos de primero a tomar el té en el invernadero con el club de jardinería—se llevó una mano al pecho—. Es tan fácil olvidar los problemas rodeados del aroma de las flores. Lejos de... esta vergonzosa indumentaria.

    Mamiya Ai sonrió. Dulce, genuina. Nadie mejor que ella podía comprender el alcance de sus palabras. Amaba aquel entorno idílico con todo su ser. Era su pequeño y romántico refugio de cuento.

    —Ah~—soltó con una emoción que no pudo disimular. Su aparente seriedad pareció disolverse como un azucarillo en una taza de té—. Dalo por hecho Cerasus-chan.

    Las mejillas de Konoe, efectivamente, tomaron el color de los cerezos en flor
    .

    —Mamiya-san—se quejó incómoda, ruborizada, y se bajó la camisa en un intento por ocultar aquellos shorts tan cortos—. Esta ropa de por sí ya es lo bastante vergonzosa.

    —Bueno, si llegas a ser presidenta del consejo siempre puedes decretar cambiarla—la recorrió brevemente con la mirada—. Pero sería un lástima.

    —¡Mamiya-san!

    Solo obtuvo una risita risueña por parte de la presidenta del club. Nunca podía saber si hablaba en serio o solo se burlaba.

    ***

    Mimi Honda

    Liza siempre tenía ese arranque maternal, ese que pretendía cuidar de todos como si fuésemos polluelos. Le dirigí una mirada de soslayo e hice una pequeña mueca que no terminaba de ser sonrisa. No pasar de nuevo por la enfermería iba a ser una tarea ardua.

    —Tranquila Liz, me juego mi reputación en esto—le dije—. Tendré todo el cuidado del mundo.

    Además no quería partirme la nariz de forma apoteósica frente a Kurosawa. El numerito del día anterior con la masa en el club de cocina había sido humillación suficiente. Por eso debía centrarme. Solo necesitaba demostrar que podía hacerlo.

    Por mero y simple orgullo.

    Le dirigí una mirada de circunstancias a Liza cuando empezó a hacer sentadillas. Y una mierda. La comodidad no estaba ligada con el estilo y el estilo no estaba ligado con la vergüenza. Era simplemente incómodo sentirse tan expuesta. Todo lo que necesitaba era resaltar aún más mis complejos. Apreté aún más los brazos cruzados frente al pecho muy consciente de mí misma.

    Lo detestaba. Lo odiaba tantísimo.

    Lo tenía prácticamente todo. Dinero, privilegio... ¿por qué no podía tener más tetas? ¿Era realmente tan complicado? La cirugía plástica quedaba fatal, nada superaba unas proporciones innatas y naturales. Por eso simplemente la envidia me corría cada vez que veía a Emily.

    Qué chica tan injusta.

    —¿Huh?—murmuré ante la afirmación de Liza. No logré comprenderla en su totalidad perdida en mis pensamientos como me encontraba. ¿Un pulpo cocido...? ¿Eso había sido un halago o algo así? Mis mejillas, efectivamente, no tardaron en tomar un leve color rojizo cuando mi cerebro logró procesarlo. Mi ceño se frunció entonces, mi cuerpo se tensó, claramente nerviosa y en tensión—. ¿Ah? ¡C-claro que no! No digas ridiculeces.

    Hice una breve pausa. ¿Qué clase de piropo desubicado era ese, Liza?

    >>Hmph. A mi me sientan bien muchas cosas y no es por presumir, pero el color rojo pulpo no es una de ellas—aclaré jugueteando nerviosamente con un mechón de cabello y me giré, abochornada y orgullosa—. Boba.
     
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    Amane

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    Menudo tochaco me va a salir gracias a vosotras (????

    Emily Hodges

    Poco a poco todos los alumnos fueron llegando, pero antes de que pudiese encontrar a mis amigas, la profesora de gimnasia apareció para hablarnos sobre las pruebas. ¿Una cada tres meses...? E imaginaba que esperaba una mejora por nuestra parte con cada prueba... Tendría que empezar a ir al gimnasio o algo si quería estar a la altura.

    Estuve algo nerviosa ante las palabras de la profesora, Kashya por su parte estaba tan impasible como siempre. ¡Ojalá yo también pudiese tener esa indiferencia! Jo...

    Sea como fuere, escuché una voz amable cerca de mi posición y no pude evitar girarme con cierta sorpresa. La chica me dijo que la profesora había estado en el ejército antes de llegar aquí y mi reacción fue tragar saliva con fuerza al verla mejor. T-tenía sentido... Qué miedo...

    La chica entonces se presentó y respondí con un inclinamento de cabeza, sonriente mientras negaba con la mano.

    —No te preocupes~ Encantada, yo soy Emily Hodges y ella es Kashya Thornton, una amiga de la infancia que va al mismo año que nosotras~

    Tras las presentaciones, la chica señaló entonces hacia otro par de jóvenes que no andaban muy lejos, informándome de que eran muy buenas en deporte y, a decir verdad, yo también esperaba que no nos tocase enfrentarnos a ellas.

    Por el momento, empezarían los de primero, así que aun quedaba algo de tiempo para prepararnos... al menos mentalmente.

    Las chicas llegaron no mucho después, lo supe cuando noté el abrazo de Aika por mi espalda, con un impulso que estuvo a punto de tirarme al suelo si no hubiese sido por mis repentinos reflejos que consiguieron evitarlo. Mimi vino detrás.

    >>Hola, chicas~ —saludé, recuperando ligeramente la compostura después del "ataque" sorpresa de Aika—. ¿Listas para hacer un desastre? Yo al menos lo estoy, aunque seguro que tú lo haces genial, Aichi~—añadí con una risilla.

    Eso dije, pero a decir verdad no parecía tan fácil. Por el momento, todos los alumnos de primero fallaron y no pude evitar sentirme algo preocupada. Nagi, Yuki y Satoko estaban en primero y eran compañeras de nuestro club... en parte ya las consideraba mis amigas y siempre me preocupaba demasiado por mis amigos.

    Razón por la que, tras saludar a Liza con una sonrisa, me despedí de todas las chicas que se habían reunido a nuestro alrededor para coger a Kashya de la mano y alejarnos hacia la sombra que proyectaba un árbol cercano.

    Le di un golpecito en la frente con mis dedos, riendo ligeramente, pero no se inmutó. Tampoco se quejó, y en el fondo sentí que estaba agradecida. Noté como sus mejillas se habían enrojecido y sabía que el único motivo era el sol que le había estado dando.

    >>Avísame la próxima vez que te estés quemando, tonta~ El médico me va a regañar por no haberte cuidado si tenemos que ir por algún problema.

    Kashya se encogió de hombros y siguió mirando hacia los alumnos que estaban haciendo la prueba física. Con una sonrisilla, seguí su acción, llevando mis manos tras la espalda. Cada vez quedaba menos para nosotras...

    Club de lectura more like club de la lejía (?

    * * *
    Alisha Welsh

    Demasiado lento para mí gusto, pero al menos a algún ritmo, los demás fueron llegando y la profesora no tardó en aparecer por igual. Me llevé las manos tras la nuca, sonriente. Por supuesto me había acabado recogiendo la cabellera en una coleta mientras bajaba hacia el patio; si bien mi melena no era extremadamente larga tampoco era corta y lo mejor era prevenir.

    Mi rostro fue expresivo con las personas que fueron fallando la prueba, haciendo muecas de dolor y disgusto cuando los veía estamparse contra el suelo o las paredes. Íbamos a salir algo magullados de ahí... ¡genial! Eso significaba que el entrenamiento daba frutos, ¡claro que sí! Aunque eso no era un entrenamiento per se... ¡pero no importaba!

    Joey se acercó a mi posición, mucho más animado de lo que esperaba, y por mi parte lo recibí con entusiasmo. Me giré con una sonrisa casi deslumbrante a mirarlo, riendo ligeramente.

    —No te dejaré ganar dos veces, Wic-kham~ —respondí, con cierto tono burlón, mientras le chocaba la mano que había mantenido en alto.

    Le guiñé después el ojo y con una sonrisa algo más ladina, cogí la liga que tenía entre los dientes para colocarme a su espalda y recogerle el pelo, volviendo poco después a mi posición y observarlo. Levanté la mano haciendo una señal de "ok" con los dedos, asintiendo con la cabeza al mismo tiempo.

    >>Divino~

    Alisha dejando ver su lado más bdsm (????

    Gigi Blanche

    * * *
    Satoko Shichimiya
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    —¡Ánimo, Yukie-chan!

    Intenté animar a mi amiga con aquel grito pero lo cierto es que me temía que estuviese demasiado nerviosa para escucharlo. Aun así, la seguí con la vista con cierto nerviosisimo, viendo como fallaba la prueba de manera algo estrepitosa.

    Me acerqué con rapidez a ella y la ayudé a levantarse, llevándola de nuevo hacia la zona donde habíamos estado esperando nuestro turno.

    >>¿Estás bien? ¿Quieres ir a la enfermería? —le pregunté, con claro tono preocupado mientras examinaba su cuerpo en busca de alguna herida—. No te preocupes Yukie-chan, es nuestra primera vez haciendo esto es normal que fallemos... Ya verás cuando me toque a mi, seguro que me caigo y lo destrozo todo.

    Añadí lo último con una risilla, en un intento de calmar la situación, aunque a decir verdad... no era mentira. Por mucho que me gustase el deporte y lo mucho que me había emocionado la idea de las pruebas a principio... no podía negar lo obvio: era torpe. Demasiado torpe.

    Al menos los uniformes de gimnasia tenían pantalones y no faldas, así que podía ahorrarme aquella preocupación.

    Antes de lo previsto, escuché mi nombre salir de los labios de la profesora y di un respingo, a causa de la sorpresa.

    >>Ahora vengo, no te preocupes. Podemos ir a la enfermería juntas si me hago también daño, ¿sí?

    Con una sonrisa cálida me despedí de mi amiga y me dirigí hacia la zona de las pruebas. Respiré hondo, preparándome, para después asegurar que mis coletas estaban bien recogidas.

    Venga, Satoko, tú puedes... Uno, dos... ¡tres!
     
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    Yugen

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    Escuchar sobre la prueba le sentó en aquellos momentos como una patada. Le era indiferente y normalmente le importaba una mierda todo lo relacionado con lo académico, y aunque era bueno en los deportes, pensar que en la pista vería a Kurosawa nuevamente y al cuervo no le estaba haciendo ningún bien a sus emociones.

    Estaba bien jodido.

    Había decidido simplemente asistir al patio porque habían cerrado la azotea y no tenía otro lugar al que ir. De modo que allí estaba con las manos en los bolsillos, más alto que el resto de alumnos masculinos que rondaban la zona. Lo miraban con cierto temor y desconfianza aunque las mayores muecas de miedo estaban dirigidas hacia la profesora de gimnasia.

    Akane Yoshida.

    Hiroki hizo una ligera mueca cuando la primera de los alumnos de primero cayó. Debía doler como la mierda. Además aquella niña era Nagi Watanabe, la amiga de Shiori. Por mero impulso no pudo evitar buscarla entre la multitud, quizás por conocer que tipo de reacción tendría.

    Fue una idea pésima.

    —¿Qué cojones...?

    Soltó al localizarla, casi masculló con sorpresa e incredulidad. No estaba sola y aquello, era de hecho, lo dramático del asunto. No le hubiera importado si fuera otra persona, incluso si era la enana de Honda o la malhablada de Aikaisa. Pero no él.

    No Altan Sonnen.

    No el puto cuervo.

    Estaba allí jugueteando con el largo cabello que Kurosawa se había recogido en una coleta alta con una sonrisa extraña. La bolsa de galletas crujió en su bolsillo. Estaba lo bastante cerca para escuchar su conversación y notó el tono áspero en la voz de Kurosawa.

    Joder si estaba molesta.

    Sin embargo, el perro lobo de Shibuya nunca había sido precisamente conocido por pensar las cosas dos veces antes de hacerlas. Actuaba guiado por sus emociones, de forma completamente impulsiva e irresponsable.

    Fue un impulso. O quizás no. Tal vez solo era un lobo queriendo matar a un cuervo, un movimiento fríamente calculado de ante mano. Su mano enguantada se posó sobre el hombro de Altan como estaño, en un agarre gélido.

    Apretó la mandíbula.

    —Eh, capullo—le dijo. Su voz sonó brusca y áspera, ronca como un gruñido—. La chica te ha dicho que la dejes en paz. ¿Acaso estás sordo?

    Yukie Inuoe

    El dolor causado por la caída había sido intenso y ardiente. Se había raspado los codos y las rodillas. Pero eso no era lo peor. Lo peor era la humillación, la sensación de haber fallado.

    Contuvo las lágrimas como buenamente pudo cuando Satoko acudió a socorrerla. Por primera vez en mucho tiempo se sentía lo bastante humillada para no permitir que ni si quiera su ángel de la guarda la viese llorar. No quería hacerlo. Se limitó a sacudir la cabeza varias veces con vehemencia y los labios apretados y temblorosos, abrazada a sí misma.

    —E-estoy bien Satoko-chan—musitó y la miró apenas a través del flequillo recto. Mintió—. No te preocupes, debes estar centrada en tu propia prueba. Lo... lo harás bien ¿si?

    Sorbió por la nariz y a pesar del dolor latente se permitió una pequeña sonrisa. El cuidado tácito y cálido de Satoko lograba confortarla. Su alegre y despreocupada risa destensó el ambiente opresivo... pero aquello le dio una preocupación más. No quería ver a Satoko pasar por lo mismo.

    Cuando escuchó el silbato el nudo volvió a escalar a su garganta y buscó rápidamente su muñeca, deteniendola y reteniéndola por impulso.

    Su voz tembló.

    >>Ten cuidado por favor—musitó antes de que sus dedos la soltaran.

    Pero, para sorpresa de todos... Satoko lo logró. Saltó con el impulso suficiente para no tropezar cayendo a unos cuantos metros de la línea de salida. Incluso la propia Akane Yoshida pareció sorprendida por tal proeza. Parecía no esperar nada bueno de las clases de primero a aquellas alturas
    .

    —Satoko Shichimiya; salto de longitud—clamó—¡Dos metros con siete!

    El silbato sonó de nuevo.

    Lo había logrado. Satoko había conseguido una marca decente en aquella prueba. El rostro de Yukie se iluminó y se puso en pie de la silla de un salto. Alzó una mano al aire, emocionada, exultante de alegría.

    Su propias heridas ya no quemaban.

    —¡Muy bien hecho Satoko-chan!—exclamó llevando ambas manos a los lados de sus labios para amplificar el sonido—. Go go! ¡Satoko-chan!

    Satoko Shichimiya
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    49-22= 27

    Marca final: 2'7 metros
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Luego de haberse alejado de Kurosawa había seguido andando, pero se deslizó hasta una línea de sombra dada por el techo de la academia. Hacía un sol de mierda y entre que era bastante pálida y se había teñido el puto pelo de negro, iba a desintegrarse.
    Soltó una suerte de gruñido, mientras intentaba acomodarse los pantalones, ¿o ropa interior? Del uniforme. Le gustaba usar shorts, faldas y mallas, pero no andar con el culo al aire casi al cien por ciento en media academia. Era igual de incómodo que las faldas japonesas.

    En eso estaba cuando escuchó la voz de la dictadora de Akane anunciando la caída de otra persona de primer año. Pobres, caían como moscas.

    Gardner.

    Rachel.


    Por algún motivo el corazón se le detuvo unos segundos en el pecho, al imaginar a esa chiquilla tan menuda irse de boca al piso. Le gustaba jugar con los hombres, no ver a niñas romperse los dientes.
    Se alejó de la sombra un par de metros, para luego abrirse paso entre la gente y poder echar un vistazo. Solo lograr ver un atisbo de la cascada rubia del otro día.

    No pretendía hacer nada más, su orgullo, terror y resentimiento no se lo permitían. Solo necesitaba mirar y ver que se levantara, como bueno... podían hacer los críos.

    altan.png

    Enfermarse la semana de entrada a clases.

    Jez conociendo al rey de los idiotas.

    Pruebas físicas el día que volvía.

    Y ahora... La bestia de Kurosawa. Aunque eso más que fastidiarlo, le venía ciertamente en gracia.

    Cuando sintió el agarre pesado y rígido en su hombro también sintió la cuerda que había estado estirando romperse entre sus dedos. Dejó el ir cabello de Shiori despacio, con toda naturalidad, otra vez había notado la nueva tensión en el cuerpo de la muchacha. Había dado un ligero respingo al escuchar la tercera voz.
    Se volvió hacia su origen, sabiendo a quién debía pertenecer, y soltó una risa nasal. Le sacaba unos cuántos centímetros de altura y, más que eso, tenía unas pintas de maleante que daban gusto.

    Digno de Shiori.

    —¿Y tú-

    —Usui Hiroki-senpai —respondió la chica sin volverse, aún con los brazos cruzados bajo el pecho. Su voz no perdía su cualidad ciertamente sedosa, pero tras de ella surgía el gruñido grave, casi inaudible, de algunos felinos. Era como rozar la cuerda de un bajo.

    —Por descarte has sido tú, Usui, el que ha sacado de quicio a la siempre centrada Shiori —dijo lo suficientemente rápido y claro para que la chica no pudiese detenerlo.

    Quiso soltarle que, en lo que a él le concernía, Kurosawa podía cuidarse sola pero de puro milagro se contuvo. Había demasiada gente y con el mal genio que se cargaba Usui, realmente no creía salir muy bien parado del asunto si volvía a anudar la cuerda para seguirla tensando.

    —Haz el favor de dejar a Hiroki fuera de tus mierdas, Altan, y ya te dije, qué coño te importa si estoy molesta y mucho menos con quién. —Ni siquiera se había dado cuenta de que lo había llamado por su primer nombre, quizás por el fastidio que llevaba encima o porque se le habían cruzado los cables al no llamar a Altan por su apellido—. Si quieres tocarle las pelotas a alguien, pues tienes de sobra de dónde elegir, no te metas con mi senpai.

    Estaba dispuesta a morderle la mano a Sonnen, sin dudar siquiera.
    Eso había dado un giro extraño. Ahora era ella la bestia posesiva, porque conocía las costumbres de Altan y la inexistente paciencia de Hiroki. Se volvió por fin entonces y tomó a Hiroki por la muñeca, prácticamente obligándolo a soltar el hombro del otro chico. Pudo haberlo dejado ir luego de eso, pero no lo hizo, como si esperara que su tacto, a pesar de lo molesta que estaba, tuviera todavía el poder de contenerlo.

    Altan aguantó la risa que amenazó con surgir de su garganta, porque iba en serio, y lo cierto es que no quería joderle aún más el estado de ánimo. Usui le importaba una mierda.

    —Como sea —dijo entonces, con tono plano—. Te dejo a tu princesa, Usui.

    Lo último había sido casi un murmuro, que había soltado antes de revolverse con los demás estudiantes.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Satoko Shichimiya

    Aquello fue... sorprendente, cuanto menos. Después de ver el desastre que había sido prácticamente todo primero, no esperaba casi nada de mis capacidades. Y sin embargo, ahí estaba yo, tras haber saltado algo menos de tres metros. Incluso la profesora pareció genuinamente sorprendida.

    Ante la mirada de los demás alumnos, me llevé una mano a la nuca para rascarme, dejando la otra detrás de la espalda. "Teehee" fue lo único que salió de mis labios, pues a decir verdad... me daba algo de vergüenza.

    Al final me alejé de la pista, sin perder el sonrojo que se había instaurado en mis mejillas, hasta volver a colocarme junto a Yukie. Lo cierto es que en ese momento estaba más emocionada por verla a ella tan animada que por mi propia marca.

    —Gracias, gracias~ —dije, haciendo una reverencia algo teatral, riendo ligeramente mientras me incorporaba—. Ah, la verdad es que no me esperaba esto... ¡qué bien!
     
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    Gigi Blanche

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    [​IMG]

    —¿Ah? ¿Dejarme ganar? —replicó, con voz suave, mientras Alisha le recogía el cabello y aguardaba con la vista al frente—. Ali-chan, me sorprendes. ¿Dudas de mis habilidades?

    La recibió con una de esas sonrisas, suaves pero amplias, que solía usar con las chicas. Se encogió de hombros ante su halago y se inclinó hacia ella, manos en los bolsillos, sin correr la vista de sus ojos ni un centímetro. El azul intenso destellaba bajo la luz del sol.

    —Sé que te gusta ponerle emoción a las cosas, en eso somos similares. ¿Te parece otra apuesta? Hmm~ —Estiró aún más sus labios, risueño, y presionó un dedo sobre su propia mejilla—. ¿Qué tal un beso? Puede ser aquí, o aquí —tanteó, deslizando el dedo a sus labios.

    Y fue enumerando las opciones poco a poco. Primero sobre él, luego sobre Alisha. Justo en el centro de su frente, entre los ojos, entonce su mejilla. La comisura de sus labios. Su barbilla. La curvatura de su cuello, su hombro... y allí se detuvo. Soltó una risa divertida. Andaban a plena luz del día, cualquier otra cosa no vendría a cuento.

    —¿Qué me dices, Ali-chan~?

    [​IMG]

    Asintió comprensiva ante las preocupaciones de Jezebel. No era que las compartiera exactamente, aquella ropa le resultaba incómoda por la piel expuesta pero tampoco le provocaba un gran pudor o similar. Oyó cómo la chica invitaba a Hiradaira-san para almorzar juntas y se inclinó hacia adelante para poder ver su reacción. Parecía una chica... ¿moderna? De esas que conformaban una suerte de tribu urbana en las metrópoli de Japón. ¿Gyaru les llamaban? No compartía el estilo y jamás lo elegiría, pero no le sentaba del todo mal. Le acompañaba a la actitud, supuso.

    Hiradaira parecía haber estado enfocada en su móvil y alzó la vista, seria, ante la oferta de Jezebel. Dudó, se notó en su mirada, lo dudó bastante y desvió la vista al patio. Sin embargo, asintió.

    —Vale.

    Su voz sonó baja; no se la veía ruborizada, pero sí lucía algo incómoda. Le dio algo de ¿pena? Además, su objetivo era la presidencia del Consejo Estudiantil y, con ello, comprendía la importancia de ser amable con la mayor cantidad de estudiantes que pudiera. Y Hiradaira-san era nueva. Prácticamente un pedazo de arcilla sin moldear.

    —Hiradaira-san —la llamó, sonriendo suave—, ¿de qué año eres?

    —Ah, de segundo.

    —Oh, ¿de casualidad fuiste asignada a la 2-2?

    Hiradaira asintió y Bleke estiró aún más sus labios, llevando una mano a su pecho.

    —Yo también voy ahí. Me alegra mucho saberlo. Espero que nos llevemos bien. —Entonces, viró su atención hacia Jezebel antes de repasar la situación en el patio—. Pobres chicos. Parece una carnicería lo que está ocurriendo allí adelante. Espero que no corramos con la misma suerte.

    Apenas una jovencita había logrado superar la prueba. No iba a negarlo, los deportes no eran lo suyo y la idea de hacer un ridículo como irse de dientes al suelo... le inquietaba un poco. Arrugó apenas el ceño y soltó el aire por la nariz, estirando los brazos sobre su cabeza. Con suerte, acabaría rápido.

    Sus ojos repasaron el campo, en busca de Ophelia. ¿Cómo le iría a ella? Dios, no era para nada el tipo atlético.
     
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    Hygge

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    El pitido de salida aceleró los latidos de mi corazón, y presa de la adrenalina del momento eché a correr con todas mis fuerzas, olvidando por un instante que solo se trataba de una prueba académica. Los alumnos a mi alrededor desaparecieron, la profesora con ellos; tan solo tenía ante mí una línea blanca que sentenciaría mi desempeño en la prueba.

    En ese preciso instante me sentía libre de sobrepasar por mí misma el obstáculo que se anteponía en mi camino, como pocas veces me había sido permitido. Tener el control sobre mis acciones, aún cuando ello significase caer estrepitosamente en el proceso. ¿No decían que así era como se aprendía? Al menos podría llegar a comprobarlo.

    A escasos centímetros de la línea de salto trastabillé, perdiendo el equilibrio en el proceso. Las manos y las rodillas amortiguaron mi caída, rasgando ligeramente la piel debido a la velocidad que había logrado alcanzar. Aguardé un instante, jadeante y adolorida, y me recibió consigo un silencio sepulcral. Desconcertada, me erguí con cuidado sobre mis temblorosas piernas... pero las esperanzas desaparecieron al ver que me había desviado de la línea de salida.

    Perdí.

    Gardner Rachel: ¡Fallo!

    Dejé caer los hombros, cerrando los ojos con resignación. No había podido ser. Era frustrante, pero... quizás, con esfuerzo y dedicación, la próxima vez lo consiguiese. Solo quizás. Con ese pensamiento en mente volví hacia los alumnos congregados, comprobando mis rasguños con atención.

    "Qué lástima"

    "Se veía muy frágil, ojalá Akane no la quiebre en su primera semana"

    "Los débiles no tienen cabida en su clase"


    Las voces de los alumnos se filtraron como piezas de un rompecabezas en mitad de mis pensamientos. Por un momento, distraída como me encontraba, me costó comprender que estaban haciendo comentarios sobre la prueba. Que algunos se referían a mí. No le había dado mayores vueltas a mi desempeño, pero la realidad me golpeó de frente por primera vez desde que había llegado a la academia.

    Mis labios se tensaron inconscientemente en una fina linea, y a pesar de haber tomado asiento de nuevo no pude volver a concentrarme. Alerta, tratando de captar algún comentario más entre la multitud. Pero la victoria de la chica de primero silenció los murmullos prepotentes por completo. Quizás solo había sido una ilusión.

    Pero la semilla de la duda ya se había plantado en mi cabeza. Frágil, débil... ¿Así era como me veía en realidad?


    [​IMG]

    Sonreí victoriosa ante la reacción de Mimi, sacándole la lengua cuando se volvió hacia mí de forma fugaz, antes de recuperar la compostura. Debía admitir que molestarla de vez en cuando tenía algo de divertido, pero nunca lo diría en voz alta. ¿Con qué cara me mirarían la próxima vez que interfiese en uno de los juegos de Emily o Aika hacia Mimi si yo también los generaba? Se suponía que yo no hacía esa clase de cosas... al menos no siempre.

    Ah, se notaba que al fin había podido dormir bien después de tanto tiempo.

    —Muy bien: color rojo pulpo descartado —comenté al aire entonces, con cierta condescendencia maternal en mi voz. Noté que Emily y Kashya se resguardaban en la sombra de unos árboles y me rasqué las raices de mi cabello, notando cómo ardía bajo el sol del mediodía. Chicas listas—. Quizás deberíamos imitarlas más tarde, no parece quedar mucho para nuestro turno, ¿cierto?

    Los alumnos de primero se sucedían uno tras otro, algunos de ellos siendo toda una caja de sorpresas. Paseé la mirada alrededor mientras el siguiente se dirigía a la pista y reparé en que Aika volvía a estar libre. Me aliviaba sobremanera verla con mejores ánimos el día de hoy.

    Le dirigí una pequeña sonrisa.

    >>Psst, Aika. ¿Algún consejo antes de salir ahí fuera? El año pasado apenas pude superar la marca.
     
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    Alisha Welsh

    —¿Habilidades? —repetí, levantando la vista con expresión pensativa, volviendo a colocar las manos tras el cuello—. A decir verdad, creo que eres mejor en aguante que en velocidad, ¿o quizás mis datos están ya desactualizados~?

    Volví a mirarle, recuperando la sonrisa divertida, genuinamente cómoda y tranquila teniendo en cuenta las intenciones de lo que acababa de decir... pero era Joey, y simplemente no podía estar incómoda con él. No a esas alturas.

    Ni siquiera cuando escuché su propuesta y sentí su dedo posicionándose sobre diferentes partes de mi cuerpo, así como del suyo, hice ademán alguno de apartarme o incomodarme. Eso sí, mi rostro pasó de la inicial sorpresa a iluminarse lleno de emoción, con un brillo competitivo en mis ojos.


    >>Je, espero que tengas esos labios cuidados entonces, porque acabas de sentenciarte a usarlos~ —dije, a modo de aceptación de la propuesta, mientras extendía la mano a la espera de un apretón que formalizase la apuesta.

    Desde luego, ¿qué haría yo en aquella Academia sin la amistad de Joey?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Fue extraño. Jodidamente extraño. Cuando el cuervo se giró y sus ojos se cruzaron con los suyos, aquella mirada ambarina pareció soltar chispas de electricidad. Todo lo que deseó Hiroki en ese momento fue estamparle el puño cerrado en la cara.

    Bam. Y listo.

    Parecía un niño rico cualquiera, probablemente no aguantaría ni media hostia. Y él por su parte, por suerte o desgracia estaba curtido en peleas cuerpo a cuerpo. No le iba a importar una mierda partirle la nariz a un cabrón elitista. Su actitud burlona y casi prepotente, como si acostumbrarse a tener el control de la situación, le sentaba como una patada en el estómago.

    Estaba tensando demasiado la cuerda.

    Y el cuervo lo sabía.

    Milagrosamente la voz de Kurosawa logró detenerlo antes de que sus pensamientos impulsivos se convirtieran en acciones. La tensión era palpable, asfixiante y podría cortarse con un cuchillo. Cesó tan solo cuando Shiori así lo dispuso.

    Era ella quien tenía realmente el control en esa situación.

    ¿Qué cojones hacía? ¿Defenderlo? ¿Era eso? Repentinamente había tomado esa actitud posesiva, la misma que con su bento. Ese comportamiento casi errático, egoísta y sobreprotector que le había visto mostrar con Watanabe y posteriormente con él mismo. Estaba marcando la línea.

    Sorprendido, Hiroki miró su mano empuñada y su muñeca siendo detenida por Kurosawa. Sus dedos apretados en torno a su piel. No era una agarre fuerte pero era firme como si pretendiese dejar claro que no iba a soltarlo hasta que desistiera en su intento. La mano le tembló. Estaba molesta y jodida pero al parecer no lo suficiente como para dejarle acabar en Dirección por meterse en peleas con otros alumnos.

    Kurosawa.

    Su voz sonó algo más hosca, ronca por la rabia. Una que no estaba dirigida hacia ella y que se ahogaba en los celos que parecían devorarlo inexorablemente.


    —¿Qué...?

    La miró un breve instante frunciendo el ceño apenas, extrañado y confuso, pero no hizo ademán alguno por tratar de soltarse de su agarre. Parecía cuestionarle, indagar sobre su actitud como un cachorro perdido. No entendía una mierda de lo que acababa de pasar... pero le aliviaba saber que el cuervo se había ido volando a otra parte.

    Finalmente desistió en su intento y cuando Altan se marchó dejó caer el puño como un peso muerto. Ni siquiera le escuchó. Altan era un simple inconveniente, le era indiferente mientras mantuviese las distancias.

    —Creía que estabas cabreada conmigo—soltó con cierto resentimiento en la voz. Lo cierto es que se sentía perdido. La actitud de Shiori parecía haberlo descolocado por completo. Se sobó la nuca con un suspiro pesado y hundió la mano en el bolsillo del gakuran.

    Gruñó.

    Las galletas estaban partidas en trozos de tanto que había apretado los puños en torno a la bolsa.

    Pero seguían siendo comestibles. Y en aquel instante, sentía la irrefrenable necesidad de devorarlas todas.

    Yukie Inuoe

    No pudo evitar reír, divertida, ante la actitud resuelta y despreocupada de Satoko. Tampoco dudó, ni siquiera por un instante, en abrazarla cuando la tuvo a su alcance. Fue un impulso nacido del miedo que había sentido y la emoción. Solo deseaba sentirla cerca y compartir aquel pedazo de felicidad efímera junto a ella.

    —Estaba preocupada por sí caías y te lastimabas—musitó hundiendo el rostro en su hombro. Y sacudió la cabeza. Pudo sentir el calor cálido del rostro de Shichimiya junto al propio—. Pero lo has hecho increíble Satoko-chan, eres la única alumna de primero que ha conseguido superar la prueba.

    Su brazos se cerraron en torno a su cuerpo mientras estrechaba el abrazo un poco más. Un abrazo cálido, lleno de sentimientos... sentimientos que se desbordaban sin control arrastrados por la alegría compartida. Normalmente Yukie no expondría sus sentimientos frente a Shichimiya con tanta facilidad. No esos tan honestos y tan ocultos que jamás había compartido con nadie. No esos de los que prefería no hablar. No esos que ponían en peligro su amistad. Se aferró al cuerpo de Satoko casi con necesidad, sintiéndose reconfortada. Quizá y solo quizás, en el fondo era solo una persona horrible que aprovechaba el momento para mostrar un poco más de esos sentimientos que se había prohibido a sí misma.

    —H-hm... l-lo siento—musitó al separarse tras unos segundos, nerviosa y culpable, y se enjuagó una lágrima traicionera. El corazón le pesaba en el pecho—. Yo no... y-yo solo... estoy muy feliz por tí.

    Aika Izumi

    Aika por su parte había permanecido algo distante una vez Emily se marchó. Había dado todo de sí por animar a los chicos de primero... pero sus esfuerzos apenas habían dado sus frutos. Solo podía apartar la mirada, sintiendo el dolor en la piel con cada golpe que aquellos jóvenes recibían contra el suelo de grava.

    Auch.

    Tenía infinidad de cosas en las que pensar pero prefería dejar su mente en blanco y solo disfrutar del momento. De la ligera brisa, del calor del sol, del solo hecho de estar viva. Tras el accidente había ocultado y guardado para sí misma tantas cosas. La muerte de Minato había dado un completo giro a su vida.

    —Oh, Lizachii—se giró al escuchar su tono risueño con una leve sonrisa y las manos tras la espalda. Y pensar que aquella misma chica llena de luz había roto en llanto el día anterior—. Hmm... un consejo. Un consejo... Tal vez... ¿tener el estómago lleno?

    Le dirigió una mirada dudosa ladeando la cabeza ligeramente, preguntándose si aquel era o no un consejo válido. La verdad es que por su parte, ella siempre tenía hambre.

    Rio de forma despreocupada.

    >>Ya sabes, así no estarás pensando en acabar rápido para ir a comer y podrás centrarte en la pista—explicó agitando la mano, restándole importancia—. Aunque yo siempre corro con el estómago vacío.

    "Tampoco es que esté comiendo mucho últimamente."

    No después de aquella noticia nefasta. Levantó un brazo y se estiró en toda su extensión solo por despejar sus ideas. No le había dicho nada a nadie. Ni el por qué de sus desmayo, ni sobre el accidente de auto y aún menos sobre el coma. No le gustaba pensar en esa clase de cosas. Aunque inesperadamente y sin pedir permiso la asaltaban pensamientos de desesperación y culpa. Una culpa desgarradora.

    Podría haberlo evitado. Podría haber hecho algo más. Si tan solo no fuera una maldita y estúpida inútil de mierda.

    Era su culpa.

    Era su culpa.

    Se giró nuevamente en dirección a la pista y le dio a Liza la espalda. En aquel momento un nuevo alumno de primero volvió a chocar contra el suelo... pero su expresión no se inmutó. Su mente no estaba en la pista en aquellos momentos. Estaba lejos, en una fría y aséptica sala de hospital. Apretó apenas los labios.

    Su maldita culpa.

    —Hey Lizachii.

    Su voz tuvo un tono distinto, extraño, apagado. Completamente opuesto a su voz alegre y risueña. Parecía una persona completamente diferente.

    Giró apenas el rostro para mirarla. Todo en su gesto mostraba una sombría perplejidad. La luz del sol detalló por un instante sus intensos ojos verdes.

    >>¿Qué pasa cuando mueres?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    —Lo estoy —admitió por fin, con la misma aspereza que parecía haber aprendido no solo de él, sino de Katrina y Altan también. Se estaba permitiendo sentir algo y así como la mirada del chico lobo había chispeado contra Sonnen, la suya recordaba a las ascuas de un tronco consumido por el fuego; pero aún así no lo soltó, de hecho afianzó el agarre en torno a su muñeca—. Lo estoy porque eres un maldito imbécil, pero eso no significa que dejes de ser mi amigo. La gente puede molestarse por tus mierdas y aún así apreciarte, va siendo hora de que lo aprendas.

    Sintió que los ojos se le humedecían, pero se obligó a no apartar la mirada. Odiaba no tener el cabello suelto y poder usarlo como escudo o algo.

    —¿Qué mierda te pasa, Usui? ¿Hubieras preferido que te mintiera? ¿Es eso? —siseó y tiró de su mano, atrayéndolo hacia sí. No iba a levantar la voz allí y de hecho en ninguna parte, no era su forma de hacer las cosas—. ¿Quieres cabrearte conmigo porque te conté algo personal que ya ni siquiera importa, porque quise ser transparente? Porque lo dejé estirar la cuerda para que tuvieras al menos un motivo real para ponerte de mal genio, así de fastidiada estoy.

    Era una maldita mente macabra y estaba resentida, dolida. Porque había sido sincera para que el tiro solo le saliera por la culata.
    Lo dejó ir entonces, sin ser brusca, lo soltó gradualmente, a pesar de la forma en la que estaba hablando.
    Inhaló con fuerza, buscando detener el bombeo de su sangre.

    —Además, ¿qué se supone que haga contigo? —cuestionó. Quizás por primera vez fue evidente que ella estaba tan confundida como él, a pesar de que se forzaba a acompasar su corazón al suyo, como el ave lira que era, imitando los cantos ajenos—. Me miras como un cachorro confundido y no te has parado a pensar en las señales mezcladas que tú mismo me estás dando. Me quieres cerca, pero no demasiado cerca, eres un tosco y después de repente eres dulce conmigo, a tu extraña manera, y luego te amargas de nuevo, porque te diste cuenta que los límites de mi mundo van más allá de ti. Estuve por abofetear a Honda por ti, te preparé el almuerzo, te guardé galletas y podía haber abofeteado a Altan también si me daba la maldita gana, por ti. ¿Te das cuenta de la cantidad de atenciones que te dedico, aún cuando eres un idiota que se cree una mierda?

    Eso era. No estaba enfadada solo por su estupidez de comportarse como un perro posesivo, también la molestaba aquella insistencia en creerse una mala persona.

    Iba a seguir hablando, sentía que ahora que por fin había logrado decirlo no podía parar, pero incluso sus propias palabras habían calado en ella. Parecía un regaño para él, por supuesto, pero casi lo había sentido ella misma.
    Había sido egoísta de su parte enfadarse y dejar a Altan atizar el fuego, pero también soltarle todo eso sin saber si él estaba siquiera medianamente preparado para escucharlo.

    Se llevó las manos al rostro, cubriéndose los ojos, y después las arrastró hasta las raíces de su cabello, retirándose el flequillo de la frente que volvió a caer, desordenado.
    Inhaló y exhaló, una, dos veces. Antes de volver a tomar su muñeca, ya no era un toque que buscaba detenerlo, era un toque que buscaba reconciliar. Deslizó el agarre hasta su mano y la presionó suavemente, para dejarla ir inmediatamente después.

    —Ya, eso era todo. Perdona —murmuró con la vista en cualquier otra parte menos en él.

    Joder, encima ya iba a empezar el turno de los de segundo. Iba a partirse la cara contra el cemento, lo sabía, porque tenía la cabeza puesta en otras cosas.

    jez3.png
    ¿La clase 2-2? La clase de Kuro-chan, bueno, al parecer se verían bastante.

    Seguía incómoda, no iba a mentir, pero al menos haberse quedado ya la estaba ayudando un poco. De todas formas, todos estaban ocupados viendo cómo los de primero se iban de boca.
    Dejó salir un pesado suspiro y asintió ante las palabras de Bleke.

    —Yo ya me hice a la idea de que me iré de boca al suelo —dijo, resignada.

    —Ponle un poco más de entusiasmo, Jez. —La voz era de Altan, que se había abierto paso entre la gente hasta que divisó su cabellera blanca y otra que también parecía bañada en lejía.

    Cualquiera que lo viera no diría que había estado por comenzar una pelea allí, en medio de las pruebas físicas. Actuaba como si nada hubiese ocurrido.
    El rostro de Jez se iluminó un poco al ubicarlo y verlo acuclillarse a su lado.

    —Perdona por no haber llegado a la clase, me detuve a hablar en el pasillo. —El muchacho le revolvió el flequillo, de por sí despeinado, para restarle importancia y ella se volvió hacia Bleke—. Blee, él es el amigo del que te hablaba ayer.


    Bleke Middel.


    Altan determinó a la rubia, sin ser demasiado evidente y la saludó con un movimiento de mano. Era mucho menos prepotente estando con Jez, no había que ser un genio para darse cuenta.

    —Y ella es Anna, fue con quien estuve hablando. —Señaló a la muchacha de cabello teñido.

    —Anna...

    —Hiradaira —añadió entonces, recordando que a pesar de todo Altan había sido criado a la manera japonesa.

    Él la saludó entonces de la misma forma que a Bleke y se permitió sentarse junto a la albina. No tenía caso esperar de pie.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Alzó las cejas, bastante incrédulo, como reacción inicial ante su comentario tan... ingenioso. Luego estiró los labios hacia abajo y dio dos simples palmadas, colocando los brazos en taza.

    —Nada mal, Ali-chan, nada mal. Veo que sigues sabiendo usar la lengua tan bien como siempre~

    Soltó una risa corta al ver su mano estirada hacia él y la estrechó firmemente, sacudiéndola un poco. El entretenimiento en su rostro era palpable, y es que con Alisha siempre se entendía y la pasaba bien. Sin compromisos, sin ataduras, sólo diversión y estupideces. Justo lo que se había echado encima a la fuerza desde... bueno, no recordaba muy bien desde cuándo.

    —Qué agradables son las apuestas donde no puedes perder, ¿eh? —Sonrió, echándole un vistazo al patio, y recordó algo de repente—. ¡Ah, cierto! ¿Recuerdas lo que te comenté ayer, de la azotea? Ya estoy poniendo las cosas en marcha~ Aunque no estoy muy seguro. ¿Hasta dónde dices que lo llevemos, Ali-chan? —se cuestionó, haciendo un leve mohín—. Puede que alcohol y hierbas sea mucho, ¿no? Es decir, soy idiota pero tampoco me buscaría una expulsión garantizada sólo por hacerme el loco. Hmm... ¿quizá podamos colar algo de alcohol en botellas de jugo y esas cosas?

    [​IMG]

    Estuvo a punto de responderle a Jez cuando una cuarta voz apareció en escena. Alzó la vista y se encontró con un muchacho que no conocía. La forma en que se comportó con Vólkov activó sus recuerdos del día anterior, en los casilleros, y la albina se lo confirmó sobre la marcha. Cierto, ese día ingresaría el amigo de Jez. ¿Cómo era que se llamaba?

    Sostuvo la mirada del moreno cuando su amiga se lo mencionó y asintió ante su saludo, junto a una pequeña sonrisa amable. No transmitía la suavidad o cercanía que, aparentemente, sólo sabía demostrar con Jezebel. Era educada y poco más que eso. Fría, inclusive, si entraba en consideración el calibre de sus ojos.

    —Un gusto —murmuró—. Bleke Middel.

    Bueno, no recordaba exactamente su nombre pero sabía que iba con la albina a tercero; con un "senpai" debería bastar por el momento.

    —¿Cómo va? —soltó Hiradaira, al otro lado de Jez.

    La voz de Anna era bastante más hosca en comparación a la de Bleke, al igual que su actitud. Middel le echó un vistazo, apenas había reparado en el muchacho para responder a su saludo y se mantuvo pegada al móvil. No sabía definir si era algo grosera o simplemente estaba incómoda. La vio hacer un globo con el chicle que llevaba mascando todo el rato y pestañeó cuando estalló de repente. Por alguna razón le arrancó una sonrisa.

    —Nunca supe hacer de esos —confesó, inclinándose hacia Anna para captar su atención—. Siempre lo consideré, digamos, ¿un talento oculto? Como las personas que silban, o hacen cosas extrañas con ciertas articulaciones.

    Anna se encogió de hombros y le extendió el paquete de chicles con simpleza, instándola a tomar uno. Bleke accedió y le agradeció, aunque no se lo llevó a la boca.

    —Está lleno de tutoriales en YouTube. Como para, bueno, todo en la vida. —Se giró hacia Jez—. ¿Qué me dices, muñeca? ¿Tienes algún talento oculto?

    Bleke mantuvo su sonrisa mientras la conversación fluía y le hizo la misma pregunta al único chico del extraño grupo que de repente se había formado.
     
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    Hygge

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    Asentí suavemente, las manos descansando sobre mi regazo. Tener el estómago lleno, ¿eh? Aquella respuesta me enterneció. Lo cierto es que la prueba no me generaba demasiada inquietud, lo que me importaba era comprobar cómo se encontraba Aika. Y debía admitir que escuchar de nuevo su risa despreocupada ensanchó ligeramente mi sonrisa, aunque ella ya había regresado su atención a la pista.

    Planeaba continuar en silencio, atenta a la competición cuando la voz de Aika volvió a captar mi atención. Una voz apagada y ensombrecida que, de haber tenido los ojos cerrados, no apostaría que hubiese salido de ella. De la persona alegre, enérgica y despreocupada que era Aika Izumi.

    —¿Hm?

    Fue todo cuanto salió de mis labios, repentinamente inquieta. Sus ojos verdes brillaron bajo la luz del sol con una tonalidad distinta, ajena a su presencia habitual. El corazón se me detuvo por un instante en el pecho ante su pregunta.

    "¿Qué pasa cuando mueres?"

    Permanecí unos segundos devolviéndole una mirada cargada de perplejidad. Esa pregunta... simplemente no encajaba con ella. La conversación se había tornado antinatural y de repente sentía que el escaso medio metro que me separaba de la joven se había convertido en una brecha insalvable. Había sido una ingenua al creer que una noche de descanso lograría revertir los ánimos del día anterior.

    Solo había llegado a ver la punta del iceberg.

    Guiada por un impulso me acerqué a su espalda con suavidad, rodeando su cuello con mis brazos y apoyando el mentón sobre su hombro. Quizás, en un intento banal por intentar alcanzarla, por comprender qué era lo que estaba mal con ella.

    Cerré los ojos, dejando ir un suspiro.

    —No lo sé, cariño —murmuré finalmente, cuidadosa, de forma que solo ella alcanzara a escucharme—. Hay quien dice que la muerte es una ilusión, que solo es el paso entre una vida y otra. Los hay, también, quienes aseguran que existe un cielo ahí arriba —Alcé la mirada, mientras mi mano inconscientemente acariciaba su cabello albino—. A fin de cuentas nadie ha vivido para contarlo, pero... me gusta creer que la muerte no es tan terrible como la pintan. Que quizás solo se trata de un merecido descanso.

    Dejé de acariciar su cabello para alejarme ligeramente, permitiéndole algo de espacio, pero me mantuve cerca por si llegaba a necesitarme de nuevo.

    >>Supongo que es cuestión de perspectiva, cielo. Espero que la mía respondiese tu pregunta.
     
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  20.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    —No te entiendo Kurosawa.

    Soltó con pesadez cuando ella terminó de hablar. Había cierta resignación y resentimiento en su voz como si repentinamente fuese consciente de la línea que los separaba. Nunca había conocido a nadie como ella. Era extraña, toleraba su presencia y era capaz de sacar ojos solo por un perro como él. Es lo que era después de todo. Desde que era un niño su padre había clavado en su mente el hecho de que no valía para nada. De que jamás llegaría a nada. De que era un maldito estorbo.

    Tenía los moratones y cicatrices grabados en la piel aunque ya no fuesen visibles.

    El tiempo solo había evidenciado sus palabras. Era un tipo agresivo e impulsivo con pintas de lobo. La gente le temía aunque le era indiferente lo que pensasen de él. Le importaba una mierda realmente e iba por la vida como un animal salvaje, actuando por meros instintos. Los únicos seres que toleraban su presencia y no huían de él al verlo eran los perros
    . Criaturas tan leales. Podían recibir mil golpes de su dueño pero jamás dejarían de quererlo. Incluso si este era un puto cerdo maltratador de mierda.

    Y... Kurosawa. Ella también lo toleraba. Y no lograba entender por qué. No quería involucrarla con él, con su mundo, con sus mierdas, pero le aterraba perderla y cualquier indicio de que ella se alejase crispaba sus nervios hasta el punto de la histeria. Era natural que ella tampoco entendiese nada de lo que pasaba por su cabeza. Después de todo apenas sabían nada el uno del otro.

    Quizás ese fuese el verdadero problema.

    Estaba celoso—masculló finalmente con un suspiro bajo, con cierta reticencia, y se apartó el cabello de la frente en un ademán de incomodidad. El flequillo cenizo volvió a caer en el mismo sitio, desordenado—. Es eso, Kurosawa. Estaba jodidamente celoso.

    >>Nunca nadie...—chasqueó la lengua. Joder si era difícil hablar de eso. Tensó apenas la mandíbula y sus ojos se clavaron en la pista aunque realmente no estaba prestando atención alguna a los eventos deportivos. Solo quería evitar ver las llamas en sus ojos—. Nunca nadie se había preocupado tanto por mí. No soy una persona agradable ni una compañía grata. Prácticamente me he criado en la calle y hecho cosas muy jodidas para sobrevivir. Mi padre era un puto borracho que nos maltrataba a mí y a mi madre.

    Soltó, a bocajarro y sin anestesia. Su voz sonó más hosca, ronca y llena de una rabia sorda. Era evidente que aún lo detestaba. Lo odiaba con toda la fuerza de su ser. Tenía las manos manchadas de sangre. De la sangre de su propio padre.

    Joder.

    >>Por eso... agh—gruñó. ¿Por qué era tan jodidamente difícil decir las cosas como eran? ¿Por qué no podía? ¿Porque no quería involucrarla en sus problemas? ¿Por qué no sabía que pensaría de él cuando supiese que era un asesino? ¿Un parricida? Sacudió la cabeza vehemencia—. Da igual. Solo... quería que supieras eso.

    Esa... ¿era su forma de pedir disculpas? Muy bien Usui
    . Bravo.

    ***

    Aika Izumi

    El silencio cayó pesado como una losa cuando Liza respondió su pregunta. Aika había pestañeado con rapidez, perpleja, cuando la joven se acercó a abrazarla por la espalda. Había estado a punto de restarle importancia y decir que solo había sido una broma, una nimiedad sin importancia, que no lo tuviese en cuenta. Hubiera reído, probablemente, con esa risa risueña y esa sonrisa capaz de cegar el sol. Pero parecía que en aquel momento no se libraría con tanta facilidad. Había sido un lapsus, un desliz repentino no calculado. Como si sus verdaderos problemas y pensamientos tratasen de escapar y mostrarse tras aquella máscara falsamente conformista.

    No esperaba que Liza la abrazase, no esperaba el repentino cariño y el calor de su cuerpo. No esperaba que tratase desesperadamente de acercarse a ella en un intento por acortar la distancia emocional. Era evidente que no estaba bien, que su mente estaba en otras cuestiones.

    No fue capaz de decir nada. Solo quedó allí sintiendo el calor tácito de Liza White, el leve roce de sus dedos en su corto cabello celeste; hizo que la recorriese un escalofrío. Tal vez solo extrañaba ese tipo de contacto. Tal vez solo gritaba desesperadamente por una mano amiga. Alguien que lograse ver y pasar a través de su máscara.

    Separó los labios.

    —Mi hermana decía que al morir nos convertíamos en estrellas. No como las de la televisión si no... de esas que ves en el cielo de noche—habló entonces. Sus palabras fluyeron sin ser detenidas,como si hubiera abierto la llave y ya no pudiese volver a cerrarla—. Que las personas que se iban siempre estaban con nosotros mirándonos desde arriba. La Yaya decía que durante Tanabata, en verano, las almas de aquellos que queríamos regresaban por un instante a la tierra para cumplir los deseos de sus seres queridos en forma de estrellas fugaces.

    Hizo una breve pausa.

    >>¿Crees que yo... me convertiré en una de esas estrellas?

    La preguntá flotó, críptica, en el aire. Suspendida un instante eterno como el sonido sostenido de algún instrumento de cuerda. En cualquier caso Liza no pudo seguir indagando. La voz de Yoshida-sensei se impuso nuevamente y llamó con decisión su nombre. Sonó el silbato.

    —Ah, Aika Izumi. Parece que me llaman ya—le dedicó una sonrisa genuina a Liza, honesta, y le guiñó uno de sus ojos. Parecía ser la misma Aika despreocupada de siempre—. ¡Hasta más ver, mon amie! Deseame suerte.

    Se despidió con un movimiento de mano y corrió hasta la pista. Aquella conversación... ¿por qué demonios había tenido esa conversación? ¿Qué le pasaba por la cabeza? Era una completa estúpida. Se reprochó una y dos y tres veces. Probablemente, con tantas cosas en la mente... incluso fallase el maldito salto.

    —¡Aika Izumi; no ha llegado al metro! ¡Fallo!

    Fallo.

    Ella.

    Toda un as de los deportes.

    Qué ridículo.


    Regresó con Liza con una sonrisa de circunstancias. Disculpándose incluso por dar consejos cuando ni siquiera ella había apenas podido pasar la línea.

    —Qué cosas ¿eh?—comentó sobándose la nuca. Y río— ¿Será porque tengo el estómago vacío? Al menos no me he caído.

    Mierda.

    Definitivamente tenía demasiadas cosas en la cabeza.

    —¡Middel Bleke!

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