Exterior Patio frontal

Konoe Suzumiya

"Go Ahead"

Adelante.

Le resultaba curioso como había cambiado su compresión del inglés gracias a ella. Generalmente la pronunciación de los japoneses era verdaderamente nefasta. No era su caso.

—Right—respondió con una dicción y pronunciación perfecta. Fue más un suspiro contenido, una exhalación que palabras. Tenía demasiadas cosas en la cabeza en ese momento. Lo primero que necesitaba, obviamente, era ordenarlas de forma apropiada.

Era evidente que Alisha no estaba por la labor de ser comunicativa. Pero se había quedado en lugar de marcharse, estaba dispuesta a escucharla. Y eso le dio esperanzas.

>>¿Tomaste la oxicodona con alcohol?—cuestionó. Siempre su preocupación por su integridad física se interponía ante todo lo demás. Guardó silencio durante unos segundos pero no necesitó una respuesta directa. Estaba segura de cuál era—. Sé que es complicado, pero por favor no vuelvas a hacerlo.

Aunque podía sonar como un reproche y ciertamente había intenciones de sonar como tal, no era lo que pretendía. Si se disponía a acercarse a ella lo suficiente para aproximarle la mano y no recibir un mordisco, regañarla como la hermana mayor de todos no era lo más correcto. Welsh lo detestaba. Que le cortaran las alas, que le impusieran límites.

>>Lo sé. Lo ocurrido con Tolvaj. Lo que escapa a mi entendimiento es qué razones te llevaron a hacerlo. Siempre has sido imprudente e irresponsable, pero lo de ayer supera ampliamente los límites. Sé... que en parte todo esto es mi culpa—agachó la mirada significativamente tensa, llena de culpabilidad. Sus dedos se tensaron en torno al asa del maletín escolar—. Si no... si no hubiera sido tan insistente, si no te hubiera confesado como me siento quizás nada de esto hubiera pasado. He sido egoísta. Te presioné a pesar de qué sabía desde el principio que no querías estropear lo que teníamos. No me arrepiento de lo que pasó entre nosotras, Alisha-san. Pero me desgarra ver el daño que te estás haciendo. Quizás suene cínico, probablemente lo sea después de todo. Pero si hay algo que yo pueda hacer... Si hay lo más mínimo para que te sientas mejor... lo haré.

Alzó la mirada entonces.

>>No estás sola. No voy a dejar que caigas. No me importa si eso termina lastimándome.

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Quito el encabezado porque ya tengo a Suzu en la firma, vaya (?)

 

Konoe Suzumiya

—Sonnen-kun y Anna-san no son los únicos que piensan que Gotho es un monstruo—murmuró más para sí misma que para nadie. Rozó con los dedos su frente donde aún podía sentir el tacto de las yemas de Alisha. Había sido un golpe para que centrara sus ideas. Pero su mente no podía estar más en órbita. Logró recomponerse y habló con suavidad—. Yo no creo que lo sea. No siento que lo sea. ¿Soy ingenua por pensar así? Es probable. Pero lo que hicimos lo hice porque en ese momento quise hacerlo. Si se aprovechó de mí, yo también lo hice de él. ¿No es a fin de cuentas lo mismo que tú haces, Alisha-san? Cerbero toma lo que quiere de los demás en un pacto de satisfacción mutua, equitativo para ambas partes. Los dos estábamos vulnerables. Él tenía fiebre. Es injusto pensar que se aprovechó de mí cuando se encontraba enfermo.

¿Lo estaba defendiendo? Absolutamente. Estaba defendiendo a Natsu Gotho cuando sabía todo lo que había hecho, cuando él mismo reconoció que había acosado y arrastrado a una chica a un cuarto del tercer piso. Pero estaba segura o tal vez solo quería y necesitaba creer que había algo bueno en él. Lo que quiera que fuese. Incluso si tal cosa no excusaba su comportamiento. Era un hombre rudo, hosco... pero le gustaban los girasoles y la lectura. Había tratado de animarla en la azotea. Tenía mucho más dentro de sí que aquellos que todos a su alrededor se empeñaban en mostrarle. Como si fuese un cristal semi traslúcido y solo dejase entrar parte de la luz pero el resto quedase oculto.

Se llevó un mechón oscuro tras la oreja.

Lo había notado. Como había cambiado el tema buscando tornar el curso de la conversación y evadir el punto central de la misma. Probablemente sí fuese estúpida. Definitivamente tenía un gran conocimiento sobre todo tipo de cuestiones y temas pero la realidad le era un terreno inexplorado. Sabía la teoría pero fallaba miserablemente en la práctica.

>>En cualquier caso no es de mí de quien hablamos—exhaló con lentitud—. Te hice una pregunta indirecta y decidiste ignorarla. Déjame replantearla: ¿Qué pasó para que te decidieras a robar oxicodona de la enfermería? ¿Qué hizo que buscaras la compañía de Tolvaj? En parte es mi culpa, pero ¿el resto? ¿Sucedió algo con Wickham-kun? Entenderé que no confíes en mí, está bien si no quieres decírmelo. Pero te estoy ofreciendo compartir la carga. Por favor Alisha-san. No te lo pido, te lo suplico... ¿Qué te está pasando?

 

Konoe Suzumiya

Era lo que esperaba. Pero eso no evitó el gesto de decepción que se formó en su semblante al escucharla volverse nuevamente evitativa dibujando una clara línea entre ambas. No importaba lo mucho que tratara, lo mucho que luchara contra la corriente intentando alcanzarla... sus dedos ni siquiera llegaban a rozarla.

Aunque resultaba doloroso y se le clavaba en el pecho con contundencia le había dicho que no insistiría si no quería decírselo; no la presionaría más.

Ahora tenía la respuesta a la pregunta que se había hecho desde ese día.

Todo se había roto.

Y no había manera posible de volver a recomponer las piezas.

Frunció los labios pero fue un gesto tan fugaz que casi ni se notó.

—No—respondió escueta, con un tono monocorde y átono—. Eso era todo. Ten un buen día.

Giró sobre sus talones y se marchó de allí sin prisas aunque un impulso extraño en el pecho le hacía desear acelerar el paso. Huir. Esa era la descripción más apropiada. Huir de todo.

Por unos instantes parecían acercarse, avanzar unos pasos. Pero al alejarse duplicaban la distancia anterior como si fuesen los mismos polos de un imán. Tan similares y a la vez tan opuestas. Líneas de atracción demasiado parecidas como para coexistir juntas.

 

Quién iba a decirnos que la apacible visita al invernadero se convertiría en algo así como un puto desastre. Gotho y yo quedamos algo así como flotando a la deriva y aunque solo había que verle para saber que estaba deseando enterrarse en algún rincón de la biblioteca, no iba a lograr su cometido en mi presencia. Se había ganado un buen grano en el culo con nombre y apellido y era lo que menos podía hacer para compensar tanta mierda junta.

El caos de aquel idiota había arrasado mucho mas lejos de donde me alcanzaba la vista. Vaya desgraciado.

—Bueno, ¿cuál es tu segundo número en la lista de contactos? —inquirí con un tono casual, como si todo me resbalase ciertamente. Le dirigí una mirada suspicaz mientras caminábamos hacia el patio frontal—. Dijiste que no estaríamos solos, ¿cierto, Gotho? No lo veo.

Por favor, si es que solo había que vernos. Parecíamos un par de apestados o algo.

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Insane owo!

 

Antes de salir del invernadero dejé el ibuprofeno al lado del paraguas, que la tonta mínimo estaba indispuesta y ni siquiera se había preocupado por atenderse, pasando del murmullo ajeno que se tornaba fastidioso, a la final ni pude hablar con Suzumiya. Las palabras de la niñita que parecía un chicle andante con las pilas puestas a todo dar, con ganas de pelear hasta el cansancio me marearon un poco, y lo recia que podía ser Lena... vaya lugares donde terminaba metido.

—Caprichosa —siseé al verla mandarme como si fuese mi dueña, sin embargo terminé sacando el móvil para llamar a Suiren y decirle en donde estaba, a lo que al parecer no quedaba muy lejos de donde se encontraba con Violet.

Al colgar enterré las manos en los bolsillos con la mirada ida, pensando en el libro que volví a guardar en la mochila. La jodida beca la comenzaba a sentir distante. Suspiré, como si me sintiese cuidando una niña de kinder que debía mantener ocupada, vigilada, para procurar sacar míseros minutos para leer, memorizar e interiorizar. Vaya cagada, me pesaba más de lo imaginado.



La llamada de Natsu no lo descolocó por el hecho de que éste, ya le había comentado de forma superficial que tenía un trato con una chica por un error que cometió hace algunos días, así que ahí lo veía, como un animal atado pese a saber que se moría por ponerse a estudiar, ya que según Violet, en unos meses comenzarían las convocatorias, y la carrera a la que éste deseaba apuntar solía ser la más exigente de todas.

—Ey. ¿Cómo te llamas? —elevó la mano como saludo a ambos, preguntando a la chica para luego presentarse—. Suiren, Violet, —comentó de forma breve, amistoso mientras señalaba con el pulgar hacia atrás—. Hay algo de césped y sombra, podemos hacernos allá.



Se inclinó alisando la falda luego de que su hermano la presentara, sonriendo de forma cálida a ambos. Hace mucho no hablaba con Natsu, y estaba sumamente contenta por ello, y más porque al parecer, podría tener la posibilidad de hablar con una chica que quizá, en un futuro, quisiera ser su amiga. Se prendió con disimulo de la esquina de la camiseta escolar de Suiren y le siguió el paso, mientras conversaba:

—¿Te gustan las galletas? Traje un poco que mi madre preparó, con algunos jugos del expendedor —al llegar bajo la sombra de algunos árboles se sentó y los invitó a todos a sentarse—. Tienen chispas de chocolate —sus mejillas se tiñeron levemente del rosa.

Estaba contenta, hace mucho no compartía con Suiren y Natsu. Sino mal recordaba, la última vez había sido hace bastante, en el centro comercial, escogiendo unas gafas para su hermano.

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piedad al manejar 3 personajes que sus personalidades nada qué ver (?)

 

"Caprichosa"

Le dirigí una sonrisa suficiente como toda respuesta, y observé victoriosa cómo se ponía en contacto con alguien más al otro lado del teléfono. Al parecer le estaban esperando en el patio frontal, y avanzamos hacia allí sin mediar palabra alguna. No iba a mentir, me sorprendía que le recibiera no una, si no dos personas. Me sorprendía que un tipo como él tuviese tantos contactos y, sobre todo, que fuesen de personas tan decentes como los dos chicos que nos saludaron y la anfitriona de la fiesta del té.

Qué cosas.

Los albinos parecían ser hermanos, pero no eran esos los únicos rasgos que captaron mi atención. La chica tenía una venda en los ojos. Reparé en sus gestos, en cómo se aferraba al uniforme de su hermano y tanteaba el terreno con parte de su ayuda. Las personas con alguna clase de obstáculo en sus vidas se llevaban toda mi admiración y respeto y quizás eso, sumado a la amabilidad de ambos, hizo que dejase a un lado mi carácter cínico y brusco por un rato.

—Lena —respondí ante la pregunta de Suiren, y me volví hacia Violet cuando nos ofreció parte de su almuerzo. Abrí los labios ligeramente, sin lograr dejar salir una respuesta, porque no estaba acostumbrada a recibir muestras de amabilidad tan repentinas y mucho menos tan genuinas como esa. Las pupilas me vibraron cuando desvié la mirada, sintiendo las mejillas enrojecer en el acto—. ...Son mis favoritas. Gracias.

Me dejé caer sobre el césped y abracé mis rodillas contra mi pecho, quizás en un ademán protector. No me gustaba sentirme vulnerable y tendía a alzar una barrera tras otra cuando alguien pretendía alcanzarme. En cualquier caso cuando el rubor comenzó a desaparecer señalé con el pulgar a Natsu, en dirección a los otros dos presentes.

—¿De qué os conocéis? —cuestioné sin más, haciendo un esfuerzo importante por tragarme varios insultos de por medio—. Pensaba que sus mejores amigos eran los libros de ciencia.

 

Dio un respingo ante la chica comentar que eran sus favoritas, estando profundamente agradecida en que ese fuese el caso, y no todo lo contrario. Extendió entonces con suma delicadeza hacia ella un par de galletas, mientras ladeaba el rostro al sentir que Natsu se sentaba a su lado, provocando que le sonriera ahora a él al sentir su mano acariciarle el cabello como si fuese una chiquilla. Y entonces comenzó a destapar una de las bebidas para dar un pequeño sorbo, escuchando la pregunta de Lena, lo que provocó que riera suavemente, para después contar unos pequeños fragmentos:

—Conocí a Natsu hace dos años, visitaba a Japón en las vacaciones de invierno, en ese entonces unos chicos me fastidiaron por el color de mi cabello y él me sacó de ahí. Insistí por agradecerle hasta que luego de muchos intentos aceptó el volvernos a ver, entonces solíamos salir a disfrutar de los fuegos artificiales, y me ayudó un poco con el idioma —se sonrojó apenas—. Las últimas vacaciones... esta vez en verano, me ayudó en mi tratamiento, me acompañó a las citas médicas... —apretó la tela de su falda, bajando el tono de voz con intención de que solo ella escuchase—, fue mi soporte ante mi condición. Es muy preciado para mí. —elevó levemente las muñecas, mostrando los sensores en ellas—. Habló con mi madre y le dio esta idea, fue algo costoso, pero él designó dinero de los tatuajes que suele hacer para poder comprarlas.

Suiren se mantuvo en silencio, recostado en la madera del árbol mientras su hermana hablaba.

—Y mi hermano lo conoció en el transcurso de todo eso —se sonrojó al percatarse que estaba hablando demasiado—. Natsu ahora está tratando de alcanzar una beca, por eso es tan amigo de los libros y —guardó silencio al percatarse de que estaba hablando de más, sintiendo la mirada dorada escudriñarle, pese a que en realidad estaba sumido en el libro, con el semblante levemente tranquilo.

Jugó con sus dedos sobre la bebida entonces, con su mentón hacia Lena pese a que no podía verla.

—Lena-¿san?

—Chan, Violet —corrigió Gotho sin quitar la mirada sobre las hojas.

—Lena-chan —corrigió dudosa—, ¿qué deseas estudiar cuando finalice este año?

 

Tomé el par de galletas con una delicadeza más propia de las princesitas que aborrecía que de mí misma y la escuché hablar atentamente, llevándome una de ellas a la boca. Casi podía jurar que mis labios se curvaron ligeramente al saborear las chispas de chocolate y relajé el gesto sin darme cuenta, mecida por el relato de Violet y algunos recuerdos de mi infancia.

Lo cierto es que me costaba creerlo. La vida de Violet no parecía haber sido nada fácil y aunque me incomodó que soltase cosas personales a una desconocida como yo hice el esfuerzo por seguirla en todo momento. A veces miraba a Natsu, haciendo alguna que otra mueca de incredulidad, porque ni de coña me creería que el tipo era de esa clase de persona si no fuera porque la persona que estaba hablando parecía ser tan cristalina como el agua misma. Era difícil siquiera llegar a desconfiar de ella, tenía un extraño efecto en la gente.

Me removí algo inquieta al ser consciente de ello y fue entonces cuando su pregunta me alcanzó. Dejé escapar el aire por la nariz en una suerte de risa y negué con la cabeza ante lo primero, a pesar de que no podía verme.

—Llámame Lena, si quieres. No soy japonesa y tampoco quiero serlo —comenté, a pesar de que una diminuta parte de mí, lo que quedaba de mi yo niña, jamás se hubiera negado a serlo. Pero eso ya no importaba. Permanecí unos segundos contemplando el cielo, su pregunta haciendo eco en mi cabeza. Siempre lo tuve bastante claro—. Quiero estudiar periodismo. Investigar hechos, contrastar información, sacar la verdad a la luz. Ya sabes, esas cosas clichés y demás.

Claro que no mencioné que lo hacía porque deseaba continuar con el legado de mi madre. Creo que ella tampoco debía hacerse una idea de que su hija, perdida al otro lado del océano, seguía teniéndola bien presente. Aunque no le cogiese las llamadas ni me dignase a dar señales de vida.

Porque alguien debía cargar con la culpa.

Y yo había decidido arrojársela a ella en la cara.

>>¿Qué hay de ti, Violet? —agregué, en un tono de voz algo más bajo. Suiren y Natsu podían responder la misma pregunta, pero mi atención de alguna forma se la llevaba la chica.

 

—Oh, entonces te llamaré Lena —comentó al sentirse más cómoda, ya que sinceramente no sé conseguía adaptar a aquellos términos.

Se fue imaginando en su mente a Lena al hablarle de su sueño profesional. Una chica que deseaba ser detective. ¿Cómo sería? ¿Qué ademanes tenía? ¿Cómo mantendría una estabilidad entre el ejercer y su vida personal? ¿Qué colores la permeaban?

—Es un sueño muy noble. De seguro, sería de muchísima ayuda a la sociedad si lo cumples —habló imaginando a los criminales tras las rejas, como los programas que pasaban en televisión pero no representaban interés en su persona—. Me gusta el arte pero dibujo muy mal —habló avergonzada al recordar los dibujos de Natsu a comparación de los suyos—. También me gustan los números, probablemente desee prepararme como docente de matemática o física.

Sintió el viento cálido acariciarle las mejillas. Y recostó el rostro sobre sus rodillas, escuchando a su hermano hablar.



Se sentía bien el ver a su hermana conversar con otra persona ajena a ella dos, sin duda, Violet solía ser algo dependiente de ambos, y aunque no lo consideraba como un aspecto negativo, sabía que debía interactuar más con chicas con las que pudiese hablar de cosas... de chicas.

—¿Estás en algún club, Lena? —preguntó llevando las manos tras la nuca, mirando por el rabillo del ojo a Gotho—. El tonto de ahí no habla mucho, así que no esperemos que participe de más —comentó divertido, mostrándole los dientes blancos—. Nuestra madre suele disfrutar el hacer postres con Violet, si viese tu cara al morder la galleta estaría muy contenta.

 

¿Cuándo había sido la última vez que tuve la oportunidad de mantener una conversación normal con alguien? No podía recordarlo. Llevaba a la sombra de Astaroth tantos años que terminé por convencerme de que no lo necesitaba. De que conmigo misma me bastaba. Pero el ser humano era social por naturaleza y no podía culparme por estar disfrutando aquello como una adolescente normal, suponía.

También hacía tiempo que no sonreía de verdad, y se sintió extraño hacerlo. Fue una sonrisa pequeña y fugaz, en respuesta a sus primeras palabras, pero simplemente me nació hacerlo. Era algo que probablemente hubiera dicho años atrás, en relación al oficio de mi madre. Siempre la había imaginado como una heroína o algo así. Se me antojó extraño que ahora fuesen dirigidas hacia mí...

Pero podría acostumbrarme a ello.

—Ser docente es buena opción —comenté vagamente, dándole otra mordida a la galleta. No podía opinar acerca de sus dibujos porque yo apenas y dibujaba monigotes sobre el papel, pero me daba algo de curiosidad ver el proceso que seguía ella. No es como si fuera a decirlo, de todas formas—. Y la experiencia hace al maestro, supongo. No deberías dejar de intentarlo.

La presencia de ambos chicos me había serenado lo suficiente como para soltarme un poco la lengua, y me di cuenta tarde, cuando Suiren notó mi gusto por las galletas de su madre. Me tensé de súbito, enrojeciendo al momento y aparté el trozo que quedaba por mero orgullo más que otra cosa.

—¿A-Ah? No es... Yo... Solo me olvidé el almuerzo, ¿bien? —desvié la mirada apenas y fruncí el ceño, avergonzada por cómo debía haberme visto sin darme cuenta. Suerte que Natsu estaba bastante a su bola, porque si añadiese algo en ese instante le habría lanzado el resto de galleta a la cara—. Casi que prefiero que se mantenga así. Y no, no tengo interés en eso, y tampoco tiempo. Trabajo en la tarde.

A pesar del rubor terminé acabándome la galleta porque bueno, estaba claro que por más que intentase fingirlo me había gustado bastante.

 

Era más blanda de lo que parecía; orgullosa, con un temperamento sumamente pesado pero seguía siendo una chica como cualquier otra. Sin embargo no di ademán de enterarme de su actuar, ni siquiera para fastidiarla. Violet estaba sumamente contenta con la compañía, y yo tenía mi tiempo de estudio por fin. Cambié de página con serenidad.

Células, tejidos y órganos.

Parpadeé con parsimonia antes de adentrarme en el siguiente tema de estudio, hablando:

—Suiren, ¿no tienes pensado armar tu propio club en la academia?

El albino soltó una risa fresca, porque lo había atrapado sin siquiera él comentarlo.

—Algo de parkour no estaría mal en este sitio, tiene espacios amplios, y supongo que consiguiendo un par de interesados sería posible.

—¿Pero? —agregué al vérmelo venir.

—Es mucho trabajo para un recién llegado.



Giró su atención de nuevo a Lena, y de forma tranquila asintió a casa palabra que decía. Se veía más fresca de lo tensa que la notó al presentarse, y aquello estaba bien, se creaba un ambiente ameno.

—Ya escuchaste Nat, que mantengas la boca cerrada.

Gotho torció los ojos, encerrándose en su mundo de nueva cuenta, provocando una risilla entre dientes de Suiren.

—¿En qué trabajas? —preguntó, agregando casi al instante—, ¿sabes si tienen alguna vacante? Estoy en búsqueda de un trabajo de medio tiempo. Ya sabes, debo dar dinero en casa y eso.

Lo típico.

Miró entonces entre las dos bebidas que restaban, al tomarse su hermana el de limón, y el por su parte, uno de moraazul, teniendo solo café y vainilla, sabía de lleno que Natsu prefería el café antes que la vainilla, pero no sería él quien escogería qué tomar, sino Lena.

—¿Cuál de los dos prefieres? —le mostró entonces las dos cajas que había comprado con Violet en el expendedor, sosteniendo con la izquierda el café, y con la derecha el de vainilla—. ¿Derecha o izquierda?

 

Me quité algunas migajas de la falda mientras Gotho hablaba, escuchando no sin cierto recelo, y contuve una suerte de risa al escuchar el comentario del albino, mandándolo a callar de vuelta. El tipo parecía bastante manso con sus libros encima y apenas entornó la mirada antes de volver a lo suyo. Solo por eso Suiren había ganado algunos puntos; no había nada que uniese más a dos personas que molestar a una tercera.

—Trabajo en una cafetería. Los dueños son algo mayores y necesitan cierta ayuda para llevar el negocio —comenté, retocándome las uñas algo abstraída—. Decidieron colocar un par de arcades dentro y los enanos terminan amontonados frente a la pantalla todas las tardes, así que me toca a mí sacar a los mocosos fuera —posé las esmeraldas sobre él, ladeando la sonrisa, desafiante—. Si tienes paciencia y sabes tratar con enanos, no veo por qué no recomendarte. Pero te advierto: no lleves ropa limpia. No tiene caso.

Las cajas de jugo captaron mi atención entonces y estuve por preguntar cuál era el favorito de Natsu para quedármelo, pero lo dejé estar. Después de todo y a pesar de toda la mierda, estaba allí por él, y volvía a sentir lo que era ser una chica normal por un día. Supongo que podía concederle eso. De momento.

—Derecha —apunté hacia la caja de vainilla, y a pesar de que quise agradecer explícitamente, no me salió nada. En su lugar recordé la charla de hacía un momento, volviendo a mirar mis uñas como quien no quiere la cosa—. En cuanto a lo del club, sé de alguien que podría ayudarte. ¿Has oído por ahí acerca del príncipe de la academia?

 

Abrió levemente los párpados. Una cafetería a su criterio no sonaba nada mal, quizá demasiado calmado para un tipo como él, que le gustaba quemarse en tareas físicas hasta el cansancio. Estuvo a punto de decir que tendría que mirar por otra parte, hasta que ella le sonrió desafiante, provocando la curiosidad que fue disuelta al hablar de tratar con mocosos, provocando que se echara a reír desde su posición.

—¿Tratar con niñitos? No estaría nada mal —cerró los párpados como si estuviese pensándoselo, aunque en realidad ya estaba más dentro que fuera—. ¿Puedo ir contigo? Me interesa el trabajo que me estás comentando —sonrió entonces—, de seguro me irá bastante bien.

Miró entonces las dos cajas de bebidas que tenía entre manos para luego volver la mirada a ella. Se pensó que molestaría de nuevo a Natsu, pero por el contrario no lo hizo, provocando una sonrisa ya más suave por su parte, pasándole el de vainilla al estirarse y dejar al lado de Gotho el del café, el cual provocó que éste frunciera el ceño.

Tampoco te esperabas que te lo dejara, ¿eh?

—¿El príncipe? —murmuró sin interés. Los apodos ciertamente le parecían desagradables—. Me interesa más el trabajo de medio tiempo, quizá, luego de que me acomode a ello pueda hablar con él para lo del club, si lo hago desde ahora, estaré sobrecargado.



Se había mantenido en silencio en el transcurso del resto de la conversación, sintiéndose realmente cómoda, terminando con la mano derecha en el cabello azabache de Gotho mientras este leía con tranquilidad, acariciándolo de aquí para allá mientras reía suavemente por lo de no llevar ropa limpia. Sí, eso de seguro sería trabajo para Suiren, que le gustaba estar ocupado la mayor parte del tiempo, su hermano disfrutaba mucho de ello, y el que Lena estuviese abriendo las puertas para él la hizo sentir sumamente feliz.

Dios siempre le ponía personas amables en su entorno.

Estaba tan agradecida por ello.

—¿Qué sabor eligió? —preguntó curiosa al no poderlo saber.

—Vainilla —murmuró Natsu sin dejar de leer.

—Oh —sus mejillas se tiñeron de nueva cuenta—, eres muy amable Lena. A Natsu no le gusta mucho la vainilla —ladeó el rostro, como si la viese nuevamente, re direccionando la conversación—. ¿Tienes algún pasatiempo?

 

Lo cierto es que me sorprendió que el detalle de los mocosos sirviese para animarlo más que para echarle atrás con la idea. Yo no me llevaba bien con esas criaturas del averno y hacían crecer la migraña hasta límites estratosféricos, pero estaba en deuda con los señores Nijishima y aunque no lo pareciera era estúpidamente leal, tanto que podía rayar lo absurdo.

—No tengo elección, ¿no es así? —me encogí de hombros, fingiendo una resignación que no sentía realmente. Podía llegar a tolerar la presencia de Suiren en el trabajo en tanto no me sacase de mis casillas, y de momento no daba señales de llegar a hacerlo—. Te espero a la salida de clase entonces. Así te aprendes el camino y tal.

Tomé la caja que me ofrecía y no mencioné más acerca del club. Lo había soltado medio en agradecimiento por las galletas y el jugo, porque no iba a soltarlo directamente nunca, pero que él ya decidiese lo que mejor le vendría. Eso ya me traía sin cuidado.

—¿Eh? ¿En serio? —inquirí, fingiendo decepción al saber que a Natsu no le gustaba la vainilla. Abrí el contenido de la caja y me lo llevé a los labios antes de agregar, mirándolo de soslayo con el ceño fruncido—. Creo que he cambiado de idea.

Pero terminé por soltar el aire por la nariz en una risa breve, haciéndole saber a Violet que no lo decía en serio. En cualquier caso que Natsu no se relajase, no iba a ser piadosa más de una vez. Bebí un poco del contenido de la caja antes de pensar en la nueva pregunta. No solía hablar demasiado sobre mí, pero tampoco iba a negarle eso a la chica, ¿no?

—Los fines de semana suelo jugar al paintball, desde hace un par de años —comenté un poco por encima. Realmente lo hacía porque necesitaba canalizar la ira por algún lado, y el deporte solía ayudarme en líneas generales. Enrosqué mi dedo en un mechón de cabello castaño, algo distraída. Había más, pero suficiente había soltado por el momento—. Seguro que vosotros hacéis algo mas interesante.

 

—Eso suena bien —respondió al escucharla ofrecerse a enseñarle el camino.

Aquello le vendría bastante bien, no es como si se conociera la ciudad al pie de la letra al visitar unas pocas veces, y llevando unos cuantos días del instituto a la casa, y de la casa al instituto no es como si se hubiese podido proyectar de más.

—Eres bastante amable, Sallow —comentó Natsu mientras bebía un sorbo de café, volviendo a lo suyo.

Suiren sonrió tras el dorso de la muñeca mientras miraba a otra parte, porque había sentido exactamente lo mismo, sin embargo se lo guardó mientras ella sujetaba la caja del jugo, escuchándola mientras bebía de él, provocando que no pudiese evitar que se le escapara la risa, vibrándole desde las costillas hasta las cuerdas vocales, retomando la charla.

—Es agradable que estés con nosotros Lena —soltó llevando las manos tras la nuca—, no siempre se puede tener una charla amena.



Se comenzó a reír por lo bajo al sentir a Natsu tensarse ante la broma de Lena, continuando con sus caricias en el cabello negro mientras escuchaba a su hermano y luego a Lena responderle a ella, asintiendo al imaginársela jugando Paintball. Nunca había participado en algo así, pero sí había acompañado a su hermano en Rusia con sus amigos a jugarlo, quedándose en la banca mirándolos, entretenida.

—En realidad, los fines de semana me la paso normalmente en casa —asintió hacia sí misma, como si hiciera un recuento de sus fines de semana—. Otra veces va Natsu y pasamos tiempo con mi madre, y ahora que está mi hermano, vemos películas —se enrojeció de forma abrupta—. Bueno, yo escucho las películas.

Casi se mordió el labio por la tontería que acabab de decir.

—¿Tienes mascotas en casa? —se relajó de nuevo—. Suiren siempre ha querido un perro, pero mi padre no deja tener animales en casa, así que estamos a la espera de convencerlo. O, convencer a Natsu que lo tenga y nosotros irlo a visitar.

 

"Eres bastante amable, Sallow"

Mi cuerpo se tensó como un resorte, y dejé de deslizar el dedo alrededor del mechón mientras sus palabras resonaban en mi cabeza, con una contundencia extraña. No supe bien qué fue lo que me recorrió el pecho, si frustración, remordimiento, una mezcla de ambas o qué mierda, pero ensombreció mi rostro por un momento y tensé la mandíbula sin ser consciente de ello. Fue apenas un instante donde separé los labios, dispuesta a responderle, pero de ellos no salió nada.

No lo soy.

No me conoces.

Cállate.

El agradecimiento de Suiren me llegó lejano, como de otro mundo, y no sé cómo me las arreglé para encogerme de hombros. Había empezado a arrancar briznas de hierba de manera inconsciente, mientras la conversación fluía con naturalidad a mi alrededor. De repente sus sonrisas me arrojaban oleadas de culpabilidad encima, porque estaban viendo una proyección de mí que no me correspondía del todo. Solo me estaba conteniendo, como una olla a presión.

Lo hacía por... ¿Por qué, realmente? ¿Miedo? ¿Vergüenza? No lo sabía con certeza. No me preocupaba hacer amigos, agradarles o cualquier mierda de esas. Más bien era una reacción mecánica que había interiorizado con los años, un mecanismo de protección.

Nadie tenía por qué ver lo que había dentro.

—La casera que me renta el apartamento odia los animales —le respondí con voz plana, concentrada en arrancar briznas de hierba, sin pensar en nada más—. Me gustaría tener alguno, pero no creo que pudiese encargarme de él —¿Gotho cuidando a un perro? Si no podía cuidarse ni a sí mismo, solo había que verle. Suspendí la palma de mi mano en el aire, dejando que la brisa arrastrase las hojas, y alcé la mirada hacia ambos. ¿Cómo sería convivir con una figura paterna en casa? ¿Me habría llevado bien con él? ¿Discutiría también por poder traer una mascota a casa?—. En el peor de los casos, podríais tenerlo cuando viváis solos. Vedlo así.

Reparé en la hora en mi reloj al recibir algunos mensajes. El tiempo se había pasado volando, pero aún podía permitirme respirar tranquila por un rato más. Alcé la vista hacia el cielo en silencio.

>>¿A qué aula van? Si van a la mía no suelo fijarme en la gente, la verdad.

 

¿La casera odiaba los animales? Su alma dio un vuelco ante lo dicho, suspirando de forma imperceptible. No podía creerse que hubiese personas que odiaban los animales, cuando ellos eran tan... nobles. Y entonces, estiró su mano hasta alcanzar la muñeca de ella, dejando de lado las caricias que le dedicaba a Natsu, con el único propósito de brindar apoyo a la idea que estaba por recorrer su garganta, desde lo más profundo de su alma.

—De seguro cuidarás muy bien de alguna mascota —le sonrió entonces, con dulzura mientras asentía suavemente con la cabeza—. Suiren volverá a Rusia al finalizar el año lectivo, ya que su padre está allá y... bueno.

Frenó el tema entonces, sin querer indagar de más en la vida de su hermano, sin embargo, vio pertinente el mencionarlo por el hecho de que, al menos en un futuro próximo, el tener un animal en casa o vivir con su hermano en un apartamento, era simplemente fantasioso.

—3-1, Natsu y yo. Mi hermano va a la 3-2.



Notó de lleno el cambio en la expresión no verbal de Lena, sin embargo no dijo nada al respecto, divisando apenas el césped que ella arrancaba, uno tras otro, como si estuviese abstraída. No sabía si era por andar metido con amistades extrañas en su país natal que había terminado notando de más las intenciones que solían tener las personas que lo rodeaban, o el que su padre fuese un manipulador del cual logró salir su mamá hace mucho tiempo ya, aunque él continuaba ahí, estancado, trabajando en cualquier cosa para enviarle dinero a cambio de educación.

¿No debía ser el padre quién velara por ello?

¿Por el estudio y la integridad de su hijo?

Miró a Violet de reojo y sin darse cuenta agradeció su existencia. Su hermana era de aquella luces brillantes que podían cegar la vista, y aquello lo había mantenido en ser un chico de bien, dentro de lo que cabía.

—¿Te gustan los parque de diversiones Lena? —desvió el tema.

 

Poco a poco mis pensamientos intrusivos volvieron a reducir la burbuja en la que me protegía, de tal forma que solo quedamos yo y mis demonios dentro. La charla, que sentí amena y liviana hasta entonces, había comenzado a llegarme lejana y difusa y crispó mis nervios lentamente. Las preguntas, que comenzaron a asemejarse a un interrogatorio más que a una charla convencional, me hicieron apretar los dedos en torno a las briznas de hierba, tensa.

Estaban intentando alcanzarme, pero yo no quería dejarme ver.

Me había cerrado en banda.

El tacto de Violet, sincero y amable, se sintió como tocar el fuego con la piel expuesta y retrocedí la mano de manera inconsciente, brusca. Parpadeé al ser consciente de ello, como un animal salvaje que había mordido a su dueño por instinto, y desvié la mirada, chasqueando la lengua con disgusto.

Mierda.

¿Estableciendo límites con una criatura como ella, Lena?

Das asco.

Me llegó la respuesta de las aulas de alguna forma y luego vino la pregunta de Suiren, justo cuando el toque de queda nos alcanzó. Solté los restos de césped y me levanté del suelo de mala gana, recordando que aunque quisiera irme por mi cuenta el demonio blanco seguía rondando los putos pasillos en busca de su presa.

Me llevé una mano a la cintura y le posé mi atención en Suiren, entornando la mirada. Tratando de comprender quizás el trasfondo de su pregunta.

—No lo sé —respondí, y tuve que hacer un esfuerzo para que no sonara como un gruñido más que como una respuesta. Aparté la mirada—. Dejé de ir hace mucho.

Tomé la cartera del suelo con cierta pesadez y me la colgué al hombro, sin mirar siquiera a Gotho en ningún momento. No estaba de humor para que me hiciera de guardaespaldas esta vez. Alcé una mano, de espaldas al resto, porque después de haberme incluido en su almuerzo al menos se merecían eso, y comencé a alejarme de allí.

>>Te veo luego.

Al menos era una suerte que Violet no pudiese ver el desastre que estaba hecha. Aunque ni siquiera sé por qué me importaba.

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Sé que acaba de terminarse el receso pero quería cerrar esto, como siempre a última hora todo (??)