Pasillo (Tercera planta)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    —Le queda mucho mejor rubia gritona, no se porque se enfadó tanto por tener que esperar unas horas mas por su material —Se dirigió hacia las escaleras, comenzando a subir entre los pisos mientras negaba con la cabeza, es que realmente no lo entendía, nada les afectaba tener que esperar ese tiempo hasta la salida o podían simplemente buscar a otros integrantes del club para tener lo que deseaban —. Me gusta Nova, debes mostrármelo cuando crezca.

    Sentía que iba a ser un gato muy bonito por toda la atención que iba a recibir.

    —No me gustaría desviarte de tu ruta y tardes más tiempo en llegar a casa —Sospechaba que para venir en auto realmente debía tener una distancia considerable y si él ya la tenía en cierta manera caminando, no deseaba importunar —, ah, casi me olvido, ¿hoy comiste?
     
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  2.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    Podía verlo en sus ojos, en los cuarzos opacados por la luz del ocaso. Le había dicho que no, pero se sentía culpable. A pesar de que solo me estaba culpando a mí misma porque era yo y solo yo la única a quien culpar. La egoísta. La hipócrita. La estúpida enamorada con el corazón roto. No encontraba como acercarme a ella. Como hacerla sentir mejor cuando eso había sido lo único que solía moverme.

    Lo siento, quiero ayudarte. Pero no puedo. Tampoco puedo ayudarme yo.

    No—respondí finalmente. Mi voz no dudó ni siquiera por un instante. Sonó más apagada, más plana y vacía. La culpabilidad que yo misma sentía se arrastró por mi garganta y apretó—. No sucedió nada, Anna-san. Recogí la mesa y me marché.


    Rompí las tazas.

    Las arrojé y las vi quebrarse contra el suelo una a una.

    El té se derramó y era rojo y negro.

    Y negro y rojo.

    Sucio. Oxidado.

    Renuncié a mi sueño de ser presidenta del consejo. Lo aplasté, lo rompí e hice añicos.

    Me hice añicos yo.
    Con un movimiento ligero deslicé un mechón tras mi oreja. No fue un ademán tímido, de hecho estaba impulsado por la simple manía. La mera costumbre. Mi expresión permaneció inmutable.

    >>Eso fue todo.
     
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  3.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Que no, decía. Que no, cargándose esa puta cara de cadáver andante. Pero ni modo, ¿verdad? No tenía forma de obligarla a decirme otra cosa y tampoco contaba con la paciencia, el amor o el fuego necesarios para ayudarla. Iba a protegerla, sí, pero lo seguiría haciendo como sabían los animales salvajes. No podía ser Emily o Jez, incluso ella misma en sus mejores momentos. No podía, no tenía ese inmenso amor adentro.

    Lo siento, Suzu.

    Así es como hago las cosas.

    Que no, había dicho, y quise volver a ahogar la cabeza en el lavabo lleno de sangre y agua.

    Resoplé, manifestando un hastío que probablemente fuera mezcla de miedo, asco y culpa, y me encogí de hombros.

    —Como sea —mascullé en español, chasqueando la lengua, y clavé los cuarzos en ella; se habían afilado y oscurecido aún más, si era posible—. Cualquier cosa me avisas, ¿me oyes? Cualquier mierda que no te guste del cabrón, así sea respirarte encima cuando a ti no te apetece.

    ¿Iba a hacerme caso? Probablemente no, pero era una tozuda de mierda y si no intentaba cuidarla ¿qué mierda me quedaba, luego de haberla roto y envenenado? Le había saltado a la yugular como una jodida serpiente famélica y ahí estaban las consecuencias.

    ¿Los ojos de Kakeru no habían lucido así de vacíos también?

    Cállate, mierda.

    Ya sabes, antes de que...

    Cierra la puta boca, ¿quieres?

    No. No quiero.

    No puedo.

    Me removí y retrocedí un par de pasos, cruzándome de brazos, por si Konoe planeaba irse o lo que fuera. No iba a retenerla, tampoco planeaba echarla, aunque ni siquiera le sostuviera ya la mirada. Básicamente podía hacer lo que quisiera.
     
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    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Me acoplé entonces a su ritmo cuando se dirigió a las escaleras para comenzar a subir. Al parecer la pobre Rachel iba a quedarse en nuestra mente como la rubia gritona, así que no había marcha atrás, un poco sí que le quedaba no iba a mentir tampoco. Asentí con la cabeza a lo de mostrarle al gato cuando creciera, eran ese tipo de tonterías normales a las que accedía con Yume porque el jodido se me solapaba con Kaoru de una forma extraña.

    —Aunque podría hacerte un spam de los buenos con fotos suyas desde ya~ —canturreé y por pura manía de tantear el terreno enlacé el brazo al suyo mientras caminábamos—. Pero para eso necesitaría tu número primero.

    Giré apenas al rostro para mirar su perfil cuando siguió hablando y solté una risa.

    —Bueno, como quieras pero ya sabes que si un día no quieres caminar tienes aventón asegurado. —Suspiré al escucharlo preguntar si había comido y tuve toda la intención de mentirle como le mentía a todo el mundo—. La verdad me pasé el receso hablando con una chica de la otra clase.

    Venga, que seguía sin poder usar la palabra amiga aunque Alisha era lo más parecido que tenía a una.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Konoe Suzumiya

    No entendí lo que dijo cuando resopló pero realmente no era necesario. Siendo prácticas, aquella conversación no nos iba a llevar a ningún lugar. Ella no podía llegar a mí porque chocaba contra el lienzo parchado de negro. Y yo tampoco podía llegar a ella.

    Le mantuve la mirada en todo momento, silente, sosteniendo el maletín escolar con ambas manos. Cuando su idioma regresó al japonés volví a sentir esa chispa ácida recorrerme el cuerpo y tensé ligeramente los dedos en torno al asa.

    No.

    Basta.

    No hagas eso.

    Estaba tratando de cuidarme nuevamente. Como yo solía hacerlo.

    No lo merezco.

    —Anna-san, agradecería que dejaras de culpar a Gotho de todo—le respondí. Las sombras parecieron bailar y el flequillo oscuro ocultó mi mirada, la opacó aún más. Aunque fue por una décima de segundo la frustración me sacudió nuevamente el cuerpo. Y aquel insidioso sentimiento de culpabilidad se extendió por mi piel y me formó un nudo en la garganta—. No hizo nada que yo no quisiera.

    Iba a defenderlo a pesar de que sabía que era culpable de todo aquello que se le acusaba. Jezebel, Sallow-san. Era incapaz de ver en él al monstruo que Anna y Altan se empeñaban en mostrar. No podía. No quería. No negaba la realidad pero actuaba de un modo netamente distinto. Y en cualquier caso, si yo era un lienzo parchado de negro, ¿qué importaba con quién andara? ¿No teníamos la misma sangre corriendo por las venas? ¿No era, acaso, más de lo mismo? Si el lobo me había probado no podía considerarme más que un mísero cordero de sacrificio.

    U otro lobo.

    Fingir que seguía siendo una pieza fuera del tablero, ajena a la concepción que Sonnen tenía del mundo era sencillamente ridículo. No cuando me había lanzado a las fauces de Cerbero por propia voluntad y egoísmo. No cuando sabía que volvería a hacerlo si podía. Estaba metida hasta el cuello, me había removido y revuelto entre las sombras, y el azufre lo llevaba impregnado en la piel.

    Olía a humo. Y ardía como el alcohol en la garganta. Y sentía la saliva ajena en la boca.

    Y lo peor de todo es que no me desagradaba sentirlo. Ni el tacto de Alisha, brusco y ansioso, meramente carnal sobre las colchonetas sucias. Ni la propia agresividad de Natsu. Aún podía notar el roce fantasma de la corbata que había atado a mis muñecas.

    Tensa.

    Áspera.

    Ni siquiera pude permanecer junto a Hiradaira un solo segundo más. El hecho de que aquella clase de cosas no me importunasen lo suficiente para arrepentirme por ellas solo acrecentaba el sentimiento de culpa. Me dolía haber lastimado a Welsh pero no me arrepentía de lo que había sucedido entre nosotras en el almacén del gimnasio. De hecho, no lo negaría si volviera a repetirse. No me importaría si volvía a repetirse.

    Y aquello me estaba desgarrando por dentro. Yo, que siempre trataba de cuidar. Repentinamente me daba cuenta de que no me importaba destruir si con ello podía satisfacer mis propios deseos.

    Lo siento.

    Soy egoísta.

    No puedo fingir no serlo.

    Cuando Anna se apartó pasé de largo. Pasos pausados y firmes. El movimiento meció mi lisa melena oscura como un manto, una cascada de obsidiana líquida. A la luz del sol del atardecer el negro y los reflejos azules parecieron tornarse rojos.

    Tal vez lo eran y no lo parecían.

    Como el té derramado en el suelo.

    Como la sangre de Kurosawa.

    Era rojo y negro.

    Y negro y rojo.

    Apreté los labios en un fina línea.

    >>Es mi culpa—murmuré—. Todo es mi culpa.

    Déjame hundirme sola en mi propio infierno.
     
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    Nekita

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    Era más que obvio que el comentario lo había intrigado en buena manera, no contempló en lo absoluto que pudiera tener una actualización tan pronta de Nova porque ni siquiera había tomado en cuenta su celular y la facilidad que podía tener Katrina de simplemente enviarle algo si eso era lo que quería, luego separó sus labios con la intención de decir algo cuando el sentir tan de repente que Katrina se aferraba a su brazo lo sorprendió y tensó ligeramente.

    Estaba seguro que incluso sus ojos mostraron aquella sorpresa, aunque, después de un suave suspiro volvió a relajarse y movió su cabeza de lado a lado sin estar molesto o algo similar, simplemente se rendía con entender las acciones espontáneas de ella.

    —Realmente no me he aprendido mi número —confesó llevando su mano libre al bolsillo de su pantalón para entregárselo y ella pudiese hacer lo que quisiera, de igual forma no tenía nada interesante, no tenía redes sociales y apenas tenía registrado a su (ahora antigua) familia con sus nombres de pila, fotos de las calles que tenía que cruzar para ir a casa para no olvidar su ruta y si no recordaba mal, una lista de cosas que podía cocinar con lo que compraba —, pero supongo que allí puedes verlo y agregarte, ¿no?

    Y ante el comentario de poder darle el aventón en algún momento asintió bastante seguro, ya lo iba a tener en cuenta al igual que el ofrecimiento de Daute, para cuando lloviera y volviera a olvidar su paraguas, por ejemplo.

    —Te ofrecería de lo mio pero esta vez se agotó, lo siento—abrió la puerta del aula para adentrarse a esta —, ¿fue buena charla?
     
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    Zireael

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    Tenía esa manía de vivir resoplando, ¿no? Empezaba a darme cuenta con solo unos minutos con ella. La chica debía ser un revoltijo de ansiedad e ira que hasta que daba gusto, me lo estaba oliendo. Me daba de repente unas vibras parecidas a las de Dunn, pero con mi malgenio. La combinación resultante parecía casi una maldición si me lo preguntaban, pero bueno tampoco la iba a encasillar tanto de primera entrada, a pesar de estarla leyendo como quien lee un libro.

    Por los momentos, de lo que podíamos hacer competencia era por quién tenía más cara de culo, eso sí.

    Confirmó lo de ser extranjera, americana para ser específica y se me formó una sonrisa floja en los labios al escuchar que evitaba malos ratos, no sabía qué tan seguro estar de eso luego de que me gruñera en toda la cara, pero qué coño sabía yo, la verdad. Al menos había admitido que se le daba como la mierda, ya eso era algo.

    Nieves.

    ¿Español? Sonaba al español de Anna y dado el caso al menos podía poner yo el chip en italiano, para que no me saliera tan marcada la pronunciación americana cuando tuviera que decirle su nombre.

    Margarita.

    Había trastabillado, ¿cierto? Como trastabillábamos todos los que teníamos nombres extranjeros allí en Japón, al menos las primeras veces. Uno se llevaba miradas, comentarios, risas, cualquier cosa pero algo se llevaba siempre. Con el tiempo dejaba de interesar, supongo, y en esta escuela en particular parecía importarles bastante menos.

    Íbamos a medio camino de las escaleras hacia la tercera planta, luego de haber pasado por el segundo piso y haber visto la coleta rosada de Anna de nuevo, cuando la escuché preguntar si yo también era extranjero. Había tardado su rato en conectar los puntos, ciertamente.

    —Japonés de nacimiento —respondí entonces—, pero mis padres son extranjeros, sí. Por eso el nombre y el inglés.


    Mori si quieres lo dejas ahí a la deriva al pendejo o vemos qué sigue saliendo, como quieras uwuwu
     
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    Kaisa Morinachi

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    Por un momento creí que se dirigiría a la chica de coleta o algo cuando cruzamos el pasillo, pero tan solo le dedicó una mirada mucho más corta que la mía, detalle que pronto dejé en el olvido. Altan se mantuvo en silencio antes de mi última pregunta; la inseguridad con la que cargaba, a pesar de que me costara tres mundos admitirla, me hizo dudar si en verdad me escuchaba. Otra vez andaba con ideas equivocadas. Para mi suerte, no demoró nada en responder mi última pregunta, con la sencillez que parecía poseer. Destensé el ceño por fin, alzando las cejas con algo de curiosidad y mirándolo de reojo mientras terminábamos de subir la escalera, soltando un leve "Ah".

    Había que ver, casi parecíamos dos perros a punto de agarrarse a mordiscos hace unos momentos, sobre todo de mi parte, y ahora el ambiente cada vez era algo más calmo. Extraño, pero en cierto modo agradable, parecía interesado en conversar y toda la cosa. Volví a fruncir el ceño una vez llegamos a los pasillos de tercero, debido a que mi corazón se había alborotado otra vez mandándome sangre al rostro. Porque también me costaba admitir que me gustaba conversar con la gente, que la soledad a la larga dolía y que ahora mismo tener a ese tipo al lado estaba significando un gran alivio, pues por lo menos podía concentrarme en él y así evitar de momento interacciones con otros, ya que las posibilidades de cagarla otra vez incrementaban con alguien nuevo que con uno ya conocido... bueno, apenas conocido.

    Terminé por desinflar el pecho exhalando por la nariz con suavidad, mirando los alrededores y no demoré en caminar con lentitud hasta casi medio pasillo, acercándome de paso a las ventanas frente a los salones. Me respaldé en una, apoyando ambas manos en el encuadre de esta. Observé otra vez a Altan con una expresión por fin más relajada, aunque sin esbozar alguna sonrisa, como si lo invitara a que se acercara sin decir ninguna palabra. Medio estúpido de mi parte, la verdad. Terminé por girar el rostro hasta observar el paisaje que brindaba estar a tanta altura, sentí un poco de vértigo, pero se me pasó casi enseguida.

    —Mis padres en America también eran extranjeros —comenté intentando continuar por donde había quedado él, aún sin dejar el inglés, con el volumen suficiente para que me escuchara, pero que no llamara tanto la atención de otros. Por si la mirada poco significativa no había servido de nada—. En parte terminamos acá gracias a eso... supongo.
     
    Última edición: 4 Enero 2021
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    Zireael

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    ¿No estaba siendo demasiado conciso? Quiero decir, estaba hablando muchísimo más de lo que era usual en mí y toda la cosa, pero aún así podía quedarme corto en comparación al resto de la gente, así que ni idea de si la chica, a pesar de que gruñía más de lo que hablaba, esperaba algo más que frases cortas que iban directo al punto.

    Me hacía algo de gracia, eso sí, que hubiese parecido apunto de morderme la mano hace cinco minutos y ahora hubiese empezado a relajarse o algo así. Era un poco como tratar con un gato arisco, de nuevo, las vibras que Dunn y yo podíamos dar. Digamos que sabía cómo tratar con huraños de mi calaña aunque no me interesara en general o no estuviese dispuesto a tenerle paciencia a nadie.

    Al llegar al pasillo de tercero bajé un poco de velocidad, asumiendo que ella se dirigiría a su clase o algo así, pero en su lugar caminó a la mitad del pasillo. Apoyó el peso del cuerpo en el borde de la ventana y me miró, la intención del gesto era un poco obvia así que simplemente caminé hasta llegar a su lado de nuevo, para mirar por la ventana. El sol estaba tomando fuerza y aunque la vida en general era una puta desgracia, al menos el buen clima se iba a mantener.

    Padres extranjeros también.

    Curioso.


    —¿Hace cuánto llegaste a Japón? —pregunté entonces, sin despegar la vista del paisaje, sin saber que ella había tenido la intención de responder a eso antes cuando yo solo seguí hablando—. Aprender el idioma y eso debe ser una mierda, pero al menos espero que el ambiente te esté gustando.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Mis mejillas seguían un poco enrojecidas, más que nada debido a todas las emociones por las que pasé en tan poco tiempo, aquello también llegó a agotarme un poco y los rayos del sol a través de la ventana tan solo lograban adormecerme más.

    —¿Uhm? —volví a dirigir la vista hacia Altan, con el mentón algo alzado. Fruncí el ceño un poco después de que mencionó lo del ambiente, solté un gruñido luego que podía considerarse hasta suave—. Pues bueno, a ver—. Me crucé de brazos pensándolo un poco y mirando el techo—. Lo días son lindos y todo eso, pero puede que sea culpa del clima haber enfermado dos veces seguidas.

    Aunque irresponsabilidad mía también. El sonrojo volvió a subir ante la idea y solté un chasquido un poco hastiada, volviendo a dirigir la vista hacia afuera como si eso fuera a ayudar de algo. Solté el aire por la nariz, en el bufido que ya debería parecer pan de cada día, y pensé en las otras preguntas.

    >>Y bueno, el idioma me a costado bastante...

    Recién reparé ahí que si habíamos estado hablando en inglés, podía ser por que se me entendiera poco el japonés. Bufé otra vez, rascandome las raíces cercanas a mi nuca, frustrada conmigo más que cualquier otra cosa.

    >>Cuatro meses llevamos en Japón —concluí por fin, volviendo a cruzar los brazos y soltar otro suspiro pesado al agachar la cabeza y cerrar los ojos.

    Vamos, Mar, calma un poco ese genio. Casi podía escuchar a Lily diciéndome que me saldrían canas joven, con su sonrisita inocente, que a su edad de más que era más falsa que genuina inocencia.

    —En fin —solté poco después, enfocando mi vista en la sala que teníamos al frente, cosa que no demoró en reactivar mis conexiones neuronales otra vez o que sé yo, porque me di cuenta de una pregunta relevante que estaba pasando por alto—. Hey, Altan —le llamé con algo más de calma, dedicándole una mirada de reojo con mi expresión de hastío por defecto y el mentón algo más alzado, para verle bien.

    Decir su nombre me sentó algo extraño, pues toda mi interacción con él, desde el momento que me calmé un poco, era bastante escasa en mi día a día.

    Vamos, llevarme bien o simplemente acercarme a gente de mi edad me costaba un montón. La enana de ojos dorados y Altan me habían caído por algún tipo de suerte.

    >>¿A cuál de todos los terceros vas?
     
    Última edición: 4 Enero 2021
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  11.  
    Zireael

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    Escuché su respuesta y me hizo algo de gracia, por ambiente no me refería solo al clima pero bueno, su respuesta me valía y además me había servido para intuir que la pobre chica estaba meada por elefantes también, como para haberse enfermado dos veces seguidas. Eso me dio la pista también al por qué no la ubicaba, si acaso debía haber venido un par de veces a la escuela, quizás antes de que yo apareciera, y luego cayó enferma la segunda vez.

    No parecía muy cómoda con haberme soltado eso, pero de todas maneras lo dejé pasar. No era que me interesara hacer demasiado contacto visual con nadie ni nada de todas maneras, aunque era capaz de hacerlo.

    —¿Cuatro meses? —pregunté y se me coló algo de sorpresa en la voz—. Teniendo eso en cuenta más bien no se te da tan mal el japonés.

    Un poco sería el equivalente de soltarme en algún país de habla hispana y pretender que lo entendiera, si acaso iba a atajar las cosas que se parecieran al italiano de mamá y poco más.
    Asumía que a la chica la debían haber preparado un poco para su llegada, claro, pero no dejaba de ser casi un atentado a su integridad lanzarla al sistema educativo japonés apenas cuatro meses después de haber un pie en el país.

    Giré apenas el rostro cuando escuché que llamaba a mi nombre, se me antojó un poco extraño, dado que como le había dicho era japonés de nacimiento y, por defecto, había sido Sonnen antes que Altan casi toda mi vida. Jez, Shiori, mis padres, el imbécil de Arata y Anna eran la excepción a esa regla, cuatro de ellos por familiaridad o algo así, las otras dos por motivos diferentes.

    —Ah, voy a la 3-2. Me transfirieron recién a esta escuela —respondí regresando la vista al frente—. Así parece que ambos somos nuevos, bueno, algo así. No es comparable por supuesto, pero se entiende un poco el punto. ¿En cuál clase te pusieron a ti?
     
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  12.  
    Kaisa Morinachi

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    Lo miré otra vez cuando soltó que no se me daba tan mal el japonés, con clara sorpresa, casi anonadada. Se me formó poco después una sonrisa algo felina, orgullosa de mi, así sin más, solo por que un japonés que recién iba conociendo me había soltado aquello.

    ¿Y mi vergüenza dónde quedó? Por ese simple halago parecía que mis problemas se esfumaron de repente, más bien se barrieron debajo de la cama para salir disparados cuando quisieran luego, y también me encontraba inflando el pecho con orgullo; regocijándome ante la idea de estar haciendo las cosas más que bien, por menos en el idioma, y devolviendo la vista a los salones del frente.

    Diablos, Mar, ¿siempre con esa facilidad se te suben las cosas hasta las nubes?

    Sin mirarlo, la sonrisa idiota se me borró en cuanto me dijo su clase, volviendo de a poco a mi seriedad calma, esa que poseía estando con Lily y a veces cuando me encontraba sola. Solté un suave y bajo "Ah", asintiendo despacio mientras intentaba recordar mi salón.

    Algo de decepción sentí en cuanto volví a saber que la mía era la 3-1, aunque claro, no iba a soltárselo al chico ni aunque me pagarán 14 dólares.

    —Soy de la 3-1, así que nos toca en clases separadas —solté sin demasiada emoción a la voz, con indiferencia impostada. Aunque bueno, que me decepcionara un poco tampoco era sinónimo de que fuera el fin del mundo o algo. Bastante lejos estaba de eso.

    Lo que si podía ser más escandaloso eran los pequeños nervios que me hormiguearon en el cuerpo, ante la idea de entrar otra vez a esa sala llena de desconocidos. El primer día no había sido la gran cosa, pero ahora y puede que por mis ausencias mi rostro nuevo llamara la atención.

    Aunque bueno, ni que fuera el centro del mundo. Solté otro suspiro, con la expresión algo ensombrecida a causa de mis tonterías, mientras empezaba a jugar con un mechón de pelo enroscándolo en mi dedo, mientras que con el otro brazo aún rodeaba mi torso.

    El silencio con Altan al lado no demoró en tornarse incómodo, por lo menos para mí, así que mi mente se apresuró a buscar otra cosa que soltar. Podía marcharme también, pero cómo había quedado claro con el punto anterior, prefería intentar seguir manteniendo una charla con él que enfrentar un salón repleto de japoneses correctos.

    Ja, si tan solo supiera todo lo que escondía esa fachada de academia perfecta.

    —Bu... bueno —trastabillé un poco, aún sin saber que decir, aunque el desliz esta vez no me hizo sonrojar—, ya sabes que he faltado un montón, mínimo unos cinco días o algo así, así que... ¿crees que pasen la misma materia en todos los cursos?

    Guardé silencio entonces, sellando mis labios al instante y frunciendo más el ceño, dejando de jugar con el mechón para más bien agarrarlo con algo se fuerza con mi pulgar e índice.

    La sangre me había vuelto a subir al rostro, por la culpa de mi corazón alterándose otra vez, solo por que mi boca era incapaz de pedir directamente un par de apuntes escolares.

    Joder, Mar, hasta niña pequeña parecía con ese pequeño mohín frustrado que se me formó.

    Tal vez solo yo podía saltar desde ser una amargada de cincuenta a una ansiosa de diez.
     
    Última edición: 5 Enero 2021
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    Amane

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    ¿Pruebas físicas? ¿En serio? Vaya manera de estropear el día tan bueno que parecía que íbamos a tener. Bueno, si conseguía ser lo suficientemente rápida para huir antes de que Alethea me viese, seguramente podría escapar y saltármelas. No es que a mis padres les importase mucho lo que hiciese o dejase de hacer en la escuela, en tanto... nada. Ya podía meterme en peleas y que me expulsasen; al día siguiente me buscarían otra Academia para apuntarme y seguirían con sus vidas.

    Dejé a la peli-azul en los Casilleros mientras me dirigía hacia las escaleras, haciendo solo una breve pausa en el pasillo de la planta baja para comprarme un zumo de la máquina expendedora que me bebí durante el camino hasta mi aula, donde tiré el maletín sobre el pupitre antes de volver a salir al pasillo como solía hacer todas las mañanas.

    Me dejé caer con la espalda sobre la pared mientras me llevaba un chicle a la boca y no tardé en hundirme en mi móvil mientras lo masticaba y hacía pompas de vez en cuando, esperando hasta que la profesora apareciese para dar las clases y no me quedase más opción que entrar.

    Yo, creando a Riamu: ah, sí, esta niña será una attention whore y por lo tanto se adaptará a la gente para caerle bien
    Riamu, poseyéndome: jaja no i'm a punk you bitch

    anyways, le dejo aquí por si alguien quiere idk interactuar o lo que sea uwu no muerde, creo (?
     
    Última edición: 5 Enero 2021
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    Zireael

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    ¿Así nada más ya se había hinchado de orgullo? Madre de Dios, qué chica más rara de verdad. Le había dicho que no se le daba tan terrible, no que se llevaba un título N1 del Nôken. Más me valía no haberle dicho que pronunciaba para el culo, porque seguro me mataba o qué sé yo, lo cierto es que parecía moverse bastante por impulsos, así que más valía tenerla contenta porque qué puta pereza.

    La 3-1.

    La clase de dos de las cabezas de Cerbero.


    Parecía que el silencio le incomodaba porque no tardó en hacer el intento de llenarlo o algo así, era normal, no toda la gente estaba cómoda con el silencio. A mí no me estorbaba, si era honesto, aunque no era como si no viviera con la cabeza haciendo un ruido del carajo así que cuando al menos el ambiente a mi alrededor se silenciaba, bueno, podía disfrutarlo o algo así.

    Me giré para apoyar la espalda en los ventanales, clavando la vista en los salones de en frente, el fluir de personas y esas cosas. Asentí con la cabeza a su pregunta de si creía que en todos los cursos daban la misma materia, no había razón para que no fuese así y de por sí los tres grupos compartían tutor, la mujer aquella que se ponía faldas más apretadas que nudo de verdugo y en las que seguro le costaba meterse.

    —Yo no suelo tomar apuntes así que lo siento, no soy de mucha ayuda pero asumo que alguien en tu clase puede prestártelos y si no conozco a un par de chicas bastante aplicadas que no tendrán problemas en hacerlo —añadí sin girar el rostro para mirarla ni nada—. Si no tienes suerte en tu clase, pues me buscas o qué sé yo.

    ¿Tan servicial de repente, Al? Vaya chiste.

    Despegué la espalda de la ventana.

    >>Supongo que deberíamos ir a clase y eso.

    Aunque igual podía usar los minutos que quedaban para fumarme un cigarro en el baño.


    weno ahí está por si belu quiere tirar a Kou "traiciones locas" Shinomiya jujuju
     
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    Kaisa Morinachi

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    Por suerte ni se había volteado a verme, a pesar de que yo no lo sabía por que desde el mohín llevaba con la cabeza algo gacha. Que no tomara apuntes se me hizo bastante extraño, pues eso solo podía significar que le importaban un comino los estudios, o en su perfecto tenía una memoria bastante buena a considerar. Yo, como la mayoría de mis cosas, me movía con algo de frecuencia de un lado para otro, entre ignorar las clases o desvelarme estudiando.

    Solté todo el aire contenido por la nariz, sintiendo el ardor de las mejillas desaparecer de a poco y mi expresión volver al ceño fruncido junto al rostro serio de un día a día mundano de clases, o por lo menos como lo eran en el internado. A saber que me depararía los siguientes días en la academia si el raro encuentro con Altan ya era algo destacable en mi año, hasta podría arriesgarme a decir que en toda mi vida escolar.

    Lo miré de reojo desde abajo cuando mencionó algo sobre unas chicas, volviendo a juguetear con mi mechón de pelo, sintiendo la ansiedad burbujear en mi estómago.

    Tal vez ya me había esforzado demasiado en socializar por hoy, y debía empezar a ser consciente de mis limites antes de siquiera empezar a marcarlos.

    Solté un leve gruñido por todo el asunto, con la vista ahora clavada en el salón de enfrente, que suponía era el 3-2 al que asistía Altan.

    —No te preocupes —solté más plana y fría de lo que yo misma esperé, en un buen tono—, me los conseguiré con alguno del curso.

    Y en cuanto comentó lo de ir yendo a clases volvía a reposar mis manos en el encuadre, estirando la espalda hasta que mi cabeza dio con el vidrio, observando el exterior soleado.

    >>Bien. Adiós —me despedí sin mirarle, tensando los labios un poco después, sin sonar molesta, creo.

    Y, pues bueno, me era más que claro que ese momento me era el más ajeno de todo lo ocurrido, porque con suerte y Kate era la única en la escuela que recibía una despedida de mi parte, sin contar algunos profesores y auxiliares, o cualquier persona adulta en general.

    Me había debatido en segundos si brindarle un "nos vemos", pero perfectamente podría querer ignorarme a la clase siguiente, o si soltarle un "cuídate", pero poco derecho tenía al no conocerle de nada y, por ende, poseer cero preocupación mutua.

    Aunque bueno, era ese ser que chocaba con los muros tal pelota de pinball, y me estaba viendo que sí lo llegaba a ver en algún problema después hasta podría llegar a lanzarme a ayudarlo, o el nefasto intentó de eso.

    Más si se relacionaba a golpes y violencia.

    Y me aterraba.

    Exhalé todo el aire contenido por la nariz, otra vez de brazos cruzados, con la mirada fija en las figuras más alejadas en el horizonte.

    También me sentí dentro de una burbuja invisible, tan frágil como eficiente; una atmósfera etérea, que solo alejaba a los más sensitivos.

    El ruido blanco murmuraba en los alrededor como una lluvia lejana, amortiguada, y mi mirada había perdido cualquier brillo posible. Desvinculada.

    Ignorante.

    No es como que me sorprendiera, pero chale, mi Mar ;w;
     
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  16.  
    Hygge

    Hygge Game Master

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    Recorrí las instalaciones de la academia con frescura, atendiendo a cada estímulo, cada conversación o a cada anuncio como si un mundo extraño y fascinante se abriese ante mí. Los cambios eran un soplo de aire fresco para mi burbuja de constante desidia, y tener la oportunidad de comportarme como una adolescente normal por un par de horas sin protocolos inflexibles que acatar y guardaespaldas pegados en la nuca era algo digno de celebrar. Dignarme a acudir a la institución siquiera era más bien una excusa para hacer lo que me viniera en gana.

    Y para tener el territorio vigilado.

    Mis prioridades seguían siendo las mismas de siempre.


    Decir que Lena Sallow era una guía mediocre era decir poco. De hecho, juraría que en más de una ocasión había intentado perderme de vista entre los alumnos, sin éxito alguno. Cada vez que me buscaba para ver si la seguía el ceño fruncido le temblaba, quizás por obra de algún tic nervioso, y yo ensanchaba mi sonrisa en respuesta, tentándola con mi silencio.

    Tenía ovarios la jodida para responderme de esa forma.

    —¿Y bien? ¿Tengo el honor de compartir aula con mi nueva amiga del alma? —cuestioné, sujetando el maletín con ambas manos tras mi espalda. Era evidente que me estaba divirtiendo de lo lindo—. Al parecer voy a la 3-1.

    —Oh, es una lástima —comentó, con un muy mal fingido pesar por cierto—. El destino decidió darnos un respiro entre clase y clase, ¿huh?

    —¿Eh~? Al menos dime a dónde vas, para esperarte o algo.

    —Ni de coña.

    Enarqué una ceja, recorriendo su bonita figura desde su espalda sin añadir más de momento. Su cabello castaño se meció con el movimiento al volver la vista al frente y debía admitir que era su día de suerte, porque mientras recorríamos los pasillos del tercer piso la imagen de una de las alumnas llamó mi atención por completo. El cabello de tonalidades vivas, los orbes como cuarzos rosados y las facciones suaves. No dudé ni dos segundos en desviarme del recorrido, haciendo que Lena detuviese sus pasos con un bufido y me siguiese prácticamente a regañadientes.

    —¡Ah! Pero por favor, tu cabello es di-vi-no~ —exclamé, deteniéndome frente a la chica con una sonrisa, esperando a que reparase en mi presencia. Deslicé una mano hacia sus hebras cuando separó la mirada del teléfono y sostuve un mechón entre mis dedos, entornando la mirada apenas cuando volví a encontrar sus ojos. Casi ronroneé—. ¿Qué tinte usas? Necesito saber tu secreto.

    Lena in the background: ahora es tu problema, no mío *runs away* (??)
     
    Última edición: 5 Enero 2021
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Ugh.

    Me habían vendido el Sakura como una jodida maravilla elitista de los peces gordos que intentaban lamerle el culo a occidente y los británicos en particular, no... esto. ¿Cómo le llamaban en el panfleto? ¿Equidad de oportunidades? Y una mierda. Presupuesto malgastado por todas partes en decenas de becas ridículas, un puto chiste. ¿De qué iba a servirle a esas pobres criaturas tener el nombre de un instituto pijo en sus legajos? A nadie le importan esas estupideces en verdad. Nadie te da la mano y cierra negocios por un promedio bonito o conducta ejemplar.

    Todo está en la pasta, los contactos y el apellido.

    El jodido apellido.


    Llevaba el maletín de cuero al hombro y estiré las solapas del blazer tras alcanzar el tercer piso, dirigiéndome a la puerta de mi aula. Llevaba semana y media allí y ya quería vomitar del puto asco. Las clases eran un chiste, ¿a eso le llamaban excelencia académica? Vamos, todo era un desastre. Los imbéciles llevaban el uniforme como les salía del culo, de la profesora y su vestimenta ni hablar, los eventos se posponían una y otra vez sin motivo aparente. Ni el Consejo estaba llevando a cabo sus labores. ¿Que la presidenta había renunciado, dijeron el primer día?

    Mejor reír para no llorar.

    La verdad es que nunca había estado en mis planes acabar la preparatoria en este paraíso natural ubicado en el culo del mundo, pero órdenes eran órdenes y seguía siendo un jodido crío, cosa que muchos de mi edad tendían a olvidar. ¿Sentirse el maldito rey de la colina con diecisiete años? Qué puta gracia, luego aparecían apaleados en un callejón o pasados de droga y se preguntaban en qué habían fallado.

    Idiotas.

    Hideki, Usui, Fujiwara, hasta el último y asqueroso omega.

    Estaba rodeado de idiotas.


    Suspiré con cierta seriedad, arrastrando el cabello avellana entre mis dedos. Cuando bajé la mano la llevé a mi muñeca opuesta para tantear la correa del reloj y darle un par de vueltas vagas, deteniéndome en el umbral de la puerta. De paso le eché un vistazo a los gemelos plateados con el kanji de la familia grabado, era puro deporte o compulsión nerviosa, si se quiere, me daba bastante igual. Paseé la mirada alrededor con absoluta indiferencia mientras sacaba el móvil de mi bolsillo y revisaba los mensajes que habían entrado.

    Vaya, vaya.

    Pero si era uno de los demonios.

    ¿Habituándote a la vida estudiantil en Mizuho?
    Curiosa escuela, puede que de lo más desafortunada.


    Solté una risa nasal y en el rostro se me imprimió una puta sonrisa socarrona mientras tipeaba sin el menor apuro, la distracción me impidió ver pasar a Hotaru. El brillo de la pantalla se reflejaba sobre el tono suave, cálido de mis ojos. Era similar a la miel y si se me antojaba podía parecer así de dulce y más, o lo que quisiera.

    Como todo lo que quedara a mi alcance.

    Podía moldearlo, manipularlo, quebrarlo.

    Hasta que se adecuara a mis preferencias.

    ¿En este sueño húmedo de la plebe? Algo así
    Gracias por la consideración, Teruaki-san


    Ni siquiera tuve que verle la cara para reproducir en mi mente la risa suave, pausada y opaca que debe haber brotado de sus pulmones castigados por los años y los jodidos vicios. Tabaco, alcohol, hierba, drogas duras, la mierda que le pusieran en frente. Ese imbécil de Dubois era igual. ¿Cómo podían arruinarse así? No tenía el más puto sentido.

    Débiles.

    Capaz te hace bien, muchacho.
    Así ves más allá de tu nariz.


    ¿Desafortunada por qué?

    Pasé por completo de su gracia, ¿tantos años y aún no le entraba en la cabeza? Me daba igual lo que utilizara, no iba a lograr sacarme una reacción. Era mucho mejor que eso.

    Ah, cierto.
    Me llegaron ciertos rumores de Chiyoda, pero... quién sabe.
    Los rumores después de todo son sólo eso, ¿verdad?


    Volví a reírme, meneando la cabeza, y devolví el aparato al bolsillo sin molestarme en contestarle. Jodido cabrón, sólo jugaba conmigo y aunque tuviera información no iba a dármela. Siempre había disfrutado como un maldito demente verme parir, ¿eh?

    Salido de mierda.

    Parásito repugnante.

    Se creía que la pasta y el apellido le permitían subirse a su trono y escupirle a cualquiera.

    Y tenía razón.

    La paciencia es la clave.

    Solté otro suspiro casi dramático y alcé la cabeza, echando un vistazo alrededor. No pude contener la sonrisa. ¿Cuánto tiempo más iba a pasar hasta que me topara con alguien interesante? Vamos, sabía que había un par de nombres registrados en el sistema.

    Ishikawa, Kohaku.

    Hiradaira, Anna.

    Ankoku, Hotaru.

    Ah, la muñeca arrancaba hoy, ¿no~? Enterré las manos en los bolsillos del pantalón y esbocé una sonrisa torcida, con la vista puesta en el ir y venir de gente por el pasillo. A ver cuándo aparecía algún desgraciado para quitarme el jodido aburrimiento de encima.

    Paciencia.

    Todo es paciencia.

    bueno Mori aquí tienes a quien los dados eligieron JAJSJAJSAJJA *c persigna*
     
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  18.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    So be careful how you talk to me.
    .
    'Cause there's only one king
    and there's only one crown
    and there ain't enough room for us both on the throne.
    .
    You should probably pay attention.
    Boy you know I'm born to win it
    ever since I had the vision.
    When I speak, my people listen.
    Al 2-1.png
    Me encogí de hombros cuando me dijo que no me preocupara, en realidad si me hubiese preocupado de verdad el asunto le habría ofrecido el maldito cerebro de archivo a secas. No tendría apuntes pero podía escupirle un montón de información de memoria, prácticamente lo que fuese aunque una gran parte del espacio lo tenía ocupado con mierdas de mitología, ni idea de por qué en realidad.
    Sin embargo, arisca, malhumorada e impulsiva como me estaba demostrando que era no se me antojaba lidiar con ella. Si acaso Jez o alguien más lograba sosegarle el mal genio algún día me lo podía pensar, pero por los momentos pues que acudiera a sus compañeros de clase, que para su desgracia no eran los más avispados de la escuela por lo que sabía. Si acaso Meyer hubiese podido ayudarle, pero luego del otro día dudaba que la chica estuviese funcional.

    En ese lapso lo vi pasar, el hijo de perra lo llevaba escrito en toda la maldita cara, que era un puto niño pijo, un elitista de los buenos.

    Como si no lo fuese yo mismo, vamos.

    Podía no aparentarlo de buenas a primeras, al menos no en la escuela con el uniforme desarreglado, ahora el jodido tatuaje asomando por la nuca, las perforaciones, los putos anillos del viejo Sonnen y el hecho tan sencillo de que cuando abría la boca lo que soltaba era, en una mayoría importante de casos, una sarta de maldiciones, pero no dejaba de ser un jodido niño rico y como tal tenía la capacidad, casi el poder de detectar a los cerdos de mi clase con una precisión ridícula.

    Apestábamos.

    Akaisa.

    Middel.

    Honda.

    ¿Pero y este?


    ¿Un muñeco de exhibición?

    Reloj, gemelos como un buen niño ricachón, y la pinta general. El cabrón parecía príncipe de cuento de niñas casi, hasta daba algo de risa en realidad, aunque claramente el gesto no me alcanzó el rostro. Venga, que por esa puta cara de póker tenían que comenzar a pagarme ya.
    Como fuese tampoco me detuve demasiado en el tipo, no era que interesara o al menos eso quería decirme. Podían llamarle instinto, malicia, corazonada, delirio, pero lo vi... Los hilos.

    Plateados como los gemelos.

    Sin dirección real todavía.
    Se revolvían en el suelo como un cable pelado.

    —Adiós —murmuré en respuesta a la rubia a mi lado.

    Crucé el pasillo entonces, sin prisa y sin reparar demasiado en nada más. No caí en cuenta de la chica teñida de rosa y cian, tampoco de la de cabello negro que para variar era otra pieza interesante. La atención, el olfato de puto sabueso, lo había acaparado el jodido muñequito de exhibición, porque tenía dos pestes combinadas encima pero solo detectaba la primera.

    Los cuervos, al final del día, éramos carroñeros también.

    Hundí las manos los bolsillos de nuevas cuentas, en el derecho sentí el mechero que Kurosawa me había regresado al bajar en la estación. Recorrí el grabado con la yema de los dedos, el escudo de armas y las letras del apellido.

    Apellido.
    Apellido.

    Para apestar de esa manera el puto nombre debía estar archivado en alguna parte, ¿no? Jodido yo que lo sabía, como un maldito Sonnen, con las movidas que se había clavado mi padre y con el montón de putos contactos.

    Todo se trataba de saber mover las piezas en el tablero.

    De reventar los hilos correctos en el momento adecuado.

    No fue hasta que entré a la clase que se me escapó una risa extraña, jodidamente prepotente, que hizo eco en las paredes y las pocas personas presentes todavía.
     
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  19.  
    Kaisa Morinachi

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    Como da para largo, lo divido en dos y así público un posta acá y otro ya dentro de la sala uwu


    Estaba entre está y "Killer in the mirror", pero la segunda se me hace como... algo más agresiva (aunque las dos lo sean a su manera pa mi) y que este última me da la sensación de que está a punto de darle un puñetazo a alguien, cosa que es su estado natural, pero nunca tanto ahorita (?)

    ioKWVbp.png

    Altan se marchó tras murmurar un simple adiós, no de manera tosca, ni agresiva, tan solo plana y carente de emoción relevante, confirmándome que nuestro intercambio no había sido más que un ligero encuentro fortuito.

    Irrelevante,
    carente de significado.

    Nada por lo que debería tomarse la molestia de recordar.
    Y el ritmo de mi corazón mutó un poco, desde que se despidió para ser exacta; debido a que, emperofollándo y enalteciéndolo a consciencia, el asunto podía ser una serendipia.

    Pero solo para mí, quien había logrado encontrar unas gotas de paz en mi segundo día de clases, con el segundo estudiante con el que me fui a topar. Y debido a la escazes de calma para lidiar con otros alumnos que poseía, ese par de gotas habían sido un poco más significativas de lo que me gustaba e iba a admitir.

    Y así, aunque aún no consciente del todo a pesar de lo jodidamente fuerte que lo sentía, la más mínima sensación de confort que me transmitieran me apretujaba y desordena las conexiones neuronales, provocando que mis reacciones ariscas, hurañas y toscas por defecto mutaran y se expresaran de maneras que me hacían sentir rara a ratos, o me transmitían el temor de ni siquiera yo ser capaz de predecirme.

    Solté un suspiro pesado, aunque poco sonoro, y siento la pesadez escapando de mi pecho, luego de que las pisadas claras de Altan se sumaran al ruido blanco.

    Altan, ¿qué significaría? Mi nombre, tras un momento de ocio hace ya un par de años, lo vinculaba sin estar del todo segura o metida en su significado, a snow y daisy. Tampoco era muy difícil.

    Margarita Nieves, dos cosas blancas, delicadas a su manera, exceptuando el peligro inminente que podía significar la última en contados escenarios.

    La sonrisa torcida y la risa sin gracia, que más parecía suspiro que otra cosa, llegaron rápido ante esa divagación.

    Y pensar en como me cargaba todos los días la fragilidad de flor silvestre y el caos de una avalancha que podía cubrirlo todo en cuestión de segundos, ambas al mismo tiempo, aunque poco me gustaba admitir la primera y la segunda no era algo por lo qué sentirme orgullosa, más teniendo en cuenta que lo primero en asfixiarse bajo su manto cristalino, gélido y no por eso menos ardiente, no era nadie más yo.

    Porque los otros podían sufrir por la desgracia que significaba a veces, pero al final del día casi siempre era la única que terminaba enterrada en sí misma y alejada de todos.

    Y no podía quejarme por eso, porque yo misma terminaba por buscar un rincón donde mantenerme alejada,
    aislada,
    desvinculada,
    aunque el mundo era tan pequeño para mantener a tantos humanos que mi zona segura no demoraba en ser invadida,
    ya sea en contra de mi voluntad o de la ajena por igual.

    Más aún cuando aquel lugar de confort se redujo hasta ser tan solo mi cama desde que vivía en Japón.
    Y ahora compartía cuarto con Lily, así que para despejar de manera impulsiva mi mente ya no contaba con encerrarme en algún lado vacío, o ir a parar a una zona desierta.

    El sabor amargo me subió a la boca, y por un escaso segundo extrañé lo amplios terrenos del internado, aquellos que eran un arma de doble filo a pesar de todo, pero mi más grande conjunto de espada y escudo.

    Otro suspiro más hizo vibrar un poco mi pecho, destensado un poco mis brazos cruzados, con la mirada opaca y el gesto más serio que vete tú a saber quién, tal vez un empresario que no tenía tiempo para lidiar con percances y su expresión no transmitía la rabia que sentía por la convivencia diaria.

    No tenía idea de si Altan lo había pensado, pero en verdad que era un latente peligro, más ahora con la sensación de calma y control que estaba emanando de mí, con mi ceño ligeramente fruncido y mis labios siendo una fina línea.

    Pero era cosa de pincharme un poquito con un filo mínimamente peligroso y ya estaría estallando otra vez, tal globo. La ilusión se quebraría desperdigado las astillas y quién sabe qué más por doquier.

    Apenas el murmullo blanco redujo incluso más su volumen, y centrada en mantener mi respiración tan baja como rítmica y plana, calmada contrastando cada vez más con mi pulso que no dejaba de incrementar de a poco, me desprendí de la pared de una vez por todas.

    Y las sombras del mundo volvieron a incrementarse, sacándome de la ceguera de ver todo con un filtro brillante. El ruido ambiente también volvió de golpe, logrando que entrecerra un ojo expresando la pronta jaqueca qué significaría eso como no cambiaran el suiche los otros en cuanto empezaran las clases.

    Caminé con estoicismo, aquel que algo había logrado desarrollar paralelamente a todas mis actitudes hurañas, solo por Jacob y Lily; para sacar afuera cualquier pizca de orgullo sano que tuviera, el cual no era mucho, y así darle la imagen al resto de personas de la paz y el cariño con el que vivíamos.

    Por lo menos fuera del trabajo, lejos de la escuela.

    Y qué así no terminaran por creer que habían cometido un error.

    Con la gracia y sutilidad con la que debían cargar las damas, y aún así con las manos hundidas en el cárdigan negro, llegué hasta la entrada de mi aula.

    Que ironía,
    hasta podía llegar a sentirme alegre y linda, toda esa tontería.

    Pero mi hoja de vida ya estaba lo suficientemente manchada para que solo me causara una gracia cínica, la cual no se reflejó en la seriedad de mis facciones en ese momento.

    Pues a ratos mi vida, aunque más bien existencia, me era simple y llanamente repulsiva, pero por nada en el mundo podía vomitar sobre el esfuerzo de mis padres. No voluntariamente al menos.

    Prefería ahogarme antes que eso.
    Me está gustando un montón poder explayarme más con la niña y su relación con sus padres, cosa que no podía hacer tanto en NITW debido a la ausencia de estos, cosa que solo me hace sentir más pena por la Mar de ese mundo paralelo (????)
     
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  20.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    —¿Huh?

    Una nueva pompa explotó justo en el momento en el que sentí aquella repentina presencia frente a mí, haciéndome enarcar las cejas. Levanté la vista del teléfono justo a tiempo para distinguir sus orbes azuladas, deslizando la vista hasta el mechón que había decidido enredar entre sus dedos segundos después.

    Pero bueno, qué linda manera de alegrarme la mañana.

    Suavicé mi expresión tras recuperarme de la sorpresa inicial y volví a centrar la vista en la chica, una ligera sonrisa divertida asomando en mis labios. Dejé hasta de mascar el chicle y sentí como bajaba las manos hasta guardar el móvil en el bolsillo de la falda, en un movimiento prácticamente inconsciente.

    >>Siento decepcionarte, linda, pero un secreto es un secreto. No puedo soltarlo así como así con una desconocida~ —respondí, en un susurro, sin mostrar ni un ápice de movimiento o incomodidad—. Aunque agradezco que te guste tanto~

    Pero bueno, huelo mucha lesbian activity aquí *sorbito*
     
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