Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

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    Maybe my heart needs to break to be sure
    .
    I'm stuck swimming in shadows down here
    it's been forever since I came up for air
    .
    What if we already are
    who we've being dying to become
    in certain light I can plainly see
    a reflection of magnificence
    hidden in you
    maybe even in me
    Shio 2-1.png
    Su tacto me lanzó una corriente de electricidad por el cuerpo y no en el buen sentido pero ni por asomo, porque me hizo consciente de nuevo de la capacidad que tenía para joderlo todo, de consumirlo hasta las cenizas, pero aturdida como estaba también había bastado ese chispazo para dejarme quieta aunque en el fondo, en el latir desbocado de mi corazón, sabía que deseaba salir corriendo como una descosida.

    Huir.

    Esconderme.

    Desaparecer.

    Morir, por qué no.

    Ya basta, Shiori. Ya basta.
    Sus palabras me llegaron como de otro mundo y no terminaban de calzar con la chica asustadiza que conocía, a la que había escuchado llorar al otro lado de la puerta del club de cocina antes de que la mente se me fuese a negro, antes de que rompiera la mitad de las cosas como una puta bestia incapaz de darle dirección a su ira.

    Te quiero un montón.

    Usui-senpai.

    Otro chispazo que me hizo sentir el deseo de echar a correr, de sacármela de encima y evitarle esta mierda en la que no tenía vela que sostener. Pero me dejó callada, Watanabe Nagi, el conejito asustado que siempre había intentado proteger, a la que le había dicho que los había usado para sentirme mejor con tal de apartarla, me había callado por completo. A mi fuego, a la chispa prestada, al ruido blanco y el mundo rojo.

    Cuando me rodeó con los brazos, cuando se pegó a mí y me acarició el cabello todo el maldito mundo se calló por fin y solté un suspiro entrecortado, el tipo de suspiro que se le escapa un niño luego de haber llorado largo rato, y antes de que me diese cuenta los ojos se me cristalizaron y pronto la presa se abrió. Cedí a las lágrimas y correspondí el abrazo, el movimiento fue rígido aún, pero algo había mejorado respecto a otros gestos.

    —Perdón —sollocé allí, en brazos de la menor—. Perdóname.

    Sorbí ruidosamente por la nariz, apretando el agarre entorno al cuerpo ajeno.

    Perdóname.
    He tenido miedo toda la maldita vida.
    Quítame esto de encima, este maldito filtro rojo.

    Regrésame el mundo que conocía.
    Cómo romper a Shiori, una guía escrita por Nagi Watanabe
     
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    Kaisa Morinachi

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    "Niña Incomprendida"

    La canción de Humiya y Nagi

    Se aferró a mí, se aferró a mí con la misma fuerza con la que se aferraba Kazuki; con la misma fortaleza con la que Ichirou recibía, uno tras otro, mis ataques de histeria. Sí supiera que él fue quién recibió todos los golpes, de todos nuestras emociones, no podría perdonármelo jamás.

    Como no me perdonaría no ver la tristeza en la sonrisa de Natsumi. Ni tener el valor de ser un escudo humano frente al chico que la golpeó, como Haruka. Pero, a pesar de que no era consciente, sabía que servía de algo; de algo debía servir, porque sí no, no tendría sentido seguir viviendo en este mundo tan absurdo, doloroso y sinsentido.

    ¿Para qué tanto dolor?, ¿para qué tanta violencia?, ¿para qué tanto odio? Apreté más a Shiori entre mis brazos, hundiendo yo ahora la cabeza entre su hueco, hundiéndome entre sus cabellos carbón. Había desaparecido, por un momento la perdí de vista, pero afortunada como era, la había vuelto a encontrar con facilidad.

    Porque era viento, era el conejo huidizo. Ese que escapa de la más grande bestia, pero vuelve sobre sus propios pasos, se acobija junto a ti y espera. Con su reparación calmada, con su cuerpo tibio, con su amenaza ligera. A que vuelvas a despertar, a que se te curen todas las heridas. A que te levantes por ti mismo, mires alrededor, y recuerdes que no estas solo; porque yo estoy y siempre estaré, no sé por qué lo sé, pero siento que es así. Mi motivo para vivir, y no desear la muerte ni a mí, ni a ti, ni a ningún otro.

    Le acaricio los cabellos azabaches, sinuosos, tal como mi madre hizo conmigo; tal como yo hago con Kazuki. Espero, en silencio, buscando las palabras precisas y concisas de Ichirou, pero teniendo la delicadeza de mi madre...

    ¿A quién engaño? Ichirou es igual que yo, ahora lo sé. Tan solo... se perdió, se perdió y se escondió mucho mejor que yo. Tan así, que imaginé que simplemente se había vuelto un perro huraño y rabioso, que solo gruñía y mordía. No sabía nada sobre mi familia, pero podía ver lo rota y resquebrajada que estaba con suma facilidad. Y ya no me importaban los motivos por los que terminó así, no; solo quería mirar hacia adelante, ver el pasado para aprender de él, y que volviéramos a tener paz.

    Mi padre, Ikki, junto a mi hermano Ichirou en Tokyo.

    Mamá, Kazuki y yo, acá en mi nuevo hogar.

    Los lazos familiares simplemente nunca se destruían; mutaban, los ignorabas, los odiabas. Pero nunca, nunca se destruían. Estaba en la sangre, y sí no estaba en la sangre, estaba en los valores. Los valores que te ayudan a volver a ponerte de pie, para poder enfrentar a tus mayores miedos. Cada quien con el propio, cada quien con una cura distinta.

    Y me alegraba un montón que yo fuera lo que Kurosawa necesitaba; porque ella misma era lo que yo necesité; cuando todo mi mundo era monocromático e insonoro, y pensé que así se quedaría por siempre. Como un fantasma más de Japón.

    El fuego y el viento no son más que energía.
    El fuego, el viento y la electricidad de los mismos ojos de Usui.​

    No había dudas; quien se metiera con alguno de nosotros tres...
    Simplemente, mejor no pensarlo.
    —No tienes la culpa de nada, Kurosawa —susurré como una brisa fresca, en ese rostro ardiendo. En su constante calor abrazador—. Nunca tendremos la culpa de ser humanos.

    Tenía ganas de llorar, se me aguaban los ojos; pero el alivio era tan grande, que simplemente se quedaban al borde, y mi voz era templada.

    >>Así que tan solo llora, porque esa es la única manera de poder enterrar la rabia y empezar a cerrar las heridas.

    La abracé más fuerte, y otra vez el conejo, me escondí entre su cabello negro y su hueco entre cabeza y hombro. No más caricias, simplemente apretarnos con fuerza y más fuerza, para recordarnos que estábamos ahí, la una, para la otra. Y a pesar que la briza fresca en un día de verano, o la calidez de una fogata sean efímeras, siempre son bienvenidas; recordadas con alegría y alivio.

    >>Lo sé muy bien.

     
    Última edición: 12 Enero 2021
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    ¿Cuántos días llevaba llorando ya, aferrada a la gente que se supone había deseado proteger? No tenía ni la más remota idea y es que desde el primer día, desde que me solté a llorar como una cría en el pasillo de tercero, los eventos solo habían seguido apilándose uno sobre otro y habían hecho que tuviera la sensación de que había pasado un montón de tiempo, cuando realmente era una semana y un par de días.

    ¿Qué había pasado con el mundo que pretendí mostrarles?

    Cálido, lleno de colores, un mundo donde podían encajar.

    Sus caricias en mi cabello solo aumentaron el grosor de las lágrimas, la violencia de los sollozos y la fuerza con la que buscaba pasar aire a los pulmones. Lloraba de nuevo como el día del pasillo, era un llanto terrible, amargo y doloroso, me atravesaba el cerebro con violencia. Era el llanto que debía haberle dedicado a Kaoru en su tumba durante días pero el que me había guardado.

    Lloraba por mi hermano.

    Lloraba porque el mundo se había teñido de rojo.

    Lloraba por Hiro y por Ike.

    Lloraba por no haber podido tocar a Altan cuando se vino abajo.


    No tienes la culpa de nada, Kurosawa.
    ¿Qué no?

    Podemos apostar, Nagi.

    Mi hermano estaba muerto, mis padres no sabían cómo lidiar conmigo, mi mundo era una mierda que se reducía a dos personas y por eso cuando todo se venía abajo no tenía nada, absolutamente nada. Mi mundo no tenía cimientos algunos, no tenía bases o pilares porque había pasado cuatro años de mi vida pretendiendo ser eso para los demás, sin darme cuenta siquiera lo solo que estaba quedándome.

    Y dolía, joder. Dolía como la mierda.

    No se trataba de que fuese humana, de que dejara de pretender ser una muñeca perfecta, se trataba de mi soledad a secas, de lo que había debajo de la máscara de kitsune y el círculo de fuego, que no era nada.

    Así que tan solo llora.

    Enterrar la rabia.

    Cerrar heridas.


    Y Dios, seguí llorando como una jodida loca de mierda, ya sin ser capaz de encontrar palabras para decirle, para disculparme de nuevo por todo lo que le había dicho, por todo lo que había hecho. Porque ya no era capaz de encontrar mi propio rostro debajo de la sangre, los huesos y la carne destrozada de nadie. No podía soltarle toda la mierda encima, jamás, pero si podía llorar hasta quedarme seca, hasta olvida siquiera por qué lo estaba haciendo, bueno, ¿cómo me lo iba a negar a mí misma ahora que había comenzado?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi B.png

    Calma, calma, calma...
    Nagi...

    Shiori; guía. Viento, fuego. ¿Había algo que podíamos hacer? Siempre, nunca se agotaban las opciones, solo que... a veces la opción era esperar. Aguantar, destruirte, destruirte. Después de no sentir nada, pasarías a sentir todos; te percatarías de lo bello que era sentir, como recién estaba haciendo Kurosawa ahora: como Natsumi hizo soportando a alguien que, a pesar de todo lo negativo que fue, solo ella pudo haber visto una pizca de esperanza; como Haruka, siempre tan centrada, había saltado como un animal salvaje y rabioso, y se quedó así mucho tiempo hasta recuperar su centro.

    Y yo lloraba. Cada vez que me sentía sola, absolutamente sola, por no entender nada, por no poder hacer nada; tan solo ver como las cosas se esfumaban en el aire, solo quedándose guardadas en mi memoria. Kurosawa no tenía palabras, pero... ¿qué palabras ibas a soltar, cuando solo sentimientos negativos te invadían?, ¿te acechaban? Te acosaban noche y día, susurrándote a tu oído que destruirían tu cosa más preciada; vida.

    Ya se la propia, para proteger a los otros. La ajena, a esa que le brindabas todo tu amor. Al grupo, aquel con el que sentías que podías ir a cualquier parte, en cualquier momento. Yo siempre fui de grupos cerrados, estaría más que bien con solo Shiori y Usui... y aunque a Kurosawa le faltaran unos momentos más, tal vez menos de lo que uno imaginaría, volvería: reviviría.

    Porque el viento huracanado siempre te sorprende, el rayo no avisa su llegada, el fuego puede continuar hasta aún en sus cenizas. Cenizas; haría volar todas esas cenizas, que ya no valían para nada. Buscaríamos más madera, con la ayuda de Usui, porque tenía la fuerza; así, reunidos en una habitación, cerca de una fogata, prenderíamos otra vez la llama.

    Y podía dejarlo todo solo en manos del chico, pero... Lo sabía, Kurosawa me necesitaba, y sí no fuera el caso, no estaría entre mis brazos, conmigo arrullándola como arrullo a mi hermano. Cada vez que se hace una herida, cada vez que no puede dormir, cada vez que le duele la cabeza...

    Cada vez que pregunta dónde está papá, y yo no se sí responderle que con Ichirou o mejor guardar silencio, ante mi ignorancia. Por lo que decido cambiar de punto, con mi vuelo de pájaro, con mi alma de fantasma; aquella que se cuela en las casas sin autorización, atraída por la melancolía y la angustia. Porque las odiaba, como quien odia el peligro busca la violencia; como quien odia las injusticia, busca los debates.

    —Shiori —llamé por su nombre, para que supiera que era ella a quién le estaba hablando—. No tengo idea de lo que pasó, Shiori... pero... se otras cosas—. Había alzado el rostro, nunca dejando de acariciarla; sus cabellos, su espalda, la cabeza; mientras en mis labios había una sonrisa y en mis ojos...

    La apatía natural de los japoneses: "Como alguien diga algo al respecto, se las verán conmigo" Porque, joder, la gente disfrutaba tanto soltando, y soltando y soltando palabras; cuando a veces solo era cosa de callarse la boca e intentar sentir. Con el corazón, con los ojos, con los impulsos primarios, con el instinto básico.

    >>Siempre has estado conmigo Shiori, desde que llegué acá, y puede ser muy ridículo lo que vaya a decir, pero me importa bastante poco que tan estúpida parezca. Estúpido sería no ayudar a quienes quiero, contrario a lo que tu siempre haces; ayudas a quién sea que puedas alcanzar. Yo solo puedo alcanzarte a ti... a Shirai-kun, a Yukie-san... A ese tipo de gente. Así que no pienses que eres débil, no cualquiera le cierra la boca a un tipo que parece un akuma negro sacado de las peores pandillas callejeras, ¿sabes?

    Solté una risa sin gracia, agotada tal vez. Agotada de que las cosas parecieran, a veces, tan obvias.

    >>Usui no se salva de las pintas de delincuentes, Kurosawa; vengo de Ikekuburo, soy consciente de los peligros de las calles, de los rincones oscuros, de las esquinas cerradas: por eso es importante tener amigos, pero tampoco demasiados, para tenerlos todos bajo un control, y al mismo tiempo ellos te controlen a ti.

    Hablaba con voz suave, comprensiva: no desde quien te obliga a aceptar sus ideologías y experiencias como propias, sí no quien te cuenta sus problemas, para que busques similitudes y desde ahí crezcas.


    —Natsumi era la alegría del grupo, era como tú, pero mucho más infantil. Haruka practicó Aikido, ella de seguro tendría el valor y sabiduría para terminar derribando a alguien... no como Usui, siento que sí se toparan con suerte intercambiarían miradas complices... Más bien, derribaría a alguien como a ese chico que le gritaste, el de cabello negro; lo veo claramente, intentando ser altanero, pero sin saber que se está metiendo con la peor ave rapaz: quebranta huesos.

    Solté otra risa, porque siempre hablar de Haruka y su fuerza, era para mí como hablar de un prota de shonen que no existía. Cuando sí existen, los pandilleros buenos; las estudiantes modelo kamikazes.

    Me separé con lentitud, yendo al ritmo que necesitara ella. Apenas pude y con movimientos sutiles y analizados, le besé la frente con mimo y después agarré sus dos manos con firmeza, pero sin perder la delicadeza. Mi sonrisa estaba repleta de convicción.

    >>¡Ya que no te gusta llorar, Shiori-senpai, vas a tener que hacer otra cosa! —se coló la diversión en mí voz sin poder evitarlo, entonces mis dedos delgados y rápidos fueron a parar entre el vientre y torso de Shiori.

    Cosquillas, cosquillas; vamos, llama, enciéndete de una vez. Que apagada por más de cinco minutos no puedes estar.

    >>¡Vamoooos, Shiori, ríe! ¡Sí no ríes te haré reír tan a la fuerza, que volverás a gritar como una loca!

    Exclamé tan fuerte que olvidé mi timidez, que vivía rodeada de gente prejuiciosa. No me importaba nada ya, nada que no fuera cuidar las espaldas de quienes quiero, estando por delante de ellos.

    Antes de que pudiera pensar siquiera en su contra-ataque, aferré mi mano con fuerza a una de las suyas y nos guíe; le guíe al fuego, con mi viento, a dónde debía ir para volver a reavivarse.

    >>¡Vamos Shiori, sí no corres, nos vamos a congelar!

    No recuerdo la última vez que me sentí tan feliz, y tan alegre. Hasta me parecía a Kazuki y todo... y sí ella se sumaba, mejor.
     
    Última edición: 13 Enero 2021
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    Zireael

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    Shiori.png
    No era más que una farsante, a mi manera no era diferente del mismísimo Cerbero, de Altan que hacía las veces de Hades pero no era más que un crío extraño, alienado y extremadamente solitario, de quién sabe cuántos más en esa escuela, en todo Tokyo, en todo Japón y el mundo entero. Todos pretendíamos tener algo, pero al final del día, cuando caía la noche y los lobos nos acechaban, ¿qué éramos más que un montón de mocosos perdidos?

    La sangre ya me palpitaba en los oídos, hacía eco, rebotaba y casi recordaba al arrullo del mal o al sonido que escuchar en un caracol o un vaso al colocártelo contra la oreja, que amplificaba el sonido del fluir de sangre.

    Sangre.

    Siempre sangre.


    Era, en cierto sentido, parecida al agua, ¿no? Un líquido vital, necesitabas agua para vivir y sangre en las venas para lo mismo, por eso sin agua y con sangre derramada... Todo se reducía a muerte. Era incapaz de dejar de verla, de sentir su peste porque la llevaba encima hace tanto tiempo que ya ni siquiera era capaz d recordar cómo se sentía, no lo sé, el olor de las cosas sin ese hedor metálico detrás.
    Había pretendido ignorarlo, fingir que no existía, que no lo sentía pero me había perseguido hasta que fue imposible seguir con la jodida farsa.

    Ikekuburo.

    Toshida.

    El barrio especial pegado a Shinjuku y Bunkyo.


    Akuma negro. ¿Al?

    Las pintas de delincuente de Hiro.

    Ellos no...

    No importaba ya, ¿cierto? Las pintas que tuvieran, las juntas que los rodearan y los errores que cada uno hubiera cometido y siguiera cometiendo. Era incapaz de ver solo su exterior, de hecho lo ignoraba casi por completo en ese punto y por eso, por eso había llegado hasta esos extremos. Por ignorar mierdas tan importantes un motón de mierdas, desde motivos dizque nobles hasta objetivos de lo más rastreros.

    ¿Qué cojones hacía Watanabe Nagi hablándome de control?

    —El akuma —murmuré, sin darme cuenta siquiera de cuándo había bajado la intensidad del llanto, y presioné de nuevo su cuerpo contra el mío—, soy amiga del akuma negro. Solo está preocupado por mí, como tú también lo estabas... como lo estaban todos ayer.

    Y antes de que pudiera decirle nada más la sentí separarse despacio, me dejó un beso en la frente y otra cascada de lágrimas me corrió por el resto en silencio mientras me sujetaba las manos. El ruido blanco no estaba, tampoco el filtro rojo pero... ¿Y los colores? Parpadeé una, dos, tres veces buscando limpiarme los ojos de lágrimas pero nunca regresaron. El suelo era gris, las manos de Nagi, su cabello castaño.

    Ah.

    Era... Se había apagado, ¿no? El círculo de fuego.


    En cualquier caso, pronto Nagi hizo otra movida y sentí sus dedos hacerme cosquillas. Fue un jodido reflejo, pero no pude evitar reír e intentar hacerla a un lado, aunque no tardó en tomarme la mano y hacerme ponerme en movimiento, hacia solo ella sabía dónde.

    Pero me dejé hacer.

    Porque el mundo era acromático.

    Porque mi fuego se había apagado.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Mao no está en natación por nada (???)

    Masuyo-cinta-gigi-1.png

    Bajé con falsa calma las escaleras, aún tenía el corazón martillándome el pecho, el nudo en la garganta se hizo presente con tanta fuerza que mi respiración profunda y lenta se hizo sonora; mis ojos estaban tan vacíos como muertos, porque me enervaba toda la porquería que uno se podía encontrar al combinar japoneses con extranjeros. Toda la escuela iba a ser una maldita bomba a presión, lo olía en mi propio hedor a flores silvestres, de la colonia que usaba por las mañanas. Un olor mínimamente dulce, que era más fresco que otra cosa. Tampoco abusaba de él, me lo echada solamente en los lugares necesarios, la cantidad precisa.

    Ni muy poco, ni demasiado; equilibrio. Eso definía a todo mi núcleo familiar, equilibrio. Mientras la familia de mi madre eran unos extremistas con aires comerciales, y la de mi padre unos radicales muy apegados a las costumbres, con unas pocas farmacias y otros negocios del estilo; los míos terminaron teniendo trabajos algo más mundanos, pero la mentalidad y conocimiento no dejó de transmitirse, eso sí descontamos la genética. Teníamos algo en la sangre, lo presentía; algo que nos hacía ser unos pacifistas sumisos, o unos sádicos con demasiado cinismo en las venas.

    Solté un suspiro pesado, hastiada, mientras me sacaba el flequillo del rostro y luego me deshacía de mi media cola; para hacerme una coleta alta y firme, como cuando estaba a punto de entrar a nadar... solo que esta vez estaba preparándome para otro tipo de "deporte" porque, vamos, entre la rabia y el calor primaveral me estaba sofocando demasiado fácil.

    Meneo la cabeza en cuando resguardo las manos en mi blazer, luego de desabrochar los botones, buscando airear mi nuca y espalda, el torso igual. Mi mirada seguramente era la de una condenada ave rapaz, o de rapiña; la cosa es que no quisieras acercarte a menos que desearas comprobar cuantos dedos era capaz de sacarte una enana como yo.

    Entré a los baños entonces, hundiendo toda la cabeza en el lavamanos, para luego alzar el rostro al techo aún apoyada en el lavabo, como una salamandra o algo así; diría que serpiente, pero el veneno en mi lengua aún no llegaba a tal punto. Era la salamandra de fuego por ahora, esa que al pasar por las llamas se prendió con estas, o algo así era la historia. No me vendría mal repasar algo de mitología y de paso enseñarle sobre eso a Hiro, le serviría demasiado en el futuro para clasificar desgraciados y nefastos.

    Tras esa "limpia" me puse los auriculares y, bajo el consejo de mi padre, busqué alguna canción en ingles que pegara con mi estado de animo. Según él, era buena forma para calmar los nervios y tal, mi mamá iba más por la idea de ejercitarse, bailar o cantar, pero vamos; que ya había intentado algo así y terminó conmigo metiéndome con un tipo a quien no conocía de nada y vaya a uno a saber que cosas esconden los ricachones o desgraciados de esta academia.

    Solo pensarlo me da escalofríos, pero bueno; lo hecho, hecho está. Tendré que comentarlo como sí no fuera la gran cosa con papá y ya empezaría a ver luego las escasas cartas que tengo para jugar. Pero vamos, que era una suerte y todo haberme metido al Club de Esgrima...

    Cuando a mamá no le gustaba la violencia y papá prefería dialogar antes que recurrir a puñetazos... La sonrisa llena de sorna cruzó mis labios una vez estuve sentada en mi puesto, en el salón 1-2; mi nueva madriguera y refugio. A ver sí el lindo de cabellos castaños se atrevía a golpearme delante de puros niños.

    A ver sí se atrevía, delante de todas las cámaras.

    Solté un suspiro pesado, observando el paisaje que brindaba la ventana, la cual estaba algo alejada de mi posición, con la mirada perdida. Había que ver, ¿serían las hormonas? que no podía quedarme quieta ni dos segundos sin encontrar motivos para estresarme y tal.

    Cosas de vivir mundanamente en tu casa, supongo.

    Masuyo ya se fue a su salón en el 1-2 (?)
     
    Última edición: 17 Enero 2021
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Oreki Tojo

    Al llegar al pasillo el rubio tomo aire y reviso el folio con la ubicación de su salón de clases, el pasillo era transitado por alguno estudiantes, algunos salían otros ingresaban hasta dicho lugar.

    —vamos donde podrá estar...¡Aquí!— Oreki había dado con el salón 2-1 según lo anotado en la información facilitada luego de los tramites de transferencia. El tamaño de la academia podía dar una idea del enredo que podría significar ubicar su salón, pero eran solo temores infundados.

    No sabía cuantos estudiantes podría encontrar o si algún profesor gruñon le busque hacer la vida de cuadritos, pero para Oreki aquello era llamativo.

    —De acuerdo compañeros de almuerzo allá voy..
     
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  8.  
    Amane

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    aBbGD3Z.png

    Bueno, mi rostro tenía que haber sido un poema cuando dijo eso, lo de los casilleros. ¿T-tanto había acertado? ¿O se estaba burlando de mí, como siempre? Bueno, sea cual fuere la opción, lo cierto es que había conseguido hacer que se me disparase la imaginación y todo. ¿Y luego yo pretendía decirle que no se imaginase lo de Katrina? Bueno, qué hipócrita.

    Sea como fuere, lo cierto es que todo aquello pasó a un segundo plano cuando siguió hablando y, venga, le fue imposible esconder la felicidad en el tono de voz. Y yo, acostumbrada como estaba a la falta de emociones por parte de Kashya, me ablandaba demasiado cuando notaba ese tipo de cosas.

    Y siempre las acababa notando.

    Habíamos llegado ya al segundo piso y me paré en seco, a medio camino de las dos escaleras, para mirarlo con una sonrisa de genuina alegría y, en general, mucho más relajada.

    —Creo que me lo imagino, sí~ —hablé con un tono de voz suave, casi maternal, lo que era un poco gracioso teniendo en cuenta que estaba hablando con un senpai pero bueno, no es que le fuese a dar muchas vueltas al asunto—. Me alegro mucho de que la amistad siguiese igual y todo eso.

    Algo que yo parecía ser incapaz de hacer, eso de mantener amistades.

    >>A ver si me lo presentas, ¿eh, senpai~? Es un poco injusto que tú sí conozcas a Akaisa-senpai y yo no a tu amigo, ¿no crees?
     
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  9.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku.png

    Alcé la vista a ella apenas notar que se había detenido y le sonreí, como siempre, vamos. La energía de Emily era de lo más linda y nunca fallaba en levantarme el ánimo. Reanudamos la caminata, en cierto punto debería haberme detenido pero seguí.

    —Te acompaño a tu clase —di como única explicación, que de paso no brindaba espacio a réplica, y busqué su mirada para responderle—. Sólo la conozco porque vamos al mismo aula, pero venga, hagamos así. Si yo te presento a Cay Cay tú me presentas a Akaisa-san, ¿trato?

    Me detuve frente a la puerta de su clase y le concedí una amplia sonrisa, inocente, estirando la mano para cerrar el trato. ¿Estaba negociando precisamente con Cayden, que era un manojo de nervios con el mundo en general? Bueno... sí. Ya me preocuparía por eso después.
     
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  10.  
    Amane

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    aBbGD3Z.png

    Tardé un poquito demás en reaccionar a sus palabras, provocando que tuviese que acelerar un poco el paso al principio hasta que volví a alcanzar estar a su lado. Teníamos tiempo y todo eso así que no era del todo extraño que hubiese decidido acompañarme hasta mi clase, pero la verdad es que igual me tomó un poco por sorpresa.

    Me paré justo después que él y miré la mano que me extendía con una expresión de cierta preocupación. ¿Que le presentase a Katrina a cambio de conocer al tal Cay Cay? Sinceramente, qué clase de estúpida podía llegar a ser para haber decidido extender el brazo y aceptar el trato como si nada, cuando literalmente no tenía idea alguna de cómo convencer a Katrina de algo así.

    Pero qué sabia yo, era Kohaku y simplemente sentía que no podía negarme a después de todo. Tampoco era la gran cosa y, bueno... alguna que otra cosa se me ocurría para conseguirlo, aunque no fuese de una manera muy cristiana.

    —Está bien~ —canturreé, agitando su mano un par de veces con una seriedad impostada sobre mi rostro.

    Lo dejé ir no mucho después y mi expresión volvió a recuperar la suavidad de antes.

    >>Bueno, gracias por acompañarme, senpai. Que tengas un buen día~

    Me incliné hacia delante en una reverencia, un poco por la gracia y un poco porque sentí que era lo correcto, con el pelo acompañando el movimiento. Le dediqué otra sonrisa en cuanto me erguí y... bueno, me quedé ahí, a la espera de saber si realmente quería o no irse, porque no lo iba a obligar a ninguna de las dos.
     
    • Adorable Adorable x 2
  11.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
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    Me atajó bastante al vuelo, de hecho me sorprendió que lo hiciera, no porque creyese que fuese tonta ni nada sino porque por cómo me había visto con el asunto de la rubia podía simplemente descartarme, pero en sus ojos azules encontré una pregunta tácita que me arrojó encima una satisfacción casi ridícula.

    ¿Qué si fui yo?

    Por supuesto, bonita. ¿Quién si no?

    Lástima que no reaccioné de ninguna manera que le pudiese dar a entender que la respuesta era afirmativa, porque aunque estaba disfrutando la atención, las reacciones de toda una escuela como disfrutaba el pedestal en el que me tenían los idiotas en la calle, tampoco quería quitarle toda la magia al asunto. Para ser una bola de nervios tenía una personalidad bastante teatral, la verdad.

    —¿A mí? Obviamente~ —Admití como si nada. Dios, me estaba divirtiendo como un cabrón de repente a costa de la pobre chiquilla, pero bueno algo de tonteo no le hacía mal a nadie. Digamos que me estaba desestresando—. Estoy deseando ver lo que va a pasar, no me escondo ni nada. ¿Un despliegue de semejantes dimensiones en una mañana? Quiero ver qué pueden armar de aquí al sábado.

    Eso no era mentira tampoco.

    ¿Qué puedes hacer, Akaisa, para evitar que te roben tu reflector en un par de días?


    Ya tenía el traje en casa, el mismo con el que me colaba en los hoteles de Chiyoda, y la máscara... Bueno, estaba bastante cubierto también, no iba a mentir. Mi elección era tan obvia que daba risa.
    En cualquier caso seguí subiendo a su ritmo, tampoco tenía prisa de ninguna clase, y cuando llegamos al piso de arriba me detuve en el pasillo echando la espalda en la pared frente a su clase, me quedé allí por si quería seguir charlando o solo entraba su clase. Todavía tenía las manos hundidas en los bolsillos.

    —Ah, ¿te busco yo en el receso? Para que no tengas que subir y volver a bajar.

    Le eché un vistazo al pasillo en general, noté el cabello de Ko y luego la puerta de la sala multimedia, antes de regresar la vista a ella y dedicarle una sonrisa bastante liviana, desconectando ya un poco de todo el rollo de los sobres.


    I just can't *sorbito*
     
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  12.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Había aceptado casi de inmediato, como si no tuviese que reflexionarlo ni nada cuando, en realidad, Katrina parecía ser una persona... ¿un poco intransigente? Bueno, problema de Emily, suponía; yo tenía los míos propios, como apañármelas para arrastrar a Cayden engañado. A ver qué excusa usaba y con qué cara me disculpaba luego~

    Podía ser un cabrón si me daba la gana, ¿no?

    Me eché encima una seriedad similar a la suya para seguirle el teatro y recuperé la sonrisa, meneando suavemente la cabeza.

    —Un placer, Hodges-san. Nos vemos luego~

    Alcé la mano junto a mi cabeza luego de verla inclinarse y enderecé mi camino hacia las escaleras que llevaban al tercer piso. En el preciso instante que pasaba junto a la puerta del baño creí distinguir de soslayo, casi como una aparición, la mezcla de carbón y chicle en el cabello de Anna. No volteé para confirmarlo, sin embargo.


    Anna dark mode 2.png

    A ver, el impacto fue bastante jodido pero digamos que lo tragué con bastante facilidad después; al menos más de la que habría anticipado. ¿Estaba acostumbrándome a recibir noticias de mierda o era lo de antes, la resignación a estar condenados? Vete a saber. Igual y quizás era puro teatro que me montaba incluso conmigo misma, porque las jodidas ganas de llorar no me las quitaba ni Dios.

    Iba a meterme en el aula de lleno pero decidí concederme una pausa de tranquilidad en los baños. Cerré la puerta a mi espalda, me metí en el último cubículo y encendí un porro que había llevado armado bastante porque sí; al final parecía bruja o algo. Subí un pie al retrete, dejé colgando un brazo encima de la rodilla y eché la cabeza hacia atrás, clavando la vista en el techo. El humo blanquecino comenzó a quemarme los pulmones, envolverme, y fuera efecto placebo o lo que sea, paulatinamente la ansiedad bajó.

    Igual estaba sola y no me venía en gracia tragarme la mierda por demás, así que un par de lágrimas dejé correr.

    Habrán sido cinco o diez minutos, no mucho más. Tampoco fumé ni la mitad del porro, no era la idea tener las clases de la mañana puesta ni apestar tanto a marihuana. Carraspeé la garganta, tragando saliva, y lo apagué antes de guardármelo. Inhalé bien, bien hondo y solté el aire de golpe, aprovechando el envión para incorporarme.

    Bueno, ni modo.

    Nadie me había mandado a colarme por un imbécil en menos de una semana.

    Y él tampoco me debía nada, ¿no? Como si quería jugar a dos, tres, las puntas que quisiera, podía hacerlo.

    Podía hacer lo que le saliera de los huevos.

    Yo también.

    Sólo tenía que bajarle a las revoluciones y ya.

    No biggie.

    Salí del baño con cierta pereza y las manos enterradas en los bolsillos del blazer, los cascos aún descansando en mi cuello. Identifiqué la cabellera cian de Kohaku al dedillo, justo pasó frente a mí pero no pareció verme. Seguí su recorrido un par de segundos y al regresar la mirada al costado topé con un par de caras conocidas.

    Dunn.

    Emily.

    Comencé a caminar como si nada, me sorprendía un poco mi tranquilidad pero mejor, ¿no? Preferible eso antes que devolver el desayuno en los baños, suponía. Al pasar junto a Cayden y la castaña de mi clase entoné un silbido juguetón, concediéndole una sonrisa entre estúpida y socarrona al captar su atención.

    —Buenas, Cay~

    No esperé respuesta ni nada, seguí hasta abordar a Emily y le eché ambos brazos sobre los hombros, desde la espalda. Era más alta que yo así que prácticamente me le colgué como un koala o algo así. Solté un suspiro, absorbí su aroma al inhalar después.

    —Hola, bonita —murmuré con cierta nota de diversión contenida, dejándole su espacio para regresar las manos a los bolsillos y recostar el hombro en la pared; crucé un pie delante del otro—. ¿Cómo va~? Asumo que recibiste una invitación también, ¿verdad?

    huh amazing
     
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  13.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Moví la mano de lado a lado a modo de despedida hacia el chico mientras lo veía alejarse por el pasillo, aun cuando sabía que seguramente no podría verme ya. Eché un último vistazo por el pasillo y me di la vuelta dispuesta a entrar al aula cuando sentí que alguien se colgaba de mis hombros. Tuve que hacer un poco de malabares para mantener el equilibrio pero al final acabé soltando una risilla divertida al reconocer que se trataba de Anna.

    Me giré cuando me dejó espacio para ello, con la sonrisa deslumbrante plasmada en los labios, y me acerqué un poco más a su posición para dejar libre el acceso al interior del aula.

    —Buenos días, Annie~ Todo bien, cariño, ¿qué tal tú?

    Asentí un par de veces con la cabeza ante lo de la invitación y lo saqué un poco del maletín para mostrárselo, como muestra de veracidad, antes de volver a dejarlo en su sito. La chispa de emoción volvió aparecer sobre mis ojos y le dirigí una mirada, quizás algo intensa pero bueno... era Anna.

    >>¡Síp! ¿Vas a ir? No estás obligada ni nada pero me gustaría mucho que nos viésemos ahí —fue bastante leve, pero sentí la sangre subiéndome a las mejillas de nuevo al murmurar aquello—. ¡Ah! Aunque puedo hacer como que no te reconozco con la máscara y todo eso~

    *chilla en incomprensible cuz novias*

    Also, Anna naricita loca (?)
     
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  14.  
    Hygge

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    Era bastante curioso, ¿no? Cómo el chiquillo había sacado una confianza tan distinta de la nada en cuanto saqué el tema de los sobres. Lo escuché hablar, manteniendo la sonrisa casi por pura cortesía. No tenía prueba alguna para creer que de verdad era él, tampoco me interesaba saberlo pero que la posibilidad existiese y se estuviese divirtiendo de lo lindo conmigo en ese instante pues estaba. Y ya suficiente había tenido con los idiotas del club de fotografía, la verdad.

    Llegamos pronto a la planta de segundo y reconocí la sala multimedia no mucho después. Tal y como sospechaba, estaba bastante cerca de mi aula. Cayden me ofreció la oportunidad de esperarle allí en el receso y asentí entonces hacia él, balanceando suavemente la cartera entre mis manos.

    —Claro. Gracias por acompañarme, cielo —La sonrisa que le devolví entonces fue mucho más genuina, porque pese al rollo extraño de hacía un momento me había caído bien, y comencé a caminar hacia mi aula con tranquilidad—. Nos vemos luego.

    Reconocí de soslayo la cabellera azabache de Emily pero fue interceptada por la chica de mi clase así que simplemente lo dejé estar. Ya habría tiempo de saludarla más tarde.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Había alcanzado a oír la respuesta de Cayden pero no me detuve, simplemente le lancé una mirada breve por sobre el hombro junto a una sonrisa relajada. Era increíble que siguiera tan oblivious a toda la mierda, a que Dante y ahora la castaña acompañándolo habían sido los pobres imbéciles que tuvieron que comerse mi mierda de gratis, pero bueno. En la ignorancia está la felicidad, ¿no? Cuanto menos, podría considerarme afortunada de que no hubiera reconocido mis cascos ni nada.

    Si tuviera idea de algo, claro.

    Casi me había llevado en banda a Emily, lo cual se asemejaba bastante a mi energía usual, esa ilimitada y atropellada que no reparaba en detalles ni precauciones. La energía de la Anna de siempre, la de las ideas locas y la risa fuerte.

    Me rasqué brevemente la nariz antes de encogerme de hombros y responderle, con una sonrisa casual pegada al rostro.

    —Bien, bien, tranquilo.

    Digamos.

    Me mostró la invitación apenas, como si estuviéramos traficando información del Estado o algo. La emoción prácticamente le inundaba el gesto y se me contagió con bastante facilidad, aunque entorné un poco la mirada al detallar el sonrojo que tintó sus mejillas.

    ¿Ruborizándote a estas alturas, Em~?

    —Claro que sí, tonta —resolví, atrapando su nariz entre dos dedos para zamarrearla suavemente y dejarla ir—. De hecho estaba pensando que organizáramos juntas para arreglarnos, ir y eso. ¿Qué te parece~?
     
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  16.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    Asentí ligeramente ante su respuesta y, no sabía exactamente desde que momento había estado preocupada, pero lo cierto es que me alivió de sobremanera verla tan distendida y animada. No sabía cuanto de verdad había en toda esa energía, pero al menos quería pensar que algo de ello tenía que ser genuino para al menos tener algo de lo que tirar... y era suficiente por el momento.

    Arrugué la nariz después de que la chica me la soltase, soltando una risilla divertida, y acompañé al gesto con un movimiento fugaz de cabeza. Sea como fuere, su respuesta me hizo ensanchar más la sonrisa y la emoción se acrecentó aun más en mi expresión.

    —¡Me parece genial, An! —exclamé, cogiendo una de sus manos con la mía para comenzar a moverla de lado a lado—. ¡Puedes venir a mi casa, si quieres! Ah, ¿tienes algún vestido ya pensado o algo? ¿Vas a llevar tacones? ¡Ah! ¡Ya estoy deseando verte~!
     
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  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Dios, Emi estaba jodidamente emocionada y era de lo más adorable. Quería ser capaz de disfrutarlo con ella sin preocupaciones, sin mierdas atravesadas como agujas en el cerebro; entumeciéndome los músculos, alterándome las conexiones neuronales. Que venga, sabía que la vida perfecta no existía, sólo quería... ¿paz?

    ¿Felicidad?

    Tenía de esa, en realidad. Tenía amigos de verdad.

    Pero era una imbécil codiciosa.

    Siempre queriendo más.

    El caso es que quería disfrutar de esa fiesta con Emi y sentirme incapaz me doblaba el estómago en dos, como si tensara todo el cuerpo dispuesta a lanzarme encima de alguien. Como si el fuego estuviera ahí, crepitando en silencio, agazapado. Preparado para el chispazo. Me negaba, la verdad, me negaba a liberarlo y permitirle expandirse a su antojo; había sido esa maldita fuga de gas el lunes y no quería seguir comportándome así. No quería.

    Y al mismo tiempo sentía que ceder sería jodidamente... satisfactorio.

    De cualquier manera seguía bastante apagada y no me costó nada impedir que las emociones o pensamientos me alcanzaran el rostro. Emi me zarandeó la mano y me arrancó una risa floja, incluso contra mi voluntad. Me lanzó una seguidilla de preguntas que siguieron ensanchando mi sonrisa y me mordí el labio, meneando la cabeza.

    Gracias, Em.

    —Veamos... —tanteé, instándola a detener el movimiento para recoger sus dos manos entre las mías y comenzar a caminar en círculos, suavemente—. ¿Tu casa? Me parece genial, podemos arreglarnos juntas. ¿Vestido? La verdad que no, no tengo ni un vestido en mi armario así que tendré que hacerme china tramando algo. ¿Tacones? Pues...

    Me detuve, lanzando la vista al techo, y arrugué la nariz.

    —Debería, ¿verdad? —Solté un suspiro dramático y eché la espalda contra la pared, atrayendo a Emi de las manos; el impulso la arrimó bastante y colé mis pies entre los suyos—. ¿Sabes caminar con tacones, Em? Porque definitivamente necesitaré práctica para no tropezar o morder la falda del vestido. Ah, ¿y las máscaras qué onda? ¿Quieres que arme un board colaborativo en Pinterest y nos aventamos ahí todas las ideas~?
     
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  18.  
    Amane

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    Paré el movimiento de mi mano en cuanto Anna se hizo con las dos, obligándome a ello, y seguí sus pasos sin oponer ninguna resistencia. Seguía sonriendo un poco como tonta mientras lo hacía, como si estar ahí con ella hablando de una fiesta fuese todo lo que necesitase en ese momento. Y es que, de alguna manera lo era, el estar ahí hablando con una amiga sobre un evento del fin de semana.

    Quizás era todo lo que necesitaba.

    Solté un suspiro aliviado cuando escuché lo del vestido, porque al menos sabía que no iba a ser la única que tuviese un problema con ello y no sé, quizás se nos ocurriría algo juntas para solucionarlo. La cosa es que el tirón de su parte me tomó bastante sorpresa y uve que retener el aire dentro de los pulmones un segundo bastante largo cuando noté que nos habíamos prácticamente chocado contra la pared.

    Lo dejé salir poco a poco mientras intentaba centrarme en sus palabras, buscando sus ojos, aunque no pude evitar apretar un poco más el agarre de las manos en todo el proceso.

    —Uhm... algo, quizás. Lo suficiente para no romperme un tobillo, creo —murmuré, en respuesta, con un ligero tono divertido—. Supongo que nos va a tocar practicar bastante a las dos~ ¡Y me parece bien lo de Pinterest! Espero que sea más fácil hacerse con una máscara que aprender a caminar con tacones~

    Bueno, tampoco encontré por dónde separarme de ella así que ahí me quedé, arrimada y hablándole a susurros porque la cercanía hacía que no necesitásemos alzar la voz mucho más.

    aber niñas *sorbito*
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Mi movimiento la tomó bastante desprevenida, se notó en su expresión y al pensarlo no hice más que sonreír. Tampoco había sido mi idea atraerla tanto, el caso es que Emily no se alejó y bueno, tampoco iba a ser quien la quitara. Estábamos cómodas con la cercanía de la otra, ¿verdad? Era reconfortante en cierta manera y además llevábamos un par de días sin hablar como tal. Un poco la había extrañado.

    Tampoco iba a negar que un par de recuerdos del sábado me atravesaron la mente como relámpagos.

    Noté el ligero apretón de sus manos y mi sonrisa se ensanchó un poquito más, recostando la cabeza en la pared. Tuve que alzar brevemente el mentón para encontrar sus ojos.

    —Eso ya es más de lo que yo sé —reconocí en un tono de voz similar al que ella estaba usando, mi gesto dejó al descubierto mi hilera de dientes; la recorrí con la vista hasta detenerme en unos mechones de cabello que caían sobre sus hombros, luego regresé a sus ojos—. ¿Qué te parece si mañana traemos los tacones a la escuela y practicamos en algún rato libre? Puede ser divertido~

    Se me había ocurrido correrle el pelo a la espalda, la verdad, pero por alguna razón decidí contener el impulso y en cambio, como si tuviera que liberar la energía por alguna grieta, acaricié sus manos con el dorso del pulgar. Fue un movimiento vago, incluso casual.

    —Pero sobre lo demás... Ni idea, Em. Encima ¿vestidos para una mascarada? Me suena a que son super costosos y vaya, no tengo el dinero ni de coña. —Arrugué el gesto en una mezcla de queja y concentración, repasando y descartando varias ideas—. ¿De dónde podríamos sacarlos sin dejar un riñón en el proceso?

    Una estupidez super grande se me ocurrió y solté una risa fresca, aunque algo áspera.

    —Eh, ¿no tienes un sugar daddy o algo así que nos haga el favor?
     
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  20.  
    Amane

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    —¿Aquí? —acabé por alzar un poco demás la voz, abriendo los ojos presa de la sorpresa ante la propuesta—. O-oh... uhm, bueno. ¡P-pero no nos puede ver nadie!

    Que realmente dudaba de que a alguien le fuese interesar ver a dos niñas practicando como caminar con tacones (y posiblemente fallando estrepitosamente en el proceso) pero necesitaba dejarlo claro solo por si acaso.

    Sea como fuere, lo siguiente que dijo me hizo formar una mueca con los labios, algo pensativa, pero al final aquella expresión fue sustituida de nuevo por un sonrojo bastante violento y el ceño ligeramente fruncido. ¿Un sugar daddy? ¿P-pero de dónde se sacaba esas cosas?

    Es decir... Mimi tenía dinero pero claramente no era ninguna opción porque ni siquiera sabía dónde estaba, Kashya se mantenía bien porque todo el dinero que sus padres le daban lo guardaba al no tener en qué gastarlo pero era Kashya, qué demonios... También era de conocimiento público que los Akaisa manejaban gran cantidad de dinero... ¡pero ni de lejos se me ocurriría hacer algo así!

    >>¿Qu-qué dices, Annie? A-además, no está bien aprovecharse así de la gente... creo —inflé las mejillas durante un segundo antes de soltar el aire en un suspiro—. Uhm... yo tengo algo de dinero ahorrado de los trabajos de verano, en realidad estaba pensando en tirar de eso... ¡Eh! ¿Crees que nos hagan algún descuento si vamos a comprar las dos?
     
    Última edición: 2 Febrero 2021
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