Pasillo (Segunda planta)

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Hold my awkward novias for a HOT SECOND

Emily Hodges

Dios, si pensé que el día después de la fiesta en la azotea sería duro no sabía lo que se me avecinaba, porque este lunes superaba todas las expectativas. No me dolía la cabeza porque había podido pasar el domingo pasando la resaca, aunque tampoco estaba fresca como una rosa especialmente. A pesar de todo, no era eso lo que me preocupaba.

Cuando el sábado llegué a casa y la euforia dle alcohol y el momento bajó, tirada en la cama, la realidad me había golpeado como una losa pesada y fría.

Había besado a Anna.

Y no una, ni dos... tres veces. Y si no se hubiese parado en ese momento, ¿quién sabe hasta dónde me hubiese lanzado? El jodido alcohol y el tacto de Katrina que seguía sintiendo de vez en cuando me habían nublado la cabeza.

Pero Anna era mi amiga. Quería que lo fuese, al menos. ¿Qué haríamos ahora? Me daba una vergüenza terrible verla y recordar que le había devorado los labios con esa necesidad.

Ni modo, habría que intentar disimular.

Pasé por los Casilleros, siempre acompañada de Kashya, y miré alrededor de manera disimulada mientras ma cambiaba los zapatos. Distinguí rostros conocidos pero ni vista de Katrina y tampoco de Anna, aunque pude ver a Kohaku junto a las chicas del club de jardinería. Pasé cerca de ellos y me incliné a modo de salud, dejando la mirada sobre el chico solo un segundo de más, con una chispa curiosa. ¿Sabría algo...?

Sea como fuere, subimos hasta el pasillo que nos correspondía y, casi como si el destino nunca parase de querer ponerme a prueba, vi aquellas mechas rosas en la entrada de la clase de Kashya.

No podía simplemente ignorarla, por avergonzada que estuviese, ¿verdad?

—B-buenos días, An. ¿Qué... tal todo?

 

Al final, se había distraído en cualquier aplicación estúpida para evitar entrar al aula por... no lo sabía del todo bien, pero la imagen mental de verse allí, sentada entre los pupitres vacíos, tan a la vista, activó cientos de alertas y recuerdos desagradables en su mente. Prefería fundirse entre el alboroto del pasillo, los estudiantes yendo y viniendo, sin reparar en ella; como si fuera un puto fantasma. Así, quizá, lograría suprimir los fotogramas esforzándose por anteponerse a su realidad. Así, quizá, lograría opacar las voces. Las malditas voces.

Eh, ¿esa no es la rarita?

Sí, sí, trabajaba en un circo, dice​

Eh~ Qué... curioso

¿La enana de ahí? La puta pandillera​

También oí que vivía en una casa rodante​

¿Qué es eso? Ni que fuera un animalito

Andaba con todos al mismo tiempo, una zorra​

¿Y ya viste todas las pulseras y cosas raras que lleva encima?​

La sacaron del anime más cutre, no jodas

Qué fenómeno​

Encima de todo, compartía clase con Kurosawa. Ella y Tomoya eran, probablemente, las últimas personas que se le antojaba ver en el puto mundo y allí estaban, entre las mismas cuatro paredes que ella. Estaban en el aire que la rodeaba, en los estudiantes a los cuales no buscaba detallar. Estaban en todas partes al mismo tiempo y se fundían sobre su mundo, como los lobos de sus pesadillas. No había pegado un ojo pero los había visto ahí, entre las penumbras de la habitación.

Los había visto.

Y la estaban mirando.

¿Cómo lograba moverse entre la ira y el más absoluto terror con semejante facilidad? Era, desde ya, una cosa totalmente errática. Era energía caótica, sin dirección. Era un amasijo de cagadas y pura mierda. Rebuscó entre todos los bolsillos pero cuando se llevó la paleta a la boca, su estómago volvió a cerrarse sobre sí y prácticamente tuvo que escupirla para evitar las arcadas. Llevaba tres días comiendo para la mierda y le preocupaba, pero más le preocupaba no saber cómo resolver la situación. ¿Cómo se suponía que se quitara toda esa ansiedad de encima?

¿Durmiendo?

¿Drogándose?​

¿Hundiéndose en series, películas, lo que fuera?​

Estaba agitando la paleta entre sus dedos cuando la voz de Emily captó su atención. Alzó la vista del móvil, encontró su mirada púrpura y un pinchazo de culpa le oprimió el pecho. Había sido de lo más egoísta con ella, ¿verdad? La había usado a su antojo para distraerse, para saciar sus impulsos, su frustración, lo que fuera. Ya que no podía cagar a palos a nadie, le había comido la boca a su amiga.

¿Cagar a palos?

No jodas, Anna.

Se supone que odias la violencia.

—Hola, Em —murmuró, consiguiendo regalarle una pequeña sonrisa; su voz sonaba, antes que cualquier otra cosa, plana y puede que algo cansada—. Bien, bien, sólo dormí bastante para el culo. ¿Tú?

Hacer la vista gorda, ¿eh? Era experta en eso.

 

Emily Hodges

Cuando noté el tono de cansancio en su voz y lo distraída que parecía, deseché rápidamente todos los pensamientos que había tenido hasta el momento, arrojándolos a lo más profundo de mi cerebro.

¿Qué más daba? Por encima de todo Anna era mi amiga y claramente no estaba bien, lo único que debía preocuparme en ese momento era intentar animarla.

—Vaya, lo siento. Encima este tiempo da ganas de quedarse en casa, ¿verdad? —respondí, suave, con una ligera sonrisa—. Un poco cansada también, estudiar con resaca no es muy divertido que digamos —bromeé, encogiéndome de hombros después—. Pero por lo demás bien~

Me aparté tras acabar de hablar y me apoyé en la pared, a su lado. Kashya ya se había dirigido a la clase, seguramente ya estaría con todas sus cosas sobre el pupitre.

De repente, una idea me cruzó la mente. Era una locura, no tendría ni que decirlo, pero no soportaba verla así y era obvio que no quería entrar a clases.

>>Eh, ¿qué tal si nos saltamos la primera hora?

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PERO BUENO EMI-CHAN WHAT IS THIS???

Bueno, ella avienta la idea y ya lo que salga, yo estoy bien diga sí o no uwuwu

 

Esa mañana sí se había dignado a ponerse la chaqueta encima del cárdigan. Hacía, después de todo, un frío del demonio. Increíble, considerando cuán cálidas habían sido las noches del viernes y el sábado.

Enterró las manos en los bolsillos de la chaqueta, estirándola hacia abajo, y dibujó círculos en el suelo con la punta del zapato mientras soltaba una risa floja.

—La verdad —acordó, volviendo a mirarla al oír lo de la resaca—. Sí, yo ni siquiera lo intenté. A la mierda.

Notó que echaba un vistazo dentro del aula y Anna la imitó. La muchacha albina era su amiga, ¿verdad? Una amiga de verdad, digamos.

Eh, ¿qué tal si nos saltamos la primera hora?

Sus ojos se abrieron un poco más en sorpresa y volvieron a topar con el morado de Emily casi a cámara lenta. Podría jurar que los dedos le cosquillearon, ocultos en los bolsillos, y su cerebro empezó a hacer muchísimo ruido.

Sí, dile que sí.

Anda, ¿qué te haces la dura?​

No soportas estar sola.​

Eres ridículamente débil.

Di que sí, Anna.​

Va a ser divertido.

Anda.

Aprovéchate.

Sigue usándola.​

Se rascó las raíces del cabello, ni siquiera había podido hacerse una coleta decente por la mañana y acabó rindiéndose. Se rascó las raíces del cabello, suspiró y fabricó la mejor sonrisa que pudo.

—Gracias, Em, pero mejor no. —Su voz sonaba ridículamente suave, como si intentara ser conciliadora o como si estuviera a punto de quebrarse en cualquier momento—. No soy una estudiante modelo y si sigo faltando a clases, bueno. Bastante mala idea.

Una risa baja se deslizó fuera de su garganta y ahora también quería huir de Emily. La había arrastrado a un bar de mala muerte, la había besado y ahora la estaba rechazando. Vaya, no tendría forma de culparla si se enfadaba con ella. Parecía que sólo jugaba con ella cuando, precisamente, lo que quería era dejar de hacerlo. No confiaba en sí misma, no confiaba en las cagadas que se pudiera clavar si se quedaba a solas con Emily.

No quería seguir cagándola, y si para eso debía encerrarse en su cascarón vacío, pues bien.

—Perdona, nos vemos luego.

Le concedió una última sonrisa antes de bajar la mirada al piso y meterse dentro del aula. No miró atrás, no buscó su reacción, era una cobarde y le daba miedo encontrarla. Se acomodó en su asiento con movimientos extrañamente cuidadosos y echó un vistazo por la ventana.

Qué mierda de clima.

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CHALE im so sowwy, la pendeja está en la mierda *la zapetea*

 

Emily Hodges

Asentí levemente con la cabeza, cerrando los ojos en el proceso y sin perder la sonrisa suave. Vaya, era la primera que vería mis notas afectadas si me saltaba una sola clase y era lo último que quería. Pero nunca dudaría en anteponer el bien de alguien a quien apreciaba a algo tan frío como lo era la vida académica.

Dejé que se fuese, sin querer realmente molestarla más cuando claramente no quería que la agobiase con mi presencia. Aun así, no pude evitarlo seguir el impuslo de asomar la cabeza por la puerta, aprovechando que aun no había mucha gente.

—Nos vemos en las pruebas, ¿sí~?

Me alejé antes de que pudiese reaccionar y me encaminé hacia mi aula. De todas formas tendría que sacar a Kashya a la fuerza de nuevo, así que la vería a ella también. Había pocas cosas que se me diesen bien, en realidad, pero ser insistente con alguien que creía que necesitaba ayuda era una de las mismas.

Por eso, a pesar de todo, el domingo intenté contactar con Mimi por todos los medios que me fueron posible... aunque de nada sirvió.

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NO PEGUES A MI NIÑA *se lleva a Annita*

 

Asintió al confirmarle la información que poseía, aunque de por sí ya la supiera, y alzó la vista al techo un momento al recibir su pregunta.

—Me gusta leer —resolvió, una sonrisa suave danzó en sus labios al pensar en sus libros favoritos—. Desde que tengo uso de memoria, siempre he llevado un libro entre manos. Mi familia posee una biblioteca enorme en casa, así que nunca me quedo sin nuevas historias.

En sus cortos dieciséis años de vida realmente ya había leído cualquier cantidad. No sólo novelas ficticias, también poemarios, tragedias, obras de teatro, tratados de filosofía, política. Teología, antropología, economía; había hojeado alguno de física cuando en el momento sólo le apetecía, y se había encerrado dos meses en aquel recinto para rastrear su historia familiar e intentar darle algún sentido a todo lo que era, todo lo que veía a su alrededor. Para darle sentido a las palabras de Ophelia.

¿Puedes verla? La maldición.​

—Balaam-senpai, espero que no te moleste la pregunta, pero recién mencionaste que te gustaba pintar y... ¿cómo lo haces?

 

Suiren, ¿eh?

—Soy nueva también —respondió, asumiendo por sus palabras que acababan de transferirlo—, estoy aquí desde la semana pasada, pero bueno, igual ya hice un recorrido turístico. ¿Qué daño haría uno más?

De hecho, la situación le causaba algo de gracia si se detenía a pensarla. Aquello le hizo soltar una risa suave por la nariz y pestañeó lentamente, deslizando su mirada hacia el entorno, en cuanto recibió el... pedido de Suiren.

Adentro.

—Claro —concedió, sedosa, y le regaló una última mirada por el hombro antes de empezar a caminar; siquiera comprobó que el muchacho la siguiera, sólo se movió con la intención suficiente para captar su atención y a mitad de las escaleras lo buscó—. Suiren, ¿verdad? ¿De dónde eres?

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Insane uwu

 

Quizás para su propia suerte no había estado en el pasillo cuando ocurrió todo aquel desastre con los Astaroth, Anna y Katrina y Altan de colado en la desgracia, como era normal, porque de seguro se habría metido también, justo con las dos chicas con las que no estaba en los mejores términos del mundo.
Bajó al segundo piso ya algo menos acelerada y por pura suerte echó un vistazo al pasillo antes de seguir hacia la primera planta, de forma que pudo notar el cabello castaño que ya podía ubicar en cualquier parte acercándose a su clase.

—¡Watanabe-chan! —dijo mientras prácticamente trotaba en su dirección. Le echó los brazos encima, abrazándola, y la presionó un poco contra su cuerpo como quien apretuja a un gatito—. Estaba por ir a buscarte~

La soltó justo después de eso, porque no planeaba tampoco ponerla incómoda, y le dedicó una sonrisa, amplia y genuina.

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Mori uwu

 

—Lo siento~ —dijo al escuchar que la chica estaba buscándola—. Tuve que repartirle el almuerzo a algunos amigos antes, entonces salí casi corriendo de clase, ¿no te hice esperar mucho?

Balanceó el peso de un pie al otro, sin dejar de sonreírle a Nagi, y se llevó un mechón de cabello detrás de la oreja. Estuvo por abrir la boca para preguntarle si quería almorzar en algún lugar en específico cuando ella le ganó, preguntando por Hiroki.

—Fui a dejarle su almuerzo y le dije que podía buscarnos si quería —respondió con voz suave y unos segundos después le soltó la pregunta que había estado por hacerle—. ¿Dónde te gustaría almorzar~?

 

Iba caminando a su lado, prácticamente deslizándose con la sutileza de un fantasma. Sus movimientos no eran calculados como tales, más bien contaban con la profunda serenidad subyacente a... no preocuparte mucho por nada en la vida. Ni los cambios de entorno, ni el clima, ni las personas alrededor. Era tan, tan jodidamente difícil alterar la calma de Morgan O'Connor.

Vaya, Rusia.

—¿Y cómo terminaste aquí? ¿Trabajo de tus padres? —se aventuró, viéndolo de soslayo.

Se permitió analizar su forma de caminar, el tono de voz, el uniforme desarreglado.

Lo esperó unos pasos por delante al notar que se había detenido para escuchar un mensaje de voz y al recibir sus ojos otra vez le sonrió con la suavidad usual, girándose lentamente para retomar la marcha. Iba balanceando los brazos a ambos lados de su cuerpo al mero ritmo del recorrido.

—Escocesa, de las highlands —respondió, viendo el paisaje por la ventana con aires distraídos—. Mi hermanita es japonesa y vinimos aquí para ayudarla con su crecimiento, entre otras cosas.

Y había parecido ser una muy buena decisión, en efecto. Hanabi no era feliz en Escocia, se notaba a leguas, y cuando sus padres finalmente se divorciaron la idea surgió como un chaleco salvavidas para las tres. Ella, su madre y Hanabi.

Su pequeña familia.

Su mundo entero.

—Me gusta leer —respondió, luego de pensarlo un momento—, también escribir. Estudiaré para serlo, de hecho. Escritora. ¿Qué hay de ti, russian boy?

Soltaba las cosas así, sin el menor atisbo de duda o vergüenza. Parecía tener ya todo resuelto en la vida, todo encaminado, los engranajes perfectamente aceitados y las luces de la acera encendidas.

 

Se dejó guiar por Nagi, tranquila, sabiendo que realmente no era usual que la chica tomara la iniciativa para prácticamente nada y luego de que la castaña tomara asiento hizo lo mismo, usando la pared como apoyo para la espalda.
El frío del suelo pasó incluso a través de las mallas, pero bueno, realmente no le molestaba tanto. Frotó sus manos antes de disponerse a sacar su almuerzo y destaparlo, y cuando le echó un vistazo al de Watanabe enarcó un poco las cejas.

—Permiso~ —dijo mientras sacaba varios trozos de carne y los colocaba en el bento de la chica.

De todas maneras al final le habían fallado algo los cálculos, así que traía más caer de la que iba a comer realmente.

—¿Ah? Puedo acompañarte a casa si sigue lloviendo, creo que debo tener una sombrilla en el casillero. —O al menos eso esperaba, porque si no iba a tener que empaparse también.