Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Se despertó algunos minutos después de que ya la campana había anunciado el descanso, sobresaltado, y soltó un pesado suspiro mientras se rascaba las raíces del cabello. Al final no había podido mantenerse despierto los últimos minutos de la clases, ¿pero quién iba a culparlo con ese clima? ¡Solo daba para dormir!

    Se desperezó antes de levantarse de su asiento, tomar sus cosas y salir al pasillo, distinguió la cabellera rubia de su compañera de clase pero incluso él, que podía ser bastante torpe, sabía cuándo no debía acercarse a alguien. Se le veía bastante mal en realidad, hubiese querido ayudarle pero... encendió sus alertas por algún motivo.

    Sus pasos lo guiaron al tablón, allí donde Shiori había colgado el anuncio.

    ¿Kuro-chan presidenta de un club? Soltó una risa suave, porque tenía todo el sentido del mundo por lo poco que había visto de ella. Como fuese, cocinar no le llamaba la atención, así que se apartó.
    ¿Quizás los clubes de deportes? Siempre eran una opción, pero bueno ya lo pensaría mejor más tarde.

    Metió las manos en los bolsillo del pantalón y retrocedió algunos pasos, de espaldas, por suerte se giró antes de arrollar a la muchacha castaña. Abrió mucho los ojos, asustado por la sola idea de que de haber chocado por ella podía haberla tirado al suelo.

    —¡Lo siento, venía sin cuidado! —soltó más angustiado de lo que debía sentirse realmente. Entonces cayó en que la chica parecía algo menor que él, ¿seguramente era de primero?—. ¿Buscas a alguien?

    Allí estaba, metiendo las narices donde no lo llamaban por pura curiosidad.


    Mori holi uwu
    Soy pendeja, te juro que cuando te iba a etiquetar casi escribo Watanabe JAJAJAA
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    No haber encontrado a la chica le provocaba una mezcla de decepción y tristeza, reflejándose en su rostro. ¿Tal vez fue al baño?, ¿se aburrió de esperarla? Bueno, Shiori conocía mucha más personas, no tenía por qué estar todo el tiempo con ella. Tampoco le había pedido con claridad que la esperara, pudo haber pensando que no iría a buscarla.

    Entonces, al mirar de reojo, notó como alguien se acercaba a ella por caminar de espaldas. Para su suerte, el chico se detuvo volteando sobre su eje antes que chocaran, cosa que ella no podría haber evitado con sus reflejos. Observó como él retrocedía un par de pasos dándole espacio, era atento de su parte, pero no suficiente para eliminar sus nervios. Desvió la mirada, sosteniéndose los antebrazos frente al estomago.

    —Uhm... —titubeó ante la pregunta—. Ku... Kurosawa-san —terminó murmurando, sin dirigirle la mirada. Su corazón empezaba a acelerarse, preparándose para salir de ahí ante cualquier improvisto.
     
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  3.  
    Zireael

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    Leo
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    Notó la reacción evidentemente nerviosa de la castaña a pesar de que le había dado espacio y se rascó las raíces del cabello, ciertamente contrariado. Hizo el esfuerzo por no buscar hacer demasiado contacto visual, porque tampoco quería incomodarla más de la cuenta, aunque bueno de todas formas era evidente que ella no iba a mirarlo.

    Aún así, el nombre que salió de la boca de la castaña lo hizo regresar la vista a ella.

    —¿Kuro-chan? —Se corrigió de inmediato al caer en el sufijo que ella había utilizado—. Quiero decir, ¿Kurosawa-san? La vi en la mañana con Sonnen-senpai.

    Soltó un pesado suspiro entonces, rascándose la nunca.

    >>Pero no estoy en su clase y me quedé dormido, así que no sé a dónde se fue. ¿Tal vez haya ido a buscar a senpai? Aunque tenía mala pinta él también. —Estaba hablando más de la cuenta, sin siquiera darse cuenta que le estaba soltando información innecesaria a la castaña. Aún así, cayó en que estaba siendo mal educado—. ¿Eres amiga de Kuro-chan entonces? ¿Cómo te llamas?


    dios mío tiene hormigas en el culo como Anna JAJAJA
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    Lo miró de reojo en cuento mencionó nuevamente a Kurosawa, tras haberse dirigido a ella con un diminutivo. Su ceño se frunció con duda al escuchar "Sonnen-senpai", no le sonaba de nada, ¿cuantas cosas más desconocería de la chica?

    ¿Ir en busca de un senpai escandaloso? La información la hizo alzar un poco más la vista, enfrentando con algo de dificultad los ojos ajenos, manteniendo el ceño levemente fruncido. A pesar de estar refiriéndose a Altan, la imagen de Usui fue la única que llegó a la mente de Nagi; aquel chico de pintas bastante rudas, que llegaba a atemorizar con su mera presencia, pero del cuál Kurosawa habló con bastante afecto. El asunto le causaba algo de curiosidad, aunque no lograba opacar del todo la decepción que se llevó al no encontrarla en el salón.

    Al pasar unos segundos, asintió ante la primera pregunta del chico.

    —Watanabe —continuó con su tono bajo, nuevamente cabizbaja.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Los días lluviosos tendían a resultarle particularmente nostálgicos y solitarios. En su situación, aquella imagen solo se acrecentaba y se hacía pesada como una losa. Con las manos tras la cabeza abandonó su salón. No tenía hambre particularmente pero le emocionaba la idea de volver a encontrarse con Anna. Su carácter alegre le recordaba a sí misma. Animada, cálida, inquieta. Al menos no todo era tan mierda como parecía ser. Había hecho una amiga y había descubierto que Emily no la odiaba. Cosas tan comunes y tan pequeñas significaban todo un mundo para Aika.

    Incluso si a veces sentía que ni todos los abrazos más cálidos del mundo podrían arrancarla de la negrura en la que se había sumido su vida.

    Así funcionaba ¿no? La depresión. Era como esa sombra silenciosa y acechante que te golpeaba hasta arrancarte el oxígeno en los momentos más inesperados. Se aprovechaba de tu vulnerabilidad, se colaba por cualquier rendija y teñía todo color de un gris monocromático.

    Cerca de la ventana vio a una figura familiar y la sonrisa creció amplia en sus labios. Ni siquiera pareció reparar en el chico alto que la acompañaba.

    —¡Wa-ta-na-be-cha-n~!—exclamó con emoción y se acercó hasta ella con un brazo en alto. ¿Desde cuando no la veía? ¿Desde hacía dos días? ¿Desde antes? Qué importaba. Incluso si no hacía apenas unas horas se acercaría a ella con la misma vibra alegre y animada. Se le echó encima, abrazándola por los hombros como si fuera de felpa. La estrechó con cariño, feliz de verla. Alzó la mirada en ese momento y sus intensos ojos verdes se fijaron en la otra figura presente por primera vez. Sus ojos se abrieron con sorpresa. Casi dio un paso atrás—. Woah, ¿de dónde sales tú?
     
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    Zireael

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    Estaba por decirle algo a Watanabe cuando otra figura apareció y se limitó a observar toda la interacción. En algún punto una sonrisa se le formó en el rostro, la desconocida era amiga de la nerviosa Watanabe y parecía llena de energía.
    Cuando la chica clavó su mirada verde en él casi dio un respingo, distraído como podía ser.

    —Ah, me transfirieron hoy —respondió regresando las manos a los bolsillos. Amplió su sonrisa, descubriendo los dientes, antes de presentarse—. Koizumi Hiroshi.

    Regresó su atención hacia Watanabe. Había dicho que era amiga de Kuro, ¿no? Era ciertamente una sorpresa, más allá de haberla visto ser insistente con Altan algunas veces no creía que tuviera muchos amigos y casi siempre estaba sola.

    >>Watanabe-chan, de seguro Kuro-chan te buscará cuando pueda, no te preocupes.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Nagi Watanabe

    —¿Uh? —volteó ante el llamado de la voz cantarina de Aika, quien no vaciló en abrazarla por los hombros, tomándola por sorpresa. Sintió todo su cuerpo tensarse, mostrando un rostro anonadado cada vez más rojo—. ¿I-izumi-senpai? —su voz se agudizó, girando el rostro hasta encontrarse con la mirada verdosa—. Ehhh... —Posó con suavidad sus manos sobre los brazos de la chica, sintiendo su corazón bombear con aún más fuerza que antes. Pasó saliva y regresó la vista al piso.

    >>Po... ¿Podrías soltarme? —murmuró bastante avergonzada por la cercanía.


    Volvió a dirigir nuevamente su atención al chico enfrente, manteniendo su mirada nerviosa y hasta desconfiada, aunque ahora el rojo acompañaba sus mejillas. Otro chico nuevo más, la academia parecía portar buena fama.

    —Uh... —Pensando en lo dicho por Koizumi, su rostro reflejó algo de triste y distancia, pero pronto volvió a alzarlo—. Si... seguro —respondió con su sonrisa nerviosa común

    Aunque no le duró demasiado, pues su expresión se tornó seria al recordar el asunto de Honda. ¿Estaría bien preguntarle a Aika sobre eso? No, con solo pensarlo sus labios quedaban sellados. ¿Y cómo estaría ella al respecto? Irradiaba vitalidad a través de su sonrisa... pero estaba sola, por lo menos en ese momento.

    —Hey, senpai —con el volumen bajo común, se dirigió a Izumi—... ¿qué harás ahora? —preguntó modulando como si aun murmurara— ¿Ti... Tienes con quién pasar el almuerzo? —soltó sintiendo nuevamente su corazón acelerar, provocando que no pudiera sostener la mirada ajena.
     
    Última edición: 27 Agosto 2020
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    Koizumi Hiroshi.

    Lo observó en silencio un instante antes de soltar una carcajada fresca, sin ninguna maldad detrás y estrechó a Nagi entre sus brazos. Las vibras de aquel chico eran muy similares a las de Anna aunque aparentaba mucha más calma que esta. Le transmitía buen rollo.

    Eso siempre era buena señal.

    —Ah, un novato ¿eh?—soltó con un tono ligeramente más serio y apoyó su mentón en la cabeza de Nagi. Era considerablemente alta y espigada como un poste. Watanabe se veía diminuta allí, entre sus brazos. Como una pequeña muñeca. La balanceó de lado a lado de forma casi distraída, sin ser realmente consciente y dejó escapar un suspiro bajo—. Este lugar es un desastre pero hay gente bastante buena onda. Espero que los encuentres.

    >>Yo soy Aika. Izumi Aika. Siempre es un placer toparse con sangre nueva, Hirochin.

    Iba a ponerle apodos ridículos a todo el mundo ¿verdad? Era su extraño modo de crear un puente entre las personas. Probablemente pecaba de confianzuda y podía resultar problemática y pegajosa, especialmente para una chica japonesa. Pero sus padres siempre habían sido personas muy abiertas y sociables y la gente de campo tendía a ser extrovertida cuando convivía en pueblos pequeños rurales con granjas y huertas. Todo el mundo se conocía y a Aika le gustaba conocer a todo el mundo.

    En ese momento pareció darse cuenta del inmenso rubor en el rostro de Nagi y la soltó como si quemase con una exclamación de sorpresa. Con tal cantidad de sangre en la cara debía estar mareada o a punto de desmayarse. ¿Cómo era tan despistada que había vuelto a pasar por alto el problema de la joven con el espacio personal? Watanabe era como el resto de japoneses. Reservados, tímidos, preocupados por mantener la distancia y no morir de un ataque cardíaco en el intento.

    Quiso golpearse.

    Estúpida.

    —Ah, perdona perdona Watanabe-chan—le pidió con cierta culpabilidad y le guiñó un ojo mientras juntaba las palmas de sus manos frente a sí. Su disculpa en cualquier caso era bastante desenfadada—. Eres tan suavecita y blanda que no me di ni cuenta...

    Era pequeñita y manejable. Le resultaba sumamente tierna. Y pensar que Mimi en el primer día había lastimado los sentimientos de una cosita así.

    >>La verdad es que iba a almorzar con An-chin, es una chica muy linda que conocí esta mañana—le respondió llevando sus manos tras la espalda y soltó una risa ligera cambiando el peso de un pie a otro. Recordar a Anna le hacía esbozar una sonrisa casi sin ser consciente—. Pero no creo que le importe si vienes conmigo Watanabe-chan. Y tú tampoco Hirochin. Vamos, te puedo mostrar la academia si quieres. ¡Es enorme y tiene un montón de cosas! ¡Ya verás, te va a encantar!

    Repentinamente su semblante se iluminó y sus ojos verdes parecieron brillar de emoción genuina. Tomó sus manos entre las suyas y les dio un apretón ligero y apremiante. ¡Eso era!

    No le dio tiempo a responder a ninguno. Era una masa de energía imparable, incluso cuando dentro de sí estaba hecha un maldito desastre. Tomó a Nagi de la mano y a Hiroshi de la otra y echó a correr por el pasillo prácticamente arrastrándolos tras de sí. Era atlética y estaba acostumbrada a recorrer grandes distancias.

    No había tiempo para preguntas.

    >>Shinkansen saliendo de estación dos; próxima parada: ¡la cafetería! Yay~!
     
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    Liza White

    Recosté mi cuerpo en la pared, entornando una sonrisa sugerente mientras miraba a mi acompañante. La lluvia amortiguaba las voces a nuestro alrededor, creando cierta atmósfera soporífera al otro lado de la ventana, pero aún así Rachel apenas podía concentrarse en escoger algo de la máquina.

    Contuve la risa que amenazaba con escapar de mi garganta. Ah, qué adorable.

    —¿Así que un chico de tu curso te invitó a la máquina a modo de disculpa?

    —M-mhm.

    —¿Y dijo que le ponía nervioso hablar contigo? —continué, ensanchando mi sonrisa. Sabía muy bien por dónde iba.

    Rachel ladeó la cabeza, frunciendo la nariz antes de volverse hacia la máquina. No necesitaba acercarme para oler su vergüenza a kilómetros.

    —Creo que es del tipo de persona que le pone nervioso hablar con cualquier otra —trató de escudarse, pero la duda en su voz pareció delatarla—. O eso creo.

    —O puede que le gustes.

    La escuché soltar una exclamación ahogada al decir en alto lo que ambas pensábamos, y dejé escapar la risa al ver sus mejillas colorearse de la impresión. Me separé de la pared, palmeando su cabeza con cierto toque cariñoso, dándole su espacio mientras observaba las aulas.

    Rachel se hizo a un lado, repentinamente molesta.

    —Senpai, eres odiosa —bufó, pero ni ella misma se lo creía.

    Había decidido pasar el tiempo del receso junto a mi nueva kohai, y aunque nuestra intención había sido ir al invernadero la lluvia frenó todos nuestros planes. A falta de un plan más, solo nos quedó deambular por la academia. No hacía falta nada más para tener una charla de chicas, ¿cierto?

    Paseé la mirada por una de las aulas mientras hablaba.

    —¿Nunca has invitado a nadie a salir? —le pregunté sin mirarla, pues empezaba a comprender que esa clase de comentarios la inhibian bastante cuando la mirabas. Negó en un murmullo desde su lugar, aún estancada frente a la máquina—. Podrías intentarlo. Es lindo contigo, ¿cierto?

    —Sí, supongo —pareció dudar. Como si no supiese cómo proceder—. ¿P-Pero no te estás precipitando con...?

    Apenas alcancé a escuchar el resto de sus palabras. En uno de mis paseos improvisados divisé una figura conocida en el interior de una de las aulas. Sola. Su mirada ensombrecida hizo que detuviese mis pasos, y dudé. La conocía muy bien, y a pesar de eso seguía siendo impredecible cuando las cosas se torcían frente a sus ojos. Me mordí el labio, dudando, y le hice un gesto a Rachel para que aguardase durante un instante.

    La chica obedeció, intrigada. Me asomé con cuidado, llamando con los nudillos en la puerta abierta del aula.

    —¿Mimi...? —alcé la voz, llamando su atención. Me mantuve allí, de pie frente a la puerta, mi mano apoyada en el marco—. ¿Puedo pasar?

    Noté a Rachel aferrarse a mi uniforme, incómoda. No podía culparla; pero Mimi seguía siendo mi amiga, al fin y al cabo.
     
    Última edición: 28 Agosto 2020
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Dios, que asco de galletas.

    Dejó la cajita a un lado y levantándose de la silla, rodeó la mesa y se incorporó a esta de un salto. Estaba perdida ¿verdad? No tenía intenciones de salir de ese aula como si fuera el cascarón que la protegía del mundo. Y al mundo de ella también.

    Su carácter volátil era altamente impredecible. ¿Qué hubiera pasado si hubiera decidido seguir asistiendo a terapia? ¿Estaría recuperada a esas alturas? ¿Aquella mujer preguntona sabía siquiera lo que estaba haciendo? Del síndrome del pequeño emperador pasó a ser algo que había sentenciado su vida. Toda sus actitudes erráticas tenían nombre y apellido.

    Trastorno límite.

    Encajaba bien con ella en cualquier caso. Siempre tendía a rozar los límites en cualquier situación. Saltaba de un estado de ánimo calmado a la ira más imprevisible o terminaba abochornada ante el más mínimo comentario. ¿Estaba loca entonces? ¿Era una desequilibrada mental?

    Chasqueó la lengua, furiosa.

    —Joder—gruñó entre dientes y pateó un pupitre cercano con la suela del zapato. Lo empujó y la mesa chirrió de forma sumamente desagradable al arrastrarse.

    Fue en ese momento que escuchó una voz. Una voz conocida y su cuerpo se tensó de súbito. Ni siquiera necesitó mirarla para ponerle rostro.

    Liza White.

    >>¿Puedo pasar?<<

    Con su carácter maternal, amable y caritativo, incapaz de dejar a nadie atrás ni quedarse al margen. La situación le causó cierta gracia ajena porque no quería ver a nadie. Y al mismo tiempo... deseaba como nunca tener un hombro sobre el que llorar y no terminar mandándolo todo a la mierda como parecía solo saber hacer últimamente.

    Enredó un mechón de cabello en su índice y tiró ligeramente de él.

    —¿Puedo yo impedírtelo?

    Probablemente sí. Bastaría una negación por su parte para que Liza la dejase sola.

    Pero no quería estar sola.
     
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    Escritora
    Liza White

    Suerte que pude disimular la impresión que me dio el golpe a la mesa antes de entrar, pero no fue así con la chiquilla que se aferraba y tiraba tras de mí, como si temiese que fuera a golpearme a mí también. Todavía seguía asustada, ¿cierto? Por la pelea con su amiga. No sabía la relación que Mimi tenía con aquella senpai de mechas rojas, pero tampoco era quién para preguntar. Suficiente tenía que tener ya encima con lo que lidiar, y eso era lo que verdaderamente me preocupaba. Quería escuchar de sus labios que su sanción no fue tan grave, que aún seguiría con nosotras, como había sido siempre.

    Sacar a Mimi fuera del puzzle se sentiría extraño. No podría imaginarlo.

    "¿Puedo yo impedírtelo?"


    —Quién sabe.

    Mi respuesta fluyó como un mar en calma. Quería creer que Mimi hubiese sido mucho más brusca de quererme lejos del aula. Solté con delicadeza el agarre de mi kohai, dirigiéndole una sonrisa suave que no pareció convencerla del todo. Sabía que tenía club de arte, pero podía comprender que no se fuese tranquila de allí hasta saber que todo marchaba bien. Por ello le pedí que aguardase en la puerta, y me adentré entonces hacia el interior del aula.

    Rachel contuvo el aliento, como un gatito que se escondía tras las cortinas creyendo que era invisible a ojos del resto.

    La lluvia repiqueteaba incesante contra los cristales de las ventanas, amortiguando mis pasos. Paseé la mirada por el aula, rozando con la yema de mis dedos la superficie de las mesas por las que me deslizaba, con cierto aire distraído. Era evidente que estaba tratando de encontrar las palabras adecuadas. Mimi se encontraba sentada sobre una mesa, tensa, jugueteando con un mechón de su rubia cabellera como solía hacer tantas veces. Decidí sentarme sobre una de las mesas, brindándole el espacio suficiente a Honda para no sentirse invadida, y me coloqué la falda con cuidado, alisándola con las manos.

    Al posar mi mirada azul sobre ella noté las galletas sobre su mesa, tras ella, pero ni rastro de comida de verdad. Contuve el impulso de soltar un reproche; no era el momento ni el lugar para ello.

    —¿No trajiste el almuerzo hoy? —pregunté.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Mimi Honda

    Se limitó a escuchar sus pasos amortiguados por la lluvia fuera de la ventana. No tenía idea de lo que iba a decirle pero incluso si iba a reprenderla por haber actuado como una maldita desquiciada durante las pruebas físicas la hubiera escuchado en silencio. Fastidiada, pero en silenco. Cruzó una pierna sobre la otra y apoyó el codo sobre su rodilla flexionándolo para reposar su mejilla en la palma de la mano. Siguió sus movimientos sutiles en silencio hasta que finalmente se sentó sobre la mesa.

    Aquello iba contra las normas ¿no?

    Bueno, que le dieran. No había nadie allí para reprocharles nada. De todas formas no le importaba otra sanción. No le importaba nada realmente.

    Ni siquiera la calidez de Liza parecía alcanzarla.

    —No—respondió escueta y estoica a la pregunta de White. No tenía hambre de todos modos. La situación le impedía llevarse nada a la boca salvo aquellas galletas de mantequilla. De cualquier modo, si comía o no, ¿a quién demonios le importaba?

    Movió la pierna de arriba a abajo, distraída y entonces la mirada opacada de sus ojos azules detalló de soslayo aquella pequeña figura, aterrada, delante de la puerta. La conocía por supuesto
    . Era la chica que había saltado a la yugular por Katrina. La niña del cabello de sol.

    >>Pero tú me has traído de comer al parecer.

    Hizo un ademán con la cabeza y señaló a Rachel. Dios, estaba tan jodida. No hablaba en serio, lógicamente. Pero su aspecto pálido y lamentable casi lo hacían parecer como una amenaza genuina. Soltó una risa vacía, una especie de bufido que sonó como una carcajada sardónica.

    ¿A dónde se fue tu mirada altiva, Honda?

    Se apagó en el mismo momento que descubrió que nada hacía diferente a Emily del resto. Otra zorra por conveniencia. Otra pieza manipulable que terminaría rota entre las espinas de la acacia.

    >>Todo el mundo en esta academia de mierda parece creer que yo sería capaz de lastimar a una niña—comentó, esta vez a Liza, y una sorda rabia vibró en sus palabras. Apenas perceptible, pero estaba ahí. Brusca, sibilante. Recogió los dedos sobre la mesa y los apretó en puños. Podía ser muchas cosas pero jamás lastimaría a alguien tan indefenso, incapaz de contraatacar. Era una zorra sí, pero era una zorra con principios. Al menos solía serlo. Se había aprovechado de la vulnerabilidad de Aika... ¿de verdad podía decir que fuese una zorra íntegra? Su propio discurso de cualquier forma se le antojó sumamente interesante. Odiaba a Katrina. La odiaba con toda la fuerza de su ser y la bombilla se le prendió de golpe—. A diferencia de tu amiguita.

    Se dirigió a Rachel sin titubear. Ella le había arrebatado algo sumamente preciado. ¿Qué pasaba si ella hacía lo mismo? Lo había visto. Como había dado la cara por ella en el patio. Eso solo implicaba que Akaisa y esa joven tenía algún tipo de relación.

    Las princesitas se cabreaban cuando le quitaban sus cosas.

    >>No sé que habrás visto en ella para defenderla pero pobre de ti—casi ronroneó y volvió a enrededar un mechón en su índice. Había apartado la mirada y hablaba casi con desinterés, claramente fingido. Se sentía en la mierda, estaba en la mierda y quería joder a esa maldita perra como ella lo había hecho—. No tienes idea de nada ¿verdad? Katrina Akaisa es un monstruo, como la mayoría de los que estamos aquí. Una prepotente manipuladora que usa a niñitas inocentes como tú para divertirse y luego las desecha como si fueran basura. Así actúa, ese es su macabro juego particular. ¿Crees que es falso? ¿Por qué no le preguntas? Me gustaría ver qué patética excusa se saca de la manga.

    La miró al fin y esbozó una sonrisa forzada.

    >>Aléjate ahora que estás a tiempo kohai-san—siseóNo entres en su juego asqueroso.

    *Le echa salsa de tomate a los spaghetti*

    No voy a mentir, me encanta rolear a Mimi siendo una bitch
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Agradecí que Kohaku no fuese una persona entrometida y hubiese aceptado con tanta facilidad mi cambio de humor.

    Quizás quería saber más, quizás no. Lo importante era que en ese momento, al menos, decidió seguirme el juego y se lo agradecía.

    Asentí con la cabeza y me giré para seguir sus pasos. Ignoré todo lo que pasaba alrededor —Liza apartándome la mirada y los sollozos ahogados de Aika alejándose— porque no había nada que se me diese mejor que eso, ignorar lo que quería si me convenía.

    Y en ese mismo instante, quería cubrir toda esa angustia con la tranquilidad que Kohaku me transmitía, como un bálsamo al que temía volverme adicta.

    —¡Síp~! Ah, seguro que te encanta, Ishikawa-kun, las flores son preciosas y hay un estanque con carpas koi~

    Subimos las escaleras mientras le contaba algunas cosas del invernadero y, fue en ese momento, que sentí como el mundo se me derrumbaba encima.

    Pensando que él también seguiría caminando por el pasillo, tardé un poco más en darme cuenta que había acabado adelantándolo y que seguía en las escaleras.

    Me giré sobre mis talones y volví a acercarme, con la cabeza ladeada.

    >>¿Huh?

    Mi cerebro procesó la información a una velocidad vertiginosa y cuando las piezas del puzzle encajaron, un violento sonrojo se apoderó de mi rostro.

    Anna lo había dicho, ¿verdad? Senpai. Pero yo no me había dado cuenta.

    >>¿C-cuántos años t-tienes?

    Tierra trágame.

    hold the comic relief that we need (?)
     
    Última edición: 18 Septiembre 2020
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Al final, Altan fue el primero en abandonar la enfermería. Mis pies se habían negado a responder en cuanto lo oí mantener la promesa del almuerzo, esa que tan distante parecía y que ni de coña habría juntado el coraje de traer a flote, y lo vi alejarse con el corazón omitiendo algún latido de tanto en tanto. Tenía que tomar las mismas escaleras y... necesitaba espacio. Mi cerebro no iba a funcionar bien si no me daba espacio.

    Tracé el mismo camino en cuanto lo vi desaparecer, con pasos lentos y amortiguados. Casi como si temiera caminar.

    "Te veo en el descanso, An"

    Por Dios, ¿cómo se suponía que lo viera a la cara ahora? ¿Cómo se suponía que actuara con normalidad? ¿"A veces dices puras mierdas"? ¿En serio, Anna? ¿No se te ocurrió nada mejor?

    ¿No pudiste simplemente agradecer y ya? Menuda idiota.

    Había soltado un bufido en cuanto oí una risa sobre mi cabeza, ya llegando al segundo piso. La cabellera cian de Kohaku se agitó al compás de sus movimientos y de una forma extraña logró descomprimirme un poquito el pecho. Su risa siempre había sonado tan bonita, como el canto de una calandria, quizá. Noté luego que se encontraba junto a Emily, y no sabía qué había pasado pero... ella lo había visto todo, ¿no?

    Todo lo repulsiva que podía ser.

    Apreté los labios, sin saber muy bien cómo arrancar, porque de cualquier forma el tiempo con Altan me había dado la valentía que necesitaba para no pasarlos de largo. Puede que hubiera asustado a Emily, puede que la hubiera cagado y ya no quisiera verme ni en figuritas, puede que... ya hubiera perdido a una amiga. Pero no iba a saberlo si no preguntaba, ¿verdad?

    Abre la puta boca y pregunta.

    Menuda ironía, ahora tenía que tragarme mis propias palabras.

    Me detuve junto a ellos sobándome un brazo casi por reflejo, me sentía tan diminuta y... mis mejillas se colorearon un poco de repente. Así y todo, intenté sonar natural.

    —¿Qué ocurre aquí? —inquirí, buscando imprimirle a mi voz la ligereza usual; lo conseguí a medias.

    Kohaku me aceptó como si nada, como si siempre hubiera estado ahí, junto a ellos. Se lo agradecí tanto.

    —Ah, hola, An-chan —me saludó, ya calmándose del ataque de risa—. Justo hablaba con Hodges-san del invernadero y tal, suena a que es un lugar muy bonito. ¿Te gustaría acompañarnos? Después de las clases de la tarde, claro. —Sus ojos dorados entonces se volvieron hacia Emily, pero entornados de una forma extraña, y agregó—: Cada minuto es importante cuando estás en tercer año.

    No le seguí la intención ni un poco, de por sí no era muy perceptiva y tenía el puto cerebro chamuscado. No creía, de hecho, ser capaz de concentrarme ni un maldito segundo en ninguna asignatura; las imágenes y sonidos sólo se reproducían y reproducían frente a mis ojos como un rollo de película descompuesto.

    Me cago en Dios.

    —Ah, claro —resolví, sonriéndoles, y entrelacé las manos a mi espalda—. Me encantaría~

    Kohaku se volvió hacia mí al escucharme y me regaló otra de esas miradas extrañas que a veces me crispaban los nervios, porque el tipo era imposible de leer y siempre temía con qué mierda podía llegar a salir. Me tensé por reflejo, estaba paranoica y sentía que tenía escrito en toda la cara lo que acababa de pasar en la enfermería.

    ¿Quizás así fuera?

    —Por cierto, An-chan, ¿había cola de espera en la enfermería o algo~?

    Puto cabrón.

    Me sonrojé sin tregua, sentí todo el calor asolándome el rostro y me encogí de hombros, enterrando la vista en el suelo. No podía ni disimularlo, ¿eh? Solté una risilla nerviosa y me rasqué las raíces del cabello.

    —¿Q-qué? ¿De qué hablas, idiota?

    Ah, Anna, eres tan obvia a veces.

    La puta madre.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Una parte de la vergüenza desapareció cuando escuché la voz de Anna apareciendo, sintiendo una especie de alivio y culpabilidad al mismo tiempo. Se le notaba... preocupada. Bueno, era ciertamente comprensible.

    Pero sentí de nuevo la mirada de Kohaku sobre mí y el sonrojo volvió a intensificarse cuando lo escuché. P-porque tampoco había necesidad de usar ese tono, ¡se estaba claramente burlando de mí! Qué injusto~

    ¿Encima eso no era suficiente? Observé como utilizaba prácticamente el mismo tono con Anna y la chica no tardaba en ponerse casi tan nerviosa como yo. Pero bueno, nos había destrozado a las dos en tres segundos, ¿eh? Para parecer tan tranquilo era todo un cabrón.

    —Podías haberme corregido —me quejé en un murmullo, acercándome para darle un golpe leve en el brazo como simple forma de protesta.

    Era terriblemente vergonzoso haberme equivocado así, desde luego, pero no podía centrarme por completo en eso porque tenía algo igualmente importante por lo que preocuparme. Y al menos el chico no parecía especialmente molesto, aunque no dudaba que fuese a reírse de mí en un futuro por ello.

    Sin pararme a pensar mucho, acerqué mi mano a la de Anna y entrelacé los dedos a los contrarios, atrapándola.

    >>Pues si cada minuto es importante cuando estás en tercero... —comencé a decir, con algo de burla—. Mejor aprovecha tu tiempo de otra manera que no sea molestando a tus kohai, hmpf.

    En otro arrebato infantil, le saqué la lengua y tironeé ligeramente de la mano de Anna, llamando su atención para dirigirle una sonrisa.

    >>¿Vamos~?
     
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    Gigi Blanche

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    Había guardado las manos en los bolsillos y así se encogió de hombros cuando Emily le reprochó el no haberla corregido. Hmm, digamos que... ¿no había encontrado la posibilidad~?

    —¿Para qué iría a hacerlo? —replicó, mortalmente honesto, manteniendo aquella sonrisa angelical—. Si cuando te dieras cuenta iba a ser más que divertido~

    Detalló cómo Anna se sorprendía y tensaba por el contacto con Emily a partes iguales. Era una tonta, ¿no? Seguro ya estaba pensando que no tenía derecho a ser su amiga y mierdas así. Con suerte no huiría con la cola entre las patas y entonces él tendría que arrastrarla de vuelta para...

    Pestañeó, confundido, al verla sonreír. Era una sonrisa más que genuina, a pesar del sonrojo y todo lo demás. Kohaku arrugó apenas el ceño y su atención fue tomada por lo siguiente que dijo Emily. Ciertamente le arrancó otra risa suave y ladeó la cabeza.

    —Tienes razón, lo tendré en cuenta, Hodges-san~

    Nunca se cansaba de molestar a la gente molestable, ¿verdad?

    Se despidió de las muchachas con una mano en alto y, tranquilo, se giró para subir las escaleras hasta el tercer piso. Pero bueno, ¿qué había ocurrido en la enfermería, exactamente?

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    Aún le resultaba más que difícil apartar la sorpresa, pero Emily había tomado su mano y le había sonreído y... no la estaba juzgando, ¿verdad? No le resultaba... repulsiva.

    ¿En serio?

    ¿De verdad?


    Pestañeó, obligando a retroceder las ganas de volver a llorar como una niña, y sintió el corazón tan liviano que le resultó irrisorio.

    Gracias.

    Gracias, gracias, gracias.


    Le sonrió de vuelta, ni siquiera había tenido que pensarlo. La sonrisa de Emily tuvo el poder de arrancarle una sin pedir permiso. La mano contra la suya era cálida y se aferró a ella con ahínco, siguiéndola por el pasillo tras asentir quedo.

    —¿Con qué te molestaba Kohaku ahora? —tanteó, aún sonaba algo tímida pero... estaba aliviada.

    Dios, estaba tan jodidamente aliviada.
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    Decidí ignorar sus palabras porque... bueno, por mi estabilidad mental más que nada. Pero quizás porque también me estaba empezando a acostumbrar a ello, porque notaba que no había malas intenciones detrás de su burla.

    Me despedí con la mano de él y volví a centrar mi atención por completo en Anna, sin perder la sonrisa. Quería hacer que se sintiese bien, sobre todo después de no haber podido intervenir en lo sucedido en los casilleros para evitar que hubiese acabado como acabó.

    Fruncí el ceño, en una mueca de molestia aunque claramente algo fingida, aminorando el paso para pegarme más a ella y sin soltar el agarre.

    —Ah, Anna-chan~ Qué mal, me siento tan estúpida. Lo he estado llamando Ishikawa-kun como si tuviese nuestra edad cuando resulta que es mayor~

    Mi voz sonó como la de una niña que se estaba quejando de cualquier tontería con su madre pero... bueno, en realidad era un poco la situación en la que estábamos. Me llevé la mano libre a la mejilla porque, a pesar de todo, seguía algo sonrojada al pensarlo.

    >>¡Y que no me corrigió porque iba a ser más divertido cuando me diese cuenta! ¡Pues vaya!

    Volví a inflar las mejillas, molesta, pero después de un rato solté el aire en un suspiro y volví a sonreír, apretando ligeramente el agarre de la mano.

    >>Oye, Anna —comencé, con voz suave—. Somos amigas, ¿verdad? Puedes contar conmigo para lo que sea... cuando sea, ¿sí?

    Me paré un segundo para depositar un beso fugaz sobre su coronilla y seguidamente después volví a emprender la marcha, pues ya casi estábamos delante de su aula.

    "Además parece que eres la única que me queda, no me dejes tú también, por favor."
     
    Última edición: 19 Septiembre 2020
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    Gigi Blanche

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    Soltó una risa suave, oyendo a Emily con atención. Podía imaginar toda la secuencia con tanta claridad.

    —Eh~ Eso suena muy típico de él, sí.

    "Oye, Anna."

    El corazón se le detuvo un instante.

    "Somos amigas, ¿verdad?"

    Y apretó los labios.

    "Puedes contar conmigo para lo que sea... cuando sea, ¿sí?"

    Joder, la maldita barbilla le temblaba como a un crío. Se detuvo con suavidad, sin soltar ni por asomo a Emily, y se llevó la mano libre al rostro tras agachar la cabeza. Una o dos lágrimas escurridizas murieron de inmediato en el puño de su camisa y asintió, en silencio. El beso de la chica sobre su cabello fue tan fugaz pero tan dulce, y Anna realmente se preguntó qué diablos había hecho para merecerlo.

    Para merecer personas tan buenas.

    Puede que transferirse al Sakura hubiera sido la mejor decisión que tomó en mucho, muchísimo tiempo. Todas las personas que había conocido, todas las personas que le habían sonreído, desfilaron frente a ella como una película y alzó la vista hacia Emily, animada.

    —¡Sip! —asintió, soltando una risa breve, y le dio un apretón en ambas manos—. Somos amigas, Emi-chan.

    Entornó apenas la mirada, en una expresión de absoluta ternura, y sus ojos rosados chispearon. El morado de Emily era intenso y se veía tan bonito.

    —¡Gracias!

    hold my softness
     
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    Amane

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    Emily Hodges

    La mirada de Anna hizo que mi rostro se contrajese en una expresión similar, cerrando los ojos no mucho después y formando una sonrisa dulce con los labios. No importaba que se moviese por las sombras casi con la misma facilidad de que Katrina, Joey y Alisha, ni importaba el motivo por el que conocía a Usui-senpai y lo que hubiese pasado con aquellos nombres.

    No la iba a juzgar porque no tenía motivo ni derecho a hacerlo, ella no lo había hecho conmigo. Y, a pesar de todo, para mí siempre iba a ser la princesa de chicle, la niña dulce y enérgica.

    Apreté un poco más sus manos antes de dirigir mi vista hacia la puerta del salón.

    —Deberíamos ir entrando. Nos vemos luego, ¿sí? No voy a dejar que me dejes a solas con Ishikawa-senpai, ¿entendido~?

    Asomé un poco la cabeza por la puerta, comprobando que Kashya estuviese en su pupitre como siempre, y después simplemente esperé hasta que Anna también estuviese dentro.

    "Gracias a ti, cariño."

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    Había salido del aula apenas sonó la campana. Como sospechaba, le costó horrores concentrarse en las lecciones y ya llegó un punto que se rindió y se puso a garabatear los libros de texto, hacer equilibrio con el bolígrafo, armar una listita improvisada de las personas interesadas en el club, lo que fuera. Tenía, si se quiere, habilidad para distraerse.

    Había prometido almorzar con Altan pero ¿hacerlo sola? ¡Ni en esta vida ni en la siguiente! Al menos por ese día, claro.

    Así pues, se apresuró hasta la puerta del aula de Emily y allí la esperó, con la espalda recostada en los ventanales. La luz del sol era cálida a través del cristal y, si se quedaba allí, seguro hasta le entraba sueño. Hmm, ¿podrían comer afuera quizá?

    Amane heyo uwu
     
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