Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    El pelirrojo me respondió de una manera bastante predecible, aunque eso no le quitó ni un poquito de encanto al asunto, y yo le correspondí con una risilla ligera mientras aprovechaba la cercanía para darle un par de palmaditas amistosas en el hombro. El asunto no fue a más y, de todos modos, Tora se unió con algo más de interés al siguiente tema de conversación, milagro que no iba a echar a perder de ninguna de las maneras.

    —El invernadero es muy bonito, aunque hace un tiempo desde la última vez que entré —comenté junto a una sonrisa, tras el intercambio de los chicos, e inmediatamente después me puse seria mientras señalaba al rubio con el pulgar—. Pero el señorito tiene razón, no es un sitio que calificaría como 'divertido'.

    Empezamos a bajar las escaleras en lo que el muchacho me respondía a la pregunta de vital importancia que le había hecho, lográndome sacar una sonrisa más que orgullosa con la misma. Asentí con la cabeza, manteniendo el mismo aire de orgullo durante el movimiento, y como era una jodida descarada, me enganché tanto del brazo de Rowan como del de Tora, quedándome entre medias de ambos; todo con objetivo de poder contarles aquella información en petit comité, obviamente.

    >>Los sitios clave son la azotea, los baños y el armario de enseres del gimnasio, ya que son los lugares donde no hay cámaras —empecé a enumerar, bajando de nuevo la voz por el bien del teatro—. La azotea es perfecta para fumar, el armario para follar y los baños... bueno, para los dos, I guess~ —me sonreí con cierta cuota de diversión al decir aquello último, e inmediatamente después me erguí para volver a hablar con voz normal, aunque no me digné a liberarlos de mi agarre todavía—. Si vais a querer usar alguno, avisadme, I may be helpful~

    completamente comprensible, cero problemas con ello uwu
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Había permanecido más atenta a Laila que a Yuta, por el simple hecho de ser la desconocida de los dos. Me gustaba prestar atención a las personas, a los detalles y sutilezas de cada quien, no tanto por una cuestión altruista sino por la suerte de disfrute, entretenimiento incluso, que encontraba en el análisis y las predicciones. En verdad no creía que fuera tan frío como parecía ni que las personas con dicha tendencia escasearan; fuera por necesidad de control externo, para reducir ansiedades propias o anticiparse a los deseos ajenos, entender a los demás podía concebirse como una gran virtud o como un arma peligrosa. Suponía estar entre medio de ambos conceptos.

    Creí percibir, por ende, el bochorno que le cruzó el cuerpo a Meyer ante la reverencia de Yuta. El pequeño diablo no tenía ningún motivo para ponerse tan ceremonioso de repente, tampoco pensaba que lo hubiera hecho con intención de molestarla adrede; el resultado fue precisamente ese, sin embargo, y al deslizar la mirada a él no logré definir si también lo había notado o no. En cualquier caso todos fingimos demencia y cuando nos extendió su móvil me pregunté si planeaba marcharse, si de repente creería que estorbaba o si la estupidez de Yuta la había condicionado lo suficiente. No veía que ningún escenario valiera la pena, realmente me hacía ilusión conocer más personas y en especial si compartiríamos club, ¿verdad? Me impuse, o al menos así lo sentí yo, con casi plena confianza de que aceptaría. ¿Por qué? No estaba segura.

    Así ocurrió, apenas ella tomó la invitación mi sonrisa se amplió y llegó a cerrarme los ojos un momento. Asentí, enfatizando su impresión del observatorio, y en un análisis relámpago descarté la idea de alcanzar sus manos. Parecía amable pero menos extrovertida que Verónica, temía transgredir sus límites.

    —¡Está arreglado, entonces! —definí, juntando las manos frente a mi pecho, y la bolsa de los bentos quedó pendiendo de mi codo; intercalé la mirada entre ambos—. ¿Vamos yendo?

    —Sí, tengo un poco de hambre —murmuró Yuta, girando los talones para iniciar el recorrido.

    Le sonreí a Laila y comencé a caminar a su lado, con la intención de ayudarla a sentirse incluida. A Yuta esas cosas no le importaban demasiado, o al menos así lo afirmaba, pues en un segundo de nada noté que le echaba un vistazo a las manos de Meyer justo antes de empezar a andar. No tenía forma de confirmarlo, claro, pero mi apuesta era que había comprobado que la chica tuviera un almuerzo encima.

    —Así que, el club de esgrima —murmuré—. ¿Estás queriendo abrirlo como Maxwell-san? ¿O ya existía de antes? No nos dio mucha información extra, la verdad.

    —Parlanchín a conveniencia —soltó Yuta desde su posición, medio girando el rostro, y enfocó su mirada principalmente en Laila—. No todos hablamos con animales, se ve.

    —Sólo las princesas —se me ocurrió de repente, lo solté junto a una risa suave y Yuta se sonrió, regresando la vista al frente.

     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Era posible que Sasha me dijera que nos lanzáramos a la piscina en invierno y lo hiciera sin pensar, porque no tendía a ponerle mucho pensamiento a sus ideas u ofertas, para nada. Ya no se trataba solo del hecho de que en general no ponía demasiada resistencia en tanto todo pareciera tranquilo, sabía que por demás se trataba de la confianza que tenía en ella. Era bueno y malo a la vez, pero sabía que Sasha no sugeriría nada que fuese a incomodarme, aunque eso terminaba girando para abofetearme la cara.

    Quería que tuviera la confianza para contarme las cosas.

    Pero entendía que a sus ojos parecía un globo de cristal, si me tocaba amenazaba con romperme.

    Le había pedido que no dejara fuera, prefería que el cristal se desbarata a saber que un día algo pasaría y yo, en mi terrario, no podría hacer nada para alcanzarla. No significaba que me contara todo, tampoco era tan imbécil, pero tanto me permitiera permanecer a su alrededor eso estaba bien. Quería confiar en que el tiempo, tal vez, podría cambiar cosas. Que podía cambiarme a mí, que era la pata coja de la mesa.

    Me parecía mucho más terrible la idea lejana de saberme sin ella en este bosque de cemento.

    Viniendo de mí era hasta extraño, pero quise pensar que mi recelo hacia Shimizu no se formaba del aire, que quizás todo lo que quisiera era proteger a esta chica y ya. No podía saberlo, no tenía más información que lo que me había contado en el campamento, pero más bien debía agradecerle al imbécil por no dejarla sola en un mundo que yo no podía tocar. Si Arata era todo lo tenía allá donde escapaba de mis manos, era capaz de ceder, de aflojar mis límites y mis temores, pero no tenía suficiente información.

    Me dejó besarla, se quedó allí y encontró mis ojos cuando le regresé el espacio, así que le regresé la sonrisa como siempre antes de disponernos a salir. Sentí que afianzó el agarre en mi mano, así que le dediqué una caricia liviana en el dorso y comencé a avanzar por el pasillo, tranquilo. A mi costado también se balanceaba mi propio almuerzo.

    Shame on you —murmuré ojeando su teléfono cuando mencionó lo de Google Lens—. ¿Cómo vas a ver un árbol y no saber que es un arce azucarero?

    Chasqueé la lengua de lo más indignado, bueno, tanto como pude fingirlo porque seguía acariciándole el dorso de la mano.

    —Bueno, pero puedes mostrarme qué flor te gusta, ¿no? De las que hay allí —Pasé de molestarla a buscarle una opción diferente, pues porque así era.

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    Como todos fingimos demencia el bochorno se disipó con la misma rapidez con la que había surgido, acepté la invitación y la sonrisa de la muchacha me resultó de lo más bonita. Si creí que me había invitado por decencia social o lo que fuese, la verdad fue que apenas verla sonreír cualquier ansiedad que me quedara en el cuerpo se desvaneció. Se le notaba contenta y algo de eso se proyectó a mí casi sin permiso.

    Ella comenzó a caminar a mi lado aunque percibí que Yuta me echó un vistazo, aunque no lo atribuí a nada en particular y mantuve la atención en Kaia. Me preguntó por el club, si estaba queriendo abrirlo o si existía de antes, ya que Vero no les había dado información extra. En realidad ahora mismo ni siquiera recordaba si le había dicho a Verónica, pero quise imaginar que sí.

    Lo de parlanchín a conveniencia me vino en gracia, alcanzó para estirarme una sonrisa divertida junto a lo que de no todos hablábamos con animales. La muchacha acotó que solo las princesas hablaban con animales y acabé por soltar una risa, fue bastante involuntario. ¿Eso volvía a Vero y todas las que conocíamos a Copito princesas de Disney o cómo estaba el asunto?

    —Existía de antes —respondí por fin la duda de Kaia—. Ni siquiera estaba a mi cargo. Me ausenté un tiempo, varios tuvieron que dejar la escuela y bueno, lo demás se sabe. Cuando regresé supe que no quería dejarlo morir y ya, así que el interés de Vero, de otras chicas y algo de ayuda me permitió levantarlo, más o menos.

    Hice una pausa, tomé algo de aire y husmeé por las ventanas mientras seguíamos caminando. Era un tontería, pero me hacía feliz que estos dos muchachos hubieran aparecido y demostraran interés, así como las demás.

    —Así que un poco soy la presidenta autonombrada, pero todo para que el club no cayera. Agradezco mucho que se interesaran, ya que estamos, de verdad que sí. Ojalá que el club alcance sus expectativas.
     
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    Bruno TDF

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    Tanto con Cayden como con Bleke, Kashya y Verónica encontraba espacios donde podía sentirme a gusto, gozar de una reconfortante calidez; y en el fondo del alma guardaba una pequeña luz, similar a una estrella diminuta, que representaba la esperanza de que en algún punto desconocido del futuro pudiera afirmar lo mismo de mi relación con Altan. Esto no significaba que nuestras previas conversaciones carecieran de un valor equiparable a lo demás, pues de verdad apreciaba que las circunstancias hubiesen cruzado nuestros caminos, y el aprendizaje que me trajo su visión del mundo: el tablero envuelto en hilos de telarañas. Pero compartíamos la sombra de un conflicto que técnicamente no me incumbía, pero del que no podía ser plenamente ajeno, y eso imbuía dificultades que tendría que sortear con cuidado. Pero en la extensión de esta línea conflictiva, la presencia de Dunn ponía pausa al incesante giro de los engranajes. Al punto, incluso, de que me permitió soltar la primera ocurrencia que se me vino a la mente, lo del “príncipe escolta”, una suerte de oxímoron.

    Puede que Sonnen tuviese razón al verme como un cachorro.

    Cayden no demoró en hacer la debida corrección, bajo la afirmación de que no se suponía que los príncipes escoltasen a alguien. Me sonreí con calma, limitándome a corresponder aquellas palabras con una suave afirmación. Desde mi punto de vista, allí radicaba precisamente la curiosidad de lo que le ofrecía, una inversión de los papeles que nos habíamos concedido, pero sin perder los títulos de príncipe y caballero. Era en parte una broma, y a su vez una atención cortés con él. Porque, al fin y al cabo, me alegraba que volviésemos a reunirnos para algo tan amenos como un almuerzo en compañía, en un día distinto al del viernes, que estuvo marcado por el huracán Ferrari.

    —Cuando un lugar nos gusta, toda vez que lo visitamos es igual de valiosa —dije, sereno como siempre, frente a la propuesta del patio norte—. Intuyo que también te complacería que nos sentáramos en el cerezo, ¿no es así?

    Cuando noté su mano invitándome a caminar, contuve una risa por lo bajo. Seguíamos manteniéndonos en la línea del príncipe y el caballero, por lo visto. Pero éramos iguales sin importar la jerarquía, suponía que en eso residían sus aclaraciones. De hecho, yo mismo le había realizado este planteamiento con anterioridad. De este modo, caminamos hacia las escaleras y, nada más alcanzar el pasillo de la segunda planta, recordé lo que había sucedido apenas unos minutos atrás. Con media sonrisa, me incliné hacia un oído de Cayden.

    —Ten cuidado —advertí—. Ferrari, el presentador del show del viernes, merodea en las cercanías de este corredor. Si bajamos la guardia, quizá nos vuelva a atrapar para hacernos bailar en medio del pasillo.

    Era otra ocurrencia salida de la nada, claro está. Pero… Ferrari parecía capaz de algo así, bien pensado. Así que, quizá, si tendríamos que mantener auténtica precacución, ¿o no?
     
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    Insane

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    Lo cierto era que no sabía si lo aprendí por supervivencia en casa, pero memorizaba todo perfectamente, como si mantuviera en hipervigilancia y por ello debía tener todo calculado, bajo control. Era una de las cosas que los gemelos trataban de alivianar, lastimosamente ni yo era muy consciente de ello, tan solo funcionaba como una computadora de última tecnología que nunca se apagaba. Como fuese, Verónica Maxwell parecía ser una amiga recien de Zeld, así que no me sentía incómoda.

    La chica aceptó con una cuota extra de alegría en lo que relajé las facciones.

    Kasun se puso a reír con su acotación y yo tan solo sonreí con suavidad.

    —Él suele perderse por tiempos, eso es bastante acertado de tu parte.

    —Al menos tú sabías cual era mi salón de clase, y ni así me buscaste, que triste Vero —comentó entre queja y burla.

    Me dediqué entonces a iniciar el camino por el pasillo para que no se nos fuera a hacer tarde almorzando. En la escalera, la miré sobre el hombro para que supiera que tenía mi atención en lo que alcanzábamos el segundo piso.

    —Sí, hace muchos años el y Zold estudian conmigo.

    —Ah sí, mi hermano. Debes conocerlo Vero, es como yo pero sin tinta.

    Volví la vista al frente entre tanto. Suponía que podría identificarlo, además, era el que me la pasaba acariciando en clase, con el que solía hablar y me tomaba mi tiempo para explicarle. Zoldryck... era un amor.

    —Es muy noble además, y dulce —añadí porque no pude evitarlo en lo que Kasun torcía los ojos a mis espaldas.
     
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    Bruno TDF

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    Se detuvo al escuchar que el asunto no se iba a terminar en este instante. Fue cosa de apenas un segundo, porque volvió a moverse enseguida y los cuadernos se amontonaron sobre la banca que nos separaba. Me había parecido notar una chispa de confusión saltando sobre sus ojos, pero puede que no fuesen más que imaginaciones mías, y más considerando las primeras pistas que estaba pillando sobre cómo era Bleke: seguía mostrándose tranquila, muuuy tranquililla, a un punto que le daba bastante elegancia. Así y todo, en la pista de baile había mostrado bastante carácter para guiar al otro muchachín, el señor Hubert Holmes. Eso la volvía, también, interesante.

    Apenas dijo que vendría conmigo a sacar las fotocopias a la sala de profesores, dejé escapar una risa que, así como su sonrisa, reflejó bastante diversión de mi parte. Me tomó por sorpresa, debía admitir, y al mismo tiempo me hizo darme cuenta de que esta chica seguramente no se estaba fiando ni un pelo de que tuviera sus cosas bien cuidadas, pese a la buena onda de ayudarme. Era gracioso porque, de estar pensando eso de mí, tenía toda la razón.

    —No era lo que tenía en mente, pero me parece bien. Al menos deja que esto lo cargue yo, ¿no? —respondí, atenazando bajo mis dedos los cuadernos que reposaban entre nosotros—. Digo, ya que soy el que vino implorando ayuda, no está de más un poco de colaboración.

    Me incorporé, esperé a que ella hiciera lo mismo y nos fuimos, codo a codo, directo para el pasillo. Nada más atravesar la puerta, la miré para continuar con la charla:

    —Mi cabeza está llena de ideas, del estilo de lo del viernes —me reí—. Pero a ver, que la que importa es la de ahora, ejem: te invito a un almuerzo, Bleke-san. En agradecimiento por esto —alcé ligeramente los cuadernos, como si fueran un premio—. Además, esta es apenas mi segunda semana en el Sakura, tengo bastantes ganas de seguir haciendo nuevos compinches. Diría que salimos ganando los dos, ¿no te parece?
     
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    quem

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    Después de decir todos los instrumentos que había en el club de música, escuche la respuesta sorprendida de Kai y sonreí en poco, ya que a mí también me sorprendió mucho cuando entre la primera vez en pocas palabras quede maravillada más que todo porque me gustaba la música y las clases de instrumentos que note en la sala eran muy interesantes de tocar aunque sabía muy bien que solo sabia tocar piano y guitarra.

    Solo asentí en modo de respuesta aun con la sonrisa en mi rostro.

    Luego de decir que no había visto instrumentos tradicionales en el club, sentí en nada la decepción de Kai. La observé por algunos segundos para así volver mi vista a Yu de reojo, cuando desacelero los pasos colocándose entre ambas escuche lo que dijo sin ningún problema, al escuchar el instrumento que tocaba Kai parpadee un poco ¿Shakuhachi? ¿Esa era la flauta japonesa que verticalmente se sujetaba como una flauta dulce? ¿La que era utiliza por monjes de la secta Fuke?

    —Qué interesante —mencioné con algo de alegría, inclinándome levemente para verla—. Espero poder verte algún día, tocarla —sonreí—. En sí solo la conozco de nombre, pero nunca he visto a nadie de cerca usarla —expliqué—. Si quieres alguno de estos días podemos ir a la sala de música, así vez si te llama la atención algunos de los instrumentos que están ahí —parpadee un poco—. Pero solo puedo decirte que sé tocar piano y guitarra.

    Mi mirada quedó suspendida por algunos segundos en el techo mientras pensaba con lentitud en lo que dijo, era verdad el instrumento que tocaba no combinaba con el club, después de todo era música ligera, mis labios se formaron en una línea fina y con eso daba entender qué estaba pensando en como ayudarla para que no se sintiera de la forma en la que estaba ahora. Yu mencionó algo que hizo que ella riera, en cambio, yo, lo pensé con más detenimiento.


    Podía ayudarla, a levantarlo si de mí dependiera, ¿no?

    Pero había un, pero... no sabía tocar ningún instrumento tradicional, los conocía porque ya y reparando en sí era muy diferente conocerlos a ya llegar a tocarlos. No supe con precisión de cuanto tiempo me perdí en mis pensamientos, pero escuche la voz de Kai respondiendo a lo que había preguntado del judo y la esgrima, no había notado que se había inclinado para verme después de segundos, pues ya estaba volviendo a su posición cuando lo hice.

    —Mientras se acople bien al judo y la esgrima de seguro les irá bien, ¿no? —aunque no entendía muy bien eso de que era un poco diferente a lo que habían entrenado, pero como no quería indagar de más, pues solo lo deje estar.

    Eso lo había dicho después de escuchar lo que había dicho Yu al aire y con diversión a la vez solo lo mire sin mucha prisa.

    —Gracias por la invitación —murmuré en poco—. De seguro iré una amiga, pensaba retomar la esgrima, así que supongo que ya se inscribió en el —sonreí—. Ya tengo otra escusa por la cual ir también.

    ¿Por Adara y su invitación? Sí, por Adara y su invitación.

    Segundos después aparte mi mirada de él para ver como alcanzábamos segunda planta, en eso la voz de Kai haciendo una pregunta se escuchó.

    —No lose para ser sincera, pero conociendo a las personas que lo organizaron si se lo proponen, pues de seguro que sí —aunque mi expresión sí cambio un poco e intente por suerte cambiarla al instante, podía participar en lo que me pidieran con el teclado y todo, pero ya lo otro como que me sacaba de onda por así decirlo.

    Obviamente, el evento no solo se trató de la presentación del club de música ligera, sino también del baile de Markus y Anna. Que estuvo impresionante.

    >> ¿Ustedes sí llegarían a participar en un evento? ¿si se tratara de musica y eso? Por lo poco que he escuchado —me incline para ver a Kai—. Te gusta la música y instrumentos ¿no? —en eso de regreso a mi posicion mire al chico—. ¿Y a ti Yu? ¿Te gusta la musica o tocar algun instrumento?
     
    Última edición: 8 Enero 2024
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Mis esperanzas habían sido bajas desde un comienzo, me había esforzado por no pensar mucho al respecto, y aún así sentí el claro golpecito de la decepción cuando Bianchi-san me confirmó que no había instrumentos tradicionales en el club. ¿Quizá fuera infantil de mi parte haberle dado tanta importancia? O el entusiasmo que sentía hacia la escuela en general. No lo había pensado mucho hasta ahora. El padre de Yu me había arrebatado los pequeños trozos de libertad que había gozado en Hawáii y aquí, por fin, la novedad se entremezclaba con los anhelos de larga data. Poder ir a la escuela y hacer amigos sin el peso de la familia a mis espaldas era... absurdamente importante para mí. A Yuta le daba bastante igual, pero lo entendía y me apoyaba. Estaba aquí para mí.

    Cuando quise acordar, Yu se había interpuesto entre nosotras y había soltado la información que yo aún me debatía si sería interesante o no para Bianchi-san. Ella se notó entusiasmada al saberlo, detallé su sonrisa y le agradecí internamente a Yu por haber intervenido. La decepción había nublado mi juicio por un momento y había estado a punto de convencerme de mantenerme callada.

    —Me encantaría, Bianchi-san —accedí a su pedido de verme tocando, una chispa de calidez se propagó por mi pecho y reí con modestia, pero plena alegría—. También me gustaría visitar la sala de música. Así podré verte tocar a ti, ¿verdad?

    Me hacía mucha ilusión oírla en el piano y también tocar para ella, pasar un receso juntas y husmear todos los instrumentos de la sala. Me puse realmente contenta, lo sentí en todo el cuerpo y, cuando la conversación se diluyó, aproveché esos breves segundos para llevarme las manos a las mejillas. Yuta debió verme, pues apoyó una mano sobre mi cabeza y, al alzar la mirada, encontré en su rostro una sonrisa serena. Podía oír su voz en mi mente.

    Las cuidaré.

    Quiero que seas una estudiante de preparatoria ordinaria, Kai, que participes de los clubes y hagas amigos.

    Ha sido divertido estos días, ¿cierto?

    Mi atención la captó la invitación que Yuta le extendió a Bianchi-san respecto al dojo. Ella mencionó que una amiga suya se había anotado al de esgrima y alcé las cejas, sorprendida por la coincidencia.

    —¿De verdad? —murmuré, y miré a Yuta, divertida—. Ya parece cosa del destino, ¿no?

    —Estoy comenzando a sospechar que me anoté por error en una escuela de mujeres —soltó él, suspirando, aunque su decepción se me hizo fingida. Miró a Fiorella de reojo y una sonrisa bailó en sus labios—. Bueno, mejor. Mis fans siempre serán bienvenidas.

    Cielos, ¿iba a seguir con esa broma? No quise tentar a la suerte ni dar espacio a que la conversación se deformara por sus... ocurrencias, así que pregunté rápidamente por el evento de la semana pasada. Estábamos alcanzando el segundo piso. El semblante de Bianchi-san mutó por un instante, me dio esa sensación, y me pregunté a qué se debería. ¿Había invocado un mal recuerdo, quizá? ¿O le habría ocurrido algo allí? De todas formas, no me correspondía inmiscuirme. La amabilidad de los extraños debía conocer sus límites.

    —Creo que sería divertido —afirmé, respecto a mi intención de participar en eventos musicales—. Hay muchos tipos de eventos diferentes, ¿verdad? Y mi... campo de acción es algo restringido. Pero de darse la ocasión me gustaría vivir la experiencia.

    Fiorella miró a Yuta, entonces, y acabó usando el famoso apodo. Disimulé la sorpresa en mi rostro, la diversión también, y le clavé la vista encima al chico a la espera de su reacción... que nunca llegó.

    —Me gusta la música —aseveró, fingiendo demencia—, pero no toco ningún instrumento.

    ¿Se lo iba a dejar pasar? ¿Estaba maquinando un plan de venganza a largo plazo? Era imposible saberlo. Él había compartido la información sobre mi shakuhachi, sin embargo, así que me incliné en su dirección, invadiendo ligeramente su espacio personal, para chusmearle a Bianchi-san.

    —Hace freestyle —murmuré, pronunciando la palabra foránea en inglés fluido—, y bastante bien, de hecho.

    Él nos miró desde su estatura con el ceño apenas fruncido durante algunos segundos y al final suspiró, desviando la vista a las ventanas.

    —Ya no se pueden tener secretos en este país —dramatizó.
     
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    Bruno TDF

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    Era cierto que Cay remarcó que le daba igual cualquier modalidad de proyecto escolar pero, confiando en lo que me compartía de sí mismo, no dejaba de ser un hecho que disponía de voluntad para adaptarse a lo que la academia demandaba, lo cual se contraponía a mi desvergonzada vagancia para aspectos específicos de los estudios, como lo era la redacción de informes. Como siempre ocurría, yo veía el mundo desde un filtro más bien brillante, me centraba en el aspecto positivo de sus elementos; era una perspectiva que consideraba auténtica, tan real como cualquier otra, y no por eso dejaba de tener en consideración los puntos de vista que podían llegar a diferir con los míos. Si él me decía lo de la resignación lo hubiera comprendido, pero de igual manera seguiría afirmando lo real de sus capacidades, con el respeto que se merecía.


    Cuando me habló sobre la ayuda de los introvertidos, noté que se incluyó dentro de esa definición. Me dio bastante ternurita porque era un poco cierto: con el transcurso de los minutos fui reparando en ciertos chispazos de su carácter que daban cuenta de ello, como cuando lo hice ruborizarse con un simple comentario de apreciación, o cómo reaccionó al atraparle la tela de la camisa. Me alegraba mucho que pudiera estar hablando conmigo y mi carácter vibrante, al parecer podía sentirse cómodo a mi lado con introversión y todo. Tuve la tentación de palmearle el brazo sólo por hacer la gracia, ¡pero…! Me contuve, por supuesto. En su lugar, asentí para que supiera que tendría en consideración su sugerencia de buscar ayuda en los introvertidos, y que contaba con él por si un papel en blanco amenazaba mi paz.

    En algún punto de la travesía, los pasos de Cay cesaron con la revelación del trabajo de mi hermana mayor. Como no me di cuenta al instante, debí mirarlo por sobre mi hombro ya que lo había dejado rezagado sin querer. El muchachito permaneció en silencio, como pensativo…

    Y entonces me hizo una pregunta muy importante sobre Valeria.

    No respondí al instante. En su lugar, me acerqué a una de las ventanas del pasillo con paso suave y me quedé mirando al exterior, hacia el mundo que se extendía al otro lado de este vidrio. En mi perfil se dibujó una pequeña sonrisa, tal vez nostálgica.

    —Quiero muchísimo a mi hermana, por lo que es natural tener esa inquietud; ser guardaespaldas conlleva sus riesgos —dije, vislumbrando el pasar de las nubes—. Y sé que ella también debe estar preguntándose cómo me encuentro aquí, tan lejos de la casa donde crecimos —me giré hacia Cay, manteniendo esa pequeña sonrisa—. Pero también creo plenamente en ella, en la enorme capacidad que tiene para cumplir su misión sin ser derrotada por nada ni nadie. Es una mujer muy fuerte, hábil y centrada, ¿sabes?, la admiro —cerré los ojos, evocando la imagen de Valeria— Si no me dejo llevar por la preocupación, es gracias a la confianza que le tengo. Y también al amor entre hermanas, somos como el motor de la otra que nos ayuda a esforzarnos cada día más.

    Luego de mi respuesta y de la probable reacción del chico, éste realizó una graciosa enumeración de países y personas que salpicó de diversión mi sonrisa. Pero más allá de eso, lo miré con ilusión cuando me puso el apodo de Snowy, que recibí con grato placer. Me encantaban los apodos nuevos… Y Cay, por supuesto, también se había ganado el suyo… Desde el patio frontal, ejem.

    —Soy un montoncito de nieve que contiene muchas sorpresitas —me reí en respuesta—. Mis sensei son japoneses, pero viven en Canadá —aclaré luego—. Me entrené con ellos desde pequeñita, llevo diez años puliendo cuerpo, mente y espíritu a través de las artes marciales. Voy a tomar tu consejo de preguntarle a los profesores si cumplen los requisitos para entrar como potenciales entrevistados.

    >>Este ha sido mi aporte extra a la clase, Lionheart.

    En el transcurso de mi parloteo y posterior desginación de apodo, llegamos al pasillo de la segunda planta. Miré en dirección a las puertas de los salones con entusiasmo, pero desistí al no detectar rastros de Hubby. Seguro se alegraría de vernos juntos y a lo mejor le daba algo de cosita saber que estuvimos diciendo cosas bonitas de él. Sin dudas, entraba en la categoría de los introvertidos.
     
    Última edición: 8 Enero 2024
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    Todos funcionábamos de forma distinta, algunos espiralábamos con facilidad, otros no parecían hacerlo, algunos nos quedábamos atacados en ideas negativas y otros se empeñaban en agarrarse de las cosas buenas con uñas y dientes, incluso de las más pequeñas. Puede que ninguna aproximación fuese mejor o peor que la otra, que todo se redujera a las diferencias entre individuos y la vida, al final, se tratara de balancearnos mutuamente para que nadie cayera por su propio peso. Por eso, como elementos que éramos, necesitábamos de combinaciones para sobrevivir.

    Quedarse en la cueva, aislado, igualaba a la muerte, pero a veces era necesario.

    Algunos elementos, valiera la redundancia con el tema, también se adaptaban con mejor facilidad a los otros. El aire de Ko era un ejemplo, pero mucho de esa idea dependía del usuario, por llamarlo de alguna manera. Habían cuerpos de agua demasiado violentos, fuegos demasiado moribundos y corrientes de aire demasiado agresivas. A lo que quería llegar era que incluso en su constante movimiento, Verónica parecía comprender mejor los límites de las personas. No había vuelto a tocarme luego de mi reacción inicial y en sí no se aceleraba tanto, aunque tenía toda la pinta de que podía hacerlo.

    Cuando solté la pregunta ella no contestó de inmediato, se acercó a una de las ventanas y observó el exterior. Yo me quedé plantado en mi lugar, observé su cabello, blanco puro, y el paisaje que se extendía por la ventana. Lo que contestó finalmente quiso desbaratarme, fue una amenaza al corazón descubierto que cargaba desde el otro día y al miedo que había sentido por solo dos nombres pegados en un tablón.

    Como no me estaba mirando aproveché el momento libre de sus ojos para llevarme una mano al pecho, arrastré el contacto hasta el hombro y presioné, como forzándome a aflojar la tensión que contenía. Repetí la acción una, dos veces y sentí que pude respirar diferente, como si me hubiese abierto un poco la garganta. Uno confiaba en los suyos, en su fuerza, y quise pensar que el deseo de protección no provenía de la desconfianza en las capacidades de alguien.

    ¿Dónde estaban los límites de la posesión y el amor, por ejemplo?

    Eran nociones extrañas y complejas, lo mismo ocurría con la preocupación.

    —Tu hermana debe sentirse orgullosa de ti —dije cuando terminó de hablar—. Por la confianza con la que hablas de lo que sientes y de ella.

    Sonó como una idea de lo más abstracta, pero se me ocurrió por alguna razón aunque seguro tenía muchas otras razones para sentirse orgullosa de la chiquilla, pero ya estaba visto que aunque renegaba de ellas yo mismo me dejaba llevar demasiado de eso justamente: emociones. La manera en que Verónica se expresaba hablaba de su confianza no solo en su hermana, sino en ella misma y supuse que tenía que ver con su entrenamiento en artes marciales, sonaba algo muy del rollo. De no ser porque me daba miedo recibir hostias tal vez me habría venido bien aprender alguna.

    Con la conversación profunda superada hice la lista, la chica contestó que era un montoncito de nieve que guardaba muchas sorpresas y asentí con la cabeza, cediéndole razón. Completó el cuadro con que sus sensei era japoneses aunque vivían en Canadá y que se había entrenado desde pequeña, lo que me hizo pensar que esta chica con pintas de conejito, justo como Vólkov, debía meter unos golpes que daban gusto.

    Iba a decirle algo, pero ella me clavó el apodo y la estupidez quedó en un punto intermedio entre la tontería de "¿A quién coño le importa lo imponente que suene Kinryū?" y "Me declaro el Caballero que defenderá su causa, Príncipe". Fue más como un chiste interno, pero no pude evitar soltar la risa, fue cristalina, casi infantil y me relajó un poco más el cuerpo.

    —Ahora tendré que hacerle justicia al apodo, ¿no? Con extrema valentía y coraje, por supuesto.

    Al recomponerme de la risa, husmeé en los salones pero no vi a Hubert, ya estaba clara también la ausencia de Anna y suspiré, bastante resignado, retomando la marcha.
     
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    Zireael

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    Escuché el intercambio de los muchachos sobre la biblioteca con cierta curiosidad, no acoté nada como tal, pero asentí con la cabeza para dejar claro que estaba de acuerdo con el plan. Ya con eso decidido dejamos de estorbar en el pasillo y nos dispusimos a caminar, Paimon detrás de Suiren y yo, porque obviamente se libraría de asunto social en tanto pudiera.

    La pregunta del albino me hizo pensar en los... sucesos recientes, entre cuchillos y votos de silencio, pero pensé también en el almuerzo con Joey y las charlas con Verónica y Hubert. Por demás, suponía que seguía sintiéndome tan extraña como lo hacía desde que había llegado a Japón, como me había sentido el tiempo de intercambio el año anterior y como seguramente me sentiría el resto de mi vida.

    —No está mal —respondí sin pensarlo tanto mientras seguíamos el camino hacia la segunda planta—. He conocido varias personas en estos días, ha sido divertido conversar con gente nueva. Tú estás en la escuela de antes que Pai, ¿cierto? ¿Te ha gustado hasta ahora?
     
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    Incluso habiéndole preguntado si me dejaba cuidar de su cabello durante el receso, ya sabía de antemano que Jez no se negaría a tal petición y que, además, la idea iba a gustarle. Estaba plenamente segura de eso porque nos teníamos mucha confianza y un afecto mutuo, que no había dejado de crecer desde el campamento. Pero si le planteé esta suerte de pedido de permiso, fue porque era muy respetuosa con el cabello de las demás personas, ya que consideraba muy especial el mío y, por la misma razón, poca gente había llegado a tocarlo; Jez era una privilegiada en ese sentido, adoraba que me acomodara el pelo con la amorosa delicadeza de sus dedos, sobre todo cuando me hacía cerrar los ojos al echarme mechones tras las orejitas. Así las cosas, la respuesta que recibí fue la esperada: su carita expresó una ternura inmensa, tan radiante que me hizo sentir calidez en el pecho.

    Y para completar la correntada de alegría que sentí en ese mismo instante, volvió a rodearme en otro de sus abrazos, el cual recibí con muchísimo gusto.

    —Gracias, Jez —dije rodeándola con mis brazos, notablemente complacida, y pegué mi mejilla a la suya con muchísimo mimo— Va a ser algo muy lindo, ya verás —y sin querer, se me escapó una risita baja, ligera, junto a su oreja—. Es que además vine bien preparada para eso.

    Tenía los ojos cerrados y, por el abrazo, mi rostro apuntaba en la dirección opuesta por la que surgió la presencia de Cay, quien recorrió parte del pasillo como una llamarada voraz. No llegué a verlo porque su aparición fue demasiado rápida para percibirla siquiera. Como mucho, sentí que Jez sacudía la cabeza junto a la mía, pero no atribuí eso a una inquietud específica.

    Me tomó del brazo, yo pegué mi hombro al suyo y así avanzamos, con una invitación de bebida en el proceso frente a la que asentí mientras bajábamos al segundo piso.

    —No hay nada como un buen juguito de uva, así que elijo eso —dije tras alcanzar el pasillo y deslicé una caricia ligera sobre su antebrazo—. Gracias, preciosa.

    Como siempre pasaba cuando recorría el pasillo de este piso, busqué con la mirada a Hubby. Pero, otra vez, no di con él. Recordé con gracia que había hecho lo mismo mientras estaba con Yukkun y Kaia-chan y… Ah, no le había contado eso a Jez. La miré con una sonrisa.

    —¿Sabes? El lunes transfirieron a una chica a mi clase y me asignaron su tour —le conté—. Pero no sólo eso, también se sumó otro muchachote que resultó ser su primo, llegaron juntos a la academia.

     
    Última edición: 11 Enero 2024
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    Insane

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    La niña soltó la tontería de turno a lo que me reí, socarrón. La miré también, que ya el asociar a los albinos con el invierno era bastante común, por ejemplo, a Vero la había asociado con un copito de nieve, a ella con una ventisca, y a Craig con alaska directamente. Un juego de palabras mediocre, pero entretenido.

    —Sería interesante ver si lo logras~ —comenté referente a que podría congelarme, aunque dejé morir el tema ahí, porque bueno, yo si que rayaba el otro espectro.

    Regresé la vista a la puerta del club de fotografía, rebusqué en mi memoria la vez que fui a abrir el club que dejé abandonado. La docencia me había mencionado los que ya estabaan creados y por ahí derecho los líderes, digamos que lo asocié facilmente porque sino mal recordaba en una ocasión había fumado hierba con el tipo... Whick, Whink... Whickham. El que mantenía con la barbie.

    —Joey, ese va a la 3-1 —le indiqué con un movimiento de cabeza el salón—, si te interesa puedes buscarlo un día ahí para preguntarle.

    Continué bajando las escaleras casi con pereza, llegando al pasillo del segundo piso.

    —Bueno, caballero —murmuré medio bufón, empezando a indicarle lo que había aquí—. Sala de profesores, una sala multimedia, y la sala del consejo estudiantil, que la inventaron para recoger polvo —le miré sobre el hombro—, ¿dudas, preguntas, quejas, reclamos o solicitudes de este piso?~
     
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    Escuche su risa ante la tontería que había soltado porque si a veces decía cosas sin ningún sentido, no porque tenía motivos, sino porque me venía en gana hacerlo era mi boca y soltaba lo que quería si no llegaba a controlarla bien. Mi mirada quedó en él por algunos segundos después de escucharlo decir aquello solo reí, pero no dije nada, así que deje, igual que él, el tema morir ahí.

    Enzo tenía su mirada puesta aún en el club de fotografía, siempre supe que Enzo si tuviera que hacerse cargo de los negocios de su padre se haría fotografía la vida, simplemente se empeñaba en que todos tuviéramos deseos, pero no pudiéramos cumplirlos, no lo hablaba por mí sino por Eda por el chico que estaba atrás. Zel menciono el nombre del que sería el supuesto líder del club por encima sin más note al chico asistir con aires distraídos.

    Entonces seguimos, bajamos las escaleras, llegamos a la segunda planta y no me pasó de, apercibida las miradas atentas de Enzo al mirar adentro de uno del salón alzo una ceja y sonrió su sonrisa, se mostraba cariñosa muy pocas veces y las hacía solo al tener a su hermana cerca parpadeé un poco eso solo significaba algo su hermana también estaba aquí.

    Sentí mi cuerpo levemente tensarse, ¿qué hacía su hermana en este lugar? ¿Su papá para que la había enviado? Ni la menor idea, pero lo descubriría, traté de borrar el malestar, en eso escuché la pregunta que Zel le hacía a Enzo. El chico no lo miro enseguida, lo hice segundos después.

    —Ninguna —lo miro sin mucha gracia—. Puedes seguir con el recorrido compagno—esa última frase sonó algo fría e italiano.

    En cambio, en mi sabia que si no tenía de que hablar acabaría por aburrirme.

    >> ¿Y que hiciste estos dias Zel? —le sonrei ladina—. ¿Algo que tengas que compartirme? Si no hablo de algo me aburrire y si no quieres cargar con la culpa —replique divertida—. Entreteneme con algo —eso lo dije medio broma miestras me apegaba más a el.

    Compagno: significa camarada, uwu.
     
    Última edición: 12 Enero 2024
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    Amane

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    La mención del invernadero por parte la chica me hizo alzar las cejas ligeramente, algo sorprendida por ello, aunque no mucho después acabé por suavizar la expresión, asintiendo un poco con la cabeza mientras le dedicaba una nueva sonrisa. Suponía que nunca me iba a acostumbrar a la popularidad del invernadero, pues a pesar de saber que era un sitio precioso que podía captar la atención de cualquiera con facilidad, para mí no dejaba de ser el lugar donde Kohaku y yo hablábamos mientras cuidábamos de las plantas, y también el lugar donde más me gustaba almorzar con Anna y los demás; era nuestro pequeño refugio, quizás.

    —Claro, podemos ir al invernadero —contesté, sin perder la sonrisa en ningún momento, y comencé a dirigir la marcha hacia el exterior del aula—. De hecho, estás hablando con una miembro del mismo —sentencié justo después, en respuesta a su pregunta, y no pude evitar que una chispa de diversión extra se me colase en el tono por ello—. Estamos unos cuantos más apuntados, pero la verdad es que un amigo y yo somos los que pasamos más tiempo ahí. ¿Te interesa entonces? ¿Hay alguna otra actividad que te guste hacer? Aquí tenemos clubes de todo, la verdad.
     
    Última edición: 18 Enero 2024
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    Pude notar la sorpresa de la chica en cuanto mencione el invernadero no lo espere y tampoco me dio importancia de saber de donde venía todo. Para ser sincera no miraba el invernadero como un lugar aburrido como lo pensaba mi madrastra, para mí era el único recuerdo que tenía de mi madre verdadera y el único lugar que miraba como un refugio estar alrededor de las plantas, me alegraba el día más de lo que cualquier otra cosa en la vida.

    Apenas y había notado que Enzo había pasado por ahí, solo moví mis ojos por algunos segundos porque en sí sentí su presencia, era algo que ya estaba en mi sabia reconocer cuando estaba cerca y cuando llegaba. Regrese mi vista a Emily en cuanto empecemos a caminar por el pasillo de segundo, escuche su confirmación de que podíamos ir al invernadero, sonreí en poco, ya que en verdad me alegraba mucho estar en ese lugar. Cuando dijo que estaba hablando con una miembro del club de jardinería la mire levemente.

    Asentí en poco antes de responder.

    —Sí —musité en poco—. El invernadero es un lugar muy especial para mí, así que me gustaría mucho pasar en el receso en ese lugar —pare en poco—. Y claro si se puede también pertenecer al club de jardinería

    Pensé en poco en su pregunta si había otra actividad que me gustara hacer, lo único que hacía aparte de pasar mi mayor parte del tiempo en el invernadero era estudiar idiomas y ayudar a Enzo en lo que podía con los cargos que papá le daba.

    << Suelo leer, pero lo veo más como un hobby —la mire de reojo—. Ya práctico idioma y me gusta leer mucho por así decirlo ¿y tú? ¿Estás en algún otro club?
     
    Última edición: 16 Enero 2024
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    El cuadro que se formó con Anna yéndose encima de Cayden, él correspondiéndole como si la conociera de toda la vida y el intercambio general que pesqué fue solo una confirmación de lo que había dicho ayer sobre él con Vero, cuando llegó a la conversación. Además, Anna siempre tenía ese efecto en las personas, las relajaba o las regresaba sobre sus ejes, así que me alegré por ambos.

    Eso sí, si ella quiso preguntarme por Al no hubo dónde meter la pregunta, yo no quise interrumpir tanto, ella tampoco me detuvo y Cayden, que fue el que me pasó el chisme, seguramente tampoco quiso decirle nada que arruinara su momento de felicidad. A ninguno de nosotros nos correspondía decirle a Anna del estado en que llevaba Altan desde hace días, era invasivo, tenía que hacerlo él mismo.

    ¿Pero era realmente capaz? No lo sabía.

    Mantuve la sonrisa cuando Anna reparó en mí, me despedí con un movimiento de mano y cuando terminé volví junto a Fiorella que me había relentizado sus pasos para esperarme. Al llegar a su lado le agradecí por la espera, me dijo que los apuntes restantes se los podía dar a Adara directamente y pensé que eso iba a ser incómodo que daba gusto, pero no encontré cómo rechazar la idea sin sonar repelente así que asentí con la cabeza sin más.

    —Está bien, se los daré yo entonces —concedí sin alterarme—. Igual si en algún momento necesitas ayuda con algo puedes decirme.

    La oferta vino un poco de la nada, pero no vi por qué no hacerla y solo seguí caminando.


    por si no te diera tiempo de postear más, este post también puede entenderse como un cierre owo
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Entrevistas a profesionales, ¿eh? Y tenían que relacionarse con alguna asignatura específica. Bueno, no debería ser difícil, aunque imaginaba que mis padres quedaban descartados. Papá era un mero empleado de una empresa de transporte y mamá, aunque trabajaba en una de las filiales, no sabía hasta qué punto encajaba con la consigna. Supuse que era una tarea sencilla en esta escuela pija, para los pijos con padres profesionales. Markus me había hablado de su familia llena de artistas, habría que ver qué onda la otra chica, Smith.

    —¿Hmm? ¿Fred trabaja de algo? —Volteé el rostro hacia ella y alcé las cejas, curiosa.

    Su mención me recordó la existencia de Hayato y tuve que tragarme la risa. Sólo imagina entrevistar al Krait de Shinjuku para un proyecto escolar, qué gracia. Quizá husmeé el tablón distraída o quizás estaba condenada a ser tonta, pues omití por completo el nombre de Lombardi en los grupos y, con eso, Emi y yo nos coronamos. Solté una risa nasal y entrecerré los ojos al mirarla, poniendo expresión de ancianita.

    —Oh, ¿qué tengo aquí? Parece una muchacha muy bonita, pero quién será, quién será... Ah, mis pobres ojos...

    Comenzamos a subir. Me contó de Isla y yo le hablé de Dante, al parecer a las dos nos habían tocado grupos bonitos; eso me alegraba. La segunda sorpresa del día me la llevé cuando me reveló que había hecho la escuela media con Dante. Giré el cuello hacia ella de repente, los ojos bien abiertos, y luego sonreí.

    —¿De verdad? ¡Qué lindo! —Me enganché a su brazo y le dejé ir parte de mi peso encima, soltando un suspiro al techo—. Ah, Emi-chan y Dante de chiquitos, habría pagado por verlos y jalarles de los mofletes. ¿Tienes fotos de esa época? Tienes, ¿verdad?

    Habíamos llegado a nuestro piso. Aminoramos la velocidad hasta detenernos frente a mi clase, Emi me jaló la mejilla y solté una risilla, apartándola con suavidad. Aproveché el movimiento para mantener sujeta su mano y también busqué la otra.

    —Almorcemos juntas hoy —le propuse, más tranquila—. Lo estuve pensando. Es jueves de almuercito, ¿verdad? Podemos decirle a los chicos e ir al invernadero, como antes.

    La invitación implicaba muchas cosas. Implicaba reafirmar mi intención anterior respecto a ella y a Kohaku, y también implicaba... relajar la tensión con Kakeru. No sabía si él querría y estaría bien si nos rechazaba, pero creía correcto extenderle la oferta. Estaba cansada de muchas cosas y sólo quería... sólo quería algo de paz. Estar con mis amigos, divertirnos y, al menos por un rato, ser adolescentes ordinarios.

    Cuando acabé de hablar le concedí una sonrisa dulce y me acerqué, depositando un beso suave en su mejilla. Le estrujé las manitas, solté una risa en voz baja y finalmente la dejé ir, ingresando a mi aula.


    uy me puse re soft *cries*

    gracias por haberme caído, bebi preciosa. Extrañaba rolear a Anna y extrañaba aún más a mis novias hermosas, me hicieron bien al corazón <3
     
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    Me había dado cuenta de que hoy Adara no había llegado, tenía una ilusión de poder verla, pero un poco estúpido de mi parte creerlo así no podía hacerlo, eso lo tenía más que claro, tenía la azufre y oscuridad encima, pero mi padre estaba muy equivocado si pensaba que yo le haría caso las reglas no era algo que me gustaran seguir al pie de la letra.

    En poco noté la aparición de Anastasia antes que empecerá las clases, su fría mirada cayó sobre mí, la recibí con mucha naturalidad, pero ahora no sentía el puto humor de saber que le pasaba, apenas se sentó en su asiento, deje mirarla supondría qué había llegado con Eda ellas vivían juntas por lo que tenía entendido y Jean vivía con su tío.

    Como fuese, apenas tocó la campana. Dejé el salón con una velocidad, que ni sabía de dónde venía. Recorrí todo el pasillo con cierta frialdad, hoy visitaría a la señorita Bleke ni idea si se esperaba mi visita, pero la parte sinvergüenza egocéntrica que llevaba en mí con la peste no le importaba mucho. Apenas pasé por el salón de mi hermana, sonreí como muy poco lo hacía ella; era mi alegría. Lo más importante que tenía en este jodido mundo.

    —Mariposa.

    Al escuchar su apodo, me miró, lo había murmurado, pero sus oídos eran bien audibles. Se acercó a mí, pero sus expresiones estaban un poco raras.

    —Enzo.

    La repasé con lentitud.

    —¿Te la estás pasando bien? ¿Te sucedió algo?

    Sabía que haría todo lo posible para que se sintiera bien, así tuviera que sacrificar mi felicidad por suya.

    —La estoy pasando de maravilla, hermanito —en esas palabras hubo sarcasmos, lo noté muy bien.

    —Mariposa —miré todo el lugar con cierto detenimiento—. Que te pa..

    —Odio a mi padre Enzo, si no fuera por mí no lo llamaría por ese nombre —parpadeó—. No se lo merece, odio que esté usándome solo para vigilarte —la miré sorprendido—. No pongas esa cara, lo sabes muy bien, a él solo le interesa que no te acerques a esas dos muchachas —respiro con pesadez—. Si tanto quiere tenerte controlado, puede volver a hacer lo que hizo hace años, después de todo se le da muy bien mandar a otros para que hagan su trabajo sucio —su voz quebró—. Dios, realmente lo odio, por culpa suya mi..

    Calló en seco, supe muy bien que iba a agregar ahí, por culpa del hombre que tenía como padre. Su mamá se fue, ella no quería separar a una familia y lo mejor que se le ocurrió fue dejarla con el imbécil de mi padre. Mi mamá la odiaba, por eso Stella fue y siempre sería el producto de un engaño.

    —Stella —quise acercarme, pero ella se alegó como si le quemara tenerme cerca. La miré entre sorprendido y no supe explicar qué más.

    —Lo siento —su mirada seguía fría—. Pero me preguntaste qué me pasaba, así que tenía que responderte, ¿no? Pero no importa —noté cómo sonreía con sarcasmo recorriendo el pasillo —. ¿Después de todo, qué haces aquí?

    Le hice una seña con la cabeza en el salón de Bleke ella asintió con cierta tranquilidad, así lo define o me quiso hacer parecer eso, pero la conocía demasiado bien, era mi hermana.

    —Mariposa, siento mucho que te sientas así —me acerqué y le toqué la mejilla con delicadeza—. Pero no te alejes —la miré y, en cambio, su mirada recorrió todo mi rostro —. No lo vuelvas a hacer, no de la forma en como lo hiciste ahora. ¿Estamos?

    Asintió mientras parpadeaba, se alejó de mi toque y yo retrocedí, suspiré con algo de cansancio.

    —Nos vemos a la salida, señor de las sombras —con eso entro le eche una última mirada, camine al salón de Middel sin mucha prisa, recorrí mis brazos tatuados, muy poco se nota todo estaba debajo de la camisa, pase la mano por los nudillos con los anillos en ellos, y por último lugar fue mi cuello la serpiente apenas se notaba.

    Al llegar al salón en cuestión, me recosté en la puerta con las piernas algo cruzadas, entonces dejé que los anillos hicieran su trabajo, toqué la puerta con ellos cuando di con la señorita que buscaba, busqué llamar su atención una sonrisa no tranquila más bien divertida apareció en mis labios no era para nada la sonrisa calidad que me atrevía a dar cuando me apetecía o que le daba a mi hermana, Fiorella y Adara.

    —Señorita Bleke Middel —aun con la diversión en mi sonrisa, hice un poco de teatro válido por así llamarlo—. Se puede llamar abusivo de parte presentarme por aquí sin haber obtenido primero —me detuve—. ¿Supongo que es necesario tener alguna clase de cita agendada para poder obtener tu atención? ¿No?

    ¿Esto era lo mio? Para nada pero con ella valía un poco la pena, después de todo nuestro padres se conocían.

    Holisss ahhh *que emoción* así puedo llamarlo?)
    Pero por aquí te dejo al niño y perdona el relleno de antes uwu. Gigi Blanche
     
    Última edición: 30 Enero 2024
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    El regreso de Hiradaira, ver las cintas rosadas de su cabello evocó la conversación que había tenido con Altan el día anterior. Se deslizaron frente a mí, a la espera de que las clases iniciaran, y seguí su recorrido un par de segundos. Recordé, también, que había planteado la posibilidad de hablar con ella respecto a lo ocurrido en el campamento, pero tras analizarlo un poco preferí buscar a Hubert primero. Eran planes indefinidos, meros bosquejos de cara al futuro; de todas formas parecía algo difícil conseguir un momento donde se encontrara sola. Aún de haber deseado hablar con ella, la campana a duras penas terminó de repiquetear cuando su figura ya había desaparecido del aula. Me pregunté si Sonnen se habría tomado por fin el descanso que necesitaba y cerré mi cuaderno con calma. Tenía el almuerzo, sólo necesitaba una bebida.

    Estaba abandonando el pasillo entre pupitres cuando un eco metálico reverberó en el espacio. Miré hacia la puerta por pura inercia, sin siquiera pensar que el llamado podría dirigirse a mí, y una nota de confusión danzó en mis ojos tras identificar al chico con quien establecí contacto visual.

    ¿Qué hacía aquí?

    Rescaté la información evidente en los escasos metros que me separaban de su inevitable encuentro. Llevaba el uniforme de la escuela, acabaría de transferirse. ¿Había bajado al segundo piso? Desearía algo de mí, probablemente. Busqué sus ojos al cruzar el umbral y lo rebasé lo suficiente para girar sobre mis talones y enfrentarlo; de otra manera habría bloqueado la puerta. Su semblante reflejaba clara diversión, el mío permaneció sereno e incliné la cabeza ligeramente a modo de saludo.

    —Lombardi-kun —murmuré, regresando a sus ojos.

    ¿A qué respondía su actitud? Comenzó a hablar con aires teatrales, parecía estar disfrutando el momento y mencionó algo referido al placer de mi compañía, sarcasmo a un lado. Comprendía el objetivo de su ironía, debía haber encontrado en mí lo que todos encontraban en los Middel.

    Pero ¿era forma de hablarme?

    —No realmente —respondí con suavidad, sin reaccionar visiblemente a sus provocaciones, y esbocé una sonrisa cortés—. Aunque me pregunto dónde has adquirido tales concepciones... ¿Quizá lo oíste de tu padre, senpai, o alguna de las otras personas que empleamos?

    Como tú.

    no te preocupes, linda, todos vivimos de rellenos aquí uwu7

    Uuuuh esto empezó SHARP *grabs popcorn*
     
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