Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Amane

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    La respuesta de Maze no me sorprendió especialmente, pues el muchacho parecía ser tan tranquilo (o incluso más) que yo; asentí con la cabeza, pues, para demostrar que lo había escuchado, y después giré la misma para mirarlo con curiosidad cuando quiso añadir algo más al respecto. Aquello que dijo después sí que consiguió llamar mi atención, lo suficiente como para hacerme alzar ligeramente las cejas y volver a mirarlo con una expresión divertida.

    —Ah, sí. Kashya me contó un poco, pero casi no me lo podía creer. Soy su hermano y nunca la he visto bailar, pero ahora la ha visto toda la escuela menos yo... isn't that unfair? —solté, arrugando apenas la nariz, y aunque pretendió sonar a queja, lo cierto era que tampoco me causaba tanto problema el asunto—. ¿Y qué tal fue la experiencia para ti? My guess es que no entras en el grupo de introvertidos ni con pánico escénico. ¿Quién tuvo el honor de ser tu compañera o compañero~?

    ¿supongo que en el festival lo supo? kenny fue con kashya, pero ya no recuerdo si estaban juntos cuando se encontraron ellos dos... so digamos que igual los vio en algún momento y ya (?)
     
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  2.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Me sonreí con clara satisfacción al oírlo pedirme el número de Ko, y de inmediato estiré la mano sin decir una palabra, pretendiendo recibir su móvil. Así fue, pues, y me encargué muy pancha de entrar a sus contactos y todo lo demás. Entre lo relajado que parecía el chico y las confianzas que me adjudicaba por la cara no debíamos parecer conocernos de hace cinco minutos, y la idea me causó cierta gracia.

    —Lo apreciaría mucho —conferí, con cierta suavidad, regresándole el aparato—, que el muy desvergonzado me tiene aquí trabajando por dos monedas, ¿puedes creerlo?

    Y una reserva casi infinita de hierba, pero detalles.

    Por mi propio movimiento y mi relativa indiferencia no le di mucha importancia al detalle de que, de todas las tonterías que habíamos soltado, Kagehira parecía sólo haber omitido una. Si acaso me giré asumiendo que recibiría una respuesta y, ante el breve silencio, opté por rellenar con una nueva pregunta. Se acopló a mi ritmo y comenzamos a subir, recibiendo su respuesta. Sentí una ligera satisfacción al comprobar que mis deducciones habían sido correctas. Mi experiencia con la ciencia ficción era más bien acotada, había consumido más distopías en series y películas antes que en libros. Aún si me inclinaba por la fantasía, no me gustaba pensarlos como géneros irreconciliables. Al complementarlos, de hecho, surgían productos muy interesantes. Había algo frío, triste y decadente en las premisas del cyberpunk que no lograría explicar, pero que funcionaba estúpidamente bien. Era, quizá, el exceso de metal y la falta de humanidad.

    How cute —murmuré en voz baja, sin ninguna intención particular, y busqué el nombre que me otorgó entre mis archivos mentales—. No lo he leído, no, pero... me suena. ¿Creo que es contemporáneo a Phillip K. Dick?

    Su autor era Isaac algo, si la memoria no me fallaba. En cualquier caso giré el rostro y lo miré, repasando sus facciones levemente. ¿Que me mencionaran un libro de mediados de siglo pasado? My cup of tea.

    —Asumiré que me lo recomiendas —dije, y prácticamente a modo de desafío agregué—: ¿Por qué?
     
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    quem

    quem Orientador ejemplar Orientador

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    Sonreí cuando Emily dijo que conocía a Isla ya que le tocó darle el tour de inicio y que su amiga la conocía por algo de club de lectura, y ya le lo imaginaba la chica era el tipo de persona que preferiría tirarse el día leyendo que otra cosa a parte de cultivar sus plantas en el invernadero de su casa e jugar básquet. Note que se quedó pensando y suponía por lo de acordarce si conocía a Sophie y lo pude ver cuando dijo que no la conocía y que ninguna de las dos estaban en su clase.

    Escuché con toda la atención del mundo la respuesta que me daba, a la pregunta que le había hecho, la sonrisa aún la mantenía miestras repasaba lo que había dicho así que eso se trataba me hizo recordar a la relación de amistad que teníamos Adara y mi persona, aunque la forma en la que nos volvimos amigas fue distinta.

    Entonces la mire en poco cuando me pregunto cómo es que era amiga de dos chicas de segundo.

    —No me importa tranquila —le regale una sonrisa—. He a Isla la conocí en el campamento que hubo y Sophie la conozco por que prácticamente soy amiga de todo tipo de persona que me parezca simpática, pero verdaderamente la conoci por qué su papá es amigo de los mios —y no decía padres ya que para ella su mamá no existía—. Me gusta llevarme bien con todo el mundo aunque prácticamente a veces me da eso de tener dificultad de hablarle alguien con facilidad.

    En cuanto llegamos al pasillo de la segunda planta, pues mire a mi alrededor.

    —Bueno creo que aquí las dejo —intercale mirada entre las dos—. Fue un gusto conocerlas espero volver hablarles si me las encuentro por ahí.

    Holi uwu, trate de ir cerrando la interacción en poco <3, solo dijo y adelanto fuen un gustazo.
     
    Última edición: 14 Noviembre 2023
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    Zireael

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    Sabía que el club de esgrima era importante para Laila, después de todo era lo que la había sostenido y ahora era lo que quedaba de un fragmento de su vida que no creía poder recuperar, por eso cuando Adara preguntó le di un codazo ligero para que la invitara. Si podía reconstruir su amado club quizás no tendría que pisar el dojo pensando en Amery, quizás podría entrar y ver un nuevo grupo, uno que le recordara que el mundo no se limitaba a una persona.

    —Cuando quieras retomarlo puedes pasar a buscarme en la clase —dijo ella y algo de emoción se le coló en la voz—. Me haría muy feliz que te unieras.

    —Puedo presentarte a Vero un día de estos —atajé yo cuando Adara mencionó lo del club de judo—. Seguro también la hace feliz que alguien se interese en su club.

    —No te preocupes. Seré todo lo paciente que ha sido Jez, según entiendo.

    La respuesta de Laila fue cortés, en otro tono quizás habría sonado extraño pero viniendo de ella sonó como algo tranquilo, casi suave, y sabía que no era mentira. Quizás ella no fuese capaz de verse a sí misma, pero era una chica muy especial, amorosa, leal y paciente. Tenía malos días, como todos, pero eso no la volvía ni más ni menos que nadie.

    Habíamos seguido caminando sin prisa, así que cuando un abrigo rojo apareció de repente en mi campo de visión y me llevó por delante se me escapó una exclamación, no fue de dolor, para nada, fue la sorpresa nada más. La pobre criatura había chocado de lleno contra mí, la misma energía del golpe la hizo retroceder y lo agudo de su reacción hizo que me preocupara de inmediato por haberle hecho daño.

    Empezó a disculparse en tropel, parecía ametralladora, así que le dejé mi maletín a Laila y cuando estaba por tocarla se me ocurrió que quizás la ponía más nerviosa. Regresé las manos a mi espacio, pegándolas a los muslos, y miré a la chica.

    —Está bien, cielo, no pasa nada. Estoy bien, te lo prometo.

    A pesar de que traté de contestarle a tiempo para neutralizar su ansiedad, la chica salió corriendo y se zambulló en su salón, uno de los de primero. Suspiré con pesadez, recibí el maletín de manos de Laila y atendí a la pregunta de Adara.

    —Sí, no fue nada. Me preocupaba más ella.

    —¿Tal vez puedas buscarla otro día? Cuando esté más tranquila —sugirió Meyer instándonos a retomar la marcha y yo asentí con la cabeza, siguiéndola luego de echarle un último vistazo a la clase.
     
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    Amane

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    La chica nos escuchó hablar con la atención enteramente puesta sobre nosotras en todo momento, como si de verdad estuviera interesada en lo que teníamos que decir, y la verdad es que no pude evitar volver a sentirme mal por toda la situación anterior. En el fondo sabía que solo estaba dando vueltas sobre lo mismo porque aún era incapaz de enterrarlo por completo, y también sabía que, de alguna manera, estaba buscando inculparme de cualquier asunto con tal de hacerme sentir mal, pues era lo que me merecía por ser tan, tan estúpida.

    Por suerte, a Fiorella no le molestó contarnos sobre su propia amistad con las otras dos chicas, y eso sirvió para que pudiese centrar por completo mi atención en su respuesta. Asentí con la cabeza a medida que ella iba hablando, volviendo a sonreírle con ternura al conocer la historia de cada una, y no mucho después de ello me di cuenta que ya habíamos llegado a nuestra planta correspondiente.

    —¡Muchas gracias por la compañía, senpai! —exclamé, quizás con un poco más de fuerza de la que realmente hacía falta, e hice una inclinación a modo de agradecimiento antes de levantar la mano para despedirme de ella—. También ha sido un placer. Espero que nos volvamos a encontrar~

    Kashya también se despidió con un gesto de mano, muchísimo menos efusiva que yo, y finalmente ambas nos dirigimos a nuestras respectivas aulas.

    lo mismo digo, quemcita, gracias por caerles <3
     
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    Zireael

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    No había manera de que anticipara la gravedad de esta situación, no con la visión atrofiada, incluso si los hilos estaban a la vista no tenía las ganas de ponerme a hacer cálculos mentales, tampoco a usar más energías de las que necesitara, así que ni modo. Tampoco era que empeñara en tener cara de culo, de verdad, era solo... Bueno, un poco de resting bitch face y ya.

    No pretendía que Maxwell parara el carro por ninguno de nosotros, no era algo que hicieran todos los extrovertidos de por sí, de manera que no lo esperaba. En cierta medida estaba conectando cables y zafando otros, le prestaba atención y luego desconectada. No era desinterés, rozaba más la supervivencia, y era mejor que eso que dejarlos a todos hablando solos. De por sí había sido yo el que se acercó solo por escuchar el apodo del otro, así que ni modo.

    Rockefeller seguía haciendo de carne de cañón, así que Verónica enfocó la atención en ella y a la rubia la promesa la hizo sonreír con alegría. Asintió con la cabeza a pesar de que no dijo nada más a parte de la pregunta para Hubert, que dicho fuese de paso se la tomó bastante en serio, lo que era de esperar.

    Miró a Maxwell de reojó, luego giró en su dirección y dijo que pensaba que podían ser una buena pareja de baile, que además era una obligación como vecinos y el nombre que sacó la albina para ellos fue la cosa más out of pocket que se le podía ocurrir a cualquiera. Ni siquiera pude pensar en cómo se le habría ocurrido, pero tampoco iría a cuestionarla. ¿Además al tridente no le faltaba un diente? En fin.

    Creí que lo dejaría en eso, pero trajo a Dunn como posible pareja de baile y lo miré de reojo. Era cierto que el chiquillo había bailado con Thornton, con todo y lo inexpresiva que era, y conociendo ciertas de sus... cosas, dudaba que importara mucho si lo ponían a bailar con Mattsson. Cedía a la confianza con una facilidad absurda a pesar de la rebeldía inherente a su personalidad.

    —No creo que le moleste —comenté al aire, pues porque sí, y de repente sentí los ojos de Rockefeller encima.

    Quizás fue involuntario, pero a la criatura una duda le recorrió las facciones de la nada y se forzó a borrarla cuando pareció recordar que estaba con otras personas. A mí el enredo entre esta niña y el otro diablo me daba igual, siendo honesto, pero ahora que lo pensaba dudaba que ella o Mattsson supieran realmente quién o qué era Dunn en más de un sentido.

    Sin embargo, era problema de ellos.

    —¿Tenemos que dejar a Hubert ya? —Se lamentó la rubia al ver que estábamos en el pasillo de segundo y a mí me cayó algo de tensión encima que disimulé como pude.

    —No podemos llevárnoslo a uno de nuestros salones, así que sí —advertí y giré el rostro para mirarlo, la estupidez la dije con la misma cara seria de todo el rato—. Supongo que nos vemos otro día, Hubby.

    ¿Habría podido quedarme callado? Sí, pero Maxwell iba por ahí diciéndome Alty y a costa de alguien tenía que divertirme yo.


    a mí no me vas a estar retando en vano, Chick Hicks
     
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    Bruno TDF

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    El evento del viernes había logrado que el concepto de baile se resignificara bajo mi visión. Aquella había sido apenas mi segunda experiencia. Aunque al principio no supe moverme para guiar a Bleke, me fui de la pista con una sensación renovada en el espíritu, ya que había sabido apreciar que la importancia no residía en la calidad de nuestros movimientos, sino en la significancia de la conversación, en el sutil desvanecimiento de la distancia que, hasta ese momento, respetábamos con cordialidad… Quizá fue lo que Markus buscó desde un principio: hacernos descubrir una nueva vía para conectar con las personas que nos rodeaban, si bien Middel pareció tenerlo claro desde el principio. Hasta este acontecimiento era incapaz de concebirme a mí mismo involucrándome en danzas compartidas, pero debía admitir que ahora no veía con tanta distancia esa posibilidad.

    Fui honesto al decir que haría de Verónica mi pareja en la pista, porque se había ganado mi confianza en pocos encuentros; además, sabía que la idea le gustaría, se le notaba a leguas lo mucho que disfrutaba conectar con los demás por las vías más diversas, donde el baile no era una excepción. Asimismo, fue gracioso que nos mencionara como el Fantástico Tridente de Bunkyo porque, hasta donde alcanzaba mi entendimiento, Altan desconocía el detalle de que Verónica entraba a la academia con un gorrión escondido, animalito que también escapaba a la memoria de Ilana por tratarse de una chica recién transferida. Sin embargo, no dije nada.

    —Supongo que puedo confiar en tu palabra —sonreí hacia Sonnen luego de que dijera que a Cayden no le incomodaría la posibilidad de bailar juntos.

    Si había opinado en torno a una posible incomodidad, era porque lo había visto así en la pista. Llegué a notar cierta tensión en su postura frente a Kashya momentos antes de concentrarme en mi respectivo espacio con Bleke. El contundente silencio de la realidad limitaba mi visión de las cosas, por lo que sólo había llegado a suponer que le costaba bailar enfrente de una multitud.

    Llegamos al pasillo de la segunda planta, el sitio donde mi camino alcanzaba provisoriamente su final. Fue ciertamente enternecedor el tono con el que Ilana preguntó si ya debíamos separarnos, logró que esbozara una sonrisa casi por reflejo. Casi a la par de ella, Verónica también pareció lamentarse por lo bajo, de a ratos iba en sincronía con Rockefeller.

    Altan se giró hacia mí, con su gesto grave desprovisto de variación alguna. Eso profundizó la extrañeza de escuchar el apodo “Hubby”, me vi obligado a disimular la incomodidad con una sonrisa.

    —Espero vernos pronto, Altan —dije, a modo de despedida, tras lo cual me giré hacia las chicas—. Les deseo una bonita jornada.

    —Así será, Hubby —aseguró Verónica con suavidad—. Luego le cuentas a tu senpai qué tal estuvo la tuya, eh.

    Hasta ese momento, jamás le había mencionado mi curso. A juzgar por su mirada, parecía hacerle especial ilusión el saber que éramos kohai y senpai. Le sonreí con un ligero asentimiento, tras lo cual ingresé al interior de mi salón para inciar una nueva jornada.
     
    Última edición: 14 Noviembre 2023
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    Insane

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    En lo que comenzabamos a bajar las escaleras lo escuché, asentí relajando los hombros en el proceso con algo de decepción impostada, a ver, ¿me creía tan incapaz de resolver algo como eso?, lo miré también de perfil en lo que le respondía. No era algo que tenía mucha ciencia en realidad, me refería a las llaves como tal, digamos que ya tenía mapeado el hecho de que se podrían conseguir con algún trabajador de la escuela, las excusas abundaban y no era algo complejo de solicitar.

    —No es algo que no tenga solución, Tora.

    Al llegar al pasillo de segundo me detuve, despegué mi tacto de él al ubicar uno de los uniformes que buscaba, acercándome al señor de la limpieza que estaba saliendo de aparentemente asear la sala que había planeado de almuerzo por el clima, me miró con la incógnita en la cara, le sonreí pidiendo permiso para usar los computadores ya que mi compañero que hacía parte del club necesitaba unos archivos, el señor asintió como si nada dejando la puerta abierta, pero pidiéndome que cerrara bien al salir y las dejara en la sala de profesores al terminar lo que venía a hacer. Me estiró las llaves, las recibí agradeciéndole en el proceso.

    Eché un vistazo superficial desde afuera aún así. El suelo estaba impecable, no había ni rastros de polvo por lo que en mi cabeza, en automático, adulé su labor.

    Ya luego miré a Sakai sobre el hombro, moviendo las llaves como un péndulo.

    —Ven señor todo muy bonito —le arremedé risueña, invitándolo a entrar primero.
     
    Última edición: 15 Noviembre 2023
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    Gigi Blanche

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    La niña no había demostrado ninguna clase de molestia u ofensa ante mi comentario, así que puntos por eso, suponía. Me agradaba la gente con la confianza suficiente para mantenerse firme sobre sus pies o para no llevarle el apunte al imbécil que los trataba de atrevidos de buenas a primeras. El orgullo, la vanidad, eran la carta de emergencia para los pobres infelices incapaces de aceptarse a sí mismos. Ah, ¿que por qué le había pedido una palabra? Me tragué la diversión, bordeando el tema.

    Pero bueno, qué impaciencia~

    Señalé una puerta arbitraria, lo cual me impidió ver su reacción. Kai se había aliado con la chica, cosa predecible, y me permití divertirme con la situación sin más. En sí, el hecho de que tomara partido era un upgrade. Conque el club de música, ¿eh? Giré el rostro hacia Kaia, quien ya estaba observando la puerta con ojitos de emoción contenida. No supe si fue por un debate mental o por asumir que nuestra guía no poseería la información, pero se quedó callada y yo deslicé la mirada a Verónica.

    —¿Sabes qué tocan? Los miembros del club, digo.

    Kaia me concedió un vistazo y se volvió hacia Maxwell. Al parecer había habido un evento de baile, el detalle le ensanchó la sonrisa a Kaia y a mí... a mí me dio igual. Había distraído la mirada en las demás puertas, prestándoles un gramo de atención consciente, y escuché el tono que usó para referirse a su "algo importante". La miré apenas de soslayo y luego reparé en el supuesto club de fotografía; ninguno de los dos metió el hocico en la incógnita, por más que su intención hubiera sido clara. No nos correspondía, ¿cierto?

    —¿Llevas poco en la escuela, Maxwell-san? —le preguntó Kaia.

    Era como un déjà vu de la conversación de la mañana y me sonreí apenas, entretenido con mis propios pensamientos. ¿Nos habían lanzado dentro de un loop o algo? Con el tercer piso peinado bajamos al segundo. Compartimos una mirada breve con Kaia para definir quién tomaba la palabra y al final le cedí el privilegio. La ley del menor esfuerzo, ¿no? Además, era ella quien quería hacer amigos.

    —Primos —respondió, sonriendo con cierta alegría—. Aunque vivimos juntos, estoy quedando en su casa desde que me mudé aquí. ¿Tú naciste aquí, Maxwell-san? ¿O vienes de afuera?


    JAJAJA Kaia sí la escaneó un poquito, Yuta is just messin with her
     
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    Bruno TDF

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    Pude percibir el giro en la mirada de Yukkun en el momento que nos referíamos a la sala del club de música, de modo que opté por imitarlo. No era lo mío una actitud movida por el chisme, sino más bien la intención de ser atenta con ellos y, a través de sus ademanes, buscar comprender qué era lo que más les interesaba o inquietaba respecto a la academia. Era el deber que me había puesto como su guía, una responsabilidad que disfrutaba. Así, hallé la emoción presente en los ojitos de Kaia-chan. Notarla así suavizó mi sonrisa y al mismo tiempo me hizo intuir un posible gusto por la música; la pregunta de Yukkun sirvió para darle más solidez a esta pista. Me llevé un meñique a los labios, tomándome unos segundos para repasar datos sueltos de mi memoria.

    —Si hablamos de instrumentos, escuché que tienen a un trompetista, que al parecer tocó para atraer a la gente hacia la zona del show; también se habló muy bien de una chica tecladista —era gracioso desconocer el nombre de ésta última ya que se trataba de Fiorella, compañera mía y de Kaia-chan—. En cuanto a la música, oí que bailaron algo así como un jazz movidito. Pero si me hablas de “música ligera”, suelo pensar en algo más parecido al rock —opiné, un poco al aire.

    Acababa de quedar como toda una antenita que captaba información, pero puse una buena cuota de esfuerzo en ofrecerles un panorama medianamente aceptable sobre el club de música ligera, sobre todo pensando Kaia-chan, a quien le dediqué una sonrisa al terminar de hablar... Yukkun me había definido como descuidada e, insisto, no estaba del todo errado. Pero dependía de la voluntad y el interés que pusiera a las circunstancias que me rodeaban. Si se trataba de cositas que prometían disfrute, podía llegar a ser la chica más atenta del mundo; y ni hablar si implicaban la acción de conocer, querer, ayudar y/o cuidar a los demás. Por eso no se me escaparon las conversaciones ajenas en los pasillos, referidas al evento de baile, porque el asunto me había provocado muchísima curiosidad. Pero al final prevaleció la importancia en torno a la limpieza del Dojo, el dichoso “algo importante” sobre el que, al final, ninguno de los dos preguntó, ups.

    Kaia-chan entonces me preguntó si llevaba poco tiempo en la escuela, pregunta que no respondí al instante porque iniciamos el descenso hacia la segunda planta, esquivando a otros estudiantes en el proceso. Cuando alcanzamos el pasillo de abajo, volví a centrarme en la conversación. Así, mi compañera de clase confirmó que eran primos, la alegría en su sonrisa fue contagiosa. La presté devota atención, enterándome que ella se había mudado aquí y paraba en la casa del primito.

    —Nací en Seattle, pero viví casi toda mi vida en Vancouver —respondí a sus preguntas—. Aunque técnicamente soy estadounidense, mi corazón late más fuerte por la Canadá que me vio crecer —sonreí ampliamente, porque me gustaba mencionar el hogar que había dejado atrás—. Llevo unos meses aquí en Japón e ingresé al Sakura este año, por lo que sí, estoy hace poquito en la escuela. ¿De dónde vienes, Kaia-chan? ¿Y a tì te transfirieron desde muy lejos? —la segunda pregunta fue dirigida a Yukkun.

    Si no me equivocaba, en el segundo piso estaba la Sala de Profesores, a donde fui un par de veces para consultar asuntos sobre la apertura del Club de Judo. También había una sala multimedia y la sala del consejo. Esperé a que los Hattori me respondieran antes, como para no apilar cosas en la conversación. No teníamos prisa, al fin y al cabo, mantener un ritmo calmo era importante.
     
    Última edición: 19 Noviembre 2023
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    Yuta había preguntado por el club de música, cosa que sabía a él no le interesaba particularmente, y presté atención a la respuesta de Verónica. No contaba con mucha información y el hecho de que tocaran música "ligera" reducía las posibilidades de que tuvieran instrumentos tradicionales, pero no haría daño averiguar, ¿verdad?

    —Es la forma bonita de decirle a la música que es fácil de tocar, así que engloba muchos géneros —acotó Yuta, encogiéndose de hombros, e incluso antes de recibir mi mirada agregó—: No lo digo yo, lo dice Wikipedia.

    Descendimos a la segunda planta del edificio, donde comencé a husmear los carteles de las puertas. La más curiosa parecía ser una sala multimedia y me pregunté qué tendrían adentro, pero en ese instante percibí una ligera interferencia en el aire. Mi cuerpo se tensó un poco y giré el rostro completamente hacia la mancha amarilla que había percibido de soslayo: ahí estaba de vuelta, Arata Shimizu. Se metió en los baños con otro muchacho y la cuestión podría haber acabado ahí, pero entonces miré a Yuta. Cielos, no había querido que lo supiera así, y menos a mitad de un tour escolar con una civil que no tenía vela en ningún entierro.

    La vida estaba llena de imprevistos.

    —¡Yo también nací en Estados Unidos! —Había caminado hasta regresar frente a Verónica y la tomé de las manos, enfatizando mi entusiasmo para absorber su atención y darle tiempo a Yuta de recomponerse—. En Hawái, específicamente, viví allí casi toda mi vida. Imagino que será muy diferente a Vancouver, but we also both have this, right?

    Le guiñé el ojo bajo el cual llevaba un lunar con aire risueño, habiendo cambiado de idioma como si nada. Hasta ahí llegaban mis capacidades, suponía. La última pregunta fue dirigida directamente a Yuta, deslicé mi mirada a él sin soltar las manos de Verónica. No quedaba ni rastro de la sorpresa inicial en sus facciones y me sonreí. Lo había hecho bien.

    —¿Yo? Vivimos en Nerima —respondió; parecía algo distraído pero podría atañerle el desliz a literalmente cualquier cosa—. Antes iba al Musashi, un instituto privado para hombres que está ahí, en el barrio, así que... se podría decir que sí.

    —Con un viaje en coche de diez minutos llegabas —agregué, riendo con suavidad—. Podías tardarte todo lo que quisieras con el desayuno, pero ahora las cosas cambiaron.

    Gaido-chan, tengo que levantarme una hora antes, ¿puedes creerlo? —Suspiró, dramático, y meneó la cabeza.

    —¿Tú vives cerca de aquí, Maxwell-san? ¿O vienes de los barrios especiales? —Alcé las cejas, soltando por fin sus manos con movimientos cuidadosos—. Si no tienes problema en decirnos, claro.
     
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    Bruno TDF

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    Debido a que prestaba atención a sus gestos para encontrar hilos de conversación o bien pistas sobre lo que podía gustarles o no de la academia… noté algo un poquito llamativo en Kaia-chan. Sucedió demasiado rápido, pero me pareció que sus hombros se contrajeron levemente. ¿Por tensión? ¿Sorpresa? ¿Emoción? No tenía manera de saberlo. Pero sí que fue bastante reveladora la manera en que desvió los ojos hacia un punto del pasillo. Con la sonrisa prevaleciendo en mi semblante, seguí la dirección de aquella mirada, de reojo, en la búsqueda de comprender si algo le estaba interesando… Sin embargo, tan solo hallé el flujo constante de estudiantes que iban y venían a lo largo del corredor...

    Mi expresión se tiñó de curiosidad. ¿Qué acababa de captar a Kaia-chan? Si lo que miró fue hacia las personas, ¿quizás detectó una cara conocida? Y hablando de eso, ¿Hubby y Shio andarían por aquí? ¿Estaría bien si me paraba a saludarlos en medio de un tour? Puede que est…

    La chica se paró frente a mí, tan de imprevisto que despertó mi interés al instante. Cuando sentí sus manos tomando las mías, una inmensa alegría surgió desde el centro de mi pecho y alcanzó mi sonrisa... Me gustaban, ¡adoraba!, los gestos repentinos como este, eran una caricia a mi alma confianzuda. A modo de reacción, afirmé el agarre en torno a sus dedos con delicadeza y permanecí en sus ojos mientras me hablaba. Un brillito de ilusión resplandecía en el azul de los míos al saber que ambas éramos estadounidenses y que, en otro extraordinario parecido, veníamos de un lugar lejano en el que pasamos gran parte de nuestras vidas. Su guiño me arrancó una risita suave, lo que a su vez me permitió reparar en el lunar bajo su ojo. ¡Le sentaba super-bien! Mas no alcancé a halagárselo, porque nos giramos al unísono hacia Yukkun.

    Al pobre lo habíamos dejado al margen por unos segunditos…

    El chico nos contestó con aire... distraído... Ah, cuánto misterio… ¿Era distraído por naturaleza o quizás, otra vez, estaba jugando conmigo como con lo de la famosa palabrita? ¡Cuánto misterio con este muchachote! Pero me centré más en su respuesta, enterándome que vivían Nerima y que él, en particular, fue transferido desde un instituto de varones conocido como el Musashi (como el famoso samurái).

    Oh, no problem, classmate! —dije a Kaia-chan luego de que soltara mis manos—. Resido en Bunkyō, por lo que comprendo perfectamente el dolor de levantarse tan temprano —asentí enérgicamente hacia Yukkun, mostrando mi acuerdo con él—. Pero hace nada descubrí que un conocido mío también es de allá, por lo que ahora venimos a la escuela juntos. Los viajes se hacen menos largos así, ¿no? Con buena compañía —les sonreí, intercambiando una mirada entre ambos— Es de segundo, por lo estamos en su pasillo.

    Lo busqué con una rápida mirada hacia el pasillo, pero ni señales de él… Al final carraspeé.

    —Bueno, bueno, que aún no les mencioné qué tenemos por aquí —dije, a lo que retomé la marcha; esta vez me coloqué entre ambos porque... pues la ocurrencia—. En este piso tenemos la sala de los profes, donde puedes ir a entregar trabajos o bien pedir la guía de los docentes. También está la sala del Consejo Estudiantil —de este último no sabía mucho, ni siquiera tenía la certeza de que estuviese activo—. Y por último la Sala Multimedia, que creo que acabamos de pasarnos su puerta, ups —me reí por lo bajo con una leve negación de cabeza—. Ésta pertenece al Club de Radio. La verdad es que hay bastantes opciones en cuanto a clubes.

    >>Allá en el Musashi, ¿participabas en alguno? —quise saber, buscando los ojos rojitos de Yukkun, aunque no tardé en girarme hacia Kaia-chan; contuve la tentación de llevarla de la mano— ¿Planean unirse a alguno del Sakura?
     
    Última edición: 21 Noviembre 2023
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    Gigi Blanche

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    Hubo un instante en el que genuinamente olvidé respirar. No le di crédito a lo que mis ojos vieron luego de que el tío desapareciera dentro del baño y en mi mente sólo permaneciera el recuerdo espontáneo, el fogonazo dorado. Había sido breve, como darse la vuelta y recibir un puñetazo en el medio de la cara. No había espacio a dudas, sin embargo. El cabello, los rasgos, las fotos que había analizado hasta el hartazgo y los nombres impresos en las hojas. Era el puto hijo del otro hijo de puta, redundancias aparte. Las paredes del mundo se redujeron y por un segundo creí volver en el tiempo, a las risas asquerosas y las siluetas oscuras. Me sentí repentinamente atrapado en la jaula que acabábamos de romper y pensé, mierda, que todo era una enorme y retorcida demencia.

    El precio a pagar, quizá.

    Las voces de Kaia y Verónica reaparecieron por un costado de mi mente, parpadeé y volví en sí. Me había quedado estaqueado en mi posición inicial, me forcé a relajar los músculos y comprimí la mano izquierda, la que llevaba enguantada y tenía dentro del bolsillo. Las chicas deslizaron su mirada a mí y respondí de la mejor forma que pude. ¿Kaia lo habría visto? Espera, ¿el cabrón no tenía como diecinueve? ¿Qué cojones hacía en preparatoria? Si no iba a mi clase, ¿entonces quizá...?

    —Ah, Bunkyō —murmuró Kaia—. Estamos relativamente cerca, sólo tenemos Toshima en medio.

    Lucía igual que siempre, ni un pequeño indicio de nada. No podía fiarme de Kaia precisamente, con lo bien que le iría siendo actriz, y por la estabilidad mental de todos me esforcé por ignorar el asunto de momento. Tomé aire, lo solté con disimulo y seguí a las chicas en su recorrido por el pasillo. Coñas a un lado, esta escuela estaba llena de clubes.

    La curiosidad de Maxwell volvió a recaer en mí. Correspondí su mirada con una expresión neutral y meneé la cabeza. Ni de haber querido habría tenido tiempo de participar en los clubes, a duras penas me enviaban a clases. Los intereses del clan corrían por otro canal y apenas notaron mi... potencial, no conocí otra cosa que no fueran las paredes del dojo familiar. Día tras día, tras día, tras día. Lloviera, nevara, llorara o sangrara, la historia se repitió durante años. Pretendieron convertirme en una máquina, un muñeco de trapo, el soldado perfecto.

    Y puede que en parte lo consiguieran.

    Compartí un vistazo con Kaia al recibir la segunda pregunta y fue ella quien tomó la palabra, para variar.

    —Quizá me gustaría, sí. Algo de música, o alguna actividad física... ¿Tú estás en algún club, Maxwell-san?
     
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    Zireael

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    Tonterías a un lado, tampoco era tan imbécil para pensar que sacaría algo de un almuerzo en medio de la escuela, menos en este cuartucho de los empollones tecnológicos del Sakura así que me daba igual. Impulsivo y la mierda que fuese, el tiempo también me había dado la paciencia de los depredadores bajo las condiciones correctas. Así como ella tenía su orgullo, yo definía límites silenciosos. No quería metiches, tan sencillo como eso.

    Llevarla a la clase, decía.

    Para estar metida en la boca del monstruo pedía demasiado trato de princesa.

    No dije nada en cualquier caso, mi indiferencia y aburrimiento generalizado no encontraron mejor cosa que hacer con lo que quedaba de receso, así que simplemente recogí las cosas. Me bebí el último trago que quedaba del refresco de uva mientras caminaba para salir, apenas terminé abrí la puerta y di el primer paso fuera de la sala.

    No tardé en verlo, Honeyguide estaba aparcado en la pared del frente, casi delante de la puerta de la sala. Llevaba encima una chaqueta, rojiza, pero el tatuaje del indicador en el dorso de la mano y algo del resto de tinta se asomaba por los bordes de las mangas de la prenda. Al percibir movimiento por el rabillo del ojo giró la cabeza casi con desinterés hasta que me reconoció. Al imbécil se le notó la diversión en toda la cara, como si le hubieran contado un chiste o algo, y cuando notó la silueta de Manson salir detrás de mí la sonrisa se le ensanchó.

    —Al final va a ser que no estabas casado con Ikari —dijo lo bastante alto para que ambos lo escucháramos.

    —Vete a la mierda, Shimizu. —Fue lo primero que le dije, brusco.

    —¿De verdad? ¿Es así cómo vas a comportarte frente a la dama? —Siguió el cabrón, que parecía no poder ser él mismo sin tocarle los huevos a alguien.

    Seguía sin confiar en este imbécil, no importaba lo que dijera Rowan.

    —Tengo la cantidad exacta de cero interés en ser un caballero, por si no era obvio —escupí bastante fastidiado y el cascabel tintineó cuando giré el rostro en dirección a Shimizu—. Ahora deja de buscarme las cosquillas, idiota.

    No dijo nada más, pero tampoco se fue y permaneció apostado en su lugar. Vete a saber si esperaba una reacción mía o una de Manson, era bastante impredecible y por lo que parecía también era algo más caótico sin su pelirroja personal al lado. La poca decencia y suavidad de su carácter parecían haberse esfumado ahora que no estaba Pierce en el mismo espacio físico.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    En lo que Tora recogía las cosas yo hice lo mismo, cuidando que no se me fuera a quedar nada dentro. Él se terminó la lata de jugo y yo aproveché para ojear instagram algo distraíada, cuando salió le seguí dejando el móvil de nuevo en el bolsillo de mi falda. Un poco el cuerpo de Gatáki no me dejó ver al frente, y tampoco sentía la necesidad al girarme y cerrar la puerta, me cercioré de que quedara bien cerrada en lo que una tercera voz se abría paso en el pasillo.

    Me giré por fin en lo que el cabello me seguía el movimiento y denoté el rubio, tenía una chaqueta roja, estaba recostado contra la pared. La luz opaca que se producía en el exterior provocaba que el tono de la chaqueta hiciera relucir algo de la tinta en el dorso de sus muñecas, no me fijé mucho, fue tan solo un reconocimiento visual e inicialmente creía que eran nosé, amigos, que el otro estaba bromeando casual hasta que Tora respondió.

    Áspero, como solía responder Hal cuando alguien le jodía.

    Como fuese, el rubio mencionó que si se comportaría así frente a mí, me causó algo de gracia porque no esperaba que se portara bien solo por estar conmigo aunque no reflejé nada, es más, creía que seguía siendo algo decente si me lo preguntaban estando sin Ro presente. Murmuré a Torahiko que entregaría las llaves por lo que me encaminé a la sala de los profesores, ingresé, le entregué dichas llaves a una de las personas ahí adentro, volví y salí al cabo de unos minutos. Pasé nuevamente por el frente del desconocido disminuyendo mis pasos.

    —Un gusto, Katherin Manson —me presenté de pasada al mirarlo con una sonrisa cortés, porque pues el rollo de ellos no tenía que ver con mi decencia, aunque no tenía la intención de recibir su nombre en realidad, me acerqué nuevamente a Sakai, murmurándole un vamos.

    Y retomé los pasos para continuar a las escaleras, igual dudaba que el Gatáki quisiera quedarse ahí abajo con el muchacho.
     
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    Zireael

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    No era que me hubiese puesto a buscar el desliz en sus palabras ni nada, pero me hizo la suficiente gracia para mencionarlo y su respuesta fue del mismo calibre que mi comentario, como parecía que sería lo usual. Que eran peligrosos, según el bajo mundo o quién sabe quién, la advertencia me estiró la sonrisa, pero dejé el asunto quieto por el momento, él también fingió demencia y así nos quedamos hasta que le agradecí.

    —Ah, claro. Si al final no agradecimos lo suficiente haberte salvado de la abominación, ahora que lo dices —atajé al recordar todo el asunto del té embotellado.

    Me siguió el teatro con lo del consejo de supervivencia, pero soltó que si recordaba uno luego me lo decía y me extendió el móvil. Una risa se me quedó atorada en la garganta, fue bastante involuntaria, y a pesar de ello tomé el teléfono para anotarle mi número.

    —Me parece bien —respondí aunque no hacía falta y le regresé el aparato entonces, por la pura gracia me había agendado como Pinky. ¿Quién me dio esas libertades, bueno, nadie realmente—. Ya que salvé tu vida el día de hoy, más te vale salvar la mía en el futuro, ¿no?

    Me había preguntado también lo de los clubes mientras seguíamos caminando y negué con la cabeza en el acto. No me había fijado mucho en ellos durante el tour y de lo que investigué de la escuela solo me interesé en el observatorio, por eso acabé yendo allí con Paimon, pero no me había sentado a pensar realmente si me interesaba alguno. No estaba muy segura de tener lo que se dice un pasatiempo tan específico o algo.

    —No mucho realmente —admití mientras tomábamos las escaleras al segundo piso—. ¿Me recomiendas alguno? Aunque sea para investigar mejor y ver si me animo.


    i fall in love every fucking time *dies*
     
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    Zireael

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    Escuché su risa, pero di por asumido que no era que se estuviera riendo de mí como tal y lo dejé así. Por demás mis nervios fueron bastante pasajeros, estaba visto que me tardaba un rato en entrar en confianza, porque con todo también era el mismo idiota que le había seguido el juego con la cita hasta para recordárselo con un post-it y la bolsa de galletas. Dios mío, si alguno de los idiotas con los que me juntaba se daba cuenta iban a molestarme hasta el 2040, ¿no?

    Había respondido la tontería de los humos, si no me dio el tiempo a contestarle fue por la aparición de Mason y todo lo demás, pero sin dudas no creía que esta criatura supiera lo insoportable que podía volverme si me alimentaban el ego. Ambos extremos de esa noción, de esa idea extraña de soberbia y confianza absoluta en mi figura, se la comían Arata y Ko en direcciones opuestas del espectro.

    Prefería ahorrarle potenciales numeritos a Sasha.

    No se me ocurrió poder confundirla al adaptarme a la tontería de los pelirrojos, solo hice dos más dos y me pareció normal. En el futuro quizás me diera risa, porque el chico en cuestión me conocía mejor a mí de lo que lo conocía yo a él y hasta el viejo lo conocía mejor que yo, pero esos eran detalles. Por ahora no era algo que me quitara el sueño.

    La seguí al ritmo de sus pasos entonces, no le di demasiadas vueltas a nada. Si acaso me distraje mirando por las ventanas un instante, sentí algo de sueño por las horas que eran y borré de mi cabeza la posibilidad de que esta chica estuviera preguntándose si Arata habría arreglado sus mierdas conmigo o no. Yo estaba desechando la posibilidad desde hace días de por sí, para ver si tenía algo de paz conmigo mismo. Incluso luego de la purga de ayer sabía que no tenía que esperar nada de Arata.

    Era jodidamente triste, claro, porque era mi amigo o eso se suponía.

    —¿Yo? —La pregunta rebotó un poco en automático y también giré el rostro para mirarla—. No, no. Mamá estaba nerviosa y se puso a hornear como a la diez, pretendí ayudarla pero no sirvió de mucho. Dobló las medidas o algo, el caso es que salieron suficientes galletas para alimentar a un ejército, así que traje algunas para mis amigos y tal.

    La cuestión de la cookie maker certificada me arrancó una risa y negué con la cabeza, como para restarle importancia a lo siguiente que diría. Mamá cocinaba bien, si había algo que extrañaba cuando me iba a la mierda era su comida, pero entre cocinarle a tres glotones de vez en cuando y a un grupo de mocosos era una competencia bastante dura.

    —A mamá la certificamos como cocinera profesional de glotones, pobre mujer. Aunque ahora que lo pienso, ahora tú estás certificada igual, los brownies quedaron aprobadísimos por mí. —Igual con lo que me dijo volví a sumar ideas, más o menos, y no vi que hiciera mal preguntar—. ¿Tienes hermanitos? Por el montón de críos que te certificaron, digo.
     
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    Gigi Blanche

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    No sabía si el detalle de tratarse de una escuela internacional cambiaría tanto el comportamiento de la gente, aunque la mezcolanza de culturas quizá influyera. Había tanta variedad que sería difícil encasillarse en un único patrón de comportamiento, en este caso el japonés, que tendía a ser más restringido. De cualquier forma no lo ponderé tanto como pudiera parecer, ya que el chico mencionó a la directora haciendo magia negra y la ocurrencia me arrancó una risa en voz baja. Era una broma, claramente, pero me había pillado desprevenida.

    —No, no hemos ido —negué, buscando a Yuta con la mirada—. ¿Podríamos echarle un vistazo este receso?

    —Podríamos —acordó, con una leve sonrisa.

    La pregunta de Yu probablemente hubiera sido orientada a mantener la conversación fluyendo, no por interés real. Creía que a mí me gustaba más la naturaleza que a él, en especial por los entornos donde nos habíamos criado, pero la criatura igual era... todo terreno, digamos. Lo habían entrenado para ello. Se encogió de hombros en respuesta, por ende, y yo sí asentí. Además del campamento, Kenneth mencionó un festival, una... ¿fiesta clandestina? y una mascarada.

    Dear, ¿todo eso en dos meses y medio de clases? —destaqué, sorprendida, y reflejé la diversión en su semblante—. Suena a que no vamos a aburrirnos, tienes razón.

    —¿Yo? La 3-1 —respondió Yu después, cuando el chico le pidió su clase, y le dio una chispita de interés a su tono de voz al agregar—: ¿Alguna recomendación o consejo sobre mis... compañeros, Thornton-kun?
     
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    Gigi Blanche

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    Mi sonrisa pretendió tranquilizarlo y negué lentamente con la cabeza al oírlo asegurarme que el club de lectura se mantendría como su prioridad. No nos debía nada, realmente, podía dedicarle su tiempo y esfuerzos a la actividad que quisiera; aún así, valoré que contara con el detalle de hacérmelo saber.

    —No sé mucho del club de astronomía —analicé, pensativa—. Hay algunos clubes puntuales que por algún motivo pasan muy por debajo del radar, aquí en el Sakura. Supongo que se debe al temperamento de sus participantes y a sus lugares de reunión. Si la directora construyó el observatorio, sin embargo, debe ser un club que da muy buenos resultados. —Lo miré, entonces—. Creo que vale la pena que le eches un vistazo, sí. Puedes preguntar por ellos en la sala de profesores.

    No era consciente de la cantidad de información que mis palabras o pequeñas acciones podían develar, y tampoco estaba segura a partir de qué momento se había vuelto así. El descuido quizá se apoyara en la convicción de que a nadie le interesaba mi vida o lo que ocurriera dentro de casa, así como nadie se preocupaba por Ophelia y como habían abandonado las esperanzas en Jenkin. Me había habituado por completo a la distancia y con cada día que pasaba la veía más y más natural.

    Me dio su opinión sobre las flores y recordó el jardín junto a la biblioteca, allí en Suecia. Asentí ligeramente, compartiendo sus impresiones, y correspondí a su mirada tras notar de soslayo que buscaba mis ojos.

    —No realmente —respondí al instante—. Supongo que me centré en ellos porque fueron los últimos en florecer, y porque siempre me resultó muy curiosa la forma que tienen. Parece como si fueran dos flores totalmente diferentes que un niño pequeño unió con pegamento. También me recuerdan a los molinetes de viento, los de papel.

    Siempre, de una forma u otra, regresaba al papel.

    —Son bonitos —agregué poco después, a mis oídos pareció un pensamiento inconexo y mi sonrisa se ensanchó apenas—. En casa los hay de varios colores, siguen el patrón de los tulipanes, que a su vez se organizan en canteros alrededor del predio. Como verás, a mi familia le interesa conservar nuestra cultura.

    La gracia se había colado en mi voz al decir aquello último y me fui deteniendo conforme llegábamos frente a mi clase, la 2-2. Me ubiqué frente a Hubert y busqué sus ojos, sonriéndole. Lo sentí sincero, me alegró ser capaz de sonreírle así y fui consciente, otra vez, de que ya había aceptado a este muchacho en mi espacio.

    —Gracias por la compañía, Hubert —murmuré, inclinando unos pocos centímetros la cabeza—. Me agradó volver a verte. Hablamos luego, suerte en clases.


    por acá cierro, pues. Gracias por caerle a Blee con Hubby, me hacen bien al alma como siempre ♡
     
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  20.  
    Zireael

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    Con la presentación de turno hecha, la interiorización de los nombres por parte de Ali y todo el asunto ya estaba asumido que pasaríamos el receso junto, si a Tora le agradaba la idea de verdad no lo sabía ni Dios, pero aceptó y supuse que valía. Después de todo, si lo soltaba media hora el imbécil iba a por ahí cagándola, así que mejor para todos.

    Ya fuera en el pasillo ella se acopló a mi ritmo y Tora, aunque fue el que preguntó si nos íbamos, se mantuvo unos cuantos pasos atrás todavía enviando mensajes. Por la repentina concentración supuse que sería alguno de los chicos del barrio, incluso si era indiferente no tendía a pasar tanto de la socialización protocolaria, así que lo dejé estar. De todas formas, el murmuro de la rubia me alcanzó apenas se acercó para poder cuchichear, el comentario me hizo reír y me encogí de hombros, declarándome culpable.

    —No imaginas lo difícil que es mantener a flote esta compañía —le dije en el mismo tono, aunque no era ningún secreto de Estado.

    —Sí —apañó Tora desde su posición a lo del tour y se puso rápidamente el chip de ser normal, aunque no supe si ya había guardado el móvil—. Nos llevó al invernadero porque Rorin quería conocerlo. Lo que quiere decir que no, nada de sitios divertidos.

    —¡Pero me gustó el invernadero!

    —Que te guste no lo vuelve divertido.

    Suspiré con cierto dramatismo impostado, negué con la cabeza como diciéndole que no tenía remedio y volqué la atención en Alisha de nuevas cuentas. Tomamos las escaleras, ya de paso, y seguimos nuestro camino.

    —Dicen que las reglas se hacen para romperse, ¿o no? —bromeé medio porque sí, porque siempre me había cubierto por la categoría de buen estudiante para no levantar alertas de ninguna clase, sobre todo desde que mi hermano me había dicho que lo relevara en el barrio—. Uno debería conocer los spots, nunca se sabe cuándo podría necesitarlos.


    me seguí arrastrando a la niña porque si no tenía que meter tres posts en uno arriba y quise tenerle piedad a mis neuronas (???
     
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