Pasillo (Segunda planta)

Las probabilidades de que Kenneth conociese a Morgan me parecieron sumamente remotas hasta ese mismo instante, que los vi hablando con tanta naturalidad. ¿En algún momento Ken me había mencionado que había conocido a alguien que pudiese recordarme a la chica? Lo dudaba enormemente. También existía la posibilidad de que lo hubiese hecho y yo no hubiese unido los puntos necesarios para llegar hasta la identidad de la muchacha, pero eso me resultaba incluso más improbable que todo aquello.

Podría considerarme una persona bastante perceptiva y, aun así, ser plenamente consciente de que las dinámicas entre personas me resultaban terriblemente difíciles de comprender; eso a Kenneth se le daba muchísimo mejor. Quizás podía notar que había algo pasando entre ellos, aunque quizás nunca llegaría a definir el qué, y como tal, decidí tampoco dedicarle tanto pensamiento a la idea.

Asentí de nuevo con la cabeza cuando Morgan mencionó el rato que estuvimos probándonos ropa en el closet de Katrina, ignorando el gesto que me dedicó simple y llanamente porque no me resultó nada que se saliese de lo común con ella, y alcé de nuevo la vista hacia Ken para analizar su reacción. Hubo un atisbo de ternura en su sonrisa, eso lo pude pillar, pero no logré captar lo que sea que hubiese aparecido antes de mirarlo.

—Estoy seguro de que las dos lo estabais~ —murmuró, intercalando una mirada fugaz entre ambas.

Luego se pusieron a hablar de un dibujo que, al parecer, mi hermano le había regalado a Morgan. No mostré sorpresa alguna al escuchar esa información, porque lo cierto es que no sentía ninguna al respecto, y mi atención se focalizó en la morena cuando dirigió su vista brevemente hacia mí. Le contesté mientras la notaba hacerse con mi mano, una vez más sin inmutarme demasiado ante el gesto y sus intenciones, fuesen cual fuesen estas.

No había sido del todo predecible, pero digamos que seguía sin salirse del espectro tan amplio de posibilidades que Morgan ofrecía.

—Ya me preguntó —aclaré una vez emprendimos la marcha, con Kenneth a unos centímetros de nuestras espaldas—. Le dije que me parecía bien y que podría gustarle, aunque sus miembros...

Bueno, justamente yo no tenía nada personal en contra de nadie, pero eso no significaba que no tuviese mis opiniones al respecto. Kenneth ya me había contado sobre su encuentro con Katrina y, si bien era cierto que él me había dicho que le había caído bien y podía ver la posibilidad de que sus personalidades no chocasen demasiado, había algo en ella que no acababa de agradarme. No se trataba de su reputación ni de la cantidad de cosas que escuchaba gracias a pasar tan desapercibida siempre, en absoluto; era la lectura que había sacado al verla de vez en cuando, y también era Emily...

Acabé dejando la frase en el aire, perdiéndome un poco en mis pensamientos, y para cuando volví a prestar atención a mi alrededor, Morgan ya le estaba contestando y dando su opinión al chico. No le vi mucho beneficio a intervenir, así que me quedé en silencio observando el intercambio con el aire analítico que me siempre tenía, captando al instante el tinte de la sonrisa de mi hermano al escuchar la propuesta final de Morgan.

Podía no saber mucho sobre sentimientos o dobles intenciones, pero esa sonrisa se la había visto a Kenneth demasiadas veces como para no saber qué venía a continuación.

—Bueno, haber empezado directamente por ahí~ —contestó, suavizando el tono de voz y un tinte divertido en el mismo—. No tengo motivo para decir que no ahora... y tú tampoco vas a tener excusas para negarte cuando te pida que me modeles~

Llegamos finalmente al segundo piso y me paré en seco, girándome un poco para abarcar a ambos con la vista. Realmente no me importaba que hablasen de lo que quisiesen, y cómo quisiesen, delante de mí, así que no hubo ni un ápice de cambio en mi expresión cuando los miré en ese momento.

—Gracias por acompañarme —les dije, con un ligero movimiento de cabeza que debió valer como gesto de agradecimiento, y no fue hasta ahí que me separé finalmente del agarre de Morgan, con cierta suavidad que me resultó ligeramente ajena—. Si necesitáis ayuda con el proyecto, estaré en la biblioteca.

¿Ofreciéndole mi ayuda con un trabajo escolar a dos personas que iban un curso por encima de mí? No era demasiado extraño, pues nunca había pretendido esconder que me creía capaz de aportar en cualquier ámbito académico sin importar el año; no era soberbia, solo hechos.

Me despedí de ambos con un gesto rápido de mano y me di la vuelta para dirigirme hacia mi aula. No podía escucharles ya y no podía saberlo con seguridad, pero conocía lo suficiente a mi hermano como para imaginar que aprovecharía el camino hasta la tercera planta para invitar a Morgan a almorzar con él.

De nuevo, nada que me molestase demasiado.

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pues eso, que como hice el post con ka-chan porque me apetecía, pero técnicamente no puedo poner lo que kenny boy le diría a morgana para continuar con la conversación, pues te lo dejo así y puedes interpretar que, efectivamente, la invita a almorzar con él, si quieres uwu

 

Siendo honesta, ni siquiera había notado la increíble naturalidad con la que había acudido a Em para contarle lo que me estaba preocupando. Fue... casi instintivo, automático, la vi y se me soltó la lengua. Vete a saber cuándo caería en la cuenta o si algún día lo haría en absoluto, estaba visto que no era la más lista de la camada, pero de la forma que fuera... estaba bien. Lo que había encontrado junto a ella valía su peso en oro y, Dios, eso sí lo sabía. No había día que lo olvidara.

Había hecho una amiga preciosa, y me arrancaría un brazo antes de perderla.

Asentí ligeramente, encontrándole sentido a sus palabras. A veces se trataba de no sobrepensar las cosas, ¿cierto? Cuando nos excedíamos era donde la cabeza se enredaba sobre sí misma, los panoramas se deformaban y acababa todo convertido en una maraña insoportable y extenuante. Yo vivía en una extraña contradicción entre tener el cráneo lleno de aire e irme a la mierda con ciertas preocupaciones. Si no le prestaba atención, este rollo de Kakeru acabaría en la segunda categoría. Quería enfocarme en las cosas bonitas, además.

Ahora lo tenía ahí, conmigo.

Era algo bueno.

—Se lo diré, sí. Es Kakeru, además. —Aquello lo murmuré junto a una sonrisa que no sabía si pecaba de resignación o ternura; quizás ambas—. A veces es... demasiado bueno para sí mismo. Sé que no me hará ningún problema, ¿sabes? Sé que me sonreirá y me dirá que vale, que gracias por habérselo contado. Lo que me preocupa viene después, cuando me da la espalda y se queda solo. Me da... miedo.

Pero, otra vez, todo era cuestión de confianza. Podía cuidarlo pero no de sí mismo, y si no recurría a mí ni a nadie cuando supiera que lo necesitaba... en ese caso mis manos seguirían atadas. Tenía que creer, por lo tanto. Creer en él.

Y una parte de eso era confiarle esta información, ¿verdad?

Decirle "toma, sé que no irá a derribarte".

Me cargué los pulmones de mucho aire y lo liberé poco a poco, sintiéndome bastante más tranquila que en los casilleros. Su caricia no me pasó en absoluto desapercibida, pese a haber mantenido la vista al frente. Luego vino el tema de Altan y la escuché, sí, escuché cada una de sus palabras, pero no se lo hice saber de ninguna forma. No la miré ni asentí. Lo de Kakeru era apremiante y casi inevitable, pero lo otro... No, todavía no quería pensar demasiado en ello. No quería acabar metida en una espiral de miedo y ansiedad.

Y lo pateé lejos.

Su risa aflojó parte de la tensión que aún albergaba mi cuerpo y solté un suspiro casi dramático ante la mención de Hayato.

—Ah, estúpido y sensual Krait —me resigné, meneando la cabeza—. Es todo un dilema, porque no quiero que lo sepa pero también ¿sabes lo que es la cara de Kakeru cuando te pones a fangirlear del Krait frente a sus narices? ¡Un poema!

Su idea me entusiasmó, además, asentí varias veces con la cabeza y me detuve frente a la 2-2, girándome hacia ella para hacerme con sus dos manos. Las mecí suavemente de acá para allá, distraída en la conversación.

—¡Sí, obvio! Te lo iba a proponer, de hecho. Podemos decirle a mini Ishi —sugerí en toda mi inocencia, pues desde aquí era una idea absolutamente razonable—. Quedamos para mañana, entonces. Les voy a escribir. Eso si llegan a tiempo, claro, ayer iba a almorzar con Kohaku y el muy idiota llegó casi sobre el final del receso. ¡Y apareció con una chica! Sospechoso. Todo muy sospechoso.

Sólo estaba hablando por hablar y para tapar mis propios nervios, claro, y como era imbécil quizá la lengua se me fue más de lo necesario. Sabía que Fiorella era su compañera de proyecto, además, pero por alguna razón había querido convertirlo en un chisme y así lo hice.

Le eché un vistazo a la clase y vi que ya casi todos estaban dentro, así que me valí de sus manos para jalar a Emi hacia mí y darle un abrazo. Le envolví el cuello con fuerza, hundí el rostro ahí y me balanceé un poquito.

—Gracias, Em —susurré, y por un breve y extraño segundo sentí unas ganas estúpidas de llorar—. Te quiero mucho, ¿sí?

La dejé ir no mucho después, le sonreí y volví a encontrar sus manos para soltarlas sólo cuando la distancia ya no me permitió sostenerlas. Y en ese momento, también, finalmente me di la vuelta y entré a mi clase.

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por acá cierro con annita, como te comenté por wha uwu

*inhales* gRACIAS POR TANTO PERDÓN POR TAN POCO EMI-CHAN I ABSOLUTELY ADORE YOU UR MY ANGEL y también el de anna ;;

 

Me pareció que al final sí que había logrado hacerle entender lo que había querido decir con mis palabras, lo que en definitiva era todo un alivio porque lo último que quería era que creyese que no le estaba dando importancia a aquel asunto por culpa de un malentendido; era algo muy importante, al fin y al cabo. No era siquiera capaz de imaginar lo que significaba tener ese miedo, el no saber con certeza cómo hablar con un ser querido por si acababas empujándolo a hacer algo sin retorno, y por eso sabía que mis consejos no tenían tanto valor como lo que Anna acabase decidiendo en base a su propia experiencia con el chico.

Finalmente aceptó decírselo aun así, cosa que me inevitablemente me alegró escuchar, y acompañé su sonrisa con una muy parecida mientras seguía escuchándola hablar. Una vez más, no conocía realmente al chico, pero algo me decía que las palabras de Anna era completamente acertadas y la conversación sucedería sin mucho cambio de cómo ella lo imaginaba; también confiaba en que sería capaz de superarlo a pesar del dolor, de nuevo, incluso sin llegar a conocerlo.

Confiaba en las posibilidades de que todo saliese bien siempre, sin importar lo bajas que estas pudiesen llegar a ser.

No me pasó desapercibida la manera en la que Anna decidió pasar de largo del tema de Altan, pero por mi parte no tenía ningún interés en hacerla hablar de algo que le incomodase o de lo que no se sintiese aún preparada para tratar, así que no añadí nuevo con respecto a eso y mucho menos reaccioné de manera visible por tener que hacerlo. No era como si me molestase especialmente, tampoco, para qué mentir.

—Dale un tiempo a que me conozca, entonces —propuse, sin poder aflojar la sonrisa divertida en ningún momento—. Quizás pueda convencerse él solito de que puedo sobrevivir a Kabuchiko, y así podemos conseguir ver esa cara después~

La idea de almorzar juntos pareció emocionarle, lo que logró sacarme una sonrisa enternecida y algo emocionada, y mentiría si no dijese que añadí lo de poder invitar a más gente por si se le ocurría añadir a Kohaku en el saco, así que por supuesto asentí un par de veces con convicción ante la propuesta. Hacía mucho que no lo veía y suponía que los dos chicos también eran conocidos, así que me parecía una más que buena excusa para pasar algo de tiempo con él también.

Lo que no me llegué a esperar del todo fue la noticia que me soltó Anna después con respecto al chico... o más bien mi reacción a la misma. Me avergonzaba admitirlo, pero no pude evitar que el cuerpo se me tensase ligeramente ante la mención de aquella chica misteriosa y lo que la tardanza de ambos podía implicar. Sabía que solo era Anna especulando, y por supuesto también sabía que no tenía ninguna clase de derecho a sentirme así con respecto a él —celosa, como si tuviésemos alguna especie de relación—, pero mi cuerpo reaccionó antes de siquiera poder procesarlo.

Me controlé lo más rápido que pude, sin embargo, relajándome a consciencia, y para cuando me quise dar cuenta, todas aquellas ideas se habían esfumado de mi mente al notar los brazos de Anna rodeándome. Le correspondí al instante, por supuesto, y sonreí ligeramente contra la piel de su cuello, apretándola contra mi con un poquito más de fuerza extra.

>>Yo también te quiero mucho, cielo —murmuré, y sabía con certeza que no había verdad más absoluta en ese mismo instante.

Nos separamos después de un rato y la vi entrar en el aula, sin perder la sonrisa llena de cariño en ningún momento. Esperé hasta el último segundo, hasta que finalmente se dio la vuelta una vez dentro de su aula, y suspiré levemente antes de dirigirme hacia mi propia clase.

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emi-chan y yo estamos encantadas de caerle a annita siempre que lo necesite cuz that is how much we love her uwu <3

 

Era posible que en medio del miedo, de la pregunta sin respuesta y mi intento por encontrar algo que leer en este tipo se revolviese algo de mi ira perenne, como una sombra. Estaba allí palpitando como un corazón y era casi igual de silenciosa de no ser que uno se pegara al pecho de otra persona, para poder oírlo golpeando, marcando un ritmo. Tampoco era especialmente incontrolable, pero sí bastante inconsciente.

Si al final rechazaba mi oferta del almuerzo era muy su problema, porque a mí a decir verdad me la traía floja gastar ese dinero si a la larga conseguía algo que me respondiera, primero si era veinte de octubre y segundo qué hacía en el culo del mundo, así fuese una respuesta de cajón. Imagina ponerme a cobrarle luego un sándwich con el montón de dinero que le sacaba a los imbéciles en la calle.

Como fuese, la verdad es que no asumía que Anna fuese a contarme la llegada de este cabrón, siendo que no estábamos hablando tanto ni nada, pero tampoco veía por qué fuese a ocultarlo a voluntad. Confiaba en ella, como si tenía que poner el corazón en la mesa y dale una estaca.

¿Era posible que ni ella lo supiera hasta que lo viese?

Si no lo había visto ya.​

Hundí las manos en los bolsillos mientras salíamos, di con el mechero y al sentir el frío del metal externo empecé a girarlo sobre sí mismo, para ocupar al menos la inquietud corporal en algo. Al estar en el pasillo me miró, luego volteó y asumí que estaría buscando alguna cara conocida, aunque no había dado con ninguna, para su suerte o la mía, ni idea.

Ninguno iba en nuestra clase.

La respuesta fue un poco ambigua, aunque obvia desde el inicio, aún así tampoco le iba a soltar el interrogatorio de que entonces a cuáles iban o si iban siquiera a tercero, al menos no todavía. Lo dejé correr como si nada, como se hacía en cualquier conversación, aunque le noté la pena que le daba el asunto y no había nada que añadir a eso, era normal.

—Supongo que sí —respondí a lo de la manada de elefantes.

Lo vi balancearse sobre los talones, manos en los bolsillos, y me quedé esperando la tontería. Su pregunta me hizo repasar el pasillo con la vista, cada cosa estaba rotulada, así que era un poco un sinsentido.

—La lluvia vuelve este recorrido aún más aburrido, si te soy sincero —atajé unos segundos después, regresando la mirada a él, y señalé la puerta al final—. La azotea, lo único que vale la pena en este piso de alguna manera. Tiene su gracia que la oficina de la directora esté aquí arriba, tiene pinta de no confiar en los de tercero.

Retomé la marcha al ritmo que le había visto antes para bajar al pasillo de segundo.

—Transferirse ya bastante entrado el ciclo lectivo debe ser un lío, ¿no? Al menos con los papeles —dije sin aparente objetivo, antes de seguir con el protocolo—. Por si te interesa el rollo, sala del consejo en este piso y si ocupas fastidiar un profe, también su sala. ¿Te interesa eso de los clubes, Fujiwara?

 

Era probable que la señora de la cafetería me diera muchísima más conversación que Sonnen, pero se me había ocurrido pensar que se estaba esforzando para ser, al menos, un guía decente, y eso me bastó para valorar el intento. Quería decir, más allá de lo escueto no se mostraba grosero ni nada, ¿no? Suficiente para mí. A este ritmo, además, acabaríamos el recorrido en cosa de quince minutos y podríamos ir todos adonde prefiriéramos.

Atendí sus indicaciones, la puerta de la azotea, y lo seguí sin agregar más que un par de asentimientos. Pensé en decir alguna tontería sobre el clima pero me mordí la lengua. Demasiado cliché, ¿no? Su pregunta sobre la burocracia me arrancó una risa liviana y me encogí de hombros. No le debía honestidad a un desconocido, ¿verdad?

En absoluto.

—Un poco, sí, pero también son bastante más flexibles que la mayoría de instituciones. Quizá por ser una escuela internacional, qué sé yo. —Lo miré de soslayo—. ¿Tú también eres extranjero, Sonnen-kun?

Repasé el pasillo de segundo con la vista, adentrándome un poco bastante porque sí. Lucía igual al de arriba, por supuesto, si acaso las caras aquí se notaban más jóvenes e inocentes. La pregunta de Altan me alcanzó desde atrás y me arrancó una sonrisa apenas ladeada; no cargaba burla, si acaso la sombra de una ironía vieja. Clubes, ¿huh?

¿Cuál era la puta tapadera que había tenido el nuestro?

—En una escuela anterior estuve en el club de lectura, pero ya no me apetece mucho —mentí con toda la tranquilidad del mundo, regresando hacia él—. Tampoco sé la oferta de clubes de aquí, la verdad.

En el breve recorrido pasé junto a la 2-2 y capté, apenas de soslayo, el destello rosa del cabello de Anna. Miré como quien no quiere la cosa, estaba hablando con otra muchacha y lo dejé estar; era... extraño volver a cruzármela en un ambiente escolar. Amargo, pesado, pero también cargaba cierta cuota de nostalgia. Me detuve frente a Altan y le sonreí, tranquilo.

—¿Estás en alguno, Sonnen?

Nada personal, pero si él iba a pasarse los sufijos por el culo, pues no me interesaba gastar saliva de gratis.

 

No la conocía demasiado a Emily, pero en mi mente siempre se había presentado como una chica bastante dulce y tranquila. No lo demostré de ninguna forma y tampoco me molestó, aunque sí se me ocurrió pensar que esa mañana estaba faltando a la imagen que me había dado estos años. ¿Habría algo que la tenía particularmente alegre? Parecía ser el caso. La escuché mientras caminábamos y fui asintiendo alguna que otra vez; lo último que dijo, además, estaba bastante segura que confirmaba mis sospechas.

Era por el almuerzo, ¿verdad?

Deslicé la mirada hacia ella en ese momento, así que noté claramente la transición de la alegría inicial a un semblante bastante más calmado. Pensé que buscaba autorregularse y, pese a saber que no era necesario ni mi deseo, no se lo mencioné.

—Bien, nada ha cambiado demasiado —murmuré, sabiendo que era en parte mentira.

Me detuve finalmente frente a la 2-2, y esperé a recibir su atención para detallar sus ojos y sonreírle. La verdad, me alegraba mucho que una chica como ella permaneciera junto a Kashya. Sabía que sería capaz de cuidarla a todo momento.

—Bueno, nos vemos, Hodges-san. —Me tomé un segundo para imprimirle a mi sonrisa una chispa más genuina de calidez, algo que se distinguiera de la eterna cordialidad, y agregué—: Ojalá te diviertas hoy con tus amigos.

Y luego de eso, simplemente entré a mi clase.

 

El camino junto a Bleke fue bastante breve, y aunque posiblemente en un futuro me avergonzaría al darme cuenta que la mayor parte del trayecto me la había pasado hablando de mí misma, en ese mismo instante no le presté mucha neurona a ese detalle. Sí que me di cuenta de mi repunte de energía, y al menos busqué controlar eso para evitar agobiarla, siendo que sabía lo tranquila que ella solía ser.

Me respondió a la pregunta sin entrar en demasiados detalles, y por supuesto no pretendí inmiscuirme más de la cuenta, nos despedimos en la puerta de su aula y le agradecí con toda la emoción del mundo por sus deseos de que me lo pasase bien en el almuerzo. ¡Tenía buenas expectativas al respecto, así que seguramente sus palabras se cumpliesen!

Las clases pasaron con normalidad, ni más ni menos, y al llegar al receso, recogí diligentemente todas mis cosas antes de escuchar el golpeteo en la puerta y la voz amplificada de Anna inmediatamente después. Fue cuando giré la cabeza para mirarla que finalmente me cayeron un poco de nervios encima, pues tuve la realización de que era la primera vez que iba a pasar tiempo de verdad con Kohaku desde lo de su casa, que también iba a estar el ex-novio de Anna al que no conocía de nada, y Anna misma, que afortunadamente era la única con la que no me pasaba nada.

Sea como fuere, deseché rápidamente todos esos pensamientos y me levanté de la silla de un salto, dirigiéndome al exterior del aula con movimientos rápidos y una sonrisa emocionada, aunque posiblemente incapaz de disimular el ligero sonrojo que sí me había notado una vez me uní al grupo.

—¡Presente! —exclamé, levantando una mano en cuanto me paré junto a ellos, e intercalé miradas entre los tres hasta finalizar en Anna—. ¡Buenas tardes! ¿Dónde queréis que vayamos a almorzar? ¿Al invernadero?

 

Bueno, bueno, el ultra-poderoso almuerzo esperado por Latinoamérica unida había llegado y, si comparaba racionalmente, esta pequeña porción de ¿realidad? era bastante menos problemática que el resto, así que puse todas mis neuronas al servicio de la buena predisposición. Vi a los muchachos apenas salir de mi clase, alterné la mirada entre ambos para dedicarles una sonrisa y Kohaku me dio un apretón en el hombro a la pasada. No sabía si era su forma de infundirme ánimos, pero lo interpreté así y estuvo bonito.

Ambos se detuvieron apenas dos pasos antes que yo, en lo que golpeteaba el marco de la puerta y me montaba el show. A ver, iba a estar rodeada de gente que quería un montón y me caían bien, no podía salir mal, ¿verdad? Emi se reunió con nosotras asimilándose bastante a mi energía, y estuve por responder a su pregunta cuando Kakeru habló.

—¡Hola! Al fin conozco a la famosa Emi-chan. —La sonrisa casi le cerraba los ojos, lucía genuinamente contento y era bastante adorable de su parte, la verdad—. ¡Ah! ¿Dónde están mis modales? Fujiwara Kakeru, señorita. Para servirle.

El imbécil hizo una reverencia super amplia ahí en medio del pasillo, Kohaku se rió y yo meneé la cabeza, buscando a Emi para pasarle un brazo por los hombros. Para hacerlo tuve que ponerme de puntillas, sí, pero ¿a quién le importan los detalles?

—Bueno, ahí lo tienes al idiota, ¡y en carne y hueso! Aquí nunca falta el payaso de turno, ¿eh?

—El invernadero me parece bien —retomó Kohaku, con su tranquilidad habitual—. Es tranquilo y bonito.

—¿Tienen un invernadero? Malditos pijos.

—¿No te lo mostraron en el tour? —inquirió Kohaku, parpadeando, pero yo intervine tan encima que no dejé tiempo a que ese tema siguiera.

—Pues te recuerdo que ahora tú también eres de esos malditos pijos, ¡así que a comerla, Fujiwara!

 

Antes de que Anna, o cualquier de los otros presentes realmente, pudiese responderme a la pregunta que había hecho, Kakeru se adelantó para comentar que al fin me conocía y también aprovechar para presentarse, añadiendo toda una reverencia en mitad del pasillo con esta última. Predeciblemente, el sonrojo de mis mejillas incrementó hasta el punto de cubrirme prácticamente todo el rostro, y balbuceé algo imposible de descifrar antes de obligarme a relajarme.

No supe definir si la vergüenza vino porque el chico me llamó directamente Emi-chan de buenas a primeras, por la escena de la reverencia en mitad del pasillo o porque me paniqueaba la idea de que el chico hubiese pensado que no tenía interés en conocerlo. ¡Sí que tenía! Pero los almuerzos aquellos habían acabado pesando más de lo estimado, así que solo quería estar en un sitio tranquilo para quitarme el peso y poder presentarme de manera adecuada.

—¡E-encantada, Fujiawara-senpai! —logré pronunciar al final, inclinándome hacia delante para corresponderle a la reverencia, aunque de manera mucho menos exagerada; me dio la sensación que lo de Emi-chan iba a quedarse para siempre, así que ni siquiera hice el amago de presentarme con apellido y todo.

Anna se me echó encima, asunto que no me molestó en lo más mínimo, e hizo un comentario acerca del moreno, pero mi atención se quedó más o menos fija en Kohaku, que fue quien aceptó mi propuesta de ir al invernadero. Comenzamos, pues, a caminar hacia las escaleras para dirigirnos hacia el exterior y aproveché que Anna seguía metiéndose con el otro chico para seguir calmándome a consciencia y poder así conversar como una persona normal. ¡No quería que mis nervios estropeasen absolutamente nada!

>>Creo que hasta tenemos un observatorio... —añadí con una ligera sonrisa divertida hacia el chico, encogiéndome de hombros al no poder refutar que ciertamente aquella academia era demasiado pija y se notaba—. ¿Cómo han ido las clases? ¡Ah! ¿Te estás acostumbrando bien al sitio, senpai? —la primera pregunta había sido de aire más general, aunque con la segunda volví a centrarme en Kakeru y, por fortuna o por desgracia, mi tendencia a preocuparme por el bienestar de los demás se antepuso ante cualquier cosa, por lo que pude preguntarle sin ningún problema al respecto.

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quise bajarlos al pasillo del primer piso pero el último post es mío so ya te lo arrastras tú donde quieras uwu

 

Si éramos honestos, era casi un milagro que este trío hubiese logrado algo con todo y mi explicación, ya no tanto porque directamente se veía que no les interesaba demasiado el rollo artístico, sino porque apenas parecían hacer lo necesario a duras penas. Tampoco me importaba lo suficiente, la verdad, si desperdiciaban mi ayuda ese problema era de ellos.

Ya tenía bastantes cosas en las que pensar como para sumarle un proyecto ajeno.

Como fuese, seguimos hacia la primera planta sin particular prisa y Kasun preguntó por los rumores de un campamento o no sé qué. No había estado lo suficientemente presente en la escuela esos días como para enterarme de nada, así que estaba un poco desactualizada con todo en general.

—No pongo mucha atención a lo que se dice en los pasillos —resolvió Mason con sencillez, aunque a mí me sonaba a que no lo hacía últimamente nada más—. Pero no suena mal, supongo.

—Deben saber que es una receta para el desastre, de cualquier forma —añadí soltando una risa por la nariz—. Si lo hacen, habrá que ver qué se les ocurre para manejar al desastre que es esta escuela en otro espacio.

 

Joey se quedó un rato relativamente largo en silencio tras mi aclaración, aparentemente sopesando a qué nueva miembro me refería, y asentí una única vez con la cabeza cuando dio con la respuesta acertada; Morgan era, al fin y al cabo, la integrante más reciente del club.

—Es la oveja negra del club, literalmente —comenté, y aunque seguramente hubiese pasado desapercibido por mi tendencia a no mostrar demasiadas emociones, lo cierto es que hubo una intención de broma en aquella acotación.

Sea como fuere, Blee aceptó mi propuesta de subir juntos y luego le indicó a Joey que hiciese el cambio de zapatos, pues al parecer aún no se había encargado de eso. El chico dio un respingo y salió corriendo hacia los casilleros de tercero, momento en el que nosotras aprovechamos para dirigirnos tranquilamente hacia el pasillo. Joey apareció prácticamente al instante junto a nosotras, algo agitado, y ladeé ligeramente la cabeza al recibir la reverencia que hizo aun así.

La verdad es que empezaba a entender el encanto que tantas chicas le veían.

>>Claro, subamos entonces.

Y así, nos dirigimos hacia el pasillo del segundo piso acompañadas por el moreno, conversando de diferentes temas relativamente cotidianos; bueno, más bien fueron ellos quiénes hablaron mientras que yo prefería escucharles en silencio, como solía hacer.

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no me pude resistir a responderle a blee y softie joey una vez más u-u///u

 

Emi seguía bastante cohibida, pero aún así se las arregló para responderme y decidí actuar super casual. La información de que usaba el club de cocina sonó a confesión, lo omití y alcé las cejas, sonriendo.

—¿Me estás diciendo que podrías enseñarme a cocinar tan rico como tú cualquier día y sigo aquí, quemando el agua de los fideos? —bromeé, ella pareció recuperarse también y su duda sobre los bentos de Kakeru me arrancó una risa liviana—. Ya he probado sus bentos, están muy bien. Pero no son tan ricos como los tuyos, por supuesto.

El año pasado, en la preparatoria anterior, de vez en cuando le daba por cocinar y aparecía con almuerzos caseros. Mantenía el asunto discreto porque sabía que Rei era una termita humana, nos escondíamos en cualquier rincón de la escuela y siempre, pero siempre me los compartía. Ese detalle era algo que siempre atesoraría; creía que, con más o menos cagadas estorbando, reflejaba en sí mismo la naturaleza de Kakeru.

Emi se incorporó, yo también lo hice y se enganchó de mi brazo. La recibí en mi espacio, contenta, y solté una risilla al sentir su beso en la mejilla. Salimos del aula, pues, y empezamos a recorrer el pasillo a ritmo calmado.

—Bien, bien. Un poco aburrida, la verdad. Ha estado tranquilo, ¡demasiado! —Bufé, inflando un poco las mejillas—. Sé que arrancamos el año a ciento ochenta por hora y pasaron un montón de cosas, y eso tampoco estaba bueno, ¡pero ahora me aburro! Y Anna aburrida es peligrosa, déjame decirte.